1En la tradición de la cultura del Río de la Plata (eufemismo que refiere a las ciudades de Montevideo y Buenos Aires, ubicadas a ambas veras de dicho río), para cierto sentido común del imaginario argentino los uruguayos representan mucho de lo que se idealiza sobre las «buenas prácticas cívicas»: son educados, siempre saludan cordialmente, tienen bajísimos índices de corrupción, la sociedad más equitativa de la región, es muy liberal, ya que no prohíbe el aborto ni la marihuana etc. En una de sus presentaciones en Buenos Aires, la murga satírica «Agarrate Catalina» se hizo cargo de dicho imaginario, interpelando directamente al público:
No nos quieran tanto, porque ese sentimiento no es recíproco: nosotros no los queremos nada. Cuando su equipo nacional juega al fútbol con cualquier otro, ¡nosotros queremos que pierdan!
2Algo similar parece ocurrir con las relaciones entre el campo de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) y las ciencias sociales en general, con la posible diferencia de que en este caso no se trata de desamor, sino posiblemente de simple indiferencia. Veamos.
- 1 Algunos autores documentaron esta «poca atención» de las ciencias sociales a los Science studies. V (...)
3Es común, en las conversaciones con colegas del amplio campo de los estudios sobre ciencia y tecnología, constatar e interrogarse acerca de la poca atención que le presta la sociología a la sociología de la ciencia, la historia a la historia de la ciencia, las ciencias políticas a los estudios sobre políticas científicas.1 Esta intuición puede ser corroborada por algunos datos, ya que la mayor parte de los textos producidos dentro del campo CTS suelen ser leídos y citados casi exclusivamente dentro del mismo campo y tienen, con muy pocas excepciones, escaso impacto dentro de otros campos de las ciencias sociales. Naturalmente, dentro de las excepciones las encontramos de dos tipos: por un lado, aquellas que aluden a cuestiones que interpelan directamente a otro campo de las ciencias sociales, como los estudios acerca del marketing, o de sistemas de transporte, o ambientales; por otro lado, los trabajos de Bruno Latour, que es un fenómeno particular, cuya dimensión logró sobrepasar ampliamente los límites de este campo y atraviesa muchos otros espacios de producción intelectual. Sin embargo, por regla general, la situación parece corroborarse.
- 2 El paréntesis no es, como veremos, caprichoso. La pertenencia o no de STS a las ciencias sociales e (...)
4Desde hace décadas diversos representantes de CTS aludieron o, más explícitamente, emprendieron cierta tarea de «seducción», de mostrar que los desarrollos de los science studies podían o, incluso, debían ser considerados por (el resto de) las ciencias sociales.2
5Por lo tanto, mi objetivo en este artículo es el de indagar acerca de las diversas estrategias de relacionamiento entre el campo CTS y las ciencias sociales, las múltiples dimensiones y tensiones que las atraviesan, para finalizar con tres hipótesis que pretenden aportar elementos para comprender la naturaleza de esta relación sin dudas asimétrica.
6Comenzaré planteando el problema y las diversas posiciones al respecto, para enseguida considerar la cuestión disciplinaria en relación con CTS, y enseguida las invocaciones desde el campo CST hacia el de las ciencias sociales, así como algunas respuestas. Finalmente propondré tres hipótesis que pretenden explicar esta relación, para finalizar con unas breves conclusiones.
7Indispensable nota aclaratoria: en el desarrollo de todo el texto selecciono, para ilustrar cada perspectiva, sólo algunos autores a quienes considero que expresan una posición determinada, en vez de hacer una presentación exhaustiva de todas las manifestaciones más o menos próximas, mientras que omito –por economía del discurso- muchas intervenciones similares, aún si cada una de ellas aporta algunos matices. Además de la economía de la argumentación esto responde a que habría cierta «saturación teórica», en la medida en que las distintas voces van agregando poco, al fin de cuentas, al argumento principal de cada posición.
- 3 Curiosamente, la fórmula de «sub-campo» la emplea Bruno Latour (2000: 107), quien se refiere un «mi (...)
8El primer tipo de «llamado» lo podríamos encuadrar dentro de los autores que podríamos llamar más «sociológicos» dentro del campo CTS, es decir aquellos que intentan situar al campo como uno de los subcampos de la sociología y establecer, desde allí, interlocuciones con los subcampos más o menos vecinos. Dicho de otro modo, este primer argumento se basa en que los hallazgos, teoría y métodos del estudio social de la ciencia podrían e incluso deberían ser aprovechados por otros campos de las ciencias sociales.3
9Posiblemente uno de las primeras declaraciones en este sentido sea la de Karin Knorr, quien se ocupó de esta cuestión en diversos textos, a lo largo de su obra. Ya en sus primeros textos (Knorr, 1981) prefiguraba esta preocupación, cuando se interrogaba sobre una cuestión clásica de las ciencias sociales: el intento por superar el clivaje entre las prácticas, las interpretaciones y el alcance de las micro y las macro sociologías. Naturalmente, las microsociologías coinciden con la emergencia de los estudios de laboratorio que se estaban desarrollando exactamente en aquellos años, y que buscaban un modo de legitimarse más allá de sus hallazgos situados. Así, es un artículo de 1995 proponía que, en vez de seguir preguntándose «¿qué pueden tomar los estudios de la ciencia de la sociología en general?», sería más fértil interrogarse acerca de «¿qué aporte podría hacer la sociología de la ciencia a la sociología en general?». Según ella, cuando aprendemos de los estudios de laboratorio sobre el carácter situado del conocimiento, ello puede ser aplicado a cuestiones más amplias sobre la localización de la experiencia social en sitios múltiples y variados. (1995: 163). Y concluye que, puesto que las formulaciones teóricas sobre la relevancia de lo local son aún débiles, «el laboratorio, tal como ha sido estudiado por el abordaje CTS, puede ayudar a comprender varios tópicos implicados en lo que llamamos ‘situación y localización’, y a enriquecer teóricamente estas perspectivas» (ibidem).
10Harry Collins hace algunos llamados en la misma dirección. En su libro ya bastante clásico señala (en el postfacio de 1992) que:
una nueva ‘ciencia del conocimiento’ debería estudiar las comunidades y el modo en que el conocimiento es colectivamente hecho, mantenido, disputado, transformado y transferido (…) tendría nuevas cosas para decir acerca de cómo y dónde puede ser transferido el conocimiento dentro de las sociedades humanas». Y concluye con que «espero haber cambiado el modo en que estudiamos y entendemos la historia, la sociología, y la filosofía. (Collins, 1992:190) (citas traducida desde el inglés por el autor)
11Una segunda perspectiva avanza en otra dirección: el estudio de la ciencia o de las tecnologías implica, necesariamente, el estudio de la sociedad en la que se inscribe. Ya no se trata aquí de que la sociología de la ciencia provea elementos para alimentar otras ramas de la sociología, sino que hacer estudios sobre las ciencias y las técnicas es, necesariamente, hacer estudios sobre la sociedad. Antes de avanzar deberíamos, en este punto, hacer una breve consideración acerca del origen de dicho aserto, necesario para lectores en general y tal vez bien conocido y algo redundante para quienes componen el campo. El conjunto de los science studies plantea que la ciencia no es una actividad separada, con sus reglas y lenguaje propios, anclada en instituciones específicas, sino que se hibrida y se disuelve como entidad evidente, y se torna alternativamente tecno-ciencia industrial, modo de acción política, mecanismo de justificación, incorporada en objetos y procesos (Pestre, 2006), en suma, indistinguible del vasto entramado social del que forma parte. De este modo, estudiar la ciencia no ha sido percibido, desde entonces (al menos para una parte de los investigadores), más que como una puerta de entrada al estudio de cuestiones mucho más complejas, que como estudio de la ciencia en sí misma. En este sentido, se podría pensar como «una puerta de entrada entre otras tantas» y que a una determinada serie de cuestiones se podría acceder desde diferentes puntos de acceso, ya que luego todos los objetos allí presentes conforman entidades complejas y multiformes. Para ponerlo en palabras de Latour, sin duda el más célebre de los defensores de esta posición:
- 4 El énfasis es mío. Eliminé de la cita las referencias a la bibliografía citadas por Latour para hac (...)
Cuando MacKenzie describe la central inercial de misiles intercontinentales, cuando Callon describe los electrodos de las células de combusti cuando Hughes describe el filamento de la lámpara incandescente de Edison, cuando yo describo la bacteria del ántrax atenuada por Pasteur o los péptidos del cerebro de Guillemin, los críticos se imaginan que hablamos de técnicas y de ciencias (…) Sin embargo estas investigaciones no tratan acerca de la naturaleza o del conocimiento, de las cosas en sí, sino de su compromiso en nuestros colectivos y en los sujetos. Nosotros no hablamos del pensamiento instrumental sino de la materia misma de nuestras sociedades.4
MacKenzie despliega a toda la armada estadounidense y aún a los diputados para hablar de su central inercial; Callon moviliza a EDF y a Renault así como a grandes segmentos de la política energética francesa para comprender los intercambios de iones en la punta de su electrodo; es a todos los Estados Unidos que Hughues reconstruye alrededor del hilo incandescente de la lámpara de Edison; es toda la sociedad francesa del siglo XIX la que arriba cuando traemos las bacterias de Pasteur, y resulta imposible comprender los péptidos del cerebro sin adherirles una comunidad científica, instrumentos, prácticas, y todas las otras cosas que se parecen muy poco a la materia gris y al cálculo. (Latour, 1991:10-11) (citas traducida desde el francés por el autor)
- 5 Sobre la atribución de causalidad y el tipo de abordaje ha habido, por cierto, muchas discusiones. (...)
12Muchos otros comparten esta perspectiva, según la cual el estudio de cuestiones tecno-científicas no se puede restringir sólo a considerar estas cuestiones en forma separada, ya que el movimiento es doble: por un lado, todas las controversias –científicas o tecnocientíficas–, todos los desarrollos científicos son, en realidad, controversias o desarrollos socio-técnicos y, a pesar de las muchas diferencias en los abordajes, este este es un punto común de acuerdo.5 El otro lado de este aserto es aquel que implicaría que el resto de las ciencias sociales no deberían ignorar, por lo tanto, a los desarrollos tecno-científicos como si estos fueran producidos bajo normas de objetividad, neutralidad y racionalidad, sino que el estudio de cualquier otro objeto social debería incluir la consideración de esas otras dinámicas, también sociales a parte entera. Volveremos sobre esta cuestión.
13Otra dificultad para la relación entre CTS y ciencias sociales reside en el carácter mismo de este campo. Aunque Latour (2000: 107) afirme que «un minúsculo sub-campo de la sociología llamado ‘estudios de ciencia y tecnología’ (CTS) ha echado alguna luz sobre qué es una ciencia natural y puesto en duda qué es una ‘sociedad’», la clara pertenencia de este campo a las ciencias sociales no es algo que esté tan claro ni unánimemente compartido. De hecho, las definiciones de ‘ciencia, tecnología y sociedad’ (CTS) y las de ‘estudios sociales de la ciencia y la tecnología’ (ESCYT) son usadas frecuentemente como intercambiables cuando, en realidad, en la segunda de ellas aparece con mucha más claridad el carácter de pertenencia a las ciencias sociales que en la primera.
14Susan Cozzens (2001) plantea, en un conocido teto que, desde su perspectiva, CTS no es ni una disciplina ni un campo sino un movimiento, compuesto por múltiples actores –académicos, profesores, asesores de política, funcionarios etc.– y que superan los marcos tradicionales de las disciplinas. En una perspectiva que llama ‘postdisciplinaria’, Cozzens distingue entre ‘CTS el Problema’ y ‘CTS La Respuesta’, y discute acerca de los diversos saberes que se movilizan. En un pasaje interesante para nuestro argumento señala que «un signo particularmente promisorio es que muchos estudiantes tienen una fuerte formación previa en ciencia o en ingeniería, y por ello podrían ser capaces a contribuir al cierre de la brecha con las ciencias sociales y humanas» (2001: 58).
- 6 Digamos de paso que esta preocupación no estaba sólo anclada en las preocupaciones institucionales (...)
15Esta cuestión aparece muy a menudo, generalmente presentada de un moco próximo al de Cozzens, como una ventaja para el campo CTS de contar con individuos con formación previa en ciencias o ingenierías, aportando a un espacio multicolor. La cuestión viene de lejos: a diferencia de la transición desde una sociología tradicional (funcionalista, normativa) de la ciencia hacia una sociología del conocimiento científico donde se trataba de un fuerte cambio teórico y metodológico dentro de un mismo campo disciplinario (como el cambio de paradigma implicado en el programa fuerte), aquí se trata de un nuevo espacio. A comienzos de los años 80, el CNRS desplegó un programa que pretendía «fundar y promover el campo CTS en Francia», a través de diversos instrumentos específicos, como el financiamiento de proyectos, el apoyo a una serie de publicaciones temáticas (Cahiers STS), reuniones científicas, etc. Los primeros concursos de proyectos (entre los años 1982 y 1984) exigían que los equipos que se presentaban estuvieran compuestos por investigadores de ciencias sociales y por representantes de ciencias naturales o ingenierías (Kreimer, 1992). Sin embargo, una vez obtenido el financiamiento, los investigadores pertenecientes a las ciencias sociales eran quienes de veras se hacían cargo de las investigaciones, mientras científicos e ingenieros abandonaban al poco tiempo (Ibid).6
16A esta altura es necesario constatar una característica propia del campo CTS, y que tiene un rasgo distintivo de todos los otros campos de las ciencias sociales: más allá de los propósitos institucionales de programas como el del CNRS al que aludimos, el origen disciplinario de una porción muy importante de los practicantes-investigadores proviene de las ciencias naturales o de las ingenierías, ya sea en el nivel de sus estudios de grado o incluso de posgrado. En una breve y sin dudas incompleta lista, anotemos la formación de algunas figuras muy activas: David Bloor es matemático; David Edge, Trevor Pinch, Evelyn Fox Keller y Dominique Pestre, físicos; Arie Rip e Isabelle Stengers, químicos; Wiebe Bijker y Michel Callon, ingenieros; Brian Wynne en ciencias de materiales; Steve Shapin y Donna Haraway en biología. No lo menciono al azar: casi todos los mencionados han recibido el Premio John D. Bernal de la 4S (Society for Social Studies of Science). Por otra parte, en los países de América Latina todos los primeros trabajos en este campo fueron propuestos enteramente por científicos e ingenieros como Jorge Sábato, Amilcar Herrrera, Oscar Varsavsky, José Leite Lopes, entre otros.
17Estas perspectivas, de las que Cozzens se hizo portavoz, están muy presentes y la expresión ‘ciencia, tecnología y sociedad’ (CTS) fue ganando terreno crecientemente en relación con el agregado de la palabra «social».
18Como vemos, la naturaleza misma de CTS es algo que no acaba de clausurarse, y –posiblemente por el carácter reflexivo del propio campo- su propia definición, a menudo fluida y con límites muy imprecisos, se vuelve a plantear periódicamente. Por otro lado, en el mismo texto Cozzens hace alusión a otro problema: la diferencia entre ‘trabajo académico’ y ‘compromiso social’ de este movimiento llamado CTS. Según ella, para evitar los nuevos problemas, CTS como movimiento debe «abrirse a nuevas voces y nuevas cuestiones, aún si ello lo lleva hacia nuevos rumbos». Por su parte, Sergio Sismondo (2008) recupera la distinción (discutible) de ‘Alta’ y ‘Baja’ Iglesia propuesta por Fuller (1993), pero a partir de allí propone un marco que resulta del cruce de dos variables, Fundamentalidad (del inglés ‘Fundamentality’, que podemos traducir mejor como «Complejidad teórica») y ‘Valores políticos’.
19La figura propone un cuadro de dos variables y cuatro cuadrantes: en el punto más bajo de ambas variables se encuentra la «descripción y la documentación»; en punto más alto del eje fundamentalidad se ubican los «estudios teóricos de la ciencia y la tecnología»; en el punto más alto de los valores políticos está el «activismo tradicional» y en la confluencia de ambos valores, es decir, el modelo ideal, se encuentra lo que Sismondo llama «Programa comprometido».
Figure 1. El compromiso en los CTS según Sismondo (2008: 20)
20He discutido en otro sitio (Kreimer, 2015), incluso comparándolo con el campo «vecino» de la comprensión pública de la ciencia, los problemas que acarrea esta clasificación, pero retengamos aquí sólo uno de sus inconvenientes: ¿quiénes son los actores que practican cada una de las 4 actividades mencionadas en ese cuadrante? Y, consecuentemente, puesto que el esquema parece suponer una aplicación universal, ¿qué consecuencias tiene ello para diversos contextos, de menor o mayor desarrollo, por ejemplo? A la primera pregunta he respondido que se trata de actores bien diferentes, por lo cual –excepto por el difícil caso de un modelo ideal de convergencia de altos valores en ambas variables- estamos en dificultades para hablar de un campo. Respecto de la segunda, este tipo de articulaciones son bien diversas en diversos contextos –hegemónicos, no hegemónicos- en la medida en que la producción teórica de los segundos puede ser altamente dependiente de la producción teórica de los primeros, mientras que el solo hecho de «describir y documentar» puede implicar una intervención pública comprometida en ciertos contextos.
21A diferencia de la intervención, en cierto modo externa al propio campo, generada desde el CNRS de Francia y el intento de conformar, desde la política científica, un nuevo campo, varios han sido los intentos por extender los límites y las fronteras de CTS, en línea con la idea de Cozzens que veía como prometedora la llegada de estudiantes provenientes de las ciencias y las ingenierías. Eso podríamos verlo como la extensión incluso hacia fuera de las ciencias sociales. Pero registramos también intentos de ampliación hacia otros campos de las ciencias sociales. Aunque, como señalamos, la cuestión lleva varias décadas, los dos últimos congresos conjuntos de EASST y de 4S, las dos sociedades más representativas del amplio campo CTS en el plano internacional, muestran una clara intención de dar una señal a cuestiones que tradicionalmente no formaban parte del «core» de los temas propios del campo. Estos dos eventos fueron realizados, respectivamente, en Copenhague en 2012 y en Barcelona en 2016, y tuvieron por título «Design and displacement» (diseño y desplazamiento) y «Science & Technology by other means» (ciencia y tecnología por otros medios). En el primero de ellos se señala que «El ‘diseño’ se volvió un concepto clave que atraviesa una multitud de campos disciplinarios y esferas sociales. Localiza a las prácticas de diseño en contextos políticos más amplios, y concentra su atención en cómo el diseño facilita o dificulta la inclusión social, local y globalmente».7
22Ya en la apertura se nota la clara intención de «abrir el juego» de los temas más tradicionales presentados, por ejemplo, en el «joint meeting» anterior, realizado en Rotterdam en 2008, y cuyo título general era más convencional: «Acting with Science, Technology and Medicine». Sin embargo, para prevenir y no asustar o desorientar mucho a los colegas del campo CTS, en la convocatoria a los papers se apunta que «Los papers que aborden el tema central de la conferencia ‘Design and Displacement’ son especialmente relevantes, pero papers en todo otro tópico en CTS son bienvenidos».8
- 9 El título hace alusión a ideas de Latour sobre la relación entre ciencia y política, que comentarem (...)
23En el último congreso se explica largamente el alcance de la expresión «por otros medios»:9
…(a) como el hecho de que todas estas transformaciones ocurren generalmente en espacios cotidianos borrosos y no en aquellos espacios cerrados establecidos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, tales como laboratorios o departamentos industriales de I + D; (b) o, de manera similar, el hecho de que los procesos de investigación e innovación se organizan cada vez más en agrupaciones horizontales en red, donde se cuestionan las jerarquías tradicionales de la ciencia, y donde la ciencia y la tecnología son coproducidas por diferentes actores a través de modos diferentes y, a veces, antagónicos; (c) y, finalmente, por el hecho de que las fronteras tradicionales entre lo público y lo privado ya no se limitan a los actores estatales y con fines de lucro, las prácticas de atención tienen una presencia preeminente en la mayoría de estas situaciones cotidianas. Pensamos que ‘por otros medios’ es una etiqueta, una descripción, una declaración e incluso una categoría, pero es mucho más. Es una reivindicación, un sentimiento y un homenaje a todas aquellas personas que se dedican a las prácticas científicas y tecnológicas de una manera muy precaria y no institucional. Gente sin fondos, gente fuera de su país, gente fuera de la academia… (citas traducida desde el inglés por el autor)10
- 11 Naturalmente, existen diversos trabajos encuadrados dentro de la «sociología de las ciencias social (...)
- 12 Según Bloor, «Mathematics and logic are seen as being about a body of truths which exist in their o (...)
24No son muy numerosos los casos en que los estudios del campo CTS se ocuparon de las ciencias sociales. Por un lado, porque de un modo «relativamente natural» la mayor parte de las investigaciones desde los años setenta en adelante se concentraron en el estudio –social, histórico– de las llamadas «ciencias duras» o de desarrollos tecnológicos o tecno-científicos, y muy pocos tomaron como objeto a las propias ciencias sociales.11 Es posible que este sesgo se relacione con el enunciado de Bloor (1973) en el programa fuerte, para quien resultaba bastante fácil, desde que lo enunciara Mannheim en las primeras década del siglo XX, percibir la «determinación existencial» del conocimiento de la propia sociología. Por eso, Bloor le reprocha no haberse animado a dar un paso más y extender dicha determinación a toda forma de conocimiento; y ese es precisamente el motivo por el cual el propio Bloor decide comenzar por las matemáticas, a las que define como las más básicas, y las que sirven de sustento a todas las otras ciencias exactas, de modo que si lograr establecer las bases socialmente causadas de las matemáticas, podría ellos extenderse al conjunto de las otras ciencias.12
25Como mostraremos más adelante, en esta formulación pionera de Mannheim se encuentra una de las pistas para responder a la pregunta que formulamos al comienzo de este texto.
- 13 Dejo de lado su libro de 2006, porque se trata más estrictamente de un propósito por una reformulac (...)
26En relación con la interpelación a las ciencias sociales desde los Science studies, probablemente las más enérgicas hayan sido las de Latour, en al menos dos artículos, uno de 2000 y el otro de 2008.13 En el primero de ellos (pp. 107), Latour comienza constatando que «la contribución del campo CTS al mainstream de la sociología ha sido muy débil» (en otra parte habla de su «invisibilidad») y lo atribuye a un malentendido acerca de lo que significa generar una explicación social de una parte de la ciencia o de un artefacto. El supuesto de base no es que las ciencias duras y las tecnologías escapen a la explicación social, sino que no es posible aplicar el mismo tipo de explicación que para la religión, el arte o la cultura popular. Según Latour, el problema reside en que las ciencias sociales operan una sustitución de los «objetos falsos de las creencias» por «objetos reales de la sociedad», tales como el poder; así, se supone que los Science studies deberían sustituir la materialidad y la objetividad (de las ciencias y las tecnologías), tal como se hizo para la religión, los medios masivos, la política, etc.
27Según Latour, para las ciencias sociales la ciencia «no puede ser tratada tan ligeramente como el resto porque ella está en el corazón de lo que significa ser un científico social y es el único objetivo por el que vale la pena sacrificar la propia vida: el conocimiento sobre lo que está hecho lo social» (pp. 110). Y allí reside la razón por la cual los científicos sociales se arrepienten de recibir a los CTS como «uno más» dentro de los otros estudios, como la religión, las clases sociales, los estudios urbanos o de género. La conclusión de Latour es que, puesto que las ciencias sociales, al proveer una explicación social «destruyen» su objeto, en el sentido de que desenmascaran su carácter «falso», en el que cree la gente común (la sustitución), parece sumamente peligroso que eso se aplique a la ciencia, porque podría desaparecer igual que la religión o, peor, afectar el carácter objetivo de las ciencias sociales. Discrepo con esta interpretación, como lo mostraré enseguida.
28En su texto de 2008, Latour se dirige directamente a la ciencia política, en un texto publicado, precisamente, en la Revue Française de Science Politique, con lo cual el impacto de su propuesta está garantizado. Latour comienza su argumento con un mea culpa, referido de nuevo a la escasa atención que consiguieron los Science studies: «comprendemos enseguida la extrema ambigüedad –por no decir la incoherencia– de los estudios sobe las ciencias, y esta es tal vez una de las razones por las cuales la ciencia política la ha prestado hasta ahora muy poca atención a un campo tan confuso». En una muy apretada síntesis, el argumento de Latour consiste en formular cinco (o seis) definiciones de «política», que incluyen diversas perspectivas, desde Dewey a Foucault, pasando por Schmitt y Habermas pero vale la pena enfatizar, sobre todo, la última, a la que se define como «aquello que no es científico». Ofrece también cuatro de lo que es «científico», como aquello que es «razonable y objetivo», que podríamos asociar fácilmente a la perspectiva tradicional, «sometido a la prueba frente a los voceros», la más próxima a los Science studies, y lo científico como «logística de los datos». Dejo para el final la segunda definición que propone Latour, puesto que es la exacta antagónica de la última definición de política: «lo científico como aquello que no es político». Este sería el punto extremo: tomando estas últimas dos definiciones, «de un solo golpe la colaboración entre disciplinas como la ciencia política y la política de la ciencia se torna completamente imposible» (p. 24).
29Por el contrario, la propuesta de Latour apunta a plantear que «‘ciencia’ y ‘política’ no califican campos de actividad o de competencia, sino más bien ‘estados’ –como se habla de un estado líquido o gaseoso– en los cuales se encuentran los objetos de controversia que componen un mundo en común» (ibid). Para él el malentendido reside en que «algunos investigadores de ciencias naturales y sociales creyeron que nosotros tomamos la iniciativa de politizar las ciencias, cuando se trataba de estudiarlas positivamente ignorando finalmente la cuestión de la demarcación» (p. 19) entre ciencia y política. Así, del mismo modo que los Science studies redefinieron el sentido de lo político para, en vez de oponerlo a la ciencia, mostrar el carácter político de la misma, la ciencia política debería redefinir su concepto para hablar de ciencias, de modo que concluye que ambos podían juntas sus fuerzas para contribuir a elaborar una alternativa.
30En el número siguiente de la misma revista le responde Pierre Favre, quien recoge el guante en representación de su propio campo disciplinario. Y su respuesta me parece esclarecedora de la pregunta que guía este artículo: con referencias a algunos textos emblemáticos de la crítica a la sociología del conocimiento científico, como el de Boudon y Clavelin (1994) o Isambert (1985), Favre (2008) plantea claramente que lo que más «molesta» a los cientistas políticos (y podemos extender este razonamiento a los científicos sociales en general) es lo que llama el «relativismo cognitivo», que se considere que «el hecho científico está enteramente construido, la demostración científica es pura retórica, la referencia a lo real no es más que una manipulación ilusionista, el éxito profesional es el único objetivo del investigador» (p. 825). Si bien el argumento del éxito profesional es muy discutible como argumento «relativista», ya que suele ocupar un lugar menor en la explicación de los Science studies y en cambio uno central en la perspectiva de Bourdieu -en quien también se apoya Favre- la importante radica en otro lado: más allá de si uno comparte o no, si encuentra justa o no esta posición, ella corresponde en gran medida con la lectura general de las ciencias sociales, y está en el origen de una de las fuentes de la resistencia a los Science studies.
31En un texto reciente, Vinck (2016) constata que «Esos Sciences studies no tuvieron casi influencia sobre la sociología. Hasta ahora, la sociología afecta el estudio de las ciencias más que estos afectan a la sociología. Los Science studies constituyen un mundo a parte, más bien desconocido por los sociólogos» (pp. 2-3). Vinck considera, sin embargo, que esto debe ser matizado, ya que es posible, según él, encontrar ciertas influencias de aquello en diversos campos de las ciencias sociales. De algunos ejemplos de ello, como en la sociología de la acción pública, o sobre los estudios acerca del trabajo y la comunicación en las organizaciones. En cualquier caso, y a pesar de estas influencias de los Science studies sobre algunos campos de las ciencias sociales, prevalece en líneas generales un importante grado de indiferencia, ignorancia, y aún de resistencia.
32Para finalizar quisiera avanzar algunas hipótesis explicativas, que complementan algunas ya avanzadas por algunos autores, acerca de estas difíciles relaciones entre ambos espacios.
33Mannheim (1958: 53) planteaba que «la tesis principal de la sociología del conocimiento es que hay formas de pensamiento que no pueden ser adecuadamente comprendidas mientras que sus orígenes sociales permanezcan oscuros». Así, llega a la idea de que «el conocimiento no se desarrolla históricamente de acuerdo con leyes inmanentes; no proviene de la ‘naturaleza de las cosas’ o de ‘puras posibilidades lógicas’ ni es impulsado por una ‘dialéctica interna’» (pp. 351-352). Por el contrario, hay una «determinación social sobre el contenido concreto del conocimiento; es importante no sólo para la génesis de las ideas, sino que penetran en sus formas y contenido» (ibid).
- 14 Es notable la poca atención que requirió esta idea, sin dudas temprana, y marcada, en Alemania, por (...)
34Sin embrago, y como lo señaló el texto liminar de Bloor (1973), Mannheim pareció dar un paso fundamental para romper la idea de una ‘verdad en sí misma’ o inmanente, es decir, que no requería una explicación sociológica, para situarlo en el espacio de las ‘determinaciones existenciales’. Sin embargo, ello parece limitarse al campo del conocimiento de las ciencias sociales, las que debieron lidiar con el problema de haber adoptado una epistemología surgida de las ciencias naturales. Según Mannheim (ibid, pp. 361), «cuando se formuló la tipología de los objetos de las ciencias naturales y las categorías y métodos de pensamiento que se derivan de ello se convirtieron en modelo, se esperó resolver todos los problemas, incluso los sociales, por aquel método». Es notable que el propio Mannheim, en un pasaje muy interesante, anunciara ya su desconfianza, puesto que señala, dentro de un paréntesis y dicho al pasar, que «aunque realmente, en la actualidad, la noción de la estabilidad de la estructura categórica de las ciencias exactas está considerablemente agrietada, si se la compara con la lógica de la física clásica).14
- 15 Para dar un testimonio personal que da prueba de esta posición: en una larga conversación hace ya v (...)
35Como consecuencia, unos cuarenta años después de que Bloor propusiera el «Programa fuerte» de la sociología del conocimiento, la extensión de las explicaciones causales del conocimiento de las ciencias exactas y naturales sigue siendo un hueso muy duro de roer para la mayor parte de las ciencias sociales. La entidad epistémica de conceptos como clase social, poder, tradición o autoritarismo, por nombrar solo algunos, se resiste a ser comparada con categorías tales como gen, átomo, catálisis o alcalinidad.15 Posiblemente la idea que más molesta, allí, es la de construcción, de fabricación tal como lo explicitaba el texto de Pierre Favre citado más arriba, o como lo plantea Bourdieu (2001): «Diciendo que los hechos son artificiales en el sentido de fabricados, Latour y Woolgar dejan entender que son ficticios, no objetivos, no auténticos. El éxito de su propuesta resulta del ‘efecto de radicalidad’, que nace de ese desplazamiento sugerido y promovido por un hábil uso de conceptos ambiguos» (Bourdieu, 2001: 52).
36Dicho de otro modo: si bien la mayor parte de los investigadores en ciencias sociales están dispuestos a aceptar que el conocimiento de las ciencias exactas y naturales es también, en última instancia, una construcción, ya que finalmente se trata de prácticas sociales desarrolladas en instituciones, con normas, conflictos, intereses y representaciones, el problema se sitúa en el diferencial que refiere al estatus epistémico de los objetos de cada una. Para decirlo de otro modo: por más que existan manipulaciones de diverso orden, por más que el establecimiento de la verdad esté sujeto a complejas negociaciones, finalmente su referencial no puede eludir el mundo real, es decir, aquello que es el objeto de las ciencias físicas y naturales debe ser concebido como independiente y objetivo, a diferencia de la sociedad, sobre la cual las intervenciones de los investigadores sociales no pueden ser concebidas como neutras.
37En realidad, esta cuestión de los objetos de las ciencias sociales y las ciencias naturales ha estado aludida de debates del propio campo. Collins y Yearley (1992: 373) lo plantean de este modo, en una discusión con Latour y Callon y con Woolgar: «Los científicos naturales, que trabajan en la mesada, deben ser realistas naif –que es lo que hace que el trabajo se cumpla. Sociólogos, historiadores, científicos fuera de la mesada, y el resto del público en general deben ser realistas sociales. Los realistas sociales deben vivir el mundo social de un modo naif, como el fundamento cotidiano de la realidad (como los científicos de las ciencias naturales viven el mundo natural). Este es el modo de comprender la relación de la ciencia y el resto nuestras actividades culturales.» Su conclusión no deja lugar a dudas (p. 377): «Nosotros [Collins y Yearley] estamos interesados solamente en el modo correcto de explicar los hallazgos de las ciencias naturales mientras que a ellos [Callon y Latour] les interesa establecer las categorías que dividen las ciencias naturales de las socailes».
- 16 Hay, ciertamente, algunas trabajos que se han ocupado del tema, pero globalmente la cuestión de las (...)
38La cuestión es sorprendente, porque la mayoría de los autores parece olvidar una cuestión crucial y, por añadidura, objeto –injustamente abandonado parcialmente por la mayoría de los Science studies16– de la estructuración de los saberes disciplinarios y, sobre todo, las arbitrarias demarcaciones de los diferentes campos disciplinarios. Como señala Stichweh (1992), las disciplinas científicas modernas son una «invención» de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. En ese sentido, es bastante poética (por cierta resonancia borgeana sobre la fundación de Buenos Aires) y contundente la expresión de Blanckaert (2006:48), para mostrar el carácter relativamente reciente del universo disciplinario: «el sistema disciplinario nació ayer. Lo creíamos, muy erróneamente, eterno como el mundo». Según concluye, las disciplinas respondieron a una dinámica de creación organizada, o en línea con un proyecto, con programas prácticos y no responden a una condición de acceso a la «naturaleza» de las cosas. De allí que la distribución de disciplinas no se asienta sobre «relaciones naturales» o clasificaciones lógicas.
39Por ello, y puesto que en buena parte del debate se omite el hecho de que las divisiones tajantes entre campos disciplinarios son construcciones retóricas, políticas e institucionales, más que estrictamente cognitivas, las diferencias que se establecen entre ciencias «duras» y blandas» deberían ser sometidas a los mismos tipos de análisis, sin presuponer ontologías diferentes a priori, si se entiende que el principio de simetría resulta metodológicamente relevante. Así, aparece cierta naturalización de las disciplinas como «reparto natural del mundo» y no como organización social, contingente y arbitraria, con fronteras movedizas. El mundo natural y el mundo social aparecen como «naturalmente separados», que es precisamente aquello que está en disputa en buena parte de la institucionalización de los science studies.
40Bourdieu se hace vocero, también, de otra crítica relativamente compartida desde las ciencias sociales, según la cual, en el conjunto de trabajos de la sociología del conocimiento o CTS, al concentrarse en los modos de producción de conocimiento, en las negociaciones, en las controversias, etc., son ignorados los contextos más amplios, como la dinámica de diversos campos disciplinarios portadores de mayor o menor prestigio, poder, etc., así como sobre todo se omite la referencia explicativa a una estructura social más amplia. Cualquier lector atento podrá observar que esta crítica es justa para algunos trabajos –los primeros estudios de laboratorio como los de Latour y Woolgar, Knorr o Lynch- pero que no se aplica a una impresionante cantidad de investigaciones que se dirigieron, precisamente, a mostrar las complejas relaciones entre dimensiones sociales, económicas o culturales de diverso orden, con los procesos de desarrollo sociotécnico. Sin embargo, no me interesa tanto aquí determinar la justeza de tales críticas, sino de comprender en qué medida esa creencia está en la base de una resistencia de las ciencias sociales a los estudios CTS.
- 17 Esta tesis fue también cuestionada por Shinn y Ragout (2005), quienes señalan los problemas de las (...)
41Un autor que intenta operar una suerte de «mediación» entre ambos campos es Jean-Michel Berthelot, quien tuvo una trayectoria interesante, puesto que desde una formación filosófica se fue volcando paulatinamente, primero, a una sociología más bien tradicional (con estudios sobre Durkheim) y a una reflexión epistemológica sobre las ciencias sociales y, más tarde, hacia la sociología de la ciencia, campo en el cual se inscribieron sus últimos trabajos (Martin & Marcel, 2011). Berthelot (2008) cuestiona lo que él llama el «constructivismo social», con argumentos mucho más sutiles y sociológicamente interesantes que los de cierta crítica general sobre el relativismo (Boudon & Clavelin, 1994, entre otros). Berthelot (cap. 3. II) reconoce el valor del trabajo empírico de los science studies». Yendo a ver in situ lo que ocurre, concentrando la atención ya no en las ideas, sino en las prácticas y sus más ínfimos detalles. Este cambio de orientación en la descripción de las actividades científicas es uno de sus puntos fuertes». Sin embargo, su cuestionamiento fundamental es que estos trabajos han disuelto la idea de una verdad científica que vaya más allá de los factores sociales que determinan a la verdad científica como una «creencia entre otras».17 Frente a ello opone la idea de que el estudio de la ciencia no puede dejar de lado las acepciones psicológicas, argumentativas y criteriológicas que revisten el ejercicio de la verdad en la actividad científica.
- 18 Para ello propone 5 axiomas: 1. Compromiso; 2. Reflexividad y distanciamiento; 3. Diferenciación de (...)
42Berthelot (cap. 1) toma como punto de partida, para su proceso de mediación, a tres de las corrientes sociológicas más significativas: institucionalista (Durkheim, Merton), interaccionista (Simmel) e intencionalista (Weber) para llegar, al fin de cuentas, a proponer una sociología de la ciencia que pueda integrar una perspectiva racionalista que esté atenta, al mismo tiempo, a las determinaciones sociales y, según él, esta posición es indispensable para la comprensión de las ciencia como actividad de producción de conocimientos. El modelo de análisis propuesto por Berhtelot «destaca la acción de agentes intencionales situados, las normas que deben adoptar para orientar sus interacciones, y el sustrato cognitivo del que deben disponer para actuar. Por esta razón, yo lo llamaré un modelo que se inscribe en una pragmática racional».18 Más allá de las condiciones de aplicación empírica de las propuestas de Berthelot me interesa señalar, aquí, que se trata de uno de los pocos programas que intentan reconciliar las perspectivas más puramente sociológicas, la tradición epistemológica y el postulado importante del constructivismo relacionado con la determinación social del conocimiento.
43No puedo evitar terminar este apartado sin sucumbir a la tentación de citar una novela muy reciente, escrita por un famoso antropólogo, Marc Augé (2016). Se podrá argumentar que se trata de ficción, y lo acepto. Pero la fuerza del enunciado es tan potente que creo que, sin dudas, va más allá. Un personaje dice, en la pág. 65, refiriéndose a una nueva droga que se administrará en forma subrepticia y autoritaria a toda la población, y que tiene el efecto de convertir ipso facto en racional a todo aquel que la ingiere:
-
La operación Panoramix es un éxito; llegamos al 99% de los casos.
-
¿Esto no plantea un pequeño problema ético?
-
A los científicos, no. Ellos están a favor de la verdad, contra el error y la mentira. Pero a los espíritus débiles, a los tartufos o hipócritas y a algunos políticos, sí. Todo va a pasar como por un tubo. La humanidad se volvió racionalista en un abrir y cerrar de ojos.
- 19 La cantidad de textos que se ocupan de distintos aspectos de la obra de Latour es muy importante. E (...)
44Si, en líneas generales, lo que se observa es más bien el predominio de una cierta indiferencia o desconocimiento general del campo CTS de parte de la mayor parte de los investigadores de ciencias sociales, un caso aparte lo constituye Bruno Latour. En efecto, se trata de una singularidad que ha atravesado como ningún otro los límites de los Science studies, para ocupar un lugar preponderante en las ciencias sociales en un sentido más amplio.19
45Este fenómeno tiene un doble efecto: por un lado, hizo bastante más visibles los Science studies, como una puerta de entrada al cuestionamiento de la ciencia y la tecnología desde diversos campos. Su consecuencia, en ese sentido es limitada, ya que dicha exposición no logró extenderse a un conjunto amplio de autores del mismo campo. El segundo efecto es paradójico, y consecuencia de lo anterior: muchos representantes de las ciencias sociales toman a Latour como si su obra condensara al conjunto de los science studies.
46Si bien muchas de las propuestas teóricas y empíricas de Latour sedujeron a diversos investigadores, hay algunos aspectos que acrecientan la resistencia, en particular la noción de actantes, es decir, dotar de la capacidad de agencia a entidades no humanas. Ello nos lleva a una segunda paradoja porque –al igual que muchas otras cuestiones– ello ha sido objeto de un ácido debate en el interior del propio campo. Volviendo al texto de Collins y Yearley (1992: 372), ellos señalan allí que tal consideración, en relación con el más conocido artículo de Callon sobre las vieiras, uno de los actantes más discutidos: «Significa que cuando el científico dice ‘vieira’ nosotros solo vemos a científicos diciendo vieiras. Nunca vemos vieiras vieirando, ni vieiras controlando lo que los científicos dicen sobre ellas».
47Creo que, una vez más dentro de los propios estudios sobre la ciencia, tenemos más elementos para pensar esta resistencia de las ciencias sociales: Dominique Pestre (2006: 56-59) lo plantea en términos que me parecen bastante convincentes. Según él, la crítica según la cual habría una super-simetría, en términos de atribución de capacidades de acción simétricas entre humanos y no-humanos parece conducir a «naturalizar ciertos enunciados en detrimento de otros», y así parece alejarse de lo que ya era claro desde Bloor, es decir que «las entidades que los humanos conscientes invocan son materialmente controladas, ontológicamente definidas y retóricamente manejadas por ellos…». Pestre sostiene que esta crítica es válida, pero hay que considerarla dentro del proyecto más amplio de Latour, que es el de fundar una nueva metafísica, una nueva manera de plantear los problemas, otra manera de hablar de ciencias y de sus efectos sobre lo humano y lo social. Sin embargo, señala que este proyecto «tiene un costo político elevado, porque no permite pensar fácilmente en las grandes asimetrías de poder, la recurrencia de las dominaciones, los efectos estructurantes que pesan sobre los débiles. Más prosaicamente, permite al sociólogo/historiador naturalizar los actos que los actores consideran como políticos (…) le permite imputar autoritariamente las ‘responsabilidades’ a los ‘actantes no humanos’ (…) y dispensar a ciertos humanos de las consecuencias de sus actos». Y concluye: «No sorprende que en esas condiciones el discurso latouriano dé lugar a muchos rechazos e incomprensiones» (Pestre, 2006: 59).
48En consecuencia, tenemos que lo que es por lejos lo más conocido por fuera del propio campo de los estudios de la ciencia, aquel proyecto que ha sido más difundido, más discutido y más citado es, al mismo tiempo, aquel que resulta susceptible de generar el mayor rechazo por parte de las ciencias sociales más tradicionales.
49Como señalamos, una parte muy importante de los investigadores del campo CTS tiene una formación de base en ciencias naturales o en ingenierías. Ello, que es una marca distintiva de este campo, y que ha sido valorado como una ganancia en términos de heterogeneidad, genera en forma indudable un prejuicio por parte de la comunidad de las ciencias sociales. Se ha escrito bastante, antes y después del conocido libro de Snow (1959) sobre las dos culturas, acerca de los prejuicios de parte de las «ciencias duras» en el sentido de que, para éstas, las ciencias sociales y humanas carecen de rigor científicos, tienen paradigmas competitivos no excluyentes, bajas barreras de entrada y borrosa demarcación, dificultades para establecer explicaciones válidas, replicables o universales, etc. la última manifestación de ello ha sido la llama science war, y de la que podemos considerar dos libros que dan cuenta de ella: el escrito-provocación publicado por los físicos Alain Sokal y Jean Bricmont (1997) y la respuesta desde los science studies, en la obra compilada por Baudouin Jurdant (2010). También hay una enorme literatura critica –hemos citado la posición de Mannheim más arriba- acerca de cómo las ciencias sociales intentaron adoptar, primero, los criterios de cientificidad de las ciencias exactas y, luego, generar sus propios criterios específicos, sin que la cuestión se haya resuelto nunca del todo, ya que aún hoy permanecen las disputas, por ejemplo, entre cuantitativistas y cualitativistas y otras similares.
50Sin dudas resulta difícil de imaginar que un científico de las ciencias sociales pretenda, en alguna institución científica, ingresar a un departamento de ciencias exactas o naturales. De hecho, prácticamente no hay ejemplos en la historia en que un sociólogo historiador o antropólogo sea aceptado en un departamento de física, de química o de astronomía. El pasaje inverso, sin embrago, ha sido mucho más frecuente, pero ello no está exento de problemas, y el campo CTS es una muestra cabal de ello, ya que nuestros colegas de las ciencias sociales no son completamente permeables al ingreso de «parvenus».
51El campo CTS representa un caso muy singular, puesto que el hecho de que muchos de sus practicantes tengan una formación previa en aquello que es, precisamente, el objeto de análisis del campo al que llegan, parece algo insólito y casi inconcebible en cualquier otro campo de las ciencias sociales, como los estudios sobre la religión, los conflictos bélicos, la salud pública, el trabajo, los medios de comunicación o la política: imaginemos a estos campos compuestos de antiguos sacerdotes o rabinos, almirantes, enfermeras, dirigentes sindicales o empresarios, periodistas o diputados…
52Invitemos otra vez a Bourdieu como vocero de las ciencias sociales, para ver qué tiene para decir al respecto del prejuicio de los científicos e ingenieros metidos a sociólogos e historiadores:
Se trata de comprender una práctica muy compleja (problemas, fórmulas, instrumentos, etc.) que no pueden ser dominados que al cabo de un largo aprendizaje. Sé bien que ciertos ‘etnólogos de laboratorio’ pueden convertir una desventaja en privilegio, la falta en logros, transformar en ‘provecho’ la situación de extranjero que es la suya, dándose aires de etnógrafo. Dicho esto, no es seguro que la ciencia de la ciencia sea necesariamente mejor cuando ella es realizada por los ‘expulsados’ de la ciencia, los investigadores degradados que quitaron la ciencia para hacer ciencia de la ciencia y que pueden tener cuentas pendientes con la ciencia que los excluyó o no los reconoció plenamente; si bien tienen las competencias específicas, no tienen necesariamente la postura que requeriría la aplicación científica de estas competencias. Bourdieu (2001: 17-18) (citas traducida desde el francés por el autor)
- 20 He analizado este programa y de sus consecuencias hace un cuarto de siglo, para mi primera investig (...)
53Como vemos, la acogida en el seno de las ciencias sociales para los que provienen de las ciencias «duras» es sólo un poco más amigable que viceversa, pero no mucho más. Salomon (1984) planteó las cosas de un modo mucho más equilibrado, en los albores de CTS en Francia, y en una publicación del Programa del CNRS que pretendía «crear un nuevo espacio de investigaciones». Como vemos, la naturaleza misma del campo formaba parte, ya entonces, del objeto de disputa.20 Recordemos que uno de los requisitos era que, para obtener financiamiento, debían conformar equipos de trabajo con investigadores de ciencias sociales y de ciencias exactas y naturales:
No se accede a este campo sin formación, competencia ni experiencia previas (…) Pero esa especialización previa no es en sí misma un diploma para hacer ‘buenas’ investigaciones: así como el hecho de haber sido físico o biólogo no califica a cualquiera para hacer historia de las ciencias, el hecho de haber sido investigador, ingeniero, técnico en una disciplina científica dada no alcanza para garantizar que el enfoque responderá a los criterios de seriedad y de rigor científicos. Las ciencias sociales e históricas como las otras, tienen sus propios métodos, su cultura y su práctica por las cuales hay que pasar, aprender, formarse, ‘sufrir’. Salomon (1984: 115-6) (citas traducida desde el francés por el autor)
54La conclusión más importante que podemos observar en esta distancia entre el campo CTS y las ciencias sociales es, desde mi punto de vista, que las segundas –con las excepciones señaladas acertadamente por Vinck (2016) y otras específicas que mencioné más arriba– al desarrollar sus explicaciones sobre cualquier aspecto que concierne a sus objetos, pierden de vista las dimensiones científico-técnicas que, como ya han mostrado los science studies –a pesar de todas sus diferencias entre autores y corrientes– son inseparables del devenir social, económico, cultural, comunicacional. Sólo cuando se producen cambios mayores, imposibles de soslayar, se echa una mirada a estas dimensiones (clonación de humanos, revolución informática, etc.), para retornar enseguida a las cuestiones «centrales» de las ciencias sociales: el poder, la organización social, las alianzas, el cambio social, etc. Así, empobrecen sus análisis al dejar de lado dimensiones que están fuertemente incrustadas en dichos procesos.
55Una anécdota vale para ilustrar esto: hace algunos años, al cumplirse 50 años de la llegada del hombre a la Luna, me invitaron a una mesa redonda sobre el tema, que compartí con otros colegas de las ciencias sociales. Puse entonces el acento en todo aquello que no se veía en las imágenes que recibimos entonces por televisión: un conjunto de saberes socio-técnicos objetivados en diferentes dispositivos, como la tecnología de alimentos para los astronautas, el desarrollo de tejidos y nuevos materiales para su vestimenta, las comunicaciones y los sistemas informáticos que se pusieron en marcha, las cuestiones ligadas a la gravedad, al combustible, al estudio de las condiciones psico-biológicas de dichos sujetos, etc. Así, en este tipo de proyectos convergían saberes de la física, la química, la biología, la medicina, la psicología, la ciencia de los materiales, y sobre todo de las comunicaciones, que nos permitieron observar todo eso en directo. Todo ello oculto tras la imagen de Neil Armstrong descendiendo del Apolo 11. Mis colegas de ciencias sociales señalaron «qué interesante» y trascurrieron todo el resto del tiempo discutiendo de la guerra fría, de las luchas de liberación nacional de los años sesenta, entendiendo implícitamente que eso era política, y que lo que yo les había planteado era «sólo una cuestión técnica». Como si una cuestión fuera explicable sin la otra…
56En un estudio que hicimos con algunos colegas acerca de las estrategias de divulgación científica de los investigadores del CONICET de Argentina (Kreimer et al., 2011) les preguntamos a todos sobre cuestiones que les preocupaban en relación del «riesgo derivado de la ciencia y la tecnología» y observamos que en temas que no tenían que ver directamente con su campo, los investigadores tenían opiniones muy similares a los «profanos»: físicos en relación con los OGM, químicos en relación con el efecto de las antenas de los celulares, bioquímicos en relación con el riesgo nuclear, etc. expresaban temores próximos del «sentido común» y se alejaban de su posición de «científicos». Los colegas de las ciencias sociales parecen tener una perspectiva similar: comprenden bien el carácter construido de sus propios campos, se interrogan acerca de la reflexividad y del modo en que construyen conocimiento, pero se vuelven positivistas –es decir, se aproximan a cierto «sentido común positivista»– cuando lo que está en juego son las «verdaderas ciencias».
57Como lo señalaron Bowker y Latour (1987: 717) hace ya muchos años, cuando analizabn la configuración de los estudios de la ciencia en Francia: «una vez que la ciencia aparece, esas grandes figuras [se refiere a los intelectuales franceses] se reúnen detrás de sus estandartes. En el curso de este artículo veremos como el más sociologizante de los sociólogos (Pierre Bourdieu) y la más historizante de las escuelas históricas (los Annales) definen a la ciencia como algo aparte de la sociedad y la historia».