1Desde hace ya varios años, los «studies» suscitan debate. Las operaciones de construcción académica y discursiva de las áreas de investigación en «studies» o «estudios» se enmarcan en la lógica ordinaria y las luchas internas del ámbito universitario, y reposan especialmente en formas de oposición tácita o explícita entre «studies» y «disciplinas». Sin embargo, aunque los ámbitos de estudios parecen provenir de repente de una construcción temática, cabe destacar que muchos de ellos rechazan o rehúyen limitarse a objetos de estudio específicos. A la inversa, reivindican a menudo su aptitud para intervenir en el conjunto del campo de las ciencias humanas y sociales, sobre la base de un movimiento conceptual o paradigmático (estudios culturales, estudios de género, animal studies, environmental studies, etc.). En cambio, las disciplinas instituidas de las ciencias humanas y sociales tampoco escapan de una lógica de especialización en un objeto de estudio o en conceptos-objetos (lo «político», lo «social», el «individuo», la «cultura», etc.). El aumento en visibilidad y en número de áreas del conocimiento interdisciplinarias organizadas con etiquetas según el objeto de estudio ha suscitado una variedad de discursos científicos, aunque la mayoría sean apologéticos y críticos. Este dosier se sitúa de manera inédita en una perspectiva de sociología de las ciencias y del conocimiento, lejos de los discursos puramente internalistas basados en un «caso de estudio» determinado, pero sin menospreciar los retos epistémicos y analíticos planteados por la llegada sensible de los «estudios» (Mullins, 1972; Ben-David, 1997; Lenoir, 1997; Collins, 2000; Heilbron, 2004; Gingras, 2013; Heilbron y Gingras, 2015). En primer lugar, esta perspectiva implica aprehender el desarrollo de las áreas de estudios interdisciplinarios con respecto a los largos tiempos de institucionalización científica.
2La sociología histórica ha destacado el papel principal de las disciplinas académicas en las transformaciones institucionales de la ciencia moderna. Las disciplinas, definidas como «universos relativamente estables y delimitados», estructuran un orden institucional compuesto por departamentos, revistas, procedimientos de certificación, asociaciones e instancias nacionales e internacionales (Heilbron y Gingras, 2015: 8). Condicionan de manera cognitiva y social el trabajo del conjunto de los agentes académicos y científicos. Además, organizan el control tanto de la producción como de la difusión del conocimiento y su división en áreas especializadas en objetos de estudio relativamente delimitados y de «capitales colectivos» de conceptos, referencias, métodos, etc. (Heilbron 2004: 23, 26; Vinck, 2007: 71; Fabiani 2012: 133; Heilbron y Gingras 2015: 8).
3La formación de las disciplinas parece consustancial a la llegada de la universidad moderna, especializada y profesionalizada. El contexto alemán resultó ser el más favorable al surgimiento y la generalización de universidades modernas de investigación en el siglo XIX, que fueron el origen de importantes exportaciones institucionales y metodológicas hacia el resto de Estados nación industrializados, en particular hacia Estados Unidos (Ben-David, 1997b; Lenoir, 1997; Heilbron, Guilhot y Jeanpierre, 2009: 135). Pero lo que parece haber sido clave en el desarrollo de las disciplinas modernas como tales y en su exportación internacional ha sido la formación de las ciencias naturales francesas (Ben-David, 1997: 113-114; Heilbron, 2004: 33). Estas fueron el resultado de las transformaciones estructurales de la educación superior realizadas entre 1750 y 1850, que se tradujeron en la integración de las actividades de producción de conocimiento y de educación en la universidad, de forma especializada y profesionalizada (Heilbron, 2004; Gingras, 2013). Los miembros de las academias y sociedades científicas, que de buen grado se mostraban generalistas y desinteresadas, estaban cada vez más solicitados para enseñar en las nuevas escuelas de Estado francesas (la Escuela de Minas, las de Salud, la Politécnica, la Escuela Normal Superior, etc.) y formar a ingenieros, científicos, médicos y profesores que deberían servir a la República (Heilbron, 2004: 33). De esta evolución ha resultado la formación de áreas de conocimiento especializadas, relativamente coherentes e independientes de las academias. Su expresión es la aparición de revistas científicas especializadas, y su misión educativa, una condición básica de desarrollo y reproducción.
4Con la observación de esta transformación, emergen factores determinantes en el desarrollo y la institucionalización de la ciencia. En primer lugar, los departamentos universitarios tienen una función de estructuración en el desarrollo y la reproducción de las disciplinas, y representan una base institucional para la innovación científica y la formación de comunidades científicas nacionales (Gingras, 2013). En segundo lugar, las políticas de educación y de modernización nacional, que llevaron a la formación de las disciplinas modernas en Francia hacia el siglo XIX y a su exportación internacional, se hacen eco de las políticas de modernización basadas en la ciencia y la importación de modelos institucionales y metodológicos, adoptadas por muchos Estados nación en otros contextos históricos (Heilbron, Guilhot y Jeanpierre, 2009). De manera más general, estas ilustran la importancia histórica de los poderes políticos en las dinámicas de institucionalización de la ciencia (por los encargos y los apoyos, especialmente), que demuestra también el apoyo real a las academias y sociedades científicas previas a la llegada de las universidades modernas, entre muchos ejemplos históricos y geográficos (Gingras, 2013: 29). Sin embargo, no debe olvidarse el papel no menos importante del mundo del comercio y la financiación privada en el desarrollo histórico de las ciencias (Pestre, 2015).
5También se ha concedido importancia a otros factores de institucionalización de las disciplinas científicas, entre los que se encuentran la presencia de oportunidades y medios de abordar una carrera profesional de investigación (Ben-David, 1997b); el aumento del número de investigadores (sobre todo mediante la estructuración de especialidades en revistas o asociaciones a partir de una cierta importancia numérica (Gingras, 2013) y de datos e información (Fabiani, 2012: 130); la aparición de nuevos instrumentos de investigación; y las migraciones de investigadores entre áreas de conocimiento (Vinck, 2007: 73-74; Gingras, 2013; Heilbron, 2004: 36).
6Los resultados de la sociología histórica de las disciplinas indican que un proceso de segmentación potente y multiforme sustenta el desarrollo moderno de la vida académica y científica. Activo en la formación de las disciplinas como tales durante el siglo XIX, este proceso de segmentación continuó desarrollándose después, desde dentro de las disciplinas, y dio origen a muchas otras subdivisiones (Gingras, 2013). Este fenómeno, entendible bajo el prisma de una especialización cada vez más pronunciada que tiende a originar de nuevas especialidades disciplinarias (o subdisciplinarias), también puede interpretarse como el resultado de un proceso de diferenciación fractal, por el que algunas divisiones que estructuran las disciplinas (como las existentes entre el positivismo y la interpretación, entre los métodos cuantitativos y cualitativos, entre cultura y estructura social, etc.) se repiten sin cesar (Abbott, 2001).
7La formación de las disciplinas de por sí es el resultado de varios mecanismos de fragmentación y recomposición de la cartografía de las producciones científicas (Vinck, 2007: 81). En primer lugar, encontramos la diferenciación, que da cuenta tanto de la formación de las ciencias naturales (física, química, biología, etc.) a partir del área antes unificada de la filosofía natural, como de la de las ciencias sociales (economía, ciencias políticas, sociología y antropología) a partir de la decadente filosofía moral y ley natural. El segundo lugar lo ocupa la promoción, que caracteriza sobre todo la trayectoria de la filosofía en Francia: desde su limitación a una enseñanza propedéutica en las facultades superiores hasta su independencia a raíz de la separación entre facultades de letras y de ciencias en 1808. Por último, encontramos la síntesis, por la que algunas disciplinas, como la biología, se han fundado integrando áreas de conocimiento muy heterogéneas (Heilbron, 2004: 35).
8Contra las versiones funcionalistas y naturalizantes, incluso naturalistas, de la diferenciación científica, insistentes en la eficacia de la división social del trabajo, el análisis del desarrollo de las ciencias defiende su retorno a estructuras de poder históricamente cambiantes. De este modo, la disciplina también puede percibirse como una forma de institución política, encargada de la defensa de sus fronteras externas (su «zona de territorio académico») y de la policía de sus fronteras internas: «las disciplinas son al mundo académico lo que el Estado nación es al mundo político, y la empresa al del comercio» (Heilbron, 2004: 25; Vinck, 2007: 71). El espacio de las disciplinas se comprende así en referencia a las luchas internas de un campo académico (Bourdieu, 1984; Heilbron y Gingras, 2015), incluyendo diversas formas de competición o incluso de anexión territorial entre disciplinas: sociología frente a lingüística, neurociencias frente a ciencias sociales, etc. Por todo ello, «no puede existir paz entre disciplinas; la cartografía del conocimiento no es perenne» (Fabiani, 2012: 133; Vinck, 2007: 81-82).
9Con el surgimiento y la difusión de la noción de interdisciplinariedad desde los años sesenta del siglo XX (Heilbron y Gingras, 2015), parece existir una transformación de la manera de investigar, tanto en la práctica como en los objetivos. En el centro del debate o del «proceso» (Pasquier et Schreiber, 2007) es la constatación de un paso del régimen disciplinario a la era de la interdisciplinariedad; de un modelo en que las disciplinas predominan y los investigadores son autónomos al elegir el objeto de estudio, a un modo de investigar más «contextualizado», orientado hacia la resolución de problemas complejos (Gibbons, Limoges, Nowotny y otros, 1994) y basado en la «cooperación» (Vinck, 1999; Vinck, 2000); o incluso el paso de la «República de las Ciencias» al modelo de la «Función social de las ciencias» (Gingras, 2013).
10El recelo creado en torno a la interdisciplinariedad se basa en una crítica de la heteronomía científica y académica (Heilbron y Gingras, 2015). La gran incitación a la interdisciplinariedad a veces tiene forma de «demanda social» de agentes políticos, institucionales, industriales o de usuarios. Los investigadores mismos la mencionan en «discursos de justificación» posteriores (Grossetti, 2017). Además, la demanda social de enseñanza interdisciplinaria a veces precede a una reorganización interdisciplinaria de la investigación. Las estructuras disciplinarias fueron atacadas a partir de la segunda mitad del siglo XX, en el marco de la expansión de la educación superior, por agentes de diferentes horizontes (investigadores innovadores, movimientos estudiantiles críticos o grupos de presión exteriores) que denunciaban su burocratización y rigidez, y pedían una flexibilización y una apertura de la educación (Heilbron, 2004: 38). A partir de los años sesenta y setenta del siglo XX, estas objeciones contribuyeron al apogeo, por una parte, de áreas de conocimiento críticas con las pretensiones universalistas y positivistas de las corrientes dominantes de las ciencias sociales (por ejemplo, estudios poscolonialistas, investigaciones feministas o subaltern studies; Revel, 2015); y por otra parte, a la creación de programas de educación multidisciplinaria con aspiraciones profesionalizantes, fomentados por los gestores de la investigación (Heilbron y Gingras, 2015: 5).
11¿Qué queda entonces de las disciplinas, teniendo en cuenta la importancia creciente de los campos de conocimiento práctico y de las áreas de estudios interdisciplinarios? ¿Estamos asistiendo al declive del modelo disciplinario (Fabiani, 2013) y a la llegada de la era posdisciplinaria (Heilbron, 2004)?, ¿o las disciplinas siguen siendo el centro de la organización y producción contemporáneas del conocimiento, como lo demuestra la gran importancia de los recursos colectivos disciplinarios (por ejemplo, las revistas y las asociaciones profesionales) y del Consejo Nacional de Universidades en Francia (Becher y Parry, 2005; Heilbron y Gingras, 2015; Louvel, 2015)?
12Entre gran insistencia y recelo, la interdisciplinariedad viene a cuestionar el «futuro de la organización disciplinaria de la ciencia» (Prud’homme y Gingras, 2015: 41). Pero estos debates no pueden ahorrarnos la reflexión sobre el sentido y las modalidades concretas de aplicación de la interdisciplinariedad (Vinck, 2000; Origgi y Darbellay, 2010). El término mismo de interdisciplinariedad provoca malentendidos y aproximaciones teóricas (Darbellay, 2012; Prud’homme y Gingras, 2015: 41); puede hacer referencia a modalidades de traducción-circulación, de fusión-hibridación, de cooperación o confrontación (metodológicas, conceptuales y teóricas) entre disciplinas, o a la exploración de campos cedidos a las periferias de las disciplinas y de su poder (Pasquier y Schreiber, 2007; Vinck, 2007: 84). Además, varias observaciones de sociólogos de la ciencia invitan a relativizar la oposición comúnmente admitida entre disciplinas e interdisciplinariedad. De este modo, la innovación científica misma surge a menudo de prácticas de investigación en la intersección de las divisiones y subdivisiones disciplinarias (Dogan y Pahre, 1990; Abbott, 2001: 66; Fabiani, 2012: 130; Heilbron, 2004: 24). Algunas disciplinas, como la biología molecular, la física médica o la psicología social, derivan de formas de trabajo interdisciplinario (Mullins, 1972; Heilbron, 2004: 23), mientras que los programas de educación interdisciplinarios, una vez creados, también tienden a instituirse en nuevas disciplinas (Grossetti, 2017).
13Puede que la era de la interdisciplinariedad no revolucione el espacio académico, pero las carreras y la práctica investigadora no quedarán indiferentes. Los trabajos recientes sobre la interdisciplinariedad detectan la desigualdad en el reparto de costes y retribuciones entre investigadores, en función de su capital, de su posición (Renisio y Zanith, 2015) en la institución y de la disciplina a la que estén vinculados. Algunas disciplinas parecen así más «abiertas» que otras (Heilbron y Bokobza, 2015) y las «limitaciones académicas» pesan de un modo en los jóvenes investigadores (potencialmente sospechosos de dispersión y obligados a presentar pruebas de disciplinariedad para demostrar su «capacidad de subir en generalidad») y de otro en los más establecidos (que pueden permitirse ese «lujo de fin de carrera» (Prud’homme y Gingras 2015: 48-49). El campo académico está atravesado por relaciones de fuerzas entre las disciplinas y sus investigadores, que vienen a volver a configurar las prácticas de interdisciplinariedad. Afirmando que «no todos ganan en un intercambio entre disciplinas», Michel Grossetti sostiene que los discursos de legitimación de espacios interdisciplinarios suelen estar formulados por «miembros de las disciplinas existentes sin poder de decisión» (Grossetti, 2017: 43). Pese a que los outsiders pueden hacerse con los espacios interdisciplinarios, también ofrecen la oportunidad de desarrollar perspectivas críticas sobre objetos invisibilizados y dominados en el espacio de las disciplinas y fuera de ellas, en un procedimiento de búsqueda de reconocimiento (Genard y Roca i Escoda, 2016).
14El surgimiento de studies o áreas de estudios en la investigación o la educación resulta el punto culminante de las transformaciones recientes del espacio académico. En Francia aparecen manuales y obras de introducción, como Introduction aux Cultural Studies de Armand Mattelard y Erik Neveu, Cultural studies : théories et méthodes de Maxime Cervulle y Nelly Quemener o Anthologie des porn studies dirigida por Florian Vörös. Sus contenidos, legitimados así, tienen vocación de ser enseñados en los primeros cursos de la educación superior, no solo especializada, de manera totalmente integrada en las problemáticas disciplinarias. Los studies aparecen ahora como un objeto de estudio, al igual que los investigadores se interesaron por los desafíos de la interdisciplinariedad. El artículo de Éric Maigret titulado «Ce que les cultural studies font aux savoirs disciplinaires. Paradigmes disciplinaires, savoirs situés et prolifération des studies» («Lo que los cultural studies hacen a los conocimientos disciplinarios. Paradigmas disciplinarios, conocimientos situados y proliferación de los studies»), publicado en 2013 en la revista Questions de communication (Maigret, 2013), suscitó muchas reacciones. Al estudiar la génesis de los cultural studies y su difusión, Maigret afirma que estos estudios han producido una «llamada de aires postdisciplinarios» (Maigret, 2013: 159) y defiende su utilidad social y las perspectivas críticas que ofrecen. La visión que defiende Maigret quizá no consigue la unanimidad (Fleury, Walter, 2014), pero invita al debate, y el número siguiente de la revista Questions de communication le da la palabra al publicar las reacciones de Fréderic Darbellay, Hervé Glevarec, Fabien Granjon, Virginie Julliard, Céline Masoni-Lacroix y Christian Ruby. Estas controversias que acompañan al desarrollo de los studies en el campo académico demuestran la dimensión problemática y no lineal de su institucionalización en el paisaje científico francés.
- 1 Este dosier se enmarca en la prolongación de una jornada de estudios organizada por los estudiantes (...)
15Una serie de recientes manifestaciones científicas en Francia1 ha contribuido a la reflexión sobre los desafíos epistemológicos de la organización de la investigación en studies. Las contribuciones reunidas en este dosier se centran particularmente en las trayectorias de institucionalización de los studies y en los desafíos de poder que las acompañan y sostienen. Estas también permiten desarrollar y profundizar la reflexión relativa al horizonte crítico de los studies, así como la de sus condiciones materiales y políticas. Los recientes debates sobre los estudios de género en el contexto político francés han recordado los retos de la circulación entre espacios académicos y activistas y, más generalmente, los enlaces entre evoluciones internas en el campo universitario, movimientos sociales y políticas públicas (Achin y Bereni, 2013). Por ejemplo, las investigaciones feministas en Francia han surgido en el crisol del Movimiento de Liberación de las Mujeres (Lagrave, 1990) y los porn studies desde un «enfoque activista de habla inglesa» crítico con una industria mainstream y heterosexista (Landais, 2014; Paveau y Perea, 2014). ¿Qué se puede pensar hoy de los efectos del reconocimiento académico de algunos estudios y de su autonomización más o menos fuerte, con respecto a movimientos sociales con los que están relacionados, sobre su alcance crítico? ¿Qué usos políticos o críticos, dentro y fuera de la escena académica, generan estos conocimientos? Las contribuciones reunidas aquí tratan de áreas de estudios reconocidos en el campo académico, en vías de institucionalización, emergentes o con menos visibilidad. El conjunto de las contribuciones permite cuestionar la gran heterogeneidad de los studies, tanto en términos de objetos de estudio y orientaciones teóricas, como de coherencia interna o estructuración.
16Todas las contribuciones reunidas en este número subrayan de diferentes maneras la importancia crucial de los contextos nacionales, políticos, intelectuales, económicos o sociales en la trayectoria cognitiva e institucional de las áreas de estudios. El artículo de Anne-Claire Collier analiza las lógicas de recepción y de traducción francesa de los estudios poscoloniales entre 2006 y 2007, a través del estudio de un corpus de números temáticos especiales. También habla del proceso de «repolitización del espacio intelectual francés después de 2005» y demuestra que ciertas revistas posicionadas de modos diferentes, en la intersección de los campos activista y académico (Contretemps, Esprit, Hérodote, Labyrinthe, Mouvements y Multitudes), ofrecen una «lectura activista de la traducción poscolonial» que varía especialmente en función de la posición política de los autores y de los coordinadores. De manera similar, el artículo de Claire Ducournau arroja luz sobre la «doble carrera» de la obra de Richard Hoggart en Francia y el Reino Unido, bajo la perspectiva de los campos y usos académicos diferenciados que han reinado en su recepción en los dos países. Por su parte, el análisis de Julien Debonneville del reconocimiento diferenciado de los estudios poscoloniales en Francia y Estados Unidos alimenta la comprensión de las lógicas que sostienen la circulación o la resistencia con respecto a esta corriente intelectual y científica, que parece sugerir de pasada que estas mueven o sacan de nuevo a relucir, al menos en parte, las antiguas oposiciones entre ciencias sociales empíricas y disciplinas surgidas de las humanidades debilitadas (Henry y Serry, 2004; Sapiro, 2004).
17Varios artículos ayudan de manera distinta a reflexionar sobre la importancia del contexto político, en particular intelectual y activista, en el surgimiento y la institucionalización de los studies, e ilustran las maneras en que el desarrollo de los estudios críticos contribuye a la transformación de la figura desprestigiada o las modalidades de intervención del «intelectual comprometido», a reorganizar los vínculos y antagonismos entre compromiso e investigación. Así Maxime Boidy da cuenta sobre todo de los desafíos del surgimiento de los visual studies en los círculos activistas de Estados Unidos, tanto en cuanto a las rupturas entre la izquierda y la derecha marcadas por las «guerras culturales», como dentro de la propia izquierda intelectual. El artículo de Jérôme Michalon sobre los animal studies resulta particularmente útil para renovar el enfoque sobre los vínculos entre el activismo y la esfera académica. El autor invita a relativizar el carácter inédito y específico de estos intercambios demostrando que «los vínculos entre el activismo proanimalista y la producción de conocimiento precedía por mucho al surgimiento de los [animal studies]». No por ello la «subida en studies» deja de tener efecto político o crítico. Afirma y hace públicos los vínculos y se traduce tanto en un proceso de «politización de las ciencias» como en el de «epistemización del activismo». El surgimiento de los animal studies no consiste tanto en la importación de la causa animal en el campo científico o en la construcción de un nuevo objeto, como en el desarrollo de una nueva manera de considerar las relaciones entre personas y animales en esos espacios diferentes. Jérôme Michalon demuestra así cómo el proceso de subjetivación en el centro de esta «subida en studies» va paralelamente a una demanda creciente de exigencia de justicia hacia los animales.
18En varios artículos de este número también se trata la cuestión de la influencia de los agentes y demandas estatales, industriales y comerciales sobre las trayectorias institucionales y cognitivas de los studies. Christelle Dormoy-Rajramanan habla de las condiciones de posibilidad de la creación de ramas de estudio multidisciplinarias en «centros universitarios experimentales» en la extensión de las movilizaciones de 1968 y de las distintas formas existentes de multidisciplinariedad, en particular en Vincennes. Este artículo contribuye a las reflexiones sobre las «demandas sociales» de multidisciplinariedad al mostrar la función de las convergencias entre las demandas del movimiento universitario de protesta de mayo de 1968 a favor de la constitución de conocimientos «críticos» y el proyecto gubernamental y tecnocrático que pretende desarrollar la profesionalización de las carreras universitarias. Por su parte, Sarah Meunier aclara la influencia de los «marcadores de legitimidad fuera de campo» en el surgimiento de los game studies en Francia. La construcción del problema público de la adicción a los videojuegos entre niños y adolescentes y el peso del sector industrial desempeñan un papel determinante en la legitimación de esta rama de estudios multidisciplinarios y de su desarrollo institucional. La participación de investigadores en las políticas industriales y económicas se aborda en la contribución de Rafael Simões Lasevitz sobre los estudios mineros, que muestra la fragmentación del mundo académico producida por la participación de antropólogos como asesores en proyectos de desarrollo regional fundado sobre la industria minera. También se aborda la participación de las ciencias en la formación o reformulación de conocimiento estatal, de técnicas de gobierno y en los procesos técnico-comerciales en este dosier gracias a la contribución de David Dumoulin, Mina Kleiche-Dray y Mathieu Quet. Los autores no solo denuncian la lectura eurocentrista de la mundialización de los estudios sociales de las ciencias («Ciencias, Tecnologías, Sociedades», STS o science studies), pero también proponen una nueva genealogía al interesarse por los aportes teóricos y empíricos provenientes de los Suds, y demuestran la pertinencia de un cruce entre estudios poscoloniales y STS. Bastien Bosa también defiende nuevos cruces entre ramas del conocimiento (sobre objetos tan dispares como el Partido Comunista Francés de los años treinta o los aborígenes australianos de los setenta) y una «especialización de conveniencia», flexible y evolutiva, contra el aislamiento (o autoaislamiento) dentro de «áreas culturales» y disciplinas o «temáticas» determinadas, en una reflexión basada en su trayectoria personal sobre el valor relativo de las «áreas culturales» en la división del trabajo de investigación.
19Por último, este dosier cuenta con la entrevista conjunta que Marion Guenot y Rémi Rouge realizan a Maxime Cervulle, Cornelia Möser y Arthur Vuattoux, en que se plantea un enfoque reflexivo sobre las diferentes dinámicas de institucionalización de los tres studies en los que trabajan estos últimos (los cultural studies, los estudios de género y los estudios sobre las masculinidades, respectivamente), y sobre los efectos que tienen estas dinámicas sobre las carreras y la práctica de la investigación. Dadas las conexiones existentes entre los objetos de estudio de estas tres ramas del conocimiento, el diálogo entre estos tres investigadores resulta particularmente útil para comprender las dinámicas de institucionalización de los studies y sus efectos. Así los estudios sobre las masculinidades se enmarcan en la línea de los estudios de género, mientras que los cultural studies, de manera similar a los estudios de género, permiten visibilizar y politizar conocimientos profanos de agentes socialmente dominados. Estas ramas de estudio están legitimadas e institucionalizadas de maneras diversas en el campo académico; la entrevista cruzada de estos tres investigadores permite cuestionar las dinámicas de legitimación del conocimiento. Por último, estas tres ramas del conocimiento, se prestan especialmente a una discusión sobre la circulación del conocimiento entre los campos académicos, los círculos activistas y la sociedad civil. Si los estudios de género llegan a preguntarse por una recuperación de su alcance crítico relacionado con su institucionalización en los planes de estudio universitarios, los estudios sobre las masculinidades deben distinguirse de las reapropiaciones masculinistas de sus análisis. Por su parte, los cultural studies permiten actuar sobre las representaciones dominantes de las culturas populares.
20Los artículos que componen este número cuestionan, con métodos, problemáticas y objetos de estudio diferentes, las dinámicas de institucionalización y los desafíos críticos y políticos que sostienen el desarrollo contemporáneo de las ramas de estudios interdisciplinarios. Es difícil aprender lecciones comunes de la variedad de los objetos de estudio, de los contextos y procesos analizados. Sin embargo, con los artículos reunidos en este dosier, podemos enriquecer y afinar nuestra comprensión global de este desarrollo mediante la comparación, la historización y el análisis de la circulación entre áreas de estudios, compensando en parte una falta persistente en estudios y en sociología de las ciencias. Estos artículos también aclaran las transformaciones profundas de la cartografía científica y disciplinaria actual y la especificidad de los contextos que los apoyan, sobre todo marcados por la internacionalización del espacio de las ciencias, la evolución neoliberal de las políticas de investigación y de educación superior, o la influencia de los movimientos sociales críticos. Pero de este dosier también surge otra constatación de conjunto: más allá de las evoluciones y diferencias de contextos, las dinámicas institucionales y políticas implicadas en el desarrollo contemporáneo de los «estudios» se enmarcan en la continuidad de los procesos sociohistóricos de segmentación que han marcado la institucionalización de las ciencias y del conocimiento académico. Así las dinámicas que conducen hoy al surgimiento de los «estudios» recuerdan a las que presidieron en el pasado a la formación de las disciplinas: movimientos de especialización (cognitiva y social), recomposiciones territoriales (diferenciación, promoción, hibridación interdisciplinaria, etc.), modos y factores de institucionalización (importancia sobre todo de las políticas de educación superior, de los programas y departamentos universitarios), lógicas relacionadas con los propios contenidos del conocimiento y de los dispositivos de investigación. No obstante, sigue quedando abierta la cuestión de la amplitud de las transformaciones de la producción y el espacio científico actual en torno al desarrollo de ramas de estudios interdisciplinarias o multidisciplinarias, en comparación con las revoluciones que había representado la llegada del régimen disciplinario.
Este dosier ha sido publicado con la ayuda del CRESPPA (Centro de Investigaciones Sociológicas y Políticas de París) y del LEGS (Laboratorio de Estudios de Género y Sexualidad), que son las unidades mixtas de investigación 7217 y 8238 del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia).
Nuestros agradecimientos se unen a los de Marion Guenot y Rémi Rouge, coordinadores de este número junto con nosotros, cuyo trabajo y debate han apoyado directamente la escritura de estos comentarios introductivos. Damos las gracias a Céline Granjou y a los miembros del comité de redacción de la Revue d’anthropologie des connaissances, por sus atentas sugerencias y revisiones, y por su interés por este número desde el principio. Por último, damos las gracias a Laurent Jeanpierre, cuyos consejos, ánimos y entusiasmo frente a este proyecto han sido imprescindibles.