- 1 Este trabajo se integra en el marco del Proyecto de Investigación FFI2016-77240-P (Ministerio de Ec (...)
1Tras la desaparición de los últimos vestigios de la medicina clásica la producción de literatura científica inició una nueva andadura basada, esencialmente, en la elaboración de copias, compilaciones y traducciones al latín de las obras médicas griegas más utilizadas, actividad en la que se vio envuelto el trabajo del médico Dioscórides, que hoy en día es más conocido por el nombre que le dieron las traducciones latinas (De materia medica) que por su título original en griego. La difusión de este escrito se presenta como un proceso complejo y difícil de esclarecer, pues fue fruto de la producción descontrolada de versiones y copias, muchas veces integradas en grandes colecciones, otras desmembradas en fragmentos, que se interpolaban en obras conocidas, convirtiéndose en textos alterados o acéfalos cuyo origen y naturaleza solo puede determinarse por medio de un meticuloso estudio filológico.
2De la tradición textual de esta obra proceden los dos escritos seleccionados para el desarrollo del estudio presentado en estas líneas: el Liber medicinae ex herbis femininis (en adelante De herbis femininis) y la versión conocida como Dioscorides Longobardus. Ambos son textos tardoantiguos (altomedievales para algunos estudiosos) que representan dos de las tres ramas de una perdida traducción latina del texto de Dioscórides, ofreciendo, entre sus destacados paralelos, algunas diveregencias que conviene destacar.
3Con la idea de elaborar algunas consideraciones sobre aquellas cuestiones que afectan a la tradición textual de estos escritos, que con sus paralelos y diferencias reflejan algunos puntos importantes de su proceso de transmisión, y a la evolución del léxico empleado en ellos, este trabajo propone comparar aquellos pasajes que muestren información sobre los nombres de las plantas emenagogas recogidas y las fórmulas empleadas en las recetas para señalar su prescripción. Este análisis ayudará a conocer, al mismo tiempo, algunos aspectos sobre la información doctrinal que estos textos proporcionan con respecto a dichas sustancias.
- 2 Sigerist, 1939, p. 417-420.
4H. E. Sigerist2 fue quizá uno de los primeros interesados en aclarar parte del confuso entramado que rodea a la transmisión altomedieval de la obra dioscoridea, estableciendo un mínimo de tres traducciones: la representada por las interpolaciones encontradas por él mismo y E. Howald en el Herbarius de Ps. Apuleyo, de las que han aparecido citas en Isidoro de Sevilla; una traducción medieval temprana completamente diferente, encontrada en el Monacensis Latinus 337, comúnmente conocido como Dioscórides Longobardus, y en el Parisinus Latinus 9332; y una versión libre de algunas partes del texto, compuesta también por otras fuentes, y recogida, entre otros, en el De herbis femininis.
- 3 Ferraces Rodríguez, 1999, p. 49.
- 4 Ibid., p. 142 y 151.
5A la primera de estas ramas de transmisión añade más tarde A. Ferraces3 nuevos testimonios, al proponer como origen de parte de los Dynamidia la misma traducción que serviría para elaborar el De herbis femininis. El texto de los Dynamidia, transmitido por seis manuscritos de los siglos VIII-XII, habría sido empleado en las glosas medicinales del Liber Glossarum (editadas por Heiberg en 1924) y en la elaboración de una parte del escrito editado en 1533 por J. Schott bajo el título de Oribasii medici de simplicibus libri quinque. En 1835 A. Mai publicó una edición de los Dynamidia; más tarde, quizá para enmendar los errores de este trabajo, V. Rose volvió a editar parte del texto. Otro escrito tardoantiguo que podría remontarse a la traducción latina de la obra de Dioscórides empleada por el De herbis femininis sería, según A. Ferraces4, el de las Curae herbarum, transmitido por cuatro manuscritos, y basado también parcialmente en el Herbarius de Ps. Apuleyo y en la Naturalis Historia de Plinio el Viejo.
- 5 Cranz, 1980, p. 23-24; Bracciotti, 1999, p. 285 y 295.
6La estructura de los testimonios de esta rama demuestra que la traducción que pudo servirles de base sería una reelaboración alfabética de una traducción latina perdida del texto griego original, elaborada probablemente en Salerno (en la rúbrica del prefacio contenido en la compilación del Ms. Med. 6 de Bamberg aparece el nombre de Constantino el Africano) en el siglo xi, completamente diferente a la difundida, entre otros, por el códice del Dioscorides Longobardus, una versión no alfabética que constituiría la traducción latina más antigua transmitida por vía directa, atribuida por algunos estudiosos a Gargilio Marcial5.
- 6 Cranz, 1980, p. 125-126; Sigerist, 1958, p. 131.
- 7 Ferraces Rodríguez, 1999, p. 168-169.
- 8 Bracciotti, 1999, p. 293.
7El De herbis femininis es un tratado anónimo latino basado esencialmente en el De materia medica de Dioscórides, pero también en otras fuentes no identificadas, y transmitido por varios manuscritos de los siglos ix-xii. Aunque su datación es incierta, algunos autores sostienen que la cita que el escritor latino Casiodoro hace en sus Institutiones (1, 31) a un herbarium Dioscoridis permite establecer un término ante quem para el mismo en el siglo VI6. A. Ferraces advierte que, puesto que el resto de testimonios de la rama contienen pasajes que este escrito omite, la traducción inicial debió de ser mucho más amplia que la recogida por el De herbis femininis. Señala, además, que, por el orden interno que presenta el tratado, es posible que los capítulos de procedencia dioscoridea hubieran sido en algún momento extraídos de una unidad superior y transmitidos de forma independiente, siendo más tarde reagrupados en un orden diferente7. El texto fue editado por H. F. Kästner en el número 31 de la revista Hermes (1896-7) bajo el título Pseudo-Dioscoridis de herbis femininis, para lo que solo empleó tres de los cerca de 30 testimonios existentes8. Este trabajo utiliza la edición de Kästner y la versión manuscrita del texto recogida en el MS Harley 5294, con la idea de compensar las posibles carencias que la edición pudiera presentar.
8La versión transmitida por el Monacensis Latinus 337 (actualmente en la Bayerische Staatsbibliothek de Munich) y el Parisinus Latinus 9332 (Bibliothèque Nationale de París), conocida por la denominación, ya obsoleta, de Dioscorides Longobardus, recoge la traducción latina más antigua de la obra dioscoridea. La única edición disponible, que es la empleada en este trabajo, fue realizada por K. Hofmann y Th. M. Auracher (1883-1902)9. Además de estos dos escritos, que se han seleccionado por el interés que, de acuerdo a su tradición textual, pueden suscitar como testimonios de dos traducciones diferentes, se emplea la propia obra de Dioscórides en edición griega de M. Wellmann (1906-1914), con la intención de contar con un texto base que facilite la comparación.
- 10 Iglesias-Benavides, 2009, p. 283.
9La medicina de la Antigüedad prestó especial atención a los fluídos corporales por el importante papel que algunas teorías les atribuían en el diagnóstico de enfermedades y en la conservación de la salud. Concebida como un proceso natural de evacuación de residuos, la menstruación influía indirectamente en el mantenimiento del equilibrio humoral que postulaba la célebre teoría hipocrática, pues su ausencia (conocida actualmente com amenorrea) estaba relacionada con la abundancia de humores corruptos en el cuerpo10. Este motivo parece suficiente para justificar la presencia de sustancias emenagogas, indicadas para estimular la menstruación, en los herbarios y textos sobre fitoterapia de la medicina grecolatina, cuya tradición prevalecería, como se ha señalado anteriormente, durante la Antigüedad Tardía y los primeros años de la Edad Media.
10Si se revisan los capítulos del texto griego de la obra de Dioscórides que contienen información sobre sustancias emenagogas, pueden encontrarse fundamentalmente dos términos referidos a la menstruación: τά καταμήνια y τά ἔμμηνα. Ambos utilizan el lexema griego μήν, en evidente referencia al carácter mensual del ciclo femenino, raíz que mantiene el latín para crear su menstruum. Este derivado latino aparece en su plural menstrua en las dos traducciones consultadas, convirtiéndose en ablativo menstruis en el texto del Dioscorides Longobardus con verbos como imperare y prestare, donde, por cierto, se emplean los términos profluuium y sanguis mulierum (junto con otras variantes) cuando se describen sustancias astringentes.
11Los verbos que se recogen con más frecuencia en las dos traducciones latinas para expresar la idea de la estimulación del flujo menstrual son, a su vez, prouocare, mouere e imperare, siendo los dos primeros exclusivos del De herbis femininis, y apareciendo el último únicamente en el Dioscorides Longobardus. El De herbis femininis emplea, además, educere y euocare, mientras que solo la edición de Kästner recoge ciere. Estos verbos traducen, en la mayoría de los casos, las fórmulas griegas dioscorideas, transmitidas por las versiones y compilaciones tardoantiguas y altomedievales, entre las que el frecuente ἔμμηνα ἄγει alterna con construcciones como ἐμμήνων ἐπισχέσει/ἔχει ἐμμήνων o κινεῖ ἔμμηνα/καταμήνια, y con derivados como ἄγουσι καταμήνια y πρὸς καταμηνίων ἀγωγὴν.
12En la tabla 1 recogida en los anexos pueden observarse las equivalencias entre fórmulas que existen en los tres textos analizados para cada uno de los simples seleccionados, para los que se da el nombre griego recogido en la edición de Wellmann. Entre paréntesis se señalan, además, las referencias exactas de cada fórmula dentro del texto del que proceden, incluyendo número de libro y de capítulo para la edición griega de Dioscórides, página y línea o folio en el caso del De herbis femininis, y tomo, sección y página para la edición del Dioscorides Longobardus.
13Las diferencias léxicas que reúnen los textos con respecto a los nombres de las plantas con virtudes emenagogas también ilustran los avatares de la transmisión de las obras a través de sus distintos testimonios. Un análisis comparativo de estos términos permite advertir que, en muchos casos, las traducciones latinas se limitan a transliterar las palabras griegas, probablemente por desconocimiento botánico o por falta de equivalentes en la lengua de destino. Es reseñable también el hecho de que los textos de las dos versiones latinas incluyan, en algunos casos, nombres que no aparecen en el texto griego (como sucede con el adianto, para el que ambos escritos añaden el sinónimo polytrichos/pollitricos/politricon, completado, en el caso del De herbis femininis, con callitrichos/callitricos), así como que los dos testimonios del De herbis femininis omitan en otros algunos sinónimos recogidos en la obra de Dioscórides (como sucede con la camomila, para la que solo el Dioscorides Longobardus incluye las variantes antemis/leucantemon/erantemon presentes en el texto griego). Dejando al margen alguna excepción, resulta evidente que el texto presentado por el Dioscorides Longobardus ofrece menos diferencias con respecto a la versión griega original. Este hecho apoya la teoría que sostiene que la rama de transmisión representada por este escrito pertenece a un estadio más cercano a la redacción inicial con respecto al resto. Las variaciones encontradas en los testimonios del De herbis femininis parecen, por su parte, fruto de las deformaciones propias de un proceso de transmisión más largo y complejo, en el que probablemente se infiltraron pasajes espurios que acabaron adulterando el texto original. En la tabla 2 recogida en los anexos se recogen los nombres empleados para cada una de las plantas por los textos analizados, siguiendo el sistema utilizado en la anterior para señalar el lugar exacto del que son extraídos.
14El análisis detenido de las dos tablas demuestra que la relación entre divergencias y paralelos de las dos traducciones latinas con respecto al texto griego refleja las circunstancias del proceso de transmisión dentro de cada una de las ramas que representan. En el caso de las fórmulas, llama la atención que sea la versión que teóricamente constituye un testimonio más cercano a la traducción latina inicial la que sustituya las construcciones con ἄγω del texto griego por dos verbos con un significado diferente (prestare y imperare, que en el lenguaje técnico de la medicina podrían traducirse por «prescribir»), mientras que el testimonio de la rama más alejada (De herbis femininis) parece traducir literalmente las fórmulas griegas con mouere, al que sustituye, en algunos casos, por euocare y prouocare, cuyo significado también se relaciona estrechamente con la acción de estimular un fluído. El término empleado para designar la menstruación se limita, en las dos versiones latinas, a menstrua, que utiliza el lexema μήν de los vocablos griegos τά καταμήνια y τά ἔμμηνα para su construcción. Las diferencias en la composición de los nombres de las plantas recogidos en los textos reflejan, una vez más, la complejidad del proceso de transmisión de los mismos, que se hace mucho más evidente en la rama más alejada de la traducción inicial. Aunque los términos de los dos testimonios son transcripciones casi literales de los nombres griegos, hay ligeras variaciones que podrían ser resultado de la evolución lingüística, de la falta de habilidad del traductor o de la convergencia de distintos textos de contenido similar. En este caso es la versión del De herbis femininis la que parece presentar transcripciones más literales, mientras que algunos calcos de la versión del Dioscorides Longobardus muestran una apariencia más latina (tlaspium frente thlaspis, lelisfacum frente a elelisfacos/helilisfaci, herpillum frente a herpullos/herpillos, samsucus frente a samsucon/samsucin), hecho que probablemente dependa, en gran medida, del estado de traducción del original consultado por los redactores de cada versión.
15En conclusión, los paralelos y divergencias hallados en este estudio confirman, por un lado, la relación textual que los escritos mantienen, pero inciden, sobre todo, en la posibilidad de que la transmisión de las dos versiones se separara en un punto inicial del proceso. Las particularidades terminológicas de cada texto reflejan, al mismo tiempo, la distancia de los mismos con respecto al original, y recuerdan la importancia de considerar las circunstancias (formación de los traductores, evolución lingüística y génesis de los errores, entre otras) a la hora de estudiar cualquier escrito. Este trabajo queda, no obstante, pendiente de un estudio más profundo, que permita arrojar otros datos sobre la tradición léxica y doctrinal en torno a la menstruación en la medicina clásica y su proyección en compilaciones y traducciones tardoantiguas, así como sobre el poder de las relaciones textuales de las versiones utilizadas y sobre su complejo proceso de transmisión.