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Reconocer la diversidad de la museología. Reflexiones a partir del caso español

Recognising the diversity of museology. Reflections based on the Spanish case
Fabien Van Geert

Resumos

La museología se ha definido y teorizado de diversas maneras, a medio camino entre la teoría y la práctica. Tras largos debates sobre lo que durante mucho tiempo se ha considerado como una dicotomía entre estas dos perspectivas, el creciente desarrollo de la museología en el contexto mundial obliga a plantearse nuevas cuestiones de investigación, en particular si conviene hablar de la museología, en singular, o de las museologías, en plural. Esta pregunta constituye la base argumentativa de este artículo, a partir del ejemplo de la museología en España. La metodología incluyó una revisión de la literatura y los conocimientos empíricos a partir de nuestras proprias investigaciones. Tras intentar definir algunas de las especificidades de la museología en España, este estudio de caso permite reflexionar sobre la existencia de diferentes museologías en el mundo, puestas en diálogo a partir de un enfoque comparativo y geopolítico de la museología. Concluimos que estos dos enfoques nos ofrecen pistas para una comprensión más fina de la museología, en su interrelación entre aspectos teóricos y prácticos. Para ello, es importante reconocer y luego comprender mejor las distintas museologías y las formas en que su imbricación contribuye a configurar la museología. Analizar los contextos locales de producción es fundamental para ello, e debe constituir el punto de partida de la museología como área de investigación pluridisciplinar. Este postulado teórico y metodológico permitiría concebir un enfoque más inclusivo de la museología, reconociendo y valorando la diversidad que existe en su seno en las formas de concebir el museo y el hecho museístico, que provengan de España, de Francia o de cualquier otra parte del mundo.

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Notas da redacção

Artigo recebido a 19.03.2024

Aprovado para publicação a 28.06.2024

Texto integral

¿Una museología o varias museologías?

  • 1 Este artículo se ha basado en la publicación La Muséologie en Espagne. Une Anthologie (2024), antol (...)

1Como es sabido, el uso del término “museología” es complejo porque remite a diferentes significados.1 En su diccionario, Mairesse (2022, 324) define al menos tres acepciones de este término: 1) una área de investigación pluridisciplinar producido sobre los museos, su historia, sus objetivos, su organización, sus funciones, etc. 2) una disciplina académica que estudia el museo desde un punto de vista teórico y 3) un término genérico para referirse al conocimiento teórico y práctico sobre los museos enseñado en formaciones profesionales o académicas (próximo al término anglosajón museum studies).

2Cada uno de estos significados se refiere a un enfoque teórico del museo, o bien a sus perspectivas prácticas, o a ambos planteamientos a la vez. La relación entre estos dos aspectos de la museología es una cuestión estructural que ha sido objeto de animados debates desde los años 1980. El título del primer número de los MuWoP Museological Working Papers publicados por el ICOFOM (Comité Internacional de Museología del ICOM) en 1980, «Museología: Ciencia o Trabajo Práctico en los Museos», da fe de la vitalidad de estos intercambios en un momento en que la museología buscaba afirmarse. Posteriormente se derramó mucha tinta sobre este tema, tanto en los antiguos países comunistas, donde la museología era considerada como una disciplina de pleno derecho por autores como Stránský (1995) aunque es un autor holandés, Van Mensch (1992), quién realizó la síntesis más completa desde esta perspectiva , como en el bloque occidental, y en particular en los países anglosajones, donde autores como Washburn (1967) se mostraban más bien escépticos ante esta idea. En Francia, en cambio, estos dos aspectos de la museología parecían en gran medida inextricables en el pensamiento de Rivière (1989). Desde entonces, aunque los investigadores interesados por los museos han adoptado diferentes posiciones al respecto, la mayoría de ellos coinciden en el hecho de que cualquier enfoque práctico de los museos definido, según el contexto y el autor, como “museografía”, “práctica museística”, “museología aplicada” e incluso “expografia” está siempre vinculada, de forma más o menos explícita y consciente, a una reflexión teórica sobre estas instituciones, su papel, su funcionamiento, su sentido (Alonso Fernández 1993; Mason 2020).

3Junto a este consenso sobre la interrelación entre los aspectos prácticos y teóricos de la museología, el crecimiento exponencial del número de museos en el mundo desde los años 1980 y 1990 junto con el interés académico que ha generado, ha abierto nuevas vías de reflexión. En términos epistemológicos, parece pues oportuno preguntarse si existe una museología, o si sería más apropiado hablar de museologías en plural. Aunque es subyacente en un buen número de trabajos, esta cuestión central ha sido inadvertida en la literatura especializada.

4La museología, en su primera acepción como área de investigación pluridisciplinar, es hoy ampliamente internacional y puede dividirse en al menos cinco grandes ámbitos de reflexión las síntesis sobre el hecho museístico, los análisis de sus estructuras, sus técnicas, su organización, sus públicos y su relación con el poder (Mairesse y Van Geert 2021) , desarrollados tanto por profesionales de los museos como por investigadores. Aunque el surgimiento de esta museología está arraigado en un contexto geográfico y cultural determinado (principalmente Europa y Norteamérica, donde se forjó la noción misma de museo), desde entonces se ha enriquecido con reflexiones procedentes de los otros continentes que contribuyen a proponer nuevas claves para comprenderla, pero también a cuestionarla, o incluso a querer “descolonizarla” (Soares y Leshchenko 2018).

5Más allá del carácter internacional de la museología, que reflexiona sobre las especificidades del hecho museístico de forma más o menos abstracta (aunque a veces se base en estudios de casos), conviene recordar, siguiendo a Haraway (1988), que ninguna reflexión surge ex nihilo y que todo conocimiento es siempre situado. Se trata de la famosa pregunta “¿desde dónde te posicionas?”, tan popular en otros tiempos. Esta creciente producción teórica en museología, más allá de su intención heurística universalista, está anclada pues, como toda producción científica, en contextos específicos marcados por particularidades políticas, sociales, institucionales, patrimoniales y museológicas, que la condicionan en gran medida. Lo mismo ocurre con el aspecto práctico de la museología, aunque manuales como el de Ambrose y Paine (2019) tiendan a proponer una versión universal de la misma válida para todos los contextos y todo tipo de instituciones. Sin embargo, al igual que el aspecto teórico de la museología, este trabajo práctico en los museos también está condicionado por su anclaje en un marco institucional determinado, que es necesario explicitar.

6Teniendo en cuenta lo anterior, proponemos aquí hacer una distinción entre, por un lado, la museología como campo internacional e interdisciplinario de reflexión teórica sobre el hecho museístico y, por otro, la museología como articulación de un enfoque teórico y práctico sobre el hecho museístico en un contexto dado. De este modo, podemos caracterizar la museología de un museo (por ejemplo, la museología del Museo de etnografía de Neuchâtel), de un sector específico de instituciones (la museología de los museos de bellas artes, la museología de los museos de arqueología, la museología de los museos de ciencias naturales, etc., que Neustupný y luego Stránský calificaron en su día de “museología especial”), o de una tipología de museos (la “micromuseología” o la museología, en cierto modo normativa, de los “major museums”). Esta museología también puede estar vinculada a un contexto geográfico (nacionalla museología francesa, alemana, portuguesa, mexicana, brasileña, finlandesa, quebequesa, entre otraso regionalla museología norteamericana, latinoamericana, nórdica, anglosajona, mediterránea) o político (la museología marxista-leninista, la museología de Europa del Este, etc.). Por último, puede basarse en metodologías específicas (la museología del objeto, del punto de vista, la museología participativa) o en valores (la nueva museología, o incluso las nuevas museologías, la museología crítica, social, experimental, subalterna, de la liberación, entre otras). Sin olvidar que algunas de estas museologías pueden situarse en la encrucijada entre varios de estos contextospor ejemplo, la nueva museología mexicana, la museología social en Portugal y Brasil. Cada una de estas museologías ha sido objeto de publicaciones más o menos numerosas. Aunque cada autor ha tendido a proponer su propia definición, lo cierto es que éstas han contribuido a definir algunos de sus contornos, sus especificidades, su historia y sus “museum masters”, dando lugar a veces a verdaderos mitos fundadores.

7Si nos centramos en el contexto geográfico, es importante pues partir de la premisa de que las reflexiones museológicas producidas en un marco territorial determinado están forjadas/determinadas/condicionadas por el entorno particular, en constante reconfiguración, en el que tienen lugar. Este entorno puede ser político marcado, por ejemplo, por cuestiones vinculadas al nacionalismo periférico, a dificultades para articular una narrativa nacional, a periodos de dictadura y/o violencia política, a la presencia y/o reconocimiento de poblaciones indígenas, entre otras. También puede ser patrimonial por ejemplo, la ausencia de colecciones tras desastres naturales, destrucción, robo, expoliación o ventas , histórico, institucional (la forma específica que adoptan los museos en este contexto), social (por ejemplo, la exclusión de ciertos sectores de la población de las esferas culturales) o académico (la conformación particular de las disciplinas que estudian el museo). Este contexto particular influye en el enfoque, el significado y el tono de la reflexión sobre el papel y las misiones de los museos, su organización, sus misiones, su modo de funcionamiento, su gestión o financiación, entre otros.

8A partir de esta idea, existen dos tipos de reflexión museológica vinculada a un contexto geográfico. Los primeros son aplicados, explorados y analizados a partir de casos concretos por investigadores, profesionales, periodistas o críticos en revistas académicas o profesionales, actas de congresos, o en publicaciones periódicas generales o especializadas. También pueden presentarse oralmente en jornadas de estudio o seminarios organizados por universidades o museos. Lo que todas estas reflexiones tienen en común, ya sean orales o escritas, es que están aplicadas y arraigadas en un ámbito concreto, con el objetivo principal de mejorar en términos prácticos la gestión, la organización, las acciones o el significado de los museos. Este conjunto de reflexiones dialoga por tanto con otras producciones del mismo tipo (francesas, quebequenses, etc.), sobre todo cuando los temas que abordan tienen cierta resonancia con las problemáticas a las que se enfrentan los museos y sus profesionales. Estas reflexiones alimentan por supuesto más o menos profundamente la práctica (la museografía) de estas instituciones.

9Estas reflexiones aplicadas son inseparables de otros enfoques más teóricos la museología, tal y como la hemos definido, como campo de investigación internacional e pluridisciplinar, al que contribuyen investigadores “nacionales” publicando sus trabajos en revistas internacionales, a partir de marcos teóricos globales. De este encuentro entre la reflexión aplicada y teórica sobre el museo en un determinado estado o marco nacional surge lo que podemos calificar de museología “nacional”. Así, dado que hay museos en todos los países del mundo (UNESCO 2020), es posible definir tantas museologías como Estados (o incluso naciones), aunque éstas puedan ser más o menos originales, llamativas, institucionalizadas, definidas, promovidas y, en definitiva, (re)conocidas por los museólogos.

10Para explorar esta idea, nos proponemos analizar en las páginas que siguen el caso de la museología en el Estado español, definiendo algunas de sus características a partir de una síntesis de sus principales autores. Como veremos a partir de un trabajo reflexivo realizado sobre nuestras propias investigaciones, este enfoque sobre una museología concreta es rico en enseñanzas, y permite abrir nuevos campos de investigación, entre ellos una museología comparada y una geopolítica de la museología, algunas de cuyas premisas proponemos explorar en la última parte de este artículo.

El caso de la museología en España

11En España, por las especificidades de la organización política del Estado, de su historia, de las colecciones existentes en el país, de sus relaciones con otros países europeos e iberoamericanos, pero también por la forma en que se ha desarrollado la economía y el turismo cultural y por cómo se ha consolidado la museología, ésta presenta una serie de características. Estas características se reflejan en algunos de sus ámbitos de investigación – especialmente en torno a los vínculos entre museos e identidades, museos y memoria histórica, museos y desarrollo territorial – dentro de las cinco principales áreas de investigación que componen la museología en su primera acepción. Cada una de estas especificidades podría ser objeto de un artículo. Centrémonos aquí en una de ellas, sin duda la principal, a saber, su carácter disperso, a varios niveles.

12El primer nivel de dispersión de la museología en España es el institucional. Al igual que en otros contextos, los académicos y profesionales interesados en la museología en el país proceden de diversas disciplinas, con diferentes perspectivas e intereses en los museos. De hecho, aunque muchos profesionales de estas instituciones se definen voluntariamente como museólogos – a pesar de que este término no está normalizado y no constituye una profesión en sentido estricto –, la museología no está reconocida en el país y en sus distintas Comunidades Autónomas como una disciplina propia dentro de la organización del conocimiento y de los sistemas de acreditación establecidos por las distintas administraciones encargadas de la política universitaria y de la investigación. En consecuencia, los científicos que se ocupan del ámbito museístico en sus investigaciones no siempre se definen como museólogos, y muchos de ellos prefieren anclar su trabajo en el campo disciplinar al que pertenecen, como la historia, la historia del arte, la etnología, las ciencias de la educación, la semiótica, la economía, entre otros. A falta de una revista especializada reconocida como tal que articule el campo de la museología a nivel del Estado (aunque revistas como MIDAS – Museus e Estudos Interdisciplinares o Her&Mus. Heritage and Museography tienden a consolidarse como tal), la investigación sobre museos se publica en múltiples revistas adscritas a diversas disciplinas o campos académicos consolidados, lo que dificulta la articulación de un campo coherente de investigación sobre los museos. En un trabajo reciente, pudimos contabilizar cerca de 30 revistas en activo dedicadas a los museos en el país (Van Geert 2024). La principal consecuencia es que los investigadores que trabajan sobre los museos evolucionan entre su disciplina y su investigación museológica, lo cual dificulta el encuentro entre ambas, pero también su percepción de anclar su investigación en un campo de investigación común con otros investigadores. Además, para complicar aún más las cosas, hay que tener en cuenta que las fronteras entre la museología y los estudios del patrimonio son permeables en el país, y muchos investigadores se sitúan a medio camino entre ambas.

13El segundo nivel de dispersión de la museología en España es el territorial. A diferencia de los países centralizados, donde un Ministerio de Cultura supervisa la política museística de todas las instituciones reconocidas como tal en el país (Camacho 2015), la supervisión y gestión de los museos en España desde la Constitución de 1978 es una competencia compartida entre el Estado y las Comunidades Autónomas (Roigé 2016). Como resultado, existen dos, o incluso tres niveles de realidad museística en el país. El primero está constituido por los museos de titularidad estatal, supervisados y financiados directamente por el Estado a través de sus ministerios. Estos museos están ubicados principalmente en los alrededores de Madrid, aunque también existen algunos en otras regiones del país. El segundo nivel de realidad está formado por los museos autonómicos (vascos, catalanes, andaluces, etc.), que conservan una mayor o menor riqueza patrimonial y que dependen de una estructura política más o menos proactiva y coherente según las Autonomías que han aprobado leyes específicas entre 1980 y 2010 (a menudo paralelas, o incluso integradas, con otras leyes autonómicas sobre patrimonio cultural y natural). Estos museos, que pueden estar gestionados de manera más o menos centralizada – dependiendo directamente de las Comunidades Autonómicas, de las provincias, de las comarcas o de los municipios según los casos –, tienen poca relación con las autoridades centrales y los museos estatales, salvo en el marco de proyectos concretos, subvenciones, colaboraciones científicas o préstamos de colecciones. Por último, un tercer nivel de realidad está constituido por los museos privados, que son muchos en España, bajo la tutela de diferentes organismos (colecciones privadas, fundaciones, Iglesia, entre otros), cuyas realidades son diferentes a las de los museos estatales y autonómicos.

14Como consecuencia de esta triple realidad, existen al menos tres niveles diferentes de reflexión sobre las instituciones museísticas en España, aunque en la práctica los relativos a las instituciones privadas tienden a fusionarse con los dos primeros. Es por ello que es preferible hablar de “museología en España” más que de “museología española”. Como consecuencia de estas especificidades, existe pues una museología pensada por, desde y sobre el Estado, que encontramos sobre todo en jornadas de estudio, seminarios, coloquios o en revistas editadas exclusivamente en español, financiadas por administraciones o asociaciones de ámbito estatal, museos o incluso fundaciones. La aproximación a los museos que aquí podemos encontrar está concebida desde el “centro” (desde una perspectiva estatal), aunque ello no excluye la presencia en su seno de reflexiones sobre museos autonómicos y/o locales. Ante este planteamiento, también es posible definir otras museologías, concebidas por, desde y sobre las Comunidades Autónomas y sus territorios, y en particular aquellas que han desarrollado especialmente sus museos. Es el caso de Andalucía o de Cataluña, donde se ha forjado una museología específica, fruto en este último caso de una larga historia que se remonta al siglo XX con la creación de instituciones modernas en el contexto de la Segunda República Española, seguida de la consolidación de su panorama museístico a partir de los años 1970 y 1980, primero a través de los museos locales (Farnós 2005), y luego en los museos nacionales en la década de 1990, con el objetivo de articular un discurso centrado en Cataluña a partir de lo que los gobiernos (más o menos nacionalistas) consideraban ser su patrimonio histórico y cultural (Roigé Ventura y Arrieta Urtizberea 2010). En otras Comunidades Autónomas, la articulación de esta política museística y de las reflexiones museológicas resultantes pueden ser más complejas por razones inherentes a cada territorio. Es por ejemplo el caso del País Vasco, dividido en tres territorios históricos (administrados por las Foru aldundi-Diputaciones forales-de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya), cada uno de ellos con amplias competencias culturales, museísticas y patrimoniales. Díaz Balerdi (2010) ha definido este panorama de “archipiélago” constituido por diferentes realidades, ensombrecidas desde entonces por la “sombra” que sobre ellas proyecta el Museo Guggenheim de Bilbao (Arrieta Urtizberea, Díaz Balerdi y Viau-Courville 2017). Este contexto particular ha dado lugar a reflexiones específicas – ya que los retos a los que se enfrentan los museos en cada uno de los territorios son diferentes –, que pueden encontrarse en jornadas o revistas de estudio regionales y locales (a menudo en lenguas regionales si están reconocidas), promovidas por las autoridades autonómicas, forales o provinciales, o incluso publicadas directamente por algunos museos.

15Esta doble dispersión se refleja también en los cursos de formación – pero también en las tesis doctorales realizadas sobre museos, para las que no existe una base de datos de ámbito estatal –, ya que la organización de las universidades y la gestión de la investigación también están descentralizadas en España. A nivel estatal, los cargos de director y conservador de los museos son desempeñados por funcionarios formados a partir de 1856 en la Escuela Superior de Diplomática, vinculada a la Universidad Central de Madrid (precursora de la actual Universidad Complutense), una de las escuelas de formación de profesionales del patrimonio más antiguas del mundo. Basada en un modelo similar al de la École des Chartes de París, los candidatos seguían cursos de historia del arte y arqueología, antes de que la cuestión de los museos apareciera paulatinamente. Mientras que los museos de arte estaban tradicionalmente dirigidos por artistas, las instituciones estatales de las que eran responsables estos funcionarios eran principalmente museos de arqueología, numerosos en España, que albergaban sobre todo colecciones nacionales (Azuar Ruiz 2013). Desde la absorción de esta escuela por la universidad central y su desaparición de facto en 1900, ya no existe ningún centro de formación específico para los futuros gestores de los museos estatales, aunque hubo iniciativas en los años 1930 y de nuevo en 1967 para crear una escuela de museología, que nunca vio la luz. En 1973 se creó un perfil de conservador de museos dentro del Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos, reconociendo así la especificidad de una profesión que hasta entonces había estado encomendada al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, pero las condiciones de acceso a las oposiciones se basan principalmente en demostrar varios años de ejercicio en estas instituciones. A pesar de haber sido criticada por varios autores, que han reclamado la creación de una “escuela nacional de museología” (León 1994), esta situación no ha cambiado y los candidatos que optan a este tipo de plazas no requieren hoy en día ninguna formación específica en la materia, ya que la oposición consiste en un examen sobre cuestiones generales relacionadas con los museos y sus colecciones.

16La situación es similar en las Comunidades Autónomas, donde el acceso a la dirección de los principales museos públicos se realiza a través de procesos selectivos que permiten el ingreso en la función pública autonómica. Al igual que ocurre a nivel estatal, no existe una formación específica y la mayoría de los candidatos pasan por cursos universitarios. Además de los puestos directivos y de conservadores (por no hablar de los museos privados, a los que se accede por otras vías), y de la creciente externalización de los puestos menos cualificados en los últimos años, hay que señalar que cada vez son más los profesionales de los museos asalariados (por los museos o las numerosas empresas subcontratistas), y que por tanto no pertenecen a la función pública (cuyo acceso es difícil dado el escaso número de plazas que se convocan cada año y el elevadísimo número de aspirantes). Esta es posiblemente una de las posibles explicaciones de la proliferación de cursos de formación en el país en los años 1990 y 2000, cada uno centrado en un área concreta de la museología.

17Cabe decir que estos diferentes niveles de reflexión y formación a nivel estatal o autonómico, aunque se refieran a realidades diferentes, no se excluyen mutuamente. Sin embargo, pueden malinterpretarse, e incluso a veces rechazarse. Así, aunque hoy las cosas estén cambiando, las referencias museológicas de la época franquista, citadas en las aproximaciones históricas al desarrollo de la museología desde España, no constituyen referencias para los museólogos que trabajan hoy en varias Comunidades Autónomas. La mayoría de los textos en los que se basan estos últimos datan de la época democrática, tanto por razones históricas (es entonces cuando surgen las “museologías” autonómicas, tras el reparto de competencias en materia museística a partir de la Constitución de 1978) como políticas – las referencias predemocráticas han sido rechazadas de plano por la mayoría de los autores al percibirlas como parte de la ideología franquista. En este sentido, las primeras (pocas) publicaciones de los años 1950-1970 de autores tales como Fernández Chicarro (1952), Fernández de Avilés (1954) o Navascués (1959) pueden ser vistas como un “patrimonio incómodo” de la museología en España. Sin embargo, más allá de estas discrepancias, la museología en España se define por una hábil mezcla entre estos dos (o tres) niveles de realidad, que toma una forma específica en cada Comunidad Autónoma – algunas tienen una museología propia, mientras que otras, donde el panorama museístico está menos articulado, tienen una museología que tiende a fundirse con la del Estado. Al igual que el conjunto del país y su organización política, la museología en España aparece pues como un todo, pero un todo heterogéneo, que aglutina diferentes enfoques e ideas por el hecho de emerger desde un mismo Estado. Dicho de otro modo, en España existe una museología española y unas museologías catalana, vasca, gallega, andaluza, castellana, entre otras, entremezcladas de diferentes maneras según las características museísticas, patrimoniales, económicas, institucionales, sociales y políticas de cada territorio.

18A esta doble dispersión institucional y territorial hay que añadir el escaso interés de los investigadores y museólogos españoles por intentar definir las especificidades de la museología en el Estado, con algunas excepciones notables como Marín Torres (2003), Hernández Hernández (2015) y varios textos de Lorente (entre ellos, 2024), a las cuales habría que añadir los muchos que se han interesado por las museologías autonómicas. En los primeros manuales de síntesis publicados en los años 1990 y 2000 en el contexto de consolidación de la museología en el país (Alonso Fernández 1993; Díaz Balerdi 1994; Hernández Hernández 1994), los propios investigadores españoles no hacían mucho hincapié en las especificidades de la museología del país y su originalidad. A diferencia de lo que ocurre por ejemplo en Francia o en los países anglosajones, donde se han publicado en los últimos años varias antologías que recopilan algunos de sus textos fundamentales (Carbonell 2004 o Mason 2020 en el contexto anglosajón o los dos tomos de Vagues en el contexto francés – Desvallées 1992 y 1994), el pensamiento museológico español como forma estructurada de pensamiento ha quedado poco caracterizado o definido, lo que impide tener una visión de conjunto del mismo.

19Dispersa y mal definida, la museología en España es en consecuencia poco conocida en el propio país, pero también en el extranjero, con la posible excepción de América Latina por razones lingüísticas, históricas y culturales, aunque nunca haya sido objeto de una publicación que haya intentado definir sus contornos o especificidades en relación con la realidad local. Interesarse por esta museología específica, en toda su heterogeneidad, constituye sin embargo una rica fuente de información que permite abrir nuevos campos de reflexión posiblemente poco desarrollados en otros países. Además, más allá de una sensibilidad enciclopédica que estaría tentada de definir los contornos de cada una de las museologías que existen en el mundo, examinar esta museología específica nos permite reflexionar sobre posibles nuevos enfoques teóricos del hecho museístico. Esbozaremos brevemente dos de ellos, que nos parecen específicamente novedosos.

Hacia unos enfoques comparativo y geopolítico de la museología

20En primer lugar, este análisis de la museología en España nos invita a reflexionar comparativamente sobre los puntos en común y las diferencias en las distintas formas de entender el hecho museístico en el mundo, descentrando nuestra mirada de las museologías mayoritarias que han configurado y definido en gran medida el campo de la museología, olvidando a menudo su contexto específico de producción. A este respecto, es esclarecedor mencionar el caso de los museos de sociedad para los cuales intentamos esbozar una perspectiva internacional en una publicación reciente dirigida a un lectorado francófono (Van Geert y Viau-Courville 2022). Nos topamos entonces con grandes dificultades semánticas y epistemológicas, ya que el concepto de “museo de sociedad” (musée de société), muy utilizado en la literatura francófona, engloba en realidad perspectivas bastante diferentes. Y con razón: este término no es un concepto heurístico, sino que nació como un cajón de sastre o una palabra comodín, que se generalizó después de que fuera “inventado” en Francia en 1991 por la dirección de los museos franceses encargada de su gestión (Barroso y Vaillant 1993). ¿Cómo traducir a otros idiomas un término tan arraigado en un contexto político y administrativo? De hecho, si nos alejamos del contexto francófono, observamos en la literatura internacional, y en particular en los museum studies y heritage studies anglosajones, que este concepto está ausente.

21Aunque el término “museo de sociedad” es casi inexistente en la literatura internacional y difícil de traducir, un análisis de los usos de este concepto polisémico en francés ilustra tendencias estructurales que van mucho más allá del mundo francófono, siendo el museo de sociedad una categoría administrativa (más o menos oficial similar al “museo local” en España, al “museo diffuso” en Italia o al “Heimatsmuseen en Alemania), un testimonio de valores museológicos próximos a la nouvelle muséologie francófona, a la new museology anglosajona o a la sociomuseología lusófona , o el conjunto de nuevas formas de exhibir las identidades locales en los años 1990 y 2000, basadas en la resignificación de las colecciones etnográficas. Es en este sentido que el término “museo de sociedad” se ha podido utilizar en la literatura hispanófona (Alcalde, Boya y Roigé 2011) o lusófona (Souza Chagas y Sibylla Pirres 2018), en el primer caso bajo la influencia de la museología francesa y quebequense, por razones geográficas, culturales y políticas.

22Esta anécdota muestra la importancia de que este enfoque comparativo de la museología (o museología comparada) sea concebido como global y transnacional por esencia, siguiendo el ejemplo de algunas investigaciones llevadas a cabo desde esta perspectiva en determinados campos de la museología, como la historia de los museos, por autores como Meyer y Savoy (2013), al considerar que las museologías a menudo se conforman y se consolidan en estrecha relación unas con otras.

23Además de este enfoque comparativo, este interés por la museología en España nos lleva a reflexionar también sobre lo que podríamos denominar una geopolítica de la museología, que se ocuparía de analizar el reconocimiento de las diferentes museologías, pero también la provincialización e incluso marginación de algunas otras. En definitiva, se trataría de examinar las relaciones de poder que existen entre las diferentes museologías en la producción de la museología como área de investigación. Permítanos tomar otra vez aquí un ejemplo extraído de nuestras propias investigaciones llevadas a cabo desde Francia.

24Desde el país galo, resulta interesante observar que la museología en España es poco visible, o incluso exótica dentro de su literatura por diversas razones. En primer lugar, se debe a que el pensamiento museológico en España raramente se encuentra en obras en lengua francesa (con la excepción de algunos autores), ya sea en las revistas que articulan el campo, en revistas disciplinares relacionadas con el museo o en publicaciones más generales. En cambio, quizás como consecuencia de una mayor abertura internacional, es muy frecuente la publicación de textos o artículos de museólogos franceses en revistas y libros españoles, a menudo a modo de introducción para dar un enfoque internacional al tema. Lo mismo ocurre con los congresos, seminarios y jornadas de estudio que se celebran en España, a los que se suele invitar a museólogos franceses y francófonos desde al menos los años 1980. Esta situación es resultante sin duda de la “asimetría cultural” (Aymes y de Vega 2003) que existe entre Francia y España. La forma en que las naciones se miran nunca viene determinada exclusivamente por sus necesidades intelectuales, y los intercambios culturales y científicos entre ellas son en gran medida el resultado de sus relaciones estratégicas, políticas y económicas. Las trayectorias divergentes de los dos países a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX, unidas a su distinto peso en el concierto de las naciones – una gran potencia frente a un país relativamente periférico – repercutieron en el desequilibrio entre sus influencias culturales y científicas recíprocas. En Francia, España fue el centro de atención estratégica, política y económica en términos que correspondían a un país vecino de menor importancia, sirviendo sobre todo como fuente de inspiración (romántica) para la poesía, la literatura y las artes durante el siglo XIX (Burns Marañon 2014). Por el contrario, aunque Francia fue también una fuente de inspiración para los artistas españoles, las élites del país la vieron sobre todo como un ejemplo a seguir, siendo la principal influencia en las tendencias y modelos culturales y contraculturales importados a España. En el ámbito museístico, los museólogos catalanes de los años 1970 se fijaron en Francia cuando buscaban nuevas formas museísticas que pudieran responder a las cuestiones culturales e identitarias que sacudían entonces la región durante y después de la Transición Democrática. En cambio, los museólogos franceses implicados en la “nueva museología” raramente miraron al sur en busca de soluciones o ideas creativas, a pesar de que allí se habían desarrollado planteamientos originales (Navajas Corral 2020).

25Esta asimetría cultural entre los dos países es retroalimentada sin duda por la diferencia de estatus entre el español y el francés como lenguas científicas. Aunque el español es la lengua oficial de las organizaciones internacionales de patrimonio y museos (como el ICOM y la UNESCO), el francés ha sido durante mucho tiempo la lengua dominante. En consecuencia, con excepción de algunos textos traducidos al francés, las publicaciones españolas sobre museos rara vez eran leídas por los investigadores y museólogos franceses, que se dirigían en cambio a los textos publicados en su propia lengua, y luego progresivamente a los publicados en inglés, que a su vez se ha convertido en hegemónico en el pensamiento museológico. Por otra parte, debido a la diferencia de estatus entre ambas lenguas, los españoles pudieron utilizar ampliamente las referencias francesas en su pensamiento. Las publicaciones de los años 1970 son especialmente esclarecedoras en este sentido, como las de Herrera Escudero (1971) y sobre todo Nieto Gallo (1973), que se basaron casi exclusivamente en referencias bibliográficas francesas, cuando la museología en Francia, bajo la influencia de Rivière en particular, gozaba de gran prestigio internacional. Hoy, sin embargo, esta situación parece estar cambiando, ya que el inglés ha sustituido al francés como primera lengua extranjera en la península. Pocos jóvenes investigadores españoles dominan ya la lengua de Molière y se alejan de las referencias francófonas en sus investigaciones en favor de la literatura en lengua inglesa – es significativo señalar que los autores locales optan ahora mayoritariamente por publicar en inglés en lugar de en francés. A ello hay que añadir que la imagen de Francia, antaño vista como modelo de progreso político y cultural, se ha deteriorado en gran medida a nivel internacional, como consecuencia de la geopolítica mundial, de las diferentes circunstancias políticas, sociales y económicas que ha vivido el país en las últimas décadas, y también del eco que está teniendo en España el pensamiento decolonial (escrito en gran parte en español), crítico con los centros de poder a los que Francia pertenece. Sin duda, esta dinámica está provocando un cambio significativo en las relaciones culturales y científicas entre ambos países, contribuyendo a transformar los campos de investigación y los contornos de la museología en España.

A modo de conclusión

26Como hemos intentado demostrar brevemente en este artículo, estos dos enfoques, comparado y geopolítico, nos parecen poder ofrecer pistas prometedoras e sin duda inéditas para una comprensión más fina de la museología, en su interrelación entre aspectos teóricos y prácticos. Para ello, sin embargo, es importante primero reconocer y luego comprender mejor las distintas museologías existentes y las formas en que su imbricación contribuye a configurar la museología. No pretendemos por supuesto que sea necesario definir todas las museologías que existen en el mundo, lo cual podría ser interesante desde un punto de vista enciclopédico pero que resultaría poco realista en la práctica por la enormidad de la tarea a realizar y por las dificultades metodológicas y conceptuales inherentes a este ejercicio. De hecho, en el caso de la museología en España, solo hemos podido centrarnos en este artículo en una de sus características, sin pretender ser exhaustivos, debido al impresionante número de publicaciones y autores existente en el país que se ocupan de los museos en sus investigaciones, pero también por las diferentes formas posibles de analizarlos, interpretarlos y clasificarlos. Hablar de esta museología desde fuera del país condiciona por ejemplo claramente nuestra comprensión de la misma cuando un autor local abordaría el tema desde un ángulo diferente. El ejercicio teórico realizado en este artículo solo pretende demostrar pues la importancia de reflexionar sobre la diversidad de la museología utilizando este ejemplo concreto.

27Tener en cuenta y analizar los contextos locales de producción aparece en conclusión como fundamental, e incluso debería constituir el punto de partida de la museología como área de investigación pluridisciplinar. Este postulado teórico y metodológico permitiría concebir un enfoque verdaderamente inclusivo de la museología, reconociendo y valorando la diversidad que existe en su seno en las formas de concebir el museo y el hecho museístico, que provengan de España, de Francia o de cualquier otra parte del mundo.

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Notas

1 Este artículo se ha basado en la publicación La Muséologie en Espagne. Une Anthologie (2024), antología que editamos con el objetivo de difundir algunos de los textos sobre museología en España entre un público francófono.

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Para citar este artigo

Referência eletrónica

Fabien Van Geert, «Reconocer la diversidad de la museología. Reflexiones a partir del caso español»MIDAS [Online], 18 | 2024, posto online no dia 21 julho 2024, consultado o 02 dezembro 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/midas/5313; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/122gz

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Autor

Fabien Van Geert

Antiguo profesor asociado de la Universitat de Barcelona, Fabien Van Geert es actualmente profesor de museología en la Université Sorbonne Nouvelle en París. Sus investigaciones se centran en los museos etnográficos, en los museos de sociedad, en la musealización del patrimonio geológico y, más ampliamente, en la museología como campo de estudio. Recientemente ha editado el libro La Muséologie en Espagne. Une Anthologie (L’Harmattan, 2024). Miembro del CERLIS (Centre de la recherche sur les liens sociaux), está adscrito a la Chaire UNESCO pour l’Étude de la Diversité Muséale et son Évolution de la Sorbonne Nouvelle.

Université Sorbonne Nouvelle, Campus Nation – 8 avenue de Saint-Mandé 75012 Paris, Francia, fabien.van-geert@sorbonne-nouvelle.fr, https://orcid.org/0000-0002-5801-3694

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