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Ficciones críticas

Vos ya estás cebado

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Las palabras van y vienen, los sentidos se amontonan,
como pelusa en el fondo de un bolsillo
o como mariquitas en celo que aprovechan el último resplandor del día
para reproducirse y poner sus huevos.

Jean Brèthes. Parisanopus, un nouveau genre de Staphylius (1900)

1Estábamos en la casa más fina de La Población, invitadas a una cena largamente prevista pero nunca concretada porque cada vez que alguien estaba cerca, otras estábamos lejos, y viceversa. Finalmente, todo se resolvió mediante el sencillo trámite de fijar una fecha muy anticipadamente como para que nadie tuviera excusa.

2Se hablaba de artes, se hablaba de nombres y de clases. Yo tomaba un whisky, muy lentamente. Mencioné la paradoja de que nos hubiéramos reunido en un lugar sin nombre, incluso en un lugar que se resistió al Nombre. Es fácil imaginarse el proceso: durante el siglo XIX, se juntaron tres o cuatro casas y algún edificio de función importante (un correo o una escuela o una comisaría) y la gente del campo empezó a llamar al lugar la población (como quien dice “las casas”). “¿Vas para la población?”, preguntaban los paisanos antes de subirse a la grupa del caballo. Lo lógico hubiera sido que a alguien se le ocurriera ponerle un nombre al conglomerado de casas: San Javier, Yacanto, qué se yo.

3Pero entonces, ahí, a nadie se le ocurrió algún nombre o los nombres que se enarbolaron no resultaron unánimemente satisfactorios. Para qué pelearse por un nombre. A quién le importa. Se llamara como se llamara el lugar, siempre iba a ser la población, lo mismo que para los habitantes de los barrios de las grandes metrópolis, las avenidas son todas “la Avenida”. ¿Dónde lo compraste? “En la Avenida”.

4Por supuesto, en La Población no había avenidas y apenas se adivinaban algunas calles. El único camino más o menos apto para ser nombrado como tal era el paradójico “Camino de la Costa”, que designaba algo que no daba a ningún espejo de agua sino que estaba en un valle al pie de las sierras. La costa, en ese lugar, era el borde entre un mar de tierra blanda y unos bloques de piedra dura.

5¿Y el correo? ¿Cómo se orienta el Estado para mandar sus intimaciones? Si acaso alguna calle tuviera nombre, lo que es seguro es que no existían las numeraciones, porque habría sido un sistema insensato para identificar lo que estaba más bien disperso, tirado al acaso, como algo que se cayó en el medio del campo y quedó ahí porque nadie supo bien qué hacer con eso.

6La Anfitriona nos contó que ni siquiera se referían a los nombres de los dueños de las casas, sino que las identificaban por algún rasgo morfológico. La suya era la Casa de Techo Bajo. Y ella era la Dueña de la Casa de Techo Bajo. Cuando hacía un pedido y luego pasaba a buscarlo por la... ¿panadería? ¿carnicería?, encontraba el despacho preparado bajo la etiqueta Techo Bajo o, incluso, T.B.

7Por supuesto, esa descripción apenas si alcanzaba para definirla. Sus techos eran calculadamente bajos, y albergaban los tesoros más exquisitos del arte argentino contemporáneo. Casi ninguno era identificable para el neófito. Había que conocer la obra restante del artista. O porque no estaban firmados (habían sido regalos) o porque la firma era ilegible en los claroscuros que trazaban las lámparas en el ambiente. O porque a nadie le importaba demasiado el asunto.

8Algunos estaban enmarcados, pero otros no. En un momento, mientras la Dueña de Casa se afanaba en la cocina con sus preparaciones, alguien preguntó, sobre un cuadrado blanco enmarcado en blanco, con paspartú blanco: “¿Ese es un...?” Y le contestaron: “me parece que no...”. Eran dos expertos (un artista reconocidísimo y su marido, un curador cuya maldad sólo se comparaba con su talento y su agudeza) y, sin embargo, no podían ponerse de acuerdo: “Es igual al que tenemos en casa, pero de otro color...”, etc.

9Parecía que, porque estábamos en un lugar sin nombre, o cuyo designante general había pasado a ser un nombre por pereza intelectual o por resistencia a un sistema de nomenclaturas, también el arte se resistía a asumir alguno. Arrojados a la dimensión de los nombres impropios, por no decir de lo innombrable o de lo innominado, porque esas palabras tienen una tradición muy fuerte en ciertas corrientes estéticas europeas, eran objetos que nos iluminaban (o no), eran el resultado del complejo proceso mediante el cual un sujeto tal o cual se hacía cosa, exponía lo más íntimo de si. ¿Qué importaba el nombre si todo lo que había querido hacer ese sujeto era precisamente sacar de él, poner en frente de él algo que no quería ya más llevar consigo?

10Me doy cuenta ahora que evoco la escena que nunca hubo música de fondo. Se oían ocasionales ladridos de perros y en algún momento atravesó el cristal de la ventana un fragmento de una canción famosa de un igualmente célebre folklorista, pero en la Casa de Techo Bajo sólo se oía el rumor de nuestra conversación, nuestras risas, el ruido de la vajilla traída de Venecia

11(-¿Cómo hiciste?, -En la valija) y el estampido opaco de los corchos cada tanto.

12Un invitado versado en la historia de La Población y sus alrededores contó que, por su situación geográfica (atrapada entre dos cadenas de montañas prácticamente inexpugnables hasta muy entrado el Siglo XX), había vivido al margen de los hitos patrióticos y, por lo tanto, tenía una relación de indiferencia para con los nombres propios más fatigados por la toponimia y la nomenclatura catastral. Ni próceres nacionales o provinciales, ni batallas, ni asuntos religiosos servían para darse un nombre y, por lo tanto, para identificarse. Todo era La Calle, La Casa, La Población, si acaso: La Escuela, El Perro.

13Por la misma razón, los habitantes de la región habían permanecido muy atados a las costumbres del campo y sus figuras asociadas: el caballo, el mate, los trabajos regulados por el ritmo de las horas solares, la soledad, la inutilidad de los nombres para llenar los vacíos y la futilidad de las imágenes, la migración siguiendo el ritmo de las cosechas, la siembra, lo que fuera.

14El tren nunca llegó hasta allí, y por lo tanto toda brizna de modernización llegó muy tarde, lo que luego volvió a la región muy encantadora para las personas hartas de la vida metropolitana, que encontraban allí unos arcaísmos sumamente inspiradores y un descanso de la apoteosis nominalista que dominaba en la Metrópoli, donde había que aprender nombres nuevos para las mismas cosas, personas y asuntos cada semana.

15Durante el período neoliberal habían comenzado a instalarse casinos en una región lindera, donde el valle de tierra blanda se conectaba con la infinita llanura, y la suerte quiso que por entonces construyeran un pequeño pero modernísimo aeródromo a disposición de la Dueña de la Casa de Techo Bajo y de sus invitados, que eran casi los únicos que lo usaban (los casinos habían fracasado y los chacareros, como es sabido, temen despegar los pies del suelo).

  • 1 El video se llama “Cebame” (2019), dura 8' 40'', su autor es Valentín Demarco (1986) y está dispo (...)

16Ya habíamos comido (y todo fue lo más rico que, en su especie, alguna vez hubiéramos comido) y la conversación languidecía. Nuestra anfitriona dijo: “¿Vieron el video de Valentín1”? Varios no teníamos idea de qué o de quién hablaba.

17Le pedimos que nos lo hiciera ver. Estaba alojado en un sitio específico bajo la etiqueta de una productora o una galería (no entendí bien). Muy chiquito y abajo aparecía el “nombre de autor”, como si fuera lo de menos. Valentín, dijeron los que lo conocían, es un orfebre, un platero, que ha hecho con ese material y esa técnica objetos raros, precisos y al mismo tiempo, que se escapan de la etiqueta habitual (“los demás plateros se enojaron”). Si entendí bien de los retazos de biografía que mis compañeros de conversación pronunciaban, lo que hace el artista es desestabilizar los saberes y convicciones previas (De-marco es su apellido, que bien puede entenderse como demarcar pero también como desmarcar). Valentín (es decir: pequeño valiente) es su nombre (se entiende por qué es mejor que las cosas, los lugares y las personas es mejor que no tengan nombre, porque de ese modo se salvan de la deriva de sentido, esa pesadilla amortiguada de la que no podemos liberarnos).

18La Dueña de la Casa de Techo Bajo buscó el video en su celular y transfirió la imagen al televisor gigante que tenía en su estudio, donde nos habíamos apiñado todas, salvo una artista neoyorquina que advertida del contenido altamente explícito del video, estaba tapando la puerta para que su hija adolescente no se asomara.

19Lo que vimos no tenía nombre. Quiero decir: casi no hay palabras para describir lo que vimos. El video se llama “Cebame” y es un pedido o una orden; en todo caso, esa clase de enunciados que están hechos para modificar el estado de las cosas. No lo dije en voz alta, porque no correspondía, pero lo primero que pensé fue “vos ya estás cebado” (jugando, otra vez, con el sentido de las palabras, maldita deformación profesional).

20De pronto, cuando estábamos viendo por segunda vez el video, entró por la ventana un grito agudísimo que sostenía “Machoooooo” y que funcionó, para mí, como una iluminación profana. Recordé un video previo del mismo artista (del mismo “chico”, como lo había designado en aquel momento), premiado en el concurso Ópera Prima (2016).

21El grito de la ventana era el de un célebre cantante de folklore de masas, extasiado ante la masculinidad criolla y campesina, un grito que me había perturbado ya en mi infancia en La Población, antes de mudarme a la Gran Ciudá. “Macho” se llamaba la canción y el grito, agudísimo y muy prolongado, parecía un llamado tribal o copulativo. En todo caso, algo animal, que lejos de confirmarnos en la solidez de una roca nos arrojaba a un mar de tierra blanda, un tembladeral. En el video “Men Art Work”2 Valentín había hecho coincidir esa canción (muy distorsionada artificialmente, muy desmarcada) con un video “encontrado” en el que unos paisanos de la Mesopotamia bailan entre si, sin la intercesión del sexo femenino (aunque alguna guiará y otra será guiada, por lo cual roles de género seguramente había en esas danzas desencaminadas).

22Hacia el final, la voz de Perón presentaba el estatuto del Peón. Salvo esa parte, que me pareció una concesión a los organizadores del Premio, el video me había impresionado porque interrogaba la masculinidad rural, pampeana, “desértica”, algo sobre lo que yo mismo había juntado varias fichas para un libro que todavía no he terminado de escribir y que seguramente retomaré en Roma, donde tendré la tranquilidad que la vida en la Gran Ciudá me escatima.

23El video es muy agudo, casi demasiado inteligente, pero, a mi juicio, acierta en una interrogación al mismo tiempo patriótica, histórica, amorosa que hoy se nos impone. El “Men Art Work”, que puede leerse casi como “Men at Work” es un hallazgo que había quedado en alguna parte de mi cabeza sin que supiera yo bien dónde, y que sólo el grito desgarrado del folklorista que nos llegaba a través del aire de La Población en ondas que quién sabe dónde se habían originado, logró traer hasta el umbral de mi conciencia, ahora pendiente de un video mucho más devastador en su potencia desestabilizadora.

24Valentín Demarco, el chico de “Men Art Work”, era el mismo que el de “Cebame”, el video que, ahora, la Dueña de la Casa de Techo Bajo había elegido como posfacio exquisito de una cena memorable y de una conversación inteligentísima. Ahora todo había cambiado. Las ocho personas que éramos, unidos por una amistá para nada enfática y para nada exigente, habíamos quedado unidos por algo fuera del lenguaje, des-marcado, de una belleza superior y de una verdad impronunciable.

25Nos miramos, nos despedimos, cada uno se fue a su rancho, meditando en lo que habíamos visto, y en los siguientes días que estuvimos en La Población no volvimos a hablar del asunto. Tampoco en el avioncito que nos arrulló para devolvernos a la Gran Ciudá.

*

26Pienso ahora en el mate, tan central en nuestras vidas. He conocido personas que, durante la pandemia que paralizó al mundo por dos años, se contagiaron la Enfermedad por no poder resistirse al ritual. ¿Cómo decir que no cuando a una le ofrecen un mate?

27Sólo hay una cosa que no tolero del mate compartido y es la imposición de una velocidad. Me gusta tomar mate según mi propio ritmo, que puede ser a veces muy acelerado, a veces muy espaciado, siempre espástico. En la ronda de mate, siempre hay personas esperando y prefiero abstenerme de esas impaciencias.

28Tomar mate es satisfacer una pulsión oral irrefrenable que nos llevaría al cigarrillo, en el mejor de los casos, o quién sabe a qué en el peor (el Infierno, si acaso existe, es cualquier cosa, no necesita de ese nombre como La Población no necesitó nunca de otro designante). Esa pulsión es incontestable y por eso ha llevado a algunos a la Enfermedad. El tomar mate es un goce: no satisface ninguna necesidad verdadera, salvo la de escandir el tiempo en cantidades propias (de ahí que yo no pueda sumarme a cualquier ronda).

29El mate es “popular” de un modo que desdeña las clases. No importan los ingresos dinearios, las autopercepciones, las opciones sexuales o los capitales simbólicos, al tomar mate se forma parte de una dimensión amorfa, que solemos identificar con El Pueblo. Si no recuerdo mal las lecciones que un maestro me dio cuando yo era chico (y muy sensible a la autoridad de los maestros, por otra parte), el pueblo es aquello que queda cuando una población se resiste a convertirse en público. Lo que es del pueblo, por lo tanto, está teñido de una resistencia inconsistente y a veces ilocalizable.

30Las únicas personas que desdeñan el mate son las que no pueden llevarse a la boca algo que ha estado en la boca de alguien más. Abrirse al mate es, pues, abrirse al escándalo de un beso húmedo mediado por la bombilla, abierto al mundo, irrestricto, incontrolable. Un carnaval de saliva danzante, de labios apretados, de chupeteos y lengüetazos.

31El 20 de mayo de 1616, el primer criollo que ocupó un puesto de gobernador en los virreinatos hispanoamericanos decretó la prohibición de esa costumbre y decidió multar a los que tomaran mate por ser un "vicio abominable y sucio". Ya el nombre “vicio”, que se aplicó a muchas de las costumbres aborígenes, como el sexo per anum entre varones, debería advertirnos de todo lo que estaba en juego y de la agudeza del gobernador colonial, el primero que relacionó la ingesta de mate con el pecado nefando, desde una perspectiva veterotestamentaria.

32El mate sobrevivió a las prohibiciones y se convirtió en una figura central de la sociabilidad criolla. Allí donde hubiera un mate habría una amistá (consolidada o posible) y quién sabe qué más. “Matear” es un verbo de lo comunitario, es una apelación a formar un pueblo, o a imaginarlo.

33Todo es sexual, podría decirse en esta era de sexualidad desbocada, pero el mate lo es independientemente del punto de vista y de la intencionalidad. La bombilla se chupa, como si se chupara una verga cuyo jugo caliente se traga. El recipiente donde se dispone cuidadosamente la yerba se hacía, tradicionalmente, con una calabaza vaciada y secada de nombre Porongo, que pronto pasó a designar al miembro masculino, por su semejanza (quisiéramos decir que también por su tamaño, pero estaríamos mintiendo).

34¿Habrán sido esas imágenes de machos y mujeres tragándose el jugo calentito del porongo lo que escandalizó al comendador colonial? Algunos comentaristas dicen que todo el asunto le traía malos recuerdos de cuando fue capturado por los tehuelches en uno de sus viajes a la Patagonia, ocasión en la que lo habrían iniciado en vicios de los que no quiso dejar testimonio (¿Tomaban mate los tehuelches? Tengo que investigarlo).

35El mate sobrevivió y pasó a formar parte de la sociabilidad popular y de los dispositivos de seducción. Si alguien pregunta: “¿Tomamos mate?” y le contestan: “Y.... Yerba no hay”, es evidente que se trate de un convite a intimar físicamente.

36Más allá de su origen cucurbitáceo, el mate puede hacerse con diferentes materiales: los hay de chapa enlozada (jarritos muy tradicionales también) y los hay, por supuesto, de metal labrado. Son los que ha realizado Valentín Demarco, y que forman parte del video “Cebame” (pero vos ya estás cebado...).

  • 3 Léase: Mauricio Macri La Puta Que Te Parió (preferentemente con ritmo de consigna coreada por una (...)

37Los mates de Valentín son de metal y la boca está muy finamente labrada con filigranas de gran elegancia. El video comienza con una pava sobre una cocina y, como banda sonora, una conversación de dos mujeres, tan insustancial como la que inaugura una de las mejores novelas argentinas. Luego, un plano muestra una repisa de cocina donde hay varios mates, tres de calabaza, uno de madera y uno de metal. Uno de los porongos dice Olavarría, el otro es más moral y reza “Sin lugar a dudas, mantener vagos nos salía más barato que mantener ricos” acompañado de la firma MMLPQTP3, en referencia a la afirmación del presidente del período denominado “era del Zorrito”, quien había dicho que los planes sociales sólo servían para mantener vagos y la respuesta de uno de los funcionarios más prominentes de la denominada “era de Macedonio”, quien le contestó que eso era más barato que su gestión, que favorecía todavía más a las personas pudientes.

38Podría decirse que esa repisa cita el campo de lo popular: están los mates, con su típica lubricidad, está la demarcación (en este caso sí se traza un límite) de lo exterior al campo: el liberalismo, está la propia población (hay que imaginar que por eso se la nombra). Está lo más tradicional (como costumbre y como rasgo de sociabilidad) y en el centro, un mate de metal, cono forma de dildo, boca labrada, sobre un pie también de metal. Una mano lo agarra y lo saca de plano. Se intercalan primeros planos del mate de metal y de la pava con el agua ya caliente, y luego se ve el mate chorreando una sustancia gelatinosa y transparente. Hay que aclarar que las imágenes son de una calidad extraordinaria, tanto en lo que se refiere a la iluminación como al equilibrio de los planos. Una estetización extrema de un hecho cotidiano o lúbrico como preparar un mate. Mateemos. Cebame. Hagamos un arte a partir de eso.

39Suena un rasgueo de guitarras y vemos un plano cenital de la boca del mate, los hermosos labrados en primer plano, algo de yerba ya dispuesta en el fondo, sobre un fondo rosado que cubre toda la pantalla y que pronto identificamos como piel humana. El mate está inserto (no puede haber otra explicación) en un ano. El porongo ha encontrado su lugar. Una mano sigue llenando el agujero con yerba.

40El siguiente plano muestra la inserción del mate en un ano, de perfil. No es el mate de metal que estaba en la repisa y que chorreaba, ahora lo comprendemos, gel lubricante, sino otro más pequeño, pero de boca más ancha. En planos sucesivos se procede al llenado con yerba de los mates. La cuchara entra en el agujero y descarga la yerba. Luego se la humedece con la pava o el termo y se inserta la bombilla para terminar la preparación.

41Siguen tres escenas puntillosamente fotografiadas. Un hombre y una mujer en la cama miran sus celulares y toman mate del culo erguido que está entre los dos. Apenas si se miran, comentan cosas que ven en las pantallas, alternan el chupado de bombilla. En la siguiente escena, el culo-mate reposa a medias en el regazo de un hombre y a medias en el apoyabrazos de la silla en la que está sentado, vistiendo pantalón corto de cuero, borceguíes y arnés. Enfrente, en un sofá, duerme un perro. La luz que entra por el ventanal es exquisita. El hombre (un artista, dj, etc.) sorbe y mientras tanto, acaricia las nalgas del yacente.

42Ya no veremos más la boca del mate, abierta y en proceso de llenado, sino un cuerpo inerte del cual diferentes manifestaciones de ¿pueblo? disfrutan sorbiendo el líquido del mate inserto en el ano (que es, por supuesto, el del artista, el “chico éste”, Valentín Dimarco). Las dos mujeres que hablaban al comienzo aparecen ahora en la cocina, donde el cuerpo yace en una mesa (cuelgan el torso y la cabeza, que nunca se ve). Conversan de banalidades y toman mate, alternativamente. En la escena final, un exterior, un hombre toma mate dentro de un auto, al costado de una autopista.

43El video, nos había dicho la Dueña de la Casa de Techo Bajo, acaba de ser comprado por uno de los museos más prestigiosos de la Gran Ciudá, junto con los objetos asociados, los mates de metal que Valentín Demarco llama “mates culeros”.

*

44¿Qué hemos visto en ese fin de fiesta en un lugar sin nombre, de la mano de una mujer exquisita, sabia y generosa? Yo digo, en la mitad de la noche posterior, cuando me despierto exaltado: un acontecimiento.

45Un acontecimiento es algo inesperado que no puede explicarse como consecuencia previsible de otra cosa. Algo que corta el tiempo, que hace saltar el pensamiento por los aires. El video de Valentín Demarco traza el dibujo del pueblo que falta, el pueblo que vendrá, el pueblo en marcha.

46Pero además, el video nos hace pensar en la intersección de dos conjuntos o clases. Por un lado la clase “cultura rural”, con sus figuritas, sus manías, sus formas de hablar, sus canciones y sus claroscuros. Por el otro, el conjunto “placer anal”, con sus herramientas, sus profundidades, sus dilataciones y sus claroscuros.

47El mate, central en ambas demarcaciones, aparece descolocado de sus sentidos habituales. No se trata ya de la oralidad (de chupar el jugo del Porongo) sino de algo todavía más íntimo, más profundo, más vinculante: chupar, sí, pero del ano.

48En la lengua popular, todo lo relacionado con el ano se corresponde con lo bajo, con lo infame, y su tratamiento lingual caracteriza a las personas rastreras en las que no puede confiarse (“chupaculo”). Cuando se quiere insultar a una persona, desafiando sus posiciones y sus juicios, rebajándola hasta niveles de ignominia, se le dice: “¿Sabés qué? ¡Chupame el orto!”. En ese registro, la parte postrera del cuerpo masculino es índice de degradación. Su parte frontal, en cambio, conserva los atributos del poder, a los que sintetiza: en lenguaje carcelario (que en esto es equivalente al pensamiento hegeliano), el Poronga es el que ejerce la autoridad, el jefe máximo.

49Hay que buscar fuera de ese registro los sentidos gloriosos y sublimes del ano. Por ejemplo, en la ética neobarroca que se deduce de Severo Sarduy, quien propuso una cosmología barroca para explicar, retomando a Lezama Lima, lo americano. Sostuvo que la forma barroca por excelencia es la elipse, que tiene dos centros: un centro visible (el sol) y un centro invisible (el ano). El neobarroco sería lo que permite visibilizar el centro oculto.

  • 4 Sarduy, Severo. Ensayos generales sobre el barroco, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 198 (...)
  • 5 “Para elucidar el campo simbólico del barroco, la "retombée" se define como oposición de dos form (...)

50Me gustaría conversar con Valentín Demarco sobre los Ensayos generales sobre el Barroco4. Comentarle apenas que, al postular la elipse como diagrama del mundo (desde el barroco hasta nuestros días)5, no sólo reemplaza la temporalidad lineal por una espiralada e impugna la homogeneidad espacial (porque la multiplicación de los centros dilata el espacio), sino que hace de la ausencia de potencia o virilidad expansiva con la que Hegel había caracterizado a los “pueblos sin historia” el centro centrípeto (y dilatado) de las múltiples moradas (las múltiples historias y los “mundillos”), “una expansión irregular cuyo principio se ha perdido y cuya ley es informulable” (pág. 41).

  • 6Barroco va de la a a la o: sentido del oro, del lazo al círculo, de la elipse al círculo; o al r (...)

51Sarduy cita sólo por metonimia aquello que durante siglos constituyó, al mismo tiempo, el centro de la soberanía y el centro (naturalmente, heteronormativo) de los cuerpos (“el paso de Galileo a Kepler es el del círculo a la elipse, de lo que está trazado alrededor del Uno a lo que está trazado alrededor de lo plural”, pág. 151n6). Funda, en ese sentido, un cuerpo nuevo, un cuerpo desproporcionado o que falta en su lugar. Un cuerpo áfalo, acéfalo (como el cuerpo descabezado de Valentín Demarco en “Cebame”):

Queda, como simple confirmación y regreso del barroco -pero esta vez no se trata de un barroco trasplantado, sino de "origen" ya sudamericano-, la reactualización del trabajo de grupo, el sueño evangélico de la colectividad, la organización celular de un orden ideal (pág. 103)

  • 7 Alberto Moreiras, “Despatriación y política en la novela de Severo Sarduy”, Revista de Crítica Li (...)

52Se trata de la desdenominación, de lo que “no tiene nombre” porque es un acontecimiento inesperado que desborda las clases de nombres heredados. Esa desdenominación pareciera “la instancia a partir de la cual puede lograrse una perspectiva politica que liquide todas las luchas a muerte entre padres e hijos en la historia”.7

53Como la Patria, también el Nombre es un lugar. Pero hay rituales que hacen saltar por el aire las coordenadas y se abren (como el ano que recibe el mate) a nuevos experimentos corporales. El video de Valentín Demarco ilumina con la gloriosa luz del sol el ritual mediante el cual se comparte un ano del cual se chupa y, aún en su minimalismo, cita por la vía del metal labrado, de los tatuajes, de los accesorios, las historizaciones propias de la morfología barroca, y de su ética asociada.

*

54Viajo de nuevo a La Población, pero esta vez en auto. “Hay algo que quiero que veas”, me escribió la Dueña de la Casa de Techo Bajo. Voy con tiempo suficiente como para detenerme en la ruta tantas veces cuantas quiera. En las estaciones de servicio cargo el termo con agua caliente, y me detengo en los bordes de la ruta cuando veo que hay paisanos trabajando en el campo, cerca de los alambrados. Dibujo torpemente las escenas en mi bloc de hojas canson mientras tomo mate, que he preparado en un mate culero que conseguí para estas circunstancias de posibilidades infinitas.

55Miro a mi alrededor. El campo. El andar distraído de los caballos desocupados, bamboleando sus ancas. Una bandada de loros. El ronroneo de los camiones que pasan cargados de fardos, de ganado, de maquinaria agrícola. El grito temerario de un tero. Los paisanos. En cada cuerpo adivino ahora una relación posible con un mate culero. Una relación que todavía no tiene nombre.

56Ni interior a un pacto comunitario ni exterior, la potencia del ritual del mate culero se nos revela como liminar, mestiza, desarriagada, despatriada o sin techo (Heimatlosigkeit), innombrable (Namenlosen). El mate, en esas secuencias, es un operador de pensamiento y “Cebame” es una meditación filosófica sobre el cuerpo, el goce sexual, los centros de la masculinidad, el andar cebado, lo que se entiende por pueblo y por popular, la inocencia y la picardía criolla.

57Nada de lo que muestra “Cebame” nos había sido ajeno, pero nunca lo habíamos visto con la claridad denotativa que Valentín Demarco quiso imponerle a su video. Quien pronuncia ese enunciado (orden o pedido) que transforma el mundo para siempre ya no es el mate sino el ano que lo contiene y lo abraza. Y el ritual del mate se despega de la felación pretérita para abrasar la causa del anilingus.

58No se me ocurre un umbral más nítido para decir de algo que aspira al “arte de verdad”, una verdad tomada por asalto por un lugar inesperado.

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Notas

1 El video se llama “Cebame” (2019), dura 8' 40'', su autor es Valentín Demarco (1986) y está disponible (al 04.08.2023) en https://vimeo.com/islaflotante/cebame. El MALBA compró la obra y los objetos con ella asociada, lo que lo devolvió al primer plano que merecía desde el comienzo.

2 Men Art Work puede verse acá: https://vimeo.com/127075420

3 Léase: Mauricio Macri La Puta Que Te Parió (preferentemente con ritmo de consigna coreada por una multitud).

4 Sarduy, Severo. Ensayos generales sobre el barroco, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1987

5 “Para elucidar el campo simbólico del barroco, la "retombée" se define como oposición de dos formas -el círculo de Galileo y la elipse de Kepler-, y sumariamente, como marca de otra oposición -la de dos teorías cosmológicas actuales: el big bang y el steady state-, en unas pocas obras de hoy” (pág. 147).

6Barroco va de la a a la o: sentido del oro, del lazo al círculo, de la elipse al círculo; o al revés: sentido de la excreción -reverso simbólico del oro- del círculo al lazo, del círculo a la elipse, de Galileo a Kepler” (pág. 151)

7 Alberto Moreiras, “Despatriación y política en la novela de Severo Sarduy”, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 14: 27 (Lima: 1988), pp. 167-174.

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Para citar este artículo

Referencia electrónica

Daniel Link, «Vos ya estás cebado»Cuadernos LIRICO [En línea], 27 | 2024, Publicado el 20 julio 2024, consultado el 02 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/lirico/16112; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/122gl

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