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Textos históricos

Los debates entre la historia y la psicología: un recurso para comprender la actividad en situación de trabajo

Os debates entre a história e a psicologia: um recurso para compreender a atividade em situação de trabalho
Les débats entre l’histoire et la psychologie, une ressource pour comprendre l’activité en situation de travail
The debates between history and psychology: a resource to understand the activity in work situation
Régis Ouvrier-Bonnaz
Tradução de Fernanda Romero (fernandaromero.trad@gmail.com)
Este artigo é uma tradução do:
Os debates entre a história e a psicologia: um recurso para compreender a atividade em situação de trabalho [pt]

Notas da redacção

Manuscrito recibido en: 22/01/2021
Aceptado tras peritaje en: 18/02/2021

Texto integral

  • 1 El proyecto de una enciclopedia fue iniciado por De Monzie, ministro de la Educación nacional, en 1 (...)

1En el texto Psychologie et histoire, sacado a la luz en 1938 en el tomo VIII de la Encyclopédie Française [1], La vie mentale, coordenado por el psicólogo Henri Wallon (1879-1962), el historiador Lucien Febvre (1878-1956) se cuestiona sobre la posible colaboración entre los historiadores y los psicólogos: “¿cómo podríamos los historiadores ayudarnos a nosotros mismos a interpretar los planteamientos de los hombres de antaño, gracias a una psicología resultante de la observación de los hombres del siglo XX? ¿Y cómo podrían ellos, los psicólogos, encontrar, en los datos que la historia les proporciona (o debería proporcionar) sobre la mentalidad de los hombres de antaño, un material con el que enriquecer pura y simplemente una experiencia adquirida en el contacto con sus contemporáneos?”.

2Desde este cuestionamiento, definió la “próxima tarea” de los historiadores y de los psicólogos interesados en una colaboración: “inventariar, primero en detalle, y después reconstruir, para la época estudiada, el material mental de que disponían los hombres de esa época; por un pujante esfuerzo de erudición, pero también de imaginación, reconstruir el universo, todo el universo físico, intelectual y moral en el que se movía cada una de las generaciones que la precedieron”. Febvre concluye así su texto: “Aquí, se trata de integrar una psicología histórica totalmente nueva, aún por crear, en la pujante corriente de una historia que la encauza, como todas las cosas, para el destino de la humanidad – de una humanidad que marcha sin saber hacia lo que tiende”.

3En esa coherencia, para Febvre, cualquier hecho social tiene una naturaleza profundamente psicológica, de ahí la idea de que todo lo que es social es producto de representaciones. Privilegiando el estudio de las representaciones colectivas y de los planteamientos que dan cuenta de ellas, Fabvre hace del término “mentalidades” el concepto unificador de sus investigaciones. Este concepto permite situar las ideas, las obras y los comportamientos de los hombres y las mujeres –lo que constituye la cultura en sentido amplio– en el contexto de su surgimiento, teniendo en cuenta las condiciones sociales en las que surgen y toman forma.

1. Historia de las mentalidades e historia de las sensibilidades, la emoción cuestionada

4Para Jacques Le Goff (1924-2014), uno de los historiadores que se ha interesado por la obra de Febvre, la historia de las mentalidades está así “vinculada a los gestos, a los comportamientos, a las actitudes, articulándose así con la psicología en una frontera en la que historiadores y psicólogos deberían encontrarse y colaborar algún día” (1974, p.89). La historia de las mentalidades, que establece la conexión entre los hombres para constituirlos colectivamente en tanto que sujetos de la historia, favorece un trabajo multidisciplinario: “La mentalidad de un individuo histórico, siquiera fuese la de un gran hombre, es justamente lo que tiene en común con otros hombres de su tiempo” (ídem, p. 78). El historiador de las mentalidades, próximo al etnólogo, “tiene que doblarse también de sociólogo” (ídem, p. 28), ya que “se cruza particularmente con el psicólogo social” (ídem, p. 78). La historia de las mentalidades “se sitúa en el punto de conjunción de lo individual con lo colectivo, del tiempo largo y de lo cotidiano, de lo inconsciente y lo intencional, de lo estructural y lo coyuntural, de lo marginal y lo general. El nivel de la historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y de lo automático, lo que escapa a los sujetos individuales de la historia porque es revelador del contenido impersonal de su pensamiento” (ídem, p. 80). Designa “la coloración colectiva del psiquismo, el modo particular de pensar y de sentir de un pueblo, de un cierto grupo de personas, etc.” (ídem, p. 82). Las mentalidades y la vida material constituyen las bases de cualquier cultura. Para Febvre, esta no puede comprenderse bien si no está relacionada con las condiciones posibles, de ahí la necesidad de situarla en el sistema de instrumentos y de significaciones de los que se releva. Para llevar a cabo esta tarea, que considera “enorme” en su texto de 1938, se pueden adoptar dos vías cardinales de estudio: la de las técnicas y la del lenguaje.

  • 2 Texto que será comentado por Jérôme Martin en el número de Laboreal de julio de 2022, a partir de l (...)
  • 3 Para una historia del concepto de emoción en psicología en los siglos XIX y XX (Ribot, Janet, Wallo (...)

5En ese mismo año de 1938, Febvre se interesa por lo que denominó “la vía afectiva y sus manifestaciones” (1938/1943, p. 79) [2] para interrogar las conexiones que pueden establecerse entre la sensibilidad y la historia. Para establecer estas conexiones, moviliza el concepto de emoción del que especifica el marco con referencia a un texto de Wallon también publicado en la Encyclopédie Française (1938). “En las civilizaciones que se encontraban en proceso de desarrollo, se podía asistir a ese largo drama de la represión más o menos lenta de la actividad emocional por la actividad intelectual; al principio, las únicas capaces de realizar entre los individuos la unidad de actitudes y de conciencia de donde ha podido nacer el comercio intelectual y su primera técnica, han entrado después en conflicto con los nuevos instrumentos de relación que sólo ellas habían hecho posible la creación. Y cuanto más se han desarrollado las operaciones intelectuales en los entornos sociales en los que todas las relaciones entre los hombres se encuentran cada vez mejor reguladas por las instituciones o por las técnicas, más fuerte se ha hecho la tendencia de considerar las emociones como una perturbación de la actividad” (ídem, p. 83-84). Para Febvre, el concepto de emoción, al establecer la conexión entre la historia de las mentalidades y la vida afectiva, permite “comprender un poco mejor la actitud de los hombres de antaño y quizás incluso definir un método de investigación” (ídem, p. 84). El estudio de las emociones como forma de acceso a la vida afectiva permite regresar a las primeras determinaciones de las sociedades y, por lo tanto, de la mujer y del hombre en sociedad, teniendo en cuenta la construcción de lazos entre el individuo y la sociedad [3].

6Para Febvre, tener en cuenta las emociones permite comprender la génesis de la actividad humana. Llevado a discutir como historiador la posición de la emoción en la psicología de Wallon, especifica:

  • 4 Las palabras en cursiva de esta cita son de la iniciativa del autor. Febvre retoma aquí la descripc (...)

“las emociones, contrariamente a lo que se piensa cuando se las confunde con simples automatismos de reacción al mundo exterior, tienen un carácter particular del que el hombre que se ocupa de la vida social de sus congéneres no puede ahora abstraerse. Las emociones se contagian. Implican relaciones de hombre a hombre, relaciones colectivas. Nacen, sin duda, en un fondo orgánico, específico para un determinado individuo y, a menudo, con motivo de un acontecimiento que afecta solamente a ese individuo o que, por lo menos, lo afecta con una particular gravedad o violencia. Pero ellas se exprimen de una cierta manera; si se quiere, quizás su expresión sea el resultado de una tal serie de experiencias, de vida común, de reacciones semejantes y simultaneas al choque de situaciones idénticas y de contactos de la misma naturaleza; es asimismo el fruto, si se prefiere, de una tal fusión, de una tal reducción reciproca de sensibilidades diversas, que rápidamente adquieren el poder de provocar en todos los presentes, por una especie de contagio mimético, el complejo motor afectivo que corresponde al acontecimiento surgido y sentido por tan solo uno. Y así, poco a poco, las emociones, asociando diversos participantes que son alternadamente iniciadores y seguidores, acaban por constituir un sistema de incitación interindividual que se diversifica según las situaciones y las circunstancias, diversificando, de una sola vez, las reacciones y la sensibilidad de cada uno. Y esto, tanto más que el acuerdo así establecido, de que la simultaneidad así regulada de las reacciones emotivas que se muestran susceptibles de otorgar al grupo una mayor seguridad o una mayor potencia – la utilidad pronto pasaría a justificar la constitución de un verdadero sistema de emociones. Y ellas se convirtieron como que en una institución” (1941, p. 194-195) [4].

7Fevbre ha subrayado que, para Wallon, las emociones, que constituyen “una nueva fórmula de actividad”, favorecen la articulación entre problemática sabia y problemática social. Wallon parte del postulado de que el trabajo y sus formas de organización constituyen la matriz de la historia social en la que se inscribe el desarrollo de hombres y mujeres. El punto de partida de toda educación es el trabajo, la “industria humana” (Malrieu, 1981). La actividad es y hace historia en la medida que nos permite comprender como hombres y mujeres se desenvuelven para hacer lo que tienen que hacer en el mundo. De pronto, se impone una cuestión: ¿cómo puede el concepto de actividad, entendido como uno de los conceptos fundadores de la psicología, cuando es aprehendido por parte de la antropología, penetrar en el campo de la historia para desencadenar y enriquecer el diálogo entre ambas disciplinas?

2. El oficio bajo la mirada cruzada de la psicología y de la historia, la actividad en el trabajo

8El ejemplo que se ofrece para intentar responder a esta cuestión procede de un estudio, realizado a petición del servicio de investigación de los correos franceses, y respecta al oficio de jefe de equipo (Ouvrier-Bonnaz & Prot, 2006). Uno de los ejes de la investigación para estudiar este oficio de jefe de equipo en la distribución, se refiere a la clasificación general del correo (CG) realizada por los carteros para preparar sus recorridos. Antes de la mecanización de la clasificación del correo, introducida en los centros de clasificación en el inicio de los años dos mil, la CG era, pues, realizada por el equipo de carteros bajo la responsabilidad del jefe de equipo. El objetivo de ese trabajo colectivo, con una hora de duración, era seleccionar el máximo de correo para evitar retrasos en la distribución a los usuarios, debiendo el jefe de equipo velar para que el conjunto de correo fuera seleccionado y enviado el mismo día. Lo que está en juego es la gestión de los flujos; los flujos del correo y el flujo del movimiento de las personas para evitar el “desorden”, con el fin de mantener una cierta eficacia.

  • 5 A este respeto podemos referirnos al estudio que Sophie Aubert (1996) ha consagrado a los pintores (...)

9Con ocasión de este trabajo colectivo impuesto, que obliga a cada uno a colocarse en consonancia, lo que primero llama la atención del observador es la coordinación de los movimientos en espacios reducidos, cada vez más abarrotados a medida que avanza el trabajo (plásticos, papeles en el suelo, cartas amontonadas...). En este marco, en el que las intervenciones verbales son escasas, la exactitud de los gestos realizados, la rapidez y la eficacia de los desplazamientos, evitando que los cuerpos se toquen, permiten regular la actividad colectiva e individual. Si este movimiento coordenado implica habilidades individuales y saberes colectivos, ya su dominio no lo explica todo, en particular a nivel de la coordinación del conjunto de movimientos que garantiza la eficacia [5]. En respuesta a nuestra observación sobre este movimiento, una especie de ballet que se despliega ante los ojos del observador, un director de un centro de clasificación confesó que había renunciado a participar en el trabajo colectivo porque no encontraba su lugar en él y sentía dificultad para insertarse en el movimiento general, incluso afirmando que tenía la impresión de molestar, subrayando así su dificultad de participar en un género profesional que no era el suyo y, de este modo, compartir lo que los carteros podían vivir y sentir en esa fase de trabajo colectivo.

10Los desplazamientos, establecidos y puestos en práctica en la clasificación general, de los que cada uno guarda memoria, se enmarcan en un escenario gestual por todos conocido y en relación con el cual Febvre, en su comentario sobre la emoción en Wallon, nos da las llaves para comprender su naturaleza y su papel. Una obra colectiva, socialmente construida, que actúa por contagio hasta convertirse en una institución que facilita el arranque matinal, permitiendo a cada uno superar, cada uno a su manera, pero juntos, los conflictos susceptibles de ser generados por las diferencias entre el trabajo colectivo y el individual característicos de los oficios de la distribución postal, en un espacio reducido en el que se exacerban las tensiones entre los diferentes actores.

  • 6 Una película realizada en 1998, en el transcurso de un estudio, por el laboratorio APTS-Recherche d (...)

11De cierto modo, en este escenario que conecta a las personas en la realización de una tarea común, lo que afecta a cada uno puede ser mediatizado, corporal y socialmente, por el placer vinculado a la perfección del movimiento y a la eficacia resultante del mismo. Cuando la integración de todos en ese movimiento es exitosa, emerge incluso una cierta belleza que legitima el recurso a las referencias artísticas en las que la TG se compara con una coreografía [6]. Lo que está en juego en este movimiento tiene una historia que se enmarca en la historia del oficio: lo que los trabajadores hicieron de él y la representación colectiva que hacen de él. Para entender cómo cada persona, al mismo tiempo, construye y se emancipa de la relación social con el trabajo, pero también de las invariantes subjetivas y operativas de estar movilizado en situación, es útil estudiar “esta historia” para ver cómo cada persona se enmarca en ella y de ahí retira recursos para actuar. Paul Bouffartigue y Jean Vandewattyne, en un reciente estudio realizado en cinco países europeos, titulado Facteurs en Europe, ponen de relieve cómo la actual fisión entre las actividades de clasificación preparatoria de la jornada, por un lado, y la distribución, por otro, ha desestabilizado la figura profesional de los carteros. De ahí que se pregunten: “¿Qué papel desempeñan los procesos de liberalización de las actividades postales, en paralelo a una serie de otras mutaciones técnico-organizativas, en la puesta en peligro de este oficio?” (2020, p. 11).

  • 7 Los de Fernand Braudel (1986) y los de Rolande Trempé (1971).

12Jacques Curie y Raymond Dupuy nos proponen un posible camino para aclarar este cuestionamiento. Estudiando la evolución de las concepciones normativas de la relación del hombre con el trabajo y con su organización, movilizan el trabajo de los historiadores [7] para demostrar que estas concepciones corresponden a “intentos de conciliar dos solicitudes contradictorias de unidad: la de la organización, de sus estructuras y de sus componentes; y la del trabajador, de sus funciones psicológicas y de sus diferentes tiempos y lugares de vida” (1996, p. 141). Para estos autores, si los psicólogos y los historiadores de las formas materiales y sociales del trabajo se encuentran a veces, lo hacen “fugazmente, como viajeros en las pasarelas mecánicas asincrónicas de un lugar público” (ídem, p. 141). Los lamentos de estos autores no son de circunstancia. A mediados de los años sesenta, la creación del Centre Interdisciplinaire d’Études Urbaines (CIEU), que reúne a historiadores y psicólogos, pero también a geógrafos, sociólogos y demógrafos en la Universidad de Toulouse, había permitido a Curie establecer con Violette Hajjar (1987) las bases del “sistema de actividades”, cuya contribución al desarrollo de la psicología no requiere demostración. De hecho, permite estudiar el entrelazamiento de los determinismos sociales externos y el determinismo interno, personal, susceptible de facilitar la comprensión de cómo cada uno hace para enfrentar sus obligaciones en sus diversos contextos de la vida y cómo estos interactúan.

3. Para concluir sobre el lugar que ocupa el concepto de emoción en el diálogo entre disciplinas

  • 8 Véase también sobre la cuestión de la emoción en conexión con el trabajo, el artículo de Cahour & L (...)

13Philippe Malrieu, en la continuación de los trabajos de Wallon, ha bien subrayado que, si la emoción es, en el centro de la vida psicológica, una función de redistribución y de reorientación de los comportamientos que “permite la inflexión del comportamiento en función de los cambios y sobre todo de las reacciones de los demás (...), no es, sin embargo, absorbida en el seno de la conducta de adaptación (...). Los numerosos fallos de la emoción son prueba de ello y si hay emociones de arranque que implican actitudes de preparación y de espera, también las hay de descalabro” (1963, p. 128-129). Para Clot, que se enmarca en la tradición de las obras de Malrieu, “la misma y única sensación de estar a merced o, por el contrario, de triunfar en una situación, puede ser expresada por diferentes emociones, al igual que la misma emoción puede servir de expresión a diferentes sensaciones. Llorar de alegría o reír de miedo lo demuestra bien” (2017, p. 185). La emoción, resultado de una desorganización orgánica, hace visible y observable el afecto: la emoción toma, pues, forma en el afecto – surgiendo este en el punto de conflicto entre la experiencia ya vivida y la experiencia en proceso de serlo. De ahí la constatación de que “si los afectos pasan por el cuerpo, no proceden de él. Provienen de la actividad que vincula al sujeto con lo real” (ídem, p. 186). Es en el contacto con lo real que resiste, que el afecto remata da emoción en y por la actividad y facilita el anclaje de los sentimientos de ahí resultantes en la realidad social, haciendo así que estos últimos –haciéndolos discutibles entre pares– sean posibles instrumentos para superar los conflictos encontrados en la acción [8].

14Françoise Parot (1996), al constatar el fracaso institucional de la psicología histórica de Ignace Meyerson (1888-1983) para subrayar la dificultad del trabajo interdisciplinario, único garante del “saber plural”, apela a la modestia. Del lado de la historia, Damien Boquet y Piroska Nagy (2016), revisitando la “historia de las emociones”, se cuestionan si el programa de historia de la sensibilidad del que Febvre establece las grandes líneas no es demasiado ambicioso para llevarlo a cabo bien. Más allá de estas constataciones, quizás sea el momento de reflexionar sobre la necesidad de obtener los medios para abrir, del lado de la psicología, nuevos locales para “excavar” las pistas existentes y abrir nuevas vías para facilitar y desarrollar la colaboración entre disciplinas, sin menospreciar la dificultad de tal trabajo. Ese es el sentido de esta contribución en la que revisitamos una página de la historia de la psicología para re-cuestionar las conexiones entre la psicología y la historia a partir del texto fundador de Lucien Febvre. Pese algunas aperturas (Bonnefond, 2019; Clot, 2021; Bonnemain & Tomàs, 2021), el interés por desarrollar el diálogo entre psicólogos e historiadores está aún lejos de imponerse en el campo de la psicología para comprender mejor lo que hacen realmente las mujeres y los hombres en el trabajo. Los ergónomos y los psicólogos del trabajo tienen, desde luego, un importante papel que desempeñar para aclarar, siguiendo la estela de Lucien Febvre y Henri Wallon, el interés epistemológico de una colaboración entre psicólogos e historiadores. La psicología debería aprovechar estos debates.

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Bibliografia

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Notas

1 El proyecto de una enciclopedia fue iniciado por De Monzie, ministro de la Educación nacional, en 1932, y la dirección científica fue confiada al historiador Lucien Febvre, un próximo del psicólogo Henri Wallon que coordinó el tomo VIII en el que figura el texto comentado.

2 Texto que será comentado por Jérôme Martin en el número de Laboreal de julio de 2022, a partir de la versión publicada en 1941 y republicada en Combats pour l’histoire (edición de 1992).

3 Para una historia del concepto de emoción en psicología en los siglos XIX y XX (Ribot, Janet, Wallon y Malrieu), véase la tesis de Nadine Poussin (2014).

4 Las palabras en cursiva de esta cita son de la iniciativa del autor. Febvre retoma aquí la descripción de Wallon de la constitución del proceso a través del que se modela, en el seno de una colectividad, un sistema de emociones - Tomo VIII de la Encyclopédie Française (ref. 8. 24-6).

5 A este respeto podemos referirnos al estudio que Sophie Aubert (1996) ha consagrado a los pintores de aeronáutica.

6 Una película realizada en 1998, en el transcurso de un estudio, por el laboratorio APTS-Recherche da Université de Provence, “Les compétences à la Poste: outils, stratégies, activités ”, una parte de la cual trata de la competencia del jefe de equipo en el Centre de Distribution Courrier (CTC), nos permite ver esta coreografía en belleza.

7 Los de Fernand Braudel (1986) y los de Rolande Trempé (1971).

8 Véase también sobre la cuestión de la emoción en conexión con el trabajo, el artículo de Cahour & Lancry (2011) o, asimismo, en sociología, Fortino (2015).

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Referência eletrónica

Régis Ouvrier-Bonnaz, «Los debates entre la historia y la psicología: un recurso para comprender la actividad en situación de trabajo»Laboreal [Online], Volume 17 Nº1 | 2021, posto online no dia 18 junho 2021, consultado o 09 fevereiro 2025. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/laboreal/17535; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/laboreal.17535

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Régis Ouvrier-Bonnaz

Groupe de Recherches sur l’Histoire du Travail et de l’Orientation (GRESHTO); Centre d’Études sur le travail et le développement (CRTD); Centre National des Arts et Métiers (CNAM), INETOP, 41 rue Gay Lussac – 75 005 Paris. regis.ouvrier-bonnaz@lecnam.net

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