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MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS. CLASE, GENERO Y RESISTENCIA CAMPESINA EN LA REGIÓN CAFETERA DE CUNDINAMARCA (1900-1930) (Segunda Parte)

Michael F. Jiménez
p. 71-84
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HACIENDAS MAS GRANDES DE LA LADERA OCCIDENTAL:

  • 46 Para un ensayo útil sobre el problema de la mujer como objetos de intercambio sexual, ver Gayle R (...)

1No es de extrañar que la resistencia de los campesinos pobres, y de los hombres en particular, haya ocurrido dentro del marco de la ideología de género elaborada por las clases altas e incorporada a la cultura campesina desde mediados del siglo XVI en adelante. Sin descontar el afecto y respeto mutuos entre los sexos, que seguramente existía entre los campesinos, los hombres campesinos aceptaron el modelo patriarcal, en particular la propuesta de que las mujeres eran dominadas por una sexualidad casi demoniaca la cual las hacía diferentes de los hombres y que era necesario considerarlas en última instancia como posesiones de estos. Esta visión parece haber dado a los hombres campesinos mucha libertad para usar sus mujeres en la compleja batalla psicológica librada contra los caficultores de la vertiente occidental a comienzos del siglo XX. En ciertas ocasiones colaboraron en las depredaciones sexuales de sus amos. Las juerga que a veces acompañaban las visitas de los propietarios a sus haciendas incluían encuentros íntimos, a menudo forzados, con las mujeres campesinas, arreglados por los hombres campesinos (46). Al empeñar sus mujeres a los hacendados y los administradores, estos hombres pueden haber esperado ganarse favores o privilegios. Pero tal vez había, en estos intercambios, algo más que reverencia; pudo haber sido una sensación de poder en el cual las pasiones de los jefes los habían hecho vulnerables a las manipulaciones de aquéllos que suministraban los instrumentos de su placer. Los amos en su lujuria se encontraban, entonces, momentáneamente en desventaja en comparación con los hombres de clase baja.

2Generalmente, sin embargo, los hombres campesinos buscaban “proteger” a sus mujeres, lo cual significó como mínimo alejarlas de sus propios deseos e intereses. Irónicamente, la presunción central del modelo patriarcal que el valor de un hombre dependía de su habilidad para poseer mujeres, bien sea compañeras o hijas, enfrentó directamente a los hombres campesinos con sus superiores en la escala social. En el alevoso ambiente social de las grandes haciendas, la sexualidad depredadora de los hacendados y mayordomos puso en riesgo la autoestima masculina. Por lo tanto los hombres campesinos se encontraban en un estado continuo de alarma acerca de los avances sexuales a sus mujeres por aquéllos en el mando. Al llegar los años 20, la situación probablemente era más volátil que nunca porque los terratenientes ausentistas habían virtualmente dejado de cultivar las intimidades del paternalismo, así que la salvajez intrínseca de las relaciones de clase se tornaron aún más evidentes. Los hombres campesinos intentaron impedir dichas intrusiones en sus familias, ocultando a las jóvenes de los hacendados y mayordomos, haciendo lo posible por excluir a las mujeres de lugares de trabajo sin supervisión familiar, y reportando incidentes escandalosos a las autoridades. Cuando estas tácticas no funcionaron, hicieron llamados a los poderes sobrenaturales para protegerlas. Por ejemplo, al acercarse un propietario o administrador, los hombres comenzaban a cantar para prevenir a las mujeres y clamar por la intervención de los espíritus en la batalla contra los amos.

  • 47 Este sonsonete fue cantado durante entrevistas con campesinos ancianos en Viotá en 1980. También (...)

Cascabel, cascabelito Entre la caña andando A morder el pie del capataz Que pisó mi rosal (47).

3Mientras que se apoyaban en los derechos inherentes al patriarcado para luchar contra los hacendados y sus representantes, los hombres campesinos también estaban en alerta contra las amenazas a sus mujeres provenientes de otro frente. Los jefes de las unidades familiares de los estancieros, que rápidamente se tornaban en las instituciones campesinas más duraderas y estables en la ladera occidental, especialmente temían a los labriegos migrantes; el tiempo de la cosecha era un período especialmente tenso, durante el cual los encuentros sexuales y los embarazos parecen haber aumentado.

  • 48 Ver nota 4.
  • 49 Existe evidencia impresionista respecto de la crisis en el altiplano cundiboya-cense, pero hasta (...)
  • 50 Para una discusión de estas formas de intimidad sexual y organización familiar, ver Gutiérrez de (...)

4Aunque tanto las élites como los hombres campesinos compartían la visión de una familia dominada por el varón, este ideal patriarcal nunca logró afianzarse en su totalidad. Las tasas de ilegitimidad en la ladera occidental se mantuvieron en un nivel elevado durante el periodo; en 1906, el 75 por ciento de los nacimientos en Viotá eran ilegítimos, sufriendo una leve disminución al 63 por ciento a finales de los años 20 (48). Una proporción tan alta de dichos nacimientos puede deberse a la posición subordinada de las mujeres de clase baja en la región y a la fragilidad de las instituciones que velaban por sus intereses como esposas y madres, una opinión articulada por Jesús del Corral y otros en las primeras décadas del siglo XX. Por otro lado, los nacimientos ilegítimos pueden haber reflejado las decisiones de las mujeres de entrar en relaciones con hombres en las cuales ellas poseían una mayor autonomía personal, tanto en lo privado como en lo público. Algunas mujeres campesinas parecen haber calculado las posibilidades para protegerse y mejorar su posición por medio de intimidades con propietarios y mayordomos. Las visitas de los cafeteros con sus pandillas de amigos no sólo rompían la monotonía de la vida en las plantaciones, sino también daban oportunidades para el ofrecimiento de favores sexuales por parte de las campe-simas jóvenes a cambio de bienes materiales —tales como un par de zapatos o un vestido— o para escaparse a una vida potencialmente mejor en la ciudad como sirviente, costurera o prostituta (49). Las posibilidades para lograr estos cambios en la fortuna de mujeres jóvenes quienes enfrentaban una vida de absoluta miseria y desgracia no eran siempre fáciles de prescindir. De esta manera, a pesar de los evidentes peligros para las mujeres campesinas que buscaban autonomía por medio de intimidad con aquéllos más poderosos que ellas, su consentimiento a dichas relaciones representaba otra divergencia de las normas sociales del patriarcado, su desafiante dominación por parte de hombres campesinos que se consideraban avergonzados y deshonrados por estos encuentros (50).

5La aparente anomalía de estas decisiones de las mujeres campesinas, en las cuales el patriarcado tenía tan fuerte influencia en la imaginación de ricos y pobres por igual, se puede explicar a varios niveles.

  • 51 Debe notarse que la tasa de ilegitimidad en el altiplano permaneció sorpresivamente baja tanto en (...)
  • 52 Gutiérrez de Pineda sugiere que este era un patrón que se desarrolló dentro del tradicional orden (...)

6En primer lugar, las mujeres campesinas recurrían a una ideología de género alternativa, con profundas raíces históricas. Antes de la conquista, las mujeres de los populares altiplanos occidentales habían tenido una autonomía sexual y una independencia económica considerables. El proyecto patriarcal de la sociedad colonial pretendía rediseñar las relaciones de género, a medida que los terratenientes eclesiásticos y hombres campesinos imponían límites a la vida pública y privada de las mujeres, aunque la solidez de la familia dominada por el hombre impuesta por las élites europeas y la iglesia católica fue socavada al principio del período colonial por la baja en la población, la transferencia de hombres a trabajos lejos de sus aldeas y la dependencia del trabajo femenino en la economía doméstica. Probablemente las instituciones patriarcales se cristalizaron con el surgimiento demográfico y la prosperidad económica de los altiplanos durante el siglo XVIII, aunque en la segunda mitad del Siglo XIX el estancamiento económico y la expansión demográfica causaron un desplazamiento del campesinado y probablemente un debilitamiento de la familia dominada por el varón entre los campesinos pobres (51). A pesar de varios siglos durante los cuales un campesinado del altiplano relativamente estable dentro de un orden señorial surgió en la región cafetera de Cundinamarca, sobrevivieron los patrones de intimidad y organización familiar que existían antes de la conquista, los cuales se basaban en una igualdad de género relativa y una considerable autonomía de las mujeres. A pesar de severas sanciones, existía un rango de alternativas para mujeres en sus relaciones con hombres, incluyendo encuentros sexuales premaritales, la opción del madresolterismo, matrimonios de unión libre, y el concubinato (52). Estas relaciones permanecieron subterráneas por muchos siglos, operando al margen de una estructura de clan campesino y de un orden social donde regía el patriarcado.

  • 53 Entrevistas con muchos individuos en Viotá sugieren que el “problema de las faldas” era más compl (...)
  • 54 La fuente de información sobre la migración de mujeres y su papel en las grandes haciendas es Cec (...)
  • 55 Esto entró en mi conocimiento debido al historiador y bibliotecario de Viotá, José Genigno Galind (...)
  • 56 Colombia, Anuario estadístico de Colombia, 1936, p. 65-66.
  • 57 Familia y cultura en Colombia, p. 39.
  • 58 Para una discusión de los conflictos entre caficultores y el gobierno Conservador antes de 1930, (...)
  • 59 En contraste con la debilidad de la autoridad de la Iglesia en los distritos con grandes plantaci (...)

7Esta ideología de género alterna, la cual conllevaba mayor autonomía para mujeres de la vida doméstica y en menor grado en la vida pública, floreció durante el establecimiento de la agricultura de exportación en la ladera occidental desde la última cuarta parte del siglo XIX en adelante (53). El patriarcalismo de la familia campesina del altiplano no sobrevivió intacto su trasplante a los distritos cafeteros donde la reafirmación de la conformidad centrada en el clan resultó bastante difícil. Como venían de muchas regiones diferentes del altiplano, estos migrantes no se fusionaron en una sociedad campesina coherente durante varias generaciones de continuo movimiento hacia las tierras de colonización al sudoeste de la capital (54). Además, todos los miembros de la familia generalmente no viajaban juntos a los distritos cafeteros. Más comúnmente, los hombres jóvenes que seguían las cosechas hacían tratos con los propietarios para empleo a largo plazo y luego mandaban por una hermana o prima para ayudar en el cultivo de una parcela y en la preparación de la comida. Muchas mujeres jóvenes también vinieron por su propia cuenta a las plantaciones cafeteras (55). Por lo tanto, los migrantes estaban ingresando a una nueva sociedad donde las presiones de la organización patriarcal estaban bastante disminuidas. Una medida de la debilidad de los clanes dominados por el varón en la región fue la relativa escasez de relaciones de parentesco que hubieran complementado o fortalecido el patriarcado (56). Finalmente, las mujeres jóvenes que venían a los distritos cafeteros seguramente gozaban de cierta ventaja en cuanto a la escogencia de sus parejas, dado el mayor número de hombres que había allí en comparación con las comunidades provenientes del altiplano. Allí, por ejemplo, las mujeres conformaban del 52 al 55 por ciento de la población, mientras que estos porcentajes estaban invertidos en tierra caliente (57). Mientras que la migración misma debilitó las tradicionales estructuras y relaciones familiares, los habitantes del altiplano llegaban a un mundo que sólo quedaba a unos cientos de millas pero era un universo totalmente diferente de las veredas y haciendas que habían dejado atrás. Según Gutiérrez de Pineda, los sistemas familiares influidos por esta ideología se arraigaron en un ambiente ajeno a los controles religiosos y a las presiones sociales que anteriormente habían soportado (58). De hecho, el paternalismo de las élites que había sostenido las relaciones patriarcales entre las clases bajas del altiplano se mostró débil en la ladera occidental. La trinidad de las instituciones paternalistas —terratenientes, Estado e Iglesia— no fue lo suficientemente fuerte y sus diferentes partes no cooperaron suficientemente entre sí para garantizar una población disciplinada y conformista en los distritos cafeteros, especialmente respecto a las ortodoxias de género. El creciente ausentismo de los hacendados que viajaban por negocios o placer en la capital de la nación o en el extranjero dificultó, como hemos visto, que se mantuviera el valor de “moneda” del paternalismo en las plantaciones mismas. Además, la relativa debilidad del poder estatal en las regiones tropicales de Cundinamarca antes de la Gran Depresión explica parcialmente la laxitud social que allí existía, en contraste con el altiplano cundiboyacense. Amargos antagonismos en los distritos de las plantaciones cafeteras entre el régimen Conservador y los propietarios de mayoría Liberal dificultaron la cooperación entre las clases altas orientadas a la exportación y el gobierno para controlar las clases bajas y regular las labores gubernamentales. Hubo fricciones constantes entre los grandes caficultores y las autoridades en cuanto a los impuestos, las obligaciones laborales públicas de los arrendatarios, las responsabilidades para el mantenimiento de las carreteras, y los avalúos de la finca raíz (59).

  • 60 Un ejemplo de las fricciones entre las comunidades predominantemente Liberales en la ladera occid (...)
  • 61 La pequeña burguesía local, que compartía la administración del gobierno local con los gobernante (...)
  • 62 Para una discusión de estas trabajadoras ver Charles Bergquist, Labor Latin America: Comparative (...)
  • 63 Cundinamarca, Informe del administrador principal de hacienda enero 1927, p. 15. Para una discusi (...)

8La tensión persistente entre hacendados y estado tuvo consecuencias trascendentales acerca del cumplimiento de la ortodoxia cultural que había prevalecido en el altiplano cundiboyácense. En primer lugar, la Iglesia católica fue incapaz de imponer la tradicional estructura de dominio de clase en estos distritos. La alianza de amo y clérigo local fue claramente débil en muchas comunidades de la ladera occidental; los pocos curas en la región rara vez atendían a las necesidades espirituales de los pobres, quienes, como lo reportó Jesús del Corral, huían de los misioneros católicos (60). Asimismo, los esfuerzos de la Iglesia por establecer al menos un ápice de ortodoxia en los pueblos cafeteros de la ladera occidental enfrentaron severos obstáculos entre los residentes de mayoría Liberal quienes resultaron ser un grupo indómito (61). Y mientras que los terratenientes se retiraban de sus responsabilidades cívicas en estos distritos a menudo aislados, la pequeña burguesía local llenó el resultante vacío político; estos artesanos, profesionales, y comerciantes a menudo tenían tendencias radicalmente republicanas y anti-clericales (62). También era probable que simpatizaran con los reclamos del campesinado de cuyo poder adquisitivo dependían para su subsistencia (63).

9Con los terratenientes ausentes la mayoría del tiempo, los burócratas gubernamentales incapaces de gobernar efectivamente, y los curas vistos con sospecha, los pobres rurales gozaban a menudo de una independencia relativa, menos estorbados por las instituciones y normas que habían sostenido al paternalismo — y a su vez, al patriarcado— en el altiplano. Además, pudieron encontrar, por lo menos tentativamente, algunas ideas en común con los pequeños burgueses de los pueblos quienes, por interés, si no por temperamento e ideología, eran escépticos acerca de las exigencias del poder tradicional de la élite en Cundinamarca.

10Pero era en las grandes haciendas mismas que el “registro de género”, por así decirlo, fue más dramáticamente reescrito en las décadas anteriores a la Gran Depresión. La adquisición de mayor autonomía económica por parte de las mujeres campesinas fue de la más trascendental importancia, y generó conflictos entre éstas y sus superiores sociales al igual que con sus iguales masculinos. De la misma manera en que el campesinado estaba dividido en cuanto al acceso diferencial a la tierra, a los acuerdos laborales, las destrezas, y a los favores de los hacendados estaba también dividido por género. En consecuencia, los intereses de los hombres y las mujeres campesinos a veces diferían y generaban una ambivalencia de éstas hacia las normas patriarcales.

11En primer lugar, los acuerdos laborales en las haciendas liberaron a las mujeres de los constreñimientos de supervisión familiar. En el altiplano, las mujeres trabajaban generalmente dentro del contexto de la unidad familiar campesina hasta bien entrado el siglo XX. La mayoría de las labores de las mujeres en las grandes haciendas, salvo sus obligaciones de servicio en la casa señorial, se hacían bajo la supervisión de parientes varones. El cultivo de grano y la ganadería permitieron que la familia se mantuviera intacta como una unidad económica, reforzando por lo tanto la tradicional división sexual de mano de obra en el altiplano. En contraste, la producción en las grandes empresas cafeteras impidió dicha cercana vigilancia familiar de las mujeres en el trabajo, con los hombres y las mujeres a menudo segregados. Estas, apreciadas por su destreza y alacridad, eran congregadas en los principales centros de procesamiento o en pandillas para cosechar. Los hombres campesinos estaban inconformes con estos arreglos, parcialmente porque dichas asignaciones de trabajo en la escogencia y selección del grano alejaban a las mujeres de su trabajo doméstico en las estancias, pero también porque ellos justificablemente temían los avances sexuales por parte de los mayordomos y capataces en dichos lugares. Sin duda las campesinas jóvenes se encontraban en un dilema bajo tales circunstancias. Por un lado, seguramente estaban ansiosas respecto a los administradores sexualmente depredatorios y a las intensas exigencias laborales en probablemente el punto más crítico en el procesamiento del grano, cuando el control de calidad era especialmente importante. Pero estos trabajos generaban ingresos adicionales y las jóvenes probablemente sintieron cierto agrado y seguridad en las solidaridades particulares de los centros de procesamiento.

12De hecho, las mujeres en estos lugares de trabajo pequeños y emocionalmente tensos parecen haber tenido una mayor autonomía y probablemente resistieron a los caficultores con acciones costosas y problemáticas antes de los años treinta. Es significativo que las mujeres hayan estado entre el primer grupo de campesinos que, como trabajadores, y no necesariamente como pequeños propietarios aspirantes, se opusieron a las administraciones de las haciendas de manera organizada y sostenida durante la siguiente década. Como sus compañeras que se organizaron tempranamente en las grandes firmas de procesamiento de café en las ciudades portuarias, las jóvenes que seleccionaban el grano experimentaron un entrelazamiento de clase y género y por lo tanto ayudaron a convertir estos lugares en el polvorín de rebelión durante las protestas de la era de la Depresión.

13El arreglo arrendatario era el vehículo principal mediante el cual las mujeres lograron autonomía en los distritos de las grandes plantaciones cafeteras. Los varones fueron obligados, como hemos visto, a trabajar lejos de sus pequeñas parcelas por días o semanas a la vez, así dejando a las mujeres con una considerable responsabilidad en la administración de la unidad familiar. El surgimiento de estas pequeñas unidades de producción relativamente dinámicas durante las primeras tres décadas del siglo XX se basó sustancialmente en la energía y la actitud empresarial de las mujeres. Por ejemplo, las mujeres talaban árboles en los bosques o a alturas altas para hacer carbón vegetal. Además de carbón, vendían frutas, vegetales y maíz en los pueblos y en las pequeñas plazas de mercado establecidas alrededor de las plantaciones. A menudo fueron contratadas por la administración de la hacienda para alimentar a los jornaleros. En las aldeas a través de los distritos cafeteros, las mujeres lograron acumular algún capital y establecer vínculos con los comerciantes locales para abrir pequeñas tiendas y tabernas.

  • 64 Cundinamarca, “Informe del Prefecto de Tequendama, La Mesa. Febrero 7, 1919”, en el Informe del s (...)
  • 65 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señor gobernador, 1919, p. 99. Esta queja se (...)
  • 66 Gaceta de Cundinamarca, 1925- 1928.

14Las mujeres participaron extensivamente en la economía de contrabando que floreció en las zonas cafeteras después del cambio de siglo. Algunas mujeres fabricaban y distribuían cigarrillos en los pueblos cercanos en violación de las leyes tributarias. Pero lo que resultó ser más importante fue su papel de protagonistas claves en la producción y el mercadeo de los licores fermentados y destilados localmente. Estos gozaban de gran demanda en los distritos cafeteros cundinamarqueses donde se reportó en 1926 que los residentes consumían en promedio más de cuatro litros diarios (64). Cosme R. Acuña, el Prefecto de Tequendama, reportó que las “madres de familia” eran las protagonistas principales del negocio ilegal de licores. Las autoridades departamentales estaban alarmadas por el gran número de mujeres acusadas por violaciones de las leyes del impuesto de consumo. En 1919, las mujeres representaron el 40 por ciento de los arrestos por fraude tributario. Los funcionarios se negaron a reconocer que las mujeres eran los principales actores independientes en la economía de contrabando, y el tesorero departamental argüía que “en la mayoría de los casos, los contrabandistas varones lo hacen parecer que como si la mujer fuera responsable del fraude” y recomendó que los jefes varones de la unidad familiar fueran legalmente responsables por las acciones ilícitas de sus mujeres (65). Durante la siguiente década el problema persistió; entre 1925 y 1928, casi la mitad de todas las acusaciones por violaciones a los impuestos de consumo en Viotá era contra mujeres (66).

  • 67 Respecto del problema de los curanderos locales, ver “Prefectural Report dated February 7, 1919”, (...)

15Finalmente, algunas mujeres se encontraron en otro tipo de conflicto con las autoridades entre los años 1910 y 1930 cuando, como curanderas y suministradoras de hierbas medicinales, eran proscritas por los reformadores de salud que entraban en las áreas rurales. Esto fue especialmente importante en las zonas cafeteras donde las campañas contra la anemia y otras enfermedades tropicales resultaron en difíciles encuentros con los funcionarios de las campañas de sanidad (67).

16Las mujeres jugaron un papel principal en la consolidación de la economía campesina insertada en las grandes haciendas de la ladera occidental. La posición de los hombres como proletarios esencialmente de medio tiempo dio a las mujeres campesinas suficiente espacio e independencia necesarios para convertir las estancias en unidades eficientes de producción al menos parcialmente según los términos de la mujer. Las mujeres operaban como proveedoras contratadas de alimentos, pequeñas comerciantes, dueñas de tiendas pequeñas y las principales protagonistas en una economía subterránea. Los ingresos resultantes significaron que las mujeres estaban en posición de exigir un mayor control sobre las decisiones económicas dentro de la familia. La situación también les permitió abrir camino dentro de las redes comerciales locales y regionales a las cuales estaban conectadas en las décadas anteriores a la Depresión.

  • 68 Entrevista. Helí Páramo, Bogotá 15 de abril de 1980. No hay registros de la corte municipal dispo (...)

17Por la consiguiente autonomía femenina dentro de la unidad familiar campesina y la participación externa conllevaban grandes riesgos. Las mujeres sufrían severamente a manos de sus hombres cuando éstos descubrían sus intimidades no sancionadas. Las niñas adolescentes fueron abusadas físicamente hasta el borde de la muerte, envenenadas, o llevadas al suicidio por calumnia y ostracismo, aún más si dichos encuentros resultaban en hijos. Violaciones y otros tipos de violencia física contra las mujeres campesinas por parte de los hombres campesinos eran comunes; y peleas entre los sexos ocurrieron en las casas, las aldeas de mercado cerca de las grandes haciendas, y en los cafetales (68).

18Las respuestas frenéticas por parte de los varones a relaciones sexuales reales o imaginarias deben entenderse dentro del contexto del incrementado poder femenino debido a las circunstancias del capitalismo exportador aun cuando los hombres luchaban contra las indignidades y la explotación de la vida cotidiana en las grandes haciendas cafeteras. La rabia que los hombres sintieron contra las mujeres entre el campesinado, tan profunda como la de los hombres campesinos contra los caficultores, sugiere que muchas campesinas no compartían las presunciones patriarcales según las cuales eran la propiedad de los hombres o el objeto pasivo de las pasiones de éstos. Mientras que las mujeres seguían encargadas de la crianza de los hijos, la dependencia de la estancia en su mano de obra y sus hábitos empresariales antes de la Gran Depresión socavaron el ideal de patriarcado tan profundamente arraigado entre los hombres campesinos quienes se sentían agraviados por la autonomía relativa que sus mujeres habían logrado en virtud de sus contribuciones mayores a la unidad familiar.

  • 69 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al Hedor gobernador, 1919, 99 y un informe en Ru (...)

19Por consiguiente, éstas vivían en gran peligro. Las intimidades con sus superiores sociales apenas les daban poca protección. Mientras que el paternalismo permitía una cercana identificación entre los hombres campesinos y sus amos, los intercambios sexuales entre las mujeres campesinas y los hacendados o administradores no eran similarmente amortiguados. Los hombres campesinos podían confiar en alguna medida en los vínculos paternalistas entre hombres, pero las mujeres eran mucho más vulnerables a los caprichos de sus superiores. Asimismo, usualmente no eran partes formales en los acuerdos de arrendamiento de tierra ni herederas de bienes o del derecho de ocupar la parcela en el caso de la muerte de un arrendatario varón, una situación que a menudo fomentó la vagancia entre mujeres. Irónicamente, la acumulación de riqueza suficiente —a la cual las mujeres eran las contribuyentes principales permitió que algunos arrendatarios contrataran sustitutos para cumplir sus obligaciones laborales, lo que, en consecuencia, dio a los hombres un control más directo y consistente sobre la administración de la unidad familiar. Esto resultó en un adentramiento de algunas mujeres campesinas hacia la vida doméstica, parcialmente por la decisión del jefe varón de la unidad familiar y parcialmente por sus propios deseos de escapar de los peligros físicos y psicológicos en las grandes haciendas. Finalmente, era improbable que los funcionarios gubernamentales simpatizaran con las mujeres, especialmente teniendo en cuenta el estado legal de las mismas. Asimismo, su participación en la economía subterránea hizo que muchas de ellas se encontraran en embrollos constantes con las autoridades; ciertamente, los castigos repartidos a estas mujeres, hasta siete meses de trabajo forzoso en grupo en las carreteras, las colocó en circunstancias peligrosas y, según reportajes contemporáneos, corruptoras (69).

GENERO, CLASE, Y LA DIALÉCTICA DE RESISTENCIA COTIDIANA

  • 70 El Diario Nacional 23 de febrero de 1928. 11.
  • 71 El Nuevo Diario 15 de marzo de 1928,

20A comienzos del año 1928, una coalición de clase media conformada por radicales, artesanos y activistas laborales entró a organizar los trabajadores y arrendatarios en las haciendas cafeteras en la región central de Colombia. Las militantes de este conjunto rebelde, en particular, urgieron a las campesinas en estos distritos a participar conjuntamente con los hombres en el “venidero movimiento global” (70). Varias docenas de mujeres de las grandes haciendas de Viotá respondieron al llamado, diciendo que “no estábamos conscientes de ninguna de estas cosas aquí en este aislado lugar donde sólo conocemos el trabajo de día y noche, azotadas por la ignorancia y desperdiciando nuestras energías a beneficio de los vampiros que nos utilizan”. Invitaron a Leonilde Riaño, la Flor Roja de Tequendama, para enseñarles acerca de la “sublime causa del socialismo... «para» traer un pequeño rayo de luz para ayudarnos a escapar de la oscuridad en la cual estamos obligadas a someternos a la voluntad de nuestros opresores” (71).

21Al ponerse a disposición de los organizadores externos, las mujeres rurales de Viotá se unieron a una rebelión que iba a culminar dos décadas más tarde en el desmantelamiento de las grandes plantaciones cafeteras y el surgimiento de un pueblo de pequeños propietarios independientes dirigidos por los comunistas. Dos poderosas corrientes de protesta moldeadas por la compleja construcción social de género en la región influyeron profundamente en la rebelión, particularmente en sus etapas iniciales: la rabia que los hombres campesinos sentían contra los caficultores por limitar sus prerrogativas patriarcales en combinación con los esfuerzos de las mujeres —por medio de huelgas, invasiones de terrenos, boicots y apoyo a la insurrección armada— sirvieron para proteger la economía del pequeño propietario autónomo la cual habían nutrido durante varias décadas.

22Sin embargo, con el triunfo de la unidad familiar campesina en esta región en la década de los cuarenta en adelante, hubo una erosión de la autonomía femenina y la reorganización de la familia campesina según lineamientos más patriarcales. Aunque las mujeres habían sido las principales contribuyentes a la revolución social local que ocurrió en varios municipios de la región central de Colombia inmediatamente después de la Depresión, no cosecharon, sin embargo, todos los beneficios de su lucha. Por un cruel capricho del destino, no mucho después de la victoria sobre las grandes haciendas, las mujeres fueron acorraladas en relaciones familiares y normas sexuales que no parecían diferenciarse mucho de las del patriarcado del altiplano, del cual sus abuelas habían huido generaciones antes.

23El patriarcado reafirmado que acompañó la exitosa rebelión campesina durante los años 1930 y 1940 en Viotá se debió a muchos factores. La organización y la ideología del movimiento dirigido por los comunistas, la adquisición relativamente rápida de títulos de propiedad por parte de los pequeños propietarios que requerían términos legales de herencia jurídicamente claros, y el reemplazo de licores de producción local por la de cerveza y bebidas no alcohólicas sirvieron para socavar los avances logrados por las mujeres durante las décadas anteriores a la Depresión. Igualmente importante, sin embargo, fue el legado de oposición campesina al dominio de los caficultores que había evolucionado en las primeras décadas del siglo, un conjunto contradictorio de construcciones sociales de clase y género que sostuvo un levantamiento local exitoso aun cuando limitaba la autonomía económica y personal de las mujeres campesinas. En términos de la resistencia cotidiana expuestos por Scott —recursos materiales, identidad, autoestima, una subcultura de resistencia— es evidente que la oposicionalidad del campesinado tanto a terratenientes como al estado dependía de una relación complementaria y contradictoria de clase y género.

  • 72 Similarmente, para el caso del altiplano peruano, aunque bajo circunstancias muy diferentes, Mall (...)

24En primer lugar, las mujeres hicieron contribuciones rotundas a las luchas por la “redistribución del control sobre la propiedad’ ‘, y jugaron papeles importantes en los módulos de producción e intercambio para garantizar la integridad de la unidad familiar campesina. Paradójicamente, sin embargo, la participación de las mujeres — en comercio ilícito, evasión de impuestos, etc.— fortaleció la economía del pequeño propietario que llegó a ser dominada por hombres quienes eventualmente instaron o chantajearon a las mujeres para que volvieran a labores puramente domésticas o familiares (72). Al mismo tiempo, la afirmación de dignidad por parte de los hombres y las mujeres campesinos que hacían frente a humillaciones constantes les proporcionó a menudo propósitos opuestos, especialmente respecto de las expresiones de sexualidad. Obviamente, algunas mujeres utilizaron el sexo como un arma en el combate cotidiano de clase con sus superiores sociales. Por su parte, los campesinos varones encontraron sus voces para afirmar su autoestima. A veces los hacendados y mayordomos sexualmente depredatorios eran los objetos de su rabia, pero con igual frecuencia su furia se dirigía hacia blancos más fáciles como sus esposas, hermanas, hijas y amantes que se supone habían humillado profundamente a sus hombres. En esta enmarañada telaraña emocional, sería difícil entonces identificar una cultura oposicional que incluyera en pie de igualdad tanto a mujeres como a hombres. Entonces mientras que las lesiones infligidas al paternalismo por la resistencia cotidiana de ambos sexos pudo haber sugerido que existieran metas comunes entre hombres y mujeres, la persistencia del ideal patriarcal entre el campesinado socavó su capacidad para sostener una gama completa de oposicionalidad a la cultura dominante que incluyera los intereses de los dos sexos. Como ocurre con la propiedad, el orden jurídico, y otros asuntos, las tradiciones “pequeñas” y “grandes” compartían una posición común con respecto a las identidades y relaciones de género. Aunque esto pudo haber dado alguna legitimidad y vitalidad a la resistencia cotidiana desde abajo, también parece, a largo plazo, haber sido un factor limitante para los rebeldes campesinos, tanto antes como después de que su oposición adquiriera una forma política más reconocible en términos de organización e ideología.

  • 73 Stacey, Patriarchy and Socialist Revolution in China, Capítulo 4.

25A pesar de que el patriarcado fue reafirmado en este distrito, los efectos a más largo plazo de la “generización” del “registro de clase” no deben ser ignorados. La intensificación y la cuasiconsolidación de la autonomía económica y la independencia sexual de la mujer campesina durante las tres primeras décadas del siglo y los ideales de la liberación de la mujer propuestos por los comunistas parecen haber generado una especie de subtexto cultural en Viotá que no resulta del todo obvio. En breve, la mezcla de estos elementos puede haber creado los lineamientos en Viotá de lo que Judith Stacey, al referirse al impacto de la Revolución en China sobre las relaciones de género y la familia, ha llamado “patriarcado democrático”, en el cual la mujer tiene una autonomía significativa, aunque limitada, dentro de una unidad familiar aún dominada por el varón (73).

  • 74 Para información sobre la situación contemporánea en Viola, ver Ingrid Acosta de Mesa, “La pequeñ (...)

26A finales de los años 70, las huellas de la ideología de género alterna en este pueblo eran evidentes en un orden patriarcal modificado. Uno de los principales comerciantes del municipio era Waldimira Vásquez, la hija de un arrendatario y líder de la liga campesina; la “millonanaria”, como le decían, era una descendiente apropiada de las mujeres que participaron en las redes de contrabando en los años 20. Pero había otro aspecto político más manifiesto en el cual la cultura de género alterna se entretejió con la vida de este municipio cafetero de la cordillera oriental, un distrito de grandes plantaciones que se había tornado en una comunidad de pequeños propietarios en el lapso de dos generaciones. Las pequeñas fincas que alguna vez prosperaron en las antiguas estancias confrontaron presiones poblacionales, bajas en el precio del café, aumentos en el impuesto predial y altos costos de producción, especialmente para nuevas tecnologías. Las mujeres se vieron forzadas a trabajar fuera de la unidad familiar o a emigrar a la capital a buscar empleo en la industria o en el servicio doméstico (74).

  • 75 Paul Thompson, “Women in the Fishing: Roots of Power between the Sexes”, Comparative Studies in S (...)

27A primera vista, las movilizaciones de las ligas rurales en la plaza central parecían ser un contraste extraño de viejas esperanzas y nuevas exigencias. Entre las destartaladas banderas rojas blasonadas con los nombres de los mártires campesinos que volaban por encima de la muchedumbre, las mujeres portaban pancartas reclamando guarderías infantiles. El liderazgo campesino, principalmente conformado por hombres, por varios años había intentado infructuosamente desarrollar una respuesta colectiva a la erosión de la viabilidad y la independencia de las pequeñas fincas. El mercado, en contraste con los hacendados de antaño, se mostró un adversario elusivo y la experiencia política de una generación de protagonistas en las grandes plantaciones no parecía dar indicios para lograr respuestas colectivas efectivas a la crisis económica entre estos montañeros de corte independiente. Pero con la participación de las mujeres y la naturaleza de sus exigencias, se les estaba dando nueva vida y un diseño moderno a los antiguos reclamos. Por lo tanto, aunque los términos de resistencia fueran cotidianos y a menudo ocultos de la vista, o más explícitamente políticos, la experiencia de los hombres y las mujeres de Viotá sugiere que los esfuerzos por rectificar las desigualdades de riqueza y poder están íntimamente relacionadas con las alteraciones de lo que Paul Thompson ha denominado el “balance de poder entre los sexos” (75).

28Versiones anteriores de este ensayo fueron presentadas en el coloquio de estudios avanzados de mujeres de la Universidad de Princeton en abril de 1986 y en la cuarta conferencia anual de historia laboral latinoamericana en la Universidad de Yale en abril de 1987, y en un seminario sobre investigación en el CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular) en Bogotá en agosto de 1987 donde el autor recibió críticas útiles. El autor desea agradecer a Forrest Colburn, Mauricio Archila, Emilia Viotti da Costa, Laura Englestein, Elizabeth B. Clark, James Scott, Virginia Gutiérrez de Pineda y Julie Taylor por sus comentarios y apoyo en este proyecto. También desea reconocer la generosidad de la gente de Viotá y de otros municipios del suroccidente de Cundinamarca que compartió sus historias públicas y privadas con él durante el año 1980.

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Notas

46 Para un ensayo útil sobre el problema de la mujer como objetos de intercambio sexual, ver Gayle Rubin, “The Traffic in Women Notes on the Politícal Economy’ of Sex”, en Toward and Anthropology of Women, ed., Keyne Rapp Reiter (Nueva York: Monthly Review Press, 1975), p 157-210.

47 Este sonsonete fue cantado durante entrevistas con campesinos ancianos en Viotá en 1980. También aparece en un estudio sobre el folclor del altiplano cundiboyacense de Octavio Quiñones Pardo, Cantares de Boyacá (Bogotá: Librería Atena, 1937), p. 89. En un prefacio a ese volumen, Germán Arciniegas escribió que el campesinado “reducido al silencio y a la pasividad... buscó maneras casi mágicas para escapar de los ojos y el poder de sus amos”. p. xxxi. Para una discusión extensiva de la utilización de la magia como un vehículo de lucha social, especialmente en el contexto de género, ver Silverblatt, Moon, Sun, and Witches, Capítulo XI.

48 Ver nota 4.

49 Existe evidencia impresionista respecto de la crisis en el altiplano cundiboya-cense, pero hasta la fecha ningún estudio profundo del decaimiento del orden tradicional que ocurrió allí a finales del siglo XTX. Ver un estudio comunitario de Orlando Fals Borda en el cual presenta amplias generalizaciones acerca del altiplano, El hombre y la tierra en Boyacá: desarrollo histórico de una sociedad minifundista (Bogotá: Editorial Punta de la Lanza, 1973). Ver también el análisis de McGreevey sobre los datos de vagancia en diferentes regiones de Colombia, An Economic History of Colombia, p. 175; El resumen de Palacios sobre la información que respecta este tema en Coffee in Colombia, p. 68-71; y una monografía sobre una región de Boyacá, Fernando López G., “Evolución de la tenencia de tierra en una zona minifundista”, Centro de estudios sobre desarrollo económico 29 (Noviembre 1975).

50 Para una discusión de estas formas de intimidad sexual y organización familiar, ver Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, p. 71-95; y los siguientes estudios del estado legal del concubinato en Colombia durante los siglos XTX y XX, Humberto Ruiz, “El concubinato como fuente de relaciones jurídicas, Tesis no publicada, Universidad Nacional, 1955, y Pedro Alejo Cañón Ramírez, Derecho civil: sociedad conyugal y concubinato Tomo I. Volumen n. (Bogotá: Editorial ABC, 1983). Para comparaciones del desarrollo de la estructura familiar de Colombia con otras áreas de Latinoamérica, particularmente Ecuador y Argentina, ver Eduardo Archetti, “Rural Families and Demographic Behavior: Some Latín American Analogies”, Comparative Studies in Society and History 26:2 (1984), p. 251-279.

51 Debe notarse que la tasa de ilegitimidad en el altiplano permaneció sorpresivamente baja tanto en comparación con el promedio departamental como con aquéllas de las zonas cafeteras. Cáqueza, por ejemplo, una tradicional aldea de pequeños propietarios al este de Bogotá, presentaba una tasa de ilegitimidad de sólo 21.8 por ciento en 1905, disminuyendo al 17.5 por ciento al llegar el año 1927. Esto es al menos una indicación de la persistencia de las normas patriarcales en el altiplano durante un periodo en el cual los nacimientos ilegítimos se mostraron sorpresivamente resistentes a alteraciones en tierra caliente. Arboleda, Estadística general de la República de Colombia, p. 65; y Anuario estadístico de Colombia, XXXIII, p. 87-90.

52 Gutiérrez de Pineda sugiere que este era un patrón que se desarrolló dentro del tradicional orden señorial en el altiplano y que persistió en tierra caliente. Familia y cultura en Colombia, p. 65. Silberblatt nota un proceso similar en el Perú post-conquista donde las mujeres “usaron los contactos que su sexualidad proporcionaba para ganar favores de hombres en posiciones de poder... La prostitución o el concubinato era un camino que algunas mujeres nativas escogieron para dar un tanto de seguridad a sus vidas mezquinas”. Moon, Sun, and Witches, p. 146. Similarmente, en su estudio del rápido cambio social en Nueva York a finales del siglo XVHI y a comienzos del siglo XIX, Christine Stansell argumenta que estas aparentes violaciones de las normas sociales se han entendido principalmente como actos “imbuidos de desesperanza y tristeza. Un entendimiento tal, sin embargo, ignora el hecho de que esta fuera una sociedad en la cual muchos hombres todavía creían que el sexo forzado era una prerrogativa. Dentro de este contexto, el precio de la prostituta no era una rendición a la explotación de los varones sino una manera de convertir una relación unilateral en una recíproca”. City of Women: Sex and Class in New York, 1789-1860 (Nueva York: Pantheon, 1986), p. 185.

53 Entrevistas con muchos individuos en Viotá sugieren que el “problema de las faldas” era más complicado que la re visión de explotación y abuso descontrolados que Jesús del Corral pintó en su discurso de 1914. Tanto hombres como mujeres indicaron que durante estos años muchas jóvenes solteras tenían relaciones íntimas con mayordomos, capataces, y con los propietarios mismos y que había un elemento de reciprocidad en estas relaciones. Evidencia sobre este y otros asuntos acerca de las relaciones género se ha sacado de las siguientes entrevistas, entre otras, llevadas a cabo en Viotá en 1980. Cecilia Castro, Viotá, 12 de marzo de 1980; Laura Agudelo, Viotá, 12 de abril de 1980 y conversaciones subsecuentes; Emilio Pineros, Viotá, 6 de febrero de 1980 y conversaciones subsecuentes; Jaime Muñoz, Viotá, 22 de julio de 1980; y Francisco Bemal,

54 La fuente de información sobre la migración de mujeres y su papel en las grandes haciendas es Cecilia de Castro, pequeña propietaria y cuidandera de la Hacienda Costa Rica, quien se trasladó del altiplano a Viotá poco después del cambio de siglo. Entrevistada en Viotá, 12 de marzo de 1980.

55 Esto entró en mi conocimiento debido al historiador y bibliotecario de Viotá, José Genigno Galindo. Entrevistado en Viotá, 4 de febrero de 1980 y conversaciones subsecuentes.

56 Colombia, Anuario estadístico de Colombia, 1936, p. 65-66.

57 Familia y cultura en Colombia, p. 39.

58 Para una discusión de los conflictos entre caficultores y el gobierno Conservador antes de 1930, ver Michael F. Jiménez, “The Limits of Export Capitalism; Economic Structure, Class and Politics in a Colombia Coffee Municipality, 1900-1930”, Tesis doctoral no publicada, Harvard University, 1985, Capítulo III.

59 En contraste con la debilidad de la autoridad de la Iglesia en los distritos con grandes plantaciones cafeteras en las cercanías de Bogotá se encuentra la franja antioqueña en Colombia occidental donde los curas y los hombres de bien en las comunidades cafeteras de pequeños propietarios exitosamente impusieron una conformidad cultural. Ver Christopher Abel, “Conservative Politics in Twentieth Century Antioquia, 1910-1953”, Latin American Center St. Anthony’s College, Oxford. Ocassional Paper ffl. (1973). p. 743-746 y Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, p. 274-295.

60 Un ejemplo de las fricciones entre las comunidades predominantemente Liberales en la ladera occidental y la Iglesia católica es el conflicto entre Fr. Obdulio Chala, el cura párroco, y los pobladores de mayoría Liberal. Chala se quejó a las autoridades Conservadoras de que una de las maestras de la escuela se había casado con un Liberal y que esto perjudicaría su desempeño. El pueblo se encontraba en un estado considerablemente tumultuoso en cuanto a las intervenciones de aquél y vigorosamente protestó su partidismo a los funcionarios departamentales. El Tiempo, 8 de marzo de 1927.

61 La pequeña burguesía local, que compartía la administración del gobierno local con los gobernantes Conservadores nombrados, era, por ejemplo, renuente a volver obligatorio el recaudo de las multas por violaciones del impuesto sobre el licor a los estancieros y pequeños propietarios quienes eran sus clientes principales. En 1922, el alcalde Conservador de Viotá, General Rafael Galvis afirmó que había una “ausencia de moralidad pública, de cualquier concepto jurídico o social’’ en el municipio después de que descubrió que 1,600 multas por violaciones del impuesto sobre el licor nunca se habían recolectado. Cundinamarca, Informe del gobernador a la asamblea, 1922, p. 97.

62 Para una discusión de estas trabajadoras ver Charles Bergquist, Labor Latin America: Comparative Essays on Chile, Argentina, Venezuela, and Colombia (Stanford: Stanford University Press, 1986), p. 351-352.

63 Cundinamarca, Informe del administrador principal de hacienda enero 1927, p. 15. Para una discusión más amplia de los patrones de consumo de alcohol en Colombia durante este periodo, ver Luis Cuervo Martínez, “Consumo de alcohol en Colombia”, Repertorio de medicina y cirugía 4 (1913). p. 229-253.

64 Cundinamarca, “Informe del Prefecto de Tequendama, La Mesa. Febrero 7, 1919”, en el Informe del secretario de gobierno al gobernador de Cundinamarca, 1919, p. 114.

65 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señor gobernador, 1919, p. 99. Esta queja se repitió en 1930 cuando el informe recomendó la disminución de las sentencias de obras públicas, que normalmente duraban entre cuatro a siete meses, para volver “honestas” a estas transgresoras de la ley. Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señor gobernador, 1930, p.92.

66 Gaceta de Cundinamarca, 1925- 1928.

67 Respecto del problema de los curanderos locales, ver “Prefectural Report dated February 7, 1919”, en Cundinamarca, Informe del secretario de gobierno al gobernador, 1919, p. 113..

68 Entrevista. Helí Páramo, Bogotá 15 de abril de 1980. No hay registros de la corte municipal disponibles que permitieran una reconstrucción de la completa naturaleza y seriedad de estos encuentros en los distritos cafeteros, pero los anuncios de acusaciones en la Gaceta de Cundinamarca entre 1920 y 1929 revelan que la incidencia más alta de éstas, después de violaciones por fraude de licor, eran por abuso físico.

69 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al Hedor gobernador, 1919, 99 y un informe en Ruy Blas 13 de enero de 1928 que trata de una docena de mujeres, muchas con recién nacidos, encarceladas debido a violaciones por fraude de licor en la cárcel de Facatativá.

70 El Diario Nacional 23 de febrero de 1928. 11.

71 El Nuevo Diario 15 de marzo de 1928,

72 Similarmente, para el caso del altiplano peruano, aunque bajo circunstancias muy diferentes, Mallon concluye que “al menos inicialmente, la transición al capitalismo parece haber proporcionado algunas ‘aperturas’ u oportunidades a mujeres de todas las clases, pero, al final, ninguna de estas alternativas transicionales parece haber desarrollado en la base para una independencia más duradera. Muy al contrario, mientras que la producción de productos básicos se volvía dominante se presentó la tendencia de definirla como la esfera exclusiva del varón, y las sustanciales actividades económicas de las mujeres fueron relegadas a un status cada vez más ‘marginal’ dentro del sector de subsistencia’’. “Pa-triarchy in the Transition to Capitalism”, p.397.

73 Stacey, Patriarchy and Socialist Revolution in China, Capítulo 4.

74 Para información sobre la situación contemporánea en Viola, ver Ingrid Acosta de Mesa, “La pequeña producción cafetera de Viotá, Cundinamarca: Producto de luchas campesinas”. Tesis no publicada, Universidad de Los Andes, 1979.

75 Paul Thompson, “Women in the Fishing: Roots of Power between the Sexes”, Comparative Studies in Society and History 27:1 (1985), p. 28. compara la posición de los hombres y las mujeres y los resultantes patrones culturales en las comunidades pesqueras, principalmente en el norte de Europa y encuentra, como en los distritos cafeteros de Colombia en la ladera occidental, que el ausentismo del hombre del control directo sobre la unidad familiar permitió una mayor autonomía de las mujeres y asignaciones sociales más equitativas en estas comunidades. Arguye que hay una “necesidad de comprender la cambiante dinámica del poder entre los sexos como parte de una interacción altamente compleja, en la cual la economía, la propiedad, el espacio, el trabajo, la cultura de la familia, la religión y la región pueden jugar un papel vital”. p. 26-27. Para otro análisis de esta cuestión desde una perspectiva más antropológica, ver Susan Carol Rogers, “Female Forms of Power and the; myth of male dominance: model of female/male interaction in peasant society”, American Ethnologist II:4 (1975). p. 727-756.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Michael F. Jiménez, «MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS. CLASE, GENERO Y RESISTENCIA CAMPESINA EN LA REGIÓN CAFETERA DE CUNDINAMARCA (1900-1930) (Segunda Parte)»Historia Crítica, 04 | 1990, 71-84.

Referencia electrónica

Michael F. Jiménez, «MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS. CLASE, GENERO Y RESISTENCIA CAMPESINA EN LA REGIÓN CAFETERA DE CUNDINAMARCA (1900-1930) (Segunda Parte)»Historia Crítica [En línea], 04 | 1990, Publicado el 01 julio 1990, consultado el 11 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/histcrit/39343

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