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Reseñas

MORRIS, Benny, Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-1999.

Nueva York, Alfred A. Knopf, 1999, 751 pp.
Luis E. Bosemberg
Referencia(s):

MORRIS, Benny Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-1999, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1999, 751 pp.

Texto completo

1Benny Morris, quien actualmente se desempeña como profesor de historia en la Universidad Ben-Gurión de Beersheva, Israel, publicó su última obra sobre el conflicto árabe israelita. Ha sido autor de numerosas publicaciones sobre el tema y su libro de 1986, The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949, marcó, junto con otros, el inicio de la nueva historia de Israel.

2Israel, como todos los países del mundo, tiene una historia oficial, la historia de los vencedores. Escrita por políticos, sus inmediatos participantes, soldados, historiadores oficiales, periodistas, etc, -todos ellos simpatizantes del régimen-, es un recuento donde escasea el análisis de las guerras y abundan, sobre todo, las crónicas bélicas, especialmente los actos heroicos de los combatientes. Sostiene, además, que Israel estaba imbuido de altos valores morales (lo que no poseían sus enemigos). Es un historia política estrecha basada en mitos nacionalistas, en grandes héroes impolutos, en una visión maniqueísta, en donde, obviamente, los palestinos y los árabes son los “malos” -los judíos, por supuesto, las víctimas. Se trata de una versión clásica nacionalista e ideologizada que hacía parte fundamental del proceso de construcción de la nación.

3Por el contrario, la nueva historia, en la que se inscribe el profesor Morris, es más amplia y crítica. Se trata de un conjunto de obras basadas en estudios académicos e investigación en archivos, que hace hincapié, tanto en la historia social y cultural, como en la política. Así pues, Israel, cuarenta años después de su fundación, produce un cambio en su perspectiva histórica -como tantos otros pueblos que han sufrido un cambio generacional. La generación fundacional y política que tuvo la experiencia de la época manda-taria y de las primeras guerras y que vivió esos primeros traumas es cosa del pasado. Ahora, una nueva generación, un poco más distante, reescribe la historia.

4La obra del profesor Morris, entonces, se inscribe en esta corriente haciendo un largo recuento del conflicto árabe-israelita. Se trata, pues, de una postura crítica para entender a través de la historia. Refiriéndose a los orígenes en el siglo XIX el problema es planteado de una manera revisionista. Es decir, contrario a lo expresado en la historia oficial, Palestina estaba poblada: notables y campesinos, campo y ciudad aparecen en escena. Más aún, el mismo fundador del sionismo, Theodor Herzl, anotaba en su diario en 1895 que “We must expropíate gently... Both the expropiation and the removal of the poor must be carried out discreetly and circumspectly”. No solamente reconocía la presencia de una población autóctona sino que además ya desde aquella época se pensó en la transferencia (léase expulsión) de la población local. El autor anota que la situación histórica de los judíos era bastante insatisfactoria, ya que en el mundo islámico se les trataba como ciudadanos de segunda clase -si bien, en el cristiano, la situación fue mucho peor. Así, los judíos traerían a Palestina toda una visión típica de la vivencia europea: cualquier acción contra ellos era inmediatamente interpretada como pogromo o antisemitismo, es decir, perseguidos por el pasado, los árabes habrían de pagar por lo que los cristianos cometieron.

5Según la historia oficial, el nacionalismo palestino es una creación indirecta del sionismo. Morris, si bien acepta esta tesis, le adjudica, además, otros procesos. Al mismo tiempo, está surgiendo el panarabismo que desde sus inicios presenta fracturas diversas -algo de cardinal importancia para al enfrentamiento por venir contra el sionismo.

6El motor principal del antagonismo árabe contra los sionistas es el miedo a ser desplazados territorialmente y a perder sus posesiones -y no simplemente el rechazo per se a los derechos de los sionistas, como diría la historia oficial. Además, la competencia demográfica-geográfica, que los palestinos a la larga perderían, está definida desde el principio. El liderazgo judío, incluyendo al padre fundador Ben Gurión, era consciente de la situación de competencia. Este diría ante el comité político de su partido que “When we say that the Arabs are the agressors and we defend ourselves that is only half the truth... politically we are the agressors and they defend themselves”. De ahí que una de las primeras conclusiones sea que el sionismo era un movimiento e ideología, tanto colonialista como expansionista -junto con la idea de que desde un principio los judíos querían toda Palestina y que cada vez que se fundaba una colonia en un ambiente hostil se necesitaba otra para la seguridad.

7Los sionistas no se dieron cuenta de que con sus acciones estaban contribuyendo enormemente a la formación de la nación palestina. Los árabes, por su lado, nunca entendieron a los judíos y sus reclamos sobre la tierra. Había una mutua y total falta de empatia. De ahí que, desde un comienzo, el problema ha estado acompañado de una simetría cruda y brutal en la percepción.

8De singular importancia es la tesis del enfrentamiento entre los europeos (es decir, los judíos) y el tercer mundo (los árabes). Las ventajas de los judíos eran y son abrumadoras: un liderazgo unido con una orientación de servicio público, cuya tarea fundamental consistía en la capacitación del colectivo y no en la apropiación de la riqueza o influencia personal. Había una brecha entre las dos comunidades de unos cuarenta a cincuenta años en el desarrollo político y de la conciencia. Los judíos, aunque eran pocos, estaban muy bien organizados y muy motivados como colectivo, además de tener objetivos muy claros. A los palestinos, por el contrario, los caracteriza una sociedad que presenta rencillas feudales, una aristocracia venal, analfabetismo generalizado, retardo tecnológico e, inicialmente, una masa políticamente primitiva cuya organización básica era la familia, la aldea y el clan.

9Los palestinos no reconocieron las fortalezas judías y cuando aceptaron la partición del territorio, a finales de la década de los 80, ya era demasiado tarde. Rehusaron cualquier compromiso pero no pudieron convertir los hechos en palabras, mientras su beligerancia fortaleció y preparó aún más a sus enemigos. También en el campo de batalla, el Estado-cuartel israelita era superior: la experiencia, el entrenamiento de las tropas, la fuerza aérea y las fuerzas blindadas, la unidad en el mando, el conocimiento, la calidad de los armamentos y las líneas de abastecimientos y comunicaciones; Israel supo movilizarse para una guerra total, lo que los árabes nunca pudieron. Para aquel, en el fondo, se trataba de una lucha por la supervivencia, de tal manera que las querellas internas eran relegadas a un segundo plano en aras de la defensa, mientras que los árabes, en la mayoría de los casos, no estaban unidos ni siquiera en torno a su principal enemigo. El mito histórico y oficial de la debilidad judía y de la poderosa amenaza árabe, cultivado desde las primeras décadas del Estado de Israel, es aquí diluido con una gran variedad de evidencias.

10Las guerras tuvieron un efecto moderador en ambos bandos. La sucesión de la fuerza, el único lenguaje que ambos han entendido, ha hecho posible contemplar un futuro en donde reine la coexistencia. También es saludable el recuento sobre la voluntad de paz de los actores. En la historia oficial, Israel se presenta como el promotor de la paz -mientras los árabes, los apologistas de la guerra. En esta historia, sin embargo, los deseos pacifistas han variado según la situación. En un principio, hasta la década de los 70 y 80, los sionistas deseaban negociar, aunque con condiciones duras, mientras que los palestinos se mostraban reacios. En estas mismas décadas, se fueron invirtiendo los papeles: los palestinos iniciaron un lento camino hacia la moderación, mientras Israel, liderado por el partido Likud, era cada vez más intransigente.

11Hacia el final del libro, el autor da por sentado que, independientemente de la voluntad de paz de Israel, el futuro del proceso depende de los fundamentalistas islámicos, las rivalidades entre las potencias y las armas nucleares. Curioso final, ya que parecería que en Israel no hubiese enemigos acérrimos de la paz, lo que el autor había señalado en varias ocasiones.

12En suma, los actores reciben un tratamiento más equitativo en lo relativo al poder, la violencia, la justicia y la culpa. Presentes están las diversas élites, pero también los sectores populares -la historia social rescata la historia de los palestinos.

13Esta obra, así como otras de la nueva historia, se acerca más a las versiones de los autores palestinos y árabes que anteriormente habían sido desmentidos como simple propaganda. Los palestinos han entrado a ser parte de la historia de Israel y no como simples terroristas o como, según lo expresó Golda Meir refiriéndose a sus líderes, los “animales” o aquellos que “no son humanos”. Esa es tal vez la parte triste del problema, es decir, los judíos tuvieron que reescribir su historia para así creer en procesos que antes eran rechazados como simple propaganda. Claro está, ese rechazo inicial es también comprensible, ya que este conflicto, como todos, tiene un frente que muchos ignoran: el de la guerra ideológica y de la propaganda.

14Este es, a nuestro entender, el primer libro de la nueva historia que abarca todo el conflicto, ya que las obras anteriores tratan temas más específicos. El libro es ameno, de lectura fácil y sin grandes propuestas analíticas. Se puede utilizar como manual, pero también como libro de referencia (incluye un índice alfabético). Además, presenta mapas, un índice y remite a una buena bibliografía de gran utilidad.

15El libro es una invitación, tanto para el lego, quien desea una introducción, como para el especialista, ya que estas visiones de conjunto dan orientaciones sugestivas dentro de la larga duración -que también son importantes para el académico. La obra echa por el suelo la historia oficial y, es así, una contribución a la historia balanceada del conflicto árabe israelita. Libros como este contribuyen a la comprensión del mundo y al entendimiento mutuo. Y no como muchos otros que hacen exactamente lo contrario: siembran la discordia inflamando el conflicto y contribuyen a la falta de comprensión. Conocer más al otro contribuye a la paz. Una nueva narrativa, pues, se está construyendo que establece un puente entre versiones conflictivas así como la posibilidad de una mejor comprensión -para un mejor futuro.

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Para citar este artículo

Referencia electrónica

Luis E. Bosemberg, «MORRIS, Benny, Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-1999.»Historia Crítica [En línea], 21 | 2001, Publicado el 12 junio 2024, consultado el 11 noviembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/histcrit/26282

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Autor

Luis E. Bosemberg

Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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