1En el siglo XIII, Fernando III y su hijo Alfonso X fueron generalizando el uso del castellano, primero utilizándolo para la redacción de los documentos cancillerescos y, después, imponiéndolo para la redacción de los textos jurídicos o históricos. Sin embargo, hubo que esperar el final del siglo XV para que la lengua vulgar se convirtiera definitivamente en objeto de estudio e instrumento de poder político.
2Este paso decisivo, lo dio el castellano bajo los Reyes Católicos, cuyo reinado coincidió con la transición hacia la edad moderna. El acontecimiento que supone la consagración del castellano es, evidentemente, la publicación, en el emblemático año 1492, de la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, cuyo prólogo iba dedicado a la reina Isabel. Pero, al contrario de lo que sugiere a menudo una visión sincrónica del famoso “annus mirabilis”, la Gramática no surgió de la nada. Fue, más bien, el resultado de un movimiento de renovación de la enseñanza de latín iniciado, en 1481, por el mismo autor con sus Introductiones latinæ (gramática del latín) así como por Alfonso de Palencia, con su De Synonymis elegantibus, impreso en 1491 pero elaborado años antes. El movimiento de renovación del estudio del latín tiene, por lo tanto una doble vertiente gramatical y lexicográfica, que se aplicará también al estudio del castellano, y es fruto de una dinámica político-cultural muy peculiar, tanto fuera como dentro de España : mientras nace la imprenta en Alemania y los letrados españoles se acogen al humanismo italiano, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, tras haber conseguido la unidad religiosa de sus territorios, se esfuerzan en consolidarla ; al mismo tiempo emprenden, con la ayuda de grandes figuras como Talavera o Cisneros, una ambiciosa reforma moral e intelectual del clero. Esta implica una profunda renovación del sistema educativo que ha de pasar, primero, por la renovación de la enseñanza del latín. La intervención directa del poder político en la vida religiosa, tanto la de los fieles como la de los miembros del clero, es, por lo tanto, determinante para explicar este renovado interés por el latín, que desembocará, con el tiempo, en una dignificación de la lengua castellana.
- 1 Véase Manuel Alvar Ezquerra, “Nebrija, autor de diccionarios”, Cuadernos de Historia Moderna n°13, (...)
3Tanto los vocabularios bilingües como los tratados dedicados a la lengua castellana y publicados durante el reinado de Isabel y Fernando disponen de unos prólogos ricos y numerosos. Nuestra intención, en este artículo, es presentar la evolución de la visión del castellano con respecto al latín en una selección de prólogos de obras publicadas entre 1486 y 1517. En esta selección, que incluye a cuatro autores, cabe notar la aplastante presencia de Nebrija, algunas de cuyas obras conocieron, en vida del humanista, varias ediciones revisadas por él mismo. Estas revisiones y añadiduras incluyen, en varios casos, adiciones al paratexto ; pero ya que las ediciones incunables de las obras de Nebrija constituyen una verdadero laberinto, se limitará el análisis a los prólogos de la primera edición de cada una de sus obras más emblemáticas, dejando de lado sus vocabularios bilingües dedicados a otras materias, como el derecho o la medicina1.
4Los prólogos que se analizarán serán, por lo tanto, los de ocho obras (véase el cuadro panorámico en anexo): el Universal Vocabulario en latín y en romance, de Alfonso de Palencia (1490), el Vocabulario eclesiástico de Rodrigo Fernández de Santaella (1499), el Vocabulista arávigo en letra castellana de Fray Pedro de Alcalá (1505), y cinco de Elio Antonio de Nebrija: las Introducciones latinas contrapuesto el romance al latín (1486), el Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino-español (1492) la Gramática de la lengua castellana (1492), el Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem o Vocabulario español-latino (1495) y las Reglas de Orthographía en lengua castellana (1517).
5Para contextualizar lo más claramente posible los primeros pasos del castellano en la lexicografía y la gramática, se recordará primero con brevedad cuál era su estatuto y cómo era percibido por los círculos intelectuales y políticos antes de la introducción de la imprenta en España y del reinado de Isabel Ia de Castilla. Se examinará a continuación la forma en que los autores del corpus perciben la lengua castellana respecto al latín y cómo las obras se insertan en la reforma del clero emprendida por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Se expondrá por fin cómo, poco a poco, la lengua castellana va cambiando de estatuto en estos paratextos, al compás de los grandes acontecimientos del reinado, diversificándose los propósitos de las obras y el público al que pretenden alcanzar.
- 2 Véase Inés Fernández Ordóñez, “Alfonso X en la historia del español”, Alicante, Biblioteca Virtual (...)
6La primera etapa significativa en el ascenso del castellano fue el siglo XIII. Como lo recuerda Inés Fernández Ordoñez2, Fernando III, bajo cuya corona se unieron los antiguos reinos de Castilla y de León, fue el primer rey en darle al castellano un estatuto oficial, generalizando progresivamente su uso en los documentos cancillerescos. Bajo su hijo Alfonso X “el Sabio”, el castellano es seleccionado, entre las distintas modalidades peninsulares del romance, para la redacción de textos jurídicos (Las Siete Partidas), históricos (General Estoria, Estoria de España) o científicos (El Lapidario), áreas hasta entonces reservadas al latín o al árabe. Alfonso X promueve también la traducción de grandes textos literarios árabes (Calila e Dimna) al castellano, mientras que, para su poesía religiosa (Cantigas de Santa María), elige otra modalidad del romance, el gallego-portugués. Cabe apuntar, sin embargo, que la lengua vernácula penetra por entonces en unos ámbitos seglares, pero sin llegar todavía a los círculos religiosos, cuya lengua exclusiva sigue siendo el latín.
- 3 Véase Antonio G. Solalinde, “La expresión "nuestro latín" en la General Estoria de Alfonso el Sabio(...)
- 4 Luis Fernández Gallardo no cree que el sintagma “nuestro latín” “exprese conciencia alguna de la na (...)
- 5 “E Prepositus en latin tanto quiere decir en romance como ome que es antepuesto de los otros por Ma (...)
- 6 “[…] mecaberis tanto es otrossí segund el propio romanz castellano como garçonearás […]”, Alfonso X (...)
- 7 “[…] e onager dezimos nos que es en la nuestra lengua por asno montés o por enzebro […]”, id., fol. (...)
- 8 “[…] et jnperare en latyn tanto qujere dezir en el lenguaje de Castilla como mandar todos et sennor (...)
7Como lo apunta Inés Fernández Ordoñez, son varias las denominaciones de la lengua vulgar en los textos alfonsíes. En la General Estoria se utiliza en varias ocasiones la expresión “nuestro latín”3, cuyo significado ha sido objeto de un debate4. Pero Alfonso X, en sus textos históricos o jurídicos, llama también al castellano “romanz”5, “romanz castellano”6, “la nuestra lengua”7 o “el lenguaje de Castiella”8. Estas expresiones, cuyos matices sería interesante profundizar, muestran, en todo caso, que la lengua castellana es percibida como un forma de latín específicamente hispánica, aunque no única en dicha categoría.
8Para entender el estatuto del castellano en la península antes del Renacimiento, hace falta evocar su percepción como lengua literaria a finales de la Edad Media. Pedro Ruiz Pérez concluye su balance de la cuestión, ilustrado por ejemplos variados, afirmando que
- 9 Pedro Ruiz Pérez, “El debate sobre la lengua vulgar en el renacimiento », Criticón, n° 38, 1987, p. (...)
al lado de los factores que favorecían el uso y desarrollo de la lengua común y el optimismo sobre sus posibilidades derivado de este hecho, persistía un claro sentimiento de inferioridad con respecto al latín9.
9La traducción de la literatura greco-latina en la primera mitad del siglo XV proporciona una ilustración representativa, no sólo de la percepción del castellano por los letrados, sino también de la relación triangular entre los escritores, la lengua y el poder político. En la dedicatoria la dedicatoria al rey Juan II de Castilla de su Homero romançado, Juan de Mena escribe, así, que le pareció “osadía temeraria y atrevida”:
- 10 Juan de Mena, Homero romançado, Miguel Ángel Pérez Priego (ed.), Barcelona, Planeta, 1989, p. 334. (...)
traduzir e interpretar una tan santa y seráfica obra como la Ylíada de Omero, de griego sacada en latín y de latín en la nuestra materna y castellana lengua vulgarizar; la qual obra apenas pudo toda la gramática y aun eloqüencia latina conprehender, y en sí resçebir los eroicos cantares del vaticinante poeta Omero; pues ¡quánto más fará el rudo y desierto romançe! Acaesçerá por esta cabsa a la omérica Ylíada como a las dulçes y sabrosas frutas en la fin del verano, que a la primera agua se dañan y a la segunda se pierden. E así esta obra resçibirá dos agravios: el uno en la traslaçión latina y, el más dañoso y mayor, en la interpretaçión del romançe que presumo y tiento de le dar10.
10Si Mena le reconoce al castellano la utilidad de permitir una difusión de la cultura clásica, lo percibe, en el fondo, al igual la mayor parte de sus coetáneos, como una versión degenerada, ruda y estéril del latín, hasta el punto de disculparse ante el rey por haber traducido la Ilíada al vulgar. Semejante percepción de la lengua vernácula parece tener Enrique de Villena cuando, en el prólogo de su traducción de la Eneida, dirigido al rey Juan II de Navarra –quien se la encomendó– subraya las dificultades que se le presentaron y el poco entusiasmo que le inspiró el pedido real:
- 11 Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, Pedro M. Cátedra (ed.), Madrid, (...)
E maguer la rudiçia e insufiçiençia mías non consintiesen tan elevada materia a las usadas humillar palabras, nin equivalentes fallar vocablos en la romançial texedura para expremir aquellos angélicos conçebimientos virgilianos, con todo eso, tan prompta era la voluntad a vuestro futuro mandado, que ya esperava lo que le fuese por vós, señor, injuncto11.
11Ambos ejemplos muestran que la valoración del castellano es, hasta entonces, y en el mejor de los casos, objeto de polémica entre los letrados y el poder político; tal falta de consenso parece explicar en gran parte que el proceso de dignificación del castellano a través de la literatura haya vacilado durante un siglo y medio. No será casualidad, por lo tanto, que la consagración definitiva de la lengua castellana pase, dos reinados después, por una colaboración plena entre una monarquía determinada y unos letrados entusiastas.
- 12 Véase Américo Castro, Glosarios latino-español de la Edad Media, Madrid, CSIC, 1991.
- 13 Tomás González Rolán y Pilar Saquero Suárez-Somonte, Latín y castellano, Madrid, Ediciones Clásicas (...)
- 14 Id., p. 80.
12Para concluir esta breve síntesis del estatuto del castellano a finales de la Edad Media, cabe evocar las premisas prerrenacentistas de la lexicografía castellana, posiblemente ocultadas en parte por la fama de la posterior labor de Nebrija. Américo Castro contribuyó a su conocimiento publicando los tres glosarios latino-español medievales conocidos, los llamados Glosario de Palacio, Glosario de Toledo, y Glosario de Escorial, cuyos manuscritos respectivos son de los siglos XIII, XIV y XV12. Existe también un diccionario manuscrito monolingüe del castellano del siglo XV, editado en 1995 a partir del manuscrito N-73 de la Real Academia de la Historia por Tomás González Rolán y Pilar Saquero Suárez-Somonte, y desgraciadamente desaparecido desde entonces. Contiene un prólogo particularmente rico en el que su anónimo autor apunta, además del parentesco entre el castellano y el latín, la necesidad de “dar a los vocablos corruptos y dañados aquella declaraçión y emienda que les conviene”13, para corregir su deformación por los extranjeros o evitar la pérdida de su significado, debida a los “aldeanos, cuya torpedad y rudeza es enemiga y madrastra de la fermosa eloquencia de el hablar”14. Aunque dicho diccionario parece ser, en su época, un caso aislado, la voluntad de normativizar el castellano de cara a un público tanto nacional como extranjero prefigura, como se verá, el contenido de ciertos prólogos de diccionarios que se publicarán con posterioridad.
- 15 Véanse José Manuel Nieto Soria, “El clero secular”, Medievalismo, n°13-14, 2004, p. 97-98 y Tarcisi (...)
- 16 Véase Tarcisio de Azcona, op. cit., p. 313-317.
13En 1479, se cierra definitivamente el periodo conflictivo que marcó el inicio del reinado de los Reyes Católicos, con la firma de los tratados de Moura y Alcaçovas con Portugal. En el nuevo contexto de paz recobrada, los Reyes pueden iniciar la reforma del clero que contemplaban desde hacía tiempo. Ésta, iniciada desde el propio clero en la asamblea clerical de Sevilla en el verano de 1478, se oficializa con ordenanzas de las Cortes de Toledo en 1480. Su propósito es remediar la decadencia moral e intelectual del clero, tanto regular como secular, que desprestigia la institución eclesiástica15. La reforma ha de aplicarse a todas las capas del clero, de la cabeza a la base de la institución, tanto en el clero regular como en el secular, y, dentro de éste, tanto a los hombres como a las mujeres. Se abren las puertas de la iglesia, incluso para reclutar a futuros obispos, a personas que pertenecen a clases medias, con tal que sean naturales de las coronas de Castilla y Aragón16.
14Este conjunto de criterios intelectuales, sociales y morales que rigen la reforma eclesiástica implican la obligación de mejorar el conocimiento del latín de parte de quienes ya lo practican a diario, pero también de adaptar la enseñanza del latín a unos principiantes, pertenecientes a clases sociales modestas. Por otra parte, la exigencia de moralidad supone, entre otras cosas, limitar la comunicación entre hombres y mujeres en los monasterios y conventos.
15En 1481, cuando se inicia la reforma, se imprimen las Introductiones latinæ de Antonio de Nebrija, gramática del latín destinada a devolver a la lengua su pureza inicial. Van dedicadas al cardenal Pedro de Mendoza, quien había presidido la asamblea sevillana de 1478. En el prólogo, como lo apunta Isabella Ianuzzi,
- 17 Isabella Ianuzzi, “Talavera y Nebrija : lenguaje para convencer, gramática para pensar”, Hispania, (...)
[..] Nebrija explicita las intenciones de su trabajo: crear una gramática al alcance de la cultura de su tiempo, que supiera asumir la ignorancia presente en aquel momento en España y ponerle remedio17.
- 18 Véanse Virginia Bonmatí, “Tradición e innovacion en las ediciones de las Introductiones Latinae de (...)
16Las Introductiones, que conocen un éxito fulgurante, como lo demuestran sus numerosas ediciones en los años que siguen18, no marcan simplemente el resurgir del latín clásico, sino el primer paso hacia una renovación general de la enseñanza en la península:
- 19 Isabella Ianuzzi, art. cit., p. 39.
[…] libros de texto como Introductiones Latinæ […] permitían una correcta recepción y lectura del latín y de la cultura clásica como primer escalón para dar la oportunidad al mundo hispánico de desarrollarse y crecer en todos los ámbitos19.
- 20 Antonio de Nebrija, Introductiones latinas contrapuesto el romance al latín, Zamora, Antón de Cente (...)
- 21 Véanse Tarcisio de Azcona, op. cit., p. 406 y Giovanni María Bertini, “Talavera, escritor espiritua (...)
- 22 Francisco Rico, “Un prólogo al renacimiento español: la dedicatoria de Nebrija a las Introducciones (...)
17De hecho, cinco años después, en 1486, por mandado de la Reina Isabel, Nebrija publica una nueva versión de la obra, cuyo título es Introducciones latinas contrapuesto el romance al latín. Ésta, como lo explica Nebrija en su prólogo dedicado a la reina, fue inicialmente ideada por el poder político. Al enumerar los distintos beneficiarios potenciales de sus Introductiones bilingües, Nebrija las inserta muy explícitamente en el marco de la reforma clerical. Expone, en efecto, cómo la obra le fue encargada por la reina a través de Hernando de Talavera, “por que las mugeres religiosas et uírgines dedicadas a dios, sin participación de uarones pudiessen conocer algo de la lengua latina”20. De hecho, el obispo de Ávila era autor de un tratado para la reforma de las monjas de convento de San Bernardo de Ávila (De cómo han de vivir las monjas de San Bernardo en su monasterio de Ávila) que, según recuerda Tarcisio de Azcona “fue convertido por la Reina en un ejemplo para todo el reino”21. Las Introducciones romanzadas, como lo subraya Francisco Rico, eran, por lo tanto, “una piedra más en la abrumadora serie de las reformas […] indisolublemente trabadas en la construcción de la monarquía ejemplar que la encandilaba”22.
- 23 Véase Virginia Bonmatí, art. cit., p. 77-78.
18Sin embargo, en su prólogo, Nebrija va más allá del motivo inicial del pedido, pues afirma haber percibido, durante la elaboración de la obra bilingüe, todo el interés pedagógico de la contraposición del castellano al latín para la enseñanza y al aprendizaje del último. Se dirige, en efecto, tanto a iniciados como a principiantes, tanto a quienes hayan tenido profesores (“que tuvieren buenos preceptores”) como a quienes no (“no con mucha conversación de maestros”). Aunque no limita el lectorado potencial al ámbito clerical, sus palabras tienen un contenido político que supera el marco de la reforma clerical. Si las Introductiones latinæ, gramática latina monolingüe, podían ser aprovechadas por estudiosos de cualquier nacionalidad, –lo muestra el hecho de que se imprimieran en París y Lyon a partir de 150023– el autor, ahora, se dirige esencialmente a sus compatriotas, a los que llama “los hombres de nuestra nación” o “los hombres de nuestra lengua”, elogiando la cultura hispano-latina y reivindicando el latín como un elemento clave de la identidad española.
- 24 Alfonso de Palencia, Universal Vocabulario en latín y en romançe, Sevilla, Paulo de Colonia, Magnus (...)
19Otras obras publicadas con posterioridad y dedicadas igualmente a la reina Isabel se insertan declaradamente en la reforma del clero: el Universal Vocabulario de Alfonso de Palencia (1492), y el Vocabulario Eclesiástico de Rodrigo Fernández de Santaella (1499). Ambas obras consisten en léxicos latín-castellano destinados a los clérigos. Como Nebrija, Palencia y Santaella parten de la constatación de la mala comprensión del latín por los miembros del clero. El primero evoca “la grand difficultad que incurren los de España medianamente principiados en la latinidad quando por vocablos latinos menos conoscidos buscan de entender los no conoscidos”24. Santaella le sigue el paso, aunque distinguiendo distintos grados de desconocimiento del latín, cómo se puede observar en el cuadro anexo.
20Ambos autores enmarcan así sus obras no sólo en la reforma del clero, sino también en la política general de la reina, a la cual elogia Palencia: su “sentido”, escribe “no cessa de se maravillar de las muchas operationes tan crescidamente provechosas al nombre de España como en un mesmo tiempo se executan por su real mandamiento”25. En cuanto a Santaella, se dirige a la reina con los siguientes términos:
- 26 Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabularium ecclesiasticum, Sevilla, Johannes Pegnitzer, Magnus He (...)
A vos por quien vuestros reynos han sido restaurados et reformados en todos los estados a la integridad de la fe et de la religión et sanctas costumbres, por quien españa ha recobrado la corona fama et gloria entre todas la naciones26.
21Más allá de su inserción en la política real de reforma del clero, las Introducciones bilingües, el Universal Vocabulario y el Vocabulario Eclesiástico son también testimonios de la manera como sus autores perciben la lengua castellana.
22Las Introducciones latinas contrapuesto el romance al latín parecen ser el primer hito del reconocimiento del castellano como lengua de saber, aunque, de momento, de manera limitada. En efecto, al principio del prólogo, Nebrija reconoce, o finge reconocer, que no vio, al principio, la utilidad de la obra:
- 27 Antonio de Nebrija, Introductiones latinas contrapuesto el romance al latín, ed. cit., fol. 3r°. La (...)
[…] en el comienço no me parecio materia en que yo pudiesse ganar mucha onra, por ser nuestra lengua tan pobre de palabras, que por uentura no podría reprensentar todo lo que contiene el artificio del latín27.
23Pese a admitir el valor pedagógico de una gramática bilingüe, no rectifica explícitamente, de momento, su visión medieval del castellano como lengua “pobre”.
- 28 Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabularium ecclesiasticum, ed. cit., fol. 1r°.
24Tanto en las Introductiones bilingües como en el Universal Vocabulario y el Vocabulario Eclesiástico, el castellano –todavía llamado “romance”– sigue siendo percibido a través de su parentesco con el latín, parentesco subrayado por Santaella, que explica en parte la mala comprensión del latín por los clérigos por una engañosa “conformidad”28 entre ambas lenguas. Sin embargo, se le presenta por primera vez como una herramienta pedagógica para la enseñanza de latín, lo que constituye un primer paso hacia su dignificación.
- 29 Alfonso de Palencia, Universal Vocabulario…, ed. cit., fol. 1r°.
- 30 Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabularium ecclesiasticum, ed. cit., fol. 1r°
- 31 Fray Pedro de Alcalá, Arte para ligeramente saber la lengua araviga y vocabulista arauigo en letra (...)
- 32 De hecho, en otra obra lexicográfica suya dedicada al latín, Palencia se califica de la siguiente f (...)
- 33 Véase cuadro anexo.
- 34 Antonio de Nebrija, Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem (Diccionario lat (...)
- 35 Ibid.
- 36 Pedro Ruiz Pérez, “El debate sobre la lengua vulgar en el renacimiento”, Criticón, n° 38, 1987, p. (...)
25Aunque las Introducciones bilingües comparten su percepción global del castellano con los vocabularios de Palencia y Santaella, el prólogo de Nebrija aporta un elemento del que los otros dos están desprovistos. Como se puede ver en el cuadro anexo, Palencia se define en su prólogo como “cronista de los fechos de España”29; Santaella, como “capellán y protonotario maestre Rodrigo de Santaella”30 y Fray Pedro de Alcalá, al que nos referiremos en adelante, como “muy indigno frayle de la orden del glorioso dotor san Jerónimo”31: ninguno de ellos, por lo tanto, afirma ser especialista de la lengua32. Nebrija, en cambio, se presenta como un profesional de la lengua, tanto en las Introducciones bilingües como en los demás prólogos de nuestra selección, en los cuales aparece como “maestro” o “maestro gramático”33. La mirada profesional de Nebrija sobre la lengua latina se confirma en los prólogos de sus siguientes obras. En el Lexicon (o Dicionario latino-español) se presenta, así, como un comerciante de la lengua, escribiendo: “yo fui el primero que abrí tienda de lengua latina”34, añadiendo que “si cerca de los ombres de nuestra nación alguna cosa se halla de latín, todo aquello se ha de referir a mi”35. Pero el acercamiento profesional de Nebrija a la lengua latina le llevará también, adelantándose a sus contemporáneos, a adoptar también una visión profesional de la lengua castellana, que culminará con la publicación de la Gramática. Como lo subrayó Pedro Ruiz Pérez, la época humanista, que marcó la restauración del latín y el regreso a su pureza original, fue también, de forma aparentemente paradójica, la época de la consagración de la lengua vulgar, aunque, añade, “en realidad, este doble fenómeno no representa más que las dos manifestaciones simultáneas y paralelas del mismo impulso de renovación filológica”36.
- 37 Véase Manuel Alvar Ezquerra, “Nebrija, autor de diccionarios”, Cuadernos de Historia Moderna n° 13, (...)
26Dos publicaciones de Nebrija marcan una transición en la forma de considerar la lengua vernácula castellana. Aparecen en 1492 y 1495. El primero es el Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem (Lexicon), o Diccionario latino-español; el segundo, el Diccionarium ex hispaniensi in latinum sermonem, o Vocabulario español-latino Ambos tienen prólogos dedicados a don Juan de Estúñiga, que era, por entonces, el mecenas de Nebrija. Como lo han mostrado varios especialistas, el segundo tiene más entradas que el primero, y aparecen en él palabras nuevas, como “canoa”, importada de América37. En cuanto a sus respectivos prólogos, el primero es el que ofrece la reflexión más interesante sobre la lengua vulgar. Como lo había hecho Palencia en el Universal Vocabulario, Nebrija, en prólogo del Lexicon, parte de la ignorancia, por la mayor parte de los maestros, del significado real de las palabras latinas que utilizan y reafirma que todas las palabras latinas no tienen equivalente en castellano. Pero, ahora, confiesa que el castellano, de la misma manera, posee, para designar ciertas realidades, vocablos de los cuales no dispone el latín:
- 38 Antonio de Nebrija, Lexicon…, ed. cit., fol. 3v°.
[…] muchas cosas tiene nuestra lengua, la fuerça de las quales aunque siente la latina no tiene una palabra por la cual las pueda dezir.[…]38.
- 39 “Estrechamos esso mesmo el volumen debaxo de una marauillosa brruedad, por que la grandeza del prec (...)
27Así, aunque el castellano aún aparece, en el Lexicon, como una herramienta de aprendizaje del latín, se le confiere además un valor expresivo nuevo, y una riqueza distinta de la del latín. Esta obra, que ya no es un encargo oficial, parece servirle a Nebrija para seguir desarrollando una visión propia de la lengua castellana y de su valor pedagógico, que había empezado a elaborar con las Introducciones bilingües. Dicha visión parece incluir una dimensión social, ya que Nebrija expresa su preocupación por la accesibilidad económica del libro39.
- 40 Antonio de Nebrija, Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem (Vocabulario español-latino), S (...)
28La nueva dimensión que atribuye al castellano, la concreta Nebrija, en 1495, con el Vocabulario español latino, en el que parece aplicar lo escrito en el prólogo del Lexicon. Sin embargo, el prólogo, dedicado también a don Juan de Estúñiga, consiste esencialmente en una autobiografía profesional y un balance de las obras realizadas hasta entonces. Para evocar el Vocabulario, lo presenta brevemente como un simple espejo del Lexicon40.
29En el ámbito político, la puesta en marcha de la reforma del clero va acompañada de una voluntad de acabar con el judaísmo y el islam en la península. En enero de 1492, pocos meses antes del decreto de expulsión de los judíos, los cristianos se apoderan de Granada tras una guerra de diez años. Las capitulaciones firmadas pocos antes garantizan, en principio, a los musulmanes granadinos el derecho de conservar su religión. Muy pronto, sin embargo, se emprende, bajo la autoridad del obispo Hernando de Talavera, una amplia campaña de evangelización, primero pacífica, de los granadinos, que pasa por una enseñanza del catecismo en árabe. En la misma época, incluso antes de la llegada de Colón al Caribe, Castilla prosigue su expansión territorial hacia el Atlántico, terminando la conquista de Canarias por la isla de Tenerife, en 1496. Al antiguo reino medieval de Castilla le toca oficialmente, por lo tanto, proteger y propagar el cristianismo por sus nuevos territorios ultramarinos: en 1493, las bulas alejandrinas le concedieron la exclusividad de los descubrimientos en las “Indias”, a cambio de su evangelización.
- 41 Manuel Alvar Ezquerra, “Cambios en el léxico español del vocabulista de fray Pedro de Alcalá (1505) (...)
- 42 Fray Pedro de Alcalá, Arte para ligeramente saber la lengua aráviga y vocabulista aráuigo en letra (...)
- 43 Ibid.
30Los prólogos de la Gramática de Nebrija y del Vocabulista arávigo en letra castellana de fray Pedro de Alcalá reflejan estas nuevas realidades políticas. Aunque se publica después de la Gramática, empezaremos por el Vocabulista, elaborado de cara a unos objetivos muy precisos, y acompañado, en un mismo volumen, por el Arte para ligeramente saber la lengua araviga. Su autor, fray Pedro de Alcalá, es, como firma en el colofón del Vocabulista, un compañero de Fray Hernando de Talavera, al que ayuda en su labor de evangelización de los nuevos cristianos granadinos. Como lo nota Manuel Alvar Ezquerra41, aunque el Vocabulista fue impreso en 1505, el colofón es de 1501, año en que se ordenó la conversión de todos los musulmanes granadinos. Se trata del primer diccionario castellano-árabe. En el prólogo, el autor explica que partió del Vocabulario español-latino de Nebrija, sustituyendo la entrada latina por el árabe. Llama la atención su doble forma de nombrar el castellano: a veces habla de “romance”, otras de “aljamía”, adoptando la palabra con la que lo designan los musulmanes peninsulares. En el aviso al lector, el autor se disculpa por el desorden de las entradas en castellano explicando que su intención fue “trasladar el aravía” y no “ordenar el romance”, ya que el propósito inicial de su obra fue facilitar el aprendizaje del árabe a los misioneros cristianos (“los viejos cristianos que tanta necesidad tienen de ser predicadores y maestros de [los nuevos convertidos]”42). Sin embargo, al llamar el castellano “aljamía”, adopta también el punto de vista de aquellos para quienes el castellano no es lengua materna, sino extranjera. También lo hace al imaginar que su obra podrá permitir a los musulmanes que conozcan el alfabeto romano aprender el castellano (“assí los arávigos o nuevos cristianos sabiendo leer la letra cristiana, tomando primero el aravía ligeramente pueden venir en conoscimiento del aljamía”43). En definitiva, sin dejar de percibir, por costumbre, el castellano como derivado del latín, le atribuye el doble estatuto de lengua de evangelización y de lengua extranjera.
- 44 Como lo precisa Francisco Rico, cabe distinguir entre las Introducciones bilingües, compuestas “ips (...)
31Este doble estatuto ya aparecía, por supuesto, en el prólogo de la Gramática de Nebrija, aunque el famoso texto le atribuye también al castellano otras cualidades, que se recordarán brevemente a continuación. Dedicado, como la Introducciones latinas contrapuesto el romance al latín, a la reina Isabel, la Gramática de la lengua castellana no fue, en principio, un encargo44. Al contrario, como recuerda Nebrija en su prólogo, la iniciativa partió del autor, el cual le recuerda a la reina lo siguiente: “[…] cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a vuestra real Majestad […] me pregunto que para que podia aprovechar […]”. Y continúa así:
- 45 Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, Salamanca, A. de Nebrija, 1492, fol. 2r°.
el mui reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta, et, respondiendo por mi, dixo que después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros et naciones de peregrinas lenguas, et con el vencimiento aquellos tenían necessidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido, et con ellas nuestra lengua, entonces, por esta mi arte, podrían venir en el conocimiento della, como agora nosotros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín. I cierto assí es que no sola mente los enemigos de nuestra fe, que tienen ia necessidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcaínos, navarros, franceses, italianos et todos los otros que tiene algun trato e conversación en españa et necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender por uso, podrán la más aína saber por esta mi obra. […]45
- 46 Véase Guillermo Serés, “La defensa de la lengua natural entre los primeros humanistas”, Ínsula n° 6 (...)
32La respuesta del obispo Talavera sobre la utilidad política de una gramática del castellano viene a ilustrar la primera y famosísima afirmación del texto, inspirada de Lorenzo Valla46, según la cual “la lengua siempre fue compañera del imperio”. Con la Gramática del castellano, éste adquiere un nuevo estatuto: el de instrumento de dominación política y religiosa. De alguna manera, la Gramática de Nebrija marca el momento en que la lengua castellana adquiere su independencia con respecto al latín. Como lo nota Guillermo Serés, Nebrija dedicó:
buena parte de su studium a purgar el romance castellano de los latinismos que habían incorporado los intelectuales de la generación anterior, criticando a Mena por pecar contra la historia al aplicar la norma de una lengua (el latín) o otra (el romance), cuyo uso no la tolera47.
- 48 Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, ed. cit., fol. 3v°.
- 49 Antonio de Nebrija, Reglas de orthographía en la lengua castellana, Antonio Quilis (ed.), Bogotá, I (...)
33A partir de la Gramática, ya no se designa al castellano por la palabra “romance”, sino por las expresiones “lenguaje castellano”, “nuestra lengua” o, incluso –es de notar el posesivo en singular– “mi lengua”48. En realidad, el término “romance” ya no aparece en los prólogos de las obras de Nebrija cuyas primeras ediciones salen a la luz a partir de 1492. Ni en el Lexicon, del mismo año 1492, ni en el Vocabulario (1495), ni, por supuesto, en las Reglas de Orthographía del castellano (1517). Esta última obra, aunque considerada como menor por Antonio Quilis49, acaba de consagrar el castellano como lengua escrita, al fijar su ortografía. Al hacerse adulta, la lengua castellana adquiere, a su vez, el derecho a la corrección, a la pureza, a la normativización. También gana el derecho de proyectarse hacia el futuro, como se ve en el prólogo de la Gramática:
- 50 Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, ed. cit., fol. 2r°.
acorde ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora et de aquí adelante en el se escriviere pueda quedar en un tenor, et estender se en toda la duración de los tiempos que están por venir, como vemos que se ha hecho en la lengua griega et latina, las cuales por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an pasado muchos siglos, toda vía quedan en una uniformidad50.
34El castellano, en definitiva, se convierte en un nuevo latín, que desempeñará en los territorios americanos de la corona española el mismo papel que desempeñó el latín en España.
35La necesidad de enmarcar las obras de Nebrija y sus prólogos en su contexto histórico inmediato no implica en absoluto minimizar el genio propio del hombre, en el que han insistido muchos especialistas; sin embargo, parece indiscutible que la consagración del castellano fue el fruto de un encuentro entre aquel individuo singular y el programa político de la reina Isabel. No se trata tampoco, por supuesto, de afirmar que Nebrija se desentiende del latín y deja de considerar el castellano como una herramienta para estudiarlo. Prueba de ello es que, entre las utilidades de su Gramática castellana, evoca el hecho de que
los ombres de nuestra lengua que querrán estudiar la gramatica del latín […] después que sintieren bien el arte del castellano, lo cual no será mui dificile, por que es sobre la lengua que ia ellos sienten, cuando passaren al latín no avrá cosa tan escura que no se les haga mui ligera […]
- 51 Luis Fernández Gallardo, “Latín y vulgar. Ideas sobre la lengua en la Castilla del siglo XV”, Revis (...)
36En definitiva, como lo recuerda Fernández Gallardo “se produce”, en Nebrija, “una tensión resuelta entre el latinista que siente un instintivo desvío ante el vernáculo y el decidido valedor del castellano”51. Este tipo de contradicción es, finalmente, propio de la extraordinaria época de transición en la que vivió Nebrija.