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VI. Recensioni
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Chris Ealham, Michael Richards (editado por), España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española

Esteban Elena González
Notizia bibliografica:

Chris Ealham, Michael Richards (editado por), España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española, Granada, Comares, 2010, 320 pp.

Testo integrale

Chris EALHAM, Michael RICHARDS (editado por), España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española, Granada, Comares, 2010, 320 pp.Visualizza l'immagine
Credits: Chris EALHAM, Michael RICHARDS (editado por), España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española, Granada, Comares, 2010, 320 pp.

1De la mano de Chris Ealhalm y Michael Richards llega la versión traducida al castellano de The Splintering of Spain. Cultural History and Spanish Civil War (Cambridge University Press, 2005). Ahora bajo el título España Fragmentada. Historia Cultural y Guerra Civil Española (2010) la editorial granadina Comares, ofrece una de sus últimas obras en un año que ha resultado frenético en el ritmo de aparición de publicaciones de su colección de historia, uno de cuyos responsables es el profesor de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco.

2Chris Ealham es profesor en el departamento de Ciencias Sociales y Humanidades en la sede madrileña de la universidad de Saint Louis. Con una dilatada trayectoria a sus espaldas, anteriormente impartió docencia en las universidades de Londres, Cardiff y Lancaster. Especialmente significativa en su carrera resultó la primera, pues allí entró en contacto con el profesor Paul Preston y su escuela en el Queen Mary College de la University of London a principios de los años noventa, siendo clave en su formación como doctor. Ealham forma parte de los últimos representantes surgidos al calor de los centros de referencia del hispanismo británico, uno de cuyos buques insignia está radicado en esta institución, en centros tan destacados como el Cañada Blanch Centre de la London School of Economics and Political Science. Ealham es especialista en historia del movimiento obrero y el obrerismo en España, con especial énfasis en aquellos originados desde una matriz anarquista y anarco-sindicalista. Mención destacada merecen sus trabajos sobre la ciudad de Barcelona y algunos personajes ligados su historia. Entre sus publicaciones recientes destaca la edición en inglés de los trabajos de José Peirats, así como la del aparecido en 2005 La Lucha por Barcelona: Clase, conflicto y cultura, 1898-1937.

3Por su parte Michael Richards, desde la University of West England se ha destacado recientemente por sus publicaciones en torno a la Guerra Civil, en especial las dedicadas a la represión. Un ejemplo es A Time of Silence: Civil War and the Culture of Repression in Spain, 1936-1945. Es de justicia reconocer a ambos autores su perseverancia por tender puentes entre la historiografía española y su alcance en el mundo anglosajón, con las diversas ediciones en inglés y castellano.

4De resultas de todo ello, en España Fragmentada los editores configuran una obra coral en uno de los campos que ha sido menos explorado en referencia a los estudios sobre la Guerra Civil Española, la historia cultural, contando con la participación de especialistas británicos, estadounidenses y españoles. El libro analiza las ideas y la cultura que rodeó al cataclismo experimentado por España entre los años 1936 y 1939. Es mérito de todos los autores el énfasis en evitar caer en un enfoque que analice el conflicto desde la bipolaridad de dos bandos enfrentados de forma antagónica. En su lugar, defienden que existió un mundo mucho más complejo, que posteriormente no trascendió a la historiografía oficial, en el que la interacción de factores nacionales y locales diversos determinaron la conformación y el desarrollo de la guerra.

5Por otra parte, esta puntualización es también clara a la hora de presentar la contienda no como un momento de ruptura con los primeros años treinta, sino todo lo contrario. La Guerra Civil fue resultado de las fisuras culturales ya presentes a la llegada del nuevo decenio. Estas fracturas culturales y políticas resultarían intensificadas con el estallido de la guerra.

6A modo de ejemplo, los dos editores citan algunas obras; Las Tres Españas, Preston (1998) que intentan romper con una excesiva simplificación del debate historiográfico en el primer capítulo “Historia, memoria y la Guerra Civil española: Perspectivas recientes” y su correspondiente marco dual.

7El resto de la obra se divide en otros nueve capítulos, donde los autores establecen líneas de separación entre ideología, cultura, conciencia, mentalidades y tradiciones. En la primera parte se ubican los artículos relacionados con violencia, nacionalismo y religión. En la segunda parte, se aplican modelos y conceptos culturales (populismo, urbanismo y empoderamiento) a la política de la zona republicana durante la guerra. Finalmente una tercera parte se destina al estudio de las zonas que se inclinaron a favor de la sublevación de julio de 1936 y las formas en que se articuló su apoyo.

8Eduardo González Calleja (Universidad Carlos III) estudia en el capítulo dos “El simbolismo de la violencia durante la Segunda República Española, 1931-1936” cómo las mentalidades afectaron a la formación y transmisión de las ideas políticas que abogaron por la implantación de proyectos violentos como solución a los problemas políticos de España en los años inmediatos al estallido de la guerra. La violencia entendida como “comunicación extralingüística” pretendió modificar la situación política mediante el uso de la fuerza. Este proceso tuvo como desencadenantes dos factores: por un lado la caída del régimen de la Restauración, que actuó más que como una plataforma representativa de las diferentes opciones políticas, como un amortiguador de los grupos sociales en conflicto. Por otro, el establecimiento de lazos íntimos entre los líderes políticos y sus representados, ejerciendo una función apelativa hacia las masas en torno a una retórica a favor de la fuerza. En este proceso de radicalización del lenguaje político, la movilización y ocupación del espacio público a través de varios grupos sociales como la juventud, la formación de milicias paramilitares o los mítines masivos fueron clave e interpretados como una señal de amenaza hacia el adversario, a medida que se extendían rumores y bulos sobre el rival político. La lucha simbólica contra el enemigo se mostró como una forma eficaz de fortalecer y reafirmar los valores de grupo, al tiempo que las deficiencias de la comunicación convencional degeneraron en el estallido de toda una serie de rumores apoyados en estereotipos y prejuicios, apenas frenados por unas autoridades republicanas que hicieron un uso deficiente del monopolio de la coerción. Esta militarización de la esfera pública dio paso paradójicamente a una relajación de la tensión en el lenguaje político tras los primeros días de guerra.

9Una vez comenzada la conflagración, desde casi todas las partes involucradas se utilizó el llamamiento a la identidad nacional para movilizar a las masas. En el tercer capítulo “Naciones en armas contra el invasor: Acerca de los discursos nacionalistas durante la Guerra Civil española” Xosé-Manuel Núñez Seixas (Universidad de Santiago de Compostela) analiza como desde el llamamiento al culto a la nación en armas se emplearon los mismos métodos discursivos, mismos símbolos desde ambas partes en conflicto, pero con una diferencia clara en sus significados. Por una parte, el nacionalismo católico identificado con la España imperial del Siglo de Oro, constituyó el principal resorte para la movilización en el bando franquista, con sus propios mitos: el antiseparatismo, las resistencias de Numancia, Sagunto o la figura de Isabel la Católica, así como la uniformidad en torno a lo castellano como valor eterno. Por su parte, los republicanos se apoyaron solo de forma parcial en el concepto de nación, en buena medida por una posible contestación por parte de los nacionalismos periféricos albergados en su zona de control, de forma que solamente remarcaron algunos de los mitos de resistencia del pasado: la guerra de liberación nacional contra los franceses y sobre todo el concepto de “pueblo”. En su lugar, se sustituyeron por el patriotismo y lealtades constitucionales, no siempre efectivos en todas las regiones de España.

10Si antes hablábamos de violencia en el lenguaje como precursora de la violencia real que siguió al estallido del conflicto en julio de 1936, Mary Vincent (Universidad de Sheffield) en el capítulo cuatro “Las llaves del reino: Violencia religiosa en la Guerra Civil española, julio-agosto de 1936” analiza la controvertida naturaleza de la coacción contra lo religioso en la contienda. Desde una postura crítica con los historiadores clericalistas que ven en el conflicto la culminación de una escalada antirreligiosa iniciada decenios atrás, Vincent se muestra reticente al aceptar la violencia contra lo religioso como fruto de la polarización de clases. Distingue entre secularismo, que identifica como una respuesta desde la República al clericalismo imperante desde principios de siglo y el anticlericalismo propiamente dicho. Lo que resultó novedoso con el estallido de la guerra fue el secularismo proletario propio de los primeros meses tras el 18 de julio. Violento, humillante y burlesco contra los iconos religiosos y sus representantes, buscaba destruir el poder simbólico que encerraban, acabar con el antiguo orden social y su simbología para construir una nueva sociedad partiendo de cero. De ahí que surgiera toda una iconoclastia purificadora a través del fuego, así como varias parodias carnavalescas de la liturgia católica barroca. En el caso de la Iglesia, su fundamento pasaba por devolver lo sacro a su naturaleza mundana, escatológica e incluso sexual. De ahí que se iniciasen rituales de mutilación y exterminio a balazos de las imágenes religiosas, la extensión de bulos sobre la conexión sexual entre monjas y obispos, los paseos a los curas obligándolos a elegir entre tener sexo, la aceptación por contraer matrimonio o la muerte, o los rituales pre y post-mortem en los que eran brutalmente castrados.

11De estas medidas llevadas a cabo por las turbas revolucionarias en la zona republicana, pasamos al tratamiento del fenómeno político del populismo en el quinto capítulo con el análisis de Enric Ucelay-Da Cal (Universidad Pompeu Fabra) en “El populismo catalán en la Guerra Civil española”. El autor describe la dinámica particular de la política catalana de estos años a través del populismo y no tanto desde la clase social. El panorama político catalán se constituyó como sistema político subsidiario (aunque diverso) del español y a pesar de la diferencia entre las opciones políticas, (los radicales de Lerroux, la Esquerra y los anarquistas de la CNT) el catalanismo terminó calando en todas las opciones políticas de la región, fenómeno notorio especialmente durante la guerra, y significativamente en el PSUC. La asunción del catalanismo fue la forma más eficaz de conectar con las masas y su voluntad de instaurar un orden nuevo. El entusiasmo inicial motivado de la voluntad de cambio y el voto de esperanza puesto en la Esquerra catalanista incluso por parte de los emigrantes del resto de España en Cataluña, quedó evaporado a medida que avanzó el conflicto, y muy especialmente desde la recentralización gubernativa llevada a cabo en 1937 con el traslado del gobierno republicano a Barcelona.

12Sin salir del análisis de la realidad catalana, Chris Ealham (Universidad de Saint Louis) en el sexto capítulo analiza el urbanismo revolucionario que se originó en Barcelona tras el estallido de la guerra, situando a la ciudad como sujeto, más que como contenedor de movimientos sociales. Un proyecto de ciudad proletaria, alentado por la cultura anarcosindicalista desarrollada en Barcelona en las décadas anteriores, donde apareció una nueva identidad ciudadana y de barrio opuesta al aburguesamiento de la capital y su tradicional imagen de ciudad industrial y de negocios. En “El mito de la muchedumbre enloquecida: Clase, cultura y espacio en el proyecto urbanístico revolucionario de Barcelona, 1936-1937” el proyecto de ciudad proletaria, llevado a cabo por grupos como la CNT, la FAI y el POUM, planteó una descentralización gubernativa en torno a comités de barrio, que asumieron nuevas funciones sociales en edificios ocupados por grandes corporaciones capitalistas. En esta nueva redefinición de espacios, la preocupación por la asistencia social jugó un papel clave, así como la proletarización de todos los niveles de la cotidianeidad: moda, simbología, costumbres, llevándose a cabo actos de destrucción creativa simbólica como la inutilización de vehículos, máximo símbolo del estatus burgués de la Barcelona del momento. El proyecto de una Barcelona proletaria presentó, no obstante, ciertos límites. Los grupos anarcosindicalistas debieron colaborar con las autoridades republicanas bajo la obligación de ganar la guerra, lo que hizo junto al traslado del gobierno republicano a Barcelona, la revolución moderara sus posturas en mayo de 1937.

13El séptimo capítulo guarda también conexiones con el anterior, y muestra las mencionadas peculiaridades de la cultura política española durante la Guerra Civil, configurándola como un gran mosaico heterogéneo cuyos resultados dependieron en buena medida de la cultura política local. Pamela Radcliff (Universidad de California en San Diego) en “La cultura de empoderamiento en Gijón, 1936-37” explica cómo la cultura anarcosindicalista de la ciudad de Gijón, donde la CNT tuvo una actitud más moderada que en Barcelona, llevó a la colaboración con otros grupos de poder y a construir un modelo de ciudad basado en la modernización progresiva y no en una ruptura radical. De esta forma queda deconstruído el enfoque binario guerra-revolución. En Gijón la debilidad estructural de los partidos republicanos, junto al aislamiento físico de la franja cantábrica del resto de la zona republicana fue la que propició un nuevo proyecto de ciudad, en el que surgieron nuevos símbolos liberales, nuevos santos laicos inspiradores de una modernidad laica como Jovellanos o García Lorca. Gijón muestra así uno de los casos particulares en los que se mezcló modernidad sin ruptura y revolución.

14Hasta ahora el libro ha tratado de la realidad existente en la España republicana. Sin embargo, ¿cómo se conformaron las identidades que galvanizaron la voluntad de las masas en la zona rebelde?

15En el capítulo ocho, en “Viejos símbolos, nuevos significados. La movilización rebelde en el verano de 1936”, Rafael Cruz (Universidad Complutense de Madrid) analiza cómo se desencadenó la lucha entre varias facciones de los insurrectos para imponer una nueva simbología en el régimen en ciernes. Los ataques republicanos a la Basílica del Pilar de Zaragoza y Cerro de los Ángeles en Getafe sirvieron de revulsivo para apuntalar la identificación la nación española con el catolicismo. De forma paralela, uno de los emblemas de la monarquía española, la bandera rojigualda, era recuperada como símbolo de identidad nacional en clara oposición al régimen republicano y sus emblemas. En este proceso, otros símbolos fueron obviados, y no tuvieron tanto éxito, como la Marcha Real borbónica, mientras otros se alzaron como nuevos nacionales, como el Cara al Sol falangista. Nuevas imágenes colectivas e ideales como el martirio para los soldados caídos o la constitución de la guerra como una cruzada fueron fijados en los meses del verano de 1936, al tiempo que los entierros de personajes públicos representativos o las movilizaciones de imágenes de vírgenes protectoras fueron instrumentos catalizadores de esta nueva identidad colectiva.

16Si bien estos primeros aldabonazos de la identidad del franquismo fueron bosquejados en su mayor parte en el corazón de Castilla la Vieja, Francisco Javier Caspístegui, de la Universidad de Navarra, en “La Vendée española: La identidad carlista de Navarra como modelo movilizador” pergeña de forma clara la trama identitaria navarra fundamentada en el carlismo. Si bien la identificación entre el territorio foral y éste existía en el imaginario colectivo desde el estallido de las guerras del siglo XIX, la implosión insurreccional dio nuevos bríos al movimiento, copando el dominio político efectivo en la región en los primeros días de guerra y resultando el principal resorte movilizador contra el enemigo. Una identidad impuesta que tomó la parte por el todo, en la que destacaba la pureza de la tradición, la anti-modernidad, la religión, el ruralismo y los valores religiosos de abnegación y sacrificio, así como una visión providencial de Navarra como una nueva Covadonga. En todo ello no faltó el sentido de bellum sacrum contra los republicanos, en los mismos términos que habían sido entabladas las contiendas anteriores contra los gobiernos liberales españoles.

17Finalmente, en el capítulo diez Michael Richards (University of West England) “Presentando armas al Santísimo Sacramento: Guerra Civil y Semana Santa en la ciudad de Málaga, 1936-1939” profundiza en el factor religioso como elemento de galvanización política y catarsis de las masas durante la Guerra Civil española, a través de una de sus manifestaciones más representativas: las procesiones Semana Santa malagueña, reveladas como un instrumento de control social durante y después de la guerra. El fenómeno de las procesiones resultaba un acontecimiento de vivencia e identificación de sufrimiento común a todas las clases malacitanas. Sin embargo, este sentimiento colectivo estuvo cargado de tensiones desde el estallido de la guerra, debido a la hostilidad entre las autoridades seculares vencedoras y las religiosas, que abogaban la consideración de cruzados solo a aquellos que luchaban contra la República. Desde el inicio de la guerra el lenguaje barroco de las procesiones fue politizándose cada vez más, y con la entrada de las tropas franquistas en la ciudad en 1937 fue implantado un programa de recristianización en el que el sacrificio y la abnegación de la Semana Santa eran fieles reflejos del llevado por los soldados en el campo de batalla.

18La obra está escrita con una claridad supina en cuanto al contenido, a pesar de no constituir un texto de divulgación. No obstante, percibo como una de una de sus principales flaquezas la disparidad de temas a tratar, que resta cohesión interna al trabajo en su conjunto. Sin embargo, recobra la unidad interna a través del análisis de los discursos y la simbología en cada uno de sus apartados.

19Científicamente impecable, la obra está suficientemente trabada a la hora de conseguir sus objetivos iniciales, con argumentos convenientemente contrastados por fuentes primarias y secundarias, sean archivísticas, hemerográficas o bibliográficas.

20España Fragmentada es un trabajo preocupado por dilucidar cómo se construyó la memoria histórica del conflicto en la posguerra desde el interior de España. Aunque durante mucho tiempo la percepción de la Guerra Civil como primera conflagración global entre fascismo y democracia marcó el sesgo ideológico de cualquier interpretación histórica desde una perspectiva liberal europea, desde España la construcción de la identidad nacional, objeto de debate y disputa de ambos bandos durante la contienda, fue decididamente marcada por un régimen que pervivió cerca de cuarenta años. El mismo gobierno asentó unas poderosas bases ideológicas que moldearon la interpretación histórica y cultural del conflicto. Por otra parte, la izquierda careció de unos instrumentos de movilización y símbolos homogéneos que apuntalaran en el tiempo su discurso identitario, de forma que partió con una desventaja añadida respecto a los rebeldes.

21Dentro del debate historiográfico actual, la obra se acerca a los postulados de la segunda ruptura con el tratamiento de la Guerra Civil, que traiga la normalidad metodológica al estudio del conflicto, y que supere tanto el peso de la historiografía emanada de la tradición cultural franquista, como el pacto de silencio establecido con la llegada de la democracia. Esta normalización metodológica incluye la adopción del giro espacial-antropomórfico y lingüístico, desarrollando comparaciones de los estratos más simples a los más complejos, de abajo a arriba, al tiempo que evitar la adopción de conceptos binarios, bipolares, antagonistas, para referirse a la Guerra Civil.

22El libro supone una aportación destacada en cuanto al afianzamiento de la historia referente a los símbolos, las colectividades y mentalidades, de actualidad siempre presente debido al constante revisionismo de la historia de la Guerra Civil con cierto sesgo ideológico y apologético. Obra valiosa, desde estas líneas animo encarecidamente a los autores y editores que han participado en ella, a que en la medida que el acceso a las fuentes documentales en España lo permitan, prosigan con el análisis de un mayor número de estudios de caso que posibiliten establecer nuevas inferencias para todo el país. Finalmente aplaudo su empeño, no siempre sencillo, por descubrir nuevos frentes y enfoques en uno de los periodos de nuestra historia contemporánea sobre el que han corrido auténticos ríos de tinta en los últimos decenios.

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Esteban Elena González, «Chris Ealham, Michael Richards (editado por), España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española»Diacronie [Online], N° 7, 3 | 2011, documento 27, online dal 29 juillet 2011, consultato il 07 décembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/diacronie/3164; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/diacronie.3164

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Autore

Esteban Elena González

Esteban Elena González es Licenciado en Historia por la Universidad de Valladolid, aunque su formación como licenciado estuvo a caballo entre ésta y la Universidad Autónoma de Madrid. Es DEA por el Instituto Universitario de Historia Simancas y Máster en Política y Democracia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. De igual modo, ha realizado varias estancias de investigación en centros de reconocido prestigio, como el Cañada Blanch Centre for Contemporary Spanish Studies de la London School of Economics and Political Science, el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC y en el History Department de Yale University. Es miembro del proyecto de investigación HAR2010-20762 “La Presidencia de Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo (1981-1982)” del Plan Nacional de I+D+i 2008-2011 del Ministerio de Ciencia e Innovación. Sus líneas de investigación giran en torno a la historia reciente de España y la construcción del Estado Autonómico Español. En 2010 fue distinguido con un accésit en el XI Premio Jóvenes Investigadores de la Asociación de Historia Contemporánea. Entre sus publicaciones destaca «El Día de la Región en Castilla y León: división y lucha partidista en torno a un símbolo autonómico (1983-1987)» en Ayer, 80, 2010, pp. 215-237.
URL: < http://www.studistorici.com/progett/autori/#Elena >

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