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Notas
Para una idea aproximada del fenómeno sigue siendo útil —aunque con mezcla de academias privadas y certámenes públicos— el repertorio de Simón Díaz y Calvo Ramos, 1962; para los estudios sobre el tema puede verse Delgado, 1988; entre las aproximaciones más recientes y exhaustivas con respecto a delimitaciones locales pueden señalarse los trabajos de Mas i Usó, 1996, y Godoy Gómez, 2005.
Retomo a continuación algunos datos de tendencias cronológicas más ampliamente tratados en Osuna, 2005, pp. 114-121.
Utilizo documentación del Archivo del Palacio Real, Personal, Caja 7730, Exp. 10. El cruce de décimas con Juan de Salinas ha sido publicado con parte de la obra poética de este (Poesías humanas, pp. 414-416). Las noticias sobre aprobaciones de libros (1668 y 1679) están recogidas por Simón Díaz, 1950-1994, vol. XII, núms. 255 y 256.
Paracuellos Cabeza de Vaca, Elogios a María Santísima, f. 274v-276v; para los testimonios manuscritos, véase infra nota núm. 12. Recojo el texto en Apéndice. Siguiendo el impreso y dando por buena la atribución a Juan Martín que en él figura, Cara (2001, pp. 328-331) ha publicado el poema entre la documentación literaria que aporta en su trabajo sobre el vejamen literario en la primera mitad del siglo xvii. Para las bibliotecas implicadas utilizo en adelante las siguientes abreviaturas: BNM (Biblioteca Nacional, Madrid), BPM (Biblioteca del Palacio Real, Madrid), RAE (Real Academia Española de la Lengua, Madrid), RAH (Real Academia de la Historia, Madrid), BMarch (Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, Palma de Mallorca), HSA (Hispanic Society of America, Nueva York), BCCSe (Biblioteca Capitular y Colombina, Sevilla).
Osuna, 2004, p. 65
Osuna, 2004, pp. 62-63.
He realizado una presentación de la misma en Osuna, 2006.
Ms. 89-V1-14 BMarch, f. 40r; y, con atribución, pero sin referencia en el encabezamiento a la presencia del rey, aparece en el ms. B2365 HSA, f. 105v; ambos manuscritos parecen fiables en su recopilación de obras de este autor. En el ms. 2244 BNM, f. 93v-94r está atribuido a Jáuregui (hay edición del poema a partir de este manuscrito en Noguera, 1988, p. 34, y Jáuregui, Poesía, p. 602). En otros testimonios se halla con atribución al Padre Butrón, y variante en el primer verso: «No fue tu acción desastrada» (por ejemplo, ms. RM 6.643 RAE).
Por el momento, los casos detectados en Granada no apuntan hacia esa dirección: así sucede en el poema aquí abordado, pero no en un soneto de Pellicer y Tovar para la justa dedicada a la Virgen de los Remedios (1648) o en dos poemas que al parecer escribió Sebastián Antonio de Gadea, con sendos pseudónimos, para un certamen de 1671 (Osuna, 2004, pp. 62 y 70-71).
Unánimemente las copias de sus poemas, la firma de sus aprobaciones e incluso documentos oficiales lo citan como Juan; por ahora, solo en una copia de la partida de bautismo para las pruebas de limpieza que requerían su cargo de Predicador Real (Archivo del Palacio Real, Personal, Caja 7730, Exp. 10) he encontrado citado el nombre como Juan Martín.
Pienso, por ejemplo, en el Romance «de estilo mixto» presentado a la justa cordobesa por la beatificación de Santa Teresa a nombre del «Padre Vicario de Trasierra»; se indica en la relación correspondiente que «súpose después ser de don Luis de Góngora y Argote» (Páez de Valenzuela, Relación breve de las fiestas, f. 40r-40v); también el nombre de Rodrigo Fernández de Ribera, que presentó algunos de sus poemas al certamen sevillano por la canonización de San Ignacio y San Francisco Javier con el pseudónimo de «Toribio Martín, Sacristán menor del Algaba», queda desvelado en la relación de la fiesta de Ibarra, Encomio de los ingenios sevillanos, f. 76r y 80r.
Algunos muestran su coherencia en torno a la recopilación de composiciones del autor, otros responden a colecciones o secciones heterogéneas, en algunas de las cuales, aparentemente, debió de ser relevante su temprana vinculación con la Compañía de Jesús. El ms. 89-V1-14 BMarch, procedente de la antigua biblioteca de los Duques de Gor (cito como G1), contiene un cuadernillo con una veintena de poemas de Ibaso o relacionados con estos (poemas al mismo asunto, respuestas, alguna glosa...; solamente hay uno sin atribución expresa y sin relación aparente con los atribuidos). El ms. B2365 HSA (N1) dedica su primera parte (hasta f. 106v) a cartas en prosa o poemas de Juan de Ibaso o en directa relación con él; tras una amplia colección de poemas con atribución a Luis de Ulloa (f. 107-139), una sección con poemas de autoría más heterogénea (f. 140-201) incluye también, de manera dispersa, algunos de Ibaso (hay descripción completa en Rodríguez Moñino y Brey Mariño, 1965, vol. I, núm. LXIV). El ms. B2383 HSA (N2) no pasa de ser un cuadernillo de ocho folios, con una portadilla que ya delata el carácter individual de esta «colección» de cinco poemas (Rodríguez Moñino y Brey Mariño, vol. II, núm. CLXIII). El ms. 93-V1-9 BMarch (G2), pese a recoger casi una veintena de poemas de Ibaso, lo hace, a diferencia de los manuscritos anteriores, de manera notablemente dispersa a lo largo del volumen. Con respecto a este autor, otras colecciones muestran una recepción aún más circunstancial, aunque en algún caso su aportación, en términos cuantitativos, no sea particularmente escasa. El ms. 3794 BNM (M), con importante presencia de otros autores del siglo xvii (Paravicino, Góngora, etc.; hay descripción en Jauralde, 1998, vol. II, pp. 777-786), recoge tres composiciones más de Ibaso, no contiguas pero sí próximas en el volumen; en el ms. 9/2612 RAH (H), misceláneo y facticio, el poema para la justa granadina, sin atribución, no va precedido o seguido de otros del autor; el ms. RM 6643 RAE (L), con el significativo tejuelo de Poesías de autores jesuitas en su encuadernación, no original, contiene al menos ocho composiciones más de Ibaso —o que alguna vez se le han atribuido—, pero no siempre se le atribuyen aquí y están entremezcladas con las asignadas a otros autores. No he consultado —y por tanto, no incluyo en este cómputo, como tampoco en las consideraciones que voy haciendo sobre transmisión— el manuscrito descrito por Cuevas, 1988, de contexto jesuita, que recoge el poema. Tampoco incluyo la copia fragmentaria, un tanto defectuosa y sin atribución, del ms. 57-3-35 (olim 83-3-30) BCCSe: el texto comienza en el v. 17, en un claro intento de eliminar las alusiones a la justa, como confirma la supresión de las dos coplas finales; textualmente muestra concomitancias significativas con H, aunque no reproduce algunos errores suyos; por lo demás, la omisión de varias coplas interiores y otras lecturas singulares sugieren una transmisión poco cuidadosa («cegarlo» por «ser gallo», «y sé que fue de su agrado» por «a la una de su agrado», «celebra» por «culebra», etc.). Ya en prensa el presente trabajo, Carreira, 2006, ha publicado los poemas de atribución segura a Ibaso; para este romance sigue el testimonio que denomino G1, y entre otros también citados aquí, remite al ms. 10.584 BNM, que tampoco he incluido en mis consideraciones (hay descripción en Jauralde, 1998-2003, vol. VI, pp. 3260-3263).
Se podría pensar en coplas luego desechadas para la versión «definitiva» del certamen, pero en ese caso destaca su estabilidad en la tradición textual conocida: siempre en la misma posición y con variantes mínimas, casi siempre atribuibles al proceso habitual de copia y no tanto por borradores confusos. En los vv. 85-88 y 109-112 esa hipotética supresión podría ser explicable por su alusión a la opinión discrepante de la orden dominica a propósito de la Inmaculada Concepción; aunque aquí no se hace ninguna advertencia similar en las «leyes del certamen», hay un antecedente en justas granadinas que refleja prácticas de censura —y, por consiguiente, motivos para la autocensura— en materia idéntica a la aquí abordada: para el certamen de exaltación inmaculista de 1615 se pedía que las composiciones fueran «limpias de todo género de discusión, emulación, y controversia, porque las que tocaren en esto, no se han de recebir, ni premiar» (Ferriol y Caycedo, Libro de las fiestas, f. 21v). Por el contrario, parece que la ausencia de las otras coplas solo se debería a razones poéticas. Los vv. 61-68 aluden al episodio del primer pecado, también presente en las dos coplas anteriores y en las cuatro siguientes; podría pensarse, pues, en un intento de reducir el espacio dedicado al mismo motivo, aunque en principio no resultan evidentes los criterios para excluir estas dos y no otras coplas. Similar motivación podría subyacer en la hipotética supresión de los vv. 105-108, puesto que estos insisten en la figura de Escoto, ya utilizada en las dos coplas anteriores; además aquí, aparentemente, su construcción no resulta tan ingeniosa como la de aquellas.
Los otros dos poemas premiados tienen dieciséis coplas (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 277v-281r); el impreso recoge, además, otros seis que no obtuvieron premio: solo uno de ellos se ajusta a las veintiséis coplas solicitadas, los demás oscilan entre dieciséis y veinticuatro (f. 303v-314r).
Valgan solo dos ejemplos, de contexto muy diverso entre sí. Contiene este tipo de anotaciones el poema en octavas, con varios cantos, de Pedro de Padilla, Grandezas y excelencias de la Virgen; la mayoría de ellas remiten a pasajes bíblicos, pero las hay asimismo referentes a autoridades como Santo Tomás, Escoto, el Concilio tridentino... En la primera justa concepcionista granadina que se conoce también los poemas del segundo asunto llevan en algunos casos anotaciones marginales, posiblemente como confirmación visible del cumplimiento con la petición del cartel, pues se debía componer «una Canción de cinco estancias, de catorce versos cada una» en alabanza de la «Concepción de la Virgen, trayendo a este propósito buenas figuras y comparaciones y pasos de escritura» (Ferriol y Caycedo, Libro de las fiestas, f. 20r; subrayado mío).
Cara, 2001, pp. 158-161.
Recuérdese al respecto la ya clásica —aunque no indiscutida— distinción de Jammes entre lo satírico y lo burlesco (1987, pp. 31-38).
Sobre la extensión del motivo pueden verse más datos en las Poesías líricas de Lope de Vega, vol. I, p. 187; a propósito del carácter burlesco, ver también la ed. de la Obra Poética de Baltasar del Alcázar, pp. 74-76.
Sobre la intensificación y regularización de la agudeza, auténtico rasgo de época que a la vez se combina con la simplificación sintáctica, y su relación con los frecuentes contextos de oralidad, puede verse Bègue, 2006.
Sin ir más lejos, los tres certámenes públicos granadinos de tema concepcionista que se conocen (de 1615, 1650 y 1662 ó 1663) contienen un asunto alusivo al milagro por el que una imagen de la Virgen inclinó la cabeza ante Escoto cuando este se arrodilló ante ella antes de predicar sobre su Inmaculada Concepción (Osuna, 2004, pp. 56, 63 y 67).
Puede resultar ilustrativa su presencia en la obra Alonso de Ledesma; véase Ors, 1974, p. 243.
Ferriol y Caycedo, Libro de las fiestas, f. 21r.
Fernando de la Torre Farfán, Templo panegírico, 1663.
Para las recurrencias señaladas, véanse infra las notas al poema en el Apéndice, vv. 8, 20, 39-40, 53-54, 79-80 y 116.
Cervantes Ervías, Descripción de las fiestas, pp. 81-82. En todo caso, esto no quiere decir que la percepción del desgaste del motivo fuera general; el encabezamiento de un poema de Juan de Ovando y Santarén documenta la continuidad del vejamen al demonio en su formulación más simple, justo por las mismas fechas y para un contexto geográfico próximo, Antequera: Dase vaya al demonio por haberse burlado en el misterio de la Concepción. Fue asunto de un certamen en la ciudad de Antequera, habiendo venido sobre esto, el año de 1662, la Bula de Su Santidad, a petición de nuestro católico monarca D. Felipe IV [...] (Ocios de Castalia, p. 193). Todavía en 1696, uno de los asuntos de una justa celebrada en Mazarrón propone premiar a «quien diere con mayor gracejo y más vivos equívocos vaya al Demonio en doce quintillas, motejándole que el pie delicado de una Niña, sin tener más de vida que un instante, hizo alfombra de su planta la soberbia toda de su arrogante altivez» (Coquela, Lid ingeniosa, f. 8v-9r).
v. 3 Según Autoridades, estar o ponerse de veinte y cinco alfileres es «frase con que se pondera y alaba alguna persona cuando va con exquisito adorno de galas y joyas».
v. 4 Con picar se juega, como mínimo, con dos acepciones: «herir con algún instrumento punzante» y «enojar y provocar a otro, con palabras u acciones» (Aut.). Quizás no deba descartarse una tercera: «en la milicia vale seguir al enemigo que se retira, atacándole la retaguardia de su ejército» (Aut.); la frustración a la que alude el asunto de la justa y, en términos más generales, la victoria de Cristo y María sobre el pecado, permiten asemejar la figura del diablo —ahora atacado en el vejamen— a la de un enemigo en fuga, puntualmente vencido aunque no aniquilado, pues aún tiene recursos para seducir al hombre.
v. 8 De grado: ‘de buena gana’ y ‘de graduación [académica]’. Cf. en esta misma justa, Vicente Crespo de Moya: «Ya diablo, esta vez te digo / que “a Dios” decirte no pienso, / pues saldrás mal de tu grado, / hoy doctor por el infierno» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 308v); en la justa sevillana de 1663, Francisco Andrés de Carvajal y Valdés: «Pues que hay Diablo doctoral, / según lo ordena el Certamen, / (y acertado) / darle quiero (aunque por mal), / si no de gracia, un Vejamen / muy de grado» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 214r).
v. 9 Juega con dos sentidos de corte: «el filo de la espada, alfanje, cuchillo u otro instrumento, con que se corta y taja alguna cosa» y «la porción de tela o paño necesaria para hacer un vestido o jubón u otra cosa semejante» (Aut.); otros dos intervienen, directamente o por derivación, en el calambur que cierra la copla: ‘efecto de cortar’ y ‘conjunto de personas que componen la familia y comitiva del rey’.
v. 10 Guarnición «vale adorno, aderezo, que da fuerza y galantería juntamente a la cosa guarnecida» (Cov.), y en ese sentido se aplica al corte de tela; pero también se llama así «la defensa que está junto al puño de la espada o espadín, para preservar la mano de las heridas» (Aut.).
v. 15-16 Hace referencia a un pasaje de uno de los textos de frecuente exégesis mariana, el Cantar de los Cantares, como indican N2 H M: «Nasus tuus sicut turris Libani, / Quae respicit contra Damascum» (Cant. 7, 4).
v. 20 El humo es «cierta tela de seda negra muy delgada y rala de que se hacían mantos y toquillas para el sombrero en señal de luto»; el requemado, «un género de tejido delgado, muy negro y con cordoncillo sin lustre, de que se hacían los mantos» (Aut.). Cf. Duarte Núñez de Acosta, pero a nombre de Cristóbal de Arévalo: «Es el Sol su capotillo, / torcedor de tu memoria, / y a pesar del torcidillo, / tiene su manto de gloria, / y tú de humo» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 236v-237r). El demonio ha trocado el cielo («beca azul y manto celeste»), donde residía con los demás ángeles, por el fuego del negro infierno.
v. 21 Cresta, aparte del literal, tiene el sentido figurado de ‘presunción’; así, en Correas: levantar la cresta, ‘presumir’ (Vocabulario de refranes, p. 987).
v. 22 Cacarear: «Metafóricamente es hablar con gran ponderación, exagerando lo que se hace, mucho más de lo que ello es y merece» (Aut.).
v. 23-24 La previa mención del bonete avisa de la dilogía de gallo: «Llaman en las Universidades al que hace la oración laudatoria del que se ha de graduar» (Aut.); el discurso al que hace referencia la definición también podía ser un vejamen, lo cual conecta con el género del poema: el diablo no solo no da el vejamen, sino que es objeto del mismo. Pie de gallo parece estar relacionado con algunas expresiones que, de un modo u otro, aluden a una acción engañosa. Así, pata de gallo: «Analógicamente vale enredo, o trampa, con que engañosamente se intenta obligar a otro a hacer alguna cosa, y así se dice “buena pata de gallo trae”» (Aut., s. v. gallo); por otra parte, Correas documenta la expresión «hacer pie de gallo», ‘desaparecer algo al dueño tomándoselo’ (2000, p. 967), con respecto a la cual la variación hacer/quedarse quizás marcara una oposición entre sujeto u objeto del hurto. Cf. en la misma justa, Fr. Gregorio Núñez de Sotomayor: «Eras el Gallo del mundo, / mas, cuando nació María, / quedaste con pies de gallo / y con hechos de gallina» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 309v-310r).
v. 25-28 Omiten esta copla G1 G2 L.
v. 25-26 Las asociaciones animales que la tradición iconográfica ha atribuido al demonio suelen apuntar hacia seres considerados especialmente repugnantes, como recuerda Francisco Pacheco en su Arte de la pintura, siguiendo al jesuita Alonso Flores: «[Los demonios] suélense y débense pintar en forma de bestias y animales crueles y sangrientos, impuros y asquerosos, de áspides, de dragones, de basiliscos, de cuervos y de milanos, nombres que les da Bruno. También en figura de leones, nombre que les da San Pedro, I Epístola, cap. 5; en figura de ranas. Ap. 19, 13» (pp. 570-571). La mención del sapo en Ibaso no coincide exactamente con la citada referencia del Apocalipsis (en realidad, Ap. 16, 13), y no descarto que pudiera estar asociada a fuentes apócrifas; por ejemplo, John Milton presentará un primer asedio de Eva por parte del demonio bajo la forma de un sapo que le inspira un sueño (Paraíso perdido, IV, 800). La identificación del diablo con la figura de un dragón remite, como sigue exponiendo Pacheco (Arte de la pintura, p. 571), a diversos pasajes bíblicos, entre los que se suele destacar, por su conjunta exégesis mariana, Ap. 12, 1-18. Se evoca también la condición del diablo como «ángel caído», que en el mismo pasaje del Apocalipsis aparece como dragón «proiectus ... in terram» (Ap. 12, 9 y 13). Sin embargo, la asociación «caído» / «desmontado» parece llevar simultáneamente a otra acepción de dragón: Dragones «se llaman en la Milicia cierta clase de soldados, que aunque van montados tienen obligación de desmontarse y pelear a pie como la infantería cuando se les mandare [...]» (Aut.); a pesar de la cronología dieciochesca que ofrece Corominas, la acepción puede documentarse antes: «también el de Bearne invió quinientos de los que llamaba dragones, arcabuceros a caballo o mosqueteros» (Luis Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II, rey de España, ed. de José Martínez Millán y Carlos Javier de Carlos Morales, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998, apud CORDE).
v. 27 Montar: «Metafóricamente vale ser alguna cosa de importancia, consideración o entidad» (Aut.).
v. 28 Privilegio era término específico utilizado en la formulación teológica del misterio; más adelante el dogma declararía que María «fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente y en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano» (Graef, 1968, p. 418).
v. 29-36 El orden de estas dos cuartetas está invertido en el impreso y en H.
v. 30 Cf. en la misma justa de 1650, Luisa Ana de la Vega Rubín de Celis: «¿El pie vas a echar delante / de quien con el pie te manda, / sabiendo que has de salir / con la cabeza quebrada?» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 304v). En el poema de Ibaso posiblemente subyace el mismo sentido que en la expresión romper los cascos: «Además del sentido literal, por metáfora vale molestar y fatigar a alguno con impertinentes conversaciones [...]» (Aut., s. v. casco); pese a las connotaciones negativas que la última parte de esta definición reserva para el emisor, el diablo vuelve a evocarse como objeto de un acto comunicativo lesivo para él como oyente, en una situación análoga a la que, ya desde la concreción de la primera persona gramatical —frente al «cualquiera» de aquí—, y en directa relación con el género del poema, sugerían los vv. 4 y 5 («para que piquen al Diablo», «mandan que le dé un vejamen»).
v. 32 Como señalan H N2 M, tanto aquí como en el término insidias del v. 37 se recuerda un pasaje del Génesis: «Ipsa conteret caput tuum, / Et tu insidiaberis calcaneo eius» (Gn., 3, 15); esta advertencia a la serpiente y el augurio de perpetua enemistad entre esta y la mujer («ipsa») y su linaje se interpretaban habitualmente como profecía mesiánica y alusión a María.
v. 34 «El sueño del pecado» parece haber sido imagen común en el lenguaje religioso de la época. Así, por ejemplo, en el encabezamiento de un soneto de Quevedo: «Dios Nuestro Señor, cuando truenan las nubes, despierta del sueño del pecado al alma adormecida [...]» (Poesía original completa, núm. 183, p. 180).
v. 36 La paradoja se basa en el sentido figurado de pisar el sapo: «Frase con que se le nota a alguno de haberse levantado tarde o haber dormido mucho» (Aut.).
v. 39-40 Una nueva construcción concesiva vuelve a formular una paradoja basada en un giro idiomático: quemarse «en estilo pueril vale tocar o estar cerca de acertar o hallar alguna cosa» (Aut.). Cf. Fr. José Narciso: «Tu fuego a la Niña busca, / pero no es muy fácil cosa / a tus temas; / tu mismo humo te ofusca: / Vesla ahí, mira qué hermosa, / que te quemas» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 228r).
v. 41-44 El autor alude a la iconografía mariana, especialmente desarrollada en las representaciones de la Inmaculada, que, inspirándose en la cita del Génesis, «conteret caput...» (véase la nota al v. 32), muestran a la Virgen pisando la cabeza de la serpiente. Con un inmediato salto conceptual, la expresión coloquial no llegarle al zapato remite a la representación —espacial y jerárquica— del cielo y sus categorías angélicas: los serafines, que poseen el rango más elevado entre los distintos tipos de ángeles, tienen un estatus inferior —y por tanto, un lugar más alejado del Solio, donde se encuentra Dios— al de la Virgen.
v. 45-46 N2 y H identifican la reminiscencia bíblica: «Una est columba mea, perfecta mea, / Una est matris suae, electa genitrici suae» (Cant. 6, 8). El poeta, sin embargo, se complace en el giro idiomático. Una y buena es expresión documentada por Correas: «Cuando se dice una gran necedad, o se hace pérdida. También se dice en buena parte» (Vocabulario de refranes, p. 801). Con similar giro e idéntica referencia al argumento decuit, potuit, ergo fecit (era adecuado a su futura condición de madre de Dios que María no estuviera en momento alguno bajo el poder del pecado; Dios tenía poder para evitarlo; por tanto, lo hizo), cf. en la misma justa, Fernando de Salcedo: «Ni mala ni buena fuera / contra María la chanza, / y a fe que la hiciera buena, / si hacerla pudiera mala» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 280v).
v. 48 Autoridades registra la expresión Hubo una de todos los diablos (s. v. diablo): «Frase con que se explica haber sucedido algún alboroto, quimera o pendencia, en que anduvieron muchos revuelos y declarados unos contra otros, sin forma de apaciguarse». Lógicamente, se juega con una posible lectura literal: Dios no había de crear a su madre («hacer una» [mujer]) bajo el dominio o esclava del («de») demonio («todos los diablos»).
v. 52 Aparte de recordar el sentido recto de «mamar», que conecta con el verso anterior, la expresión denota un gesto de desprecio: «Cierta postura de la mano debajo de la barba de otro, que regularmente se ejecuta por menosprecio, y tal vez por cariño. Covarrubias la llama Mamona; pero ya lo más regular es decir Mamola» (Aut.).
v. 53-54 Dar culebra «es dar algún chasco pesado, que suele ser con golpes» (Aut.). La asociación culebra-serpiente dio pie a constantes juegos de palabras en poemas de tema concepcionista. Cf. en la justa de 1650 Vicente Crespo de Moya: «Culebra esta vez te doy, / ya que a los Padres primeros / tú la diste, mas quedó / María por tu escarmiento» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 308r); en la de 1663, Juan de Ulloa: «Dragón, ya que por tu enredo / dio nuestro gozo en el pozo / con tal quiebra, / hoy he de darte sin miedo, / pues estás en calabozo, / una culebra» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 211v); Francisco de Eraso y Arteaga: «Del Talión echó en ti Dios / la pena, pues que pagaste / tu malicia: / Culebra diste a los dos, / y hecho culebra quedaste / por justicia» (ibid., f. 217v); José Miguel de la Calle: «Ya la burla que intentó / en silbos, como se ve, / vano quiebra, / pues tan burlado quedó, / y tan solo para él fue / la culebra» (ibid., f. 222v).
v. 56 La culebrina es «la pieza de artillería del primer género, que aunque tira menor bala que otras la arroja a gran distancia, y por eso se hace para efecto de ofender de lejos al enemigo [...]» (Aut.). Aparte de la jocosa derivación culebra-culebrina, las características de esta arma podían sugerir una de las consecuencias del daño provocado por la desobediencia de Adán y Eva: sus efectos remotos en toda su descendencia; en todo caso, la construcción concesiva parece dirigir la interpretación primariamente hacia el menor calibre del arma: la magnitud del daño para el género humano ha quedado reducida.
v. 60 De nuevo una copla se cierra con una aparente paradoja que alerta del doble sentido de un término, aquí de menor rendimiento teológico que en los vv. 33-36. Por una parte, hay que entender que Eva invita a comer a Adán mientras masca la manzana, pero el sentido concesivo de la expresión remite, al mismo tiempo, a un sentido figurado de mascar: «pronunciar y hablar con dificultad, cortando las cláusulas o voces, ya sea por natural impedimento o por no querer declarar enteramente alguna cosa, sino dejarla indecisa» (Aut.).
v. 61-68 Estas dos coplas solo están presentes en G1 G2 H L N1. El árbol de la ciencia del bien y del mal (según la tradición más divulgada, un manzano) da pie aquí para continuar los juegos de palabras a partir de la sinonimia manzana-pero: pero y empero (conjunciones adversativas, en el segundo caso formando calambur con en pero), perito (diminutivo de pero ‘fruto’ / ‘sabio’). Con respecto a este último término, cf. en la misma justa de 1650 Alonso López Abolafio (o Abolafia): «Que si Adán se embadurnó, / mascando manzana o higo, / del higo y de la manzana / la defienden los peritos» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 314r).
v. 69 La imagen de Adán como cabeza moral de la humanidad formaba parte de las explicaciones sobre el pecado original. Véase, por ejemplo, a propósito de las doctrinas de Francisco Suárez, Elorduy, 1977, p. 280: «Sólo el pecado de Adán fue pecado de Cabeza (Jefe), y por tanto de toda la naturaleza. Así se explica el carácter moral de la transmisión. Peca el jefe, y los súbditos se hallan moralmente envueltos en su delito. [...]. “La razón está en que sólo Adán fue constituido cabeza del género humano, y sola su voluntad era considerada (reputabatur) voluntad de toda la naturaleza” [De peccato orig. IX 3, 6; 4, 611]».
v. 70-72 El juego de palabras con moral encadena significados que pretenden apuntar hacia la contradicción lógica y la paradoja. La repetición del término apenas suaviza la transición entre el adjetivo y el sustantivo, de manera que a la lectura ‘Adán se fue al manzano’ se superpone la imagen contrapuesta —en tanto que especies distintas, pero en ese contexto circunstancialmente emparentadas— de los dos árboles, relacionados mediante un verbo de movimiento, impropio de su condición (G1 G2 L leen sin artículo —en N1 se subsanó su inicial omisión—, quizá entendiendo «el moral se fue a manzano» como ‘el moral se convirtió en manzano’, pero ni Adán, cabeza moral, se convierte en manzano, ni en estos versos el moral deja de serlo, pues sigue una alusión a la morera). Además, queda implícita la paradoja: la acción de Adán constituye un evidente acto de imprudencia, mientras que, como ya señalaba Plinio y divulgaban, entre otros, los emblemas de Alciato, el moral estaba considerado como árbol prudente, frente al «loco» almendro, que florece cuando aún no han acabado los rigores del invierno (Alciato, Emblemas, pp. 249-251). La utilidad de la morera («hojas») como «sustento de gusanos» alude aquí a la muerte del hombre, no solo simbólica (el pecado) sino también física («convertir / miembros... / en sustento de gusanos»), como otra consecuencia de la desobediencia de los primeros padres.
v. 75-76 Darse un verde es «holgarse u divertirse por algún tiempo» (Aut.). La dilogía encarnado (‘rojo’ y ‘hecho carne’) era frecuente en poemas religiosos de corte conceptista.
v. 79-80 Cf. en la misma justa de 1650, Felipe Orense: «Y advierta que todos saben, / aunque más garle, que no las / tiene usted todas consigo, / porque no las tiene todas» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 279r); en la citada justa de 1663, Nicolás de Cervantes y Ervías: «Libre al Cielo su candor / guarda, con que te verás, / Enemigo, / a esta Niña con temor, / pues todas no las tendrás / ya contigo» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 209v).
v. 83-84 Posiblemente se juega a la vez con dos ideas. Nadie ha visto a María en el árbol (el manzano) porque, a diferencia de Eva, ella no se acercó al pecado (aquí, en metonimia, a la causa material de este); pero tampoco nadie la ha visto en el árbol genealógico de Adán, aunque desciende de él, porque ella no aparece directamente en los textos evangélicos que detallan la ascendencia de Cristo: en Mt. 1 la genealogía parte de Abraham y solo menciona a María en tanto que esposa de José, que es quien articula la línea genealógica («Iacob autem genuit Ioseph virum Mariae, de qua natus est Iesus, qui vocatur Christus»); en Lc. 3, el elenco retrocede hasta Adán, pero sigue igualmente la línea masculina —ya ni siquiera mencionando a María—, según costumbre hebrea que también se refleja en la iconografía del árbol de Jesé («Et ipse Iesus erat incipiens quasi annorum triginta, ut putabatur, filius Ioseph, qui fuit Heli, qui fuit Mathat [...]»). El pasaje de Mt. 1 se leía en el Evangelio de la fiesta de la Concepción; puede resultar ilustrativa la interpretación que se da en uno de los numerosos sermones publicados, de plena intención inmaculista: «¿Y cuál será la causa de no llegar Mateo, como llegó Lucas, hasta Adán? ¿Cuál será la ocasión de andar en esta narración más corto tomándola desde Abraham? Advertidamente lo anduvo: fue Adán la raíz infecta, de donde se derivó el pecado original en todos sus descendientes, fue el primer transgresor de quien sus hijos heredamos la culpa. Deje, pues, nuestro Evangelista Mateo de contar a Adán, y dé principio a su narración desde Abraham, en quien empezó la circuncisión, en remedio legal y exterior de la culpa original; eche fuera la raíz y principio de esa culpa, porque ha de contar a María, porque se entienda que, si fue hija de Adán, no fue hija de Adán como pecador, que si le heredó la naturaleza, no le heredó la mancha de la culpa; y empiece en buen hora Lucas desde Adán, que no contando en su narración, como no cuenta, a María, no habrá sospecha de que pasó en ella la mancha de esa raíz infecta, ni de que heredó el pecado del primer transgresor, Adán» (Cueva, Sermón de la Purísima Concepción, f. 7r).
v. 85-88 La copla se halla en G1 G2 H L N1 N2, pero no en el impreso ni en M. Parece una malévola alusión a las reticencias de los dominicos, especialmente afectos a la advocación mariana del Rosario, para la aceptación del misterio de la Inmaculada Concepción.
v. 89 Como señalan N2 H, se remite al pasaje evangélico «Dicit ei Iesus: Ego sum via, et veritas, et vita» (Jn. 14, 6); añaden, además de la cita abreviada: «Fue preservada por los méritos de Cristo». G1 lee «senda y vía» (de donde debe de proceder la deturpación «senda y guía» de G2 L), y lo mismo M, que corrige la lectura inicial «vida»; aunque, por una parte, el desdoblamiento sinonímico de «senda y vía» parece convenir mejor con el v. 91 («por ella»), por otra, la lectura de N1, compartida por P H y, con inversión de orden, N2, intensifica el componente ingenioso al encajar, en vez de uno, dos de los tres términos de la cita bíblica.
v. 92 Correas documenta, sin glosar, las expresiones «La mejor senda, sin cuerda» y «La mejor vereda, sin red» (Vocabulario de refranes, p. 427).
v. 93-94 Parece que hay que entender: ‘Si para hacer que te vieran —o atraer su atención— , a ti que eres el Bu de la culpa (el espantajo de la culpa, del pecado), llamabas a los muchachos...’; en todo caso, la conexión sintáctica y lógica con los dos últimos versos de la copla resulta bastante endeble, aunque repleta de recursos ingeniosos con el doble calambur. Como señala Autoridades, Bu es «cierto género que se supone de espantajo fantástico, con que, para que callen, suelen espantar a los niños, diciendo “mira que viene el Bu”, que por otro nombre llaman Coco»; también documenta un curioso uso del término que lo asociaba a la figura del demonio: «Bu, bu, bu. Voces como de interjección de rabia, u de aullido por modo gracioso, puestas en la boca del diablo, cuando representa o hace papel en los Autos que llaman del Corpus, o en otros semejantes». Ce era «voz con que se llama a alguna persona, se la hace detener o se la pide atención» o «se advierte y manda a otro que calle» (Aut.), y de ella, cecear, aparte de la acepción usual hoy, tenía la de «sonar, cerrando los dientes, uniendo a ellos la lengua algo más a los de arriba, como un silbo a lo sordo, que regularmente sirve de seña para llamar, detener o intimar silencio» (Aut.).
v. 95-96 Covarrubias explica que «Belzebub. Corrompido Berzebú. [...] Era el ídolo de los acaronitas [...]. Y porque un mal espíritu era el que los engañaba en este ídolo, se toma en el Evangelio por uno de los demonios, principal entre ellos». Indico gráficamente ambos calambures completos, pero hay que tener en cuenta que la secuencia sintáctica requeriría una solución distinta: «¿qué tiene que ver “¡ce, bu!” / con “¡ce, vida sin pecado!”?». Aunque de una manera un tanto forzada, parece figurarse una doble contraposición: Bercebú/María («concebida sin pecado»), por una parte, y por otra, Bu (¿con el sentido de ‘presencia del demonio’, según la convención teatral de la época?)/vida sin pecado.
v. 97 «El diablo es sutil» era frase hecha, asociada a proverbios o refranes. Así, por ejemplo, Sebastián de Horozco: «El diablo es sotil / y duerme en pocas pajas» (Teatro universal de Proverbios, p. 227); o Correas: «El diablo es sotil, y hila gordo» (Vocabulario de refranes, p. 266).
v. 98 El franciscano Juan Duns Escoto († 1308) se conoció con el sobrenombre de «doctor subtilis». Sus aportaciones a la doctrina de la Inmaculada Concepción fueron decisivas para salvar uno de escollos teológicos que entrañaba el misterio, el posible cuestionamiento del carácter universal de la redención de Cristo; Escoto, sistematizando algunas explicaciones anteriores, subraya que la concepción inmaculada de María no implica que Cristo no ejerciera también con ella su acción salvífica, antes bien, esta se realizó de un modo aún más perfecto, ya que no la liberó del pecado, como a los demás hombres, sino que se anticipó preservándola de él (véase Graef, 1968, pp. 292-294). Su decisiva influencia en el posterior desarrollo de la doctrina hizo que se convirtiera en figura paradigmática de la defensa del misterio, lo cual evidencian no solo los escritos especializados, sino también sus derivaciones «divulgativas», entre ellas las justas poéticas (véase supra nota 20).
v. 103-104 Aún no definida por fe, la doctrina que defendía la Inmaculada Concepción de la Virgen se consideraba como «opinión piadosa» o «pía sentencia».
v. 104 Coto: «Cierta medida que consta de los cuatro dedos de la mano, cerrado el puño, y levantado sobre él el dedo pulgar» (Aut.). Un calambur similar, pero con distinta acepción de coto y en relación con la exégesis mariana del hortus conclusus del Cantar de los Cantares —también con menor habilidad por parte del poeta— puede verse, en la misma justa, en el poema de Vicente de Guevara: «El huerto y jardín de Dios, / Escoto le ha puesto cerco, / y en él no has de entrar, que es-coto / que Escoto está defendiendo» (Paracuellos, Elogios a María Santísima, f. 310v).
v. 105-112 De nuevo, estas dos coplas aparecen en G1 G2 H L N1 N2, pero no en el impreso ni en M.
v. 109-112 Nueva alusión malévola a los dominicos. La lectura de G1 G2 L («casi todos la guardamos») es particularmente equívoca, pues puede querer decir, como se explicita con la preposición en H N1 N2, «casi todos los días» (excepto el «Domingo»), pero también «casi todos [nosotros]» (frente a [la orden de Santo] «Domingo»). Disanto: «Vale día santo, como los domingos y fiestas» (Cov.). La liturgia del domingo, día del Señor, prevalecía sobre ciertas fiestas de la Virgen o de los Santos, que se desplazaban cuando caían en domingo, aunque paulatinamente aumentaron las excepciones (Righetti, 1955, pp. 662-663). Resulta significativa la resolución del Arzobispo de Sevilla, Pedro de Castro, destacado defensor inmaculista, de hacer prevalecer en su diócesis la fiesta de la Inmaculada Concepción en 1619 —y en lo sucesivo—, en caso de concurrencia con el segundo domingo de Adviento (Fuente y otros, Armamentarium Seraphicum, cols. 655-657); lógicamente, a tenor de lo que refiere el poema, no fue esta una decisión generalizada. La afirmación de que la fiesta de la Inmaculada se guarda «casi en todos» los días parece referirse a la jaculatoria «Alabado sea el Santísimo Sacramento y la Inmaculada Concepción de la Virgen, concebida sin pecado original», que debía ser pronunciada antes de la predicación y otros actos del ministerio eclesiástico, como se decretó en Sevilla en 1637 (Pérez de Guzmán, 1904, pp. cx-cxi) y se extendió por otros lugares. Por lo demás, es posible que el equívoco del término domingo formara parte de la tradición polémica del tema; entre los poemas para un certamen sevillano de 1615, aunque el cartel indicaba que no se admitiría «cosa que parezca picante ni de emulación» (Pérez de Guzmán, 1904, p. 11), se halla una glosa satírica anónima con el siguiente pie: «¿Cómo puede ser, Domingo, / que una pastora lozana / ande limpia entre semana / y no ande limpia en domingo?» (pp. 282-284).
v. 113 De nuevo N2 H advierten sobre la referencia bíblica: «Comparatus est iumentis insipientibus» (Ps. 48, 13 y 21).
v. 115 Cabezadas: «Se llama también la guarnición del bocado, que se pone a los caballos con que se afianza el freno» (Aut.). El verso anterior hace pensar también en «el golpe que se da con la cabeza» (Aut.). Posiblemente la dilogía se haya completado con una imprecisa referencia a una expresión figurada, dar o darse de cabezadas: «Es reñir, y estar muy enfadado y colérico consigo mismo o con otro» (Aut.); de hecho, G1 G2 L leen «y date de cabezadas», aunque parece más coherente con el primer verso de la copla (partir, ‘compartir’) la distribución «las cabezadas» / «el bocado» que sugiere la lectura de los demás testimonios.
v. 116 Bocado «se llama la parte del freno que entra en la boca de la caballería, por la cual se rige y gobierna» (Aut.). Cf. José Miguel de la Calle: «Sin freno, bruto rabioso, / corrió animado volcán / desbocado, / despeñándose furioso, / porque allí no halló de Adán / el bocado» (Torre Farfán, Templo panegírico, f. 222r).
v. 117 Aun con las inevitables resonancias clásicas, los infernales lagos también encuentran algún fundamento bíblico: «Verumtamen ad infernum detraheris, / In profundum laci», Is. 14, 15; «in stagnum ignis», Ap. 19, 20; 20, 9, 14 y 15; 21; «in stagno ardenti igne et sulphure», Ap. 21, 8.
v. 119 «Illic erit fletus et stridor dentium», Mt. 24, 51; 25, 30; «ibi erit fletus et stridor dentium», Mt. 8,12; 13, 42; 13, 50; 22, 13; Lc. 13, 28.
v. 120 La sangre de drago es la goma destilada por el árbol de dicho nombre (Aut.). Diversos textos reflejan su uso medicinal en enfermedades relacionadas con las encías; así, por ejemplo: «[El árbol que mana la Sangre de Drago] Nace en muchas partes de las Indias y su licor es muy conocido; el cual fortifica los dientes y hace los mismos efectos que la sangre de Drago de que se usa en España» (Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo [1653], ed. de Marcos Jiménez de la Espada, Sevilla, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1890-1893, apud CORDE). Simultáneamente se juega con la similitud, de base etimológica, entre drago y dragón: la sangre del demonio —cabe sobrentender que causada por las cabezadas de la copla anterior— es, por asociación simbólica (véase nota al v. 26), sangre de dragón.
v. 122-123 Gracia y justicia forman una pareja conceptual —en cierto modo contrapuesta— en al menos dos contextos aplicables al poema: el ámbito del derecho (gracia, ‘beneficio especial sin compensación directa o sin merecimiento’, que, como advierte Covarrubias, «opónese en cierta manera a justicia, porque lo que yo os saco por justicia y tela de juicio, ni grado, ni gracias»; de ahí en el poema el formulismo legal pedir de gracia/pedir de justicia, también utilizado en el citado pasaje de la academia granadina de 1662) y el de la teología (cf., por ejemplo, Pineda, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, II, pp. 403-404: Adán y Eva disfrutaban de justicia original antes de su desobediencia, aunque, salvo durante unas horas, sin tener gracia justificante).
v. 124 Verdugado: «Vestidura, que las mujeres usaban debajo de las basquiñas [...]. Covarrubias dice que se llamó así por ahuecarse con unos ribetes parecidos a los verdagos del árbol» (Aut.). Lógicamente, juega con la asociación semántica justicia/verdugo, y la aparente derivación verdugo/verdugado.
v. 128 Ojalado: «El vestido u otra cosa guarnecido de ojales» (Aut.).
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