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Notas sobre lo satírico y lo burlesco en el Coro de las Musas de Miguel de Barrios

Inmaculada García Gavilán
p. 27-40

Resúmenes

Este artículo pretende establecer los fundamentos teóricos necesarios para una aproximación al género satírico-burlesco en la obra lírica de Miguel (Daniel Leví) de Barrios (1635-1701), poeta, prosista y dramaturgo judío converso que vivió como exiliado en Flandes. Su dilatada producción literaria nos ha obligado a circunscribir nuestro objeto de estudio a una sola obra, Coro de las Musas (1672), sin duda, uno de sus poemarios más sugerentes.

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  • 1 Lara Garrido, 1997, fundamentalmente el capítulo «Historia y método. (Perspectivas sobre los menore (...)

1Hace ya algunos años, José Lara Garrido llamaba la atención sobre la necesidad de leer e interpretar, de forma seria y rigurosa, los legados poéticos de los minores, infausto término con el que se aludía a aquellos autores barrocos cuya producción literaria había quedado eclipsada por el aura de Góngora, Quevedo y demás individualidades de nuestro Siglo de Oro. El crítico malagueño demostró entonces que estos escritores, mal llamados menores, constituían un eslabón imprescindible para poder trazar atinadamente los perfiles de una posible poética del Barroco1. En efecto, el establecimiento de las coordinadas exegéticas de una Estética, tomando como único punto de partida un número reducido de destacadas figuras —que apenas si supera los cuatro o cinco nombres de los grandes renovadores conocidos—, implica ignorar todo el enriquecedor proceso de asimilación poética que opera en estos autores «de segunda fila» y que adopta la forma de una auténtica lucha titánica, casi agónica, por descubrir —y dejar ver— su propia voz poética a partir de sus modelos más inmediatos.

  • 2 Sobre estos raros ingenios se han publicado recientemente trabajos esenciales: Ponce Cárdenas, 1998 (...)

2Si en aquel momento las voces más «autorizadas», y las menos también, habían desatendido, casi por completo, dichos autores, hoy podemos congratularnos de que la balanza interpretativa empiece a inclinarse, por fin, en beneficio de los más desfavorecidos. A ello, está contribuyendo la excelente labor investigadora de un sector importante de la crítica que, poco a poco, va menguando las sombras que planeaban sobre la obra de creadores como Colodrero de Villalobos, Pantaleón de Ribera, Bernardino de Rebolledo o los exiliados sefarditas Enríquez Gómez y Miguel de Barrios2, entre otros.

  • 3 Miguel de Barrios se vio obligado a abandonar España hacia 1660 debido a su condición de judío conv (...)
  • 4 Guillén, 1998, p. 29.
  • 5 Rozas y Pérez Priego, 1983, p. 638.
  • 6 Rozas y Pérez Priego, 1983, pp. 654-655.
  • 7 Palomo, en cambio, no tuvo en cuenta esta distinción, aunque sí agrupó en una «tercera promoción a (...)

3El caso de Miguel (Daniel Leví) de Barrios presenta una dificultad interpretativa añadida, ausente en otros autores coetáneos, debido a su condición de criptojudío y desterrado en Ámsterdam3, lo que invita al investigador a deslizarse por esa singular literatura judaica, siempre marginal, que se desarrolló en Flandes durante los siglos xvi y xvii4. Cronológicamente, por nacer en 1635, pertenecería Barrios, si seguimos la clasificación de Rozas y Priego5, a la tercera generación de poetas barrocos, que acusaba ya cierto «debilitamiento poético» y donde cabría situar a los nacidos alrededor de 1600, como Pantaleón de Ribera, Rebolledo o Solís. Formaría, sin embargo, junto a otros sefarditas coetáneos exiliados, como Antonio Enríquez Gómez o João Pinto Delgado6, un grupo aparte dentro de la misma, por compartir una desdibujada geografía vital que los separa de otros miembros de su generación7.

  • 8 Lara Garrido, que había bosquejado sugerentes pinceladas interpretativas a la obra del montillano, (...)

4Miguel de Barrios es, sin duda, una de las voces más atractivas que ha dado el fecundo exilio flamenco, que supo hallar en el magisterio gongorino, entre otros modelos áureos, su propio espacio poético. Autor extraordinariamente prolífico y dispar8, acusa en su producción literaria —que incluye lírica, prosa y teatro— la hibridación genérica y temática propia de su siglo, manifestada con mayor intensidad si cabe en los que podrían considerarse sus dos poemarios más sugerentes, Flor de Apolo y Coro de las Musas, especialmente en éste último, donde pueden espigarse todos los subgéneros poéticos practicados en el siglo xvii: lírica encomiástica, ecfrástica, pastoril, amorosa, moral, fúnebre, religiosa o satírico-burlesca. Esta tendencia barroca a la combinación de formas y asuntos, que encuentra en la variatio una de sus formas de apología más logradas, será llevada por Barrios hasta límites insospechados. En un autor tan complejo como Daniel Leví, este hecho podría explicarse atendiendo no sólo al carácter marcadamente heterogéneo de la creación en este siglo, sino también a las alienantes circunstancias vitales que se derivan de su obligado exilio en la capital holandesa.

  • 9 Díez Fernández distingue entre razones generales y particulares para justificar la mezcla de género (...)
  • 10 Como señala acertadamente Matas Caballero «A las razones poéticas de la época que aconsejaban la me (...)
  • 11 En mi trabajo de 2003b, he explorado el sentido y la importancia de la búsqueda agónica de mecenazg (...)
  • 12 Tanto Flor de Apolo como Coro de las Musas fueron severamente censurados, sobre todo el segundo, po (...)

5Esta trágica condición de refugiado a la que nos estamos refiriendo influiría, del mismo modo, en la configuración de la obra de otros exiliados coetáneos a Barrios como sucede con Enríquez Gómez, según ha argumentado Díez Fernández9 al hilo de la mezcla genérica en las Academias Morales de las Musas, hipótesis ésta que ha sido recientemente secundada y ampliada por Matas Caballero10 en un trabajo sobre el exilio en el citado poemario. No hay que olvidar, en este sentido, que Barrios padeció continuos altibajos en su mermada economía, lo que le arrastró a una constante búsqueda de patrocinadores y a tener siempre cualquier texto listo para ser publicado11. Asimismo, tuvo serios problemas con la censura judaica y algunos de sus escritos fueron condenados con severidad12, por lo que no sería del todo descabellado conjeturar que la acusada concepción miscelánea de sus escritos bien pudiera haber respondido no sólo a condicionantes religiosos —puesto que un texto de carácter misceláneo encubriría mejor ciertos contenidos desautorizados por los censores judíos— sino también financieros —dada su continua precariedad económica— y eso sin prescindir, obviamente, de las razones poéticas que hemos señalado con anterioridad.

  • 13 El problema de las ediciones falsificadas ha sido abordado fundamentalmente por Boer, 1988.
  • 14 Bartolomé-Pons, 1992.
  • 15 A pesar de su relevancia y representatividad en el conjunto de la producción literaria de Miguel de (...)

6Con el correr del tiempo, ha sido su «inclasificable disparidad», que llevaría a Barrios a ser el escritor más prolífico de la comunidad judía de Ámsterdam, la que se ha ido convirtiendo en un escollo casi insalvable para aquellos investigadores que nos hemos interesado por el autor de Montilla. No obstante, a esta dispersión, habría que añadir otros inconvenientes derivados de la maraña editorial que caracteriza la obra de Barrios, a saber: la existencia de dos ediciones de un mismo texto, impresas de forma «simultánea» en lugares distintos, Ámsterdam y Bruselas sobre todo, que ha originado una sugestiva propuesta de análisis sobre la posible falsificación de ediciones13; el reaprovechamiento de materiales poéticos casi idénticos, o con variantes mínimas, en colecciones «en apariencia» distintas; o, por último, la evidente falta de ordenación de todos estos elementos siguiendo un coherente canon genérico y temático14. Por desgracia, estas circunstancias, unidas a su estigmatización como poeta menor, exiliado y criptojudío, han motivado durante mucho tiempo un paulatino desinterés que se traduce en la ausencia de ediciones modernas y convenientemente anotadas de sus obras, así como de estudios rigurosos sobre las mismas. Numerosos son los filones interpretativos que ofrece la producción literaria de Miguel de Barrios y que, sin duda, deben ser la piedra de toque que hagan virar este desolador panorama crítico. Por ello, quisiera detenerme en las páginas siguientes en uno de sus libros de poemas más atractivos, Coro de las Musas y, concretamente, en su poesía satírico-burlesca, sin duda, uno de los aspectos más apetecibles de su lírica15.

Lo satírico y lo burlesco en Coro de las Musas

  • 16 La bibliografía sobre el tema es muy extensa. Entre otros estudios, pueden consultarse: Hodgart 196 (...)
  • 17 Estas pinceladas teóricas se inscriben en la línea de investigación que estoy desarrollando en mi T (...)
  • 18 Moolick, 1964, p. 184, ya sugirió con acierto que los presupuestos estéticos de Miguel de Barrios y (...)

7Pretender bucear ahora en una cuestión genérica tan espinosa como la que se refiere a las lindes entre sátira y burla y, menos aún, cuando plumas más avezadas han dedicado sus esfuerzos interpretativos a tratar de desenredar esta madeja, sin haber llegado todavía a una solución ni unánime ni definitiva, a pesar de haber logrado esclarecer numerosos lugares oscuros16, excedería el marco de esta breve aproximación17. Por ello, me limitaré a exponer algunos apuntes teóricos sobre la configuración del género satírico-burlesco en el Coro de las Musas de Miguel de Barrios, tomando como punto de referencia su modelo más inmediato, El Parnaso español de Francisco de Quevedo y la permeabilidad de temas, formas y actitudes que entre sátira y burla se da en la lírica de Barrios. Finalmente, a modo de botón de muestra, recalaremos en la iconografía burlesca femenina, cuya espléndida calidad literaria, así como las posibles concomitancias que pudieran establecerse entre su obra y la de Sor Juana Inés de la Cruz en este género de poesías, justificaría, sin lugar a dudas, un estudio de mayor envergadura18.

8Daniel Leví cultivó profusamente este género, como puede deducirse de la elevada proporción de textos satírico-burlescos —entre los que destacan ocho fábulas burlescas— que pueblan sus dos colecciones poéticas más importantes, y que son susceptibles de ser adscritos, sin vacilaciones, a tan controvertida categoría; y eso sin tener en cuenta todo el ingente material recogido en aquellos libros diseminados por las bibliotecas de la geografía europea y que todavía permanecen inéditos, a la espera de una revisión crítica seria y rigurosa.

  • 19 García Gavilán, 2004.
  • 20 Moolick, 1964, p. 85.
  • 21 Oelman, 1981, p. 187.
  • 22 Sedeño Rodríguez, 1995 y 2002.

9Resulta paradójico que, teniendo en cuenta el lugar privilegiado que dicho género ocupa con respecto al corpus total de su producción literaria y las diversas posibilidades interpretativas que éste ofrece al investigador, apenas haya suscitado el interés de la crítica. En un trabajo muy reciente, he analizado la recepción bibliográfica de Miguel de Barrios desde finales del siglo xvii hasta nuestros días19, y puedo afirmar que las menciones a su lírica satírico-burlesca son verdaderamente escasas; sólo Moolick20 y Oelman21 se han referido veladamente a la calidad de sus versos jocosos y Sedeño Rodríguez ha realizado, además de una edición sin muchas pretensiones de las fábulas mitológicas insertas en Flor de Apolo, algunos apuntes parciales a la poesía satírica de Miguel de Barrios22, a los que tendremos ocasión de volver más adelante.

10En mi opinión, la dificultad, a la hora de enfrentarse a cualquier texto satírico o burlesco, estriba en que los límites que separan lo satírico de lo burlesco se tornan extremadamente imprecisos en este período, en esa búsqueda casi agónica de nuevos enfoques que caracteriza la estética barroca, que encuentra en la desmitificación y distorsión de los modelos renacentistas una de sus formas de oposición, y diferenciación, más logradas y efectivas.

11Una prueba excelente de esta ambigüedad nos la ofrecen muchos de los preliminares de las obras que ven la luz durante los siglos xvi y xvii. Tanto en el caso de que éstos hayan sido elaborados por el propio autor —como sucede con Barrios— como si, después de la muerte de éste, un editor o compilador ha ejecutado, con más o menos licencias, su proyecto dispositivo —González de Salas en el caso de Quevedo— asistimos a una verdadera eclosión de términos dispares para designar la materia satírica y burlesca.

  • 23 López Pinciano, Philosophía Antigua Poética, p. 234.
  • 24 A modo de introducción, véase Pérez Lasheras, 1994, pp. 19-36.

12Estas observaciones previas parecen ofrecer a priori una distinción más o menos lúcida entre ambas categorías, haciendo eco de las reflexiones teóricas que preceptistas como Díaz Rengifo, el Pinciano, Cascales o Carvallo habían llevado a cabo, en materia satírica sobre todo. En general, todos ellos coinciden en que la finalidad de la sátira reside en una corrección de los vicios, conformada a través de una censura de carácter moral que, a veces, contempla la risa entre sus instrumentos. El parecer expuesto por el autor de la Philosophía Antigua Poética, quien definió la sátira como un «razonamiento maléfico y mordaz para reprehender los vicios de los hombres»23, podría sintetizar muy bien las argumentaciones de los teóricos áureos. Queda, en cambio, que si la sátira contaba, ya desde la Antigüedad grecolatina24, con amplios fundamentos teóricos, el término burlesco apenas si está presente en las preceptivas antes mencionadas y, más bien, puede vincularse a la hilaridad, identificando, de esta forma, todo lo burlesco con aquello que posee la capacidad de provocar la risa del receptor.

  • 25 El primer investigador moderno que se ha ocupado de las categorías satírica y burlesca de manera co (...)
  • 26 Alonso, 1993, p. 528.
  • 27 Palomo, 1987, p. 49.

13Sin embargo, lo cierto es que, a la luz de los textos, estas convenciones genéricas se relajan extremadamente y en éstos lo satírico, lo burlesco, lo paródico, lo jocoso o, incluso, lo grotesco se mezclan hasta tal extremo que es muy difícil deslindar con precisión dónde comienza la sátira, termina la burla, o se amalgaman los rasgos de la parodia, lo jocoso y lo grotesco25. Ya Dámaso Alonso había llamado la atención sobre la dificultad de establecer fronteras definidas entre ambos conceptos, sobre todo cuando aparecían lo que él denominaba «elementos descolocados», que contrastaban profundamente con el carácter esencial del poema26. Si, además, el objeto de estudio es un autor que, como Barrios o cualquiera de sus contemporáneos, empieza a publicar su obra bien avanzada la segunda mitad del siglo xvii, la complicación es aún mayor, ya que, como recordaba Pilar Palomo, no es lo mismo escribir bajo la sombra del petrarquismo herreriano que tras la sacudida estética que supone la obra de madurez de un Góngora27, o de un Quevedo, en el caso de la poesía satírico-burlesca. Y eso, sin olvidar, como ya hemos señalado más arriba, que toda su obra fue concebida y publicada en su exilio flamenco, con todos los condicionantes religiosos y económicos que pudieran haberle influido a la hora de conformar los objetos de su sátira o burla.

  • 28 Barrios, Flor de Apolo, p. 6.
  • 29 Arellano, 1984, pp. 36-38.
  • 30 Sedeño, 1995, pp. 9-13.
  • 31 Iffland, 1978, pp. 15-57.

14Esta hibridación genérica a la que nos estamos refiriendo se manifiesta ampliamente en la materia satírico-burlesca que Miguel de Barrios recoge tanto en Flor de Apolo como en Coro de las Musas. Al comienzo de Flor de Apolo el poeta incluye una Tabla de las poesías que en este libro se contienen, donde distingue entre panegíricos y canciones, romances, redondillas, pinturas en varias poesías, décimas, glosas, sátiras, enigmas, sonetos, quintillas y comedias28. Siguiendo la ordenación establecida por Arellano para la poesía satírico-burlesca de Quevedo29, se ha elaborado, en un acercamiento bastante parcial a la poesía satírica del montillano, una posible clasificación de este inventario poético30. Así, en Flor de Apolo hallaríamos poemas burlescos —sin intención crítica o moral—, donde se incluirían romances y décimas casi en idéntica proporción —quince y dieciséis composiciones, respectivamente—, redondillas, sonetos y algunas de las pinturas antes mencionadas; poemas satírico burlescos —con intención crítica, pero de estilo jocoso—, bajo el esquema métrico de algunos romances, alguna redondilla y varias décimas; y poemas satíricos no burlescos —sátiras graves—, invectivas que Barrios vierte en tercetos encadenados, romances o décimas. En último lugar se hace referencia a tres poemas grotescos, un romance y dos sonetos, en la acepción que Iffland31 concediera a dicho término.

  • 32 Díaz-Plaja, 1943, p. 201.
  • 33 Pfandl, 1933, p. 509.

15Esta ordenación, si bien puede ser más o menos válida para Flor de Apolo, por ser éste un corpus misceláneo de poemas que presenta una deslavazada arquitectura formal, no refleja, en mi opinión, toda la problemática que suscita el género satírico-burlesco en una obra de la complejidad de Coro de las Musas, que fue concebida por su autor como un meditado proyecto lírico que evidencia, ya desde el título mismo, la profunda filiación de Barrios con la lírica hispánica. No hay que olvidar que, en fechas similares a la publicación del Coro en suelo flamenco, están viendo la luz en España varios textos de características muy similares: El buen humor de las Musas, de Polo de Medina, La lira de las Musas de Bocángel, el Bureo de las Musas de Maluenda y El Parnaso español de Quevedo. La cuidada dispositio de este último, basada en subgéneros poéticos, nos remite, con sutiles diferencias, a la fuente de inspiración más directa de Coro de las Musas, como ya señalaron en su día Díaz-Plaja32 y Pfandl33.

16Antes de continuar, creo necesario esbozar, aunque sea brevemente, la estructura de este poemario, por tratarse de una obra muy poco conocida que aún no ha sido convenientemente editada. Coro de las Musas se halla escindida en nueve partes, siguiendo idéntica disposición en Musas que su modelo quevediano, cada una de las cuales se ocupa de un género poético particular, elección que, al contrario de lo que sucede en el caso de Quevedo, no obedece a una decisión tomada a posteriori por un editor, sino que corre a cargo del poeta, ya que fue el mismo Barrios quien dispondría la ordenación de todos sus textos.

  • 34 Para un estudio de la lírica amorosa en Coro de las Musas, véase García Gavilán, 2002.

17Así, Urania, Musa de la Astronomía, canta el «Mundo Elemental»; Terpsícore, Musa de la Geografía, describe las distintas provincias hispanas, la genealogía austriaca y el Reino de Portugal; Clío, Musa Panegírica, elogia varias ciudades, excelsos poetas y personajes ilustres; Érato, Musa Amorosa, canta sus «Triunfos de Amor»34; Euterpe, Musa Pastoril, entona sus «Zampoñas Pánicas»; Polimnia, Musa Lírica, expone sus «Donaires mélicos, satíricos y jocosos»; Talía, Musa Cómica, celebra los «Epitalamios de Himeneo»; Melpomene, Musa de la Poesía Fúnebre, lamenta la muerte de personajes ilustres y revela algunos «desengaños»; y, por último, Calíope, Musa Moral, expone sus «poesías ejemplares». El corpus se cierra con la «Música de Apolo» (que ya se había recogido en Flor de Apolo y que aquí se mantiene con algunas modificaciones), «Las Gracias del Parnaso» y, finalmente, «Naturaleza y Arte de las Musas».

18En cuanto a las páginas preliminares, contienen, como era habitual en este tipo de poemarios, varias composiciones que elogian la figura de su patrocinador (Francisco de Melo), un índice general, un singular prólogo y un jocoso romance que el autor dedica a su libro. De todos ellos, el más interesante es el prólogo en prosa, titulado «Recelo y aliento del autor, en la publicación de esta obra, y defensa de la poesía, para advertencia del lector». Constituye un documento imprescindible no sólo para delimitar la posible poética del autor, sino también para darnos cuenta de que su vida de exiliado en los Países Bajos no siempre resultó tan satisfactoria. Las múltiples alusiones a los «censores» o «zoilos» que salpican el texto podrían hacer alusión a los problemas que tuvo el autor con la censura en Ámsterdam en la publicación de sus dos primeras obras.

  • 35 Quevedo, El Parnaso español.
  • 36 Schwartz y Arellano, 1998, p. xxxiii.
  • 37 Quevedo, El Parnaso español.
  • 38 Schwartz y Arellano, p. xxxiv de la «Introducción» a su ed. de Quevedo, Un Heráclito cristiano…

19Si recordamos, Quevedo (o González de Salas) había distribuido su poesía satírica y burlesca entre las Musas V y VI. De esta forma, asignó a Terpsícore las «letrillas satíricas, burlescas y líricas, las jácaras y los bailes», y a Talía, las «poesías jocoserias, que llamó burlescas el autor. Esto es, descripciones graciosas, sucesos de donaire y censuras satíricas de culpables costumbres, cuyo estilo es todo templado de burlas y veras»35. La poesía moral, considerada como la otra cara de la moneda de la poesía satírica —el contrahaz a que se referían Arellano y Schwartz36 a propósito de la obra de Quevedo—, corría a cargo de Polimnia, la Musa II, quien «canta poesías morales. Esto es que descubren y manifiestan las pasiones y costumbres del hombre, procurándolas enmendar»37. No podemos olvidar que poesía moral y poesía satírica, tanto en Quevedo como en la mayoría de los escritores del período áureo, presentan estrechas conexiones ideológicas, aunque diverjan en el plano verbal38. El Coro de las Musas, en cambio, presenta, como veremos a continuación, algunas variaciones importantes con respecto al modelo en el que se inspira, El Parnaso español de Quevedo.

  • 39 Hay que llamar la atención sobre la dilogía que Barrios construye sobre dicho término, ya que, aunq (...)

20Por lo que se refiere a la poesía satírica, sólo he podido localizar una mención directa al término «satírico» en Polimnia, que en Barrios no es la Musa Moral, sino la Musa Lírica, vinculada pues a lo lírico, lo mélico39, si nos atenemos a la clasificación neo-aristotélica de los géneros poéticos expuesta por los teóricos renacentistas. El soneto-prólogo que introduce la citada Musa es una fuente imprescindible para establecer los modelos de Barrios en cuanto a sátira se refiere: Juvenal, Píndaro u Horacio, entre los antiguos, y Góngora, Quevedo, Polo de Medina o Jerónimo de Cáncer, entre los modernos.

  • 40 Sierra Martínez, 1989.

21Tampoco reproduce Barrios el esquema de Terpsícore, que en Quevedo agrupaba letrillas satíricas y burlescas, además de algunas jácaras y bailes, pues el autor judío converso la destina para la laudatio urbium. En este sentido, el caso más significativo, y donde mejor puede apreciarse esta difracción de Barrios respecto de su modelo, es quizás el de Talía, puesto que, cuando en El Parnaso español aglutinaba todo género templado de burlas y veras, en Coro de las Musas es la Musa Cómica, que contiene varios textos epitalámicos concebidos para ser representados, alguno de los cuales pudiera haber logrado este propósito en la escena flamenca40.

22Sin embargo, aquellas Musas que se ocupan de otros «asuntos poéticos», y donde no cabría esperar la inclusión de textos satírico-burlescos, sí acusan la presencia de este tipo de composiciones. En la mayoría de los casos son fábulas burlescas, como sucede con la Fábula de Prometeo y Pandora, en Urania, la Musa Celeste o la Zampoña de Pan y Siringa en Euterpe, Musa Pastoril.

23Desgajadas de esta disposición en nueve partes, la «Música de Apolo» y las «Gracias del Parnaso», secciones misceláneas que aparecen inmediatamente después de Calíope, Musa Moral, ofrecen un testimonio excelente del hibridismo entre sátira y burla que estamos comentando. En el primer caso, Barrios incluye un total de quince décimas, que el poeta denomina «burlescas», y que constituyen un ejemplo claro del vituperio hacia diversos tipos sociales, como oficios menores —zapateros, mercaderes o contadores—, profesiones médicas —médicos, sobre todo— o mujeres, cuyos retratos caricaturescos de alcahuetas o pidonas son de una calidad extraordinaria; algunas redondillas, varios sonetos, siete sátiras de similar asunto y una epístola censoria en tercetos encadenados a la manera de Quevedo. En las «Gracias», el montillano nos ofrece siete retratos burlescos a distintos referentes femeninos, su autorretrato, una carta satírica a un bufo y la Fábula de Peleo y Tetis. De todos ellos, queremos llamar la atención sobre estos retratos burlescos femeninos.

  • 41 García Gavilán, 2003c.
  • 42 Barrios, Coro de las Musas, pp. 264-266, 279-280 y 288, respectivamente. Dejamos para otro lugar el (...)

24El gusto de Miguel de Barrios por componer retratos, femeninos fundamentalmente, así como por las hibridaciones entre poesía y pintura que éstos representaban, puede atisbarse ya desde Flor de Apolo, en la sección que el poeta titula «Pinturas en varias poesías». Sin embargo, va a ser en Coro de las Musas donde éstos van a adquirir una formulación más elaborada, como muestran las hermosas pinturas que retratan la hermosura de Flor o Belisa en el marco de la IV Musa, que he analizado en otro lugar41, y que persiguen la alabanza de la dama representada, haciéndose eco, de esta forma, de la fosilización a la que había llegado el canon retórico de la descriptio puellae, impuesto durante la Alta Edad Media y perpetuado por la tradición petrarquista. Del otro lado de la balanza, los contrafacta de estos retratos ideales, como los tres retratos satírico-burlescos que Barrios incluye en la Musa Polimnia: «Canta y pinta la hermosura de Lucinda», «Celebra y pinta la hermosura de Belisa» y «Pinta a una dama apellidada Mota»42. Así Miguel de Barrios también se sintió cautivado por esta manera de componer retratos a lo crudo, no sólo a nivel individual, donde pidonas, preñadas, flacas, enfermas o alcahuetas componen las figuras del retablo, sino también en el marco de la fábula mitológica, como demuestran los retratos de Aretusa, Siringa, Pandora o Venus en el Coro de las Musas.

  • 43 Los retratos poéticos de Sor Juana Inés de la Cruz ha sido abordados fundamentalmente en los estudi (...)
  • 44 Ponce Cárdenas, 1999a.
  • 45 García Gavilán, 2003d.

25En realidad, la errónea interpretación de la manida fórmula horaciana ut pictura poesis depararía fértiles y abundantes frutos en nuestra lírica áurea que, con varia fortuna, contribuyeron a perpetuar este gusto por pintar con palabras. Lugar destacado merecen los tributos iconográficos de Góngora, Quevedo o Sor Juana Inés de la Cruz43, especialmente sus retratos femeninos concebidos como laudatio o vituperatio de la figura representada. Los aciertos de sus plumas marcarían un antes y un después en la conformación de este género poético, lo que les convierte en referentes ineludibles para autores que, como Colodrero44 o Barrios45, se incorporarían más tarde a esta tradición del retrato literario.

26Para concluir, quisiera, desde la más absoluta provisionalidad, extraer varias conclusiones de esta apresurada inmersión en la configuración del género satírico-burlesco en el Coro de las Musas de Miguel de Barrios. En primer lugar, sátira y la burla no pueden abordarse, en la obra de Barrios, como categorías genéricas independientes, ya que, como hemos podido observar en los ejemplos citados más arriba, la intención, el objeto de escarnio y el tono empleados, se confunden en ambos casos, a pesar de que, algunas veces, se establezca a priori una diferenciación a partir de los títulos que coronan los poemas. En segundo lugar, la desmesurada dispersión de la lírica satírico-burlesca a lo largo del Coro de las Musas, así como la variedad de asuntos y la diversidad de cauces estróficos empleados no obedecen, sólo y exclusivamente, a razones poéticas, que tienen que ver con el carácter claramente misceláneo de la concepción literaria en el Siglo de Oro, sino que deben ser analizadas teniendo también en cuenta el contexto social y religioso de aquellos autores que tuvieron que desarrollar la inmensa mayoría de su producción literaria fuera de nuestras fronteras, como exiliados en un país que no era el suyo, y que, en el caso concreto de un autor judío converso como Barrios, se traduce en censura judaica, precariedad económica y mendicidad poética. En tercer lugar, la difracción que Barrios representa respecto de su modelo más inmediato, a la hora de elegir qué Musa debe cantar qué género de poesías, demuestra que, todavía, bien entrada la segunda mitad del siglo xvii, pueden atisbarse ciertos rasgos de originalidad que permiten diferenciar a Barrios de la caterva de simples imitadores de un Góngora o un Quevedo.

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Notas

1 Lara Garrido, 1997, fundamentalmente el capítulo «Historia y método. (Perspectivas sobre los menores)», pp. 57-122.

2 Sobre estos raros ingenios se han publicado recientemente trabajos esenciales: Ponce Cárdenas, 1998, 1999a, 1999b y 2001; González Cañal, 1996a y 1996b; Colón Calderón, 1994; Díez Fernández, 1994 y 2001; Matas Caballero, 2005 y García Gavilán, 2002, 2003a, 2003b, 2003c, 2003d y 2004.

3 Miguel de Barrios se vio obligado a abandonar España hacia 1660 debido a su condición de judío converso y a la férrea intransigencia inquisitorial. Tras una breve estancia en Italia, al amparo de su tía materna Raquel Cohen de Sosa, decide practicar abiertamente la religión de sus padres y cambiar su nombre cristiano por el judío Daniel Leví de Barrios. Para una síntesis biográfica sobre Miguel de Barrios, véase García Gavilán (2002, en concreto el capítulo I: «Miguel de Barrios. Reseña biográfica de un epígono singular», pp. 13-26) y 2003a.

4 Guillén, 1998, p. 29.

5 Rozas y Pérez Priego, 1983, p. 638.

6 Rozas y Pérez Priego, 1983, pp. 654-655.

7 Palomo, en cambio, no tuvo en cuenta esta distinción, aunque sí agrupó en una «tercera promoción a los poetas nacidos en torno a 1600 que, en general, representan ya lo imitativo y que llevarán —sin fructíferas renovaciones— las voces de los grandes maestros que hacen suyas, hasta los finales del xvii. Los gongorinos Bocángel, Polo de Medina, Juan de Moncayo, Trillo y Figueroa. Las voces senequistas y quevedianas de Miguel de Barrios o A. Enríquez Gómez, o los muy diversos registros de Martín Miguel Navarro, Pérez de Montalbán, Antonio de Solís, el Conde de Rebolledo, Pantaleón de Ribera, etc. Pero entiendo que sólo destaca entre ellos el nombre de sor Juana Inés de la Cruz, como el último fogonazo de una genial creatividad barroca» (1987, p. 17). Nótese la lúcida vinculación que establece Palomo entre ambos sefarditas y autores como Séneca o Quevedo, que todavía espera ser establecida con rigurosidad por parte de la crítica.

8 Lara Garrido, que había bosquejado sugerentes pinceladas interpretativas a la obra del montillano, comenta que «La lírica de Miguel de Barrios (1625?-1701), tensada por la misma devoción a Góngora, constituye, en su inclasificable disparidad, la quiebra del formalismo, del lenguaje y la técnica fosilizadas, por la entonación lacerante del dolor o la soledad del destierro» (1997, p. 223). La cursiva es nuestra.

9 Díez Fernández distingue entre razones generales y particulares para justificar la mezcla de géneros en las Academias Morales de las Musas y, con respecto a estas últimas, afirma que «El carácter misceláneo en las AMM obedece a varios factores. La necesidad de publicar presidiría la variedad de textos recogidos en el libro: aunque no es la primera obra poética extensa (Triumpho Lusitano se publica en 1641), sí es el primer texto amplio donde lo literario no está tan unido a hechos histórico-políticos de índole general. [...] Otro factor es la tesis de los mensajes ocultos ; sin duda contribuiría al ocultamiento el carácter misceláneo (que lo diferenciaría del Triumpho Lusitano): parece más difícil perseguir la unidad a través de una selva de partes, géneros y personajes» (1994, p. 132).

10 Como señala acertadamente Matas Caballero «A las razones poéticas de la época que aconsejaban la mezcla de géneros y la creación miscelánea, tal vez, habría que añadir la necesidad de publicar cuanto pudiere un escritor que, como Enríquez Gómez, se encontraba en una situación personal muy complicada en su país por motivos religiosos, políticos y económicos, y en tierra ajena, además, por razones idiomáticas. La composición miscelánea podía contribuir al ocultamiento de contenidos críticos, al tiempo que facilitaba la creación de quien se consideraba “raro talento”» (2005, pp. 56-57).

11 En mi trabajo de 2003b, he explorado el sentido y la importancia de la búsqueda agónica de mecenazgos por parte de Barrios.

12 Tanto Flor de Apolo como Coro de las Musas fueron severamente censurados, sobre todo el segundo, por la junta administrativa o Mahamad de la comunidad judeo-portuguesa de Ámsterdam, encargada de revisar todos los manuscritos antes de su publicación. Barrios nunca perdonaría semejante atropello contra sus obras, sobre todo cuando en 1674 le fue interceptada la publicación de Harmonía del Mundo, que él consideraba su obra maestra por contener una versión poética de la Torah. Para una exposición más amplia sobre los problemas que mantuvo Miguel de Barrios con la censura judía, véanse Révah, 1965 y Boer, 1996, pp. 85-91.

13 El problema de las ediciones falsificadas ha sido abordado fundamentalmente por Boer, 1988.

14 Bartolomé-Pons, 1992.

15 A pesar de su relevancia y representatividad en el conjunto de la producción literaria de Miguel de Barrios, el género satírico-burlesco todavía espera ser objeto de un estudio global por parte de la crítica, estudio que abarque todos aquellos textos que pudieran adscribirse a dicha categoría y que se hallan dispersos por los distintos poemarios del montillano.

16 La bibliografía sobre el tema es muy extensa. Entre otros estudios, pueden consultarse: Hodgart 1969; Scholberg, 1971, 1979; Jammes, 1980, 1987; Iffland, 1978, 1979; Joly, 1982; Arellano Ayuso, 1984; Schwartz Lerner, 1986, 1987; Guillén, 1988; Rey Álvarez, 1995; Pérez Lasheras, 1994, 1995; y Cacho Casal, 2003.

17 Estas pinceladas teóricas se inscriben en la línea de investigación que estoy desarrollando en mi Tesis Doctoral, actualmente en su fase final de realización.

18 Moolick, 1964, p. 184, ya sugirió con acierto que los presupuestos estéticos de Miguel de Barrios y de Sor Juana Inés de la Cruz, respecto a la creación poética de sus retratos, no estuvieron tan distantes entre sí como a priori pudiera pensarse, a pesar de la superior creatividad lírica de la segunda respecto del primero. No obstante, esperamos poder contestar esta argumentación en el estudio que estamos llevando a cabo sobre el género iconográfico en la obra del montillano.

19 García Gavilán, 2004.

20 Moolick, 1964, p. 85.

21 Oelman, 1981, p. 187.

22 Sedeño Rodríguez, 1995 y 2002.

23 López Pinciano, Philosophía Antigua Poética, p. 234.

24 A modo de introducción, véase Pérez Lasheras, 1994, pp. 19-36.

25 El primer investigador moderno que se ha ocupado de las categorías satírica y burlesca de manera conjunta, a propósito de la obra de Góngora, ha sido Jammes, 1987, pp. 31-38.

26 Alonso, 1993, p. 528.

27 Palomo, 1987, p. 49.

28 Barrios, Flor de Apolo, p. 6.

29 Arellano, 1984, pp. 36-38.

30 Sedeño, 1995, pp. 9-13.

31 Iffland, 1978, pp. 15-57.

32 Díaz-Plaja, 1943, p. 201.

33 Pfandl, 1933, p. 509.

34 Para un estudio de la lírica amorosa en Coro de las Musas, véase García Gavilán, 2002.

35 Quevedo, El Parnaso español.

36 Schwartz y Arellano, 1998, p. xxxiii.

37 Quevedo, El Parnaso español.

38 Schwartz y Arellano, p. xxxiv de la «Introducción» a su ed. de Quevedo, Un Heráclito cristiano…

39 Hay que llamar la atención sobre la dilogía que Barrios construye sobre dicho término, ya que, aunque aquí se refiera a la poesía lírica, también puede apreciarse una alusión velada a su mecenas, Francisco de Melo, quien patrocinó la obra y a quien ésta va dirigida.

40 Sierra Martínez, 1989.

41 García Gavilán, 2003c.

42 Barrios, Coro de las Musas, pp. 264-266, 279-280 y 288, respectivamente. Dejamos para otro lugar el estudio pormenorizado de estos retratos satíricos que con tanto acierto cultivó Miguel de Barrios y que deben ser abordados en el marco de su poesía satírico-burlesca.

43 Los retratos poéticos de Sor Juana Inés de la Cruz ha sido abordados fundamentalmente en los estudios siguientes: Sabat de Rivers, 1982, 1984, y 1986; Clamurro, 1986; Carullo, 1991; Dorra, 1997; Matas Caballero, 2001;

44 Ponce Cárdenas, 1999a.

45 García Gavilán, 2003d.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Inmaculada García Gavilán, «Notas sobre lo satírico y lo burlesco en el Coro de las Musas de Miguel de Barrios»Criticón, 100 | 2007, 27-40.

Referencia electrónica

Inmaculada García Gavilán, «Notas sobre lo satírico y lo burlesco en el Coro de las Musas de Miguel de Barrios»Criticón [En línea], 100 | 2007, Publicado el 05 enero 2020, consultado el 10 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/8979; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.8979

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