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Volver a un género olvidado: la poesía épica del Siglo de Oro

Rodrigo Cacho Casal
p. 5-10

Texto completo

  • 1 Perrault, Paralèlle, p. 94.
  • 2 Ordóñez das Seijas (trad.), La poética de Aristóteles, f. ¶5r.

1La epopeya fue, indudablemente, el género poético más prestigioso de los siglos xvi y xvii. Todavía en 1692 Charles Perrault puede afirmar tajantemente, y sin miedo a ser rebatido, que «le poème épique» es «le chef-d’oeuvre de l’esprit humain»1. Sin embargo, su primacía se asienta sobre una insalvable contradicción, puesto que el aprecio por su valor estético e intelectual no es compartido por Aristóteles en su Poética, donde le prefiere la tragedia. Alonso Ordóñez das Seijas, el primero en publicar una traducción castellana del tratado aristotélico, hace hincapié en esta cuestión cuando afirma en los preliminares de la obra que «todos los que han escrito poemas heroicos llevan mal este parecer de Aristóteles, hasta el Tasso en uno de sus discursos se aparta de su amistad»2. Detrás de este problema crítico se halla el enfrentamiento entre dos tendencias diferentes pero complementarias en el Renacimiento: una relativa al usus o tradición, y la otra vinculada a la autoridad de Aristóteles.

  • 3 Acerca de esta devoción por Virgilio (o maronolatría), véanse Zabughin, 1921-1923; y Vega Ramos, 19 (...)
  • 4 Faria e Sousa, en el Juicio del poema que encabeza su edición comentada de Os Lusíadas de Camões, t (...)
  • 5 ‘Homero, de quien deriva toda forma poética’; Robortello, In librum Aristotelis, p. 2. Acerca de la (...)
  • 6 Escalígero, Poetices libri, I, 3 (vol. I, p. 94): «omnium est princeps, quia continet materias univ (...)

2En primer lugar, hay que tener en cuenta la teoría de la elocución, heredada de la retórica clásica, que a partir del Medievo reconoce en las obras de Virgilio los tres estilos fundamentales: humilde (Bucólicas), mediano (Geórgicas) y sublime (Eneida). Este sistema, conocido como rota Virgilii, se hace eco de la profunda admiración por el poeta romano que recorre la tradición occidental y que culmina con el Humanismo3. Tratadistas tan influyentes como Marco Girolamo Vida (De arte poetica, 1527) o Antonio Sebastiano Minturno (De poeta, 1559; L’arte poetica, 1563) sancionan que Virgilio es el poeta sumo y que su Eneida debe ser tomada como modelo principal por todos los escritores que pretendan dejar una huella en la historia. Esta postura sigue aún muy viva en 1639, cuando Faria e Sousa declara: «Todo el mundo está llano en que Virgilio es el verdadero poeta, luego quien más se apartare de su modo lo será menos»4. Tales planteamientos chocan de lleno con la veneración hacia Homero, que parte de la cultura griega y que, todavía en el siglo xvi, reconoce en él a la fuente de todo el saber y de la poesía: «Homerum, a quo omnis poetice derivata est», como dice Robortello en su comentario a la Poética aristotélica de 15485. El debate en torno a su lugar respecto a Virgilio se mantuvo abierto en el Renacimiento y el Barroco, con acérrimos partidarios de la Ilíada y la Odisea como Trissino e implacables opositores como Escalígero. No obstante, lo que ninguno de ellos cuestionó jamás era la superioridad de la épica, primero entre los géneros y capaz, según el autor de los Poetices libri septem (1561), de contener todas las materias6. Trissino sustenta la misma opinión, pues para él la epopeya se ha ganado su prestigio gracias a la práctica poética establecida durante siglos de tradición, desde Homero en adelante:

  • 7 Trissino, La quinta e la sesta divisione, f. 30r.

[…] ma noi avemo veduto già tanti e tanti secoli che nella lingua greca è stato preposto lo eroico di Omero a tutti gli atri poemi tragici che mai vi si facessero, e parimente lo eroico di Virgilio nella lingua latina è stato preposto dalle genti a tutti gli altri poemi tragici che furono fatti avanti e dopo lui7.

3Las diferencias entre Homero y Virgilio quedan en un segundo plano cuando se trata de establecer la supremacía del poema heroico en el canon poético renacentista. Los «tanti e tanti secoli» y el uso «delle genti» ha forjado con el tiempo un valor incuestionable, más allá de que Aristóteles antepusiera la tragedia a la epopeya. De hecho, las palabras de Trissino funcionan como una respuesta directa contra la tesis expuesta en la Poética. Frente a la teoría reflejada en el tratado aristotélico se impone la praxis de siglos de escritura literaria. El humanista italiano no fue el único que tuvo que enfrentarse a este problema. El neoaristotelismo imperante en el siglo xvi se vio obligado a superar este escollo para poder hacer cuadrar las ideas de la Poética, auténtica Biblia de la teoría literaria, con la absoluta prioridad concedida a la épica, reina de los géneros poéticos.

  • 8 Capriano, Della vera poetica, ff. ciir-ciiiv.
  • 9 Minturno, L’arte poetica, p. 9.

4Varios autores aceptaron sin más las preferencias de Aristóteles, mientras que otros intentaron matizarlas o rechazarlas de plano. Por ejemplo, Giovanni Pietro Capriano dedica el cuarto capítulo de su Della vera poetica (1555) a este último objetivo: Tra le morali l’epopeia, cioè l’eroica, esser la più presente e meglior contra Aristotele8. Por su parte, Minturno apoyó su defensa de la epopeya en el hecho de que esta se corresponde, según la distinción presentada por Platón en la República (392c-394c), con el género mixto; esto es, que combina la voz del narrador (diegético, propio de los ditirambos) con la de los personajes (mimético, presente en el teatro). Ello quiere decir que es sin duda el cauce más rico de todos, pues aúna en sí todas las virtudes y características de los demás: «l’epica sola ha tutte quelle particelle che sono proprie della poesia»9. Se trata de una idea aprovechada también por Escalígero, que tendrá mucha fortuna en la teoría literaria de los siglos xvi y xvii: el poema heroico se convierte en un multigénero capaz de englobarlos a todos, incluso a la tragedia, demostrando de este modo que es superior a ella. En el Epílogo de los preceptos del poema heroico (1625), José Pellicer se atiene claramente a estos planteamientos:

  • 10 Pellicer, Epílogo, p. 167.

Es, pues, el poema heroico una común imitación de acción grave para borrar las pasiones del alma por medios de compasión y miedo, sin que tenga última perfección. Compónese de muchas tragedias, bien que tejidas de modo que vengan a hacer unidad épica10.

  • 11 Tasso, Discorsi, p. 781.
  • 12 Tasso, Discorsi, pp. 620-621 y 751.

5La cuestión de la difícil convivencia entre Aristóteles y la epopeya está muy presente también en las obras de Torquato Tasso, como recordaba Alonso Ordóñez das Seijas en su traducción de la Poética. La crux épica de la teoría literaria renacentista recorre las páginas de sus Discorsi del poema eroico (1594) como una presencia tácita, que incomoda y con la que, tarde o temprano, hay que lidiar. Tasso prefiere posponer su careo con la autoridad máxima de Aristóteles hasta las últimas páginas, cuando, casi pidiendo disculpas, se ve obligado a manifestar su disconformidad: «Concedamisi dunque ch’in questa e in alcune altre poche opinioni lasci Aristotele»11. Sin embargo, este cierre se ha ido preparando poco a poco en los capítulos anteriores de la obra, donde ofrece diversos argumentos en favor de la superioridad épica sobre la tragedia, como la mayor virtud de sus personajes y de los ideales en ella expuestos: «Richiede la tragedia persone né buone né cattive, ma d’una condizione di mezzo. […] L’epico all’incontro vuole il sommo delle virtù»; o su capacidad de producir maravilla en el lector: «la meraviglia delle cose belle è più durevole e di maggior estima. E bellissimo oltre tutti gli altri poemi è l’eroico, laonde questo diletto è suo proprio»12. El poema heroico es, pues, vario, rico, maravilloso y ejemplar.

  • 13 Acerca de la influencia de Ariosto en España, véase Chevalier, 1966.
  • 14 Sobre la poesía heroicómica en España, véanse Fasquel, 2010; y Cacho Casal, 2011. Sobre el vínculo (...)

6En España, el éxito de Ariosto y de su romanzo proporcionó un primer modelo vernáculo y moderno que, sin embargo, no cumplía con las reglas aristotélicas y además estaba muy alejado de la verdad histórica. Pese a ello, varios autores se vieron muy influidos por este texto, y a mediados del siglo xvi intentaron hacerlo compatible con una vertiente más histórica y menos lúdica que la presentada en el Orlando furioso13. La epopeya se centró en las gestas de monarcas hispanos como Carlos V o en héroes nacionales. Ya entrado el siglo xvii, Tasso impuso su idea de la épica con la Gerusalemme liberata y los Discorsi, pero con el tiempo esta fue adquiriendo otras características y matices, derivando hacia la burla heroicómica, desmembrándose en breves epilios de materia mitológica, o tomando la forma de más extensas epopeyas donde el lirismo y el gusto por el lenguaje descriptivo dejan en segundo lugar las hazañas bélicas. Baste recordar, por ejemplo, las Soledades de Góngora o el Adone de Marino14. La supremacía de la épica se aprecia, pues, en su masiva presencia en los escritos teóricos del Siglo de Oro y, además, en el lugar central que ocupó en la formación de algunas de las modalidades poéticas más innovadoras del tardo Renacimiento y del Barroco. Sobre todo, su peso en el canon literario queda de manifiesto al comprobar que se trata de uno de los géneros más cultivados y publicados en los siglos xvi y xvii. Todo poeta que se preciara de tal nombre soñaba con componer la gran épica de su tiempo, para poder ser el nuevo Homero o el nuevo Virgilio de España.

  • 15 Véase sobre todo su estudio monográfico, Pierce, 1968.
  • 16 Lara Garrido, 1999; Davis, 2000; y Vilà, 2001.
  • 17 Véanse Vega y Vilà, 2010; y Vilà, 2011.
  • 18 Véanse, Sánchez Jiménez, 2007 y 2010; Cicchetti, 2011; y Labrador Herraiz y DiFranco, 2011. Acerca (...)

7Durante más de tres siglos el poema heroico y sus derivaciones estuvieron en el centro de los debates estéticos y de la producción literaria nacional e internacional. Sin embargo, los estudios filológicos sobre este género en España han sido muy escasos, salvo los trabajos pioneros de Frank Pierce15. Siguiendo los parámetros estéticos de su época, la Escuela de Menéndez Pidal prefirió la vertiente medieval y oral de la epopeya, con el Mio Cid a la cabeza, dando lugar a una rica y muy influyente tradición a través de estudios y ediciones críticas. La así llamada épica culta o literaria, en cambio, recibió menos favores, y la mayoría de estos textos permanecen aún sin estudiar o editar. Recientemente, varios investigadores han intentado invertir esta tendencia, y las cosas, por fin, parecen haber empezado a tomar un nuevo rumbo a partir de 1999. En breve sucesión aparecieron el libro de José Lara Garrido, Los mejores plectros (1999); el trabajo de Elizabeth Davis, Myth and Identity in the Epic of Imperial Spain (2000), y en 2001 se presentó la tesis doctoral de Lara Vilà, Épica e imperio. Imitación virgiliana y propaganda política en la épica española del siglo xvi, dirigida por María José Vega, que supone el primer estudio sistemático y pormenorizado de la épica culta hispana a la luz de la tradición virgiliana y de los presupuestos teóricos renacentistas16. Ambas estudiosas están contribuyendo de manera decisiva a la recuperación de estas obras, por medio de artículos, volúmenes colectivos y también de ediciones digitales en la colección Bibliotheca Sphaerica, enmarcada dentro del «Seminario de Poética Europea del Renacimiento» dirigido por Vega17. La nueva vitalidad adquirida por el género épico se aprecia también en el trabajo monográfico de Mercedes Blanco, Góngora heroico, y los varios artículos que la estudiosa ha dedicado a la cuestión, además de las tesis sobre la epopeya del Siglo de Oro que está dirigiendo en la actualidad. Por último, el estudio de estas obras tiene que ir acompañado de nuevas ediciones, basadas en criterios rigurosos y anotadas con esmero, como, por ejemplo, las recientes de Antonio Sánchez Jiménez de la Dragontea y el Isidro (Lope de Vega) o la Austríada (Juan Rufo) de Ester Cicchetti, o también la edición, por José J. Labrador Herraiz y Ralph A. DiFranco, de la traducción por Pedro Padilla del Segundo Cerco de Diu (Jerónimo Corte-Real)18.

8El propósito del presente volumen es el de continuar por esta senda, contribuyendo al redescubrimiento de un cauce fundamental del Siglo de Oro. En estas páginas se intentan ofrecer nuevos enfoques en relación con obras que abarcan desde comienzos del siglo xvi hasta el xviii. Desde Garcilaso (Gargano) y la tradición ariostesca (Vilà) hasta Domínguez Camargo (Ponce Cárdenas) y Pisón y Vargas (Bonilla Cerezo/Luján Atienza). En ellas se atiende a modalidades tan variadas como la épica de materia histórica (Cacho Casal y Plagnard), la vertiente heroicómica, el panegírico y el epilio (Kluge). Especial atención se presta a La Araucana y su influencia en otras obras (Dichy y Lerner), pero no faltan tampoco textos menos canónicos, como el hasta hace poco olvidado Austrias Carmen de Juan Latino (Anguita/Wright). La variedad de este número monográfico quiere ser, en fin, un reflejo de la riqueza de discurso épico en el Siglo de Oro y de lo mucho que queda todavía por hacer en este campo.

9No quisiera terminar esta introducción sin agradecer a todos los colegas que han participado en este volumen, compartiendo su generosa sabiduría y apoyándome en esta labor. Sobre todo, deseo expresar mi agradecimiento hacia Marc Vitse, que tuvo la amabilidad de encargarme esta tarea y que ha contribuido de forma fundamental a la composición de este número de Criticón, con sus atentas lecturas y su paciencia ante los retrasos y problemas, más o menos épicos, encontrados en el camino.

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Bibliografía

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Cacho Casal, Rodrigo, «La épica burlesca y los géneros poéticos del Siglo de Oro», Edad de Oro, 30, 2011, pp. 69-92.

Capriano, Giovanni Pietro, Della vera poetica, Vinegia, Appresso Bolognino Zaltieri, 1555.

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Cicchetti, Ester (ed.), Juan Rufo, La Austríada, Roma, Ibis, 2011.

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Zabughin, Vladimiro, Vergilio nel Rinascimento italiano da Dante a Torquato Tasso, Bologna, Nicola Zanichelli, 1921-1923, 2 vols.

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Notas

1 Perrault, Paralèlle, p. 94.

2 Ordóñez das Seijas (trad.), La poética de Aristóteles, f. ¶5r.

3 Acerca de esta devoción por Virgilio (o maronolatría), véanse Zabughin, 1921-1923; y Vega Ramos, 1992.

4 Faria e Sousa, en el Juicio del poema que encabeza su edición comentada de Os Lusíadas de Camões, tomo I, col. 67.

5 ‘Homero, de quien deriva toda forma poética’; Robortello, In librum Aristotelis, p. 2. Acerca de la fortuna de Homero en el Renacimiento, véase Ford, 2007.

6 Escalígero, Poetices libri, I, 3 (vol. I, p. 94): «omnium est princeps, quia continet materias universas» (‘el primero de todos, porque contiene todas las materias’).

7 Trissino, La quinta e la sesta divisione, f. 30r.

8 Capriano, Della vera poetica, ff. ciir-ciiiv.

9 Minturno, L’arte poetica, p. 9.

10 Pellicer, Epílogo, p. 167.

11 Tasso, Discorsi, p. 781.

12 Tasso, Discorsi, pp. 620-621 y 751.

13 Acerca de la influencia de Ariosto en España, véase Chevalier, 1966.

14 Sobre la poesía heroicómica en España, véanse Fasquel, 2010; y Cacho Casal, 2011. Sobre el vínculo entre las Soledades y la épica, véase Blanco, 2012.

15 Véase sobre todo su estudio monográfico, Pierce, 1968.

16 Lara Garrido, 1999; Davis, 2000; y Vilà, 2001.

17 Véanse Vega y Vilà, 2010; y Vilà, 2011.

18 Véanse, Sánchez Jiménez, 2007 y 2010; Cicchetti, 2011; y Labrador Herraiz y DiFranco, 2011. Acerca de la épica portuguesa del siglo xvi, véase Alves, 2001.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Rodrigo Cacho Casal, «Volver a un género olvidado: la poesía épica del Siglo de Oro»Criticón, 115 | 2012, 5-10.

Referencia electrónica

Rodrigo Cacho Casal, «Volver a un género olvidado: la poesía épica del Siglo de Oro»Criticón [En línea], 115 | 2012, Publicado el 27 noviembre 2013, consultado el 11 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/77; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.77

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Rodrigo Cacho Casal

Clare College. University of Cambridge

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