1De entre todos los autores que cultivaron las letras en el Barroco español, destaca la labor del vallisoletano Alonso de Castillo Solórzano. A su más que prolífica contribución literaria, debemos añadir su empeño por cultivar todos los géneros literarios, si bien destacó como prosista.
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- 2 Fuentes Nieto, 2014.
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- 4 La reescritura será una actividad a la que Castillo recurra en varias ocasiones. En este sentido, v (...)
- 5 Giorgi, 2014.
2Publicadas en Valencia, en 1634, las Fiestas del jardín, suponen una de las cimas artísticas en la producción solorzaniana, en cuanto a lo novedoso del proyecto que aborda, ya que se aleja sutilmente del planteamiento de colecciones precedentes. En efecto, la hibridación genérica1 que se opera en esta colectánea, apostando por las comedias casi en la misma proporción que por las novelas, así como el orgullo que manifiesta porque aquellas hubieran sido representadas alguna vez2, nos hablan de un autor con anhelos de continuar, siquiera humildemente, la estela de su admirado Lope de Vega3. Por otro lado, el probado oficio de escritor del que Castillo hace gala en las Fiestas del jardín le permite trabajar con materiales narrativos anteriores4: tal es el caso de Los encantos de Bretaña, comedia que no es sino la dramatización de la novela La cautela sin efecto, incluida en la colección de Noches de Placer (1631)5.
- 6 Rafael Bonilla, 2010. Asimismo, la nómina de autores que cultivaron el género es extensa. Véanse lo (...)
- 7 De sumo interés resulta el trabajo de Bonilla, 2015, en relación a la parodia anticulterana cultiva (...)
- 8 Atiendo las consideraciones realizadas por Arellano, 1995.
- 9 Para un estudio pormenorizado del figurón en la comedia aurisecular, véase Fernández Fernández, 199 (...)
- 10 Arellano, 1995.
3En esencia, la estructura organizativa de las Fiestas del jardín responde al modelo seguido por otras obras de Castillo, quien mantiene escrupulosamente los estilemas de otros autores que también cultivan el género de la novela corta o cortesana en el xvii6. De manera que encontramos el típico marco narrativo donde se incluirán cuatro novelas y tres comedias. En este artículo, y tomándome ciertas licencias respecto a la temática del congreso, me ocuparé de uno de los aspectos que más han llamado mi atención; esto es, la parodia anticulterana articulada en las comedias, bien puesta en boca de los criados, de una forma más o menos sutil, bien representada por un disparatado figurón de figurones, como veremos a continuación7. En Los encantos de Bretaña, primera de las comedias, encontramos el desarrollo de una comedia palatina8 que, dada la importancia concedida a los magos, evoca remotamente al ámbito artúrico; La fantasma de Valencia, se ambienta en un entorno urbano, al estilo de comedias palatinas de Lope como El perro del hortelano; y por último El marqués del cigarral, donde Castillo recupera al personaje de extravagancia suprema propio de las comedias de figurón9, género otrora en el que nuestro autor destacó notablemente10. En todas las comedias de las fiestas se desarrolla un patrón dramático similar que gira en torno al enredo y al amor, que, al igual que en las novelas, se resuelve felizmente con las bodas de los protagonistas. Entre los muchos aspectos a considerar en las comedias (la inclusión de dramatis personae: galanes, damas, criados y sirvientes; la presencia de magos y encantamientos, la puesta en escena de la celebración barroca), en esta comunicación prestaré una especial atención al contenido satírico paródico que contra la poesía culterana y sus secuaces aparece diseminada por las mismas ―cosa que no ocurre en las novelas.
- 11 En La Filomena, Lope arrojará luz sobre el estilo culto cuando advierte al doctor Angulo, antes de (...)
4En la batalla dialéctica entablada entre los poetas culteranos y los poetas más sencillos y claros, a cargo de Lope de Vega y Góngora, iniciada aproximadamente en torno a 162011, Castillo se posicionó desde el principio a favor del Fénix, y de ello son muestra muchos de los versos dedicados en su obra Donaires del Parnaso publicada en dos volúmenes en 1624 y 1625. En esta antología de versos inspirados por las sesiones de la Academia de Medrano se destilan algunas de las sátiras más aceradas dirigidas a los poetas denominados ‘oscuros’. En síntesis, son críticas a la complejidad de los términos empleados por Góngora y sus seguidores, los hipérbatos exacerbados o los cultismos rebuscados, que parecían empeñados en dificultar la compresión de sus composiciones.
5Algunos de los versos que Castillo dedica a este asunto muestran el fastidio que le suscitaba la denominada poesía nueva, como muestra este fragmento de romance:
- 12 López Gutiérrez, 2003, p. 333.
Instrucción para saber
el docto lenguaje culto,
admitido por lo nuevo,
y estimado por lo escuro;
hecha con erudición
por el doctor Garipundio,
[...] ha de hablar bïen el griego,
garamanta, sardo, y turco,
que de aquestas cuatro lenguas,
a quien la latina junto,
se compone el idïoma
de chilindrinesco puro12.
- 13 Claro ejemplo de ello es el Bachiller Alcaraz, protagonista de la novela El culto graduado, de la c (...)
6La parodia culteranista será un escenario literario al que Castillo se asomará en no pocas ocasiones13. De sobra es conocido el caso del bachiller Alcaraz, protagonista de la novela El culto graduado, quien pretende labrarse un camino como poeta de éxito en la corte, tras haber leído con fruición algunos versos culteranistas que trastornan su buen juicio. Los mismos derroteros encontramos en el entremés El casamentero, incluido en la colección Tiempo de regocijo (1627), donde encontramos un poeta que lleva a gala el membrete de culterano, amén de dramaturgo excelso. En la misma línea se presenta otro vate en La niña de los embustes (1632). En lo que se refiere a las Fiestas somos testigos de algunos dardos lanzados sin contemplaciones hacia los poetas cultos. En este sentido, las comedias suponen un terreno abonado para cultivar la sátira y la parodia, y Castillo dispone todo lo necesario para que los criados cumplan con el papel de gracioso que se espera de ellos.
7Como mencionamos anteriormente, Los encantos de Bretaña suponen la dramatización de la novela La cautela sin efecto, incluida en Noches de placer. La base argumental es idéntica en ambas obras; sin embargo, la carga paródica de la novela es nula y resulta mucho más interesante, en el caso que nos ocupa, la crítica anticulterana de la comedia. En ella nos encontramos a Chilindrón, lacayo del Duque de Aquitania, quien, además de presentarse como perfecto contrapunto humorístico a la virtud de su señor, es digno representante de la visión estético-literaria de Castillo, comenzando por su nombre, porque como ya advirtiera Luciano López Gutiérrez:
- 14 López Gutiérrez, 2003, p. 118.
8En los Donaires se deja patente que los secuaces de Góngora practican una poesía de oscuridad ininteligible [...], lo que explica que en la obra de Solórzano nos encontremos con expresiones como disparates, chilindrinas o bernardinas para referirse a los logros de la escuela culterana14.
9La elección del nombre del sirviente, pues, es toda una declaración de intenciones, ya que el término chilindrina remite a ‘cosa sin importancia, burla’, lo cual viene a confirmarse si realizamos una lectura detenida de las intervenciones del criado en la comedia, que en Los encantos de Bretaña atiende precisamente al nombre de Chilindrón.
10Serán varias las ocasiones en las que el sirviente del duque de Aquitania ataque soterradamente la poesía oscura. Así lo hará en el primer acto de la comedia, al escuchar cómo los señores se intercambian sonetos, tras su primer encuentro amoroso:
- 15 Las tres comedias estudiadas se citarán por la edición princeps de Fiestas del jardin (1634).
Chilindrón.
Linda está la sonetada.
¿Quieres escuchar mis versos?
Camila.
Huelen a pobre.
Chilindrón.
Es verdad.
Ese buen gusto agradezco.
Los versos de año pardo
se oyen mal en estos tiempos,
y tienen mejor cabida
los que son de terciopelo (p. 66)15.
11El comentario de Chilindrón se puede entender como una referencia al estado de la cuestión que se debatía entre lo culto y lo sencillo, aludiendo al gusto del público que prefiere lo engalanado en la poesía, siguiendo la moda de la época (“versos de terciopelo”) frente a la poesía más sencilla y clara (“verso de paño pardo”). Podemos corroborar este mero atisbo con la lectura de los sonetos que se intercambian Laura y el duque de Aquitania, que, si bien no son culteranos, pecan de cierto estilo afectado. Es además muy significativo el que los propios interlocutores hablen de estas composiciones. De tal manera, el duque alaba el ingenio de Laura expresado “con agudeza”. Las consideraciones de Chilindrón no son, empero, inocentes y atacan destempladamente la complejidad de la que hacen gala los poetas cultos por considerarlos oscuros, en tanto que incomprensibles. Como no puede ser de otro modo, Chilindrón representa la sencillez y la poesía en exceso refinada y culta le es ajena. Observamos cómo Castillo aprovecha el tono ligero y campechano de los graciosos, que al mismo tiempo suelen ser los personajes más agudos, para diseminar ciertas dosis de crítica hacia la poesía culterana de manera directa.
12Así, en el acto II podemos leer:
Chilindrón.
¿Qué podré yo hacer a oscuras,
hecho hambriento Gerifalte,
que apenas veo tu bulto?
Duque.
Tener paciencia y callar.
Chilindrón.
A saber, señor, trovar
lo oscuro, me hiciera culto.
Mas ¿qué es esto, cielo santo? (p. 73)
13Castillo se sirve del personaje del gracioso para expresar sus ideas acerca de la polémica cultista. Chilindrón representa la claridad de conceptos y aboga por afrontar la vida de un modo práctico y sencillo, lo cual se traduce en sus opiniones acerca de ciertos modos culteranos, que contrasta notoriamente con los excesos sentimentalistas de los señores que, en ocasiones, rayan en lo grotesco y absurdo, en su afán por engalanar el discurso.
14Como adalid del estilo natural, Chilindrón simula no entender las palabras de Leonela, criada de Arminda, y pone en evidencia el uso de un lenguaje que no le corresponde:
Leonela.
Diga, ¿en qué predicamento
de criado le ha traído
este señor, nuestro huésped?
Chilindrón.
El lenguaje es exquisito;
no lo entiendo.
Leonela.
¿No lo entiende?
Chilindrón.
Meterme en el critiquismo
es hablarme en lengua hebraica,
que nunca la supe (p. 86).
15El concepto de “lengua hebraica” como sinónimo de oscuridad, y la alusión al “lenguaje exquisito” abundan en la crítica velada dirigida a los poetas oscuros.
16Parece evidente que Chilindrón ejemplifica la sencillez lírica por la que apostaba Castillo, y que este no va a desaprovechar la ocasión de explorar todas las posibilidades expresivas de los criados en sus comedias para atacar lo que a su juicio no era sino un dislate literario, amén de una moda de la que, aparentemente, parecía abominar.
17La parodia culterana se expresa de forma más evidente en La fantasma de Valencia, segunda de las comedias contenidas en las Fiestas. En ella, los sirvientes no se limitan a realizar observaciones sutiles, sino que llevan a cabo una práctica paródica que pone en evidencia lo absurdo de la poesía de los poetas gongorinos, señalando sus defectos más molestos. De este modo, Castillo va a poner en boca del criado Guillén algunas opiniones acerca de lo intrincado y excesivo del discurso de su amo, Leandro, para quien una cita concertada con su amada solo puede ser expresada así:
Leandro.
Que a competir
al Grao saldrá mi Teodora,
con el sol, que el mundo dora,
por espacios de zafir,
a afrentar con su hermosura
lo que ostenta el alba hermosa,
cuando entre jazmín y rosa
vierte aljófar su luz pura;
a dar presunción al mar,
a quien con diáfanas huellas
verá pisar ninfas bellas,
que la saldrán a mirar.
Y si Neptuno se ofrece,
entre la beldad Nerea,
a darle ocasión que crea
que Venus le favorece (p. 207).
18Observamos algunos rasgos propios del culteranismo tan criticados por Castillo, como el empleo de la hipérbasis, o la suma de intrincadas aclaraciones subordinadas, dirigidas a idealizar a la dama, que no hacen sino complicar hasta el extremo una respuesta bien sencilla: Teodora saldrá esa noche a pasear por la playa de El Grao. El detalle del abominable ornato lingüístico no lo pasa por alto el sagaz criado, y sus palabras lo demuestran; la mofa que hace Guillén hablando de su amada Juana se convierte en fresco antídoto contra los poetas cultos :
Ruzafa.
Poético discurrir,
como culto exagerar,
si no trataras de amar,
no lo supieras decir.
¿Qué diré yo de mi Juana,
que es de tu dama sirviente?
Ayúdame, Apolo algente,
y tu musa culterana.
Saldrá, pues, mi fregatriz,
con rostro afable y no esquivo,
espetada en un estribo,
con dos dedos de barniz;
verá en el azul espejo
gran baúl de caracoles,
(copia de sus tornasoles)
cuando amanece en bosquejo.
Sus ademanes comunes
saldrán a ver los tritones,
las focas, los tiburones,
los delfines, los atunes;
y si advierte bien el Grao
el garbo de aquesta moza,
dirá que va la carroza
cargada de bacalao (pp. 207-208).
19Una vez más, los sirvientes (el pueblo llano) no se toman en serio ni el vacuo ornato retórico-lingüístico, ni los alardes virtuosos de sus señores que, en muchas ocasiones, resultan grotescos. El diálogo entre don Leandro y Guillén continúa con otro ejemplo hiperculto del señor, cuando señala, simplemente, que está atardeciendo del siguiente modo:
Leandro.
Ya el alba risueña ofrece
su luz clara a los mortales,
aljofarando cristales
con que las plantas guarnece (p. 209).
20La respuesta paródica de Guillén no se hace esperar:
Guillén.
Así, en culto, has de decir:
“Aurorífica en candor
que ya el futuro fulgor
ha indicado en el zafir” (p. 209).
21Y cuando parece que el sentido común del señor está de vuelta y, con él, la claridad en su lenguaje…
Leandro.
Voyme a vestir para el Grao,
adonde mi bien me espera (p. 209),
22Guillén lanza una última andanada de burla, emulando con sorna el abstruso estilo culto:
Guillén.
Yo, si estas calzas brillantes
con que brioso me viere,
Juana, grave, no admitiere,
tan amigos como de antes (p. 209).
23El hipérbaton forzado y la compleja subordinación cierran la conversación al tiempo que se perpetra la burla inmisericorde.
24Don Leandro y Guillén pugnan en la comedia por conseguir los favores de doña Teodora y Juana con la pareja formada por don Juan y Ruzafa. Como ocurrió en el caso anterior, al igual que con Guillén, Ruzafa se ceba contra el estilo artificioso del que hace gala su señor. Así, dando rienda suelta a su espíritu jocoso, recita unos versos que pretenden ser burla del estilo afectado de los poetas cultos y ‘oscuros’, tan célebres en la época, como nefastos para una conversación cotidiana entre señor y criado, donde no tiene cabida la acrobacia estética ineficaz de todo punto, en cuanto a la comunicación se refiere:
Ruzafa.
Quisiera en esta ocasión
ser poeta de los cultos,
para pintar lo brillante,
lo candórico, lo pulcro;
lo algente, lo fulgoroso;
pululante, garipundio,
y otras cultisonas frasis
que aplauden a los oscuros (p. 211).
25La acumulación de complejos adjetivos (“candórico”, “pulcro”, “algente”) y el remate con el término “garipundio”, empleado por Castillo en los Donaires del Parnaso, nos habla de uno de los rasgos de estilo que más criticaban Lope y los suyos a los correligionarios de Góngora: el empleo de afectados cultismos difíciles de comprender (“cultisonas frasis”), que convertían su poesía en oscura. El aplauso a los oscuros al que se refiere Ruzafa remite a la moda culterana del momento.
26Por su parte, don Juan pretende “ayudar” a Ruzafa en su empeño culteranista y le sugiere una idea muy sencilla para conseguirlo: «Acumula disparates / a los dichos» (p. 211). Pero Ruzafa, sarcástico, parece darse por vencido ante la magnitud de una empresa, que, a su juicio, consiste en la mera acumulación de términos lóbregos, etéreos, tan inefables como inútiles:
Ruzafa.
No acumulo,
sino repaso vocablos
d’estos lóbregos catulos (p. 211).
27En la última de las comedias, El marqués del cigarral, nuestro autor no desaprovecha la oportunidad de dirigir algunos dardos contra el estilo culterano continuando la línea satírico- paródica de las comedias precedentes. En esta ocasión será el figurón don Cosme, un rico villano con el juicio trastornado que se cree único descendiente de Noé, el personaje sobre el que descansa todo el peso humorístico de la comedia. Recién llegado a Orgaz, se entrevista con su alcalde para que le ponga al día de las bondades del pueblo. La jerga rebuscada e intrincada de don Cosme impiden una comunicación fluida entre ambos, y el alcalde ruega que no lo metan en trampas lingüísticas, lo cual puede interpretarse sutilmente como una queja soterrada contra los epígonos de Góngora:
Alcal.
Es así como lo ha dicho:
hablarme desa manera
es meterme en laborintios.
Por acá solo se habla
pan por pan, vino por vino (p. 372).
28De hecho, la endiablada jerga de don Cosme hace necesaria la figura del lacayo Fuencarral, convertido para tal ocasión en una suerte de intérprete de disparates:
Cosm.
Mal gusto tienen,
yo pasaré triste vida
en el corto lugarejo.
Y de la esfera femínea,
¿hay faces de buena data?
Alcal.
No entiendo a su señoría.
Cosm.
Si del feminino sexo
hay perfecta simetría.
Alcal.
Menos lo llego a entender.
Fuen.
Dice si en Orgaz hay niñas
de buena cara.
Alcal.
Eso sí (p. 387).
29En definitiva, todas las intervenciones de don Cosme resultan extravagantes y un perfecto modelo a no seguir del estilo que tanto censura Castillo. El hecho de que sea un figurón el que actúe como objeto de chanza supone una declaración de intenciones velada: don Cosme no se adapta a la realidad, no se comunica con claridad, y su intrincada forma de hablar resulta absurda, oscura e incomprensible
30Don Cosme pretende conocer a algunos lugareños a fin de seleccionar a los más apropiados para que entren a formar parte de su séquito. Uno de ellos, el disfrazado (por amor) don Antonio, se presenta como especialista en distintas lenguas. Pero lo que termina de decidir su contratación es su capacidad para escribir como un poeta culto. El mérito aportado por don Antonio es motivo más que suficiente para que el loco don Cosme se haga con sus servicios. Así, podemos leer:
Anton.
Hago mis pocos de versos,
por gracia del medusino
caballo de la Helícona,
y en culto también escribo.
Cosm.
En culto. ¿Qué más deseo?
Fuen.
¡Vive Dios que le ha venido
la horma de su zapato!
Topó Sancho a su rocino (p. 379).
31Don Antonio, advertido de la locura de don Cosme, parece conocer cuál puede ser la debilidad de los que, como aquel, tienen nublado el seso, y recurre a un ardid que garantiza su éxito. La elocuente respuesta del criado Fuencarral manifiesta el acierto de don Antonio, quien, con un simple gesto, se gana la confianza de don Cosme y es nombrado secretario al instante.
32Por otro lado, parece que el gusto por los versos culteranos de don Cosme es impostado y que simplemente se suma a una moda. Así lo demuestran sus palabras, mientras espera en el lugar donde había sido citado por la bella Leonor:
Seas noche, finalmente,
más lóbrega con tu ceño
que son las obras de un culto
que habla chino y suena armenio (p. 476).
33Algo similar opina el gracioso Fuencarral quien, despreciado por la hermana de doña Leonor, en otro tiempo villlana, acepta resignado que su amada, a partir de ahora solo querrá servirse a lo culto, (a fuer de las reales casas, con meditados papeles, razones azucaradas) donde, en juegos del vocablo, garitero amor se haga.
34Don Cosme llegará a ser nombrado, como parte de una burla, Marqués del cigarral. Las deudas que esta comedia guarda con otras obras de Castillo superan la mera coincidencia. En efecto, varias son las similitudes que esta obra guarda con la novela El culto graduado. Más allá de la elección de un personaje que disparata allá por donde pasa, don Cosme manifiesta, al menos en público, ser afecto a la poesía culta; también será objeto de una broma pesada concertada al igual que le ocurre a Alcaraz empeñado en hacerse con el honor de ser poeta culto. Por otro lado, el título de marqués que ostenta don Cosme no pasa de ser otra chanza perpetrada contra él como la que sufriera Alcaraz en su búsqueda del ansiado título culterano.
- 16 «Canta, cisne andaluz, que el verde coro / del Tajo escucha tu divino acento, / si, ingrato, el Bet (...)
35Parece que aunque Castillo apostó por el género narrativo en su carrera literaria nunca dejó de lado sus gusto por los versos jocosos y satíricos que tantas satisfacciones le reportaron en sus primeros años en la Corte, tiempos en los que se codeaba con autores consagrados como Lope y Tirso, quienes pronto se convirtieron en amigos y valedores suyos. No es de extrañar que en plena diatriba poética (culto contra sencillo), se inclinara por esto último como buen escudero de Lope de Vega; que pasados casi diez años desde sus reuniones en la Academia Castillo no hubiera claudicado ante los llamados poetas culteranos, lo demuestran las comedias de sus Fiestas del jardín: el espíritu satírico seguía intacto, y aún quedaban cuentas pendientes por saldar. Las lecturas sutiles de Los encantos de Bretaña se convierten en referencias explícitas y agudos comentarios tanto en La fantasma de Valencia como en El marqués del cigarral. La intertextualidad que guarda esta última con otra comedia anterior de clara factura anticulterana, así como la dramatización de una novela anterior que supone Los encantos de Bretaña, refuerza la consideración de Castillo como un escritor de sí mismo. El papel de los sirvientes en estas comedias resulta primordial para encauzar la sátira anticulterana. Llama la atención, empero, la dedicación que Castillo pone en algunas composiciones puestas en boca de señores y damas, que no son sino remedo de la escuela poética que persiguió con tanta saña, y que, en ningún caso, son cuestionadas o parodiadas. En efecto, parece que Castillo, como Lope antes que él, muestra un indisimulado desprecio por los poetas que escriben según la moda pero siente un profundo respeto por el «alma y la voz de lírico portento»16 que el Fénix alabó de Góngora.