Antonio Sánchez Jiménez. Leyenda Negra. La batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega. Madrid, Cátedra, 2016. 414 p.
Antonio Sánchez Jiménez. Leyenda Negra. La batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega. Madrid, Cátedra, 414 p. (ISBN 978-84-376-3601-6; Crítica y estudios literarios.)
Texto completo
1Antonio Sánchez Jiménez presenta un formidable monográfico sobre la tan traída y llevada “Leyenda Negra” hispánica empleando el marco teórico de los estudios imagológicos, disciplina de los estudios literarios que analiza los mecanismos por los que la literatura crea y representa los caracteres nacionales y cómo estos se desarrollan en el tiempo. De este modo, redefine el término Leyenda Negra, que mantiene por finalidad práctica, como un «sistema coherente —pero flexible— de estereotipos antihispánicos que floreció en los siglos xv, xvi y xvii», y que ha de entenderse, en el contexto de las guerras de propaganda altomodernas, como un mecanismo de poder blando empleado por diferentes estados en el transcurso de los siglos (primero las repúblicas italianas, ya en la Baja Edad Media, y después la Alemania protestante, las Provincias Unidas, Inglaterra, Francia…) para desprestigiar a España en la pugna internacional. El ensayo parte de una descripción de los rasgos que conforman la identidad hispánica dentro de este sistema, así como del proceso histórico por el que estos fueron surgiendo y siendo combatidos por los españoles (Introducción); se ocupa después de la conceptualización del término Leyenda Negra a fines del siglo xix y su evolución epistémica hasta la actualidad (Capítulo I); y, por último, estudia los diferentes modos por los que los autores del Siglo de Oro español se enfrentaron a este sistema de estereotipos (Capítulos II, III, IV y V).
2Comienza el autor su Introducción explicando que el concepto de Leyenda Negra original, al aliento de los nacionalismos decimonónicos, consideraba que España, tras haber ocupado un puesto de preeminencia militar, económico y cultural en Europa, poseía mala prensa internacional motivada por las mentiras difundidas por el conjunto de naciones rivales, que la envidiaban y deseaban imponerse a ella, al no haber sabido llevar a cabo una campaña apologética frente a estas. Sánchez Jiménez muestra cómo la historiografía actual ha desechado esta interpretación, pues fueron muy numerosos los propagandistas y apologistas hispánicos, desde el Saco de Roma en 1527 hasta los ilustrados españoles que respondieron a la Enciclopedia, que escribieron desde breves pasquines a tratados completos con ese fin. Si bien esta cuestión parece resuelta, aunque no se haya establecido todavía en la opinión pública, la que ocupa el centro argumentativo del libro de Sánchez Jiménez apenas se ha estudiado con sistematicidad; a saber, cómo influyeron los estereotipos antihispánicos en la idea de que tenían los escritores españoles de su propia nación, y cómo la literatura trataba de definir la conciencia nacional en relación con la Leyenda Negra. Ahondando más, Sánchez Jiménez señala que la Leyenda Negra ha sido definida por algunos historiadores como una “guerra de palabras”, como un elemento de propaganda empleado con fines políticos que sirvió de base para la configuración de una identidad nacional en Holanda, Inglaterra, Portugal y Francia (p. 36) en oposición al “otro” español, quien concentraba todo aquello rechazable para estas naciones. Y observa que se ha empleado incluso recientemente —para justificar el colonialismo norteamericano en Hispanoamérica o sostener la identidad blanca protestante de los Estados Unidos— teniendo aún vigencia en la literatura con base histórica y en el cine (p. 23). Pero siendo esto verdad, la entidad de este fenómeno tiene mayor trascendencia, porque configura, por encima de su empleo ad hoc en cada caso, una determinada visión sociológica etnográfica, un carácter nacional.
3Sánchez Jiménez defiende que los poetas del Siglo de Oro participaron activamente en esta “guerra de papel” tratando de crear un sistema simbólico compartido, una conciencia nacional, que definiera positivamente su nación frente a las extranjeras. Además, en el caso de Lope, advierte que el desarrollo de esta actividad apologista es sistemático y evoluciona para adaptarse a las acusaciones que desde el extranjero se levantaban contra España. En cierta medida, señala Sánchez Jiménez, empleando términos procedentes de la crítica postcolonial, que los poetas españoles actuaron como los mimic men de la India que asumían la visión del mundo británica pero cuya piel los mantenía inopinadamente excluidos de la condición británica. Para él, los textos de los escritores españoles reflejan una cierta “autoetnografía”, es decir, como individuos colonizados, en sentido cultural, se representan a sí mismos adaptándose a los prejuicios del colonizador. Así autores como Lope, tras conocer la Leyenda Negra, adaptaron la imagen patria para tratar de contrargumentarla.
4Tras ello explica Sánchez Jiménez el origen, significación y difusión, de ocho estereotipos que formaron parte del discurso de la Leyenda Negra, ofreciendo siempre el tamiz del contraste de los hechos históricos. Los dos primeros, codicia y astucia tienen origen común en la Italia de la Baja Edad Media por la competencia entre los comerciantes catalanes e italianos. Recuerda el autor la expresión italiana muy difundida durante los siglos xv y xvi «fe di Catalogna» (con origen en la romana fides punica) que era equivalente de «perfidia». Menciona Sánchez Jiménez numerosas fuentes en las que se trata la vigencia de estos vicios hispánicos en la obra de autores de la época como Guicciardini, Bodin, Maquiavelo, Botero o Boccalini. El tercer estereotipo es la soberbia, que se incorpora a la Leyenda Negra junto a los éxitos militares de los tercios españoles, cuerpo que numerosos autores tenían por la mejor infantería de Europa. Es frecuente que se mencionen la presunción de hidalguía de todos los españoles a pesar de su pobreza manifiesta. El ideal cuajó en la figura del capitán fanfarrón español, variante del miles gloriosus, que circuló por las tablas de Italia, Francia e Inglaterra. Junto a la soberbia se presenta el vicio de la crueldad, con poca presencia en las fuentes italianas antihispanas, pero que ocupa el centro de la descripción de los españoles de autores como Lutero o del historiador Girolamo Benzoni. En quinto lugar, nos encontramos con la lujuria, muy asociada a la conquista americana y que tiene precedentes, una vez más, en la fama de seductores que poseían los españoles en Italia, en especial referida a los originarios de Valencia a causa de la fama diseminada por la familia Borgia. La idea gozó de tal fortuna que el Galateo, Antonio de Ferrariis, contraponía en su tratado De educatione (1504 y 1505) el ideal italiano de moderación sexual frente al desenfreno de influencia arábiga que había llegado a Italia por contaminación española. El sexto es la barbarie, que forma un compendio de los demás estereotipos. Tiene origen nuevamente en los humanistas italianos, que padecieron la dominación de un pueblo al que consideraban cultural y moralmente inferior y del cual solo eran dignos de admiración los aspectos militar y político. El séptimo estereotipo es de tipo racial, el supuesto semitismo de la sangre de los españoles. El mismo Galateo encontraba elementos semíticos en los caracteres de la escritura española y postulaba que, así como los italianos eran descendientes de la Roma fundada por Eneas, el pueblo español era descendiente de Dido, Cartago, y por tanto eterno enemigo de Italia. Este componente genealógico hispánico hacía que el insulto más frecuente hacia los españoles en la Europa de los siglos xv al xvii fuera el de marrano, y que frecuentemente se describiera a los españoles como una raza de piel oscura o moruna. Impresión acentuada por el fenómeno de la expulsión de los judíos de España, que en buena medida emigraron a Italia. Además, en este periodo se divulgó el llamado pecadillo de España que postulaba la falta de fe de los españoles en el Dios cristiano, precisamente por tratarse de un pueblo de judíos y sarracenos, y su enorme hipocresía al pretender ser los campeones de la fe católica. El último estereotipo se fraguó en el contexto de las guerras de religión, siendo el único que no tiene origen italiano. Se trata del fanatismo religioso, y cobró especial relevancia a partir de los años 40 del siglo xvi. Está unido a la idea de la crueldad del pueblo y se estableció especialmente a partir de la figura del tribunal de la Inquisición, una institución supuestamente sádica y persecutora de la libertad religiosa. Estas ideas estaban ya presentes en época de Carlos V, pero cobraron especial relevancia en el entorno de Guillermo el Taciturno y a partir de ahí se generalizaron ocupando un papel de gran importancia en la configuración nacional de los países protestantes. A continuación, estudia Sánchez Jiménez la respuesta que ofrecieron los españoles en todos los idiomas y estilos, y cómo atacaron a sus oponentes, con lo que introduce la controversia sobre el origen del nacionalismo y el espíritu nacional (su universalización y posibles usos anacrónicos). Por último presenta el método y conceptos con que trabaja los textos en el resto del libro, que dependen mucho de los estudios imagológicos.
5El segundo capítulo revisa la historia del concepto Leyenda Negra, que surge a raíz de un texto de la Pardo Bazán —más interesada en el de Leyenda Dorada— reinterpretado por algunos intelectuales como un esfuerzo coordinado contra España alimentado por el odio y la envidia, que cristalizó en la obra de Julián Juderías La Leyenda Negra y la verdad histórica; y su empleo durante los siglos xx y xxi. Señala Sánchez Jiménez cómo el trabajo de Juderías fue, más que un esfuerzo original, una sistematización sobre una serie de ideas de común circulación en el periodo, si tenemos en cuenta textos de otros contemporáneos, como las conferencias impartidas por Blasco Ibáñez en Buenos Aires en 1909, o los trabajos de otros precursores como Rafael Altamira o Juan Valera. Tras la posguerra se adueñaron del término intelectuales reaccionarios, y hubieron de ser historiadores extranjeros, como Sverker Arnoldsson y Pierre Chaunu, quienes retomaran una visión crítica al respecto e hicieran avanzar las investigaciones. El primero lo logró gracias a su conocimiento de la bibliografía antihispánica italiana y alemana, y a su capacidad de síntesis; y el segundo, gracias a su empleo de la metodología imagológica. Tras ellos, las efemérides de 1980 y 1992, y el comienzo de siglo, vieron sucesivas explosiones en los estudios sobre la Leyenda Negra en que se reimprimieron trabajos antiguos y se publicaron numerosos estudios nuevos de campos especializados. Sánchez Jiménez insiste, desde su óptica imparcial, en que ha rehuido en su estudio toda actitud apologista y se ha centrado en el proceso por el que una serie de estereotipos llega a imponerse y evoluciona, plasmándose en la obra de nuestros ingenios patrios. Además, incide en el anacronismo que supondría aplicar un término forjado a comienzos del siglo xx a una miríada de situaciones de la Edad Moderna. Lo que llamamos Leyenda Negra, señala siguiendo a Jesús María Usunáriz, responde al fenómeno de las guerras de propaganda entre las grandes naciones europeas de los siglos xvi y xvii.
6El grueso del monográfico (Capítulos II, III, IV y V) contempla a los escritores españoles como actantes sociológicos determinantes para la configuración de un sistema de valores autoetnográficos español, o si se quiere, una conciencia nacional. Para ello Sánchez Jiménez considera textos muy diversos en un marco temporal que va de 1550 a 1650, y se centra después de forma especial en un periodo más breve que va de la muerte de Felipe II a 1624. Años decisivos en la formación de la autoimagen de los españoles: en ellos se vivió la victoria de Lepanto, la derrota de la Armada de Inglaterra, la paz con Francia, la muerte de Felipe II, la política de pax hispanica de Lerma y Felipe III, la accesión al trono de Felipe IV y el fin de la Tregua de los Doce Años. En el capítulo II comparece en primer lugar el dramaturgo Bartolomé de Torres Naharro, que llevó algunos de los primeros estereotipos de la Leyenda Negra a sus comedias (la Soldadesca y la Tinelaria). En ellas algunos personajes reflexionan sobre la “arrogancia hispánica” y la admiten y justifican. Estudia después Sánchez Jiménez una obra de Juan de la Cueva, La libertad de España por Bernardo del Carpio; y dos de Miguel de Cervantes, La casa de los celos y La gran sultana. Cervantes se muestra conocedor de las acusaciones que planteaba este sistema contra los españoles —arrogancia y sangre semita— pues recoge algunos etnotipos, pero profundiza en la psicología de sus personajes sin reducirlos a réplicas de ellos. El capítulo tercero se centra en la figura de Lope, esencial para estructurar las estrategias de “autoetnografía” que centran la atención del estudio de Sánchez Jiménez. Estudia en con especial interés una serie de obras bélicas como La contienda de García de Paredes y el capitán Juan de Urbina, El asalto de Mastrique, Los españoles en Flandes o El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón. En ellas vemos como el modelo del capitano, con su base en el miles gloriosus de la Antigüedad, cristaliza como modelo de la esencia patria. Pero Lope, tras aceptar parte del estereotipo, lo retoca y transforma en algo positivo: los españoles son extremadamente nobles y valerosos, lo que redunda en una gran gallardía varonil (brío) que provoca que las mujeres extranjeras caigan rendidas a sus pies. Además analiza un corpus dramático de 41 obras de diversos ingenios (junto al grueso de obras de Lope figuran algunas de Matos Fragoso, Pérez de Montalbán, Remón, Ruiz de Alarcón, Tirso y Guillén de Castro) en los que identifica la presencia de elementos etnográficos asumidos y modificados por los autores. En el capítulo IV se examina un corpus de escritos polémicos y épicos de Lope, Quevedo, Suárez de Figueroa y Bernardo de Balbuena. En ellos se muestra el mismo rechazo que en la dramaturgia por parte de los autores españoles, aunque, por tratarse de géneros más elevados, los autores se muestran más comedidos. Los textos tienen una base común de ideas, pero poseen relevancia política diferente. Quevedo emplea la España defendida para atacar el antibelicismo de Lerma y Felipe III, mientras que la Jerusalén de Lope liga pasado y presente en una Edad de Oro que celebra precisamente ese periodo. Por su parte las epopeyas de Suárez de Figueroa y de Balbuena resultan opuestas en su tratamiento de los estereotipos. La primera meramente acusa a los extranjeros de diversos defectos, en especial a los franceses, pero no reflexiona sobre la imagen de los españoles. En cambio, El Bernardo sigue la estela de las comedias y de la Jerusalén atribuyendo, por ejemplo, algunos de los vicios del etnotipo del español a los contrarios franceses, como la codicia. Por último, en el capítulo V, atiende Sánchez Jiménez a la novela corta para examinar cómo fue en este género en el que Lope llevó a cabo una reflexión más honda sobre la conciencia nacional. En una de las Novelas a Marcia Leonarda, “La desdicha por la honra”, Lope reflexiona sobre la obsesión goticista de la nación española que denunciaba la Leyenda Negra haciendo ver que, según interpreta Sánchez Jiménez, los estereotipos nacionales son algo tan variable como los disfraces que adopta el protagonista de la obra. En resumen, Sánchez Jiménez sostiene que los españoles eran conscientes de que había un sistema de estereotipos antihispánicos muy fuerte en circulación entre las naciones europeas (lo que hoy llamamos Leyenda Negra); que ese sistema les preocupaba y que trataron de responder a sus acusaciones por todos los medios a su alcance adoptando algunos rasgos de los comprendidos en la acusación para justificarlos y desarticularlos (mediante mecanismos autoetnográficos).
7El monográfico está muy bien estructurado, si bien la Introducción y del Capítulo I incurren con cierta frecuencia en repeticiones parciales de algunos contenidos que primero se describen y luego se emplean para desarrollar la argumentación. El contenido de estos dos apartados funciona en parte de forma autónoma respecto del resto del volumen, y tiene entidad suficiente como para constituir una monografía aparte, introductoria a los estudios sobre la Leyenda Negra como fenómeno historiográfico contemporáneo y sobre la realidad sociológica que trataba de describir: la configuración imagológica de una autoetnografía española en el periodo altomoderno. El resto de la monografía, que funciona como un segundo bloque, nos ofrece una perspectiva crítica novedosa para orientar los estudios de los textos de los escritores españoles considerando las peculiaridades del desarrollo de la Leyenda Negra hispánica, que queda redefinida de un modo científico operativo como un sistema de estereotipos antihispánicos coherente. En suma, la presente monografía resulta de utilísima y no menos interesante lectura para los estudiosos del Siglo de Oro español, en particular, y de la historia y la literatura altomoderna, en general; por lo cual deseamos y esperamos que esta primera edición lo sea de muchas otras andando el tiempo.
8Pensando en esas futuras ediciones me permito anotar apenas un puñado de faltas que he localizado en el volumen. La más significativa se refiere a la opinión de Perelmuter sobre si merece la pena o no leer El Bernardo de Balbuena, opinión que la autora expresó en uno de sus artículos. Sánchez Jiménez señala que la autora niega que valga la pena hacerlo, pero lo cierto es que no lo hace (p. 315). Lo que ella considera en su artículo es que todos cuantos lo leen encuentran que sí vale la pena, sin que esto sea óbice para que ella misma viese con alegría el momento en que alcanzó el último verso de una obra de tan gran extensión. Además, respecto de esta obra, señala el autor en una ocasión que fue escrita por Francisco de Balbuena (p. 271), en lugar de Bernardo. Una transmutación similar sufre el crítico Gilberto Triviños, que pasa a apellidarse Treviño en todo el volumen.
Para citar este artículo
Referencia en papel
Martín Zulaica López, «Antonio Sánchez Jiménez. Leyenda Negra. La batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega. Madrid, Cátedra, 2016. 414 p. », Criticón, 132 | 2018, 197-201.
Referencia electrónica
Martín Zulaica López, «Antonio Sánchez Jiménez. Leyenda Negra. La batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega. Madrid, Cátedra, 2016. 414 p. », Criticón [En línea], 132 | 2018, Publicado el 10 julio 2018, consultado el 30 noviembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/4200; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.4200
Inicio de páginaDerechos de autor
Únicamente el texto se puede utilizar bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0. Salvo indicación contraria, los demás elementos (ilustraciones, archivos adicionales importados) son "Todos los derechos reservados".
Inicio de página