Francisco Gómez de la Reguera. Primera parte de las Rimas humanas. La lira y la zampoña: sonetos amorosos, heroicos, campestres, burlescos, églogas y versos castellanos. Estudio introductorio de Teodora Grigoriadu, edición crítica y anotación de Teodora Grigoriadu y Pedro Conde Parrado, Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid, 2017, 360 p.
Francisco Gómez de la Reguera. Primera parte de las Rimas humanas. La lira y la zampoña: sonetos amorosos, heroicos, campestres, burlescos, églogas y versos castellanos. Estudio introductorio de Teodora Grigoriadu, edición crítica y anotación de Teodora Grigoriadu y Pedro Conde Parrado, Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid (ISBN: 978-84-8448-905-4.)
Texto completo
1Buena parte de la ingente y valiosísima creación poética del siglo xvii sigue conservándose en manuscritos. Su volumen impide que haya pasado a las prensas. La recuperación es una labor abnegada y benemérita que todos los aficionados hemos de agradecer a los que la toman sobre sus hombros.
2Entre los muchos ingenios cuyos versos no se imprimieron en su tiempo, se cuenta el vallisoletano Francisco Gómez de la Reguera y de la Serna (1595-1673), poeta y dibujante (a él se deben los textos y dibujos de Empresas de los reyes de Castilla y de León), helenista y latinista, traductor de los dos libros de Las historias verdaderas de Luciano de Samosata y continuador de sus relatos en un curioso tercer capítulo que escribió siguiendo las pautas de estas narraciones satíricas y fantásticas.
3Parte de su obra y las líneas maestras de su biografía nos eran conocidas, aunque no siempre con la precisión y exactitud deseables, gracias a los estudios de Menéndez Pelayo en su Biblioteca de traductores españoles, de Casimiro González García-Valladolid, del padre Félix García Olmedo y de los modernos editores de sus Empresas…: César Hernández Alonso (1990) y Nieves Penas Sueiro (2011), y del Libro tercero de las «Historias verdadaderas» de Luciano (que vio la luz en el número 113 de Criticón): Teodora Grigoriadu.
4Ahora, esta misma estudiosa, con la colaboración del insigne latinista Pedro Conde Parrado, nos ofrece una nueva entrega de la obra de Reguera: sus poesías. Para ello se valen, como ya ocurrió al editar la continuación de Luciano, del manuscrito 13659 de la Biblioteca Nacional de España.
5El volumen se abre con un «Estudio introductorio» debido a Grigoriadu, que actualiza y depura los datos conocidos y, con el apoyo de nuevos documentos y del Breve elogio que le dedicó en 1695 Juan Antonio Fernández de la Reguera, traza una sucinta pero sólida biografía de este ingenio. Sabemos que fue estudiante en la universidad de Valladolid y vivió una etapa cortesana como gentilhombre de cámara del cardenal infante don Fernando de Austria. Este periodo concluyó cuando el conde-duque de Olivares orquestó el destierro glorioso de su señor a tierras centroeuropeas para encabezar la lucha contra las potencias protestantes en la guerra de los Treinta Años. No parece que el humanista vallisoletano siguiera a don Fernando en el largo viaje que lo llevó a los campos de batalla, pasando por los territorios de la corona española: Aragón, Cataluña, Milán… Una oportuna enfermedad y ciertos «accidentes que dispuso la violencia del poder» lo obligaron a retirarse a su ciudad natal, donde se casó con doña Ana —o Juana— de Vega y donde pasó el resto de sus días, gozando de una dorada medianía y consagrado al estudio y al otium creativo como escritor y dibujante. A su muerte en 1673, se le enterró en la iglesia de Santiago, de la que era patrón. Probablemente su amigo y admirador fray Tomás de Llamazares se encargó de reunir el cartapacio conservado en la BNE, en cuyos ff. 171-310v. se copia su obra lírica bajo el título de Primera parte de las Rimas humanas. La lira y la zampoña.
6Los versos que nos ha legado este códice son 222 sonetos, dos églogas y cuatro décimas (la última incompleta) que anuncian una sección, perdida, de versos castellanos. Un cancionero, aunque trunco, que, de acuerdo con un concepto muy extendido en la época, agrupa las distintas formas métricas y persigue la variedad temática y estilística.
7Aunque el manuscrito no ofrece cortes o rótulos que separen unos poemas de otros, los editores y anotadores señalan cómo el doble subtítulo con que se encabezan estos versos, La lira y la zampoña, se refiere a los dos tonos que conviven en esta Primera parte de las Rimas humanas. El contraste puede apreciarse claramente en la serie de los sonetos. Hasta el 170, el aire es grave y el acento elevado, aunque muchas veces el asunto sea ligero o intrascendente: damas sorprendidas en escenas y situaciones de la vida cotidiana (rizándose el cabello, jugando con animales de compañía, mirándose al espejo o sosteniendo un clavel entre los labios), ofrendas de regalos (un queso, un panal), junto a las tópicas profesiones de amor neoplatónico, evocaciones mitológicas, poemas fúnebres… A partir del soneto 171 y hasta el final, domina lo burlesco y, a veces, lo satírico y degradador.
8Francisco de la Reguera es, sin duda, un fino ingenio, de muy buen oído (algún error rítmico hay que atribuirlo a la trasmisión de su obra o a la falta de la última lima). Sus versos revelan una singular capacidad para apreciar y seguir, con extrema fidelidad pero sin servilismos, a los mayores poetas del momento. Tiene todo el discreto encanto de los buenos epígonos. No vamos a encontrarnos con una personalidad fuerte y original, pero sí con un excelente recreador (con algunos matices que lo individualizan) de la tradición literaria de su tiempo.
9Tanto los sonetos, que constituyen el núcleo de esta Primera parte de las Rimas humanas, como las églogas se mueven en la esfera del petrarquismo español. Es muy patente la devoción por los maestros de la generación precedente, en especial por Lope de Vega, al que pudo conocer y tratar durante su estancia en la corte, y también por Quevedo, cuyo pensamiento neoestoico parece haber dejado huella en algunos poemas, y con el que coincide en ciertas técnicas e imágenes características de la vertiente burlesca de sus versos.
10Como señala Grigoriadu (p. 40), aunque «Reguera se alista claramente contra los “cultos” en el bando de los “claros” y “llanos” […], no logra hurtarse a los encantos de la reciente moda poética y acoge en sus versos varias reminiscencias, tanto elevadas como burlescas, de la sublime poesía del córdobés». A menudo taracea sus endecasílabos sobre la plantilla de los de Góngora:
Nace del año la estación florida (núm. 131)
de este monte entre todos eminente (núm. 132)
11Los ecos de Lope son mucho más abundantes. En La lira —la sección de poesía exaltadora (amorosa, galante, heroica, fúnebre…)—, se evidencia que en la cabeza de Reguera revoloteaban los ritmos, los giros y expresiones, las imágenes, los temas y motivos asimilados en la lectura de la Arcadia, las Rimas, las Rimas sacras, los sonetos de La Filomena y La Circe… La donna angelicata del soneto de la Arcadia («angélica figura en forma humana») parece estar detrás del endecasílabo «en forma humana un ángel peregrino» (núm. 86); el íncipit del soneto 41 de las Rimas («Hermosos ojos, yo juré que había») se trasforma en la pluma de Reguera en «Fílida mía, yo juré que haría» (núm. 11); el soneto 5 de la misma serie lopesca («Sirvió Jacob los siete largos años»), inspirado por Camões, se convierte en «Los años que a Raquel Jacob servía» (núm. 12); la barquilla del soneto 150 de las Rimas y de las endechas de La Dorotea reaparece en «Pobre barquilla que entre mar turbado» (núm. 161)… Como en las definiciones de Lope, también don Francisco juega a las antítesis: «cielo es mi amor, mis celos son infierno» (núm. 79). El conjunto de los tópicos del petrarquismo pasan por el tamiz expresivo del Fénix. La exaltación neoplatónica de La Circe, que vincula el amor espiritual a la elevación que produce la música interpretada por Amarilis, tiene también su reflejo en el ingenio vallisoletano:
Cuando aplicas la voz al instrumento,
y en él la mano, ya ligera o grave […].
Canta, milagro de dulzura al suelo,
que no puede admirar tu voz divina
suspenda una alma, pues suspende un cielo. (núm. 69)
12Algo parecido ocurre en los sonetos graves con Quevedo, aunque en menor medida.
13En los burlescos, el fenómeno se repite. Es muy evidente la inspiración en las Rimas de Tomé de Burguillos, tanto en los temas y motivos sugeridos por los epígrafes (A una dama que se preciaba de pequeños pies, y para que lo fuesen, se calzaba muy justo; Enfádase con Amor y huye de él, que no es poco; Desprecia a la Fortuna…), como en algunas expresiones e imágenes:
Sales del alba a la primera risa
para dar nueva luz, Teresa, al prado,
sin adorno, sin gala, sin cuidado… (núm. 181)
14También en ciertos quiebros que ponen el acento en las contingencias económicas frente a la idealización poética, como en el soneto 175, en que describe un paisaje cuya belleza contrasta con las estrecheces tópicas en la grey literaria:
Que como mi fortuna siempre es manca,
como hijo de vecino del Parnaso,
me hallé con mucho sol pero sin blanca.
15El influjo del simpático heterónimo de Lope queda patente en la voluntad de escribir una poesía clara y conceptuosa:
Así de mis fortunas el destino
me lleva donde, siendo un conde Claros,
presuma de poeta peregrino.
Teresa, solo sé lo que es amaros.
Vos, musa, me dictáis un amor fino,
y Amor, conceptos en mis versos claros. (núm. 173)
16Sin embargo, a pesar del deseo de seguir sus huellas, Reguera no capta cabalmente el humor de Burguillos. Se desliza con facilidad hacia la sátira que mira desde arriba, con desprecio, a los «sujetos» poéticos, y se aleja de la cordialidad risueña y desengañada que campea en el poemario de Lope. Por ejemplo, el epígrafe del soneto 182 (Discúlpase con una dama el no pintarla hermosa) revela la inspiración burguillesca, pero el desarrollo del poema va por derroteros que se inclinan mucho más al talante de Quevedo. El remate está en las antípodas de la simpatía cordial del licenciado de 1634: «¡Vuelve a ser niña, y pintarete hermosa!».
17En el soneto 192, en que recrea el motivo neoestoico del desprecio a la Fortuna, reúne en tres versos varios sintagmas muy quevedescos:
no esperes te pretenda, busque y pida,
porque estás, Fortunilla, como sueles,
a unos borracha y para mí dormida.
18Y algo parecido ocurre en la recreación burlesca de las fábulas ovidianas. Todo el que tenga en la memoria los sonetos degradadores que dedicó Quevedo al mito de Apolo y Dafne, encontrará reminiscencias léxicas (isotopías las llamaron hace años) en los versos que al mismo asunto consagra Reguera:
No culpes, Febo, si se afufa ingrata,
a Dafne: a ti te culpa, majadero,
pues gastas luces y la escondes plata… (núm. 213)
19El estilo de los poemas de «la vida poltrona» y de las sátiras del engaño cortesano («Mientras que tinto en mugre sorbí bodrio», «Volver quiero a vivir a trochimoche») imprimen carácter en el soneto de Reguera epigrafiado Que la más linda dama es en la corte marisco (núm. 202), donde campea ese poderío verbal que rebaja y envilece una realidad prostituida y nauseabunda:
Allí uno embiste a un hospital sin asco;
otro se bebe una beldad tudesca;
cuál, engañado en una linda pesca,
un cruel abadejo le da chasco.
20Creo que en la nota al epígrafe de este poema, los editores, que comentan con mucha pulcritud y precisión el conjunto del volumen, yerran al explicar el significado de marisco. No parece que se emplee en la acepción de ‘varón con tendencias homosexuales’, sino en el sentido de ‘fraude, estafa, engaño y robo’. Se trata de un uso laxo del significado que registra Autoridades: «en la Germanía significa lo que se hurta». El cuarteto retrata, con los violentos quiebros conceptuosos característicos de Quevedo, un universo prostibulario degradado: putas enfermas, borrachas, profesionales de la estafa y el robo… Coincide también con las preferencia del gran satírico el chirriante pie forzado del homoioteleuton grotesco, con rimas en -asco, -esca, -osco e -isco. El terceto final, que se remata en una profesión de asqueado desengaño, lo podía haber firmado sin escrúpulo el autor de El buscón:
cuando todo lo llevas abarrisco,
entre las mantas frígido me enrosco,
que aun lo más lindo aquí, todo es marisco.
21La invencible propensión a desvelar los hirientes contrastes entre la cruda realidad y los tópicos del lenguaje galante y cortesano, que en Quevedo es tanto una muestra de ingenio como una irritada denuncia de la radical inmoralidad de la vida, inspira también la musa de Reguera en el soneto Desea celebrar a una dama: lo demás él lo dirá. Es histórico (núm. 215):
Llamete luz y sol de la alma mía,
que celebrarte hermosa deseaba:
desmintiome el candil que me alumbraba,
a cuyo moco en verso te escribía.
22Sin embargo, los tonos más dulces y cordiales de la sensibilidad burguillesca afloran en alguno de los sonetos dedicados a la labradora Teresa, trasunto de la lavandera Juana del poemario de 1634. Sale a las eras, galanamente vestida, para aventar la parva, y el poeta ha de constatar con tibia melancolía: «cuando el trigo limpió, vi que llevaba/ entre las pajas mi esperanza el viento» (núm. 171).
23En medio de los ecos de voces tan poderosas, el discreto ingenio del humanista vallisoletano nos ofrece también algunos planteamientos originales o, cuando menos, poco comunes en la poesía al uso. Así, a pesar del elevado neoplatonismo de muchos versos (véanse los sonetos 79, 80, 83…), encontramos también perspectivas alejadas de los tópicos más trillados, como el abierto rechazo de tanta idealización inhumana y el repudio de la dilación mórbida del deseo:
Yo quiero lo que amando he merecido.
Huyo la dilación porque deseo
por amante el favor, no por sufrido. (núm. 38)
24Habla muchas veces Reguera en nombre propio. De ahí su interés por el mundo de las artes plásticas. Se retrata a sí mismo en su doble faceta de poeta y pintor: « Pincel y pluma, con divino aliento,/ baño en color y tinta…» (núm. 63). También encontramos un elogio a un pintor llamado Diego (quizá Velázquez), a una dama excelente dibujante o a un retrato femenino; y referencias precisas a su quehacer de humanista:
Leo las obras que imitar deseo
—por no escribir, si escribo, desatinos—
de griegos, de toscanos y latinos
que el arte enseñan que en sus obras veo. (núm. 50)
25Para el apasionado de la lírica barroca esta Primera parte de las Rimas humanas de Reguera es un poemario presidido por el buen gusto y la fina sensibilidad de un escritor que es, al mismo tiempo, un excelente lector, imitador, continuador de los genios con los que compartió tiempo e ideales literarios. Merecía la pena restacarlo del olvido.
26Teodora Grigoriadu y Pedro Conde Parrado nos ofrecen una excelente edición: clara, bien documentada, anotada de forma cuidadosa y pertinente. Sin abusar de una erudición que ahogue el texto, se registran con puntualidad los fenómenos interliterarios que dan cuerpo y sentido a esta poesía deliciosamente epigonal.
27La presentación en cartoné es muy digna y está plásticamente bien resuelta. Señalemos, sin embargo, un mínimo desajuste tipográfico, cuya responsabilidad habrá que repartir entre los maquetadores y los editores literarios. En el estudio introductorio, las citas centran cada uno de los versos en vez de sangrar el conjunto, como es habitual. En la edición, en cambio, la alineación es la correcta, pero el sangrado del inicio de cada estrofa resulta un poco excesivo. Por lo demás, la distribución de poemas y notas en la página es despejada, guarda el debido equilibrio y resulta de gratísima lectura.
Para citar este artículo
Referencia en papel
Felipe B. Pedraza Jiménez, «Francisco Gómez de la Reguera. Primera parte de las Rimas humanas. La lira y la zampoña: sonetos amorosos, heroicos, campestres, burlescos, églogas y versos castellanos. Estudio introductorio de Teodora Grigoriadu, edición crítica y anotación de Teodora Grigoriadu y Pedro Conde Parrado, Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid, 2017, 360 p. », Criticón, 132 | 2018, 190-195.
Referencia electrónica
Felipe B. Pedraza Jiménez, «Francisco Gómez de la Reguera. Primera parte de las Rimas humanas. La lira y la zampoña: sonetos amorosos, heroicos, campestres, burlescos, églogas y versos castellanos. Estudio introductorio de Teodora Grigoriadu, edición crítica y anotación de Teodora Grigoriadu y Pedro Conde Parrado, Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid, 2017, 360 p. », Criticón [En línea], 132 | 2018, Publicado el 10 julio 2018, consultado el 08 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/4176; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.4176
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