- 1 Ponce, 2009, p. 99.
- 2 Sobre la historia y vicisitudes de esa casa ducal en el período que aquí nos interesa es de necesar (...)
- 3 Sobre este personaje es de obligada consulta la monografía de Álvarez de Toledo, 1994.
1A poco de comenzar un artículo muy justamente celebrado que se publicó en el número 106 de esta misma revista, el coordinador del presente monográfico, Jesús Ponce Cárdenas, hablaba de «un mecenas que aún hoy parece perdido en las páginas más nebulosas de la Historia»1. No sé si fue de manera inopinada o si en verdad quería el experto gongorista «jugar del concepto» empleando el adjetivo «nebulosas», pero el caso es que estaba muy bien aplicado en referencia a quien ostentó el de undécimo conde de Niebla como el segundo en importancia de sus títulos nobiliarios: don Manuel Alonso Pérez de Guzmán y Silva (1579-1636); tal título le correspondía llevarlo por entonces a quien, como él, fuera el primogénito y heredero de la gran casa ducal de Medina Sidonia2. Era, efectivamente, hijo del VII duque, Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga (1549-1615), y de Ana de Silva y Mendoza, que le aportaba la sangre y linaje de otra muy poderosa familia noble: los príncipes de Éboli y duques de Pastrana. El nombre de ese VII duque está indisolublemente ligado en nuestra historia a la infausta empresa de la conocida como Armada invencible contra Inglaterra3, al frente de la cual fue puesto por Felipe II tras la muerte del marqués de Santa Cruz, con el cargo de Capitán general del Mar Océano, que se añadió al de Capitán general de las Costas de Andalucía, el cual ya ostentaba antes del fallecimiento de Álvaro de Bazán. Ambos cargos los heredaría su hijo, el VIII duque de Medina Sidonia, y luego su nieto, el IX.
- 4 Puede verse al respecto Salas Almela, 2002.
2A pesar del gran fracaso en esa empresa militar, y de otras intervenciones no mucho más lucidas en ese mismo ámbito, la figura del VII duque, debido en gran medida al enorme poderío tanto simbólico como efectivo de su señorío andaluz, no se eclipsó durante el resto del reinado de Felipe II e incluso fulguró aún más en los comienzos del de su sucesor en el trono: el mismo año de la sucesión y poco después de verificada esta (noviembre de 1598), el de Medina Sidonia vería a su hijo Manuel Alonso, conde de Niebla, prometido con Juana de Sandoval, apellido que pronto iba a convertirse, y durante unos veinte años, en el más importante del reino (después del de Austria, claro está), pues lo portaba quien por entonces era solo marqués de Denia, pero se convertiría al año siguiente en el primer (y más famoso) duque de Lerma, valido del nuevo rey Felipe III. Un año después, ya casado con la hija de aquel, el conde de Niebla y futuro VIII duque de Medina Sidonia fue nombrado Cazador Mayor del rey y gentilhombre de su cámara; en 1602 alcanzó el rango de Capitán general de las Costas de Andalucía y al año siguiente sería puesto al mando de las Galeras de España, distinciones que lo convertían en lugarteniente de su padre y en heredero, como ya se apuntó, del cargo de Capitán general del Mar Océano4.
- 5 Salas Almela, 2008, pp. 267-268.
- 6 Se instalaron concretamente en Huelva, no en Niebla: véase Lara Ródenas, 2015.
3El conde don Manuel Alonso y la hija de Lerma se hallaron, pues, en óptimas condiciones para medrar, y mucho, en la corte de Felipe III. Sin embargo, el ilustre y encumbrado matrimonio había sorprendido a toda esa corte —empezando por el propio padre del conde, quien experimentó notable disgusto5— cuando tomó desde muy pronto la decisión de establecer residencia habitual en sus dominios onubenses6, de los que ya no regresarían ni a Valladolid ni a Madrid, salvo en muy escasas ocasiones y para estancias poco prolongadas; durante una de ellas (en 1602), hallándose ya la corte en la primera de esas ciudades, se produjo el nacimiento de su hijo Gaspar Alonso, el futuro IX duque de Medina Sidonia. Asentado, pues, en sus posesiones de Huelva, asumiría el conde Manuel Alonso en 1615, tras la muerte de su padre, el título de VIII duque junto con los de menor rango a él asociados (así, el de XIII señor de Sanlúcar de Barrameda, a cuyo palacio ducal se trasladó a vivir) y la mencionada Capitanía general del Mar Océano. Y en sus dominios andaluces, como antes señalaba, siguió viviendo hasta su fallecimiento, acaecido en el mes de marzo de 1636.
- 7 Espinosa, Obras en prosa, p. 265.
4Esa decisión de abandonar la corte y mudarse a tierras primero onubenses y luego gaditanas fue interpretada (y también podría decirse que, en buena parte, «vendida») por los panegiristas del duque como una inclinación, eminentemente estoica, pero con ribetes epicúreos, propia de quien era un prócer prudente y sabio que había preferido hurtarse a los tan peligrosos como (casi) irresistibles encantos de la vida áulica: esta permitía alcanzar los niveles de poder y lujo a los que llegó, sin ir más lejos, su propio suegro, el duque de Lerma, pero también podía llevar a una súbita, dolorosa y ejemplarizante caída desde lo más alto, como le sucedería a su propio cuñado, el duque de Uceda, fallecido en prisión en 1624, a pesar de ser hijo del de Lerma y su sucesor en el valimiento. Uno de los mencionados panegiristas, sobre el que luego volveremos, pone en boca del duque, cuando aún era conde de Niebla, estas atinadas palabras supuestamente dichas a su suegro para justificar la decisión de retirarse a sus dominios: «Tanto harta, señor, una fuente como un río. La Corte, donde toda la vida es corta, quiere lejos, como pintura del Greco, si bien no tanto que enfríe, mas ni tan cerca que abrase. Aquí los favores se ríen de los méritos, y por grandes peligros se llega a otros mayores»7.
- 8 López Bueno, 2015, pp. 27-28.
- 9 Ponce Cárdenas, 2009, p. 101. Un importante e interesante volumen colectivo posterior al artículo d (...)
- 10 Así, el mismo Ponce Cárdenas, 2009, pp. 133-134, o Ly, 2015, por citar solo dos de los más reciente (...)
5Aunque, como bien se ha señalado8, ese retiro no suponía en modo alguno quedarse «al margen de nada», dado el poderío e influencia político-militar que acaparaba la gran casa ducal, no cabe duda de que esa «no presencia» en la corte —y en el momento de máximo esplendor y derroche de esta y de la propia Monarquía Hispánica— contribuyó notablemente a que el XI conde de Niebla y VIII duque de Medina Sidonia haya quedado, si no perdido en la «nebulosa» histórica de la que hablaba Jesús Ponce, sí al menos muy eclipsado por la fama (no del todo positiva y halagüeña) alcanzada tanto por su padre (el general de la Invencible) como por su hijo (cabeza visible de la Revuelta de Andalucía contra la corona en 1640)9. Por contra, ni el VII ni el IX duque de Medina Sidonia pueden alardear ante la historia de haber sido destinatarios del elogio contenido en ciertos versos que se cuentan entre los más deslumbrantes de la literatura española, y aun de la universal: me refiero, claro, a las tres primeras octavas de la Fábula de Polifemo y Galatea, dedicadas por Luis de Góngora en 1612 a quien todavía era solo conde de Niebla. Si este se hubiera hallado inmerso en el tráfago de la corte y no retirado en su muy bello señorío, donde lo había visitado el poeta cordobés en 1607, muy probablemente jamás se hubiera hecho acreedor a tal elogio; ni tampoco a los versos, quizá aún más sublimes, de la segunda parte de la segunda Soledad —los de la célebre escena de la cetrería—, si es cierto, como piensan varios especialistas gongorinos10 y parece muy probable, que el «príncipe» allí aludido es también don Manuel Alonso Pérez de Guzmán. Así lo afirmó taxativamente el escritor al que se dedica la siguiente sección de este trabajo.
- 11 Ponce Cárdenas, 2009, p. 117. Sobre Pedro Espinosa sigue siendo aún muy útil la consulta de los val (...)
- 12 Todo ello se explica excelentemente en Ponce Cárdenas, 2009, pp. 101-109.
6El VII y IX duques tampoco pudieron contar entre sus méritos, honras y satisfacciones el haber podido contar con panegiristas de su vida y obra como los que se procuró y de los que disfrutó el VIII, y especialmente con uno que casi podríamos considerar su panegirista de cámara, de cabecera y aun de guardia, volcado por completo en cantar las glorias de Manuel Alonso tanto en prosa como en verso. Se trata del poeta Pedro Espinosa, nacido en Antequera en 1578 y fallecido en 1650 en el mismo Sanlúcar al que se había trasladado en 1615 para servir al nuevo duque de Medina Sidonia como «Capellán de la casa de Guzmán, Rector del Colegio de San Ildefonso y Limosnero ducal»11. Como es sabido, Espinosa, miembro de la conocida como escuela poética antequerano-granadina, había cimentado su fama sobre todo con la publicación en Valladolid, en 1605 (aunque con aprobación fechada en 1603), de la célebre antología Flores de poetas ilustres, en la que se recogían composiciones de poetas de la talla de Góngora, Lope y un aún bastante joven Quevedo. Era, si bien el más conspicuo, un miembro más del conjunto de literatos y artistas que el duque reunió en su «mini-corte» sanluqueña, cumpliendo una vocación de mecenazgo artístico sin duda dictada en buena parte por la notable formación humanística que él mismo había recibido desde su infancia12; una educación que muy probablemente esté también en la base de su actitud vital y de su voluntad de retiro «filosófico» a sus dominios, independientemente de otras consideraciones y motivaciones que pudieran haberlo inducido a ello.
- 13 Ambos recogidos en Espinosa, Obras en prosa, pp. 229-323 y 325-370. Se citan por esta edición.
- 14 Aunque, como más arriba he señalado, está escrito en su mayor parte en prosa, también incluye compo (...)
7A ese respecto, empleaba más arriba la expresión «no presencia en la corte» de manera deliberada, para eludir el término «ausencia», puesto que el inteligente y astuto duque supo, a lo largo de su vida, hacer que su nombre no se olvidara nunca en Madrid. Y lo logró no solo sirviéndose de la muy eficaz red de agentes que la casa de Medina Sidonia tenía desde hacía tiempo desplegada en la capital (o en las capitales, si contamos el período de residencia de la corte en Valladolid, de 1601 a 1606), sino también con algunos verdaderos golpes de efecto, especialmente de cara a la corona, que lograron que su fama de generoso y hasta manirroto (con la mucho menos visible, pero indudable, contrapartida de acreedor a honores y prebendas) se extendiera imparable por todo el reino. Para saber sobre ellos, y también sobre otros hechos destacados de la vida del duque, contamos, entre otras fuentes, con la información recopilada por Pedro Espinosa sobre todo en dos textos de índole encomiástica, escritos en una prosa conceptista, con ocasionales toques gongorinos, de una calidad digna de más fama que la escasa que hoy tienen. Se trata del Elogio al retrato del Excelentísimo señor don Manuel Alonso de Guzmán, publicado en Málaga, por Juan René, en 1625, y del Panegírico. Al Excmo. Sr. D. Manuel Alonso Pérez de Guzmán, publicado en 1629 (s.l., s.a.)13. La información que suministran ambos textos es prácticamente la misma, pudiendo considerarse el segundo una versión condensada del primero. Son una fuente de muy considerable importancia e interés a la hora de conocer los hechos más notorios de la vida del VIII duque de Medina Sidonia antes y durante el retiro a sus dominios del sur de España. Me centraré especialmente en el primero de esos textos, el Elogio al retrato14, para recordar algunos de esos hechos, que, a su vez, servirán de base para la tercera parte de este trabajo.
- 15 La conexión entre “retrato” y “panegírico” dio pie a numerosas composiciones en toda Europa. Baste (...)
- 16 Espinosa, Obras en prosa, p. 243.
8Presentado, tal como indica el título, como un elogio inspirado en una pintura que retrataba15 al duque y dirigido a su hermano, Alonso Pérez de Guzmán, arzobispo de Tiro, el Elogio al retrato del Excelentísimo señor don Manuel Alonso de Guzmán comienza, tras los habituales poemas preliminares de otros ingenios en alabanza de la obra, con una genealogía de la familia que arranca, lógicamente, en Alonso Pérez de Guzmán El Bueno, «el del Puñal», célebre defensor de Tarifa a finales del s. XIII. A continuación y tras un soneto de Espinosa, comienza el elogio del duque. Al repasar sus muchas prendas y dotes, y llegando a las que atesoraba como cetrero, se nos informa de que «siendo conde, mereció título de Cazador Mayor de su Majestad»16.
- 17 Espinosa, Obras en prosa, pp. 249-251.
9Algo más adelante, Espinosa elige la fortaleza como primera de las virtudes del duque que va a glosar y comienza por ilustrarla con una acción guerrera protagonizada por aquel en su juventud: cuenta que «el año que cumplió veinte el gran duque» (lo que nos sitúa en torno a 1599-1600, estando ya casado y en los primeros momentos de su retiro a las posesiones andaluzas), cuando navegaba de Huelva a Sanlúcar con una pequeña tripulación, y no precisamente de marineros aguerridos, se topó con una «galeota de valientes piratas turcos». El entonces conde de Niebla, lejos de arredrarse, decidió abordar el bajel enemigo, y espada en mano, protegiéndose apenas con un cojín de terciopelo como rodela, consiguió hacer presa en él y reducir a sus rivales: «a todos los rindió, a muchos hirió y mató, y con veinticuatro de ellos entró triunfando en Sanlúcar, los cuales envió presentados, vestidos de rica librea, a su Majestad»17.
- 18 Espinosa, Obras en prosa, pp. 290-291.
- 19 Espinosa, Obras en prosa, pp. 296-308. En las pp. 301 a 306 ofrece el antequerano una prolija descr (...)
10Pero, como apuntaba más arriba, lo que más fama y prestigio otorgó al duque no fueron gestas militares como esa, sino sus prodigiosos dispendios en ciertas oportunidades que aprovechó muy bien para rendir lujosa pleitesía a la corona. Cuenta Espinosa que ya con Felipe III había dado muestras de su magnificencia en más de una ocasión, como fue la de su propia boda con la hija del duque de Lerma o el bautizo en Valladolid de su hijo, el futuro conde de Niebla, al que apadrinó el propio monarca. No pudo agasajar a este en un frustrado viaje real a Andalucía en 1619 (aun así, llegó a gastar noventa mil ducados en preparativos)18, pero se resarciría de ello, como luego veremos, en la visita de su hijo Felipe IV a los dominios andaluces de los Medina Sidonia en 1624. Mas hay que detenerse un año antes para recordar que, cuando se produjo el famoso viaje a España del príncipe de Gales acompañado del duque de Buckingham, envió a Madrid un espectacular obsequio de veinticuatro caballos de raza especialmente escogidos para la alta ocasión y enjaezados con todo el lujo posible; y ello tras haberle hecho llegar al rey Felipe no mucho antes dos caballos, uno de ellos de nombre Español, que habían causado ya un pasmo y admiración que no tardaría en multiplicarse por doce ante los atónitos ojos de los nobles huéspedes ingleses19.
- 20 Espinosa, Obras en prosa, p. 309.
- 21 Espinosa, Obras en prosa, p. 309.
- 22 Espinosa, Obras en prosa, p. 311.
- 23 Se recoge completa en Espinosa, 1991, pp. 371-399.
11Nada fue aquello en comparación con lo que el llamado rey Planeta vio y vivió cuando llegó a tierras del duque al año siguiente, durante la célebre gira oficial por tierras andaluzas. Narra el poeta de Antequera que a cinco de febrero se le comunicó al de Medina Sidonia el proyecto de visita real, «con orden de que no saliese de sus estados y moderase en ellos las demostraciones que [el rey] presumía de su voluntad»20. No parece absurdo pensar que Felipe IV adelantó tal prevención a sabiendas de que sería más acicate que freno para don Manuel Alonso, quien, pese a encontrarse indispuesto, no reparó en gasto alguno para superar con creces su ya inmensa reputación de dadivoso: «sabiendo que el Rey había de venir a cazar al Bosque de Doñana, mandó fabricar en su desierto una ciudad, digno hospedaje de aquella Majestad y Corte»21, una tarea en la que hizo trabajar «cuarenta y cinco días a mil y seiscientas cabalgaduras de acarreto y otras tantas de silla»22. La narración del apabullante agasajo al rey ocupa un número considerable de páginas en el Elogio y mereció ser impresa en edición exenta publicada en Sevilla, por Juan de Cabrera, en el mismo año de 162423. El monarca celebró sesión de su consejo de Estado durante la estancia en el palacio del VIII duque de Medina Sidonia y lo premió invitándolo a participar en ella y nombrándolo in situ miembro de dicho consejo.
- 24 Espinosa, Obras en prosa, pp. 313-320.
12La parte final del Elogio se dedica a narrar la más importante contribución militar de don Manuel Alonso a la causa de España y de su monarquía: la defensa de Cádiz frente al ataque anglo-holandés acaecido en noviembre de 162524. Recién fallecida la duquesa y en medio del luto por ella, el duque se vio obligado a desplegar una gran actividad militar y crematística para proteger la zona y repeler la ofensiva lanzada por Carlos I de Inglaterra, el mismo príncipe, ahora monarca, al que tanto se había esforzado por agradar dos años antes con el envío de los veinticuatro caballos a Madrid. Espinosa no deja pasar la ocasión de señalar los nuevos y muy cuantiosos dispendios del duque, destinados esta vez, no a festejos y bureo áulicos, sino a armas, pertrechos y fortificaciones. Como bien consta, la intentona inglesa, que estuvo bastante mal planificada y peor dirigida, terminó en rotundo y doloroso fracaso para los atacantes, al tiempo que se agrandaba el prestigio de Manuel Alonso Pérez de Guzmán.
13El códice manuscrito 9971 de la Biblioteca Nacional de España contiene un conjunto autógrafo de Opera varia cuyo autor es Vicente Mariner de Alagón, humanista y polígrafo valenciano nacido en un año aún indeterminado del último tercio del siglo xvi y fallecido en Madrid en 1642. En el f. 345v de dicho manuscrito da comienzo una extensa composición en hexámetros latinos, a dos columnas por página, sin título ni preliminar alguno, precedida solamente por la fecha «5 Aug. 1631». En la parte superior del f. 350v se lee la indicación Liber 2; a poco de iniciada la columna izquierda del f. 356r se lee Liber tertius, y lo mismo sucede con la indicación Liber quartus en el f. 361r, mientras que un Liber quintus arranca al comienzo del f. 366v y se extiende hasta el 371r. En el f. 371v aparece una Praefatio en dísticos elegíacos que se extiende hasta ocupar entera la columna izquierda del f. 372r, mientras que la derecha está ocupada por una Elegia que llega hasta el final de la columna izquierda del 372v. En la columna derecha de ese folio aparece en primer lugar un poema de dos dísticos titulado epitaphium, seguido de un conjunto de poemas de breve extensión, igualmente en dísticos, bajo el rótulo general de epigramma. Al comienzo del f. siguiente, el 373r, se lee la siguiente indicación: «haec sunt adiungenda in fine libri 5 Gusmaneidos» (‘esto se ha de añadir al final del libro quinto de la Gusmaneis’), y sigue otra notable tirada de hexámetros que se extiende hasta el final del f. 374r.
14Todo parecer indicar que nos hallamos ante el diseño manuscrito para la posible publicación impresa —con los correspondientes y habituales paratextos preliminares, todos en verso (la Praefatio, la Elegia, el epitaphium y el conjunto de epigramma[ta])— de un poema, repartido en cinco libros; se trata de una composición de corte, en principio, épico, a juzgar por el título, del que podemos informarnos solamente gracias a esa indicación escrita por Mariner al comienzo del f. 373r: en ella utiliza el genitivo helenizante Gusmaneidos que correspondería a un nominativo Gusmaneis (como Aeneidos a Aeneis en Virgilio). Por tanto, si en esa magna epopeya antigua el héroe que le daba título era Eneas, parece claro que esta de Mariner habría de estar dedicada a cantar las gestas de un «Gusmanus», un Guzmán, protagonista de esos cinco libros, todos de parecida extensión, salvo el quinto, que sería bastante más largo, a juzgar por el añadido indicado, y en hexámetros, como no podía ser de otra manera.
- 25 En ambos libros Mariner inserta epigramas también al final del poema panegírico, por lo que podría (...)
15El diseño de ese supuesto libro coincide en gran medida con el que presentan otros de Mariner —que sí llegaron a los tórculos— consagrados a cantar glorias de próceres españoles: así, por ejemplo, tanto la Panegyris. Ad serenissimum Ferdinandum ab Austria Hispaniarum infantem (Madrid, Apud Thomam Iuntam, 1624) como la Panegyris heroica. Ad clarissimum virum D. D. Ioannem Fernandum Pizarrum (Madrid, Ex Typographia Mariae de Quiñones, 1642) van precedidas de sendas praefationes y epigrammata firmados por el propio Mariner25, aunque en esos casos se trata de dos largos poemas no divididos en libros como la Gusmaneis.
- 26 Bravo de Laguna 1999 y 2002.
- 27 El célebre valido de Felipe IV descendía de Pedro Pérez de Guzmán, hijo no primogénito del III Duqu (...)
- 28 Serrano Cueto, 1994, p. 579, afirma que es «autor confeso de más de trescientos cincuenta mil» de e (...)
16Hasta donde llegan nuestras noticias, esa extensa composición neolatina ha recibido la atención crítica de tan solo un investigador, quien ha consagrado a tan ambicioso elogio un artículo y, posteriormente, su tesis doctoral, centrada en el primer libro del poema26. Posiblemente, la «nebulosa» histórica que por entonces envolvía, aún más que ahora, la figura del VIII duque de Medina Sidonia y el erróneo «apriorismo» de que en 1631 una Gusmaneis solo podía estar dedicada a quien en esos momentos era el Guzmán más famoso y poderoso de España (aunque de una rama segundona de la familia) indujo a este estudioso a identificar al personaje encomiado en el poema de Mariner con Gaspar de Guzmán y Pimentel, más conocido como el conde-duque de Olivares27. Desgraciadamente la errónea identificación del prócer ensalzado en esos hexámetros supone una falla interpretativa de notable calado, la cual invalida en su práctica totalidad el contenido del citado artículo y, en la parte que atañe a esa errónea identificación, la tesis doctoral, la cual atesora otros indudables valores, siendo el más destacado, a mi juicio, haber logrado transcribir con bastante acierto la endiablada caligrafía del polígrafo valenciano, quien era una auténtica «máquina» de generar versos latinos y griegos28.
- 29 Y más aún si se lo empleaba declinado, por ejemplo, en genitivo (Emmanuelis) o en ablativo (Emmanue (...)
- 30 Para la elección del nombre Alphonsus en lugar de Emmanuel a la hora de referirse al duque de Medin (...)
17Ese primer libro de la Gusmaneis marineriana tiene como protagonista, además de la propia «stirps Gusmaniadum» o «Gusmania gens», a un «Alphonsus» cuyas gestas se cantan en él. El citado estudioso, para establecer su identificación con el conde-duque —y ello a pesar de que, como reconoce, en ningún momento se menciona ni su nombre ni su título (algo ya de por sí bastante extraño)—, defiende la un tanto peregrina tesis de que ese «Alphonsus» sería «el nombre genérico de la estirpe que definirá a toda la descendencia y, principalmente, al Conde-Duque de Olivares». Ese nombre genérico, que se aplicaría en el poema al valido de Felipe IV, procedería del fundador de la gens Gusmania, es decir, de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno (o «el del Puñal», como vimos que apostillaba Pedro Espinosa). Resulta, como digo, bastante extraño, aun cuando esa tesis fuera cierta, que en ningún momento del primer libro de la Gusmaneis se lea el nombre de pila del conde-duque, cuya latinización Gaspar, Gasparis no impedía, por cierto, su empleo en el hexámetro latino debido a razones métricas, pues en el quinto libro se emplea varias veces ese nombre, si bien tampoco en referencia al conde-duque, como luego veremos. Mucho más complejo era introducir en numerosas ocasiones a lo largo del poema el nombre Emmanuel29 que, como sabemos, llevaba también el VIII duque de Medina Sidonia, don Manuel Alonso Pérez de Guzmán, quien es, como a continuación se verá, el verdadero «Alphonsus» (o sea, Alonso), protagonista y encomiado por Mariner bajo ese nombre, al menos en el primer libro de la Gusmaneis30.
- 31 Sigo la numeración de versos establecida en Bravo de Laguna, 2002.
18Si revisamos ese primer libro, nos encontramos con que los méritos y hazañas que Mariner atribuye al héroe (quien ya en el v. 4631, en una primera versión luego levemente corregida super lineam pero bien visible, es denominado «Sidoniae princeps») son ahí especialmente tres, y los tres coinciden con lo explicado más arriba acerca del Elogio al VIII duque de Medina Sidonia firmado por Pedro Espinosa: el héroe en cuestión 1) había capturado heroicamente en su juventud un barco a unos «Mauri»; 2) había enviado a la corte como regalo un escogido lote de espectaculares caballos cuando un príncipe inglés pisó tierra española; y 3) había acogido esplendorosamente al rey Felipe IV en su visita y cacerías por tierras andaluzas. Veámoslo, pues, en las siempre altisonantes palabras de Mariner.
- 32 Ponce Cárdenas, 2009, p. 110. Estos son algunos de los versos de Mariner al respecto: «Ut comiti ti (...)
191) Tras haber explicado bastantes versos antes que en la flor de su juventud el héroe del poema había alcanzado el título de conde de Niebla y el rey lo había aceptado en su intimidad (recordemos que Felipe IV nombró al conde Manuel Alonso gentilhombre de su cámara y, según ciertas noticias, lo distinguió de los demás concediendole la llave de oro32), cuenta Mariner a partir del v. 431 lo siguiente:
- 33 ‘Sobre todo en aquella ocasión en que se dirigía a la costa de Sanlúcar desde la de Huelva, hendien (...)
Praecipue quando Sanlucaris ibat in oram
littore de Guelbae scindens vada maxima ponti
caerula et inmenso pelagi quoque numine verrens,
obvia Maurorum diues stetit alta carina
quae spumas feruente salo dabat aere tonsis [sic ¿por tonsas?]
remigio et celeri per ponti prata volabat33.
20Es decir, que navegando un día entre Huelva y Sanlúcar el conde se topó con una nave cargada de riquezas y conducida por infieles («Mauri»). Narra el valenciano a continuación y en rimbombantes hexámetros el tremendo combate que se entabló y la heroica actuación de «Alphonsus», culminada con la total derrota de los enemigos y la captura del bajel junto con las riquezas que portaba. Recuerda, así mismo, que actuó como correspondía a quien habría de ser «dux Hispanae classis» (v. 475), una expresión que se corresponde con el cargo de Capitán general de las Galeras de España, obtenido por el conde de Niebla no mucho después del episodio de la galeota capturada, que Pedro Espinosa hacía remontar a la época en que el noble tenía apenas veinte años y que coincide con lo narrado aquí por Mariner.
- 34 Salas Almela, 2008, 252. De hecho, en una de aquellas expediciones enfermó y murió un hermano menor (...)
- 35 «Nam bis mille armis nitidos ferroque micantes / emisit propriis indutos sumptibus omnes / per spum (...)
21Durante bastantes versos más, el valenciano continúa ensalzando el poderío militar marítimo ostentado y ejercido posteriormente por «Alphonsus», sobre todo en el ámbito atlántico y mediterráneo que dominaba desde sus señoríos del suroeste andaluz. En el v. 633 se señala expresamente que había recibido y asumido ese honor por herencia, lo que con toda probabilidad se refiera al hecho de que el entonces conde de Niebla era el sucesor, en tanto que hijo suyo, del VII duque de Medina Sidonia en el cargo de Capitán general de las Costas de Andalucía y después en la capitanía del Mar Océano. Tal cargo lo obligó a asumir, junto a su padre, un papel principal en las expediciones militares que durante el reinado de Felipe III se aprestaron especialmente para la conquista de dos importantes plazas de la costa norteafricana: la Mamora y Larache, refugios, sobre todo el primero, de la piratería, y no solo la de los moros y turcos, sino también la de holandeses, ingleses y franceses34. Mariner ensalza el hecho de que su héroe participara aportando gran cantidad de tropas y armas, con abundante dispendio de su propio peculio, en la conquista de la costa «Alaractrica» (v. 641), forma con la que latiniza el nombre de la ciudad de Larache35.
- 36 Esto es, de la infanta María Ana de Austria, hermana de Felipe IV. El viaje no culminó, como se sab (...)
222) A partir del verso 779, y tras haber encomiado durante un buen número de los anteriores los desvelos, habilidades y alardes de «Alphonsus» en materia cinegética al servicio de los dos Felipes (recordemos que el VIII duque de Medina Sidonia fue nombrado, siendo aún conde de Niebla, Cazador del Rey), cuenta Mariner que cuando el príncipe de Inglaterra vino a España seducido por el divino encanto de una prometida36 («Anglicus et quando princeps per Iberica regna / aduenit fausto commotus numine sponsae»), el héroe de la Gusmaneis no perdió ocasión de mostrar sus inmensas riquezas haciendo ostentación de ellas ante el rey y su ilustre visitante, e incluso derrochándolas para obsequiarlos (v. 783: «opes vacuauit ab aeribus altas»):
- 37 El adjetivo, muy poético, aeripes significa en latín «de pies de bronce» (de aes, aeris y pes, pedi (...)
Misit enim aeripedum37, lectum de viscere summo,
ipse gregem, celeri qui vincant aera motu
tellurem et quatiant totam simul ungue sonante
et rapido ventos superentque premantque volatu.
- 38 Espinosa, Obras en prosa, p. 343 (Panegírico).
- 39 Recordemos que Espinosa contaba que no mucho antes de la visita del príncipe inglés ya había enviad (...)
23Esto es, ‘envió de corceles yeguada de raza selecta / que a los aires se impongan en un rápido galope, / que el suelo pateen a un tiempo con rítmico casco / y céleres vuelen delante del viento vencido’. Así pues, y según la Gusmaneis, su héroe «Alphonsus» hizo llegar a Madrid durante la visita de un príncipe inglés una manada de caballos, que seguramente sean los que muy conceptistamente llamó Pedro Espinosa, a propósito del obsequio del duque de Medina Sidonia, «veinticuatro pensamientos», por su increíble velocidad38. Afirma después Mariner que la «regia maiestas» de un Felipe IV exultante confesó que no podía haber recibido un regalo que pudiera superar esa magnificencia de «Alphonsus» (vv. 793-794: «nil maius se posse quidem desumere dixit / quam quod supremo hic Alphonsus munere misit»). No podía haber mejor obsequio para un monarca (y esto es añadido mío, no de los panegiristas) cuyo nombre significaba en griego «amante de los caballos», detalle que quizá tuvo siempre muy en cuenta el inteligente y culto VIII duque de Medina Sidonia…39.
- 40 «Con todo esto, no subió por tan llano a lo sublime; mayores dificultades venció […]. A los diez de (...)
- 41 ‘Y aunque Alfonso se hallaba aquejado de grave enfermedad y lo postraban sus pesados miembros, que (...)
243) Si los datos anteriores apuntan con casi total claridad a que el prócer cantado por Mariner en esta Gusmaneis bajo el nombre de «Alphonsus» (Alonso) es ese mismo duque, y no su pariente Olivares, considero que lo confirma ya de manera irrefutable el relato que allí leemos sobre la visita del rey «Philippus» (el cuarto) a las posesiones de don Manuel Alonso y la fastuosa cacería que este le organizó en Doñana. Mariner comienza su narración en el v. 887 explicando que el «princeps Hesperiae» y «domitor mundi» decidió un día recorrer los vastos territorios que rodeaban la muy rica y poderosa Sevilla (v. 889: «Hispalis intrauit per maxima prata potentis»), y aprovechar la visita para satisfacer su acusada afición venatoria. Entonces, el héroe «Alphonsus» hizo exultar el ánimo del rey «delectamentis miris / obiecitque animo quidquid natura creauit» (‘con asombrosas recreaciones, ofreciéndole de corazón todo cuanto creó la naturaleza’: vv. 893-894), y ello a pesar de que el monarca le había ordenado, como ya vimos que escribió Espinosa, «moderase las demostraciones que presumía de su voluntad». Eso es exactamente lo mismo que dice Mariner en los versos posteriores a los citados (vv. 896-898): «Atque etsi finem laetis imponeret ipse / rebus, hic studuit se extrema refundere in ipsa / quae possunt animi vel delectare recessus» (‘Y aunque el rey mismo le exigió moderación en el obsequio, él se empeñó en exceder los límites en todo aquello que pudiera deleitar hasta el último rincón de su alma’). Ensalza después los inmensos dispendios con que el duque preparó todo lo necesario y cómo, aunque se hallaba aquejado de una penosa enfermedad, no cejó en su empeñó por agasajar a su monarca sin perder ni por un momento el entusiasmo, datos todos presentes en el relato de Espinosa40 («Et quamuis morbo Alphonsus languebat nigro / et iacuit pressis naturae pondere membris, / mens alacris diuina suis tunc ipsa struebat / munera et inmenso statuebat cuncta fauore»: vv. 915-918)41.
- 42 Espinosa, Obras en prosa, p. 344 (Panegírico): «Tres días perseveró a las fieras».
- 43 Se trata de Carlos de Austria (1607-1632), casi dos años y medio menor que su hermano el monarca. T (...)
- 44 ‘Llegó el Austríaco al palacio de Sanlúcar y pisó los campos de Medina Sidonia […] El rey y su herm (...)
25De acuerdo igualmente con el relato del antequerano, el rey permaneció tres días cazando en las posesiones del duque42, lo cual coincide a su vez con lo que cuenta Mariner en los vv. 941-942: «Rex etenim in syluis tres tunc absumpsit opacis / ipse dies». Después, junto con su hermano el infante, que lo acompañaba en la Jornada43, visitó al duque en su palacio de Sanlúcar para agradecerle sus desvelos y su impagable amabilidad; allí ambos pudieron admirar de visu la magnificencia de la casa ducal de Medina Sidonia («Austriacus tenuit Sanlucaris arcem / prata Medinae et triuit Sidonia plantis […] / Rex fraterque eius simili se praestitit aura / et quasi mirantes steterant vehementer uterque / tanta ducis sine fine quidem vehementia dona / tantos et rerum thesauros»: vv. 968-969 y 974-977)44.
26Y para confirmación final, señalaré que el libro segundo de la Gusmaneis está dedicado en gran parte a contar el socorro de Cádiz por parte del héroe «Alphonsus» frente al ataque de la «gens Anglica» (la gran hazaña militar del VIII duque de Medina Sidonia), así como que, en el libro quinto (recuérdese que es el más largo de todos), el protagonista es ya otro héroe, de nombre Gaspar, que no es sino quien se convertiría en 1636 en el noveno titular del gran ducado: Gaspar Alonso Pérez de Guzmán. Así comienza ese quinto libro: «Proles magna ducis, tanto quoque digna parente, / Mauortis nunc arma mouet nuncque occupat orbis / atria, diffusis virtutum laudibus ampla, / Gaspar». Ni Espinosa ni Mariner podían por entonces sospechar que esa magna «prole» del duque, digna de tan gran padre, que ya llenaba el orbe con sus virtudes guerreras, traería graves y muy tristes pesadumbres a la potente casa ducal cuando no muchos años después se embarcara, como ya señalé, en una frustrada conspiración contra el monarca al que tanto había obedecido y honrado su progenitor. Y este no era otro que el héroe principal de esta Gusmaneis, un claro ejemplo de lo que podríamos considerar épica panegírica que el autor valenciano fechó en 1631 y que, como tantas de sus obras, ha permanecido y permanece inédita, salvo su libro primero, con el que, como creo haber mostrado, no tiene absolutamente nada que ver (ni con el resto del poema) el otro gran Guzmán de aquellos tiempos, conocido como el conde-duque de Olivares.