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Un prosímetro panegírico de Cristóbal Mosquera de Figueroa: el Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán

J. Ignacio Díez
p. 71-84

Resúmenes

En el Breve compendio de disciplina militar, de Cristóbal Mosquera de Figueroa, se halla un Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán como culmen de un libro aparentemente misceláneo. El elogio queda confiado a la poco usual mezcla de prosa y verso. Con el prosímetro el autor, jurisconsulto y poeta, muestra un depurado uso de los valores históricos y literarios para componer un elogio riguroso con hechos ciertos y para inmortalizar una vida heroica a través de la palabra.

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Notas de la redacción

Article reçu pour publication le 25/02/2018; accepté le 26/04/2018.

Notas del autor

El presente artículo se inscribe en el marco del Proyecto financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad FFI2015-63554-P “Las Artes del Elogio: Poesía, Retórica e Historia en los Panegíricos hispanos” (ARELPH), dentro del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia.

Texto completo

Elogios, prosas y «prefaciones» de un jurisconsulto poeta

  • 1 Mosquera de Figueroa, Breve compendio de disciplina militar, f. 152v. He manejado dos de los ejempl (...)
  • 2 Askins, 1988; León Gustà, 1999; González-Barrera, 2011.
  • 3 Pittel, 2011; Díez, 2015.

1Dentro del único libro publicado por Cristóbal Mosquera de Figueroa (Sevilla, 1547-1610), al menos el único conocido hasta ahora, el Breve compendio de disciplina militar, se halla un Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán, de treinta y cinco folios, una «corta escritura», como dice el vate sevillano1. Este Elogio, que ha servido para empresas eruditas2, ahora, desde la decidida exploración de los panegíricos áureos que dirige Jesús Ponce, sirve también para poner de relieve el interés con que el fiel colaborador del marqués de Santa Cruz decide escribir e imprimir tan destacable texto laudatorio. Además, el panegírico, que mezcla prosa y verso, despliega las características retóricas o literarias de un prosímetro, forma esta ignorada o criticada por los rétores, pero de tanto interés en un Lope de Vega y de muy larga vida (pues llega hasta un autor muy posterior como Francisco Umbral3).

  • 4 Montoto, 1941, p. 298.
  • 5 Fue discípulo de Mal Lara, «no inferior a los mayores», Pacheco, Libro de descripción de verdaderos (...)
  • 6 Prieto, 1987, p. 521.
  • 7 Núñez Rivera en su ed. de la Paradoja en loor de la nariz muy grande de Mosquera de Figueroa, 2010, (...)

2La «noble y simpática figura» de Cristóbal Mosquera de Figueroa reúne en sí «el triple laurel del poeta, del soldado y del jurisconsulto»4. El sevillano, que frecuentó algunos de los círculos más conocidos de la capital hispalense5, estudió leyes en Salamanca y Osuna lo que, especialmente en el primer caso, junto a «su actividad como corregidor o acompañando a don Álvaro de Bazán le otorgan a su poesía un valor personal que la aleja un tanto de la medida literaria sevillana»6. Autor de una literatura muy variada, entre el humor de elogiar las bubas o las narices grandes y la seriedad para elogiar al poderoso marqués de Santa Cruz hay un nexo de unión: la formación de jurista y, en consecuencia, la disposición de un profundo y práctico saber de las técnicas de la retórica. Los registros, los sentidos, la ideología o los premios y aplausos derivados del elogio a los triunfos militares y a una bubas bien ganadas en batallas sexuales tienen muy poco que ver, pero a la hora de anotar, con la seriedad del erudito que bucea en las fuentes, el procedimiento es el mismo: en el Breve compendio «despliega su saber sobre diversos temas marítimos e históricos, apoyándose en un elevado número de fuentes clásicas y contemporáneas, que va señalando al margen, en un sistema de anotación absolutamente paralelo al de las Paradojas»7.

  • 8 Pacheco, Libro de descripción […], p. 186.
  • 9 Núñez Rivera, 2009, p. 731.
  • 10 León Gustà, 1999. Askins (1988) localiza dos impresos, de tamaños distintos, sin impresor ni año, c (...)
  • 11 Sobre los retratos en miniatura y, en especial, sobre el más destacado cultor de este tipo de pintu (...)

3Mosquera desarrolló una carrera de peso en la administración, sobre todo local (corregidor de Utrera en 1579, de El Puerto de Santa María y de Écija, fue también adelantado en Burgos), pero el hecho más importante, en lo biográfico y en lo literario, fue su cargo de auditor general en la conquista de la isla Tercera, una de las Azores. Con él es como Mosquera quiere figurar en la portada del Breve compendio, pues es el que dota de autoridad a todo su discurso histórico-jurídico, y es al mismo tiempo el que le permite trazar el elogio, muy riguroso y verdadero, de su protector. La instancia jurídica más alta en la armada, tras el capitán general, el auditor general «se mostró» en la Tercera «no solo discreto y sabio, sino animoso y osado, pues estuvo siempre junto a la persona del marqués en todas las ocasiones peligrosas»8. El éxito de la empresa de las Azores le abre las puertas de la administración, pues tras él «fue presentado a Felipe II y nombrado corregidor de Écija en 1584, donde a la postre se retiraría. Allí coincidió de seguro con Cervantes, cuando, a la sazón, el segundo se ocupaba de requisar víveres para las galeras de la Armada Invencible»9. Antes de tomar posesión del cargo Mosquera estuvo en El Viso donde pudo escribir un borrador del Elogio que en 1586 se publicó con el título de El conde Trivulcio10. Mosquera en su Elogio celebra (desde el mismo título) el retrato que Felipe de Liaño hizo de don Álvaro de Bazán y, aunque el poeta también fue retratado por Liaño, decide entrar en competencia con la pintura del patrón, fijando en su Elogio la superioridad de la palabra sobre la imagen11.

  • 12 Con 17 versos de «Hércules Stroza», Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 272.
  • 13 León Gustà, 1999. El elogio también parte de un retrato y cita 10 versos de Ercilla, 4 de Garcilaso (...)
  • 14 León Gustà, 2004.
  • 15 León Gustà en su ed. de las Poesías completas de Mosquera de Figueroa, 2015, p. 24.
  • 16 Núñez Rivera en su ed. de la Paradoja en loor de la nariz muy grande de Mosquera de Figueroa, 2010, (...)
  • 17 León Gustà en su ed. de las Poesías completas de Mosquera de Figueroa, 2015, p. 20.
  • 18 Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 109.
  • 19 Núñez Rivera, 2009, p. 731.

4Además del Breve compendio, Mosquera de Figueroa es autor de varias «prefaciones» y elogios, como la que coloca al frente de la Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto, de Fernando de Herrera12, o el Elogio al autor en la Tercera parte de la Araucana (1585), de Alonso de Ercilla13. También es autor del prólogo a la comedia de Santa Catarina14 y de «una narración de tipo bizantino»15 perdida, el Eliocriso. Los prólogos son «piezas ocasionales»16 comparadas con el Breve compendio, cuyo desarrollo no parece explicarse por la pertenencia a las distintas academias sevillanas, si se exceptúa quizá la segunda parte, sino que se conecta más claramente con intereses cortesanos. De hecho, Mosquera de Figueroa vive en Valladolid a comienzos del siglo xvii y en 1605 desarrolla su «última misión diplomática […] encargado de recibir al embajador de Inglaterra»17. Pacheco termina la biografía con un Mosquera retirado en Écija que puede tener sus puntas novelescas, pero en la producción poética de Mosquera se lee el «Soneto del mesmo estando cansado de pretender y determinado recogerse» que concluye así: «Apártate ambición, hija del suelo, / que ya me está mejor la sepultura, / sueño de justos, apacible muerte»18. Una cierta sensación de fracaso se adivina en quien «a pesar de su dilatada carrera como jurista, no llegará a conseguir, sin embargo, el puesto de juez o consejero en el gobierno del reino»19. El Breve compendio podría unir en su concepción y publicación el homenaje al patrono que le proporcionó el apoyo sobre el que empezar una brillante carrera y el intento de escalar algunos peldaños más en la dedicatoria al «Presidente del Supremo Real Consejo de Castilla», una vez muerto el marqués de Santa Cruz.

Un Breve compendio con tres partes: la unidad de la variedad

  • 20 Pacheco, Libro de descripción […], 1985, pp. 185-186.

5Mosquera es autor de un «libro docto que tituló Comentario breve de disciplina militar, donde descubre bien la noticia que tenía de sus preceptos y leyes, y manifiesta el conocimiento y lección de letras humanas que tuvo»20. Esta afirmación general no permite intuir que el libro se compone de tres partes aparentemente dispares; tampoco la portada:

Comentario en breve compendio de disciplina militar, en que se escribe la jornada de las islas de los Azores, por el licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, Auditor General del Armada y Ejército del Rey, Nuestro Señor, con privilegio, en Madrid, por Luis Sánchez, 1596.

  • 21 Luego vuelve a ser mencionado, como autor de un libro (f. 5v). También Juan de Horbina es citado en (...)
  • 22 A «la elocuencia de los historiadores y los elogios de los poetas, que se hallan sembrados en sus o (...)

6El libro está dedicado a un alto funcionario, «al licenciado Rodrigo Vázquez Arce, Presidente del Supremo Real Consejo de Castilla, señor de la villa del Carpio, caballero de la orden de Alcántara, comendador de la Magdalena». Nada adelanta la tripartición, con portadillas propias, pues Mosquera se centra en la dedicatoria solo en la primera pieza, que procede «del tiempo que serví en la guerra a Su Majestad» (h 2v). En la segunda aprobación, la de Juan de Horbina (de junio de 1592), se recoge la misma «erudición y elegancia» que ya había señalado la primera (de noviembre de 1591), la de Diego de Álava y Viamont21, y se subraya que «es cierta y verdadera como de persona que se halló presente, no solo ejercitando lo que era a su cargo, pero asistiendo con sus armas cerca de la persona del marqués de Santa Cruz en la ocasión más importante» (h 3v). Esta primera parte, a su vez, se encuentra dividida en cuatro libros y el primero se inicia con un elogio de la guerra, «maravillosa disciplina […] tan importante para nuestra defensa natural, contra la violencia de los injustos enemigos» (f. 1v). Mosquera, consciente del corto elogio, lo confía a otros22 y manifiesta así no ya una clara conciencia de autoría —que se mantendrá hasta el final del libro—, sino una conciencia de la elaboración retórica de esta pieza y del conjunto de un libro cuyo título presume de ser un «compendio» y además «breve». Añade enseguida, adelantándose al hecho central del libro y de su vida, el triunfo de las Azores, que «algunas veces suelen ofrecer las ocasiones forzosas en poco espacio de tiempo más diversidad de casos dignos de consideración que otros en largo discurso de días» (f. 4r). Mosquera se detiene, ahora sin excusas, en repasar las fuentes antiguas y de grandes hechos y en reflexionar sobre lo que podría haber dicho «si la mal introducida costumbre no nos hubiese impuesto en persuadirnos que traen más autoridad las cosas antiguas, por la reverencia que a la antigüedad se debe, que las que tenemos entre manos» (f. 5v), antes de concluir que el mejor libro de disciplina militar es la Biblia. El sentido religioso y moral quiere presidir un relato que es verdadero por demás y que quiere alcanzar un público muy amplio, ambición que se puede conectar fácilmente con la legítima ambición de prosperar de Mosquera así como con el alcance del elogio que ha comenzado a tejer en torno al marqués de Santa Cruz: «Querría que ninguno saliese disgustado de este breve compendio porque este es uno de los fines que la historia o la facultad elocuente del orador pretende, que es agradar y atraer a la muchedumbre y voz popular muy al contrario del poeta» (f. 8v).

7Más que un tratado sobre la importancia de la disciplina militar, como se anuncia, los cuatro libros son un minucioso relato de la conquista de las Azores, para mayor gloria del marqués de Santa Cruz, por supuesto, pero también para dejar memoria de los hechos y de los nombres, como marca la visión tradicional de la historia. Al hilo del relato Mosquera de Figueroa introduce comentarios sobre la forma en que debe actuar el buen capitán, sobre la importancia de impartir una justicia recta y rápida, sobre los principios del derecho que deben gobernar la guerra, con numeroso aparato bibliográfico, con trazos paralelísticos entre los comportamientos de ese presente y los del pasado, todo ello presidido por un constante elogio de la disciplina, del rigor, de la importancia de la jerarquía y de los mandamientos del cristianismo. También aparecen comentarios, a veces, sobre el sentido del libro, como cuando se reconoce el encargo del marqués al menos en lo que a la rapidez, fallida, de la publicación se refiere:

Y hubiera publicado antes de ahora este comentario, como por el marqués me fue encargado, muchos días antes que muriese, si los negocios ordinarios de justicia y haber de acudir a otras cosas particulares de la armada dieran lugar para poderlo hacer en aquella coyuntura. Aunque teniendo atención a la necesidad que había de que estas cosas saliesen bien limadas y consideradas, sin exceder ni agraviar, y mirando la grandeza del sujeto, no requería poco espacio de tiempo para poner cada cosa en su debido lugar y dar a cada uno lo que es suyo (f. 9r).

8Esta primera parte del volumen, hurtada retóricamente a los ocios, quizá ha sido realmente encomendada, aunque en esta materia en los Siglos de Oro las dudas son abundantes para determinar hasta dónde llega lo que es un lugar común de la retórica. Todo ello sirve para entrever que el volumen no es una mera acumulación de piezas, pues el Elogio de la tercera parte es la culminación de este largo relato de la primera, que deja establecido que la hazaña del marqués es reconocidamente el punto de partida, la práctica necesaria con la que tanto gana la bibliografía sobre guerras y armadas. El relato recoge diversos documentos (como el edicto de perdón del marqués antes de empezar el combate o la exhortatoria de Mosquera, como auditor general, muy larga y muy literaria), descripciones de las islas (en sus aspectos histórico-militares, con muchísimo acierto, para ponderar las grandes dificultades de la conquista y los grandes bienes derivados), anotaciones propias de un experto en derecho, una impresionante ilustración a doble página del desembarco y abundantes elogios del marqués que inciden en el propósito principal del libro. Se trata en buena medida de dejar memoria de lo que ocurrió, sobre todo con el marqués, pero también con otros como el protomédico que es herido por impedir que rematen a los heridos (f. 100v), lo que da pie para una referencia mayor y de más alcance:

aquella grande empresa de la reformación y amparo de los pobres mendigantes de estos reinos y albergues que se fundan en las ciudades de España, en tiempo del Católico y Cristianísimo Rey don Felipe II, nuestro señor, encargada esta obra a la singular dirección y cristiandad de su presidente de Castilla dignísimo, el señor licenciado Rodrigo Vázquez Arce (f. 100v, a quien va dedicado el libro).

9El libro cuarto es el que se consagra por entero a consideraciones jurisprudenciales y de procedimiento legal al detallar minuciosísimamente las tareas del auditor general de la armada, con copiosa casuística y más bibliografía. Se realiza toda esta reflexión al hilo de los juicios, sentencias y castigos que se aplican a los culpables de la rebeldía de las islas. Solo al final Mosquera excusa tanta detención, lo que una vez más demuestra la alta autoconciencia y satisfacción por la escritura del Compendio:

Ya veo que la historia no sufre haberse detenido tanto en esta materia, ni la brevedad de comentarios en breve compendio permiten digresión tan larga y parece que con la relación de estas leyes se quebrantan las leyes de ella, pero teniendo atención al título de este libro que promete militar disciplina ha sido forzoso tratar algo de esta materia para cumplir con él, teniendo por más acertado antes pecar contra el decoro de historiador (que estoy tan lejos de serlo) que pasar con la ignorancia con que algunos auditores han vivido […] hurtando con ella el cuerpo a los trabajos y continuas vigilias que trae consigo el estudio perpetuo de la jurisprudencia y la contemplación y noticia de las cosas humanas y divinas a que esta profesión del derecho nos provoca y llama, por donde son (y con razón) nombrados sacerdotes aquellos que con debida diligencia, honesto deseo y honrados fines siguen estas letras. (f. 124r).

  • 23 Bravo García, 1984, p. 230.

10Tras los cuatro libros el lector descubre, con cierta sorpresa, que el volumen, aunque no lo anuncia, parece tener mucho de misceláneo, pues de repente, «síguense las reglas de vida que el diácono Agapito escribió para el emperador Justiniano [...] muy útiles para todos los príncipes y gobernadores cristianos» (f. 136r). Se trata de una traducción «inferior» a la de Diego Gracián de Alderete, publicada en 1570 en Salamanca, y «delata sus orígenes a partir de un texto latino»23. Son setenta y dos reglas para el buen gobierno, traducidas de un tratado escrito mil años antes. La explicación se reitera luego y manifiesta ciertos escrúpulos o justificaciones: «Hasta aquí son las reglas del piadoso Agapito, que por ser tan católicas como adornadas de divina elocuencia me pareció negocio importantísimo escribirlas en este libro, pues el que píamente se ajustare con ellas estará cierto que no podrá errar en el gobierno que tuviere a cargo en paz o en guerra, desde el oficio del príncipe hasta el inferior» (f. 146v). Así pues, más que el prurito bibliográfico del título hay un fondo ideológico para formar al buen gobernante, atraído por el ejemplar papel del marqués de Santa Cruz. Pero si se añaden las consideraciones sobre la ausencia de mayor trato con la imprenta, por un lado, más los problemas editoriales de una versión no autorizada de El conde Trivulcio por otro, a la razón de la falta de tratados sobre el papel de los auditores generales, la ratio publicandi del Breve compendio se vuelve más compleja. Guerra y buen gobierno conforman una dualidad unitaria en cierto modo, avalada por el referente del marqués de Santa Cruz y sus éxitos militares (sobre todo en las Azores) y por el dedicatario del volumen, el presidente del Consejo de Castilla, para componer una matizada y variada motivación que va desde el reflejo de unos años militarmente heroicos (quizá no suficientemente valorados en opinión del poeta y militar, además de auditor general), el sano agradecimiento al patrón fallecido y la búsqueda de nuevos y a ser posible altos destinos en el mundo de los juristas en la administración del estado. Se evita así la fuerza centrífuga de piezas dispares al domeñarlas bajo una égida no tan evidentemente común ni percibida. El tema principal de todo el volumen es el elogio del marqués y así lo testimonia el mismo título de manera sutil, justo con la mención de la «jornada de las islas Azores», pues todos los lectores lo conectarían con el hecho de armas más brillante del marqués de Santa Cruz. Las tres partes juegan como variaciones sobre el mismo tema: primero, con la descripción detallada de la conquista de las Azores, verdadera excusa para extraer de la descripción un manual de reglas para uso militar y de un juez militar; segundo, porque los consejos de Agapito parece cumplirlos a plena satisfacción el mismo marqués, aunque ni siquiera sea necesario decirlo; y en tercer lugar porque el volumen se cierra con un elogio explícito, el Elogio, del que me ocupo a continuación.

Complejidades y posibilidades del prosímetro

11La portada de esta tercera parte reza así: «El conde Trivulcio, Caballerizo Mayor de la Emperatriz, pidió al marqués de Santa Cruz su retrato y armas, por orden de la Majestad del Emperador Rodolfo Segundo de Alemania y Rey de Bohemia y Hungría: y a esta ocasión se hizo el presente Elogio». Le sigue, en folio aparte, un largo título mucho más elocuente:

Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, señor de las villas del Viso y de Valdepeñas, comendador mayor de León, del consejo de Su Majestad, y su capitán general del Mar Océano, y de la gente de guerra del Reino de Portugal, y armada para el Reino de Inglaterra, del licenciado Mosquera de Figueroa, auditor general de la armada y ejército, y corregidor de la ciudad de Écija.

  • 24 León Gustà, 1999.

12León Gustà cree que el romance de Ercilla que se incluye en la edición de 1586 se corresponde con que Mosquera hubiera publicado en la tercera parte de La Araucana un elogio de Ercilla, y que la supresión del romance en la edición de 1596 y el rifacimento del texto en prosa obedecen a razones distintas, «por su falta de erudición» en el segundo caso; Mosquera en la última versión, la netamente suya, no se remonta hasta antes de la llegada de los musulmanes a España para trazar el origen de la casa de Bazán y se limita a lo que dicen las fuentes que emplea: «se encuentran, así, dos maneras completamente diferentes de proceder [...] el Elogio es extremadamente cauto, con una actitud pre-historicista»24. El romance de Alonso de Ercilla fue también publicado, con ocho versos más, en la Segunda parte del Romancero General de 1605, como ha explicado Askins. La falta del romance es significativa, desde luego, como indica León Gustà, pero lo cierto es que, desde el punto de vista del prosímetro que es el Elogio, lo importante es que en la edición de 1596, indiscutiblemente de Mosquera de Figueroa, la supresión del romance de Ercilla y el añadido de dos sonetos (de Cervantes y Barahona de Soto) no altera la funcionalidad del prosímetro, no cambia el esquema que Mosquera se ha trazado para celebrar al marqués de Santa Cruz: sigue siendo decisiva la conquista de las Azores contra portugueses apoyados por franceses, y sigue siendo muy importante embridar la prosa y detenerla, hasta en tres ocasiones.

13Las setenta páginas del Elogio del retrato confían todo su poder a las palabras. No hay un dibujo del marqués más allá del que proporciona la imagen con palabras con la que se abre el Elogio. Como en el resto del libro, Mosquera de Figueroa se muestra muy seguro en su diseño retórico, pues al final del Elogio manifestará la superioridad de la literatura sobre la pintura o el grabado. De momento el Elogio se abre así:

  • 25 Puede verse un grabado de tal retrato perdido y una copia de la pintura, hecha en el siglo xix, en (...)

Este capitán que veis cubierto de resplandecientes armas grabadas de oro, con un bastón en la mano derecha, llegando con la siniestra a la espantosa celada que con solo el rostro y cabeza descubierta manifiesta las dotes de naturaleza, bienes y riquezas de ánima, de cuerpo y fortuna25 […] Y porque no os detengáis dudando si es por ventura esta imagen el simulacro del dios de las batallas que celebró tanto la vana antigüedad [...] Sabed que es don Álvaro de Bazán, primero marqués de Santa Cruz. Y si queréis saber particularmente cuál sea su valor y suerte, yo comenzaré en esta corta escritura para que los grandes ingenios discurran por este principio […] (f. 152r y v).

  • 26 O’Donnell y Duque de Estrada, 2009, p. 457.

14La vida del marqués (Granada, 1526-Lisboa, 1588) está atravesada por diversos éxitos, que se inician a la temprana edad de dos años, cuando obtiene el hábito de Santiago «en atención a los servicios de su familia»26. La ambición de Mosquera de Figueroa está a la altura del sujeto elegido para el elogio, pues Mosquera no ignora que en la poética del Renacimiento, el elogiado y el elogiador quedan unidos en la posteridad (f. 153 r).

  • 27 « [...] y como todos los que tratan en particular de las cosas de este reino son muy cortos y poco (...)

15De nuevo la retórica del jurisconsulto y del literato impone, como en la primera pieza del volumen, una introducción, antes de adentrarse en una densa y detallada recuperación de la casa de Bazán, casa navarra que se documenta al menos cuatrocientos años antes de la conquista de las Azores. Mosquera no quiere partir de leyendas ni de imaginaciones genealógicas, tan de moda, sino trenzar un discurso netamente histórico que recupere «la verdadera nobleza»: «Y para no errar en esta materia y decir cosas ciertas y huir de las fábulas que produce la lisonja indigna de historia auténtica y odiosa para los oídos celadores de la verdad hay necesidad de gobernarnos por autores que la profesen» (f. 154v). El rigor es esencial, pero se recogen también noticias no contrastadas, pero de mucho interés, como que las tierras de origen de Bazán o Baztán hayan sido de las primeras pobladas en España, por el nieto de Noé, Tubal, nada menos. Las diferencias con otros historiadores son muy importantes27, para que el elogio tenga todas las marcas de la modernidad historiográfica y por tanto de su veracidad. El detalle también consigue la sensación de verdad: Bazán es una de las doce casas navarras, el fundador de la estirpe es del siglo xii, etc., y el lector asiste a una relación cuidadosísima y encadenada en el reticulado de herencias y éxitos de los Bazanes, hasta que poco a poco se llega al propio marqués de Santa Cruz (f. 163r).

16Una vez alcanzado el centro del elogio y culmen de la casa de Bazán, Mosquera se detiene en la narración de los hechos de armas, aunque anuncia que se posponen algunas consideraciones, realmente antepuestas en el Breve compendio: «de este prudentísimo consejo y razón, que mostró en esta coyuntura, se tratará más largo en otra parte con más particularidad que en el elogio» (f. 165v). La documentación es rica y no evita la autorreferencia, como ocurre al hablar de Lepanto, pues se remite al libro de Fernando de Herrera que él mismo prologó (f. 166). Sin introducción aparece una suerte de corona de sonetos, cuatro en total, que constituyen el primer bloque de poemas, sobre la batalla naval con los franceses del año anterior a la conquista de las Azores. Con «Y llegó el año 83 [...]» (f. 167v) empiezan los detalles sobre la conquista de Tercera, en los que participa el poeta aunque aquí no lo dice. Se subraya el éxito de la empresa y se cierra el círculo estructural del libro: «y porque de esta sola empresa (que fue la última) he escrito más largo, me remito al comentario, donde se trata en particular de ella» (f. 174r). La inevitable detención en los éxitos también se traduce en números y se conmemora el nombramiento del marqués como Grande de España (f.174v). Una vez superado el segundo bloque de poemas el elogio se condensa en una suerte de resumen que adelanta al lector que se halla muy cerca del final:

Podrá con justo título la nación española eternizar este nombre y en el templo de la fama sacrificar inmortales coronas. Justo premio de aquel que por merced del cielo nació para sustentar la gloria de esta nación, siempre vencedora y señalándose en experiencia de mar (que a ninguno en su tiempo reconoció por superior en la naval disciplina) [...] Aquí hallarán campo abierto y espacioso los historiadores y poetas, para que cada uno mostrando la fuerza de su elocuencia y la alteza de su ingenio pueda celebrando la gloria de tan insigne varón dejar al mundo por muchos siglos eternizado su nombre, que yo fío que Talía, que entre las musas tiene a su cargo conservar la memoria perpetuamente fresca de los hechos famosos, la conservará al escritor juntamente con la vida del capitán que celebra […] porque los ingenios de España así en prosa como en verso, movidos e incitados con tan grande sujeto podrán subirse al cielo y ennoblecer el mundo con historias graves y con versos altísimos, dignos de tanta reverencia como los que nos dejó la antigüedad estudiosa (ff. 179r-180r; la cursiva es mía).

17Como en otras ocasiones, Mosquera de Figueroa exhibe una conciencia autorial de los logros de su pluma, al recoger aquí tanto la incitación como la explicación al mismo tiempo de la variedad del elogio. Detalles personales asientan aún más la veracidad del relato y la relación con el elogiado (f. 180r): ese palacio del Viso está muy a la altura de otras edificaciones rústicas famosas, de la antigüedad y de la historia, y es un ejemplo más de la comparación y superación de la antigüedad. Orgulloso, Mosquera reproduce «una inscripción en lengua latina» (f. 181r) de la que él mismo es el autor, fechada en 1585 y de la que ofrece una traducción en la vuelta del mismo folio.

  • 28 «La presunción del Bárbaro Africano», Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 163.

18En la recta final Mosquera anota los nombres de la familia del marqués: dos esposas, ocho hijas y dos hijos. Incluye aquí su segundo poema propio28, un soneto que se dedica a retratar al marqués (f. 182v) y que es introducido por un «y porque no parezca ingrato al favor de la Musas, en la ocasión presente, movido de la grandeza del sujeto (aunque no bien acordado de este ejercicio)» (f. 182r y v). El elogio acaba con la muerte del marqués, cuando había sido nombrado capitán general de una armada contra Inglaterra, el 9 de febrero de 1588, en Lisboa, con 63 años, «aquel espíritu que jamás se vio vencido ni sojuzgado de hombres en la carrera de la vida, lo rindió a Dios» (f. 183r). Le sigue el último poema, ajeno («El licenciado Luis Barahona de Soto hizo en esta ocasión este soneto: Este y aquel fanal, sacro Filipo», f. 183) y el envío en prosa al hijo de don Álvaro:

donde aunque trato yo de sus victorias, calidad de linaje y antigüedad de su casa, el que menos interesa es el marqués, cuyo nombre está tan derramado por el mundo, por haber sido tan amado de cristianos y tan temido de infieles y enemigos de nuestra Santa Iglesia Católica, que el que ahora escribiere sus jornadas y empresas y las celebrare será el que llevará la mayor parte de la gloria, por la que puede comunicar a los escritores este ilustrísimo y no vencido capitán. Y así por esto como por el agradecimiento que debo a las mercedes que el marqués me hizo y al amor que me tuvo me veo obligado a no sufrir se ponga en olvido la jornada de las islas de los Azores y a sacar en público el comentario que de ellas trata (ff. 183v-184r; la cursiva es mía).

19Mosquera, que rechaza la edición de 1586 por haber mezclado «cosas fabulosas y sin fundamento con las que son tan ciertas y claras como la luz del día» (f. 184 v), pondera la escritura sobre la pintura, y al mismo autor, en una finta brillante:

Y si yo hubiere acertado en acabar esta pintura con el decoro y fuerza de palabras que para elogio se requieren, tendralo VS en su recámara en igual estimación que al retrato de su padre: pues tanto será más famoso escrito que pintado, cuanto lo es más la vida de las cosas que quedan en historia que las estatuas de oro con que procuran los hombres resistir al tiempo (f. 184v).

  • 29 O’Donnell y Duque de Estrada (2009) anota textos de Lobo Lasso de la Vega, Góngora y Lope.
  • 30 El «soneto a la victoria» amplía su título: «Soneto a la victoria que el primero marqués de Santa C (...)

20La prosa, que domina el elogio, se interrumpe en tres ocasiones: la primera para celebrar una victoria previa contra la armada francesa, la segunda para exaltar la conquista de las Azores y la última para concluir poéticamente el elogio. Otros poetas también han cantado a don Álvaro de Bazán29, pero Mosquera se vale, junto a los dos grandes nombres que envían dos sonetos, Miguel de Cervantes y Luis Barahona de Soto, de otros poetas aparentemente ocasionales y relacionados con los hechos de armas, varios de ellos militares. El primer conjunto se compone de cuatro sonetos, que firman el capitán Juan Venegas Quijada, Betino Caldera, Pedro de Torquemada y el mismo Cristóbal Mosquera de Figueroa30. Los cuatro son pasto de las exageraciones: el segundo le explica al marqués que «la Santa Palas, si mil siglos antes / no jurara de no tomar esposo / de acetaros por tal ha dado muestras» (vv. 9-11); el tercero formula la pregunta retórica final «¿por qué no preguntastes al Egeo / si era posible España ser vencida?» (vv. 13-14); y el más ajustado, dentro de la exaltación, el cuarto, afirma que «no hay para qué decir quién haya sido, / que las grandes empresas, de derecho, / son de Bazán marqués esclarecido» (vv. 12-14). El segundo grupo de poemas, el más amplio, sirve para celebrar la importancia (también por el número) de la hazaña de la conquista de la isla Tercera: son siete sonetos, un romance y un texto en latín. Vienen anunciados por un breve pero contundente elogio de Ercilla:

No trataremos largamente en este elogio de estas últimas jornadas porque don Alonso de Ercilla ha comenzado a escribir estas victorias en verso numeroso y procediendo con la felicidad que de su ingenio se espera pondrá en olvido todos los demás escritos. Y en tanto que se publica esta obra heroica pondré aquí algunos de diversos autores (ff. 174v-175r).

  • 31 Sobre la relación entre “retrato” y “panegírico”, puede verse el reciente estudio de Jesús Ponce Cá (...)
  • 32 Lara Garrido, 1994, p. 141.

21Los poemas los firman, como antes, gentes muy próximas a los hechos, supongo, como don Alonso de Coloma («hijo del conde de Elda», con dos poemas), Juan Venegas Quijada (que ya ha aparecido antes, con otros dos poemas), el «alférez Pedro Rodríguez», Miguel de Cervantes, el prior Juan de Ochoa de Lasalde y Diego Vélez de Dueñas. Estos poemas ocupan cuatro folios por las dos caras. La exaltación es hiperbólica para este «terror de Francia y miedo de Turquía» que compite y supera al propio Aquiles (f. 175r) y se recurre en ocasiones al tono mitológico. La propuesta de Juan Venegas coincide con la de Mosquera de Figueroa al trazar una doble vía para el elogio: «celebre en prosa y canto vuestra pluma / al gran marqués don Álvaro, que hoy día / su fama vuela de una en otra esfera» (f. 176v), y también el alférez Pedro Rodríguez apuntala los valores del Elogio: «vuestro nombre y el suyo eternizando / en elegante prosa verdadera / hará que nuestra edad quede ilustrada» (f. 177v). El soneto de Cervantes, sin título, aúna al marqués con su cantor, con Mosquera, con un sentido muy renacentista y clásico: «que a un tiempo ejercitases tú la espada / y él su prudente y verdadera pluma» (ff. 177v-178r). Los dos últimos sonetos, muy juntos, cerca ya del final y contagiados de ese valor conclusivo, siguen a la muerte del marqués: el primero, del propio Mosquera, y el segundo, de Barahona. Anteceden a la pieza con la que de verdad se cierra el elogio: el envío del mismo al joven y homónimo heredero, al que no va dedicada la obra. En el primero Mosquera ensaya una pequeña introducción dentro del socorrido tópico de la humildad: «Y porque no parezca ingrato el favor de las Musas, en la ocasión presente, movido de la grandeza del sujeto (aunque no bien acordado de este ejercicio) ofrecí este epigrama al retrato de este capitán famosísimo, que yo vi con particular propiedad y viveza de colorido, por mano del ingenioso Felipe de Liaño en Madrid el año 1584» (f. 182r y v). Todo el Elogio está motivado por el retrato de Felipe Liaño, que no se reproduce, aunque la pieza literaria da mucho más de sí y completa y complementa, al estilo del libro de Pacheco y mucho más extensamente, al retrato31. El soneto de Mosquera recoge los triunfos sobre todos los enemigos (africanos, turcos, franceses, ingleses y lusitanos) en un «aplauso de naciones fieras» que testimonian las cajas, trompas y el «temblor de artillería» cuando se deposita el retrato del marqués en el «templo del airado Marte, / cercada de despojos y banderas» (vv. 13 y 14). El soneto de Barahona32 trata de «el capitán más sabio que otro alguno» (v. 3) donde la muerte compensa el dolor patrio con el daño ajeno: «al cielo, ay madre España, en dolor nuestro, / mas en tu daño, ay ciega Ingalaterra» (vv. 13-14).

  • 33 «Paréceme que se puede decir por los que hacen esto lo que se dijo por los que escribían junto vers (...)
  • 34 Cervantes lo formula mejor que nadie: «tu fama en sus escritos dilatada / ni olvido o tiempo o muer (...)
  • 35 Pittel, 2011, p. 372.
  • 36 Id., p. 371.

22El Elogio, compuesto en una prosa más histórica que literaria, se ve interrumpido, pues, por tres grupos de poemas. Como es sabido el prosímetro no gozó de aceptación en los Siglos de Oro, en especial desde el punto de vista de los teóricos. Es cierto que algunos tipos de novela (la pastoril, la bizantina y la novela corta) sí desarrollan de facto una poética donde conviven poemas (muy abundantes en el primer caso, tanto que algunas de las novelas pastoriles pueden ser consideradas auténticos cancioneros) y textos en prosa. Las relaciones entre unos y otros textos obedecen a diferentes funciones, como explica Pittel. En el caso del elogio de Mosquera de Figueroa llaman la atención varios factores: 1) la expresa opinión negativa de Fernando de Herrera33; 2) la mezcla nada usual de prosa y verso en un género narrativo pero no novelesco, como es el panegírico, género que habitualmente prefiere el verso; 3) la incorporación de poemas de otros autores (de hecho, de los catorce poemas solo dos son de Mosquera, que prefiere que la falta de otra paternidad sirva como prueba de la suya). Los catorce poemas desempeñan varias funciones, como la celebración épica en los dos primeros grupos y como la victoria sobre el tiempo y la muerte en el último. Se trata de descansos líricos y épicos, que detienen momentáneamente el flujo de la narración y los datos, para levantar un monumento que exalte los éxitos del héroe. Frente a la novela aquí desaparecen algunos juegos, como el del personaje que canta o recita y el que escucha, pero los roles básicos de prosa y poesía se mantienen: la prosa para el relato, para la recepción de los hechos documentados, para los números, también para el elogio, pero la poesía para la celebración y la exaltación, para vencer al tiempo34, para elevar lo que el relato cuenta. Además, con las limitaciones apuntadas, «les pièces en vers possèdent, par ailleurs, une vertu conclusive»35. Sin duda en Mosquera de Figueroa ha pesado otra idea general relativa a la poesía, no tanto como para componer un poema épico, que requiere mucho aliento para trazar cientos o miles de octavas reales, pero sí para valerse de los valores generalmente compartidos sobre el sentido de la palabra poética: «Considérée comme meilleure imitatrice que la prose parce qu’on lui attribue conventionnellement le privilège du langage imagé par le recours aux figures de style, la faculté de jouer avec le signifiant et l’apanage du rythme, seule la poésie permet de retranscrire au plus près la beauté d’un paysage, l’émotion divine ou un sentiment humain»36. Se adentra así Mosquera en una innovación técnica muy consciente y muy visible, apoyado sin duda por esa práctica del derecho y la literatura, por esa unión de los hechos probados y rigurosos con la exaltación que solo proporciona la poesía. Los elogios son en verso, pero en este caso el rigor del historiador, la credibilidad, la exigencia de veracidad del juez pueden sobre el afán poético y se concilian en el prosímetro y en la poliautoría, en un homenaje poéticamente colectivo.

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Bibliografía

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Notas

1 Mosquera de Figueroa, Breve compendio de disciplina militar, f. 152v. He manejado dos de los ejemplares de la BNE: U/9522 y U/105558.

2 Askins, 1988; León Gustà, 1999; González-Barrera, 2011.

3 Pittel, 2011; Díez, 2015.

4 Montoto, 1941, p. 298.

5 Fue discípulo de Mal Lara, «no inferior a los mayores», Pacheco, Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, p. 185; Escobar Borrego, 2010.

6 Prieto, 1987, p. 521.

7 Núñez Rivera en su ed. de la Paradoja en loor de la nariz muy grande de Mosquera de Figueroa, 2010, p. 115.

8 Pacheco, Libro de descripción […], p. 186.

9 Núñez Rivera, 2009, p. 731.

10 León Gustà, 1999. Askins (1988) localiza dos impresos, de tamaños distintos, sin impresor ni año, con este título: El conde Trivulcio, caballerizo mayor de la Emperatriz, pidió al excelentísimo marqués de Santa Cruz su retrato y armas, por orden de la Majestad del Emperador Rodolfo segundo de Alemania y Rey de Bohemia y de Hungría. Y a esta ocasión se hizo el presente elogio o comentario. Supone Askins que pudo publicarlos Antonio Ribeiro en Lisboa en 1586 (p. 63). «Los dos ostentan las armas del marqués en la portada e incluyen un grabado del gran retrato del Almirante que había pedido el conde Trivulcio (obra realizada por Felipe de Liaño en 1584); el motivo declarado era celebrar dicho retrato» (p. 62). León Gustà, 1999, formula una hipótesis sobre la edición de 1586 que la deja fuera del control de Mosquera de Figueroa.

11 Sobre los retratos en miniatura y, en especial, sobre el más destacado cultor de este tipo de pintura en España —Felipe de Liaño, conocido en la época como “el pequeño Tiziano”—, cabe remitir a la tesis doctoral de Julia de la Torre Fazio, 2009, pp. 146-157. Se mencionan aquí los retratos de Mosquera de Figueroa y el retrato perdido del marqués de Santa Cruz.

12 Con 17 versos de «Hércules Stroza», Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 272.

13 León Gustà, 1999. El elogio también parte de un retrato y cita 10 versos de Ercilla, 4 de Garcilaso y un soneto del duque de Medinaceli, Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, pp. 277-289.

14 León Gustà, 2004.

15 León Gustà en su ed. de las Poesías completas de Mosquera de Figueroa, 2015, p. 24.

16 Núñez Rivera en su ed. de la Paradoja en loor de la nariz muy grande de Mosquera de Figueroa, 2010, p. 115.

17 León Gustà en su ed. de las Poesías completas de Mosquera de Figueroa, 2015, p. 20.

18 Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 109.

19 Núñez Rivera, 2009, p. 731.

20 Pacheco, Libro de descripción […], 1985, pp. 185-186.

21 Luego vuelve a ser mencionado, como autor de un libro (f. 5v). También Juan de Horbina es citado en varias ocasiones en el libro, una de ellas como «capitán» (f. 55v).

22 A «la elocuencia de los historiadores y los elogios de los poetas, que se hallan sembrados en sus obras heroicas y los panegíricos y versos mélicos [...] así en loor de la guerra como de los famosos capitanes que se señalaron en ella» (f. 2 r).

23 Bravo García, 1984, p. 230.

24 León Gustà, 1999.

25 Puede verse un grabado de tal retrato perdido y una copia de la pintura, hecha en el siglo xix, en la tesis doctoral antes citada.

26 O’Donnell y Duque de Estrada, 2009, p. 457.

27 « [...] y como todos los que tratan en particular de las cosas de este reino son muy cortos y poco diligentes, como se muestra por algunas historias, pasarase este olvido con otros que hay en ellas» (f. 156v).

28 «La presunción del Bárbaro Africano», Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 163.

29 O’Donnell y Duque de Estrada (2009) anota textos de Lobo Lasso de la Vega, Góngora y Lope.

30 El «soneto a la victoria» amplía su título: «Soneto a la victoria que el primero marqués de Santa Cruz hubo contra don Antonio que rompió la armada francesa que iba a la Tercera» (Mosquera de Figueroa, Obras I: Poesías inéditas, p. 162). Juan Venegas es citado en varias ocasiones en la primera parte del Breve compendio, y es «teniente de capitán general de artillería» (f. 46v).

31 Sobre la relación entre “retrato” y “panegírico”, puede verse el reciente estudio de Jesús Ponce Cárdenas (2017). Allí se descubre cómo la fuente del elogio escrito por el erudito caballero sevillano (Retrato panegírico del conde duque de Olivares) es una versión muy cercana de un modelo del autor partenopeo (Ritratto panegirico del duca di Savoia).

32 Lara Garrido, 1994, p. 141.

33 «Paréceme que se puede decir por los que hacen esto lo que se dijo por los que escribían junto verso y prosa: que eran dos veces sin juicio, porque es mezcla mal considerada y ajena a la prudencia y decoro poético, y grandemente huida y abominada de todos» (Pittel, 2011, p. 25: «cette opinion s’inscrit au rang des vérités générales»).

34 Cervantes lo formula mejor que nadie: «tu fama en sus escritos dilatada / ni olvido o tiempo o muerte la consuma» (vv. 13-14, f. 178r). Mosquera afirma que Ercilla prefirió el «verso heroico» para que fuese «más universal esta forma escrita, cuanto lo es más la poesía que la historia, porque con el verso muestran los poetas la grandeza, esplendor, erudición y afectos que nos enseñan, deleitan y mueven los ánimos» (Obras I: Poesías inéditas, p. 287).

35 Pittel, 2011, p. 372.

36 Id., p. 371.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

J. Ignacio Díez, «Un prosímetro panegírico de Cristóbal Mosquera de Figueroa: el Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán»Criticón, 132 | 2018, 71-84.

Referencia electrónica

J. Ignacio Díez, «Un prosímetro panegírico de Cristóbal Mosquera de Figueroa: el Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán»Criticón [En línea], 132 | 2018, Publicado el 10 julio 2018, consultado el 08 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/3803; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.3803

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Autor

J. Ignacio Díez

J. Ignacio Díez es Catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid. En varias ocasiones ha sido Visiting Scholar y Visiting Professor en la Universidad de California en Berkeley (USA). Se ocupa de distintos temas de la literatura áurea y del siglo xx (la literatura erótica, la obra de Miguel de Cervantes, la compleja moral de Baltasar Gracián, el mercado editorial y el canon).
igdiez@ucm.es

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