- 1 Guillén de Ávila, Panegírico…. El texto ha sido objeto de un reciente estudio, todavía inédito, Mag (...)
- 2 El punto de partida deberá ser Le Gentil, 1981, pp. 421-437, y las observaciones de Cátedra, 1997.
- 3 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 18r-26v.
1Los autores del siglo xv ignoran el uso del término «panegírico». El primero en utilizarlo es el poeta Diego Guillén de Ávila, que lo escoge como título para el poema que dedicó a Isabel la Católica, Panegírico en alabança de la más católica princesa, que nos ha llegado en una edición impresa por Diego Gumiel en 15091. Pero si la palabra es nueva, el poema de Guillén de Ávila se asienta sobre una larga tradición de poemas encomiásticos cuatrocentistas de la que todavía no tenemos un estudio de conjunto2. Con objeto de ilustrar esa tradición me propongo analizar un poema encomiástico del propio Guillén de Ávila, escrito algunos años antes que el que dedicó a la soberana e impreso con el regio encomio a comienzos del siglo xvi. Se trata de la Obra compuesta por Diego Guillén de Ávila […] en loor del reverendísimo señor don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo3.
- 4 En lo que sigue me atengo a Franco Silva, 2014; Mirecki Quintero, 1991 y Suárez Fernández, 2013.
2El personaje al que se dedica la composición es uno de los más conocidos e influyentes de la política castellana del siglo xv4. Nacido hacia 1412, Alonso Carrillo pertenecía a la poderosa familia de los Acuña que, a finales del siglo xiv, se había instalado en Castilla, procedente de Portugal. Tras pasar varios años en Italia al servicio de su tío, el cardenal de San Eustaquio, fue nombrado obispo de Sigüenza en 1436, y arzobispo de Toledo diez años después. Desde la sede primada desarrolló una intensa actividad política y militar, primero a favor de don Álvaro de Luna y más tarde, ya durante el reinado de Enrique IV, a favor del infante don Alfonso. Supo moverse con habilidad, y no siempre de manera irreprochable, en la compleja política del momento, que enfrentaba al rey con distintas familias de la nobleza y a estas entre sí. Tras la muerte de don Alfonso proyectó el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón, e inicialmente apoyó la causa de los nuevos reyes. Pero rencores personales y diferencias en el planteamiento político le llevaron a enfrentarse a Isabel y Fernando. Derrotado en sus aspiraciones, terminó reconciliándose con los Reyes Católicos, pero vivió ya apartado de la política hasta su muerte, ocurrida en 1482.
- 5 Moreno Hernández, en su ed. de la Obra poética de Pero Guillén de Segovia, 1989, pp. 65-77.
3Carrillo fue un importante mecenas de las artes y las letras y en torno a él se constituyó un círculo de escritores entre los que se encontraban, entre otros, Gómez Manrique, Antón de Montoro, Juan Álvarez Gato y Pero Guillén de Segovia, padre de Guillén de Ávila5.
- 6 Sigo aquí a Gómez Moreno, en su ed. de Los cuatro libros de los exemplos…, de Sexto Julio Frontino, (...)
4Por razones de edad, las relaciones de Diego Guillén con el arzobispo fueron mucho menos intensas que las de su padre, pero siguió vinculado a su familia y su círculo. Estuvo al servicio del obispo de Pamplona, sobrino de Carrillo, y mantuvo correspondencia con Gómez Manrique. Tradujo el tratado militar de Frontino, los Libros teosóficos, atribuidos a Hermes Trimegisto y, quizá, las Historiae de Herodiano. Su producción original incluye, además de los poemas encomiásticos a la reina y el arzobispo, una Égloga interlocutoria6.
- 7 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 18r.
- 8 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 18v, 19v, 21v, 24v.
5El poema en loor de Alonso Carrillo va precedido por unas coplas del obispo de Pamplona, sobrino del arzobispo y llamado también Alonso Carrillo, en las que pide a Diego Guillén que escriba un elogio de su tío, recién muerto. El poeta le contesta con una carta en prosa, fechada en Roma a veinte de diciembre de 1483, en la que acepta la propuesta del prelado. Después de sugerir que sus palabras no podrán estar a la altura de los hechos del arzobispo, recurre a un argumento menos convencional: si el poema no puede hacer justicia a su protagonista no es solo por falta de aliento poético sino también por la insuficiencia de las fuentes: «la ocasión fue estar tan lexos de España, adonde no he podido de sus grandezas ser más informado»7. Sigue un breve argumento de la obra en el que Guillén de Ávila reitera su propósito de perpetuar el recuerdo del arzobispo muerto y sus hazañas; y a continuación comienza el poema explícitamente dividido en cuatro partes8:
6– «Primera parte del tiempo de su muerte». Tiene un carácter claramente proemial. Tras nuevas protestas de humildad por parte del poeta y de la invocación al Dios cristiano, el autor finge que oye una multitud de voces que lamentan la muerte del arzobispo. En un par de estrofas hace un rápido elogio de las virtudes y de las armas y linaje de Carrillo, y prorrumpe en una «exclamación contra Fortuna» en la que le reprocha haber privado a Castilla de uno de sus principales valedores.
7– «Segunda parte en la cual se trata del infierno». Apenas ha terminado su queja contra la Fortuna, el poeta se siente arrebatado al infierno. Describe el escenario, los ríos infernales, los jueces del Más Allá y algunas de las penas de los condenados. Súbitamente se le aparece Dante que enumera los principales pecados que se castigan en el infierno y que actuará como guía en las páginas siguientes. A continuación los dos peregrinos recorren rápidamente el purgatorio, al que solo se dedican tres estrofas.
8– «Tercera parte de la Fama, y aquí dize aver visto al arzobispo fuera del purgatorio». Siempre acompañado por Dante, Guillén llega a los Campos Elíseos, y aquí tiene un primer encuentro con el arzobispo, quien le recuerda la vinculación que tuvo con su casa el padre del poeta, Pedro Guillén de Segovia. La figura del prelado se desvanece en el aire y los dos poetas continúan su camino hasta la silla de la Fama, donde vuelve a aparecérseles el arzobispo. El personaje lleva bordadas en el manto sus hazañas, lo que permite a Guillén dedicar una quincena de estrofas a resumir los acontecimientos fundamentales en la vida de su protagonista. Sigue una larga enumeración de hombres célebres, ordenados, como señalan los epígrafes, en romanos, griegos, troyanos, «assianos», africanos (básicamente cartagineses) y sicilianos; tras lo cual Dante se despide del poeta y este se prepara para ascender al paraíso.
9– «Cuarta parte y última donde el autor se mete en contemplación para sobir al verdadero honor». Llegado al paraíso, el peregrino es acogido, primero, por la Gracia divina y, más tarde, por la doncella Amor de Dios. Ambos se encuentran con una veintena de personajes alegóricos que representan otras tantas virtudes y que cantan las alabanzas de Carrillo. Después de esta visión, el autor se siente de nuevo trasladado a Roma y termina con un breve elogio del obispo de Pamplona.
- 9 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 19r.
- 10 Le Gentil, 1981, pp. 421-437.
- 11 Whinnom, en su ed. de las Obras Completas, III. Poesías, de Diego de San Pedro, 1979, pp. 41-49.
10El poema se presenta, por tanto, como un poema funeral y el propio poeta lo califica, en los versos proemiales, como «elegía»: «Yo quiero escribir en esta mi eligia»9. Esta vinculación entre el encomio y el poema funeral es lo habitual en el siglo xv. Todos los ejemplos que Pierre Le Gentil incluye en el capítulo «Panégyrique» de su estudio clásico corresponden a esta categoría10. Keith Whinnom ha señalado numerosos ejemplos de lo que denomina «el género sencillo»11, pero eso no impide que los más famosos poemas de loor del siglo, desde la Defunsión de don Enrique de Villena hasta El triunfo del marqués de Diego de Burgos, sean, como este, poemas funerales.
- 12 Juan de Mena, Laberinto de Fortuna, c. VII-XV, pp. 210-212.
- 13 Taylor, 1984.
11En otro orden de cosas, el elogio del arzobispo Alonso Carrillo se engasta en una narración alegórica cuyos modelos últimos son, claramente, Dante y Juan de Mena. De Dante procede el recorrido por los tres reinos del Más Allá y la función de guía que asume el poeta, explícitamente comparada con la que Virgilio tiene en la Commedia. De Mena proceden algunos episodios concretos, como la secuencia «maldición contra la Fortuna – el poeta se siente arrebatado al escenario alegórico»12. Aunque no idéntico, coincide también con Mena el procedimiento ecfrástico (en este caso, las bordaduras del manto) para representar las hazañas del personaje13.
- 14 Guillén de Segovia, Obra poética, pp. 349-412. Sobre sus fuentes, Doménech Mira, 1986.
12Pero Guillén de Ávila tuvo que tener presente, sin duda, el poema que su padre había dedicado al arzobispo, «Oíd maravillas del siglo presente»14. Allí Guillén de Segovia imaginaba que el niño Entendimiento le ayudaba a subir una áspera montaña donde se encuentran las siete artes liberales. Cada una de ellas explica su naturaleza, enumera a los hombres célebres que la han cultivado y termina cantando las glorias del arzobispo. El penoso ascenso a la montaña dividida en siete terrazas está tomado del Purgatorio de Dante, aunque el poeta haya sustituido los siete pecados capitales del poema italiano por las siete artes liberales. Al igual que la del purgatorio dantesco, la cima de la montaña de Pero Guillén aparece ocupada por el paraíso terrenal, donde el poeta español se encuentra a las virtudes cardinales y teologales. Guillén de Ávila parece haber construido su poema en parte siguiendo a su padre y en parte oponiéndose a él. De los tres reinos de la Commedia, Guillén de Segovia se fija prácticamente solo en el purgatorio que es, precisamente, el que su hijo omite casi por completo. Pero la idea de colocar un jardín entre el purgatorio y el paraíso procede de «Oíd maravillas del siglo presente», aunque el modelo último sea Dante. Solo que en su deseo de innovar con respecto a sus modelos, Guillén de Ávila sustituye el jardín del Edén por los Campos Elíseos, a los que asigna esta curiosa ubicación como remate del purgatorio y antesala del paraíso.
- 15 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 19v.
- 16 Lausberg, I, 1966, pp. 215-217.
13En esta estructura alegórica, los versos de elogio del arzobispo se encajan con mayor o menor naturalidad. Son relativamente breves en la primera parte y, como era de esperar, desaparecen en la dedicada al infierno. No obstante, ni siquiera aquí el poeta olvida su propósito encomiástico y presenta la dolorosa travesía infernal como una preparación necesaria para llegar a ver al arzobispo. Dante la promete que al final del viaje verá a Carrillo en el paraíso, y el poeta responde: «Si me certeficas de ver esta fiesta/ daré mis trabajos por bien empleados»15. Pero es en la tercera parte y en la cuarta donde el poema cumple más claramente su propósito de alabanza, aunque lo hace de formas muy diferentes. Sintetizando las teorías clásicas sobre el elogio (básicamente Quintiliano y Hermógenes), Lausberg distingue dos formas fundamentales de plantearlo: una dispone cronológicamente los hechos más relevantes de la biografía del personaje; otra, más conceptual, elogia en él las diferentes virtudes, bien de forma genérica, bien ejemplificándolas con sus hazañas16. Aunque con matices, Diego Guillén se atiene al esquema más narrativo en la tercera parte y al planteamiento más conceptual y genérico (por virtudes) en la cuarta. Pero conviene ver con detenimiento cada uno de estos elogios.
- 17 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 19r.
14Enterado de la muerte del arzobispo, Guillén esboza un elogio del prelado que define ya, de manera muy sintética, la personalidad del personaje, mitad hombre de armas, mitad hombre de Iglesia17:
Muy gran religioso con los religiosos
y esfuerço do estavan los más esforçados;
espejo de todos los otros perlados,
de muchos hidalgos el sostentamiento.
- 18 Gómez Manrique, Cancionero, pp. 310-312.
15El binomio religión-valentía (o prelados-hidalgos) es característico en los elogios del arzobispo. Así, Gómez Manrique comienza unas estrenas dirigidas al personaje18:
Espejo de los perlados,
la flor de los cavalleros,
pilar de los verdaderos,
capitán de los osados.
- 19 Pulgar, Claros varones de Castilla, p. 181
16Según veremos, también el padre del poeta, Pero Guillén de Segovia, se suma a ese doble elogio de Carrillo; y sobre ese esquema construye Diego Guillén la tercera y la cuarta parte de su poema. Pero no todos encontraban tan natural la belicosidad del personaje. Fernando de Pulgar probablemente recogía una opinión generalizada cuando escribe: «Era grand trabajador en las cosas de la guerra e […] era desamado de muchos por ser belicoso, seyendo obligado a religión»19. Así que, pese a lo que dijeran los partidarios del arzobispo (y lo eran Gómez Manrique, Guillén de Segovia y Guillén de Ávila), muchos veían la excesiva inclinación de Carrillo hacia las armas como incompatible con su condición eclesiástica, «seyendo obligado a religión». Quizá la propia insistencia en la doble faceta del personaje obedeciera al objetivo propagandístico de combatir a quienes cuestionaban su legitimidad.
- 20 Lausberg, I, 1966, p. 215; Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 19r.
17A continuación el poeta se atiene a las convenciones del género y comienza el encomio de su personaje alabando su linaje20:
Aquel que traía dorado el castillo
por armas, y era de ilustres alcuñas,
de los Albornozes, Pereiras, Acuñas
y del generoso solar de Carrillo.
- 21 Son los versos 41-64 de la obra en López de Mendoza, Obras completas, pp. 165-166.
- 22 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 8r.
- 23 Gómez Redondo, 2007, p. 2061.
18Esta presentación heráldica del personaje no es frecuente, aunque tampoco excepcional, en la poesía anterior a 1480. Así, por ejemplo, en la Comedieta de Ponça del marqués de Santillana, las tres protagonistas femeninas aparecen identificadas por sus escudos, y la rúbrica indica explícitamente «Blasón de armas»21. El procedimiento es habitual en Guillén de Ávila, que volverá a identificar heráldicamente al personaje en su elogio de Isabel la Católica22. Esa preocupación por la heráldica deberá relacionarse con «el auge de los tratados genealógicos» en la época de los Reyes Católicos23, muy frecuentemente unidos al estudio de los blasones. Baste recordar a Pedro de Gracia Dei y su Blasón general y nobleza del universo, o incluso obras en verso de la misma naturaleza y del mismo autor como las Coplas de Gracia Dei en loor de algunos linajes de Castilla.
19El primer elogio del arzobispo se detiene aquí y el poeta no lo retomará hasta la tercera parte del poema.
- 24 Guillén de Segovia, La Gaya Ciencia, p. 2. Retoco ligeramente la ortografía. Con buenas razones, so (...)
20Junto a la silla de la Fama, el poeta se encuentra a Carrillo que lleva bordada en el manto la historia de su vida. Mediante ese procedimiento, Guillén de Ávila presenta de nuevo el linaje del personaje (aunque esta vez sin referencia a sus blasones) y se detiene en los principales acontecimientos de su vida: seis estrofas se dedican a sus victorias militares; otras seis «narran cosas de magnificencia», según aclara el epígrafe; las dos últimas, «en la governación», se centran en el arzobispo como prelado. Si se prescinde del apartado central (el dedicado a cosas de magnificencia, sobre el que luego volveré) encontramos de nuevo el esquema doble, milicia e Iglesia, que se apuntaba en la primera parte. El modelo aquí son los Hechos del arzobispo que había escrito Pero Guillén de Segovia. En el proemio a La Gaya Ciencia, Guillén de Segovia había incluido una biografía en prosa del arzobispo, estrechamente relacionada con su poema «Oíd maravillas del siglo presente», hasta el punto de que el autor presenta el texto en prosa como un comentario al poema: «Y será esto como comento o declaración de la otra primera obra que desta materia a vuestra señoría se fizo en metro»24. El núcleo de la obra en prosa lo constituye el minucioso relato de las hazañas más notables del arzobispo, numeradas por el propio autor del 1 al 16. A continuación, Guillén de Segovia relata, de forma aún más pormenorizada, la victoria conseguida por Carrillo en Canales en 1474. Varias de esas hazañas aparecen también en «Oíd maravillas del siglo presente», aunque en un orden distinto y relatadas de forma diferente. Por otra parte, la narración en prosa incluye dos hechos de armas (el cerco de Perpiñán y la victoria de Canales) que el poeta excluye de su relato en verso.
- 25 Guillén de Segovia, La Gaya Ciencia, p. 22.
- 26 Guillén de Segovia, La Gaya Ciencia, p. 22.
21Las quince primeras hazañas de los Hechos corresponden a triunfos militares o políticos del personaje, que el autor resume así al cerrar la enumeración25: «Y ansí vuestra señoría […] se quiso oponer a tales y semejantes cosas y peligros trocando […] el hábito pontifical y roquete en armas vituriosas». La hazaña número 16 está dedicada al Concilio de Aranda de 1473 en el que Carrillo inició una reforma del clero que precede y prepara la de Cisneros. Guillén de Segovia introduce ese relato de la siguiente forma26: «Bolvamos agora, reverendísimo y excelente señor, el rudo cálamo a la otra parte de la juredición eclesiástica y al exercicio y continuación de aquella». De manera que el autor divide claramente su exposición en dos partes: una, dedicada a «las armas victoriosas», y otra a la «jurisdicción eclesiástica». Parece indudable que esa estructura está en la base del poema de Guillén de Ávila. La semejanza es más clara si se tiene en cuenta cuáles son los hechos que relata Guillén de Segovia en su obra en prosa y los que menciona su hijo:
Hechos en prosa de G. de Segovia
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Poema de Guillén de Ávila
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1. Villa de Berlanga 2. Castillo de Alcorlo 3. Castillo de la Riba 4. Villa de Torija 5. Liberación de Utrilla 6. Fortaleza de Vado del Rey 7. Soltura del infante don Alfonso 8. Farsa de Ávila (Acto de cuando se alçó el rey don Alfonso por rey) 9. Villa de Peñaflor 10. Huete 11. Destroço de Tudela 12. Segunda batalla de Olmedo 13. Villa de Molina y Torre de Aragón 14. Casamiento de la señora princesa 15. Socorro de Perpiñán Cerco de Canales
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Villa de Berlanga Castillo de Alcorlo Castillo de la Riba Villa de Torija Falta Falta Falta Falta Tudela Huete Peñaflor Villa de Molina Segunda batalla de Olmedo Bodas de Isabel y Fernando Socorro de Perpiñán Cerco de Canales
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22No hay ni un solo acontecimiento relatado en el poema que no esté en los Hechos. Para cada uno de esos hechos el poema ofrece una información muy escueta y solo en una ocasión ofrece un detalle que no coincide con el relato en prosa. Tras relatar cómo Carrillo conquistó Berlanga, el poeta aclara que el arzobispo devolvió la villa a su hermano: un detalle que no aparece en la versión de su padre.
- 27 La expresión es de Benito Ruano, 1968, p. 525.
- 28 Sobre las dudas acerca de la legalidad de la deposición, incluso en el bando enriqueño, Nieto Soria (...)
23Si el poema de Guillén de Ávila añade poco a los Hechos del arzobispo escritos por su padre, sí suprime, en cambio, cuatro de las hazañas de la obra en prosa, las que llevan los números 5, 6, 7 y 8. La supresión de las dos primeras se explica probablemente por la escasa relevancia de los acontecimientos. La liberación de Utrilla y de Vado del Rey son meros «corolarios episódicos»27 del cerco de Torija, que Guillén de Ávila sí mantiene en su poema. La supresión de los dos episodios siguientes —la liberación del infante don Alfonso y la farsa de Ávila— obedecen a motivos de índole mitad artística, mitad ideológica. Guillén de Ávila quiere ilustrar la grandeza militar del arzobispo y los dos episodios relacionados con don Alfonso no son victorias militares sino políticas. Es cierto que más adelante el poeta recuerda el papel decisivo desempeñado por Carrillo en el matrimonio de Isabel y Fernando, pero era casi obligado recordar a los nuevos monarcas que el arzobispo había sido el principal artífice de su matrimonio. Don Alfonso, en cambio, era ya cosa del pasado y la referencia a los acontecimientos políticos en los que había sido protagonista pasivo podían suprimirse en aras de la coherencia del elogio. Sin contar con que al menos uno de esos dos acontecimientos, la farsa de Ávila, era de una legalidad más que dudosa28, por lo que sin duda era prudente pasarla por alto. De hecho, en el momento de los acontecimientos, el papa había reprochado a Carrillo que se levantara contra Enrique IV, al que en la curia papal se seguía considerando el monarca legítimo. Escribiendo desde Roma, y aunque habían pasado más de diez años, Guillén tenía un motivo más para omitir los manejos políticos del arzobispo.
- 29 Para la datación de los hechos me valgo de Benito Ruano, 1968 y de Palencia, 1998-1999, con las cor (...)
24Más difícil resulta explicar los cambios en el orden que presenta el texto poético. Conviene señalar que solo en un caso la secuencia de Guillén de Ávila está más cerca de la realidad histórica que la de su padre, mientras que en los demás es este quien se atiene a la secuencia cronológica29:
Realidad histórica
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Hechos
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Guillén de Ávila
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1. Peñaflor (3 de julio 1465) 2. Molina (julio-noviembre 1465) 3. Huete (finales 1465) 4. Tudela (verano 1467) 5. Segunda batalla de Olmedo (agosto 1467)
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Peñaflor Huete Tudela Olmedo Molina
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Tudela Huete Peñaflor Molina Olmedo
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- 30 Cátedra, 1989, p. 42.
- 31 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 22v.
25Guillén de Segovia mantiene la secuencia de 1-3-4-5, pero sitúa los hechos de Molina, ocurridos en 1465, detrás de la segunda batalla de Olmedo, de 1467. Guillén de Ávila mantiene correctamente la secuencia cronológica 1-2-5, pero saca de su lugar los acontecimientos de Huete y Tudela (números 3 y 4) para anteponerlos a los demás. Me inclino a pensar que esos desplazamientos obedecen a motivos de índole poética (por ejemplo, la necesidad de agrupar dos hechos secundarios en una misma estrofa, aunque no sean sucesivos). En cualquier caso, hay una voluntad de mantener la secuencia cronológica, por más que en algunos casos se altere por motivos artísticos. Pedro Cátedra observó que el poema en honor de Isabel la Católica podría incluirse dentro de la historiografía en verso de la época de los Reyes Católicos30, y la observación es válida, aunque en menor medida, para estos versos. Aunque aquí la narración es mucho menos pormenorizada que en el otro poema, o en el de Juan Barba, ya que estos versos en elogio del arzobispo nunca dedican más de una estrofa a cada acontecimiento histórico y, con frecuencia, se limitan a una alusión en un par de versos: «y cómo por fuerça tomó a Peñaflor,/ a quien mucha gente muy poco defiende»31.
26Como ya he apuntado, el poema de Guillén de Segovia «Oíd maravillas del siglo presente» llega solo hasta el matrimonio de los Reyes Católicos de1469, en tanto que el texto en prosa incorpora el relato de los cercos de Perpiñán y Canales de 1473-1474. El poema de Guillén de Ávila incluye también estos dos acontecimientos, pero se detiene en ellos y no añade ninguno posterior. Escritos ocho años después de la biografía de su padre, los versos de Diego Guillén bien podían haber relatado otros hechos de armas de su protagonista. ¿Le faltaba al poeta información, como él mismo argumenta en la dedicatoria? Parece que se trata de una excusa retórica y es mucho más probable que la razón fuera otra. Desde 1474 el arzobispo había roto su antigua amistad con los Reyes Católicos y se había enfrentado a ellos por lo que, para no irritar a los vencedores, convenía mantener en silencio esa última etapa de la vida política y militar del arzobispo.
- 32 Mirecki Quintero, 1991, p. 66.
27La hazaña número 16 de Guillén de Segovia es el Concilio de Aranda, que es también el primer acontecimiento correspondiente a la «jurisdicción eclesiástica» que recoge Guillén de Ávila. Solo que aquí no hay inconveniente en relatar lo ocurrido en los años finales de la vida del prelado y el poeta añade una estrofa dedicada a la Junta de teólogos que Carrillo mantuvo en Alcalá en 1479 en la que se condenaron las doctrinas heréticas de Pedro de Osma32.
28En cualquier caso, solo dos estrofas y dos acontecimientos relacionados con la actividad eclesiástica de Carrillo frente a las seis que se dedican a su vida militar. Esa diferencia estaba ya en Guillén de Segovia (quince hazañas político-militares frente a una eclesiástica) y altera en la práctica el equilibrio que buscaba el poema entre las dos facetas de Carrillo.
- 33 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 22v.
- 34 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 18v.
- 35 Aristóteles, Ética a Nicómaco, pp. 56-58 (1122a-1123b).
- 36 Díez Yáñez, 2015, pp. 15, 199, 234, etc.
- 37 López de Mendoza, Obras completas, p. 282.
29Entre el elogio militar y el eclesiástico del personaje se incluyen los versos dedicados a lo que el propio poeta llama «cosas de magnificencia»33. El concepto parece esencial en la ideología del autor y en su elogio del arzobispo. Ya en la carta al obispo de Pamplona, Guillén había expresado su devoción hacia Carrillo, no solo por la protección que había dispensado a su padre, sino porque «sus magnificencias fueron tales que […] a cuantos las oyeron aficionaron». Y unas líneas más adelante, en el «Argumento de la obra» indica que se propone narrar «algunas cosas especiales que su señoría así en las cosas de la guerra como en magnificencias obró»34. Después, en las estrofas que nos ocupan, el concepto vuelve a aparecer: «Allí están escritas con letras de oro/ sus magnificencias en mucha estrañeça» y «que sufren las leyes de magnificencia». Conviene detenerse, por tanto, en el concepto para ver cómo funciona en el poema. La idea procede de Aristóteles quien en la Ética a Nicómaco señala que la magnificencia es una virtud semejante a la liberalidad, pero mientras que esta regula los pequeños gastos, la magnificencia se relaciona con los grandes35. Directamente o a través de Santo Tomás, la idea aristotélica alcanzó una notable difusión entre la aristocracia castellana, tal como ha mostrado Díez Yáñez en un trabajo reciente36. A los numerosos tratados y textos doctrinales que recoge la autora, podrían añadirse varios textos poéticos en los que se recurre concepto. Así, el marqués de Santillana hace decir a la Fortuna en su diálogo con Bías37:
Las riquezas son de amar,
ca sin ellas grandes cosas
magníficas nin famosas
non se pueden acabar. […]
E por ellas fabricados
son los templos venerables […]
nin sin ellas se farían
larguezas nin beneficios.
30Vale la pena detenerse en el tipo de gastos a los que se refiere Santillana, quien siguiendo una larga tradición aristotélica, relaciona la magnificencia con la construcción de grandes edificios públicos o, medio cristianizando la idea, de «templos venerables». No puede considerarse casual que Guillén de Ávila dedique dos estrofas a los edificios construidos por el arzobispo:
Está conoscida allí su intención
muy limpia y entera, católica, sana,
en sus edificios de gran perfeción
do ‘stá aquella claustra que hizo en Lupiana […].
- 38 Díez Yáñez, 2015, p. 197.
- 39 Pulgar, Claros varones de Castilla, pp. 179-180.
- 40 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 22v.
31Las otras obras del arzobispo a las que se refiere Guillén de Ávila son «las fiestas que hizo al legado» y «las fiestas que hizo a aquella embaxada de los borgoñones». Hacer grandes gastos «en beneficio de personas dignas de honra» es precisamente una de las características del magnífico, según aclara Egidio Romano, siguiendo a Aristóteles38. El poeta utilizaba, por tanto, el concepto con pleno conocimiento de causa y lo aplicaba de forma muy segura siguiendo una larga tradición filosófica y poética. Pero en el caso del arzobispo el ideal de magnificencia resultaba más útil que nunca. Carrillo gastó siempre más allá de sus posibilidades y a su muerte estaba totalmente empobrecido. Fernando de Pulgar recoge una crítica general cuando sugiere que el prelado utilizaba el dinero de una forma irresponsable39: «Era ombre franco e […] siempre dava a cualquier que le demandava, porque no sofría que ninguno se partiese dél descontento. E por cierto la dádiva fecha con deseo de fama e non con pensamiento de razón, más se puede decir mal fecho que buen pensamiento». Carrillo, por tanto, gastaba de forma inadecuada, movido por la ambición y el orgullo más que «con pensamiento de razón». En las líneas siguientes, Pulgar se permite una reflexión sobre la liberalidad como término medio entre la avaricia y la prodigalidad: «Verdad es que ni nuestra benignidad se debe tanto cerrar que sea dura la comunicación de nuestros bienes, ni tanto abrir que con prodigalidad se derramen». En el contexto estas consideraciones constituyen un ataque al arzobispo, que «gastando mucho y deseando gastar más, murió pobre y adeudado en la villa de Alcalá». Guillén de Ávila debía de tener en mente críticas como estas cuando escribe40:
Con dádivas grandes passó la licencia
que a los liberales permiten autores,
queriendo hazer los gastos mayores
que sufren las leyes de magnificencia.
- 41 Universidad de Navarra, Summa Theologiae I-II, q. 64 a.1, arg. 2.
32Los versos iniciales señalan de forma inequívoca que Carrillo gastó más de lo que permite el término medio virtuoso de la liberalidad y se aproximan, por tanto, al menos en apariencia, a las críticas de Pulgar. Menos claro es el final de la estrofa, que permite dos lecturas diferentes. Podría entenderse que se trata de una frase comparativa: «quiso hacer gastos mayores de lo que permiten (incluso) las leyes de la magnificencia». El texto contendría, por tanto, una crítica al arzobispo que se habría excedido en sus gastos. Más natural parece una segunda interpretación, que tome la frase final como oración de relativo y no como comparativa: «quiso hacer gastos mayores, esos gastos que toleran las leyes de la magnificencia (aunque no las de la liberalidad)». Si esa segunda lectura es la correcta, y me parece que lo es, García de Ávila estaría utilizando el concepto de magnificencia para justificar a su personaje. Ya Santo Tomás había observado que la noción de término medio virtuoso es muy difícil de aplicar a la magnanimidad, que por definición se relaciona con los grandes gastos. Y aunque finalmente terminaba por rectificar esa idea, admitía que lo que era un extremo vicioso desde el punto de vista de la liberalidad podía no serlo desde el de la magnificencia41.
33De manera que el enorme relieve que adquieren las «cosas de magnificencia» en el poema de Guillén de Ávila, y la precisión con la que las define el autor, no son solo un topos encomiástico utilizado por simple inercia, y ni siquiera un alarde de saber filosófico. Son el elogio de uno de los rasgos más característicos del prelado y un argumento defensivo para desarmar las críticas dirigidas contra él y contra su peculiar relación con el dinero.
- 42 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 25r.
- 43 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 26r.
34Una vez que ha abandonado los Campos Elíseos y el trono de la Fama, el poeta sube al paraíso y allí ve dos puertas por las que entran los bienaventurados, una destinada «a los perlados con la clerezía», y otra a «los que bien usaron de cavallería»42. El arzobispo entra por la primera y es muy bien recibido por los que están en el interior. Pero la doncella Amor de Dios lo saca de allí y le hace entrar por la otra puerta, diciéndole: «Mas sabe que vienes como cavallero/ a ‘ntrar en la Gloria d’ aqueste reposo»43. La doble cara del personaje, y la naturaleza dual del poema, tienen aquí una nueva formulación. Solo que el aspecto profano de la actividad de Carrillo se presenta de forma más matizada que en otras ocasiones, porque Amor de Dios le hace vestir la toga, lo que indica que quiere destacarse la actividad política, más que la militar del personaje.
- 44 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 25v.
35A las dos puertas le corresponden diferentes virtudes. A la clerecía le corresponden once: Penitencia, Obediencia, Constancia, Sobriedad, Concordia, Misericordia, Clemencia, Templanza, Fe y Esperanza. Fiel a la realidad histórica, Guillén de Ávila matiza muy hábilmente la acogida favorable que tres de estas virtudes dispensan al arzobispo44. Por un lado, la Castidad recuerda que no siempre la respetó como debía:
Y dixo: «Aunque tú en la mocedad
contra mis leyes herraste vencido,
tu gran observancia después t’ a sobido
aquí do no falta jamás claridad».
- 45 Insiste en ese contraste la Vita et processus… de 1506.
36Pero quizá el reproche no fuera tan grave como parecía a simple vista. El motivo de juventud pecaminosa-madurez virtuosa corresponde a numerosas vidas de santos. Sin contar con el precedente de San Agustín, algún prelado menos distante en el tiempo, como Santo Tomás de Canterbury, había tenido también unos años juveniles de frivolidad para cambiar luego radicalmente de actitud45. Más difícil era armonizar la conducta belicosa de Carrillo con la virtud de la Concordia, así que el personaje alegórico correspondiente tiene que buscar una justificación:
Pues qu’ en el mundo la triste discordia
en tanta manera sé que aborrecías,
y si cuistiones algunas sofrías
era por dar sosiego en las tierras.
37Finalmente, la sobriedad explica los grandes banquetes del arzobispo en nombre de la franqueza:
Sube a esta grada, que as bien ganado,
maguer qu’ en tu plato mostrases grandeza,
ca más lo hazías con pura franqueza
que no porque fuesses a sus vicios dados.
38Como el concepto de magnificencia en la tercera parte, el de franqueza en esta justifica la vida suntuosa del arzobispo, que no empaña su sobriedad ni siquiera con los grandes festines. La estrategia del encomio es aquí muy hábil, pues en lugar de ocultar las conductas del arzobispo susceptibles de crítica, empieza por reconocerlas para encontrarles a continuación una disculpa. La andadura sintáctica de las tres estrofas subraya esa estrategia, pues todas ellas comienzan con una construcción concesiva («aunque; si…fue por; maguer») que la frase principal invalida o rescata.
39A la puerta de los caballeros corresponden Humildad, Equidad, Nobleza, Liberalidad, Paz, Prudencia, Justicia, Verdad y Fortaleza. La Caridad cierra la enumeración, y es difícil saber si lo hace como virtud de los caballeros o como una suerte de cifra en la que se encierran todas las demás virtudes, tanto las clericales como las caballerescas.
- 46 Guillén de Ávila, Panegírico…, f. 18v-19r.
40El género del encomio se mueve entre la narración histórica y su trasfiguración literaria. En el poema de Diego Guillén, a la primera le corresponden, sobre todo, las estrofas encomiásticas de la tercera parte y, en menor medida, el retrato del arzobispo de la cuarta. La ambición literaria se expresa en la estructura alegórica y en un registro verbal muy elaborado, lleno de alusiones clásicas y de términos cultos. Guillén era muy consciente de esa dualidad y la expresa desde el comienzo del poema. Siguiendo un modelo repetido hasta la saciedad, el poeta especifica el momento de la muerte del arzobispo mediante una compleja perífrasis astronómico-mitológica, precedida por un epígrafe muy claro46:
Tiempo poético
Ya Phebo trastorna por alto hemisperio
sus carros dorados con orden ligera […]
cuando inflamado de rayos estiles
mirava de alto al gran oceano,
rompía la Hada los hilos sotiles
que Lachesis tiene dexados de mano.
41Pero unas estrofas después el rigor cronológico se impone, y el autor introduce una precisión a la que llama
Tiempo católico
Qu’el año de mil, de dos y de ochenta,
passado en el julio ya medio día […]
los cursos y humores con dura porfía
llegaron por fuerça el punto más fuerte
del último siervo metiendo en la muerte
al gran arzobispo que enfermo yazía.
42La diferencia estilística salta a la vista e ilustra de manera casi paradigmática el carácter híbrido del poema, a medio camino entre la narración histórica y el ejercicio de estilo.
43Al binomio poesía y verdad se añade un tercer elemento, la intención encomiástica, que impone una selección, cuando no una distorsión, a los acontecimientos históricos. Guillén de Ávila, por ejemplo, omite los últimos hechos de armas de Carrillo, que podían resultar inaceptables para los nuevos reyes. En cambio, no tiene inconveniente en incluir la Junta de teólogos de Alcalá, que en nada empañaba la conducta del personaje. En otros casos, el poeta no evita los aspectos más discutidos de la conducta del arzobispo, pero justamente para reinterpretarlos de una forma que los disculpa o incluso los glorifica.
44En cualquier caso, la imagen que pretende ofrecer del personaje es doble: la de guerrero y la de prelado ejemplar. Aunque, en principio, ambos aspectos se presentan como equilibrados, lo cierto es que el primero se impone sobre el segundo. En el elogio de la tercera parte, los hechos militares son mucho más frecuentes que las iniciativas de orden eclesiástico; en el destino trasmundano del personaje, su morada última (como acaso él mismo hubiera preferido) es la de los caballeros y no la de los hombres de Iglesia.