Paula JOJIMA. «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán. Bath, Brown Dog Books, 2016. 488 p.
Paula Jojima. «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán. Bath, Brown Dog Books, 488 p.
Texto completo
1Hubo quien, como el Perceval de Chrétien de Troyes y aun como el mismísimo Indiana Jones, dio en buscar el Santo Grial para desvelar el misterio de la vida; otros cruzaron las Indias Occidentales o el corazón de África en pos de El Dorado o las minas del rey Salomón, y por ahí andan todavía Vladimir y Estragon esperando a Godot. Si de literatura hablamos, valgan recuestas memorables que han hecho verter tinta a mansalva, como la autoría del Lazarillo de Tormes o la identidad del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda. Campo ancho hay para buscar enigmas pendientes de resolución en la historia de la literatura o para hurgar los entresijos en la vida, obra y milagros de los autores y de sus textos. Paula Jojima ha ido perfilando el suyo —su campo de pesquisa, entiéndase— hace tiempo, casi veinte años atrás, en el entorno biográfico de Mateo Alemán. Ya en 1998 publicó el ensayo «El Guzmán de Alfarache: en favor o en contra de Pérez de Herrera y su Amparo de pobres» en las actas del congreso Felipe II (1527-1598): Europa y la monarquía católica (Madrid, Parteluz, 1998). Seis años más tarde salió un nuevo trabajo titulado «Aproximación a un intento de identificación del misterioso interlocutor de Mateo Alemán», que se integraba en Memoria de la palabra. Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (Madrid/Frankfurt am Main, Iberoamericana/Vervuert, 2004). El anchuroso libro que reseñamos, «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán, viene a culminar un escrutinio que tiene como objeto el de poner en pie quién fuera el innombrado interlocutor de Alemán en las dos cartas halladas y editadas por Edmond Cros en su Protée et le Gueux. Recherches sur les origines et la nature du récit picaresque dans «Guzmán de Alfarache» (Paris, Didier, 1967).
2A ese desconocido amigo dirigió Alemán esas dos epístolas, la primera de las cuales trataba «de lo hecho cerca de la reducción y amparo de los pobres del reino», mientras que la segunda atendía a un tema de abolengo clásico y recurrente para el pensamiento renacentista, «cuál debe ser la verdadera amistad». La intención inicial y el punto de partida para Paula Jojima no ha sido sino identificar a ese amigo, para, una vez resuelta la cuestión, plantear una lectura alternativa no solo de estas dos cartas, sino de la obra alemaniana en su conjunto. Vaya por delante que, en lo que a la identidad del desconocido toca, la autora se atiene a la creencia tradicional de que el amigo no es otro que Cristóbal Pérez de Herrera, protomédico de las galeras de España.
3Con mimbres entresacados de las biografías de Pérez de Herrera y Alemán, Jojima va planteando en paralelo las circunstancias personales de ambos escritores, entre las que destaca de manera excepcional la relación de mecenazgo y protección con que Rodrigo Vázquez Arce, presidente del Consejo de Castilla, atendió al médico salmantino. De ese vínculo en las altas esferas de la corte habrían nacido los Discursos del amparo de los legítimos pobres y reducción de los fingidos (1598) y su aplicación política como reforma asistencial. Y aquí llegamos al meollo del asunto, pues la autora plantea que dicho Amparo y reforma habrían sido poco menos que un atraco perpetrado contra Mateo Alemán, en particular, y contra el grupo de tacitistas y reformistas sociales, vecinos todos del barrio madrileño de San Martín, entre los que se contaban, además del ingenio sevillano, autores como Alonso de Barros o Francisco Vallés. De ese núcleo de letrados al servicio real habrían nacido una propuesta en torno a la pobreza que Pérez de Herrera hubo de apropiarse sin empacho, adaptándola a sus propios intereses y traicionando el espíritu original. El amigo de las cartas sería, pues, el enemigo en la corte.
4Tras haber asentado como verdad esta lectura, se establecen en el libro dos premisas, cuando menos, problemáticas, pero indispensables para la argumentación que se sigue. La primera de ellas reduce el Pícaro, esto es, el Guzmán de Alfarache, a un mero tratado sobre la asistencia o remedio de pobres, término que Jojima contrapone al de amparo y que se plantearía como una alternativa a la reforma de Herrera. Hasta el mismo San Antonio de Padua, que la autora interpreta como tercera parte del Pícaro, sería la conclusión y el fruto de esa reforma alemaniana con un protagonista totalmente contrario a Guzmán y transformado a la postre en santo. De acuerdo con la segunda premisa, Pérez de Herrera habría utilizado toda su influencia con el poderoso presidente del Consejo de Castilla para impedir que la Primera parte de Guzmán de Alfarache llegara a ver la luz, cosa que, aunque no la consiguiera, le sirvió para retrasar por dos años la impresión del libro. Las razones que movieron a Herrera —y que Jojima afirma haber descubierto— es que el Guzmán encerraba una reforma social opuesta a la suya, al tiempo que contenía referencias en clave a varios episodios oscuros de su vida y, en especial, al posible fraude en los cereales recaudados para la fabricación de bizcocho destinado a las galeras. Aun se añade un tercer elemento, de naturaleza estilística, para corroborar el enfrentamiento real tras la amistosa verbalidad de las cartas, que la estudiosa precisa en el mismo lenguaje: «Es en sí elocuente que Alemán optase por una expresión epistolar tan alambicada en fondo y ampulosa en la forma para dirigirse a un presunto amigo íntimo, contertulio y coparroquiano dedicado al mismo asunto en el que él estaba igualmente volcado. Ello revela una relación incómoda, una crispación afectiva plasmada en una ambigüedad expositiva que invita a la reflexión» (p. 155). Pudiera ser, pero basta leer las Cartas familiares de moralidad de Francisco Vallés (1603), otro autor del entorno, para comprobar que los usos retóricos no varían y que acaso respondan a un estilo propio de esos epistolarios, por más que se apelliden familiares o se remitan entre amigos, pues sus verdaderos destinatarios eran los lectores anónimos.
5A partir de aquí, el resto del estudio se consagra, casi en su totalidad, a identificar e interpretar los pasajes que, en la obra de Mateo Alemán, cupiera entender como reflejo de la enemistad que le unió a Pérez de Herrera. El rastreo alcanza no solo al Guzmán de Alfarache o al San Antonio, sino a la Ortografía castellana y a los Sucesos de don fray García Guerra, que, aun estando impresos Nueva España, serían muestras de una saña trasatlántica. Así Ozmín y Daraja, la novelita morisca inserta en la primera parte del Guzmán, la milagrosa intervención con que san Antonio de Padua salva la vida de Alemán en su visita a las galeras de Cartagena y hasta alguna de las invenciones ortográficas alemanianas no serían sino dardos satíricos lanzados contra Herrera en una clave que hasta hoy nos habría pasado inadvertida. Ateniéndose a esta pauta, Paula Jojima examina la obra completa de Alemán desde un nuevo prisma, cuyo eje gira en torno a esa relación de enemistad aparentemente manifiesta con Cristóbal Pérez de Herrera.
6No cabe la menor duda de que «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán es fruto de años de trabajo, de un concienzudo repaso de los textos alemanianos, de un manejo más que considerable de la bibliografía y de un conocimiento profundo del entorno histórico que rodeó a los dos escritores en cuestión. La lectura planteada resulta, desde luego, novedosa y razonablemente plausible en lo que corresponde a las dos Cartas a un amigo, pero parece difícil proyectarla más allá. Para empezar, porque se parte de una interpretación no demostrable a ciencia cierta, y luego porque, a lo largo del libro, esta interpretación termina por convertirse en una suerte de Piedra Rosetta con que descifrar los jeroglíficos en que Alemán cifró su tirria contra Herrera, ya fuera en una ficción picaresca, en un relato hagiográfico, en un tratado de ortografía o en la crónica apologética de un obispo difunto. A nuestro humilde juicio como lectores de Alemán y sin menoscabar un ápice lo que de valioso hay en el libro, no se puede reducir la personalidad de Mateo Alemán a un conflicto circunstancial, por trascendente que este fuera, ni limitar la densidad de su pensamiento al círculo y a los años pasados en Madrid; no cabe reducir la complejidad de su escritura, a lo largo de los años, a una venganza obsesiva. De ser así, el Guzmán de Alfarache no ocuparía el lugar señalado que ocupa en la historia de la literatura europea.
Para citar este artículo
Referencia en papel
María Heredia Mantis y Luis Gómez Canseco, «Paula JOJIMA. «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán. Bath, Brown Dog Books, 2016. 488 p.», Criticón, 128 | 2016, 163-165.
Referencia electrónica
María Heredia Mantis y Luis Gómez Canseco, «Paula JOJIMA. «San» Cristóbal Pérez de Herrera: Pícaro. Inspiración y némesis de Mateo Alemán. Bath, Brown Dog Books, 2016. 488 p.», Criticón [En línea], 128 | 2016, Publicado el 20 abril 2017, consultado el 10 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/3248; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.3248
Inicio de páginaDerechos de autor
Únicamente el texto se puede utilizar bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0. Salvo indicación contraria, los demás elementos (ilustraciones, archivos adicionales importados) son "Todos los derechos reservados".
Inicio de página