Antonio SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El pincel y el Fénix: Pintura y literatura en la obra de Lope de Vega Carpio
Antonio SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El pincel y el Fénix: Pintura y literatura en la obra de Lope de Vega Carpio, Pamplona/Madrid/Frankfurt am Main, Universidad de Navarra/Iberoamericana/ Vervuert, 2011. 416 p. (ISBN: 978-84-8489-590-9 [Iberoamericana], 978-3-86527-639-1 [Vervuert], Biblioteca Áurea Hispánica, 70.)
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1Vena inagotable para los estudios, y no sólo por lo extenso de su producción, Lope de Vega vuelve en las páginas de la monografía de Antonio Sánchez Jiménez a mostrar lo que en su obra hay de significativo de los ejes mayores de las letras áureas, tanto en lo que tienen de continuidad de una tradición como en los elementos de novedad que conllevan. Ambos extremos confluyen y se concilian en el campo objeto de estudio en este volumen, ya que las relaciones entre pintura y poesía presentan una honda raigambre desde la fecunda fórmula de Simónides de Quíos (la muda poesía y la elocuente pintura, en celebrada hipálage) y la deformada cita horaciana de ut pictura poesis, desgajada de su contexto y dispuesta para las lecturas más interesadas; al mismo tiempo, en la transición entre los siglos xvi y xvii los vínculos entre los cultivadores de ambas disciplinas adquirieron, a partir de su llamativa intensidad, una nueva dimensión; sus efectos se dejaron notar en la concepción de las distintas artes y en su práctica, a la vez que en la redefinición del estatuto de sus protagonistas. Siguiendo la línea de estudios desarrollados hasta ahora, Antonio Sánchez Jiménez se centra de manera esencial en este último aspecto, hasta ahora menos considerado, pero inserto en una de las líneas de estudio más actuales y productivas.
2En los preliminares de algunas de sus acertadas ediciones lopescas [La Dragontea (Madrid, Cátedra, 2007), Isidro (Madrid, Cátedra, 2010) o Rimas sacras (Madrid, Iberoamericana, 2006, con Antonio Carreño)] y, de manera particular, en su modélico Lope pintado por sí mismo (London, Tamesis, 2006), Sánchez Jiménez ha enmarcado su investigación en el amplio campo de desarrollo de la noción de »campo literario» (Bourdieu), con sus distintas facetas en las letras áureas, como la idea de carrera literaria, la autorrepresentación del poeta, la profesionalización y el clientelismo, los discursos de justificación en relación con la teoría de las artes... Mucho de ello vuelve a aparecer en El pincel y el Fénix, como se apunta en la combinación de metonimia y antonomasia en un título que explota los usos contemporáneos a Lope y adelanta en su antítesis (el instrumento del trabajo manual y la imagen de la inspiración desmesurada) la perspectiva metodológica que confronta gestos formales y razones profundas, retórica contemporánea y análisis desde un moderno sentido de la pragmática. Con ello, atendiendo a la metodología de base sociológica del modelo conceptual, el estudioso mantiene arraigada su investigación en todo momento en la historicidad de unas prácticas y la formalización de sus discursos, combinando lo más sólido de la tradición filológica con algunas de las líneas más fecundas de la renovación teórica y metodológica, en una conciliación de lo mejor de los dos mundos de una trayectoria académica que ha llevado al autor en un viaje de ida y vuelta por el Atlántico, tendiendo puentes entre los espacios intelectuales de España, Estados Unidos y, de nuevo, Europa (Universiteit van Amsterdam).
3El libro, por más que no se traduzca en marcas evidentes en su índice, se estructura en dos partes bien diferenciadas, resultantes de dos facetas de la investigación estrechamente interrelacionadas, como suele venir exigido cuando hay una voluntad de convertir la observación particular en una lectura interpretativa. Los seis capítulos dedicados a otras tantas relaciones particulares entre algún pasaje o alguna faceta de la obra de Lope con modelos pictóricos quedan enmarcados y enfrentados en un productivo diálogo con un primer capítulo, mucho más amplio y abarcador, que ofrece la contextualización de los elementos destacados a continuación y las observaciones a que dan lugar. Verdadera introducción panorámica, el capítulo inicial acoge seis apartados que sintetizan la tesis de la obra en todas su facetas, comenzando por la valoración de la »fiebre pictórica» que, a juicio de Sánchez Jiménez, invade de sociedad de los Austrias menores, ya con raíces en el período de Felipe II; y de la constatación cuantitativa pasa a la indagación cualitativa, analizando el papel social de la pintura, las teorías sobra la misma, la relación personal de Lope con este arte y el estado de la cuestión sobre la materia a partir de la crítica del último siglo. Se trata de acercamientos bien documentados, donde la erudición se disimula discretamente en aras de una claridad expositiva notable y, sobre todo, de gran eficacia para el sostenimiento de la tesis propuesta. El apartado más brillante me parece el dedicado, en el centro del discurso, a repasar la trayectoria autorial del autor, pues, en lo presentado como »Hitos en la carrera profesional de Lope», al tiempo que documenta (desde la realidad histórica y no desde el apriorismo teórico) la estrecha relación del Fénix con la conformación del campo literario, ofrece una de las más esclarecedoras aproximaciones críticas al perfil de un autor que, por la inmensidad de su obra, dificulta en muchas ocasiones una visión de conjunto donde se concilien sin neutralizarse sus elementos de continuidad con un carácter proteico en el que influyen la diacronía, la elección genérica y unas elecciones estéticas en absoluto ajenas a las consideraciones pragmáticas. Si un estudiante puede encontrar en estas páginas una síntesis cabal de la obra lopesca, también los estudiosos pueden aprovecharse de una perspectiva innovadora bajo su aparente humildad y su carácter propedéutico.
4Los capítulos siguientes ofrecen una trabada arquitectura, donde, sin perder ni un ápice de su valor intrínseco, se compone un discurso en que se entrecruzan los matices genéricos, la evolución creativa de Lope, la relación con distintos pintores y el repaso a los problemas fundamentales de la pintura y la poesía a partir de las relaciones entre ambas artes en la obra del Fénix. De estos problemas hay una muestra perfectamente representativa, incluyendo los de orden teórico (como los de los límites de la ilusión o la legitimación de un »género menor» como el bodegón) y los más netamente sociológicos (como las relaciones con el mecenazgo y el mercado o la reivindicación del carácter liberal de la pintura y, de paso, de la poesía). Son aproximaciones a casos concretos de distintos textos de Lope: un soneto de justas y otro de La Filomena, pasajes de sus piezas dramáticas sobre Alejandro Magno, del Laurel de Apolo o el Isidro, o todo un poemario, como las Rimas de Tomé de Burguillos; en todos los casos, queda iluminado el sentido de tal o cual rasgo singular de estas piezas, se analiza con profundidad un aspecto de las relaciones con la pintura de las letras áureas y de Lope en particular y se enhebra un razonamiento que conduce con evidencia a las conclusiones generales, de notable validez crítica e historiográfica. Se articula así bajo su tersa presentación un discurso complejo, que lleva desde los ajustados estudios monográficos, a manera de artículos (de hecho, con versiones preliminares de los capítulos ya aparecidas bajo esta fórmula) a una proyección en forma de tesis conjunta, que no es un mero añadido de retazos de visión. Antes bien, cada una de las aproximaciones es un tanteo (siempre afortunado) de las posibilidades ofrecidas por un modelo crítico, el del campo literario, en el que el autor sitúa su investigación de los últimos años.
5Contribuye en gran medida a reforzar esta impresión la cuidada labor de engarce de los elementos, comenzando por la propia sintaxis y el sistema de remisiones internas y conexiones entre capítulos, aunque ninguno de estos recursos retóricos tendría validez sin la trabada cohesión conceptual que sustenta todo el edificio crítico y la clara conciencia del investigador. Ésta se apoya en una sólida revisión crítica, que es algo más (siéndolo también) que una puesta al día de la bibliografía, método en el que, por otra parte, ofrece muestras magistrales, por su rigor y elegancia. Cuando hablamos de »revisión crítica» pensamos sobre todo en un ajuste de cuentas con las propias posiciones, y no tanto con las de los demás, pues Sánchez Jiménez hace un profundo ejercicio de conciencia crítica, de reflexión y explicitación de sus planteamientos teóricos y metodológicos, no con voluntad de imponerlos, sino de señalar con claridad la atalaya crítica en la que se sitúa. Y ésta se construyó a partir de algunas de las perspectivas más renovadoras en el panorama actual. Si ya he señalado lo concerniente a la sociología de Bourdieu o el career criticism, también hay que mencionar los frutos sacados tanto de los estudios dedicados a la cultura material como de la más actualizada teoría de la écfrasis o de lo relativo al desdoblamiento de voces y personalidades a partir del concepto bajtiniano de polifonía y la inherente teoría de la risa y lo ridículo, con especial incidencia en la relectura de la última obra lopesca, el Burguillos, y sus juegos con la heteronimia a la luz de la propuesta estética del Bosco y su recepción en la España del Quinientos. Sin acudir a la socorrida y un tanto agotada alusión a una cada vez más vacía fórmula de ut pictura poesis, Sánchez Jiménez explora con profundidad y acierto las relaciones entre las dos formas artísticas y, de manera particular, propone productivas conclusiones para el mejor entendimiento de algunas cuestiones capitales de las letras áureas, en sus formas y en sus prácticas sociales.
6Si puede hacerse alguna apostilla, es justamente por la capacidad de sugerencia que abren sus estudios y la apertura del campo en que se sitúan sus observaciones. Es el caso de las valiosas interpretaciones aportadas para la elucidación del auge del bodegón como género pictórico desde las décadas finales del xvi, en relación con una exaltación de lo material y, en concreto, de los alimentos en el marco de una sociedad urbana, atrapada entre la sobreabundancia y el miedo al desabastecimiento, de lo que Sánchez Jiménez ofrece convincentes datos y argumentaciones, para dar una explicación a la proliferación del motivo en lienzos y obras literarias, sin eludir todo lo concerniente a la problemática postridentina y barroca del paso de lo sensorial a la meditación trascendente. No queda tan desarrollada esta faceta, que nos llevaría a la pintura de Zurbarán, por tener menos relación con la obra de Lope. Sin embargo, sí hay un aspecto, y muy relacionado con la producción del Fénix, en el que cabría profundizar a partir de las valiosas aportaciones de este libro. Me refiero a algo ajeno a la estricta referencialidad, relacionado más bien con el plano en que las formas se convierten en contenidos significantes. Junto a su iconografía, el bodegón se caracteriza por su tamaño, un formato pequeño propio de la ubicación del cuadro en un contexto privado, familiar y burgués, lo que apunta a un mundo de relaciones de los pintores, alejados del tradicional servicio y del clientelismo con unos comanditarios y mecenas ligados también a la Iglesia y a la Corte. Como forma de profesionalización y de relaciones con el mercado, el bodegón arrastra, como muy bien señala Sánchez Jiménez, problemas de legitimación en la teoría del arte, tal como le ocurriera a Lope y a quienes ensayaban en esos años distintas realizaciones del »arte nuevo», en todos los casos, como en la comedia, ligadas a nuevos formatos, acordes a un nuevo público. En el capítulo correspondiente (p. 278) se recoge, y no de forma marginal, el hecho relevante de que Juan van der Hamen, amigo de Lope y paradigma del cultivo del bodegón, »abre tienda de pintura» sin menoscabo de su adscripción a un discurso y a unas posiciones cultas, lo cual puede servir de muestra de cómo se buscaba la conciliación entre la dignidad del arte y los nuevos escenarios, si no es que estamos asistiendo a los primeros pasos de una deriva en que el arte (la pintura y la literatura) se orienta a formatos acordes a un universo incipientemente burgués, con sus formatos y materias propios de un mundo de interior, de ámbito privado.
7El tratamiento del bodegón, incluido lo que tiene de provocación para avanzar en este campo de reflexiones, es buena muestra de la labor de Sánchez Jiménez en esta obra. En él confluyen un sistemático conocimiento de la bibliografía crítica precedente en las distintas vías de acercamiento, la labor filológica de sistematización del repertorio, el manejo de las tradicionales técnicas del comparatismo y la intertextualidad, pero también la incardinación de todo ello en una perspectiva menos inmanentista y formalista, donde la cultura material opera en relación con la forma y el contenido de las obras, al tiempo que pone en relación las mismas con las prácticas autoriales y un modelo sociológico integrador de hábitos de consumo y actitudes de profesionalización, con el mercado como punto de encuentro. Sin duda, una de las propuestas más completas y productivas en el panorama presente. Si a ello se suma la finura crítica y el dominio expositivo del autor, el resultado es el de una obra rotunda y renovadora, como la presente, de la que sólo cabe esperar que tenga continuación en el camino abierto.
Para citar este artículo
Referencia en papel
Pedro Ruiz Pérez, «Antonio SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El pincel y el Fénix: Pintura y literatura en la obra de Lope de Vega Carpio», Criticón, 113 | 2011, 193-196.
Referencia electrónica
Pedro Ruiz Pérez, «Antonio SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El pincel y el Fénix: Pintura y literatura en la obra de Lope de Vega Carpio», Criticón [En línea], 113 | 2011, Publicado el 17 mayo 2016, consultado el 10 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/2382; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.2382
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