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Varia

Sobre la inspiración en Antonio Colinas: «Si cerrara los ojos escucharía a Góngora»

Juan Matas Caballero
p. 469-483

Abstracts

The projection and survival of the Golden Age’s poetry in contemporary Spanish poetry has been very intense, continuous and varied and, although it has been receiving some critical attention, the phenomenon should be studied systematically in order to reveal the bundle of literary relationships that is established between the writers and works of both periods. From this perspective, my purpose in this work is to add a new tile to this vast and rich mosaic of the influences, echoes and resonances of our golden poets in contemporaries, hence I focus on the study of the importance and meaning that the poetry and the figure of Luis de Góngora have in that of Antonio Colinas and, in a particular way, in the analysis of the poetic keys that, heirs of the Cordovan poet, are found in the poem if Si yo cerrara los ojos escucharía a Góngora, which the Leonese poet has published in his latest book, En los prados sembrados de ojos (2020).

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Editor’s notes

Article reçu pour publication le 24/02/2022; accepté le 28/08/2022

Full text

Introducción

1La literatura del Siglo de Oro ha tenido una proyección extraordinaria en la creación literaria posterior. La poesía ha sido un campo especialmente rico en este sentido, ya que la pervivencia de los versos de Garcilaso, San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Cervantes, Lope de Vega o Francisco de Quevedo en los poetas de los siglos posteriores se puede observar de forma clara. En este campo de la «tradición áurea» la recepción creativa de la poesía de Luis de Góngora cobra una especial relevancia desde el primer cuarto del siglo xx, cuando comenzara con brío su reivindicación estética, hasta estos primeros años del nuevo milenio, pues su presencia se ha convertido en un fenómeno constante y prolífico en la poesía de todos los grupos y generaciones, como se puede observar de manera simple echando una mirada a las obras de los poetas de la Generación del 27 (Lorca, Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Guillén, Diego…) y de generaciones cercanas (Juan Gil-Albert, Miguel Hernández…), a los poemas de los paisanos del poeta cordobés que constituyeron el Grupo Cántico (García Baena, Ricardo Molina, Julio Aumente, Mario López o Juan Bernier), de los poetas de la Escuela de Barcelona (Gil de Biedma o Carlos Barral, por ejemplo), de los Novísimos (Gimferrer, Carnero, Villena…), y de todas la promociones o figuras poéticas posteriores (Carvajal, Jenaro Talens, Luis Alberto de Cuenca, José Antonio Llera, Aníbal Núñez…), sin olvidar, claro está, la trascendencia que los versos de Góngora tuvieron entre los poetas de América (Rubén Darío, Borges o Neruda) y que, por supuesto, continúa entre los poetas que escriben en nuestro tiempo (González Iglesias, Carmen Jodra, Ángel Luis Luján Atienza y un largo etcétera).

  • 1 Véase, por ejemplo, los estudios de Dehennin, 1962; Alonso, 1982; Ponce Cárdenas, 2000; Díez de Rev (...)

2Afortunadamente, esta cuestión de la recepción literaria de la poesía de Góngora ha sido atendida por la crítica, como evidencian relevantes estudios sobre la materia (Alonso, Dehennin, Díez de Revenga, Egido, Carreira, Lara Garrido, Ponce Cárdenas…)1. Ahora bien, tan magno episodio de recepción de la poesía gongorina tiene todavía muchos aspectos que necesitan ser estudiados y abordados en nuevos enfoques críticos, ya sea analizando ecos y resonancias de Góngora en otros autores contemporáneos o ya sea profundizando en cuestiones que han quedado olvidadas o relegadas. Con el fin de intentar aportar una mínima tesela al inmenso mosaico de la herencia gongorina en la poesía española contemporánea se plantea este trabajo en el que se pretende reflexionar sobre la huella de Góngora en la poesía de Antonio Colinas, un poeta a contracorriente que se resiste a ser clasificado y circunscrito a los estrechos y férreos marchamos poéticos que vienen delimitados por grupos, generaciones o promociones que cifran sus claves en banderías y proclamas de dudosa validez o verdad poética.

3Hace unos años Antonio Colinas declaraba en sus Memorias del estanque su admiración, incluso devoción, por Luis de Góngora:

  • 2 Colinas se refiere al soneto que Góngora escribió en 1585 para homenajear a su ciudad, «¡Oh excelso (...)
  • 3 Colinas, Memorias del estanque (2016), pp. 38-39.

La aventura preciosa que supone siempre releer la poesía de Luis de Góngora, que está vivo en mi memoria desde que leí aquel soneto suyo, también a mis quince años, en una lápida a orillas del río Guadalquivir, junto a la Mezquita2. Luego, la sintonía continuó con la lectura de su obra en los espacios de la sierra cordobesa (sin la cual, a mi parecer, no se entiende la obra de dicho poeta). Antes que en la mitología de los clásicos griegos y latinos, de los renacentistas italianos, el espíritu gongorino tiene sus raíces en los lugares donde él nació y vivió3.

  • 4 Así lo había contado Colinas en sus Memorias del estanque, pp. 32 y 36.

4Colinas reconocía que descubrió a Góngora en su ciudad y así me lo confesaba en un correo electrónico fechado el 14 de julio de 2021: «el nombre y la obra de Góngora van unidos a mi estancia en la ciudad de Córdoba entre 1961 y 1964». Y añadía: «El primer eco había sido el del nombre de mi colegio», Luis de Góngora, que así se llamaba el centro de la Universidad Laboral en el que cursó Colinas el bachillerato4. Y el poeta continuaba aclarando cómo había aparecido Góngora en su vida: «el segundo, el de su soneto dedicado a Córdoba que leí en la ribera del Guadalquivir y la visita a su tumba en la Mezquita-Catedral».

  • 5 Martínez Fernández, 1998a.
  • 6 Sobre la presencia de Góngora en la poesía de Antonio Colinas, véase Matas, 2023.

5Esta experiencia vital que había vinculado el nombre de Luis de Góngora en el adolescente Antonio Colinas terminaría plasmándose en la poesía del escritor leonés a lo largo de su trayectoria poética. La presencia de Góngora en la obra de Antonio Colinas quizás no sea tan relevante como la de San Juan de la Cruz o fray Luis de León5, pero sí que se manifiesta de una forma más intensa y diversa de lo que cabía suponer, habida cuenta de las diferencias y distancias que al menos superficialmente hay entre sus universos poéticos6.

En los prados sembrados de ojos

  • 7 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 37-39.
  • 8 Martínez Fernández, 2021, p. 30.
  • 9 Teresa de Jesús ha sido para Colinas la máxima representante, junto a San Juan de la Cruz, de la mí (...)
  • 10 Colinas ha destacado siempre a fray Luis de León como uno de los grandes poetas de la literatura es (...)
  • 11 Colinas leyó casualmente a los dieciséis años a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez y a Ricardo M (...)
  • 12 Colinas, Obra poética completa (2011a), pp. 60-61.
  • 13 Colinas, Obra poética completa (2011a), p. 69. Puede verse el ensayo de Colinas, Nuevos ensayos en (...)
  • 14 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 97-98. Colinas conoció a Ezra Pound en Venecia (...)
  • 15 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 149-153.

6Resulta evidente que la presencia de Góngora en la poesía de Antonio Colinas se concreta de un modo rotundo en el poema titulado Si cerrara los ojos escucharía a Góngora, que aparece en su último poemario, En los prados sembrados de ojos7, que ha sido considerado «un verdadero libro de libros»8, al igual que Canciones para una música silente (2014). Acaso sea este libro el más literario de todos los que ha escrito o publicado Antonio Colinas, el más literario en el sentido de que en él aparecen algunos de los poetas y escritores a los que Colinas ha guardado siempre gran fidelidad y admiración, porque de alguna manera ellos fueron sus maestros, en sus obras aprendió no pocos de los secretos y claves literarias que, posteriormente, acabarían marcando su vocación poética; y sus huellas, también de algún modo, podrían rastrearse en su propia creación lírica. Ya en la primera sección, Donde el frío fue fuego, nuestro autor homenajea a algunos de sus poetas y escritores predilectos por este orden: Santa Teresa de Ávila9, fray Luis de León10, León Felipe, Góngora, Antonio Machado11, Azorín, Rubén Darío. Y en otras secciones del libro aparecen otros nombres de grandes escritores a los que Colinas rinde su tributo poético; así en la segunda sección, Del extremo oriente, se incluye la composición titulada Cinco poemas indios, cuya tercera parte está dedicada a Tagore12, y el poema dedicado al poeta Li Bai, El emperador le regala un caballo al poeta Li Bai13. En la cuarta sección, Para un epistolario inacabado, Colinas ofrenda un poema a Ezra Pound y Eliot, De Pound a Eliot, en el más allá14. El libro se cierra con una última sección, Tres poemas mayores, en la que Colinas a través del monólogo dramático ofrece un hermoso homenaje a Cervantes, Miguel de Cervantes interroga a su noche final15.

  • 16 Puede verse Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 42-61.
  • 17 Colinas tenía especial predilección por Virgilio, cuyo mundo bucólico y visión de la naturaleza est (...)
  • 18 Colinas ha sentido siempre gran devoción por la poesía de Garcilaso, al que leyó hasta marearse, co (...)
  • 19 Colinas ha dedicado gran atención a la figura y obra de Giacomo Leopardi, que es el primer poeta qu (...)
  • 20 Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 134-138.

7Pero también hay otras formas de sencillos ditirambos literarios, a través de citas y menciones a una obra bíblica como el Cantar de los cantares o los cuentos de Andersen, y, por supuesto, a escritores clásicos grecolatinos (Homero16, Sófocles, Virgilio17), españoles (Garcilaso)18 o contemporáneos (Leopardi19, Rilke20).

  • 21 López Castro, 2017, pp. 61-94.
  • 22 Martínez Fernández, 2008 y 2017, pp. 139-143 y pp. 145-154.
  • 23 Morcillo, 2009.
  • 24 La cultura griega está muy presente en la obra de Antonio Colinas, tanto en su creación poética com (...)
  • 25 Es muy fácil observar la presencia del pensamiento oriental en la obra de Antonio Colinas, donde co (...)

8En cierto sentido, podría decirse que En los prados sembrados de ojos es un libro culto (mejor que “culturalista”), pues la cultura, nunca concebida ni vista como impostura, se ha convertido quizás en su tema más importante, si se juzga a raíz de la presencia que tiene el mundo de las artes en sus poemas. La música, que ha sido una de las constantes temáticas que signan la poesía de Antonio Colinas21, aparece en este poemario a través de la mención de una amplia nómina de compositores: Bach, Karl Richter, Mozart, Halle, Händel, Benedetto Marcello, Vivaldi, Mahler; y también de la bailarina Carla Fracci, del director de orquesta Claudio Abbado, la soprano Mirella Freni o el pianista Nikita Magaloff. En un sentido similar, la pintura, que también ha sido un tema recurrente en la poesía de Colinas22, aparece en este libro de una forma directa a través de la mención de pintores clásicos como Giorgione o Leonardo da Vinci, y de artistas contemporáneos como el pintor Anglada Camarassa y la pintora leonesa Teresa Gancedo. En este gigantesco mural de referencias culturales no podían faltar las alusiones y menciones de filósofos, pues el pensamiento occidental y oriental constituye también uno de los ejes axiales de la obra de Antonio Colinas23. En este libro se concreta de forma explícita la mención de Heráclito24 y de Lao Zi25, además de la referencia a Rousseau.

Si cerrara los ojos escucharía a Góngora

9En esa galería de escritores universales se encuentra también el homenaje personal que Colinas dedica a Góngora. El poeta leonés evoca en el poema el tercer eco de Góngora en su vida, que tuvo lugar en el barrio periférico de Córdoba llamado Santa María de Trassierra, como ha contado en varias ocasiones y me ha recordado en el citado correo en el que me ha revelado las circunstancias en que surgió la creación de su poema:

La tercera presencia muy viva fue en esa ermita de Trassierra, donde un profesor nos dijo que allí (quizás) había estado o vivido un tiempo Góngora. ¿Por qué? Porque conocemos el poema que él le había dedicado a Teresa de Jesús y que había presentado a un concurso convocado con ocasión de un aniversario (?) de la mística abulense, y que Góngora había presentado bajo el seudónimo de «El Vicario de Trassierra». No tengo más datos sobre este hecho, para mí lleno de viveza y descubierto aquel día de excursión.

10Así pues, como ha contado el propio Colinas en el citado correo, el poema Si cerrara los ojos escucharía a Góngora surgió del recuerdo de una experiencia vivida en su adolescencia cordobesa:

  • 26 Colinas habla de «pueblo» al referirse a Trassierra, que en realidad es un barrio que, aunque situa (...)

El poema tiene una base real porque responde a la vivencia de una de las excursiones que hacíamos con nuestro grupo de montañismo (GULMON. Grupo Universitario Laboral de Montaña). En aquella ocasión la marcha no fue al puente de Alcolea sino al pueblo26 de la sierra de Córdoba Santa María de Trassierra. Hicimos la marcha caminando en dos días. El primer día acampamos en la ladera de la sierra. Montamos el «campamento» de noche y agotados sin saber dónde lo hacíamos y durmiendo a «à la belle étoile», con una sola manta.

11Tras el primer bloque estrófico (vv. 1-5), que sería la primera parte del poema, en el que Colinas con léxico e imágenes propias del idiolecto de Luis de Góngora lo identifica como el manantial poético que brota de su interior, el poeta leonés recrea en el segundo bloque (vv. 6-16), ya en la segunda parte del poema, la citada anécdota vital. En la excursión a Santa María de Trassierra, según relata en su correo, ocurrió una anécdota que, sin duda, fue la que avivó el recuerdo y la presencia de Góngora en él, que había oído una historia apócrifa de que el poeta cordobés había sido vicario de la ermita que había en la barriada cordobesa ubicada en la sierra:

Lo cuento como sucedió: dentro de la ermita había una especie de banco con cajonera y yo al levantar la tapa —en un momento de soledad, cuando el grupo de compañeros bullía fuera— me encontré con un volumen en pergamino de la obra de Fray Antonio de Guevara: Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Tomé unos segundos el libro entre mis manos, lo entreabrí y vi que se trataba en verdad de una vieja edición. ¿Sería, pensé años después, que era una primera edición de la obra? El tipo de letra negra bien entintada me recuerda todavía hoy que bien podía serlo, pero esto poco importa. Lo que a mí me llevó a fabular enseguida y a pensar que aquel ejemplar, y sólo aquel ejemplar, podría haber sido de Góngora, o podía haber estado en sus manos. La soledad de la ermita, el lugar en el que se encontraba el libro, y cuanto nos había dicho uno de nuestros profesores poco antes me llevó a esta idea. El caso es que el nombre de aquel lugar estuvo o pudo estar ligado estrechamente a la vida de Góngora, de lo que, por cierto, tan pocas cosas sabemos, comenzando por sus años de estudiante en Salamanca.

  • 27 Luis de Góngora no fue vicario de Trassierra, aunque frecuentara aquel hermoso paraje cordobés. El (...)

12Los bloques estróficos tercero y cuarto del poema (vv. 17-44) muestran con fidelidad la anécdota recordada por Colinas, que fue la circunstancia biográfica que dio vida al texto, y al mismo tiempo ahí, en la ermita y simbólicamente en el libro de fray Antonio de Guevara, sospechaba el poeta que debía de encontrarse el secreto que tanto anhelaba saber. El casual encuentro del libro de fray Antonio de Guevara llevó al poeta a imaginar que pudo haber estado entre las manos de Luis de Góngora y que este lo leería durante su vicaría en aquella ermita de Trassierra27. Y esa vívida imaginación es la que terminó por convertirse en la revelación de una «Sombra», acaso la del propio Góngora que le susurraba su nombre.

  • 28 Sobre la afición de Góngora al juego de naipes, que fue tan vituperada por los poetas de su tiempo, (...)
  • 29 En alusión al célebre romance de Góngora en el que recreaba los juegos infantiles en las calles y p (...)
  • 30 El padre de Góngora, Francisco de Argote, era un hombre culto que, además de estar relacionado con (...)
  • 31 Puede bastar el testimonio de la carta que Góngora escribiera en respuesta a «un amigo» (muy probab (...)
  • 32 El poeta se está refiriendo al soneto «Descaminado, enfermo, peregrino», de 1594, en el que su prot (...)
  • 33 La poesía es para Colinas una vía de conocimiento y una revelación de la realidad trascendida y se (...)

13Y a partir de ahí Colinas, en el cuarto bloque estrófico (vv. 30-44), a modo de ratificación de la revelación del misterio, que no es otro que Góngora, desgrana una serie de alusiones a textos poéticos y anécdotas personales del cordobés, que no eran, sin embargo, lo que resonaba en su cabeza, pues lo que él notó fue solo la «Sombra» que le revelaba «a secas» su nombre: «Góngora». Pero el sustrato poético de don Luis estaba de algún modo en aquella recreación anecdótica de nuestro poeta adolescente: los caminos y garitos de juego a los que era tan aficionado28, las voces y los ecos de los juegos en las plazas cordobesas de «Hermana Marica»29, la gran biblioteca de su padre30 frecuentada por don Luis (y que anula la imagen del poeta ingenioso pero lego que algunos creen), el «patinejo» cordobés con sus jazmines, del que estaba Góngora tan ufano31, el recuerdo del asalto amoroso de aquella joven hermosa, «entre armiños escondida», al descaminado y enfermo peregrino32. Sin embargo, ninguno de estos textos o motivos gongorinos aparecían en esa revelación del misterio, que se resolvía a partir del «arca olvidada» con la editio princeps —un motivo que resultaba muy frecuente en la literatura tradicional y que fue consagrado de forma relevante por el Quijote, cuya historia se había encontrado en un pergamino aljamiado hallado en un cofre—, del Menosprecio de corte y alabanza de aldea, que de inmediato se resolvió a través de un claroscuro, efecto tan espectacular como barroco, en el que se manifestó el espíritu del mismo Luis de Góngora, transustanciado en símbolos: «Sombra», «Góngora-rayo, Góngora-relámpago»33.

  • 34 No le faltaba razón al poeta, pues el maestro de las últimas generaciones de gongoristas, Robert Ja (...)

14Resulta cuando menos curiosa la coincidencia que ha permitido al poeta asociar a fray Antonio de Guevara con su Menosprecio de corte y alabanza de aldea con Luis de Góngora. El propio Colinas —como dijo en el correo citado— intuía de qué forma el dialéctico binomio conceptual había atrapado a Góngora a lo largo de toda su vida34:

a ese mensaje dual que ya se transmite desde el título del libro: el enfrentamiento entre la Corte y la Aldea, que seguramente debió de ser también muy vivo en Luis de Góngora, si tenemos en cuenta sus años cortesanos y literarios, llenos de rivalidades (o sus mismas tensiones de su canonjía en la misma Córdoba) con esa naturaleza espléndida que ya entonces representaba la sierra de Córdoba.

15La explicación de las circunstancias de composición del poema, de sus símbolos y ejes no terminan de aclarar totalmente su contenido, pues, como el propio Colinas ha revelado en su correo, hay elementos del poema que se resisten a una argumentación o razonamiento lógico, que han surgido de forma espontánea como si hubieran sido dictados o inspirados por el propio Góngora:

He señalado el sustrato cierto, autobiográfico del poema, esos cuatro símbolos que entraman el texto: la excursión, el arroyo, la ermita y el libro. Ahora todo lo demás es materia poética que no puedo explicar por más que yo haya sido el autor, porque me fue como «dictado». (Algo parecido podríamos decir del poema que da título a mi libro y de su proceso de creación). Puedo referirme, sí, a que el poema tiene una fuerte carga irracionalista, que a la manera gongorina quizás pude ver como doradas las arenas del arroyo y, sobre todo, a que fuera el mismo Góngora, su voz, la que sonara a mis espaldas en aquel momento de soledad.

  • 35 Véase la nota 31. Para Jammes (1994, pp. 614-616) hay serias dudas acerca de la autoría de Góngora (...)
  • 36 Como ha señalado Martínez Fernández (2009), Colinas sintoniza con las obras y los poetas que supera (...)

16Esa carga irracional y mistérica, el secreto de la revelación de Luis de Góngora al poeta es la que este desarrolla en la tercera parte del poema, conformada por los tres últimos bloques estróficos (vv. 45-72). La referencia de Colinas a que el poema hubiera surgido como fruto de la inspiración nos obliga a aludir, siquiera brevemente, a su pensamiento literario, que, en este sentido, también ofrece evidentes concomitancias con el de Góngora. Bien es cierto que sabemos muy poco acerca de la concepción poética del cordobés porque nada dejó escrito acerca de la cuestión, excepción hecha de la mencionada Carta en respuesta que escribió a un amigo que censuró las Soledades en septiembre de 161335, en la que el poeta señalaba algunas ideas que tal vez puedan servir para poder atisbar su pensamiento poético, que, entre otras cosas, subrayaba la capacidad de la poesía, que surge de la inspiración divina, para alcanzar lo útil, honroso y deleitable, que se sustenta en la importancia de sus verba y en la oscuridad que debía desentrañar el lector para acceder a la revelación del contenido o misterio que contiene. Por su parte, Colinas ha confesado en algunos textos cuál es su pensamiento literario y parece situarse en una línea similar a la del furor poético, que nace de la inspiración divina o cuando menos misteriosa, pues en más de una ocasión acude al secreto, al misterio de una revelación para concretar la aparición de la inspiración que ha dado lugar a la creación del poema, con lo que el poeta se sitúa en un mismo ámbito de pensamiento que se inicia igualmente en la idea platónica del furor poético y que, en su caso, llega hasta los románticos36.

17Por esta razón observamos una y otra vez que no todo el discurso poético se reduce o puede ser explicado de acuerdo con una argumentación lógica o racional y, como ahora en el poema de Colinas, aparecen elementos, versos, imágenes, ideas que muestran un marcado carácter irreflexivo e irracional, con tintes surrealistas u oníricos, que el poeta resuelve apenas acudiendo a la imagen o al símbolo. Después de la aparición fulgurante de la Sombra y el rayo o el relámpago de Góngora, en el sexto bloque estrófico del poema (vv. 55-63) el paisaje de la acampada de los excursionistas se tiñe de un cromatismo intenso, «las arenas del arroyo / se tornaron de un verde rabioso», «azul fue la noche, negro el día», «un alba cárdena / como la flor del cardo y más tarde roja / como el charco de sangre» (vv. 55-61).

  • 37 Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 13-32.
  • 38 Martínez Fernández, 1998, pp. 490-491. Martínez Fernández (2009, p. 89) presenta la poética de Coli (...)

18Pero, ya en el último bloque estrófico del poema (vv. 64-72), el poeta reconoce que a él le esperaba otra noche para intentar definir al poeta revelado, a esa «Sombra»-Góngora, «Góngora-rayo», «Góngora-relámpago», que finalmente es identificado como «Góngora-Orfeo», es decir, el poeta cordobés queda asociado con el héroe lírico por antonomasia, el ser musical que impone con su canto la armonía en el mundo y que, por lo tanto, permite al poeta la unión solidaria y ecuménica con la naturaleza, con el Todo. Orfeo es para Colinas37, más que un mito o un héroe lírico, un símbolo, es la encarnación de la propia poesía, del deseo de armonía y plenitud, «el verdadero guardián de las puertas del misterio»38. Y ahora Colinas identifica a Orfeo con Góngora: «Góngora-Orfeo: Sombra / vagando por sus sierras, mapa / de hermética armonía salvaje, / diamante / salvaje». Una identificación que adquiere gran importancia porque de esta forma Colinas está concediendo al poeta cordobés los dones y cualidades que había estimado en el héroe de Tracia, y Góngora es, pues, para Colinas el poeta por antonomasia, el poeta de la plenitud y de la armonía, incluso la propia Poesía y, por lo tanto, el medium que nos revela el Misterio.

19Quizás por esta experiencia que culminó con la identificación órfica de Góngora, el poeta iniciaba su homenaje en el primer bloque estrófico (vv. 1-5) reconociendo que «Si cerrara los ojos escucharía a Góngora, / brotaría de mi cerebro Góngora», y así comenzaba su rememoración que simbólicamente se expresaba con el manantial que surgía entre arenas auríferas, como las que arrastran los ríos de Góngora, que siguen la tradición clásica; y en sugerente anadiplosis era también de oro la noche «cuando brilla / a la luz de las llamas de una hoguera» (vv. 4-5).

  • 39 Recuérdese más arriba la nota 11. Véase Colinas, «Nuevas notas para una Poética» (2004); Del pensam (...)

20Para concluir cabe destacar que el poema Si cerrara los ojos escucharía a Góngora de Antonio Colinas es un homenaje que está en consonancia con la estimación que siempre ha tenido de Luis de Góngora, que es su preferido entre los poetas clásicos porque encarna tal vez mejor que ninguno su concepción de la poesía como «palabra nueva», que se caracteriza por la confabulación de emoción, intensidad y pureza formal39.

Apéndice (Si cerrara los ojos escucharía a Góngora)

   

Si cerrara los ojos escucharía a Góngora,

   

brotaría de mi cerebro Góngora.

   

(Manantial entre arenas de oro.

   

De oro es la noche cuando brilla

5

a la luz de las llamas de una hoguera).

   

   

   

Aquella noche de mi adolescencia

   

pesaba como el cuerpo abandonado

   

de un gran ciervo muerto

   

que arañase los astros con sus astas.

10

La noche era muy cierta, aunque yo avanzara

   

sin sendero, con mis ojos enredados

   

entre las ramas de los avellanos.

   

No veía, me guiaba

   

el rumor de un arroyo.

15

Extraviado estaba en sus sierras

   

llenas de alegorías.

   

   

   

La noche era a la vez de terciopelo

   

cuando a tientas llegué hasta la ermita.

   

¿Estaría allí el secreto

20

que mi adolescencia perseguía

   

y no donde estuve tumbado en el suelo,

   

mal durmiendo, desvelado al calor de una hoguera?

   

No había nadie dentro de la ermita.

   

Entré y mis pasos me llevaron

25

hasta un arca olvidada en un rincón.

   

La abrí y en ella había un solo libro

   

en su primera y vieja edición de 1539.

   

Era de fray Antonio de Guevara:

   

Menosprecio de corte y alabanza de aldea.

   

   

30

Callaba contemplando el libro entre las manos

   

cuando a mis espaldas una Sombra dijo: “Góngora”.

   

Góngora a secas; Góngora

   

sin Virgilios, ni Horacios, ni Ovidios.

   

Allí estaba la Sombra y el libro de Guevara

35

y en él tres palabras

   

que ardían: alabanza de aldea.

   

En la palabra que escuché no había

   

ni huellas de caminos embarrados, ni garitos,

   

ni aquel exquisito firmamento

40

de los libros leídos en griego y en latín,

   

ni voces de las niñas jugando en las plazas,

   

ni la nostalgia del patinejo de los jazmines,

   

ni un cuerpo desnudo de mujer

   

asaltado entre plumas.

   

   

45

El secreto estaba en el mensaje

   

de un arca olvidada,

   

donde solo unas pocas palabras vencían

   

a la ceniza: aldea, alabanza, soledad

   

de soledades, el tardío secreto

50

que descubre el desengañado

   

del mundo, aquel que va a morir

   

y que acaba siendo espíritu de Sombra.

   

Góngora-rayo, Góngora-relámpago

   

era aquel nombre que sonó en lo húmedo.

   

   

55

Y de repente las arenas del arroyo

   

se tornaron de un verde rabioso, azul

   

fue la noche, negro el día que venía

   

como pisoteado clavel que ya no aromaba,

   

arrastrando primero un alba cárdena

60

como la flor del cardo y más tarde roja

   

como el charco de sangre

   

de las pasiones malsanas,

   

como amor-ciervo muerto.

   

   

   

Pero antes me esperaba a mí otra noche.

65

Aún tenía que dar en ella con el don

   

de la palabra cierta

   

que a él lo definía: Orfeo.

   

Góngora-Orfeo: Sombra

   

vagando por sus sierras, mapa

70

de hermética armonía salvaje,

   

diamante

   

salvaje.

21Texto publicado en En los prados sembrados de ojos, Madrid, Ediciones Siruela, 2020, pp. 37-39 (se han numerado los versos para facilitar las citas y referencias al texto).

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Bibliography

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Notes

1 Véase, por ejemplo, los estudios de Dehennin, 1962; Alonso, 1982; Ponce Cárdenas, 2000; Díez de Revenga, 2003, pp. 93-107; Lara Garrido, 2007; Egido, 2009, Carreira, 2021; y Ponce Cárdenas y Aranda, 2021.

2 Colinas se refiere al soneto que Góngora escribió en 1585 para homenajear a su ciudad, «¡Oh excelso muro, oh torres coronadas», y que está cincelado en una lápida de mármol al lado del Arco del triunfo y frente al Guadalquivir, en su margen derecho. Véase el soneto en Góngora, Sonetos, p. 456.

3 Colinas, Memorias del estanque (2016), pp. 38-39.

4 Así lo había contado Colinas en sus Memorias del estanque, pp. 32 y 36.

5 Martínez Fernández, 1998a.

6 Sobre la presencia de Góngora en la poesía de Antonio Colinas, véase Matas, 2023.

7 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 37-39.

8 Martínez Fernández, 2021, p. 30.

9 Teresa de Jesús ha sido para Colinas la máxima representante, junto a San Juan de la Cruz, de la mística de la cultura occidental y una figura capital, también junto a su paisano, de la fusión de poesía y pensamiento, de ahí la importancia que su figura y su obra tienen para nuestro poeta. Curiosamente, el nombre de San Juan de la Cruz no aparece en En los prados sembrados de ojos, a pesar de que el místico carmelita tal vez sea el poeta más relevante de todos para Colinas en cuanto a fuente de inspiración y de conocimiento se refiere; no encuentro otra explicación a esta ausencia que los reiterados homenajes y ensayos que el poeta de La Bañeza ha dedicado a lo largo de toda su vida al autor del Cántico espiritual. Véase, por ejemplo, Colinas, Sobre la Vida Nueva (1996), pp. 145-176; Tres tratados de armonía (2010), pp. 97-128; Martínez Fernández, 1998a, pp. 491-494.

10 Colinas ha destacado siempre a fray Luis de León como uno de los grandes poetas de la literatura española, que sin duda ha influido de forma extraordinaria en su propia obra y en su concepción poética. Así puede verse en su ensayo «Fray Luis de León: la música razonada», donde reconoce, entre otras cosas, que «la aproximación a este nombre se enmarca simplemente en mis preocupaciones y en mis intereses de lector»; Sobre la Vida Nueva (1996), pp. 113-143, cita en p. 118. Véase Martínez Fernández, 1998a, pp. 491-494.

11 Colinas leyó casualmente a los dieciséis años a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez y a Ricardo Molina y sintió cómo le abrieron el camino hacia la poesía como experiencia trascendental y la poesía abría ante sus ojos otros mundos y otras realidades y conmovía por su «palabra nueva» emoción, pureza, fulgor e intensidad. Véase Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 121-133 y 207-223; Del pensamiento inspirado I, II (2001), II, pp. 87-88 y 248-250; Nuevos ensayos en libertad (2011b), pp. 265-290; Iravedra, 2003, y Martínez Fernández, 2009.

12 Colinas, Obra poética completa (2011a), pp. 60-61.

13 Colinas, Obra poética completa (2011a), p. 69. Puede verse el ensayo de Colinas, Nuevos ensayos en libertad, pp. 49-71.

14 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 97-98. Colinas conoció a Ezra Pound en Venecia y le dedicó varios ensayos: El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 144-155; Del pensamiento inspirado I, II (2001), II, pp. 266-271.

15 Colinas, En los prados sembrados de ojos (2020), pp. 149-153.

16 Puede verse Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 42-61.

17 Colinas tenía especial predilección por Virgilio, cuyo mundo bucólico y visión de la naturaleza está muy presente en su propia poesía, como se puede observar en su ensayo El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 67-73. Véase también Martínez Fernández, 1998a, pp. 489-491; Conde Parrado, 2024 (en prensa).

18 Colinas ha sentido siempre gran devoción por la poesía de Garcilaso, al que leyó hasta marearse, como declaró en su ensayo: «El arte de escribir: mi experiencia personal» (1990), p. 30.

19 Colinas ha dedicado gran atención a la figura y obra de Giacomo Leopardi, que es el primer poeta que lee en su lengua y al que traduce al español, una labor infatigable que ha realizado a lo largo de muchos años, como evidencian estos títulos: Leopardi (1974), Poesía y prosa (1979), Obras (1997), Cantos Pensamientos (2006), Cantos y Pensamientos (2008), Cantos seleccionados (2016), Dulce y clara es la noche (2019). El interés de Colinas por Leopardi también se ha reflejado en otros estudios del propio poeta: «Leopardi y mis leopardis: un testimonio» (1998); Del pensamiento inspirado I, II (2001), I, pp. 351-364; Nuevos ensayos en libertad (2011b), pp. 143-144. Véase Calleja Medel, 2001 y 2022; Blanco, 2023.

20 Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 134-138.

21 López Castro, 2017, pp. 61-94.

22 Martínez Fernández, 2008 y 2017, pp. 139-143 y pp. 145-154.

23 Morcillo, 2009.

24 La cultura griega está muy presente en la obra de Antonio Colinas, tanto en su creación poética como en su pensamiento, de ahí las referencias frecuentes a Homero, Teócrito, Sófocles y de un modo especial a los filósofos presocráticos y a Platón; recuérdese la nota 16, véase Valero, 1990. Y es que para Colinas resulta fundamental la fusión de pensamiento y poesía, cuyos inicios sitúa en el siglo vi a. C. cuando «confluyen nombres, doctrinas, obras, tan extraordinarios: orfismo, pitagorismo, taoísmo, confucionismo, budismo, upanisads, algunos de los textos bíblicos, los presocráticos», que luego sería continuado, entre otros, por Platón, los neoplatónicos del Renacimiento, la mística cristiana, sufí y judía y el Romanticismo centroeuropeo; véase Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), p. 23; «El arte de escribir: mi experiencia personal», p. 36.

25 Es muy fácil observar la presencia del pensamiento oriental en la obra de Antonio Colinas, donde cobra especial relevancia el sincretismo chino, que amalgama las enseñanzas de Confucio, en el que se inspira Lao Tsé o Lao Zi. Véase Morcillo (2009), Balcells (2022).

26 Colinas habla de «pueblo» al referirse a Trassierra, que en realidad es un barrio que, aunque situado en la sierra a unos quince kilómetros al noroeste de Córdoba, pertenece a su término municipal.

27 Luis de Góngora no fue vicario de Trassierra, aunque frecuentara aquel hermoso paraje cordobés. El poeta participó como jurado en las justas que se celebraron en octubre de 1614 con motivo de la beatificación de Santa Teresa de Jesús; y también lo hizo con el pseudónimo del «Vicario de Trassierra» con un romance «serio a ratos y jocoso» —según se dice en la Relación de Juan Páez de Valenzuela (1615), f. 40r— que le dedicó, «De la semilla caída»; véase Góngora, Romances, II, pp. 321-338. Con el paso del tiempo la anécdota de la vicaría terminó convirtiéndose por diferentes avatares, que culminaron con la colocación de una placa de mármol que cinceló en 1927 su condición de vicario, en una leyenda apócrifa.

28 Sobre la afición de Góngora al juego de naipes, que fue tan vituperada por los poetas de su tiempo, véase Artigas, 1925, pp. 40-44 y 377-378; Jammes, 1987, pp. 19-20.

29 En alusión al célebre romance de Góngora en el que recreaba los juegos infantiles en las calles y plazas de su barrio cordobés: «Hermana Marica»; Góngora, Romances, I, pp. 205-218; véase Artigas, 1925, p. 17.

30 El padre de Góngora, Francisco de Argote, era un hombre culto que, además de estar relacionado con el mundo intelectual de la ciudad, llegó a tener una gran biblioteca, de manera que debió de tener mucha importancia «para la carrera literaria de don Luis»; Jammes, 1987, p. 8. Artigas subrayó la relevancia del padre de Góngora como «renacentista, erudito y bibliófilo» (1925, pp. 10-14).

31 Puede bastar el testimonio de la carta que Góngora escribiera en respuesta a «un amigo» (muy probablemente, Lope de Vega) tras su acerba crítica contra las Soledades. El poeta cordobés se despedía de su destinatario con displicencia y ufanía: «Procuraré ser amigo de quien lo quisiere ser mío; y quien no, Córdoba y tres mil ducados de renta en mi patinejo, mis fuentes, mi breviario, mi barbero y mi mula harán contrapeso a los émulos que tengo granjeados»; Góngora, Epistolario completo, p. 4.

32 El poeta se está refiriendo al soneto «Descaminado, enfermo, peregrino», de 1594, en el que su protagonista, convaleciente de una grave enfermedad, fue amorosamente asaltado por una dama vestida de blanco, que casi lo mata; Góngora, Sonetos, pp. 575-582. El propio Colinas —como confesó en Memorias del estanque (2016, p. 39)— sentía predilección por este soneto y los otros dos que también escribió Góngora por el mismo tiempo y que recrean su grave enfermedad padecida en la ciudad del Tormes; un políptico poético que podría constituir un ciclo salmantino: «Huésped, sacro señor, no: peregrino» (1593) y «Muerto me lloró el Tormes en su orilla» (1594); Góngora, Sonetos, pp. 560-565, 575-588.

33 La poesía es para Colinas una vía de conocimiento y una revelación de la realidad trascendida y se sirve de símbolos, que van más allá de las cosas, para acceder o profundizar en el misterio; Martínez Fernández, 2009, pp. 94-95. Véase Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989); Martínez Fernández, 2004, pp. 50-71; y López Castro, 2017, pp. 181-214.

34 No le faltaba razón al poeta, pues el maestro de las últimas generaciones de gongoristas, Robert Jammes, terminaría subrayando la importancia que la dicotomía corte/aldea tuvo en la vida y en la obra de Luis de Góngora. El poeta cordobés había oscilado a lo largo de su vida entre la alabanza a la corte, incrementada en intensidad y tono a partir de su instalación definitiva en Madrid en 1617, y sus ataques y pullas a la corte y a los cortesanos, expresados a través de la sátira y de la burla. Como ha estudiado Jammes, el tema del menosprecio de corte y alabanza de aldea es una constante a lo largo de la trayectoria poética de Góngora, y destaca especialmente en algunas de sus grandes obras, como la canción en tercetos encadenados «Malhaya el que en señores idolatra» (1609) o las Soledades; Jammes, 1987, pp. 95-119 y 497-528.

35 Véase la nota 31. Para Jammes (1994, pp. 614-616) hay serias dudas acerca de la autoría de Góngora de esta Carta en respuesta, pero Antonio Carreira la considera auténtica (1998, pp. 253-266).

36 Como ha señalado Martínez Fernández (2009), Colinas sintoniza con las obras y los poetas que superan los cánones, que buscan la perduración, que constituyen un modelo de verdad y belleza, que supera los límites genéricos, que sustentan su creación en la inspiración divina, rasgos que, en definitiva, lo aproximan con claridad a Góngora. Sobre la concepción poética de Antonio Colinas véanse «Poética» (1986), El sentido primero de la palabra poética (1989), Del pensamiento inspirado I, II (2001), «Nuevas notas para una Poética» (2004); también Martínez Fernández, 1998b y 2009; López Castro, 2017, pp. 241-268; y Badía Fumaz, 2021.

37 Colinas, El sentido primero de la palabra poética (1989), pp. 13-32.

38 Martínez Fernández, 1998, pp. 490-491. Martínez Fernández (2009, p. 89) presenta la poética de Colinas «bajo el signo de Orfeo», «como el logro de la armonía órfica, por medio de la cual es posible traspasar las puertas que celan el misterio de la otra realidad». Sobre el tema pueden verse los ensayos del propio Colinas, 1989, pp. 13-32, y «Nuevas notas para una Poética» (2004); Martínez Fernández, 2009, y López Castro, 2017, pp. 301-310. Puede verse también el poema Órfica, de Jardín de Orfeo (1988), en el que Colinas ya simbolizaba a Orfeo como la Armonía, la revelación del Misterio (Obra poética completa 2011a, pp. 522-523).

39 Recuérdese más arriba la nota 11. Véase Colinas, «Nuevas notas para una Poética» (2004); Del pensamiento inspirado I, II (2001), pp. 87-88; y Martínez Fernández, 2009, pp. 96, 101, 105.

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References

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Juan Matas Caballero, Sobre la inspiración en Antonio Colinas: «Si cerrara los ojos escucharía a Góngora»Criticón, 145-146 | 2022, 469-483.

Electronic reference

Juan Matas Caballero, Sobre la inspiración en Antonio Colinas: «Si cerrara los ojos escucharía a Góngora»Criticón [Online], 145-146 | 2022, Online since 30 November 2022, connection on 05 December 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/23030; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/12dlx

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Juan Matas Caballero

Juan Matas Caballero, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de León, especialista en la literatura española del Siglo de Oro, ha publicado numerosos estudios sobre nuestros escritores áureos más destacados (Garcilaso, Cervantes, Góngora, Lope, Quevedo) y sobre los mal llamados “menores” (Juan de la Cueva, Juan de Jáuregui, Luis Vélez de Guevara, Conde de Villamediana…). También ha dedicado su atención crítica a la poesía española contemporánea con la publicación de estudios sobre autores como Antonio Machado, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Grupo Cántico, Antonio Colinas, José María Micó, etc. En la actualidad sus principales ámbitos de investigación son la obra de Luis de Góngora, la proyección de la poesía del Siglo de Oro en la poesía contemporánea, la conflictividad social en la literatura (erotismo, exilio, poder, etc.). Entre sus últimas publicaciones destaca la edición crítica de los Sonetos de Luis de Góngora (Madrid, Cátedra, 2019).
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