Bibliografía
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Blanco, Mercedes, Góngora heroico. Las soledades y la tradición épica, Madrid, CEEH, 2012.
Blázquez Mayoralgo, Juan, Perfecta razón de estado deducida de los hechos de el señor rey don Fernando el Católico, quinto de este nombre en Castilla y segundo en Aragón, contra los políticos ateístas, México, Francisco Robledo, 1646.
Bonilla Cerezo, Rafael, «A vueltas con los muros de abeto y las almenas de diamante de la Dedicatoria al Duque de Béjar (Góngora, Soledades, 1613, v. 6)», en Ánfora Nova, 107-108, 2016.
Calvete de Estrella, Juan Cristóbal, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe don Felipe, hijo del emperador don Carlos Quinto Máximo, desde España a sus tierras de la baja Alemania, con la descripción de todos los estados de Bravante y Flandes, Amberes, Martín Nuncio, 1552.
Góngora y Argote, Luis de, Fábula de Polifemo y Galatea, ed. Jesús Ponce Cárdenas, Madrid, Cátedra, 2010.
Góngora y Argote, Luis de, Soledades, ed. Robert Jammes, Madrid, Castalia, 1994.
Guicciardini, Ludovico, Descrittione di tutti i paesi bassi, altrimenti detti Germania inferiore…, Anversa, Guglielmo Silvio, 1563.
Jammes, Robert, La obra poética de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Castalia, 1987.
Mañas Núñez, Manuel, Juan Blázquez Mayoralgo, contador y preceptista político en Nueva España, Badajoz, CEXECI, 2017.
Parker, Geoffrey, The Dutch revolt, London, Penguin Books, 1990.
Pintacuda, Paolo, «Sobre las dos versiones del Sitio y toma de Amberes de Miguel Giner», en Le vie dell’epica ispanica, Paolo Pintacuda (ed.), Lecce - Rovato, Pensa MultiMedia, 2014, pp. 95-122.
Pintacuda, Paolo, «Apuntes para un estudio de la Antuerpia de Juan Blázquez Mayoralgo», en Intorno all’epica ispanica, eds. Paola Laskaris y Paolo Pintacuda, Pavia, Ibis, 2016, pp. 143-162.
Pintacuda, Paolo, «La tempestad nocturna del libro V de la Antuerpia de Juan Blázquez Mayoralgo: entre modelos tópicos y lengua gongorina», Bulletin Hispanique, 121-1, 2019, pp. 55-72.
Rodríguez, Laura, «Las voces que forjaron un mito: la poesía épica sobre la guerra de los Ochenta Años», Il confronto letterario, 76, Pavia, Ibis, 2021, pp. 167-204.
Rodríguez Pérez, Yolanda, The Dutch Revolt through Spanish Eyes. Self and Other in historical and literary texts of Golden Age Spain (c. 1548-1673), Bern, Peter Lang, 2008.
Roses, Joaquín, «El género de las Soledades y las descripciones cronográficas», en Autour des Solitudes. En torno a las Soledades de Luis de Góngora, eds. Francis Cerdan y Marc Vitse, Toulouse, Presses universitaires du Midi, 1995, pp. 35-50.
Roses, Joaquín, La recepción de Góngora en la literatura hispanoamericana. De la época colonial al siglo xxi, ed. Joaquín Roses, Berlin, Peter Lang, 2021.
Tenorio, Martha Lilia, El gongorismo en Nueva España. Ensayo de restitución, México, El Colegio de México, 2013.
Venturini, Antonio, Miguel Giner, «El sitio y toma de Anveres». Edizione critica, tesi di laurea magistrale, P. Pintacuda (dir.), Università degli Studi di Pavia, 2017.
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Notas
Sobre las deudas de los poemas mayores de Góngora con el epos, vénase la introducción de Jesús Ponce Cárdenas a la edición de la Fábula de Polifemo y Galatea en Cátedra y el volumen de Mercedes Blanco (2012). Una introducción a la cuestión del género de las Soledades se puede leer en Joaquín Roses, 1995.
Una presentación del corpus de poesía épica sobre la guerra de los Ochenta años y de la bibliografía esencial se encuentra en Rodríguez, 2021.
Pintacuda, 2016, p. 151.
Véase Parker, 1990. Yolanda Rodríguez Pérez estudia la autoproyección y la imagen del enemigo en la literatura española sobre la guerra de Flandes producida desde el final de la tregua hasta el final del conflicto en Rodríguez Pérez, 2008, pp. 171-256.
Pintacuda, 2016, pp. 148-149.
Contamos con una biografía de su estancia en México como contador en Veracruz y un estudio de su tratado Perfecta razón de estado: Mañas Núñez, 2017.
Lo ha estudiado Paola Laskaris: P. Laskaris, Estasi epica. Santa Teresa protagonista del poema barocco El Carmelo, ponencia presentada en el congreso internacional «Io ti darò un libro vivo»: nei testi di Teresa di Gesù, Pavía, 18-20 de noviembre de 2015.
Francisco de Samaniego, «Memorias augustas al más soberano píncipe que ha merecido España, el rey don Fernando el Católico, quinto de Castilla, segundo de Aragón y primero de todo el orbe», en Blázquez Mayoralgo, Perfecta razón de estado, f. 23v. Obsérvese el empleo del latinismo “historear” en lugar de “historiar”.
Pintacuda, 2014; Venturini, 2017.
Pintacuda, 2016 y 2019, pp. 55-72.
Puede servir para contextualizar este episodio poco conocido de la recepción del gongorismo en la Nueva España el estudio de Lilia Tenorio (Lilia Tenorio, 2013). Entre la proficua bibliografía sobre la cuestión, destacaría la reciente publicación del volumen de Joaquín Roses (Roses, 2021).
Alonso, 1994, pp. 102-141.
«A lo largo de las octavas, se pueden apreciar ciertos cultismos léxicos (“diáfano”, 11, 3; “cambiantes”, 13, 6; “eólidas”, 23, 2; “radiante”, 26, 5); algún sintagma erudito (“avarienta luz”, 9, 4; “dísona armonía”, 11, 6; “húmedas alcobas”, 16, 3); sinécdoques, de carácter gongorino (“leños”, 11, 7); o perífrasis metafóricas barrocas, como “imperio cristalino” (8, 8; 16, 6) —muy grata a Blázquez Mayoralgo— para referirse al mar» (Pintacuda, 2019, p. 68).
«Destaca la inclinación a la simetría bilateral, y especialmente —cela va sans dire—, en los versos que rematan la estrofa: “el cómitre castiga, el llanto suena” (17, 8), “abrió las manos y negó el sosiego” (18, 8), “la gabia teme y el timón se espanta” (19, 8), “oyendo amores y escuchando fuentes” (24, 8). Fenómeno que, empero, se da incluso en el interior de la estrofa, siempre con formas verbales emparejadas y con la tendencia, nada soprendente en quien estructura (como se ha dicho) la octava en dos núcleos de cuatro endecasílabos cada uno, a colocarse en el v. 4: “soberbio gime y atrevido espanta” (12, 4), “rompió las olas y asombró el tridente” (19, 4), “miró la tempestad, oyó el bramido” (21, 3) y, con quiasmo, “mira las olas y el peligro siente” (15, 4)» (Pintacuda, 2019, p. 68).
«Frecuentes, desde luego, son las inversiones del orden sintáctico corriente (dadas, mayoritariamente, por la anteposición de complementos introducidos por de): “de los fieros golpes el tumulto” (14, 3), “de tremor y asaltos compelidos” (16, 7), “de varias piezas el cabello adorna” (18, 2), “resulte a su grandeza daño” (22, 4), “del erizado mar la clin revuelta” (23, 8), “de sus fértiles tesoros / el rico erario liberal” (24, 1-2), “de valientes ondas azotada” (25, 2). Y no faltan hiperbatones que separan, de forma más o menos acentuada, sustantivo y adjetivo: “el bárbaro suena remolino” (16, 4), “la luz de las estrellas eclipsada” (20, 5), “los tímidos de plata pabellones” (23, 4), “los pájaros formando alegres coros / cantaban dulces” (24, 3-4)» (Pintacuda, 2019, p. 68-69).
«Hay ecos bastante claros de la Soledad primera, en concreto en las últimas octavas del poema que hemos considerado, donde el argumento se prestaba a establecer una conexión temática: puestos a salvo, los protagonistas (el bello peregrino y el conde Carlos) van recuperándose y situándose en un ambiente desconocido. Si no llaman mucho la atención los “de plata pabellones” (23, 4) —que sí, evocarían el “pabellón de espuma” de las Soledades (I, v. 179), aunque creo que el tipo de construcción ya estaba suficientemente lexicalizada por estas fechas—, en cambio pueden resultar menos obvias otras correspondencias. En primer lugar, la consideración consignada a una subordinada hipotética del narrador de la Antuerpia, “si crédito se debe a antigüedades” (25, 8), replica en cierta medida el inciso puesto por Góngora al comentar una noción no fidedigna: “(si tradición apócrifa no miente)” (Sol., I, v. 74). Luego, en el seco discurso que dirige a los vientos, Neptuno los invita a amonestar a su rey para que no se meta donde no le llaman y tienda sus alas a otra parte “si las tiene enjutas” (22, 5): y en la Soledad primera el Austro es calificado —conforme a los poetas latinos— “de alas nunca enjutas” (v. 449). Posteriormente, la octava 26 propone otros ecos: el “paso errante” del v. 3; la imagen —que, ¡por supuesto!, no puede competir con su modelo— de la ropa mojada tendida al sol (v. 5); y la metáfora del alto monte que, a espaldas de la playa, se muestra como un “balcón” (v. 6) abierto a la vista, empleada en el v. 193 de la Soledad primera (“verde balcón del agradable risco”)» (Pintacuda, 2019, p. 69).
«También se percibe alguna resonancia del otro poema mayor de Góngora, la Fábula de Polifemo y Galatea: dejemos de lado las “noturnas aves” (20, 2) que, inevitablemente, nos traen a la memoria la célebre “infame turba de nocturnas aves” (Polifemo, V, 7), y centrémonos, en cambio, en dos pasajes determinados. En el primero, los efectos del “bárbaro” sonido que se propaga por el mundo marino, en la octava 16 del libro V de la Antuerpia, se asemejan mucho a los que el ruido de la flauta de Pan, fabricada y tañida por el cíclope, provoca sobre la naturaleza —y el mar, en particular— en el Polifemo (estrofa XII). En el segundo, la construcción a la que Blázquez Mayoralgo recurre para delinear el pavoroso son de la tormenta, “cuyos gemidos, trompas de esta guerra” (14, 7), se inspira a todas luces —salvando las distancias—en la que sella la octava XL de la Fábula, donde Góngora se refiere a las palomas que acompañan el encuentro furtivo de Acis y Galatea: “cuyos gemidos / (trompas de amor) alteran sus oídos”» (Pintacuda, 2019, p. 69-70).
Pintacuda, 2019, p. 68.
Recogen la versión oficial de la leyenda Juan Cristóbal Calvete de Estrella, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe don Felipe… 1552, pp. 220-222, o Guicciardini, Descrittione di tutti i paesi bassi…, 1563, pp. 61-64.
«Deidad era entre rayos Clodovea, / hija de Clodomiro, de Alemano / bastarda sucesión; de Clariquea, / su madre hermosa, fue Teolindo hermano. / Bien sea aclamación, bien amor sea, / nieve y fuego bebió en su blanca mano / Alcidamar gigante, con estremo / de estas verdes montañas Polifemo.
Oh ninfa —el gran gigante le decía / a la esquiva beldad pisando flores— / bebe sangre mi pecho, tiranía / de tu rojo clavel, de tus colores. / Vuelve los ojos, oh enemiga mía, / que si en ellos están tus pasadores, / no te pido piedad, sino que quieras / que me abrase la luz de tus esferas.
Esa torre, prisión de tu hermosura, / mis ojos bañarán con tierno llanto / si fueres tan tirana, si tan dura / que no te obligue no, queriendo tanto. / Esta fértil ribera, esta agua pura, / si pisa humano pie, tú verás cuánto / pueden los celos, quemaré con rayos: / culpa el abril de tus floridos mayos».
Escuchaba la ninfa las querellas / del bárbaro jayán, pero tenía / dentro del alma las estampas bellas / de otros cuidados que el amor leía: / cuando más encumbradas las estrellas, / cuando la soledad es compañía, / el alma hecha pedazos por los labios / al dueño de su fe contaba agravios.
Del mar sacaba el sol la rubia frente / cuando el joven, bebiendo luz dormido / apenas deja helado el occidente / del blanco pecho de sus alas nido, / Alcidamar, que al son de la corriente / cantaba amores y lloraba olvido, / el paso incierto sigue por la arena, / pisando sierpes y sembrando pena.
Bastón era del cíclope arrogante / un pino que levanta tan ligero / que junto azota el aire, era gigante / aunque le dio el desdén plumas de acero: / no de la espuma se valió el amante, / como Acis despeñado, que primero / que le hiriese el bastón sembró en el llano / del bárbaro jayán la airada mano.
Y en tanto que lamenta el desvarío / de su intrépido osar, la ya cortada / mano arroja a las ondas, cuando el río / transformaba en cristal la sangre helada. / A Antuerpia puso nombre el desafío, / que Antuerpia fue decir ‘mano arrojada’. / De aquí tuvo principio esta eminente / ciudad, que fue de Tebas la serpiente (ff. 43r -44r).
Otros ejemplos:
«Opúsose al gran padre si no un monte / de miembros, un jayán cual Terebinto. / Miraba aquel horror de su horizonte / que dejó de su sangre el campo tinto. / Un tronco esgrime el indomable Bronte, / cíclope del volcán, pero en su cinto / término vio que resistiendo enojos / la espada el conde le embainó en los ojos» (f. 244r).
«Resiste Meganel, feroz se anima / cuando un cuerpo sobre otro muerto yace, / pero el valiente corazón no estima / la muerte, que morir debe quien nace. / Si le pusieran la montaña encima / que el bronco pecho del jayán deshace, / no le causara a Meganel asombro. / Hieren las manos y levanta el hombro» (f. 305r).
«Airado sale Filimón, de Marte / émulo, o voz de aquel que en Terebinto / un monte fue de miembros tanta parte / tiene en la lucha del planeta quinto. / Aldana, un español, que ve de aparte / por su mano soberbia el campo tinto / los pasos le siguió cuando le alcanza / primero que su paso la venganza» (f. 352r).
El personaje representado en esta octava es el conde de Aldegonde.
V. Bonilla, 2016.
Góngora y Argote, 1994, pp. 185-187.
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