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El prevenido engañado (María de Zayas, 1637) en El jardín de Venus (José María Forqué, 1983)

Victoria Aranda Arribas y Rafael Bonilla Cerezo
p. 177-238

Resúmenes

El presente artículo pasa revista a la reescritura televisiva de El prevenido engañado (María de Zayas, Primera parte del honesto y entretenido sarao, 1637) por parte de José María Forqué (El jardín de Venus, TVE, 1983, capítulos 10-12). Dividida en tres episodios («Serafina», «Violante» y «Gracia»), analizamos el contexto de producción de esta serie, que incluyó también cuentos de Boccaccio (Decamerón), Guy de Maupassant (Salvada, Imprudencia, Condecorado y Junto al lecho) y Braulio Foz (La vida de Pedro Saputo); las claves de la elección del reparto, con José Sazatornil («Saza») abriendo el cartel; su estructura diegética, basada en un par de marcos que dan entrada a la propia novelista como narradora y personaje; los añadidos y las supresiones respecto al texto, poniendo el acento en la elipsis de las aventuras de Fadrique Menéndez de Olcoz con Beatriz y la duquesa valenciana; el relativo peso del feminismo y, por fin, las deudas que los guionistas Enrique Llovet y Hermógenes Sainz contrajeron con Cervantes y la picaresca.

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Notas de la redacción

Article reçu pour publication le 06/07/2021; accepté le 08/11/2021

Notas del autor

Este artículo se inscribe dentro de los Proyectos de Excelencia I+D+i La novela corta del siglo xvii: estudio y edición (y III) (MINECO, FFI2017-85417-P) y Prácticas editoriales y sociabilidad literaria en torno a Lope de Vega (FEDER, Universidad de Córdoba, UCO-1262510). Agradecemos a Emre Özmen (Universidad de Córdoba) su pronta ayuda bibliográfica.

Texto completo

Zayas pré-cinémauteur

  • 1 Thibaudet, 2007 [1936]; Francastel, 1956; y Leglise, 1958. Véanse asimismo Lalou, 1960, y Lemaitre, (...)
  • 2 Azorín, 2000 [1953]; Entrambasaguas, 1954; Zamora Vicente, 1958; y, más tarde, Staehlin, 1981; Crar (...)
  • 3 Olivares, 2017a; 2017b, pp. l-lv.

1Sin ánimo de reverdecer aquí los ya caducos laureles de Thibaudet, Francastel y Leglise, tres de los mosqueteros del llamado pré-cinéma1, a los que no tardarían en sumarse Azorín, Entrambasaguas y Zamora Vicente —resueltos a sondear desde la misma ladera un selecto corpus de títulos de nuestra Edad de Oro, con el Quijote marcando el paso2—, lo cierto es que El prevenido engañado, la cuarta de las «maravillas» que doña María de Zayas publicó dentro de sus Novelas amorosas y ejemplares (Zaragoza, Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1637) —o mejor: de la Primera parte del honesto y entretenido sarao3—, posee una hechura de veras fotofílmica.

2Así lo sancionó Goytisolo en su pionero estudio sobre el erotismo en los relatos de la Sibila de Madrid:

  • 4 Goytisolo, 1978, p. 73. Como se sabe, el título de «Sibila de Madrid» se lo otorgaría su amigo Cast (...)

En algunos las acciones se encadenan más bien en virtud de una causalidad lineal o abstracta, al servicio del designio didáctico que guía casi siempre la pluma de nuestra autora. El don Fadrique de El prevenido engañado y [la] doña Beatriz de La perseguida triunfante pertenecen a esa peculiarísima fauna de personajes, sin experiencia ni memoria, que corren infinidad de aventuras, pero no «viven» ninguna; fauna que abarca tanto a los héroes del Candide de Voltaire y la Justine de Sade como a los maravillosos protagonistas del cine mudo de la estirpe de Langdon, Keaton y Chaplin4.

Una tesis que Lagreca validaría hace apenas un lustro —por senderos algo bifurcados— al declarar que

  • 5 Lagreca, 2004, p. 571.

the structure of El prevenido engañado is essential to understanding how its baroque elements function. The novella is composed of a series of five ministories, each of which repeats the same basic plot five consecutive times: the male protagonist pursues a woman, only to make a dramatic discovery that leads to the relationship’s failure. In the case of El prevenido engañado repetition lends a distinctly visual quality to the narrative; the reader develops a clear mental image of the action via reproduction of the vignette, not unlike the visual effect created, from the repetition of frames of film linked together in modern film. However, typical of the baroque, this superficially clear mental image is not as transparent as it first appears; certain details are altered in each variation of the basic plot that trompe-l’oeil, or trick the reader’s eye by gradually transforming the image over the course of the sequence5.

  • 6 Cirnigliaro, 2012. Véase asimismo el ensayo de Bryson, 2005, acerca de las naturalezas muertas del (...)

3Todo ello sin perjuicio de que a Zayas se la venga tachando de poco diestra a la hora de referir (‘pre-filmar’) sus objetos, espacios y personajes. Mientras no se niegue la mayor, y de acuerdo con los certeros voquibles de Cirnigliaro, nos las habemos con una prosista bastante más «megalográfica» (narrativa) que «rhopográfica» (descriptiva); al contrario, pues, que su casi tocaya Mariana de Carvajal y Saavedra (Navidades de Madrid y noches entretenidas, Madrid, Domingo García Morrás, 1663)6.

4Con parecidos términos, Yllera subrayaba en su prefacio a los Desengaños amorosos (Parte segunda del honesto y entretenido sarao, Zaragoza, Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, a costa de Matías de Lizao, 1647) que

  • 7 Yllera, 1983, p. 41. Gamboa Tusquets, 2009, se detuvo en el telón de fondo napolitano de La fuerza (...)

es interesante […] el uso que […] Zayas hace de las descripciones. Cada novela transcurre en una ciudad de las dependientes de la Corona española, […] pero no existe ningún interés por [apurar] sus peculiaridades. […] Únicamente se exaltan (de modo hiperbólico y tópico) las excelencias de la ciudad. Tampoco existe interés por el paisaje o la naturaleza en estas obras esencialmente urbanas y destinadas a un público urbano. A nadie le interesaba «fotografiar» la realidad. Las escasas descripciones […] tienen [aquí] un sentido distinto: buscan no tanto mostrar un objeto cotidiano como destacar un elemento esencial para la orientación que la autora da a su relato7.

  • 8 Según Pardo García, 2010, p. 48, «la reescritura es una forma de hipertextualidad consistente en la (...)
  • 9 Smith, 1987, pp. 228 y 235. Véase asimismo Pérez Erdelyi, 1979, pp. 113-115. Los panoramas más lúci (...)

Estas cuatro lecturas del arte narrativo —y diríase que poco descriptivo— de la novelista nos enfrentan a la paradoja de unos tableaux vivants donde, sin embargo, tópicos como el de la laus urbis o la descriptio puellae de cuño petrarquista carecen de relieve. Luego habría que preguntarse si las versiones televisivas de sus historias obedecieron a una cierta ocularización implícita, a la modernidad de sus peripecias, al traído y llevado feminismo de doña María, o a las tres cosas a la vez. Lo analizaremos en detalle, pero, haciendo nuestro el corolario de Smith —esta vez por lo que concierne a sus «reescrituras» en la pequeña pantalla8—, para Zayas «the soul can have no gender. […] The moral of the stories is that women must be androgynous or hybrid, combining both male and female qualities»9.

5La primera firmante de este artículo se ha venido interesando por los mediometrajes de Televisión Española (TVE) que entre las décadas de los setenta y los ochenta tradujeron en imágenes un cuarteto de sus maravillas: 1) Tarde llega el desengaño (Cuentos y leyendas, José Antonio Páramo, 26/02/1972); 2) El castigo en la miseria (Estudio 1, José Antonio Páramo, 26/02/1969); 3) La inocencia castigada (rebautizada como La inocente castigada; Cuentos y leyendas, Alfonso Ungría, 26/12/1975); y 4) El prevenido engañado (El jardín de Venus, José María Forqué, 1983), cifra y razón de nuestras páginas:

  • 10 Aranda Arribas, 2020, p. 634. Véase sobre todo Aranda Arribas, 2021a, pp. 345-350. Remitimos asimis (...)

[los marcos narrativos] se localizan en el [madrileño] Castillo de Viñuelas, reconvertido para esta ficción en el hotel El jardín de Venus. Allí, [la mismísima Zayas] (la actriz Berta Riaza) narra en tres partes («Serafina», «Violante» y «Gracia») la novela de El prevenido engañado a un grupo de huéspedes. […] Forqué [confesaría] que su [serie] posee «una tonalidad general irónica, sonriente, tierna y directa» (El País, 11/10/1983), señalando de paso que en cada capítulo domina un color: en los cuentos de Boccaccio brillarán los dorados; en los de Guy de Maupassant, los rojos y azules; en los de Zayas, los pardos, y en el último capítulo, el de Foz, predominarán los grises. Estos tonos tenían una clara intención dramática10.

Tres tristes nobles

  • 11 Foa, 1979, p. 136.
  • 12 Véase McGrady, 1966. Yllera, 2000, también iluminó la más que probable huella de la novella XXIV de (...)
  • 13 Fernández Rodríguez, 2016.
  • 14 Foa, 1979, pp. 137-138.
  • 15 Foa, 1979, p. 138.
  • 16 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 81.
  • 17 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 337. Véase también Foa, 1979, p. 138.

6Inspirado de forma dispar en Les cent nouvelles nouvelles (1462) reunidas por Antoine de la Sale, el cuento XX del Heptamerón (1558) de Marguerite de Navarra —fuente a su vez para el episodio del esclavo berberisco oculto en la caballeriza del Poema trágico del español Gerardo (c. 1618) de Gonzalo de Céspedes y Meneses11—, y el XLI de Il Novellino (1476) de Masuccio Salernitano12 —al cual Fernández Rodríguez añadiría el segundo de los Diporti (1550) de Girolamo Parabosco13—, le debemos a Foa el vislumbre de estos palimpsestos debajo de El prevenido engañado: la anécdota de doña Beatriz, ninfómana viudita sevillana (Heptamerón); la de las sensuales primas doña Ana y doña Violante (Salernitano) y la boda de Fadrique con la joven e inexperta Gracia (Les cent nouvelles nouvelles). Si bien en este último lance las intrigas difieren lo suyo: «el protagonista [francés] es un viudo que había sido feliz en [su] matrimonio y que “pour les biens qu’il avoit trouvez en mariage ne sceut passer son temps sans soy lyer comme il fut par avant”. La mujer que eligió no es “des plus subtiles du monde; car, a la vérité dire, elle estoit ung peu lourde en la taille”, [pero le satisfacía] “pource qu’il esperoit par ce point mieulx la duyre et tourner a la fasson qu’avoir la vouldroit”»14. Nótese, además, que la viste con una panoplia «antes de [poseerla], “affin que madame ne desire pas tant l’assault amoureux, pour la peine et empeschement de ce jaserant”. [En cambio], el español [se valdrá de dicho artificio solo] para probar la ignorancia de su esposa»15. De ahí que ambas dueñas acaben dándoles gato por liebre a sus maridos: la de Les cent nouvelles nouvelles, presa de su furor uterino, se lanza con regocijo a los brazos de un clérigo, resucitando así con ironía «la acendrada sátira misógina contra las viudas»16. Y la candorosa Gracia accederá a que un caballero cordobés la solicite «como quien no sabía las leyes de la voluntad y correspondencia»17.

  • 18 Olivares, 2020³, p. 55.
  • 19 Goytisolo, 1978, p. 85. A pesar de la evidente finura del capítulo del autor de Señas de identidad, (...)
  • 20 Talens, 1977, p. 166.
  • 21 Olivares, 2020³, p. 55. Véase asimismo Palomo, 1976, p. 73.

7Para aliviar la faena de nuestros lectores —quizá no todos familiarizados con la cuarta maravilla de Zayas—, resumiremos sus claves argumentales. No sin permitirnos antes un exordio: aunque se haya repetido a menudo, la Primera parte del honesto y entretenido sarao se abre con un marco boccacciano que, a diferencia de los de otras colecciones, se antoja capital para la articulación de su estructura y de sus temas: avanza el feminismo de la autora, asienta su «papel didáctico»18 —al cual «sacrificó [no poca] de su conciencia artística»19— y perfila el diseño de los dos volúmenes. Hasta el extremo de que, por su carácter integrador y «no italianizante»20, al final de la secuela de estas Novelas amorosas y ejemplares, o sea, de los Desengaños amorosos, «el marco y [los relatos] alcanzan una fusión absoluta»21.

  • 22 Castillo Solórzano, Los alivios de Casandra, pp. 112-113.
  • 23 Özmen, 2018a, p. 219, ha limado una ocurrencia de Bosse, 1999, p. 250, para quien esta reunión de d (...)
  • 24 Según Paba, 2017, p. 172, «la alternancia en la narración de hombres y mujeres tal vez corresponda (...)

8En Madrid, durante cinco noches del mes de diciembre, y por mor de las fiebres cuartanas que padecía Lisis —un motivo lindero de aquel que prologaría Los alivios de Casandra (Barcelona, Jaime Romeu, 1640) de Alonso de Castillo Solórzano22—, se concierta una «academia ideal» donde la enferma enseguida cede la presidencia a Laura, su piadosa madre23. Allí le contarán diez historias (maravillas) otros tantos invitados, a razón de dos por jornada, alternándose en cada una de ellas sendos pares de damas y caballeros; excepción hecha de la última. A saber: Lisarda y Matilde (noche primera), Álvaro y Alonso (noche segunda), Nise y Filis (noche tercera), Miguel y Lope (noche cuarta) y Juan y Laura (noche quinta)24.

  • 25 Özmen, 2018a, p. 218.
  • 26 Como se sabe, al final de los Desengaños, Lisis está a punto de desposarse con un tal don Diego.
  • 27 Véanse Özmen y Ruiz Pérez, 2016, pp. 40-44; y Özmen, 2021a, pp. 83-91. Según la misma autora, «en A (...)

9Özmen puso el acento en que «no sería erróneo afirmar que Zayas imaginó un sarao de maravillas, en la primera parte, y otro de desengaños, en la segunda»25, soldando de esa manera la bisagra entre la novela inicial (Aventurarse perdiendo) y lo narrado en la cornice: el triángulo entre don Juan, su prometida Lisarda, que terminará casándose con un rico forastero, y la doliente Lisis, que también codiciaba los favores del primer noble26. Dicho esquema aflora de nuevo dentro del penúltimo relato de la colección (El juez de su causa): don Juan refiere aquí la aventura de dos mujeres que rivalizan por el mismo hombre; sin orillar que el décimo de los Desengaños (Estragos que causa el vicio) gira alrededor de Magdalena y Florentina, la segunda de las cuales bebía los vientos por don Dionís27.

  • 28 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 83.

10Reparamos en este tipo de análisis porque convendría ahondar en la selección de unos relatores u otros, y por ello de unas novelas u otras, a lo largo de las noches de la Primera parte del honesto y entretenido sarao. De hecho, si bien se mira, el bloque II, curiosamente el único adaptado en su conjunto por TVE (Estudio 1, 1972; y El jardín de Venus, 1983), depende de don Álvaro y don Alonso, dos linajudos que oralizan un par de novelitas de beffe contra las mujeres y, de paso, contra la simpleza de sus maridos: la picaresca sobre el avaro don Marcos, timado por una esposa a la que creía encantadora y rica, sin serlo (El castigo en la miseria); y la del suspicaz y finalmente cornudo don Fadrique (El prevenido engañado), que empezará recelando de las dueñas discretas y, más tarde, incluso de las necias. Según Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, dicho sujeto «es un mero instrumento en manos de la tesis de la Zayas, que no es otra que demostrar que la [sandez] no es [ninguna] cuestión de sexo ni radica en una supuesta sabiduría prudencialista»28.

  • 29 Boccaccio, Decamerón, pp. 741-829.

11He aquí, pues, la parte del Sarao más deudora —aunque no se haya indicado— de la jornada VII del Decamerón: aquella que se definía por dar pie a un esbozo de feminismo; o siquiera de libertad y afirmación de las mujeres. Bajo el gobierno de Dioneo, «se trataba [allí] de las burlas que por amor, o para su propia salvación […], han hecho a sus maridos, habiéndolo advertido ellos o no»29.

12Y no solo, porque ya en la VI se intuía este dominio de lo femenino:

  • 30 Mineo, 1996, p. 93. No en balde, como luego ampliaremos, Forqué se basó en estas dos jornadas para (...)

Nessuna altra giornata si apre con l’immagine lunare, essendo preferita l’apertura con quella solare. […] Non è casuale, possiamo dire a questo punto, che nell’Introduzione sia collocato l’episodio del battibecco tra Licisca e Tindaro. La proclamazione, sia pure a livello di un buon senso e di un’ottica popolaresca, della libertà sessuale delle donne, pulzelle e maritate, è chiaramente in funzione dell’esaltazione del potere femminile30.

  • 31 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 83.

La ironía de Zayas estriba en que esa misoginia del celoso don Fadrique se le vuelve en su contra por dos veces: 1) desde la hora en que será engañado por Gracia —a la sazón el único fruto de doña Serafina, su primer objeto de deseo—, a la que había tomado a su cargo como ahijada y, después, como la mejor de las mosquitas muertas para compartir el tálamo; y 2) a través de la voz de un narrador masculino, don Alonso, que ya había puesto sus jóvenes barbas a remojar, en un «gratificante ejercicio de autoflagelación por la inepcia mental de su sexo»31:

  • 32 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 292-293.

ninguno se confíe de su entendimiento ni se atreva a probar a las mujeres, sino que teman lo que les puede suceder, estimando y poniendo en su lugar a cada una; pues, al fin, una mujer discreta no es manjar de un necio, ni una necia empleo de un discreto32.

Este ambiguo retruécano —a fin de cuentas todos lo son— genera un efecto dominó que induce a pensar en el don Juan del marco: nomen omen. Y más todavía en sus dos ¿afligidas víctimas?: Lisarda y Lisis. Leamos ya la despedida de los Desengaños amorosos, narrada por la segunda de estas dueñas antes de recogerse en un convento «solo como seglar»:

  • 33 Zayas, Desengaños amorosos, pp. 506-507.

Y digo que ni es caballero, ni noble, ni honrado el que dice mal de las mujeres, aunque sean malas, pues las tales se pueden librar en virtud de las buenas. Y en forma de desafío, digo que el que dijere mal de ellas no cumple con su obligación33.

Salta a la vista su semejanza con el de El prevenido engañado:

  • 34 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 340. Zerari también ha insinuado esta analogía en su exhau (...)

Entró doña Gracia monja con su madre, contenta de haberse conocido las dos, porque, como era boba, fácil halló el consuelo, gastando la gruesa hacienda [que le dejó don Fadrique] […] en labrar un grandioso convento, donde vivió con mucho gusto. Y yo le tengo de haber dado fin a esta maravilla, para que se avisen los ignorantes que condenan la discreción de las mujeres. Que donde falta el entendimiento, no puede sobrar la virtud; y también que la que ha de ser mala no importa que sea necia, ni la buena el ser discreta, pues, siéndolo, sabrá guardarse34.

  • 35 Rich Greer, 2000, p. 247.

13Fadrique nunca hizo otra cosa sino decir mal de las señoras, al tiempo que procuraba cobrárselas como el cazador a sus presas. Según una lectura picaresca de este relato, que podría ensayarse y de hecho se ha ensayado ya35, el antihéroe no sería aquí un «mozo de muchos amos», como Lázaro González Pérez, sino más bien un aristócrata “mozo —y después viejo— de muchas amas”:

  • 36 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 300-301.

14Él decía que no había de fiar de ellas, y más de las discretas, porque de muy sabias y entendidas daban en traviesas y viciosas, y que con sus astucias engañaban a los hombres; pues una mujer no había de saber hacer su labor y rezar, gobernar su casa y criar sus hijos; y lo demás eran bachillerías y sutilezas que no servían sino de perderse más presto36.

  • 37 Quién sabe si también habría que considerar este nombre como un guiño a Castillo Solórzano.
  • 38 Boyer, 1995, p. 63, a propósito de la intertextualidad entre El verdugo de su esposa y La más infam (...)
  • 39 Véase El Saffar, 1995. Volveremos sobre este asunto en el parágrafo 4: «La quimérica inquilina».

Sin embargo, acabamos de ver cómo —retruécano mediante— don Alonso, el narrador de la cuarta maravilla, se había despachado a gusto con las del otro sexo. Y para más inri, nótese la vecindad entre los nombres de los dos caballeros, ambos de origen germano: Fadrique (‘el que impone la paz’, ‘el caudillo’) y Alonso (‘el pronto para la batalla’)37. Solo nos resta añadir, de vuelta al marco, a don Juan, un tenorio rechazado tanto por Lisarda como por Lisis38. Luego el imperio de lo masculino se pone en entredicho por partida triple: a través del figurón de El prevenido engañado, de su relator externo y del primer galán de Lisis, la fugaz presidenta de esta academia —no por nada se la ha igualado con Zayas39—; además de la responsable de cerrar la secuela del Sarao con una invitación al «ilustrísimo Fabio», el mismo que protagonizó su primera maravilla: Aventurarse perdiendo.

  • 40 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510. Véase asimismo Colón Calderón, 2021, pp. 229-230. Según Olivare (...)
  • 41 Lo cual no anula la postura de Alcalde, 2005, p. 117, para quien «las mujeres en Zayas se desengaña (...)

15Queda así claro que doña María mató tres pájaros de un tiro. Pero no pequemos de ingenuos: la madrileña, o más precisamente Lisis, personaje y narradora de la que se disfrazó en la cornice de su colección, se retirará a un convento sin tomar los hábitos, a diferencia de su amiga Isabel y de su madre. Adviértase que cuando apela a Fabio durante el adiós, le confiesa su voluntad de perseverar «en la clausura»; temerosa «de que algún engaño la desengañe, no escarmentada de desdichas propias»40. Cabe pensar, entonces, que Lisis no le ha cerrado todas las puertas al amor. ¡Seguro que antes o después volverá a las andadas! Incluida la de cebarse con su nuevo galán, si este no estuviera a la altura41.

16Al último párrafo del Sarao solo le faltan los pelos y las señales de la confortable celda donde moraba Lisis; similar, en principio, a la de Gracia en El prevenido engañado:

  • 42 Zayas, Desengaños amorosos, p. 511. Como apuntó Sylvania, 1922, p. 13, «[Zayas] writes not to prote (...)

Si os duran los deseos de verla, buscadla con intento casto, que con ello la hallaréis tan vuestra y con la voluntad tan firme y honesta como tiene prometido, y tan servidora vuestra como siempre, y como vos merecéis; que hasta en conocerlo ninguna le hace ventaja42.

  • 43 Según Wollendorf, 2001, p. 135, «while Jacinta (Aventurarse perdiendo) and Gracia (El prevenido eng (...)
  • 44 Chilcott, 2019, p. 11. Sobre los espacios estructurados y jerarquizados en la obra de Zayas: 1) la (...)

Tampoco debe ignorarse el convento, porque, según reseñamos, a otro fue a parar Gracia —la adúltera esposa de don Fadrique— junto con su madre (soltera) Serafina. El contraste respecto a lo narrado en el marco estriba en que esta ingenua explosiva —como la doña Laura de La fuerza del amor o la Florentina de Estragos que causa el vicio— sí que termina profesando43. No ocurrirá lo mismo con la Lisis (¿María de Zayas?) de la cornice, para quien dicha clausura representaba la mejor y tal vez la única vía de escape desde donde desplegar sus armas de mujer. Dado que en aquel siglo apenas había dos opciones “naturales” para las féminas: la boda o el convento44, la madrileña hizo de tal retiro su habitación propia: la sede de su amor a la novela, cuando no del amor a secas, con tintas tan fogosas como genuinas.

17A veces da la impresión de que sus celdas se convierten en serrallos sin o quizá a la espera de sultanes. Maroto Camino apreció con finura que

  • 45 Maroto Camino, 1994, pp. 531-532.

the more significantly feminist proposal contained in Zayas’ novellas is, however, the role played by the convent as providing an alternative feminine community. Women could at this time enter the convent by taking religious vows or simply live on premises with their possessions and their servants. Convents were then the only places where feminine life could find expression within the relative support of female community in a male-dominated world45.

Özmen lo ha interpretado como una sutil paradoja:

  • 46 Özmen, 2018b, p. 15.

El retiro al convento por parte de la protagonista [Lisis] y sus compañeras [se podría ver como] un cuestionamiento crítico de la codificación establecida en el reparto de papeles hombre/mujer [dentro de] la sociedad. […] La autonomía femenina, las posibilidades de su discurso, se apoya en la exclusión cuando los hombres usurpan el lugar y la voz que resultarían propios de las mujeres46.

  • 47 Ticknor, 1851, p. 346.
  • 48 Citado por Goytisolo, 1978, p. 89.
  • 49 Martin, 2006, p. 70.

Por eso mismo Ticknor —«aunque escrita por una señora de la corte, es de lo más verde e inmodesto que me acuerdo de haber leído nunca en semejantes libros»—47 y González de Amezúa —«no […] para ser puesta en todas manos»—48 se quedaron en la corteza de la letra; sin penetrar que mientras que Zayas ponía en jaque el patriarcado de los Austrias menores, «la mujer era retratada como autosuficiente, arriesgada, atrevida y burladora, [ofreciendo], pues, otro modelo de [conducta] ante la sexualidad»49.

  • 50 Véase Scordilis Brownlee, 2000, pp. 14-15.

18Repetimos la teoría de Smith: lo privativo del Sarao de la madrileña es que en la mayoría de sus relatos «el alma no tiene género». Con otras palabras: la balanza no se inclina hacia ningún lado. A Zayas le interesó la guerra de los sexos, bastante más que cuál de ellos se impondría o no con el correr del tiempo. Doña María era audaz hasta límites temerarios. Sin duda. Pero no era idiota. Sabía perfectamente la España que pisaba y los apuros para medrar en un Imperio de hombres50.

19Como observó Van Praag,

  • 51 Van Praag, 1952, p. 42.

las hijas de las familias nobles no eran más que mercancía en manos de sus padres. Y de los jóvenes aristocráticos eran [solo] los primogénitos los que (a veces) […] podían escoger libremente. Los casos descritos por […] Zayas son aquellos en que hombres y mujeres […] rompen con todo […] y se entregan a lo que ellos creen que es el amor, y que no es más que un espejismo. […] Los momentos en que estos amantes improvisados podían burlar la vigilancia de los guardadores del honor eran tan escasos que sin preámbulos, sin que pudieran conocerse siquiera, arrastrados por el poder avasallador del sexo, se apresuraron a gozarse. Y pronto llega el desengaño. Claro que los casos descritos por [la escritora] son excepcionales, pero lo que no puede haber sido excepcional es el desengaño terrible, consecuencia de las ideas sociales reinantes51.

  • 52 Barras, 1980, p. 134.
  • 53 Nadie en su sano juicio compartirá la rarísima tesis de Williamsen, 1995, p. 138, para quien los va (...)

Acaso por ello, las diez partidas de ajedrez que representan los cuentos de esta primera parte del Sarao, fruto de que «no había lugar para una relación satisfactoria entre los sexos»52, gustan de ofrecer a su público unas tablas tan cómplices como irónicas53.

  • 54 Véanse Scordilis Brownlee (1981), Rabell (1992), Vila (2001), Carreño (2002), Bonilla Cerezo (2007) (...)
  • 55 Goytisolo, 1978, p. 109, denunció que un análisis cabal del mundo novelesco de Zayas debería inclui (...)

20Hasta aquí nuestro delantal. Sin omitir jamás el affaire del marco, un poco deudor de aquel tejido y destejido en los «intercolunios» de los cuatro relatos que Lope obsequió a Marcia Leonarda (Marta de Nevares) dentro de La Filomena (Las fortunas de Diana, 1621) y La Circe (La desdicha por la honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo, 1624)54; ni tampoco la huella de la jornada VII del Decamerón55.

21Vengamos ya a las cinco viñetas de El prevenido engañado; las cuales, según adelantamos, Forqué redujo a tres («Serafina», «Violante» y «Gracia»):

  • 56 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 299.
  • 57 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 300.
  • 58 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 305.
  • 59 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 306-307.
  • 60 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 313. Ambas se nos antojan emparentadas con Constanza y Teo (...)
  • 61 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 319.
  • 62 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.
  • 63 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 328.
  • 64 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 328.
  • 65 Convendría relacionar este exilio napolitano de Fadrique con el de Manuel en La esclava de su amant (...)
  • 66 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 331.
  • 67 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 337.
  • 68 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 338.
  • 69 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 339.

Primera viñeta: don Fadrique, caballero granadino, se prenda de doña Serafina y le pide a sus padres que se la den por esposa. Con tan mala fortuna que favorecía ya a un tal don Vicente. Luego de una dolencia de la mujer —que no era sino melancolía—, la ve salir de su casa y entrar en una corraliza, donde alumbrará a una hija que no duda en abandonar a su suerte. Para que la pequeña no muriese sin el bautismo, don Fadrique la deja al cuidado de una de sus deudas, que, a los tres años, la trasladará a un convento. Allí, Gracia —este es su nombre— crece sin llegar a conocer las «cosas del mundo»56. Quince días después del parto, Serafina les publica a sus progenitores su deseo de casarse con don Fadrique. Sin embargo, el caballero la rechaza, poniendo como excusa su intención de visitar algunas tierras de España; no sin antes reprocharle su falsía mediante el soneto «Si cuando hacerme igual a ti podías»57. Serafina ingresará en un monasterio.
Segunda viñeta: don Fadrique llega a Sevilla muy escaldado de las mujeres, pero no lo bastante. Durante su residencia en la hacienda de otro familiar, perderá el seso por doña Beatriz, una joven y hermosísima viuda. Valiéndose de la tercería de su amigo Mateo, cuya esposa trataba a menudo con aquella, se aprestará a cortejarla. Y de nuevo su gozo en un pozo, ya que no le acepta ni un triste alfiler. Luego de seis meses de tiras y aflojas, el granadino, en una noche de ronda, «la vio sentada en su estrado con sus criadas»58. Allí doña Beatriz dará rienda suelta a su voz, tañendo al arpa el romance «Cuando el alba muestra»59. Don Fadrique se enamora así hasta las trancas. Pero su objetivo de volver a su casa resultará vano, ya que el cochero, que posaba allí mismo en un aposentillo, había cerrado la puerta de la calle. Sentado en un poyete donde pensaba aguardar la venida del alba, dos horas más tarde verá salir a la viudita de su cuarto: portaba consigo una bujía de cera, una salva de plata con dos o tres vidrios de conservas, bizcochos y una limetilla de vino. Estas son las cortas vituallas para Antonio, el negro que ocultaba en una cuadra; ya exhausto de atender, una noche sí y otra también, los deseos de Beatriz. A pesar de las roncerías de la sevillana, y después de un corto intercambio de papeles, el prevenido Fadrique vuelve a poner pies en polvorosa.
Tercera viñeta: la historia se desplaza a Madrid. Fadrique se afinca ahora en el domicilio que uno de sus tíos poseía en los barrios del Carmen. Su primo Juan, unigénito del anterior y nuevo compañero de farras, hacía años que cortejaba a doña Ana, una de las dos «Sibilas de España», junto a su prima Violante60. Y aunque los padres de Ana la habían prometido ya con un primo indiano, pronto se decidió a festejarla. Como era de esperar, Fadrique se fijará en doña Violante, a la que dedica el romance «Zagala, cuya hermosura»61. Todo se complica con el regreso del indiano, escoltado además por su hermano, un estudiante «mozo y muy galán»62. Para quemar sus naves, al primero de los primos no se le ocurrirá otra cosa que pedirle a don Fadrique que ocupe el lugar de doña Ana en el lecho marital. Y por raro que suene, el granadino acaba cediendo: pasará media noche en vela, corito de que el indiano, a cuyo lado yace unas horas, lo descubriese y le diera la muerte. Incapaz de aguantar hasta el amanecer, se levanta con sigilo, rumbo a la puerta de la alcoba, donde se topa con Ana, ya de vuelta de su cita con Juan. La mujer le pide explicaciones a voz en grito. Solo entonces sabremos que en la cama nunca hubo ningún marido y que ha sido víctima de una burla de las primas: el granadino durmió toda la noche al lado de su amada Violante. Sin motivo aparente, el narrador explica que esta se desamoraría de Fadrique como por ensalmo, cediendo ante las joyas y regalos del indiano. Otra noche, Fadrique organiza con una criada de la casa una visita sorpresa a la cámara de Violante. Pero como el hermano del indiano hizo lo propio, ambos galanes se enredarán en una cómica escena: «el amante [el colegial venido del otro lado del charco] que vio entrar aquel hombre [Fadrique] tan determinado, y se vio desnudo y sin espada, se bajó al suelo; y tomando un zapato le encubrió en la mano, como que fuese un pistolete»63. Contra todo pronóstico, esta vez la reacción de Fadrique sí que deviene iracunda. No respecto a su rival, sino por lo que atañe a Violante: «la dio de bofetadas, que la bañó en sangre»64.
Cuarta viñeta: aconsejado por Juan, Fadrique huirá de Madrid como alma que lleva el diablo. Su deseo es refugiarse en Sicilia, donde el III duque de Osuna iba a tomar posesión del virreinato. Sin embargo, termina asentándose en Nápoles, y después en Roma, donde durante dieciséis años tampoco se priva de los líos de faldas65. A uña de milagrosa mula, Fadrique desembarcará en Barcelona y luego pone rumbo a Granada. Pero a las cuatro millas se detiene en una villa anónima, regida por un duque catalán, marido de una linda valenciana. El triángulo vuelve a estar servido: para que el duque no los sorprenda, la mujer oculta a Fadrique en un «escaparate dorado» donde guardaba sus «aguas de olor»66. Y no cesa aquí la broma: se apuesta cien ducados con su marido si averigua cuántas cosas se hacen en el mundo con el hierro. Pero como este pobre iluso no advierte que entre ellas se cuentan las llaves, le refiere la historia —¡la pura verdad!— de un galán que había tenido amores con ella y al que encerró dentro de su perfumero. El marido reclama, por fin, la llave del mueble, y ella, con unas luces dignas de Sherezade, lo convence de que todo había sido una fábula. De manera que el armario nunca llegará a abrirse. Más tarde, ordena que saquen a don Fadrique por otra puerta y le entrega el doble de lo que se apostó con el marido. El granadino, haciéndose infinitas cruces, no volverá a asomar la nariz por allí.
Quinta viñeta: don Fadrique entretiene sus pensamientos hasta llegar a Madrid, desde donde partirá hacia su rincón nativo. Hospedado ahora por una de sus tías, recibe noticia de la penitencia de Serafina, de la muerte de don Vicente y de que Gracia, que vivía en otro convento, había cumplido dieciséis años y era tan bella como simple. El granadino subirá al altar con ella, persuadido de que este divino ángel a lo humano sí ignoraba todo sobre la vida de casado. Para comprobarlo, la disfraza con un jubón, peto, espaldar, gola y brazaletes, a los que añadirá una lanza: su misión no será otra sino velarle el sueño. Cada día, a eso de las cinco de la madrugada, don Fadrique se levanta, toma en brazos a su mujer y la deja dormir hasta las once. Pero con ocasión de una embajada real, se verá obligado a descuidar «su campaña»: un caballero cordobés, «nada necio ni de mal talle»67, se las arregla para tomar la fortaleza de Fadrique. La mediación de una vecina de doña Gracia, que oficia como Celestina, hará las veces de pasaporte. Entrar en el cuarto de la joven esposa, sorprenderla disfrazada de amazona68 y desflorarla a su sabor serán todo uno. A su regreso, don Fadrique no da crédito cuando Gracia se recrea en sus hazañas con el cordobés: «Harto mejor me iba a mí con el otro marido, que me acostaba con él y me regalaba más que vos»69. Pero el prevenido engañado opta por no romper su enlace. A su muerte, lo heredará Gracia, que profesa en el mismo monasterio que su madre, a quien previamente Fadrique había enviado un papel donde le revelaba que aquella era su hija expósita.

Don Fadrique en el balneario

22Protagonizados por José Sazatornil («Saza»), leyenda del teatro y el cine españoles de la segunda mitad del siglo xx (El verdugo y La escopeta nacional, Luis García Berlanga, 1963 y 1978; La colmena, Mario Camus, 1982; Amanece, que no es poco, José Luis Cuerda, 1989), los tres capítulos zayescos de El jardín de Venus se sostienen gracias al enorme histrión. No en vano, esta faceta de su carrera, preñada de casposos largos de serie B (Fray Torero, José Luis Sáez de Heredia, 1966; A mí las mujeres ni fu ni fa, Mariano Ozores, 1971; La zorrita en bikini, Ignacio F. Iquino, 1976…), es la que potenciaría Forqué en su reescritura de El prevenido engañado.

23Pero la elección de Saza para darle vida a don Fadrique Menéndez de Olcoz hubo de obedecer a otras causas. Empezando por su clásico bigotillo, símbolo de lo más rancio de nuestra sociedad —tanto valdría escribir aquí «franquista» como «habsbúrgica»—, que le sugeriría a Kim las historias de «Martínez el Facha» (El Jueves, 1977-2015). Sin perder de vista que el cómico había asomado ya, con un perfil cercano al pisaverde de Zayas, por cintas como Una monja y un don Juan (Mariano Ozores, 1973), Celos, amor y Mercado común (Alfonso Paso, 1973), Las correrías del vizconde Arnau (Joaquín Coll, 1974), Ligeramente viudas (Javier Aguirre, 1975), Cuentos de las sábanas blancas (Mariano Ozores, 1977) y Si las mujeres mandaran o mandasen (José María Palacio, 1982), en cuyas tramas se banalizaban una serie de motivos comunes a los del cuento de la madrileña.

24Saza intervino además en el curioso Tenorio (La vil seducción) que el propio Forqué rodó en 1968 a partir de la comedia homónima (1967) de Juan José Alonso Millán, estrenada ese año por Fernando Fernán-Gómez en el Teatro Reina Victoria. Y un lustro después de El prevenido engañado, bordaría al don Mendo (Gustavo Pérez Puig, 1988) del célebre astracán (1918) de Pedro Muñoz Seca. Salvando las distancias, no hay que ser muy avispado para distinguir los parecidos de don Fadrique, el duque catalán y su esposa valenciana con don Mendo, don Pero de Toro y Magdalena, hija de don Nuño Manso de Jarama, en primer término; o bien de don Fadrique, el caballero cordobés y doña Gracia con don Mendo/Renato, Magdalena y el rey don Alfonso.

  • 70 Según Rodríguez de Ramos, 2014, p. 238, «González de Amezúa apuntó que la escritora habría vivido u (...)

25Saza asume una doble función desde el marco de los capítulos que el director de Atraco a la tres (1961) reservó para El prevenido engañado en su Jardín de Venus: además de protagonizarlos, nos los presenta. Luciendo un frac, y en medio de una sala de lo más decimonónica, celebra el ingenio de «su autora», operando así la primera transformación del texto base, que pasa de localizarse entre 1608 y 1630, aproximadamente —considérese que Pedro Téllez-Girón y Velasco, III duque de Osuna, fue nombrado virrey y capitán-general de Sicilia en 1610—, al siglo xix: en la tercera entrega se alude a que don Fadrique, ya maduro, dictó una conferencia para refutar las teorías de Julio Verne en De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures (1865)70.

  • 71 Adelardo Méndez considera que es la sección más «dispersa» del conjunto. Véase el canal de Youtube (...)

26Al margen de su espíritu modernizador, patente desde el propio título —El jardín de Venus, en guiño a de los cuentos eróticos de Samaniego, seguidos por una coda de poesías verdes del fabulista—, repetimos que esta producción contiene episodios basados en El Decamerón (del uno al cinco)71, Guy de Maupassant (los cuatro siguientes: Salvada, Imprudencia, Condecorado y Junto al lecho) y Braulio Foz (el último: La vida de Pedro Saputo). Y esta suerte de marco en que don Fadrique Menéndez de Olcoz (Saza) adelanta lo que veremos a continuación —idéntico al de otros de la serie, en los que se suceden en el uso de la palabra Fiammetta (Verónica Forqué), Neifile (Carmen Elías) y Dioneo (Fernán-Gómez)— se define por un traspiés de los guionistas: Enrique Llovet y Hermógenes Sainz le hicieron declarar que «Zayas escribió sus Novelas ejemplares y amorosas a mediados del siglo xvii, entre Lope de Vega y Quevedo».

  • 72 Serrano Sanz, 1905, vol. II, pp. 583-587.
  • 73 Véase Rodríguez de Ramos, 2014. El narrador en tercera persona —identificable con su director: José (...)

27Mucho nos tememos que erraron el tiro, siempre que no acudieran a estos ingenios con un propósito solo temporal. Nos explicaremos: las vidas del Fénix (1562-1635) y del autor del Buscón (1580-1645) abarcan más de seis décadas de nuestra Edad de Oro. Y se tiene por seguro que Zayas nació en 159072, para morir en fechas todavía inciertas: después de 1647; o quizá en 1661, siempre que se trate de la mujer que falleció ese mismo año en la madrileña calle del Olivar73. Así las cosas, ciñéndonos a esas fechas, tanto su llegada al mundo como su viaje al otro son posteriores a los de Lope y Quevedo.

28¿Y si los guionistas de TVE se referían a las ediciones de sus libros? Pues tampoco dieron en el clavo. Las Novelas a Marcia Leonarda saldrían de las prensas en 1621 y 1624; por no hablar de que Quevedo no escribió ninguna novela corta. Concediendo incluso que Llovet y Sainz pensaran en El Buscón, impreso en 1626 (Zaragoza, Pedro Vergés), pero escrito antes de 1620, la erudición del marco de este Prevenido engañado volvería a derrumbarse como un castillo de naipes. Si por el contrario tenían en mente las prosas festivas del genial satírico (Sueños y discursos, 1627; Cuento de cuentos, 1628; La culta latiniparla y Juguetes de la niñez, 1631…), sí que se los podría indultar. Aunque con reservas; porque todas son posteriores a 1626.

29Se nos antoja harto difícil que Llovet y Sainz hojearan aquel trabajo de Moll en que sugería que

  • 74 Moll, 2011, pp. 177-178.

si bien Valdivieso pudo firmar la aprobación [de las Novelas amorosas y ejemplares de Zayas] tanto en 1626 como en 1636, […] Juan de Mendieta, [el responsable de la licencia] y vicario general de Madrid, […] solo conservó dicho puesto hasta mediados de 1627. […] Es, pues, falsa la fecha de 1636 para la aprobación, debiendo considerarse esta como del 2 de junio de 1626, seguida el 4 del mismo mes y año por la licencia del eclesiástico74.

Dicho supuesto fraude ha sido bien iluminado por Olivares:

  • 75 Olivares, 2017b, p. xxvi. La Junta de Reformación prohibiría durante casi una década (1625-1634) la (...)

Dad[o] que la fecha de la licencia aprobada por Mendieta para la segunda edición de 1637, 4 de junio de 1636 —4 de junio de 1626 en la [princeps]—, es falsa, también tiene que [serlo] la […] de la aprobación de Valdivieso: 2 de junio de 1636 para la primera edición, y suprimida en la [siguiente]. Hemos de notar que no es plausible que la fecha de la licencia de Mendieta de 1636 sea un año posterior a la aprobación y licencia zaragozanas de Pedro Aguilón del 6 de mayo de 1635. Así que parece que Escuer mantuvo la licencia y aprobación madrileñas, falsificando las [datas], para posiblemente intentar introducir las Novelas en los reinos de Castilla. El mantener las fechas originales y verdaderas del 2 de junio de 1626 y el 4 de junio de 1626 hubiera discrepado con la […] de publicación en 1637, de manera que Escuer suprimió la […] de la aprobación de Valdivieso, y prorrogó [diez años] la […] de la licencia de Mendieta. […] [Luego], ya hacia 1625-1626, Zayas tenía el manuscrito de su obra terminado y listo para la imprenta, pero primero tuvo que pedir al Consejo las licencias y aprobaciones requeridas, [concediéndosele solo] las eclesiásticas75.

Sin ninguna acritud hacia los guionistas de El jardín de Venus, las Novelas amorosas y ejemplares se publicaron en 1637. Después de toda la prosa de Lope y también de la de Quevedo; en modo alguno «entre ambos».

  • 76 Aranda Arribas y Bonilla Cerezo, 2018, p. 163.

30Nuestro tirón de orejas no debe ocultar un tropo bastante reiterado en los espacios literarios que TVE produjo durante los años setenta y ochenta. Como en una de las transposiciones de El licenciado Vidriera de Cervantes (Los libros, Jesús Fernández Santos, 1974) (Fig. 1), prologada por Zamora Vicente, y luego por una voz over que informaba de las claves históricas antes de aliarse con la del narrador del texto base76; en la de El casamiento engañoso, también de Cervantes (Hora 11, Luis Calvo Teixeira, 1971), donde otra voz en off prepara a la audiencia para lo que se dispone a ver; y sobre todo en la de La prudente venganza de Lope, que Josefina Molina rodó en 1971, de nuevo para Hora 11, el don Fadrique de El prevenido engañado se arroga ese tono académico que Fernández identificó con el del «busto parlante de origen universitario» (Fig. 2).

31Pero los narradores del mediometraje de Molina y los de estos capítulos de El jardín de Venus son más ambiciosos. No se trata ya de las lecciones de los viejos maestros, ni siquiera de un siglodorista metido a locutor: en La prudente venganza televisiva, el primero de los actores-personaje definía al inventor de la comedia nueva como un playboy del siglo xvi (00:09). Y el segundo puntualiza que Lope tomó los hábitos, luego de dejarnos un vasto corpus teatral. Por fin, el tercero —que es el que nos incumbe— precisa que «se lo conoce como autor de dramas, y no como narrador, aunque sus novelas dedicadas a la señora Marcia Leonarda tengan la habilidad y la gracia de María de Zayas, la mejor escritora del género en aquella época» (00:27).

32Más madera: abrazando un recurso del que Forqué se valdría para El prevenido engañado, en el filme de Molina será el propio Fénix, encarnado por Ricardo Merino, quien participe como autor y personaje. Dentro de su reescritura, la cineasta cordobesa quiso mostrar los «intercolunios» de Lope encuadrados por un monitor de televisión que encierra la historia de Silvio (Lisardo) y Belisa (Laura). Dichos paréntesis proceden, por supuesto, de La prudente venganza y se ajustan a los originales. Eso sí, la vuelta de tuerca de Molina se cifró en que el narrador de su transposición, dejando a un lado las citadas digresiones, no es el actor que interpreta al comediógrafo, sino una muchacha con gafas (Silvia Vivó) que lee subida en un atril y desde la primera escena nos tomará de la mano:

  • 77 Véase Aranda Arribas, 2021b, pp. 307-308.

aunque nunca interactúe con el resto de personajes y carezca de nombre, [la realizadora] deslizó suficientes pistas como para igualarla con la narrataria (Marcia Leonarda/Marta de Nevares) de Lope. La convirtió, pues, en la narradora intradiegética de su [telefilme]; y [gracias a una acrobática mise en abyme, también en la] lectora intradiegética y ulterior dedicataria del texto escrito por el novelista-personaje (Lope) encerrado en la pantalla [que tanto ella como nosotros contemplamos dentro de sus planos]77.

33Forqué no pudo —o no supo— ir tan lejos en El prevenido engañado. Pero el silogismo ya está planteado y nos afanaremos en resolverlo en el cuarto parágrafo: donde Josefina Molina colocara a Lope (personaje y apuntador), el aragonés sitúa a María de Zayas (Berta Riaza), personaje y narradora inserta en el primer marco —o sea, en el proemio a cargo de don Fadrique—, amén de amiga de juventud del protagonista de una de sus novelitas.

  • 78 En el texto base, Zayas nos escamoteó las prendas de su dinastía: «don Fadrique, cuyo apellido y li (...)

34Sin embargo, las cosas cambiaron lo suyo respecto a la maravilla del Honesto y entretenido sarao:
1) Fadrique ya no es andaluz, sino navarro: su segundo apellido, ‘Olcoz’, se ciñe a esta comunidad foral y significa ‘pastizal’
78.
2) al convertir a Zayas en personaje, Forqué se las ingenió para darle la vuelta a la tortilla: la criatura de ficción (Fadrique/Sazatornil) se convierte ahora en padre o padrastro televisivo —según dijera Cervantes respecto a don Quijote— de su autora (Zayas/Berta Riaza), por inaudito que suene. La misma autora que, enseguida, ficcionalizada por aquel, y dentro ya del segundo plano diegético (segundo marco), cuenta a un grupo de parroquianos la historia de Fadrique —repetimos: el primer personaje-narrador—, parte de la cual aconteció en el balneario
El jardín de Venus. Finalmente, el narrador del primer marco (Fadrique) pasa a protagonizar el tercer nivel de la historia (es decir, El prevenido engañado), referida por la misma dama del segundo marco (María de Zayas) que él había ‘inventado’ en el primero y que también hará acto de presencia dentro de la ‘novela’.

  • 79 Según Scordilis Brownlee, 2000, p. 8, «Zayas is referred to repeatedly as a “sybil” because her sho (...)

35Luego veremos cómo dialoga esta mise en abyme con la que la Zayas urdió en su Sarao79. De momento, aún en el primer marco, Fadrique alaba las «incisivas y burlonas historias de doña María» mientras acaricia un yelmo y empuña una alabarda: dos sinécdoques —y prolepsis— de la jovencísima doña Gracia (Ana Torrent), con la cual se desposará en el capítulo tercero: su única mujer y, a su vez, la culpable de su madura cornamenta.

  • 80 Gamboa Tusquets, 2009, p. 85.

36De ahí que esta novela sea también toda una representación, si bien cómica, de la mudanza del discurso oficial: «las connotaciones religiosas del nombre de Gracia invitan a pensar que [la madrileña] manipula [aquí] el [motivo] religioso a modo de mímesis, pues su “gracia divina” consiste en desarmar la estructura de poder de don Fadrique, quien, incapaz de ordenar la otredad de la subjetividad femenina, cae víctima de la locura»80.

37A este respecto, convendría visionar El prevenido engañado antes de los episodios siete (Imprudencia) y ocho (Condecorado) de El jardín de Venus, reescrituras de otro par de cuentos de Maupassant con las que la de Zayas guarda parentesco: en la primera, Henriette (Enriqueta/María José Goyanes) le pide a Paul (Pablo/Emilio Gutiérrez Caba), su marido, que la lleve a un cabaret donde tendrán una cita… que le permitirá pasar por su querida. Un poco achispada, le pregunta allí con cuántas había estado antes de conocerla y si resulta divertido cambiar.

38Más cristalino es el vínculo de Condecorado con las viñetas cuatro y cinco de El prevenido engañado: Alejandro Sacrament (Agustín González) se casa con Juana (Ana Marzoa), una muchacha que suplicará al diputado Rosselin (Henri René/Alfredo Alcón) que lo recomiende para el puesto de oficial de academia. Durante un viaje a Ruán, Sacrament se muere de ganas por abrazarla. Empero, ya de regreso, la sorprende encerrada en su alcoba, donde descubre un abrigo condecorado con el lazo de la Legión de Honor. Ella lo persuadirá de que, a pesar de que en el suelo había una tarjeta en la que rezaba «Sr. Armando Rosselin», lo había encargado para regalárselo a él.

  • 81 «Aparentando confesarse y con purísima conciencia, una señora enamorada de un joven induce a un ven (...)
  • 82 «A doña Isabella, mientras está con Leonetto, la visita un tal micer Lambertuccio, que la ama, y vu (...)
  • 83 «Ludovico le descubre a doña Beatriz el amor que le profesa; y ella manda a Égano, su marido, a un (...)
  • 84 «Doña Filippa, al encontrarla su marido con un amante, llamada a juicio, con una rápida y graciosa (...)
  • 85 «El Zima le regala a micer Francisco Vergellesi un palafrén suyo, y así, con permiso de éste, le ha (...)
  • 86 «Al médico maese Simón, para hacerle de una pandilla que va de corso, haciéndole ir de noche Bruno (...)
  • 87 «Federico de los Alberighi ama y no es amado; y gastando en hacer vida social, se arruina y le qued (...)
  • 88 «El sultán de Babilonia le manda al rey del Algarbe una hija suya para que se case con ella, la cua (...)
  • 89 Véase Maupassant, Cuentos completos.
  • 90 En el prefacio de las Ejemplares reza: «Solo esto quiero que consideres: que, pues yo he tenido osa (...)

39Estos guiños entre varios episodios de la serie confirman que Forqué rodó una colección bastante más cervantina que boccacciana o zayesca. El jardín de Venus lo forman trece capítulos —uno más que las Ejemplares— que derivan de quince relatos: 1) El venerable celestino (Decamerón, III, 3)81; 2) La grulla («El viejo engañado», Decamerón, VII, 682; «Doble estratagema»; «Cornudo y apaleado», Decamerón, VII, 7)83; 3) Las adúlteras discretas (Decamerón, VI, 784; «El árbol encantado», Decamerón, III, 5)85; 4) El frívolo a palos (Decamerón, VIII, 986; «El halcón de Federico», Decamerón, V, 9)87; 5) La princesa de Babilonia (Decamerón, II, 7)88; 6) Salvada; 7) Imprudencia; 8) Condecorado; y 9) Junto al lecho, los cuatro de Maupassant89; 10, 11 y 12) El prevenido engañado (Zayas); y 13) La vida de Pedro Saputo (Braulio Foz). El amor, los celos y el adulterio, teñido de un suave erotismo con funestas secuelas para los esposos, sirven de hilo conductor a lo largo de trece episodios cuyo «misterio», para decirlo con Cervantes, no está tan «escondido» como en las Novelas ejemplares90. Más bien al contrario.

40Lo cual no impide que los cuatro bloques resulten autónomos y hasta “desmarcados” de los otros. Los distintos relatores y las secuencias cero de los trece capítulos —esta vez sí boccaccianos— no determinan el orden de visionado de la serie. Un detalle que de nuevo la avecina a las Ejemplares. Podemos disfrutar primero de la adaptación de Zayas, o bien de las cuatro de Maupassant, y luego de la floresta del Decamerón, sin que ello repercuta sobre nuestra exégesis de las sucesivas entregas: incluyendo los marcos en los que algunos de sus intérpretes nos las resumen.

41Releamos ahora un famoso pasaje del «Prólogo» a las Ejemplares:

  • 91 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 18. La cursiva es nuestra.

Y así, te digo otra vez, lector amable, que de estas novelas que te ofrezco en ningún modo podrás hacer pepitoria, porque no tienen pies, ni cabeza, ni entrañas, ni cosa que les parezca. […] Heles dado el nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso; y si no fuera por alargar este sujeto, quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas como de cada una de por sí91.

La quimérica inquilina

  • 92 Como advirtiera Gamboa Tusquets, 2009, pp. 33-34, «el placer de la observación está estrechamente l (...)

42Como en el resto de secciones de El jardín de Venus, los episodios de El prevenido engañado se abren con dos bodegones (Figs. 3-4) sobre los que se imprimen los títulos de crédito: el primero lo componen una botella, una manzana, una granada, dos torres de libros y un telescopio. Elementos, todos ellos, que anuncian los temas de la serie. La manzana, metonimia de las muchas Evas que la habitan, y la granada, divisa de castidad cuando la sujeta la Inmaculada, sancionan la antítesis entre el pecado y la pureza, que se aloja en la mujer y da pie al adulterio. Nótese que la esposa de Fadrique atenderá por Gracia. Finalmente, el telescopio —ausente en los textos de Boccaccio, Maupassant, Zayas y Foz— subraya el peso del voyerismo a lo largo de esta reescritura92.

  • 93 Véase López Piñero, 1979, p. 122. Esta oleada le debe casi todo a Galileo y a su panfleto Sidereus (...)
  • 94 García Santo-Tomás, 2015, p. 84.
  • 95 Véase sobre todo Williams, 1946.

43Pero no solo: si bien Zayas jamás aludió a dicho artilugio, recuérdese que en la España áurea la astronomía fue, detrás de la medicina, la ciencia que generó mayor número de impresos93. Aunque Llovet y Sainz desplazaran la historia a principios del Novecientos, cuando Zayas debuta en la república de las letras Felipe III había nombrado ya cosmógrafo mayor de Indias y catedrático de matemáticas y cosmografía de la corte al doctor Juan Cedillo Díaz94. Y por aquellos años, comenzó a circular una obra que se dejó sentir sobre nuestros autores: los Ragguagli di Parnaso (1607) de Traiano Boccalini, cuya primera parte se titulaba precisamente «La universidad de todos los políticos abre una tienda en Parnaso, en que se venden diversas mercaderías, muy provechosas a la modesta y virtuosa vida de todos los hombres doctos y personas de prendas»95.

44Entre los ingenios catóptricos que allí se mencionaban destacan los anteojos, que no dejan de ser telescopios en miniatura, toda vez que nos acercan lo que, fruto de la naturaleza o de los años, se nos aleja ya de modo irreversible. Nótese la lectura alegórica que de ellos hizo Boccalini, pues le viene como anillo al dedo tanto al Fadrique de El jardín de Venus como al de Zayas; más allá de que este nunca portara ningún catalejo y quién sabe si gafas:

  • 96 Citado en García Santo-Tomás, 2015, p. 138.

Hay también número infinito de admirables antojos, de excelentes virtudes, porque unos sirven para la vista de algunos hombres sensuales, que en el furor de sus torpes disgustos se les acorta de tal suerte que no diferencian la honra del vituperio, el amigo del enemigo, el extraño del pariente, ni otra cosa que merezca se le tenga respeto. Y es tan grande el empleo que los políticos mercaderes hacen de semejante suerte de antojos, que se ha venido a conocer claramente, que son raros los hombres que en las cosas sensuales tienen buena vista96.

  • 97 El segundo bodegón —no así el primero— varía según las historias y las épocas en las cuatro seccion (...)

45En el segundo bodegón de El prevenido engañado destacan unas chumberas, un melón dos veces acuchillado, una raja de la misma fruta, apenas mordida, un hacha y un martillo. El contraste se establece aquí entre las pencas del nopal y la dulzura, fertilidad, humedad y lujuria típicas del melón. Las dos naturalezas muertas avanzan parte de las tramas y no fueron obra de Gerardo Vera, primoroso escenógrafo desde la década de los setenta hasta el día de su muerte; además de director del Centro Dramático Nacional entre 2004 y 2011 y mediano cineasta (Una mujer bajo la lluvia, 1992; La Celestina, 1996; Segunda piel, 2000)97. Las compuso Leo Anchóriz, actor y figurinista almeriense que trabajaría a las órdenes de maestros del spaghetti western como Sergio Corbucci, Enzo Castellari o Umberto Lenzi.

46El primer capítulo («Serafina») de El prevenido engañado empieza con unas bicicletas, un punto circenses (02:38), que se dirigen al balneario El jardín de Venus (Figs. 5-6). A continuación, bajará de un carruaje una dama de medio luto y serena belleza, a la que siguen otras tres (Figs. 7-8). Recibida por los huéspedes, don Jeromín (Manuel Alexandre) se apresura a preguntarle:

Don Jeromín: ¡Doña María! ¿Qué tal esas fiebres?

Doña María: Las fiebres muy bien. Soy yo la que está un poco estropeada.

47Dichas fiebres resucitarán en el marco del segundo episodio («Violante»):

Señora del balneario: Doña María, ¡me alegra que ya se encuentre bien!

Doña María: Nunca me encuentro mal, incluso con mis fiebres.

  • 98 No ya solo por su probable autoría del «Prólogo de un desapasionado» de las Novelas amorosas y ejem (...)

48Forqué literaturizó este carruaje más de lo que pudiera imaginarse. No se trata solo de un medio de transporte, sino que sugiere una pista que apunta al corpus de Castillo Solórzano, con el que tanto —no sin algún capricho— se ha relacionado a Zayas98. Sin dejar de lado la segunda parte del título de Las harpías en Madrid (Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1631), o sea, «y coche de las estafas», nos limitaremos a copiar el marco de las Jornadas alegres (Madrid, Juan González, 1626):

  • 99 Castillo Solórzano, Jornadas alegres, pp. 57-59. Las cursivas son nuestras.

En Madrid, antigua y real villa de Castilla la Nueva, ilustrada de suntuosos edificios, grandiosos templos, generosos príncipes y nobles caballeros, con asistencia de la corte, que por tantos años se ha conservado en ella, honrándola los poderosos monarcas de España, desde el invicto emperador Carlos V hasta el magnánimo Filipo IV, biznieto suyo, ocupaba la plaza en uno de sus Reales Consejos don Álvaro de Toledo, caballero de calificada sangre, natural de Talavera de la Reina, donde tenía un cuantioso mayorazgo que heredó de sus padres. Pues, como se hubiesen pasado algunos días que no acudía en persona a ver su hacienda, libró el cuidado de esto en doña Lorenza, su esposa, dama que en hermosura, discreción y gobierno había pocas en la corte que le hiciesen ventaja. Esta señora tenía dos hermanas, que en las dos gracias la competían, y en las de la voz y destreza de la música aventajaban a muchas; eran sus nombres doña Clara y doña Luisa. Acompañaron en esta jornada a estas damas don Gómez y don Carlos, hermanos del oidor, el uno seglar y el menor estudiante, que había aquel año acabado los cinco de cursar en la insigne Universidad de Salamanca y estaba pasando para graduarse y comenzar luego sus pretensiones. Llegaron a Talavera con buen tiempo por ser en los fines de setiembre, donde estuvieron holgándose con sus deudos y disponiendo las cosas de la hacienda hasta mediado diciembre, que les vino orden de don Álvaro para volverse a Madrid. Esta les trujo Feliciano, un alegre sujeto muy continuo en la casa de don Álvaro. […] Con su llegada previnieron la vuelta a la corte y, por hallarse doña Lorenza de cinco meses preñada, dispusieron que las jornadas fuesen muy pequeñas, distribuyéndolas en cinco días por ser los del invierno tan pequeños, si bien el tiempo era apacible para caminar por estar muy asentado y hacer alegres días de sol. Pero determináronse a no madrugar, ni hacer parada al mediodía, sino de una vez hacer la jornada, llegando con tiempo al lugar donde habían de hacer noche.
Aquella antes de su partida, acabando de cenar, les dijo Feliciano estas razones:

—Ya que estáis, oh señores, con determinación de que por el preñado de mi señora doña Lorenza hagamos tan de espacio
estas jornadas, será bien que se dispongan en todo divertidas, con varios entretenimientos, y para esto propondré el modo, si gustáredes. Todos dijeron que en esto diese su parecer, porque de su buen gusto se prometían sabría sazonar cualquier entretenimiento.
—Pues todos comprometéis —replicó Feliciano— de seguir lo que ordenare,
con vuestra buena licencia quiero que en el coche que fuéremos estas tres señoras, don Gómez, don Carlos y yo, cada día le toque a uno de los seis el entretener a los demás una hora con un discurso que haga, en que refiera un suceso con su moralidad, porque se mezcle lo provechoso con lo deleitable, que yo me obligo a sazonar los que se dijeren con cantar versos míos antes y después. Y así mismo, estas señoras doncellas me ayudarán con sus dulces versos, cantando algunos tonos que yo las he enseñado; sin esto dirá cada uno los versos que supiere de memoria, con que podremos divertir las jornadas hasta Madrid99.

49Al margen de las diferentes dolencias de Lorenza en las Jornadas alegres —si es que las molestias del embarazo pueden calificarse como tales— y de Lisis en las Novelas amorosas y ejemplares, la manera en que Forqué rodó su obertura se nutre de las claves de ambos marcos, presididos por una dama que escucha una serie de historias contadas por un séquito tanto de caballeros —Feliciano, don Gómez y don Carlos en las Jornadas alegres— como de damas —doña Clara y doña Luisa— semejante al listado acerca de la Primera parte del honesto y entretenido sarao.

50Más categórico resulta el parecido de esta secuencia con el íncipit de la viñeta de doña Beatriz —omitida por Forqué— en el texto de Zayas:

  • 100 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 301.

Y como algunos días […] pasease [Sevilla] en compañía de aquel su deudo, vio en una de las más principales calles de ella, a la puerta de una hermosísima casa, bajar de un coche una dama en hábito de viuda. Era sobre hermosa, muy moza y de gallardo talle, y tan rica y principal, según le dijo aquel su deudo, que era de lo mejor y más ilustre [de la ciudad]100.

  • 101 Redondo Goicoechea, 1989, p. 143.

51Pero lo que de veras nos atañe de esa plática entre Jeromín y doña María es la pregunta sobre las fiebres. Está claro que los libretistas de TVE igualaron a Lisis, protagonista del marco del Sarao, con la autora de dicha colección. Así lo propondría luego Redondo Goicoechea, de modo que Llovet y Sainz presagiaron su tesis101. Es cierto que al convertir a Zayas/Lisis en sujeto dentro de su reescritura, sobraba explicarle al público las características de las dos cornici del par de libros de la madrileña. Aquí los marcos son muy otros. Y los guionistas traicionaron a sabiendas la ambigüedad del texto, que aproximaba —no tan a las claras— las figuras de Lisis y Zayas; al tiempo, velis nolis, que enfatizaron un detalle capital para el estudio de sus colecciones.

  • 102 Olivares, 2020³, pp. 58-59.

52Olivares ha explicado cómo dentro de las Novelas amorosas y ejemplares se da un juego recíproco entre los tres niveles de «lector-marco-novelas», fruto de una caja china con cuatro narradores:
1. La autora Zayas, que se presenta en el prólogo [y reaparece] en la conclusión de las
Novelas, […] al principio de la «Introducción» a los Desengaños y también [en la despedida].
2. Una narradora omnisciente en las introducciones y el marco, la misma que también parece intervenir a menudo en las digresiones a lo largo de los relatos.
3.Las narradoras y narradores de las novelas.
4. Las narradoras de los cinco relatos autobiográficos
102.

  • 103 La cursiva es nuestra.

53El primer capítulo de El prevenido engañado —ya que el busto parlante cambiará en los otros dos, donde Fadrique (José Sazatornil) es sustituido respectivamente por don Juan de Burgos (Jesús Puente) y la propia Zayas (Berta Riaza)— participa, a la vez que se separa, de ese mismo programa:
1. El locutor Fadrique Menéndez de Olcoz, protagonista asimismo de la historia de
El prevenido engañado (primer marco).
2. Una voz
over masculina que dará lugar a un segundo marco: «El jardín de Venus, que tuvo entre sus invitados a Boccaccio y Maupassant, quiere incluir algunas voces españolas en sus encuentros del fin del siglo pasado o principios de este. Y otra vez vuelve a reunir a un grupo de personas por la libre decisión de los responsables de estas historias. Para ello, ha invitado a doña María de Zayas a reunirse con sus personajes en tertulia libre en El jardín de Venus, hoy convertido en tranquilo balneario en algún lugar del planeta. Las historias, como siempre, son muy curiosas. María de Zayas solo llevaba consigo un arma: la imaginación. Y solo tenía un proyecto útil que la adelantó muchísimo a su tiempo: reivindicar el derecho de los seres humanos a gozar de la vida sin pena y sin discriminación».
3. Doña María, personaje interno y también —la veremos pluma en ristre— la responsable de escribir
El prevenido engañado. Como segunda locutora del texto, se permite acotaciones dentro de los capítulos: sin ir más lejos, el primero arranca con una duda muy cervantina —ausente del original— cuando ve pasar a un monje: «¿Algún conocido?», inquiere una de las dueñas que la rodean. «No sé. No le he visto el rostro —responde Zayas—. Pero me recuerda a alguien. A alguien que andaba con el mismo garbo. […] Se llamaba Fadrique. Y era un buen hombre, que se convertía en avaro, en egoísta. […] Todo empezó, o pudo empezar, aquí»103.

  • 104 Ruffinatto, 2016, pp. 195-196.
  • 105 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 546.

54Este eco de Cervantes —pensemos en el íncipit del Quijote: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme», heredero, por cierto, del Decamerón, III, 3104; o incluso en la autobiografía de Berganza en El coloquio de los perros: «Paréceme que la primera vez que vi el sol fue en Sevilla y en su Matadero, que está fuera de la Puerta de la Carne; por donde imaginara (si no fuera por lo que después te diré) que mis padres debieron de ser alanos de aquellos que crían los ministros de aquella confusión, a quien llaman jiferos»105—, se repite al inicio del capítulo II («Violante»):

No puedo recordar ni olvidar la historia de don Fadrique, porque casi no la sé. La voy recordando e inventando a medida que hablamos. Así también yo disfruto de las novedades.

Es buen momento para recordar una idea de Laspéras que, avant la lettre, de nuevo anticiparon los guionistas de El jardín de Venus:

  • 106 Laspéras, 1999, p. 310.

oralidad, escritura, ahí está el primer eje de una aproximación a investigar si se quiere definir la novela corta. Lope no hace sino formular con claridad lo que antes de él escribieran o sugirieran los novelistas españoles. No significa, como lo intuía Amezúa, y como lo estudió con acierto Michel Moner, que no haya permanecido la impronta de la oralidad y del arte de narrar (lo tengo estudiado a propósito del Patrañuelo de Juan de Timoneda) pero la relación «novela corta / género escrito» necesita de una serie de aclaraciones de tipo socioeconómico. [...] La especificidad de la novela corta como obra escrita o impresa estriba también en el público receptor al cual se dirigía: la nobleza que en su mayoría sabía leer y sobre cuyo papel se volverá. Ello no significa que no hubo círculos de un público femenino adicto al género y que se hacía leer en público las novelas cortas106.

A este particular le sigue en «Serafina» otro filtro que parece remitir a los de Bandello y después a la polifonía narrativa del Quijote:

La pequeña Gracia tenía ya unos siete años. Fadrique la ingresó en un convento. Esto lo sé a través de un amigo común. Don Fadrique había quedado tan escarmentado que evitaba el trato de cualquier cosa que oliese a femenino.

  • 107 Ruta, 2004.
  • 108 García López, 1999.

Si a este informador le sumamos que la propia Zayas dijo haber conocido a Fadrique desde antes del capítulo I, habrá que convenir en que Forqué hizo suyo otro recurso que Cervantes pudo aprender de Bandello. Como aclaró García López, a partir de un fino trabajo de Ruta107, el estilema del clérigo lombardo (Novelle, I, 24; I, 43; II, 36) que copiaría el alcalaíno consiste en poner sus relatos en boca de un personaje ilustre, un amigo o un conocido, que, a su vez, se lo había escuchado a otro, aludiendo al final de casi todos ellos al presente de los personajes e incluso de los lectores108.

  • 109 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 299.
  • 110 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.
  • 111 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 328-329.
  • 112 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 334-335.
  • 113 Con buen criterio, para evitar las redundancias estilísticas, a las que Zayas se muestra aficionada (...)

55El resto de digresiones de la Zayas catódica se reducen a cuatro. Allí donde la real se permitió apuntes de este tipo: «Dejémosla criar [a Gracia], que a su tiempo se tratará de ella como de la persona más importante de esta historia, y vamos a Serafina»109; «Dejémosle ir hasta su tiempo, y volvamos a doña Beatriz»110; «La belleza [de Sicilia] le hizo quedar en ella algún tiempo [a don Fadrique], donde le sucedieron varios y diversos casos, con los cuales confirmaba la opinión de que todas las mujeres que daban en discretas, destruían con sus astucias la opinión de los hombres. Susténtela norabuena, que algún día dirá lo contrario»111; «Recibió [Fadrique] las criadas a propósito, buscando las más ignorantes y menos maliciosas, siendo éste el tema de su opinión, que el mucho saber hacía caer a las mujeres en mil cosas. Y para mí, él no debía ser muy cuerdo, pues tal sustentaba, aunque al principio de su historia dije diferente, porque no sé qué discreto puede apetecer a su contrario»112, Forqué decidió que:
1) Zayas, dentro del
flashback sobre el que descansa todo su relato, y, por tanto, mucho más joven, observe cómo Fadrique cortejaba a Serafina (Virginia Mataix) (Figs. 9-10);
2) divertida, se oculte detrás de una celosía cuando Serafina, que acaba de verse con otro en una capilla, pide mil duros al granadino (38:54) (Figs. 11-12)
113;
3) al final del capítulo I, de vuelta al presente narrativo del segundo marco, insinúe que doña Gertrudis no era la verdadera madre de Serafina, además de anunciar, como en la primera digresión de la novela, que «la niña volverá a asomar por esta historia» (Fig. 13);
4) ya en el capítulo II («Violante»), deslice un paréntesis verbal, y no
de visu como los tres anteriores. Un aparte, pues, similar a los de la relatora del Sarao: «¿Han visto, amigos míos, cómo se entusiasma [con Gracia] el bueno de don Fadrique? Así fue. Siempre su desconfianza corría paralela a su ingenuidad» (13:15). No obstante, incluso este último se rentabiliza en clave visual y ayuda a entender la sarta de narradores de esta reescritura: Zayas hace la pregunta de espaldas a sus amigos, interpelando directamente al público. Luego, además de romper la cuarta pared, nos zambulle dentro de su historia.

Los dos sexos han hecho gimnasia

56Respecto al texto base, los cambios de estructura en los tres capítulos se traducen en una nueva mirada a propósito del supuesto “feminismo” de Zayas. Lo diremos a la pata la llana: la adaptación de Forqué ni se antoja particularmente femenina, ni se cebó en demasía con las del bello sexo —al menos no por boca de los hombres—, ni derrama toda la lejía del sarcasmo sobre el marido burlado.

  • 114 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 292.

57En primer lugar, decidió responsabilizar a doña María, ficcionalizada por Fadrique dentro del primer marco, de la historia de este último, dando así al traste con el narrador masculino (don Alonso) que la contaba en la primera parte del Sarao: aquel que nos confesó que cualquier galán, incluso «los más avisados y que van más en los estribos de una malicia»114, podría correr igual suerte que el granadino. Además, por el marco de las Novelas amorosas y ejemplares bullían tanto don Juan, galán de Lisarda y amor más o menos platónico de Lisis, como don Miguel y don Lope, narradores de la cuarta noche. Al prescindir del narrador masculino, Forqué esfumó también la ironía de Zayas sobre los hombres que se precian de agudos y no pasan de ser unos títeres en manos de las mujeres.

  • 115 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 295.
  • 116 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 335.

58Nótese que don Alonso señalaba al inicio del relato que Fadrique «se gobernaba con tanto acuerdo que todos se admiraban de su entendimiento, porque no parecía de tan pocos años como tenía»115. Un piropo que luego apagará, como quien no quiere la cosa, casi al final de su historia: «Y para mí, él no debía ser muy cuerdo, pues tal sustentaba, aunque al principio […] dije diferente, porque no sé qué discreto puede apetecer a su contrario»116. Este balanceo de un sujeto agudo a un completo majadero sí que se salvaría en El jardín de Venus, habida cuenta de que su protagonista es un banquero y astrónomo invitado por la Academia en el tercer capítulo —«Gracia»— a dictar una conferencia «sobre la estupidez del señor Julio Verne, que había aventurado que se podría ir a la luna». Dichos vaivenes de la razón a la idiocia, tanto en la novela como en la serie, recuerdan a los irónicos dilemas del Lope de las Novelas a Marcia Leonarda al pintar a su dueña y narrataria como una mujer ayuna de las lenguas clásicas que, paradójicamente, gusta de las citas de Plinio, Aristóteles, Plutarco o Platón.

  • 117 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510
  • 118 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510.

59Ahora bien, El prevenido engañado de TVE hizo añicos el juego de espejos que en el original ponía en solfa tanto al relator (Alonso) como al resto de galanes del marco (Juan, Miguel, Lope), proyecciones en mantillas del desenlace que le aguardaba a Fadrique. Repetimos que en el aldabonazo de los Desengaños se lee que «don Diego, [el prometido de Lisis, terminó] descontento, con bascas de muerte, sin despedirse de nadie»117; y el mismo «don Juan [quedó] mal contento, el cual confesaba que, por ser desleal a Lisis, le había dado Lisarda el pago que merecía»118.

60Estos reflejos brillan por su ausencia en el guion de Llovet y Sainz, quienes, aun teniendo a Zayas por «una mujer adelantada que contempla los vicios masculinos», hicieron bastante más sangre de los hombres que de sus dueñas. Las diatribas misóginas que permeaban la novela se redujeron en la teleserie —escrita y realizada por varones— para disparar contra don Fadrique. Así, Serafina no duda en afirmar que «en esto de los hombres lo bueno es tonto y lo malo es peor»; lo cual contrasta a las claras con tantas y tan repetidas lindezas como doña María pusiera en los labios de don Alonso y, después, en los del protagonista de El prevenido engañado:

  • 119 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 300.
  • 120 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.
  • 121 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 317.
  • 122 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 328-329.
  • 123 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 330.

1) Llegó […] a Sevilla tan escarmentado en Serafina que por ella ultrajaba a todas las demás mujeres, no haciendo excepción de ninguna, cosa contraria a su entendimiento, pues para una mala hay ciento buenas, y no todas lo son, ni es justo, mezclando unas con otras, culparlas a todas119;
2) Y luego escribiendo un papel a doña Beatriz, […] tomó el [camino] de Madrid con su antiguo tema de abominar de las mujeres discretas
120;
3) Por Dios, primo —replicó don Fadrique—, que temo a las mujeres que son tan sabias más que a la muerte
121;
4) Llegó don Fadrique a Nápoles, […] donde le sucedieron varios y diversos casos, con los cuales confirmaba la opinión de que todas las mujeres que daban en discretas destruían con sus astucias la opinión de los hombres
122;
5) Yo os prometo señora [duquesa] —dijo don Fadrique— que vengo tan escarmentado de las astucias de las mujeres discretas que de mejor gana me dejaré vencer de una mujer necia, aunque sea fea
123.

61El libreto de Llovet y Sainz consiguó limar estas pullas, persuadidos quizá de que la sexta reflexión que Zayas, siempre tan sofista, consagró a las damas era la única fiel a su pensamiento. Hasta el límite de refutar las otras cinco que acabamos de transcribir: después de que Gracia “lo condecore”, don Fadrique abjura de su misoginia, para caer en la cuenta de lo que le había dicho la duquesa:

  • 124 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 340.

que las mujeres discretas saben guardar las leyes del honor, y si alguna vez las rompen, callan su yerro. Y todo el tiempo que vivió alababa a las discretas que son virtuosas, porque no hay comparación ni estimación para ellas; y si no lo son, hacen sus cosas con recato y prudencia124.

  • 125 Véase la Novela del más desdichado amante de Jacinto Abad de Ayala, de cuya edición (2021) se ha oc (...)

62El don Fadrique televisivo actúa las más de las veces como un pariente del también granadino don Leonardo de la Novela del más desdichado amante y pago que dan las mujeres de Jacinto Abad de Ayala (Madrid, Juan Sánchez, 1641), sucesivamente estafado en Sevilla por Anarda —lindera de la doña Beatriz de El prevenido engaña-do—, y luego en Madrid por Clori, que tendrá sus modelos en las doña Ana y doña Violante de El prevenido engañado125. Las tres píldoras machistas a cuenta del señorín de El jardín de Venus se ciñen a los episodios de «Serafina» y «Violante»:

La mujer no ha de ser muy rica, ni tener demasiado de aquí [se señala la cabeza]; porque, si no, ¿para qué está el hombre? (29:10);
¿Sufragismo en la mujer? ¡Por ahí no paso! ¡La mujer en el hogar! (30:00).
¡
Vade retro! (le dice a don Juan cuando este le habla de doña Ana y doña Violante). No me he prometido buscar sino entre las bobas, que no saben nada del mundo (13:05).

  • 126 A mediados del siglo xix, España conservaba muchos resabios de su viejo Imperio, entre los cuales n (...)

63Como hemos dicho, los cinco dardos del texto contra las mujeres discretas se limitan a dos, porque el segundo de este Fadrique fin de siècle pone sus miras en el sufragio femenino, que se remonta a los tiempos de la brava y guillotinada Olimpia de Gouges; la misma que, allá por 1791, escribió la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana126.

64En «Violante», don Fadrique le pregunta a su amada: «¿Usted opina que la mujer debe ocupar el mismo lugar que el hombre?» (14:04). Y en unos planos de naturaleza impresionista (Figs. 14-15), con la luz de Renoir en el horizonte, ella le responderá: «Más bien es el hombre el que quiere ocupar el de la mujer, muy cerca de ella. La mujer ha estado presente en la guerra, en la oficina, en los hospitales y en la cama… Porque ¡no querrá usted que durmamos en el suelo!». Poco después, el caballero exclama: «¡Es una inocencia inteligente la suya!». Finalmente, dentro del mismo capítulo, Ana (Maribel Jaro) apostrofa al aturdido protagonista: «¿Son tan distintas sus gracias de las que, como yo, solo inspiramos deseos?».

65Ya en el tercero, a raíz de la charla entre don Fadrique y Zayas, la novelista se interesa por sus gustos, apuntando que la más adecuada para él sería una «mujer virtuosa, bella y que esté un poco en la luna». Sin duda la mejor consorte para un caballero que se preciaba de astrónomo.

  • 127 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 301. Olivares, 2021, p. 154, sugiere que Zayas parece repe (...)
  • 128 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 330.

66El galán le ataja enseguida que no precisa que sea ninguna lumbrera. A lo que la autora opone con sorna: «¿Basta cuidarle los hijos, sin meterse en bachillerías?». Dicha erótesis es deudora de este otro pasaje: «una mujer no había de saber más de hacer su labor y rezar, gobernar su casa y criar sus hijos; y lo demás eran bachillerías y sutilezas que no servían sino de perderse más presto»127. Y también responde a una pregunta de la duquesa valenciana, otro personaje eliminado del libreto; exceptuando la siguiente cuestión, que Llovet y Sainz trasladaron de los labios de la aristócrata a los de doña María: «¿si hallásedes mujer noble, hermosa, virtuosa y discreta, presto rindiérades el cuello al amable yugo del matrimonio?»128

  • 129 Este programa empezó llamándose Fila 0 y cambiaría su nombre por el de Primera fila. Divulgó más de (...)

67Tan precaria lectura del motivo del «ángel del hogar» se fusiona con otro lunar de las damas. Si algo le da terror al don Fadrique televisivo son aquellas que «hacen sport». Lo cual nos trae a la memoria El sexo débil ha hecho gimnasia, una pieza que Enrique Jardiel Poncela estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid el 4 de octubre de 1946 y que le valdría el Premio Nacional. La rescatamos por tres motivos: 1) en el último capítulo, Zayas confiesa que «la soledad es para mí una tragicomedia»; 2) el primer acto de la obra del madrileño, ambientado en 1846, evoca con humor los progresos de la mujer dentro de la sociedad civil; mientras que el segundo contrasta con su estatus apenas un siglo después, entendiendo por «gimnasia» el sexo extraconyugal; y 3) nada nos asombraría que Llovet y Sainz disfrutaran de la adaptación que TVE emitió el 2 de mayo de 1979 dentro de su mítico Estudio 1129.

Jornada de cuerpos abiertos

  • 130 El desnudo femenino se convirtió en emblema (machista) de la Transición, dando como resultado el cu (...)
  • 131 Según Prieto, 2002, p. 1483, «la moraleja que la [novela] presenta[ba] al lector es que sin la educ (...)

68Luego de probar que la reescritura de Forqué está lejos de demonizar a la mujer, y sabedores de que este Jardín de Venus fue un producto de la Transición (1975-1982) enlazado por uno de sus flancos —aquí el menos seductor— con el Destape130, nos toca discurrir sobre cómo El prevenido engañado se recrea en aquella guerra de los sexos de la que hablamos en el tercer parágrafo, sin tomar partido por ninguno. El aragonés no carga las tintas contra el hombre, a la postre un cornudo, y tampoco contra las cinco burladoras a las que ronda131.

69Esto se percibe desde el capítulo uno («Serafina»). Don Fadrique, el mejor huésped del hotel, pide todas las llaves de su dormitorio. Incluida la maestra, porque «más vale prevenir que curar». Después de que los mozos dejen caer el baúl donde guardaba su telescopio, le da una roñosa propina a uno de ellos. ¡Y hasta le pide un real de vuelta! El protagonista de Zayas nada tenía de avaro, lo cual sugiere que Llovet y Sainz hibridaron a su personaje con el don Marcos de El castigo de la miseria, este sí navarro —como don Fadrique Menéndez de Olcoz—, además de antonomasia de la picardía, la sarna y la usura:

  • 132 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 253.

y aunque don Marcos se graduó en todas, en esta última echó el resto, condenándose él mismo de su voluntad a la mayor laceria que pudo padecer un padre del yermo, gastando los dieciocho cuartos que le daban con tanta moderación que, si podía, aunque fuese a costa de su estómago y de la comida de sus compañeros, procuraba que no se disminuyesen, o ya que algo gastase, no de suerte que se viese mucho su falta132.

De vuelta a El prevenido engañado de TVE, Fadrique clavetea la cerradura y el pestillo de su cuarto, signos ambos de su honda misantropía. Actitud que no evitará que se sienta atraído por Serafina. Vale la pena detenerse en tres desvíos respecto a la novela:

  • 133 Véase Muñoz Palomares, 2003.

701) Zayas aludió un par de veces a la costumbre de «ventanear»: todas las tardes el caballero fatigaba la acera opuesta al domicilio de su amada, que solía asomarse al balcón. De hecho, en las novelas y comedias del siglo de los Austrias menores los diálogos entre las parejas de turno tenían lugar debajo de una ventana133. En El prevenido engañado, se lee:

  • 134 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 296-297.

Una noche que las criadas habían prometido tener a su dama en el balcón, [don Fadrique] cantó al son de un laúd este soneto [«Que muera yo, tirana, por tus ojos»]. […] Agradecieron y engrandecieron a don Fadrique las que escuchaban la música, la gracia y destreza con que había cantado; mas no se diga que Serafina estaba a la ventana, porque desde aquella noche se negó de suerte a los ojos de don Fadrique134.

  • 135 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 297.

Y de nuevo un poco después, convencido por las criadas de que su dueña había caído en una profunda melancolía: «Serafina tal vez se ponía a la ventana, dando con su hermosura aliento a las esperanzas de su amante»135. Lo cual no impide que a menudo lo reciba en su cuarto, donde pena bajo la férrea vigilancia de su madre.

71Forqué elidió los preliminares del cortejo, y con ellos la práctica de «hacer ventana», cuando Serafina se desmaya en brazos de don Fadrique durante una cena. Su progenitora le reprochará que todos los días, a las diez en punto, «esté ya galopando». La picardía de esta riña a nadie se le oculta: más allá de que la equitación sea uno de sus pocos recreos —trampolín, a su vez, para las escenas más guasonas—, se colige que con Arturo (Abel Vitón), el tercero en discordia, Serafina montaba y hasta galopaba de otra forma.

  • 136 Faulkner, 2004, p. 112.

72Sobre dicho asunto, nótese el valor que el director le concedió a la dialéctica entre el point-glance —Fadrique observa con su telescopio cómo Serafina sale a cabalgar de mañana; y doña Gertrudis, interpretada por Mari Carmen Prendes, vigila con unos gemelos cómo Arturo se dirige al bosque para yacer con su hija, Figs. 16-17— y el point-object —la situación y los personajes objeto de tales enfoques—, regalándonos así un feliz ejemplo de lo que Faulkner bautizó como «ilícita escopofilia»136.

73De regreso a «Serafina», doña Gertrudis enciende un cohete que solivianta a los caballos. Arturo hace mutis, Serafina finge haberse caído de su tordo y Fadrique, ya un verdadero petimetre, canotier incluido (11:30), la toma en brazos y pide auxilio, gritando como un loco. También aprovechará para besarla, pero ella lo rechaza. Una escena más tarde, la veremos de nuevo encima de su montura.

742) Si algo define a la Serafina de El jardín de Venus es su agudeza para jugar con los hombres: acerca del cambio de roles en la sociedad, más que significativo resulta el plano en el que se entretiene con el recortable de un galán al que le quita los pantalones (24:27). De hecho, la primera mujer de estos tres capítulos queda sexualizada desde el inicio. Sin las finezas —más o menos petrarquistas— del texto base. Con la peculiaridad de que aquí será ella quien tome la sartén por el mango. Y a pesar de todo, solo la veremos una vez en camisón (23:54, Fig. 18): un decoroso guiño a lo que en otras producciones del Destape se haría mucho más notorio.

75Esta Serafina, al revés que la zayesca, tiene algo de las pícaras cortesanas de Castillo Solórzano: sobre todo de la Rufina de La garduña de Sevilla, quien, después de prometerse con el viejo Sarabia, no tardará en acostarse con Roberto, al que conoció en la iglesia. Y lo mismo sucede durante sus andanzas con Garay, mientras despluman a Marquina, un tacaño perulero.

  • 137 El capítulo que nos ocupa lo dirigió Francisco Lara Polop. No parece baladí que muchos de los hitos (...)

76Aludimos a esta y no a otras novelas del tordesillano, verbigracia Las harpías en Madrid (1631) o La niña de los embustes (Barcelona, Gerónimo Margarit, 1632), porque el mismo año de El jardín de Venus la primera cadena de TVE emitió un mediometraje sobre La garduña de Sevilla dentro de la miniserie Las pícaras (Antonio del Real, Paco Lara Polop, Francisco Regueiro, José M.ª Gutiérrez, Chumy Chúmez y Angelino Fons, 1983). Producida por José Frade y con un reparto hermoseado por las sex symbols de la época (Victoria Vera, Ana García Obregón, Norma Duval, Amparo Muñoz…), atrajo a propios y extraños gracias a su riguroso barroquismo y al deseo de incendiar los sueños más húmedos de la Transición137.

  • 138 Pérez Rubio y Hernández Ruiz, 2005, p. 210.
  • 139 Véase Aranda Arribas, 2019, pp. 181-182.

77Los seis episodios se beneficiaron de una oleada de cine erótico que nos llegaría «camuflado por una refinada coartada cultural»138. Ciñéndonos solo a los paratextos, «la carátula de Las pícaras mostraba una espalda y un opulento trasero que harían las delicias de Ingres o François Boucher, mientras que la parte derecha se reservó para cinco fotogramas que exhibían a [cuatro] actrices en paños menores» (Fig. 19)139. Adviértase ahora la afinidad con el cartel de El jardín de Venus, un producto bastante más recatado (Fig. 20):

78Nos interesa el parecido entre el encuentro de Rufina y Roberto en La garduña de Sevilla y el de Serafina con Fadrique en una pequeña capilla del balneario, luego de que este vea salir de allí a otro caballero. La escena que lo precede implica otro cambio respecto al texto. Es la dama quien cita al aristócrata por medio de un billete (31:10) que don Fadrique, sintiéndose vigilado, se mete en la boca y mastica con ansia (35:52). Al margen de esta comicidad a flor de piel, los guionistas subvirtieron así una teoría de Zayas que, como mirando al tendido, deslizó justo al inicio de su relato:

  • 140 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 295-296.

Seguro estaba don Fadrique de que apenas pediría a Serafina a sus padres, cuando la tendría. Mas Serafina no estaba de ese parecer, porque esto del casarse, tras el papel y el desdén hoy, y mañana el favor, tiene no sé qué sainete que embelesa el alma y hechiza el gusto140.

  • 141 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 79.

En la serie de TVE, Serafina es la responsable de escribir el papel; y no su destinataria. Aquella dicotomía que propusieron Rodríguez Cuadros y Haro Cortés sobre los tipos de mujer en las novelas de Zayas —las que «siguen el papel», que es de lo que huye Serafina, o bien las que «hacen el papel» (‘fingir’, ‘interpretar’)—, se resuelve aquí a favor de las segundas141. Es la mujer, y no su festejante, la que le endereza el billete para reunirse con él en la iglesia:

Serafina: Necesito su ayuda
Don Fadrique: Sí.
Serafina: Su apoyo.
Don Fadrique: Sí.
Serafina: Su ayuda… económica.
Don Fadrique: Sí… ¿cómo?
Serafina: Necesito mil duros.

Ante las reticencias del galán, y sin darle explicaciones, Serafina le advierte que piensa desaparecer cuatro días y que no debe buscarla. Después lo besa por vez primera (39:47) y él, loco de deseo, le agarra un pecho. Nótese la falta de compostura, sobre todo porque la escena tiene lugar en una capilla.

79En la siguiente escena, que también vale etiquetar como escopofílica, Fadrique otea a Serafina desde la torre del Jardín de Venus (41:01-41:20). Es ahora cuando otro point-glance, seguido de su correlativo point-object, nos descubre al que creeremos el segundo galán de Serafina (Figs. 21-22). La novedad de este recurso estriba en que el cristal del telescopio —cuyo perfil fálico no admite dudas— atraviesa la ventana de la alcoba que parece compartir con el desconocido. Fadrique corre hacia allí, los escucha retozar e intenta abrir la puerta. Sin éxito. Cuando por fin lo logra, ya con los ojos desorbitados —estilema que Forqué subraya a lo largo de los tres capítulos para histrionizar a Saza—, insulta al supuesto amante de su dueña (43:35). Desde la perspectiva de Fadrique, acabamos de presenciar una escena de sexo oral, pues el otro tenía la cabeza entre las piernas de Serafina. Sin embargo, cuando doña Gertrudis golpea al protagonista con una figurita de Venus, se nos revela que en realidad hemos asistido a un parto y que aquel a quien el navarro tildara de «sátiro violador» era en realidad un obstetra (Figs. 23-24).

  • 142 Valbuena Prat, 1940, p. 13, y Montesa Peydró, 1981, p. 76, subrayaron cómo esta comedia del Fénix p (...)

80Nada que ver con el nacimiento de Gracia en la novelita, precedido de un amago de duelo con Vicente que el protagonista no tarda ni un segundo en sofocar: Forqué despidió con un afroditazo y un honrado médico lo que en Zayas apuntaba a un cruento desenlace al modo de Los comendadores de Córdoba (c. 1596) o, en grado menor, de La prudente venganza, ambas de Lope142.

81Veamos cómo Zayas puso fin a este alumbramiento:

  • 143 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 298.

Aquí […] entró Serafina, y don Fadrique, ya cierto de que dentro debía estar don Vicente, irritado a una colérica acción, como a quien le parecía que le tocaba aquella tan honrosa cuan justa venganza, dio la vuelta por la otra parte; y entrando dentro vio cómo la dama se había bajado a una parte [en] que estaba un aposentillo derribado, y que tragándose unos gemidos sordos, llamando a Dios y a muchos santos que le ayudasen, parió una criatura, y los gritos desengañaron al amante de lo mismo que estaba dudando143.

  • 144 Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, p. 48.
  • 145 Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, p. 113.

El primer capítulo de este Prevenido engañado concluye en cambio con la marcha de Serafina y su madre, que no vacilan al dejarle un regalito a don Fadrique dentro de la caja en la que guardaba su catalejo: ¡la recién nacida! Y de nuevo en el segundo marco, Zayas insinúa que doña Gertrudis quizá no fuera la madre de Serafina. Una apostilla que, junto a las dos intrusiones de la anciana —«¡Hija, ese es un buen partido. Y tú estás ya averiada!», 25:45; «Estese bien atento a la llamada de mi hija. No puedo decirle más», 31:30), que no se registran en la novela—, apunta a otros modelos: esta vez se trata de La tía fingida, atribuida a Cervantes, en la cual doña Estefanía, prima hermana de la Serafina de El prevenido engañado, y su celestinesca tía, doña Claudia de Astudillo, timan a un par de estudiantes manchegos. Y claro, cómo no pensar en Teodora, viuda hispalense, madre de Feliciana y Luisa, que puso rumbo a Madrid con sus hijas porque «la corte es el lugar de los milagros y el centro de las transformaciones»144. Allí entablarán amistad con doña Estefanía y sus delfinas, Constanza y Dorotea, ya más que instruidas en la «estafante profesión»145.

  • 146 La colaboración de la madre en los amoríos de su hija separa la reescritura de Forqué de los relato (...)

82Gracias a don Félix, un hacendado del que se valen doña Claudia y Estefanía, en La tía fingida averiguábamos que a estas cortesanas no les unían otros lazos que los del burdel. Y aunque en la versión que TVE rodó de El prevenido engañado este rastro no pasa de borroso, recordemos que el relato cervantino también se había incluido dentro de Las pícaras: no en balde, se emitiría como episodio número uno, y su dirección corrió a cargo de Antonio del Real146.

  • 147 Según Lanot y Vitse (1976, p. 205), «tout figurón est un “confiado en sí mismo”, un extravagant en (...)

833) si algo nos enseña la primera entrega de El prevenido engañado es la personalidad de su antihéroe, que irá in crescendo en las sucesivas: entre las manías de este figurón se cuentan las de encerrarse dentro de su cuarto, que un camarero pruebe su sopa y negarse a tomarla sin motivo aparente. Respecto al noble de Zayas, Forqué acentuó las rarezas y melindres de su don Fadrique, sazonando así la olla festiva en la que se había cocinado tan ridículo galán147.

Antonio, ese oscuro objeto del deseo

  • 148 El Saffar, 1995, p. 206.

84La «odisea sexual» de Fadrique lo conduce en el texto desde Madrid hasta Andalucía148. El caballero dejará atrás su interés por Serafina para festejar a Beatriz, la insuperable viuda sevillana. Un segundo y fallido idilio que a los guionistas de TVE les trajo sin cuidado. Aun reciclando la imagen de esta enlutada cuando descendía de su coche en la escena de la llegada de Zayas al Jardín de Venus y en los dos trajes que luce la escritorauno gris con ribetes negros y otro color azabache, Llovet y Sainz segaron un episodio de El prevenido engañado cuyo grado de morbosidad

  • 149 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 82.

bastaría para rescatar [a nuestra autora dentro] de la historia literaria del Barroco; su provocación, evidente. El aura angelical de Beatriz contrasta con la horribilidad barroca del […] esclavo [negro]: sus lágrimas, mientras le suplica que le acepte el alimento que quiere darle con sus propias manos construyen una imagen emblemática de la quiebra de las convenciones que la Zayas, tan conservadora en todo lo que concierne al mundo de las apariencias jerárquicas de la sociedad, auspicia [aquí] tan discreta como eficazmente149.

  • 150 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 302.
  • 151 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 308.

Nos referimos a las puntuales visitas nocturnas que Beatriz, una ninfómana de rompe y rasga, le hacía al antaño fornido Antonio. Una serie de noticias apuntan a lo precinematográfico y podrían haberse traducido en imágenes: cuando don Fadrique y su amigo Mateo —que actúa como celestino— se disponen a cortejar a la viuda, «dieron los dos vuelta a la calle, haciéndole al pasar una cortés reverencia, a la cual la bellísima doña Beatriz, que al bajar del coche vio con el cuidado que la miró don Fadrique, […] ocupó la ventana, y viéndose ahora saludar con tanta cortesía, habiendo visto que mientras hablaban la miraban, hizo otra no menos cumplida»150. Y cuando ella accede a la caballeriza donde ocultaba al negro, el narrador se recrea en una descriptio textil que hubiera hecho las delicias de Cecil Beaton, Edith Head o la hispano-británica Yvonne Blake: «Traía la dama sobre la camisa un faldellín de vuelta de tabí encarnado, cuya plata y guarnición parecían estrellas, sin traer sobre sí otra cosa más que un rebocillo del mismo tabí, aforrado en felpa azul, puesta tan al desgaire que dejaba ver en la blancura de la camisa los bordados de hilo de pita […] sus dorados cabellos cogidos en una redecilla de seda y plata»151.

85Las telas y los colores de sus ropas, más que connotados, se antojan decisivos para descifrarla a cabalidad. Zerari explicó cómo

  • 152 Zerari, 2012, pp. 276-277. He aquí el contraejemplo de Las harpías en Madrid: «El traje con el que (...)

l’incarnat, le bleu et le blanc se trouvent ainsi mis en valeur dans un ensemble vestimentaire des plus seyants, où le noir du deuil fait défaut. La dame porte, en outre, une bougie, une serviette immaculée et un plateau d’argent chargé de quelques mets. Par la richesse de sa tenue, qui n’est pas exempte d’un certain négligé annonciateur d’empressement, ainsi que par le caractère hautement symbolique des objets qu’elle tient, la dame participe clairement de ces veuves joyeuses que dénoncent certaines nouvelles, dans la lignée de toute une tradition misogyne. De fait, doña Beatriz fait partie de ces veuves trop coquettes qui ont troqué l’austère habit noir contre une tenue plus séduisante, à l’instar des veuves que stigmatise le nouvelliste Alonso de Castillo Solórzano, dans Las harpías en Madrid. Aussi, n’est-ce pas sur les parures nocturnes de la veuve que l’on trouvera la couleur noire, mais bien sur le corps de l’amant. De façon normative, la description de celui qui est sûrement un esclave, met l’accent sur le lieu où il se trouve alité (les écuries, ce qui en fait peut-être un garçon d’écurie, à la façon du beau-père noir de Lazarillo), sur sa négritude, puis sur sa laideur152.

  • 153 Según Charnon-Deutsch, 1995, p. 127, «Beatriz subverts the prevailing gender codes by showing commu (...)
  • 154 Maroto Camino, 1994, p. 522. Véase asimismo Bermúdez, 2018, p. 421.
  • 155 Gamboa Tusquets, 2009, pp. 113-114 y 123.
  • 156 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 310.
  • 157 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 311.
  • 158 Lazarillo de Tormes, p. 16.

Cuatro circunstancias proscribieron esta anécdota del Prevenido engañado de Forqué:
1) Aunque tras la muerte de Franco (1975) se relajaran un poco las costumbres, gracias a cintas emblema del Destape como
Las adolescentes (Pedro Masó), Ya no soy mujer (Manuel Summers) o La trastienda (Jorge Grau) —las tres de 1977— y a un cine con tintes lésbicos (La playa vacía, Roberto Gavaldón, 1977; Me siento extraña, Enrique Martín Maqueda, 1977); sin orillar la zoofilia de La criatura (Eloy de la Iglesia, 1977), en la cual Cristina (Ana Belén) se daba al bestialismo con su negrísimo pastor alemán, los responsables de El prevenido engañado no estaban dispuestos —y tampoco los españolitos de aquella época lo hubieran visto con buenos ojos— a filmar coitos de sumisión racial en los que un negro se entregaba hasta el desmayo a una blanca dominatrix que, en la cumbre de la ironía, atiende por el nombre de la beata (y difunta) musa de Dante153.
Es cierto que Zayas no relató ninguna cópula entre Beatriz y el pobre Antonio, pero juzgamos factible que en otras series, como por ejemplo
Las pícaras, sí se hubieran filmado de forma más que mundana. Recordemos a su vez que solo un año antes de El prevenido engañado se estrenó la morbosa Sueca bisexual necesita semental (Ricard Reguant, 1982), pronto escoltada en 1984 por Mil sexos tiene la noche y Lilian, la virgen pervertida, ambas de Jesús Franco. Sin embargo, Antonio, el esclavo del cuento de Zayas, era negro; detalle que debió ponerles las cosas difíciles a los directivos del ente público; máxime al considerar que el código de regulación de contenidos —los famosos dos rombos— se mantuvo vigente hasta 1984. De ahí que se desechara el rodaje de esta aventura, «a remarkable example of men’s fears and anxieties about their own sexual performances»154;
2) Caso de respetar a pies juntillas el texto base, lo cual les hubiese obligado a no reproducir ninguna escena de cama —o de muladar— entre Antonio y doña Beatriz, los guionistas se habrían dado de bruces con otro apuro: el diálogo entre ambos lo adobaban dos guiños impenetrables para el público común. Luego o bien se explicitaba la sexualidad de ciertas voces, borrando así la sal y los dobleces del episodio del moreno, o bien se cortaba por lo sano. Lo más ingenioso de esta plática no es tanto la conducta de la viuda cuando le exigía a su cautivo una escandalosa dosis de nocturnidad y desenfreno, sino «la presencia de los bizcochos, vocablo —junto con el verbo “comer
, es decir, ‘fornicar— de cruciales connotaciones sexuales. […] En jerigonza, “bizcocho” alude a la vagina y además era el alimento que se [administraba] a los enfermos de sífilis. [Nada raro], pues, que el negro amante, [que] muere ese mismo día, responda a Beatriz “con la voz debilitada y flaca”, […] términos que dejan ver la causa de su [dolencia]»155;
3) Las viñetas de Serafina y Beatriz están hermanadas por un espacio que Llovet y Sainz borraron de su guion: la caballeriza. Si la primera daba a luz a Gracia en un corral, la sevillana gozaría en otra con Antonio. Tanto la una como la otra, en principio dos damas —nótese que don Alonso, por boca del esclavo, alude a su «viciosa condición» y no menos «viciosos apetitos»
156; al contrario que don Fadrique, que la tenía por una «virtuosa viuda»157— remiten mediante esas cuadras no solo al sexo (‘montar’), sino a la madre de Lazarillo. De ese modo, Zayas convertía a este par de damas en harpías —por usar el sustantivo de Castillo Solórzano— y, al unísono, en mulas (el sintagma «mula del diablo» se empleaba en la germanía como ‘manceba de clérigo’ o ‘prostituta’) y herederas del modelo de la también viuda, progenitora y establera (‘daifa de ínfima categoría’) del pícaro más popular de nuestras letras: «Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban vinieron en conoscimiento. Este algunas veces se venía a nuestra casa y se iba de mañana. Otras veces, de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa»158;
4) al desplazar el parto de Serafina a uno de los cuartos del
Jardín de Venus, antes de suprimir la historia de doña Beatriz, Forqué despicarizó El prevenido engañado; aun cuando la huella de este género sobreviviera —o mejor, se depurase— por medio de otro recurso, del que trataremos en el siguiente epígrafe. Aunque Llovet y Sainz nos brindaron el retrato de una Serafina dama, y nunca establera, cuyo nombre entronca hasta cierto punto con el de Beatriz —ambas son ángeles caídos por causa de la lujuria y el sexo extramarital—, tiraron por la borda otro hallazgo del relato de Zayas: el hecho de que estas mujeres, sobre todo la sevillana, someten al hombre hasta cosificarlo como un triste y postrado consolador.

86Detengámonos, por fin, en una pista desoída por los (y las) zayistas: la brevedad de la segunda viñeta de El prevenido engañado obedecía a una malicia. Porque si el furor uterino de Beatriz, y acaso la sífilis, liquidaron al vigoroso Antonio, ¿cuáles fueron las razones de la muerte del marido de la viudita un par de años atrás? No se explican. Don Mateo se limita a señalar que

  • 159 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 302.

cuatro [años] estuvo casada con un caballero igual suyo, y dos ha que está viuda; y en este tiempo no ha merecido ninguno sus deseos, doncella; ni su vista, casada; ni su voluntad, viuda, con haber más que cabellos tiene en su cabeza pretendientes de este bien. Mas si vuestro amor es de la calidad que me significáis y queréis que yo le proponga vuestras partes, pues para ser su marido no os faltan las que ella puede desear, lo haré, que ya podrá ser que entre los llamados seáis vos el escogido159.

  • 160 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.

A la luz del deceso del negro, concluimos que el marido tampoco alcanzó a seguir el ritmo conyugal impuesto por la activísima Beatriz. Y en paralelo, que cuando Mateo aludía a las «partes» de Fadrique, hacía referencia no solo a sus dotes galantes, que sin duda poseía, sino también a sus genitales. De ahí la cita del evangelio de Mateo (22, 2): «muchos son los llamados y pocos son los elegidos» para entrar en el Reino de los Cielos; o sea, en la otra vida, que es la que les aguardaba a cuantos se ayuntaron con Beatriz. Léase la despedida de tan sicalíptico lance: «viendo que ya don Fadrique era ido, dio el sí a un caballero que le habían propuesto, remediando con el marido la falta del muerto amante»160.

Dos harpías de Madrid

  • 161 Rey Hazas, 2003, p. 240. Somos conscientes de que hay otras clasificaciones de la picaresca, pero e (...)

87Al prescindir de doña Beatriz, y con ella de la corraliza y del negro, Llovet y Sainz despojaron a su reescritura de parte del barniz picaresco del original. Pero no de todo. Ciñéndonos a los doce rasgos canónicos: 1) el viaje; 2) el hampa como telón de fondo; 3) las malas compañías; 4) la verborrea del protagonista; 5) la autobiografía fingida; 6) la naturaleza abierta de la vida y, por ello, del propio relato; 7) la justificación de los hechos por el principio y también por el final; 8) el punto de vista único; 9) el pícaro encarna siempre el anti-honor; 10) la mendicidad; 11) el afán de medro; y 12) el encuentro con un mundo hostil161, Zayas respetó tan solo el primero, el séptimo —si consideramos que la novela la narra don Alonso—; y diríase que el noveno, toda vez que Fadrique termina deshonrado por su mujer.

  • 162 Véase Paba, 2017, p. 173.
  • 163 El Saffar, 1995, p. 207.
  • 164 Melloni, 1976, p. 46.

88Pero esta transposición nos reservaba una rara sorpresa: la elipisis de Beatriz y Antonio no impidió que los capítulos adopten tanto la estructura en sarta de la picaresca —bien es cierto que se pasó de cinco a tres— como el motivo de la peregrinatio162. Y aun concediendo que el camino de este nuevo Diógenes163, bastante menos de acá para allá en la teleserie, «è ben diverso da quello del picaro Lázaro che, attraverso le varie esperienze, subisce una evoluzione psicologica decisiva al fine di un accorto e utilitaristico controllo della realtà»164; y que, en lugar de aprender, tropieza una vez tras otra con la misma piedra —las mujeres—, el don Fadrique de El jardín de Venus hace suya la verborrea de los pícaros, mucho mayor que en el relato de Zayas, que acostumbra a dosificar los diálogos.

89Tampoco falta la autobiografía fingida: es Fadrique quien empieza a contar su historia en el primer marco del capítulo uno, antes de cederle el testigo a doña María dentro de la cornice sita en el balneario. Una vida aún abierta, porque, a diferencia de su homólogo de papel, el caballero aquí no muere, sino que toma los hábitos: o al menos se ocultará debajo de ellos, como se descubre al final del tercer episodio. En buena lógica, al cambiar el tópico del refugio de las mujeres en el convento por este otro, Forqué sugiere una clausura, y hasta una reclusión —si no una castración por la vía frailuna—, del hombre en favor de las damas.

90Para refinar estos borrones picarescos hay que atender a otro motivo de los secuaces de Lázaro, Guzmán y Pablos: la metamorfosis del pícaro —en este caso un casanova y celosísimo calavera— en religioso y a veces incluso en santo. Quizá sea esta la mudanza más profunda de cuantas pueden sufrir los rufos,

  • 165 Núñez Rivera, 2015, pp. 275-276.

especialmente cuando se trata de un delincuente o ladrón, por la distancia enorme que media entre su condición y modo de vida previo y el arrepentimiento que supone una existencia devota. Porque el maridaje perverso entre pícaro y santo parece ser la cifra más acabada del carácter proteico y multiforme del personaje, lleno de caras diversas, problemático y desintegrado en su naturaleza, elementos todos ellos que lo convierten en un adelanto en el Siglo de Oro de posibilidades de existencia propias de la modernidad por su escisión de conciencia165.

91Cerramos ya este paréntesis picaresco, pero solo por uno de sus lados; porque Fadrique deja Sevilla, la meca de la picaresca, para asentarse en Madrid, la meca de las pícaras cortesanas de Castillo Solórzano. Allí se verá envuelto en la cuarta aventura de la novelita, que se corresponde con «Violante», el segundo capítulo de El jardín de Venus. La Zayas televisiva confiesa a sus oyentes que, después de lo ocurrido con Serafina, no volvería a ver a su amigo hasta varios años después: se quedó tan desengañado que evitaba el trato de cualquier cosa que oliese a femenino. Sin embargo, ya de nuevo en el balneario, ella fue testigo de cómo miraba a dos atractivas jóvenes. He aquí el prólogo de los guionistas para la aventura de Juan —en la serie Juan de Burgos (Jesús Puente)— y don Fadrique con doña Ana y doña Violante (Isabel Luque).

  • 166 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 313.

92Luego del gris encuentro de los galanes, que aquí ya no son primos sino antiguos compañeros de clase que confunden sus respectivos nombres: Juan llama «Lorenzo» a Fadrique y este se dirige a aquel como «Felipe», el primero revela al segundo que solo le interesa Ana en tanto que casada, pues solo aspiraba a intimar con mujeres que «no quieran compromisos: ni solteras, ni viudas». Esta señal parecería aludir tanto a la más que conocida Serafina como a la nunca presentada doña Beatriz. Aun conservando trazos de la cuarta viñeta, entre los que destaca la agudeza de las primas —Ana y Violante eran «las Sibilas de España, […] entrambas discretas, músicas, poetas»166; o sea, trasuntos de la Lisis del marco y de la propia Zayas—, la versión de Forqué se permite varios cambios que no debieran caer en saco roto.

  • 167 Forqué eliminó la tercería de doña Ana, concretada en un soneto del protagonista («Por cuerda os ti (...)

93Si en el texto base doña Ana se prometía con un primo indiano para obedecer a su padre, en la teleserie es la esposa de un chiflado cazador. ¡Y encima tuerto! El orden de los hechos se altera para introducir unas escenas que, a la postre, desembocan en la misma resolución. Tras el flirteo entre Fadrique y Violante, Juan le anuncia a su camarada que el marido de Ana ha vuelto167. El protagonista maldecirá su suerte, mientras el otro exclama con desespero: «¡Mira que regresar! ¡Eso no ocurre en Francia! ¡Ni en ninguna nación civilizada!» (17:40). Más allá del chiste cazurro, el lamento de don Juan entraña una ironía; porque basta con ver el capítulo ocho de El jardín de Venus, inspirado en el cuento Condecorado de Maupassant, para averiguar que «eso también ocurría en Francia».

  • 168 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.
  • 169 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.

94Durante varios días parece que a estas primas se las hubiera tragado la tierra. Don Fadrique se refugiará en la contemplación de los astros, unas jornadas antes de que Juan lo informe de que Violante le había dejado una nota debajo de la puerta. Como en la cuarta maravilla de la Primera parte del honesto y entretenido sarao, los amigos urden una intriga para alcanzar sus fines; bastante más peliagudos, por cierto, en el caso de doña Violante, ya que esta «aborrecía el casarse, temerosa de perder la libertad de que […] gozaba»168. Un poco antes, Zayas, y no así los guionistas de El jardín de Venus, a quienes nada les interesó, nos cuenta que el marido de doña Ana había puesto «tanta clausura y recato en la casa, por ser muy celoso, como hombre experimentado en cosas, y que pasaba ya de cuarenta años, que ni a la ventana era posible verlas ni ellas enviaron a decirles más palabra, ni aun a saber de su salud»169.

  • 170 Véase sobre todo Grouzis Demory, 2015. Aunque probablemente se trate de una pura casualidad, don Ju (...)

95Extraña que Llovet y Sainz no reparasen en tres pistas capitales: 1) el marido de Ana prefigura la conducta de Fadrique desde su matrimonio con Gracia; 2) Zayas abocetó la trama de El celoso extremeño, la séptima de las Novelas ejemplares; y 3) hasta donde alcanzamos, nunca se ha entrevisto el relativo parentesco entre El prevenido engañado, El celoso desengañado de Juan de Piña (Novelas ejemplares y prodigiosas historias, Madrid, Juan González, 1624) y El celoso hasta la muerte de Castillo Solórzano (Noches de placer, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1631), protagonizadas por otro par de Otelos que respondían por don Lorenzo de Santillana y don Bernardo170.

  • 171 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 324.

96De estos detalles, el más reseñable es el primero; pero, por razones que se nos escapan, los guionistas no tardaron en dejar paso a la viñeta más vodevilesca. Ahora bien, si en El prevenido engañado el plan de meter a don Fadrique en el lecho nupcial —haciéndose pasar por Ana para que esta pudiera reunirse con Juan— nació de la sagaz mujer, el traslado de Forqué reparte la responsabilidad entre ella y su amante, moderando la autonomía y con ella la astucia de tales dueñas. Los guionistas solo se preocuparon, mal que bien, de apuntalar las muchas flaquezas de esta aventura, marcada por un rosario de absurdos que se despejan al final: porque ¿cómo creerse que el papel de Fadrique no podría asumirlo mejor Violante, «respecto de que estaba enferma»171; y, más aún, por pesado que tuviera el sueño, que el indiano no se oliese el pastel?

97Llovet y Sainz lo razonaron de manera ridícula: porque le faltaba un ojo. De lo que no albergamos duda es de que la narración de Zayas pedía a gritos una adaptación a la pequeña o a la gran pantalla:

  • 172 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 325.

Don Fadrique, que así como se vio acostado al lado de un hombre, cuyo honor estaba ofendiendo él con suplir la falta de su esposa, y su primo gozándola, considerando lo que podría suceder y lo que podían costar tales atrevimientos, estaba tan temeroso y desvelado que diera cuanto valía su hacienda por no haberse puesto en tal estado. Y más cuando, suspirando entre sueños el ofendido marido, dio vuelta hacia donde creyó que estaba su esposa, y echándole un brazo al cuello, dio muestras de querer llegarse a ella, si bien como esta acción la hacía dormido, no prosiguió adelante; mas don Fadrique, que se vio en tanto peligro, tomó muy paso, el brazo del dormido señor, y quitándole de sí se retiró a la esquina de la cama, no culpando a otro que a sí de haberse puesto en tal ocasión, por sólo el vano antojo de dos amantes locos172.

Forqué rodó a plana y renglón el párrafo de Zayas, sin privarse de acentuar su comicidad: solo dos minutos después de que Fadrique presumiera de que «nunca se acostaría con el marido de nadie», lo cual implica que el amujeramiento al que lo sometió la novelista se hace todavía más explícito, veremos a Saza tocado con un gorrito de dormir (24:15, Fig. 25). Sí que representa un acierto el montaje paralelo de esta escena y aquella otra en la que Juan yace con Ana en la habitación de Fadrique. Enseguida, vistiendo un picardías que cabría leer como otra concesión al Destape, Ana regresa a su dormitorio, abre las cortinas —de nuevo un gesto teatral— y se descubre que en realidad Fadrique había dormido no al lado del «barbado esposo», sino de Violante, que también luce un camisón con transparencias (29:30, Figs. 26-27).

  • 173 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 326.

98Al margen de esa broma pesada, tanto en el relato como en la serie el donjuán cogerá «el fruto de las flores que había sembrado, gozando con su dama muy regalada vida, no solo mientras estuvo ausente el marido de doña Ana, […] sino después de venido, que por medio de una criada, a quien don Fadrique regalaba, entraba las más noches a verse con ella, con harta envidia de don Juan, que […] no podía gozar de su doña Ana»173.

99Pero la dicha nunca es completa. Pasados unos meses, Violante empieza a aflojar en su amor, y don Fadrique lo atribuye a que se había empleado con otro. Así las cosas, una criada le aconseja que dé a entender a su señora que tiene ciertas molestias, para luego pillarla con las manos en la masa. Y la jugada le saldrá redonda, porque doña Violante nada tarda en citar al nuevo galán: el hermano del marido de doña Ana, que la regalaba con espléndidas joyas.

100Los guionistas de El jardín de Venus afinaron esta subtrama, ya que cuando Fadrique se encamina hacia la habitación quince, Ana se interpone en su camino: «Es usted demasiado impulsivo. Violante va mejor [ya que también se había fingido enferma], pero descansa. No es oportuno molestarla». Y para rizar el rizo, desviándose del relato, la dueña de Juan —y de su cornudo marido— se insinuará al cándido don Fadrique. Hasta el punto de que este la besa (37:50), aunque se arrepiente de inmediato:

Don Fadrique: ¡Estamos traicionando a tu mejor amiga!
Doña Ana: Y al marido de mi mejor amiga. Y al amante de mi mejor amiga.

101Por eso el caballero se dirige de nuevo hacia la alcoba de Violante: como en la novela, la sorprende en la cama no ya con el hermano estudiante del indiano, sino con un camarero del balneario. Pero hay tres diferencias: una catastrófica y dos de veras felices.

102La primera tiene que ver con la hora. Si en El prevenido engañado la escena era nocturna para justificar que Fadrique, aturdido y en penumbra, no advirtió que el colegial lo apuntaba con un zapato y no con un pistolete, ¿cómo rodarlo a plena luz del día? De ningún modo. O quizá sí: haciendo que doña Violante se esfuerce en calmar a Fadrique acariciándole la oreja, al tiempo que le musita que todo había sido una broma… en calzoncillos.

103La segunda resulta más que efectiva: mediante un giro inesperado, la casada de estas dos primas será en realidad Violante y no Ana. Cuando el marido de la amante de Fadrique aporrea la puerta de su cuarto, la primera oculta al navarro dentro de un armario, donde se desmayará —a imagen de los paroxismos femeninos de la novela y el teatro barrocos— tras escuchar un disparo; no sin que antes le ofrezca una bonita jabonera. Este detalle se desprende, claro está, de la cuarta viñeta de El prevenido engañado: aquella de la duquesa y el perfumero. Llovet y Sainz la engarzaron con la tercera, o sea, la de este par de harpías madrileñas, elidiendo de camino a la duquesa valenciana. El parecido entre las dos aventuras —y las tres mujeres— así lo aconsejaba. Por fin, descartarían también la única concesión a la violencia: aquella escena en la que Fadrique abofeteaba sin miramientos a Violante, bañándola en sangre, a raíz de la broma del zapato-pistolete.

  • 174 Góngora, Poesía (ed. digital de Antonio Carreira: https://obvil.sorbonne-universite.fr/corpus/gongo (...)

104El último cambio pasará desapercibido a muchos de los espectadores. Forqué, además de variar la descripción textil de doña Violante —«Tenía puesta una saya entera negra, cuajada de lentejuelas y botones de oro, cintura y collar de diamantes y un apretador de rubíes»—, que en la novela, dada su vena poética, recordaba a la reina por medio de la cual Gherardo de Giovanni había personificado a la Retórica en las Bodas de Mercurio y Filosofía (ms. Urb lat 329, f. 64v) de Marciano Capella (Fig. 28), le sumó un pequeño yorkshire, casi omnipresente a lo largo del episodio: durante su primer paseo con Fadrique (15:39), en el lecho, junto al camarero (39:16); y cuando procura calmar a su burlado galán (40:19) (Figs. 29-31). Con esta mascota, los guionistas le hacían un guiño no solo al Retrato de una dama de rojo (c. 1550) de Bronzino, al Retrato de una mujer con un perro (c. 1560-1570) del Veronés, o bien al Retrato de dama con perrito faldero (c. 1665) de Rembrandt (Figs. 32-34), sino al valor erótico que se atribuía a los canes —sustitutos del hombre— en un puñado de textos de la Edad de Oro. Por ejemplo, la décima gongorina «Yace aquí, Flor, un perrillo» (1622), el mejor dechado del meliteo de consolación, es decir, del amante reducido a gozque lamedor: «Yace aquí, Flor, un perrillo / que fue en catarro grave / de ausencia, sin ser jarabe, lamedor de culantrillo» (vv. 1-4)174.

La Gracia y el Pecado

  • 175 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 329.
  • 176 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 329.

105Luego de su agresión a Violante, Fadrique pone tierra de por medio en El prevenido engañado de Zayas, exiliándose primero a Nápoles, donde se alude en mantillas a que también allí «tuvo una reina que todas las veces que entraba su marido le hacía parecer una artesa arrimada a la pared»175. Nada que no hayamos leído y visto en las viñetas tres («Ana y Violante») y cuatro («la duquesa valenciana»). Y después pasará a Roma, donde entabla «amistad» con otra que «por su causa mató a su marido una noche y le llevó a cuestas metido en un costal a echarle en el río»176. Si doña María apenas dibujó estos episodios antes de que Fadrique regresara a Barcelona y se instalese junto a los duques, fruto de una huida y de un hiato de dieciséis años, se entiende que los guionistas prescindieran de ellos sin miramientos; si bien el capítulo II se cierra con una acotación de Zayas que juzgamos heredera de aquella elipsis: «pronto relataré las cosas que sucedieron varios años después, cuando aquella niña de la que hablamos al principio había cumplido ya diecisiete años» (43:30).

106Naturalmente, dicha jovencita es Gracia, cuyo nombre da título a la tercera entrega. En esta oportunidad, ya no serán don Fadrique, ni tampoco don Juan los bustos parlantes, sino la propia novelista, algo molesta porque la hayan olvidado «el público y los profesores de esta tierra». Recuérdese que la serie se estrenó en 1983 y que los estudios en España se ceñían a la introducción de Valbuena Prat a Aventurarse perdiendo y Estragos que causa el vicio (1940), a la edición por Amezúa de las Novelas amorosas y ejemplares (1948), al artículo de Goytisolo (1978) y al ensayo de Montesa Peydró (1981).

107A continuación, Fadrique y la propia Zayas, dentro de la diégesis, se ponen a charlar sobre Gracia: «Usted sabe que no es mi hija. Pero soy un padrazo… A pesar de no haberla visto desde que las monjitas la tomaron a su cargo». Un motivo que, llevado a los albores del Novecientos, recuerda a la premisa de la Canción de cuna (1911) de María de la O Lejárraga; con la notable diferencia del creciente deseo que el tutor siente hacia su ahijada. De ahí que se niegue a que lo llame «Fadrique»; y no digamos ya «padre»: «¡Padrique resulta más moderno!».

108Llovet y Sainz explicaron las bodas entre el viejo y la niña de forma distinta a la de El prevenido engañado. Cierto que también late esa prisa por desposarse con una estúpida, pero aquí se plantea como el único modo de poner freno a la maledicencia del resto de huéspedes: en El jardín de Venus un «señor canica» no podía andar con jovencitas. El peso del qué dirán y el evidente retraso de Gracia en todo lo relativo al sexo —no consiente dormir sola, se sienta en la cama con las piernas cruzadas y, muerta de miedo, se acuesta en la de Fadrique, que luce otro gorrito imposible y una bigotera (Fig. 35)—, convencen al caballero de que si se casara con ella su fama no correría riesgo alguno.

  • 177 En la novela el disfraz era bastante más pulido: peto, espaldar, gola, brazaletes, manoplas y una l (...)
  • 178 Wollendorf, 2001, p. 102.
  • 179 Gamboa Tusquets, 2009, pp. 73-92.
  • 180 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 338. Es clave el trabajo de McKendrick, 1974, pp. 174-217, (...)
  • 181 Nuestra lectura no anula esta otra de Ballesteros, 2006, p. 125: «Palas Atenea nace no de una madre (...)

109Dicho y hecho; sin desdeñar la ironía de que será otro anciano quien oficie aquí como padrino mientras la propia Zayas acompaña a Fadrique hasta el altar. Una vez sacramentados, asistimos a la secuencia en la que el marido le entrega el peto, el casco y la espada de Atenea para que lo vele por las noches177. Este disfraz, y más en concreto la tizona, se han leído como «a phallic symbol that foreshadows her unwitting emasculation of Fadrique»178. No seremos nosotros quienes lo neguemos. Pero lo sugestivo es que a este «monarca doméstico»179, el mismo que convierte a su mujer en una Palas con trazas de amazona180, no se le ocurre otra cosa que meter un fatal paladión en la Troya de su matrimonio. Con otras palabras: si en la Eneida se contaba que los aqueos supieron por Héleno que para tomar la ciudad era imprescindible hacerse con el Paladio, la estatuilla consagrada a Atenea que se guardaba en Ilión —ta-rea de la que se encargarían Diomedes y Odiseo—, los caballos de madera que rendirán la fortaleza (Gracia) de Fadrique, robándole la virginidad de su esposa, son el cordobés Álvaro, en El prevenido engañado de Zayas, y Carlos (Miguel Ayones), una suerte de oficial de El jardín de Venus181.

110Si el don Fadrique del relato —no así el de la serie— había saltado de una cama a otra desde bien joven, al final depone su corona de calavera en aras de una tronada honra conyugal. Está dispuesto, incluso, a cortarse la coleta para salvaguardar una fama que le será ya difícil recobrar, si es que alguna vez la tuvo. Por eso, como señaló Rodríguez Cuadros,

  • 182 Rodríguez Cuadros, 1987, p. 59.

lejos de una cristianización progresiva del Eros en Ágape, el gesto estético del amor en estas novelas se basa en un discurso pasional, en una afirmación del careo deseo vs posesión; [un] dilema y [una] ecuación platónica. […] Eso sí, del objeto del amor como posesión constante de lo bueno hay un traslado al plano erótico en el que la sublimación literaria del deseo lo convierte en un deseo enajenante, en una res inmoderata que se instituye en el verdadero placer, pero también en síntoma de la desesperada concepción del amor182.

Durante la ausencia de don Fadrique con motivo de su presentación en la Academia, Carlos se adentrará en el dormitorio de Gracia. Allí la sorprende de punta en blanco y en perfecto estado de revista: o sea, con su armadura y su lanza (Fig. 36). Y como la damita parecía ignorar todo acerca del placer, esta moderno Loaysa —la sombra de El celoso extremeño de Cervantes se agiganta— la goza a su sabor, con la repetida venia de la susodicha.

111Es curioso que los responsables de la serie, y más en los tiempos del Destape, no incluyeran las siguientes palabras de Zayas tras la vuelta del marido cornudo; y encima con el telescopio arreglado y dispuesto para la acción. Lo sugiere el que ahora se resista a que lo porte uno de los mozos:

  • 183 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 339.

Cenaron juntos, y como se acostase don Fadrique por venir cansado, cuando pensó que doña Gracia se estaba armando para hacer el cumplimiento de la orden que la dejó, la vio salir desnuda y que se entraba con él en la cama183.

  • 184 Según Faye, 2009, p. 211, «el interés argumentativo del relato radica en el hecho de que Serafina y (...)

112Mientras que el epílogo del relato se antoja un punto indolente, el Fadrique de TVE descubrirá el secreto agravio de su mujercita, y por ello codiciará enseguida una pública venganza: no tarda ni medio segundo en empuñar la pica y menos todavía en salir detrás de Carlos, que huye en el mismo coche que trajo de vuelta al astrónomo184. Solo falta que María de Zayas informe a los atentos huéspedes de que esta pareja se esfumó de El jardín de Venus y que, según contaban, Gracia se había metido a monja. Ante la réplica de una señora, que objeta que eso resulta imposible, salvo que enviudase o que Fadrique tomara asimismo los hábitos, la novelista asiente y mira de reojo la procesión de disciplinantes que cruza el pensil: en efecto, como hemos señalado, uno de ellos es el ya devoto protagonista.

Conclusiones

113La reescritura de El prevenido engañado (José María Forqué, 1983) descansa sobre los cómicos hombros de José Sazatornil («Saza»). Sería de ciegos negarlo. No obstante, ya desde el capítulo uno se notan las tablas de los guionistas, Enrique Llovet y Hermógenes Sainz, decididos a emparentar el relato de Zayas con varios de los del Decamerón. De dos maneras:

1141) a través de un marco en el que don Fadrique (Saza), protagonista de la historia, ejerce también como su presentador, a zaga de otros espacios literarios de TVE durante los setenta. Irrumpe en la pantalla como un busto parlante que adopta un tono profesoral similar al de don Alonso Zamora Vicente de El licenciado Vidriera (Los libros, Jesús Fernández Santos, 1974), la voz over de El casamiento engañoso (Hora 11, Luis Calvo Teixeira, 1971) y, sobre todo, Lope de Vega y Marta de Nevares (anónima) en La prudente venganza que Josefina Molina rodó en 1971 para Hora 11;

1152) El prevenido engañado bebe de las muy femeninas jornadas VI y VII de la colección de Boccaccio. De ahí la conveniencia de sondear esta versión a la luz de los capítulos 1-5 de El jardín de Venus: El venerable celestino (Decamerón, III, 3), La grulla (Decamerón, VII, 6), Las adúlteras discretas (Decamerón, VI, 7; III, 5); El frívolo a palos (Decamerón VIII, 9; V, 9) y La princesa de Babilonia (Decamerón, II, 7); sin orillar el siete (Imprudencia) y ocho (Condecorado), a partir de dos cuentos de Maupassant.

116Dicho marco permite que Fadrique, personaje de ficción, introduzca en la serie a Zayas, su creadora y aquí, paradójicamente, ‘su criatura’, toda vez que la convierte en protagonista y narradora del segundo marco, ubicado en El jardín de Venus: el mismo que, a renglón seguido, contendrá la novela que protagoniza el navarro y en la que la Sibila de Madrid también tendrá un papelito. Esta mise en abyme dialoga con la que doña María compuso en la córnice de los dos volúmenes de su Honesto y entretenido sarao, en la medida en que Lisis no deja de ser un trasunto suyo; y más todavía con las Ejemplares de Cervantes, de quien la Zayas catódica recicló motivos como las dudas y pretericiones del narrador; la decisión de que el relato se ponga en boca de un personaje ilustre, amigo o conocido de la novelista, que a su vez se lo había oído a otro; y los ecos de La tía fingida en los vínculos que unen a doña Gertrudis con Serafina.

117El prevenido engañado de Forqué privilegia los planos voyerísticos y una lasciva escopofilia que transforma a don Fadrique, doña Gertrudis, don Juan y la propia Zayas en mirones o mirados gracias al point-glance y el point-object, que se justifican gracias a que el protagonista se gana la vida como banquero y astrónomo. El telescopio se carga de valores fálicos, pero también alegóricos, si tenemos en cuenta las palabras de Traiano Boccalini sobre los «hombres sensuales» y el uso de anteojos.

118La interpretación que el realizador aragonés hizo de esta historia no responde a ningún sexo. No toma partido por los hombres ni tampoco por las mujeres: recuérdese que borró al narrador masculino del texto (don Alonso), suplido en cierta medida por Fadrique (narrador y protagonista), y redujo de cinco a dos sus pullas misóginas.

119Dividido originalmente en cinco viñetas que no son sino variaciones del mismo tema («Serafina», «Beatriz», «Ana y Violante», «La duquesa valenciana» y «Gracia»), Llovet y Sainz lo limitaron a tres: «Serafina», «Violante» y «Gracia». La elipsis de los otros obedeció a un par de causas: aunque El jardín de Venus se venga estimando como uno de los productos menos carnales del Destape —en estos capítulos no hay ni un solo desnudo, pero sí dos deshabillés—, lo cierto es que la relación de doña Beatriz con el negro Antonio invitaba a un pulso con el «código de regulación», hijo de la censura y en vigor hasta 1984. Por otro lado, los guionistas debieron sortear apuros a la hora de escribir (o no) escenas de sexo interracial; y, asimismo, caso de omitirlas —como hicieron—, para lograr que el público descifrara el verdor de las «caballerizas», el verbo «montar», los «bizcochos»… Una misión imposible. De ahí que lo único que perdurase de Beatriz fuera aquel carruaje del que descienden las damas —la viudita sevillana, en la novela; y doña María, en El jardín de Venus—, ambas de luto. Lo cual nos faculta para arriesgar un malicioso retrato de la autora por parte de Llovet y Sainz: ¿Zayas ninfómana?

120La viñeta de la duquesa valenciana es harina de otro costal: debieron juzgarla redundante respecto a la de doña Ana y doña Violante. Todo un acierto, en suma, fusionar las viñetas tres y cuatro en el cierre del segundo capítulo. Quizá menos, aunque Forqué coquetee con las dobles parejas de la comedia lopista, el giro de que la casada fuera aquí Violante y no Ana.

121El primer capítulo brilla por encima de los otros. Gracias a la usura, un vicio del que carecía el Fadrique textual, los libretistas se las ingeniaron para hermanar a su protagonista con Marcos, el supertacañón de El castigo de la miseria, que también era navarro, como el pisaverde de El jardín de Venus. Y en paralelo, supieron entroncar a doña Serafina con las pícaras de Castillo Solórzano: Rufina (La garduña de Sevilla) y Teodora, Feliciana, Luisa, doña Estefanía, Constanza y Dorotea (Las harpías en Madrid). Esta primera nota picaresca se prolongará a lo largo de las tres entregas por mor de la estructura en sarta y de la peregrinatio de Fadrique, que empieza a contarnos su biografía (¿cómo de fingida?), justificándola por el principio y también por el final.

122Creemos ofrecer una nueva lectura del matrimonio del protagonista con la cretina Gracia, un paladión revestido de amazona —y no solo por su péplum, sino por su vivo entusiasmo al montar con (y sobre) don Álvaro, el caballero cordobés—. Pero si algo merece la pena del último episodio de El prevenido engañado, es el plano que pone punto y aparte a su argumento, que no al del marco de El jardín de Venus (41:22): Fadrique, vestido de fraile, mira de soslayo a los contertulios de Zayas. Luego el maridaje entre el pícaro y el santo cobra carta de naturaleza ante un público que, intrigado, no podrá dejar ya de preguntarse si el hábito hizo de veras a este monje o, por el contrario, solo disfrazó la piel de todo un personaje.

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Notas

1 Thibaudet, 2007 [1936]; Francastel, 1956; y Leglise, 1958. Véanse asimismo Lalou, 1960, y Lemaitre, 1960. Según Urrutia Gómez, 1995-1996, p. 42, «contemporáneos del desarrollo de la crítica estilística de la postguerra, [y] anteriores al estructuralismo, entendían que, en ocasiones, el escritor puede llegar a topar con las paredes de la lengua. Esta sería como una ciudad amurallada (no en cuanto sistema, sino en cuanto medio). […] Aquellos autores literarios que hayan llegado al límite de las posibilidades que la lengua pueda ofrecerles, aquellos […] en cuyas obras se nota un continuo rebotar estilístico contra las paredes del idioma, ésos serían los creadores del cine. Y ello, no porque lo realizaran o lo inventaran, sino porque, inconscientemente, lo intuyeron, sintieron su necesidad». Jaime, 2002, pp. 44-45, puntualizó que, stricto sensu, no hay una literatura precinematográfica, sino que el cine se apropió de la técnica de “montaje en imágenes” propia de la literatura. Conviene insistir en esta noción fundamental: Virgilio hacía literatura. Simple y llanamente. Lo que nos atañe es que «el lenguaje literario optimiza un procedimiento similar al del lenguaje [audiovisual]: reproducir creaciones mentales mediante imágenes, sonoras o no, ordenadas de manera significante, [como en una cadena]. Si bien las herramientas son distintas, las bases de la técnica expresiva son totalmente comparables» (Jaime, 2002, p. 45).

2 Azorín, 2000 [1953]; Entrambasaguas, 1954; Zamora Vicente, 1958; y, más tarde, Staehlin, 1981; Crary, 1992; Hecht, 1993 ; Qué és el precinema, 2000 ; Suhamy, 2002; Urrutia Gómez, 2003, y Villanueva, 2008.

3 Olivares, 2017a; 2017b, pp. l-lv.

4 Goytisolo, 1978, p. 73. Como se sabe, el título de «Sibila de Madrid» se lo otorgaría su amigo Castillo Solórzano, p. 66, en La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas.

5 Lagreca, 2004, p. 571.

6 Cirnigliaro, 2012. Véase asimismo el ensayo de Bryson, 2005, acerca de las naturalezas muertas del Barroco.

7 Yllera, 1983, p. 41. Gamboa Tusquets, 2009, se detuvo en el telón de fondo napolitano de La fuerza del amor, común al de otros coetáneos de Zayas. Por el contrario, «las referencias a esta ciudad en los Desengaños no solo son descriptivas, sino que incluyen una velada crítica al proyecto colonial español» (Gamboa Tusquets, 2009, pp. 152-153).

8 Según Pardo García, 2010, p. 48, «la reescritura es una forma de hipertextualidad consistente en la transposición de un texto dentro de otro que lo repite al tiempo que lo transforma, con una intención seria que puede ir desde la actualización y la reivindicación a la crítica y la oposición». A la luz de dicha idea, El prevenido engañado (El jardín de Venus, 1983) de José María Forqué (1923-1995) se concibió, pues, como una apropiación homodiegética del relato base, toda vez que lo amplía, por un lado; y lo reduce, por el otro. Asimismo, de forma heterodiegética, el director aragonés se las arregló para dibujar su propio “universo”, que, a modo de sobreescritura, rinde devoto homenaje al de Zayas.

9 Smith, 1987, pp. 228 y 235. Véase asimismo Pérez Erdelyi, 1979, pp. 113-115. Los panoramas más lúcidos sobre el ‘feminismo’ de Zayas continúan siendo los de Montesa Peydró, 1981, pp. 91-138, y Rich Greer, 2000, pp. 61-83.

10 Aranda Arribas, 2020, p. 634. Véase sobre todo Aranda Arribas, 2021a, pp. 345-350. Remitimos asimismo al capítulo de la serie documental Mujeres en la historia (1995-2009): María de Zayas, una mujer sin rostro (29/08/1995). El vídeo está colgado en la web de TVE: <https://www.rtve.es/alacarta/videos/mujeres-en-lahistoria/mujeres-historia-maria-zayas-mujer-sin-rostro-sxviii/821216/> [23 de junio de 2020]. Véase al respecto Romero-Díaz (2000-2001).

11 Foa, 1979, p. 136.

12 Véase McGrady, 1966. Yllera, 2000, también iluminó la más que probable huella de la novella XXIV de Il Novellino.

13 Fernández Rodríguez, 2016.

14 Foa, 1979, pp. 137-138.

15 Foa, 1979, p. 138.

16 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 81.

17 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 337. Véase también Foa, 1979, p. 138.

18 Olivares, 2020³, p. 55.

19 Goytisolo, 1978, p. 85. A pesar de la evidente finura del capítulo del autor de Señas de identidad, valen la pena los escolios de la tesis de Faye, 2009, pp. 98-108, quien, salvando de la injusta quema a González de Amezúa, pone no pocos puntos sobre las íes del novelista catalán.

20 Talens, 1977, p. 166.

21 Olivares, 2020³, p. 55. Véase asimismo Palomo, 1976, p. 73.

22 Castillo Solórzano, Los alivios de Casandra, pp. 112-113.

23 Özmen, 2018a, p. 219, ha limado una ocurrencia de Bosse, 1999, p. 250, para quien esta reunión de damas y galanes correspondía a los exquisitos salones parisinos del siglo xvii. En realidad, se trata de una «academia imaginaria que se rige por leyes distintas de las […] reales. […]. La [casi total ausencia femenina en las de nuestro país, con rara avis como la propia Zayas], es sustituida por un sarao mixto en el que la presidencia corresponde a una mujer. Así, el sarao compuesto por [la madrileña] se sitúa como un puente entre ambos mundos, un espejo en que lo ficticio refracta lo real». Nobleza nos obliga, empero, a publicar que esa patente le pertenecía a Cox Davis, 2003, p. 329: «In establishing these implicit rules for the reception of her literary production, Zayas foreshadows metacritically the evolution of represented discursive contexts in her collections —from the looser frame format on an entertaining sarao among family of both sexes in the Novelas amorosas, to the more regulated, competitive format typical of the real, historical academias in which she herself participated».

24 Según Paba, 2017, p. 172, «la alternancia en la narración de hombres y mujeres tal vez corresponda al deseo de la escritora de representar la dialéctica de los puntos de vista masculino y femenino. Los relatos de la segunda noche, El castigo de la miseria y El prevenido engañado, cumplen también con la función de relajar la tensión que habían creado los dos anteriores, donde se contaban sucesos desdichados y casos de honra trágicamente resueltos». Acerca de la palabra como fármakon en las voces narrativas de Zayas, véase Özmen, 2019.

25 Özmen, 2018a, p. 218.

26 Como se sabe, al final de los Desengaños, Lisis está a punto de desposarse con un tal don Diego.

27 Véanse Özmen y Ruiz Pérez, 2016, pp. 40-44; y Özmen, 2021a, pp. 83-91. Según la misma autora, «en Aventurarse perdiendo la protagonista no consigue su [objetivo] y acaba en un convento; en Estragos que causa el vicio su [homóloga] sí que alcanza [su codiciado amor], pero [termina] de manera sangrienta, y, en lugar de aceptar [a] su nuevo pretendiente, cuenta todo lo que le pasó y comunica su deseo de acogerse al claustro, tomando “más seguro estado que la librase de otras semejantes desdichas como las que por ella habían pasado”» (Özmen, 2021a, p. 91).

28 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 83.

29 Boccaccio, Decamerón, pp. 741-829.

30 Mineo, 1996, p. 93. No en balde, como luego ampliaremos, Forqué se basó en estas dos jornadas para las tramas de los capítulos II y III de El jardín de Venus: La grulla («El viejo engañado», Decamerón, VII, 6; «Doble estratagema»; «Cornudo y apaleado», Decamerón, VII, 7); y Las adúlteras discretas (Decamerón, VI, 7).

31 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 83.

32 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 292-293.

33 Zayas, Desengaños amorosos, pp. 506-507.

34 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 340. Zerari también ha insinuado esta analogía en su exhaustivo Abecedario zayesco, cuyas partes II, III y IV se pueden consultar en la página web de la Société des Langues Néo-Latines: https://neolatines.com/slnl/?p=5506. Verá la luz el próximo año, corregido y aumentado, en las Éditions Hispaniques (Paris, 2022). Agradecemos esta noticia a su autora.

35 Rich Greer, 2000, p. 247.

36 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 300-301.

37 Quién sabe si también habría que considerar este nombre como un guiño a Castillo Solórzano.

38 Boyer, 1995, p. 63, a propósito de la intertextualidad entre El verdugo de su esposa y La más infame venganza, supo ver que «in both tales, the villainous lover is named don Juan (perhaps an ironic allusion to the arrogant frame character Don Juan and to Tirso’s Don Juan Tenorio)». Y en un trabajo más reciente, Trambaioli, 2014, ha iluminado cómo la única comedia de Zayas, La traición en la amistad, censura con ironía el tipo donjuanesco sublimado por El burlador de Sevilla: Liseo engaña a tres mujeres; Fenisa actúa como un “Don Juan mujer” aún más hiperbólico que Liseo; y don Juan, curiosamente, es aquí una suerte de “anti-don Juan”.

39 Véase El Saffar, 1995. Volveremos sobre este asunto en el parágrafo 4: «La quimérica inquilina».

40 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510. Véase asimismo Colón Calderón, 2021, pp. 229-230. Según Olivares, 2017b, p. lxxiv, este Fabio es el «supranarratario» de la colección —de ambos tomos— y no debe confundirse con el homónimo de la primera maravilla. Özmen, 2021b, se decanta en cambio por identificarlos: «la autora hace [así] referencia al principio de la obra, [enfatizando] su circularidad y su conexión, en coherencia con otras muestras de una voluntad de articulación del texto. De otro lado, sería un importante descuido usar el nombre de uno de los personajes relevantes del libro para nombrar al supranarratario». Estamos muy de acuerdo. [Agradecemos a la autora el envío de este trabajo en prensa].

41 Lo cual no anula la postura de Alcalde, 2005, p. 117, para quien «las mujeres en Zayas se desengañan y perciben los defectos del amor de los hombres al relatarse los ejemplos de sus vidas, y deciden el refugio en el convento, donde además podrán llevar a cabo el cultivo de su educación de forma más dedicada que si vivieran en el mundo exterior. La aplicación que se obtiene de la estancia en el convento se demuestra, y a partir de ello la mujer puede llevar a cabo sus aspiraciones intelectuales».

42 Zayas, Desengaños amorosos, p. 511. Como apuntó Sylvania, 1922, p. 13, «[Zayas] writes not to protect the willing and contented sinner, undeserving the name of woman, but to point out the snares and ambushes laid along the way for the unsuspecting victim of good intentions».

43 Según Wollendorf, 2001, p. 135, «while Jacinta (Aventurarse perdiendo) and Gracia (El prevenido engañado) enter convents at the behest of men, Laura (La fuerza del amor) chooses the convent over returning to her abusive husband».

44 Chilcott, 2019, p. 11. Sobre los espacios estructurados y jerarquizados en la obra de Zayas: 1) la casa del padre o del marido; 2) el convento; 3) el jardín; y 4) el locus amoenus, pero reordenado por Fabio, véanse Özmen y Ruiz Pérez, 2016, pp. 45-46.

45 Maroto Camino, 1994, pp. 531-532.

46 Özmen, 2018b, p. 15.

47 Ticknor, 1851, p. 346.

48 Citado por Goytisolo, 1978, p. 89.

49 Martin, 2006, p. 70.

50 Véase Scordilis Brownlee, 2000, pp. 14-15.

51 Van Praag, 1952, p. 42.

52 Barras, 1980, p. 134.

53 Nadie en su sano juicio compartirá la rarísima tesis de Williamsen, 1995, p. 138, para quien los varones solo percibirán el sentido más lato de estas novelas; al revés que las mujeres, privilegiadas receptoras del mensaje irónico. Mucho más certeras suenan estas palabras de Scordilis Brownlee, 2000, p. 11: «Women readers are not necessarily going to identify with exalted heroines —they might be more intrigued by women and men who stray from the unidimensional categories of predictably virtuous behavior—».

54 Véanse Scordilis Brownlee (1981), Rabell (1992), Vila (2001), Carreño (2002), Bonilla Cerezo (2007), Sánchez Jiménez (2013) y Raynié (2014).

55 Goytisolo, 1978, p. 109, denunció que un análisis cabal del mundo novelesco de Zayas debería incluir «los episodios erótico-burlescos cortados del modelo boccacciano (especialmente las sustituciones en el lecho, amantes encerrados en alacenas y maridos burlados y estúpidos de El prevenido engañado)». Nosotros remitimos siquiera a tres de las novelle del Decamerón: Doña Filippa, al encontrarla su marido con un amante, llamada a juicio, con una rápida y graciosa respuesta se salva y hace modificar la ley (VI, 7), Fray Rinaldo se acuesta con su comadre; el marido lo encuentra con ella en la alcoba y le hacen creer que le estaban curando las lombrices a su ahijado (VII, 3); y Uno se vuelve celoso de su esposa, y ella, atándose un cordón al dedo por la noche, siente que su amante va a verla; el marido lo advierte, y mientras persigue al amante la señora pone en su lugar a otra mujer en la cama, y el marido golpea y le corta las trenzas a ésta; y luego va a buscar a los hermanos de ella, los cuales, al ver que eso no es verdad, le insultan. Según Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 206, en la aventura de la duquesa valenciana «es más que evidente [asimismo] la presencia de los motivos de las burlas a las que se somete el adúltero: [particularmente] la de tener que esconderse en un armario, arca o artesa. Véanse al respecto los motivos K1500-K1599 del catálogo de Thompson, 1955».

56 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 299.

57 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 300.

58 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 305.

59 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 306-307.

60 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 313. Ambas se nos antojan emparentadas con Constanza y Teodosia, las dos hermanas zaragozanas de El jardín engañoso.

61 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 319.

62 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.

63 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 328.

64 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 328.

65 Convendría relacionar este exilio napolitano de Fadrique con el de Manuel en La esclava de su amante, que se pone al servicio del Almirante de Castilla, o sea, Juan Alfonso Enríquez de Cabrera (véase Zayas, Desengaños amorosos, p. 149); y más aún con el de Alonso en El traidor contra su sangre, que emigra a la vieja Parténope tras asesinar a su hermana. Así, Nápoles se define en la obra de Zayas como «un lugar adonde un criminal español puede escapar con impunidad. No se olvide que el padre de [este último personaje] escribe cartas en favor de su hijo [a] don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos y virrey de Nápoles, para que le dé un puesto de soldado. Alonso continúa su comportamiento criminal en [la ciudad transalpina], en parte por su asociación con un hijo de español y napolitana, hombre perdido y vicioso, tanto de glotonerías como en lo demás» (Gamboa Tusquets, 2009, p. 154). ¿No podría ser este, acaso, el don Fadrique de El prevenido engañado?

66 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 331.

67 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 337.

68 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 338.

69 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 339.

70 Según Rodríguez de Ramos, 2014, p. 238, «González de Amezúa apuntó que la escritora habría vivido un tiempo en Valladolid con sus padres, cuando esta fue corte (1601-1606), y los habría acompañado también a Nápoles, pues Fernando de Zayas sirvió como mayordomo al conde de Lemos». Véase también Teruel, 2014. Sensu stricto, el argumento de El prevenido engañado se desarrolla a partir de una fecha imprecisa de la primera década del Seiscientos: solo se alude al virreinato del duque de Osuna (1610); a que don Fadrique había residido un año antes en Sevilla (¿1608-1609?); a que transcurrieron dieciséis años entre su viaje italiano y su regreso a España; a que cuando se reencontró con doña Gracia esta tenía ya las mismas primaveras (¿1624?); y, por fin, a que una vez agraviado por su esposa, «vivió algunos años».

71 Adelardo Méndez considera que es la sección más «dispersa» del conjunto. Véase el canal de Youtube Retrologando: https://www.youtube.com/watch?v=bwATWV7whSY (consultado el 08/04/2021).

72 Serrano Sanz, 1905, vol. II, pp. 583-587.

73 Véase Rodríguez de Ramos, 2014. El narrador en tercera persona —identificable con su director: José María Forqué— que cierra el capítulo III de El prevenido engañado afirma que Zayas falleció en 1669, dándole así crédito a la partida de defunción fechada el 26 de septiembre de ese mismo año. No está nada claro que certifique el deceso de nuestra autora.

74 Moll, 2011, pp. 177-178.

75 Olivares, 2017b, p. xxvi. La Junta de Reformación prohibiría durante casi una década (1625-1634) la publicación de novelas y comedias en los reinos de Castilla. Véanse Moll, 1974; y Cayuela, 1993. Aunque lo limitemos a esta larga nota, solo Olivares, 2017a, p. 157, ha sugerido la posible huella sobre el título original (Primera parte del honesto y entretenido sarao) de la traducción española de las Piacevoli notti de Straparola: «The BNE registers only two works with the word “sarao” in the titles of books published in the 16th and 17th centuries: the Sarao de amor, a cancionero by Juan de Timoneda (1561), and the sequel by Zayas: Segunda parte de Sarao y entretenimiento honesto. The term “sarao” became common towards the end of the 18th century with reference to musical collections. With regard to the term ‘entretenimiento honesto’, the BNE registers solely one book: Honesto y agradable entretenimiento de damas y galanes, by Giovanni Francesco Straparola (1480-c. 1557), translated by Francisco Truchado in 1580. Other similar titles are: Diálogos de apacible entretenimiento (1605) by Gaspar Lucas Hidalgo; Casa del placer honesto (1620) by Alonso Salas Barbadillo; Tardes entretenidas (1625) by Alonso de Castillo Solórzano; and Noches de placer (1631) by Castillo Solórzano». En realidad, la primera impresión de la paráfrasis de Truchado data de 1578 (Zaragoza, Juan Soler). Pero lo que aquí nos interesa es que la última edición de las dos partes del Honesto y agradable entretenimiento (Pamplona, Nicolás de Assiayn) remonta a 1612 y pudo convencer a Cervantes para dar por fin a la estampa sus Novelas ejemplares en 1613 (la aprobación del doctor Cetina se firmó el 9 de junio de 1612). Nótese que en la aprobación de Salas, firmada el 31 de julio de 1613, reza que «por comisión de los señores del Supremo Consejo de Aragón, vi un libro intitulado Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento»; y lo mismo se repetiría en la licencia de Jorge de Tovar: «nos fue fecha relación que habíades compuesto un libro intitulado Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento»; y de nuevo en el privilegio de Aragón. Sumaremos que Castillo Solórzano se inspiró en la colección del narrador lombardo a la hora de rotular sus Tardes entretenidas (1625), Jornadas alegres (1626) y Noches de placer (1631), ya en pleno veto de la Junta de Reformación. Véanse Bonilla Cerezo y Moreno Prieto, 2021, pp. 15-16. Y por último, una pista maestra: Luis Sánchez, impresor de Tiempo de regocijo y carnestolendas de Madrid (1627), también del autor tordesillano, era el tío de María de Zayas, según razonó Rodríguez de Ramos, 2014, p. 253. En buena lógica, sorprende que las luego tituladas Novelas amorosas y ejemplares (1637), originalmente Primera parte del honesto y entretenido sarao, no llegaran a las prensas en 1626. Máxime cuando la madrileña había huido a toda costa de la voz «novela» —solo la usó un par de veces—, sustituida por «maravilla» tanto en la portada como en el interior de sus relatos. Si además, como era la moneda común, decidió acogerse a la autoridad —siquiera para bautizarlas— de Straparola, igual que Cervantes o el propio Castillo Solórzano, algo que se nos escapa todavía debió de ocurrir para esa demora de más de una década.

76 Aranda Arribas y Bonilla Cerezo, 2018, p. 163.

77 Véase Aranda Arribas, 2021b, pp. 307-308.

78 En el texto base, Zayas nos escamoteó las prendas de su dinastía: «don Fadrique, cuyo apellido y linaje no será justo que se diga por los nobles deudos que en ella tiene» (Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 295). Este sistema de inducir al lector «a la ilusión de la verdad de lo que se cuenta forma parte esencial de su estrategia como narradora, pues asume, como dice en el prólogo, la teoría de que “diferente cosa es novelar solo con la inventiva un caso que ni fue ni pudo ser (y esto no sirve de desengaño sino de entretenimiento), a contar un caso verdadero que no solo sirva de entretenimiento, sino de avisar”» (Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 80).

79 Según Scordilis Brownlee, 2000, p. 8, «Zayas is referred to repeatedly as a “sybil” because her short stories disclose the decay of the Spanish Empire through the male-female relations of her day. In the prologues, epilogues and incidental remarks she makes in the stories, as well as the commentaries with which she endows her storytellers, Zayas acquires a decidedly sybelline persona».

80 Gamboa Tusquets, 2009, p. 85.

81 «Aparentando confesarse y con purísima conciencia, una señora enamorada de un joven induce a un venerable fraile, sin que él lo advierta, a lograr plenamente el placer de ella» (Boccaccio, Decamerón, pp. 375-386).

82 «A doña Isabella, mientras está con Leonetto, la visita un tal micer Lambertuccio, que la ama, y vuelve su marido; a micer Lambertuccio le hace salir de su casa con un puñal en la mano, y luego su marido acompaña a Lionetto» (Boccaccio, Decamerón, pp. 782-787).

83 «Ludovico le descubre a doña Beatriz el amor que le profesa; y ella manda a Égano, su marido, a un jardín disfrazado de ella y se acuesta con Lodovico; quien, luego, levantándose, va y apalea a Égano en el jardín» (Boccaccio, Decamerón, pp. 788-789).

84 «Doña Filippa, al encontrarla su marido con un amante, llamada a juicio, con una rápida y graciosa respuesta se salva y hace modificar la ley» (Boccaccio, Decamerón, pp. 705-708).

85 «El Zima le regala a micer Francisco Vergellesi un palafrén suyo, y así, con permiso de éste, le habla a su esposa; y como ella se está callada, él se contesta como si fuera ella, y de acuerdo a su respuesta así se actúa luego» (Boccaccio, Decamerón, pp. 394-401).

86 «Al médico maese Simón, para hacerle de una pandilla que va de corso, haciéndole ir de noche Bruno y Buffalmacco a un lugar, Buffalmacco le tira a una fosa de porquería y allí le deja» (Boccaccio, Decamerón, pp. 917-937).

87 «Federico de los Alberighi ama y no es amado; y gastando en hacer vida social, se arruina y le queda solo un halcón que, al no tener otra cosa, se lo da a comer a su señora, que había ido a su casa; y ella, al saberlo, cambia de ánimo, le toma por esposo y le hace rico» (Boccaccio, Decamerón, pp. 650-658).

88 «El sultán de Babilonia le manda al rey del Algarbe una hija suya para que se case con ella, la cual por distintos sucesos en el espacio de cuatro años llega a las manos de nueve hombres en diversos lugares; por último, restituida al padre como doncella, se va con el rey del Algarbe, como al principio, como esposa» (Boccaccio, Decamerón, pp. 277-303).

89 Véase Maupassant, Cuentos completos.

90 En el prefacio de las Ejemplares reza: «Solo esto quiero que consideres: que, pues yo he tenido osadía de dirigir estas novelas al gran Conde de Lemos, algún misterio tienen escondido que las levanta» (Novelas ejemplares, p. 20).

91 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 18. La cursiva es nuestra.

92 Como advirtiera Gamboa Tusquets, 2009, pp. 33-34, «el placer de la observación está estrechamente ligado al placer de la objetificación, del control, de la posibilidad de categorizar al ser humano en tipos y, en definitiva, a un nuevo modo de aprehender el conocimiento, a una nueva epistemología. […] Esta importancia de la visión resulta patente en las novelas de Zayas. Por ejemplo, en La esclava de su amante la protagonista Isabel/Zelima menciona “Salí a ver, y vi y fui vista”, lo cual denota la conciencia de ser objeto de observación en una sociedad voyeurística».

93 Véase López Piñero, 1979, p. 122. Esta oleada le debe casi todo a Galileo y a su panfleto Sidereus Nuncius, publicado en Venecia, por Thomas Baglionum, en 1610. Sin embargo, el primer tratado sobre la materia pasa por ser el Telescopium siue Ars perficiendi novum illud Galilaei visorium instrumentum ad Sydera (1618), de Girolamo Sirtori.

94 García Santo-Tomás, 2015, p. 84.

95 Véase sobre todo Williams, 1946.

96 Citado en García Santo-Tomás, 2015, p. 138.

97 El segundo bodegón —no así el primero— varía según las historias y las épocas en las cuatro secciones de El jardín de Venus.

98 No ya solo por su probable autoría del «Prólogo de un desapasionado» de las Novelas amorosas y ejemplares, ni tampoco por su elogio de Zayas en La garduña de Sevilla (1642), sino a raíz de una muy reciente apuesta de Navarro Durán, 2019, para quien Andrés Sanz del Castillo (Mojiganga del gusto en seis novelas, Zaragoza, Pedro Lanaja Lamarca, 1641), Baptista Remiro de Navarra (Los peligros de Madrid, Zaragoza, Pedro Lanaja, 1646) y la mismísima Zayas serían tres heterónimos del responsable de las Noches de placer (Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1631).

99 Castillo Solórzano, Jornadas alegres, pp. 57-59. Las cursivas son nuestras.

100 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 301.

101 Redondo Goicoechea, 1989, p. 143.

102 Olivares, 2020³, pp. 58-59.

103 La cursiva es nuestra.

104 Ruffinatto, 2016, pp. 195-196.

105 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 546.

106 Laspéras, 1999, p. 310.

107 Ruta, 2004.

108 García López, 1999.

109 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 299.

110 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.

111 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 328-329.

112 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 334-335.

113 Con buen criterio, para evitar las redundancias estilísticas, a las que Zayas se muestra aficionada, los guionistas suprimieron en el segundo capítulo («Violante») una escena similar a la que nos ocupa: «Pues un día que acertó doña Ana a entrar en la iglesia del Carmen a oír misa, vio entrar a su querida doña Ana, vista para él harto milagrosa. Y como viese que se entró en una capilla a oír misa, le fue siguiendo los pasos, y a pesar de un escudero que la acompañaba, se arrodilló a su mismo lado» (Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 323).

114 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 292.

115 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 295.

116 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 335.

117 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510

118 Zayas, Desengaños amorosos, p. 510.

119 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 300.

120 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.

121 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 317.

122 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 328-329.

123 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 330.

124 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 340.

125 Véase la Novela del más desdichado amante de Jacinto Abad de Ayala, de cuya edición (2021) se ha ocupado Maria Rosso para la editorial Sial.

126 A mediados del siglo xix, España conservaba muchos resabios de su viejo Imperio, entre los cuales no era el menor el que a principios del xx las mujeres solo pudieran votar en Australia, Nueva Zelanda y dos estados de Norteamérica: Colorado y Wyoming. Después de la Primera Guerra Mundial, en 1918, el sufragio femenino se promulgaría en USA y Gran Bretaña, en Rusia y Alemania entre 1917 y 1920; y en España (solo para las cabezas de familia), el 8 de marzo de 1924. Véase Mantilla, 2018.

127 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 301. Olivares, 2021, p. 154, sugiere que Zayas parece repetir aquí una tesis de fray Luis de León en La perfecta casada: «[Dios] hizo a las mujeres para que encerradas guardasen las casas, así las obligó a que cerrasen la boca […] por donde, así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender, y por consiguiente, les tasó las palabras y las razones».

128 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 330.

129 Este programa empezó llamándose Fila 0 y cambiaría su nombre por el de Primera fila. Divulgó más de 500 piezas dramáticas entre 1965 y 1984. IMDb registra un total de 546. Véase https://www.imdb.com/title/ tt0415421/ (consultado el 24/03/2021). Remitimos asimismo a Bernad, 2017; y Rodríguez Merchán, 2014. En El sexo débil ha hecho gimnasia se lee: «Adelaida: ¡Dios mío de mi alma! / (Cayendo en el sillón) / ¡El mundo tal como es no es para mí! / Me subleva y me lleva al frenesí / que sea de una forma vitalicia / víctima la mujer de la injusticia / y la opresión, ¡igual que yo lo fui!» (Jardiel Poncela, 1969, p. 955). Y al final del acto II: «Adelciso: ¿Qué hay de eso, señores? ¿Han hecho gimnasia o no han hecho gimnasia? Joaquín: Sí; pero me parece que algunas han confundido la gimnasia con la magnesia» (Jardiel Poncela, 1969, p. 1085). La emisión de Estudio 1 contó con el siguiente reparto: Elena María Tejeiro, Emiliano Redondo, Marta Puig, Francisco Racionero, María Elena Flores, Jesús Enguita, Alicia Sainz de la Maza, Pilar Laguna, Francisco Vidal, Isabel María Pérez, Manuel Salguero, Carmen Roldán, Covadonga Cadenas, Olga Gamero, Fernando Ransanz, María Stern, José María Lacoma y Lalo Esteban.

130 El desnudo femenino se convirtió en emblema (machista) de la Transición, dando como resultado el cultivo de la denominada «comedia sexy», que no llegaría a renovar la rancia moral del Franquismo. También por entonces florecería el subgénero del «cine S» —susceptible de herir ciertas sensibilidades y solo permitido para adultos—, una de las etiquetas que desaparecieron con la legalización de la pornografía y las salas X en 1982. Sobre la etiqueta S, véase Kowalsky (2004); y a propósito de las grandes estrellas del Destape, Aguilar (2012).

131 Según Prieto, 2002, p. 1483, «la moraleja que la [novela] presenta[ba] al lector es que sin la educación femenina no hay ni discreción ni prudencia, y que el que pierde con la ignorancia de la mujer es el hombre, pues al fin sale burlado, ya que su honor depende enteramente del comportamiento de su esposa».

132 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 253.

133 Véase Muñoz Palomares, 2003.

134 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 296-297.

135 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 297.

136 Faulkner, 2004, p. 112.

137 El capítulo que nos ocupa lo dirigió Francisco Lara Polop. No parece baladí que muchos de los hitos del Destape se asocien con películas ambientadas en la Edad Media y el Siglo de Oro: el primer pecho que se vio en la pantalla grande no asomaría hasta La Celestina (César Fernández Ardavín, 1968), mientras que para el primer desnudo masculino hubo que esperar hasta El libro del Buen Amor (Tomás Aznar, 1975). Por fin, La lozana andaluza (Vicente Escrivá, 1976) hizo fortuna gracias al desnudo integral, pasado por agua, de la voluptuosa Maria Rosaria Omaggio.

138 Pérez Rubio y Hernández Ruiz, 2005, p. 210.

139 Véase Aranda Arribas, 2019, pp. 181-182.

140 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 295-296.

141 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 79.

142 Valbuena Prat, 1940, p. 13, y Montesa Peydró, 1981, p. 76, subrayaron cómo esta comedia del Fénix pudo inspirar la historia de Estragos que causa el vicio.

143 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 298.

144 Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, p. 48.

145 Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, p. 113.

146 La colaboración de la madre en los amoríos de su hija separa la reescritura de Forqué de los relatos de Zayas, quien «like Cervantes, […] makes the absence of the mother figure a precondition for the first heterosexual commitment by her first heroine, Jacinta, and by the great majority of her heroines» (Rich Greer, 2000, p. 91).

147 Según Lanot y Vitse (1976, p. 205), «tout figurón est un “confiado en sí mismo”, un extravagant en proie à une illusion autarcique, qui le rend incapable de la moindre évolution et l’empêche de jamais se corriger».

148 El Saffar, 1995, p. 206.

149 Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, p. 82.

150 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 302.

151 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 308.

152 Zerari, 2012, pp. 276-277. He aquí el contraejemplo de Las harpías en Madrid: «El traje con el que quiso entrar [Luisa] fue el de viuda, al modo destas que enjugan brevemente el llanto de sus difuntos esposos y, mintiendo achaques, tripulan luego la bayeta del monjil, el anascote del manto y la holanda de las tocas, convirtiéndolo en gorguerán, tela de lustre y transparente cambray […]» (Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, p. 101).

153 Según Charnon-Deutsch, 1995, p. 127, «Beatriz subverts the prevailing gender codes by showing commutability of man and woman».

154 Maroto Camino, 1994, p. 522. Véase asimismo Bermúdez, 2018, p. 421.

155 Gamboa Tusquets, 2009, pp. 113-114 y 123.

156 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 310.

157 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 311.

158 Lazarillo de Tormes, p. 16.

159 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 302.

160 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 312.

161 Rey Hazas, 2003, p. 240. Somos conscientes de que hay otras clasificaciones de la picaresca, pero esta es la más cumplida y la que mejor conviene a nuestros propósitos.

162 Véase Paba, 2017, p. 173.

163 El Saffar, 1995, p. 207.

164 Melloni, 1976, p. 46.

165 Núñez Rivera, 2015, pp. 275-276.

166 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 313.

167 Forqué eliminó la tercería de doña Ana, concretada en un soneto del protagonista («Por cuerda os tiene Amor en su instrumento»), para que Violante responda a los ojitos que le hacía don Fadrique. De hecho, los tres capítulos de El prevenido engañado de TVE suprimen por completo los interludios líricos, que si bien apuntalaban la trama, o bien celebraban la agudeza de las damas poetas, poco ayudan al desarrollo de los hechos desde una perspectiva rigurosamente fílmica.

168 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.

169 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 322.

170 Véase sobre todo Grouzis Demory, 2015. Aunque probablemente se trate de una pura casualidad, don Juan confunde en la serie a don Fadrique con un tal don Lorenzo, y este último apela a su amigo como Felipe, el nombre del indiano («Filipo de Carrizales») de El celoso extremeño.

171 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 324.

172 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 325.

173 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 326.

174 Góngora, Poesía (ed. digital de Antonio Carreira: https://obvil.sorbonne-universite.fr/corpus/gongora/gongora_obra-poetica#poem381, consultado el 09/11/2021). Véase en especial Poggi, 2013. Gómez Canseco, 2020, pp. 53-58, ha subrayado cómo «en la literatura romana fueron pintados [los perros] de forma ridícula como un objeto propio de mujeres y homosexuales, a veces incluso con tintes eróticos. […] [Ya en la Edad de Oro], el doctor Pedro de Covarrubias recogió un cuento en su vejamen a fray Esteban de los Ríos, en el que se burla de una dama extremadamente doliente por la muerte de su perrilla. […] Pero probablemente el texto más elaborado a este respecto sea la «Letra [de Antonio de Guevara] para una señora y sobrina del auctor, que cayó mala de pesar que hubo porque se le murió una perrilla».

175 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 329.

176 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 329.

177 En la novela el disfraz era bastante más pulido: peto, espaldar, gola, brazaletes, manoplas y una lanza, a la que enseguida se referirá como «espada».

178 Wollendorf, 2001, p. 102.

179 Gamboa Tusquets, 2009, pp. 73-92.

180 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 338. Es clave el trabajo de McKendrick, 1974, pp. 174-217, que lleva por título «The Amazon, the Leader, the Warrior».

181 Nuestra lectura no anula esta otra de Ballesteros, 2006, p. 125: «Palas Atenea nace no de una madre o diosa —es decir, no nace de una mujer—, sino de la cabeza de Zeus y […] ella suele ser representativa del estado y buen gobierno. Otra característica interesante de Palas es que llevaba un escudo con la imagen de Medusa degollada para defenderse del peligro y para mantener su pureza, representada por su virginidad. Para la época de Zayas, donde la sexualidad femenina era vista como peligrosa por el orden establecido, la diosa Palas surge como una redentora de la ideología patriarcal reinante. El lector puede notar la ironía que Zayas crea al hacer que Fadrique busque a una mujer más boba —Gracia— para que guarde su honor vestida de Palas, una mujer que representa el uso de la sabiduría en el buen gobierno. […] En el texto, la amazona surge en perfecta oposición a Palas. Es más, el peligro y la barbarie que representa lo amazónico se asemeja más a la Medusa por su posición antagónica contra un sistema de orden social patriarcal».

182 Rodríguez Cuadros, 1987, p. 59.

183 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 339.

184 Según Faye, 2009, p. 211, «el interés argumentativo del relato radica en el hecho de que Serafina y todas las demás mujeres que se han burlado de don Fadrique han cometido sus deshonras [con] el mayor silencio; contrariamente a Gracia, quien, además de empañar el honor [conyugal], publica el agravio».

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Victoria Aranda Arribas y Rafael Bonilla Cerezo, «El prevenido engañado (María de Zayas, 1637) en El jardín de Venus (José María Forqué, 1983)»Criticón, 143 | 2021, 177-238.

Referencia electrónica

Victoria Aranda Arribas y Rafael Bonilla Cerezo, «El prevenido engañado (María de Zayas, 1637) en El jardín de Venus (José María Forqué, 1983)»Criticón [En línea], 143 | 2021, Publicado el 26 noviembre 2021, consultado el 11 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/21042; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.21042

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Autores

Victoria Aranda Arribas

Victoria Aranda Arribas es doctora en Filología Hispánica (2021) por las Universidades de Córdoba (España) y Ferrara (Italia). Especialista en los trasvases entre la literatura y las pantallas, ha publicado artículos sobre este particular en varias revistas y editoriales de prestigio (Anales Cervantinos, Bulletin Hispanique, Signa, Il confronto letterario, Peter Lang…). Durante el presente año verá la luz su monografía Las «Novelas ejemplares» en el cine y la televisión (Instituto Miguel de Cervantes de la Universidad de Alcalá).
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Rafael Bonilla Cerezo

Rafael Bonilla Cerezo enseña y aprende Literatura Española en las Universidades de Córdoba (España) y Ferrara (Italia). Especialista en la novela del Barroco, Góngora y el gongorismo, la edición de textos según el método lachmanniano y los diálogos entre la literatura y el cinematógrafo, ha publicado alrededor de 200 artículos, ediciones y libros sobre Cervantes, Lope de Vega, Castillo Solórzano, Salas Barbadillo, Sanz del Castillo, las zoomaquias del siglo xviii, Gonzalo Suárez, Aitana Sánchez-Gijón y un breve etcétera.
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