- 1 «Contra lo que pudiera esperarse, las heroínas de Zayas no se rebelan contra el fiero código del ho (...)
- 2 «The revolutionary nature of her work has often been dismissed by critics who note that she does no (...)
1Entre las diez maravillas de las Novelas amorosa y ejemplares de María de Zayas, Al fin se paga todo, me parece una de las más complejas, por la dificultad que presenta a la hora de sacar una lectura de la historia contada. La diversidad de las opiniones de los críticos, que proponen interpretaciones totalmente divergentes y contradictorias, refleja esta complejidad: para los unos Zayas es una defensora encarnizada de la visión calderoniana del honor1 y sus personajes verdaderos héroes calderonianos mientras que para los otros es una autora revolucionaria2 y subversiva que pone en tela de juicio, por no decir, derrumba los fundamentos de la sociedad patriarcal, y en particular su concepción del honor.
2¿Cómo puede una novela dar lugar a lecturas tan opuestas? Me parece que una parte de la respuesta reside en el hecho de que algunos críticos proponen una lectura ideológica —y particularmente feminista— procurando a toda costa incorporar la novela en un sistema de pensamiento perfectamente coherente. Para lograrlo, sea pasan por alto los puntos del texto que no tienen coherencia con el sistema o que lo contradicen; sea imponen al texto un esquema, una rejilla de lectura en un movimiento intelectual que, en vez de partir de los indicios objetivos del texto para ver si se puede construir un sistema, hace lo contrario. La otra parte de la respuesta reside en el manejo de un concepto o más bien de una figura retórica cuyo manejo y percepción son muy delicados, a saber: la ironía. En particular Amy R. Williamsen en los años noventa (y otros críticos tras ella) interpreta Al fin se paga todo como un texto cuya ironía sirve para socavar los fundamentos del sistema patriarcal.
3Después de mostrar los límites de esta interpretación, trataré de retomar algunos aspectos de la novela partiendo de los indicios objetivos del texto para tratar de entenderlo simplemente. Pero antes, voy a empezar por un resumen de la historia que permitirá entrever la complejidad y las ambigüedades que conlleva esta novela.
4Es don Miguel quien cuenta esta séptima maravilla, durante la cuarta noche del sarao: la acción pasa en Valladolid. Durante una noche de diciembre, al salir de una casa de conversación, don García, un noble caballero, presencia una escena sorprendente: ve cómo, desde la puerta de una casa, se echa un bulto a la calle. Don García oye quejas que salen de este bulto, se acerca y se da cuenta de que se trata de una mujer que pide socorro y que quiere que la escondan. Don García, oriundo de Madrid y alojado en una posada, la lleva allí. Es en dicha posada donde don García puede ver a la joven y se enamora de ella en seguida. La deja descansar y a la mañana siguiente, ella, que se llama Hipólita, le cuenta su historia. Pasamos pues a otro nivel narrativo: el personaje del relato enmarcado, Hipólita, cuenta una historia y más precisamente su propia historia, en estilo directo. Es lo que Genette3 llama un narrador intradiegético (Hipólita es personaje de un relato que no es el suyo) y homodiegético o más precisamente autodiegético (ya que Hipólita cuenta su vida).
5Hipólita, joven noble y rica tenía muchos pretendientes, entre los cuales dos caballeros hermanos, vecinos suyos, llamado el uno don Pedro, el otro don Luis. Sus padres decidieron casarla con don Pedro que era el mayor. «Durante ocho años —dice Hipólita— gocé de las caricias de mi esposo y él de un amor muy verdadero, porque me enseñaba a quererle en las importunaciones de mi cuñado». Y es que don Luis sigue cortejándola. En estos años llega la Corte a Valladolid, y con ella un pretendiente llamado don Gaspar. Hipólita y éste se enamoran y su deseo recíproco va aumentando por la dificultad que tienen para encontrarse. En efecto, intentan reunirse cuatro veces para satisfacer sus deseos. Pero circunstancias imprevistas y cómicas hacen que les resulta imposible tener relaciones carnales: la primera vez llega el marido de Hipólita, la segunda se produce un incendio en casa de Hipólita, la tercera don Gaspar queda atrapado en el marco de una ventana al tratar de entrar en casa de Hipólita y la cuarta, otra vez llega el marido e Hipólita esconde a su amante en un baúl. Cuando lo abre, encuentra a don Gaspar inconsciente y cree que está muerto. Entonces, ella pide ayuda a su cuñado don Luis que hace transportar el baúl a casa de un amigo. Pero don Gaspar vuelve en sí y don Luis acepta perdonarle la vida si se compromete a alejarse de Hipólita; don Gaspar obedece, se va, enojado con Hipólita. Luis, que ahora sabe que Hipólita trataba de cometer un adulterio, aprovecha la situación para hacerle chantaje: si no se acuesta con él, informará a su marido de sus intenciones adúlteras. Triste a causa de la ira de don Gaspar y del acoso de don Luis, Hipólita acaba por caer enferma. Pero don Luis sigue con sus intenciones y urde una estratagema: suelta los caballos de don Pedro y mientras éste va a buscarlos, se acuesta con Hipólita (que cree que es don Pedro), la goza y se va. Cuando don Pedro de veras vuelve y, helado, se acerca a su cuerpo, la reacción de Hipólita y la respuesta de don Pedro dan claramente a entender que Hipólita se ha enterado de la traición. Al día siguiente, Hipólita va a misa y don Luis, cerca de la pila de agua bendita, se complace en decirle que la burló. Hipólita decide vengarse: de noche, dormido don Pedro, se levanta, toma su daga y mata a don Luis mientras duerme. Convencida de que, a pesar de todo, don Gaspar la ayudará, va a su posada. Pero éste la desnuda, dejándola en camisa, la golpea con una pretina y la echa a la calle (robándole de paso sus joyas), calle donde la encuentra don García. Y así acaba Hipólita su autobiografía.
- 4 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 443.
- 5 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 444.
6Don García, conmovido por su historia, quiere ayudarla y para planear lo que van a hacer, primero va a casa de Hipólita para enterarse de la situación: don Pedro es acusado de haber cometido el asesinato de su hermano don Luis y llevado a la cárcel. Don García va a la posada de don Gaspar para vengar a Hipólita pero éste ya se ha ido. Vuelve a ver a Hipólita, la informa del arresto de don Pedro. Hipólita quiere entregarse a la justicia para salvar a su marido inocente pero para protegerla don García la lleva a un convento aconsejándole que desde allí negocie la libertad de su marido. Una vez en el convento, Hipólita escribe al presidente, invitándole a visitarla para que le diga ella el nombre del asesino de don Luis. Finalmente, Hipólita obtiene la libertad de su marido y el perdón del Rey que considera que «justamente se había vengado doña Hipólita»4. También don Pedro la perdona pero ella no quiere volver con él «aunque él lo pidió con hartos ruegos, diciendo que honor con sospecha no podía criar perfecto amor ni conformes casados». Entristecido, don Pedro cae enfermo y muere, dejando a Hipólita heredera. Ésta, «libre, moza y rica», se casa con don García, «el cual agradecido al cielo, y querido de su hermosa Hipólita, vive hoy con hijos que han confirmado su voluntad y extendido su generosa nobleza»5. En cuanto a don Gaspar, un criado suyo lo ha matado para robarle las joyas.
- 6 Kaufer, 1977.
- 7 Williamsen, 1991, p. 642. La traducción es nuestra («In this manner, Zayas can criticize establishe (...)
- 8 Williamsen, 1991, p. 645. La traducción es nuestra («a sign for the architecture of patriarchy whic (...)
- 9 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 429.
- 10 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 444.
- 11 Williamsen, 1991, p. 644. La traducción es nuestra («Hipólita, after her open defiance and subseque (...)
- 12 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 443.
7En su estudio, Amy R. Williamsen explica que la ironía en Zayas sirve para atacar las estructuras patriarcales. Para mostrarlo, se basa en dos posturas. Por una parte, se fija en una percepción de género de la ironía y, por otra, en una equiparación de lo cómico y de la ironía. En cuanto al primer aspecto, apoyándose en los estudios de David Kaufer6 sobre la ironía y la estrategia retórica, explica que las divergencias de interpretación se vinculan con la percepción del público de la ironía textual. Los lectores masculinos leerían los textos de manera literal mientras que las lectoras serían capaces de entender la ironía. Así que los autores podrían elegir el blanco de su discurso o sea una parte de público elegido. Por consiguiente, siendo los hombres incapaces de entender la ironía, según palabras de Williamsen, «Zayas puede criticar irónicamente les normas de la sociedad, una postura que podría ser peligrosa políticamente si se expresara directamente»7. ¿Por qué no? Pero afirmar que las mujeres son capaces de percibir la ironía no es demostrar que hay ironía en el texto. Así que el argumento no me parece muy convincente. Por otra parte, se interesa por los aspectos cómicos de la novela relacionándolos con la ironía, siempre para demostrar que la ironía sirve para desmoronar las estructuras patriarcales. Una de estas estructuras es la casa que aparece como «una seña de la arquitectura del patriarcado que representa la captura de las mujeres por instituciones sociales dominadas por los hombres»8 y observa que Zayas explora las posibilidades cómicas de esta señal arquitectural demostrando que el rígido orden patriarcal también es una coacción para los hombres y recuerda el episodio durante el cual don Gaspar que quería entrar en casa de Hipólita «se quedó atravesado en el marco de la ventana por la mitad del cuerpo […] siendo fuerza a don Gaspar el correr metido en su marco»9. Me parece que la interpretación es un poco forzada. Está claro que es una escena cómica, pero en lo que concierne a la ironía aquí como arma contra las estructuras del patriarcado, el hecho de que el personaje masculino se encuentre preso del marco de la ventana, a nivel textual, no invita a una lectura simbólica. Acabaré con una observación más convincente de la crítica sobre la repetición irónica del título de la novela al final —que es algo frecuente en las novelas cortas y casi sistemático en Lope. Es seguro que el título de esta novela —«al fin se paga todo»—, anuncia una lección, un escarmiento o por lo menos un propósito moral. Cuando llegamos al final de la novela, el narrador don Miguel repite dicho título: «el cielo dio a don Gaspar el merecido castigo, por la mano de su mismo criado, que era este que se castigaba. Este suceso pasó en nuestros tiempos, del cual he tenido noticias de los mismos a quien sucedió y yo me he animado a escribirle para que cada uno mire lo que hace, pues Al fin todo se paga»10. Si nos fijamos en el texto, se nota una relación directa entre el protagonista don Gaspar y el significado del título: don Gaspar pagó por lo que hizo a Hipólita. También recordemos que don Luis —el otro malvado de la historia—, ha muerto. Pero Williamsen nota que Hipólita no ha sido castigada por haber procurado cometer un adulterio aunque el código del honor hubiera exigido una venganza por la mera intención, como enseñaba el cuarto concilio de Letrán de mil doscientos quince. Y concluye: «Hipólita, después de su abierto desafío y la posterior manipulación del código de honor vive feliz y sacude los mismos fundamentos del sistema patriarcal»11. Volveré sobre lo de los fundamentos del sistema patriarcal. Según el enfoque elegido, se puede notar cierta ironía en esta repetición del título puesto que la historia muestra que al final no todo se paga ya que Hipólita, «la bad girl» como la llama Julián Olivares, no está castigada mientras que la misma protagonista proclama su culpabilidad: «Determinada y loca, se quiso ir a poner en poder de la justicia para que por su ocasión no padeciese el noble don Pedro y tantos inocentes criados […] a los cuales contó doña Hipólita todo lo que queda dicho, declarándose ella por matadora de su aleve cuñado, bastando sólo su belleza para serlo de cuantos la miraban, y diciendo que su marido y criados estaban inocentes, y también los del muerto»12.
8A no ser que se la considere como un personaje inocente, como opina otro crítico que escribe al respecto:
- 13 Sotelo, 2005, pp. 62-63.
Tanto don Pedro como Hipólita y don García son personajes que por desgracia sufren al ser víctimas de las circunstancias y cada uno recibe su premio según la autora entiende la justicia. Don Pedro muere en paz. Hipólita y don García finalmente se casan y don Gaspar, quien se negó a ayudar a Hipólita cuando esta se lo pidió, muere a manos de su sirviente. [...] La intención moralizante de la novela no deja lugar a dudas. La invitación a la reflexión queda abierta para que cada lector haga lo que crea más conveniente, pero que tome conciencia de que cada uno de sus actos tendrá una consecuencia directamente proporcional a su proceder13.
9Podría seguir con otros comentarios de críticos pero lo que acabo de subrayar me parece suficiente como para mostrar los mecanismos que permiten construir interpretaciones a veces forzadas o parciales y por lo tanto contradictorias unas con otras.
10Desde mi punto de vista, para evitar ese tipo de dificultad, hay que considerar la novela ante todo por lo que es, es decir no un ensayo sino una novela o sea una obra de ficción, con personajes, con una trama, un nudo y un desenlace y un fondo literario, una tradición que la nutre.
11Así, y será el primer punto en el que voy a insistir: acabo de recordar cómo Williamsen sistemáticamente otorga ironía, sin verdaderamente demostrarla, a todos los aspectos cómicos de la novela para explicar que dicha ironía le servía a Zayas para desmoronar las estructuras patriarcales, como si una novela no pudiera valerse de lo cómico solo para deleitar al lector. Pensemos en la escena en que don Gaspar queda atrapado en el marco de la ventana: la misma Hipólita cuenta el episodio con detalles divertidos:
- 14 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, pp. 428-429.
Pareciéndole bastante se entró por ella, y entrando la cabeza y hombros, se quedó atravesado en el marco por la mitad del cuerpo, de suerte que ni atrás ni adelante fue posible pasar. […] Y entre las dos y el criado que traía don Gaspar, con las dagas y otros hierros sacaron el marco de la pared; mas no tan sin ruido que, oyéndolo los criados, dieron voces, pensando ser ladrones, a los cuales se alborotó la casa, siendo fuerza a don Gaspar el correr metido en su marco, y a mis criadas recogerse y a don Pedro para que otro día tabicase la ventana. Fuése don Gaspar en casa de un carpintero, el cual aserrando el marco le libró de aquel peligro14.
Y además subraya el efecto que esta escena le produjo, como si se tratara de invitar al lector a tener la misma reacción:
- 15 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 429.
Entró mi criada a darme de vestir, la cual me dio cuenta del suceso (que os doy mi palabra, señor don García, que fue tanta mi risa que casi no podía oírlo), ayudándome mi secretaria a solemnizar la burla15. (p. 429)
12También pensemos en la truculencia de las escenas en que llega el marido, impidiendo el cumplimiento del deseo de los amantes: en lo que concierne a la primera la narradora precisa que don Gaspar, a pesar de la presencia del marido en la cama con Hipólita, logra acercarse a ella y darle un beso. En cuanto al último encuentro fallido entre Hipólita y don Gaspar, la narradora se complace en explicarnos la causa trivial de la vuelta de improvisto del marido:
- 16 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 430.
A este punto llegó don Pedro, pidiendo a gran prisa en qué hacer las necesidades ordinarias, que ese desconcierto le había vuelto a casa. En esto, y en tomar unos bizcochos, por no haberse desayunado, se entretuvo más de hora y media, y aun creo que no saliera tan presto si no oyera tocar a misa16.
Pero al mismo tiempo asistimos a un episodio trágico ya que mientras don Pedro satisface sus necesidades ordinarias, don Gaspar está ahogándose en el baúl donde lo ha encerrado Hipólita para esconderlo:
- 17 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 430.
13Y como salió de casa, yo con el mayor gusto del mundo, viendo que ya de aquella vez no podía la fortuna quitarme el bien de gozar mi amante, abrí el baúl, mas fue en vano porque don Gaspar estaba muerto17.
14Y estamos aquí con el precepto lopesco de «lo trágico y lo cómico mezclado» expresados en los famosísimos versos de su Arte nuevo:
- 18 Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, vv. 174-180.
Lo trágico y lo cómico mezclado
y Terencio con Séneca, aunque sea
como otro Minotauro de Pasife,
harán grave una parte, otra ridícula;
que aquesta variedad deleita mucho.
Buen ejemplo nos da naturaleza,
que por tal variedad tiene belleza18.
Claro está que en la literatura aurisecular, estos preceptos se aplican tanto a la comedia como a la novela y es muy frecuente encontrar esta mezcla en las novelas cortas.
- 19 Williamsen, 1991, p. 645.
- 20 Tampoco se puede decir que Hipólita no está castigada ya que recibe una paliza tan violenta por par (...)
- 21 Lope de Vega, La prudente venganza, p. 283.
- 22 Véase Redondo, 2003, p. 740: «desde tiempos antiguos se habían alzado voces para condenar un sistem (...)
15En cuanto a la honra, es una evidencia decir que el amor y la honra son la base de un montón de comedias y de novelas donde encuentra un tratamiento literario. Afirmar que Zayas, a través de su manera de tratar el caso de honra en su novela, trastorna, como escribe la crítica americana, el fundamento del sistema patriarcal —«shakes the very foundation of the patriarchal sistema»19— me parece excesivo. En efecto, para demostrar su afirmación, la crítica muestra que Hipólita se vale del código de la honra para vengarse de don Luis asesinándolo mientras que no se aplica el código de la honra a la misma Hipólita que no está castigada por haber tratado de cometer un adulterio20. ¿Subvierte pues el código? En cierta medida ya que normalmente es el hombre quien se venga para salvar el honor. Pero en ningún momento en el texto hay una condena de dicho código: a través del uso de los puntos de vista, de las focalizaciones (en el sentido de Genette) o de los comentarios del narrador —no olvidemos que es un hombre, don Miguel, quien cuenta la maravilla—, fácilmente hubiera podido Zayas condenar este sistema de la honra como lo hace por ejemplo el narrador en La prudente venganza de Lope de Vega: en esta novela el marido mata a su mujer y a su amante, pero el narrador condena explícitamente la actitud vengativa del marido: «y he sido de parecer siempre que no se lava bien la mancha de la honra del agraviado con la sangre...»21; la solución no es la venganza pues es una solución anticristiana22:
- 23 Lope de Vega, La prudente venganza, p. 284.
Que querer que los que agravió le sufran a él, y él no sufrir a nadie, no está puesto en razón; digo sufrir, dejar de matar violentamente, pues por sólo quitarle a él la honra, que es una vanidad del mundo, quiere él quitarles a Dios si se les pierde el alma23.
16No tenemos ese tipo de condena en Zayas: lo único que se puede decir con certeza es que en sus novelas las mujeres se vuelven protagonistas, autónomas, acaban por actuar por sí mismas, por vengar su honor: es lo que pasa con Hipólita, es lo que pasa también con Aminta en La burlada Aminta y venganza del honor; esta novela bipartita es muy interesante porque Aminta, pasiva en toda la primera parte utiliza exactamente los mismos procedimientos, las mismas armas que don Jacinto que le robó su honor, para vengarse de él, restaurando así su honra. Así que en la letra del texto, no hay un rechazo del código de la honra sino que este sistema se abre a las mujeres. Por lo tanto, la expresión de Alicia Yllera «feminista conservadora»24 para hablar de Zayas me parece adecuada.
17Acabaré rápidamente con unas palabras sobre los personajes y el desenlace. Se suele leer que Zayas condena el matrimonio, por ser principio de las desdichas de la mujer; y a los hombres por ser unos malvados que solo intentan satisfacer sus deseos. En esta novela como en otras, se puede notar que no todos los hombres son malos y perversos: por ejemplo, pensemos en don García que logra frenar sus deseos cuando, después de llegar a su posada donde había dejado luz, con Hipólita, descubre su belleza:
- 25 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 415.
Era al parecer de veinticuatro años, y tan hermosa que, sin ser parte el guardarla, le robó el alma con la belleza de sus ojos, tanto que si no se le pusiera por delante la fe que debía guardar a quien se había fiado de él, casi se atreviera a ser Tarquino de tan divina Lucrecia; mas favoreciendo don García más a su nobleza que a su amor, a su recato que a su deseo, y a la razón más que a su apetito, procuró con muchas caricias el reposo de aquella hermosísima señora25.
18También pensemos en ese pobre don Pedro, el marido, que perdona a Hipólita y acaba muriéndose de tristeza, ya que esta no quiere volver con él. Me parece que una explicación posible será la necesidad de la trama: siendo viuda Hipólita puede casarse con don García, lo que permite llegar esta vez al «happy end» convencional del matrimonio feliz:
- 26 Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, p. 444.
Se casó con él, haciéndole señor de su belleza y de su gruesa hacienda, que sólo ésta le faltaba para ser en todo perfecto, pues las faltas, que siendo tan noble era fuerza tuviese. El cual, agradecido al cielo, y querido de su hermosa Hipólita, vive hoy con hijos que han confirmado su voluntad y extendido su generosa nobleza26.
19Para concluir, esta novela, como otras, nos permite decir que no se puede encerrar a María de Zayas en un sistema ideológico: defensora de las mujeres, sí; ideóloga, no. Se juntan en Zayas un mensaje (de defensora de las mujeres) pero ese mensaje corre parejas con los intereses del relato y de la trama. No hay que buscar en su obra coherencia ideológica a toda costa, prestando al texto intenciones proyectadas en él en vez de sacadas de él: el caso más patente reside en la tendencia de algunos críticos a otorgar ironía al texto para demostrar que sirve para criticar, por no decir, desmoronar la sociedad patriarcal.
20Es ante todo una escritora que intenta deleitar a los lectores, valiéndose de diferentes recursos, entre los cuales el humor y el uso de situaciones truculentas; deleitar, pero enseñando: enseñando la igualdad entre los hombres y las mujeres, enseñando adoptando los códigos de la época, aunque procedentes de una sociedad patriarcal, en particular el código de la honra, para que las mujeres puedan integrarse en este código.