1La novela corta o «maravilla» de María de Zayas titulada El prevenido engañado puede considerarse como una de las más interesantes del conjunto de Novelas amorosas y ejemplares publicado en 1637, y ello por varias razones. Por una parte, la tonalidad farsesca de las aventuras sentimentales de don Fadrique con las audaces e infieles Serafina, Beatriz, Violante y Duquesa, muestra notables diferencias con el carácter dramático de la violencia padecida por las damas de tantas otras novelas zayescas, sobre todo las pertenecientes al segundo volumen de Desengaños amorosos. Por otra parte, el muy tardíamente desengañado don Fadrique es varón, mientras que la mayoría de las desengañadas representadas por Zayas suelen ser mujeres. Hasta tal punto que el vínculo entre El prevenido engañado y la defensa de las mujeres que anima el Prólogo Al que leyere de las Novelas amorosas no resulta evidente ¿Debe considerarse esta novelita como un divertido contraejemplo inspirado en los novellieri, cuya razón de ser radicaría en la simple voluntad de la escritora de diversificar la tonalidad de sus cuentos? Es indiscutible que el sesgo fuertemente estereotipado e inverosímil de las burlas imaginadas por las mujeres de quienes don Fadrique se enamora contrasta con los «casos de honra», tema recurrente de la novela corta española del Siglo de Oro: en El prevenido engañado la libertad sexual de las engañosas damas predomina sobre la clásica casuística del matrimonio tridentino. ¿Por qué razón María de Zayas le cede el paso, en su cuarta novela amorosa, a la influencia italiana, a lo cómico y a lo que puede considerarse como una visión crítica del comportamiento femenino?
- 1 Pfandl, 1933, p. 153.
- 2 González de Amezúa, 1929, p. 304.
- 3 Goytisolo, 1977. Citado por Paba, 2017, p. 1.
- 4 Martín, 2006, p. 70. Citado por Paba, 2017, p. 1.
2Las distintas interpretaciones del texto propuestas por la crítica académica dan cuenta de la perplejidad que ha provocado la lectura de El prevenido engañado a lo largo del siglo xx. En 1933, Pfandl se siente chocado por la lubricidad de los personajes femeninos, en particular por doña Beatriz, aquella que agota sexualmente a su esclavo negro hasta el punto de provocar su muerte. El mismo Pfandl condena la novela de Zayas por su libertinaje y falta de moralidad1. De la misma manera, González de Amezúa la considera como una «lectura [que no debe] ser puesta en todas manos»2. En el extremo opuesto, Juan Goytisolo señala que, en la obra de María de Zayas, «las mujeres dejan por primera vez de ser objetos pasivos del deseo masculino para convertirse en sujetos que desean y que, sobre todo, alcanzan concretamente su legítima aspiración mediante una vida sexual emancipada»3. Esta línea interpretativa es retomada, recientemente, en el estudio de Adrienne Martín, que celebra «las burlas eróticas en las que la mujer es retratada como autosuficiente, arriesgada y atrevida ofreciendo […] otro modelo de comportamiento femenino ante la sexualidad»4. La mayor parte de la crítica considera sin embargo El prevenido engañado como un caso de ejemplaridad ambigua: en esta novela María de Zayas presenta la instrucción en las mujeres, su «discreción» (mezcla de educación, de sabiduría y savoir-vivre), no como una protección contra los vicios sino como una cualidad que permite a las engañosas disimular sus engaños con objeto de preservar su reputación. En un artículo de 2017 titulado «Pecar con discreción. Doblez y dobles en El prevenido engañado de María de Zayas», Tonina Paba sostiene esta interpretación como también lo hace Nieves Romero Díaz, para quien la contradicción es el signo fundamental del feminismo de Zayas:
- 5 Romero Díaz, 2002, pp. 101-102.
Viene del conflicto de ser mujer en un orden patriarcal que la afecta tanto socialmente como culturalmente. […] En mi opinión es la pertenencia de clase y todo lo que ideológicamente implica esta pertenencia la que condiciona el discurso feminista contradictorio de Zayas5.
Tomaremos apoyo, por nuestro lado, sobre esta misma idea de contradicción a fin de desarrollarla tanto en el plano de la multiplicidad de registros literarios como en el plano de la enunciación.
3El prevenido engañado explota sin lugar a dudas el registro cómico-farsesco y obsceno propio de una tradición que se remonta a los fabliaux medievales y a la novella italiana. A la vez, la utilización zayesca de lo licencioso se sustenta, en cuanto a la interpretación del comportamiento femenino, en el concepto de «opinión» en el sentido de «juicio o valoración de la persona», opinión que termina redundando en el concepto sociológico de la fama u honra.
- 6 Zayas, El prevenido engañado, p. 301.
- 7 Rabelais, Tiers Livre, cap. 32, p. 709.
4Cuando don Fadrique declara que «una mujer no [ha] de saber más de hacer su labor y rezar, gobernar su casa y criar sus hijos; y lo demás [son] bachillerías y sutilezas que no [sirven] sino de perderse más presto»6, presupone en la mujer una flaqueza natural y una tendencia a la deshonestidad que la inteligencia no puede sino aguzar o fomentar «más presto». El encerramiento casero y las labores domésticas son una protección frente a esta disposición «natural» propia de la mujer a «perderse» en el sentido sexual y moral de la palabra, como si esta tendencia a «perder la honra» fuera, de alguna manera, inevitable en la mujer. El discurso misógino no aparece explícitamente desarrollado por don Fadrique en la novela, pero no cabe duda de que su obsesión por evitar casarse con une mujer discreta se sustenta en una concepción antigua de la mujer como más cercana al animal y, por ello, más «pulsional» y menos dotada de razón que el varón. Esta manera de entender la diferencia genérica está basada en la idea de que el mecanismo humoral de la mujer es defectuoso, lo cual la transforma en une suerte de varón imperfecto, un ser más cercano a lo corporal que a lo espiritual. Como buen seguidor de esta tradición, Juan Huarte de San Juan (al que Zayas conoce y cita en el prólogo) adopta con claridad la idea de que la frialdad y la humedad son cualidades nocivas para con la parte razonable del ser humano. Tal y como lo recuerda Rondibilis, el médico del Tiers Livre, «Platon ne sait en quel rang il les doit colloquer, ou des animaux raisonnables ou des bêtes brutes»7. La literatura misógina y la sátira de la mala esposa hunden sus raíces en esta antiquísima tradición ideológica. Y lo mismo ocurre con ciertos motivos temáticos recurrentes en El prevenido engañado, ya se trate del alumbramiento de Serafina en una «corraliza» (ella misma teme poco después que la niña haya sido devorada por los perros), de la voracidad sexual de doña Beatriz cuyos encuentros con su amante esclavo se dan en una «caballeriza» (recordemos que don Fadrique se esconde detrás de un caballo y que la descripción del esclavo tiende a animalizar su persona) o de la figura de doña Gracia cuyo deseo por su nuevo amante al que llama «el otro marido» es pura pulsión corporal desprovista de alma, como lo será más tarde la atracción de Cécile de Volanges por el Vicomte de Valmont. La figura de la «mujer-animal» se encuentra presente en filigrana en la novela de Zayas.
5Paralelamente, la opinión defendida por don Fadrique según la cual el conocimiento en la mujer la conduce «más presto» al vicio y a la impureza es un prejuicio tan antiguo como el de su tendencia profunda a la animalidad. En opinión de los que reprueban el ser de la mujer, aquellas que adquieren el conocimiento tienen una propensión particular, según el Arnolphe de Molière, a engañar a sus maridos; por lo cual la mayoría de los discursos misóginos estiman que la ignorancia, en la mujer, es mejor prenda que la instrucción. Grantian du Pont, sieur de Drusac, uno de los misóginos más vehementes del siglo xvi, sostiene en su tratado Les Controverses des sexes masculin et féminin (1534) que una mujer sabia no conoce ningún freno ni dispone de honestidad ni de pudicia. Este argumento aparece en los discursos anti-femeninos de la «querella de las mujeres» desde la Edad Media hasta tiempos no tan alejados del siglo xvii. La instrucción no sirve a la mujer sino para fomentar amores deshonrosos.
6El lector de Zayas sabe que don Fadrique se equivoca al pensar que la estupidez de doña Gracia basta para evitar que la joven e inocente esposa incurra en el adulterio. Le hubiera valido mucho mejor a don Fadrique seguir los consejos de la astuta Duquesa. Pero, ¿debemos interpretar forzosamente el error del protagonista de la novela como un argumento en pro de la educación de la mujer? La equivocación de don Fadrique puede también considerarse como una confirmación de la idea, harto extendida en la literatura satírica, de que el ser engañado es el destino universal e inevitable del casado. Aquel que intenta evitar el engaño no hace sino facilitarlo, y la elección de una mujer estúpida le conduce con tanta seguridad como la elección de una discreta a convertirse en cornudo. La precaución de don Fadrique, tanto como la de Cañizares o la de Arnolphe es irrisoriamente inútil ya que, en el esquema farsesco, el engaño es la peripecia definitoria de la fábula.
7Queda que, quizá, la coherencia genérica de la novela de Zayas no sea tan fuerte como la de la comedia de Molière. Quizá el esquema farsesco no sea suficiente para dar cuenta de la complejidad de la novela. Con discreción, y no menos firmeza, la ficción de María de Zayas nos hace entender que, si el destino del varón radica en el engaño, el destino de la mujer radica en el casamiento forzado.
8La joven Serafina ama a don Vicente y se queda embarazada de él mientras el interés de sus padres junto con la presunción de don Fadrique la obligan a proyectar casarse con un hombre al que no quiere:
- 8 Zayas, El prevenido engañado, p. 295.
No ignoraba don Fadrique el amor de Serafina, mas parecíale que con su riqueza vencería mayores inconvenientes […]. Seguro estaba don Fadrique de que a penas pediría a Serafina a sus padres cuando la tendría8.
9Al acabar la novela, Serafina es representada como una santa mujer que, atormentada por el remordimiento de haber abandonado a su hija, se retira en un convento a pesar de que don Vicente, su antiguo amante, le propone casarse con él. El gravísimo pecado de Serafina obtiene una suerte de perdón.
- 9 Zayas, El prevenido engañado, p. 331.
10Así pues, y aun cuando el régimen estético de la novela es, en general, el del estereotipo cómico-farsesco, también encontramos en ella detalles propios del anclaje socio-histórico de la novela cortesana: doña Ana se ve obligada a casarse con un primo indiano para poder percibir su herencia y la astuta y audaz duquesa tiene por marido a «un hombre de más de cincuenta años»9. Pero el momento que más llama la atención del lector en cuanto al registro literario se refiere, es aquel que hace pasar la novela de la farsa a una tonalidad patética. Recordemos que don Fadrique soborna a la sirvienta de Violante para que le deje introducirse en el dormitorio de su ama a la que Fadrique sorprende en la cama dispuesta a acostarse con un galán desnudo:
- 10 Zayas, El prevenido engañado, p. 328.
Mas el amante que vio entrar aquel hombre tan determinado, y se vio desnudo y sin espada, se bajó al suelo, y tomando un zapato le encubrió en la mano, como que fuese un pistolete; y diciéndole que si no se tenía afuera le mataría, cobró la puerta y en poco espacio la calle, dejando a don Fadrique temeroso de su acción10.
- 11 Zayas, El prevenido engañado, p. 329.
Frente a lo cómico de la escena, doña Violante empieza a reírse «muy de propósito, solemnizando la burla del zapato». Adviértase que la locución adverbial «muy de propósito» indica que la narración toma el partido de Violante: la discretísima dama se echa a reír, con toda la razón del mundo, como el mismo lector, mientras don Fadrique entra en furia al oírla reír y, perdiendo los estribos, «la dio de bofetadas que la bañó en sangre […] asiéndola de los cabellos y trayéndola a mal traer, tanto que la obligó a dar gritos […]»11. La violencia de don Fadrique presagia la de los maridos de los Desengaños y el punto de vista narrativo le condena sin remisión alguna. Así, en apenas unas líneas, el engaño cómico de la mujer lasciva recibe el castigo habitualmente reservado a las inocentes esposas maltratadas. Y todo ello, por medio de una sencilla locución adverbial que señala el punto de vista de la instancia que nos cuenta la historia. Pero ¿de qué instancia se trata exactamente?
- 12 Zayas, El prevenido engañado, p. 340.
11Las aventuras de don Fadrique nos son presentadas al finalizar la novela como un relato biográfico transmitido por el mismo Fadrique a su primo don Juan: «Y escribiendo a su primo don Juan a Madrid le envió escrita su historia de la manera que aquí va»12. Don Alonso, el narrador masculino del sarao que cuenta la novela constituye el tercer eslabón de la cadena narrativa. La enunciación de El prevenido engañado es prioritariamente masculina. Sin embargo, una se pregunta más de una vez quién cuenta realmente la novela.
12Por momentos la voz narrativa omnisciente va acompañada de marcas de subjetividad que tienden hacia el punto de vista de don Fadrique. Es el caso cuando Fadrique es presentado, al principio de la novela, como un hombre discreto:
- 13 Zayas, El prevenido engañado, p. 295.
Murieron sus padres quedando este caballero muy mozo, mas él se gobernaba con tanto acuerdo que todos se admiraban de su entendimiento, porque no parecía de tan pocos años como tenía13.
Cuando Fadrique descubre los amores de Beatriz con el esclavo, la condena de la dama por el narrador es absolutamente explícita:
- 14 Zayas, El prevenido engañado, p. 309.
13Grande fue el valor de don Fadrique en tal caso porque así como llegó cerca y descubrió todo lo que dentro del aposento se hacía, vio a su dama en una ocasión tan terrible para él que no sé cómo tuvo pasión para sufrirla14.
Sin embargo, en ocasiones, el lector tiene la impresión de que la voz narrativa se aleja del punto de vista de don Fadrique:
- 15 Zayas, El prevenido engañado, p. 309.
Es el caso que en una cama que estaba en esta parte que he dicho, estaba echado un negro tan atezado que parecía hecho de un bocací su rostro. Parecía en la edad de hasta veintiocho o treinta años, mas tan feo y abominable que, no sé si fué la pasión o si era la verdad, le pareció que el demonio no podía serlo tanto. Parecía asimismo en su desflaquecido semblante que le faltaba poco para acabar la vida, porque tenía el pecho medio levantado con lo que parecía más abominable. Sentose doña Beatriz, en entrando, sobre la cama, y poniendo sobre una mesilla la vela y lo demás que llevaba, empezó a componer la cama, pareciéndole en la hermosura ella un ángel y él un fiero demonio15.
- 16 Zayas, El prevenido engañado, p. 311.
- 17 Zayas, El prevenido engañado, p. 320.
Las dos primeras menciones del verbo parecer, así como la última, revelan el punto de vista del narrador masculino que cuenta su propia historia y es, por ello, digno de confianza. Pero la segunda mención y sobre todo la tercera nos hacen pasar de manera subrepticia en una focalización interna gracias a la aparición en primera persona del verbo saber («no sé»): en ese preciso instante, el punto de vista de don Fadrique se ve claramente señalado a la par que la voz narrativa se disocia discretamente, gracias a la expresión de la duda, de la opinión masculina del protagonista («si fue la pasión o era la verdad»). La enunciación de la novela es muy inestable: así pues, una fuerte dosis de ironía se hace sentir poco después, cuando la voz narrativa adopta un punto de vista crítico hacia doña Beatriz llamándola «la virtuosa viuda»16. La distancia enunciativa frente a la actitud incoherente de don Fadrique vuelve a surgir cuando se nos precisa que, al enamorarse de Violante, don Fadrique «no siguió la opinión de aborrecer las discretas y temer las astutas»17. Pero la voz narrativa se aleja definitivamente de la opinión de don Fadrique durante el episodio italiano:
- 18 Zayas, El prevenido engañado, pp. 328-329.
Llegó don Fadrique a Nápoles, y aunque salió de España con ánimo de ir a Sicilia, la belleza de esta ciudad le hizo quedar en ella algún tiempo, donde le sucedieron varios y diversos casos, con los cuales confirmaba la opinión de que todas las mujeres que daban en discretas, destruían con sus astucias la opinión de los hombres. Susténtela, norabuena, que algún día dirá lo contrario18.
La última frase del párrafo que acabamos de citar opera un cambio narrativo de la tercera a la primera persona. Se trata de una advertencia medio irónica del narrador dirigida indirectamente a don Fadrique que vemos amplificada, como si de un eco se tratara, por la argumentación expuesta poco después por la bella duquesa:
- 19 Zayas, El prevenido engañado, p. 330.
¿Y cómo —dijo la duquesa— sabrá ser honrada la que no sabe en qué? Y siendo discreta sabrá guardarse de las ocasiones. Mala opinión es la vuestra, que a toda ley una mujer bien entendida es gusto para no olvidarse jamás, y alguna vez os acordaréis de mí19.
La inestabilidad narrativa nos hace preguntarnos si don Alonso es el narrador continuo de la novela o si una voz femenina se sustituye a la suya. Después de haber encerrado a don Fadrique en el armario de las aguas de olor, la duquesa le cuenta un cuento a su marido que tiene como tema las aventuras amorosas de don Fadrique, incluido su encuentro con la duquesa. Este cuento podría considerarse como una construcción en abismo y compendio de la historia contada por don Alonso, viéndose este narrador del Sarao remplazado, en el segundo relato, por la duquesa, una mujer discreta cuyo cuento es a la vez un engaño para con su marido y una manera de salvar a don Fadrique de la ira del marido. La ingeniosidad retórica de la duquesa ayuda a don Fadrique a salir del paso mientras la estulticia de Gracia, que solo entiende el sentido propio de las palabras, terminará poco después con su honra.
14Tras la aventura valenciana, cuando don Fadrique decide casarse con la jovencísima doña Gracia, hija de Serafina, y rodearla de doncellas “inocentes”, la defensa por el narrador de don Fadrique cede el paso a una narración crítica que puede ser atribuida a un don Alonso que, habiendo cambiado de opinión en el curso de su relato, contradice explícitamente el proyecto del protagonista:
- 20 Zayas, El prevenido engañado, p. 335.
Y para mí, él no debía ser muy cuerdo, pues tal [la idea de que el mucho saber hacía caer a las mujeres] sustentaba, aunque al principio de su historia dije diferente, porque no sé qué discreto puede apetecer a su contrario20.
De modo que el análisis preciso de la enunciación hace aflorar una especie de debate interno sobre la decisión de Fadrique de casarse con una ignorante, como si de la querella de las mujeres se tratara, una querella sutil, ambivalente pero presente.
15La posteridad de El prevenido engañado parece confirmar la ambivalencia tonal y narrativa que hemos intentado descubrir en este estudio. Se puede señalar el conflicto que opuso a los dos traductores de la novela de Zayas al francés en el siglo xvii: por un lado, el fiel d’Ouville, gran admirador del ingenio de la escritora española y, por el otro, Scarron, que la traduce acentuando el punto de vista antifemenino. En sus análisis de las traducciones de Zayas por Scarron, Pierre Zoberman demuestra que estas tienden a colocar a las mujeres en el lugar que les corresponde y que la narración zayesca intentaba desplazar:
- 21 Zoberman, 2018, p. 159.
[…] Scarron, traducteur de novelas espagnoles: non seulement il adapte l’intrigue pour (r)enfermer les personnages féminins apparemment émancipés dans les limites restrictives prescrites par la société de l’époque, [mais] les interventions de son narrateur principal, dans Le Roman comique, contribuent encore à invalider la signature féminine des originaux21.
16Los autores posteriores a María de Zayas se han acordado ante todo de lo grotesco del último episodio de la historia de don Fadrique: es el caso en L’École des femmes, donde un viejo y adinerado burgués está dispuesto a los mayores excesos para no verse engañado por las mujeres y sus «subtiles trames». El tema de la educación negativa, adosado al terror de ser engañado y a la obsesión por la duplicidad femenina, toma, en el siglo xviii, según Christophe Martin, dos orientaciones que amplían la ambigüedad de la voz narrativa zayesca: por un lado, está la vía del libertinage y, por otro, el compromiso político de los pensadores que, lejos de entender lo femenino como próximo a la animalidad, apuntan hacia una concepción de la esencia femenina como un hecho culturalmente construido.