- 1 Narbona, Doctrina Política Civil, escrita por Aforismos: sacados de la doctrina de los Sabios, y ej (...)
«En los consejos es menester maña: que si lo que se desea no puede hacerse derechamente, se busque rodeo por do se acierte.»
Eugenio de Narbona, aforismo 1391
- 2 No quiero dejar pasar la ocasión de agradecer la inestimable ayuda que mi tutora, María Inmaculada (...)
1Sucede que, en las noches sin luna, el quedarse mirando fijamente una de las estrellas, la más brillante, con toda la atención dispuesta hacia ella y solo ella, la hace tan presente y singular que dejamos de ver el resto, las otras tantas que hacen del cielo, en propiedad, un cielo estrellado2.
- 3 Blanco, 2018, pp. 34-38.
- 4 En adelante se citará como sigue: Narbona, Doctrina.
- 5 «En Toledo. Por Pedro Rodríguez, impresor del rey N. S. M.DC.III». En Pérez Pastor, 1887, p. 184.
- 6 «Madrid, por la viuda de Cosme Delgado. Año 1621».
2La publicación en 1647 del Oráculo manual y Arte de prudencia de Baltasar Gracián eclipsó el conjunto de la producción aforística de la primera mitad del siglo xvii, que fue, precisamente, el caldo de cultivo en el que se gestó la obra del jesuita aragonés. Emilio Blanco, quien ha elaborado la edición más actualizada del Oráculo, consigna en su estudio introductorio hasta doce autores de aforismos desde 1608 hasta 1647, la mayoría poco menos que desconocidos3. Entre ellos, se menciona en dos líneas la obra de Eugenio de Narbona, su Dotrina política civil, escrita por aphorismos: sacados de la dotrina de los Sabios, y exemplos de la experiencia4, publicada por primera vez en Toledo en 16045 y reeditada en 16216 —Blanco cita esta última, la única que ha sobrevivido de las dos—.
- 7 Vilar, 1968; Tomás y Valiente, 1985; Aranda Pérez, 2007; Peña, 2013.
3Los estudios sobre Eugenio de Narbona son exiguos7, si bien su nombre aparece mencionado en cantidad de trabajos dedicados al pensamiento político español de la primera mitad del siglo xvii, sin que se aporte apenas nada en ellos para el conocimiento del toledano y de sus textos; suelen reducirse estas apariciones a la noticia de sus obras, no siempre acertada, y a su clasificación entre los tacitistas de la época. Es, en general, un desconocido, a quien podríamos presentar con dos juicios sobre su obra más destacada, la Doctrina política civil, uno recientísimo, el otro, uno de los primeros que conservamos:
Narbona pues no deja lugar a dudas en el reconocimiento de la supremacía de Dios sobre el príncipe [...]. Por ello, según Narbona, el príncipe debe ser bueno, y no solo parecerlo, como recomendaba Maquiavelo, pues considera que es mucho más importante figurar entre los reyes buenos que entre los heroicos. Pero además Narbona limita el poder del príncipe, que termina según él donde empieza lo religioso8.
- 9 Hay una descripción tipobibliográfica de la edición (Pérez Pastor, 1887, p. 184) pero, hasta donde (...)
- 10 Prudencio de Carrión fue uno de los primeros teólogos consultados para la elaboración del índice ex (...)
4Mínguez argumenta la definitiva preeminencia del cristianismo sobre el maquiavelismo en la obra de Narbona echando mano de los aforismos 1, 5, 6, 10 y 12 —¡Cinco de un total de 292...! A los que habría que sumar otros tres, que fueron eliminados de la edición de 1604, que, por cierto, es la que él cita, a pesar de que no haya sobrevivido ningún ejemplar9—. Por su parte, el informe sobre la edición de 1605 de Prudencio de Carrión, censor del Santo Oficio, canónigo magistral de Calahorra y consultor del Tribunal de la Inquisición de Logroño10, es exhaustivo y se detiene en multitud de aforismos —los 24 primeros, 79, 87, 206, 269, 270, 25, 36, 43, 93, 94, 109, 110, 158, 169, 173, 200, 230, 281, 73, 237, 245, 246, 259, 280, 284—, para defender un juicio que en nada coincide con el de Mínguez:
- 11 Prudencio de Carrión, 1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15. En lo que sigue, dado que se trata tan so (...)
De tal manera se deja llevar este autor de la doctrina y ejemplo de los gentiles que alega allí de la falsa razón de Estado, que con Maquiavelo y Bodino en parte sigue, que viene a contestar y dar por conveniente y lícita en casos —por expresas palabras con que así las nombra— [...], la fraude y engaño, falsedad, doblez y malicia, vicios derechamente opuestos a la verdad y pureza de la ley de Dios [...]. Me parece que este libro se debería recoger y vedar luego, y al autor pedirle cuenta en qué sentido y a qué fin dijo esto y lo otro, para que conforme a lo que dijere y resultare se proceda como más convenga y mejor haya lugar de justicia11.
5¿Quién es entonces Eugenio de Narbona? ¿Cuáles son sus ideas? ¿Qué intención tenía puesta en este libro de aforismos, tan moderno, que está abierto a interpretaciones tan dispares? ¿Y qué es lo que hace que sus palabras ofrezcan argumentos a favor de posturas irreconciliables desde el momento mismo de su publicación y no solo entre lectores distanciados por el paso de los siglos?
- 12 La edición de 1621 es la única que ha sobrevivido, que se sepa, y de ella quedan numerosos ejemplar (...)
- 13 Después de la de 1621 (con la salvedad de la extraña noticia de una edición de 1633, aparentemente (...)
6Eugenio de Narbona publica en octubre de 1604, con licencia y un privilegio de diez años para el reino de Castilla otorgado por Felipe III, su Doctrina política civil. La obra ha pasado la censura previa, pero será denunciada, examinada y finalmente retirada en 1606 por orden de la Inquisición. De los interesantes e ilustrativos problemas con la censura de que se han ocupado Vilar y Tomás y Valiente trataré más adelante. Ahora quiero recalcar que Narbona vuelve a imprimir su obra, enmendada, en 162112, y que el empeño del autor en publicar, unido a otros factores, puede encaminarnos a entender mejor qué lleva al toledano a escribir este librito del que no hay edición más actual que la de 177913.
- 14 Aranda Pérez y Sánchez González, 2005, p. 253.
- 15 Aranda Pérez y Sánchez González, 2005, p. 254.
7La fecha más aproximada que se puede dar sobre Narbona es la de su muerte, hacia 1625. Perteneció a una familia de probable ascendencia judeoconversa de la que constan expedientes contra varios de sus miembros a lo largo del siglo xvii, destinados a hacer averiguaciones sobre su limpieza de sangre14. Esto le supuso dificultades a la hora de ascender socialmente y prosperar, tanto a él como al resto de sus parientes, aunque no fueron insalvables. La familia está presente en Toledo desde el siglo xv, pero los problemas con la Inquisición harán que hasta finales del xvi «los Narbona se suman en la típica penumbra del intento de olvido y solo aparezcan esporádica y discretamente, eso sí, con algo más de prosperidad material, como mercaderes de escritorio (comerciantes de medio y alto vuelo)»15.
- 16 Aranda Pérez y Sánchez González, 2005, p. 256.
8En los inicios del xvii aparecen fuertemente implantados en la administración municipal, eclesiástico-arzobispal e incluso real, gracias a la formación superior de varios de sus miembros en la Universidad de Toledo. Es apreciable una voluntad colectiva, un proyecto familiar de ascenso social —del que la biblioteca de los Narbona es un bello ejemplo—, que se actualiza en estrategias concretas, como pueden ser la consecución de ejecutorias de hidalguía, los enlaces matrimoniales con la oligarquía toledana y el ingreso en estructuras honoríficas accesibles, como el Santo Oficio, las órdenes militares, el Cabildo toledano o la administración arzobispal16.
- 17 Aranda Pérez, 2007, p. 16.
- 18 Aranda Pérez, 2007, p. 17.
9El propio Eugenio encontró acomodo en el estamento eclesiástico. Fue protonotario apostólico de la curia diocesana y cura de la hoy desaparecida parroquia toledana de San Cristóbal, e incluso obtuvo un beneficio-capellanía en la Capilla de San Blas, en la Iglesia Mayor toledana17. Además, fue un intelectual respetado dentro y fuera de Toledo como doctor canonista, historiador eclesiástico y «una suerte de filósofo moral y tratadista político»18.
- 19 Como ejemplo, valga el de Lope, «A la muerte del doctor Narbona» (Lope, 2003, p. 115): «Nació en tu (...)
- 20 «Deseo dos papeles de Vuestra Paternidad que no hallo en cuanto he leído: uno, del modo como se deb (...)
- 21 Maravall, 1984, p. 92.
10Entre sus admiradores destacan Góngora y Lope de Vega, quienes le dedican elogiosos y amistosos sonetos19 y sus respetos como estadista, y, lo que resulta más revelador, el duque de Sessa, quien, a través de su ilustre secretario le pide consejo en materia política20. Fue el duque quien intentó en varias ocasiones sufragar una edición autorizada de la obra de Maquiavelo, «por la mucha falta que hacía difundir los conocimientos políticos y el mucho provecho que redundaría de su lectura para el gobierno del país»21; petición siempre denegada, que muestra los intereses de quien podía favorecer con su protección los proyectos de ascenso social del clérigo toledano.
- 22 Vilar, 1968.
- 23 Pérez Pastor, 1887, p. 184.
- 24 La solicitud, conservada en el Archivo Histórico Nacional, data del 27 de abril de 1620.
- 25 Aranda Pérez, 2007, p. 23.
- 26 Peña, 2013, p. 270.
11Jean Vilar apuesta, basándose en la comunicación epistolar entre Lope, secretario del duque, y Narbona, a que la reedición de la Doctrina política civil de 1621 tiene que ver con las inquietudes literarias del duque de Sessa22. Eugenio de Narbona habría solicitado la revisión de su libro de 1604 —que aparece en el índice expurgatorio de 1612 como reeditable con enmienda23— no antes de 162024, porque es en ese momento cuando la coyuntura política y su circunstancia personal le ofrecen una oportunidad de tener un efecto considerable con su obra: no solo el duque y su círculo andaban deseosos de obras acerca de los modos modernos de entender la política, sino que Felipe IV está a un paso de convertirse en rey. Además, la primera edición de 1604 pudo proyectarse aprovechando el motivo del nacimiento del propio Felipe IV. Es cierto que, a pesar de la seguridad con que se puede defender esta hipótesis25, no pasa de ser una conjetura verosímil26.
12La hipótesis, nunca comprobable del todo, de que tras la actividad literaria de Eugenio de Narbona late la intención de medrar, de producir efectos más o menos controlados en los lectores que le rodean —algunos de ellos poderosos— y, en definitiva, de influir directamente en su contexto con sus escritos, es la que sostengo en este trabajo.
13Para ello, además de la información biográfica, cuento con la materialidad del libro de Narbona, como objeto, y del género que escoge para exponer sus ideas, el aforismo.
- 27 Aranda Pérez, 2007, p. 22.
14La técnica aforística es una novedad de Narbona que no suele tenerse en cuenta debido a que su primera edición, de 1604, es retirada y olvidada, y a que en el tiempo que pasa hasta la reedición de 1621 le adelantan otros muchos escritores que practican este género. A pesar de pertenecer a la moda literaria del periodo posthumanista, «sus aforismos constituyen un elenco sólido e impresionante [...]; no hay exceso de erudición y los lugares comunes no son muchos si lo comparamos con cualquier otra obra de tratadística de la época. Aun de ser una apuesta arriesgada la de escoger un formato novedoso (el aforismo) y emplearlo en el conjunto de su obra, consigue el objetivo prefijado, el de la practicidad»27.
- 28 Peña, 2013, p. 271.
- 29 Peña, 2013, p. 271.
- 30 Narbona, Doctrina, Prólogo.
15El de Narbona es un libro que no está destinado al debate intelectual, es un «epítome o breviario de doctrina política para uso de los altos cargos de la incipiente administración estatal de la Monarquía Hispánica»28. Se publica en formato octavo —en dieciseisavo en 1604—, en letra grande, con márgenes, y en lengua vulgar y «utiliza el recurso a esa especie de píldoras intelectuales que son los aforismos, los cuales permiten leer el texto en períodos muy breves, aunque con el riesgo de que la concisión acarree cierta oscuridad respecto a la interpretación correcta de las expresiones»29. Javier Peña da por hecho que esto es un defecto, que el autor buscaba una interpretación unívoca no lograda, pero bien podría ser un acierto de Narbona, por lo que él mismo dice en su prólogo: un efecto conseguido muy a propósito. En él declara el carácter práctico de su libro, que pretende responder a «la necesidad que tiene el alma (digo el príncipe) de saber dar las órdenes y, como dicen, animar su cuerpo»30, y un poco más abajo insiste en que se trata de ofrecer consejo al príncipe sobre cómo actuar:
- 31 Narbona, Doctrina, Prólogo.
Escribo una doctrina civil y política con que un príncipe acierte a ser bueno, justo, grande, generoso, amado de los suyos y temido de los extraños; sin impedir esto (como falsamente entendieron los políticos de este tiempo) la observancia de la verdadera religión de Cristo31.
16Escribe un manual de actuación que no está, por eso mismo, destinado a la reflexión, sino al manejo rápido, a la memorización y a la visión de conjunto de los consejos, una guía breve que tiene en cuenta los escasos tiempos que los poderosos, los ocupados, pueden y quieren dedicar a la lectura, en la que se pueden leer de una sentada las enseñanzas de grandes maestros y príncipes,
- 32 Narbona, Doctrina, Prólogo.
[...] todo con suma brevedad, porque como el enseñar es género de imperio, y la doctrina como ley, y estas han de ser breves, que manden con razón, sin disputa; así lo escribo, y porque para poder leerlo el príncipe no lo impidan las grandes ocupaciones del oficio o el poco gusto que de largos estudios siempre tienen los poderosos32.
17Más aún, porque no es solo para el príncipe este manual de la vida práctica, sino para todo aquel que pueda leerlo con aprovechamiento, desde los inmediatos consejeros del monarca hasta cualquiera que deba gobernarse a sí mismo:
- 33 Narbona, Doctrina, Prólogo.
Y aunque el título y el argumento y, como dicen, el sobrescrito de este libro va a los reyes, también pueden, y aun deben, leerle los que de allí abajo se hallan en menores lugares; que para acertar a obedecer, importa saber lo que se les ha de mandar. Y, en efecto, no hay familia de dos que no sea un pequeño reino, y aun en el sujeto de un solo hombre se hallará una república muy formada. Por juzgar esta doctrina importante (y aun necesaria a todos) la escribí en lengua vulgar, fuera de que entiendo con Cicerón que no mueven con eficacia las palabras sino a aquellos que de ordinario las profesan y tratan33.
- 34 Narbona, Doctrina, Advertencias.
18En las «Advertencias al lector», Narbona insiste una vez más en la voluntad de brevedad, por las razones antedichas en el prólogo, a lo que añade: «y también porque más de una vez se lea, que es en lo que consiste su mayor aprovechamiento»34. Volveremos a este detalle de la relectura, muy revelador, en la última parte del trabajo.
- 35 Narbona, Doctrina, Advertencias.
19Por si quedase alguna duda de la intención formal del autor, la selección intencionada de un tipo de libro, de una fórmula novedosa y de una expresión fragmentaria y sugerente, están sus palabras: «por esto quizá seré juzgado algo por oscuro; y si lo pareciere, no es acaso: que muy de propósito maté la luz para que se atendiese más a la música»35. El uso de la metáfora nos impide asegurar el motivo último de esta decisión. Eugenio de Narbona sigue ocultándose en su texto. Esta incertidumbre que provoca le llevó a ser juzgado no solo por oscuro, sino por algo más grave.
- 36 Vilar, 1968.
- 37 Aranda Pérez, 2007, p. 14.
20Escribir un manual de práctica política en los primeros años del siglo xvii era meterse de lleno en el problema de la autonomía o subordinación del poder y de la técnica política respecto de la religión cristiana. Las preocupaciones político-reformistas de Narbona eran algo común en la intelectualidad toledana, formada por historiadores, clérigos y economistas políticos36. Esta «Escuela de Toledo» que describe Vilar, consistiría en «un abigarrado núcleo de científicos y literatos que desde la ciudad de Toledo [...] iniciaron una serie de fecundas reflexiones sobre la preocupante situación moral y material de la Monarquía Hispánica en la encrucijada de los reinados de Felipe III y Felipe IV»37. Estas reflexiones terminan encauzándose por la vertiente dominante en el pensamiento reformista, el tacitismo, una corriente de pensamiento principalmente político que se expande por la Europa moderna gracias, en parte, a la edición de los textos del historiador latino que venían haciéndose desde principios del siglo xvi, y, en mayor medida, al clima de colapso de los modelos de Estado y los modos de gobierno que perduran, propios del siglo anterior, y que se muestran ineficaces para resolver los problemas contemporáneos.
- 38 Antón Martínez, 1991.
- 39 Antón Martínez, 1991, p. 17.
21Beatriz Antón ha estudiado el proceso de la receptio, las vías por las que la figura de Tácito se recupera en España —vías hispánica, europea, flamenca y alemana—, a través de sus textos38. De las varias vías, la principal es la flamenca, a través de Justo Lipsio, eminente filólogo que edita las obras completas de Tácito y con quien se cartean representantes de la intelectualidad hispana de los principales focos culturales (incluyendo Toledo, Sevilla, Salamanca...). Deslumbró en su tiempo la erudición filológica del flamenco y su agudeza filosófica e histórica a la hora de «leer en clave actual» la obra de Tácito. Pero Antón también ha desmontado el tópico de que los españoles no lo abordaron desde perspectivas filológicas (que se remontan a principios del xvi), y menciona la obra de Álamos de Barrientos, en el xvii, como ejemplo de una celebrada traducción hispana de Tácito; «otra cosa es que “aprendieran” directamente el tacitismo a través de los trabajos de esos tacitistas europeos»39.
22El tacitismo es una corriente de pensamiento europea de la primera mitad del siglo xvii que tiene mucho de Tácito, y mucho que no lo es: elementos de otros autores y corrientes, como Maquiavelo, Erasmo, Séneca o incluso del cristianismo. Así se manifiesta en el propio Narbona, en las fuentes explícitas e implícitas con las que construye su texto, empezando por Lipsio —aunque el toledano no lo nombre—, y continuando por la nómina de autores citados, que puede consultarse en la Advertencia al lector del libro: filósofos morales e historiadores, antiguos y contemporáneos.
23Los historiadores políticos insertan sin dudarlo a Narbona en esa corriente, no solo por las fuentes a las que recurre o por sus relaciones personales e intelectuales, sino porque concibe la política como un saber racional y autónomo, dirigido a la consecución de logros que garanticen la conservación del Estado, manteniendo, paralelamente, el respeto a la religión y la moral cristiana40.
- 41 Álamos de Barrientos, 1987.
- 42 El inicio de lo que se llamaría la Guerra de los Treinta Años en 1618; la división entre los consej (...)
24Maravall reserva su estimación para los dos tacitistas por antonomasia: Álamos de Barrientos y Laciana. El libro de Álamos, una traducción íntegra de las obras de Tácito, es espectacular y, además, está lleno de aforismos del propio traductor, anotados al margen, conformando una obra paralela a la del romano41 que suele añadirse a las dos listas en las que aparece la Doctrina de Narbona: la de libros tacitistas y la de aforismos de la primera mitad del siglo xvii. Y la comparación es interesante porque Narbona no pretende publicar un tratado teórico que pase a formar parte de las discusiones intelectuales sobre los modos de hacer política, sino un pequeño manual de uso práctico. Las dimensiones de su obra distan mucho de las de un Álamos, quien escribió más de cinco mil aforismos (frente a los menos de trescientos del toledano). Está claro que el proyecto de Álamos de Barrientos dista mucho de las intenciones del librito de Narbona. A pesar de emplear ambos el aforismo como vehículo, como unidad de sentido, y de tratar la política desde el tacitismo, pertenecen a géneros muy diferentes y a intenciones diametralmente opuestas. Uno es un tratado, el otro una guía, y comparar la pureza del tacitismo de sus autores, fuera de ser válido para entenderlos, no debería llevar a menospreciar uno u otro. Eugenio de Narbona tenía confianza en su texto, útil para manejarse en ese panorama de pesimismo, derrota y cambio histórico y político42:
- 43 Narbona, Doctrina, Prólogo.
Que este trabajo haya de ser de provecho, jamás llegué a dudarlo, ni creo lo dudará quien conociere que las repúblicas se acaban y son llevadas —como todas las cosas naturales— del raudal del tiempo y de la mudanza. Y a esta están sujetas las muy grandes repúblicas, a quien su misma grandeza es peligrosa. Esta caída y mudanza se dilata más, y cuando acaece se hace menos terrible con la observancia de esta doctrina, cuyos preceptos serán como preservativos de esta corrupción o estribos que detengan este gran edificio43.
25Los escritores que afrontan esta circunstancia eligen la figura de Tácito como modelo de análisis por varias características de sus reflexiones:
- 44 Maravall, 1984, p. 96.
[...] por atenerse al plano natural de la experiencia, con más rigor que el propio Maquiavelo; por el desarrollo inteligente de una técnica de observación; por el empleo frecuente del método inductivo; por la firme matización psicológica en la materia política. Y junto a todo esto, por una razón pertinente a la situación política real del siglo xvii: la adecuación a los problemas de una monarquía, rodeada de dificultades44.
- 45 Maravall, 1984, p. 89.
- 46 «En un momento dado, puede llegarse a sospechar que la traducción y el comentario de Álamos, inicia (...)
26El tacitismo no es un criptomaquiavelismo —una manera oblicua de citar al florentino— en la medida en que los tacitistas sí consideran bienes en sí mismos la religión y la rectitud moral. Pese a ello, Tácito pasa a ser un autor que inspira desconfianza, por asimilarse a aquellos que defienden la razón de Estado, y por eso mismo se le condena45. Es una de las razones que alega Beatriz Antón para explicar la escasez de traducciones y ediciones de sus obras en España, y Maravall señala las posibles intenciones políticas ocultas de Álamos contra Felipe II en su traducción46.
27En definitiva, «no es fácil determinar cuál sea el fondo último de la posición de Narbona»47. ¿Cómo sería posible que Narbona no se aplicase a sí mismo esta actitud que tanto conoce y admira, que tanto recomienda, para guiar sus acciones en conjunto, aventuras editoriales incluidas? La elección de la forma expresiva debería ir ligada a la ideología que promueve: a la penetración psicológica, a la observación astuta de la realidad social, al encubrimiento de las propias intenciones y al control de la recepción de la propia imagen. El aforismo es excelente para ese fin: la fragmentariedad permite no comprometerse del todo con lo dicho, disimular en el propio texto. Esta indefinición de la forma es lo que hará saltar las alarmas inquisitoriales en el caso de Narbona, y lo que llevará a la retirada de circulación de la edición de 1604.
- 48 Pérez Pastor, 1887, p. 184.
- 49 Martínez de Bujanda, 2016, p. 829.
- 50 Tomás y Valiente, 1985, pp. 414-416.
28Como señalé más arriba, la primera edición del texto es de 1604. Denunciada, pasa a examen en 1605 y en 1606 se ordena su retirada. Más tarde, aparece en el índice expurgatorio de 1612 como prohibida hasta que sea enmendada48, sentencia que se reeditará de índice en índice, salvo una ausencia en el de 1640, hasta el de 179049. Ya he hablado de los posibles motivos que llevan a Narbona a esperar hasta 1620 para solicitar un informe con las enmiendas necesarias; el hecho es que en el legajo conservado en el Archivo Histórico Nacional, con la signatura INQ. leg. 4467, exp. 15, el documento más antiguo es la carta del toledano con dicha solicitud, firmada en abril de 1620 y que, junto a la sentencia de 1606 y las calificaciones finales de 1621, se transcribe como anexo en el artículo de Tomás y Valiente50. La carta de Narbona desencadena un proceso rapidísimo que ha quedado registrado y que termina dictaminando unas calificaciones de enmienda para reeditar la obra y para expurgar los ejemplares de la de 1604 que quedasen en circulación.
- 51 Uno de los regalos escondidos entre los informes son los aforismos finalmente eliminados, transcrit (...)
29El expediente, además de las cartas que solicitan, ratifican u ordenan, contiene numerosos informes de evaluación: los del doctor Prudencio de Carrión, fray Alonso Barrantes, fray Andrés de Orduña, fray Cristóbal Rodríguez, un anónimo, Antonio de Padilla, Francisco de Galarza (estos dos últimos, jesuitas) y fray Diego Nuño —todos ellos de 1605—, a los que se añaden en 1620 los de fray Juan de Miranda y Lorenzo Gutiérrez51.
30Los dos estudiosos que se han ocupado del expediente, Jean Vilar y Francisco Tomás y Valiente, han hecho un gran trabajo presentando los criterios de los censores divididos en dos grupos, los favorables a Narbona (los jesuitas, principalmente, aunque también Lorenzo Gutiérrez) y los que lo condenan, a veces con virulencia (el que más, Prudencio de Carrión). Sin embargo, algunas afirmaciones de sus respectivos artículos parecen apresuradas.
31Vilar dice que el texto se reedita en 1621 muy enmendado52. En realidad, entre todos los censores no se señalan más de 33 aforismos —de los 295 que conformaban el libro— y en las calificaciones finales de 1620 tan solo se borran o enmiendan 11 —aparte de dos modificaciones que no corresponden a aforismos, sino al prólogo y a la tabla de materias—. No parece, pues, que sospechar de 33, ni finalmente condenar 11 de los 295 aforismos sea mucha enmienda, más bien al contrario.
- 53 Tomás y Valiente, 1985, p. 413.
32Por otra parte, tampoco parece justa la apreciación de Tomás y Valiente: «Llama mi atención cómo la resolución de 1621 recoge las más persistentes y razonadas censuras formuladas por los calificadores de 1604. Continuidad institucional. Y predominio final de las doctrinas más conservadoras doctrinalmente, aunque mitigadas en su rigor»53. Cuatro de los aforismos castigados —13, 24, 141 y 273— fueron señalados exclusivamente por quienes defendían a Narbona, por los censores menos estrictos, los jesuitas. En otros cuatro —79, 80, 87 y 206— hay un clarísimo común acuerdo entre los censores de ambas épocas en tanto que no apropiados para la publicación. Otro aforismo —el 270— queda enmendado por la intervención de un censor en 1620, cuando había pasado casi desapercibido en 1605. Hay, es verdad, dos aforismos —231 y 256— que se enmiendan o borran de acuerdo con los criterios más estrictos de 1605. Pues bien, no parece que predominen las doctrinas más conservadoras cuando solo un tercio de los aforismos puestos en cuestionamiento en 1605 acaban en las calificaciones de 1620, con los matices añadidos que he señalado.
33Lo que sí es evidente es que los censores pueden dividirse en dos grupos: los que inculpan y los que exculpan a Narbona del contenido de algunos de sus aforismos, si bien todos encuentran problemas en pocos o en muchos de ellos. Es el debate de la época: la monarquía cristiana contra la razón de Estado. En general, los censores prefieren atribuir a la inconsciencia del autor las proposiciones de leve sabor herético, aunque no todos; uno incluso afirma que Narbona copia a Lipsio o a Maquiavelo al pie de la letra. Para Vilar,
- 54 Vilar, 1968, p. 13. «En efecto, se adivina a la persona Narbona en el informe de su obra. Siendo cl (...)
Narbona transparaît en effet dans le dossier de son œuvre. Homme d’Église, il s’est attaché à l’étrange entreprise de tirer une politique de l’exemple des païens, tombant en cela dans l’intromission pure, hors des limites de son état. [...] Le contenu de cet ouvrage pourrait répondre à des visées subversives (sediciosas). D’où l’inquiétude de ses admirateurs. Ainsi Galarza54.
34Así expresan sus recelos Diego Nuño, Prudencio de Carrión y Galarza. Temen que la oscuridad expresiva, la sugestiva polisemia del aforismo, en definitiva, las consecuencias de la concreta expresión del toledano —principalmente el despliegue de inferencias que propician sus proposiciones, por otra parte más o menos explícitas— se deban, no al descuido, al defecto de la forma, a la incapacidad para atajar las ramificaciones de lo no dicho, sino al contrario, a un empeño en decir lo que no se debe decir mediante maniobras de ocultación, equívocos y una estratégica lucha por buscar el límite de lo permitido.
- 55 AHN, INQ. 1605, leg. 4467, exp. 15. Se refieren al aforismo 79.
- 56 Rozando la herejía, algunos aforismos de Narbona denuncian costumbres de quienes deberían considera (...)
35Entre los censores hay quienes van aforismo por aforismo, examinando aisladamente el contenido de cada uno y decidiendo en cada caso la fortuna de la proposición que contiene, como los examinadores fray Alonso Barrantes, fray Andrés de Orduña y fray Cristóbal Rodríguez, en el informe que escriben conjuntamente: «Fol. 23. Cita a S. Basilio diciendo que dice que algunas veces y en ocasión es honesta y justa la malicia. Esto no puede decirlo S. Basilio, que la proposición de suyo es errónea»55. Esta forma de proceder es la más extendida entre los censores, la que les lleva a calificar proposiciones aisladas de escandalosas, malsonantes, temerarias o sediciosas y a señalar la necesidad de enmendarlas o eliminarlas del todo56.
36Otros, además de examinar la idoneidad de los aforismos uno a uno, recurren al conjunto, a la lectura del libro como una unidad de sentido, que da contexto y facilita la interpretación de unas proposiciones que, aisladas, podrían parecer lo que no son. Sin embargo, el recurso a la unidad global de sentido no fuerza necesariamente una interpretación favorable o desfavorable entre los censores.
37Prudencio de Carrión, el más duro censor de Narbona, hace una lectura global, pero a partir del sentido que arrojan los aforismos que más le contrarían. Enlaza unos aforismos con otros reforzando, mediante ese mecanismo de cohesión, una lectura condenable del conjunto, es decir: no es que otros aforismos disculpen lo que podrían ser proposiciones cuestionables, sino que esas mismas proposiciones intolerables contagian a las demás y orientan la interpretación del total. Sabemos, desde el principio de este trabajo, cómo Prudencio de Carrión llegó incluso a recomendar pedirle cuentas al autor por lo que había escrito:
- 57 Prudencio de Carrrión, 1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15.
Pero en este autor, por la profesión que al parecer hace de malicioso y por lo que en las advertencias al lector dice; conviene a saber: que muy de propósito mató la luz para que se atendiese más a la música y que fue muy con estudio el quedarse corto en lo que pudiera andar más extendido, y que lo que se dejó de decir con muchas palabras se dijo tal vez con una; y por las circunstancias del tiempo y razón en que las escribe, por las personas a quien endereza sus razones, muchos las podían tomar en sentido que atenerle se puedan y deban calificar por sediciosas y ocasionadas a turbar la paz, tranquilidad y sosiego de la República de que —gloria a Dios— goza tan grande57.
38Lo mismo hace uno de los defensores de Narbona, el jesuita Antonio de Padilla, solo que ofreciendo una lectura global de sentido contrario, en la que las proposiciones dudosas quedan suavizadas, contextualizadas y entendibles en el marco de una interpretación general del texto, echando mano de otros aforismos o de su lectura en el buen sentido, es decir, suponiendo en el autor una intención moralmente irreprochable y, en todo caso, un defecto de forma, de oscuridad o ambigüedad expresiva, de ignorancia —un último recurso siempre disponible para sus defensores, el de alegar que lo malo que pueda haber en el libro es fruto del desconocimiento o de la falta de atención de su autor—. Podemos observar esto en algunos ejemplos (de entre los más breves) del minucioso examen de Padilla:
- 58 Antonio de Padilla, 1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15.
Aforismo 24. «Si hay miedos que por castigar algún hereje habrá turbación pública, suspéndase el castigo para mejor ocasión, que aguardar a tiempo y coyuntura no es falta, sino prudencia». [Al margen: «En el aforismo 23 encomienda mucho el castigo de los herejes»] En rigor, esta proposición no parece tener mala calidad, porque ni aun habla en ella de dejar del todo el castigo del hereje, sino solamente de suspenderlo cuando se teme turbación pública. Con todo eso, en materia de aforismos y reglas generales no me parece conveniente esta proposición, porque no tomen ocasión los príncipes para hacer frecuentemente lo que rarísimas veces puede ser conveniente, y menos veces necesario58.
- 59 Antonio de Padilla, 1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15.
Aforismo 71. «Conviene a la paz y a la justicia y a la quietud no consentir hombres que solo tengan por oficio delatar ni denunciar, ni que de ordinario lo ejerciten». No hay que reparar en esta proposición, porque aquí, ni condena el oficio de los fiscales públicos que hay en todos los tribunales bien ordenados, porque acababa de decir que «para que sean castigados los delitos conviene que haya quien los acuse», ni condena a los que con buena fe delatan o denuncian algún delito que pida castigo, sino solamente condena a los particulares que toman por oficio el acechar vidas ajenas y ser mastines de todos59.
- 60 «Si bien juzgo al autor —porque le conozco— por tan docto y tan católico, que aunque este sentido c (...)
39Con todo, como vemos en el ejemplo del aforismo 24, aunque pueda disculparse al autor —a quien uno de los censores de 1620, Lorenzo Gutiérrez, quien lo defiende a ultranza, dice incluso conocer personalmente60—, eso no quiere decir que el aforismo no permita, debido a su forma, una interpretación indeseable y, por ello, deba ser corregido o eliminado. Así califica la obra el otro jesuita, Francisco de Galarza:
- 61 Galarza se refiere a que «este libro no tiene derechamente y en rigor absolutamente proposición dig (...)
- 62 Poner en tropiezo: hacer tropezar, inducir a error.
- 63 Galarza sopesa que ese distanciamiento entre aforismos que han de ser necesariamente relacionados p (...)
Este libro tiene doctrina peligrosa y escandalosa para los no muy advertidos, especialmente en vulgar: lo uno porque algunos documentos que precisamente tomados son de inconveniente tienen lejos otros documentos que los explican61; lo otro porque alguno podía presumir que fuese traza del autor en este tiempo escribir en esta forma para, por una parte, poner en tropiezo a los menos advertidos62 y, por otra, obtener defensa de que se declara en otros aforismos lo dudoso de algunos que alguno les quisiese poner alguna nota63.
- 64 Por ejemplo, en las calificaciones finales de 1620 se recoge: «En el aforismo 13, página 4, donde d (...)
40En 1604 pesa la actitud de Prudencio de Carrión y el libro se prohíbe in totum. En 1620 las calificaciones proponen unas enmiendas mínimas, que se reducen a tres aforismos eliminados, a modificaciones léxicas —cambiar «engaño» por «disimulo» en sus varias formas— y alguna matización moral —como limitar un controvertido campo de acción del príncipe64—.
41Lo que más me interesa del expediente es esa libertad interpretativa que parece ofrecer el libro de aforismos debido a su concreta forma expresiva, a su estructura fragmentaria y su lenguaje ambiguo, a su escasez de mecanismos de cohesión explícitos. Y, además de eso, la increíble sutileza con que los censores más atentos perciben estas características discursivas en un género novedoso y las tienen en cuenta para sus informes; cómo se dan cuenta de que este tipo de discurso es peligroso en lengua vulgar y en manos de los «no muy advertidos», sea o no intención del autor el haber creado este abanico de posibles lecturas.
42Desde el principio de este trabajo sostengo que la intención de Eugenio de Narbona era precisamente esa, y que en la elección de ese género para la exposición de sus ideas y para influir sobre su entorno reside gran parte del valor del texto en tanto que Narbona debía de ser consciente de la doble lectura potencial que ofrecía su obra. En efecto, podemos leer la Doctrina como leía Barthes a su aforista predilecto:
Se puede leer a La Rochefoucauld de dos maneras: por citas o en su continuidad. [...] Estas dos lecturas no son contradictorias porque, en la colección de máximas, el discurso quebrado sigue siendo un discurso cerrado. [...] Hay una estructura a la vez única y variada65.
- 66 Lo cual es del todo comprensible teniendo en cuenta que fue rápidamente retirada por la Inquisición
43En efecto, como todo texto, el libro de aforismos requiere una reconstrucción del sentido en la mente del lector, pero en su caso, esta reconstrucción es especialmente problemática porque tiene dos vías muy diferenciadas e igualmente posibles, que llevan a resultados dispares. Lo hemos visto en los expedientes de los censores, pero también los teóricos lo detectaron pronto, como señala Emilio Blanco respecto al libro de Álamos de Barrientos, que él considera el primer libro de aforismos —decide no contar la edición de 1604 del de Narbona66—:
- 67 El licenciado Antonio de Covarrubias firma una de las dos aprobaciones del libro de Álamos y Blanco (...)
Covarrubias notó bien, pues, que junto al molde tradicional de la sentencia, en los textículos recogidos por Álamos de Barrientos alentaban también una forma que no tenía un sentido único, sino que su entendimiento y su puesta en práctica pasaba por un doble prisma: el del lector (unos interpretarían y resolverían de forma distinta a otros) y el de la circunstancia (que podía llevar incluso a un mismo lector a entender el aforismo de distinto modo y a actuar de distinta manera en función de la ocasión)67.
- 68 La única edición conocida de las Centellas es de 1614, publicada en compañía de los Aforismos de Tá (...)
- 69 Blanco, 2006, p. 66.
44Covarrubias suma la circunstancia al proceso de interpretación, es decir, el contexto, espacio y tiempo, con sus infinitas posibilidades —buscar un aforismo concreto, la solución a un problema particular, la lectura distraída de un puñado de ellos, la lectura salteada, el esfuerzo de sistematización del conjunto...—. Y esta circunstancia afecta especialmente a un texto de cohesión tan débil, pues, como señala Blanco a propósito del libro de aforismos de Setantí68, «hay que proceder con cuidado, porque si se atiende por calas, por ejemplo a los diez primeros de toda la colección, la idea puede resultar equivocada»69. Lo mismo sucede con Narbona, como vimos al principio en el juicio apresurado de Mínguez.
45Emilio Blanco dedica un esfuerzo encomiable a la clarificación del término aforismo respecto de los géneros afines (máxima, sentencia...) y a su concreta realización en el xvii español. De los varios rasgos que anota, me interesa especialmente el tercero: «La organización de estos libros de aforismos huye del carácter sistemático del tratado [...], y por ello recurre a otras formas de organización»70.
- 71 Narbona, Doctrina, Advertencias.
46Es este el momento de volver sobre ese detalle del prólogo, en el que escribe: «y también porque más de una vez se lea, que es en lo que consiste su mayor aprovechamiento»71. ¿Será la brevedad del texto en conjunto y la de los propios aforismos, fácilmente memorizables, el recurso organizativo que propone el autor? ¿Será que insiste en que su texto debe ser aprehendido en su totalidad, como un conjunto coherente y homogéneo de ideas, de tal modo que unos aforismos den razón y complementen a otros? Por lo que él mismo escribe, parece que sí:
- 72 Narbona, Doctrina, Advertencias.
Si a alguno le pareciere que falté en algo, quedando corto en cosas en que se pudiera andar más extendido, crea que fue muy con estudio; y que lo que se dejó de decir con muchas palabras, se dice tal vez con una; y esto hallará si advertidamente las atendiere todas72.
- 73 Narbona, Doctrina, Prólogo.
- 74 Narbona, Doctrina, Advertencias.
47No solo eso, sino que señala que la Doctrina política civil forma parte de un conjunto mayor, de un proyecto en el que varias obras se irán añadiendo unas sobre otras, del mismo modo que se van acumulando unos aforismos sobre otros, para dar cuenta de los modos del buen gobierno; así lo dice Narbona en su prólogo, explicando por qué ha titulado Civil su doctrina: «tratando ahora de lo que pertenece a la paz, remitiendo a otra ocasión a lo de la guerra»73; y más adelante: «lo primero se reciba, y lo segundo se espere, conforme al tratamiento de lo primero»74; es decir, era un conjunto ya proyectado, aunque no se llevó a término.
- 75 Vilar, 1968, p. 24. «Un breviario teórico sacado de las teorías más subversivas: la Política. Un br (...)
48Sí llegó a escribir la biografía del arzobispo toledano Pedro Tenorio, que Vilar incluye con inteligencia dentro de este proyecto de conjunto: «Un bréviaire théorique tiré des doctrines les plus séditieuses: la Política. Un bréviaire pratique, son complément, inspiré d’un des siècles les plus sombres de l’histoire de Castille: la vie de don Pedro Tenorio»75.
- 76 Así constan en la Doctrina, en el índice y como títulos de las diferentes secciones, excepto la últ (...)
49Pero volviendo al texto y a su carácter ambivalente, lo cierto es que los indicadores explícitos del autor apuntan a una voluntad de lectura unitaria de su(s) obra(s), más allá del fragmentarismo manifiesto. No solo en los paratextos (a los que habría que sumar el «índice» resumido de contenidos), sino en la organización del conjunto de aforismos, claramente ordenados por temáticas —de la religión del príncipe, de sus virtudes, de la justicia, de la clemencia, de la gravedad y compostura, de la liberalidad, de la honestidad, de los estudios, del consejo y consejeros, de los ministros, del amor de los vasallos, del personal despacho del príncipe, de su seguridad, de los tributos y la hacienda, de las conquistas y confederaciones, de la reformación de los vasallos y de algunas cosas más76— a la manera de un tradicional espejo de príncipes, y a la numeración consecutiva, que impone un orden lineal de sucesión, a diferencia de la acumulación caótica del Oráculo manual de Baltasar Gracián, un ejemplo bien conocido.
- 77 Princeps de 1644.
- 78 Krabbenhoft, 1993, p. 116.
50El amontonamiento de aforismos, o de consejos, es, por otra parte, una característica clave de los libros dedicados al arte de la prudencia, como se ha señalado en la Vida de Marco Bruto77, de Quevedo, y el Oráculo manual, de Gracián, rasgo que los convierte en textos potencialmente sin fin, «aprovechándose de la variedad teóricamente infinita de actos e ideas, de res et verba que mediatizan las esferas de la interioridad y el contexto social»78.
- 79 Calsamiglia y Tusón, 2018, p. 213.
51Esto es lo que dice Narbona, lo que le eximiría (o eso pensaba él, antes de encontrarse con la censura de 1604) de dar explicaciones por algunas de sus proposiciones aisladas, y es también lo que hacen muchos de sus lectores, pues no podemos evitar partir de la presunción de coherencia al abordar la interpretación de un texto como un conjunto homogéneo de proposiciones79. Ahora bien, lo que hace es más que lo que dice, porque, por mucho que alegue unidad, los aforismos implican autonomía unos respecto de otros; porque un texto, desde el punto de vista del análisis del discurso, de cara al lector, funciona como un conjunto de instrucciones que orientan la interpretación. Algunas de esas instrucciones son explícitas —las que he presentado hasta aquí—, otras están encubiertas en los procesos más automáticos e irreflexivos de la lectura.
52El texto se manifiesta primordialmente de forma lineal, de tal modo que lo primero orienta lo segundo, las relaciones entre lo anterior y lo posterior han de mantenerse y la secuencia progresa hacia un fin.
- 80 Calsamiglia y Tusón, 2018, p. 231.
53Si aplicamos este punto de vista al texto de Narbona, parece adecuarse perfectamente en su desarrollo lineal. Leemos, desde los preliminares, los aforismos en sucesión numerada. Comienza por fijar la observancia de la religión católica, a continuación, las virtudes del príncipe; son los pasos que, asegurados, deberían orientar la lectura de cada nuevo aforismo y aclarar su sentido. Las relaciones de cohesión estarían sustentadas principalmente por la repetición de estructuras (el aforismo) y el mantenimiento del referente («el Príncipe») en todo momento; constantes (temas) en las que se introduciría la variación (remas) en lo que se podría entender como una progresión de tema constante80 que despliega consejos puntuales sobre asuntos concretos alrededor de la figura del príncipe; progresión que se encaminaría a la exhaustividad (solo potencial) de la casuística posible y que termina añadiendo cuestiones marginales, desordenadas, como de cajón de sastre —como puede verse en la última sección del libro, que trata de «Algunas cosas que se han de advertir», es decir, añadidos sin tema englobador—.
54El problema es que también puede defenderse lo contrario desde la misma perspectiva discursiva. El mantenimiento del referente, por ejemplo, es obvio, pero también es exagerado, en el sentido en que, de todas las estrategias que existen para introducir la variatio, Narbona no utiliza apenas ninguna: sustituciones por sinónimos o casi sinónimos, hipónimos, antónimos, metáforas, metonimias, denominaciones valorativas, proformas léxicas..., todas ellas encaminadas a que dicho mantenimiento del referente, en la lectura lineal, no se haga pesado. En más de un tercio de los aforismos se repite el término príncipe para apuntar al referente (y solo una vez se suceden más de tres aforismos sin que se retome); esto lucha contra los principios de la linealidad, pero favorece la lectura aislada de los aforismos, dotándolos de autonomía.
55Partiendo de esta autonomía, y de la potencial infinitud que se ha argumentado respecto de este tipo de obras, la progresión temática bien podría no ser tal, y tomarse como agrupaciones de aforismos de tema afín que pueden leerse por secciones y en cualquier orden o, como he dicho, aislados, abriendo el libro por cualquier página y apropiándose de ellos, a la manera de Barthes con las Maximes de La Rochefoucauld. Las diferentes secciones son muy desiguales (unas de cuatro aforismos, otras de varias decenas) y los 'temas' no responden a niveles de clasificación equivalentes (la justicia, la apariencia física del príncipe, los tributos...), lo que lleva a pensar en una acumulación de observaciones y consejos según parcelas de la experiencia, de diferente extensión según la materia o la reflexión prestada a ella.
- 81 Los tres aforismos son finalmente enmendados en 1620. Añado entre corchetes las supresiones y entre (...)
56El último punto en la defensa de una lectura discontinua del libro de Narbona se fundamenta en la existencia de aforismos al menos parcialmente contradictorios unos con otros. Lo declaraban los mismos censores cuando trataban de enjuiciar la lectura de aforismos especialmente perturbadores; de nuevo, con pareceres muy diferentes sobre la naturaleza de la contradicción y sus implicaciones. Juan de Miranda percibe con claridad este problema en los aforismos 79, 80 y 8781:
- 82 Juan de Miranda,1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15.
Dos cosas aconseja y enseña el autor en sus tres primeros aforismos que incluyen una manifiesta contradicción; porque lo es, y muy grande, confesar por una parte que ni Dios ni los hombres le permiten al príncipe el mentir, y enseñar por otra que le es conveniente y lícito el tratar con engaño y doblez y usar de arte malicioso cuando le importase el hacerlo para el bien común de su república82.
57Antonio de Padilla se detiene en dos colindantes, el 79 y el 80, para desplegar un ejercicio interpretativo que, suponiendo una buena intención de fondo en el autor, lo disculpe y justifique:
- 83 Antonio de Padilla, 1605, AHN, INQ. leg. 4467, exp. 15.
Aforismo 206. «De gran importancia es sembrar, aunque falsas, buenas nuevas para alegrar el pueblo, o malas, para obligar a nuevos servicios y socorros en las necesidades, que el vulgo todo lo cree». Esta doctrina se puede entender de dos maneras: una, de manera que el príncipe positivamente afirme, mande afirmar a otros, nuevas falsas; y decir que esto es lícito es decir que la mentira es lícita, y sería error; aunque aquí no dice que es lícito, sino dice que es medio importante para alegrar al pueblo [y] obligarle, lo cual puede decir aunque lo tenga por ilícito, como quien aconseja una cosa que sabe que es pecado por algunos fines de pasión o miedo. Y de esta manera sería doctrina escandalosa, contra bonos mores. Pero habiendo explicado tan de propósito en el Af. 80 que el mentir es contra la ley de Dios, y que ni lo permiten Dios ni los hombres, y encargando tanto al príncipe que no lo haga, no puedo persuadirme que ahora apruebe lo contrario; y así, entiendo esta doctrina de otra manera, y es que el príncipe puede permitir, no mandar ni ordenar, que se siembren tales nuevas, o que el sembrar falsas nuevas sea no afirmándolas, sino diciendo algunas palabras artificiosas y equívocas donde los que las oyeren entiendan otra cosa y se persuadan que hay las dichas nuevas buenas o malas. Y esto es cosa muy usada y que no tiene mala calidad. Y es la manera de engaño sin mentira in bonam partem que declaramos en el aforismo 79 y 80. Aunque con esta explicación tomada del dicho canon 80 tengo por excusado al autor de este aforismo, mayormente profesando tanta brevedad, atendiendo como dice a la hoja tercera de las advertencias: «que lo que dejo de decir con muchas palabras, se dice tal vez con una». Con todo eso, porque las palabras en su propiedad tienen mal sentido y la explicación y buen sentido se toman de lugar muy distante, me parece la proposición iacet peligrosa y digna de expurgarse o declararse83.
58Como puede observarse al leer el libro, la lectura más provechosa no parece ser la lineal (aunque sea la que exima al autor, con el recurso a la totalidad, de haber escrito proposiciones censurables), sino la que ojea un puñado de aforismos que, en pequeño conjunto, modulan y matizan una parcela de la experiencia, de forma muy parecida a la que emplea Gracián en su Oráculo y que Jorge Checa ha sabido dotar de intención:
Llega [el Oráculo manual] al extremo de ostentar sus contradicciones con obvia autocomplacencia. ¿Qué modo de lectura solicita esta práctica? [...] Más que estipular normas taxativas de conducta, el texto dramatiza las dificultades que entraña leer adecuadamente el mundo y nos previene ante ellas de una manera indirecta84.
59Así es como consigue Narbona una visión de la realidad interesante para el lector moderno: modulando, rectificando, matizando hasta la contradicción las maneras de manejarse en un mundo que es, a su vez, cambiante, relativo y traicionero; presentando un discurso, una efectiva textura discursiva, que se adapta a las ocasiones, que no generaliza hasta el sistema, que tan solo ofrece un manojo de proposiciones, de aspectos para tener en cuenta al enfrentarse a la vida real, como príncipe y como ser humano en sociedad.
60Creo haber defendido suficientemente la idea de que Narbona escribe un libro tacitista sobre tacitismo, es decir, que escribe dos libros en uno: el lineal y el fragmentario. Conociendo sus aspiraciones sociales y su ideología política, es difícil pensar que su libro no sea un resultado de esa forma de entender la realidad. Que sea un pacato espejo de príncipes cristianísimo y sin doblez ni engaño es una presuposición un tanto ingenua teniendo en cuenta quién lo escribió y las dotes intelectuales que se le atribuían.
61Como otros se desvanecieron en varias voces —así sucede en el género dialogístico— o en varias perspectivas —los juegos narrativos de un Quijote, por ejemplo—, Eugenio de Narbona disimuló por aforismos, reduciendo los mecanismos de cohesión explícitos y permitiendo una amplísima variedad de interpretaciones según se lea su libro de un modo o de otro.
- 85 Para Tomás y Valiente el libro de Narbona no es más que un testimonio del clima ideológico de su ép (...)
62Además de eso, lejos de carecer de valor alguno fuera del documental85, se trata de un texto, si bien no tan sobresaliente como el libro de aforismos más conocido del siglo xvii español, el Oráculo manual, bastante meritorio en su conciencia y empleo de los mecanismos textuales de producción e interpretación de la escritura, en el control de su lengua y de su público:
El Oráculo no se limita a formular una serie de consejos para la vida diaria, sino que hace de esa formulación (de la manera cómo se realiza) un acto prudente y, en consecuencia, ejemplar86.
63¿Quién sabe si el librito de Narbona, tan parecido al del jesuita, no cayó en sus manos en algún momento entre 1604 y 1647, fecha de publicación del Oráculo? ¿Quién sabe si la idea de escribir un libro que hace lo que dice no le vino a Gracián de la lectura del toledano? El brillo de Gracián eclipsó al resto de aforistas de su época, pero si apartamos un poco la mirada veremos cómo el dibujo de la constelación es tan hermoso e interesante como la estrella más brillante.