Pedro Calderón de la Barca, Primera parte de comedias, edición de Luis Iglesias Feijoo, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2006, lvii-1141 p.; Segunda parte de comedias, edición de Santiago Fernández Mosquera, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xcviii-1127 p.; Tercera parte de comedias, edición de D. W. Cruickshank, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xlii-1329 p.
Pedro Calderón de la Barca, Primera parte de comedias, edición de Luis Iglesias Feijoo, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, lvii-1141 p.; Segunda parte de comedias, edición de Santiago Fernández Mosquera, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, xcviii-1127 p.; Tercera parte de comedias, edición de D. W. Cruickshank, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, xlii-1329 p. (ISBN: 978-84-96952-28-2, vol. I; 36-7, vol. II; 32-9, vol. III; Biblioteca Castro.)
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- 1 Pedro Calderón de la Barca, Cuarta parte de comedias, edición de Sebastian Neumeister, Madrid, Fund (...)
1Ante todo, pido disculpas al lector, y a los editores de las tres Partes que reseño, por el retraso en dar cuenta de esta empresa. Renunciando a ampararme del viejo refrán del «mal de muchos…» —pues, aunque es cierto que el retraso es enfermedad crónica en las reseñas, no siempre es tan dilatado—, aprovecho la espléndida ocasión que me brinda la publicación reciente del cuarto volumen1 de la empresa capitaneada por Luis Iglesias Feijoo, coordinador del Grupo de Investigación Calderón de la Barca de la Universidade de Santiago de Compostela. Aunque, lo confieso, todavía no he visto este último producto, su publicación da fe de la continuidad del esfuerzo del citado grupo de investigadores, por más que entre los tomos segundo y tercero y este cuarto medie un lapso de dos años, totalmente normal por otra parte en el contexto de un esfuerzo científico y editorial tan importante.
2El título de los volúmenes editados declara abiertamente la opción de los editores: editar modernamente la mayor parte de la producción dramática calderoniana reproduciendo la misma agrupación y el mismo orden de las Partes de comedias del dramaturgo que se publicaron en el siglo xvii. Se trata de una elección que va extendiéndose en el mundo de la investigación sobre teatro áureo: tras la opción pionera del grupo Prolope, dirigido por Alberto Blecua y Guillermo Serés, que empezó a dar a luz el fruto de sus esfuerzos en 1997, con la Parte primera de comedias de Lope de Vega (hasta hoy se han publicado nueve Partes), recientemente se ha adoptado también para la edición del teatro de Rojas Zorrilla (grupo dirigido por Felipe Pedraza y Rafael González Cañal de la Universidad de Castilla-La Mancha) y de Moreto (grupo «Moretianos» dirigido por María Luisa Lobato). La opción de atenerse, en la publicación de las comedias de un dramaturgo, a la misma selección operada por los editores del siglo xvii, presenta indudablemente algunas ventajas importantes. La primera, de carácter más bien organizativo, es la de proporcionar cierto tipo de coherencia al conjunto de textos editados, evitando la búsqueda de criterios modernos de selección y agrupación en tomos, dificilísima y expuesta a todo tipo de reparos: ¿por géneros? no, porque su fijación dista de ser unánime en la comunidad científica; ¿por orden cronológico? no, porque la datación de las obras teatrales áureas, salvo en el caso contado de manuscritos fechados, es siempre tentativa y por lo tanto insegura. Tanto es así que, cuando no ha sido posible acudir al orden fijado en las Partes, porque las obras de tal o cual dramaturgo no fueron publicadas en Partes, como es el caso del proyecto de publicación del teatro completo de Mira de Amescua, se ha renunciado a cualquier tipo de criterio ordenador, salvo en el caso de los autos religiosos, reunidos en el tomo 11 de la empresa dirigida por Agustín de la Granja.
- 2 Javier Rubiera, «Amor y mujer en la Novena Parte de Comedias», en Amor y erotismo en el teatro de L (...)
3La segunda ventaja es la de estimular interrogantes sobre los criterios que llevaron a los editores de la época a incluir en un mismo tomo determinadas comedias y no otras. Los primeros en plantearse esta cuestión fueron, una vez más, los investigadores del grupo Prolope: para ser más precisos, si no me equivoco el primero fue Luigi Giuliani en su estudio de la historia editorial de la Parte tercera de comedias de Lope (ver mi reseña en Rassegna iberistica, 80, 2004, pp. 117-119); siguieron las reflexiones de Javier Rubiera sobre la Parte IX2, recogidas y matizadas por Marco Presotto en su estudio de la historia editorial de la misma Parte (publicada en 2007). El fruto más reciente de esta interesante línea de investigación acaba de llegar a nuestras manos, con el número 108 (2010) de Criticón: las Actas del seminario de la Casa de Velázquez realizado en enero de 2009 y coordinado por Florence d’Artois y Santiago Fernández Mosquera, cuyo tema es «Las comedias en sus partes. ¿Coherencia o coincidencia?». Además de uno de los coordinadores, el grupo de investigación «Calderón de la Barca» de la Universidade de Santiago de Compostela prestaba a este seminario otros tres componentes suyos: Alejandra Ulla Lorenzo, Fernando Rodríguez-Gallego, José María Viña Liste. El interés por esta línea de investigación se hacía ya patente, por lo demás, en las pp. xiv-xviii de la Introducción de Santiago Fernández Mosquera al volumen que recoge las comedias de la Segunda parte de Calderón, editada por él y publicada en 2007.
4Como se desprende de muchas de las intervenciones del seminario citado, y como ya habíamos aprendido de las jugosas Introducciones a las Partes de comedias de Lope de Vega hasta ahora publicadas por el Grupo Prolope, otra ventaja importantísima de agrupar las comedias de un dramaturgo, a la hora de editarlas modernamente, según el mismo criterio (no importa ahora si casual o motivado) que presidió en el siglo xvii a su recolección en la Parte, es la de propiciar una consideración ecdótica más amplia y atenta, que, a partir de la historia editorial de la Parte (que en el caso de Calderón es muy compleja), llegue a profundizar luego en la historia de la transmisión impresa y manuscrita de cada uno de los textos allí incluidos. Y, ya que estamos hablando de una edición moderna de las Partes de comedias calderonianas, viene al caso recordar que una empresa en parte al menos parecida a la que realizan ahora los investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela, la realizaron en los primeros años setenta Don W. Cruickshank y John E. Varey, con su edición facsimilar de las Partes de comedias calderonianas, cuyo primer tomo se titulaba The textual criticism of Calderon’s Comedias, e incluía estudios fundamentales como los de Cruickshank sobre las Partes raras de comedias calderonianas y sobre el texto de La vida es sueño, y de Wilson sobre la Primera Parte de comedias publicada en 1640, con el descubrimiento de la existencia de una edición contrahecha falsamente fechada también en 1640 pero publicada en los años setenta. No sé si es la mía una reconstrucción atrevida, pero el influjo de la escuela anglosajona de la bibliografía textual, en la que se formaron Cruickshank y Wilson, creo que ha entrado en algo en la opción de editar las comedias áureas, donde era posible, por Partes. En el caso del Grupo de investigación Calderón de la Barca, la relación con esa escuela está probada por la participación directa de Cruickshank en el proyecto, como editor que es del volumen relativo a la Parte tercera, que incluye En la vida todo es verdad y todo mentira, comedia que el estudioso inglés editó con Tamesis Books en 1971. Por cierto que, en lo relativo al título de esta obra, Cruickshank adopta el del manuscrito autógrafo al que sigue, razonablemente, como texto más autorizado, mientras que el título de la misma pieza tal como aparece en la Parte tercera (publicada en 1664 sin la participación de Calderón) es En esta vida todo es verdad y todo mentira: lo que da pie a la elección algo rara de reproducir, en la «Tabla» de los «Títulos de las comedias que se contienen en esta Tercera parte», no el título que efectivamente aparece al frente de la comedia en la Parte, sino el del manuscrito.
5La contradicción mínima que acabo de señalar es, evidentemente, una de las consecuencias inevitables del proyecto editorial tal como lo concibieron los responsables de la Biblioteca Castro y al que los editores de las Partes calderonianas tuvieron que conformarse: un proyecto que sólo da cabida a los textos, con introducciones mínimas, y que no permite a los editores aclarar con detenimiento sus elecciones, ni llevar a cabo un detallado estudio bibliográfico y ecdótico de las ediciones antiguas y en general de la transmisión de los textos recogidos en la Parte. Para el especialista, esto es tanto más frustrante cuanto que la transmisión del teatro calderoniano es, si cabe, más complicada que la del de Lope: de muchas obras suyas existen textos, incluso en ocasiones impresos o copiados con anterioridad a la Parte, con variantes tan extensas que de hecho puede hablarse de otra versión; además, tan sólo las dos primeras Partes de sus comedias se publicaron posiblemente bajo el control del dramaturgo, mientras que las Partes III-V se publicaron sin su participación y consentimiento, y las Partes VI, VII, VIII y IX después de su muerte por iniciativa de Juan de Vera Tassis, que procedió además a la reedición de las Partes I-V con importantes modificaciones.
6Se me objetará que las ediciones de Biblioteca Castro no están pensadas para el especialista. Lo sabemos, pues no son éstos los primeros tomos de la colección que salen a luz en el mercado editorial. Antes bien, es precisamente porque conocemos el carácter de Biblioteca Castro que apreciamos aún más el esfuerzo y la abnegación de los editores de las Partes de Calderón, que han decidido prestar a la colección su profesionalidad, sus conocimientos y buen quehacer filológico sin poder dar cuenta de todo lo que está detrás de sus elecciones como no sea en escasas líneas de la Introducción a cada volumen. Sin embargo, me permito dudar de algunas afirmaciones que Luis Iglesias escribe en su Introducción a la Primera parte, para explicar las motivaciones del proyecto y su destinatario ideal, un lector de «cultura media» al que los tomos de la Biblioteca Castro proporcionarían un «Calderón en limpio», «sin anotaciones ni otros obstáculos», pues, para seguir citando a Iglesias: «La omisión de notas y explicaciones permite entrar directamente en contacto con las comedias, de manera que en el callado escenario que se levanta en la mente de cada lector se produzca el despliegue de acciones, movimientos, voces y gestos que supone una representación» (p. xii). Detrás de estas afirmaciones hay un problema real y que habría que seguir discutiendo entre los especialistas: el de la dificultad de adecuar la anotación y el paratexto (introducción, comentario, etc.) de las ediciones de textos clásicos al destinatario previsto. Porque es muy cierto que, como dejan entender las palabras de Iglesias, una cantidad excesiva de notas poco pertinentes e inútilmente eruditas puede ser un obstáculo a la libre apreciación del texto, en este caso el texto calderoniano. No obstante, en algunos casos notas y explicaciones creo que son indispensables, sobre todo para lectores no acostumbrados a la frecuentación de los clásicos. Dicho esto, hay que tener en cuenta que todos los textos que ahora se recogen en estos tomos de Partes calderonianas saldrán asimismo en ediciones individuales, cuidadosamente anotadas y comentadas, con introducciones exhaustivas, en el ámbito del proyecto de edición del teatro completo de Calderón que lleva a cabo el grupo GRISO de la Universidad de Navarra, dirigido por Ignacio Arellano, en estrecha colaboración con el Grupo de Investigación Calderón de la Barca de la Universidade de Santiago de Compostela. La falta de información complementaria que los especialistas echamos de menos hoy, en estos tomos de Partes calderonianas de la Biblioteca Castro, se verá colmada pues por las futuras ediciones individuales que ha de publicar la editorial Vervuert-Iberoamericana.
7En la espera, aun el lector especialista apreciará sobremanera esta edición de las Partes calderonianas como base inicial de sus lecturas. De hecho, basta una comparación somera con los dos volúmenes de Comedias y Dramas editados por Ángel Valbuena Briones para la editorial Aguilar (hasta tiempos recientes, la única edición asequible y de conjunto del teatro calderoniano) para darse cuenta de las diferencias: pues la edición de Valbuena Briones se caracteriza por una notable e injustificada desenvoltura en la fijación de los textos, y señaladamente por acudir con preferencia a los textos calderonianos en la versión editada en el siglo xvii por Vera Tassis, mientras que las ediciones que estoy reseñando son el fruto de un trabajo de investigación filológica y de reflexión sobre los textos que lleva a los editores, como dice Luis Iglesias Feijoo en la «Nota a nuestra edición» que sigue a su Introducción a la Primera Parte, a ofrecer «el “texto crítico” más depurado de las obras» (p. xliv). Y es precisamente el lector especialista el que está en las mejores condiciones para apreciar este esfuerzo, porque conoce la abundantísima producción científica de los editores responsables de los tres primeros tomos de las Partes, y sabe que del equipo forman parte miembros que han estudiado la historia de la transmisión textual de los textos calderonianos, han trabajado sobre algunos de los textos editados y en ocasiones hasta han preparado cuidadas ediciones críticas de ellos que pronto verán la luz en sendos volúmenes (es el caso de El mayor monstruo del mundo, estudiado y editado por María Caamaño Rojo, y de Judas Macabeo y El astrólogo fingido, estudiados y editados por Fernando Rodríguez-Gallego). Por otra parte, este mismo lector especialista que apreciará con conocimiento de causa la posibilidad de echar mano para sus estudios y trabajos de una edición fiable de conjunto del teatro calderoniano, se verá confrontado con el enorme problema de la falta de numeración de los versos. Una vez más, se trata de una característica que no se debe achacar a los editores, evidentemente, sino al proyecto de la editorial. Con todo, es increíble que hoy en día pueda pensarse en realizar una edición de textos teatrales áureos en la que los versos estén sin numerar, como en las viejas ediciones de Hartzenbusch o de Valbuena Briones. No se trata sólo de la imposibilidad de citar con precisión (al fin y al cabo, puede citarse por el número de la página), sino de todo un conjunto de operaciones que el estudioso desearía realizar con un texto fiable (análisis por cuadros, por secuencias métricas, etc.) y para las que se necesita poder contar los versos y dar referencias concretas de extensión de los pasajes considerados (del verso x al verso y). Hubiese bastado con numerar los versos para darle a esta empresa una marcha más, incluso para el especialista.
- 3 En fecha tan reciente como 1994, esta opción de hibridar las dos versiones se lleva al extremo en l (...)
8Pero volvamos a las características de esta empresa que se deben al juicio y a las decisiones de los editores. En general, el criterio que preside a los tres primeros tomos de la colección es el de respetar hasta donde es posible la lectura original de la Parte, acudiendo a lecturas de otros testimonios del siglo xvii sólo en caso de efectiva necesidad (a menos que, como en el caso ya citado de En la vida…, no se haya conservado un autógrafo calderoniano). Además, de entre los otros testimonios disponibles del siglo xvii, los editores tienden a acudir con extrema reserva a las lecturas alternativas propuestas por las reediciones de Vera Tassis, porque reconocen, de acuerdo con tantos estudios más o menos recientes, la dudosa conformidad de estas lecturas con los «originales» calderonianos, aunque Vera Tassis alardeara haberlos tenido a su disposición para preparar sus re-ediciones de las Partes. Evidentemente, dentro de este criterio general, cada volumen admite elecciones concretas bastante diversas, debido, en parte, al criterio personal del editor, pero sobre todo al distinto estado textual de cada una de las Partes, y de cada uno de los doce textos en ellas reunidos. Así, por ejemplo, Don W. Cruickshank, el editor de la Tercera parte, que no se recopiló bajo los auspicios de Calderón, no duda en acudir a lecturas de Vera Tassis cuando éstas ayudan a completar textos claramente incompletos o incorrectos (es el caso de Los hijos de la Fortuna, La hija del aire II, Ni Amor se libra de amor, El laurel de Apolo), o, con la misma finalidad, en acudir a sueltas coetáneas o manuscritos que, a raíz de un atento examen ecdótico, le parecen más cercanos al original calderoniano que el texto de Vera (es el caso de Mañanas de abril y mayo y También hay duelo en las damas). En cambio, los textos de la Segunda parte, en los que parece que Calderón haya intervenido hasta cierto punto con vistas a la edición (según defienden en otras publicaciones componentes del Grupo como el editor de esta Segunda parte, Santiago Fernández Mosquera, o Fernando Rodríguez-Gallego), se editan ateniéndose escrupulosamente a la versión de la Parte: así, entre otras cosas, podemos finalmente leer depurado el texto de El astrólogo fingido, y olvidarnos del híbrido realizado por Hartzenbusch mezclando lecturas de la Segunda parte y lecturas que proceden de la Parte XXV de Comedias de diferentes autores (híbrido mantenido por Ángel Valbuena Briones en su edición de las Comedias para la editorial Aguilar, a pesar de que en el encabezamiento diga haber utilizado el texto de la Segunda parte calderoniana)3. También en el caso de la Primera parte, la opción básica del editor, Luis Iglesias Feijoo, es respetar hasta donde es posible el texto de la Parte. Cuando esto no es posible, como en el caso de El príncipe constante, Luis Iglesias no vacila en alejarse notablemente de las elecciones de los editores anteriores, precisamente porque no acude a las lecturas con las que Vera Tassis (en su edición de la Primera parte publicada en 1685) trató de subsanar los muchos pasajes corruptos del texto publicado en la Primera parte de 1636, y acude en cambio a la Cuarta parte de las Doze comedias las más grandiosas… de 1652, y a una suelta de la Sexta parte de Comedias nuevas escogidas, además de enmiendas ope ingenii.
- 4 En Calderón 2000. Homenaje a Kurt Reichenberger en su 80 cumpleaños. Actas del Congreso Internacion (...)
- 5 Pedro Calderón de la Barca, La dama duende, edición de Fausta Antonucci, estudio preliminar de Marc (...)
9Personalmente, aprecio mucho el criterio conservador que, en el caso por ejemplo de La vida es sueño, lleva al editor a rechazar lecturas innecesarias de la “primera versión” de la obra que se encuentra en la Parte XXX de comedias de diferentes autores (criterio éste que ya Luis Iglesias defendió y argumentó en 2000 en su artículo «En el texto de Calderón: La vida es sueño»)4. Sin embargo, me parece que a veces (muy pocas veces, de hecho) esta conservación llega demasiado lejos, llevando al mantenimiento de lecturas defectuosas que hubieran podido subsanarse acudiendo a otros testimonios coetáneos. No entro en el caso de textos como La dama duende y La vida es sueño, porque las ediciones que de ellos he realizado dan fe de mis elecciones5. Tomo como ejemplo La gran Cenobia, que también me sirve para avanzar una defensa de la utilización juiciosa de las lecturas de Vera Tassis, en ausencia de otros testimonios más fidedignos (es el caso precisamente de La gran Cenobia) y en presencia de lecturas claramente defectuosas de la Parte. Las palabras de Aureliano en la silva apertural de la pieza, cuando se pregunta: «¿no soy quien tantas veces, atrevido, / no sin grande misterio, / señor me nombra del Romano Imperio…?» (p. 311), deberían corregirse por «señor me nombro del Romano Imperio». Poco después, en la misma secuencia, encontramos un verso que debería ser endecasílabo, y que en cambio se queda corto, a no ser que queramos suponer un hiato entre «y» y «ellos» : «si no es que, en vez de troncos, estas peñas / cetros dan, y ellos, viendo congojas» (p. 312). No se trata sólo de una cuestión de medida del verso, sino también de significado: con el posesivo «mis», no sólo se restaura el endecasílabo, sino que se aclara el sentido de la frase, pues las «congojas» no son genéricas, sino estado de ánimo específico de Aureliano, que se desvive por ser emperador. Más adelante, en las redondillas con las que el general Decio se presenta ante Aureliano, encontramos un típico error por atracción: «Y, si en desdichas algunas / disculpa el cielo previene» (p. 318), cuando debería haber dicho: «Y, si en desdichas alguna / disculpa el cielo previene». En estos pasajes hubiera sido preferible adoptar las lecturas de Vera, que corrigen los errores de la Parte; lo cual no hubiera perjudicado el notable trabajo de depuración realizado por el editor, que lo ha llevado a rechazar las muchas modificaciones innecesarias que, junto con estas pocas buenas lecturas, Vera aporta al texto de La gran Cenobia.
10Dicho esto, en general considero que el arrinconamiento severo de las lecturas alternativas de Vera Tassis es uno de los mayores logros de esta empresa editora que lleva a cabo el Grupo de Investigación dirigido por Luis Iglesias Feijoo; no porque este criterio (la justa desconfianza hacia estas lecturas) se haya adoptado ahora por primera vez, sino porque es la primera vez que informa globalmente un proyecto amplio de edición del teatro calderoniano —con exclusión de los autos, cuya edición completa puesta en marcha por el grupo GRISO de la Universidad de Navarra dirigido por Ignacio Arellano ha sido y sigue siendo una fragua de reflexiones ecdóticas que han hecho avanzar notablemente nuestro conocimiento de la transmisión de los textos teatrales calderonianos. Otro mérito de los volúmenes que estoy reseñando es el de dar cuenta en las introducciones, a pesar del espacio draconianamente reducido de que disponen, de los datos esenciales acerca de las peculiaridades de la historia de la transmisión de cada texto en el siglo xvii y de los criterios seguidos a la hora de editar los textos que componen cada Parte. Los testimonios alternativos a la Parte (sueltas, manuscritos, ediciones posteriores) a los que los editores acuden dado el caso, se indican siempre en estas introducciones, en un esfuerzo de transparencia y condensación de datos más notable aún por ser tan limitado el espacio de que los editores disponen. Leyendo estas introducciones, el lector, aun el lector especialista, tiene a mano un escueto pero fiel resumen de la historia textual, tan complicada en la mayoría de los casos, de las comedias y dramas calderonianos. No nos queda sino desear a los investigadores del Grupo «Calderón de la Barca» una provechosa continuación de su esfuerzo, cuya plasmación en los futuros volúmenes esperamos con atención.
Notas
1 Pedro Calderón de la Barca, Cuarta parte de comedias, edición de Sebastian Neumeister, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2010.
2 Javier Rubiera, «Amor y mujer en la Novena Parte de Comedias», en Amor y erotismo en el teatro de Lope de Vega. Actas de las XXV Jornadas de teatro clásico de Almagro, eds. F. B. Pedraza y otros, Almagro, Ediciones Universidad de Castilla-La Mancha, 2003, pp. 283-306.
3 En fecha tan reciente como 1994, esta opción de hibridar las dos versiones se lleva al extremo en la edición de Max Oppenheimer, Jr.: Pedro Calderón de la Barca’s «The Fake Astrologer». A Critical Spanish Text and English Translation, New York, Peter Lang, 1994.
4 En Calderón 2000. Homenaje a Kurt Reichenberger en su 80 cumpleaños. Actas del Congreso Internacional IV centenario del nacimiento de Calderón, Universidad de Navarra, septiembre 2000, ed. I. Arellano, Kassel, Reichenberger, 2002, pp. 517-532.
5 Pedro Calderón de la Barca, La dama duende, edición de Fausta Antonucci, estudio preliminar de Marc Vitse, Barcelona, Crítica, 1999 (Biblioteca Clásica, 69); Pedro Calderón de la Barca, La dama duende, edición de Fausta Antonucci, Barcelona, Crítica, 2005 (Clásicos y modernos, 5); Pedro Calderón de la Barca, La vida es sueño, edición de Fausta Antonucci, Barcelona, Crítica, 2008 (Clásicos y modernos, 23).
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Referencia en papel
Fausta Antonucci, «Pedro Calderón de la Barca, Primera parte de comedias, edición de Luis Iglesias Feijoo, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2006, lvii-1141 p.; Segunda parte de comedias, edición de Santiago Fernández Mosquera, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xcviii-1127 p.; Tercera parte de comedias, edición de D. W. Cruickshank, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xlii-1329 p.», Criticón, 110 | 2010, 277-279.
Referencia electrónica
Fausta Antonucci, «Pedro Calderón de la Barca, Primera parte de comedias, edición de Luis Iglesias Feijoo, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2006, lvii-1141 p.; Segunda parte de comedias, edición de Santiago Fernández Mosquera, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xcviii-1127 p.; Tercera parte de comedias, edición de D. W. Cruickshank, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2007, xlii-1329 p.», Criticón [En línea], 110 | 2010, Publicado el 20 febrero 2020, consultado el 18 enero 2025. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/15994; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.15994
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