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Una violenta Censura contra Paravicino: el anónimo Antihortensio de 1625. Introducción, edición y notas

Francis Cerdan
p. 95-144

Resúmenes

En 1625, Paravicino predicó en la Capilla Real y ante el rey Felipe IV, una oración fúnebre para el cuarto aniversario de la muerte de FelipeIII. Poco después, se difundió en Madrid y en numerosas copias manuscritas una anónima censura de este sermón. Esta censura mereció una vehemente refutación de Juan de Jáuregui que salió en defensa de Paravicino en un opúsculo que se imprimió y se publicó en el mismo año de 1625 con el título de Apología por la verdad. El texto de la censura se perdió y ninguna de las grandes bibliotecas de España conservó una copia de este manuscrito. Inesperadamente, la profesora María Teresa Cacho encontró en Italia un ejemplar de esta censura titulada Antihortensio. Aquí se presenta una ediciónb crítica de esta violenta y eruditísima censura, con una introducción y numerosas notas.

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Dedicatoria

Para Maite Cacho y Blanca Periñán, con amistad y gratitud

Texto completo

1 Tras una larga y acongojada agonía, el rey Felipe III falleció el 31 de marzo de 1621. Como lo disponía la etiqueta de la corte, se organizaron, ocho días después, solemnes honras en San Jerónimo el Real, predicando la oración fúnebre el jesuita Jerónimo Florencia, que había acompañado al soberano en el último trance. Para honrar la memoria de su difunto padre, el nuevo monarca mandó al conde de Arcos que pidiera un elogio fúnebre o epitafios a cada uno de los predicadores reales, para constituir un libro. Fray Hortensio respondió sin tardar a la solicitación del de Arcos, y escribió un elogio fúnebre de Felipe III así como un corto epitafio en latín. Sin esperar que se publicara el libro proyectado (que nunca llegó a imprimirse), Paravicino mandó a la imprenta sus dos piezas, que salieron en un opúsculo de 24 páginas en las prensas de Tomás Junti en mayo de 1621. A partir del año siguiente, conforme al gusto de la época, Felipe IV organizó cada año ceremonias de aniversario o parentaciones en memoria de su padre (y también de su madre). En 1625, Fray Hortensio fue escogido para el sermón fúnebre y lo predicó en la Capilla Real, en presencia del rey y de toda la Corte. Poco después, a instancia del monarca, el sermón fue impreso con título de Panegírico funeral por Teresa Junti, quien realizó también la reimpresión de los dos Epitafios de 1621.

  • 1 Desarrollo aquí algunos puntos de mis trabajos anteriores: Cerdan, 1994, 2007, 2008.

2Esta doble publicación no debió de gustarle a cierto ingenio de la Corte, que escribió entonces contra las dos obras de Paravicino una violenta Censura anónima, cuyas numerosas copias manuscritas difundió en el mundillo literario de Madrid1. Dicha Censura despertó gran interés, hasta tal punto que don Juan de Jáuregui, notable antigongorista, decidió redactar una réplica para rebatir sus argumentos y salir en defensa de Paravicino, amigo y epígono de Góngora. Esta réplica (con dedicatoria al conde-duque de Olivares) fue impresa sin tardar «a instancia de Pedro Pablo Bugía, mercader de libros y a su costa», en las prensas de Juan Delgado. El librito salió en diciembre de 1625 con el título de Apología por la verdad. En él Jáuregui hace un examen lineal de la Censura y responde punto por punto, dirigiéndose directamente al anónimo Censor. Así era como, a través del texto de la Apología por la verdad y gracias a las citas textuales hechas por Jáuregui, se podía hasta hoy reconstituir en gran parte el contenido de esta desaparecida Censura, de la que no se conocía ningún testimonio completo. Afortunadamente, hace poco tiempo, un ejemplar o copia manuscrita de la Censura reapareció en la Biblioteca Universitaria Estense de Módena. La Profesora María Teresa Cacho, de la Universidad de Zaragoza, investigando en las bibliotecas de Italia en busca de los manuscritos hispánicos conservados, tuvo conocimiento de un fondo de impresos y manuscritos españoles proveniente de la biblioteca privada de la familia Falcó, Príncipes Pío de Saboya, del Marquesado de Castel Rodrigo. En un códice de este fondo aparecían novedades importantes, tales como el texto completo de la desaparecida Farsa de la Costança, de Cristóbal de Castillejo, o el Antihortensio (o Censura contra Paravicino), del que nos ocupamos aquí. La profesora María Teresa Cacho me comunicó la noticia de sumo interés para mí. Poco después recibía yo de la profesora Blanca Periñán, de la Universidad de Pisa, la fotocopia completa de este texto escrito contra Paravicino. Me es muy grato manifestar aquí mi más hondo agradecimiento a ambas colegas y amigas, que han hecho posible mi acercamiento a este reaparecido texto de la Censura contra Paravicino.

  • 2 María Teresa Cacho ha dado una descripción completa de este códice. Véase Cacho, 2006.

3El manuscrito, que lleva el título de Antihortensio / o ejercicio de erudición / Al erudito Don N, está incluido en el códice Epsilon 32.3.4 (Estero 198). Se trata de un volumen facticio, compuesto de 13 impresos y 19 manuscritos de los siglos xvi y xvii2. El Antihortensio ocupa los folios 281-289. En adelante citaré por esta foliación moderna, a lápiz, aunque existe otra más antigua que dice 331-339. Se trata de un manuscrito relativamente corto, que ocupa sólo nueve folios, con numerosas notas marginales de la misma mano. Puede dividirse, después del prólogo, en dos partes distintas: la Censura del Panegírico funeral de 1625, y luego, la Censura del Epitafio o Elogio funeral escrito en 1621 (y reimpreso en 1625). En ambos casos el anónimo Censor emplea el mismo procedimiento que consiste en seguir linealmente, párrafo tras párrafo y plana tras plana, el texto que está censurando.

  • 3 «… entendemos que la difusión anónima representa una necesidad, un imperativo convencional de este (...)

4Antes de entrar en el examen del contenido de este Antihortensio, conviene hacer dos observaciones. La primera, para señalar una evidente voluntad de anonimato, habitual, según parece, en semejantes casos3: el autor sólo deja entender que es un erudito —pues subtitula su censura como «ejercicio de erudición»— y que se dirige a otro erudito («don N.»); en ningún momento, después del título, aparece el nombre de Paravicino, lo que bien podría delatar una postura demasiadamente personal, muy alejada de la serena objetividad de una censura. Y la segunda observación, para llamar la atención sobre la extremada disparidad de los argumentos y su esparcimiento en esta Censura. El Censor ha querido valerse de todos los medios, y su motivación profunda parece haber sido una enemistad personal hacia Paravicino, más que un desacuerdo de orden literario o ideológico-religioso relativo al modus praedicandi (‘manera de predicar’) o al estilo empleado en el sermón. Ni siquiera en este último punto relativo a los problemas de la expresión (la elocutio de la retórica tradicional), donde se podría encontrar un ataque contra la “nueva predicación”, aparecen (menos en una rápida mención al final) palabras como “culto” o su sinónimo “crítico”, ni la menor alusión a la “secta” de los “oscuros” influidos por el estilo gongorino. Fuera de una constante voluntad de denigrar y de dañar, difícil es encontrar una coherencia profunda de los criterios, o la organización consecuente de su sistema de pensamiento.

5Como no viene al caso seguir aquí la misma progresión lineal del texto, agruparemos las principales acusaciones dirigidas por el anónimo Censor al predicador trinitario en cinco puntos principales:

  1. Acusación de plagio. La Censura subraya que Paravicino ha imitado, muchas veces «a la letra», a tres autores contemporáneos. Esos autores que, según el Censor, habían servido de modelo directo, son el Padre Maestro Márquez (en su tratado El Governador Christiano, publicado en Salamanca en 1612, con numerosas reediciones en 1614, 1615, etc.); el Padre Diego de Baeza (en sus Commentaria moralia in Evangelicam Historiam publicadas por primera vez en 1623 en Valladolid y reeditadas varias veces); y, en tercer lugar, el Provincial trinitario de Portugal Frei Baltezar Páez (en su Sermão funeral nas honras del rey Philippe II de Portugal, publicado en Lisboa por Pedro Craesbeeck en 1621).

  2. Abuso en la denominación Panegírico para la oración fúnebre, o de Epitafio para el elogio.

  3. Defectos o inadecuación en la manera de dirigirse al rey.

  4. Interpretación errónea de la Escritura, en particular en cuanto a la Pascua de los Hebreos

  5. Censuras relativas, si no al estilo propiamente dicho, por lo menos al texto mismo del sermón o del Epitafio. Se consideran impropias y se censuran algunas expresiones por incorrectas.

La acusación de plagio

6Como se notará, esas censuras son bastante circunscritas y no acusan a Paravicino de ser el jefe de una escuela o el adalid de un nuevo modo de predicar. Nunca el Censor achaca a Paravicino la dificultad intrínseca de su estilo (acusación a la que alude Paravicino de manera sistemática en las dedicatorias de sus sermones impresos), ni tampoco aparece la crítica de un sistema de pensamiento basado en el concepto, fruto del ingenio (en el sentido que le dará Gracián y no sólo en el anodino «concepto predicable»). El Censor no entra en la coherencia de Fray Hortensio, ahí donde radica su verdadera dificultad; se sitúa en el plano de la “imagen de marca” externa que da de sí mismo el predicador, su posición casi “moral” se podría decir, o sea la notoriedad de su personalidad, usurpadora, según el Censor, de una fama falsa que merecía ser denunciada a la luz pública.

7Esta Censura fue rebatida, pues, como dijimos, por don Juan de Jáuregui en su Apología por la verdad. Esta obra consta de cuarenta y cuatro folios, o sea una extensión muy superior al texto de la Censura. En su dedicatoria al conde-duque, Jáuregui puntualiza y repite que no conoce al autor anónimo de la Censura, y que si escribe esta Apología por la verdad no es para defender al predicador impugnado, sino en nombre de la verdad y de la razón:

Yo no salgo aquí a la defensa del autor impugnado; no apruebo ni repruebo su obra; la Censura sola examino, en beneficio de algunos que por insuficiencia o pereza no averiguan sus desconveniencias, o están engañados en ellas. Algunas satisfacciones mías serán forzosamente más largas que las acusaciones, porque el marañar en confuso es obra fácil y breve, cuanto largo y difícil el desenvolver la maraña (Preliminares).

8De manera general Jáuregui adopta el mismo procedimiento lineal que el autor de la Censura y examina el texto siguiendo fielmente el desarrollo del ataque. Se dirige directamente al autor anónimo:

Al Censor del Panegírico. Llegó a mis manos un cuaderno de muchos que V. m. (sea quien fuere) ha divulgado estos días contra la Oración o Panegírico que se predicó a Su Majestad en honras de su padre (Apología, f. 1).

9Los folios 1-8 responden al Prólogo del opúsculo, mientras que, a partir del folio 8v. Jáuregui sigue la Censura plana por plana hasta el final del folio 37. Los folios 38-44 versan sobre la segunda censura redactada contra el Epitafio o Elogio funeral. El examen realizado por Jáuregui no tiene un desarrollo uniforme: se demora o pasa rápidamente según la importancia que merece, según él, la acusación expresada o, mejor dicho, la importancia del error que quiere corregir. Desde el principio Jáuregui pone al desnudo la posición del Censor, introduciendo, no sin una fina ironía, una primera cita textual que volverá a emplear también en la conclusión:

Entra V. m. en su Prólogo con misteriosas preñeces, lamentando el siglo presente, abominando de su ignorancia y afirmando de sí estas palabras: Los que tenemos obligación de saber algo, igualmente nos corre de examinar lo que se estima.

Y después:

Sirva esta censura el oficio de Luz, que es descubrir verdades que ocultan las tinieblas, etc. Sin leer lo interior del papel, desde este principio me llevó luego la curiosidad a ver también el remate, donde hallé estas aclamaciones: ¡Oh Verdad, hija del tiempo! ¡Oh Luz hermosa, cuanto más alta más divina! ¡Oh Sabiduría! ¡Oh Erudición! a ti sola venero, tus secretos adoro, todo vulgo profano aborrezco. Estas prefaciones magníficas y estas invocaciones misteriosas y venerandas me persuadieron a esperar milagros, pues en una Corte española, donde forzosamente concurre la primera erudición del mundo, se ofrecía V. m. a desterrar tinieblas como luz verdadera que alumbra todo hombre o, como autor del saber a cuyo conocimiento dice que se halla obligado, cuyas luces y misterios arcanos juzga por propios, tan exento de profanidades. Vide ergo (dice Cristo) ne lumen quod in te est tenebrae sint [Luc. 11]. (Apología, f. 1).

10En las dos páginas siguientes, sin dejar de burlarse del anónimo Censor, repite su propósito de situarse en el terreno de la verdad y de la razón. En esas páginas trasparece el verdadero propósito de Jáuregui, que es denunciar la maligna intención y las maniobras deshonestas del Censor a quien, muy probablemente, había identificado.

11Cuando el Censor, después de reconocer la fama de Fray Hortensio Paravicino (llamado aquí «el Autor»), lo ataca directamente:

No puedo negar que el Autor es tenido por elocuente, pero también confieso que la profesión que hace de singular y las querellas que publica de la infelicidad de su estado (es palabra suya) han movido los ingenios más sosegados a mostrarle que no toda infelicidad es ironía, ni la seguridad es acierto, en especial en este papel en quien consagra (tanto de él se satisface) su nombre a la inmortalidad, como si le escribiera con puntas de acero en hojas de diamante, siendo todo el empleo de él en dos libros vulgares, conocidos, manoseados. Manchas que no merecen ser lavadas con agua del olvido… (Censura, f. 281 r),

lo que contesta Jáuregui es significativo de su estrategia. Ataca a su vez de manera muy recia:

Esto no es más que furor colérico, muy aprisa manifestado. Son palabras solas que, no habiendo después de probarse, ni con infinita distancia, sirven sólo de mostrar el ánimo y de que se vea en los umbrales la vehemente pasión de la Censura; y para mejor conocerlo importa averiguar esta cláusula. (Apología, f. 2)

Y, un poco más lejos, sigue insistiendo:

Y cuando V. m., por su antojo, dice que imita planas el Autor, ya se ve que no es prueba en los pleitos el simple dicho de la parte. Presente papeles, léanse los autores que cita por imitados, que en ellos todo recto juez verá que apenas hay sombra de imitación, cuanto menos columnas o planas (Apología, f. 12v).

  • 4 Si Jáuregui insite tanto en decir que el Censor acusa y no da pruebas, bien podría ser que las copi (...)

12Pero hay que reconocer que Jáuregui pasa por alto las referencias que proporciona el Censor en sus notas marginales4, las cuales remiten a pasajes precisos de los autores supuestamente plagiados por Paravicino. Impresionante es la erudición del Censor. Todos los puntos que aduce están perfectamente situados en las obras (de gran extensión) de Márquez, de Baeza o del sermón de Páez. No sólo conoce —y utiliza— la Escritura, los Padres y los comentaristas, sino que se vale perfectamente de los exegetas modernos. Tampoco olvida, al escribir su Censura, lo que se ha publicado en la actualidad más reciente, tanto en el dominio sagrado como en la literatura profana. Así, por ejemplo, se acuerda de una palabra (lilio) empleada por Góngora o de unos versos de poemas de Paravicino que sólo circulaban en copias manuscritas. Hay que decir que, del lado opuesto, no es menos impresionante la erudición de Jáuregui. Es perfecto el dominio que tenía el sevillano, aunque no era clérigo, de la Escritura (comparando, cuando es necesario, la traducción de los Setenta con la Vulgata de San Jerónimo), de la Patrística, de los comentaristas y de autores modernos. A menudo, en esta Apología por la verdad que rebate la anónima Censura, estamos en presencia de una verdadera “disputa” escolástica de perfecto desarrollo, que no vacila en entrar en los más mínimos detalles. En ella, por fin, Jáuregui ensancha el problema, recordando que tanto el empleo de referencias a episodios de la Escritura como las citas de los Padres, de Santos o de otros autores (lo que se llamaba entonces los “lugares”) para ilustrar y autorizar el discurso del orador, era cosa, más que corriente, totalmente obligada en la oratoria sagrada del Siglo de Oro:

Cuando Baeza o Páez acotan con Tertuliano, Salustio o San Cirilo y el Autor con los mismos, dice V. m. al momento que traslada a Páez y Baeza. Respondo lo que ahora decía del sagrado Texto que alegar unos mismos autores, no es imitarse aquellos que los alegan, es sólo un concurso forzoso en valerse de antiguas doctrinas y acudir a las fuentes donde se hallan (Apología f. 29).

  • 5 Véase a este propósito Rico García, 2001, pp. 98-99.

13Estamos aquí en pleno debate sobre la licitud de la imitación. Varias veces en la Apología Jáuregui desarrolla el concepto de imitatio5. Insiste en la distinción entre imitación, plagio y traslación. Una y otra vez hace el elogio de las virtudes de la imitación. Para él, imitar a los grandes autores es lícito, con tal que la imitación sea recta y con miras al mayor bien de todos. Al defender a Paravicino, Jáuregui afirma:

Ahora vamos a que los libros [imitados] fuesen manoseados de la gente de estudio ¿quién duda que sucede así a los mejores? y que no dejarse de la mano es su mayor calidad a que mira el precepto de Horacio: Vos exemplaria Graeca nocturna versate manu, versate diurna. Los ejemplares mejores, cierto es que de noche y de día se manosean, y los malos viven intactos. Cuando imitamos a Platón y Aristóteles, a Ambrosio, Agustino y Jerónimo ¿sería bien culparnos porque son conocidos sus libros y manoseados? (f. 2v-3r).

Y, un poco más lejos, subraya aun más lo dicho aquí:

… ya no quiero suponer la verdad: doy que lo sea mil veces haber imitado el Autor muchas galas y adornos ajenos. Cuando esto fuera asi (pregunto) ¿quién hay que lo juzgue por culpa? Antes es forzoso alabarlo, viendo usar siempre lo mismo a los excelentes autores. Pues si comentamos a alguno, apenas contiene sentencia o cláusula que no se halle semejante en otros a quien pudo seguir, sin que esto se atribuya a defecto, sino a estudio y acierto muy grande (f. 12v-13r).

14 Nada extraño en esto. El mismo Baeza no procuraba escribir una obra de ingeniosa originalidad, sino que su abierta finalidad era proponer un libro útil para sus futuros lectores. En su interesante prólogo a esos lectores (Auctor lectori), el jesuita subrayaba la importancia de recurrir a los comentarios antiguos de la Patrística, verdadero maná para el alimento espiritual, y declaraba que su libro era una reelaboración de muchos elementos de la exégesis tradicional. Después de recordar el cántico de Moisés en Deut. 32, 2 (Caiga a gotas como la lluvia mi doctrina / Destile como el rocío mi discurso), terminaba confesando su deseo de brindar elementos aptos para nutrir y fecundar futuras obras ajenas:

  • 6 Traducción nuestra. El texto latino de Baeza dice: «Ego, in extremis terrae dimissus, ac despectus, (...)

Yo, apartado hasta los confines de la tierra y despreciado, me beneficio de la potencia de Dios, el cual, desde los confines de la tierra, conduce las nubes para que mi doctrina se agolpe en lluvia y que mi discurso, dividido en pequeños párrafos, fluya como el rocío. Esto, como lo espero, amable lector, no será infecundo para el mundo6.

15Muy revelador de este ánimo generoso es el hecho de que en los apéndices de sus obras, tanto sus Commentaria allegorica et moralia de Christo figurato in Veteri Testamento como sus Commentaria moralia in Evangelicam Historiam, figuren varias tablas: en particular una tabla de cosas notables o lugares comunes (loci communes), cosa bastante frecuente en los sermonarios y libros de exégesis, y otra, cosa poco frecuente, para el uso de los predicadores (Ad concionatorum usum) según el calendario litúrgico. La erudición, tanto profana como religiosa, era el lote común de muchos ingenios de entonces.
  

16El caso del Padre Páez es algo distinto. Hay que notar que los dos trinitarios (ambos fueron provinciales de su orden, el uno en Portugal y el otro en Castilla) se conocían perfectamente y entretenían estrechas relaciones. No por casualidad aparecen reunidos sus dos retratos grabados (por Francisco Quesádez) en la portada de la Segunda Parte de la vida, muerte y honras del Venerable Padre Maestro fr. Simón de Rojas por Fray Francisco de Arcos, Madrid, 1676. No se puede negar que algunas frases son muy parecidas o, a veces idénticas en el Epitafio o en el Panegírico de Paravicino y en el Sermão funeral de Páez. El Censor se regocija al denunciar, con punzante ironía, los que llama «hurtos» de Fray Hortensio en su Epitafio. Pero conviene recordar la cronología. El rey Felipe III falleció el 31 de marzo de 1621. Paravicino redactó entonces sus Epitafios o Elogios funerales así como el Epitaphium latino, y los dio a la imprenta casi inmediatamente. El opúsculo salió de las prensas de Tomás Junti a últimos de mayo (o primeros días de junio) del mismo año. Por entonces, en Lisboa, «Em hum officio, que os Irmãos da Irmandade de todos os Sanctos dos Officiais e Criados de sua Magestade fizerão, conforme ao seu Compromisso», Frei Baltezar Páez predicó su oración fúnebre, que salió impresa, por Pedro Craesbeek, a finales del mes de julio (con imprimatur del 22 de julio y licencia del 23), o sea, más de un mes después de la publicación del Epitafio o Elogio funeral de Paravicino. Como queda dicho, en ambas obras existen frases enteras muy parecidas o casi iguales, lo que, de ningún modo puede considerarse como mera casualidad. Hubo, está claro, contacto directo. Dadas las frecuentes relaciones entre los conventos trinitarios es muy posible que Frei Baltezar Páez recibiera muy rápidamente el Epitafio impreso. También se puede alegar que los manuscritos circulaban con toda rapidez. Pero cabe señalar que entre la muerte de Felipe III (a últimos de marzo) y la impresión del Epitafio apenas pasó más de un mes. Es poco verosímil, pues, que Paravicino pudiera recibir en el entretanto el borrón manuscrito del sermón de su hermano de hábito. Pero que Frei Balthesar Páez recibiera el Epitafio de Paravicino antes de predicar su sermón es mucho más plausible.

17En cambio, las cosas son diferentes, y más complicadas, con las semejanzas entre el Panegírico funeral de Paravicino y el Sermão de Páez. Es verdad que el texto de Páez es indudablemente anterior al segundo texto de Paravicino (1625). Pero también es verdad que este último repite a veces en sus dos obras los mismos argumentos con las mismas palabras y los mismos conceptos, como lo subraya detalladamente el mismo Censor. De modo que uno puede hacerse la pregunta de quién imita a quién: si Paravicino a Páez o si Páez a Paravicino. En realidad las coincidencias se reducen a cuatro. Jáuregui, después de declarar: «Y porque no se piense tocamos en el crédito del padre maestro fr. Baltasar Páez, infiriendo que imitó al Autor», intenta minimizar el asunto advirtiendo «que las menudencias en que concuerdan, o son de lugares comunes o alegaciones de santos, o modos brevísimos de locución, que ni importa sean imitados, ni que dejen de serlo» (f. 39v). Pero, al final, saca la conclusión siguiente:

En esta nota trae V. m. muchas cláusulas expresas del Autor y de Páez y también dice que toda la plana a la letra es traslado del otro sermón, caso bien prodigioso para quien ha visto lo que ya dijimos y sabe por las fechas notadas, quién pudo trasladar a quién, cuando algo fuese el traslado (f. 42r).

Las demás acusaciones

Los títulos de Paravicino

18Recordémoslos: Epitafio o Elogio funeral con el Epitaphium / Panegyrica inscriptio en 1621 y el Panegírico funeral para la Oración fúnebre de 1625. Como bien es sabido, la oración fúnebre tuvo siempre en la liturgia católica (y desde los primeros siglos) una marcada importancia y, en España, durante el Siglo de Oro, cobró una resonancia social considerable. Fray Hortensio, que se lució bastante en tal ejercicio, tenía conciencia de haber favorecido el abandono (o por lo menos la disminución) de la dimensión litúrgica del “sermón fúnebre” en pro del aspecto panegírico del discurso, con la exaltación de las virtudes y méritos del difunto. La acusación del Censor no es, pues, gratuita y va más allá del mero uso de las palabras y de su adecuación con la tradición de los clásicos. Por eso se vale, con certera erudición, de ejemplos escogidos en los grandes autores latinos (Horacio, Plinio, Cicerón, Quintiliano, Plutarco), eclesiásticos (San Jerónimo, San Bernardo, Tertuliano) y modernos (Celio Rodiginio, Justo Lipsio). A su vez aquí Jáuregui le refuta, con extremada atención y precisa erudición, y justifica el empleo de esas palabras por Fray Hortensio, remontándose a veces hasta las palabras griegas. De paso amonesta al Censor que había citado a Quintiliano a través de Celio Rodiginio («lo que dijese Quintiliano, en él se ha de buscar y aprender, no en el moderno que lo cita»), antes de desarrollar su argumentación basada en numerosas autoridades (Dionisio Alicarnaceo, San Isidoro, Quintiliano, Escalígero, Plinio, Isócrates, Claudiano, Tibulo, Mario Nizolio, Nicetas y Plutarco). No se trata de hacer muestra gratuita de erudición, pero sí de valerse de argumentos adecuados y eficaces. Con lo cual queda patente que Jáuregui tenía una amplia cultura, incluso en el dominio religioso, y que sabía valerse de esa cultura con la mayor soltura cuando lo necesitaba.

La ausencia de decoro

19Se trata de los reproches que dirige el Censor a Paravicino en cuanto al uso de ciertas palabras y expresiones que él juzga poco apropiadas o contrarias al decoro. Como, por ejemplo, cuando fray Hortensio, después de dirigirse al rey con «Vuestra Majestad» prosigue con un «su padre». El Censor, no sin razón, preconiza «vuestro padre». Poco después censura el no haber añadido la fórmula «Señor nuestro» tras la mención de «la Majestad de Felipe IV» o la expresión «la iglesia a quien reina» que juzga peligrosa y preconiza «para quien reina». Predicando en la Capilla Real, fray Hortensio había dicho; «Yo digo delante de vasallos e hijos», cuando el decoro exigía el orden inverso «hijos y vasallos». A semejantes censuras, verdaderamente de poca importancia, Jáuregui responde las más veces con ironía.

El manejo de la Escritura

20Hay también un grupo de censuras que reúne las que versan sobre puntos de fondo relativos a la Escritura. El Censor se demora largamente, comentando nimios detalles, como si ignorara el sentido general que quiere subrayar el predicador. Por ejemplo, se explaya durante diez páginas censurando el que Paravicino haya fechado la salida de los Hebreos fuera de Egipto al «día catorce», cuando el texto del Éxodo dice «el día quince» para el tránsito del mar rubio y «el día catorce» para la Pascua o Fase, sin querer ver que el predicador aludía a la globalidad de los acontecimientos.

La expresión

21El último punto que examinaremos toca a la forma misma de la expresión o la elocutio de la retórica. Como queda dicho, no se trata de un ataque frontal contra la “nueva predicación” culta de la que Paravicino era el reconocido adalid, sino de censuras circunscritas que no llegan a formar un conjunto coherente, aun cuando se nota que el anónimo autor del Antihortensio es adepto de la predicación más tradicional de los años anteriores a la emergencia del culteranismo y del conceptismo. Véase el pasaje en el que el Censor reprehende el empleo de «asombrar» en el sentido de ‘hacer sombra’ en la frase «Suelen las nubes del ocaso aún asombrar el sol antes que se ponga» (Panegírico p. 41). El Censor se extraña ante lo que hoy llamamos «un cultismo de acepción»: «Hasta ahora habíamos entendido que asombrar era de asombro y no de sombra» (Censura f. 286v). En realidad, asombro viene también de sombra: tal es el caso del caballo que se asusta de su propia sombra. Los últimos renglones del Antihortensio agrupan algunos «modos de hablar» de Fray Hortensio que censura el anónimo erudito:

Por no ser crítico demasiadamente escrupuloso no reparé en algunas llanezas muy caseras como de Moisés que se andaba por las zarzas de Su Majestad, que hizo los asientos del dinero, que no se halló mentira en su boca, no hizo mal a nadie, ni en otras cosas que no menos necesitaban de examen, como llamar a la experiencia sabiduría, topar con la obediencia, cuando ella había de guiar a la ejecución. Y aquellas voces tan cultas ¿quién las sufrirá?: pasmosas, acabamiento, ruidoso, a las escuras, desacredito, espirituoso, largar, quizá, estruendoso, atinados y otros.
  

22El Antihortensio se presenta, según indica el título, como un ejercicio de erudición, y la refutación de Jáuregui, en la Apología por la verdad, es a su vez un espléndido ejercicio de erudición donde se perfila mejor su personalidad, así como su estética literaria y las características de su credo poético. Los dotes de polemista que se manifestaban ya en el Antídoto o en la Carta al Maestro Lisarte de la Llana. El Licenciado Claros de la Plaza, su discípulo, hijo de Llanos de Castilla y Plaza se vuelven a encontrar en la Apología por la verdad, en la que Jáuregui maneja perfectamente el humor y la ironía para triunfar mejor de su adversario. Ese adversario anónimo no ha sido identificado, ni tampoco los diferentes «ingenios más sosegados» en nombre de los cuales parece expresarse. Quizá algún día sea posible saber quién era y entender así las razones de su enemistad. Lo seguro es que conocía perfectamente el mundo de la predicación y particularmente a Fray Hortensio y su “circunstancia”. Había leído sus sermones impresos y también su obra poética que sólo corría en copias manuscritas. Era capaz de reconocer la influencia de Góngora e incluso citar versos aislados del vate cordobés, todavía no impresos en 1625.

23Parece evidente que Jáuregui había identificado al anónimo Censor. El tono empleado y las puyas que dirige al «desconocido» delatan una enemistad personal: con entera satisfacción Jáuregui se mofa del Censor para ridiculizalo, poniendo de relieve (a veces con mala fe) la inanidad de sus acusaciones. El erudito Censor, es cosa cierta, era un enemigo de Paravicino, pero al mismo tiempo debió de ser un adversario del mismo Jáuregui. A finales de 1625, éste se hallaba comprometido en una doble polémica y tenía que hacer frente a la vez a los gongoristas, que no le perdonaban su Antídoto, y a los lopistas, tras la publicación de su Orfeo y la del Orfeo en lengua castellana del seudo Montalbán. Fray Hortensio Paravicino, que sabía muy bien cultivar fieles amistades con ingenios de la Villa y Corte, no sólo muy diferentes, sino a veces separados por aguda rivalidad o profunda enemistad, conservó entrañables lazos a la vez con Góngora, con Lope y con Jáuregui. Ya en 1617 había firmado una de la aprobaciones para las Rimas de Jáuregui, que a partir de 1619 iba a residir en Madrid, donde visitaría a Paravicino en el convento de la calle de Atocha, tejiendo amistades, particularmente en 1620, cuando Lope de Vega organizó la Justa poética para la beatificación de San Isidro, y también en 1622 para las fiestas organizadas para la canonización del santo patrón de Madrid. A pesar de sus denegaciones, Jáuregui, con la Apología por la verdad, salía en defensa del trinitario impugnado, a la vez que le movía una fuerte enemistad para con el anónimo Censor. No obstante la constante amistad que unía a Lope de Vega y Paravicino, la hipótesis más probable es que el anónimo Censor debía de ser uno de los amigos del Fénix, un ingenio de la Villa y Corte, implicado en la querella o discordia entre Lope de Vega, alias «licenciado don Luis de la Carrera», y Jáuregui, alias «licenciado Claros de la Plaza».

24En todo caso el texto completo de este Antihortensio, recientemente descubierto, merecía ser publicado en su integralidad. La Apología por la verdad no ha recibido de los estudiosos de don Juan de Jáuregui todo el interés que merece y es de desear que se realice en breve una edición moderna que la haga accesible a todos cuantos se interesan por las polémicas literarias del Siglo de Oro.

Criterios de edición

25La presente edición consiste en la transcripción del manuscrito titulado Antihortensio incluido en el códice facticio Epsilon 32.3.4 (estero 198) de la Biblioteca Universitaria Estense de Módena. De manera casi segura se puede afirmar que no se trata de un autógrafo, sino de una transcripción realizada por un copista o amanuense (probablemente retribuido), ya que sabemos, por Jáuregui, que se divulgaron, en el Madrid de 1625, «muchos traslados» o copias manuscritas. Se trata de un trabajo muy limpio, de buena grafía y de rigurosa y coherente presentación. A pesar de todo, el copista cometió algunos errores: equivocaciones u omisiones de palabras, repeticiones en la transcripción, que indico en nota.

  • 7 En el manuscrito, se escriben (casi) sistemáticamente con mayúsculas las palabras siguientes: Cordo (...)

26Tratándose de una copia, no se puede saber si la grafía es la del anónimo autor o si es de la responsabilidad del copista. Era pues de dudable interés realizar una edición respetuosa de las grafías presentadas por el manuscrito de Módena. Se conservan los casos de relevancia fonética: «conceto», «efeto», «perfeto», «agora», «merecello», «coluna», «mesmo», etc., así como los casos de aglutinación de la preposición de. Se resuelven, por otra parte, todas las abreviaturas, mientras que la puntuación, tanto como el empleo de las mayúsculas7, es de mi exclusiva responsabilidad.

27Indico entre corchetes y en negritas (por ejemplo [281]) la numeración de los folios del manuscrito; también entre corchetes, incorporo al texto las numerosas notas marginales del manuscrito. Para las obras de Paravicino, Márquez, Baeza y Páez, cito por las ediciones del siglo xvii, respetando estrictamente las grafías de los textos originales, como es el caso también para la transcripción de las notas marginales, muchas veces difícilmente legibles.

28Antes de cerrar esta presentación quiero expresar aquí mi profundo agradecimiento a todos cuantos me han ayudado: Anheke Goovaerts, del Agustijns Historisch Instituut de Bélgica; Henri Lamarque, perfecto conocedor de las obras latinas de Petrarca; André Gallego, José Enrique Laplana Gil y Luis Gómez Canseco, que resolvieron varias dificultades; Francisco Henares y Jean Croizat-Viallet, que han traducido en parte el pésimo latín de Baeza. También manifiesto mi agradecimiento a los bibliotecarios del Institut Catholique de Toulouse, que me atendieron con eficaz solicitud, cuando la Universidad del Mirail estaba bloqueda.

29La presente edición del Antihortensio es una de las (últimas) prolongaciones de mi tesis doctoral, dirigida por Robert Jammes. A él quiero expresar mi inmensa gratitud. Siempre sus consejos y sugerencias fueron, y siguen siendo en el caso presente, signos de una amistosa cordialidad que no oculta una inconfundible erudición y una sabiduría prodigadas con el estilo que sólo poseen los verdaderos maestros. Por fin, agradezco a Marc Vitse, redactor, con Odette Gorsse, de nuestra revista Criticón, a la que tanto debo, los numerosos consejos, correcciones y complementos que se imponían. Su merecida fama de exigente y riguroso corrector es de gran notoriedad entre los siglodoristas y merece, además de mi viva amistad, mi más sincera admiración.

30Folio 281r

31Folio 281v

Antihortensio o ejercicio de erudición al erudito don N.

  • 8 Resumiendo estas primeras frases: ‘Admirable es nuestro siglo para los que no conocieron las costum (...)
  • 9 El Censor manifiesta un “elitismo” que se explicita a continuación en la cita de San Jerónimo.
  • 10 Instituir: «Vale también enseñar o instruir» (Auts.).
  • 11 El Censor traduce aquí, bastante correctamente, dos pasajes de la epístola Ad Nepotianum Presbyteru (...)
  • 12 En el manuscrito, hay un y antes del que que sigue.
  • 13 Corneja: desde la fábula de Esopo, la corneja simboliza alguien que se luce con galas que no le per (...)
  • 14 Los libros vulgares (en el sentido de «común, generalmente admitido, usado u sabido» según Auts.) s (...)
  • 15 Vender novedades de la África: El dicho no se ha podido registrar. Aquí, el Censor acusa a Paravici (...)
  • 16 La hermandad pitagórica fundada por Pitágoras estaba dividida en estudiantes y oyentes. Enseñaba di (...)
  • 17 Se cita aquí la obra C. Plinii Secundi Panegyricus Trajano dictus, cum commentario Justi Lipsii, ju (...)
  • 18 El texto latino que proporciona el Censor es incompleto y además está muy corrompido. Petrarca, en (...)

32Admirable es, señor mío, el siglo que alcanzamos a los que no conocieron las costumbres de los pasados y no han visto en la erudición retratado con colores propios lo que en éste los suspende. En ninguno faltó quien lograse las ignorancias de los que debían saber y las simplísimas orejas de los que no debían, fiando en sus aclamaciones la estimación de sus letras8. ¡Crédito mal seguro con todos y con los sabios desesperadamente falido9! Instituía10 Jerónimo, hermosa luz de la divina y humana sabiduría, un orador eclesiástico, y decíale con ardiente espíritu: «No te quiero declamador ni locuaz, quiérote entendido en los misterios, y en los sacramentos de tu Dios eruditísimo, que granjear la admiración del vulgo ignorante con la facilidad o artificio de la lengua siempre fue de indoctos hombres. Oh ¡qué fácil es de ver engañado de una lengua veloz o singular el oyente que no sabe, porque no debe, o la vilísima plebe que tanto admite lo que ignora!». Hasta aquí es de San Jerónimo [ep. ad Nepot.]11. De manera12 que como esta suspensión nace de la seguridad o la ignorancia, a los que tenemos obligación de saber algo igualmente nos corre de examinar lo que se estima, cautelosos que el brillante resplandor o el afeite lisonjero nos venda por oro o por hermoso lo que no lo es, o que la gala de la corneja13 sea prestada, y en vez de quien hizo el beneficio usurpe los loores el que le recibe y disimula. Vi este día una Oración fúnebre (Panegírico la llama el autor) a la gloriosísima memoria del señor rey don Filipe III, con dos Epitafios o Elogios (así también los llama) a su sepulcro. No puedo negar que el autor es tenido por elocuente; pero también confieso que la profesión que hace de singular y las querellas que publica de la infelicidad de su estilo (es palabra suya) han movido los ingenios más sosegados a mostrarle que no toda la infelicidad es ironía, ni la seguridad es acierto, en especial en este papel, en quien consagra (tanto dél se satisface) su nombre a la inmortalidad, como si la escribiera con puntas de acero en hojas de diamante, siendo todo el empleo de él en dos libros vulgares14, conocidos, manoseados. Manchas que no merecen ser lavadas con agua del olvido, en quien nos vende las novedades de la África15 y contiende con Plauto sobre la len[281v]gua de las musas, o con Homero sobre el principado de la sabiduría, pues no habrán llegado a tanto estremo que quieran ser como Pitágoras16, que baste haberlo dicho para que los no discípulos se sujeten. Ya parece que el autor previno estas tormentas llamando a su oración y elogio Panegíricos, género de decir casi poético dice Justo Lipsio [Lips. ad Panegy. Plinii in argum., lib. 3, ep. 13]17, y que no desdeña lector que, ocioso y delicado, se pague (como dijo Plinio el Menor, gentil artífice de estas oraciones) solamente de palabras. Con que este autor se desempeñó de las cosas, tomándolas de quien tuvo más cerca (sea quien fuere), regalándose con la flor como poeta sin reparar en ingerir los fructos más ajenos, y aun (como he de hacer demonstración) no pocas frasis y palabras que, como si fuesen propias, le deleitan. Sirva pues esta censura el oficio de la luz, que es descubrir verdades que ocultan las nieblas de la vulgar estimación. Aunque, confieso, quedo con recelo que cosa recibida con tanto gusto haya ganado en los oídos lo que la fábula del amor de Dido y Eneas, que fingió tan delicadamente el gran Poeta, cautivando con la hermosura de sus versos, hasta no querer oír los hombres la verdad por no perder —dice Francisco Petrarca— la posesión ya prescripta de una tan dulce maraña. Verique locum (uso de las palabras breves que me fían) dulcedine obtinuisse fingentis usque adeo ut iam homines tristes, qui inviti verum audiant, ac praescripta dulcis posesione mendacii spolientur18. Por eso deseo lector con quien sea más poderosa la verdad que la dulzura.

  • 19 El Censor condensa aquí en dos versos los cinco primeros del Arte poética de Horacio: «Humano capit (...)
  • 20 Ludovico Celio Rodiginio (1450-1525), humanista italiano que fue maestro de Julio César Escalígero, (...)
  • 21 El género demostrativo o epidíctico se ocupa de hechos pasados y se dirige a un público que ya no t (...)
  • 22 Lucius Licinius Luculus fue destacado político y militar que combatió a las órdenes de Sila. Fue am (...)
  • 23 Caius Sollius Apolinaris Sidonius (San Sidonio Apolinar) nació en Lyon (Lugdunum) en 431, y fue obi (...)
  • 24 Latinus Pacatus Depranius fue un panegirista que floreció a finales del siglo iv. Es autor de un pa (...)
  • 25 Beatus Rhenanus (llamado también Bild), destacado humanista alsaciano (1485-1547), fue amigo de Era (...)
  • 26 Albio Tibulo (55-19 a. C.) es tenido por uno de los mayores poetas del amor de todos los tiempos, p (...)
  • 27 la ignorancia: los que están en la ignorancia, por falta de letras. Para el Censor, fray Hortensio (...)

33Los títulos son desta manera: Panegírico funeral o Oración fúnebre. Otro es Epitaphium, seu honorarii tumuli Potentissimi Regis Hisp. Philippi iii. Panegyrica inscriptio. Admira que se pueda llamar panegírico la oración fúnebre y, no menos, que pudiese venir a pensamiento de erudito panegírica inscripción. Uno y otro es lo de Horacio: Humano capiti cervicem pictor equinam / Iungere si velit, risum teneatis, amici19. Panegyris en su origen significa en Grecia (dice Celio Rodiginio) «todo lo que se agrega, o junta de varias cosas, y diferentes» [lib. 28 Antiq. Lect., cap. 12]20. De aquí se llamaron las ferias Panegyris, como otras juntas de gentes para celebridades o fiestas. Estendiose después la voz a las pláticas que se hacen en ellas en alabanza de dioses, reyes, capitanes. También en la oratoria se llama el tercer género panegírico, que los latinos llaman demonstrativo, aunque Quintiliano —dice Celio— le da la forma de suasorio21. En Plutarco halla aquel autor Nugas panegyricas, niñerías [282r] panegíricas, y que es lo mismo ostentación vana y panegírica. Aun en Luculo22 llama a una noble ramera panegyricam elatam (‘hinchada y ambiciosa’). Pero los más eruditos latinos llaman panegírico la oración laudatoria de algún príncipe hecha en su presencia, en ocasión de gozo y alegría, de cuyo estilo dijeron Justo Lipsio y Plinio lo que vimos. Así fue la de Plinio el Menor a Trajano [lib.8, ep. 10], que Sidonio Apolinar23 con gala dijo «comparable a un príncipe incomparable» [in Elog. Plin.] —y engáñase mucho Justo Lipsio, que le enmienda y lee dos veces incomparable sin entendelle, vicio común de los críticos del tiempo—; la de Latino Pacato Francés24 a Theodosio en tanta gloria de España; las de los otros príncipes que publicó Beato Rhenano25, y otros. Y los poetas usurparon el nombre por la afinidad del estilo, como Tibulo a Mesala, Claudiano a Honorio, y otros26. Pero ¿cuándo se ha oído ni leído la oración fúnebre panegírico? ¿Son fiesta acaso las exequias? ¿No nos enlutamos? ¿No son lágrimas? El mismo autor que así la intitula ¿no la llama «lúgubre ceremonia»? Púsose pues este título ambiciosamente sin ejemplo, y si no, con el que se nos diere dejaremos gozosos la ignorancia27.

  • 28 Estas palabras forman parte, efectivamente, del título de la edición del Panegírico a Trajano edita (...)
  • 29 Se trata de la epístola que escribió Plinio a Vibius Severus tratando del Panegírico a Trajano que (...)
  • 30 Horacio, Ars poetica, vv. 29-30: «qui variare cupit rem prodigialiter unam / delphinum silvis adpin (...)

34 No es menos notable decir panegírica inscripción. Porque panegírico ha de ser por fuerza dicho, no escrito solamente. Y si se gobernó el autor por el título que Lipsio puso al de Plinio: sive dixit, sive scripsit28, debiera considerar lo que dijo aquel discreto cónsul, que primero lo dijo, luego lo escribió [Plin., lib. 3, ep. 18: quod ego in senatu cum ad rationem loci et temporis ex more fecissem bono civi convenienti primum credidi eadem ipsa spaciosius et uberius volumine complecti]29. Y así lo que nació para escrito —y nunca pudo ni podrá ser dicho, como una inscripción—, no se podrá llamar panegírico. Quitemos de una vez la causa del error: no es lo mismo panegírico que alabanza; ha de ser en festividades o gozos, ha de ser dicha, no escrita, no esculpida en mármoles o en bronces con cincel o con buril. A estos peligros se pone quien afecta tan prodigiosamente ser vario hasta poner (como en el Arte dice Horacio) un jabalí entre las ondas, un delfín entre las selvas30.

  • 31 Se pone a riesgo la ignorancia: el Censor acusa de nuevo al predicador real de correr conscientemen (...)

35 En las hojas de los títulos: el maestro fray Hortensio, predicador del rey N. S., de orden de la Majestad Católica de Filipo IV lo dixo. Parece que, por huir el repetir, perdió el decoro. Philippo 4 ¿no más? No es ése el estilo del respeto: por esto, y porque Filipo IV y el rey N. S. no parezcan dos como en estas palabras lo parecen, debiera decir: predicador de la Majestad Católica de Filippo IV N. S., de cuya orden lo dijo. Dirá que se pone a riesgo la ignorancia31 y que así lo diría yo; es verdad, porque quisiera más aventurar una letra que la decencia.

  • 32 Después de publicar en latín su libro Historia de rebus Hispaniae (Toledo, 1592), el Padre Mariana (...)

36 En la epístola a su Majestad: De los admirables méritos de su padre. No se dice decentemente, hablando con los reyes, su Padre. Aquella autoridad venerable de Vuestro Padre, observada con decoro y magníficos títulos, sirve mucho a la grandeza. Léase el Prólogo [282v] del padre Juan de Mariana en la Historia en romance a la misma Majestad del señor rey Philippo III, Mariana autor justamente alabado del nuestro32.

  • 33 Paravicino terminaba su espístola dedicatoria al rey Felipe iv así: «Guarde Nuestro Señor la real p (...)

37 En la misma epístola: la Iglesia a quien reina. No se sufre en materia tan sagrada equivocación ni obscuridad. Bien entendemos que significa para. Más, mucho más glorioso le es a su Majestad ser hijo de la Iglesia que dejar a los simples en inquietud los ánimos de los que llamaron hado la disposición de las causas que ordenó la divina Providencia. Dijo el grande Augustino: Sententiam teneat, linguam corrigat33.

38 Dice pues nuestro panegirista Hállome no medroso… No falta a quien parezca frío el principio de acción tan levantada. A lo menos no nos dará ejemplo de quien no empezase con espíritu casi divino.

  • 34 Rescripto: «Orden o mandato del príncipe, por motu proprio o en respuesta a la súplica o requerimie (...)

39 Plana 1: Y yo digo de él ante vasallos e hijos. Esto es vicio, porque diciendo delante de su Majestad y sus serenísimos hermanos la palabra hijos, está dudosa a su Majestad y Altezas y a vasallos por haber precedido que su Majestad era rey y padre de los suyos. Y inclinando a lo que la real presencia pedía, fue indecoro decir primero vasallos luego hijos. Excusaba el peligro con trocarlos, guardando los grados: ése es el acierto, que porque los rescriptos34 de los príncipes se escriben con tanto, el orden de nombrar en ellos las personas da precedencia en el derecho [L. quoties ff. de vsufruct. l. Gratr. § Si quis … ff. de fideicom. libert.].

40 Plana 2: Me tasa en la misma respiración el intento. ¿Qué quiso decir? ¿El aliento? O, si no, habrase de ver cómo se puede tasar el intento después de concibido, y si esto es más que palabras.

  • 35 injurias: «Analógicamente se llama cualquiera cosa de que se sigue daño o que le causa» (Auts.).
  • 36 distribución: «Figura retórica que se comete cuando se ponen en el discurso muchas partes juntas, y (...)
  • 37 moralizando: moralizar es «discurrir en orden a la enseñanza y documento de las buenas costumbres, (...)
  • 38 Edipos: Edipo, en la mitología griega, fue a consultar al Oráculo de Delfos para conocer lo que ign (...)

41 Plana 2: Porque no ignoré aquel príncipe. Esta palabra, aquel príncipe, entiendo el que es sujeto de la oración; es muy impropria, porque suena persona ajena de la acción. Este príncipe, Nuestro príncipe diría yo, y léola repetida algunas veces. Porque no ignoré aquel príncipe por beneficios y por injurias35… ¿Injurias? ¿Al panegirista se las hizo? ¿Cuándo o cómo? Decir que hizo injuria es vituperio indigno del panegírico, más indigno de tal príncipe. Yo, cuando empezó la distribución36 que se sigue (Pues él fue), en que refiere los beneficios, esperaba que nos dijese las injurias. Faltó a los preceptos, y hizo bien, que es menos malo ofender a Cicerón o Quintiliano que a tan soberana Majestad. Y si, moralizando37, llamó injuria al beneficio, tan fuera del tiempo y ocasión y del rigor de la palabra, no está la copulativa en su lugar. Debiera decir o injurias. ¿Y qué? ¿Siempre se ha de hablar con Edipos38?

  • 39 El texto completo de Tácito, Vita Agricola, cap. XLV, dice así: «Omnia sine dubio, optime parentum, (...)
  • 40 En la nota marginal, se citan, además de Tácito, a Tertuliano (Apologeticus, cap. 6, y Epístola a P (...)
  • 41 La palabra lugares se toma en la acepción actual de ‘citas’. El Censor quiere afirmar que los autor (...)
  • 42 Flavio Vopisco (Flavius Vopiscus) fue un historiador romano del siglo III, nacido en Siracusa. Entr (...)
  • 43 Paulus Osorius (383-420) fue un sacerdote, historiador y teólogo hispanorromano. Visitó a San Agust (...)
  • 44 Guillaume Budé (Guglielmus Budeaus, 1467-1540) fue un muy destacado helenista, jurista y humanista (...)
  • 45 El Censor alude a una frase de los Epitafios o Elogios funerales (de 1621, reimpresos en 1625) que (...)

42 Plana 3: El gran político. Entiende el panegirista a Cornelio Tácito [Tácitus in Vita Agricola: Omnia superfuere honoribus pausioribus tamen lacrymis compositus es, de Tácito39; Tertul. in Apolog., c. 16; ibi Pameliam., n. 235; Francis. Bald., Ad Minucii Octavius; Sixtus Sen., lib. 2, Biblioth., verbo Maria stirps; Marq., lib.1 del Govern. Christ., c. 25]40. Los lugares le dan decente a los autores41. Hame maravillado que en púlpito cristiano se nombre con título de tanta autoridad y respeto [283r] este historiador, fuente de los errores políticos del tiempo, «mentirosísimo» como le convence Tertuliano y le reconoce Flavio Vopisco42, «vil adulador» como le llama Paulo Orosio43, «blasfemo e imponedor de delictos a los primeros cristianos» como le nota Budeo44 y él da bastante testimonio. ¿Y con este hombre se autoriza una oración cristiana y religiosa? Y que sea nombre de honor el gran político lo convence llamar el panegirista milagro político haber su Majestad vencido los herejes de Alemania45.

  • 46 Comparemos los dos pasajes: Paravicino: Infelicidad de los Oradores sería, pues, como por de Salust (...)

43 Plana 3: Pues como por de Salustio dijo San Jerónimo. El padre maestro fray Balthazar Páez, de la orden de nuestro autor, predicó e imprimió en Lisboa un sermón a las honras mismas del señor rey don Filipe III. Deste sermón se trasladó en esta Oración buena parte. Dice pues ahora [f.1, § 2]: E porque, como dice São Hierónimo citandoo de Salustio: «Eorum qui fecere» etc.46.

  • 47 Es un caso en que Paravicino se inspiró directamente de Baeza: Paravicino: Entro, pues, como temera (...)

44Plana 4: Así lo sintió de otro grande rey el mayor voto. El padre Diego de Baeza, de la Compañía, imprimió el año de 23 un libro sobre los Evangelistas, que anda en las manos de los predicadores más noveles. Deste autor se trasladó otra parte no menor. ¡Tanto le deleita estudiar en libros extraordinarios y antiguos! Ahora, desde esta palabra hasta el fin de la plana 5a (permitían a los labios), trasladó de Baeza pensamientos, lugares, ponderaciones, cláusulas y palabras [lib. 5, c.1, § 6]47.

45 Plana 5: Dulce y entendidísimo rey. «Dulce rey» en estilos heroicos es extremada elegancia y no lo es menos la junta de «dulce» y «entendidísimo». Reglas serán para las otras edades.

46 Plana 5: Ofrecer pudiera sino hostias nuestro sacrificio, votos a lo menos nuestro cuidado. El sacrificio no ofrece hostias, sino el sacerdote. Y ¿qué será el cuidado? Ofrecer votos: ¡qué palabra tan voluntaria!

  • 48 Las coincidencias son las siguientes: Paravicino: Mas si de ver en el sepulcro los Ángeles juzgó la (...)

47 Plana 6: Mas si de ver en el sepulcro los ángeles. A la letra, con el lugar de San Jerónimo, Baeza en el lugar referido [lib. 5, cap. 1, § 6]48.

48 Plana 6: Templada la armonía divina a consonancia humana. La armonía no se templa, antes resulta del acorde templar del instrumento.

  • 49 Siguen las coincidencias: Paravicino: Los verdaderos fieles è hijos suyos (que son el Israel de Dio (...)

49 Plana 6: Los verdaderos fieles. A la letra, con el lugar de de San Gregorio Niseno, el padre Baeza [lib. 5, cap. 1, § 8]49.

50 Plana 7: Estrella que en perpetuas eternidades manche hermosamente de luz. «Bañe» querrá decir el panegirista, o deberémosle el conocimiento de que la luz mancha, y de que hay más manchas hermosas que lunares.

  • 50 La Biblia relata la salida de Egipto y el paso de los hijos de Israel entre el Mar Rojo en el Éxodo (...)
  • 51 En Números 33, 3: «Partieron de Rameses el primer mes, el día quince del primer mes. Al día siguien (...)
  • 52 Epístola a Fabiola.
  • 53 Gilbertus Genebrardus (Gilbert Genebrard) fue religioso y teólogo (1535-1597). En 1584 publicó su N (...)
  • 54 Efectivamente, es el texto del versículo 13 del Salmo 135: «Al que dividió en partes el Mar Rojo…»
  • 55 En Éxodo 14, 24: «A la vigilia matutina…».
  • 56 La frase citada de San Jerónimo está sacada de la Epístola Ad Pammachium de optimo genere interpret (...)

51 Plana 9: En el día catorce, día en los anales divinos célebre por haber sucedido en él la redención hebrea, las divisiones pasmosas [283v] del Mar Bermejo y el naufragio escandaloso de Faraón en sus ondas… Bien se puede exornar con la verdad que esto es contra la Escritura50 tan expresamente que no admite jueces árbitros, y me admira que se predicase en púlpito y se publicase, dando a la estampa lo que es tan evidentemente contra el Texto. Lo primero erró en decir que la redención hebrea fue a catorce, porque esta redención es la salida de Egipto, que fue a quince. Así dice el capítulo 33 de los Números: Profecti igitur de Rhamesse in mense primo, in quinta decima die mensis primi, altera die Phase51. El Fase fue a catorce, que es la cena del agno típico, cuando sucedió la muerte de los primogénitos; un día después, la salida de Egipto, a quince. Y ahora se cuenten los días festivos o no festivos de los hebreos desde la tarde a otra tarde (como quiere una opinión), ahora desde la mañana a la noche (como quiere la otra y más común), siempre la salida se cuenta un día después de la cena, la cual cena fue a catorce. Y en correspondencia de esto, la cena de agno típico era a catorce, y el primer día de los ázimos a quince. Y en esto no hay ni hubo opinión, porque el texto está muy claro [Esto consta a la letra del cap. 14 del Éxodo]. Lo segundo, erró en poner la división del mar a catorce. Subieron los hebreos el catorce en Egipto, el quince salieron de Rhameses, la postrera ciudad de aquella provincia. Caminaron hasta el Mar Bermejo, donde hicieron la cuarta mansión desde la salida, de las cuarenta y dos que declara San Jerónimo a Fabiola52. Llegaron al mar a prima noche. Llegaron luego los gitanos, y después dividió Moisés las aguas del mar. Luego la división no fue a catorce. Y no se repara en que dice divisiones, por ser materia de opinión y hay una de los hebreos que dice fueron doce, aunque todos los latinos, sino es Genebrardo53, no admiten más de una, por ser más conforme al texto, entendiendo en aquel verso de David qui divisit mare rubrum in divisiones,54 por divisiones, ‘partes’, que fueron los dos lados del mar que sirvieron como muro al pueblo. Pero norabuena opinó como quiso, porque pudo. Lo tercero, erró en poner el naufragio de Faraón a catorce, porque el ejército gitano llegó a la orilla del Mar Bermejo después del hebreo. Dividió Moisés las aguas, y secose el cauce hasta después de media noche; entraron por él los hebreos, siguiéronse después los gitanos, y al amanecer —de facto vigilia matutina (dice el texto)55—, parte del ejército destruyó el Ángel de la Columna, parte anegaron las aguas, extendiendo sobre ellas Moisés (como Dios se lo mandó) la mano. Luego, no pudo ser el naufragio a catorce. Lo cuarto, erró en que su Majestad nació a los catorce en el mes y año del sol, y los hebreos cuentan en el mes y año de la luna, que tiene forzosamente once días menos que el solar, y puede ser que muchos más. Y ansí, aunque todo hubiera [284r] sido a catorce, era inciertísima la cuenta. Faltar tanto a la doctrina quien es tan menudo en las sílabas parece que es lo que decía San Jerónimo: Assedit litera dominanti et putida rusticorum interpretatione se torsit [ep. ad Pamach.; ibi Marian. Victorin.]56.

  • 57 La palabra escandaloso recuerda las propias palabras de los egipcios cuando se quejaban a Faraón: « (...)
  • 58 Paravicino tuvo muchos imitadores, confesos o encubiertos. No se ha podido identificar al predicado (...)

52Plana 9: Naufragio escandaloso de Faraón. ¿Para quién fue escandaloso57? A los hebreos fue admirable y singularísima causa de gozo; a las Gentes, de horror y congoja mortal. ¿Para quién, pues, fue escandaloso? ¡Bien lograda pompa de palabras! Y lo que se sigue: Pronóstico legamente sagrado o ya sagradamente lego. Esta frasis la debemos al autor, en cuya imitación dijo cierto predicador: «Tenemos un Dios tan remontado o un remonte tan endiosado»58.

  • 59 Las similitudes son flagrantes pero, como se notará, Paravicino va más allá del texto de Márquez; n (...)

53Plana 10: Circunstancia la de la hermosura al Reino. Todos estos ejemplos de hermosura para el Reino, trasladó a la letra el panegirista del Maestro fray Juan Márquez; con fidelidad, no se lo negaremos, en no añadir ni una coma. [lib. del Gov. christ, c. 3, pl. 17, col. 2 y pl. 18]59.

  • 60 Lucinius Papirianus, gramático latino del siglo ii, propuso una dotación de dinero (o de oro) para (...)

54Plana 11: El oro mismo de la corona sobre las melenas rubias, gran cabeza había menester para no torcerse. ¿Quién se había de torcer, el oro o la corona? Torcerse el oro es extremada elegancia y a propósito. ¿La cabeza? Bien, pero será menester que venga Papiriano o Donato a construirlo60.

  • 61 Es evidente que aquí tampoco se trata de una copia servil; Paravicino, si toma en Márquez, también (...)

55Plana 12: Pues toca al príncipe saber las historias proprias y ajenas. del maestro fray Juan Márquez [ibi., c. 4, pl. 23, col. 1]61.

  • 62 Corrijo el manuscrito, que dice «al fin del año, la de 1598», sin duda por error del copista. Ya Já (...)

56Plana 12: Caminaba ya al fin del año el de 159862. Volvémosle las gracias al panegirista por la frasis Caminaba ya al fin del año el año, al fin del mes el mes

  • 63 La Oración fúnebre de San Ambrosio después de la muerte del emperador Teodosio es un modelo muy a m (...)

57Plana 13: Pudiendo decir San Ambrosio lo que ya dijo de Teodosio, que de las cenizas del muerto Fénix. Trasladó bien a Páez: Vaise eterniçando a Fénix, sendo única, levantándose das sus cenizas; y allí se leerá el lugar de San Ambrosio al mismo propósito63 .

58Plana 15: Las armas suyas, si no tremendas, respetables. Las poderosas armas de su Majestad ¿no son tremendas? Antes por eso han ganado respeto en el mundo, por el temor que han puesto sus siempre victoriosos escuadrones a sus enemigos más soberbios; de adonde nace el respeto en la guerra, como de las virtudes la paz; y de aquí la primera alabanza de las huestes ordenadas es ser terribles y espantosas.

59Plana 16: Frías y descolladas las cervices. ¿Qué hace aquí frías? No lo adivinará ni Tiresias, porque no hay palabra en toda la claúsula que le corresponda. Y la junta de frías y descolladas tan elegante es como dulce y entendísimo. [284v]

  • 64 Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Secunda Secundae, Quaestio 60, Art. 3: «Respondeo dicendum (...)
  • 65 Bartolus o Bartolo da Sassoferato, In legem admonendi, ff. De jure jurando; Iacobus Menochius (1532 (...)

60 Plana 17: Que sospechó la temeridad. ¡Qué mal! Éste no es hipérbole del brío y ardiente coraje de los españoles en Flandes, sino depresión. Así porque la sospecha es opinión de mal que nace de algunos indicios [Suspicio est mali ex indiciis proveniens Op. D. Th., 2. 2, q. 20, ar. 364; Bart. in lege admonendi, n° 21 de iur. iur.; Menoch De praes., lib 1, q. 7, n° 44]65, como porque la temeridad no sospecha valentías sino las hace o las emprende, bien que excediendo en las circunstancias y en el modo, que le quita la gloria de la virtud.

  • 66 Comparemos: Paravicino: Vínole estrecha Europa: estendió a la África el braço y le admitieron sus d (...)

61 Plana 17: Larache y Mamora, deseos, no efecto del corazón magnánimo de Carlos. Porque Páez dijo deseos no lo pudo excusar nuestro autor. Así dice aquel: que desejados forãon do invicitisimo Carlo Quinto, avô de sua Magestade, Larache e Mamora [Páez, f. 13, pl. 1] 66.

  • 67 En la mitología griega, Deucalión, hijo de Prometeo, era de Tesalía cuando ocurrió el diluvio. Deuc (...)
  • 68 Ovidio, Metamorphoseon (Metamorfosis), libro 1, verso 292 [‘Todo era océano, el mismo océano ya no (...)
  • 69 Séneca, en las Naturales Quaestiones, libro 3, cap. 27, §13-14-15, escribe (citando irónicamente a (...)

62 Plana 17: Si no zozobrar, correr entre tan recios vientos poco airoso naufragio. ¿Cuándo se ha visto entre tan recios vientos muy a[i]roso naufragio para que el del Emperador lo fuese poco? Bueno será en tan lastimosas congojas no perder la fortaleza y la constancia de que dio entonces el César ejemplos memorables. Y si por la gala del jugar del vocablo —entre vientos poco airoso— se puso este donaire, no es decente cosa regalarse cuando se anega lo mejor del mundo. Y no me diga nadie que es excusa ser el estilo tan poético. En el ingeniosísimo entre todos Ovidio, lo reprehende Séneca en caso tan parecido al nuestro, que me he contentado de él con grande extremo. Escribía Ovidio el diluvio de Deucalión67 con palabras iguales a la grandeza del argumento: Omnia pontus erant; deerant quoque litora ponto… [lib. 1, Metamorphos.]68 y humilló —dice Séneca— todo aquel ímpetu del ingenio y la materia a los juguetes más pueriles, cuidando de si nadaba el lobo entre las ovejas, si se llevaba la agua los leones: Nat lupus inter oves fulvos vehit unda leones. Y añade el gran Cordobés: Non est res satis sobria lascivire devorato orbe terrarum. Magnifice dixerat si non curasset quid oves et lupi faciant. ¿Podrase acaso nadar en un diluvio con aquel arrebatamiento violentísimo? Natari autem in diluvio et in illa rapina potest? Concepisti imaginem quantam debebas obrutis omnibus terris, caelo ipso in terram ruente, perfer. Scies quid deceat si cogitaveris orbem terrarum natare. [lib. 3 Natur. Quaes., cap. 27]69. Así dirá decentemente nuestro panegirista si pudiere aprehender padecer lastimosos naufragios con donaire.

  • 70 Aquí hay coincidencia, pero no imitación «a la letra»: Paravicino: Mas ¿qué no haría su Religión? S (...)

63 Pág[ina] 18: Mas ¿qué no haría su religión?. El lugar que cita de San Agustín y la victoria de Abias, juntas las halló el panegirista en fray Juan Márquez [lib. 2 del Gov. Christ., c. 27, pl. 324, col. 2]70, y aunque hay otros vulgares ejemplos, fueron los que más holgadamente pudo trasladar. Poca costa le va te[285r]niendo el Panegírico funeral.

  • 71 Una vez más, se puede ver que Paravicino no imita “a la letra” el texto de Márquez, sino que lo des (...)

64 Plana 18: Quien a primera luz mirare a Josué. Hasta la fin de la 19 (ajenos brazos), no dejó este autor de la mano al maestro Márquez [lib. 1, cap. 17, pl. 98, col. 1]. No es imitación, es traslado cuanto dice de Moisés y Josué y aquella frasis en que tanto se satisface: Josué que pudo arrollar esa piel estrellada del cielo como si revolviera la capa o man[t]o militar al brazo, y para permitir o prohibir la luz al mundo etc. Veamos si es de Márquez: «Tan poderosa llave es la oración para poder abrir y cerrar los cielos que a quien pudo arrollar esa piel estrellada como si revolviera el manto al brazo y tenido en sus manos poder dar o quitar la luz al mundo etc.»71 y hasta el fin de la plana. No me espantara tanto que lo dijera en el púlpito, con ser libro tan moderno y tan a la letra, pero darlo a la estampa en proprio nombre, con tanto aparato de elocuencia, merece la pena de la ley Flavia en los plagiarios.

65 Plana 20: Hablando del rey Enrico IV de Francia: Cuyos rayos de guerra amará la estimación siempre. ¿Ésta es filosofía? La estimación no ama, sino respeta. ¡Con qué facilidad se concilian afectos tan distintos y que tienen causas y efectos tan diversos! Lo que lleva al amor es la conveniencia del amado con el amante, lo que a la estimación la excelencia de lo que tenemos por grande. De aquí es que solemos estimar a quien no se ama y amar a quien ni tenemos respeto ni veneración alguna. ¿Para qué ejemplos antiguos, habiéndolos en los modernos celebradísimos? El duque de Alba, don Fernando, fue estimado increíblemente de su príncipe, amado siempre poco. Pero sí los otros, que ganaron la gracia de los suyos con la conveniencia de costumbres, dulce semejanza a quien ya otros sabrosos medios hallamos padres del amor, como a las virtudes de la estimación. Y porque el honor exterior es efecto de la interior estimación, suelen los príncipes honrar más exteriormente a los varones por letras y armas admirables, pero hácenles menores beneficios porque les aman menos, y el dar desde Platón se sabe que es efecto inseparable del amor. Estimaremos pues siempre las armas de aquel príncipe, pero no las amaremos, por diferentes causas que no es ahora necesario referir. Estilo es que admira en las oraciones de Cicerón y otros grandes autores que no hay palabra fuera de su lugar, que lo demás no es eligir ni disponer, sino mezclar, confundir y errarlo todo.

  • 72 Aquí pasa lo contrario del ejemplo anterior, ya que Paravicino condensa en poco más de una línea, u (...)

66 Plana 20: Quita Dios reino y vida al príncipe de Sichem. A la letra del maestro fray Juan Márquez [lib. 2, cap. 34, pl. 360, col. 1]72.

67 Plana 22: Saúl, mal misericordioso con Amalec, Acán mal codicioso con Jericó. Quien no supiere la historia pensaría que como [285v] Saúl perdonó a Amalec, Acán codició a Jericó. Pues el caso fue que asolada Jericó hasta los cimientos, Acán escondió una regla de oro, una capa de púrpura y un poco de plata, contra el bando de Josué. Estuvo la elegancia en aquel con Amalec, habíase de decir (aunque nunca fuese verdad) con Jericó.

  • 73 Otro caso de inspiración directa: Paravicino: Que no auía de ser Germánico sólo el que sobre la mon (...)

68 Plana 25: Que no había de ser Germánico solo. ¿Y qué hiciéramos si el lugar de Cornelio Tácito con la inscripción del trofeo no la hubiera escrito al mismo propósito de Josué el maestro fray Juan Márquez? [lib. 2, c. 11, pl. 246, col. 2]73. Sólo estuvo la diferencia en que Márquez dijo: sobre un monte de armas y el panegirista montaña, con impropriedad, que es singular argumento de lo que excede en la invención.

  • 74 Comparemos la frase de los dos textos: Paravicino: de quien podrá Tertuliano dezir, por imitación, (...)

69 Plana 26: Y de quien podrá Tertuliano decir por imitación. Páez: De quem podemos dizer o que Tertuliano dize de Deus: tam Pater nemo etc. [f. 5, pl. 2]74.

  • 75 Puede verse aquí cómo Paravicino reelabora el texto de Márquez: Paravicino: Así, aunque entre tan p (...)

70 Plana 26: Los dedos de las manos quería Roboán hacer gruesos. Esto y lo que se sigue de los lugares de los Reyes y Job, a la letra el maestro Márquez [lib. 1, cap. 16, pl. 94, col. 2]75.

  • 76 Variaciones sobre el libro del Apocalipsis, 5 y 6: Paravicino: El León vozeó San Iuan que vencía, y (...)

71 Plana 27: El león voceó San Juan que vencía, etc. hasta en la 27 tiene garras de león para el enemigo y entrañas de cordero para el vasallo. Páez muy a la larga [f.14, pl. 1]76: Ouvindo São João nomear a Cristo leão… de y allí mismo: este cordeiro manso para os seus é leão etc.

  • 77 La frase de Paravicino dice así: Paravicino: De sentir los passos de vn Dios muy seuero huyó un hom (...)

72 Plana 28: De sentir los pasos de un Dios muy severo, y luego Ya hecho hombre ese Dios, e inmediatamente de la vecindad de la Majestad divina77. Cuando leo el respeto destas últimas palabras y el desdén de las primeras, parece que no es el mismo Señor omnipotente de quien se habla. Porque si hablara de Júpiter o Marte ¿cómo dijera, sino un dios, ese dios? y del verdadero ¿cómo sino la Majestad divina?

  • 78 El Censor reprehende aquí a Paravicino abultando los reproches y torciendo lo que dice el predicado (...)
  • 79 Al final de la reprehensión, el Censor alude al romance La Pasión de Jesucristo Redentor Nuestro, d (...)

73 Plana 28: Jamás vieron los enemigos en Dios humanado acción lustrosa de aparato y grandeza78. Menester habrá el panegirista templarse. ¿Y los milagros que dieron ilustrísima noticia de la divinidad del Hijo de Dios? ¿Cómo, y no era acción de grandeza obedecerle los mares y los vientos? ¿Resucitar con una palabra un difunto? No es éste el lenguaje de los santos, pues aun en el oprobio (ahora tan glorioso) de la Cruz, le reconocieron por Dios sus enemigos: Vere filius Dei erat iste. Y el mismo panegirista ¿no lo dijo en una de sus coplas?: «A herirse el pecho comienzan / de daño tal los autores: Verdaderamente Hijo / era de Dios este hombre»79.

  • 80 Indudablemente Paravicino se inspira del texto de Baeza, pero tampoco aquí hace una copia servil: P (...)

74[286r] Plana 29: Entre las luces y gloria de su transfiguración. Este pensamiento y lugar, con el de San Pedro Cluniacense y el de San Cirilo y el de la zarza de Moisés, a la letra con las mismas ponderaciones y claúsulas en Baeza [lib.1, c. 2, § 4]80.

  • 81 De larga tradición exegética es acudir al ejemplo de José con sus hermanos. Una vez más Paravicino (...)

75 Plana 31: José cuando más mozo. A la letra, con el lugar de San Zenón que se sigue, de Baeza [lib.3, c. 6, § 5]81.

  • 82 En este ejemplo puede notarse, una vez más, que Paravicino se inspira de Márquez, pero añade mucho: (...)
  • 83 Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Prima pars, Quaestio 22, Articulus 3, Ad. 2: «Cum igitur D (...)

76 Plana 32: Priesa fue en su misericordia. Esto, hasta el final del castigo de Sila, que está al medio de la plana 33, del Maestro fray Juan Márquez [lib. 1, c. 23 del Gov. Christ., pl. 136, col. 2]82. Y esta doctrina de perdonar y permitir, para los reyes, no se ha de atar tanto a la imitación de Dios como este autor lo hace, con demasiada igualdad. Porque aunque es parte de todas providencias permitir, Dios es infinitamente superior y así puede Dios (dice Santo Tomás) [1p., q. 22, ar. 2, ad. 2]83 por causas altas permitir más que los gobernadores inferiores a él, cuales son los reyes. Y llégase que Dios no tiene ley ni obligación de estorbar esto o aquello como los reyes en particulares materias. Y aún después de tanto esperar y permitir, tiene Dios para los finalmente incorregibles aquel lugar de horror y pena eterna. Y así, con tal templanza se ha de enseñar esta doctrina, que se guarde el rostro y el decoro a lo que se debe.

  • 84 No se ha podido aclarar esta nota marginal, porque ni en el lugar citado ni en toda la Política de (...)
  • 85 Aquí también el Censor juzga las alabanzas que hace Paravicino de Felipe III «muy humildes» y acons (...)

77 Plana 36: Bien entendido y bien hablado. A las virtudes de los príncipes hase de dar siempre el grado heroico, dicen Aristóteles [Arist., lib. 1 Polit., c. 10]84, Séneca [Sen., ep. 20] y otros 85. Son éstas muy humildes alabanzas. Y el gran Nacianceno a quien cita, para quien Dios se precia de entendido, nunca tal dice, sino de sabio y que lo ve todo, derivando el nombre griego Theos de ver, aunque otros le dan otras etimologías.

  • 86 San Jerónimo, De viris illustribus vel proprie De scriptoribus ecclesiasticis, caput LIV: Tertullia (...)
  • 87 Notaremos que el pasaje de Paravicino es mucho más corto que el de Baeza, lo que supone una elecció (...)

78 Plana 37: El gran discípulo de Tertuliano. Cuando yo no supiera de San Jerónimo que era San Cipriano, [Hiero. de script. eccl. in Tertul.]86, el Padre Baeza [lib. 1, c. 7, § 10] le cita por su nombre, de quien toda esta plana se trasladó: el lugar de San Cipriano, el de los Cantares, el caso de Dalida y el lugar de San Isidro Pelusiota87. ¡Oh, feliz erudición!

  • 88 La cita de San Bernardo viene de la obra Vitis mystica seu tractatus de passione Domini: super «Ego (...)

79 Plana 38: Ni para tomarle la sangre toleró el otro príncipe atarse una venda [Bern. tt. de passione Dni. c. 4: cum percussus humana sagitta peteretur ut se ligare permitteret, donec excediretur, non decet (inquit) vincere Regem]88. No fue el querer atarle para tomarle la sangre, sino para sacarle una saeta, y así lazos eran más fuertes los que aquel príncipe rehusó, que no sufrir una venda. Más digno era de risa que de ponderación. Las palabras de San Bernardo dícenlo muy claro. Esto prueba que no se leyeron: en algún arroyuelo se debió de beber agua tan turbia.

  • 89 Es evidente que hay muchas similitudes, pero el Censor exagera mucho cuando dice «tan a la letra». (...)

80 Plana 39: Cuánto mejor, Filipo, pudo decir de ti Plinio. El lugar de Plinio y el de Job con las ruinas de David, y el de Tertuliano, los trasladó el panegirista de fray Juan Márquez [lib. 1, c. 7, pl. 37, col. 2 desde el fin]89 tan a la letra [286v] que admira.

  • 90 El sermón de Paravicino dice: “No renouemos el llanto que si le derrama con ternura el sentimiento (...)

81 Plana 41: El llanto que si le derrama el sentimiento se le bebe con gozo el decoro a vista de las prendas. Beberse el decoro el llanto con gozo es trocarle en alegría y consumirle: pues ¿cómo en otra parte es beber temor las aguas el tenerle?90 De manera que sirve esta voz beber, aun usada en imitación de una metáfora latina, a significaciones contrarias, como amar y aborrecer. Ya que es peregrina, no se había de destruir a sí misma. Por aquí empezaron a hacerse bárbaras las lenguas más cultas, y de mayores primores.

  • 91 Aludiendo a Felipe IV (el león joven) casado con Isabel de Borbón, cuyo blasón ostentaba tres lises (...)

82 Plana 41: Montones de trigo saber coronar también Dios. Que sean lo mismo los lirios azules de Francia con las blancas azucenas de los Cantares91, sufrámoslo por el decoro de la Reina Nuestra Señora, de quien se habla. Y que lo sea también coronar el trigo de azucenas y dorar las azucenas con el trigo, por los votos de la sucesión de Su Majestad que deseamos. Y ¿qué pena le diera que el trigo en las Indias produjera espigas y no macollas? Es gran cosa una palabra de la otra parte del Océano.

  • 92 Como purista y antigongorino, el Censor rechaza la palabra lilios, y se refiere, implícitamente, a (...)

83 Plana 41: Transplantarla. Es cosa admirable ver el cuidado que pone este autor en el rigor de unas palabras, aunque duras, y la remisión que guarda en otras. En tanto alarde de cultura, nadie negará que es desaliño. Transplantar dice, olvidado de la eufonía, que por ablandar el rigor y fuerza de la pronunciación, remite alguna letra o altera el acento de una lengua en otra. Así decimos translación y no transladar, philosophia en latín y filosofía en romance, como en Grecia. Mas si tanto le deleita la propriedad ¿por qué no dice Flandres y no Flandes que Flandria se llama? ¿Valtelina y no Valtolina, Verceli y no Varceli, como en la plana 15, Betsabé y no Bersabé, Dalila y no Dalida, Jerichó y no Hiericó, lilios blancos y no lirios, que en la agricultura española ni reconocemos lirios blancos ni lilios, sino azucenas, y a lo menos, un grande amigo suyo lilios dijo: La alba entre lilios cándidos deshoja92. Será menester que se convengan en cuál de los dos dijo mejor y, si se hubiese de pecar, a mí lilios me contenta.

  • 93 Como se ha notado ya, el Censor finge extrañarse ante lo que hoy se llama un «cultismo de acepción» (...)
  • 94 En la Epístola LIII Ad Paulinum presbyterum, párrafo 10, San Jerónimo dice: «et in una eademque sen (...)

84 Plana 42: Para asombrar el sol. Hasta ahora habíamos entendido que asombrar era de asombro y no de sombra. Querrá afectar la licencia de Tertuliano en fingir voces o usurpar en nuevas significaciones las antiguas: pero ha de ser con decencia y no con este rigor, que por eso es reprehendido de Lactancio Firmiano [Lactant., lib 5, diu. inst.]93 y de San Jerónimo [Hier. in ep. ad Paulin.]94, padres, después del siglo de Cicerón, de la lengua latina. [287r]

  • 95 Jáuregui se mofa del Censor: «Aquí se ríe de una cláusula, la mejor por ventura i más cuerda del Pa (...)

85 Plana 42: Y ¿qué diremos de aquella aseada cláusula: En una puerta baja dice San Bernardo— inclinar mucho la cabeza, nunca puede ser peligro; levantarla dos dedos más, pudo ser gran riesgo. Al morir, estar muy humilde, nunca fue riesgo; acabar presuntuoso, siempre es peligro95?

  • 96 San Gregorio Niseno (siglo iv), obispo de Nisa y Padre de la Iglesia fue distinguido teólogo especu (...)
  • 97 No se trata aquí del santo mártir Nemesio de Alejandría, sino de Nemesio (siglo iv) obispo de Emesa (...)
  • 98 irascible: Los antiguos filósofos, al analizar el alma humana, admitían tres facultades: la concupi (...)
  • 99 Con la cercanía: estas palabras se repiten erróneamente en el manuscrito.

86Plana 43: Quien vive bien, no teme porque desconfía, sino porque espera. ¡Qué afectada filosofía! Bien que mientras se vive en esta mortalidad, se navega por las ondas del temor con el soplo de la esperanza, pero esperar por temer, delgadeza es que ignora la filosofía de Platón, Aristóteles, San Agustín, Niseno96 o Nemesio97 y Santo Tomás. Son pasiones de la irascible98 el temor y la esperanza. Ésta se alienta para el bien, contra la dificultad que se la ofrece; aquella se congoja con la cercanía99 del mal que le amenaza. ¿Cómo, pues, se causará la una a la otra y temerá el alma porque espera? Y en teología (que es la materia en que habla el autor) es muy más claro: teme el alma por la incertidumbre de su remedio, que nace de causas diferentes; espera por la misericordia de Dios, que ni falta ni desfallece. ¿Cómo, pues, será causado el temor de la esperanza, siendo los motivos contrarios? Yo sé bien que los teólogos no lo dirán de esta manera, ni lo que este autor escribe prueba más que se teme y se espera juntamente, pero que no tienen entre sí orden de causa a efecto, como dice esta paradoja.

  • 100 Erige: ‘eleva’.

87 Plana 43: Que los desconfiados, porque no esperan, no temen. Tampoco es así: ellos lo estimarían por no padecer la congoja en que el temor les pone. Ninguno tan desconfiado como el que desespera, y ninguno tan temeroso porque, como no se erige100 el alma al bien que la convida, ríndese el espíritu miserable al mal que en su juicio inevitablemente le amenaza y en el que se pone infamemente las manos; se convence, porque, desconfiado de poder huir lo que teme, se dispone a evitar con otro mayor peligro el que le oprime.

  • 101 Una vez más Fray Hortensio se muestra más conciso que Baeza, de quien se inspira, sin trasladarlo p (...)

88 Plana 44: Ejemplo hiciera a esta verdad. El ejemplo de Isaac con la advertencia de Cayetano (que es el autor a quien señala) y otro lugar de San Zenón (a quien llama ilustre pluma) lo trasladó a la letra de Baeza [lib. 1, cap. 2, § 20]101.

  • 102 Se puede repetir lo dicho en la nota anterior: Paravicino: Que ya vezino, dice San Iuan, a su muert (...)

89 Plana 44: Que ya vecino, dice San Juan, a su muerte… hasta el fin de la plana 45, trasladado a la letra de Baeza [lib. 3, c. 6, § 8]102.

  • 103 Al decir «que es un lugar de Isaías», el Censor no precisa cuál es y no remite a un pasaje de Baeza (...)
  • 104 Aquí debe de haber también un desliz del Censor (en general muy exacto) o del copista. Paravicino d (...)

90 Plana 46: El caso es que quiso Dios, como en su Hijo que viésemos, que es un lugar de Isaías103, y luego Vencer sabía aun antes de nacer Jacob… trasladado a la letra de Baeza [lib. 1, c. 27, § 43]104; sólo puso proprio el mudar los lugares, poniendo en primer lugar el que está en Baeza en el segundo.

  • 105 En el Sermón que predicó a la Majestad Católica del rey don Felipe Cuarto, Nuestro Señor, el Padre (...)

91 Plana 47: Como en un purgatorio breve. Gracias al Padre Florencia que llamó purgatorio a la muerte de Su Majestad en el primer sermón que se predicó a sus exequias105. [287v]

  • 106 Paravicino dice: «Con que segunda vez tocando con la capa las aguas, halló la obediencia que deseau (...)

92 Plana 48: Y apartándose a un lado y a otro las ondas, cuanto bebieron de temor al manto del Maestro, tanta arena enjugaron al paso del sucesor. ¡Así que las ondas enjugan! Destas y otras cláusulas de tan frondoso Panegírico, ¿no se reía Persio, cuando dijo: Torva Mimalontis implerunt cornua bombis106? Y, reprehendido en un poeta, ¿qué hiciera si lo oyera a un orador?

  • 107 Una vez más, Paravicino se inspira de Márquez, pero no copia «a la letra» sino que condensa mucho. (...)

93 Plana 49: pues como dijo Plinio. Si no tuviéramos tanto ejemplo, creyéramos que lo había leído en el original, pero es muy cierto que lo copió de Márquez [lib. 2, c. 1, col. 2]107.
  

  • 108 Suena aquí como un eco de la Oda III, 1, 1 de Horacio: «Odi profanum vulgus et arceo» [‘Odio al vul (...)

94 Hasta aquí del Panegírico. Tantos testigos bien convencerán que por la brevedad no se refieren semblantes fuentes tan ocultas de lo que queda, si es algo, con tan extraña y miserable mendiguez. Portentosa ociosidad en una oración breve, en tan superiores obligaciones, en sujetos tan aplaudidos. ¡Oh, verdad hija del tiempo! ¡Oh, luz hermosa, cuanto más alta más divina! ¡Oh, sabiduría! ¡Oh, erudición! A ti sola venero, tus secretos adoro, todo vulgo profano aborrezco108.

Del elogio

  • 109 Clito (llamado Clito el negro), general de Alejandro Magno, le había salvado la vida en el pasaje d (...)
  • 110 Las llamadas a las notas marginales se hacen en el manuscrito con las letras a, b, c, d, e y f.

95Epitafio o Elogio funeral. También este título se extraña justamente. Epitafio, en rigor, son los versos que se inscriben en el sepulcro, como epicedium los que cantan aun no enterrado el cadáver. Extendiose la significación y llamose epitafio lo que se escribe en su alabanza. Nobles ejemplos son cuatro del sapientísimo Jerónimo: de Nepociano, de Marcela, de Paula, de Fabiola. Gran diferencia halló Jerónimo de su epitafio a elogio, porque en el de Paula, después del epitafio, dice que le cortó un elogio a su sepulcro: Elogium incidi sepulcro tuo que es de cuatro versos y empieza Scipio, quam genuit, etc. Y así Cicerón confundió epitafio con elogio. Llamó epitafio lo que se escribe brevemente en el sepulcro, o en una piedra. Pero Jerónimo, que le hizo largo, reconócele por muy diferente que el elogio. Y así me admiró cómo se valió de su autoridad nuestro autor, especialmente en la epístola al Excelentísimo Señor Conde de Olivares, príncipe tan culto en todas letras y segunda admiración, después de su padre, a esta corona (no me pongo al peligro de Clito, por alabar al padre de Alejandro)109, que tan fácilmente podía descubrir el engaño. El panegírico era el epitafio, siendo escrito, y lo que se llama epitafio, muy poco alterado el estilo, pudiera ser oración fúnebre y el elogio sería el latino, que es algo más proprio, que aunque se pudiera reparar en algo, déjase por genio de este autor. Y cuánto se parezcan el Panegírico y el [288r] Elogio, convéncelo que en uno y en otro se leen repetidos los mismos discursos y alabanzas de Su Majestad. Las causas dellas súfranse. Y esto aun con episodios y adornos los mismos en éste que aquél [Lugares donde está esto repetido: el primer número es del Elogio, el 2 del Panegírico: la figura de Moisés es la oración (pl. 7 // pl. 28); reprehensión de las opiniones políticas en la expulsión de los moriscos (pl. 9 // pl. 22); la figura del anatema en sus haciendas (pl. 9 // pl. 22); la disimulación de Dios en los ateístas (pl. 12 // pl. 32); las congojas de Jesucristo en sudar sangre comparadas a las de Su Majestad (pl. 15 // pl. 42); el llamar a la muerte purgatorio (pl. 16 // pl. 47)]110; y otras cosas. Seguridad fuera predicarlo habiéndolo escrito, pero imprimirlo junto (y aun los Elogios dos veces son ya publicados, el año de 21 y éste) es rara y peregrina confianza, que en el cielo de las letras no se temen peregrinas impresiones.

  • 111 El texto exacto de Horacio, en su Ars poetica (versos 14-16), dice así: «Inceptis gravibus plerumqu (...)

96 Plana 1: D. Felipe, 3 en el nombre, primero en la virtud, segundo en nada. Bien dijo Horacio111 que se suele a un girón de púrpura coser otro del paño más basto, que es nada.

  • 112 Nuevas coincidencias: Paravicino: el presto amanecer de su hijo con adelantados rayos y valientes d (...)

97 Plana 2: El presto amanecer de su hijo con adelantados rayos y valientes de actividad. El maestro Páez, aquel año de 21, en que este Elogio se hizo: El Rey nosso Senhor que com a luz e resplandores de sua prudencia de actividade [Páez, f. 1, pl. 2]112.

  • 113 Sigue: Paravicino: Consuelo, si no usura, y menos no bastará a tal muerte, a tal pérdida (p. 2). (...)

98 Plana 2: Consuelo, sino usura. Páez: e converteu a succesaon en usura [Páez, f. 1, pl. 2]113.

  • 114 La palabra periodus es palabra femenina en latín.

99 Plana 2: Merecedor de más largo período, si no le desatara de humanas violencias (así llamo la vida). Encontrose en la alabanza. Si la vida es violencia ¿cómo es merecedor de violencias más dilatadas? Ése no era premio, sino castigo. Y supuesto que período no es palabra castellana, ¿por qué no ha de ser larga, y no largo?114

  • 115 Baeza, modifica bastante el texto de Salustio (o del Seudo Salustio), Ad Caesarem senem de Republic (...)

100 Plana 3: Acciones todas de su felicidad, de su grandeza y de su religión. Tener Su Majestad la soberana succesión que gozamos, no es acción de la grandeza de los príncipes, que es extraña impropriedad, ni es tampoco acción de la religión, sino premio, y cúmulo de la felicidad. Y ¡qué mal dio el mismo efecto a la felicidad y a la grandeza! Bien dijo Salustio: «Las cosas prósperas hacen los hombres dichosos, las adversas hácenlos grandes»115. Y así, ni por las causas ni por los efectos se pueden defender estas palabras. Las acciones que había referido eran casarse con la señora reina, que Dios tiene, y tener los serenísimos hijos que veneramos.

101 Plana 3: Una porfiada y dulce memoria. Una dulce memoria, si dura siempre, no es porfiada, sino perpetua, que lo que porfía da molestia. Y engañose si pensó que era lo mismo en castellano porfiado que en latín prolixus.

102 Plana 4: Viéndole con herederos (loable fin de indecorosos afectos). [288v] No entiendo al orador el [el]ogio: o los afectos son del matrimonio y ésos, ya ve si los puede llamar indecorosos, pues son, observando lo que deben, santos; si son fuera de él, no les reconozco fin loable, que el mal medio lo destruye todo. Poner a peligro la doctrina por una palabra, siempre me pareció comprar muy caro.

  • 116 Para comprender el alcance de la censura dirigida a las planas 3-4, hay que leer todo el párrafo en (...)
  • 117 Aseo: en el sentido de ‘adorno, compostura’ o ‘esmero, cuidado’ (RAE).

103 Plana 4: Natural sobre toda imaginación modesto. ¡Qué mal! La modestia es virtud, y así no la alcanza a conocer la imaginación, que es potencia común a los brutos, y aunque en el hombre está más perfecta, no tanto que salga de sus límites. Y aun aquí todas se comprehenden, debiera decir: sobre toda ponderación modesto, que las virtudes, como solo el entendimiento las conoce, él solo las alaba y las pondera, que la imaginación no fabrica modestias, como si fueran montes116. El aseo117 del autor nos hace ser tan delicados.

104 Plana 4: Con no poder hacer Dios cosa ajena de sí, se ve que lo puede todo. Esta cosa ajena de sí, con estilo bien levantado dice nuestro autor que es cosa mala. ¿Qué dirán desta doctrina los teólogos? Que no es verdadera y aun merecía otro nombre. Dios no puede pecar en rigor, porque no tiene ley ni superior, que supone forzosamente el pecado. No puede hacer cosa fea, porque es infinitamente bueno, y su divina voluntad infinitamente recta, conforme con su divino entendimiento infinitamente sabio en sus juicios especulativos y en sus dictámenes prácticos. Es omnipotente, no porque es bueno (que es una bisoñería insufrible) sino porque puede hacer y hará, si quisiere, todo lo que es tan imposible como ser y no ser hombre juntamente, que en una palabra decimos, porque puede todo lo que no implica contradicción.

  • 118 La frase de Paravicino dice así: Paravicino: Guardó secreto y fe, aun en priuadas confidencias, a m (...)

105 Plana 5: Guardó secreto y fe, deuda natural mal vista a la Majestad y prisión grande. A nuestros reyes (gracias a Dios y a sus Majestades) no les es, ni ha sido mal visto guardar su fe y palabra, como a los tiranos y herejes políticos del tiempo. Ni ésta les ha parecido prisión, sino amable libertad en su grandeza. Porque no hay mayor esclavitud que la culpa, y no se ha de poner nombre odioso de prisión a la razón natural común a príncipes y a los que no lo son. Porque voz es digna —dice el Emperador— de la majestad tanto más libre cuanto más buena, profesarse sujeto a las leyes, no sólo naturales, sino proprias [lege 4, cap. De leg. de Institu.: «Digna vox est maiestate regnantis, se legibus profiteri obligatum»]118.

106 Plana 5: Deidades se sienten todos los reyes. Los buenos reyes y cristianos nunca tal sintieron, pues aun Alejandro se reía de semejante adulación, viendo su sangre. Y holgaría de ver algún ejemplo de príncipe que se haya hecho llamar deidad humana, que eso piden para ser verdaderas las palabras que se siguen: cuando no todos se hayan [289r] hecho llamar así.

  • 119 Comparemos: Paravicino: Las causas soberanas à las más inferiores encomiendan los efetos. Y aunque (...)
  • 120 En su Romance a la Pasión de Jesucristo Redentor nuestro, Paravicino escribía, para presentar el te (...)

107 Plana 6: Las causas soberanas a las más inferiores encomiendan sus efectos. Y luego: Y aunque la virtud del sol llega a inquietar mudamente las entrañas de la tierra (inmoble basa de la máquina que vemos). Y después ¿Quién le obligó a la inteligencia que mueve el cielo. Toda esta plana a la letra del sermón del maestro Páez [f. [1]0, pl. 2]119: E Deus, a quem os Reys devem imitar, sirvese das causas segundas etc.; y ainda que o sol, com sua virtude, está nas entrañas da terra producindo o ouro e prata, naon pasan seus rayos…; y o anjo que com seu impulso aballa o ceo nao he o que influe para se producirem os effeitos na terra. ¿No le fue concedido pródigamente a nuestro autor el don ingenioso de la invención? ¡Cosa admirable trasladar tan a la letra de un sermón predicado e impreso aquel año al mismo intento! Sólo añadió de su casa llamar la tierra inmoble basa de la máquina que vemos120, como si esos cielos estribaran en ella, o no la rodearan toda, dando luz desde el cuarto —el mayor— planeta a entrambos mundos.

  • 121 Una vez más las coincidencias son patentes: Paravicino: ¿Quántos aparatos de guerra y de común horr (...)

108 Plana 7: ¿Cuántos aparatos de guerra desbarató su oración? Y luego: a las manos solas de este Moisés cristiano levantadas en un oratorio desvanecieron intentos, armas. Páez [f. 19, pl. 1]121: Com suas maons levantadas a Deus, como otro Moisés, desbaratou e deixou frustradas grandes máquinas que se levantaraon, grandes poderes que se armaraon.

  • 122 Comparemos: Paravicino: y aquí largó vn Príncipe, con pródiga y útil dispensación, quatrocientos mi (...)

109 Plana 9: Y aquí largó un príncipe cuatrocientos mil súbditos naturales cargados, etc. Páez [f. 18, pl. 1]122: levou quatrocentos mill vasallos carregados de riqueças sem reparar em proveitos porque a la fe ficase en seu ponto e pureza.

110 Plana 9: Destos bastardos hijos del bautismo. Ingratos y apóstatas sí, bastardos no, que todos los legítimamente bautizados (cuales eran los moriscos) hijos son legítimos de la Iglesia, como lo fueron adoptivos de Dios por la gracia, al reengendrarse por el bautismo; y he extrañado mucho este lenguaje.

111 Plana 10: Padre enojado, no verdugo piadoso. Que pudiese un hombre llamar verdugo a tan gran rey para vasallos traidores, aunque fuese adornado de mil figuras retóricas ¿no es cosa rara?

112 Plana 11: Esta fragosa y alentada plaga. Mucho holgara de ver ejemplo de moderno o antiguo que llamase fragosa plaga a España, como si fuera región entre los Alpes, y fragosa y alentada nos es como fría y descollada, dulce y entendidísimo.

  • 123 Conyers Middleton, en su Vida de Cicerón traducida al castellano por José Nicolás de Azara (Madrid, (...)

113 Plana 11: Quitóle Pelayo a Filipo el ser el primero, Filipo a Pelayo el ser solo. Esto que se dijo de Cicerón y Demóstenes123 no sé si viene muy [289v] a propósito después de haber ganado toda España los sucesores de Pelayo, antecesor es de Filipo. Gloria es de su Majestad la de sus ínclitos abuelos.

114 Plana 12: No huyó el nombre de treguas al desaire. ¿Qué es aquí desaire? No lo entiendo, ni me parece que hay en ello cosa inteligible.

  • 124 Paravicino aplica milagro político a las victorias sobre los herejes alemanes: Paravicino: Recobró (...)

115 Plana 14: Milagro político. No quiero que tal sea, sino cristiano, punir y desterrar los herejes de Alemania, vanos afectadores del Imperio124.

  • 125 En su Epitaphium seu honorarii tumuli Potentissimi Regis Hispaniarum Philippi Tertii, Panegyrica In (...)

116 Plana 14: No tomaron sus armas, abrigaron sus banderas el valle de la Valtelina. Así fue que no se peleó, pues como dice en el elogio latino: Nupero Baltholinam a fere inopinato marte debellatam125.

  • 126 Se toma aquí la palabra explicación en el sentido de «exposición de cualquier materia o doctrina, p (...)

117 Plana 15: No temió tanto morir este príncipe como lo temió su Dios. No quisiera oír hablar con semejantes durezas de Jesucristo nuestro Dios. El temor fue dispensación a la porción inferior, muy diferente de las congojas que poseen todo un hombre. Tráigase para consuelo de la humanidad, pero con respeto. Ni aun la verdad se ha de decir en tan sagrada materia sin veneración, que será lo que pide explicación126 tanta.
  

  • 127 Al aludir a esas llanezas muy caseras, el Censor coincide con un reproche que hacía Jáuregui a las (...)
  • 128 Por supuesto, el Censor emplea la expresión voces tan cultas de modo irónico, ya que se trata de pa (...)

118 Aquí llegó esta censura, sin más fin que dar a cada uno lo que es suyo. Por no ser crítico demasiadamente escrupuloso, no reparé en algunas llanezas muy caseras127, como de Moisés que se andaba por las zarzas, de su Majestad, que hizo los asientos del dinero, que no se halló mentira en su boca, no hizo mal a nadie, ni en otras cosas que no menos necesitaban de examen, como llamar a la experiencia sabiduría, topar con la obediencia, cuando ella había de guiar a la ejecución. Y aquellas voces tan cultas128 ¿quién las sufrirá?: pasmosas, acabamiento, ruidoso, a las escuras, desacredito, espirituoso, largar, quizá, estruendoso, atinados y otros. Sólo de lo notado conocerá Vuestra Merced que tanto en el ingenio se aventaja, lo que se debe a los verdadera o aparentemente elocuentes.

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Bibliografía

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Notas

1 Desarrollo aquí algunos puntos de mis trabajos anteriores: Cerdan, 1994, 2007, 2008.

2 María Teresa Cacho ha dado una descripción completa de este códice. Véase Cacho, 2006.

3 «… entendemos que la difusión anónima representa una necesidad, un imperativo convencional de este género de invectivas» (Rico García, 2002, p. xiii).

4 Si Jáuregui insite tanto en decir que el Censor acusa y no da pruebas, bien podría ser que las copias difundidas por Madrid en 1625 no llevaran notas marginales y que sólo se añadieran después de la publicación de la Apología por la verdad.

5 Véase a este propósito Rico García, 2001, pp. 98-99.

6 Traducción nuestra. El texto latino de Baeza dice: «Ego, in extremis terrae dimissus, ac despectus, aptor potentia Dei, qui ab extremis terrae nubes educit ut concrescat in pluviam doctrina mea et minutissimis paragraphis distinctum fluat, ut ros, eloquium meum. Id orbi, optime lector, ut spero, non erit infoecundum» (Preliminares).

7 En el manuscrito, se escriben (casi) sistemáticamente con mayúsculas las palabras siguientes: Cordobés, Cristiano, Don, Español(es), Gentes, Gitano, Hebreo, Majestad Católica, Padre Maestro, Panegirista, Príncipe, Redención, Religión, Rey (Reina), Señoría.

8 Resumiendo estas primeras frases: ‘Admirable es nuestro siglo para los que no conocieron las costumbres de los siglos pasados y no han podido ver pintada gracias a la erudición la verdadera realidad del objeto de su admiración. En ningún siglo faltó quien supiera aprovecharse de las ignorancias de los que tenían que saber y seducir los oídos inocentes de los que no tenían que saber, fijando el criterio del valor de sus obras en las aclamaciones de los mismos’.

9 El Censor manifiesta un “elitismo” que se explicita a continuación en la cita de San Jerónimo.

10 Instituir: «Vale también enseñar o instruir» (Auts.).

11 El Censor traduce aquí, bastante correctamente, dos pasajes de la epístola Ad Nepotianum Presbyterum, capítulo 8: «Nolo te declamatorem esse et rabulam garrulumque, sed mysterii peritum et sacramentorum Dei tui eruditissimum. Verba volvere et celeritate dicendi apud inperitum vulgus admirationem sui facere indoctorum hominum est. […] Nihil tam facile, quam vilem plebiculam et indoctam contionem linguae volubilitate decipere, quae quidquid non intellegit plus miratur». En nuestra edición del texto, sólo hemos sustituido «granjear la erudición del vulgo» por «granjear la admiración del vulgo», que es lo que dice San Jerónimo. Debe de tratarse de un error del copista.

12 En el manuscrito, hay un y antes del que que sigue.

13 Corneja: desde la fábula de Esopo, la corneja simboliza alguien que se luce con galas que no le pertenecen. Se va insinuando aquí la acusación de plagio.

14 Los libros vulgares (en el sentido de «común, generalmente admitido, usado u sabido» según Auts.) son El Governador christiano de fray Juan Márquez, la extensa obra Commentaria moralia in Evangelicam Historiam del padre Diego Baeza y el Sermão a la muerte de Felipe III, de frei Baltezar Páez, como indicamos en nuestra introducción y como detallará el mismo Censor a continuación.

15 Vender novedades de la África: El dicho no se ha podido registrar. Aquí, el Censor acusa a Paravicino de presentar lo que predica como novedades, cuando en realidad repite cosas conocidas.

16 La hermandad pitagórica fundada por Pitágoras estaba dividida en estudiantes y oyentes. Enseñaba directamente el fundador que aplicaba el principio de autoridad, ilustrado en el aforismo «Magister dixit» cuya idea subyacente es que todo conocimiento sólo procede del maestro, que es infalible.

17 Se cita aquí la obra C. Plinii Secundi Panegyricus Trajano dictus, cum commentario Justi Lipsii, juxta optimam I. Moreti editionem, notulis et emendatione Tanaquilli Fabri, Salmurii, apud Ioannem Lesnerium, 1671, de muy difícil localización hoy. Existe otra edición: C. Plinii Caecilii Secundi Panegyricus, quem imp. Nervae Trajano optimo Dixit sive scripsit: et ad eum Justi Lipsii commentarius p. p. Cum ejusdem dissertatiuncula apud principes Albertum et Isabellam, Trajecti ad Rhenum, typis Gisberti a Zijll, et Theodori ab Ackersdijck, 1652.

18 El texto latino que proporciona el Censor es incompleto y además está muy corrompido. Petrarca, en las Cartas de la vejez (Rerum senilium, IV, 5, 39), dice así (inspirándose de Macrobio en Saturnalina, IV, 17, 6): «Quis enim, nisi pars vulgi sit, quis usqueam, quaeso, tam indoctus ut nesciat Didonis et Enee fabulam esse conflictam, verique locum inter homines, non tam veri avidos quam decori, et venustate materie et dulcedine atque arte obtinuisse fingentis, usque adeo ut iam tristes et inviti verum audiant ac prescripta dulcis possessione mandacii spolientur?» [‘¿Quién, en efecto, a menos de ser del vulgo, quién, pues, dime, es lo bastante ignorante como para no saber que la historia de Dido y Eneas es una invención, y que se ha elevado al grado de verdad entre hombres menos adictos a lo verdadero que a lo bello, a causa de la delicadeza del asunto y también de la suavidad o del arte que puso el poeta, hasta tal punto que, ahora, escuchan la verdad sin alegría y de mala gana, y se estiman perjudicados si se les niega el placer de una dulce mentira?’].

19 El Censor condensa aquí en dos versos los cinco primeros del Arte poética de Horacio: «Humano capiti cervicem pictor equinam / Iungere si velit et varias inducere plumas / Undique conlatis membris, ut turpiter atrum / Desinat in piscem mulier formosa superne / Spectatum admissi risum teneatis, amici?» [‘Si un pintor quisiera ajustar debajo de una cabeza de caballo y aplicar plumas de diversos colores sobre miembros tomados de diversos lados y cuyo conjunto acabaría en feísimo pez negro lo que por arriba era una hermosa mujer, ¿podríais, invitados a contemplar la obra, impediros de reír, amigos míos?’].

20 Ludovico Celio Rodiginio (1450-1525), humanista italiano que fue maestro de Julio César Escalígero, es recordado sobre todo por sus Lectiones antiquae.

21 El género demostrativo o epidíctico se ocupa de hechos pasados y se dirige a un público que ya no tiene capacidad para influir sobre los hechos; en él se hace panegírico o denigración, y su fin es la alabanza o el vituperio. El género deliberativo o suasorio es el que intenta persuadir.

22 Lucius Licinius Luculus fue destacado político y militar que combatió a las órdenes de Sila. Fue amigo de Cicerón. Acumuló grandes riquezas. Ya retirado, solía organizar suntuosas cenas que eran un derroche de lujo y de refinamiento, con toda clase de convidados. Véase Plutarco, Vidas Paralelas, t. IV.

23 Caius Sollius Apolinaris Sidonius (San Sidonio Apolinar) nació en Lyon (Lugdunum) en 431, y fue obispo de Clermont, donde murió en 487. Sus escritos son una importante fuente histórica. Además escribió poesías de temas paganos, hoy editadas y traducidas al castellano (Madrid, Gredos, 2005) así como unas 147 cartas.

24 Latinus Pacatus Depranius fue un panegirista que floreció a finales del siglo iv. Es autor de un panegírico leído en el senado de Roma en 389 en honor del emperador Teodosio el Grande, que había nacido en España.

25 Beatus Rhenanus (llamado también Bild), destacado humanista alsaciano (1485-1547), fue amigo de Erasmo. Escribió, entre otros trabajos, varios libros de comentarios sobre Tácito.

26 Albio Tibulo (55-19 a. C.) es tenido por uno de los mayores poetas del amor de todos los tiempos, por sus dos libros de elegías (véase en edición moderna Poemas, Elegías, Madrid, Gredos, 1993).

27 la ignorancia: los que están en la ignorancia, por falta de letras. Para el Censor, fray Hortensio desdeña a los que lo escuchan o leen.

28 Estas palabras forman parte, efectivamente, del título de la edición del Panegírico a Trajano editado y comentado por Justo Lipsio. Véase más arriba la nota 10.

29 Se trata de la epístola que escribió Plinio a Vibius Severus tratando del Panegírico a Trajano que redactó después de pronunciarlo oralmente [‘Después de hacerlo en el Senado según las exigencias del lugar y de la circunstancia y conforme a la costumbre, me ha parecido ser del deber de un buen ciudadano recoger los pensamientos expresados entonces en una obra más amplia y más rica’].

30 Horacio, Ars poetica, vv. 29-30: «qui variare cupit rem prodigialiter unam / delphinum silvis adpingit, fluctibus aprum» [‘el que quiere poner con detalles prodigiosos variedad en la unidad de su materia, pinta un delfín en los bosques, un jabalí en las ondas’].

31 Se pone a riesgo la ignorancia: el Censor acusa de nuevo al predicador real de correr conscientemente el riesgo de no ser entendido.

32 Después de publicar en latín su libro Historia de rebus Hispaniae (Toledo, 1592), el Padre Mariana hizo una traducción al castellano bajo el título de Historia general de España (Toledo, 1601). Paravicino elogia a Mariana en la carta dedicatoria del Elogio: «… Mariana (varón que por causa de honra nombro)».

33 Paravicino terminaba su espístola dedicatoria al rey Felipe iv así: «Guarde Nuestro Señor la real persona de Vuestra Majestad los siglos que ha menester la Iglesia a quien reina, y los reinos en quien impera». Explicita el Censor el sentido de las palabras a quien reina: ‘Bien se en entiende que quiere decir: «para quien reina»’ (o sea, que el monarca está al servicio de la Iglesia). Y exclama: ‘Más, mucho más glorioso es servir a la Iglesia que no confundir a los espíritus sencillos, dejándoles creer que tienen la razón los que llamaron hado los decretos de la Providencia (que es la que instituye los reinos de los hombres) y que fustiga San Agustín con estas palabras: Sententiam teneat, linguam corrigat’. Esta frase de San Augustín, se halla en el De civitate Dei, 5, 1, donde se lee: «Prorsus divina providentia regna constituuntur humana. Quae si propterea quisquam fato tribuit, quia ipsam Dei voluntatem vel potestatem fati nomine appellat, sententiam teneat, linguam corrigat» [‘Por cierto la divina providencia instituye los reinos de los hombres. Y si alguien los atribuye al destino, porque le da este nombre de destino a la voluntad o a la potencia de Dios, que guarde su opinión, pero que corrija su lenguaje’]. También se podría puntuar de manera diferente la frase que empieza: «Más, mucho más glorioso…», leyendo: «Mas mucho más glorioso…».

34 Rescripto: «Orden o mandato del príncipe, por motu proprio o en respuesta a la súplica o requerimiento que se hace por escrito» (Auts.). La referencia en latín del final del párrafo es de muy difícil lectura en el manuscrito: en ella se remite en particular al apartado De fidei commissariis libertatibus (D. 50, 5 del Corpus Juris Civilis del Codex Justinianus).

35 injurias: «Analógicamente se llama cualquiera cosa de que se sigue daño o que le causa» (Auts.).

36 distribución: «Figura retórica que se comete cuando se ponen en el discurso muchas partes juntas, y luego se les aplican otras tantas que les corresponden» (Auts.).

37 moralizando: moralizar es «discurrir en orden a la enseñanza y documento de las buenas costumbres, aplicando alguna materia o explicándola en orden a ellas» (Auts.).

38 Edipos: Edipo, en la mitología griega, fue a consultar al Oráculo de Delfos para conocer lo que ignoraba. Se toma aquí la palabra en el sentido de ‘adivinanza’.

39 El texto completo de Tácito, Vita Agricola, cap. XLV, dice así: «Omnia sine dubio, optime parentum, adsidente amantissima uxore superfuere honori tuo: paucioribus tamen lacrymis comploratus es, et novissima in luce desideravere aliquid oculi tui» [‘Sin duda alguna, oh el mejor de los padres, la presencia de la más amante de las esposas lo prodigó todo para honrarte; sin embargo, mayor número de lágrimas hubieran podido llorarte, y al abrirse a la luz, tus ojos por última vez echaron de menos una ausencia’].

40 En la nota marginal, se citan, además de Tácito, a Tertuliano (Apologeticus, cap. 6, y Epístola a Pamela); Francisco Balduino (François Baudouin, 1520-1575, autor de la Dissertatio de Minucio Felice); fray Juan Márquez (El Governador christiano); Sixto Senense (sabio dominico, 1520-1569, autor de la Bibliotheca Sancta ex praecipuis Catholicae Ecclesiae auctoribus collecta, en la que hace la crítica de los libros del Antiguo Testamento y da la manera de explicarlos).

41 La palabra lugares se toma en la acepción actual de ‘citas’. El Censor quiere afirmar que los autores (modernos) lo consideran como decente por las muchas citas que se han hecho de sus obras. Esta frase puede interpretarse como un rasgo de antitacitismo.

42 Flavio Vopisco (Flavius Vopiscus) fue un historiador romano del siglo III, nacido en Siracusa. Entre sus obras, se puede señalar un escrito sobre Tácito.

43 Paulus Osorius (383-420) fue un sacerdote, historiador y teólogo hispanorromano. Visitó a San Agustín y, posiblemente, colaboró en la redacción de La ciudad de Dios. Entre sus obras, en las que se puede ver la influencia de San Agustín, destacan la Historiae Adversus Paganus y el Commonitorium y Liber Apologeticus. Paulo Osorio fue una figura harto influyente para los humanistas del Renacimiento.

44 Guillaume Budé (Guglielmus Budeaus, 1467-1540) fue un muy destacado helenista, jurista y humanista francés. Vertió al latín las Vidas paralelas de Plutarco. Sus obras completas fueron editadas en Basilea en 1557. En su De philologia (1532) trazó una reforma de los estudios universitarios con base en los textos originales de los autores griegos y latinos.

45 El Censor alude a una frase de los Epitafios o Elogios funerales (de 1621, reimpresos en 1625) que habla de las victorias sobre los herejes alemanes y que dice así: «Quede a la posteridad el encarecer este milagro político que desatiende la estimación por lo visto». Véase, infra, el comentario a la plana 14 de los Epitafios, nota 124.

46 Comparemos los dos pasajes: Paravicino: Infelicidad de los Oradores sería, pues, como por de Salustio dixo en la Vida de San Hilarión San Gerónimo, mucha parte del mérito de los Varones grandes (de la fama querría dezir) pende del ingenio del que los aclama: caso en que humildes hombres han tenido dicha, y Reyes insignes desgracia. (p. 3) Páez: E porque (como disse São Hieronymo citandoo de Salustio: Eorum, qui fecere virtutes, tanta habentur merita, quantum eae verbis potuère attollere praeclara ingenia) em tanto se reputão e estimão as virtudes do defunto em quanto he bom orador quem trata dellas (f. 1v). San Jerónimo, en su Vita Hilarionis, escribe en efecto, inspirándose de Salustio (Catilinaria, c. 8) lo siguiente: «Eorum enim qui fecere, virtus (ut ait Crispus) tanta habetur merita quantum, eam verbis potuere extollere praeclara ingenia». Esta cita de San Jerónimo, con la alusión a Salustio (Crispus era apodo de Salustio) es muy frecuente. Paravicino no necesitaba copiarla de Páez.

47 Es un caso en que Paravicino se inspiró directamente de Baeza: Paravicino: Entro, pues, como temerario de medroso, atreviéndome a nombrar por muerto un rey de tantas vidas. Assí lo sintió de otro grande Rey el mayor voto de nuestra Fè, san Pedro, cuando desde otro lugar como éste dixo a los hebreos que les quería decir, aunque fuesse atrevimiento, que avía muerto David y le avían enterrado, y su sepulcro duraba hasta aquel día. Tan agena juzgó de la gloria Real la sombra de la muerte el Apóstol, tan lexos de la púrpura de la cortina los paños de su túmulo, que le pareció linage de temeridad hablar en que un Príncipe como David fuese muerto, y el vulto de la Magestad adorado se desuaneciesse entre las cenizas. Bien así refiere Agustino que adoraban a Apis los Gitanos en vn sepulcro, pero delante de la imagen de Harpócrates, con el dedo en la boca, en muestras de silencio, para aduertir que entre las honras divinas de Apis nadie se atreviese à hablar de su muerte. Tan indigno accidente calificauan de vn varón memorable la muerte dél. Así cogían horror à que la hidalguía humana, à quien sirve luces el Cielo, la emboluiese en sombras la tierra, que ni el amago de nombrar su fin les permitían à los labios (p. 4). Baeza: Expende diligentius, unde sibi videatur audax Apostolorum Princeps, nimirum, quod apud gnaros Dominicae Resurrectionis memoret Davidem in sepulchro degentem. Quis enim tantum dedecus Regi nobilissimo inureret, quem non in paradiso, sed in sepulchro recumbere dicat? Author est D. August 18 De Civitat. Cap. 5 quod Aegyptii colebant Apim in sepulchro conditum, cui assidebat Harpocratis idolum digito ori impresso silentium indicens ne quis auderet inter divinos honores Api exhibitos ejus sepulchrum meminisse. Infame enim et verecundum putabatur, quod homo omnium sublunarium facile princeps sepulchrali clauderetur caligine, et inter cineres jaceret, cui famulantur omnia caeli lumina. [‘Considera atentamente cómo el audaz príncipe de los apóstoles, al comunicarles a los hebreos la resurrección del Señor, juzgó conveniente mentar a David yaciente en el sepulcro. ¿Quién, en efecto, hubiera achacado semejante deshonor al muy noble rey, hasta decir que yacía no en el paraíso, sino en un sepulcro? El autor es San Agustín (cap. 5 de la Civit., lib. 18) diciendo que los egipcios adoraban a Apis encerrado en un sepulcro y delante una imagen de Harpócrates con un dedo puesto sobre la boca para pedir silencio y que así nadie se atreviera a mentar su sepultura entre los honores divinos tributados a Apis. En efecto, se reputaba indigno y vergonzoso el que un hombre, ciertamente el mayor de los más grandes, quedase sepultado en la oscuridad del sepulcro y que siguiera yaciendo en las cenizas aquel a quien se rendían todas las luces del cielo’]. Baeza no reproduce aquí el texto de San Agustín en La ciudad de Dios 5, 4, sino que lo parafrasea. San Agustín no menta a Harpócrates (el dios del silencio) en el pasaje aludido, hablando sólo de «una estatua»: «Et quoniam fere in omnibus templis, ubi colebantur Isis et Serapis, erat etiam simulacrum, quod digito labiis inpresso admonere videretur, ut silentium fieret…» [‘Y que en todos los templos en los que se honraban a Isis y Serapis, se hallaba una estatua que, con el dedo puesto en los labios, pareciera ordenar el silencio…’]. Se ve que Paravicino se inspiró directamente de Baeza sin remontarse a las palabras de San Agustín.

48 Las coincidencias son las siguientes: Paravicino: Mas si de ver en el sepulcro los Ángeles juzgó la boca Griega de oro que allí estaua enterrado Dios, pues assistían los Ángeles à aquel cielo, templada la armonía diuina a consonancia humana, cuando no sea deidad la tuya (si bien David a los Reyes y a los justos este nombre participado les da, y tú fuiste justo y Rey)… (p. 6). Baeza: Sed jam ex resurrectione Dominica nil gloriosius homini quam sepulchrum, non terrestris paradisus non regius thronus, non caelum ipsum. Ad haec D. Chrysost. In Psal 2 ponderat sepulchrum dignam et gloriosam sedem etiam Angelis dedisse in verbis: ut ostenderent angeli, Deum fuisse sepultum, ad sepulchrum tanquam apud caelum manebant. [‘Pues desde la resurrección divina, nada, ni paraíso terrestre, ni trono real, ni el mismo cielo, nada más glorioso al hombre que el sepulcro. A este propósito el Divino Crisósotomo (In 2 Sal.) juzga que el sepulcro fue dado como lugar digno y glorioso, incluso para los ángeles, diciendo: «Para manifestar que Dios había sido sepultado los ángeles permanecían cerca del sepulcro como si estuvieran en el cielo»’].

49 Siguen las coincidencias: Paravicino: Los verdaderos fieles è hijos suyos (que son el Israel de Dios) le prometió su Magestad a Abraham que serían como las arenas del mar, como las estrellas del cielo. El término de arenas propio nos le da en lo terreno y en lo pesado la vida; lo incorruptible y lo resplandeciente, nunca lo aueriguó el docto Niseno hasta mirar con San Pablo el sepulcro de Iesu Christo y vèr que a bueltas del primogénito de Dios, Rey de los Reyes, se leuantauan también los Reyes de aquel Rey, como en pos del Sol las estrellas (p. 6). Baeza: Sic quamdam Abrahamo Dominus pollicebatur dicens Genes. 22 Multiplicabo semen tuum sicut stellas caeli, ut velut arenam quae est in litore maris. Sicut arenam multiplicatos Abrahamides video; sed quando Abrahami semen stellas pariet? Unum sepulchrum stelliferum genus reponit Abrahamo. Id attigit D. Gregor. Nissen. I de Resurrect Domini, ubi resurrectionis Dominicae utilitates percurrens fatur: Quaeris Abrahae benedictionem? praesentia contemplare, et habebis id quod requiris caeli stellas non vides? [‘Así el Señor prometía a Abraham diciendo (Gen 22): «Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, como la arena que está en la orilla del mar». Como la arena veo multiplicados los hijos de Abraham; pero ¿cuándo parirá estrellas la descendecia de Abraham? Un sepulcro de estrellas recupera para Abraham su descendencia. De eso trata el Divino Gregorio Niseno (Sermo I de Resurrectione Domini) cuando, explicando las bondades del Domingo de Resurrección, dice: «¿Buscas la bendición de Abraham? Examina las circunstancias del presente y tendrás lo que buscas ¿No ves las estrellas del cielo?»’].

50 La Biblia relata la salida de Egipto y el paso de los hijos de Israel entre el Mar Rojo en el Éxodo (12, 37 hasta 14, 31) y también en los Números (33, 1-10, en particular el versículo 3 citado más abajo); y hay que reconocer que, a primera vista, el Censor lleva la razón cuando afirma que la salida de Egipto fue a quince. Pero es interesante ver cómo Jáuregui, convocando con mucha erudición el texto bíblico y los comentaristas (San Agustín, Flavio Josefo, Macrobio, El Tostado, Cornelius a Lapide, Fray Luis de León y Escalígero), se explaya en más de quince páginas para refutar la Censura. Partiendo de la distinción que él hace entre la Redención y la salida de Egipto, Jáuregui establece que la verdadera redención hebrea se realizó con el Tránsito de Jehová (de ahí se llama la Pasqua o Phase) y llega a la conclusión que el que tiene la razón es Paravicino y no el Censor. Pero, a decir verdad, y leyendo detenidamente el texto del Panegírico (p. 196), se ve muy bien que fray Hortensio aúna todos los acontecimientos en el día catorce.

51 En Números 33, 3: «Partieron de Rameses el primer mes, el día quince del primer mes. Al día siguiente a la Pascua».

52 Epístola a Fabiola.

53 Gilbertus Genebrardus (Gilbert Genebrard) fue religioso y teólogo (1535-1597). En 1584 publicó su Nota Chronica, donde estudia la cronología de la historia hebrea.

54 Efectivamente, es el texto del versículo 13 del Salmo 135: «Al que dividió en partes el Mar Rojo…»

55 En Éxodo 14, 24: «A la vigilia matutina…».

56 La frase citada de San Jerónimo está sacada de la Epístola Ad Pammachium de optimo genere interpretandi (Epistola LVII, § 6). La clausula completa dice así: «Nec adsedit litterae dorminanti, et putida rusticorum interpretatione se torsit, sed quasi captivos sensus un suam lenguam victoris iure transposuit» [‘Lejos de adherirse a la soñolienta letra y de atormentarse con una afectada traducción como hacen los necios, pudo, para decirlo así, capturar unas ideas para trasladarlas a su propia lengua, por derecho de vencedor’]. Marianus Victorinus editó las Epístolas de San Jerónimo en París (1608, 1624, 1643).

57 La palabra escandaloso recuerda las propias palabras de los egipcios cuando se quejaban a Faraón: «¿Hasta cuándo sufriremos este escándalo?» (Éx. 10, 7).

58 Paravicino tuvo muchos imitadores, confesos o encubiertos. No se ha podido identificar al predicador aludido aquí.

59 Las similitudes son flagrantes pero, como se notará, Paravicino va más allá del texto de Márquez; no se trata, pues, de una imitación «a la letra». Paravicino: Circunstancia la de la hermosura al Reyno que Dios mismo observó en David, San Basilio y Séneca en las abejas, que nuestro sabio Alfonso previno en sus Decendientes y que hasta los Etíopes, desobligados por el natural disfauor del Cielo à pleitar hermosuras, solicitan (en opinión de Aristóteles) para sus magistrados (p. 10). Márquez: Aristóteles dize que en Etiopía se repartían los Magistrados a los de mejor cuerpo y rostro, y Séneca y San Basilio que entre las auejas la más hermosa y de mejor color tiene siempre el reino (pp. 17-18).

60 Lucinius Papirianus, gramático latino del siglo ii, propuso una dotación de dinero (o de oro) para socorrer a los niños pobres de la ciudad. Aelius Donatus, muy famoso gramático y retórico de siglo iv es considerado como el tutor de San Jerónimo.

61 Es evidente que aquí tampoco se trata de una copia servil; Paravicino, si toma en Márquez, también añade, para ilustrar muy corrientes consejos. Paravicino: Pues toca al Príncipe saber las historias propias y agenas, las costumbres de sus pueblos y los extraños, de vnas y otras gentes a que los testimonios de Salomón, Liuio y Aristóteles, los exemplos de Moisés, Asuero y Alexandro, la ilustración de Gerónymo, Agustino y Gregorio (lumbreras mayores nuestras) nos dieran saludable diuertimiento… (p. 12). Márquez: Tengo por parte necessaria en vn Príncipe supremo que tenga conocidas las costumbres de las naciones estrangeras, siquiera por historias, y se aya exercitado años antes en estudios por lo menos de varia lección…[Alude después, en un largo desarrollo, a Tito Livio, a Salomón, a Moisés ] …Que conuiene mucho que el Príncipe sepa siquiera por Historias las costumbres y inclinaciones de las naciones extrangeras (como Moysén supo las de Egipto, con quien auía de tener tantas demandas y respuestas antes que pussiese el pueblo en libertad), porque necesariamente padecería grandes engaños y se vería a peligro de errar las materias de estado si no estuuiese muy sobre los estriuos en el conocimiento de la gente con quien ha de tratar [y más abajo alude al rey Asuero] (p. 23). Como nota Jáuregui: «Si buscamos assí concordancias de sentencias comunes, no sólo en Márquez, sino en qualquier libro del mundo, se hallarán infinitas. Vea V. m., por su vida, que el aconsejar a los Príncipes que sepan historias con los demás estudios es un preceto fácil de conocer, y así comúnmente se halla en quantos escriben política, y en otros muchos» (f. 25v). Y a continuación Jáuregui cita a Francisco Patricio (en su De regno, lib 2, cap. 10), Justo Lipsio (libro 1, capítulo 9 de sus Políticos) y Comines, señor de Argentón (en sus Memorias, lib. 2, cap. 6).

62 Corrijo el manuscrito, que dice «al fin del año, la de 1598», sin duda por error del copista. Ya Jáuregui había corregido.

63 La Oración fúnebre de San Ambrosio después de la muerte del emperador Teodosio es un modelo muy a menudo citado y muchas veces imitado en la oratoria sagrada del Siglo de Oro. Paravicino: … pudiendo dezir San Ambrosio dél lo que ya dixo de Teodosio, que de las cenizas del muerto fénix con fin natal y fecundo acabamiento, se leuantaría la misma Ave copiada en las virtudes flamantes de su hijo (p. 13). Páez: Vaise eternizando a Phenix, sendo unica, levantandose das suas cinzas outra, que lhe suceda; porem maior felicidade he a de quem antes de morrer deixa intitulado e enthronizado quem lhe ha de suceder, não se extingue, não acaba por morte o Imperio do Rey, que deixa sucessor e a quem ficão filhos, que o representão vivo depois de sua morte, grande consolação he para o Rey defuncto e para os vassallos vivos como advertio S. Ambrosio na morte do Emperador Theodosio, quando disse: Tantus Imperator recessit a nobis, sed non totus recessit, reliquit enim nobis liberos suos, in quibus; eum debemus agnoscere et in quibus eum cernimus et tenemus (f. 22r-v).

64 Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Secunda Secundae, Quaestio 60, Art. 3: «Respondeo dicendum quod, sicut Tullius dicit, suspicio importat opinionem mali quando ex levibus indiciis procedit» [‘Contesto diciendo, como dijo Tulio, que la suspición implica una opinión de lo malo cuando procede de indicios ligeros’]. Santo Tomás se refiere a las Tusculanae disputationes de Cicerón.

65 Bartolus o Bartolo da Sassoferato, In legem admonendi, ff. De jure jurando; Iacobus Menochius (1532-1607), autor de los De praesumptionibus, coniecturis, signis et indiciis commentaria, Venecia, 1587.

66 Comparemos: Paravicino: Vínole estrecha Europa: estendió a la África el braço y le admitieron sus dos senos abrasados, Larache y La Mamora. Deseos, no efeto, del coraçón magnánimo de Carlos, con que desmintió en parte tanto agüero africano como a la felicidad triunfante de aquel Máximo Emperador hizieron, si no zozobrar, correr entre tan recios vientos poco ayroso naufragio y frustar tan religiosos intentos en sus orillas (p. 17). Páez: que desejados foraõ do Invictissimo Emperador Carlos Quinto, Avô de sua Magestade, Larache e Mamora, que pretendidos pela prudencia del Rey seu Pay, e o que em tantos annos, naõ puderaõ armas, industrias e diligencias, effeituarão, com taõ felices sucessos, os breves annos de sua Magestade (f. 13r).

67 En la mitología griega, Deucalión, hijo de Prometeo, era de Tesalía cuando ocurrió el diluvio. Deucalión y su esposa Pyrrha fueron los únicos que se salvaron, volviendo a poblar la tierra, tirando piedras que se cambiaban en seres humanos de ambos sexos.

68 Ovidio, Metamorphoseon (Metamorfosis), libro 1, verso 292 [‘Todo era océano, el mismo océano ya no tenía márgenes’].

69 Séneca, en las Naturales Quaestiones, libro 3, cap. 27, §13-14-15, escribe (citando irónicamente a Ovidio): «Nat lupus inter oves, fulvos vehit unda leones. / Non est res satis sobria lascivere devorato orbe terrarum. Dixit ingentia et tantae confusionis imaginem cepit, cum dixit: / Expatiata ruunt per apertos flumina campo, / … pressaeque labant sub gurgite turres. Magnifice haec, si non curaverit quid oves et lupi faciant. […] Natari autem in diluvio et in illa rapina potest? aut non eodem impetu pecus omne quo raptum erat mersum est? Concepisti imaginem quantam debebas, obrutis omnibus terris caelo ipso in terram ruente. Scies quid deceat, si cogitaveris orbem terrarum natare » [‘«El lobo nada entre las ovejas y las ondas se llevan los rojizos leones». Hay que estar ebrio para dárselas de ingenioso a propósito del orbe devorado por les aguas como cuando dijo: «Los ríos desbordados se precipitan sin obstáculo a través de las llanuras y las torres se tambalean y se hunden en el oleaje». ¿Puédese nadar en un diluvio y en ese hundimiento universal? ¿No acaban tragados todos los animales por la misma violencia que los había arrebatado antes? Te has representado correctamente la tierra entera sumergida por las aguas y el cielo que se hundía sobre la tierra. Has de seguir el mismo tono, y sabrás lo que conviene decir, si consideras que la tierra es la que está nadando’].

70 Aquí hay coincidencia, pero no imitación «a la letra»: Paravicino: Mas ¿qué no haría su Religión? Su respeto al cielo, ¿qué no obraría? Si sabe del Sol mismo de Dios su fénix amoroso Agustino que no le parte nunca en las batallas, antes bien entiende (como si pudiera dudarlo) à las armas más justas y religiosas, para entregarles con la luz la victoria, como lo experimentó Abías, con quarenta mil hombres menos que Jeroboán en su exército (p. 18). Márquez: Y san Augustín solía dezir que quando dos campos batallan, Dios está con el ojo de vn palmo para dar la victoria donde conoce la justicia. […] Baste en lugar de mil el caso del Rey Abías que, estando en campo con quarenta mil hombres contra Ieroboán, que tenía ochenta mil, le desbarató y mató cincuenta mil dellos, tomó sus ciudades, prendió sus hijas y mugeres y no le consintió alçar cabeza hasta que murió… (p. 324). Véase el relato de la guerra entre Abías, rey de Judá, y Jeroboam, rey de Israel en 2 Cró., 13, pasaje muy a menudo utilizado en la tradición exegética.

71 Una vez más, se puede ver que Paravicino no imita “a la letra” el texto de Márquez, sino que lo desarrolla, añadiendo mucho de su propia cosecha. Paravicino: Quien a primera luz mirare à Iosué, por más valiente le tendrá que a Moysén, viéndole siempre entre las armas de las victorias. Mas quien atento considerare que al ademán que Moysén leuanta en el monte los braços, él los juega allá en la campaña y que no vence el vno en el campo más que el otro dispone en el oratorio, verá que Moysén, si no es mayor soldado, mejor Rey y Gouernador es. Que el sol, para obrar en la tierra, no se arranca de su orbe: desde lo más alto de él, mientras más mesurado, está más activo. Y a la verdad tan valientes son las manos del Príncipe que las levanta puras a Dios en las ocasiones de la guerra (óyganme los Príncipes todos), que quien lo era tanto como Josué (valiente digo), que pudo arrollar esta piel estrellada del cielo, como David dixo, como si revolviera la capa o el manto militar al brazo, y para permitirla o prohibírsela al mundo, fueron árbitros imperantes de la luz sus manos: para sacar felizmente la espada propia, le libró Dios, no sólo el tiempo, sino la destreza en agenos braços (pp. 18-19). Márquez: Tan poderosa llaue es la oración para abrir y cerrar los cielos y tanto dependen della los sucessos de las guerras Cristianas, que a quien ha podido arrollar esta piel estrellada, como si reboluiera el manto al braço y tenido en las manos poder dar y quitar la luz al mundo, para sacar a tiempo la espada, se le libró la destreza en brazos ajenos (p. 98).

72 Aquí pasa lo contrario del ejemplo anterior, ya que Paravicino condensa en poco más de una línea, un párrafo mucho más extenso de Márquez: Paravicino: Quita Dios Reyno y vida al Príncipe de Sichén, por tomar Religión verdadera con atención sola a su materia de Estado (p. 20). Márquez: Quán desgraciados fines se pueden pronosticar a los que esto hazen, dícelo la historia del Príncipe de Sichén que, entendiendo que su hijo heredero auía forçado a Dina, hija de Iacob y hermana de los doze Patriarchas, por aplacar la parentela que auía tomado con grande aspereza el agrauio, pidió que se la diessen por muger, offreciendo dotarla ricamente, y no bastando este medio para desenojar los ofendidos, mudó e hizo mudar al pueblo de religión y se circuncidaron él y todos sus súbditos en vn día, pensando asegurar más las voluntades de Iacob y de sus hijos. Y sucedió que valiéndose Simeón y Leuí, hermanos de la donzella, de la misma circuncisión a que se auían sujetado por granjearlos, entraron la Ciudad al tercero día, cuando las llagas estauan más enconadas, y la pasaron a cuchillo con su Príncipe y heredero, porque no uuo hombre en ella que con la vehemencia del dolor pudiesse tomar las armas. Tan infelices sucessos pueden esperar los Príncipes que mudan de religión por materia de estado, quando escogiendo el de Sichén la verdadera, pagó de contado el intento con que se movió a seguirla… (p. 360).

73 Otro caso de inspiración directa: Paravicino: Que no auía de ser Germánico sólo el que sobre la montaña de armas de las naciones debeladas de Arimino, entre el Reno y el Albis leuantasse a Iúpiter, a Marte y Augusto monumentos (pp. 25-26). Márquez: Este desengaño celebró la antigüedad en Germánico, porque hauiendo vencido a Arimino entre los dos ríos Reno y Albis, sobre grandes dificultades y dilaciones, leuantó un monte de armas en la campaña […] consagró a Marte y a Júpiter estos despojos… (p. 246). En realidad, en los Anales (libro II, cap. xviii), Tácito, relatando la victoria de Germánico sobre Arimio, no dice que éste consagró los despejos a Marte y Júpiter, sino que habla en general: «Miles in loco proelii Tiberium imperatorem salutavit struxitque aggerem et in modum trofaeorum arma subsciptis victarum gentium hominibus imponit» [‘En el campo de batalla los soldados saludaron a Tiberio Imperator, y elevaron un montón de tierra sobre el que se pusieron las armas como trofeo y debajo se grabaron los nombres de las naciones vencidas’]. Es evidente, pues, que Paravicino se inspiró directamente de Márquez y no de Tácito.

74 Comparemos la frase de los dos textos: Paravicino: de quien podrá Tertuliano dezir, por imitación, lo que de Dios dixo: que no sólo ninguno más Rey, pero ninguno en rigor tan Padre… (p. 26). Páez: Muitas razões ha para sintirmos a morte deste grande Rey e grande Pai, de quem podemos dizer o que Tertulliano disse de Deos: Tam pater nemo, tam pius nemo: nenhum taõ Rey e nenhum taõ Piedoso… (f. 5v). Este caso es muy interesante, ya que, repitémoslo, el sermón de Páez, de 1621, es anterior al Panegírico de Paravicino (1625). Tertuliano califica a Dios de padre (pater) y de piadoso (pius). Páez, que no sigue exactamente a Tertuliano, traduce correctamente pius en piadoso, pero cambia pater en rey. Paravicino guarda rey y padre, olvidándose de pius. Ambos predicadores se apartan pues de Tertuliano. Tan difícil es afirmar que aquí Paravicino imita a Páez, como que se remonta directamente a Tertuliano (autor que cita a menudo). Como notaba Jáuregui, a propósito de San Ambrosio, «¿Cómo se puede decir que imitan unos a otros y no todos al santo?» (f. 26r).

75 Puede verse aquí cómo Paravicino reelabora el texto de Márquez: Paravicino: Así, aunque entre tan públicos y particulares menesteres, no agrauó el peso a sus pueblos, antes, con la afabilidad a lo menos se le aliuiaua. Los dedos de las manos quería Roboán hazer gruesos como las espaldas de Salomón su padre, auiendo Samuel, cuando le vngía a Saúl el Reyno, dexádole de industria vna espalda de carnero por mejor plato y jurado Job, que si al afligido le dio de mano, se le cayese el braço del ombro: señales vna y otra que han de ayudar los Príncipes con el ombro de la compassión al otro del servicio, y que deuen estimar amorosamente de sus vassallos el gusto con que se empeñan por ello; pues aun de Dios dixo Micheas que él mismo ponía el vn ombro adonde el otro los hombres (pp. 26-27). Márquez: Y deue tener por cierto el Rey Christiano que los tributos que se juntan con grandes extorsiones se suelen mal lograr y lucir poco como escriuió san Gregorio a la Imperatriz Constancia y que quanto mayor y más absoluto señor fuere de su tierra, tanto más ha de huyr de fatigarla, conuirtiendo siempre la potestad en alivio y no en afflicción de los suyos, de que es reprehendido en la Escritura Roboán, porque, pidiéndole el pueblo que le desahogasse de los tributos que auía cargado su padre Salomón, respondió que el dedo menor de su mano era más grueso que el ombro de su padre y que assí les pensaua agravar el yugo, deuiendo inferir lo contrario, porque quanto más fuertes son los ombros de los Reyes, tanto mayor obligación tienen de compadecerse del Reino y ayudarle, porque es ley diuina y natural que el Rey y el Reino se traigan a veces en ombros el Reino, lleuando en paciencia los tributos justos, como hemos dicho de Isacar, y el Rey doliéndose de su desconsuelo quando lleua más de lo que puede. Por lo cual el Profeta Samuel, en el banquete que hizo antes de vngir a Saúl por Rey de Israel, le mandó guardar de industria la espalda de carnero, para advertirle que sobre las espaldas de los Reyes ha de cargar el desconsuelo de los vasallos. Y el santo Job dezía de sí: Si levavi super pupillum manum meam etiam cum viderem me in porta superiorem, humerus meus a iunctura sua cadat et brachium meum confringatur. Si di mangonada al afligido quando me vi Rey en mi trono, Dios me desprenda el ombro de su lugar como a quien deuía traer en él al súbdito fatigado y no lo hizo… [Y sigue con una alusión al emperador Valentiniano alabado por San Ambrosio] (p. 94). Como se ve muy bien aquí, Márquez pone la exégesis al servicio de la materia política, y podemos notar que Paravicino abrevia o sintetiza, reelaborando los elementos tomados prestados con su genuino estilo, sin entregarse pues a una imitación servil.

76 Variaciones sobre el libro del Apocalipsis, 5 y 6: Paravicino: El León vozeó San Iuan que vencía, y al fin, fue Cordero el que abrió los sellos del libro y al que con particular mysterio cantaron la gloria. Que el León de España no trae acaso el cordero de Austria en el pecho sino para mostar al mundo que tiene garras de León para el enemigo y entrañas de Cordero para el vassallo (pp. 27-28). Páez: Dignus est (aiunt seniores) agnus, qui occisus est, accipere fortitudinem, non mansuetudinem amittere, ut et agnus montat et leo sit. [Apocal. 5]. A fortaleza não encontra a mansidaõ, a crueldade sim e quando a mansidaõ he forte e poderosa, não se presume della que possa ser pusillanimidade e fraqueza de animo, senão virtude de quem sendo Leaõ forte para defender os seus, he Cordeiro para os não matar, antes morer por elles: Pro suis leo rugiet, non in suos. Este Cordeiro manso para os seus, he Leão para os defender (f. 14r). Las ideas son evidentemente las mismas en ambos predicadores, pero Paravicino se vale de paranomasias: el león es el que pertenece al blasón de España (Castilla y León) y el cordero del pecho es el Toisón de Oro de la Casa de Borgoña, pasado a la de Austria y después a la de España con Carlos v.

77 La frase de Paravicino dice así: Paravicino: De sentir los passos de vn Dios muy seuero huyó un hombre solo que auía en el Parayso, y ya hecho hombre esse Dios, andauan mirándole a los semblantes los hombres (p. 28).

78 El Censor reprehende aquí a Paravicino abultando los reproches y torciendo lo que dice el predicador: Paravicino: Iamás vieron los enemigos en Dios humanado acción lustrosa de aparato o grandeza: todas fueron de piedad, curando enfermos, resucitando muertos, librando endemoniados (p. 28). Jáureguí, luciéndose como suele hacerlo, refuta la Censura en un largo desarrollo atestado de erudición y seguros argumentos.

79 Al final de la reprehensión, el Censor alude al romance La Pasión de Jesucristo Redentor Nuestro, de Paravicino (que sólo circulaba en manuscrito) en el que los versos finales dicen: «¡Qué despechados se afligen / cuando obstinados no lloren! / Verdaderamente, Hijo / era de Dios este hombre.» El censor cita una variante (del manuscrito 3795 de la BN de Madrid) con respecto a lo que dice el volumen impreso Obras Póstumas, divinas y humanas de D. Félix de Arteaga, Madrid, Carlos Sánchez, 1641. Véase mi edición de este romance en Cerdan, 1978.

80 Indudablemente Paravicino se inspira del texto de Baeza, pero tampoco aquí hace una copia servil: Paravicino: Entre las luzes y gloria de su Transfiguración puso Iesu Christo Redentor nuestro a Moysén y Elías (suavíssimo ministro el uno, pero rigurosíssimo el otro) a sus dos manos, él, para templarlos, en medio. Mas a la mano derecha, y primero, como notó San Pedro Cluniacense, la suauidad de Moisés, y a la siniestra, el rigor de Elías: que las excelencias supremas, como Cyrilo le representó a Teodosio, han de ser serenas y fáciles. Que ya sabe el Cielo embiar fuego sobre tan crespo y corrido vassallo como una çarça, y contentarse con alumbrarle sólo, sin que le permitiese quemar. En casa de Abrahán, que se hazían mercedes, se apareció el Hijo entre las dos personas Padre y Espíritu. Y en los pueblos infames que castigaua, el que se desapareció fue él, à las sospechas pías de San Ambrosio, que como humano y prudente Gouernador, desde que se empeñaua con ser hombre, dando por su mano los premios, no executó por sí los castigos. Toca al Príncipe encargar que se haga justicia, mas instar a su rigor, no (pp. 29-30). Baeza: Regi omnium creaturarum et gubernatori maximo Iesu apud Thabor duo laterones adfuerunt Moyses et Elias; ita enim habes Math. 17 Et ecce apparuerunt illis Moysis et Elias cum eo loquentes, quibus perfectissimi iudicis ostentabantur insignia. Sed illud notandum quod Moyses mansuetudine clarus ponitur primus, ut dicat, quae virtus initiet optimum gubernatorem et principem. Id acute notavit D. Petrus Cluniacensis serm. de Transfiguratio ubi inquit. Duo ergo illi patres alter mitissimus, alter immitissimus apparent cum Domino. Quare? quia misericors et miserator Dominus, quia justus Dominus et justicias dilexit. Misericors ergo misericordem justus justum, desiquant. Unde et congruens scriptura non prius Eliam, et postea Moysem; sed antea Moysem et postmodum Eliam ponit. Sic inclytus Joseph cum esset justus prius Moysem agit, volens uxorem traduxere, deinde de Eliae severitate voluit illam occulte dimittere, justitiae duritiem mansuetudine praemissa perfundens juxta nobilissimi et praestantissimi gubernatoris indolem. Etenim D. Cyrill. Alexandr. Apol. ad Theodosium, sic Principis animum ad parcendum reis flectit, dum suggerit haec. Decet supraemas excellentias, ut serenae sint et placido animo, ne irarum agitentur furiis, sed inter furorem et severitatem, mansuetudinem beneficiorum cumulatricem exhibeant [‘Moisés y Elías estuvieron en el monte Tabor como los dos acompañantes del máximo rey de todas las criaturas y guía. Así tienes en Mateo 17: Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías hablando con ellos, a los cuales se mostraban los distintivos del perfectísimo juez. Pero es de notar, sin embargo, que Moisés es puesto el primero, destacado por su mansedumbre, como queriendo significar cual ha de ser la virtud principal para un óptimo gobernador y príncipe. Esto señaló agudamente San Pedro Cluniasense (Sermo de Tranfiguratio), cuando dijo: aquellos dos Patriarchas, uno suavísimo, el otro muy riguroso, aparecen con el Señor. ¿Por qué? Porque el Señor es compasivo y misericordioso y porque el Señor es justo y ama la justicia. Consecuentemente el compasivo alude al compasivo, el justo al justo. De ahí que, con razón, la Escritura no ponga primero a Elías y luego a Moisés, sino que pone antes a Moisés y después a Elías. Por eso el glorioso José, queriendo repudiar a su mujer, siendo justo, actúa como Moisés, y luego, con la severidad de Elías, quiso repudiarla secretamente, aplicando después de la mansedumbre la severidad de la justicia, como conviene a la índole de un nobilísimo y eminentísimo gobernador. Por eso San Cirilo de Alejandría (Apologia ad Theodosium), inclina así el ánimo del príncipe a perdonar a los reos, cuando sugiere lo siguiente: las autoridades supremas deben mostrarse serenas y apacibles, para que no las turben las furias de la ira, sino que entre el furor y la severidad manifiesten la mansedumbre que acumule los beneficios’].

81 De larga tradición exegética es acudir al ejemplo de José con sus hermanos. Una vez más Paravicino se limita a lo esencial y no copia «a la letra» a Baeza, a diferencia de lo que afirma el Censor: Paravicino: Ioseph, quando más moço, acusó luego a sus hermanos; ya hombre experimentado, y en vna cárcel, no habló ni en el testimonio insolente porque padecía, porque le prevenía Dios al Reyno. Y cuando, ya dueño, se vio con los hermanos, aun en la venta envidiosa no habló. Que como nos enseñó santamente Político San Zenón, vio que si auiendo de ser, por la profecía, Rey de sus hermanos, el acusarlos lo boluió sueño, el disimular con ellos lo haría verdad (pp. 31-32). Baeza: Huic etiam excogitationi lucem addit magnus ille Joseph qui puer virtutis zelo fratrum scelera minime patitur, sed ea confestim revelat patri. Sic enim ait textus sacer Genes. 37 Accusavit fratres suos apud patrem crimine pessimo. Sed ex tunc fraternum in se odium concitavit, qui illius regnum exhorrentes illum vendiderunt Ismaelitis, a quibus in Aegyptum asportatur, ubi secundo venditus tandem ob adulterii falsam accusationem truditur in carcerem. Ibi tacitus sibi vacans ad aliorum crimina didicit non respicere, quo se in regnum maxime praeparavit. Etenim posset facile ex Aegypto fratres suos apud patrem etiam accusaret de venditionis scelere, sed tacuit ait Honcala: Ne patrem certiorem faceret a fratribus suis se fuisse crudeliter distractum et ut exitum somniorum expectaret. Se ad regni culmen ascensurum puer somniaverat et dum fratrum mores et scelera carpit, miseram inde servitutem venatur. Iam servitute pressus didicit se inspicere, non alios, didicit sibi vacare, non fratrum accusationem agere, ut exitum somniorum, nimirum regiam dignitatem expectaret: quasi didicerit, quod non is, qui fratrum momordit errores, sed is qui sibi vacat et tacens aliorum scelera obliviscitur, regno suscipiendo aptatur. Non ex accusatione fratrum, sed ex patientia et tolerantia defectuum aliorum subitur regni clavus. Id quod videtur attigisse D. Zenon serm de Pat. cum ait: Ioseph patiens invenitur, cum a fratribus rapitur, patiens, cum in puteum dimittitur, patiens, dura cum hasta distrahitur, patiens in carcere et patentior in regno. Quasi idem fuisset in viro sancto patientiae culmen attigisse tacendo de injuriis et sceleribus fratrum et promissi regni culmen intrare. [‘Este pensamiento lo ilustra el gran José que, siendo niño celoso de la virtud, no sufre en absoluto los crímenes de sus hermanos y los revela en seguida a su padre, como lo dicen las Escrituras, Genes. 37: Acusó ante su padre a sus hermanos de un crimen excecrable. Desde entonces José fue víctima del odio de sus hermanos que, aborreciendo su futuro reino, lo vendieron a los Ismaelitas; éstos lo llevaron a Egipto donde, vendido por segunda vez fue acusado falsamente de adulterio y encarcelado. En la cárcel se quedó callado, mirando por sí mismo, y aprendió a no mirar por los crímenes ajenos, poniendo todo su empeño en prepararse para reinar. A pesar de que le hubiera sido fácil denunciar a sus hermanos ante su padre por haberle vendido, no dijo nada. Escribe Honcala: «José actuó así para que su padre no se enterara de que había sido cruelmente raptado y para esperar la realización del sueño que había tenido». Siendo niño había soñado que llegaría a la cúspide del reino y mientras, van desapareciendo de su mente los crímenes y el proceder de sus hermanos; se ve gratificado con una esclavitud miserable. Bajo el yugo de la servidumbre aprendió a ocuparse de sí mismo, no de los demás, a no acusar a sus hermanos y a desear la realización de su sueño, a saber la dignidad regia. Es como si hubiera aprendido que el hombre apto para reinar no es el que critica los errores de sus hermanos, sino el que dispone de sí mismo y olvida con el silencio los crímenes ajenos. El que se hace cargo del reino lo hace, no acusando a sus hermanos, sino con la paciencia y la aceptación tolerante de los defectos ajenos. Es ciertamente lo que había entendido el divino Zenón en su sermón de la pa[ciencia] cuando escribe: «Es paciente José cuando es raptado por sus hermanos, paciente cuando lo bajan en el pozo, paciente cuando lo venden en subasta pública, paciente en la cárcel y más paciente aún cuando reina». Es como si fuera una misma cosa para este varón santo el haber conseguido el más alto grado de la paciencia callando los atropellos y crímenes de sus hermanos o el haber conseguido entrar en la posesión del reino prometido’]. Antonio de Honcala (1484-1565) fue eminente biblista. Escribió en 1555 un comentario al Génesis.

82 En este ejemplo puede notarse, una vez más, que Paravicino se inspira de Márquez, pero añade mucho: Paravicino: Priesa fue en su misericordia el aguardar cien años a los hombres para vna dura sentencia; pues aun veynte más les auía señalado su justicia: y para execución de la vltima, en que ha de trocar à los castigos las manos y servirse de fuego por más presto y ruidoso ministro, si no más violento que la agua, atiende siglos enteros. Y ¿qué juez ay tan recto a quien no esté dando espera Dios por sus culpas, cuando él fulmina más las agenas? ¡O, que esto ocasiona delitos! Así lo conoce Dios; hasta desconocerle loca más que blasfemamente los Ateístas, perdiendo (como dixo el grande Africano tres veces Tulio) entre las sombras de sufrimiento el Sol de la verdad, si no es aquella mentira de sus intentos. Y con todo esso, de vna vez que castigó tanto, juró (como de escarmentado) no hazerlo más, que es tan natural el errar en los hombres, ya después de su ser estragado, que no tendrá vassallos si no perdona ofensas. Pues aun el miedo de Syla, tan sanguinolento como tyrano, advirtió el otro cuerdo (referido de San Agustín) que dexasse siquiera viuir algunos, para tener a quien imperasse después (pp. 32-33). Márquez: Se dio cierto documento a los Reyes del modo que han de tener en castigar los sediciosos. Algunos ha auido tan vengativos que han intentado desquitar igualmente la desobediencia sin perdonar vn culpado tan sólo. De estos fue Sila, de quien dize Séneca que, acabando de triunfar de las partes de Mario, no se cansó de degollar enemigos, hasta que uino a faltarle la sangre que derramar […] en tanto grado que fue menester aduertirle que iba agotando el Imperio y que era necessario dexar algunos con vida para tener a quien mandar después (p. 136). Jáuregui rebate al Censor, valiéndose, como sabe hacerlo, de bastantes citas bíblicas y de Padres de la Iglesia.

83 Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Prima pars, Quaestio 22, Articulus 3, Ad. 2: «Cum igitur Deus sit universalis provisor totius entis, ad ipsius providentiam pertinet ut permittat quosdam defectus esse in particularibus rebus, ne impediatur bonum universi perfectum» [‘Aunque Dios sea el provisor universal de cuanto es, a su providencia le corresponde permitir algunos fallos en cosas particulares, para no impedir el bien perfecto del conjunto’].

84 No se ha podido aclarar esta nota marginal, porque ni en el lugar citado ni en toda la Política de Aristóteles se habla de «tono heroico».

85 Aquí también el Censor juzga las alabanzas que hace Paravicino de Felipe III «muy humildes» y aconseja el grado heroico para comentar las virtudes de los príncipes. Pero tampoco la nota que cita a Séneca es exacta, porque en la epístola 20 a Lucilio, sólo se trata de asuntos domésticos. De manera general todas las epístolas a Lucilio versan sobre temas de filosofía moral y reglas de conducta. En la epístola 100 se alude al estilo de Lucilio como acorde a su carácter. Paravicino: Digan los que más le trataron, hablen los que recibieron de él órdenes o papeles, si más bien entendido, más bien hablado, que escriuiesse mejor, ha habido, no digo Príncipe, sino hombre particular en España (pp. 35-36). Jáuregui discrepa y juzga estas alabanzas de esta manera: «Yo las tengo por mayores». Se explaya después en dos folios enteros (f. 35v-36v) sobre los comentarios de San Gregorio Nacianceno.

86 San Jerónimo, De viris illustribus vel proprie De scriptoribus ecclesiasticis, caput LIV: Tertullianus presbyter.

87 Notaremos que el pasaje de Paravicino es mucho más corto que el de Baeza, lo que supone una elección activa y no una copia servil. Jáuregui no comenta. Paravicino: Y si de Ioseph dixo San Ambrosio que coronó la cárcel su resistencia, el gran discípulo de Tertuliano añadió que a la eminencia de su castidad se le deuió la cumbre del Reyno. A los cabellos o pensamientos de la alma llamó Salomón, por castos y puros, púrpura Real. De donde, no acaso Dalida intentó los de Sansón tantas vezes. Porque como dixo delgadamente el Pelusiota, a cortar la greña casta y Real que al león hace Rey y al hombre Rey y león, tira la belleza y ha de temerse el cuidado. Perpetua batalla de la vida, adonde tantos Sansones, no sólo han perdido el cabello, sino la cabeça también (p. 37). Baeza: Expende illud Deo iudice; ut sic videas, quam jure debitus pudicitiae fructus regius splendor. Id satis noverat Ioseph ipse, quum lascivae herae respondit Genes. 39: Nec quidquam est, quod non in mea sit potestate, vel non tradiderit mihi, praeter te, quae uxor eius [domina mea] es. Cur non domina a servo dicitur praecipue cum et ab ingenuis quaevis foemina domina vocatur? Stat Pro Ioseph Ambros. Lib 5 sic aiens, ille noluit et dixit uxori domini sui, recte uxor domini et non ipsa domina dicitur: quomodo domina, quae dominandi non habet officium? quae disciplinam dominae non tenebat? Ille dominus, qui amantis non excipit faces. Equidem uni virgini adnatus est principatus, solum virgo ad clavum, ad imperium vocatur […] Cur solius infractae castitatis memorat causam? Sane praesagus illius animus festinantem regiam dignitatem olfaciebat, et ideo solam memorat castitatis causam et cui soli deberetur regnum. Ita D. Isidor. Pelus. Lib 4 epist. 79 Satus Erubuit Josph ea comerremorare quae sibi acciderunt ne coronam castitati debitam sibi ipsi imponere videatur quae sibi acciderunt, ne coronam castitati debitam sibi ipsi imponere videatur. Etenim unum castitatis coronatur opus, ut pote regnum , adeo, ut regalis purpura, cant 7 unis castissimis sponsae tribuatur mentibus, ait enim Comae capitis tui purpura regis. Ibi enim residet regius decor, ubi casta cogitatio crinium denotata nomine quiescit. Hinc lasciva Dalidae manus adversus Samsonis armatur comas, Iud 16, cujus templo D. Isid Pel lib 2 ep. 284 monet nos, ut fugiamus luxuriantem manum: Ne velut horrendum quendam et elatum leonem nacta, comam quidem, quae leonem verem leonem efficit, regiamque dignitatem ipsi conservat amputet. Coma ergo, nimirum casta cogitatio sedes purpurae est, regiique splendoris, que sola regali nonobilitatur nomine et stemmate. [‘Examínalo, teniendo a Dios como juez, para que veas así justamente el regio esplendor del fruto de la castidad. Bien sabía esto el mismo José, cuando a su lasciva ama respondió (Génesis, 39): Y no hay nada en esta casa nadie superior a mí, sin haberse reservado él nada, fuera de ti, por ser su mujer. ¿Por qué no es llamada señora por el siervo, cuando es llamada esta mujer señora por cualquier de los hombres libres? Consta en San Ambrosio, Pro Joseph , libro 5, que dice así: «Él no aceptó y se dirigió a ella, llamándola señora de su señor; con razón la llama esposa de su señor y no es llamada ella misma señora. ¿Cómo le diría señora, si ella no tiene la autoridad para mandar? ¿Si ella no tenía el arte de señora? Aquel es señor, el que no acoge las pasiones de la amante». Ciertamente que la preeminencia está vinculada a la virginidad. Únicamente el hombre virgen es llamado al mando, al imperio.[…] ¿Por qué recuerda sólo el motivo de la sola virginidad intacta? Con razón el ánimo profético (de José) adivinaba la dignidad regia que se acerca de prisa, y por eso recuerda el único motivo de la castidad, al que se debería el mando. Así el Divino Isidoro Pelusiota, lib. 4, epíst. 79: «José se avergonzó mucho al recordar aquellas cosas que le sucedieron para que no pareciese que se otorgaba a sí mimo la corona debida». En efecto, una sola obra de castidad es coronada, como un reino, hasta tal punto que la púrpura real le es otorgada a los pensamientos castísimos de la esposa (Cantares, 7) pues dice: «La cabellera de tu cabeza es como púrpura real». En efecto, la dignidad regia, y la castidad recibe el nombre de cabellera. Por consiguiente, la mano lasciva de Dalida se arma contra la cabellera de Sansón (Iud, 16), con cuyo templo el Divino Isidoro Pelusiota, lib. 2, ep. 284, nos advierte para que huyamos de la mano lujuriosa: «Para que no corte la cabellera conseguida como cualquier horrendo y altanero león, sin duda una cabellera que hace auténtico al león, y conserva para sí la dignidad». Cabellera es, por tanto, un pensamiento casto, es en efecto sede de púrpura, de esplendor regio que ennoblece con guirnalda y nombre real’].

88 La cita de San Bernardo viene de la obra Vitis mystica seu tractatus de passione Domini: super «Ego sum vitis vera», IV, 12: «Bene quidam rex, cum percussus humana sagitta peteretur ut se ligari permitteret, donec excideretur, quia levissimo motu mortem posset incurrere: “Non decet, inquit, vinciri regem”». Se trata de un tratado atribuido a San Bernardo.

89 Es evidente que hay muchas similitudes, pero el Censor exagera mucho cuando dice «tan a la letra». Paravicino: ¡Cuánto mejor, Filipo (que me arrebató el dolor), pudo dezir de ti Plinio que de Trajano, en la buelta o cerco que diste a Reynos tuyos, que ni maridos ni padres te temieron! Porque la Castidad, en los demás es afectada, en ti fue natural. ¡Oh, qué instante exemplo dio à los señores del mundo Job, quando concertó con sus ojos el no pensar hermosuras tiernas, (que se ha llegado ya en muchos afectos hasta los ojos el corazón) y, como tales, de vistas soberanas se pueden aojar fácilmente! ¡Cuántas ruinas te enseñan en Bersabé ! Dellas deuió de aduertir tan pura Tertuliano como sutilmente, que en viendo Rebeca la primera vez a Isaac con quien auía de casarse, se cubrió el rostro, que era el traje de las casadas. Porque con sólo ver que la auía mirado su esposo, sentenció contra su entereza y trasladó la senzillez de su estado a los recatos del matrimonio. Tan a riesgo del crédito, si no de la culpa, está una belleza grande, mirada de igual autoridad, o mayor (pp. 39-40). Márquez: Baste para prueua de este punto lo que dixo Plinio el menor a Trajano: Nec vero ego in laudibus tuis ponam quod adventum tuum non pater quisquam, non maritus expavit, affectata aliis castitas, tibi ingenita et innata, interque ea quae imputare non possis.. […] se han perdido más príncipes por deshonestos que por crueles […] Desde su solana echó David ojos a Bersabé, y se perdió dolorosamente. […] Y Tertuliano consideró que uiendo Rebeca a Isaac (con quien se venía a casar) desde el Camello se cubrió el rostro, que fue trocar el hábito de donzella en el de matrona, porque con sola la vista del esposo dio por acabada la prerrogativa de la entereza y se tuuo por constituyda en otro estado. Así que guardará con gran cuidado el Príncipe Christiano los ojos, y no dará lugar a que la compostura y seueridad naturalmente respetada en los Reyes peligre por su poco recato (pp. 37-38).

90 El sermón de Paravicino dice: “No renouemos el llanto que si le derrama con ternura el sentimiento sobre la piedad del que se ausentó, se le beue con gozo el decoro a vista de las prendas que nos ha dexado”. Pero más lejos, en las planas 47-48, Paravicino, al hablar de Elías y Eliseo, dice: “y apartándose a vn lado y a otro las ondas, quanto beuieron de temor al manto del Maestro, tanta arena enxugaron al passo del sucessor”. Véase, infra, nota 106.

91 Aludiendo a Felipe IV (el león joven) casado con Isabel de Borbón, cuyo blasón ostentaba tres lises blancas, Paravicino en un pasaje algo gongorino decía: Paravicino: Pues próuido padre, no sólo a la inmediata, sino a la más distante posteridad coronó de lirios hermosos, por su casamiento el León jouen en quien sustitía los rayos de su diadema por la sucessión. Montones de trigo suele coronar también Dios dessos lirios blancos, dessa nieve vegetable de las açucenas, para lograr con la fecundidad la pureza. ¡O, lléguese a dorar ya (quiérelo, Señor así), ¡o, lléguese a dorar ya de macollas rubias de trigo açucena tan cándida a quien, no sólo no se atreuieron, pero respetaron tantas espinas, hasta transplantarla a tan religioso como culto jardín (p. 41). Lo que equivale aquí a la esperanza de ver asegurada la descendencia dinástica. Y tiene razón el Censor cuando alude a los Cantares, capítulo 7, versículo 2, que dice: «Venter tuus sicut acervus tritici vallatus liliis» [‘Tu vientre, acervo de trigo rodeado de azucenas’].

92 Como purista y antigongorino, el Censor rechaza la palabra lilios, y se refiere, implícitamente, a los Cantares, donde se lee, en el capítulo 2, versículos 1-2, «Ego flos campi, Et lilium convalium / Sicut lilium inter spinas, Sic amica mea inter filia» [‘Yo soy narciso de Sarón, un lirio de los valles. / Como lirio entre los cardos es mi amada entre las doncellas’]. Acertadamente el Censor cita un verso de Góngora. En la Fábula de Polifemo y Galatea, versos 105-106, se lee: «Purpúreas rosas sobre Galatea / la alba entre lilios cándidos deshoja». Cabe recalcar que en 1625 el Polifemo todavía no había sido impreso, pero que circulaba, desde hacía muchos años, en copias manuscritas.

93 Como se ha notado ya, el Censor finge extrañarse ante lo que hoy se llama un «cultismo de acepción». Porque también «asombrar» viene de «sombra» como lo dice el caso del caballo que se asusta de su propia sombra. Plutarco en sus Vidas paralelas, XXXIII, 6, 5, cuenta como Alejandro Magno, siendo aun muy joven, logró domar el caballo Bucéfalo, hasta ahí muy repropio, poniéndole la cabeza frente al sol para que no viera su propia sombra de la que se asustaba. Lucio Cecilio Firmiano Lactancio (245?-325?), escritor latino y apologista cristiano, nació en el norte de África. Su obra Institutiones divinae (Instituciones divinas) es tratado de gran envergadura que defiende la doctrina cristiana como un sistema armonioso y lógico.

94 En la Epístola LIII Ad Paulinum presbyterum, párrafo 10, San Jerónimo dice: «et in una eademque sententia aliter doctus, aliter audiret indoctus» [‘y en una sola frase, el sabio y el indocto hallarán sentidos diferentes’].

95 Jáuregui se mofa del Censor: «Aquí se ríe de una cláusula, la mejor por ventura i más cuerda del Panegírico, i no dice porque la refuta» (f. 37r.). No ha sido posible encontrar ese dicho en las obras de San Bernardo, pero se lee en Cristóbal Suárez de Figueroa, Pusílipo. Ratos de conversación en los que dura el paseo (1629), ed. Enrique Suárez Figaredo, p. 182: «En una puerta baja, dice San Bernardo, inclinar mucho la cabeza, nunca pudo ser peligro; levantarla dos dedos más, puede ser gran riesgo». Como se podrá notar, la similitud es total. Suárez de Figueroa, que escribe cuatro años después de Paravicino, era conocido por ser plagiario. Sin duda que aquí habrá copiado a Paravicino “a la letra”.

96 San Gregorio Niseno (siglo iv), obispo de Nisa y Padre de la Iglesia fue distinguido teólogo especulativo y el escritor más feraz y profundo de los tres capadocios. Escribió un gran discurso catequítico que fue un manual de Teología muy difundido. Escribió además obras exegéticas y homelíticas. Por eso se le cita a menudo en los sermones.

97 No se trata aquí del santo mártir Nemesio de Alejandría, sino de Nemesio (siglo iv) obispo de Emesa, en Siria, filósofo influenciado por Aristóteles y Galeno. Escribió una obra titulada De Natura Hominis así como un tratado sobre la Providencia Divina.

98 irascible: Los antiguos filósofos, al analizar el alma humana, admitían tres facultades: la concupiscible, la irascible y la razonable. En la Escolástica, la tendencia del alma a la irascible podía manifestarse en cinco pasiones: la esperanza y la desesperanza, la audacia, el temor y la ira. El Censor se muestra aquí perfecto escolástico.

99 Con la cercanía: estas palabras se repiten erróneamente en el manuscrito.

100 Erige: ‘eleva’.

101 Una vez más Fray Hortensio se muestra más conciso que Baeza, de quien se inspira, sin trasladarlo por tanto «a la letra». Paravicino: Exemplo hiciera a esta verdad, si tal temiera della, con el cuidado que Abrahán tuvo en su hijo Isaac, quando vio en él más gusto de consagrarse al cuchillo, o por escusar la turbación de las aras con algún estremecimiento del sacrificio, como ponderó un grande Autor, o por preuenir la impaciencia a que podía obligar el dolor a una víctima racional y gallarda, como sintió Agustino, o porque, como ilustres plumas notaron, juzgó que le era a vn gran dolor algún exceso lícito, mientras no ofendiese ni la obediencia ni el ánimo (p. 44). Baeza: Do singulare huius sanctissimi timoris exemplum in viro religione et pietate insigni Abraham; qui filium ut Domino liberaret et si libenti et invicto animo se devoventem, nihilominus fortiter, cauteque ligavit. Nil notius patri, quam filii sui alacris et devota voluntas, qua se morti tradebat. Nil patentius, quam ejusdem constans et invictus animus: credibilius hebetandam ignis et gladii aciem, quam Isaac animum fugiturum et tamen filium ligat. Nec mirum. Ratio enim ligandi (ait Caietanus) non fecit timor, ne Isaac sugeret aut ne Isaac exiliret ab altari; sed ne involuntarii motus, ut pote naturales in actu iugulationis existentes ordinatum, compositumque situm exturbarent in nonnullam indecemtiam sacrificii. Sic Caietanus, et recte. Illustrius adhuc D. Zeno. Securus pater optimus timuit, ne dolori aliquid liceret in morte. Saepe invicti animi, imo et maenia aenea medio in ariete, vel rimulas faciunt, et durus lapis creba gutta cavatur. [‘Doy un ejemplo de este santo temor en la persona de Abraham, hombre de religioso escrúpulo y de insigne piedad, quien, para sacrificar su hijo al Señor, incluso cuando éste se ofrecía devotamente y sin que él tuviese que hacerle violencia, no deja de atarlo estrechamente y con cautela. Nada era más conocido del padre que la devota y celosa voluntad con la que el hijo se entregaba a la muerte. Nada era más evidente que su firmeza de espíritu y su adhesión. Más fácil hubiera sido embotar la punta de un arma por el hierro o por el fuego que doblegar el ánimo de Isaac y no obstante Abraham sujeta a su hijo. Y no es extraño. «En efecto —nos dice Cayetano— la razón de sujetarle no fue el temor de que Isaac se levantase y saltase del altar, sino que se manifestasen involuntarios movimientos como es natural que se produzcan en una degollación y que viniesen así a turbar indecentemente la buena ordenación del sacrificio». Así lo dice Cayetano y acertadamente. Más próximo aún y más próximo, el Divino Zenón: «A pesar de su calma, este excelente padre tuvo temor de que algunas señales de dolor fueran lícitas a la hora de la muerte». Así ocurre a menudo a los corazones animosos, que hasta las murallas de bronce, con los golpes del ariete, se abren en pequeñas fisuras y así también la gotera persistente cava la piedra dura’].

102 Se puede repetir lo dicho en la nota anterior: Paravicino: Que ya vezino, dice San Iuan, a su muerte se vio como obligado en la mesa a hablar en Iudas y en su perdición; se turbó y estremeció al protestar que desdichado auía de ser aquel hombre. Pues ¿de qué se turba la serenidad de Dios? La tranquilidad del Padre ¿en qué se estremece? ¿A qué hondo pensar nos empeña el Hijo? De oírse a sí mismo, dixo en la misma ocasión San Cirilo Alejandrino, la voz en qué Iudas se condenaba. Tan dura cosa es la condenación de vn alma, tan espantable, si no espantoso, es hablar en el infierno de vn hombre, que hablando Iesu Christo en la condenación e infierno de Iudas, no pudo (dize San Cirilo) su carne sacrosanta dexar de mostrar algún horror (no cogerle) a su misma voz (pp. 44-45; no cogerle puede interpretarse aquí como ‘no sorprenderle’, RAE). Baeza: Quid plura? Ipsissima Dei hominis caro exhorruit ubi Christi Domini voce manifestata fuit proditoris damnatio. Sic Ioannes 13 ait: cum haec dixisset Iesu, turbatus est spiritu: et protestatus est, et dixit: Amen, amen dico vobis: Quia unus ex vobis tradet me. Expende illud quod dicturus proditionem, proditorem manifestaturus, turbatus est spiritu. Cur turbatur Christisera caro? An quia incipit manifesta voce proditorem damnare? Ita prorsus D. Cyrill Alex liber 9 in Ioann. Vero simile mihi videtur, non potuisse carnem Christi metum, quo jam expressius atque manifestius discipulos proditionis odium offerebatur, ita sufferre, ut aliquantum per non exhorruerit. Quando ergo ipsa Dei caro non potuit sine horrore sufferrre vocem hominis damnati manifestativam, quomodo sufferet damnationem in se districtam damnatus? Hinc aestimare licet damnatorum pene immensam calamitatem, tremendam Dei damnatis vocem, cujus vel halitum Christifera caro exhorret et lamentatur. [‘¿Qué más? La mismísima carne del Dios hombre se horrorizó cuando por la nítida voz de Jesucristo se manifestó la condena del traidor. Así Juan, 13 dice: «Dicho esto, se turbó Jesús en su espíritu, y demonstrándolo, dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Examina esto, que en el momento en que iba a anunciar la traición y manifestar al traidor, se turbó su espíritu. ¿Por qué se turba la carne de Cristo? ¿Acaso porque empieza a condenar con voz clara al traidor? Así lo comenta San Cirilo de Alejandría, lib. 9 in Ioann.: «Me parece más verosímil que la carne de Cristo no pudiera sufrir así porque ya antes había mostrado de manera expresa y manifiesta a los discípulos el aborrecimiento de la traición al horrorizarse por algún tiempo». Por tanto, si la misma carne de Dios no pudo soportar sin horror la voz clara que proclamaba la condena de aquel hombre, ¿de qué modo este mismo condenado podría soportar la severa condena contra sí mismo? Por consiguiente es lícito considerar que si es inmensa la pena de los condenados, tremenda ha de ser para los condenados la voz de Dios, de cuyo aliento se horroriza y lamenta la carne de Cristo’].

103 Al decir «que es un lugar de Isaías», el Censor no precisa cuál es y no remite a un pasaje de Baeza. Confieso que no me ha sido posible situar este lugar. Fray Alonso Cano, al realizar en 1766 la edición magna de los sermones de Paravicino, apuntaba, en nota a pie de página, para la primera parte de esta frase, Isaías, 6, 1: «Vi al Señor sentado sobre su trono alto y sublime…» y, para la secunda, ibid., 36, lo que es evidente errata. Me inclinaría yo por Isaías, 53, 3, en el que se presentan los sufrimientos del siervo de Dios, diciendo en plural «sin que le tengamos en cuenta». Paravicino: El caso es que quiso Dios, como en su Hijo, que viéssemos todos sus agonías: sus glorias y favores él solo las vió. Vi su gloria, dixo en singular Esaías, y vimos sus congoxas, dijo en común (p. 46).

104 Aquí debe de haber también un desliz del Censor (en general muy exacto) o del copista. Paravicino dice así: Paravicino: Vencer sabía, antes de nacer, Iacob a Esaú, como pensó la sutileza florida de Chrysólogo, y le llegó a temer después, quando se halló hombre y poderoso (p. 46). La referencia a la obra de Baeza que da la nota marginal (1, 27, 43) es errónea, porque ahí no se habla de Jacob y Esaú. En cambio, donde Baeza alude al capítulo 25 del Génesis (cuyo título en la Vulgata es «Contentio Esau et Iacob iam ab utero matris» [‘Contienda de Esau y Jacob ya en el seno de la madre’] es en el libro 1, c. 8, § 14, donde escribe: Baeza: Iacobi et Esau insensum bellum etiam pueri ab utero signabant, Genes. 25, de quibus dicitur ait Collidebantur in utero. Ubi Symmachus, in superficiem ferebantur et apertius Scholiastus ait Colluctabantur…[‘Jacob y Esaú pugnaban ya en el seno de la madre (Génes. 25), de los cuales dice se chocaban en el seno. Donde Symmachus luchaban hacia la salida, y más claramente dice el Escoliasta luchaban cuerpo a cuerpo’]. Alude después a San Ambrosio, San Agustín, San Clemente de Alejandría y San Juan Crisóstomo, pero no a San Pedro Crisólogo. En el libro 1, c. 4, § 11, Baeza remite también al capítulo 25 de Génesis y escribe: Igitur de Iacob fratrem in utero supplantate, ait Gen. 25 [‘Luego, dice Génesis 25, a proposito de Jacob, suplantando a su hermano’] . Pero tampoco aquí menta a San Pedro Crisólogo.

105 En el Sermón que predicó a la Majestad Católica del rey don Felipe Cuarto, Nuestro Señor, el Padre Jerónimo de Florencia […] en las honras que su Majestad hizo al rey Filipe III, su padre, y Nuestro Señor, que Dios tiene, en San Jerónimo el Real de Madrid a cuatro de mayo de 1621 (Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, Año de mil y seiscientos veinte y uno), el jesuita decía, recordando el caso de un monje de la Edad Media (f. 19r-v): Florencia: ¡Oh! si quisiese Dios que este temor tan grande del rey Nuestro Señor, como fue útil a su Majestad, que era nuestra cabeza, nos aprovechase a los miembros, que somos sus vasallos; digo que fue muy útil para nuestro santo rey porque se le dio Dios por purgatorio en esta vida, que estilo es ése muy ordinario que Nuestro Señor usar con los muy santos, darles en el trance de la muerte unos vehementes miedos con que aquí purguen sus pecados para más presto llevarlos consigo a la gloria…

106 Paravicino dice: «Con que segunda vez tocando con la capa las aguas, halló la obediencia que deseaua en ellas: y apartándose a vn lado y a otro las ondas, quanto beuieron de temor al manto del Maestro, tanta arena enxugaron al passo del sucessor» (pp. 47-48). Podría verse aquí el eco de los versos 34-36 de la Soledad primera de Góngora: «Desnudo el joven, cuanto ya el vestido / Océano ha bebido / restituir le hace a las arenas». Persio, en la Sátira I, verso 99, escribe: «Torva Mimaloneis implerunt cornua bombis/ Et raptum vitulo caput superbo / Bassaris et lyncem Maenas flexura corymbi / Euhion ingeminat; reparabilis adsonat echo» [‘Han llenado las ariscas trompas con los ronquidos de las Mimalonas y la Basáride, que se llevó la cabeza arrancada al hermoso becerro, la Menada que dirigiera el lince con guirnaldas de yedra, repiten Euhión; el eco sonoro les responde’]. Persio habla aquí de unas bacanales o fiestas de Baco en las que participaban sus sacerdotizas las bacantes (llamadas también menadas, mimalonas, o basárides) cuyo grito de alegría era “euhoe” (de Euhius, apodo de Baco). De este grito deriva la forma Euhion del verso 102. Se puede encontrar la misma forma en el Ars amandi, I, 561, donde Ovidio, contando una acción de Baco (Sileno) con Ariana, escribe: «Pars “Hymeneae” canunt, pars clamant “Euhion, euohe”» [‘Algunos cantan «Himeneo»», otros gritan «Euhión, euohé»’].

107 Una vez más, Paravicino se inspira de Márquez, pero no copia «a la letra» sino que condensa mucho. Paravicino: Pues (como dixo Plinio a Trajano), con nada acredita la gloria del padre el hijo, como con viuir como él. Pues no ay en el Antecessor prueua de diuinidad más ilustre que sucederle vn buen Príncipe (p. 49). Márquez: Hablando Plinio el Menor de las consagraciones que los emperadores romanos hacían a sus antecesores y lisonjeando a Trajano de la que hacía a Nerva que le dejó por sucesor, dice estas palabras […]: «Por más que te desveles en levantar altares a tu antecesor y mandar que el mundo le cuente entre los dioses, con nada muestras mejor que lo es que con vivir como vives, porque la más cierta prueba de divinidad en el antecesor es sucederle un buen príncipe (pp. 203-204). En el Panegírico a Trajano (cap. 12, § 3), escribe Plinio:« Minus hoc est cum fit ab his qui et sese deos putant. Sed licet illum aris, pulvinaribus, flamine colas, non alio tamen magis deum et facis et probas quam quod ipse talis es. In principe enim, qui electo successore fato concessit, una eademque certissima divinitatis fides est bonus successor» [‘Menor es el honor cuando procede de emperadores que se creen a sí mismos dioses. Pero, aunque hayas levantado para su culto altares y suntuosos lechos, creado un flamen, haces de él un dios y das la prueba que es un dios, sobre todo por tus virtudes. En un príncipe que, después de elegir a su sucesor, ha pagado su tributo al destino, no hay más que una prueba, pero una prueba infalible de divinidad, que son las cualidades de su sucesor’].

108 Suena aquí como un eco de la Oda III, 1, 1 de Horacio: «Odi profanum vulgus et arceo» [‘Odio al vulgo profano y lo tengo alejado’].

109 Clito (llamado Clito el negro), general de Alejandro Magno, le había salvado la vida en el pasaje del Gránico. Arriano, en la Anábasis, IV, 8, cuenta detalladamente cómo, en una cena orgíaca, Clito se opuso a los comensales ebrios que halagaban demasiado a Alejandro y acabó satirizando su actuación y haciendo el elogio de su padre el rey Felipe II de Macedonia. Muy irritado, Alejandro, cegado por el furor, mató a Clito con una jabalina. Véase también Quinto Curcio, Historia de Alejandro Magno, libro VIII, 1, así como Plutarco, Vidas paralelas.

110 Las llamadas a las notas marginales se hacen en el manuscrito con las letras a, b, c, d, e y f.

111 El texto exacto de Horacio, en su Ars poetica (versos 14-16), dice así: «Inceptis gravibus plerumque et magna professis / Purpureus, late qui splendeat, unus et alter / Adsuitur pannus…» [‘Muchas veces, a un principio imponente y que prometía grandes cosas, van cosidos uno o dos pingajos de púrpura, para que resplandezcan desde lejos’].

112 Nuevas coincidencias: Paravicino: el presto amanecer de su hijo con adelantados rayos y valientes de actividad, quanto sazonados de prudente atención, los recompensa en esperanças que desde el Oriente mismo nacieron possessiones (p. 2). Páez: na maior falta em que deixou seus Reinos, lhes acodio com a succesão da Magestade del Rey Nosso senhor, que Deos guarde por largos annos, que com a luz e resplandores de sua prudencia e actividade (f. 1r).

113 Sigue: Paravicino: Consuelo, si no usura, y menos no bastará a tal muerte, a tal pérdida (p. 2). Páez: desterrou as trevas de nossos sentimentos, se anticipou a nossos desejos, satisfez nossas esperanças e converteo a successão em usura, melhoramento e ganho (f. 1r). Recordemos, como ya lo hacía Jáuregui, que el Epitafio de Paravicino se publicó dos meses antes de que el Sermão de Páez saliera de las prensas. Cabe preguntarse, si hay imitación, quién imita a quién. Usura se emplea en el sentido de ‘beneficio’. El advenimiento de Felipe IV puede ser consuelo, pero no compensa el daño y perjuicio que constituye la muerte de Felipe III.

114 La palabra periodus es palabra femenina en latín.

115 Baeza, modifica bastante el texto de Salustio (o del Seudo Salustio), Ad Caesarem senem de Republica (Ep. II, cap. X, § 5), que dice así: «Quanto in secundis rebus florentior fuit, tanto in adversis asperius magisque anxie agitat» [‘Cuanto más florecieron en la prosperidad, tanto más quedan atormentados por las preocupaciones y la congoja en la adversidad’].

116 Para comprender el alcance de la censura dirigida a las planas 3-4, hay que leer todo el párrafo en el que Paravicino alaba la castidad de Felipe iii después de enviudar. Paravicino: Nueve años viuió después viudo. Si quien ató tan constante como triste à una porfiada y dulce memoria una blanda y fiel voluntad, pudo merecer esse nombre. Ni viuió viudo sólo, sino negado a las sospechas mismas de otra mudança o empleo. Porque la singular pureza de su vida, que antes no le permitió ni a los ojos hermosura agena, le prohibió después viéndole con herederos (loable fin de indecorosos afectos) aun los segundos lazos santos del matrimonio. Tanta fue en él esta virtud laureada, a pesar de su salud, verdugo robusto en el martirio de la honestidad, y que a su natural sobre toda imaginación modesto y corregido, siruió agrados, solicitó lisonjas de la misma valentía de la batalla, donde los vencidos descubren confusiones y los que pelean, entre raras victorias, pena y tormentos (pp. 3-4). Paravicino emplea pureza, honestidad y modesto (modestia) como sinónimos de castidad, y enaltece las victorias sobre todas las tentaciones de la carne.

117 Aseo: en el sentido de ‘adorno, compostura’ o ‘esmero, cuidado’ (RAE).

118 La frase de Paravicino dice así: Paravicino: Guardó secreto y fe, aun en priuadas confidencias, a menores vassallos, deuda natural en todos, mal vista a la Magestad por lo que huye qualquier sombra de prisión la Soberanía y la de las obligaciones de la naturaleza lo es grande (p. 5). El Emperador aludido por el Censor en su apretada reprehensión es Justiniano, que reinó en Bizancio (527-565). Bajo su largo reino se realizó una importante obra de compilación que empezó por el dominio legislativo (Codex y las nuevas leyes de Justiniano) y después, el doctrinal (Digeste o Pandecte) para terminar por el dominio pedagógico (Institutiones). El conjunto se designa bajo el nombre de Corpus Juris Civilis. El Censor se refiere aquí a las Institutiones.

119 Comparemos: Paravicino: Las causas soberanas à las más inferiores encomiendan los efetos. Y aunque la virtud del Sol llega a inquietar mudamente las entrañas de la tierra (inmoble basa de la máquina que vemos) para hazer las oficinas de los metales, no passan de la faz de ella los resplandores. ¿Quién le obligó a la mucha inteligencia que mueve el cielo a aplicar forçosamente los dedos a la formación mecánica del gusano? (p. 6). Páez: e ainda que o sol, com sua virtud está nas entranhas da terra produzindo ouro e prata, não passam os seus raios da superficie exterior da terra (f. 10v).

120 En su Romance a la Pasión de Jesucristo Redentor nuestro, Paravicino escribía, para presentar el terremoto que acompañó la muerte de Cristo en la Cruz: «¡Válgame Dios! ¡Qué estrudendo! / Parece que el primer moble / se viene al suelo arrastrando / la turba desotros orbes». Y emplea poco después, para plasmar la violencia que se abatió sobre el universo, otras expresiones parecidas a la que menta aquí el Censor.

121 Una vez más las coincidencias son patentes: Paravicino: ¿Quántos aparatos de guerra y de común horror y suspensión al mundo en otros Monarcas, zelosos de excedidos, desbarató su oración? Y si bien, no sin vno y otro Iosué ministros suyos, a las manos solas deste Moysén Christiano (manso de condición sobre los hombres todos) leuantadas en vn oratorio, desuanecieron intentos, armas (p. 7). Páez: erão suas palavras e suas orações tão poderosas com o ceo, que com ellas e con as suas mãos levantadas a Deus, como outro Moysés, desbaratou e deixou frustradas grandes máquinas que se levantaram, grandes poderes que se armaraõ e ameaçavão grandes ruinas (f. 18v-19r).

122 Comparemos: Paravicino: y aquí largó vn Príncipe, con pródiga y útil dispensación, quatrocientos mil súbditos naturales, cargados de tanta magnificencia de su señor como tesoro de su solicitud (p. 9). Páez: e purificou Hespanha, levando della a impureza para África. E sendo a corrente tão branda, foi tão eficaz que levou quatrocentos mil vassallos carregados de riquezas, desarraigandoos das fazendas e propiedades, sem reparar em proveitos, porque a Fe ficasse em seu ponto e pureza (f. 18r).

123 Conyers Middleton, en su Vida de Cicerón traducida al castellano por José Nicolás de Azara (Madrid, Imprenta Real, 1790), cita el elogio de Cicerón que San Jerónimo encontraba «hermosísimo»: «Si Demóstenes te quitó la gloria de ser el primer orador, tú le privaste de la de ser el único» (cap. xii).

124 Paravicino aplica milagro político a las victorias sobre los herejes alemanes: Paravicino: Recobró lo diuertido o lo turbado. Y pagaron con la pérdida y la huyda los conspiradores contra la Corona Imperial la fe rompida, los derechos augustos y sagrados ofendidos duramente. Quede a la posteridad el encarecer este milagro politico que desatiende la estimación por uisto (p. 14). El Censor había censurado ya este adjetivo al comentar la plana 3 del Panegírico. Véase, supra, nota 45. Vanos afectadores: o sea «fingidos» de afectar, en el sentido de «fingir» (RAE).

125 En su Epitaphium seu honorarii tumuli Potentissimi Regis Hispaniarum Philippi Tertii, Panegyrica Inscriptio, Paravicino escribe en efecto, al detallar las operaciones del teatro de política exterior: «rebelles Batavos inducias flagitantes, Clementiam annuentem: nupero Valtholinam, et fere in opinato Marte debellatam, protectam» (p. 21).

126 Se toma aquí la palabra explicación en el sentido de «exposición de cualquier materia o doctrina, para que se haga más comprensible» (RAE).

127 Al aludir a esas llanezas muy caseras, el Censor coincide con un reproche que hacía Jáuregui a las Soledades, en su Antídoto (1614), cuando escribía: «… en medio de sus temeridades, se dejan caer infinitas veces con unos modos no sólo ordinarios y humildes, pero muy viles y bajos, y con versos inconstantes, y de torpe y desmayado sonido, en cuyo conocimiento no puede haber engaño. De bien casero estilo son todos éstos…» [los que apunta a continuación en una larga lista]. Cito por la edición de José Manuel Rico García (Rico García, 2002), pp. 24-25.

128 Por supuesto, el Censor emplea la expresión voces tan cultas de modo irónico, ya que se trata de palabras bastante familiares, y no de verdaderos «cultismos». Recordemos que Andrée Collard (Collard, 1967, p. 15, nota 8) atribuyó la invención del vocablo peyorativo culteranismo (forjado sobre luteranismo) a Jiménez Patón, retórico bastante contrario a la predicación culta de Paravicino. Lope de Vega lo recuerda en los preliminares de la Circe. El adjetivo culto, culta («Por abuso se aplica al estilo afectado y a la persona que usa de voces peregrinas y poco inteligibles huyendo de la pureza que debe tener un buen estilo» según reza el Diccionario de Autoridades) era ya muy corriente en 1625 como lo prueba el título de Quevedo, La culta latiniparla.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Francis Cerdan, «Una violenta Censura contra Paravicino: el anónimo Antihortensio de 1625. Introducción, edición y notas»Criticón, 109 | 2010, 95-144.

Referencia electrónica

Francis Cerdan, «Una violenta Censura contra Paravicino: el anónimo Antihortensio de 1625. Introducción, edición y notas»Criticón [En línea], 109 | 2010, Publicado el 15 febrero 2020, consultado el 15 enero 2025. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/14874; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.14874

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