Notas
Desarrollo aquí algunos puntos de mis trabajos anteriores: Cerdan, 1994, 2007, 2008.
María Teresa Cacho ha dado una descripción completa de este códice. Véase Cacho, 2006.
«… entendemos que la difusión anónima representa una necesidad, un imperativo convencional de este género de invectivas» (Rico García, 2002, p. xiii).
Si Jáuregui insite tanto en decir que el Censor acusa y no da pruebas, bien podría ser que las copias difundidas por Madrid en 1625 no llevaran notas marginales y que sólo se añadieran después de la publicación de la Apología por la verdad.
Véase a este propósito Rico García, 2001, pp. 98-99.
Traducción nuestra. El texto latino de Baeza dice: «Ego, in extremis terrae dimissus, ac despectus, aptor potentia Dei, qui ab extremis terrae nubes educit ut concrescat in pluviam doctrina mea et minutissimis paragraphis distinctum fluat, ut ros, eloquium meum. Id orbi, optime lector, ut spero, non erit infoecundum» (Preliminares).
En el manuscrito, se escriben (casi) sistemáticamente con mayúsculas las palabras siguientes: Cordobés, Cristiano, Don, Español(es), Gentes, Gitano, Hebreo, Majestad Católica, Padre Maestro, Panegirista, Príncipe, Redención, Religión, Rey (Reina), Señoría.
Resumiendo estas primeras frases: ‘Admirable es nuestro siglo para los que no conocieron las costumbres de los siglos pasados y no han podido ver pintada gracias a la erudición la verdadera realidad del objeto de su admiración. En ningún siglo faltó quien supiera aprovecharse de las ignorancias de los que tenían que saber y seducir los oídos inocentes de los que no tenían que saber, fijando el criterio del valor de sus obras en las aclamaciones de los mismos’.
El Censor manifiesta un “elitismo” que se explicita a continuación en la cita de San Jerónimo.
Instituir: «Vale también enseñar o instruir» (Auts.).
El Censor traduce aquí, bastante correctamente, dos pasajes de la epístola Ad Nepotianum Presbyterum, capítulo 8: «Nolo te declamatorem esse et rabulam garrulumque, sed mysterii peritum et sacramentorum Dei tui eruditissimum. Verba volvere et celeritate dicendi apud inperitum vulgus admirationem sui facere indoctorum hominum est. […] Nihil tam facile, quam vilem plebiculam et indoctam contionem linguae volubilitate decipere, quae quidquid non intellegit plus miratur». En nuestra edición del texto, sólo hemos sustituido «granjear la erudición del vulgo» por «granjear la admiración del vulgo», que es lo que dice San Jerónimo. Debe de tratarse de un error del copista.
En el manuscrito, hay un y antes del que que sigue.
Corneja: desde la fábula de Esopo, la corneja simboliza alguien que se luce con galas que no le pertenecen. Se va insinuando aquí la acusación de plagio.
Los libros vulgares (en el sentido de «común, generalmente admitido, usado u sabido» según Auts.) son El Governador christiano de fray Juan Márquez, la extensa obra Commentaria moralia in Evangelicam Historiam del padre Diego Baeza y el Sermão a la muerte de Felipe III, de frei Baltezar Páez, como indicamos en nuestra introducción y como detallará el mismo Censor a continuación.
Vender novedades de la África: El dicho no se ha podido registrar. Aquí, el Censor acusa a Paravicino de presentar lo que predica como novedades, cuando en realidad repite cosas conocidas.
La hermandad pitagórica fundada por Pitágoras estaba dividida en estudiantes y oyentes. Enseñaba directamente el fundador que aplicaba el principio de autoridad, ilustrado en el aforismo «Magister dixit» cuya idea subyacente es que todo conocimiento sólo procede del maestro, que es infalible.
Se cita aquí la obra C. Plinii Secundi Panegyricus Trajano dictus, cum commentario Justi Lipsii, juxta optimam I. Moreti editionem, notulis et emendatione Tanaquilli Fabri, Salmurii, apud Ioannem Lesnerium, 1671, de muy difícil localización hoy. Existe otra edición: C. Plinii Caecilii Secundi Panegyricus, quem imp. Nervae Trajano optimo Dixit sive scripsit: et ad eum Justi Lipsii commentarius p. p. Cum ejusdem dissertatiuncula apud principes Albertum et Isabellam, Trajecti ad Rhenum, typis Gisberti a Zijll, et Theodori ab Ackersdijck, 1652.
El texto latino que proporciona el Censor es incompleto y además está muy corrompido. Petrarca, en las Cartas de la vejez (Rerum senilium, IV, 5, 39), dice así (inspirándose de Macrobio en Saturnalina, IV, 17, 6): «Quis enim, nisi pars vulgi sit, quis usqueam, quaeso, tam indoctus ut nesciat Didonis et Enee fabulam esse conflictam, verique locum inter homines, non tam veri avidos quam decori, et venustate materie et dulcedine atque arte obtinuisse fingentis, usque adeo ut iam tristes et inviti verum audiant ac prescripta dulcis possessione mandacii spolientur?» [‘¿Quién, en efecto, a menos de ser del vulgo, quién, pues, dime, es lo bastante ignorante como para no saber que la historia de Dido y Eneas es una invención, y que se ha elevado al grado de verdad entre hombres menos adictos a lo verdadero que a lo bello, a causa de la delicadeza del asunto y también de la suavidad o del arte que puso el poeta, hasta tal punto que, ahora, escuchan la verdad sin alegría y de mala gana, y se estiman perjudicados si se les niega el placer de una dulce mentira?’].
El Censor condensa aquí en dos versos los cinco primeros del Arte poética de Horacio: «Humano capiti cervicem pictor equinam / Iungere si velit et varias inducere plumas / Undique conlatis membris, ut turpiter atrum / Desinat in piscem mulier formosa superne / Spectatum admissi risum teneatis, amici?» [‘Si un pintor quisiera ajustar debajo de una cabeza de caballo y aplicar plumas de diversos colores sobre miembros tomados de diversos lados y cuyo conjunto acabaría en feísimo pez negro lo que por arriba era una hermosa mujer, ¿podríais, invitados a contemplar la obra, impediros de reír, amigos míos?’].
Ludovico Celio Rodiginio (1450-1525), humanista italiano que fue maestro de Julio César Escalígero, es recordado sobre todo por sus Lectiones antiquae.
El género demostrativo o epidíctico se ocupa de hechos pasados y se dirige a un público que ya no tiene capacidad para influir sobre los hechos; en él se hace panegírico o denigración, y su fin es la alabanza o el vituperio. El género deliberativo o suasorio es el que intenta persuadir.
Lucius Licinius Luculus fue destacado político y militar que combatió a las órdenes de Sila. Fue amigo de Cicerón. Acumuló grandes riquezas. Ya retirado, solía organizar suntuosas cenas que eran un derroche de lujo y de refinamiento, con toda clase de convidados. Véase Plutarco, Vidas Paralelas, t. IV.
Caius Sollius Apolinaris Sidonius (San Sidonio Apolinar) nació en Lyon (Lugdunum) en 431, y fue obispo de Clermont, donde murió en 487. Sus escritos son una importante fuente histórica. Además escribió poesías de temas paganos, hoy editadas y traducidas al castellano (Madrid, Gredos, 2005) así como unas 147 cartas.
Latinus Pacatus Depranius fue un panegirista que floreció a finales del siglo iv. Es autor de un panegírico leído en el senado de Roma en 389 en honor del emperador Teodosio el Grande, que había nacido en España.
Beatus Rhenanus (llamado también Bild), destacado humanista alsaciano (1485-1547), fue amigo de Erasmo. Escribió, entre otros trabajos, varios libros de comentarios sobre Tácito.
Albio Tibulo (55-19 a. C.) es tenido por uno de los mayores poetas del amor de todos los tiempos, por sus dos libros de elegías (véase en edición moderna Poemas, Elegías, Madrid, Gredos, 1993).
la ignorancia: los que están en la ignorancia, por falta de letras. Para el Censor, fray Hortensio desdeña a los que lo escuchan o leen.
Estas palabras forman parte, efectivamente, del título de la edición del Panegírico a Trajano editado y comentado por Justo Lipsio. Véase más arriba la nota 10.
Se trata de la epístola que escribió Plinio a Vibius Severus tratando del Panegírico a Trajano que redactó después de pronunciarlo oralmente [‘Después de hacerlo en el Senado según las exigencias del lugar y de la circunstancia y conforme a la costumbre, me ha parecido ser del deber de un buen ciudadano recoger los pensamientos expresados entonces en una obra más amplia y más rica’].
Horacio, Ars poetica, vv. 29-30: «qui variare cupit rem prodigialiter unam / delphinum silvis adpingit, fluctibus aprum» [‘el que quiere poner con detalles prodigiosos variedad en la unidad de su materia, pinta un delfín en los bosques, un jabalí en las ondas’].
Se pone a riesgo la ignorancia: el Censor acusa de nuevo al predicador real de correr conscientemente el riesgo de no ser entendido.
Después de publicar en latín su libro Historia de rebus Hispaniae (Toledo, 1592), el Padre Mariana hizo una traducción al castellano bajo el título de Historia general de España (Toledo, 1601). Paravicino elogia a Mariana en la carta dedicatoria del Elogio: «… Mariana (varón que por causa de honra nombro)».
Paravicino terminaba su espístola dedicatoria al rey Felipe iv así: «Guarde Nuestro Señor la real persona de Vuestra Majestad los siglos que ha menester la Iglesia a quien reina, y los reinos en quien impera». Explicita el Censor el sentido de las palabras a quien reina: ‘Bien se en entiende que quiere decir: «para quien reina»’ (o sea, que el monarca está al servicio de la Iglesia). Y exclama: ‘Más, mucho más glorioso es servir a la Iglesia que no confundir a los espíritus sencillos, dejándoles creer que tienen la razón los que llamaron hado los decretos de la Providencia (que es la que instituye los reinos de los hombres) y que fustiga San Agustín con estas palabras: Sententiam teneat, linguam corrigat’. Esta frase de San Augustín, se halla en el De civitate Dei, 5, 1, donde se lee: «Prorsus divina providentia regna constituuntur humana. Quae si propterea quisquam fato tribuit, quia ipsam Dei voluntatem vel potestatem fati nomine appellat, sententiam teneat, linguam corrigat» [‘Por cierto la divina providencia instituye los reinos de los hombres. Y si alguien los atribuye al destino, porque le da este nombre de destino a la voluntad o a la potencia de Dios, que guarde su opinión, pero que corrija su lenguaje’]. También se podría puntuar de manera diferente la frase que empieza: «Más, mucho más glorioso…», leyendo: «Mas mucho más glorioso…».
Rescripto: «Orden o mandato del príncipe, por motu proprio o en respuesta a la súplica o requerimiento que se hace por escrito» (Auts.). La referencia en latín del final del párrafo es de muy difícil lectura en el manuscrito: en ella se remite en particular al apartado De fidei commissariis libertatibus (D. 50, 5 del Corpus Juris Civilis del Codex Justinianus).
injurias: «Analógicamente se llama cualquiera cosa de que se sigue daño o que le causa» (Auts.).
distribución: «Figura retórica que se comete cuando se ponen en el discurso muchas partes juntas, y luego se les aplican otras tantas que les corresponden» (Auts.).
moralizando: moralizar es «discurrir en orden a la enseñanza y documento de las buenas costumbres, aplicando alguna materia o explicándola en orden a ellas» (Auts.).
Edipos: Edipo, en la mitología griega, fue a consultar al Oráculo de Delfos para conocer lo que ignoraba. Se toma aquí la palabra en el sentido de ‘adivinanza’.
El texto completo de Tácito, Vita Agricola, cap. XLV, dice así: «Omnia sine dubio, optime parentum, adsidente amantissima uxore superfuere honori tuo: paucioribus tamen lacrymis comploratus es, et novissima in luce desideravere aliquid oculi tui» [‘Sin duda alguna, oh el mejor de los padres, la presencia de la más amante de las esposas lo prodigó todo para honrarte; sin embargo, mayor número de lágrimas hubieran podido llorarte, y al abrirse a la luz, tus ojos por última vez echaron de menos una ausencia’].
En la nota marginal, se citan, además de Tácito, a Tertuliano (Apologeticus, cap. 6, y Epístola a Pamela); Francisco Balduino (François Baudouin, 1520-1575, autor de la Dissertatio de Minucio Felice); fray Juan Márquez (El Governador christiano); Sixto Senense (sabio dominico, 1520-1569, autor de la Bibliotheca Sancta ex praecipuis Catholicae Ecclesiae auctoribus collecta, en la que hace la crítica de los libros del Antiguo Testamento y da la manera de explicarlos).
La palabra lugares se toma en la acepción actual de ‘citas’. El Censor quiere afirmar que los autores (modernos) lo consideran como decente por las muchas citas que se han hecho de sus obras. Esta frase puede interpretarse como un rasgo de antitacitismo.
Flavio Vopisco (Flavius Vopiscus) fue un historiador romano del siglo III, nacido en Siracusa. Entre sus obras, se puede señalar un escrito sobre Tácito.
Paulus Osorius (383-420) fue un sacerdote, historiador y teólogo hispanorromano. Visitó a San Agustín y, posiblemente, colaboró en la redacción de La ciudad de Dios. Entre sus obras, en las que se puede ver la influencia de San Agustín, destacan la Historiae Adversus Paganus y el Commonitorium y Liber Apologeticus. Paulo Osorio fue una figura harto influyente para los humanistas del Renacimiento.
Guillaume Budé (Guglielmus Budeaus, 1467-1540) fue un muy destacado helenista, jurista y humanista francés. Vertió al latín las Vidas paralelas de Plutarco. Sus obras completas fueron editadas en Basilea en 1557. En su De philologia (1532) trazó una reforma de los estudios universitarios con base en los textos originales de los autores griegos y latinos.
El Censor alude a una frase de los Epitafios o Elogios funerales (de 1621, reimpresos en 1625) que habla de las victorias sobre los herejes alemanes y que dice así: «Quede a la posteridad el encarecer este milagro político que desatiende la estimación por lo visto». Véase, infra, el comentario a la plana 14 de los Epitafios, nota 124.
Comparemos los dos pasajes: Paravicino: Infelicidad de los Oradores sería, pues, como por de Salustio dixo en la Vida de San Hilarión San Gerónimo, mucha parte del mérito de los Varones grandes (de la fama querría dezir) pende del ingenio del que los aclama: caso en que humildes hombres han tenido dicha, y Reyes insignes desgracia. (p. 3) Páez: E porque (como disse São Hieronymo citandoo de Salustio: Eorum, qui fecere virtutes, tanta habentur merita, quantum eae verbis potuère attollere praeclara ingenia) em tanto se reputão e estimão as virtudes do defunto em quanto he bom orador quem trata dellas (f. 1v). San Jerónimo, en su Vita Hilarionis, escribe en efecto, inspirándose de Salustio (Catilinaria, c. 8) lo siguiente: «Eorum enim qui fecere, virtus (ut ait Crispus) tanta habetur merita quantum, eam verbis potuere extollere praeclara ingenia». Esta cita de San Jerónimo, con la alusión a Salustio (Crispus era apodo de Salustio) es muy frecuente. Paravicino no necesitaba copiarla de Páez.
Es un caso en que Paravicino se inspiró directamente de Baeza: Paravicino: Entro, pues, como temerario de medroso, atreviéndome a nombrar por muerto un rey de tantas vidas. Assí lo sintió de otro grande Rey el mayor voto de nuestra Fè, san Pedro, cuando desde otro lugar como éste dixo a los hebreos que les quería decir, aunque fuesse atrevimiento, que avía muerto David y le avían enterrado, y su sepulcro duraba hasta aquel día. Tan agena juzgó de la gloria Real la sombra de la muerte el Apóstol, tan lexos de la púrpura de la cortina los paños de su túmulo, que le pareció linage de temeridad hablar en que un Príncipe como David fuese muerto, y el vulto de la Magestad adorado se desuaneciesse entre las cenizas. Bien así refiere Agustino que adoraban a Apis los Gitanos en vn sepulcro, pero delante de la imagen de Harpócrates, con el dedo en la boca, en muestras de silencio, para aduertir que entre las honras divinas de Apis nadie se atreviese à hablar de su muerte. Tan indigno accidente calificauan de vn varón memorable la muerte dél. Así cogían horror à que la hidalguía humana, à quien sirve luces el Cielo, la emboluiese en sombras la tierra, que ni el amago de nombrar su fin les permitían à los labios (p. 4). Baeza: Expende diligentius, unde sibi videatur audax Apostolorum Princeps, nimirum, quod apud gnaros Dominicae Resurrectionis memoret Davidem in sepulchro degentem. Quis enim tantum dedecus Regi nobilissimo inureret, quem non in paradiso, sed in sepulchro recumbere dicat? Author est D. August 18 De Civitat. Cap. 5 quod Aegyptii colebant Apim in sepulchro conditum, cui assidebat Harpocratis idolum digito ori impresso silentium indicens ne quis auderet inter divinos honores Api exhibitos ejus sepulchrum meminisse. Infame enim et verecundum putabatur, quod homo omnium sublunarium facile princeps sepulchrali clauderetur caligine, et inter cineres jaceret, cui famulantur omnia caeli lumina. [‘Considera atentamente cómo el audaz príncipe de los apóstoles, al comunicarles a los hebreos la resurrección del Señor, juzgó conveniente mentar a David yaciente en el sepulcro. ¿Quién, en efecto, hubiera achacado semejante deshonor al muy noble rey, hasta decir que yacía no en el paraíso, sino en un sepulcro? El autor es San Agustín (cap. 5 de la Civit., lib. 18) diciendo que los egipcios adoraban a Apis encerrado en un sepulcro y delante una imagen de Harpócrates con un dedo puesto sobre la boca para pedir silencio y que así nadie se atreviera a mentar su sepultura entre los honores divinos tributados a Apis. En efecto, se reputaba indigno y vergonzoso el que un hombre, ciertamente el mayor de los más grandes, quedase sepultado en la oscuridad del sepulcro y que siguiera yaciendo en las cenizas aquel a quien se rendían todas las luces del cielo’]. Baeza no reproduce aquí el texto de San Agustín en La ciudad de Dios 5, 4, sino que lo parafrasea. San Agustín no menta a Harpócrates (el dios del silencio) en el pasaje aludido, hablando sólo de «una estatua»: «Et quoniam fere in omnibus templis, ubi colebantur Isis et Serapis, erat etiam simulacrum, quod digito labiis inpresso admonere videretur, ut silentium fieret…» [‘Y que en todos los templos en los que se honraban a Isis y Serapis, se hallaba una estatua que, con el dedo puesto en los labios, pareciera ordenar el silencio…’]. Se ve que Paravicino se inspiró directamente de Baeza sin remontarse a las palabras de San Agustín.
Las coincidencias son las siguientes: Paravicino: Mas si de ver en el sepulcro los Ángeles juzgó la boca Griega de oro que allí estaua enterrado Dios, pues assistían los Ángeles à aquel cielo, templada la armonía diuina a consonancia humana, cuando no sea deidad la tuya (si bien David a los Reyes y a los justos este nombre participado les da, y tú fuiste justo y Rey)… (p. 6). Baeza: Sed jam ex resurrectione Dominica nil gloriosius homini quam sepulchrum, non terrestris paradisus non regius thronus, non caelum ipsum. Ad haec D. Chrysost. In Psal 2 ponderat sepulchrum dignam et gloriosam sedem etiam Angelis dedisse in verbis: ut ostenderent angeli, Deum fuisse sepultum, ad sepulchrum tanquam apud caelum manebant. [‘Pues desde la resurrección divina, nada, ni paraíso terrestre, ni trono real, ni el mismo cielo, nada más glorioso al hombre que el sepulcro. A este propósito el Divino Crisósotomo (In 2 Sal.) juzga que el sepulcro fue dado como lugar digno y glorioso, incluso para los ángeles, diciendo: «Para manifestar que Dios había sido sepultado los ángeles permanecían cerca del sepulcro como si estuvieran en el cielo»’].
Siguen las coincidencias: Paravicino: Los verdaderos fieles è hijos suyos (que son el Israel de Dios) le prometió su Magestad a Abraham que serían como las arenas del mar, como las estrellas del cielo. El término de arenas propio nos le da en lo terreno y en lo pesado la vida; lo incorruptible y lo resplandeciente, nunca lo aueriguó el docto Niseno hasta mirar con San Pablo el sepulcro de Iesu Christo y vèr que a bueltas del primogénito de Dios, Rey de los Reyes, se leuantauan también los Reyes de aquel Rey, como en pos del Sol las estrellas (p. 6). Baeza: Sic quamdam Abrahamo Dominus pollicebatur dicens Genes. 22 Multiplicabo semen tuum sicut stellas caeli, ut velut arenam quae est in litore maris. Sicut arenam multiplicatos Abrahamides video; sed quando Abrahami semen stellas pariet? Unum sepulchrum stelliferum genus reponit Abrahamo. Id attigit D. Gregor. Nissen. I de Resurrect Domini, ubi resurrectionis Dominicae utilitates percurrens fatur: Quaeris Abrahae benedictionem? praesentia contemplare, et habebis id quod requiris caeli stellas non vides? [‘Así el Señor prometía a Abraham diciendo (Gen 22): «Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, como la arena que está en la orilla del mar». Como la arena veo multiplicados los hijos de Abraham; pero ¿cuándo parirá estrellas la descendecia de Abraham? Un sepulcro de estrellas recupera para Abraham su descendencia. De eso trata el Divino Gregorio Niseno (Sermo I de Resurrectione Domini) cuando, explicando las bondades del Domingo de Resurrección, dice: «¿Buscas la bendición de Abraham? Examina las circunstancias del presente y tendrás lo que buscas ¿No ves las estrellas del cielo?»’].
La Biblia relata la salida de Egipto y el paso de los hijos de Israel entre el Mar Rojo en el Éxodo (12, 37 hasta 14, 31) y también en los Números (33, 1-10, en particular el versículo 3 citado más abajo); y hay que reconocer que, a primera vista, el Censor lleva la razón cuando afirma que la salida de Egipto fue a quince. Pero es interesante ver cómo Jáuregui, convocando con mucha erudición el texto bíblico y los comentaristas (San Agustín, Flavio Josefo, Macrobio, El Tostado, Cornelius a Lapide, Fray Luis de León y Escalígero), se explaya en más de quince páginas para refutar la Censura. Partiendo de la distinción que él hace entre la Redención y la salida de Egipto, Jáuregui establece que la verdadera redención hebrea se realizó con el Tránsito de Jehová (de ahí se llama la Pasqua o Phase) y llega a la conclusión que el que tiene la razón es Paravicino y no el Censor. Pero, a decir verdad, y leyendo detenidamente el texto del Panegírico (p. 196), se ve muy bien que fray Hortensio aúna todos los acontecimientos en el día catorce.
En Números 33, 3: «Partieron de Rameses el primer mes, el día quince del primer mes. Al día siguiente a la Pascua».
Epístola a Fabiola.
Gilbertus Genebrardus (Gilbert Genebrard) fue religioso y teólogo (1535-1597). En 1584 publicó su Nota Chronica, donde estudia la cronología de la historia hebrea.
Efectivamente, es el texto del versículo 13 del Salmo 135: «Al que dividió en partes el Mar Rojo…»
En Éxodo 14, 24: «A la vigilia matutina…».
La frase citada de San Jerónimo está sacada de la Epístola Ad Pammachium de optimo genere interpretandi (Epistola LVII, § 6). La clausula completa dice así: «Nec adsedit litterae dorminanti, et putida rusticorum interpretatione se torsit, sed quasi captivos sensus un suam lenguam victoris iure transposuit» [‘Lejos de adherirse a la soñolienta letra y de atormentarse con una afectada traducción como hacen los necios, pudo, para decirlo así, capturar unas ideas para trasladarlas a su propia lengua, por derecho de vencedor’]. Marianus Victorinus editó las Epístolas de San Jerónimo en París (1608, 1624, 1643).
La palabra escandaloso recuerda las propias palabras de los egipcios cuando se quejaban a Faraón: «¿Hasta cuándo sufriremos este escándalo?» (Éx. 10, 7).
Paravicino tuvo muchos imitadores, confesos o encubiertos. No se ha podido identificar al predicador aludido aquí.
Las similitudes son flagrantes pero, como se notará, Paravicino va más allá del texto de Márquez; no se trata, pues, de una imitación «a la letra». Paravicino: Circunstancia la de la hermosura al Reyno que Dios mismo observó en David, San Basilio y Séneca en las abejas, que nuestro sabio Alfonso previno en sus Decendientes y que hasta los Etíopes, desobligados por el natural disfauor del Cielo à pleitar hermosuras, solicitan (en opinión de Aristóteles) para sus magistrados (p. 10). Márquez: Aristóteles dize que en Etiopía se repartían los Magistrados a los de mejor cuerpo y rostro, y Séneca y San Basilio que entre las auejas la más hermosa y de mejor color tiene siempre el reino (pp. 17-18).
Lucinius Papirianus, gramático latino del siglo ii, propuso una dotación de dinero (o de oro) para socorrer a los niños pobres de la ciudad. Aelius Donatus, muy famoso gramático y retórico de siglo iv es considerado como el tutor de San Jerónimo.
Es evidente que aquí tampoco se trata de una copia servil; Paravicino, si toma en Márquez, también añade, para ilustrar muy corrientes consejos. Paravicino: Pues toca al Príncipe saber las historias propias y agenas, las costumbres de sus pueblos y los extraños, de vnas y otras gentes a que los testimonios de Salomón, Liuio y Aristóteles, los exemplos de Moisés, Asuero y Alexandro, la ilustración de Gerónymo, Agustino y Gregorio (lumbreras mayores nuestras) nos dieran saludable diuertimiento… (p. 12). Márquez: Tengo por parte necessaria en vn Príncipe supremo que tenga conocidas las costumbres de las naciones estrangeras, siquiera por historias, y se aya exercitado años antes en estudios por lo menos de varia lección…[Alude después, en un largo desarrollo, a Tito Livio, a Salomón, a Moisés ] …Que conuiene mucho que el Príncipe sepa siquiera por Historias las costumbres y inclinaciones de las naciones extrangeras (como Moysén supo las de Egipto, con quien auía de tener tantas demandas y respuestas antes que pussiese el pueblo en libertad), porque necesariamente padecería grandes engaños y se vería a peligro de errar las materias de estado si no estuuiese muy sobre los estriuos en el conocimiento de la gente con quien ha de tratar [y más abajo alude al rey Asuero] (p. 23). Como nota Jáuregui: «Si buscamos assí concordancias de sentencias comunes, no sólo en Márquez, sino en qualquier libro del mundo, se hallarán infinitas. Vea V. m., por su vida, que el aconsejar a los Príncipes que sepan historias con los demás estudios es un preceto fácil de conocer, y así comúnmente se halla en quantos escriben política, y en otros muchos» (f. 25v). Y a continuación Jáuregui cita a Francisco Patricio (en su De regno, lib 2, cap. 10), Justo Lipsio (libro 1, capítulo 9 de sus Políticos) y Comines, señor de Argentón (en sus Memorias, lib. 2, cap. 6).
Corrijo el manuscrito, que dice «al fin del año, la de 1598», sin duda por error del copista. Ya Jáuregui había corregido.
La Oración fúnebre de San Ambrosio después de la muerte del emperador Teodosio es un modelo muy a menudo citado y muchas veces imitado en la oratoria sagrada del Siglo de Oro. Paravicino: … pudiendo dezir San Ambrosio dél lo que ya dixo de Teodosio, que de las cenizas del muerto fénix con fin natal y fecundo acabamiento, se leuantaría la misma Ave copiada en las virtudes flamantes de su hijo (p. 13). Páez: Vaise eternizando a Phenix, sendo unica, levantandose das suas cinzas outra, que lhe suceda; porem maior felicidade he a de quem antes de morrer deixa intitulado e enthronizado quem lhe ha de suceder, não se extingue, não acaba por morte o Imperio do Rey, que deixa sucessor e a quem ficão filhos, que o representão vivo depois de sua morte, grande consolação he para o Rey defuncto e para os vassallos vivos como advertio S. Ambrosio na morte do Emperador Theodosio, quando disse: Tantus Imperator recessit a nobis, sed non totus recessit, reliquit enim nobis liberos suos, in quibus; eum debemus agnoscere et in quibus eum cernimus et tenemus (f. 22r-v).
Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Secunda Secundae, Quaestio 60, Art. 3: «Respondeo dicendum quod, sicut Tullius dicit, suspicio importat opinionem mali quando ex levibus indiciis procedit» [‘Contesto diciendo, como dijo Tulio, que la suspición implica una opinión de lo malo cuando procede de indicios ligeros’]. Santo Tomás se refiere a las Tusculanae disputationes de Cicerón.
Bartolus o Bartolo da Sassoferato, In legem admonendi, ff. De jure jurando; Iacobus Menochius (1532-1607), autor de los De praesumptionibus, coniecturis, signis et indiciis commentaria, Venecia, 1587.
Comparemos: Paravicino: Vínole estrecha Europa: estendió a la África el braço y le admitieron sus dos senos abrasados, Larache y La Mamora. Deseos, no efeto, del coraçón magnánimo de Carlos, con que desmintió en parte tanto agüero africano como a la felicidad triunfante de aquel Máximo Emperador hizieron, si no zozobrar, correr entre tan recios vientos poco ayroso naufragio y frustar tan religiosos intentos en sus orillas (p. 17). Páez: que desejados foraõ do Invictissimo Emperador Carlos Quinto, Avô de sua Magestade, Larache e Mamora, que pretendidos pela prudencia del Rey seu Pay, e o que em tantos annos, naõ puderaõ armas, industrias e diligencias, effeituarão, com taõ felices sucessos, os breves annos de sua Magestade (f. 13r).
En la mitología griega, Deucalión, hijo de Prometeo, era de Tesalía cuando ocurrió el diluvio. Deucalión y su esposa Pyrrha fueron los únicos que se salvaron, volviendo a poblar la tierra, tirando piedras que se cambiaban en seres humanos de ambos sexos.
Ovidio, Metamorphoseon (Metamorfosis), libro 1, verso 292 [‘Todo era océano, el mismo océano ya no tenía márgenes’].
Séneca, en las Naturales Quaestiones, libro 3, cap. 27, §13-14-15, escribe (citando irónicamente a Ovidio): «Nat lupus inter oves, fulvos vehit unda leones. / Non est res satis sobria lascivere devorato orbe terrarum. Dixit ingentia et tantae confusionis imaginem cepit, cum dixit: / Expatiata ruunt per apertos flumina campo, / … pressaeque labant sub gurgite turres. Magnifice haec, si non curaverit quid oves et lupi faciant. […] Natari autem in diluvio et in illa rapina potest? aut non eodem impetu pecus omne quo raptum erat mersum est? Concepisti imaginem quantam debebas, obrutis omnibus terris caelo ipso in terram ruente. Scies quid deceat, si cogitaveris orbem terrarum natare » [‘«El lobo nada entre las ovejas y las ondas se llevan los rojizos leones». Hay que estar ebrio para dárselas de ingenioso a propósito del orbe devorado por les aguas como cuando dijo: «Los ríos desbordados se precipitan sin obstáculo a través de las llanuras y las torres se tambalean y se hunden en el oleaje». ¿Puédese nadar en un diluvio y en ese hundimiento universal? ¿No acaban tragados todos los animales por la misma violencia que los había arrebatado antes? Te has representado correctamente la tierra entera sumergida por las aguas y el cielo que se hundía sobre la tierra. Has de seguir el mismo tono, y sabrás lo que conviene decir, si consideras que la tierra es la que está nadando’].
Aquí hay coincidencia, pero no imitación «a la letra»: Paravicino: Mas ¿qué no haría su Religión? Su respeto al cielo, ¿qué no obraría? Si sabe del Sol mismo de Dios su fénix amoroso Agustino que no le parte nunca en las batallas, antes bien entiende (como si pudiera dudarlo) à las armas más justas y religiosas, para entregarles con la luz la victoria, como lo experimentó Abías, con quarenta mil hombres menos que Jeroboán en su exército (p. 18). Márquez: Y san Augustín solía dezir que quando dos campos batallan, Dios está con el ojo de vn palmo para dar la victoria donde conoce la justicia. […] Baste en lugar de mil el caso del Rey Abías que, estando en campo con quarenta mil hombres contra Ieroboán, que tenía ochenta mil, le desbarató y mató cincuenta mil dellos, tomó sus ciudades, prendió sus hijas y mugeres y no le consintió alçar cabeza hasta que murió… (p. 324). Véase el relato de la guerra entre Abías, rey de Judá, y Jeroboam, rey de Israel en 2 Cró., 13, pasaje muy a menudo utilizado en la tradición exegética.
Una vez más, se puede ver que Paravicino no imita “a la letra” el texto de Márquez, sino que lo desarrolla, añadiendo mucho de su propia cosecha. Paravicino: Quien a primera luz mirare à Iosué, por más valiente le tendrá que a Moysén, viéndole siempre entre las armas de las victorias. Mas quien atento considerare que al ademán que Moysén leuanta en el monte los braços, él los juega allá en la campaña y que no vence el vno en el campo más que el otro dispone en el oratorio, verá que Moysén, si no es mayor soldado, mejor Rey y Gouernador es. Que el sol, para obrar en la tierra, no se arranca de su orbe: desde lo más alto de él, mientras más mesurado, está más activo. Y a la verdad tan valientes son las manos del Príncipe que las levanta puras a Dios en las ocasiones de la guerra (óyganme los Príncipes todos), que quien lo era tanto como Josué (valiente digo), que pudo arrollar esta piel estrellada del cielo, como David dixo, como si revolviera la capa o el manto militar al brazo, y para permitirla o prohibírsela al mundo, fueron árbitros imperantes de la luz sus manos: para sacar felizmente la espada propia, le libró Dios, no sólo el tiempo, sino la destreza en agenos braços (pp. 18-19). Márquez: Tan poderosa llaue es la oración para abrir y cerrar los cielos y tanto dependen della los sucessos de las guerras Cristianas, que a quien ha podido arrollar esta piel estrellada, como si reboluiera el manto al braço y tenido en las manos poder dar y quitar la luz al mundo, para sacar a tiempo la espada, se le libró la destreza en brazos ajenos (p. 98).
Aquí pasa lo contrario del ejemplo anterior, ya que Paravicino condensa en poco más de una línea, un párrafo mucho más extenso de Márquez: Paravicino: Quita Dios Reyno y vida al Príncipe de Sichén, por tomar Religión verdadera con atención sola a su materia de Estado (p. 20). Márquez: Quán desgraciados fines se pueden pronosticar a los que esto hazen, dícelo la historia del Príncipe de Sichén que, entendiendo que su hijo heredero auía forçado a Dina, hija de Iacob y hermana de los doze Patriarchas, por aplacar la parentela que auía tomado con grande aspereza el agrauio, pidió que se la diessen por muger, offreciendo dotarla ricamente, y no bastando este medio para desenojar los ofendidos, mudó e hizo mudar al pueblo de religión y se circuncidaron él y todos sus súbditos en vn día, pensando asegurar más las voluntades de Iacob y de sus hijos. Y sucedió que valiéndose Simeón y Leuí, hermanos de la donzella, de la misma circuncisión a que se auían sujetado por granjearlos, entraron la Ciudad al tercero día, cuando las llagas estauan más enconadas, y la pasaron a cuchillo con su Príncipe y heredero, porque no uuo hombre en ella que con la vehemencia del dolor pudiesse tomar las armas. Tan infelices sucessos pueden esperar los Príncipes que mudan de religión por materia de estado, quando escogiendo el de Sichén la verdadera, pagó de contado el intento con que se movió a seguirla… (p. 360).
Otro caso de inspiración directa: Paravicino: Que no auía de ser Germánico sólo el que sobre la montaña de armas de las naciones debeladas de Arimino, entre el Reno y el Albis leuantasse a Iúpiter, a Marte y Augusto monumentos (pp. 25-26). Márquez: Este desengaño celebró la antigüedad en Germánico, porque hauiendo vencido a Arimino entre los dos ríos Reno y Albis, sobre grandes dificultades y dilaciones, leuantó un monte de armas en la campaña […] consagró a Marte y a Júpiter estos despojos… (p. 246). En realidad, en los Anales (libro II, cap. xviii), Tácito, relatando la victoria de Germánico sobre Arimio, no dice que éste consagró los despejos a Marte y Júpiter, sino que habla en general: «Miles in loco proelii Tiberium imperatorem salutavit struxitque aggerem et in modum trofaeorum arma subsciptis victarum gentium hominibus imponit» [‘En el campo de batalla los soldados saludaron a Tiberio Imperator, y elevaron un montón de tierra sobre el que se pusieron las armas como trofeo y debajo se grabaron los nombres de las naciones vencidas’]. Es evidente, pues, que Paravicino se inspiró directamente de Márquez y no de Tácito.
Comparemos la frase de los dos textos: Paravicino: de quien podrá Tertuliano dezir, por imitación, lo que de Dios dixo: que no sólo ninguno más Rey, pero ninguno en rigor tan Padre… (p. 26). Páez: Muitas razões ha para sintirmos a morte deste grande Rey e grande Pai, de quem podemos dizer o que Tertulliano disse de Deos: Tam pater nemo, tam pius nemo: nenhum taõ Rey e nenhum taõ Piedoso… (f. 5v). Este caso es muy interesante, ya que, repitémoslo, el sermón de Páez, de 1621, es anterior al Panegírico de Paravicino (1625). Tertuliano califica a Dios de padre (pater) y de piadoso (pius). Páez, que no sigue exactamente a Tertuliano, traduce correctamente pius en piadoso, pero cambia pater en rey. Paravicino guarda rey y padre, olvidándose de pius. Ambos predicadores se apartan pues de Tertuliano. Tan difícil es afirmar que aquí Paravicino imita a Páez, como que se remonta directamente a Tertuliano (autor que cita a menudo). Como notaba Jáuregui, a propósito de San Ambrosio, «¿Cómo se puede decir que imitan unos a otros y no todos al santo?» (f. 26r).
Puede verse aquí cómo Paravicino reelabora el texto de Márquez: Paravicino: Así, aunque entre tan públicos y particulares menesteres, no agrauó el peso a sus pueblos, antes, con la afabilidad a lo menos se le aliuiaua. Los dedos de las manos quería Roboán hazer gruesos como las espaldas de Salomón su padre, auiendo Samuel, cuando le vngía a Saúl el Reyno, dexádole de industria vna espalda de carnero por mejor plato y jurado Job, que si al afligido le dio de mano, se le cayese el braço del ombro: señales vna y otra que han de ayudar los Príncipes con el ombro de la compassión al otro del servicio, y que deuen estimar amorosamente de sus vassallos el gusto con que se empeñan por ello; pues aun de Dios dixo Micheas que él mismo ponía el vn ombro adonde el otro los hombres (pp. 26-27). Márquez: Y deue tener por cierto el Rey Christiano que los tributos que se juntan con grandes extorsiones se suelen mal lograr y lucir poco como escriuió san Gregorio a la Imperatriz Constancia y que quanto mayor y más absoluto señor fuere de su tierra, tanto más ha de huyr de fatigarla, conuirtiendo siempre la potestad en alivio y no en afflicción de los suyos, de que es reprehendido en la Escritura Roboán, porque, pidiéndole el pueblo que le desahogasse de los tributos que auía cargado su padre Salomón, respondió que el dedo menor de su mano era más grueso que el ombro de su padre y que assí les pensaua agravar el yugo, deuiendo inferir lo contrario, porque quanto más fuertes son los ombros de los Reyes, tanto mayor obligación tienen de compadecerse del Reino y ayudarle, porque es ley diuina y natural que el Rey y el Reino se traigan a veces en ombros el Reino, lleuando en paciencia los tributos justos, como hemos dicho de Isacar, y el Rey doliéndose de su desconsuelo quando lleua más de lo que puede. Por lo cual el Profeta Samuel, en el banquete que hizo antes de vngir a Saúl por Rey de Israel, le mandó guardar de industria la espalda de carnero, para advertirle que sobre las espaldas de los Reyes ha de cargar el desconsuelo de los vasallos. Y el santo Job dezía de sí: Si levavi super pupillum manum meam etiam cum viderem me in porta superiorem, humerus meus a iunctura sua cadat et brachium meum confringatur. Si di mangonada al afligido quando me vi Rey en mi trono, Dios me desprenda el ombro de su lugar como a quien deuía traer en él al súbdito fatigado y no lo hizo… [Y sigue con una alusión al emperador Valentiniano alabado por San Ambrosio] (p. 94). Como se ve muy bien aquí, Márquez pone la exégesis al servicio de la materia política, y podemos notar que Paravicino abrevia o sintetiza, reelaborando los elementos tomados prestados con su genuino estilo, sin entregarse pues a una imitación servil.
Variaciones sobre el libro del Apocalipsis, 5 y 6: Paravicino: El León vozeó San Iuan que vencía, y al fin, fue Cordero el que abrió los sellos del libro y al que con particular mysterio cantaron la gloria. Que el León de España no trae acaso el cordero de Austria en el pecho sino para mostar al mundo que tiene garras de León para el enemigo y entrañas de Cordero para el vassallo (pp. 27-28). Páez: Dignus est (aiunt seniores) agnus, qui occisus est, accipere fortitudinem, non mansuetudinem amittere, ut et agnus montat et leo sit. [Apocal. 5]. A fortaleza não encontra a mansidaõ, a crueldade sim e quando a mansidaõ he forte e poderosa, não se presume della que possa ser pusillanimidade e fraqueza de animo, senão virtude de quem sendo Leaõ forte para defender os seus, he Cordeiro para os não matar, antes morer por elles: Pro suis leo rugiet, non in suos. Este Cordeiro manso para os seus, he Leão para os defender (f. 14r). Las ideas son evidentemente las mismas en ambos predicadores, pero Paravicino se vale de paranomasias: el león es el que pertenece al blasón de España (Castilla y León) y el cordero del pecho es el Toisón de Oro de la Casa de Borgoña, pasado a la de Austria y después a la de España con Carlos v.
La frase de Paravicino dice así: Paravicino: De sentir los passos de vn Dios muy seuero huyó un hombre solo que auía en el Parayso, y ya hecho hombre esse Dios, andauan mirándole a los semblantes los hombres (p. 28).
El Censor reprehende aquí a Paravicino abultando los reproches y torciendo lo que dice el predicador: Paravicino: Iamás vieron los enemigos en Dios humanado acción lustrosa de aparato o grandeza: todas fueron de piedad, curando enfermos, resucitando muertos, librando endemoniados (p. 28). Jáureguí, luciéndose como suele hacerlo, refuta la Censura en un largo desarrollo atestado de erudición y seguros argumentos.
Al final de la reprehensión, el Censor alude al romance La Pasión de Jesucristo Redentor Nuestro, de Paravicino (que sólo circulaba en manuscrito) en el que los versos finales dicen: «¡Qué despechados se afligen / cuando obstinados no lloren! / Verdaderamente, Hijo / era de Dios este hombre.» El censor cita una variante (del manuscrito 3795 de la BN de Madrid) con respecto a lo que dice el volumen impreso Obras Póstumas, divinas y humanas de D. Félix de Arteaga, Madrid, Carlos Sánchez, 1641. Véase mi edición de este romance en Cerdan, 1978.
Indudablemente Paravicino se inspira del texto de Baeza, pero tampoco aquí hace una copia servil: Paravicino: Entre las luzes y gloria de su Transfiguración puso Iesu Christo Redentor nuestro a Moysén y Elías (suavíssimo ministro el uno, pero rigurosíssimo el otro) a sus dos manos, él, para templarlos, en medio. Mas a la mano derecha, y primero, como notó San Pedro Cluniacense, la suauidad de Moisés, y a la siniestra, el rigor de Elías: que las excelencias supremas, como Cyrilo le representó a Teodosio, han de ser serenas y fáciles. Que ya sabe el Cielo embiar fuego sobre tan crespo y corrido vassallo como una çarça, y contentarse con alumbrarle sólo, sin que le permitiese quemar. En casa de Abrahán, que se hazían mercedes, se apareció el Hijo entre las dos personas Padre y Espíritu. Y en los pueblos infames que castigaua, el que se desapareció fue él, à las sospechas pías de San Ambrosio, que como humano y prudente Gouernador, desde que se empeñaua con ser hombre, dando por su mano los premios, no executó por sí los castigos. Toca al Príncipe encargar que se haga justicia, mas instar a su rigor, no (pp. 29-30). Baeza: Regi omnium creaturarum et gubernatori maximo Iesu apud Thabor duo laterones adfuerunt Moyses et Elias; ita enim habes Math. 17 Et ecce apparuerunt illis Moysis et Elias cum eo loquentes, quibus perfectissimi iudicis ostentabantur insignia. Sed illud notandum quod Moyses mansuetudine clarus ponitur primus, ut dicat, quae virtus initiet optimum gubernatorem et principem. Id acute notavit D. Petrus Cluniacensis serm. de Transfiguratio ubi inquit. Duo ergo illi patres alter mitissimus, alter immitissimus apparent cum Domino. Quare? quia misericors et miserator Dominus, quia justus Dominus et justicias dilexit. Misericors ergo misericordem justus justum, desiquant. Unde et congruens scriptura non prius Eliam, et postea Moysem; sed antea Moysem et postmodum Eliam ponit. Sic inclytus Joseph cum esset justus prius Moysem agit, volens uxorem traduxere, deinde de Eliae severitate voluit illam occulte dimittere, justitiae duritiem mansuetudine praemissa perfundens juxta nobilissimi et praestantissimi gubernatoris indolem. Etenim D. Cyrill. Alexandr. Apol. ad Theodosium, sic Principis animum ad parcendum reis flectit, dum suggerit haec. Decet supraemas excellentias, ut serenae sint et placido animo, ne irarum agitentur furiis, sed inter furorem et severitatem, mansuetudinem beneficiorum cumulatricem exhibeant [‘Moisés y Elías estuvieron en el monte Tabor como los dos acompañantes del máximo rey de todas las criaturas y guía. Así tienes en Mateo 17: Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías hablando con ellos, a los cuales se mostraban los distintivos del perfectísimo juez. Pero es de notar, sin embargo, que Moisés es puesto el primero, destacado por su mansedumbre, como queriendo significar cual ha de ser la virtud principal para un óptimo gobernador y príncipe. Esto señaló agudamente San Pedro Cluniasense (Sermo de Tranfiguratio), cuando dijo: aquellos dos Patriarchas, uno suavísimo, el otro muy riguroso, aparecen con el Señor. ¿Por qué? Porque el Señor es compasivo y misericordioso y porque el Señor es justo y ama la justicia. Consecuentemente el compasivo alude al compasivo, el justo al justo. De ahí que, con razón, la Escritura no ponga primero a Elías y luego a Moisés, sino que pone antes a Moisés y después a Elías. Por eso el glorioso José, queriendo repudiar a su mujer, siendo justo, actúa como Moisés, y luego, con la severidad de Elías, quiso repudiarla secretamente, aplicando después de la mansedumbre la severidad de la justicia, como conviene a la índole de un nobilísimo y eminentísimo gobernador. Por eso San Cirilo de Alejandría (Apologia ad Theodosium), inclina así el ánimo del príncipe a perdonar a los reos, cuando sugiere lo siguiente: las autoridades supremas deben mostrarse serenas y apacibles, para que no las turben las furias de la ira, sino que entre el furor y la severidad manifiesten la mansedumbre que acumule los beneficios’].
De larga tradición exegética es acudir al ejemplo de José con sus hermanos. Una vez más Paravicino se limita a lo esencial y no copia «a la letra» a Baeza, a diferencia de lo que afirma el Censor: Paravicino: Ioseph, quando más moço, acusó luego a sus hermanos; ya hombre experimentado, y en vna cárcel, no habló ni en el testimonio insolente porque padecía, porque le prevenía Dios al Reyno. Y cuando, ya dueño, se vio con los hermanos, aun en la venta envidiosa no habló. Que como nos enseñó santamente Político San Zenón, vio que si auiendo de ser, por la profecía, Rey de sus hermanos, el acusarlos lo boluió sueño, el disimular con ellos lo haría verdad (pp. 31-32). Baeza: Huic etiam excogitationi lucem addit magnus ille Joseph qui puer virtutis zelo fratrum scelera minime patitur, sed ea confestim revelat patri. Sic enim ait textus sacer Genes. 37 Accusavit fratres suos apud patrem crimine pessimo. Sed ex tunc fraternum in se odium concitavit, qui illius regnum exhorrentes illum vendiderunt Ismaelitis, a quibus in Aegyptum asportatur, ubi secundo venditus tandem ob adulterii falsam accusationem truditur in carcerem. Ibi tacitus sibi vacans ad aliorum crimina didicit non respicere, quo se in regnum maxime praeparavit. Etenim posset facile ex Aegypto fratres suos apud patrem etiam accusaret de venditionis scelere, sed tacuit ait Honcala: Ne patrem certiorem faceret a fratribus suis se fuisse crudeliter distractum et ut exitum somniorum expectaret. Se ad regni culmen ascensurum puer somniaverat et dum fratrum mores et scelera carpit, miseram inde servitutem venatur. Iam servitute pressus didicit se inspicere, non alios, didicit sibi vacare, non fratrum accusationem agere, ut exitum somniorum, nimirum regiam dignitatem expectaret: quasi didicerit, quod non is, qui fratrum momordit errores, sed is qui sibi vacat et tacens aliorum scelera obliviscitur, regno suscipiendo aptatur. Non ex accusatione fratrum, sed ex patientia et tolerantia defectuum aliorum subitur regni clavus. Id quod videtur attigisse D. Zenon serm de Pat. cum ait: Ioseph patiens invenitur, cum a fratribus rapitur, patiens, cum in puteum dimittitur, patiens, dura cum hasta distrahitur, patiens in carcere et patentior in regno. Quasi idem fuisset in viro sancto patientiae culmen attigisse tacendo de injuriis et sceleribus fratrum et promissi regni culmen intrare. [‘Este pensamiento lo ilustra el gran José que, siendo niño celoso de la virtud, no sufre en absoluto los crímenes de sus hermanos y los revela en seguida a su padre, como lo dicen las Escrituras, Genes. 37: Acusó ante su padre a sus hermanos de un crimen excecrable. Desde entonces José fue víctima del odio de sus hermanos que, aborreciendo su futuro reino, lo vendieron a los Ismaelitas; éstos lo llevaron a Egipto donde, vendido por segunda vez fue acusado falsamente de adulterio y encarcelado. En la cárcel se quedó callado, mirando por sí mismo, y aprendió a no mirar por los crímenes ajenos, poniendo todo su empeño en prepararse para reinar. A pesar de que le hubiera sido fácil denunciar a sus hermanos ante su padre por haberle vendido, no dijo nada. Escribe Honcala: «José actuó así para que su padre no se enterara de que había sido cruelmente raptado y para esperar la realización del sueño que había tenido». Siendo niño había soñado que llegaría a la cúspide del reino y mientras, van desapareciendo de su mente los crímenes y el proceder de sus hermanos; se ve gratificado con una esclavitud miserable. Bajo el yugo de la servidumbre aprendió a ocuparse de sí mismo, no de los demás, a no acusar a sus hermanos y a desear la realización de su sueño, a saber la dignidad regia. Es como si hubiera aprendido que el hombre apto para reinar no es el que critica los errores de sus hermanos, sino el que dispone de sí mismo y olvida con el silencio los crímenes ajenos. El que se hace cargo del reino lo hace, no acusando a sus hermanos, sino con la paciencia y la aceptación tolerante de los defectos ajenos. Es ciertamente lo que había entendido el divino Zenón en su sermón de la pa[ciencia] cuando escribe: «Es paciente José cuando es raptado por sus hermanos, paciente cuando lo bajan en el pozo, paciente cuando lo venden en subasta pública, paciente en la cárcel y más paciente aún cuando reina». Es como si fuera una misma cosa para este varón santo el haber conseguido el más alto grado de la paciencia callando los atropellos y crímenes de sus hermanos o el haber conseguido entrar en la posesión del reino prometido’]. Antonio de Honcala (1484-1565) fue eminente biblista. Escribió en 1555 un comentario al Génesis.
En este ejemplo puede notarse, una vez más, que Paravicino se inspira de Márquez, pero añade mucho: Paravicino: Priesa fue en su misericordia el aguardar cien años a los hombres para vna dura sentencia; pues aun veynte más les auía señalado su justicia: y para execución de la vltima, en que ha de trocar à los castigos las manos y servirse de fuego por más presto y ruidoso ministro, si no más violento que la agua, atiende siglos enteros. Y ¿qué juez ay tan recto a quien no esté dando espera Dios por sus culpas, cuando él fulmina más las agenas? ¡O, que esto ocasiona delitos! Así lo conoce Dios; hasta desconocerle loca más que blasfemamente los Ateístas, perdiendo (como dixo el grande Africano tres veces Tulio) entre las sombras de sufrimiento el Sol de la verdad, si no es aquella mentira de sus intentos. Y con todo esso, de vna vez que castigó tanto, juró (como de escarmentado) no hazerlo más, que es tan natural el errar en los hombres, ya después de su ser estragado, que no tendrá vassallos si no perdona ofensas. Pues aun el miedo de Syla, tan sanguinolento como tyrano, advirtió el otro cuerdo (referido de San Agustín) que dexasse siquiera viuir algunos, para tener a quien imperasse después (pp. 32-33). Márquez: Se dio cierto documento a los Reyes del modo que han de tener en castigar los sediciosos. Algunos ha auido tan vengativos que han intentado desquitar igualmente la desobediencia sin perdonar vn culpado tan sólo. De estos fue Sila, de quien dize Séneca que, acabando de triunfar de las partes de Mario, no se cansó de degollar enemigos, hasta que uino a faltarle la sangre que derramar […] en tanto grado que fue menester aduertirle que iba agotando el Imperio y que era necessario dexar algunos con vida para tener a quien mandar después (p. 136). Jáuregui rebate al Censor, valiéndose, como sabe hacerlo, de bastantes citas bíblicas y de Padres de la Iglesia.
Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, Prima pars, Quaestio 22, Articulus 3, Ad. 2: «Cum igitur Deus sit universalis provisor totius entis, ad ipsius providentiam pertinet ut permittat quosdam defectus esse in particularibus rebus, ne impediatur bonum universi perfectum» [‘Aunque Dios sea el provisor universal de cuanto es, a su providencia le corresponde permitir algunos fallos en cosas particulares, para no impedir el bien perfecto del conjunto’].
No se ha podido aclarar esta nota marginal, porque ni en el lugar citado ni en toda la Política de Aristóteles se habla de «tono heroico».
Aquí también el Censor juzga las alabanzas que hace Paravicino de Felipe III «muy humildes» y aconseja el grado heroico para comentar las virtudes de los príncipes. Pero tampoco la nota que cita a Séneca es exacta, porque en la epístola 20 a Lucilio, sólo se trata de asuntos domésticos. De manera general todas las epístolas a Lucilio versan sobre temas de filosofía moral y reglas de conducta. En la epístola 100 se alude al estilo de Lucilio como acorde a su carácter. Paravicino: Digan los que más le trataron, hablen los que recibieron de él órdenes o papeles, si más bien entendido, más bien hablado, que escriuiesse mejor, ha habido, no digo Príncipe, sino hombre particular en España (pp. 35-36). Jáuregui discrepa y juzga estas alabanzas de esta manera: «Yo las tengo por mayores». Se explaya después en dos folios enteros (f. 35v-36v) sobre los comentarios de San Gregorio Nacianceno.
San Jerónimo, De viris illustribus vel proprie De scriptoribus ecclesiasticis, caput LIV: Tertullianus presbyter.
Notaremos que el pasaje de Paravicino es mucho más corto que el de Baeza, lo que supone una elección activa y no una copia servil. Jáuregui no comenta. Paravicino: Y si de Ioseph dixo San Ambrosio que coronó la cárcel su resistencia, el gran discípulo de Tertuliano añadió que a la eminencia de su castidad se le deuió la cumbre del Reyno. A los cabellos o pensamientos de la alma llamó Salomón, por castos y puros, púrpura Real. De donde, no acaso Dalida intentó los de Sansón tantas vezes. Porque como dixo delgadamente el Pelusiota, a cortar la greña casta y Real que al león hace Rey y al hombre Rey y león, tira la belleza y ha de temerse el cuidado. Perpetua batalla de la vida, adonde tantos Sansones, no sólo han perdido el cabello, sino la cabeça también (p. 37). Baeza: Expende illud Deo iudice; ut sic videas, quam jure debitus pudicitiae fructus regius splendor. Id satis noverat Ioseph ipse, quum lascivae herae respondit Genes. 39: Nec quidquam est, quod non in mea sit potestate, vel non tradiderit mihi, praeter te, quae uxor eius [domina mea] es. Cur non domina a servo dicitur praecipue cum et ab ingenuis quaevis foemina domina vocatur? Stat Pro Ioseph Ambros. Lib 5 sic aiens, ille noluit et dixit uxori domini sui, recte uxor domini et non ipsa domina dicitur: quomodo domina, quae dominandi non habet officium? quae disciplinam dominae non tenebat? Ille dominus, qui amantis non excipit faces. Equidem uni virgini adnatus est principatus, solum virgo ad clavum, ad imperium vocatur […] Cur solius infractae castitatis memorat causam? Sane praesagus illius animus festinantem regiam dignitatem olfaciebat, et ideo solam memorat castitatis causam et cui soli deberetur regnum. Ita D. Isidor. Pelus. Lib 4 epist. 79 Satus Erubuit Josph ea comerremorare quae sibi acciderunt ne coronam castitati debitam sibi ipsi imponere videatur quae sibi acciderunt, ne coronam castitati debitam sibi ipsi imponere videatur. Etenim unum castitatis coronatur opus, ut pote regnum , adeo, ut regalis purpura, cant 7 unis castissimis sponsae tribuatur mentibus, ait enim Comae capitis tui purpura regis. Ibi enim residet regius decor, ubi casta cogitatio crinium denotata nomine quiescit. Hinc lasciva Dalidae manus adversus Samsonis armatur comas, Iud 16, cujus templo D. Isid Pel lib 2 ep. 284 monet nos, ut fugiamus luxuriantem manum: Ne velut horrendum quendam et elatum leonem nacta, comam quidem, quae leonem verem leonem efficit, regiamque dignitatem ipsi conservat amputet. Coma ergo, nimirum casta cogitatio sedes purpurae est, regiique splendoris, que sola regali nonobilitatur nomine et stemmate. [‘Examínalo, teniendo a Dios como juez, para que veas así justamente el regio esplendor del fruto de la castidad. Bien sabía esto el mismo José, cuando a su lasciva ama respondió (Génesis, 39): Y no hay nada en esta casa nadie superior a mí, sin haberse reservado él nada, fuera de ti, por ser su mujer. ¿Por qué no es llamada señora por el siervo, cuando es llamada esta mujer señora por cualquier de los hombres libres? Consta en San Ambrosio, Pro Joseph , libro 5, que dice así: «Él no aceptó y se dirigió a ella, llamándola señora de su señor; con razón la llama esposa de su señor y no es llamada ella misma señora. ¿Cómo le diría señora, si ella no tiene la autoridad para mandar? ¿Si ella no tenía el arte de señora? Aquel es señor, el que no acoge las pasiones de la amante». Ciertamente que la preeminencia está vinculada a la virginidad. Únicamente el hombre virgen es llamado al mando, al imperio.[…] ¿Por qué recuerda sólo el motivo de la sola virginidad intacta? Con razón el ánimo profético (de José) adivinaba la dignidad regia que se acerca de prisa, y por eso recuerda el único motivo de la castidad, al que se debería el mando. Así el Divino Isidoro Pelusiota, lib. 4, epíst. 79: «José se avergonzó mucho al recordar aquellas cosas que le sucedieron para que no pareciese que se otorgaba a sí mimo la corona debida». En efecto, una sola obra de castidad es coronada, como un reino, hasta tal punto que la púrpura real le es otorgada a los pensamientos castísimos de la esposa (Cantares, 7) pues dice: «La cabellera de tu cabeza es como púrpura real». En efecto, la dignidad regia, y la castidad recibe el nombre de cabellera. Por consiguiente, la mano lasciva de Dalida se arma contra la cabellera de Sansón (Iud, 16), con cuyo templo el Divino Isidoro Pelusiota, lib. 2, ep. 284, nos advierte para que huyamos de la mano lujuriosa: «Para que no corte la cabellera conseguida como cualquier horrendo y altanero león, sin duda una cabellera que hace auténtico al león, y conserva para sí la dignidad». Cabellera es, por tanto, un pensamiento casto, es en efecto sede de púrpura, de esplendor regio que ennoblece con guirnalda y nombre real’].
La cita de San Bernardo viene de la obra Vitis mystica seu tractatus de passione Domini: super «Ego sum vitis vera», IV, 12: «Bene quidam rex, cum percussus humana sagitta peteretur ut se ligari permitteret, donec excideretur, quia levissimo motu mortem posset incurrere: “Non decet, inquit, vinciri regem”». Se trata de un tratado atribuido a San Bernardo.
Es evidente que hay muchas similitudes, pero el Censor exagera mucho cuando dice «tan a la letra». Paravicino: ¡Cuánto mejor, Filipo (que me arrebató el dolor), pudo dezir de ti Plinio que de Trajano, en la buelta o cerco que diste a Reynos tuyos, que ni maridos ni padres te temieron! Porque la Castidad, en los demás es afectada, en ti fue natural. ¡Oh, qué instante exemplo dio à los señores del mundo Job, quando concertó con sus ojos el no pensar hermosuras tiernas, (que se ha llegado ya en muchos afectos hasta los ojos el corazón) y, como tales, de vistas soberanas se pueden aojar fácilmente! ¡Cuántas ruinas te enseñan en Bersabé ! Dellas deuió de aduertir tan pura Tertuliano como sutilmente, que en viendo Rebeca la primera vez a Isaac con quien auía de casarse, se cubrió el rostro, que era el traje de las casadas. Porque con sólo ver que la auía mirado su esposo, sentenció contra su entereza y trasladó la senzillez de su estado a los recatos del matrimonio. Tan a riesgo del crédito, si no de la culpa, está una belleza grande, mirada de igual autoridad, o mayor (pp. 39-40). Márquez: Baste para prueua de este punto lo que dixo Plinio el menor a Trajano: Nec vero ego in laudibus tuis ponam quod adventum tuum non pater quisquam, non maritus expavit, affectata aliis castitas, tibi ingenita et innata, interque ea quae imputare non possis.. […] se han perdido más príncipes por deshonestos que por crueles […] Desde su solana echó David ojos a Bersabé, y se perdió dolorosamente. […] Y Tertuliano consideró que uiendo Rebeca a Isaac (con quien se venía a casar) desde el Camello se cubrió el rostro, que fue trocar el hábito de donzella en el de matrona, porque con sola la vista del esposo dio por acabada la prerrogativa de la entereza y se tuuo por constituyda en otro estado. Así que guardará con gran cuidado el Príncipe Christiano los ojos, y no dará lugar a que la compostura y seueridad naturalmente respetada en los Reyes peligre por su poco recato (pp. 37-38).
El sermón de Paravicino dice: “No renouemos el llanto que si le derrama con ternura el sentimiento sobre la piedad del que se ausentó, se le beue con gozo el decoro a vista de las prendas que nos ha dexado”. Pero más lejos, en las planas 47-48, Paravicino, al hablar de Elías y Eliseo, dice: “y apartándose a vn lado y a otro las ondas, quanto beuieron de temor al manto del Maestro, tanta arena enxugaron al passo del sucessor”. Véase, infra, nota 106.
Aludiendo a Felipe IV (el león joven) casado con Isabel de Borbón, cuyo blasón ostentaba tres lises blancas, Paravicino en un pasaje algo gongorino decía: Paravicino: Pues próuido padre, no sólo a la inmediata, sino a la más distante posteridad coronó de lirios hermosos, por su casamiento el León jouen en quien sustitía los rayos de su diadema por la sucessión. Montones de trigo suele coronar también Dios dessos lirios blancos, dessa nieve vegetable de las açucenas, para lograr con la fecundidad la pureza. ¡O, lléguese a dorar ya (quiérelo, Señor así), ¡o, lléguese a dorar ya de macollas rubias de trigo açucena tan cándida a quien, no sólo no se atreuieron, pero respetaron tantas espinas, hasta transplantarla a tan religioso como culto jardín (p. 41). Lo que equivale aquí a la esperanza de ver asegurada la descendencia dinástica. Y tiene razón el Censor cuando alude a los Cantares, capítulo 7, versículo 2, que dice: «Venter tuus sicut acervus tritici vallatus liliis» [‘Tu vientre, acervo de trigo rodeado de azucenas’].
Como purista y antigongorino, el Censor rechaza la palabra lilios, y se refiere, implícitamente, a los Cantares, donde se lee, en el capítulo 2, versículos 1-2, «Ego flos campi, Et lilium convalium / Sicut lilium inter spinas, Sic amica mea inter filia» [‘Yo soy narciso de Sarón, un lirio de los valles. / Como lirio entre los cardos es mi amada entre las doncellas’]. Acertadamente el Censor cita un verso de Góngora. En la Fábula de Polifemo y Galatea, versos 105-106, se lee: «Purpúreas rosas sobre Galatea / la alba entre lilios cándidos deshoja». Cabe recalcar que en 1625 el Polifemo todavía no había sido impreso, pero que circulaba, desde hacía muchos años, en copias manuscritas.
Como se ha notado ya, el Censor finge extrañarse ante lo que hoy se llama un «cultismo de acepción». Porque también «asombrar» viene de «sombra» como lo dice el caso del caballo que se asusta de su propia sombra. Plutarco en sus Vidas paralelas, XXXIII, 6, 5, cuenta como Alejandro Magno, siendo aun muy joven, logró domar el caballo Bucéfalo, hasta ahí muy repropio, poniéndole la cabeza frente al sol para que no viera su propia sombra de la que se asustaba. Lucio Cecilio Firmiano Lactancio (245?-325?), escritor latino y apologista cristiano, nació en el norte de África. Su obra Institutiones divinae (Instituciones divinas) es tratado de gran envergadura que defiende la doctrina cristiana como un sistema armonioso y lógico.
En la Epístola LIII Ad Paulinum presbyterum, párrafo 10, San Jerónimo dice: «et in una eademque sententia aliter doctus, aliter audiret indoctus» [‘y en una sola frase, el sabio y el indocto hallarán sentidos diferentes’].
Jáuregui se mofa del Censor: «Aquí se ríe de una cláusula, la mejor por ventura i más cuerda del Panegírico, i no dice porque la refuta» (f. 37r.). No ha sido posible encontrar ese dicho en las obras de San Bernardo, pero se lee en Cristóbal Suárez de Figueroa, Pusílipo. Ratos de conversación en los que dura el paseo (1629), ed. Enrique Suárez Figaredo, p. 182: «En una puerta baja, dice San Bernardo, inclinar mucho la cabeza, nunca pudo ser peligro; levantarla dos dedos más, puede ser gran riesgo». Como se podrá notar, la similitud es total. Suárez de Figueroa, que escribe cuatro años después de Paravicino, era conocido por ser plagiario. Sin duda que aquí habrá copiado a Paravicino “a la letra”.
San Gregorio Niseno (siglo iv), obispo de Nisa y Padre de la Iglesia fue distinguido teólogo especulativo y el escritor más feraz y profundo de los tres capadocios. Escribió un gran discurso catequítico que fue un manual de Teología muy difundido. Escribió además obras exegéticas y homelíticas. Por eso se le cita a menudo en los sermones.
No se trata aquí del santo mártir Nemesio de Alejandría, sino de Nemesio (siglo iv) obispo de Emesa, en Siria, filósofo influenciado por Aristóteles y Galeno. Escribió una obra titulada De Natura Hominis así como un tratado sobre la Providencia Divina.
irascible: Los antiguos filósofos, al analizar el alma humana, admitían tres facultades: la concupiscible, la irascible y la razonable. En la Escolástica, la tendencia del alma a la irascible podía manifestarse en cinco pasiones: la esperanza y la desesperanza, la audacia, el temor y la ira. El Censor se muestra aquí perfecto escolástico.
Con la cercanía: estas palabras se repiten erróneamente en el manuscrito.
Erige: ‘eleva’.
Una vez más Fray Hortensio se muestra más conciso que Baeza, de quien se inspira, sin trasladarlo por tanto «a la letra». Paravicino: Exemplo hiciera a esta verdad, si tal temiera della, con el cuidado que Abrahán tuvo en su hijo Isaac, quando vio en él más gusto de consagrarse al cuchillo, o por escusar la turbación de las aras con algún estremecimiento del sacrificio, como ponderó un grande Autor, o por preuenir la impaciencia a que podía obligar el dolor a una víctima racional y gallarda, como sintió Agustino, o porque, como ilustres plumas notaron, juzgó que le era a vn gran dolor algún exceso lícito, mientras no ofendiese ni la obediencia ni el ánimo (p. 44). Baeza: Do singulare huius sanctissimi timoris exemplum in viro religione et pietate insigni Abraham; qui filium ut Domino liberaret et si libenti et invicto animo se devoventem, nihilominus fortiter, cauteque ligavit. Nil notius patri, quam filii sui alacris et devota voluntas, qua se morti tradebat. Nil patentius, quam ejusdem constans et invictus animus: credibilius hebetandam ignis et gladii aciem, quam Isaac animum fugiturum et tamen filium ligat. Nec mirum. Ratio enim ligandi (ait Caietanus) non fecit timor, ne Isaac sugeret aut ne Isaac exiliret ab altari; sed ne involuntarii motus, ut pote naturales in actu iugulationis existentes ordinatum, compositumque situm exturbarent in nonnullam indecemtiam sacrificii. Sic Caietanus, et recte. Illustrius adhuc D. Zeno. Securus pater optimus timuit, ne dolori aliquid liceret in morte. Saepe invicti animi, imo et maenia aenea medio in ariete, vel rimulas faciunt, et durus lapis creba gutta cavatur. [‘Doy un ejemplo de este santo temor en la persona de Abraham, hombre de religioso escrúpulo y de insigne piedad, quien, para sacrificar su hijo al Señor, incluso cuando éste se ofrecía devotamente y sin que él tuviese que hacerle violencia, no deja de atarlo estrechamente y con cautela. Nada era más conocido del padre que la devota y celosa voluntad con la que el hijo se entregaba a la muerte. Nada era más evidente que su firmeza de espíritu y su adhesión. Más fácil hubiera sido embotar la punta de un arma por el hierro o por el fuego que doblegar el ánimo de Isaac y no obstante Abraham sujeta a su hijo. Y no es extraño. «En efecto —nos dice Cayetano— la razón de sujetarle no fue el temor de que Isaac se levantase y saltase del altar, sino que se manifestasen involuntarios movimientos como es natural que se produzcan en una degollación y que viniesen así a turbar indecentemente la buena ordenación del sacrificio». Así lo dice Cayetano y acertadamente. Más próximo aún y más próximo, el Divino Zenón: «A pesar de su calma, este excelente padre tuvo temor de que algunas señales de dolor fueran lícitas a la hora de la muerte». Así ocurre a menudo a los corazones animosos, que hasta las murallas de bronce, con los golpes del ariete, se abren en pequeñas fisuras y así también la gotera persistente cava la piedra dura’].
Se puede repetir lo dicho en la nota anterior: Paravicino: Que ya vezino, dice San Iuan, a su muerte se vio como obligado en la mesa a hablar en Iudas y en su perdición; se turbó y estremeció al protestar que desdichado auía de ser aquel hombre. Pues ¿de qué se turba la serenidad de Dios? La tranquilidad del Padre ¿en qué se estremece? ¿A qué hondo pensar nos empeña el Hijo? De oírse a sí mismo, dixo en la misma ocasión San Cirilo Alejandrino, la voz en qué Iudas se condenaba. Tan dura cosa es la condenación de vn alma, tan espantable, si no espantoso, es hablar en el infierno de vn hombre, que hablando Iesu Christo en la condenación e infierno de Iudas, no pudo (dize San Cirilo) su carne sacrosanta dexar de mostrar algún horror (no cogerle) a su misma voz (pp. 44-45; no cogerle puede interpretarse aquí como ‘no sorprenderle’, RAE). Baeza: Quid plura? Ipsissima Dei hominis caro exhorruit ubi Christi Domini voce manifestata fuit proditoris damnatio. Sic Ioannes 13 ait: cum haec dixisset Iesu, turbatus est spiritu: et protestatus est, et dixit: Amen, amen dico vobis: Quia unus ex vobis tradet me. Expende illud quod dicturus proditionem, proditorem manifestaturus, turbatus est spiritu. Cur turbatur Christisera caro? An quia incipit manifesta voce proditorem damnare? Ita prorsus D. Cyrill Alex liber 9 in Ioann. Vero simile mihi videtur, non potuisse carnem Christi metum, quo jam expressius atque manifestius discipulos proditionis odium offerebatur, ita sufferre, ut aliquantum per non exhorruerit. Quando ergo ipsa Dei caro non potuit sine horrore sufferrre vocem hominis damnati manifestativam, quomodo sufferet damnationem in se districtam damnatus? Hinc aestimare licet damnatorum pene immensam calamitatem, tremendam Dei damnatis vocem, cujus vel halitum Christifera caro exhorret et lamentatur. [‘¿Qué más? La mismísima carne del Dios hombre se horrorizó cuando por la nítida voz de Jesucristo se manifestó la condena del traidor. Así Juan, 13 dice: «Dicho esto, se turbó Jesús en su espíritu, y demonstrándolo, dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Examina esto, que en el momento en que iba a anunciar la traición y manifestar al traidor, se turbó su espíritu. ¿Por qué se turba la carne de Cristo? ¿Acaso porque empieza a condenar con voz clara al traidor? Así lo comenta San Cirilo de Alejandría, lib. 9 in Ioann.: «Me parece más verosímil que la carne de Cristo no pudiera sufrir así porque ya antes había mostrado de manera expresa y manifiesta a los discípulos el aborrecimiento de la traición al horrorizarse por algún tiempo». Por tanto, si la misma carne de Dios no pudo soportar sin horror la voz clara que proclamaba la condena de aquel hombre, ¿de qué modo este mismo condenado podría soportar la severa condena contra sí mismo? Por consiguiente es lícito considerar que si es inmensa la pena de los condenados, tremenda ha de ser para los condenados la voz de Dios, de cuyo aliento se horroriza y lamenta la carne de Cristo’].
Al decir «que es un lugar de Isaías», el Censor no precisa cuál es y no remite a un pasaje de Baeza. Confieso que no me ha sido posible situar este lugar. Fray Alonso Cano, al realizar en 1766 la edición magna de los sermones de Paravicino, apuntaba, en nota a pie de página, para la primera parte de esta frase, Isaías, 6, 1: «Vi al Señor sentado sobre su trono alto y sublime…» y, para la secunda, ibid., 36, lo que es evidente errata. Me inclinaría yo por Isaías, 53, 3, en el que se presentan los sufrimientos del siervo de Dios, diciendo en plural «sin que le tengamos en cuenta». Paravicino: El caso es que quiso Dios, como en su Hijo, que viéssemos todos sus agonías: sus glorias y favores él solo las vió. Vi su gloria, dixo en singular Esaías, y vimos sus congoxas, dijo en común (p. 46).
Aquí debe de haber también un desliz del Censor (en general muy exacto) o del copista. Paravicino dice así: Paravicino: Vencer sabía, antes de nacer, Iacob a Esaú, como pensó la sutileza florida de Chrysólogo, y le llegó a temer después, quando se halló hombre y poderoso (p. 46). La referencia a la obra de Baeza que da la nota marginal (1, 27, 43) es errónea, porque ahí no se habla de Jacob y Esaú. En cambio, donde Baeza alude al capítulo 25 del Génesis (cuyo título en la Vulgata es «Contentio Esau et Iacob iam ab utero matris» [‘Contienda de Esau y Jacob ya en el seno de la madre’] es en el libro 1, c. 8, § 14, donde escribe: Baeza: Iacobi et Esau insensum bellum etiam pueri ab utero signabant, Genes. 25, de quibus dicitur ait Collidebantur in utero. Ubi Symmachus, in superficiem ferebantur et apertius Scholiastus ait Colluctabantur…[‘Jacob y Esaú pugnaban ya en el seno de la madre (Génes. 25), de los cuales dice se chocaban en el seno. Donde Symmachus luchaban hacia la salida, y más claramente dice el Escoliasta luchaban cuerpo a cuerpo’]. Alude después a San Ambrosio, San Agustín, San Clemente de Alejandría y San Juan Crisóstomo, pero no a San Pedro Crisólogo. En el libro 1, c. 4, § 11, Baeza remite también al capítulo 25 de Génesis y escribe: Igitur de Iacob fratrem in utero supplantate, ait Gen. 25 [‘Luego, dice Génesis 25, a proposito de Jacob, suplantando a su hermano’] . Pero tampoco aquí menta a San Pedro Crisólogo.
En el Sermón que predicó a la Majestad Católica del rey don Felipe Cuarto, Nuestro Señor, el Padre Jerónimo de Florencia […] en las honras que su Majestad hizo al rey Filipe III, su padre, y Nuestro Señor, que Dios tiene, en San Jerónimo el Real de Madrid a cuatro de mayo de 1621 (Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, Año de mil y seiscientos veinte y uno), el jesuita decía, recordando el caso de un monje de la Edad Media (f. 19r-v): Florencia: ¡Oh! si quisiese Dios que este temor tan grande del rey Nuestro Señor, como fue útil a su Majestad, que era nuestra cabeza, nos aprovechase a los miembros, que somos sus vasallos; digo que fue muy útil para nuestro santo rey porque se le dio Dios por purgatorio en esta vida, que estilo es ése muy ordinario que Nuestro Señor usar con los muy santos, darles en el trance de la muerte unos vehementes miedos con que aquí purguen sus pecados para más presto llevarlos consigo a la gloria…
Paravicino dice: «Con que segunda vez tocando con la capa las aguas, halló la obediencia que deseaua en ellas: y apartándose a vn lado y a otro las ondas, quanto beuieron de temor al manto del Maestro, tanta arena enxugaron al passo del sucessor» (pp. 47-48). Podría verse aquí el eco de los versos 34-36 de la Soledad primera de Góngora: «Desnudo el joven, cuanto ya el vestido / Océano ha bebido / restituir le hace a las arenas». Persio, en la Sátira I, verso 99, escribe: «Torva Mimaloneis implerunt cornua bombis/ Et raptum vitulo caput superbo / Bassaris et lyncem Maenas flexura corymbi / Euhion ingeminat; reparabilis adsonat echo» [‘Han llenado las ariscas trompas con los ronquidos de las Mimalonas y la Basáride, que se llevó la cabeza arrancada al hermoso becerro, la Menada que dirigiera el lince con guirnaldas de yedra, repiten Euhión; el eco sonoro les responde’]. Persio habla aquí de unas bacanales o fiestas de Baco en las que participaban sus sacerdotizas las bacantes (llamadas también menadas, mimalonas, o basárides) cuyo grito de alegría era “euhoe” (de Euhius, apodo de Baco). De este grito deriva la forma Euhion del verso 102. Se puede encontrar la misma forma en el Ars amandi, I, 561, donde Ovidio, contando una acción de Baco (Sileno) con Ariana, escribe: «Pars “Hymeneae” canunt, pars clamant “Euhion, euohe”» [‘Algunos cantan «Himeneo»», otros gritan «Euhión, euohé»’].
Una vez más, Paravicino se inspira de Márquez, pero no copia «a la letra» sino que condensa mucho. Paravicino: Pues (como dixo Plinio a Trajano), con nada acredita la gloria del padre el hijo, como con viuir como él. Pues no ay en el Antecessor prueua de diuinidad más ilustre que sucederle vn buen Príncipe (p. 49). Márquez: Hablando Plinio el Menor de las consagraciones que los emperadores romanos hacían a sus antecesores y lisonjeando a Trajano de la que hacía a Nerva que le dejó por sucesor, dice estas palabras […]: «Por más que te desveles en levantar altares a tu antecesor y mandar que el mundo le cuente entre los dioses, con nada muestras mejor que lo es que con vivir como vives, porque la más cierta prueba de divinidad en el antecesor es sucederle un buen príncipe (pp. 203-204). En el Panegírico a Trajano (cap. 12, § 3), escribe Plinio:« Minus hoc est cum fit ab his qui et sese deos putant. Sed licet illum aris, pulvinaribus, flamine colas, non alio tamen magis deum et facis et probas quam quod ipse talis es. In principe enim, qui electo successore fato concessit, una eademque certissima divinitatis fides est bonus successor» [‘Menor es el honor cuando procede de emperadores que se creen a sí mismos dioses. Pero, aunque hayas levantado para su culto altares y suntuosos lechos, creado un flamen, haces de él un dios y das la prueba que es un dios, sobre todo por tus virtudes. En un príncipe que, después de elegir a su sucesor, ha pagado su tributo al destino, no hay más que una prueba, pero una prueba infalible de divinidad, que son las cualidades de su sucesor’].
Suena aquí como un eco de la Oda III, 1, 1 de Horacio: «Odi profanum vulgus et arceo» [‘Odio al vulgo profano y lo tengo alejado’].
Clito (llamado Clito el negro), general de Alejandro Magno, le había salvado la vida en el pasaje del Gránico. Arriano, en la Anábasis, IV, 8, cuenta detalladamente cómo, en una cena orgíaca, Clito se opuso a los comensales ebrios que halagaban demasiado a Alejandro y acabó satirizando su actuación y haciendo el elogio de su padre el rey Felipe II de Macedonia. Muy irritado, Alejandro, cegado por el furor, mató a Clito con una jabalina. Véase también Quinto Curcio, Historia de Alejandro Magno, libro VIII, 1, así como Plutarco, Vidas paralelas.
Las llamadas a las notas marginales se hacen en el manuscrito con las letras a, b, c, d, e y f.
El texto exacto de Horacio, en su Ars poetica (versos 14-16), dice así: «Inceptis gravibus plerumque et magna professis / Purpureus, late qui splendeat, unus et alter / Adsuitur pannus…» [‘Muchas veces, a un principio imponente y que prometía grandes cosas, van cosidos uno o dos pingajos de púrpura, para que resplandezcan desde lejos’].
Nuevas coincidencias: Paravicino: el presto amanecer de su hijo con adelantados rayos y valientes de actividad, quanto sazonados de prudente atención, los recompensa en esperanças que desde el Oriente mismo nacieron possessiones (p. 2). Páez: na maior falta em que deixou seus Reinos, lhes acodio com a succesão da Magestade del Rey Nosso senhor, que Deos guarde por largos annos, que com a luz e resplandores de sua prudencia e actividade (f. 1r).
Sigue: Paravicino: Consuelo, si no usura, y menos no bastará a tal muerte, a tal pérdida (p. 2). Páez: desterrou as trevas de nossos sentimentos, se anticipou a nossos desejos, satisfez nossas esperanças e converteo a successão em usura, melhoramento e ganho (f. 1r). Recordemos, como ya lo hacía Jáuregui, que el Epitafio de Paravicino se publicó dos meses antes de que el Sermão de Páez saliera de las prensas. Cabe preguntarse, si hay imitación, quién imita a quién. Usura se emplea en el sentido de ‘beneficio’. El advenimiento de Felipe IV puede ser consuelo, pero no compensa el daño y perjuicio que constituye la muerte de Felipe III.
La palabra periodus es palabra femenina en latín.
Baeza, modifica bastante el texto de Salustio (o del Seudo Salustio), Ad Caesarem senem de Republica (Ep. II, cap. X, § 5), que dice así: «Quanto in secundis rebus florentior fuit, tanto in adversis asperius magisque anxie agitat» [‘Cuanto más florecieron en la prosperidad, tanto más quedan atormentados por las preocupaciones y la congoja en la adversidad’].
Para comprender el alcance de la censura dirigida a las planas 3-4, hay que leer todo el párrafo en el que Paravicino alaba la castidad de Felipe iii después de enviudar. Paravicino: Nueve años viuió después viudo. Si quien ató tan constante como triste à una porfiada y dulce memoria una blanda y fiel voluntad, pudo merecer esse nombre. Ni viuió viudo sólo, sino negado a las sospechas mismas de otra mudança o empleo. Porque la singular pureza de su vida, que antes no le permitió ni a los ojos hermosura agena, le prohibió después viéndole con herederos (loable fin de indecorosos afectos) aun los segundos lazos santos del matrimonio. Tanta fue en él esta virtud laureada, a pesar de su salud, verdugo robusto en el martirio de la honestidad, y que a su natural sobre toda imaginación modesto y corregido, siruió agrados, solicitó lisonjas de la misma valentía de la batalla, donde los vencidos descubren confusiones y los que pelean, entre raras victorias, pena y tormentos (pp. 3-4). Paravicino emplea pureza, honestidad y modesto (modestia) como sinónimos de castidad, y enaltece las victorias sobre todas las tentaciones de la carne.
Aseo: en el sentido de ‘adorno, compostura’ o ‘esmero, cuidado’ (RAE).
La frase de Paravicino dice así: Paravicino: Guardó secreto y fe, aun en priuadas confidencias, a menores vassallos, deuda natural en todos, mal vista a la Magestad por lo que huye qualquier sombra de prisión la Soberanía y la de las obligaciones de la naturaleza lo es grande (p. 5). El Emperador aludido por el Censor en su apretada reprehensión es Justiniano, que reinó en Bizancio (527-565). Bajo su largo reino se realizó una importante obra de compilación que empezó por el dominio legislativo (Codex y las nuevas leyes de Justiniano) y después, el doctrinal (Digeste o Pandecte) para terminar por el dominio pedagógico (Institutiones). El conjunto se designa bajo el nombre de Corpus Juris Civilis. El Censor se refiere aquí a las Institutiones.
Comparemos: Paravicino: Las causas soberanas à las más inferiores encomiendan los efetos. Y aunque la virtud del Sol llega a inquietar mudamente las entrañas de la tierra (inmoble basa de la máquina que vemos) para hazer las oficinas de los metales, no passan de la faz de ella los resplandores. ¿Quién le obligó a la mucha inteligencia que mueve el cielo a aplicar forçosamente los dedos a la formación mecánica del gusano? (p. 6). Páez: e ainda que o sol, com sua virtud está nas entranhas da terra produzindo ouro e prata, não passam os seus raios da superficie exterior da terra (f. 10v).
En su Romance a la Pasión de Jesucristo Redentor nuestro, Paravicino escribía, para presentar el terremoto que acompañó la muerte de Cristo en la Cruz: «¡Válgame Dios! ¡Qué estrudendo! / Parece que el primer moble / se viene al suelo arrastrando / la turba desotros orbes». Y emplea poco después, para plasmar la violencia que se abatió sobre el universo, otras expresiones parecidas a la que menta aquí el Censor.
Una vez más las coincidencias son patentes: Paravicino: ¿Quántos aparatos de guerra y de común horror y suspensión al mundo en otros Monarcas, zelosos de excedidos, desbarató su oración? Y si bien, no sin vno y otro Iosué ministros suyos, a las manos solas deste Moysén Christiano (manso de condición sobre los hombres todos) leuantadas en vn oratorio, desuanecieron intentos, armas (p. 7). Páez: erão suas palavras e suas orações tão poderosas com o ceo, que com ellas e con as suas mãos levantadas a Deus, como outro Moysés, desbaratou e deixou frustradas grandes máquinas que se levantaram, grandes poderes que se armaraõ e ameaçavão grandes ruinas (f. 18v-19r).
Comparemos: Paravicino: y aquí largó vn Príncipe, con pródiga y útil dispensación, quatrocientos mil súbditos naturales, cargados de tanta magnificencia de su señor como tesoro de su solicitud (p. 9). Páez: e purificou Hespanha, levando della a impureza para África. E sendo a corrente tão branda, foi tão eficaz que levou quatrocentos mil vassallos carregados de riquezas, desarraigandoos das fazendas e propiedades, sem reparar em proveitos, porque a Fe ficasse em seu ponto e pureza (f. 18r).
Conyers Middleton, en su Vida de Cicerón traducida al castellano por José Nicolás de Azara (Madrid, Imprenta Real, 1790), cita el elogio de Cicerón que San Jerónimo encontraba «hermosísimo»: «Si Demóstenes te quitó la gloria de ser el primer orador, tú le privaste de la de ser el único» (cap. xii).
Paravicino aplica milagro político a las victorias sobre los herejes alemanes: Paravicino: Recobró lo diuertido o lo turbado. Y pagaron con la pérdida y la huyda los conspiradores contra la Corona Imperial la fe rompida, los derechos augustos y sagrados ofendidos duramente. Quede a la posteridad el encarecer este milagro politico que desatiende la estimación por uisto (p. 14). El Censor había censurado ya este adjetivo al comentar la plana 3 del Panegírico. Véase, supra, nota 45. Vanos afectadores: o sea «fingidos» de afectar, en el sentido de «fingir» (RAE).
En su Epitaphium seu honorarii tumuli Potentissimi Regis Hispaniarum Philippi Tertii, Panegyrica Inscriptio, Paravicino escribe en efecto, al detallar las operaciones del teatro de política exterior: «rebelles Batavos inducias flagitantes, Clementiam annuentem: nupero Valtholinam, et fere in opinato Marte debellatam, protectam» (p. 21).
Se toma aquí la palabra explicación en el sentido de «exposición de cualquier materia o doctrina, para que se haga más comprensible» (RAE).
Al aludir a esas llanezas muy caseras, el Censor coincide con un reproche que hacía Jáuregui a las Soledades, en su Antídoto (1614), cuando escribía: «… en medio de sus temeridades, se dejan caer infinitas veces con unos modos no sólo ordinarios y humildes, pero muy viles y bajos, y con versos inconstantes, y de torpe y desmayado sonido, en cuyo conocimiento no puede haber engaño. De bien casero estilo son todos éstos…» [los que apunta a continuación en una larga lista]. Cito por la edición de José Manuel Rico García (Rico García, 2002), pp. 24-25.
Por supuesto, el Censor emplea la expresión voces tan cultas de modo irónico, ya que se trata de palabras bastante familiares, y no de verdaderos «cultismos». Recordemos que Andrée Collard (Collard, 1967, p. 15, nota 8) atribuyó la invención del vocablo peyorativo culteranismo (forjado sobre luteranismo) a Jiménez Patón, retórico bastante contrario a la predicación culta de Paravicino. Lope de Vega lo recuerda en los preliminares de la Circe. El adjetivo culto, culta («Por abuso se aplica al estilo afectado y a la persona que usa de voces peregrinas y poco inteligibles huyendo de la pureza que debe tener un buen estilo» según reza el Diccionario de Autoridades) era ya muy corriente en 1625 como lo prueba el título de Quevedo, La culta latiniparla.
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