Félix Herrero Salgado, La Oratoria sagrada en el siglo xviii. I. Bibliografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009, 852 p.
Félix Herrero Salgado, La Oratoria sagrada en el siglo xviii. I. Bibliografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 852 p. (ISBN: 978-84-7392-713-2008; Monografías, 122.)
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1En 1997 escribía yo en Criticón: «Con la publicación del importante volumen de Félix Herrero Salgado, La oratoria sagrada en los siglos xvi y xvii, en la Fundación Universitaria Española, se puede decir que las palabras de don Miguel Mir [“La historia de nuestra elocuencia sagrada es el mayor vacío que hay en nuestra literatura”] quedan definitivamente caducas, y que los que se interesan por este aspecto de nuestra literatura y de la cultura española en los Siglos de Oro disponen en adelante de una obra maestra que es ya una verdadera Historia de la predicación en el citado periodo, un libro que servirá en adelante de ineludible referencia» (69, 1997, p. 144). Terminaba yo la reseña de este libro anunciando la promesa del autor de publicar otros tres tomos, promesa que ha cumplido con generosidad. En efecto, desde ese año de 1996, Herrero ha publicado cuatro tomos más de la oratoria sagrada de los Siglos de Oro, en los que estudia la predicación en las distintas Órdenes religiosas y en el Clero secular, y este primer tomo de la oratoria sagrada del siglo xviii. Tampoco hay que olvidar que ya un cuarto de siglo antes, en 1971, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid publicó su Aportación bibliográfica a la Oratoria sagrada española, en que se dio 5.340 fichas de sermones localizados de los siglos xvi-xx, a los que antecede una Introducción y siguen los correspondientes Índices de materias y de autores. Loable, pues, la dedicación de Félix Herrero al estudio de la predicación española y muy beneficiosa e imprescindible para quienes nos dedicamos a su investigación.
2Paso al análisis de este primer tomo de la oratoria sagrada del siglo xviii, y lo hago con las mismas palabras con que comienza su libro el autor:
- 1 Por “sermones” entiéndase sermonarios —compuestos de unos treinta sermones— y “sermones sueltos”, p (...)
En los cinco tomos de mi obra anterior, La Oratoria sagrada en los siglos xvi y xvii [F.U.E., 1996-2006], traté de dar una visión de lo que fue la predicación en los llamados Siglos de Oro; ahora me propongo estudiar en dos tomos la Oratoria sagrada del siglo xviii. Este primer tomo es esencialmente bibliográfico: una relación nominal de 2.132 predicadores de 20 Órdenes religiosas y del Clero secular con las fichas de sus 3.777 sermones localizados1, a la que preceden unas páginas de Introducción que sirven de presentación de la temática de esas oraciones sagradas y del ambiente histórico en que los oradores sagrados las predicaron.
En el segundo tomo entraré en el estudio retórico y temático de los sermones, que constará, según el esquema en mí habitual, de dos partes:
— como premisa: exposición de lo que de la Oratoria sagrada del xviii escribieron los retóricos contemporáneos y han escrito críticos posteriores; pervivencia de la oratoria barroca; influencia de la oratoria francesa; concepto que los predicadores tenían de lo que debía ser la predicación y de lo que, a su juicio, era la predicación de su tiempo.
— análisis de la oratoria sagrada del xviii desde un punto de vista general, y su práctica en algunos oradores notables y en las misiones.
3Hecha esta tan esquemática Presentación, Herrero entra en la Introducción (pp. 11-77) exponiendo, con cita de Domínguez Ortiz, el ambiente histórico-religioso del llamado Siglo de las Luces, en que los oradores sagrados predicaron sus oraciones. Transcribo:
- 2 Antonio Domínguez Ortiz, Carlos III y la España de la Ilustración, Madrid, Alianza Editorial, 1989, (...)
La tendencia secularizante de la época actual constituye, en cierta medida, un obstáculo para apreciar la importancia que los temas religiosos tenían en los pasados siglos, cuando la Iglesia era poderosa, lo mismo en el plano temporal que en el espiritual, y la religiosidad era componente esencial de todas las actividades humanas. [...] En el siglo xviii los comienzos de las descristianización eran visibles en varios países europeos: en España no sólo el ateísmo sino el puro deísmo eran prácticamente inexistentes; incluso los personajes, los ministros que han pasado a la historia como volterianos y descreídos, eran en el fondo tan creyentes como los demás. Interesa, sin embargo, distinguir entre la Iglesia como institución, cuyo funcionamiento suscitaba muchas reservas, cuya reforma, en los aspectos temporales, se reclamaba desde muchos sectores, y la Iglesia como comunidad de fieles que profesaban una fe, de la que nadie quería apartarse2.
Los cientos de sermones —escribe ahora Herrero—, cuya ficha y localización doy en este tomo, dan fe de que las autorizadas palabras de Domínguez Ortiz expresan fielmente la religiosidad del siglo. Porque estos sermones, olvidados en los viejos anaqueles de las bibliotecas, fueron en su tiempo verbo vivo y elocuente que hablaban desde el púlpito no sólo de vicios y virtudes, infierno y gloria, o sea, del camino hacia la vida eterna, sino también de todo cuanto concernía a la vida terrenal; toda la vida de la nación quedaba reflejada en los sermones predicados a una sociedad esencialmente providencialista.
4 Expuestos ya estos dos principios, fundamentales para la comprensión de la oratoria sagrada del siglo xviii —religiosidad del pueblo español y representatividad social de la predicación escrita—, y antes de entrar en la parte propiamente bibliográfica, su clasificación, el autor da unas oportunas notas sobre el sermón: razones de su publicación, diferencia entre sermón predicado y sermón impreso, sermonarios y sermones sueltos.
5 La «Clasificación de los sermones» constituye la parte central de la Introducción (pp. 22-77). Siguiendo un criterio litúrgico, Herrero establece una división temática en cinco tipos de sermones. Cada una de las divisiones lleva un breve comentario, la indicación de la cantidad de sermones sueltos y sermonarios que le pertenecen y los respectivos números que llevan en la Relación bibliográfica. (En esta reseña, los números entre paréntesis indican la cantidad de sermones o sermonarios).
6—Sermones de tiempo ordinario: Cuaresma (23 sermonarios y 46 sermones sueltos). El autor trae como introducción unas bellas palabras de José María Pemán: «El Ciclo litúrgico de las fiestas del año es una cosa llena de humanidad, de gracia y belleza. Siguiendo el curso intenso y dramático de la vida de Cristo, nos va asociando, sucesivamente, a todas las emociones humanas. Es como un sucederse de climas y estaciones dentro del alma: nieves, flores, vientos, huracanes". Dentro del Ciclo, la Cuaresma es el centro de la predicación del año: en todas las iglesias de las ciudades y de los pueblos y en las iglesuelas de las aldeas resuena la palabra grave del orador sagrado llamando a la penitencia y a la conversión.
7—Sermones de la Santísima Trinidad y de Cristo (268). Pocos son los sermones que tienen por tema central el misterio de la Santísima Trinidad (21), debido, sin duda, a su cargazón de doctrina especulativa, y éstos predicados en las Universidades y en los Capítulos de las Órdenes religiosas. En cambio, son numerosos los dedicados a Cristo, 12 sermonarios de temas variados y 235 sermones sueltos que celebran las alegrías o sienten los dolores de su vida (54), la institución y festividades del Santísimo Sacramento (126), el nuevo culto al Sagrado Corazón (10), la devoción a sus sagradas imágenes en sus distintas advocaciones (45).
8 —Sermones de María Santísima (574). Las ocasiones para un sermón de la Virgen eran casi infinitas; por eso no es de extrañar que Herrero haya localizado y dé en la Bibliografía de este libro 28 sermonarios y 546 sermones sueltos. De éstos 125 recorren la vida de la Virgen, 149 se dedican a su Inmaculada Concepción y 272 a celebrar las festividades que el pueblo dedicaba a las innumerables imágenes que con distintas advocaciones jalonaban y jalonan la geografía española.
9 —Sermones de los Santos (947). Tres fines se propone la Iglesia Católica en la celebración de las festividades de los Santos: que los fieles conozcan sus virtudes, que traten de imitarlas y que alaben a Dios que engrandeció a hombres y mujeres como nosotros para que fuesen nuestros modelos e intercesores. La abundancia de santos patronos de Órdenes religiosas, de Hermandades y Cofradías, de ciudades y pueblos y la facilidad con que quienes encargaban el sermón de su festividad costeasen su publicación, explican la gran cantidad de sermones sueltos que pasaban a la imprenta. Herrero registra en su libro 10 sermonarios de Santos y 937 sermones sueltos; de éstos enumera 648, que comprenden Santos Ángeles (19), San Elías (7), Santos allegados a Cristo (48, de los cuales 36 de San José), Apóstoles (71, de los cuales 30 del Apóstol Santiago, Patrón de España), Santos Padres (30, de éstos 19 de San Agustín), Doctores de la Iglesia (72, de éstos 68 del Angélico Doctor de las Escuelas), de Papas (19, de los cuales 15 de San Pío V), Fundadores de Religiones (158, de los cuales 22 de San Francisco de Asís, 21 de San Ignacio de Loyola y 12 de Santo Domingo), Santos españoles y Santos universales (224, de ellos 25 de Santa Teresa de Jesús, 19 de San Juan de la Cruz y 31 de San Luis Gonzaga, Patrón de los Estudios de la Compañía de Jesús). Otros Santos (289).
10—Sermones de circunstancias (1.489). Dado el carácter providencialista de la religiosidad española, no es de extrañar que cualquier circunstancia tuviese su manifestación en el púlpito. La muerte es la circunstancia que toca con más frecuencia en la vida del hombre; de ahí que sean los sermones fúnebres los más numerosos: 995. Más no todas las muertes son iguales; sólo la muerte de los notables sube al púlpito y baja a la imprenta, como se aprecia en la relación de la Bibliografía: sermón de honras fúnebres de Papas (11), de Obispos (269), de Generales de Religiones (57), Familia Real (372, de los cuales, 52 en la muerte de Felipe V, 40 en la de Luis I, 24 en la de Fernando VI, 69 en la de Carlos III, 91 en las de las Reinas, 25 en memoria de Reyes anteriores, 71 en el fallecimiento de Reyes extranjeros); de Nobles (130) y de personajes notables cuyas honras se celebraron en la Capilla de la Universidad de Salamanca (156). Sermones hay (264) que se predican en circunstancias religiosas especiales: celebración de Capítulos (56), oposiciones a canonjías (9), profesiones religiosas (54), o bendición de templos, capillas o retablos (145). Grupo especial forman los sermones predicados en circunstancias de tipo social, cultural o militar (230), como son catástrofes, en especial el terremoto de Lisboa de 1755 (43), acción de gracias por beneficios concedidos (81), instituciones de caridad, culturales y económicas (52), guerras y paces (54).
11 Como queda apuntado al comienzo de esta reseña, Domínguez Ortiz, al igual que otros historiadores del Siglo de las Luces, hacen hincapié en señalar el carácter providencialista de los españoles de la época. Al púlpito subían las inquietudes tanto espirituales como temporales de los pueblos; cualquier circunstancia: el nacimiento de un príncipe, la muerte de un rey, paces y guerras, fundación de una Sociedad Económica, apertura de una escuela, bendición de un templo, fiestas populares, calamidades públicas —inundaciones, pestes, terremotos—, reclamaba de inmediato el sermón correspondiente como parte esencial del acontecimiento. Lo hemos podido apreciar en la lectura de los esquemas de los cinco clases de sermones (sermones de tiempo ordinario, de la Santísima Trinidad y Cristo, de la Santísima Virgen, de Santos, y sermones ocasionales) en que Herrero ha agrupado cientos de sermones —algo más de tres mil— de la Bibliografía. Verdadera mina, pues, de ricos filones, desgraciadamente poco explotados aún, la que se les ofrece a los investigadores para el estudio de cualquier tema, sea religioso, social, político, cultural, económico e, incluso, militar. Habría que añadir, por otra parte, que estos sermones sueltos —folletos de 25-40 páginas— fueron predicados por los más famosos, no me atrevo a decir que los mejores, predicadores del momento, elegidos por los responsables de los actos celebrados.
12 Sólo quisiera hacer mención particular de algunos sermones. De tema religioso, los que se refieren al Santísimo Sacramento y a la Inmaculada Concepción. Como dice Herrero: «Circunstancias históricas y religiosas especiales hicieron que España se convirtiera en adalid de la defensa del Sacramento. Y luchó contra sus enemigos desde la cátedra, desde el púlpito, en los campos de batalla, desde los escenarios y desde las calles engalanadas con flores y reposteros». Desde el púlpito, lo avalan los 126 sermones fichados en la Bibliografía. Lo mismo que los 149 sermones predicados en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima son exponente claro de la creencia del pueblo español desde el Medioevo en este misterio mariano; el púlpito fue la mejor cátedra desde donde con más eficacia se propagó y defendió y desde donde se alentó a los fieles a confesarlo y a defenderlo.
13 En las oraciones fúnebres desfilan Papas y Obispos, jerarcas que gobiernan la Iglesia; Generales de las Órdenes Religiosas, poderosas legiones al servicio de la misión salvífica de la Iglesia; Reyes, que rigen los pueblos; Nobles, dueños y señores de vidas y haciendas; y también ese numeroso grupo de personajes notables, catedráticos en su mayoría, rectores del pensamiento y de la sana doctrina de la Iglesia, que recibieron el último adiós en la Capilla de San Jerónimo de la Universidad de Salamanca, llamada por algunos «Cristiana y Mayor Atenas del Mundo». En todas estas oraciones fúnebres, predicadas por prestigiosos oradores sagrados, pueden encontrarse datos biográficos o noticias de la época que pasan desapercibidas para los historiadores, ya que la mayoría de los predicadores, desoyendo a los preceptistas de la oratoria sagrada, que reclamaban una orientación del sermón hacia la consideración de la muerte como enseñanza religioso-moral, consumían la mayor parte de la hora del discurso en enfatizar los hechos y virtudes, reales o in-ventados, del difunto con detalles biográficos muy ilustrativos y anécdotas, a veces, muy curiosas.
14 Un buen número de sermones giran en torno a dos novedades del también llamado Siglo del Despotismo Ilustrado: el cambio de dinastía y el movimiento de culturización del pueblo. El título de 79 sermones ofrece una detallada secuencia de la vida del primer rey Borbón, Felipe V, desde su llegada a España: entrada en Madrid el 18 de febrero de 1701, coronación, celebración de Cortes en Barcelona; campañas en Italia y Portugal, avatares de la Guerra de Sucesión (cerco y huida de Barcelona, salida de Madrid y vuelta a Madrid, el pueblo castellano acompaña a su Rey con sus oraciones, actos de desagravio ante los sacrilegios de las tropas herejes enemigas, celebración de las grandes victorias, exequias por los soldados muertos en el campo de batalla); abdicación en su hijo Luis I; acontecimientos familiares (oraciones por la salud de la familia real, cumpleaños, nacimiento de los hijos). Las 52 oraciones fúnebres de Felipe V el Animoso son también rico tesoro de noticias: los predicadores se adentran no sólo en su vida espiritual; también se detienen en describir, y a veces con minuciosos detalles, las actuaciones políticas y sociales de su reinado.
15 Muchos de los predicadores del Setecientos pertenecieron a la llamada Ilustración cristiana y practicaron con fervor su espíritu. Entre ellos, algunos notables obispos, como José Climent, Francisco Armañá, Felipe Bertrán, Antonio Tavira, o Antonio de Lorenzana, que con la palabra y con las obras trataron de mejorar las condiciones culturales, económicas y, lógicamente, religiosas de sus pueblos. En los sermones de estos obispos y en las oraciones fúnebres que a la muerte de algunos de ellos se predicaron, y en centenares de sermones de otros predicadores ilustrados se pueden encontrar noticias sobre la fundación y el espíritu de las nuevas escuelas, de instituciones culturales y científicas y de las famosas Sociedades Económicas y Patrióticas de Amigos del País. Herrero da la relación de 34 de ellas, empezando por la famosa Sociedad Vascongada de Amigos del País.
16 Sólo queda que agradecer a Herrero su inmensa labor y esperar que salga el tomo segundo que, a partir de tan nutrida bibliografía, podrá ofrecernos el estudio retórico y el análisis temático de la oratoria sagrada del siglo xviii.
Notas
1 Por “sermones” entiéndase sermonarios —compuestos de unos treinta sermones— y “sermones sueltos”, piezas oratorias de unas treinta páginas, que forman la inmensa mayoría de los 3.777 fichados, como puede apreciarse en la Bibliografía.
2 Antonio Domínguez Ortiz, Carlos III y la España de la Ilustración, Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 141.
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Referencia en papel
Francis Cerdan, «Félix Herrero Salgado, La Oratoria sagrada en el siglo xviii. I. Bibliografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009, 852 p.», Criticón, 108 | 2010, 178-182.
Referencia electrónica
Francis Cerdan, «Félix Herrero Salgado, La Oratoria sagrada en el siglo xviii. I. Bibliografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009, 852 p.», Criticón [En línea], 108 | 2010, Publicado el 10 febrero 2020, consultado el 12 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/14664; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.14664
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