Navegación – Mapa del sitio

InicioNuméros108ReseñasAtribuida a Miguel de Cervantes, ...

Reseñas

Atribuida a Miguel de Cervantes, La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón. Edición de Héctor Brioso Santos. Madrid, Cátedra, 2009. 246 p.

Jean Canavaggio
p. 169-171
Referencia(s):

Atribuida a Miguel de Cervantes, La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón. Edición de Héctor Brioso Santos. Madrid, Cátedra, 246 p. (ISBN 978-84-376-2571-3; Letras hispánicas, 644.)

Texto completo

  • 1 La primera en Criticón, 54, 1992, pp. 9-112; la segunda, parcial, en 1995; y la tercera, póstuma, e (...)

1Descubierto a finales de los años ochenta por Stefano Arata en los fondos de la Biblioteca de Palacio, el texto de La conquista de Jerusalén fue desvelado en 1991 por él en un seminario de la Casa de Velázquez, antes de que lo editara en tres momentos sucesivos1. Sin embargo, y a pesar de que Arata, aduciendo argumentos de peso, contemplara su posible atribución a la pluma de Cervantes, semejante descubrimiento no parece haber tenido notables repercusiones entre los hispanistas. Por ello se explica esta reciente edición de Héctor Brioso Santos, que pone al alcance de un público más amplio que el de los meros especialistas una obra mediana, sin duda, pero no carente de aciertos.

2Aunque el editor valora la labor pionera del llorado Arata, a quien tributa un sentido homenaje, no cabe duda de que su edición marca un nuevo e importante hito. En primer lugar, por la nutrida introducción, de más de 120 páginas, que encabeza el texto de la comedia. Haciendo hincapié en los resultados conseguidos por el hispanista italiano, y tras indicar las razones que le han inducido a emprender este trabajo, Brioso plantea de entrada el problema de la autoría, aunque sin resolverlo de inmediato, ya que prefiere adentrarse primero en el estudio de la obra, examinando sus diferentes aspectos: fuentes, estructura, personajes, estilo y lenguaje, versificación, acotaciones, escenas alegóricas y fecha de redacción, que sitúa, aproximadamente, entre fines de 1583 y principios de 1585. Cada uno de estos apartados da lugar a una serie de detalladas comparaciones entre La Jerusalén y las piezas más representativas de la llamada generación de 1580, de las que cabe destacar las tragedias de Argensola, las Comedias y tragedias de Juan de la Cueva, La gran Semíramis, de Cristóbal de Virués, la Tragedia de Marco Antonio y Cleopatra, de Diego López de Castro, y La destruyción de Constantinopla, de Gabriel Lobo Lasso de la Vega. Huelga decir que, dentro de este estudio comparativo, se concede especial relevancia a la producción dramática de Cervantes. Los argumentos aducidos a favor de la paternidad cervantina de La Jerusalén no se limitan a sintetizar las conclusiones de su predecesor, sino que Brioso resalta con extraordinaria minucia los paralelos que se pueden establecer entre esta obra, por un lado, y, por otro, El Trato de Argel y la Numancia, las dos comedias que se salvaron del naufragio de la llamada primera época del alcalaíno. José Montero, en 1995, señaló una curiosa semejanza entre un verso recitado por Tancredo en la segunda jornada de La Jerusalén y los versos de homenaje dedicados a Fray Luis de León en el Canto de Calíope de La Galatea, publicada, como se sabe, en 1585. Brioso Santos recoge con razón esta interesante observación, recordando además que, en el capítulo 48 de la Primera parte del Quijote, el Cura menciona de paso el acontecimiento histórico dramatizado en La Jerusalén. Pero su mayor esfuerzo consiste en señalar, desde un punto de vista estilístico, notables parecidos entre el anónimo y las comedias de Cervantes: doble adjetivación, políptotos y derivaciones, juegos de consonancias internas, vocablos y formulismos. En materia de versificación, estos parecidos no sólo afectan a la elección de metros y estrofas, sino que se extienden a las combinaciones métricas y a la reiteración de voces y rimas. En cuanto a las acotaciones, el prurito detallista y controlador, así como la hipertrofia de las marcas de representación que se observan en ambos casos constituyen otro punto de convergencia. Finalmente, tanto en La Jerusalén como en las comedias cervantinas el empleo de las alegorías corresponde a un mismo afán: una manera elegante de representar lo irrepresentable, proyectando la acción hacia otro espacio y otro tiempo, dentro de una visión más refinada del hecho teatral.

  • 2 Tal vez la aplicación de herramientas digitales de análisis textual pueda aportar mayor luz sobre l (...)

3A lo largo de esta introducción, el problema de la autoría de la obra viene a constituir una manera de contrapunto. No obstante, Brioso Santos se atiene a la prudente conclusión que ya fue la de Stefano Arata, según la cual La Jerusalén sería «presumiblemente» una creación cervantina2. Además, no por ello desestima otras cuestiones importantes: el conocimiento que Cervantes pudo tener de La Gerusalemme liberata, ya directo, mediante la versión pirata de Malespini, publicada en Venecia en 1580, ya a través de alguna versión castellana, como la traducción de su amigo Gálvez de Montalvo, probablemente perdida en Italia tras la muerte de su autor; la reducción a tres de las cuatro jornadas primitivas, en conformidad con una evolución general de la dramaturgia de aquella época; el exceso de episodios, que constituye el obstáculo más grave para la unidad de sentido de la obra; la trascendencia mesiánica del desenlace, que contribuye a emparentar la pieza con El Trato y la Numancia; la posible identificación de Godofre de Bullón con Felipe II, idea defendida en otros tiempos por Arata y rebatida aquí con plena razón; y, finalmente, la fortuna que llegaría a conocer La Jerusalén, a partir del testimonio de una copia de actores de la que se conservan algunos fragmentos y que bien pudo ser adquirida por un mecenas aficionado.

4En tanto que contribución a nuestro conocimiento, no sólo de La Jerusalén, sino de toda la producción teatral coetánea, este estudio preliminar representa una aportación de indiscutible valor. Sólo me limitaré a dos observaciones de distinta índole, aunque mínimas ambas. En primer lugar, si nos colocamos desde la perspectiva de la generación de 1580, no creo que La Numancia pueda llamarse “tragedia”. Este calificativo, que Brioso emplea repetidas veces en la introducción, se debe en efecto a Antonio de Sancha, que la editó por primera vez en 1784. Cervantes, en cambio, siempre incluyó la obra entre sus “comedias”, separándose así de Argensola y Cueva, que aplicaron esta denominación a varias de sus piezas. Aunque la etiqueta elegida por Sancha ha prevalecido desde el siglo xviii, importaría contextualizarla previamente para evitar cualquier anacronismo. Por otra parte, al referirse a la visión del mundo musulmán que nos ofrece el teatro cervantino, el editor cita una frase que atribuye a Michel Corvin, sacada de su Dictionnaire encyclopédique du théâtre, p. 309. Según Corvin, nos dice, Cervantes nos ofrece «une vision originale de l’Islam», basada en que, «à la différence des turqueries de Lope, l’affabulation y est sous-tendue par l’expérience vécue». Ya que Héctor Brioso me cita paladinamente en más de un lugar de su introducción, seguro que me permitirá reivindicar la paternidad de esta frase, procedente del artículo «Cervantes» que redacté para dicho diccionario (y que en realidad se encuentra en la p. 159).

5 Por lo que se refiere a la edición propiamente dicha, establecida a partir de la versión de Palacio, merece todos los elogios. Aunque este manuscrito adolece de muchas y graves deficiencias, no había otra fuente que se pudiera elegir, ya que los fragmentos conservados en copias de actor no permiten, como señaló ya Arata, un cotejo sistemático. De especial interés son las abundantes notas de carácter filológico e histórico, de que carecían las anteriores ediciones y que figuran aquí a pie de página. Las aclaraciones que nos facilitan resultan de suma utilidad para cualquier lector.

Inicio de página

Notas

1 La primera en Criticón, 54, 1992, pp. 9-112; la segunda, parcial, en 1995; y la tercera, póstuma, en 2002 (Pisa, Edizioni ETS).

2 Tal vez la aplicación de herramientas digitales de análisis textual pueda aportar mayor luz sobre la atribución. Famoso se ha hecho recientemente el programa conocido como Pl@giarism, elaborado por la universidad de Maestricht, que el catedrático de la Universidad de Londres Brian Vickers ha aplicado a Eduardo III de Shakespeare, para llegar a la conclusión, que no ha convencido a todos los especialistas, de que fue escrita en colaboración con Thomas Kyd.

Inicio de página

Para citar este artículo

Referencia en papel

Jean Canavaggio, «Atribuida a Miguel de Cervantes, La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón. Edición de Héctor Brioso Santos. Madrid, Cátedra, 2009. 246 p.»Criticón, 108 | 2010, 169-171.

Referencia electrónica

Jean Canavaggio, «Atribuida a Miguel de Cervantes, La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón. Edición de Héctor Brioso Santos. Madrid, Cátedra, 2009. 246 p.»Criticón [En línea], 108 | 2010, Publicado el 10 febrero 2020, consultado el 08 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/14626; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.14626

Inicio de página

Autor

Jean Canavaggio

Universidad de Paris Ouest-Nanterre La Défense, Paris X

Artículos del mismo autor

Inicio de página

Derechos de autor

CC-BY-NC-ND-4.0

Únicamente el texto se puede utilizar bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0. Salvo indicación contraria, los demás elementos (ilustraciones, archivos adicionales importados) son "Todos los derechos reservados".

Inicio de página
Buscar en OpenEdition Search

Se le redirigirá a OpenEdition Search