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1El presente número de Criticón ofrece el fruto de la primera jornada de trabajo del programa de investigación financiado por la ANR (Agence Nationale de la Recherche) «Agustín en España: religión, política, estética». Este proyecto, que pretende estudiar la recepción de Agustín en la España de los siglos xvi y xvii (con aperturas al xv y al xviii) se inscribe en la dinámica de investigación del Grupo de trabajo sobre la filosofía española clásica (CERPHI, UMR-CNRS 5037). La idea del Grupo nació de la escasez de literatura crítica sobre el pensamiento español en el Siglo de Oro, una época en la cual la filosofía no se gestaba solamente en las obras teóricas, sino también, de manera decisiva, en los textos de ficción. La división disciplinaria en vigor en nuestras Universidades bien podría ser una de las principales causas de este vacío: mientras los especialistas de filosofía suelen estudiar el pensamiento de Suárez, Vitoria o Molina en sí mismo sin tomar necesariamente en cuenta su inserción en una tradición más o menos nacional, o más o menos geográfica, los especialistas de literatura analizan la novela emergente, la poesía o el teatro de la época sin preocuparse forzosamente por el sustrato filosófico de estas obras. Así, perspectivas y estudios han ido desarrollándose a menudo de manera paralela sin que sus valiosas aportaciones hayan podido inscribirse en un fecundo marco interdisciplinar.

2El Grupo de trabajo sobre la filosofía española clásica pretendió, desde sus comienzos, poner en común las aportaciones de hispanistas (especialistas de literatura o de civilización), de filósofos y de historiadores, así como enfocar las obras literarias a partir de los debates filosóficos de aquella época, y, por fin, dar a conocer una serie de textos teóricos españoles, a menudo olvidados y hasta cierto punto disimulados por la célebre escuela de Salamanca.

3El trabajo común de estos últimos años nos llevó a identificar tanto una presencia insistente y variada de Agustín en la cultura española del Siglo de Oro como una diversidad de apropiaciones de sus obras, fenómenos que sólo habíamos podido barruntar o intuir antes de emprender una investigación más detallada. De manera evidente, la amplitud de los temas considerados en las obras agustinianas, la distintas formulaciones de su doctrina según los adversarios a los que procuraba convencer retórica y teológicamente, la propia evolución vital e intelectual del santo, su afán por elaborar una reflexión sobre cómo ha de ser una comunidad cristiana, todo esto acabó constituyéndose como uno de los mayores sistemas filosóficos y teológicos del Occidente cristiano. Esta fecundidad tuvo un eco decisivo en los países europeos que, en el Renacimiento, buscaron dar una respuesta al protestantismo, tal como España que se convirtió así en uno de los mayores focos de reflexión teológica de todo el mundo católico. La abundancia de controversias, de polémicas entre las distintas órdenes y congregaciones hispánicas es ya bien conocida. Sin embargo, un examen atento de las numerosas formulaciones y reapropiaciones de la doctrina agustiniana antes, durante y después del Concilio de Trento, queda por hacer. La variedad de los campos y de los temas desarrollados nos llevó a optar por una clasificación bajo distintos registros —religión, política, estética— que constituyen en realidad diversas ramas que brotan del mismo árbol doctrinal.

  • 1 Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo xvi, México, Fon (...)
  • 2 Augustin Redondo, «Luther et l’Espagne (1520-1536)», Mélanges de la Casa de Velázquez, 1965, 1, pp. (...)

4Esta profunda y constante influencia de Agustín a lo largo de los siglos xvi y xvii no ha merecido hasta hoy un enfoque global y de conjunto. Si disponemos de estudios de gran envergadura sobre la influencia de Séneca o de Erasmo1, no existe ninguna obra equivalente sobre la influencia de Agustín. Para elaborarla, resulta decisivo preguntarse qué uso pudo hacer la España del Siglo de Oro de Agustín —más allá de la influencia evidente de tal o tal texto en particular— y, sobre todo, de qué Agustín se echó mano, y con qué fin. De momento, hay que conformarse con referencias o análisis más o menos amplios en función de tal investigación específica, en la mayoría de los casos monográfica o que se limita a considerar tal tema en tal obra o autor. Ésa fue, por ejemplo, la perspectiva adoptada por el trabajo de Augustin Redondo sobre la espiritualidad de la España humanista, y en particular, en su famoso artículo sobre la influencia —que él considera limitadade Lutero en España2, y que permite una percepción indirecta de la influencia de Agustín.

5Así las cosas: con los instrumentos hoy existentes, el lector de textos áureos se ve condenado a intuir la presencia o la influencia más o menos directa de tal texto o posición agustiniana, pero no dispone de ningún análisis de conjunto. En definitiva, es como si la presencia del obispo de Hipona funcionara como una evidencia absoluta que no fuera necesario someter a análisis. En efecto, ¿cómo la impronta de Agustín, uno de los principales Padres de la Iglesia, padre de la antropología fundadora de todo el Occidente latino, pensador de la justificación de la guerra, hubiera podido no ser omnipresente en una España conquistadora, sacudida por intensos debates filosóficos y teológicos y que se erige en defensora de la fe católica y de la ortodoxia cristiana, bajo la dirección de sus reyes que disfrutan, desde 1494, del título de «católicos»? Y sin embargo, decir que Agustín está por todas partes es como no haber dicho nada, ya que tal afirmación en ningún modo permite explicar en qué medida su doctrina, o lo que distintas tradiciones han podido retener de ella, nutre el pensamiento español del Siglo de Oro, ya se manifieste a través de textos de ficción o teóricos. La presencia central de Agustín en el célebre debate de Salamanca sobre la autoridad del Santo en 1627 y, de manera más general, en las obras de los teólogos salmantinos, no debe ocultar su influencia constante y fecunda aunque menos evidente en los distintos aspectos de la vida intelectual española desde el principio del Siglo de Oro. Merece por lo tanto ser examinada con detenimiento, y que procuremos determinar en qué medida Agustín y el agustinismo permiten entender el pensamiento del Siglo de Oro mucho mejor que un neo-platonismo difuso al que se recurre con demasiada facilidad y sin demasiado provecho.

6El objetivo de nuestro proyecto es, pues, a la vez modesto y ambicioso. Ambicioso en la medida en que se trata de concebir un gran volumen colectivo que permita dar una visión sintética y global de esta influencia. Modesto, pues sabemos que las mayores síntesis están hechas para ser superadas: si nuestro libro en ciernes pudiera serlo en un futuro no muy lejano, ésa sería la mejor prueba de que era necesario escribirlo. Y eso que la modestia de nuestro proyecto no se cifra sólo en esto: su carácter colectivo nace de la inmensidad de la tarea y de la necesidad de aunar energías y voluntad de trabajo.

7Los seis trabajos que tenemos el placer de presentar hoy constituyen unas primeras pautas para nuestra tarea de análisis del proceso constante de reescritura y reapropiación de las distintas obras del obispo de Hipona. Corresponden a un campo que podríamos llamar estético y que se estructura en dos direcciones distintas y complementarias nacidas de los ecos mutuos y de las interacciones entre las diferentes ponencias. En primer lugar, varias contribuciones conciernen al debate teórico sobre la licitud de la literatura de entretenimiento —tanto de ficción en prosa como de teatro— y sobre la forma que tenía que adoptar o generar. Esta dimensión es sin duda la que ha suscitado hasta ahora mayor atención. Y, sin embargo, queda mucho por hacer ya que parece evidente que, sin obviar la condena de una literatura que, de no ser ejemplar, arrastra al hombre a su perdición, el Siglo de Oro español consigue pensar e imponer una literatura de entretenimiento que resulta ser el mejor remedio contra la inmoralidad justamente por ser literatura de entretenimiento. Queda que no consideró la crítica con toda la atención debida esa relación doble que se desprende de las consideraciones áureas sobre los libros de entretenimiento: si la lectura de estas ficciones desprovista de tutor o de consejos morales podía conducir cualquier hombre (o mujer) a su perdición, abunda —y acaba por imponerse— la visión de la literatura de entretenimiento como remedio frente a los males mundanos, descritos a veces de manera patológica o sintomática. Es decir, que el Siglo de Oro español consigue realizar una verdadera y profunda síntesis entre la condena de la literatura de entretenimiento como factor de corrupción del hombre y la rehabilitación de la misma como «medicina» y como vehículo de educación, puntos que tanto en Platón como en San Agustín coexistían pero de manera que podría considerarse casi antagónica. En esta perspectiva, se leerá con provecho el trabajo de Roland Béhar sobre el problema del poema cristiano, que permite conciliar la exigencia ejemplar agustiniana con el modelo virgiliano. También en esta dimensión se enmarcan las reflexiones sobre el uso de la música (Séverine Delahaye) y de la retórica y sus figuras (Xavier Tubau sobre la posteridad del De doctrina cristiana) como adornos que conviene usar para atraer con mayor facilidad a los hombres hacia Dios.

8El segundo eje de trabajo se centra en autores específicos y consiste en ver qué uso hicieron de Agustín los autores de aquella época, y en qué medida el material agustiniano nutre y permite explicar la obra, o ciertos aspectos de la obra, de estos autores. Esta investigación, que desde luego no conseguiremos ni por asomo agotar, abre nuevas perspectivas de lectura y comprensión de autores muy leídos y conocidos. Releer una obra con esta falsilla permite en efecto vislumbrar ideas o inflexiones que quedaban escondidas tras la «evidencia agustina» o el vago neoplatonismo a los que hacíamos referencia al comenzar estas líneas. De ahí que la reflexión sobre lo que es una autoridad y las complejas relaciones que los textos de aquella época elaboran con las autoridades (loci de las Sagradas Escrituras o tópicos de la Antigüedad y de la Patrística) constituya parte determinante de nuestra investigación, ya que exigen una serie de consideraciones monográficas precisas antes de poder desembocar en una síntesis aceptable. Así pues, veremos que la recepción de Agustín, aunque respetuosa, puede responder a la necesidad de tomar distancias con respecto al Padre de la Iglesia o incluso, en cierto modo, superarlo. Éste sería el caso de Ausiàs March, cuya poesía presenta Marina Mestre como el grito desgarrado de un yo poético incapaz de existir según el modelo antropológico agustiniano que sin embargo le sirve de referencia absoluta. También es el caso de Mateo Alemán, cuyo Guzmán de Alfarache interpreta Philippe Rabaté como una obra que parte de un modelo paulino y agustiniano con claros indicios de intertextualidad, pero que intenta en realidad establecer una filosofía individual en el plano ético mediante una nueva construcción del sujeto. Pero la recepción de Agustín puede también enmarcarse, de manera menos sorprendente, como prestando refuerzo a una línea «contrarreformista» que parece acudir a la doctrina de Agustín, y, en especial, a los puntos doctrinales emblemáticos de la ruptura protestante para afirmar la línea católica. Así, Hugo Lezcano examina la influencia de los soliloquios agustinos en la obra religiosa de Lope, poniendo de realce la necesidad de una publicación científica de los soliloquios apócrifos que permita por fin saber de qué se habla cuando se rastrea esta influencia, reconocida por toda la crítica.

9Nuestro encuentro fue desde luego buena ocasión para poner en común conocimientos e interrogaciones, pero también para notar ausencias y vacíos que completar con vistas al futuro volumen colectivo. El lector no dejará de notar, por ejemplo, la ausencia de las obras en prosa tanto de Fray Luis de León como de Benito Arias Montano, vacíos que fueron colmados, al menos parcialmente, en las siguientes sesiones del seminario. Las interrogaciones, direcciones de trabajo y cuestiones metodológicas que quedaron por elucidar en un futuro próximo fueron numerosas y nos ayudaron a determinar distintos ejes para seguir nuestra investigación. Así, será esencial elucidar, en la medida de lo posible, los modos de transmisión de la obra de Agustín o de su influencia. ¿Qué textos tenían a disposición los hombres de aquella época? ¿Qué obras funcionaban como modelos (las Confesiones, los Soliloquios, la Ciudad de Dios...)? ¿Quid de otros modos de transmisión más difusa: enseñanza, predicación, traducciones, adaptaciones? Será sin duda imposible dar una respuesta definitiva a todas estas preguntas, pero esperamos al menos poder facilitar elementos objetivos sobre las obras que circulaban de manera efectiva y sus distintas traducciones o adaptaciones. Por otra parte, nos hemos interrogado mucho sobre la valoración que hay que hacer de las menciones y citas de Agustín en un texto o de las referencias que a él se hacen. ¿En qué medida son realmente significativas estas referencias? ¿Tienen mayor alcance que otras referencias? Etc. Estos elementos, fundamentalmente metodológicos, serán estudiados en la última sesión del seminario, que se centrará conjuntamente en la preparación del esquema general del volumen colectivo previsto.

10Esta primera sesión, cuyo contenido ofrecemos en estas páginas a la crítica sagaz del lector, fue una primera oportunidad para dialogar sobre estas materias y para compartir saberes e interrogaciones, certidumbres y dudas. Lo pudimos hacer, los días 9 y 10 de junio de 2008, en el marco privilegiado de la Casa de Velázquez, cuyo director y su equipo nos han reservado desde el principio una magnífica acogida y ayuda que agradecemos profundamente. A su vez el poder disponer del magnífico vector de difusión que es Criticón para dar a conocer las etapas preparatorias de nuestro volumen colectivo constituye un poderoso aliciente para nosotros, y aprovechamos estas líneas para agradecer a Marc Vitse y a todo su equipo el apoyo que nos han brindado y la sagacidad de su supervisión. Los textos que sometemos al lector en este número acarician en primer lugar la esperanza de interesarle, quizás la de aportarle algún elemento de conocimiento, pero también, y sobre todo, la de despertar en él la curiosidad y, por qué no, la voluntad de agregarse a nuestro proyecto. La invitación queda en pie.

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Notas

1 Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo xvi, México, Fondo de Cultura Económica, 1995 (1ª edición francesa, 1937; 1ª edición de la traducción española, 1950); Karl Alfred Blüher, Séneca en España: investigaciones sobre la recepción de Séneca en España desde el siglo xiii hasta el siglo xviii, Madrid Gredos, 1983.

2 Augustin Redondo, «Luther et l’Espagne (1520-1536)», Mélanges de la Casa de Velázquez, 1965, 1, pp. 109-165.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Marina Mestre Zaragozá y Philippe Rabaté, «Introducción»Criticón, 107 | 2009, 5-9.

Referencia electrónica

Marina Mestre Zaragozá y Philippe Rabaté, «Introducción»Criticón [En línea], 107 | 2009, Publicado el 05 febrero 2020, consultado el 10 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/13677; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.13677

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