1Como reza el título del volumen (Las «Novelas ejemplares» de Cervantes en el campo de batalla de las interpretaciones. Introducciones ejemplares a la literatura de la temprana Edad Moderna), este libro no se limita al estudio de una obra cervantina, sino que pretende destacar las dificultades metodológicas que presenta la literatura del Siglo de Oro en general para los estudiosos actuales.
2El objetivo es doble. En contra de cierta historiografía de la literatura, positivista e ingenua, a la que gustaría creer que basta con reconstruir el contexto histórico de una obra para posibilitar su plena comprensión, se recuerda que cualquier interpretación está mediatizada por el método adoptado y la subjetividad del crítico. Y en contra de lo que los editores del volumen llaman el «alegre pluralismo» actual, que tiende a considerar caducos los debates metodológicos de los años sesenta y setenta, se subraya la problemática distancia histórica e cultural entre los textos del Siglo de Oro y los sistemas interpretativos que hoy se les aplica, a menudo elaborados para analizar fenómenos muy posteriores.
3Catorce romanistas procedentes del ámbito germanófono se reúnen pues en el campo abierto de las Novelas ejemplares, para confrontar perspectivas sobre la obra y poner a prueba un ancho espectro de métodos críticos, desde la filología y la hermenéutica, hasta el acercamiento deconstructivista y los Postcolonial Studies, pasando por la narratología, el psicoanálisis, el New Historicism y el performative turn. Pero más allá de la competencia entre métodos e interpretaciones, se presenta el libro como el manifiesto “ejemplar” (ilustración, ya que no modelo perfecto) de un auténtico pluralismo metodológico.
4 Se organizan los estudios en cuatro bloques: en el primero, titulado «La legibilidad del texto y la legibilidad del mundo: deberes de los estudios literarios», se insiste en ciertas obligaciones de la crítica actual frente a textos antiguos. La parte siguiente promete «Cuatro lecturas nuevas de un texto ejemplar, La(s) Gitanilla(s)», invitando a una comparación directa de otras tantas interpretaciones. Los estudios que componen la tercera división («¿Posada o fortaleza? Cervantes y la (de)construcción de espacios sociales»), examinan la representación de la sociedad española en las Novelas ejemplares. Y en la última («Los espacios de lo novelesco: Eros y Alteridad»), tres estudios se esfuerzan por rescatar dos novelas a las que suele achacarse un idealismo excesivo —La española inglesa y El amante liberal—, destacando la función estructurante, en estos dos romances cortos, del viaje por el territorio del Otro.
5 Considerando que el deber de cualquier estudio literario consiste en ahondar en la comprensión de los textos para entender mejor qué imagen del mundo transmiten, los autores de los primeros artículos ponen de realce cuatro tipos de tareas: explicar las variantes de un texto; evidenciar en un relato novelesco su dimensión polifónica y la visión del mundo que le corresponde a cada locutor; recordar el vínculo entre el discurso literario y la vida social; y averiguar la función de los motivos religiosos en la literatura profana.
6El texto de Javier Gómez Montero (Universidad de Kiel) con que se inicia el volumen, titulado «La filología textual en el debate metodológico: sobre la novela de Cervantes El celoso extremeño» (pp. 21-35), se enfrenta al problema de las variantes textuales, y constituye tanto un homenaje a la filología tradicional como un esfuerzo por modernizarla. Resume los aportes y límites del método: el rigor filológico permite localizar los problemas que encierra un texto y enunciar hipótesis mediante la comparación de sus variantes, pero las respuestas a estos problemas suelen quedar fuera de alcance de las herramientas filológicas. Es tarea de la filología preparar el terreno para otras aproximaciones. Para ilustrarlo, J. Gómez Montero se apoya en el conocido ejemplo de las dos variantes de El celoso extremeño: en el manuscrito Porras, varía el título y se da por sentado el adulterio cometido por Isabela, mientras que se niega en la princeps de 1613 que la protagonista, ahora llamada Leonora, haya pecado más que en intención. La versión definitiva es mucho más abierta y, según la mayoría de los lectores, se aventaja a la anterior. Ahora bien, la hipótesis filológica de J. Gómez Montero consiste en dejar de postular la superioridad de una variante sobre otra, para antes mirar a ambas como a textos independientes, con sendos sistemas de signos y sentidos. Lo que lleva a considerar que las divergencias entre las dos versiones proceden de un desplazamiento del enfoque temático. En el manuscrito Porras, la coherencia del relato estriba en una perspectiva estrictamente moralista: el objeto de la novela es la culpa de la heroína, quien merece castigo por haberse deshonrado. En la versión final, en cambio, se enfoca el carácter imprevisible de los actos libres, el desfase entre intención y acto.
- 1 Véanse por ejemplo Casalduero, 1969, pp. 180-188, Forcione, 1982, pp. 72-92 y Güntert, 1993, p. 164 (...)
7Sin rechazar esta interpretación de las dos versiones de El celoso extremeño, que por lo demás ya defendieron varios críticos1, nos parece discutible la conclusión metodológica en la que desemboca el análisis de este ejemplo bastante excepcional. Por una parte, no todas las variantes autógrafas implican un cambio del diseño general de la obra alterada; suelen corresponder más bien a un esfuerzo del autor por acercarse a un estado del texto que lo satisfaga. Por otra parte, si es cierto que averiguar una posible lógica interna en todas las variantes sucesivas de un mismo texto puede interesar a la crítica genética, en la medida en que permite seguir la evolución de la obra en distintas etapas del proceso creador, no es muy productivo considerar las variantes de un texto como obras distintas, y limitarse a comprobar sus diferencias éticas o estéticas. Por consiguiente, nos parece que la función principal del método filológico sigue siendo la de determinar el mejor texto de una obra, o sea el más cercano a la voluntad del autor y menos corrompido por accidentes de transmisión.
- 2 Este artículo repite un análisis ya desarrollado en Güntert, 1993, pp. 209-215, bajo el título de « (...)
- 3 El primer error atañe al nombre del padre de Leocadia, llamado don Sancho en varias ocasiones al co (...)
8 Si el estudio de J. Gómez Montero se centra en las divergencias de las dos versiones de El celoso extremeño, Georges Güntert (Universidad de Zürich) enfoca por su parte las contradicciones presentes en el texto de Las dos doncellas, para dar paso a un análisis narratológico de la polifonía cervantina. Su estudio, titulado «Narradores más y menos fehacientes en las Novelas ejemplares, con especial examen de Las dos doncellas» (pp. 36-48)2, parte de una observación: el comienzo de esta novela cervantina, como el de muchas otras, está cuajado de indicaciones espacio-temporales precisas, que crean un efecto de realidad; pero conforme avanza el relato, el narrador parece ir olvidando su afán de exactitud referencial, hasta tal punto que el narrador se contradice en dos ocasiones al final del texto3. Según opina G. Güntert, esta evolución en la postura del narrador es voluntaria, irónica.
- 4 Pero, a pesar de lo que aserta G. Güntert en su artículo, lo que rechaza Cervantes no es la estétic (...)
- 5 La misma lógica preside, en el Persiles, la actitud de Cervantes frente al problema del plurilingüi (...)
9De hecho, es notorio que Cervantes manifestó repetidas veces una distancia burlona respecto a los pedantes que confunden la mimesis artística con la reproducción exacta de lo real4. Y es concebible que esta posición estética rija la escritura de Las dos doncellas, pero no es nada evidente. Ninguna prueba permite afirmar con seguridad que las dos contradicciones finales sean voluntarias. Y la creciente imprecisión referencial del relato puede explicarse sin invocar una posible ironía del autor. De hecho, el esfuerzo inicial del narrador por crear un «efecto de realidad» no constituye en sí ninguna pedantería, sino que corresponde a una forma de captatio benevolentiae: introduciendo al lector en un escenario familiar, se respeta su afán por una ficción verosímil. Y si poco a poco se renuncia a la «ilusión realista», es porque el lector, ahora instalado en el mundo narrativo, está dispuesto a aceptar la ficcionalidad del relato, o incluso a gozar de ella5. Dicho esto, coincidimos con G. Güntert en la idea de que Cervantes no consideraba la exactitud referencial como un imperativo en literatura.
- 6 Conviene apuntar, sin embargo, que Marco Antonio no duda en echar mano de la mentira para seducir a (...)
10Para G. Güntert, la evolución del narrador corresponde a la oposición entre dos tipos de discursos intradiegéticos. Por un lado, la pareja formada por Marco Antonio y Teodosia se caracterizaría por un discurso fehaciente, pormenorizado y movido por la convicción de que el lenguaje puede expresar la verdad del mundo6. Por el lado opuesto, Rafael y Leocadia sólo expresan lo esencial y arreglando detalles a su conveniencia. Menos fidedignos, son más imaginativos, más sensibles, más artistas. Y al adoptar paulatinamente el discurso de Rafael y Leocadia, el narrador marcaría su distancia respecto a la estética que rige el discurso de Marco Antonio y Teodosia. Aunque resulta sugerente esta lectura, no se entiende bien la solidaridad que establece G. Güntert entre normas estéticas (el respeto a la exactitud literal de los datos) y normas sociales (el amor orientado hacia el matrimonio). Sostiene de hecho que Marco Antonio y Teodosia ilustran no sólo las limitaciones de la estética de los pedantes sino también las exigencias de la norma social (pp. 40-41), mientras que Rafael y Leocadia ignorarían las convenciones sociales (pp. 41-42). Ahora bien, como ya hemos visto, Marco Antonio poco tiene de virtuoso al principio de la aventura; y al contrario, la declaración de amor de Rafael a Leocadia, en la playa de Barcelona, no deja duda sobre sus intenciones matrimoniales.
11Por lo demás, parece superfluo el esfuerzo de G. Güntert por demostrar la distancia del narrador respecto a la estética de los pedantes. En efecto, la presencia de la polifonía en el relato, que agudamente ha revelado, es suficiente para que se establezca un debate entre los distintos discursos intradiegéticos y las estéticas que reflejan. No es menester que el narrador se pronuncie a favor del uno o del otro, sabiéndose, a mayor abundamiento, que Cervantes multiplica en su obra los narradores poco fehacientes que, lejos de ocupar una posición autorizada, sólo representan una voz más en la polifonía textual.
12 A diferencia de G. Güntert, cuyo análisis pone de manifiesto las tensiones que animan el texto de Las dos doncellas, Andreas Gelz (Universidad de Kassel), procura subrayar la cohesión interna de El licenciado Vidriera. Aunque no reivindica ningún método, su procedimiento tiene parentesco con la hermenéutica. El postulado en el que estriba este artículo («Transparencia, reflejo, refracción: reflexiones sobre El licenciado Vidriera como medio de comunicación social», pp. 49-67) es que la coherencia de la novela procede de una temática: la confrontación del intelectual con la sociedad.
- 7 Como indica Javier García López (en su ed. de las Novelas ejemplares, p. 837), la figura del Licenc (...)
- 8 Tales interpretaciones las defienden respectivamente Consuelo García Gallarín —en Bustos Tovar, 198 (...)
- 9 A. Gelz coincide en este punto con García Lorca, 1984, quien escribe que «En el licenciado […], raz (...)
13Según A. Gelz, el licenciado, con sus refranes populares y su formación universitaria, tanto escolástica como humanística, personifica el cuerpo de los letrados españoles de principios del siglo xvii, o incluso la figura del intelectual. Esta asimilación, por más anacrónica que parezca, no es nada nueva7. Pero A. Gelz rechaza las tesis según las cuales la aventura del licenciado representaría el delirio del artista comprometido o la tragedia del intelectual íntegro8. Tampoco habría que interpretar la oposición entre locura y cordura como alejamiento de y vuelta a la razón. Para él, el estado del protagonista sigue siendo ambiguo, aun cuando vuelve a estar sano. Coexisten en Tomás Rueda razón y locura: sigue siendo el licenciado Vidriera, «pero no el que solía»9.
- 10 Una idea parecida se lee en Forcione, 1982, p. 316, quien escribe que el cuerpo del licenciado es « (...)
14Para A. Gelz, el cuerpo del licenciado es de vidrio porque constituye el reflejo o la refracción del cuerpo social10. Y el estado mental del protagonista entre razón y locura, su miedo a que cualquier contacto con el mundo lo haga pedazos es la metáfora de las angustias de una sociedad española en crisis que, al salir de la época renacentista, teme perder su frágil integridad al chocar con un mundo plural y agitado. Incluso las circunstancias de la muerte de Tomás Rueda ilustrarían las relaciones ambiguas entre la sociedad y los intelectuales. Mientras que la muchedumbre perseguía al licenciado Rodaja, deseosa de oír sus verdades tanto como de burlarse de sus locuras, ya no se preocupa nadie por el licenciado Rueda, ya vuelto a la razón. No suscita interés público un hombre culto y razonable. Y, lo que es peor, tampoco le sirven el saber y la razón para conseguir una cátedra en la Universidad, forma de ascenso social a la que aspira desde niño. Esto es lo que le empuja hacia Flandes, donde muere combatiendo. Y si esta muerte heroica tiene una dimensión positiva, ya que concreta la unión de las armas y las letras, del saber y el valor, también subraya la inutilidad del saber para el ascenso social.
- 11 Para semejante interpretación, véase por ejemplo Molho, 1995.
15Ver en el cuerpo de vidrio del licenciado el reflejo de la sociedad constituye sin duda la originalidad del artículo de A. Gelz. Pero también constituye su mayor fragilidad. De hecho, si aceptamos la idea de que la locura del licenciado tiene causas psicológicas (procede de su melancolía, de su cinismo, o incluso de traumas sexuales)11, aparece excesivo afirmar que el tema central de la novela es el de las conflictivas relaciones entre la sociedad española de principios del siglo xvii y los intelectuales. Resultaría más prudente limitarse a considerar que la coherencia temática de El licenciado Vidriera procede de la amplia reflexión sobre la locura llevada a cabo en la novela, y que la ambigüedad de las relaciones entre el intelectual y la sociedad constituye una de las varias causas que se pueden aducir para explicar el fenómeno.
- 12 Como indican Ernout y Meillet (2001) y Gaffiot (2000), lo profanum designa primero lo que está por (...)
- 13 Sin pretender ser exhaustivos, podemos citar como antecedentes a El Saffar, 1974, Forcione, 1982 y (...)
16La entrega de Bernhard Teuber (Universidad de Munich), una de las más sustanciales del tomo, se dedica a la función de los motivos religiosos en obras profanas. Cumpliendo con lo prometido en el título («La evidencia del cuerpo sangriento y el imaginario cristiano en La fuerza de la sangre. Alegato por la lectura teopoética de una novela cervantina», pp. 68-106), estudia ante todo los fenómenos corporales y las referencias religiosas presentes en La fuerza de la sangre. El autor intenta aportar respuestas a las preguntas siguientes: ¿es posible establecer una frontera clara inter fanum et profanum12 en los textos literarios de la temprana Edad Moderna? B. Teuber no es el primero en proponer una lectura religiosa de La fuerza de la sangre13. Pero se distingue de sus antecesores por la ambición metodológica de su interpretación.
17Al desarrollar una “teopoética”, se propone estudiar el horizonte sagrado de un mundo inicialmente considerado como exclusivamente mundano, como en el caso de las Novelas ejemplares. Postula que los textos sacros no se elaboran como discursos verídicos, sino como mitos sometidos a las leyes de la creación ficcional, de modo que se pueden leer los textos profanos como textos sacros, e inversamente. También recuerda que la impregnación de las mentes por el discurso teológico y la difusión de la hagiografía en el Siglo de Oro podían incidir tanto en los motivos manejados por los autores profanos como en su forma de pensar. B. Teuber describe a continuación algunas herramientas del método teopoético, que conjugan la retórica y la tropología religiosa, clasificadas según el momento en que intervienen en la elaboración del texto. Integrando la etapa inicial de la inventio, está el conjunto de motivos religiosos, museo imaginario que proporciona al autor de ficciones profanas la materia de sus relatos. En el dominio de la dispositio entra por ejemplo el esquema recurrente de la salvación (caída, sacrificio y redención). Y en el terreno de la elocutio, vienen las figuras de estilo y pensamiento que tienen correspondencia en el discurso religioso.
- 14 Véase El Saffar, 1974, pp. 131-133.
- 15 Para ambos motivos, véase Forcione, 1982, respectivamente pp. 388-389 y pp. 366-367.
18 B. Teuber propone dos lecturas de la novela. Según la lectio facilior, La fuerza de la sangre trataría de la devolución de la honra a una mujer ultrajada. Permite la Providencia que el padre de Rodolfo reconozca inconscientemente en Luisico a su nieto (la «fuerza de la sangre» sería entonces la del parentesco, teniendo aquí sangre el sentido metafórico del vocablo latino sanguis), de modo que el accidente del niño conduce a la boda final, que redime a Leocadia. Pero según la lectio difficilior, propiamente teopoética, la «fuerza de la sangre» no es la de los vínculos sociales, sino la de la sangre vertida por la herida muy concreta del niño (cruor). Hasta aquí, B. Teuber coincide con Ruth El Saffar, que observa que la herida del niño permite la «resurrección» de Leocadia, tras su «muerte social» 14, y con Alban K. Forcione, que ve en la novela una versión secularizada de los milagros atribuidos a santa Leocadia y de un motivo recurrente en la literatura religiosa popular, el del niño muerto accidentalmente y resucitado (a menudo para revelar una verdad oculta)15. Pero B. Teuber va más lejos. Para él, Luisico es una postfiguración de Cristo, y el triángulo Rodolfo-Luis-Leocadia corresponde a la trinidad Dios el Padre-Dios el Hijo-María o, más bien, José-Jesús-María. La ausencia de Rodolfo en Italia recuerda la trascendencia absoluta del padre divino o el carácter relativamente insignificante de su sustituto humano. Ahora bien, si la identificación entre Leocadia y María se justifica por la insistencia en la integridad moral de la protagonista (desmayada es como concibe a su hijo); y si Luisico parece repetir el sacrificio de Cristo, hijo que redime las culpas de los suyos, resulta en cambio muy problemático equiparar a Rodolfo con Dios o san José. Atribuir el carácter violento e inmoral del raptor de Leocadia al Creador o al santo supondría de hecho una notable blasfemia. Por lo tanto, parece más convincente la interpretación de Forcione antes citada.
19Queda que estas objeciones no le restan validez a la idea esencial del artículo: mientras que la relación entre Leocadia y Rodolfo empieza con un acto de violencia, la sangre vertida por el niño permite escapar de una lógica conflictiva con la asunción de una relación triangular armoniosa. En la novela cervantina impera una lógica conciliadora, de modo que no sólo existen semejanzas formales entre La fuerza de la sangre y la literatura hagiográfica sobre santa Leocadia, sino que ambos comparten una dinámica interna parecida.
- 16 B. Teuber incluso afirma que «el relato en su conjunto se centra en el crucifijo hurtado» (p. 100). (...)
- 17 Véase Cervantes, Novelas ejemplares, p. 309.
- 18 Siguiendo su lectura erasmista de las Novelas ejemplares, Forcione escribe (1982, p. 396): «It woul (...)
20 El hecho de que la novela cervantina se desarrolle a medio camino entre una lógica mundana y una lógica divina se confirma con la dimensión simbólica del crucifijo que, según B. Teuber, desempeña un papel narrativo tan importante en La fuerza de la sangre como el billete del paje en La gitanilla, la llave maestra en El celoso extremeño o la cadena de oro falso en El casamiento engañoso16. El ardid de Leocadia tiene una dimensión metapoética: refleja la astucia del autor, que construye su relato entorno al doble motivo del crucifijo y de la sangre vertida. Pero no significa que el hurto del crucifijo en casa de Rodolfo por Leocadia sea una mera laicización de un motivo religioso; por el contrario, se respeta en la novela el simbolismo tradicional del crucifijo. De hecho, en la Edad Media, y todavía en la temprana Edad Moderna, la cruz tiene un sentido ambiguo. Fabricada con el árbol del conocimiento, recuerda el pecado original; pero también es el instrumento de la redención. En este sentido, Leocadia sigue el modelo de Cristo: éste se mostró más astuto que el Diablo, ella convierte el símbolo de su deshonra en instrumento de su salvación. Añade B. Teuber que la presencia del crucifijo en la historia incluye un propósito crítico: en una sociedad dominada por la anomia, no le queda más remedio al individuo que rezar y confiar en la intervención divina. Sin embargo, para matizar esta idea de B. Teuber, conviene recordar que Leocadia no reza nunca después de su desventura; si se lleva el crucifijo, no es «por devoción ni por hurto, sino llevada de un discreto designio suyo»17. Por consiguiente, aunque no cabe rechazar el propósito crítico asociado al hurto del crucifijo, resultaría más relevante a este respecto el análisis de Forcione, según el cual el relato minimiza la relevancia de lo sobrenatural, para insistir en la industria de Leocadia y recordar la necesidad de las obras humanas para que se vuelva eficaz la gracia divina18. Pero incluso, tal vez, convenga apuntar que no resulta nada evidente la referencia a la gracia divina en la novela cervantina. Tan sólo se evoca la voluntad y la industria de Leocadia.
21Concluye B. Teuber que se puede leer La fuerza de la sangre como un relato casi sagrado o casi profano. Al adaptar motivos y esquemas propios de las escrituras sacras o de los relatos hagiográficos, la novela cervantina y, más allá, cualquier obra profana que desarrolle semejantes procedimientos, no sólo imitan una forma prestigiosa, sino que adoptan una manera de pensar inherente a los textos sagrados. El aporte decisivo de la teopoética consistiría, pues, en comprobar “positivamente” que la «frontera inter fanum et profanum» es indecisa en los textos de la temprana Edad Moderna.
22Hallar los condicionamientos religiosos y teológicos implícitos tras un argumento en apariencia profano es asunto al que se dedica también con insistencia un artículo de la segunda parte del libro, dedicada en su conjunto a La gitanilla. De los otros tres artículos que componen este bloque, dos pretenden evidenciar una ideología subversiva en el texto cervantina, mientras que Gerhard Poppenberg (Universidad de Heidelberg) propone una lectura metapoética de la novela.
- 19 Como indica García López en su edición de las Novelas ejemplares (2001, p. 766), ya se encuentra la (...)
23G. Poppenberg es quien inicia esta serie de reflexiones, recurriendo a la hermenéutica para leer La gitanilla como una reflexión aplicada sobre la esencia de la Poesía, entendida como creación literaria («“La poesía es una bellísima doncella”. Sobre el sentido de la poesía en Cervantes. Una lectura hermenéutica de La gitanilla», pp. 109-138). Pese a los seguidores de Derrida, que le reprochan a la hermenéutica el leer ingenuamente los textos como la expresión de un mensaje, y que abogan por una “nueva retórica” que deconstruya los discursos explícitos, mantiene que este método sigue siendo pertinente, siempre que conste que el texto ofrece más preguntas que respuestas. Partiendo de la conocida asimilación entre Preciosa y la Poesía19, G. Poppenberg pretende completarla subrayando tres temas dominantes, que contribuyen a definir el ser de la Poesía: la relación amorosa entre Preciosa y Andrés, orientada hacia el matrimonio; la estancia entre los gitanos, noviciado que constituye el aprendizaje de la otredad; y el motivo económico, o problema del valor, aunque este motivo no recibe en el artículo un tratamiento equivalente a los dos anteriores.
24La relación entre los protagonistas sugiere lo exigente que se muestra la Poesía para con sus amantes: no se entrega sino a quien se compromete a casarse con ella y se somete a su voluntad, hasta abandonar cualquier privilegio social. Además, la identidad ambigua de Preciosa/Constanza y Andrés/don Juan, entre nobles y gitanos, remite a la dualidad de la ficción poética, que suele combinar el sentido manifiesto y el oculto, lo literario y lo alegórico, una forma engañosa y un fondo ejemplar.
- 20 Ya insiste en este punto Güntert, 1993, p. 114.
25El tiempo pasado entre los gitanos permite completar la definición de la poesía. Por una parte, se debe a un imperativo literario: las novelas tienen que revelar una realidad inaudita. Y, de hecho, los gitanos figuran en sumo grado la otredad, en el corazón de España. Pero Cervantes no se interesa por la realidad sociológica de los gitanos20, sino por su potencial simbólico, tal y como aparece en el Tesoro de la lengua castellana (1611) de Covarrubias o en la Silva Allegoriarum Sacrae Scipturare (1570) de Hieronymus Lauretus. En estas obras, a los gitanos se les atribuye un carácter tramposo y bullicioso. Pero también se los asimila a los egipcios, que se negaron a hospedar a la Sagrada Familia cuando huía de Herodes, y se les achaca haberse alejado en cierto periodo de la fe cristiana y haber vuelto al paganismo. En ambos casos, su vida errante se interpreta como un castigo divino.
- 21 Como señala Forcione, 1982, pp. 212 y 218 y desarrolla Villanueva, 1995, pp. 79-113, Preciosa es « (...)
- 22 Para Güntert, 1993, pp. 122-123, «Preciosa, más que corresponder a esas definiciones ideales, es un (...)
- 23 Véase Novelas ejemplares, pp. 91-93.
26Los gitanos también desempeñan una función metapoética. Según una tradición antigua, recordada por Luis Alfonso de Carvallo en su Cisne de Apolo (1602), la poesía profana se derivaría de los jeroglíficos egipcios, que a su vez serían una imitación pervertida de las Escrituras bíblicas, inspirada por el demonio. Así que el motivo de los gitanos permite distinguir entre una poesía vana y perniciosa, fruto de su «astucia y embustería», y otra poesía, encarnada por la «discreción y honestidad» de Preciosa. No obstante, G. Poppenberg recuerda que tampoco conviene identificar a Preciosa con una poesía sublime, idealizada21. Siendo ya del todo inasequible el Verbo divino para los humanos, la poesía encarnada por Preciosa tiene una esencia ambigua22. Tal y como aparece en el apoteosis del nombre de Preciosa que concluye el canto amebeo de Andrés y Clemente, la Poesía establece un vínculo entre la tierra y el cielo, a semejanza del Amor en el Simposio platónico. Pero, como Amor, es un daimón, un ser intermedio entre hombres y dioses. De hecho, Preciosa reúne tanto la belleza, la honra y la bondad como la «ciencia de Caco» de los gitanos (su «accidente inseparable», según escribe G. Poppenberg)23.
27Frente a esta lectura poetológica de La gitanilla, Walter Marx (Universidad de Berlín) sigue un camino paralelo al de B. Teuber, rastreando las huellas del hipotexto bíblico en la obra cervantina. El calificativo de iconológico que da a su estudio («El amor de Juan. Una interpretación iconológica de La gitanilla», pp. 139-161), hay que entenderlo metafóricamente: así como la pintura seglar de la temprana Edad Moderna no se entiende sin un conocimiento previo de sus fuentes religiosas, La gitanilla estaría cuajada de referencias a la Biblia o a la tradición hagiográfica.
- 24 Sacralizar la poesía sería un error, ya que Preciosa, como Cristo, no sólo es una figura ideal, sin (...)
28Para empezar, W. Marx ve en el personaje de Juan la postfiguración de san Juan Evangelista, quien lo abandona todo (bienes, familia y estatuto) por seguir a Cristo, mientras que Preciosa representa a Cristo mismo. Aunque parezca extravagante esta tesis, estriba en argumentos sensatos, frutos de una atención meticulosa al texto y de una sólida erudición. Desde nuestro punto de vista, permite enriquecer o confirmar los análisis de G. Poppenberg. Si el personaje de Preciosa personifica a la Poesía y también remite a Cristo, entonces Cervantes establece una conexión íntima entre la Poesía y Cristo, o entre el culto a la poesía y el amor a Cristo. Por consiguiente, el lenguaje poético no sólo sería una realidad intermedia entre el discurso engañoso de los gitanos y el Verbo divino, sino que, a semejanza de Cristo, tendría una doble esencia, a la vez humana y divina. Siguiendo la lógica de B. Teuber, la identificación Preciosa-Cristo-Poesía no implica una sacralización de la Poesía ni una profanación de Cristo24. Sólo sirve para sugerir las similitudes entre la Poesía y Cristo. Por ejemplo, los amantes de la poesía tienen que abandonarlo todo para seguirla, así como los discípulos de Cristo. Y si la fe cristiana, que se difundió primero entre poblaciones marginales, acabó imponiéndose en el centro de la sociedad, parecidamente pocos son en un principio los verdaderos amantes de Preciosa-Poesía, dispuestos a someterse a sus exigentes dictámenes; pero al final de la novela, ella recupera el puesto eminente que desde siempre le correspondía.
- 25 Esta identificación ya aparece por ejemplo en Güntert, 1993, p. 125.
29Comparadas con el paralelismo establecido entre las parejas Preciosa/Juan y Cristo/san Juan Evangelista, las demás identificaciones parecen algo arbitrarias. Según W. Marx, por ejemplo, la gitana vieja remite a santa Ana25, Doña Clara a santa Clara de Asís, y Clemente el paje a Clemente de Alejandría, un padre de la Iglesia del siglo ii. Aunque se fundan en argumentos dignos de consideración, a estas interpretaciones aisladas les falta una lógica conjunta para granjear la plena adhesión del lector. La última identificación propuesta por el crítico, que atañe a los gitanos, no deja de ser paradójica. Partiendo de la conocida asimilación de los gitanos a los egipcios, ve en ellos la imagen de los primeros eremitas y cenobitas, que vivieron en Egipto suscitando recelo o desprecio entre sus contemporáneos; incluso propone identificarlos con las comunidades cristianas primitivas. Además de su carácter paradójico, el problema de esta interpretación es que W. Marx no aduce ninguna fuente para atestiguar que el imaginario asociado a los gitanos integraba a principios del siglo xvii una referencia al origen egipcio de la vida eremítica. Al contrario, recurre a la entrada gitano del Tesoro de la lengua castellana ya citada por G. Poppenberg, pero esta ofrece una visión de los gitanos radicalmente opuesta. De modo que la lectura de este artículo confirma que la erudición es un arma de doble filo: si es imprescindible para acercarse al imaginario de una época, también puede acarrear —o facilitar— interpretaciones forzadas de las obras.
- 26 Estos pioneros de la pragmática, opuestos a los filósofos que consideraban que el lenguaje expresab (...)
30No se entrega a este exceso Kirsten von Hagen (Universidad de Bonn), cuya comunicación («La alteridad escenificada: juego de las identidades en La gitanilla de Cervantes», pp. 162-177) pretende ilustrar una forma de crítica que llama el performative turn. Tal y como indica su nombre, este método se inspira en los estudios lingüísticos de Austin y Butler sobre los actos discursivos26. Trasladando a un campo mucho más amplio este modelo lingüístico, el performative turn en crítica literaria se da como objetivo el de demostrar que realidades como las identidades étnicas o sexuales tampoco son datos objetivos sino construcciones culturales, elaboradas con actos discursivos o escenificaciones.
31No es otro el propósito de K. von Hagen: demostrar que Cervantes deconstruye en La gitanilla los conceptos de género (gender) y etnia, valiéndose de una mascarada para evidenciar que son meras apariencias que revisten los personajes en el juego social. El problema es que tales asertos sólo estriban en el desdoblamiento de los protagonistas (Preciosa/Constancia, Andrés/don Juan, Clemente/Alonso Hurtado), el cual señalaría la plasticidad de las entidades, y en la expresión inicial de la novela («Parece que…»), que marcaría la ironía del narrador respecto a los prejuicios hostiles a los gitanos. Así que este artículo ilustra uno de los escollos mencionados en la introducción del libro: en vez de cuestionar la validez de teorías recientes para el estudio de textos antiguos, recicla sin precaución conclusiones determinadas de antemano.
32Este defecto también afecta la contribución de Jing Xuan (Universidad de Munich), que se refiere a la corriente no ortodoxa de la crítica marxista, el New Historicism. Considerando que los conceptos centrales de este método (el intercambio y la negociación) no son adecuados para dar cuenta de las interacciones entre infraestructura socioeconómica y superestructura cultural, propone sustituirlos por el, más neutral, de “transcodificación” (transcoding). De ahí el título de esta entrega («El cronotopo del dinero: “mediación”, “negociación” y “transcodificación” en La gitanilla», pp. 178-197), que aspira a describir la novela como una transcodificación de los mecanismos económicos y de las estructuras religiosas de la sociedad española en tiempos de Cervantes. El tema central de la novela sería el estatuto de Preciosa como sujeto económico, desde la dependencia inicial hasta la autonomía final. Se puede justificar este enfoque considerando la función destacada que desempeña el tema del dinero en La gitanilla. Pero, desde un principio, la tesis está falseada por estribar en una descripción muy esquemática de la España de principios del siglo xvii, que parece directamente inspirada en su leyenda negra. De modo que no se puede considerar que el análisis del motivo del dinero en La gitanilla haya sido agotado, ni siquiera en una perspectiva marxista.
33 Al confrontar estas cuatro lecturas de La gitanilla, se impone la impresión de que sin duda resultaría fecundo combinar la perspectiva poetológica adoptada por G. Poppenberg y el método teopoético de B. Teuber. Y si las otras dos entregas suscitan reservas, es por su carácter esencialmente ideológico, en el sentido de que sus conclusiones no proceden tanto de un análisis detenido del texto como de unos esquemas interpretativos que parecen asociados de antemano a los métodos adoptados.
34 En cambio no se les puede dirigir el mismo reproche a los artículos incluidos en la siguiente y penúltima parte del libro, aunque también indagan las posturas ideológicas que encierra la obra cervantina. En esta parte («¿Posada o fortaleza? Cervantes y la [de]construcción de espacios sociales»), se examina, de hecho, la representación de España en las Novelas ejemplares, y más precisamente temas como el lugar de la mujer en la sociedad, el sistema económico o la vida monacal.
35Abre esta sección el hermoso artículo de Wolfgang Matzat (Universidad de Tübingen), que une narratología e historia de la cultura para analizar «El espacio social en La ilustre fregona» (pp. 201-216). Presenta la posada del Sevillano como un espacio social sui generis, sinécdoque de una España que deja atrás la oposición entre una cultural oficial dominante y unas sub- o contraculturas. Situada en Toledo —o sea entre Burgos, el polo aristocrático de la obra, y las almadrabas de Zahara, su polo picaresco—, la posada constituye una zona de contacto entre ambos mundos, un in-between-space en la terminología de Homi Bhabbha (teórico de los estudios postcoloniales). Y aunque el motivo del mesón se aparenta ante todo al género picaresco, la posada del Sevillano acoge a una clientela distinguida de la ex capital imperial. La facilidad con la que allí conviven o se cruzan nobles y villanos le confiere a la posada una dimensión simbólica, entre carnavalesca y utópica, sin que se pierda de vista la relación de este lugar con la realidad social española, gracias a referencias precisas a Toledo.
- 27 Para dar perspectiva a esta lectura, véase Joly, 1982, capítulo II, 2, pp. 371-486. En esta sección (...)
- 28 Novelas ejemplares, p. 431.
- 29 La lectura de Checa (1991), por ejemplo, permite matizar este análisis de La ilustre fregona. Al es (...)
36La armonía del lugar estriba ante todo en una comunicación exitosa entre los personajes. El posadero personifica una forma específica de autoridad, no basada en el rango o el estatuto, sino en cualidades humanas y en una competencia práctica, la función de huésped. Observando que el posadero es quien prepara el desenlace de la novela, actuando como regidor de una función teatral, W. Matzat estima que es redundante la anagnórisis final, en la que se reafirman los fundamentos patriarcales y divinos de la autoridad social. La posada del Sevillano sería la imagen de una sociedad que funciona al margen de la lógica estamental: un lugar de dialogismo, una escuela de empatía, donde se comparten armoniosamente los puntos de vista sobre la sociedad27. Esto no implica, para W. Matzat, que la novela de Cervantes sea subversiva. De hecho, los ocupantes de la posada no son reacios a someterse a las elites sociales, cuando aparecen sus representantes: primero la duquesa, madre de Preciosa y, al final del relato, el Corregidor de Toledo, don Juan de Avendaño y don Diego de Carriazo. Pero en el cuerpo de la novela, el poder civil (el Corregidor) o la autoridad patriarcal (los «dos caballeros ancianos de venerable presencia»)28, no influyen en la vida de la posada. De modo que, sin oponerse nunca a las jerarquías sociales ni a los valores que las sostienen, los ocupantes de la posada del Sevillano actúan según reglas distintas29.
- 30 Ya se ha analizado esta casa, a la vez fortaleza y tumba, como una proyección de la psicología de C (...)
37Mientras que W. Matzat analiza La ilustre fregona como la representación imaginaria de una comunidad armoniosa, Horst Weich (Universidad de Munich) pone de realce, en El celoso extremeño, una dimensión violenta de la realidad española. En su análisis, titulado «Domesticación y enclave. Sobre el lugar de la mujer en El celoso extremeño» (pp. 217-245), vuelve a interesarse por el simbolismo ya muy estudiado de la casa de Carrizales30, y sostiene que Cervantes denuncia en esta novela la injusticia del modelo social que consagra la superioridad masculina sobre la mujer. Valiéndose de conceptos forjados por Yuri L. Lotman y Andreas Mahler, describe la estructura narrativa a partir de un esquema espacial ternario. Para él, Sevilla conforma el espacio exterior, del que surge el seductor Loaysa, «sujeto de penetración»; la casa cerrada de Carrizales es el espacio interior, dominio del «sujeto de domesticación»; y el convento en el que se refugia Leonora al final de la novela constituye un espacio neutro, que le permite a la protagonista huir de las órdenes de su marido y del deseo de un Loaysa a quien no ama, o sea a dos tipos de violencia masculina. Para H. Weich, el relato tiene por lo tanto una dimensión feminista, en el sentido de que rompe con la evidencia de un mundo exclusivamente ordenado por una visión masculina.
- 31 S. Leopold también ofrece el análisis de otras novelas. Pero, por falta de espacio, sólo reportarem (...)
38Stephen Leopold (Universidad de Munich), que adopta un enfoque deconstructivista, se sitúa en una perspectiva afín a la del artículo que acabamos de examinar31. En «El negro entre las puertas, o la deconstrucción de la casa española en las Novelas ejemplares» (pp. 246-280), añade la idea de que Carrizales no sólo inmoviliza a mujeres en su casa, sino también el dinero y la energía social. El dinero adquirido en las Indias pierde su vitalidad cuando Carrizales lo deposita en bancos o cuando adorna suntuosamente su casa/monasterio, del mismo modo que las suntuosas donaciones a los monasterios españoles agotan la economía del país. En cuanto a la energía social frustrada, la personifica el eunuco negro, cuya colocación por Carrizales entre dos puertas, entre el exterior sevillano y el interior de la casa, simbolizaría la tentativa de neutralizar lo exterior, la fuerza masculina conquistadora. De hecho, el exterior sevillano, lleno de aventureros, pícaros, bravucones y seductores, está cargado de una energía bulliciosa, reacia a someterse a un orden disciplinado. Ahora bien, existían en la época de Cervantes tres soluciones para neutralizar estas energías depredadoras: la emigración hacia las Indias, las galeras o la horca. La tercera vía, definitiva, se asemeja a la que elige Carrizales para salvaguardar su honra: al encerrar a Leonora en su casa, la condena en cierta medida a morir asfixiada. Las otras dos modalidades no son tan seguras: no se cancela la amenaza, tan sólo se la aleja. Como consecuencia, el mar o el ultramar, convertidos a su vez en espacios inquietantes, son extensiones de Sevilla y de sus peligros. Por eso afirma S. Leopold que el esclavo negro, procedente del ultramar, representa las fuerzas masculinas conquistadoras. Pero, ya eunuco, es inofensivo. Con él, Carrizales pretende neutralizar la energía del ultramar para dirigirla en contra de los ataques exteriores.
- 32 Como apunta García López (en su ed. de las Novelas ejemplares, pp. 889-890), esta idea ya es un lug (...)
39Pero este ser intermedio (entre dos espacios, dos sexos, dos grupos étnicos, dos clases), al que recurre Carrizales como a un antídoto en contra de las fuerzas transgresivas de la sociedad, resulta ser, como el pharmakon griego, a la vez medicina y veneno, ya que el negro es quien introduce al seductor en la casa. Y, como recuerda S. Leopold, Loaysa no es sino otro Carrizales. A ambos sólo los distingue la edad, de modo que Loaysa no representa un modelo social alternativo32. En este sentido, esta lectura refuerza la de H. Weich: si Leonora se refugia en el convento, quizá sea por considerar que un matrimonio con Loaysa no le otorgaría más libertad.
40En cambio, estos dos críticos discrepan en su valoración de la casa de Carrizales y del monasterio en que entra Leonora. Mientras que H. Weich describe la casa como una cárcel para las mujeres, y el convento como un espacio neutro, único refugio posible para la libertad femenina, S. Leopold considera que, al dejar la casa por el convento, Leonora renuncia a cualquier libertad, y elige una forma de sepultura en vida. Él opina que la casa de Carrizales, con la presencia del portero negro, de las cuatro «esclavas blancas» (turcas), de las dos negras, figura una España hasta cierto punto heterogénea y animada. Al revés, el convento, espacio completamente cerrado, sometido a una regla estricta, y probablemente reservado a mujeres procedentes de las mejores familias sevillanas (y por lo tanto falto de diversidad) simbolizaría el fin de la vida social. Sin pretender darle la razón al uno o al otro, nos gustaría apuntar unos elementos sobre este problema. Como ha recordado J. Gómez Montero en su estudio, el final de El celoso extremeño, en su versión definitiva de 1613, está mucho más abierto que el de la versión Porras. Al intervenir en las últimas líneas de su relato, el narrador insiste en el carácter enigmático de la actuación de Leonora. Ahora bien, al considerar que la protagonista prefiere una muerte en vida a la poca libertad de que gozaba en casa de Carrizales, S. Leopold tiende a reducir esta decisión a mera señal de remordimiento, a mera voluntad de purgar un pecado. Pero esta lectura unívoca no se aviene a la ambigüedad final de la novela. Al contrario, presentar el monasterio como un espacio neutro tiene la ventaja de dejar el campo abierto para las interpretaciones más opuestas sobre el tema muy debatido de la posición cervantina sobre la vida monacal.
41Y si la representación de la sociedad española en la obra cervantina no se deja encasillar en esquemas ideológicos rígidos, tampoco es unívoca la imagen de los extranjeros en las Novelas ejemplares, objeto del último bloque de este libro.
42Ya sea en El amante liberal o en La española inglesa, el Otro (turco o inglés) desempeña un papel central. Así como lo sugiere el título de esta parte («Los espacios de lo novelesco: Eros y Alteridad»), conviene reflexionar sobre la función del marco geográfico de estas aventuras de amor. ¿Cuál es la relación entre el amor y la alteridad en estos romances? ¿Puede ser amable el extranjero o, dicho sea de otro modo, acaso permite el amor superar la enemistad política, cultural o religiosa? O, al contrario, ¿no será la experiencia de la alteridad una prueba que permita revelar o reafirmar la necesaria semejanza, o incluso gemelidad, de los amantes? La importancia y la dificultad de estas preguntas se reflejan en la variedad de las posiciones defendidas en los artículos siguientes. Hasta tal punto que, en vez de analizarlos de forma sucesiva, nos propondremos sintetizar los argumentos presentados. Y ya que los turcos representan un grado superior de alteridad, respecto a los ingleses, empezaremos observando si se da un proceso de apertura al Otro en La española inglesa.
- 33 Como modelos de estas dos posturas extremas, H. Ehrlicher propone los análisis de Johnson, 1988, y (...)
- 34 Véase la nota 20, p. 291 del volumen comentado, en la que H. Ehrlicher asienta sus asertos en los e (...)
43 En «La deconstrucción de una enemistad: La española inglesa en el contexto del imaginario político de la Edad Moderna» (pp. 283-319), Hanno Ehrlicher (Universidad de Heidelberg) aborda el problema con una reflexión sobre el estatuto del relato literario entre historia e ficción. Busca una alternativa a dos posiciones extremas: la lectura realista, que procura identificar datos históricos precisos en el texto, para sacar conclusiones sobre las ideas políticas y económicas del autor; y el análisis puramente formal, que insiste en la autonomía de la ficción respecto a la ideología, y niega que la ficción literaria encierre consideraciones sobre la realidad histórica33. H. Ehrlicher, inspirándose en Paul Ricœur, considera que no es relevante la distinción entre pasado real y ficción irreal: para los hombres, no existe el pasado real, sino sólo discursos sobre el pasado. Su tesis es que el inicio de La española inglesa no recrea un acontecimiento histórico preciso (el asalto de Cádiz por Drake en 1587 o el que encabezó el duque de Essex en 1596), sino un imaginario político, el de la supuesta enemistad natural entre España e Inglaterra. Por lo tanto, le parece irrelevante a H. Ehrlicher averiguar a cuál de los dos asaltos históricos se refiere la apertura del relato. Basta con aceptar que el ataque de Cádiz funciona como recuerdo del largo conflicto entre ambos países (discontinuo y encubierto entre 1568 y 1585, y abierto desde entonces hasta la muerte de Isabel I en 1604). Ahora bien, es cierto que las Novelas ejemplares se publican en un periodo de tregua entre España e Inglaterra, pero, escribe H. Ehrlicher, no significa necesariamente que la imagen negativa del Otro inglés, difundida durante decenios por la propaganda oficial, haya mejorado34. De ahí que el propósito de Cervantes consistiera en deconstruir el imaginario político de la enemistad hispanoinglesa, presentado como una evidencia al inicio del relato.
44Una serie de elementos contribuyen a desdibujar los contornos de la enemistad hispanoinglesa. La existencia de un criptocatolicismo inglés ya contrarresta la imagen monolítica de una Inglaterra protestante, así como el hecho de que el acto transgresivo y violento del que procede el drama no lo cometa un protestante, sino un católico, en contra de las órdenes de su superior anglicano. Pero la deconstrucción de la enemistad política estriba ante todo en la representación compleja de la protagonista, Isabel(a). Si la niña raptada se llama Isabel, se convierte en Isabela en la corte inglesa, y este nombre de adopción lo conserva al volver a España. Para H. Ehrlicher, esa vocal a representa lo insustanciales que son las diferencias entre ambos países, así como el carácter híbrido de la protagonista. También contribuyen a reducir las diferencias entre ambos países el hecho de que la reina inglesa y su casi hija adoptiva compartan el mismo nombre, y el hecho —poco realista pero significativo— de que la reina se dirija en español hacia la protagonista. Además, mientras que Isabel de Inglaterra siempre se esforzó por sacralizar su persona, vinculando su virginidad con la integridad territorial del reino, como lo demuestra el brillante análisis que propone H. Ehrlicher del conocido «retrato de la Armada», cuadro de propaganda destinado a la lucha contra España, la novela cervantina desacraliza la figura real, presentándola como una figura accesible, asombradamente humana y tolerante. Según H. Ehrlicher, Cervantes, pues, se opondría en este relato a los belicistas y, minimizando las diferencias que existen entre ambos países, rechazaría toda eventualidad de renovar la guerra.
45Parece indiscutible que Cervantes haya ideado en esta novela la posibilidad de cierta apertura hacia los protestantes ingleses. Pero ¿también deconstruye Cervantes la oposición entre cristianos y musulmanes?
46 De dar crédito a S. Leopold, que sigue una lógica parecida a la de H. Ehrlicher en su estudio de El amante liberal, habría que contestar afirmativamente. En efecto, cree ver en este relato una complicación creciente de la oposición macroestructural entre cristianos y musulmanes. Afirma primero que los intercambios comerciales entre ambos mundos (véase el caso de las sucesivas ventas de Leocadia) acarrean cierto grado de negociación e interacción. Luego, las dos islas en que se desarrolla la trama tienen una historia doble: Sicilia la ocuparon durante siglos los musulmanes, mientras que, al abrirse la novela, siguen humeando en Nicosia las ruinas cristianas. Por fin, el conflicto religioso pierde en relevancia a la luz de la lucha por Leocadia. No sólo la desean todos, sino que existen rivalidades internas en ambos campos: del lado cristiano, se oponen Cornelio y Ricardo, y entre los turcos compiten el cadí y los bajáes, Alí y Hazán. Así, al desdibujarse los contornos nítidos entre ambos mundos, la evidencia de su radical heterogeneidad acabaría vacilando.
- 35 Otra lectura sicoanalítica (pero que trasciende este método) de El amante liberal se debe a Córdoba (...)
47 Estos argumentos son discutibles. Primero, la existencia de negocios entre cristianos y musulmanes no es sinónima de comunicación o interacción, en la medida en que se trata de un comercio de esclavos, originado en la violencia. Además, cabe notar que, en esta novela, no existen intercambios directos, puesto que es un judío quien sirve de intermediario entre las dos comunidades. Tampoco se puede aceptar el paralelismo establecido entre el pasado doble de las dos islas. Mientras que nada recuerda en el texto la lejana ocupación musulmana de Sicilia, el patético incipit adopta la perspectiva de un cristiano para referir la reciente pérdida de Nicosia, acontecimiento que alimenta otro imaginario político, el de la enemistad entre cristianos y musulmanes. En cuanto al último argumento, que atañe al común deseo que suscita Leocadia, y que genera rivalidades en ambos campos, también se tiene que rechazar, aunque también lo defiende otro crítico, Martin von Koppenfels (Freie Universität Berlín), desde una perspectiva psicoanalítica («La economía de la virginidad. Apuntes psicoanalíticos sobre El amante liberal», pp. 320-336)35. Según este estudioso, el motor de la novela es un fantasma central: la virginidad de Leonisa. Todos los deseos masculinos tienden a su desaparición, lo que corresponde al principio de muerte, acelerador de la acción. Al contrario, el deseo del narrador consiste en diferir el acto, principio erótico que justifica las numerosas peripecias. Dos argumentos se oponen a este razonamiento. Primero, no es cierto que todos los hombres deseen a Leocadia: tanto Mahamut como, en menor grado, el apocado Cornelio, permanecen insensibles a la perfección de la protagonista. Luego, y sobre todo, no se puede confundir el apetito sexual de los turcos con el amor perfecto de Ricardo, que nunca imagina forzar la voluntad de su dama, sino que siempre se somete a ella.
- 36 Estos análisis se oponen a la tesis de El Saffar, 1974, p. 146, por ejemplo, que considera que Maha (...)
48 En suma, no parece aplicable a El amante liberal la idea de una hibridación entre cristianos y musulmanes. La única excepción la ofrecen Mahamut y los demás renegados. En efecto, así como indica M. von Koppenfels, los renegados desempeñan la función de mediadores por excelencia. Tienen acceso, como confidentes, a los pensamientos íntimos de otros personajes y ejercen el papel de traductores, lo que les confiere un estrecho parentesco con la figura del narrador. Además, un aporte original de Cervantes radica en haber vinculado la figura de la virgen con la del renegado, en contrastar la pureza de la una con la esencial ambigüedad del otro (ambigüedad religiosa, étnica, lingüística, moral, sexual)36. Completando el análisis de M. von Koppenfels, podemos afirmar que los renegados son los personajes más novelescos de El amante liberal, en el sentido —bajtiniano— de que la novela tiene vocación a expresar la complejidad del mundo, su plurivocidad. Pero incluso conviene matizar esta idea de una identidad híbrida de los renegados, ya que también Mahamut pretende resolver su ambigüedad religiosa y sexual. En efecto, al final del relato, vuelve al gremio de la Iglesia y se casa con otra renegada, la vieja Halima.
49Si es exacto que esta novela cervantina excluye casi todo proceso de hibridación entre cristianos y musulmanes, ¿conviene entonces considerar que el viaje por el Oriente sólo sirve para recalcar la superioridad de lo occidental? Esto es lo que sostiene Christian Grünnagel (Universidad de Heidelberg) en el último artículo del libro. Aquí se lee El amante liberal desde una perspectiva bastante inesperada, anunciada en el título: «¿Postcolonial studies para los premodernos? El amante liberal sospechoso de orientalismo» (pp. 337-353). Si bien descarta el crítico que se pueda aplicar al texto cervantino una lectura estrictamente postcolonial, sostiene que sí hay en la novela una visión orientalista del Imperio Otomano. El concepto de “orientalismo”, desarrollado por Edward W. Said, se refiere a la percepción del Oriente por el Occidente, difundida sobre todo después de la campaña de Egipto lanzada en 1798 por Napoleón, pero dicho concepto tiene una larga prehistoria. No sólo consiste en la caricatura del Oriente, reducido a una serie de tópicos muy estables, como el lujo, el esplendor, la crueldad y la sensualidad. Al analizar lo ajeno con conceptos propios, los occidentales también se adueña(ba)n del Oriente, despojándolo de su inquietantes diferencias para sólo conservar su encanto exótico.
50Según C. Grünnagel, El amante liberal escenifica un rechazo categórico del Oriente. La descripción del sistema político-administrativo otomano por Mahamut no sería la señal de un auténtico interés cervantino: la reducción de las realidades turcas a falsos equivalentes españoles traicionaría más bien una visión orientalista, así como la representación caricaturesca de los personajes musulmanes. También el final “turcófilo” de la novela obedecería a una lógica orientalista. Esta mascarada escenifica de hecho la “incorporación” por el Occidente de lo que atrae en el Oriente: lo exótico, extraño pero inofensivo. Lo demás se elimina o se mantiene a distancia. Según esta solución imaginaria, se pone fin al conflicto entre España y el Imperio Otomano, entre cristianos y musulmanes mediante la renuncia del Oriente (de los renegados) a su religión y su cultura.
51C. Grünnagel incluso sostiene que el viaje al Oriente le sirve de catalizador que le permite a Ricardo convertirse en un perfecto amante. Según este crítico, Ricardo se porta al comienzo como un oriental (violento y posesivo). Y si finalmente llega a ser un «amante liberal», es por haberse percatado, a lo largo de sus aventuras, de que el amor excluye la propiedad y la lógica mercantil. Ricardo «se civiliza», o sea se occidentaliza, frente a su doble oriental, el cadí. Nos parece dudoso este cambio de Ricardo. Es cierto que el protagonista, en la escena del jardín, se muestra violento frente a Leocadia y Cornelio. Pero si se arrebata, es por considerar que su rival no merece los favores de tan perfecta dama. Ricardo nunca se muestra posesivo ni concupiscente, como los turcos. Desde un principio, es un perfecto amante que se merece el amor de Leocadia. Pero, no obstante estas reservas, parece convincente la idea de que la estancia entre los turcos sirva para subrayar la superioridad de los cristianos. Lejos de constituir una apertura hacia el mundo musulmán, esta “novela oriental” refuerza el imaginario político del Occidente sobre el Oriente.
52El cotejo de La española inglesa con El amante liberal confirma por consiguiente el carácter polifacético de la obra cervantina. Mientras que se deconstruye en la una la supuesta enemistad natural entre España e Inglaterra, la otra ratifica la oposición entre el mundo cristiano y el oriente musulmán. Pero el que se adopten posturas contrarias en situaciones similares no implica que el perspectivismo sea la única ideología de Cervantes. Quizá el héroe de Lepanto soñara, como unos pocos hombres de su tiempo, con una Europa en que católicos y protestantes convivieran en paz: de una u otra confesión, todos en fin eran cristianos. Pero ¿cómo imaginar que, aun siendo Cervantes el autor del Quijote, pudiera sustraerse al rechazo de los musulmanes, casi universal entre sus contemporáneos cristianos?
53No queremos cerrar el comentario de este libro sin recalcar sus sólidas cualidades. La primera es el rigor metodológico de la mayoría de los artículos, a la altura de las ambiciones anunciadas. Con sus preámbulos teóricos, casi sistemáticos, que recuerdan la genealogía, los conceptos y los objetivos de cada método, los distintos estudios, seguidos de una bibliografía consistente, constituyen una introducción valiosa al paisaje crítico contemporáneo. También ofrecen un buen resumen del estado actual de los debates sobre las Novelas ejemplares, gracias a una presentación sintética de las tesis principales.
54Pero, más allá de su valor didáctico, varias contribuciones sobresalen por lo estimulante y lo novedoso de sus interpretaciones, en particular las de B. Teuber, G. Poppenberg, W. Matzat, H. Ehrlicher y C. Grünnagel. Manifiestamente, el valor de sus lecturas aboga por la pertinencia de los métodos elegidos. Con sus varias consideraciones sobre, por ejemplo, las relaciones entre lo profano y lo sacro en la literatura del Siglo de Oro, o sobre las posturas adoptadas frente al Otro en las novelas cervantinas, el volumen es un buen alegato a favor del pluralismo metodológico reivindicado. Sin embargo, el que resulten menos convincentes otros artículos no se puede achacar tan sólo a los métodos adoptados. Aquí, quizá, resida el límite del debate metodológico propuesto por los autores: si buenas contribuciones bastan para justificar unos acercamientos, los estudios menos concluyentes no bastan para descalificar otros.
55Nos gustaría para concluir abogar por una traducción de este libro al castellano, puesto que su valioso aporte a la lectura de las Novelas ejemplares merecería una difusión no restringida a los lectores del alemán.