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InicioNuméros103-104El conde de Rebolledo y los albor...

Resúmenes

Bernardino de Rebolledo, conde de Rebolledo, muere en 1676, justo al principio del «tiempo de los novatores». Pero tanto su formación (su larga estancia fuera de España, sobre todo en Dinamarca) como sus lecturas, su mentalidad y su práctica poética le hacen partícipe, hasta cierto punto, de los cambios y los nuevos aires que se avecinaban.

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  • 1 El tradicional desinterés y desprecio por el período que nos ocupa parece por fin olvidado y contam (...)

1Al año siguiente de publicarse la obra de José de Zaragoza, Esfera común, celeste y terráquea (1675), moría en Madrid Bernardino de Rebolledo, Conde de Rebolledo, espíritu inquieto y singular del siglo xvii. En rigor, no pertenece al llamado tiempo de los novatores, que abarca el período comprendido entre 1675 y 17251, pero, como veremos a continuación, sus circunstancias vitales y su incesante curiosidad le hicieron situarse en la avanzadilla de los nuevos tiempos, tanto desde el punto de vista intelectual como literario. Trataremos, pues, de analizar y comentar las ideas y los aspectos en los que Rebolledo se adelanta a su época y se convierte en un predecesor de los novatores.

  • 2 «El Estatalder o Virrey de ésta, que tiene más de nuestro humor que del de los franceses, me hace p (...)
  • 3 Casado Lobato, 1973, pp. 229-328.
  • 4 Véase Casado Lobato, 1981, pp. 127-138.
  • 5 Interesado por la religión, la ciencia y lo esotérico, Rebolledo tenía una edición de Religio medic (...)
  • 6 «Por edicto particular está prohibido Juan Oven, aunque en dicho expurgatorio [se refiere al del añ (...)

2En el caso de Rebolledo, el hecho de vivir gran parte de su vida fuera de España —en Italia, en Flandes y en el norte de Europa— supuso entre otras cosas una variedad de lecturas y un contacto directo con autores y obras que probablemente no llegaban fácilmente a la península. No hay que olvidar que el poeta leonés, militar desde los catorce años, fue un autodidacta, hijo de sus lecturas, conversaciones e inquietudes personales. Además, durante sus años en Copenhague frecuentó algunas bibliotecas interesantes, tal y como señala en sus cartas2, en donde pudo acceder a obras de distinto signo. Como testimonio de las preocupaciones y de la curiosidad intelectual de este personaje nos queda el inventario que se hizo de su biblioteca tras su muerte, publicado por Concepción Casado Lobato3, en donde podemos comprobar la amplitud y heterogeneidad de sus gustos y de sus lecturas. Entre los autores que cita a lo largo de sus obras o que están presentes en su biblioteca se encuentran, por ejemplo, los franceses Claude de Saumaise (al que llama Salmacio), que llegó a ser consejero de la reina Cristina de Suecia; Pierre Charron, autor de De la sagesse, obra considerada como el breviario de los libertinos, en el sentido francés de la palabra; el escritor político Jean Bodin; el protestante Guillaume de Salluste, seigneur du Bartas; Théodore de Bèze; Théophile de Viau, hombre de gran libertad de pensamiento y costumbres4; e incluso la obra titulada Les Lumières de l’esprit del hugonote señor de la Figuière, publicada en 1650, título en el que aparece la palabra clave del siglo xviii: «Luces». También aparecen autores ingleses significativos como John Milton, autor del Paraíso perdido (1658), John Barclay, escritor satírico muy apreciado también por Gracián, y el filósofo y médico Thomas Browne, autor de la Religio Medici (1643) y de Pseudodoxia Epidemica... (1646), obra en la que combate los errores y supersticiones populares5. Conoció igualmente Rebolledo la obra del gran satírico inglés John Owen. En la censura de su biblioteca que manda hacer la Inquisición tras su muerte, el 11 de octubre de 1677, se retira, entre otros, un libro de Owen, por encontrarse prohibido6.

  • 7 Véase González Cañal, 1997, pp. 347-365.
  • 8 Véase González Cañal, 1986.
  • 9 Véase González Cañal, 1997, Romance LXIII, pp. 461-465.
  • 10 Véase Révah, 1959 y Albiac, 1987.

3Para conocer la formación y mentalidad de Rebolledo nos sirve también de gran ayuda un largo poema incluido en los Ocios7, los Tercetos II, que contiene un verdadero catálogo de autores y lecturas aconsejables sobre diversas materias. Hay que señalar que Rebolledo era un católico convencido y batallador, cuyo sentimiento religioso se acentúa al trasladarse al norte de Europa y vivir en un medio protestante como embajador español en Copenhague durante doce años. Recuérdese a este respecto su mediación para favorecer la conversión de la reina Cristina de Suecia al catolicismo8. No obstante, su mentalidad abierta y su curiosidad intelectual hicieron que se relacionara con todo tipo de personajes como, por ejemplo, el médico Juan de Prado, que había huido de España por judaizante y se había instalado en Hamburgo, en donde cambió su nombre por el de Daniel. Por dicha ciudad pasó la reina Cristina de Suecia tras su abdicación en 1654, y conservamos un romance que Rebolledo envió a Prado por este motivo9. Al año siguiente, Daniel de Prado se trasladó a Amsterdam y, muy pronto, tuvo problemas con las autoridades de la sinagoga por sus ideas deístas y por rechazar las Escrituras y tradiciones rabínicas. Allí conoció a Spinoza y ambos fueron condenados por las autoridades religiosas judías en 1656. Murió en dicha ciudad el 4 de febrero de 166310. El poema que le dedica Rebolledo en 1654 muestra una gran familiaridad y permite intuir la existencia de una relación estrecha con este controvertido personaje, aunque no tenemos más datos que nos lo confirmen

  • 11 Dicho catedrático danés había escrito un discurso «contra el autor de las Selvas Dánicas y su jesui (...)

4De sus rencillas, polémicas y debates mantenidos durante su estancia en Dinamarca quedan como testimonio algunas alusiones en sus obras y en sus cartas, además de algunos discursos. Conviene citar, en particular, el Discurso apologético, escrito en Copenhague el 20 de septiembre de 1656 y dirigido a Joachim Gerstorf, Senador y Gran Maestre del reino de Dinamarca, que se publicaría en latín en Colonia, 1660. El discurso surgió al hilo de una disputa pública en torno al purgatorio, que tuvo lugar a principios de 1654 entre el doctor de Rostoch, catedrático de la Universidad de Copenhague, y el padre jesuita Godofrido Franken, delante del Rey y la nobleza del reino. Rebolledo interviene en la polémica respondiendo a un escrito, hoy perdido, que había dirigido dicho doctor de Rostoch contra él y contra su amigo Franken11.

  • 12 Rebolledo, “Parecer y voto que dio el Conde de Rebolledo...” (Madrid, BNE, ms. 1170, ff. 60r-64r). (...)
  • 13 Vid. Duque de Maura, 1990, pp. 83-84.

5También escribió un breve tratado de gran erudición sobre la doctrina de Epicuro, dirigido al barón Juan de Goes, embajador del emperador en Dinamarca. Una vez vuelto a España y siendo miembro del Consejo de Guerra, intervino en el debate político surgido a raíz de la polémica cuestión de la tregua con Portugal. Su parecer y voto, dirigido a la Reina en 1666, fue publicado al año siguiente en Lisboa junto con la respuesta que escribió Antonio Carlo Ginovés12. Rebolledo era partidario de la paz con Portugal, dadas las circunstancias y la situación de la monarquía. Entre otras cosas señala que «las menoridades son poco a propósito para hacer dificultosas conquistas» (f. 62r). Su sabiduría y experiencia política se muestra una vez más en algunas de las máximas que desgrana en este discurso: «Los monarcas siempre fundan la reputación en la conveniencia; el mayor poder es siempre el más glorioso y el más celebrado» (f. 63r). Rebolledo se alineó con los partidarios de la tregua, encabezados por el Duque de Medina de las Torres, el Conde de Peñaranda e incluso el confesor Nithard, frente a un mayoritario bando belicista del que formaban parte los consejos de Castilla, Aragón, Flandes, Portugal y Órdenes, que votaron contra la paz si se había de negociar de Rey a Rey, y otros consejeros y personajes tan importantes e influyentes como Juan José de Austria, el duque de Medinaceli o el duque de Montalto, también contrarios a la paz13.

  • 14 Parece ser que la obra de Copérnico se incluyó como lectura en los Estatutos hechos por la muy insi (...)

6En varios lugares de su obra se muestra Rebolledo preocupado por las nuevas corrientes científicas, en particular en lo que se refiere a la teoría heliocéntrica. La doctrina de Copérnico era bien conocida en España y había sido expuesta y defendida por el agustino fray Diego de Zúñiga en 1564 en la Universidad de Salamanca. No obstante, en 1616 la obra de Copérnico, De revolutionibus, es puesta en el Índice y desde entonces sólo hubo en España algunos criptocopernicanos14. Los grandes autores del Siglo de Oro (fray Luis, Cervantes...) siguieron sin discusión el sistema tolemaico. La prohibición expresa de la teoría heliocéntrica y la abjuración arrancada a Galileo debían pesar todavía demasiado, y tampoco Rebolledo se atreve a defender abiertamente las nuevas ideas, aunque se pueden intuir ciertas dudas. En los Tercetos II de los Ocios recorre los autores que atribuyen movimiento a la tierra, hasta llegar a Copérnico y Galileo:

  • 15 El tratado titulado la Esfera, escrito por Johannes de Sacrobosco en el siglo xiii, de base tolemai (...)
  • 16 Alude a los siguientes personajes: Heráclides de Ponto (390-310 a.C.), filósofo griego que estudió (...)
  • 17 González Cañal, 1997, tercetos II, vv. 314-357, p. 355.

   Aunque la Esfera tan común engaño
padezca, como muchos han creído,
no puede el estudiarla haceros daño.
   Sacrobosco en Holanda corregido,
a quien Clavio y Juntino templan tanto,
os lea maestro cuerdo y advertido
15.
   Heraclides el Pontico y Ecfanto
a la tierra atribuyen movimiento
sin mudar sitios, en común espanto.
   Filolao, con mayor atrevimiento,
por la eclíptica juzga que se mueva
del sol y de la luna en seguimiento.
   Seleuco, matemático, lo aprueba
y aún otros más antiguos el camino
facilitaron a opinión tan nueva
16.
   Copérnico, a estos tiempos ya vecino,
alrededor del sol traerla quiere
contra el sentir humano y aun divino.
   Galilei, que le sigue y le prefiere,
encendió en los modernos la porfía
tanto que no hay quien apagarla espere.
   Pero yo con Oveno juzgaría
que acabó de cenar o navegaba
cuando le pareció que se movía
17.

7 Rebolledo conoce las nuevas teorías y se opone a ellas, pero no de una manera tajante y agresiva: prefiere distanciarse por medio de la ironía. En las Selvas Dánicas vuelve ambiguamente sobre el tema y exhibe de nuevo sus conocimientos e inquietudes por estas cuestiones científicas, algo que no deja de sorprender en un hombre consagrado a las armas y a las tareas diplomáticas:

  • 18 Rebolledo, Selvas Dánicas, pp. 495-496. Modernizamos las grafías y la puntuación en las citas de la (...)

Del sol, la luna y los demás planetas
observo alguna vez los movimientos,
sin dejarme vencer al de la tierra,
sentencia de Platón insinuada
pero no confirmada,
puesto que tanto a los modernos mueve;
y de este ángulo breve
con líneas imperfectas
por meridianos corro y paralelos
el ámbito espacioso de los cielos,
sin perdonar constelación ni estrella
desde la menos clara a la más bella
18.

8En la Selva militar y política advierte que «todo cuanto aquí tiene movimiento / está constante en la divina esencia» y aconseja al príncipe que no se preocupe por esos temas:

  • 19 Rebolledo, Selva militar y política, p. 175.

El monarca que aplica sus desvelos
a las revoluciones de los cielos,
debiendo corregir las de la tierra,
y en ociosos estudios ocupado,
descuida del gobierno del Estado
19.

  • 20 Algo parecido le sucederá a José de Zaragoza, del que Cotarelo Valledor cree que pudo ser secretame (...)
  • 21 Rebolledo, Selva militar y política, p. 1.

9 Por su insistencia en el tema y por sus circunstancias vitales, advertimos que Rebolledo estuvo muy preocupado por las nuevas ideas científicas, sin ser capaz de llegar a abrazarlas públicamente20. Como él mismo señala, siempre acudió «a los canos ejemplos de la historia / y dudosas noticias de las ciencias / arrebatadamente percibidas / entre el confuso estrépito de Marte»21.

10 También trata Rebolledo otro tema de moda, el atomismo, eso sí, basándose en los autores clásicos. Desde Leucipo y Demócrito se pensaba que el universo estaba constituido por combinaciones de pequeñas partículas denominadas átomos. Aristóteles rechazaba esta idea y señalaba que la materia estaba constituida de forma continua, es decir, que no podía dividirse en partes irreductibles. Más tarde, Lucrecio toma de Epicuro la idea de que los átomos caen en el vacío y experimentan por sí mismos una declinación que les permite encontrarse y agruparse. Así se formó la tierra y el sol, y así pueden haberse constituido otros muchos mundos en distintas regiones del espacio vacío. Esta teoría se revitalizará en los siglos xvi y xvii, coincidiendo con la crítica al aristotelismo, y será recogida por Nicolás de Cusa y Giordano Bruno, alcanzando su punto culminante con Pierre Gassendi. Veamos los versos de Rebolledo:

  • 22 Rebolledo, Selvas Dánicas, pp. 493-494. También en la Selva militar y política alude a los mixtos i (...)

Y de las calidades
de la materia y forma,
de elementos o puros o alterados,
mixtos inanimados,
plantas, árboles, frutos y simientes,
plantas, peces, reptiles, animales,
hago especulaciones diferentes,
y tal vez experiencia,
sin reducirla inútilmente a ciencia.
Ni examinar con pérdida de tiempo,
si de las continuadas cantidades
la división en partes
ha de ser infinita,
como quiere el sutil Estagirita,
o cual Zenón en puntos,
de límite infalible,
cada uno en sí mismo indivisible;
ni se podrán juntar sus unidades,
las que quiere Epicuro inanidades:
teniendo por doctrina más constante
lo indivisible del presente instante
22.

11 Curiosamente, Rebolledo es buen conocedor de Epicuro. Como ya hemos señalado, escribió un erudito discurso sobre la doctrina de Epicuro, en el que se permite el lujo de enmendar la plana en algunos lugares al propio Quevedo, que también se había ocupado de este filósofo. Al final, se hace eco de pasada la teoría de la infinitud del espacio, que luego también defenderá, por ejemplo, Zaragoza:

También fue de Epicuro aquella opinión tan difícil de refutar de la infinidad de los espacios, que él llama reales y los modernos imaginarios.

  • 23 Pierre Gassendi recogió sus investigaciones sobre Epicuro en tres libros: De vita et moribus Epicur (...)

12 En este discurso termina citando los recientes escritos del sacerdote francés Gassendi23, una muestra más de su interés por las nuevas ideas:

  • 24 Rebolledo, Selva militar y política, pp. 495-496.

En cuatro tomos que dicen que ha dado a luz en Francia Gasendo, de su vida y filosofía física y moral, hallará quien las deseare muchas más noticias, que a mí aun estas me parecen demasiadas, y aun a él se lo deben de parecer también, pues cuanto en su favor se dice no templa nada de lo que padece24.

13 Quizá lo que hay que destacar en Rebolledo es la disposición a abordar estos fenómenos de manera científica, es decir, utilizando criterios racionalistas y empíricos. Este cambio de actitud frente a la escolástica tradicional es lo que da origen a multitud de polémicas en los diversos campos del saber. Rebolledo muestra curiosidad por todos estos aspectos pero no acaba de verlo claro y mantiene prudentemente su desconfianza frente a las novedades:

  • 25 «Carta del autor, escrita de Copenhague a 22 de abril de 1651, a don Ramiro de Quiñones, caballero (...)

Informado de esto, que es en lo que acá más se habla, me suelo entrar por las escuelas y pasear los generales de Lógica, Física y Metafísica, y Filosofía moral, en que nunca se dejan de hallar novedades: [...] subo tal vez al monte con los contemplativos y, ya que no al cielo por la escala de san Juan Clímaco o moradas de santa Teresa, a medir sus distancias con Tolomeo y Clavio, si bien temo embarazarme en una ciencia que, siendo la primera que se empezó a especular, después de tantos siglos de observaciones, no acaba de asegurar sus principios y, debatiéndolos de nuevo, de puro decrépita parece que se vuelve a la edad de los niños25.

  • 26 Se conserva en el Archivo de la Catedral de León, sig. 10.092, n. 24, ff. 57v-72.
  • 27 «Carta del autor, escrita de Copenhague a 22 de abril de 1651...», en Rebolledo, Ocios, p. 191.

14 El interés por la geografía y la cartografía es otra de las pasiones de Rebolledo. En el inventario de sus bienes hecho a su muerte se registran «quince mapas grandes y pequeños»26 y en carta del 22 de abril de 1651 señala que dedica muchas horas a leer los libros de historia y de viajes «ajustando los sitios en las cartas modernas que son mis tapicerías»27. El gusto por la descripción de lugares y paisajes también ha sido destacado por algunos críticos: ya señalaba Díaz-Plaja la novedad que suponía la descripción de las tierras del norte de Europa en las Selvas Dánicas:

  • 28 Díaz-Plaja, 1937, pp. 208-209.

Los paisajes de las Selvas Dánicas son excepcionales en nuestra literatura [...] La descripción de la excursión por las costas septentrionales de Noruega, las de Islandia, del Hierro, de Escocia y el Occidente europeo es, sin duda, de lo más insólito y curioso de nuestra literatura del Seiscientos, para la que el Norte de Europa era un verdadero enigma de bruma y de fantasía. El conde de Rebolledo, en cambio, da a su descripción (aparte de las alusiones mitológicas) un tono de seriedad científica que parece anticipar el interés de los hombres del siglo xviii28.

15 En los Tercetos II de los Ocios recomienda lo siguiente:

  • 29 González Cañal, 1997, vv. 223-228, p. 353.

De Blau y Hondio las tablas excelentes,
y las de Tolomeo, con buen comento,
a vuestro estudio estén siempre presentes.
En unas y otras tantead atento
el sitio en que las cosas sucedieron:
sabréislas con más cierto fundamento
29.

  • 30 Era hijo de Willen Janszoon Blaeu (1571-1638) que había publicado el Thaeatrum Orbis Terrarum sive (...)

16 Parte lógicamente de Claudio Tolomeo, autor de principios del siglo II, cuyos Geographiae libri octo... fueron editados repetidas veces en el Renacimiento. En el inventario de su biblioteca aparece registrada una traducción italiana, publicada en Venecia en 1598. Pero también cita al geógrafo neerlandés Henricus Hondius y, sobre todo, a Joan Blaeu (1596-1673)30, impresor y cartógrafo de Amsterdam, autor del célebre Atlas Maior: 11 volúmenes en folio para la edición latina (1662), 12 en la edición francesa (1663), 9 en la holandesa (1664) y 10 en la española (1672). Un episodio curioso y sin explicación precisa es cómo llegaron los versos de Rebolledo a formar parte de la traducción al castellano de este atlas de Blaeu: Atlas Mayor sino Cosmographia Blaviana: en la cual exactamente se describe la tierra, el mar y el cielo, S. l. S. i. S. a. Las adiciones poéticas de Rebolledo y también alguna de Miguel de Barrios se incluyeron en la segunda impresión de 1678, según se señala en una apostilla marginal. Lo que se incluyen son fragmentos de las Selvas Dánicas, que sirven para ilustrar la descripción de algunos lugares geográficos: Groelandia (f. 31), la isla de Spitzberga (f. 37), Nueva Zembla (f. 43) e Islandia (ff. 70v-71r). También se recoge un elogio del rey Federico III de Dinamarca (f. 77). No sabemos cómo ni a quién se le ocurrió incluir en el atlas estas adiciones poéticas. Lo que sí demuestran es la exactitud, el rigor y la novedad de las descripciones de Rebolledo, algo que sedujo con toda seguridad a los editores del atlas de Blaeu.

17 Otro tema interesante son sus conocimientos y recomendaciones sobre matemáticas: no en vano la valoración de las matemáticas es otra de las características del pensamiento científico del siglo xvii. Este es el largo pasaje que sobre este tema aparece en los citados Tercetos II:

  • 31 González Cañal, 1997, vv. 235- 277, pp. 353-354.

   Si, con esto, algo más desahogado
de la pasión os deja la violencia
que ahora os tiene en peligroso estado,
   no hagáis a los remedios resistencia,
tentad las matemáticas constante
y al gusto igualará la conveniencia.
   La aritmética va siempre delante,
que es principio de sus operaciones
y, así, la más forzosa y importante.
   Pasad por varias formas de escuadrones
de la álgebra a poneros a la vista
en raíces, residuos, proporciones.
   Con el Catanio Clavio y otra lista
de autores, la lección de cada día
a examinar vuestro maestro asista.
   Dueño ya de ellos, en la geometría
los seis libros de Euclides demostraros
en figuras y números podría.
   De Schenbelio el comento he de aprobaros,
que a este método más se proporciona
que el de Teón, y en términos más claros.
   Supongo que el estudio os aficiona
y que ya sois galán de la hermosura,
que el ánimo enriquece y perfecciona,
   y de mostrar mayor verdad procura
el ver tres lados y ángulos iguales
en la circunscripción de una figura;
   que declaráis en términos formales
de la trigonometría del Pitisco
triángulos y senos esenciales;
   que estáis con los afectos tan arisco
que sus más animosos movimientos
no hacen en vos más mella que en un risco;
   que los traéis solícitos y atentos
a inquirir de famosos ingenieros
conformes o contrarios fundamentos;
   y distinguiendo ya los verdaderos
de los sólo aparentes, concordarlos
procuráis con preceptos más severos.
   Mejor es entenderlos que imitarlos,
y más, si opuestos su opinión contienden,
de que Archímedes no sabrá sacarlos
31.

18 Cita, como vemos, a comentaristas de la obra de Euclides como Cristóbal Clavio y Joannis Schenbelio y alude también a Bartolomé Pitiscus (1561-1613), matemático alemán a quien se debe el término «trigonometría», que procede del título de una obra suya: Trigonometriae libri quinque... (Heidelberg, 1596).

19 No obstante, el campo en el que más destaca Rebolledo es el de la historia. Sus vastos conocimientos de la historia antigua y moderna son la base de su formación y de su pensamiento, como se puede comprobar a través del catálogo de autores que recomienda el poeta en su ya citado poema Tercetos II y a partir del análisis del inventario de su biblioteca. Pero lo que me gustaría destacar una vez más es la posición novedosa de Rebolledo ante algunas cuestiones. Un buen ejemplo serían sus críticas a algunas de las supercherías históricas más famosas de la época. Es verdad que no cita directamente ninguno de los falsos cronicones que tanto combatirían Nicolás Antonio y Gaspar Ibáñez de Segovia, pero sí alude y censura a otro de los falsificadores más significativos de la época, Annio de Viterbo:

   el Beroso, invención del Victerviense,
según nos asegura más de un voto,
de sus antigüedades nos dispense (Tercetos II, vv. 166-168).

20 Este dominico italiano fue el inventor de unos falsos textos atribuidos a Beroso, Manethon y Fabio Píctor, y de la primera dinastía de reyes fabulosos de España. Los humanistas denunciaron una y otra vez estas falsificaciones (Luis Vives, Juan de Vergara, etc.). Su mayor seguidor fue precisamente Florián de Ocampo en los primeros cinco libros de su Corónica General de España (1543), ingeniosa y extraña combinación de datos auténticos y falsos y de supersticiones y conjeturas curiosas. Por eso no le convence a Rebolledo, quienprefiere los libros de Ambrosio de Morales, indudablemente de un mayor rigor científico:

   a Morales de Ocampo diferencio
en procurar más ciertas las verdades (Tercetos II, vv. 104-105).

21 Su criterio al recomendar las lecturas históricas es, pues, riguroso y acertado, mostrando una vez más su profundo conocimiento del tema. Recorre los principales historiadores y recomienda la lectura de Juan de Mariana, Esteban de Garibay, Luis de Mármol para las cosas de África, Jerónimo Zurita, fray Prudencio de Sandoval o Luis Cabrera de Córdoba.

  • 32 Pérez Magallón, 2002, pp. 46-51, habla de la «curiosidad moderna» como característica de la época d (...)

22 Rebolledo no rompió con el aristotelismo ni con el galenismo, ni se situó en una posición claramente innovadora en ningún campo. No obstante, la curiosidad que le impulsa a interesarse por un amplio abanico de temas32, su conocimiento de la filosofía, de la historia y de la literatura de su época y el interés que muestra por diversos campos científicos nos permiten calificarle de avanzadilla de los nuevos tiempos. Sus inquietudes le llevan a muy diversos temas y disciplinas, incluidos aquellos más cercanos a su profesión como las técnicas de fortificación y la estrategia militar. Se advierte en él la llegada de aires nuevos: la autoridad ya no es inmutable y resulta necesario aplicar la experiencia y la observación como fundamentos del conocimiento científico. Quizá lo que no logró el conde leonés fue separar de una manera completa la fe y la ciencia, punto esencial para el avance de las nuevas ideas. Si a todo esto añadimos el gusto clasicista en lo literario, el deseo de depuración del lenguaje y un sincretismo de corrientes y estilos que recorre su obra, tendríamos perfilado al intelectual y al poeta.

23 A pesar de ser un caso aislado y excepcional en el panorama literario de la época, el Conde de Rebolledo es una figura imprescindible y de gran interés para el estudio del final de la etapa barroca. Como hemos visto, tanto su formación y su mentalidad como su práctica poética permiten atisbar los cambios y los nuevos aires que se avecinaban. Así lo advertía François Lopez hace ya bastantes años:

  • 33 López, 1982, p. 632.

Si se tiene en cuenta que se dedicaba Rebolledo a traducir libros sagrados, cosa que en España había de estar prohibida hasta muy entrado el xviii, y que además la poesía de este escritor es de gusto claramente clásico, quizá se le pueda considerar como otro representante del cambio de mentalidad que se opera en las postrimerías del Barroco en ciertas élites33.

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Notas

1 El tradicional desinterés y desprecio por el período que nos ocupa parece por fin olvidado y contamos hoy con estudios significativos sobre diversos aspectos de esta época; véase, por ejemplo, Pérez Magallón, 2001 y 2002.

2 «El Estatalder o Virrey de ésta, que tiene más de nuestro humor que del de los franceses, me hace plato franco de su librería, que no es para mí pequeña golosina, y el Obispo, de otra muy copiosa, en que trabaja cuanto puede por apartarse de la verdad, costándole más estudio el procurar ignorar lo que sabe que a otros el saber lo que ignoran. Soy vecino del secretario de Estado, que es otra librería de controversias,...» («Carta del autor, escrita de Copenhague a 22 de abril de 1651, a don Ramiro de Quiñones, caballero de la Orden de Santiago, regidor perpetuo de la ciudad de León», en Rebolledo, Ocios, p. 195).

3 Casado Lobato, 1973, pp. 229-328.

4 Véase Casado Lobato, 1981, pp. 127-138.

5 Interesado por la religión, la ciencia y lo esotérico, Rebolledo tenía una edición de Religio medici en su biblioteca.

6 «Por edicto particular está prohibido Juan Oven, aunque en dicho expurgatorio [se refiere al del año 1640] solamente estaba expurgado.» (Casado Lobato, 1973, pp. 229-328, la cita en la p. 323). Sobre John Owen y Rebolledo, véase González Cañal, 2004.

7 Véase González Cañal, 1997, pp. 347-365.

8 Véase González Cañal, 1986.

9 Véase González Cañal, 1997, Romance LXIII, pp. 461-465.

10 Véase Révah, 1959 y Albiac, 1987.

11 Dicho catedrático danés había escrito un discurso «contra el autor de las Selvas Dánicas y su jesuita», tal y como nos informa el propio Rebolledo (Ocios, p. 571). El P. Franken había sido enviado por Rebolledo a Suecia en 1651 cuando tuvo noticias del interés de la reina sueca por el catolicismo. Posteriormente, embarcaría con el P. Miguel de la Fuente para misiones, muriendo poco después en las costas de Guinea.

12 Rebolledo, “Parecer y voto que dio el Conde de Rebolledo...” (Madrid, BNE, ms. 1170, ff. 60r-64r). El impreso se titula Voto del Conde Rebolledo, natural de León, sobre las treguas de Portugal, Lisboa, Diego Soares de Bullones, 1667.

13 Vid. Duque de Maura, 1990, pp. 83-84.

14 Parece ser que la obra de Copérnico se incluyó como lectura en los Estatutos hechos por la muy insigne Universidad de Salamanca en 1561, quizá a instancias de Juan Aguilera, titular de la cátedra de astronomía de 1551 a 1560, pero, finalmente, no se llegó a utilizar en la enseñanza. Sin embargo, fray Diego de Zúñiga defendía que, rectamente interpretadas, las Sagradas Escrituras no se oponían al movimiento de la Tierra. Al glosar el versículo «Conmueve la Tierra de su lugar y hace temblar sus columnas» defendía el ilustre agustino dos tesis: que el movimiento de la Tierra y el sistema heliocéntrico de Copérnico no contradecían las Sagradas Escrituras; y que el sistema copernicano era superior al tradicional desde el punto de vista astronómico. Además, en las décadas finales del siglo xvi, la obra de Copérnico fue ampliamente utilizada por los cosmógrafos españoles como una técnica matemática nueva. Sólo a partir de la condena formal de Copérnico, cuya obra se incluyó —junto con la de Zúñiga— en el Índice del Santo Oficio Romano de 1616, las autoridades religiosas de la península comenzaron a tomar cartas en el asunto. Además, Galileo sufrió la persecución de la Inquisición, ante la cual tuvo que retractarse de la doctrina de Copérnico el 22 de junio de 1633. Véanse sobre este tema, López Piñero, 1969 y 1979, Garin, 1981, Kuhn, 1996 y los trabajos de Navarro Brotóns, 1996 y 1998.

15 El tratado titulado la Esfera, escrito por Johannes de Sacrobosco en el siglo xiii, de base tolemaica, tuvo una gran difusión en los siglos xvi y xvii, con muchas ediciones y comentarios. Sobre este tema, véase el artículo de Hurtado Torres, 1982. Los comentarios de Francisco Junctino y Cristóbal Clavio se publicaron respectivamente en 1582 y 1595. Ambos comentarios aparecen en la obra de fray Luis de Miranda, Exposición de la esfera de Juan de Sacrobosco doctor parisiense. Traducida del latín en lengua vulgar, aumentada y enriquecida, con lo que de ella dijeron Francisco Juntino, Elias Veneto y Christoforo Clavio..., Salamanca, Jacinto Taberniel, 1629.

16 Alude a los siguientes personajes: Heráclides de Ponto (390-310 a.C.), filósofo griego que estudió a los pitagóricos y asistió a las lecciones de Aristóteles. Su obra más conocida fue De las constituciones políticas; Eufanto, filósofo griego nacido en Olinto (Calcidia), algo más joven que Aristóteles, preceptor de Antígono (uno de los sucesores de Alejandro Magno); Filolao, filósofo griego de la segunda mitad del siglo v a.C., contemporáneo de Demócrito y Sócrates; Seleuco, astrónomo babilonio del siglo ii a.C., discípulo de Aristarco de Samos, que difundió un sistema astronómico casi idéntico al de Copérnico, estudiando además el fenómeno de las mareas, que atribuyó a los movimientos de la luna, aunque sin descubrir su verdadera causa; Calippo, astrónomo griego que vivió a mediados del siglo iv a.C., discípulo de la escuela de astronomía fundada por Eudoxio de Cnido; Eudoxio (408-355 a.C.), astrónomo y matemático griego, contemporáneo de Platón y una de las tres grandes figuras de la escuela ateniense.

17 González Cañal, 1997, tercetos II, vv. 314-357, p. 355.

18 Rebolledo, Selvas Dánicas, pp. 495-496. Modernizamos las grafías y la puntuación en las citas de las obras de Rebolledo.

19 Rebolledo, Selva militar y política, p. 175.

20 Algo parecido le sucederá a José de Zaragoza, del que Cotarelo Valledor cree que pudo ser secretamente partidario de la doctrina de Copérnico (Cotarelo, 1935).

21 Rebolledo, Selva militar y política, p. 1.

22 Rebolledo, Selvas Dánicas, pp. 493-494. También en la Selva militar y política alude a los mixtos inanimados: «como los elementos / en cuanto guardan proporción más recta / en componer inanimados mixtos, / los hacen más perfectos y constantes / cuanto va del granizo a los diamantes» (Rebolledo, Selva militar y política, p. 260). Bances Candamo también será partidario de esto años más tarde; véase Pérez Magallón, 2002, p. 155.

23 Pierre Gassendi recogió sus investigaciones sobre Epicuro en tres libros: De vita et moribus Epicuri (Lyon, 1647), Animadvertiones in Decimum librum D. Laertii... (Lyon, 1649) y Syntagma philosophiae Epicuri... (Lyon, 1649). Véase Díaz Martín, 1989.

24 Rebolledo, Selva militar y política, pp. 495-496.

25 «Carta del autor, escrita de Copenhague a 22 de abril de 1651, a don Ramiro de Quiñones, caballero de la Orden de Santiago, regidor perpetuo de la ciudad de León», en Rebolledo, Ocios, pp. 187-198.

26 Se conserva en el Archivo de la Catedral de León, sig. 10.092, n. 24, ff. 57v-72.

27 «Carta del autor, escrita de Copenhague a 22 de abril de 1651...», en Rebolledo, Ocios, p. 191.

28 Díaz-Plaja, 1937, pp. 208-209.

29 González Cañal, 1997, vv. 223-228, p. 353.

30 Era hijo de Willen Janszoon Blaeu (1571-1638) que había publicado el Thaeatrum Orbis Terrarum sive Atlas Novus (Amsterdam, 1635), que ofrecía al lector una amplia documentación sobre España. Este Atlas fue publicado por su hijo traducido al español: Nuevo Atlas o Teatro del Mundo... (Amsterdam, a costa y en casa de Juan Blaeu, 1659).

31 González Cañal, 1997, vv. 235- 277, pp. 353-354.

32 Pérez Magallón, 2002, pp. 46-51, habla de la «curiosidad moderna» como característica de la época de los novatores.

33 López, 1982, p. 632.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Rafael González Cañal, «El conde de Rebolledo y los albores de la Ilustración»Criticón, 103-104 | 2008, 69-80.

Referencia electrónica

Rafael González Cañal, «El conde de Rebolledo y los albores de la Ilustración»Criticón [En línea], 103-104 | 2008, Publicado el 20 enero 2020, consultado el 03 diciembre 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/criticon/11567; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/criticon.11567

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Autor

Rafael González Cañal

Universidad de Castilla-La Mancha

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