- 1 Alzieu, Jammes y Lissorgues, 1975, pp. 36 y 253.
- 2 Pörtl, 1978b.
- 3 Pörtl, 1978a.
- 4 «Eine glückliche Fügung», p. 7; «das besondere Glück», p. 16.
1Estudiar la poesía de Damián Cornejo, como la de otros ingenios, requiere en primer lugar delimitarla con un mínimo de precisión, cosa nunca fácil en una obra parcialmente inédita y transmitida en manuscritos de fiabilidad escasa. Hasta hace unos treinta años, Cornejo no pasaba de ser un nombre más entre la pléyade de poetas que surgieron en la segunda mitad del siglo xvii, época considerada poco feliz política y literariamente. En 1975, Robert Jammes y sus colaboradores lo habían recordado en su Floresta de poesías eróticas1, puesto que Cornejo, fraile franciscano natural de Palencia, vinculado a Alcalá y que acabó como obispo de Orense, parece ser uno de los clérigos áureos que dedicaron sus ocios a ejercitar el ingenio y a decir en verso cosas que en prosa hubieran sido menos tolerables. En 1978, Klaus Pörtl, profesor en Maguncia, publicó un artículo sobre Cornejo2 que resumía los problemas afrontados en el primer volumen de su edición, de igual fecha, Das lyrische Werk des Damián Cornejo (1629-1707), impresa en Munich y por ello no muy difundida en España3. En su prólogo, Pörtl daba como base de su trabajo el descubrimiento casual del ms. de Roncesvalles4, y anunciaba un segundo volumen que no llegó a ver la luz. Hay que deplorar tanto más el hecho, cuanto que pocas veces se recupera así, con una edición crítica bien pertrechada, la figura de un poeta olvidado en nuestro tiempo, aunque bastante conocido en el suyo, no sólo como predicador y cronista de la orden.
2La edición de Pörtl es un excelente punto de partida, y como toda tarea científicamente válida, tendrá que ser cuestionada, ampliada y enmendada, según se vayan sabiendo más cosas acerca de la extraña Überlieferungsgeschichte de la poesía corneliana. Extraña, porque, como ya supuso La Barrera, tal vez date de su época juvenil, mientras que los testimonios que la conservan son de medio siglo más tarde. Pero a este hecho singular hay que añadir otros, que luego veremos, algunos no señalados en la edición. Pörtl, según se ha dicho, encontró en la Colegiata de Roncesvalles un manuscrito apógrafo, al que asigna la sigla R. Su portada ostenta la fecha 1737, por tanto es tres décadas posterior a la muerte de Cornejo, aunque Pörtl advierte que varias de sus siete partes son anteriores, concretamente la cuarta y más antigua, de finales del xvii. En su opinión, el ductus del ms. R en esa parte se asemeja al de un autógrafo de Cornejo visto en el archivo de la catedral de Orense, pero no se atreve a ir más lejos en su conjetura, ya que la letra de R le parece corresponder a un escriba de entre 30 y 40 años, mientras que Cornejo tenía 65 años cuando ocupó la sede orensana.
- 5 Estas son sus palabras: «Wir entschliessen uns trotz aller ungeklärter Handschriften- und Verfasser (...)
- 6 Castro, 1973.
3Estamos, pues, ante un caso repetido en la lírica áurea: el de un poeta cuyos autógrafos desaparecen y cuya obra, constituida por un núcleo de poemas auténticos rodeado de una capa variable de atribuidos y apócrifos, se transmite en manuscritos reunidos póstumamente. La edición de Pörtl adopta como base el ms. R, que supone el más seguro y completo5. Tal suposición debería fundamentarse, cosa que no vemos se haya hecho. De todas maneras, emprender la edición crítica, casi diplomática, de un manuscrito, con variantes de otros y notas filológicamente bien encaminadas, si no siempre certeras, es un trabajo útil, que permite al menos hacerse una idea del corpus poético asignado a Cornejo, así como de los problemas que lo rodean. Los testimonios tenidos en cuenta, si no colacionados, son, amén del ms. de Roncesvalles, catorce de la Biblioteca Nacional, uno más de la de Menéndez Pelayo, uno fragmentario de El Escorial, otro de Toledo y otro de la British Library: total, 19. Dejando a un lado los que contienen poesías sueltas, hay diez que pretenden recoger la obra de Cornejo: el de Roncesvalles, siete de la Biblioteca Nacional (el 2245, 3931, 4062, 4121, 4135, 4258 y 5566), el 156 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, de Santander, y el Eg. 1889 de la British Library. Pörtl ofrece índice de tres: el de Roncesvalles, el 4135 y el 5566 de la BNM. Los de Santander y Londres tienen índice en los respectivos catálogos; y lo mismo sucede con los restantes de la Nacional. No todavía el 17666, que contiene más poemas atribuidos a Cornejo en otras partes que los detectados por el P. Castro6. Nuestra intención ahora es restar un manuscrito, añadir otros cuatro a los ya conocidos, y hacer los correspondientes reajustes en la lista de poemas alguna vez ahijados a Cornejo, con el fin de distinguir los seguros de los atribuidos y apócrifos.
4Antes vamos a examinar de cerca el ms. de Roncesvalles, por si fuese posible sacar algo en limpio de las noticias que suministra Pörtl. El ms. R cuenta 195 folios. Pörtl, siguiendo a Seiffert, distingue en él cinco componentes, según los tipos de letra, que al estar entremezclados dan lugar a siete partes. En alguna de ellas consta el nombre de tres personas que proporcionaron los poemas. Pero también están mezclados los géneros, sacro y profano, serio y jocoso, así como las formas métricas; y, cosa importante, hay varios poemas repetidos, hasta tres veces, con diferencias notables. Todo ello acredita que se trata de un ms. colecticio, gavilla de fascículos copiados en distintas fechas, lo cual distingue este códice de otros que veremos, y que derivan de arquetipos ya dedicados monográficamente a Cornejo, con su obra bien ordenada. Semejante cartapacio, tardío y compilado de forma aleatoria, aunque fuese completo, tiene muy pocas probabilidades de ser seguro. Y en efecto, Pörtl, que llevado de su método neobédierista lo reproduce con extrema fidelidad, se ve forzado a adoptar signos especiales para señalar los numerosos errores del texto, cuya enmienda propone en nota. Por si todo ello fuera poco, este ms. contiene catorce poemas exclusivos (entre los mss. dedicados a Cornejo), lo que no es buena señal; y, cosa que no ha visto Pörtl, nueve poemas apócrifos, de autor conocido o publicados en libros muy anteriores: dos de Bocángel, uno de Esquilache, otro de Pérez de Montalbán, dos de Calderón y dos más de José de Saravia7 y Francisco Sáenz de Viteri, aparte uno impreso 32 años antes de nacer Cornejo. Unos y otros se encuentran en las partes quinta y sexta de R (tipos de letra 1 y 4, según Pörtl), que parecen menos de fiar. El tomo publicado abarca solo las cuatro primeras partes (ff. 1-84), más sus versiones variantes copiadas en las otras, con lo cual, en principio, los únicos poemas discutidos que contiene son los atribuidos a León Marchante, asunto que dejaremos para el final. Si ahora hacemos el recuento de R, excluyendo los apócrifos (a los que hay que añadir uno expresamente atribuido a una monja y un mote del conde de Salinas), contando como un solo poema la cabeza y mudanza de los de tipo letrilla o glosa, y lo mismo cada uno de los diez repetidos, la cifra total de poemas que podrían pertenecer a Cornejo en R es de 177. De ellos hay 71 impresos a nombre de León Marchante, más otros nueve que no figuran en sus Obras póstumas, pero que se le atribuyen en algún sitio. Aunque la autoridad de un códice no queda en entredicho cuando se disputa la paternidad de sus poemas sino cuando se demuestra su carácter apócrifo, de todas maneras la del manuscrito R, al menos en su conjunto, entre los errores, las repeticiones, los poemas apócrifos, exclusivos y dudosos queda bastante malparada.
- 8 Cinco de las letrillas de Eugenio Coloma, sacadas de sus Obras impresas, constituyen un ms. de 8 pá (...)
5El ms. 4121 de la BNM ostenta el siguiente lomo: «M. S. nº 30. Varias poesias de Cornejo». En fol. 1, con letra distinta de la usada en el texto, y aprovechando el blanco antes del epígrafe «romance», pone: «Varias poesias del celebre Pe. Cornejo». Con razón Pörtl sospecha que se trata de un error, ya que ni el estilo ni los temas coinciden con la restante poesía de Cornejo, y ninguno de los poemas contenidos en este ms. se encuentran en los demás. En efecto, hemos descubierto que el texto y orden de los poemas coinciden exactamente con los de las Obras pósthumas de Poesía de Eugenio Coloma, libro recopilado por el primer organista de la Capilla Real, José de Torres, e impreso en Madrid: Imprenta de la Música, 1702. El libro termina con la única poesía dejada fuera por el copista: «Acto de Contrición», en endecasílabos blancos, que ocupa las pp. 191-195: «Señor Dios, Criador, Redemptor mío» (100 versos con ladillos de citas bíblicas). Como no se menciona en los diccionarios ni en las historias de la literatura, recordaremos que Eugenio Martín Coloma y Escolano nació en Madrid en 1649. Fue caballero de Calatrava, fiscal de la Junta de Obras y Bosques, ministro del Consejo de Hacienda y del Consejo Supremo de Castilla durante el reinado de Carlos II, aunque en un momento dado cayó en desgracia y fue desterrado de la corte. Siendo oidor de la Chancillería de Valladolid en 1677 presidió allí una academia poética. Se hizo sacerdote y murió también en Madrid en 16978. Por qué su obra poética ya impresa pudo ser objeto de una copia esmerada que acabó atribuida a Cornejo, con quien nada tiene en común, es algo que se nos escapa por completo, pero esto último no deja de ser significativo de un hecho: a comienzos del xviii se sabía que había quedado inédita la obra poética de un clérigo ingenioso y vergonzante, así que era fácil atribuirle cualquier texto huérfano que encajara en el esquema. El caso se va a repetir con poemas aislados.
6Pörtl, al final de su edición, ofrece un Catálogo de la poesía de Cornejo, compuesto por los primeros versos de todas las atribuciones que llegaron a su noticia. En la lista parece haber 333 poemas, pero son algunos menos, ya que Pörtl computa como distintos los motes o estribillos y sus glosas; según nuestro cálculo serán 295. Si suprimimos los diez apócrifos de R, y los 85 del 4121 de la BNM, quedan 200, cifra más manejable y puesta en razón; algo la acrecientan los nuevos mss. integri que hemos localizado, cuya descripción vamos a dar:
7BM. Obras poéticas m. s. del Revmo. y Illmo. señor don Fray Damián Cornejo, Obispo de Orense, que también compuso la Chrónica de nuestro Padre san Francisco con el açierto que es notorio. 340 pp. numeradas a lápiz + 5 en blanco; encuadernación en pergamino. Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, nº 405, sign. 23 / 4 / 2 (cuando estaba en Madrid). Procede de la biblioteca de Medinaceli, nº 145. Contiene poesía religiosa hasta la p. 56. El resto es la humana, mejor agrupada según las formas métricas silvas, sonetos, décimas, no tanto en redondillas, quintillas y romances. Termina con una «décima en alabanza del autor» («De Apolo en la facultad»), p. 316. El epígrafe de la silva de consonantes «Yo un ermitaño pobre si contento» reza: «Melancolías del año 1643. María Manchega», fecha que coincide con la del ms. 4135 de la BNM. Si es correcta, data de cuando Cornejo tenía 14 años. Total: 96 poemas, ninguno repetido. Un único apócrifo: «A Pascuala dixo Bras». Aporta tres poemas a la lista de Pörtl: el sermón de pareados burlescos «Per signum crucis de avara», y los romances «Un cojo soy, señor mío» y «Válgame doña Thalía».
8RM. Obras del Pe. Cornejo. Asumptos sacros. 113 folios de 210 x 150 mm. numerados a lápiz. Letra uniforme del siglo xviii; encuadernación moderna en piel color borgoña. Al principio y al final lleva la advertencia: «Soy de Joseph Anttº García, cura de Barbolla». En la hoja de guarda se lee: «Algunos versos son demasiado alegres, hay juegos de palabras, algún equívoco». Sigue una rúbrica. Biblioteca de la Real Academia Española, E-39-6654. Perteneció a Rodríguez Moñino. La poesía sacra llega al f. 30. Luego comienzan las Obras del Pe. Cornejo asumpto humano. Tiende a juntar los poemas de igual asunto. Epígrafes expresivos. Fecha, en f. 22, «Otro romanze que se cantó en Alcalá, año de mdclxii» («Un corcovado poeta»). Total: 110 poemas, uno apócrifo, que es el mismo del ms. anterior, y ninguno repetido. Termina en f. 113 con el «Juicio de vn Aficionado. Dézima: Este libro bien mirado / Es precito en conclusión, / Pues si empieza en contrición / Al fin acaba en pecado: / Judas es pintiparado, / Buen principio y mal remate, / Y assí a la fin se retrate / De sus graciosas desgracias, / Para que entre tantas gracias / En gracia de Dios remate». En 113v, hay todavía otra décima que replica a la anterior manteniendo casi todos los consonantes: «Si bien hubieras mirado», etc. Aporta un poema a la lista de Pörtl: «Per signum Crucis de avara» (f. 106), ya presente en BM.
9P. Obras poéticas del padre Damián Cornejo. Manuscrito 647 de la Biblioteca Pública Municipal de Oporto (nº 629 en el Catálogo da Biblioteca Pública. Índice preparatório, 6º fascículo = Literatura, Porto: Imprensa Civilisação, 1893, de Eduardo A. Allen). Encuadernación en pergamino; letra que podría ser del siglo xvii. 301 páginas, de 210 x 145 mm., que incluyen dos de índice y antes dejan dos grupos en blanco entre pp. 131 y 143 y entre 279 y 299. Entre las pp. 1-71 contiene 15 poesías atribuidas a Cornejo, de ellas una apócrifa, obra del conde de Salinas o de Antonio Hurtado de Mendoza, y dos privativas: «De la villa vino Antón» y «Tierno ruiseñor que lloras».
10MB. Obras poéticas manus. del Revmo. Padre Fr. Damián Cornejo. Autor de la Chrónica de N. Pe. Sn. Francisco. Año de mdccxxxii (título encerrado en una orla). Lo adquirimos al librero Luciano Navas en 1993. Manuscrito tal vez formado por Manuel Martín Benito, cuyo nombre ocupa la hoja de guarda; más tarde perteneció a Luis Suárez, hijo del editor Victoriano Suárez. 132 fols. de 200 x 145 mm., repetido el 7 y perdido el 129, por lo que el 130 comienza con «La púrpura y la nieve», verso interno de la endecha «Bellísimo Narciso». Los fols. 99v y 100 se dejaron en blanco por error, pero luego se puso en ellos estas dos palabras: «Nada falta». Letra uniforme; encuadernación moderna en holandesa. Los asuntos sacros llegan al f. 34. En el 35 comienzan las Obras del P. Cornejo. Asumpto humano. Agrupa mejor la poesía profana que la sacra, primero silvas, sonetos, décimas, y luego ya mezclados. Total: 110 poemas, sin repetidos y con un solo apócrifo, también presente en BM y RM. Aporta a la lista de Pörtl el mismo poema que RM: el sermón burlesco «Per signum Crucis de avara» (f. 123).
- 9 Marañón, 1993. El texto deja algo que desear en varios casos.
- 10 Marañón, 1996-1998. Da variantes de los códices de la BNM, sin estudiar su relación.
- 11 Según el epígrafe de uno de ellos en el ms. 2244 de la BNM, f. 55, hubo otra réplica en prosa por p (...)
- 12 Carreira, 2007.
11En 1993, Miguel Marañón publicó diecinueve «Sonetos satíricos atribuidos a Damián Cornejo en los mss. de la Biblioteca Nacional de Madrid»9. Todos ellos están en la lista de Pörtl, y, excepto uno, figuran en varios mss. nuevos; dos están impresos en las Obras de León Marchante (vol. III), y otro se le atribuye en el ms. 4135 de la BNM. Si ponemos en juego el concepto de estilo, tan socorrido en estos menesteres, no hay gran dificultad en aceptar que los 19 sonetos son de Cornejo; lo que no está tan claro es que todos sean satíricos, pero eso ahora no importa. Cinco años más tarde, el mismo investigador publicó «Otro testimonio manuscrito de una serie de poesías escatológicas atribuida a Damián Cornejo»10. Se trata de cuatro poemas que presentan un rifirrafe entre una monja y un fraile que «estando en vn locutorio de monjas le vino vna correnzia y soltó las bragas», según el epígrafe del ms. 2245 de la BNM. La monja habría escrito tres décimas llamando puerco al fraile, este responde con cuatro, replica la monja en un ovillejo y termina el fraile con otro también más largo11. En este caso Cornejo tiene un competidor, de fama asimismo turbia: el padre Juan de Avellaneda, a quien envuelve en la refriega el ms. 2244 de la BNM, que contiene los dos poemas del fraile, no los de las monjas. Avellaneda, fraile jerónimo y catedrático del Colegio de Guadalupe en Salamanca, es autor de la Fábula de Dido y Eneas, pero también disputa poemas atrevidos a otro ingenio del que nos hemos ocupado recientemente: el jesuita y luego canónigo Juan de Ibaso Malagón12. Aunque es cierto que parecen más numerosas las atribuciones a Cornejo, no es posible zanjar el pleito monjil, porque está sin hacer la filiación de los códices y, por otra parte, los cuatro poemas de marras pueden ser perfectamente ficción de cualquier versificador desocupado. En cambio, si se admite la historicidad del suceso y sus consecuencias literarias, habría que preguntarse de qué manera circularon esos poemas para luego acabar, juntos y en orden cronológico, en dos mss. de la BNM, cosa difícil de responder, tratándose de insultos y groserías reales. Lo único que se puede decir en abono de la hipótesis es que los poemas de la monja son deplorables desde cualquier punto de vista, mientras que los del fraile, aunque desvergonzados, muestran cierta habilidad. Recuérdese, sin embargo, que ninguno de ellos figura en los cuatro mss. integri de que acabamos de dar noticia. Como por otra parte no hay en la obra conocida de Cornejo nada de lenguaje tan directo, ni tan falto de su característico humor, lo prudente será relegar tales poemas al limbo de las atribuciones.
12Queda tratar del asunto más delicado: los poemas indistintamente atribuidos a Cornejo y Manuel León Marchante. Este autor nació en Pastrana en 1631, estudió en Alcalá de Henares y se graduó de maestro en Artes en 1653; ordenado de sacerdote, fue capellán del rey, racionero de la iglesia de San Justo y Pastor (santos a los que dedicó una comedia), desde 1661 notario y comisario del Santo Oficio en Toledo, en cuyo Convento de la Santa Fe tenía una prima monja, llamada Margarita, con quien coqueteó en verso y prosa. Murió en Alcalá en 1680. Según La Barrera:
- 13 La Barrera, 1860, p. 212a. Véase también Catalina García, 1899, pp. 240-250.
De festivo y agudo ingenio, compuso algunos sazonados entremeses... Infatigable autor de relaciones y coplas de ciego, de villancicos, glosas, jácaras, chambergas y seguidillas; a pesar de haber entregado al fuego sus versos poco antes de morir, prontamente obedecido en esto por un religioso que le asistía, dejó, no obstante, ya impresas gran número de sus composiciones y otras muchas inéditas en poder de amigos y de curiosos papelistas. Recogidas años después por “un su aficionado”, salieron a luz en los de 1722 y 1733.13
13En vida de Marchante se imprimieron entremeses, sainetes, bailes, loas, jácaras y villancicos suyos, en folletos volanderos, muchos de ellos perdidos. Las Obras poéticas pósthumas se publicaron en tres volúmenes, de los cuales el tercero, sin que se sepa por qué, carece de portada y termina abruptamente en la página 184 en los ejemplares conocidos. Tanto el privilegio real como las aprobaciones del segundo se refieren a dos nuevos tomos, y a la posible reimpresión del primero, que no parece haberse realizado. La aprobación del doctor don Joseph Xavier Rodríguez de Arellano tiene interés porque alude a las dudas que algunos de estos poemas pudieron suscitar:
- 14 León Marchante, 1733, f. ¶ 3v-4.
El Tomo Primero de este Author venció con fortuna el ceño con que se mira regularmente lo pósthumo... En toda Obra Pósthuma ay el recelo de que por adopción violenta y clandestina se llame parto propio del Author lo que es ageno concepto. En estos Libros no hallo lugar a riesgos de esta Classe... O no hemos de creer suya ninguna Obra, o confessar que estas lo son, viendo que el estilo es igual, la serie de los equívocos sin ninguna decadencia, una misma la armonía y todos los números sin desigualdad sonoros... De este antecedente infiero que, aunque ay algo en estos Libros que se havrá leído en otros, allí estaba con violencia, y aquí, como en casa de su Dueño... A estos riesgos está expuesto lo pósthumo, y algunos manuescritos del Maestro han padecido este trabajo; por lo que debemos agradecer la piedad de esta Impressión, donde se da a cada vno lo que es suyo, y queda el Maestro en possessión de sus felices fatigas.14
- 15 La jácara «Periquillo el de Madrid», figura, en efecto, en las Obras varias de Cáncer, impresas en (...)
14De los párrafos transcritos se deduce que por las mismas fechas circulaban ya manuscritos donde obras que a juicio del aprobador eran de Marchante se veían atribuidas a otros ingenios. Claro es que si las de estos se hubieran impreso, podría haberse dicho lo mismo. En cualquier caso, para nuestros fines resulta útil tener una idea de las Obras poéticas pósthumas como edición. Lo primero que se debe advertir es el predominio absoluto de la lírica sacra, en sentido lato. En el primer volumen ocupa las primeras 128 páginas, y algunas de las finales. En medio quedan unas 80 de poesía profana, antes de la parte dedicada a comedias y entremeses. En el segundo, la poesía sacra ocupa la totalidad de las 384 páginas. En el tercero, de solo 184, la poesía profana ocupa 97, y el resto es obra dramática. La poesía sacra de los tres tomos suma, por tanto, unas 515 páginas, casi el triple que las 180 de poesía profana. Y en efecto, León Marchante aparece como uno de los más fecundos villanciqueros de su tiempo, tanto o más que sor Juana o Pérez de Montoro: en el segundo volumen, los villancicos, que a su vez ocupan los dos tercios del espacio, van organizados cronológicamente, desde 1651 hasta 1680, con copia de datos circunstanciales en los epígrafes. Pero también dentro de cada categoría los temas sirven para agrupar poemas, de manera más sistemática en el segundo volumen que en el primero. Villancicos de negros, gitanos, gallegos, vizcaínos o portugueses, en metáfora de esto o de lo otro, y sin que falten varios en latín macarrónico, echan mano del arsenal del conceptismo sacro vertiéndolo en moldes de gran variedad métrica. Muchos consta que fueron cantados en distintas festividades. El texto, en general, es bueno, sin apenas erratas. El único poema apócrifo que hemos detectado es la Canción real a san Jerónimo (vol. I, p. 60), que entonces se atribuyó a distintos ingenios y hoy se considera obra segura de Adrián del Prado. En el tercer volumen se publica un apócrifo también presente en mss. de Cornejo, y que no puede pertenecer a ninguno de los dos por haberse impreso en 1597, como antes se dijo. A pesar de ello, el responsable de la edición era alguien cuidadoso y bien informado, como demuestra que en el segundo volumen se mencionan, pero no se insertan, poemas ya incluidos en el primero, y en el tercero, dentro del Entremés del passeo al río de noche, se hace la siguiente advertencia: «La siguiente xácara se halla en las Obras de don Gerónimo Cáncer: cántanla entre las dos alternando cada una su copla» (p. 107)15. Y desde luego, dada la cantidad de poemas que contienen las Obras pósthumas, la calidad de su texto y los pormenores de sus epígrafes, no es aventurado suponer que los papeles quemados por orden de Marchante moribundo no fueron muchos ni muy significativos.
- 16 De ser acertado el epígrafe de «Oye, tarazón de fraile» en el ms. 477 de Toledo, p. 352, lo habría (...)
15Marchante y Cornejo tienen mucho en común: nacidos en torno a 1630, estudiaron y vivieron bastante tiempo en Alcalá, uno era cura, el otro fraile, ambos defensores de la Inmaculada Concepción y tentados de las musas; no sabemos si fueron amigos o rivales, pero es imposible que no se conocieran16. Las diferencias entre ellos son asimismo notables: Cornejo se hizo profesor, enseñó materias graves, desempeñó cargos de importancia en su orden, cuya crónica escribió, y llegó a obispo. Es, pues, un poeta ocasional frente a Marchante, hombre de letras profesional, aunque clérigo más humilde. Marchante escribió muchos versos, e imprimió no pocos, pero, tres años más joven que Cornejo, murió veintisiete años antes, sin llegar a los cincuenta. Solo en las primeras décadas del siglo xviii parece haber renacido el interés por ambos poetas. Puesto que los poemas circulaban inéditos, con temas y estilo similares, nada más natural que encontrarlos entremezclados. Aunque sea someramente, intentaremos estudiar lo que los distingue, atendiendo a su obra segura. De Marchante hay materia en exceso. De Cornejo lo aconsejable será elegir una especie de común denominador entre los manuscritos monográficos, es decir, aquellos poemas cuya autoría nadie disputa y que están atribuidos al menos en cuatro códices fidedignos: unos 65 en total. Con un filtro así de estricto, en la edición de Pörtl, que da a conocer unos sesenta poemas, sólo diecinueve serían de Cornejo.
16Antes es necesario aclarar algo el enredo de los 71 poemas compartidos por Cornejo y Marchante. Porque las atribuciones no siempre son lo que parecen. Las de ciertos manuscritos bien podrían basarse en las ediciones de Marchante. Tal vez sea el caso del ms. 477 de la Biblioteca Pública de Toledo, que da como de Cornejo dos poemas, uno incluido en el tercer volumen de Marchante, mientras que a éste le asigna otros diecisiete alguna vez atribuidos a Cornejo; pero resulta que todos ellos fueron publicados en las Obras pósthumas de Marchante, y aunque pueden ser suyos, el ms. no refuerza la atribución mientras no se compruebe que el texto no deriva del impreso. Algo similar cabe decir del ms. 17666 de la BNM, misceláneo, que ahíja al maestro León dos poemas también aparecidos en sus obras y otro inédito. Dos integri cornelianos de la BNM muestran un comportamiento inverso: el 4258, que asigna a Marchante seis poemas impresos y un inédito; y el 4135, de criterio independiente, pues le atribuye un solo poema impreso y nueve inéditos.
17Veamos ahora el estilo de nuestros poetas. Empezaremos por León Marchante. En el segundo volumen de sus Obras, pp. 353-368, tras el aluvión de villancicos, y buen número de poemas a san Diego de Alcalá, san Francisco y otros, hay no menos de 26 poemas (romances, letrillas, seguidillas) dedicados a santa Clara. Varios aluden a hechos de su vida, como su encuentro con san Francisco, y en uno de ellos, al hablar de su mocedad, dice:
Casarla quiere su padre,
y la niña su crianza
para ser casta ordenó,
pero no ser para casta (p. 356).
- 17 Véase la letrilla «Sin ser juez de la pelota»: «Que a todos los forasteros / provea de virginidad, (...)
- 18 «No juzgó el Maestro Don Manuel de León que los [versos] suyos avían de imprimirse, ni salir a luz (...)
18El chiste basado en la bisemia, que se encuentra ya en Quevedo17, aparece en otro poema, porque Marchante no tiene reparos en repetirse18:
Sus parientes a porfía
con intención burda y basta,
la casaban cada día,
mas por ser casta decía
que iba huyendo de su casta (p. 363).
19El máximo atrevimiento a que llega Marchante se puede ver en esta quintilla, a vueltas con el mismo episodio:
Desde muy niña ofreció
observar la castidad;
dicen que lo consiguió,
pero también es verdad
que una noche se salió (p. 365),
expresión de apariencia procaz alusiva a la fuga que santa Clara hizo de su casa paterna. Si se lee la Obra de Cornejo en la edición de Pörtl, sorprende encontrar el mismo concepto —no explicado por el editor— en unas «Quintillas de ciego a santa Clara»:
Queriéndola dar marido
el padre que la crió,
dijo: siendo Dios serbido
para birgen he nazido,
pero para casta no (Pörtl, 1978a, p. 127).
- 19 El retruécano sobre casta reaparece en un poema bastante insulso de 1689 atribuido a Cornejo en dos (...)
20El poema, que comienza «Hoy mi devoción aclama», figura en el índice de primeros versos con ocho mss. contestes en atribuirlo a Cornejo. Lo que no ha visto Pörtl es que está impreso en el segundo volumen de Marchante, p. 364. Es un testimonio contra ocho, sí, pero el concepto, el grupo del que forma parte y otros detalles confirman, a nuestro juicio, que es uno más entre los poemas del maestro León, cuyas gracias son muy de sacristía: «vna virgen que fue dama / de san Francisco y se llama / lo que no es hiema en el huevo», o «a mí me tiene aturdido / ver que esté tan esparcido / quien del cascarón no sale», perífrasis supuestamente ingeniosas para evitar el nombre de Clara, son dos ejemplos de esa búsqueda del retruécano cueste lo que cueste, casi como si se tratara de impromptus o arte efímero19.
21Otra de las audacias características de Marchante consiste en aplicar a cuestiones piadosas el lenguaje de las jácaras, o de los vejámenes, con esa típica familiaridad de quien, no teniendo la menor fisura en la propia fe y suponiendo otro tanto en sus oyentes, puede permitirse todo tipo de bromas, a sabiendas de que los dogmas y las leyendas del cristianismo salen incólumes. Cuando María Magdalena encuentra a Cristo resucitado, «Tocarle quiso, mas él / la aparta, que aunque era fina, / de mírame y no me toques / estaba Christo aquel día» (p. 274), peregrina forma de enfocar el Noli me tangere evangélico. León Marchante no desaprovecha la menor ocasión de encajar un refrán o una frase hecha: la Virgen es, así, «quebradero de cabeza» para el diablo (p. 281), y en una jácara, definiendo a María, llega a decir que fue «la que a vista de aquel ángel / que es de Dios la fortaleza / pudo con una palabra / dar con todo Dios en tierra» (p. 277), concepto que reaparece en otro romance a la estrella de Belén: «Les dio a tres Reyes aviso / como con un Rey Supremo / luchó una noche el Amor / y dio con él en el suelo» (p. 235). Al relatar la vida virtuosa de san Gil Abad, añade: «y quando con Dios hablaba / echaba por essos cerros» (p. 315), cliché que repite en otra jácara acerca de san Juan Bautista: «Metióse a predicador / y quizá tuvo buen zelo, / mas siempre que predicaba / echaba por essos cerros» (p. 308). Después de decir que «andaba toda la vida / por las montañas en cueros», cuenta como va al palacio de Herodes Antipas: «Fue a predicar a palacio / y no se le hizo de nuevo, / que estaba bien enseñado / a predicar en desierto» (p. 309). Las frases hechas pueden ser incluso fuertes, porque la fe lo santifica todo: según la leyenda, santa Clara hizo frente a un ataque sarraceno con solo sacar la custodia. He aquí la versión picaril de Marchante: «Vna vez que ciertos moros / el monasterio assaltaban / le defendió muy en forma / solo con sacar la Blanca» (p. 362), una blanca impresa con mayúscula. Otra versión de lo mismo, que suena aún más desgarrada: «Vn moro escuadrón talando / entró en su convento, y visto / por ella el crimen nefando, / los hizo salir rodando / con solo un Cuerpo de Christo» (p. 365). Esta salida de tono reaparece en unas quintillas que le disputa Cornejo, puestas en boca de «Un jurador arrepentido»: «Si en el alma, soberano / tan solo vn bocado he visto / que ha de comer vn christiano, / ¿dónde con tan corta mano / se da el Pan, Cuerpo de Christo?» (I, p. 180). El colmo se encuentra en un vejamen al sacramento de la Eucaristía: «Dícenme que sois muy hombre, / y aunque esto el mundo lo sabe, / no sé qué diga de quien / dexa que vivo le traguen» (II, p. 268). Estos chistes llamaban la atención, sin duda; otros son malos o desvaídos: así el que hace en unas seguidillas a san Francisco: «Por los campos anduvo / descalzo siempre, / aunque no tuvo cosa / de pisa-verde» (p. 328). O el que aplica a san Juan de Mata: «De san Juan las virtudes / mi voz celebre, / pues de todos los vicios / fue el mata-siete» (p. 328). Uno de los peores es el de san Lorenzo en el martirio: «Daca el oro de la iglesia, / le decían, y él constante, / oraba a Dios, mas con ellos / no hubo remedio que orasse» (p. 333), retruécano tan pobre que casi pasa inadvertido, como aquel en que se burla de su propia facundia: «Quando llegué a la capilla, / tenía las manos tan llenas / de versos, que de papeles / cada mano hará una resma» (p. 305). Nada de esto importa, porque Marchante ya toma las precauciones de hablar en tono de ciego, de jaque, de sacristán o de nubero, con lo cual frioneras e irreverencias quedan justificadas. Que no todo el mundo estaba de acuerdo con su estética lo prueba este epígrafe: «Motejó un religioso al maestro León que quanto escrivía era jocoso y nada serio; y se desempeña en vnas octavas que contienen la Theología Mística y se las remite con esta décima: Si mi musa, por jocosa, / fastidia a su reverencia, / y la juzga en su conciencia / que es musa muy perniciosa / y por esso indecorosa / al que yo professo estado, / aquí de desengañado / le doy testimonio fiel, / y verá en este papel / que soy León Coronado» (II, p. 379). A la décima contrita siguen, en efecto, las octavas místicas, y a estas el «Acto de contrición delante de un Crucifixo», remate del volumen, que es el romance «Vn pecador soy, Dios mío», también atribuido a Cornejo. Los recursos que usa Marchante en sus villancicos son distintos: mucho menos ingenio verbal, más música y variedad métrica, personajes risibles, y una tendencia mayor al entremés serían las características fundamentales.
22En la poesía profana que escribió, comparativamente escasa, muestra una agilidad algo menor. Algunas de sus agudezas recuerdan las anécdotas chuscas que, según el prologuista del primer volumen, habría protagonizado. Esta, por ejemplo:
Ajustando vna libra de fruta en el Mercado de Alcalá, preguntó a vna mozuela que la vendía quánto valía la libra, a que respondió que quatro quartos; y aviéndola dicho la pesasse, se introduxo a conversación, por cuyo remate la daba tres quartos; a que replicó la mozuela: Ya le he dicho, señor Licenciado, que vale quatro; y él se disculpó diciéndole: Avía juzgado que la mucha conversación era causa de menos-precio (f. ¶¶ 6).
- 20 Véase Arellano y Zugasti, 1993.
23Si la anécdota es real, estamos ante una de estas personas ocurrentes e incapaces de perder la ocasión de exhibir su ingenio. Su poema profano más famoso es la Relación de los toros que corrió la villa de Meco, en silva de consonantes, impresa en pliego suelto y elogiada por Calderón20. El romance «Desde el infelice día» (I, p. 161), habla de un viaje en una mula flaca: es una sucesión de gracias, alguna basada en la hipérbole, como esta, de estirpe quevedesca: «Alentóse a tirar coces, / y como estaba tan flaca, / se le disparó vna pierna, / y fuy por ella a Xarama» (I, p. 162). Incluso bromea con su condición de inquisidor: «Otros, que lo Comissario / me olieron, decían: Guarda, / por la Inquisición sin duda / sale esta mula en estatua» (I, p. 163). Más abajo se burla de un hidalgo que hace camino con él y lo marea leyéndole su ejecutoria. En los últimos versos nos enteramos de que el romance es una epístola, pues termina con recuerdos a los amigos, fecha y firma: «Oy viernes, a diez de octubre, / el Poeta de la Alcarria» (I, p. 165). Algunas redondillas picantes parecen haber sido repentizadas (p. 168), y no podían faltar las glosas dificultosas en décimas. También se mete en asuntos escatológicos, siempre dentro de un orden: «Aviendo tomado vna purga el autor», romance maloliente (I, p. 165), «A vna dama melindrosa que la echaron sanguijuelas» (I, p. 166), y la chamberga titulada «Relación de la singular estratagema con que el Rey Pedonio se libró de la estrecha prisión en que le tenía el bárbaro Polifemo» (I, p. 173); Marchante, en resumen, rodea la zona peligrosa pero no entra en ella. Dentro de los pocos poemas serios, uno de los más tempranos (presumiblemente anterior a 1643) será esta décima «Aviendo desterrado a don Francisco de Quevedo a S. Marcos de León»:
En San Marcos de León
está el insigne Quevedo,
del Conde con mucho miedo
y poca satisfación:
la causa de su prisión
pierde el más lince de vista,
mas vn colegial artista
(que en discurrir no son parcos)
dixo: Quevedo en San Marcos
está por evangelista (I, p. 192).
Es quizá el único caso en que Marchante se anima a tocar de lejos la política, y por él vemos que el nombre de Quevedo acabó beneficiándose con la atribución de un memorial cuyas verdades, si lo son, no salieron de su pluma.
24Veamos ahora cómo funciona Cornejo. Dentro de la altura muy modesta que puede alcanzar esta poesía, hay unos cuantos ejemplos de imágenes valiosas o poemas logrados de autoría indiscutida. Varios manuscritos comienzan con uno de ellos, cuyo epígrafe acredita ser obra de un fraile: «Pintura de un pueblo a donde zierto religioso fue a pedir el agosto» (lugar llamado Madrigales, o Arquilla, según los mss.): «Oye, Catuja, dulce hechizo mío». En R se aclara que esta Catuja era una monja su devota; en otro momento le llama Fenisa. Lo que importa es el desparpajo con que el fraile describe el lugarón, con casas medio caídas, calles peligrosas, gentes bárbaras. La irrisión llega al clímax al pintar la iglesia:
El templo, cuya puerta está en la plaza,
no es nada bueno, mas ni tiene traza,
y a pensar he llegado,
biéndole todo tan desbaratado,
que Jesuchristo en él está aburrido
y por estar zerrado no se ha ido...
Hay de bulto una ymagen que no creo
que virgen sea, porque yo la beo
toda mui mal parada
y a poder de desuellos descarada...
En fin, virgen de bulto fue en su origen,
mas ya no es más que el bulto de la virgen.
Yo no la reço, porque fuera ynsulto
que un hombre como yo reçara a bulto...
Pues la cruz es tan mala e yndevota
que abía de estar puesta en la picota (Pörtl, 1978a, p. 80).
25El tono, muy desenfadado, no afecta unción como el de Marchante, sino que es demoledor. Sigue hablando así de la posada, el aposento (al que denomina «culo del mundo»), cuyos vecinos son un puerco y un pollino, la comida, en la que el pan es «susto de muelas, ruina de colmillos»; al servirle la olla comenta: «curioso pregunté por el tocino, / la huéspeda me dijo: No en mis días, / que no hechamos acá esas porquerías». Hay, pues, en el mejor Cornejo un elemento esencial que no aparece en Marchante: la ironía. También la reflexión metapoética, visible en la «Pintura de una dama»; sirva como ejemplo este fragmento:
La nariz con bellísimos matices
(aunque yo entiendo poco de narizes)
es blanca y afilada;
allá ba ese concepto que no es nada,
y por mi fee que dudo
que ninguno le diga más agudo,
afilado lo an dicho asta oy muy pocos,
no sé si el conceptillo tiene mocos,
y si los tiene no me da cuydado,
pues bendrá a ser con eso más sonado (Pörtl, 1978a, p. 96).
26Con estos se puede poner el soneto «Casó de un arzobispo el despensero», muy difundido en manuscritos. En los poemas en arte menor destacan las quintillas «De un doctor y un sacristán»:
El sacristán, ¡qué desmán!,
el doctor, ¡rara locura!,
se agasajan con afán,
porque entiende el sacristán
que el doctor le a de hacer cura...
Correspondencia cortés
siempre entre los dos se estila;
vien claro se muestra, pues
si luce el sacristán, es
porque el doctor despabila (Pörtl, 1978a, p. 67).
- 21 Cree que despabilar «heißt wörtlich: das Licht vom Docht (einer Kerze) ausmachen» (‘significa liter (...)
27Dilogía, la primera, derivada de una famosa letrilla de Góngora, e imagen la segunda que forma un complejo concepto, que Pörtl entiende solo a medias21. También es notable el símil que aplica a un borracho en otra composición: «Meciéndose parecía / que pollos yba atajando» (Pörtl, 1978a, p. 55). Cornejo no esconde sus debilidades eróticas. A una amiga monja le dice: «… este fuego que se exsala / más me ynclina y me condena / que a una religiosa buena / a una pecadora mala», a lo cual ella le responde con la letrilla «Acavóse el amistad». De lo mismo tratan dos sonetos: «Cómo quieres, Anarda, que sea casto / quien miró de tus piernas el echizo» (ms. MB, f. 53v), y el más llamativo en este terreno: «Ya no puedo vivir si no me capo», donde confiesa sin el menor rebozo que se dedica a nevar camisas (ms. MB, f. 53v). Algo parecido le sucede en el largo romance titulado «Sueño jocoso» (ms. MB, f. 80). Pero la pieza maestra es el soneto «Esta mañana en Dios y en hora buena», que describe lacónicamente su concierto y cópula con una moza de partido. También son características de Cornejo las parodias de un poema de Calderón, un soneto y una décima en que toma el pelo a su zapatero. De contenido fuerte es la décima «Don Juan, no tengo por bueno», donde acusa de homosexualidad a un fraile italiano y avisa del peligro a un galán español (ms. MB, f. 66). Falta, por último, hablar de su poesía religiosa. Entre los poemas no disputados están unas «Letras al Santísimo Sacramento en metáfora de una carta». En la primera es el esposo quien escribe al alma. Luego esta le responde en las coplas «A vos, dueño de mi vida», que contienen estas dos estrofas:
Que os carteáis con todo el mundome dizen, y es cierta cossa,
pues todo quanto tenéis
hecháis en ostias...
Grande hazienda me havéis dado,
mas yo soi tan gastadora,
que lo e consumido en un
abrir de boca (Pörtl, 1978a, p. 140).
28El primer desgarro resulta inocente con solo recordar que las cartas se cerraban con obleas; el segundo es mucho más claro. En otro poema de tono jacaril llama a Jesucristo: «el bravo del cielo / disfrazado de valiente» (p. 134), y en unas quintillas navideñas aparecen Judas y Herodes como «señores de horca y cuchillo» (p. 142). Esas agudezas e imágenes, y otras por el estilo, están más cerca de Marchante que del Cornejo que hemos analizado, ya que Marchante trata temas serios, incluso sacros, con apariencia ligera, mientras que Cornejo tiende a tratar temas ligeros con apariencia seria. No sería filológicamente correcto despojar a Cornejo de tales poemas, que hasta donde sabemos nadie reclama. Pero también hemos de pensar en qué medida lo “filológicamente correcto” es aplicable a una transmisión textual tan peculiar y embrollada como la de estos dos poetas.
29A modo de conclusión vamos a exponer, con toda cautela, algunas conjeturas: si fuese cierto que la poesía de Cornejo es obra de juventud, y que una vez convertido en cronista de su orden, guardián de convento u obispo no volvió a tener trato con las musas, es posible aceptar que le pertenece la poesía más sincera y llena de nervio sobre asuntos casi siempre humanos. En cuanto a la que circula a su nombre y en algún lugar se atribuye a Marchante, lo más probable es que sea de éste, sobre todo la incluida en sus dos primeros volúmenes, no tanto la del tercero. Queda, por último, la escasa poesía sacra atribuida solo a Cornejo; en ella, mientras no se hayan explorado y filiado multitud de manuscritos que la pueden contener, lo más prudente será poner un signo de interrogación.