- 1 Véanse el análisis que hace Yves Águila sobre la importancia del poder en la obra de Carlos Fuent (...)
- 2 Un cargo peculiar, jefe de la policía nacional o federal, ya protagonizado en La silla del águila(...)
1« El poder es sólo el ejercicio de la necesidad, la máscara de la virtud y el azar de la fortuna » (Fuentes 2008 : 451). Ésa es la definición del poder propuesta por un Maquiavelo ficticio, narrador en primera persona por tan sólo dos páginas de la novela La voluntad y la fortuna de Carlos Fuentes. Precisamente, el título de esta novela se debe a los « tres pilares del pensamiento político de Maquiavelo », según el autor (Berasategui y Fuentes 2008 : 449), que son la voluntad, la fortuna y la necesidad. A lo largo de su carrera literaria, este escritor siempre se ha propuesto penetrar en las redes del poder mexicano. En cuanto al nivel político, se destacan las novelas La cabeza de la hidra (1978) o La silla del águila (2002). En cuanto al nivel económico, creó unos arquetipos hoy en día famosos del poder mexicano machista que son Federico Robles (La región más transparente, 1958), Artemio Cruz (La muerte de Artemio Cruz, 1962) o Leonardo Barroso (La frontera de cristal, 1993) a la vez empresarios y políticos. Pero si antes presentaba siempre el poder económico como estrechamente dependiente de los mecanismos del PRI y de su gobierno1, hoy renueva esta visión junto con la evolución del poder en México. La desaparición del partido único y el nacimiento de una oposición política, así como la globalización desenfrenada, en particular desde la apertura a nuevo mercados con el ALENA, han fortalecido en México una élite económica, cada más autónoma, influyente y poderosa. Siguen sobresaliendo figuras determinadas que persiguen un solo objetivo ya analizado por Octavio Paz, « ser el mero mero », el « chingón » (Fuentes 2009 : 35). De esta forma, las dos últimas novelas de Carlos Fuentes, La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009), coinciden en un mismo tema común, reflexionar sobre la repartición del poder en México en el siglo XXI. Se trata también de proponer una definición plural y completa del poder. Por ejemplo, el narrador-personaje de La voluntad y la fortuna prepara su tesis de Derecho sobre Maquiavelo, y su larga investigación es el pretexto del autor para reflexionar sobre todas las facetas del poder. Este poder se personaliza una vez más a través de unos arquetipos renovados. Max Monroy (en La voluntad y la fortuna) y Adán Gorozpe (en Adán en Edén) son dos magnates financieros en la cumbre del poder. A lo largo del relato, se demuestra cómo consiguen instrumentalizar a los políticos para su propio enriquecimiento y su gloria personal. Habrá que reflexionar sobre este nuevo papel desempeñado por los magnates ficticios. El presidente Carrera en La voluntad y la fortuna como el jefe nacional de la policía2 Adán Góngora en Adán en Edén se convierten de esta manera en los títeres personales de los empresarios. Retrataremos la figura de Max Monroy, y después la de Adán Gorozpe. Luego, analizaremos esta lucha de fuerzas entre el poder económico y el poder político.
2La voluntad y la fortuna cuenta la historia de dos almas gemelas Josué Nadal y Jericó, que luego, se revelarán hijos secretos del magnate Max Monroy. Durante las prácticas de sus estudios respectivos, se ven introducidos en el seno del poder mexicano, Josué en la empresa de Max Monroy, Jericó como colaborador del presidente de la República, Carrera. Son así testigos directos de las más altas redes del poder nacional. Con carácter apocalíptico, Josué el narrador, muere decapitado a mano de la colaboradora de Monroy, envidiosa y sedienta de poder y dinero. Su hermano rebelde, Jericó está “puesto a buen recaudo”, seguramente asesinado también.
3Max Monroy, un hombre de unos 80 años, no es el personaje principal de la novela de La voluntad y la fortuna pero su presencia, o mejor dicho el aura de su poder, es la clave de toda la trama. La novela se centra en realidad en el entorno viciado del magnate financiero, que en muchas ocasiones parece ser el reflejo ficticio del famoso Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del planeta según la revista Forbes. Max Monroy, como él, tiene múltiples empresas y se dedica en particular a las comunicaciones y la telefonía móvil, como su avatar real. Carlos Fuentes lo presenta como el hombre más poderoso e influyente del país, no obstante es relativizado por un doble poder femenino : el de su amante, Asunta Jordán, conocedora de todas sus debilidades, y vampiresa de este poder que tanto codicia, y sobre todo, se origina en el de su madre, su genitora castradora. Confiesa ella, « pude heredarle a mi hijo Max Monroy una fortuna independiente, no sujeta al favor presidencial o al vaivén político » (Fuentes 2008 : 218). Como precursora reivindicada, supo antes que nadie deshacerse del corsé del PRI y crear una fortuna privada, desprendida de los lazos de subordinación ante los dirigentes políticos. Un poder matriarcal pues, hasta el punto que la Antigua Concepción (nombre simbólico de la madre), ya muerta, sigue regentándolo todo. Omnipresente en la novela como en la vida y los recuerdos de su hijo, lleva al propio Josué a interrogarse sobre la verdadera propiedad o legitimidad del poder del hijo frente al de su madre : « ¿Y la Antigua Concepción?, me pregunté en ese momento. ¿Estaba chiflada o era la súper magnate? ¿O ambas cosas? » (249). Por consiguiente, el poder de Monroy saca su fuerza en el complejo de Edipo, causa y origen de los complejos y zonas oscuras del gran financiero.
Se venga de su vieja mamacita la Antigua Concha, se venga de que la cabrona ruca lo manipuló, le impuso su voluntad, lo manejó como un títere de feria […]. Trato de ver la vida de Max Monroy como una larga, larguísima venganza contra su madre […] ¿Creerás que muerta la Antigua Concepción Max Monroy se liberó de su influencia? Pues no lo andes creyendo (512‑513).
4Tenemos aquí una visión muy latina de un Max Monroy todo poderoso, pero sometido al yugo eterno de su madre. Max Monroy es el mejor para adelantarse sobre los nuevos mercados (su don de anticipación se subraya particularmente. Sin embargo, es invisible para la sociedad y para el lector, aunque su aura es omnipresente, como si quisiera crear un mito entorno a su persona. Lo que importa no es el hombre sino su poder. Cuando aparece por primera vez físicamente en el relato, en la segunda parte de la novela, la descripción insiste en su carácter fantasmagórico (365) que paradójicamente le permite implantar su superioridad, deslumbrando a los demás. El misterio, la ambigüedad entorno a este personaje prevalece en la novela, mientras que su poder es decorticado a lo largo del relato coincidiendo con lo que afirma Frederic Laupies en Premières Leçons sur le pouvoir : « il doit se manifester et se cacher en même temps, ménager la part de l’invisible et le visible. Le pouvoir suppose donc le secret, le mystère » (20). La discreción de Max Monroy se representa junto con la complejidad del personaje, mediante unas máscaras explícitas, « un hombre disfrazado de sí mismo » (366), « una cara de póker » (306) que permite fingir en cualquier momento, engañar a todos los demás y así asentar su control sobre ellos. Otro artífice de este poder medio oculto es el silencio – que se opone directamente al arte de la palabra y a los discursos huecos de los políticos (306) –, un colmo por parte del dueño de las comunicaciones (el mayor poder actual nos dice Fuentes). Max Monroy comparado con el « Gran Inquisidor » (322), establece su poder sobre el dominio de los demás, sobre el conocimiento completo de la vida de todos sus compatriotas. Una supremacía que le permite situarse por encima del propio gobierno. Carlos Fuentes compara ágilmente su actuación con los presupuestos de Maquiavelo, el « actuar como si los medios fueran los fines » (103), subrayando así que el verdadero poder actual, el económico, utiliza una estrategia originalmente política : los que gobiernan el país son ahora los dueños de las finanzas y de las telecomunicaciones.
- 3 Carlos Fuentes recurre a los nombres simbólicos, sacándolos de la Biblia para predefinir, o prede (...)
5El poder se renueva cada vez más, y si el supremo Max Monroy rondaba los 80 años, Adán Gorozpe representa una nueva generación, dinámica, con sus 50 años de edad. Adán Gorozpe3 es narrador en primera persona, personaje epónimo y protagonista de la novela. En esta novela, Carlos Fuentes elige dejar de tratar del entorno del poder para enfocar el poder mismo, en voz propia. Esta vez el lector sí puede acercarse a esta intimidad del poder, descubrir la humanidad, las debilidades y las locuras de estos hombres tan lejanos del común de los mortales. Por ejemplo, junto con sus confesiones (incluso se pone ante un espejo para sincerarse consigo mismo y se compara con Narciso, prisionero de sí mismo, de su apariencia, de su reflejo (Fuentes 2009 : 133) y añadiremos, de su poder), descubrimos cómo el magnate no asume el menor fracaso y cómo es capaz de desestabilizarse fácilmente. Aprendemos así que el poder teme tres puntos fundamentales para Fuentes : la debilidad, la naturalidad y el instinto.
6No obstante, no hay una renovación en la forma de llegar al poder. Como casi todos los arquetipos de Carlos Fuentes (Federico Robles, Artemio Cruz, Dantón…), se “medra” mediante el llamado “braguetazo”, es decir, mediante una boda acertada. El poder vuelve a ser machista y castrador. La imagen de pasar a ser de un “Don Nadie” a “Alguien” es un punto clave de los poderosos mexicanos retratados. La esposa sólo es un pretexto, una acompañante en este mundo de apariencias, el primero de los trofeos hacia la gloria. Adán la define soberbiamente así : « era el anzuelo que le daba la aureola de una atracción irresistible a quien saliese con ella » (18). Pero cuando Yves Águila (174-175) tacha a Fuentes de machista por su representación ultra masculina del poder, el investigador se equivoca entre lo que es y lo que representa el escritor. Fuentes sólo quiere dar cuenta de una realidad todavía imperante en México, de una sociedad profundamente sexista. Recurrir una vez más al braguetazo en el siglo XXI es para él una forma de recordar que si bien la jerarquía de las clases dirigentes ha cambiado, sigue vigente la superficialidad de las capas del poder en México. Un poder que no toma en cuenta los méritos, sino más bien la astucia y la ambición voraz. Tanto para Max Monroy como para Adán Gorozpe, el poder se construye y se consolida sobre una estrategia. Adán confiesa así : « he tejido los distintos hilos de mi existencia con acierto » (76). Detrás de esta ascensión al poder (de este braguetazo asumido), encontramos de forma subyacente la famosa « fortuna » (que conlleva azar y suerte) destacada por Maquiavelo (Machiavel : 29) como una de las formas de llegar al poder, la cual combinada a la virtú, presentada como « voluntad » en el texto de Fuentes, permite reinar sobre los demás.
7A través de las palabras de Adán, descubrimos a un hombre orgulloso, cuyo complejo de superioridad se refleja por la reiteración del pronombre personal de la primera persona (« yo », « mí »). Es el centro de su mundo como es el centro de la novela. Como Max Monroy, es el jefe de una gran empresa y además abogado, es así representante a la vez del poder económico y judicial. Su forma de dirigirse a los demás, de abusar de su autoridad, sin dirigirle la mirada a nadie (de la misma forma que lo hace Max Monroy, los demás no existen a sus ojos) es una forma de plasmar la impunidad de una minoría en las cimas del poder mexicano. Su éxito, exclusivamente personal (como reflejo de lo que pasa en México), se opone a la pobreza de la mayoría.
8« El estado es una obra de arte celosa, enemiga del individuo libre y del poder económico. Recuerda bien mi lección : hay que crear poderes económicos previos a los actos de gobierno » (Fuentes 2008 : 175). La voz de ultratumba de la Antigua Concepción dibuja la nueva relación de fuerzas en la que el poder económico tendrá que ser precursor y prevalecer sobre el poder político.
9Si bien Carlos Fuentes se ha interesado siempre en la relación complementaria entre los dos poderes tutelares de su país y de los hombres que ocupaban estas alturas, ahora insiste en el fracaso y el fin de esta relación mutua. Esta ruptura con lo asentado anteriormente no sólo se refleja en sus nuevas temáticas textuales, sino que en el propio texto, el espíritu de la bien nombrada Antigua Concepción, madre de Max Monroy, evoca sin tapujos esta evolución brusca entre lo « antes » (reiterado en todo su monólogo en anáfora) y lo « ahora », llamado « mundo nuevo » (215), y que se caracteriza por un nuevo centro de poder e influencia. Es relevante que el único testigo de la antigua estructura del poder hable desde su tumba, prueba de que se habla de una época caduca, de una generación muerta y enterrada. Este « antes », como ruptura definitiva, se subraya además por el uso de la intratextualidad (de acuerdo con los conceptos de Genette). A la manera de Balzac, Carlos Fuentes prosigue su comedia humana del poder y recurre a este conocimiento común con el lector, para recordar la antigua relación de subordinación de los empresarios ante los políticos, ejemplificada otra vez con los personajes del propio Fuentes. Así, califica a Federico Robles de veleta, a Artemio Cruz de « salido de la nada », oportuno hasta « dedicarse a hacer fortuna sirviendo el poderoso en turno… que era al final de cuentas, él mismo, el mero Artemio Cruz » y Leonardo Barroso de « califa de la frontera Norte […] miserable lameculos de los gringos » (215-216). En Adán en Edén también resucita a los personajes de La región más transparente para referirse a otro tipo de poder (escrito en letra cursiva), de un tiempo pasado (Fuentes 2009 : 73). Esta época caduca corresponde a la supremacía del poder político, donde se compara el Presidente de la República con un Rey (215), representante de un poder absoluto sobre el resto de los mortales, se opone claramente a « ahora todo cambió y allí viene la historia de mi hijo Max Monroy » (216).
10Y en contrapuesto a la época de la Revolución y la larga etapa del PRI, surge un tercer polo de poder en Adán en Edén, mucho más peligroso, el violento e ilegal narcotráfico. Carlos Fuentes no duda en denunciar en su última novela los vínculos corruptos entre la política y los narcotraficantes, y revela esta evolución peligrosa en las redes del poder supremo en México. Recurre a un personaje de su primera novela (La región más transparente) que le permite, como la Antigua Concepción, alcanzar una distancia temporal, y juzgar con puntos de comparación dentro del propio ciclo ficcional, la nueva realidad mexicana. Esta novedad en la repartición del poder y de la riqueza se refleja en la novela con una serie de interrogaciones formuladas por el narrador acerca de este ámbito nebuloso y desconocido. Por eso, este contrapoder no se concretiza en la novela, sólo se entrevé a partir de las observaciones del propio narrador. La atmósfera de miedo y de inseguridad en México es palpable en todo el relato. Adán Gorozpe lo vive como la competencia directa a su imperio económico (ya no son los políticos) porque es el poder de la intimidación y de las armas. En un solo año, la evolución de la escritura de Carlos Fuentes influenciado por los acontecimientos recientes en su país es obvia. Aunque se dibuja un tercer poder también en La voluntad y la fortuna, el de la justicia, en la persona del abogado Sanginés, profesor de Josué y de Jericó, y confidente tanto del presidente Carrera como del magnate Monroy. Un poder discreto, casi invisible, que aparece en toda la novela pero siempre de forma secundaria, un poder de esta forma palpable y omnipresente pero oculto. Maneja en la sombra los hilos de las intrigas, las decisiones y la lucha del poder económico contra el poder político.
11Por otra parte, la lucha de los poderes económicos y políticos se expresa en las dos novelas con los retratos de los presidentes y magnates propuestos de forma especular, pero con una obvia degradación cuando se trata de los hombres políticos. De esta forma, a través de la primera descripción de Monroy, se destaca a « un hombre octogenario, fuerte, riquísimo » (Fuentes 2008 : 229) mientras que la descripción del inculto presidente Carrera, desde el punto de vista de Jericó, presenta a un hombre con complejos de inferioridad, proponiendo a sus invitados unas sillas más bajas que la suya, acariciando los bustos de los grandes jefes de Estados mexicanos, en un gesto de nostalgia y envidia hacia una época acabada (232), de este « antes » recordado por la Antigua Concepción. El poder del presidente se presenta como definitivamente anticuado, volcado hacia el pasado mientras que el poder del magnate es muy actual y proyectado hacia el futuro. La temporalidad, elemento clave de la narrativa de Fuentes, se convierte en una forma obvia de oponer estos dos poderes, ahora poderes temporales. De esta forma, el encuentro del presidente Carrera con el magnate Max Monroy es un momento clave de la novela. En el palacio presidencial, Max Monroy consigue ganarle al presidente humillándole en su propio despacho, sentándose pero invitando al jefe del Estado a quedarse de pie, recibiendo las miradas de los demás pero evitando mirar a alguien. El presidente se ve desestabilizado, sometido a las iniciativas de su interlocutor, reconociendo de hecho su superioridad. El poder absoluto ya no es dominio del presidente sino del magnate. Este encuentro entre los dos representantes de la élite política y económica, se describe con una metáfora, y con el uso del campo semántico simbólico (« tregua », « batalla », etc.), de una declaración de guerra (381/408). La recién separación de poderes en México aparece aquí mediante el diálogo tenso entre estos dos hombres. El riesgo de un golpe de Estado permite en la novela retratar este vasallaje del presidente frente a las potencias económicas : el presidente y la soberanía del estado democrático van a depender totalmente de las manos de Max Monroy, rey de la información, que controla todos los sectores del país.
12Esta relación de dependencia es obvia también en Adán en Edén. La lucha de ambos poderes se retrata en este caso a través de un duelo machista entre el marido cornudo asumido (Adán Gorozpe) y el amante traidor (Adán Góngora), un duelo alimentado por la ironía del primero y la malicia del segundo (Fuentes 2009 : 116). No es sólo la oposición de dos hombres sino que mediante una puesta en abismo, se plasma la lucha peligrosa y castradora entre la economía y la política, antiguas almas gemelas durante el PRI, hoy emancipadas y desunidas.
13Si ya Julio Ortega había subrayado para el estreno de la novela La silla del águila, « la propuesta de Fuentes de minar el poder con la crítica y la risa paródica », en Adán en Edén, asistimos a una carnavalización del poder mexicano que nos recuerda el estilo de Cristóbal Nonato (1987) y que no duda en desprestigiar los grandes imperios familiares mexicanos. Irónicamente, el origen de la fortuna de Adán Gorozpe viene heredada de su suegro « El rey de los bizcochos » (Fuentes 2009 : 21). Por otra parte, la situación actual del país se califica explícitamente de « comedia » y de « drama » (139) y Carlos Fuentes califica de « farsa » a la supuesta lucha contra la criminalidad llevada a cabo por Adán Góngora, (carnavalesco y barroco hasta por su nombre), que tendrá que « desenmascarar » a los delincuentes (119). De una policía carnavalesca a un gobierno carnavalesco, en La voluntad y la fortuna el presidente Carrera propone como única acción política multiplicar las celebraciones y las fiestas para divertir al pueblo y distraerle de los problemas más graves (Fuentes 2008 : 233). Su propia victoria electoral se imagina como una tragicomedia en la que el pathos fue el motivo de su elección. Jugó con la inminente muerte de su mujer, enferma de un cáncer, para conseguir los votos de los ciudadanos. Carlos Fuentes les quita de esta manera cualquier legitimidad a los gobiernos democráticos recreando esta pantomima de la política mexicana. El presidente se caracteriza por su inacción crónica y generalizada : « El presidente no preside » y se describe México como « una fortaleza vacía » (411). La política ya no cumple con su deber y se convierte en la ficción, en una vasta mascarada, y con exageración e ironía Carlos Fuentes imagina a Carrera paseándose « por el foro de Davos vestido de esquimal » (300). Para rematar su reflexión sobre el poder, Carlos Fuentes recurre ampliamente también a los clásicos de la Antigüedad y a la Biblia como ya lo había hecho en La silla del águila. En esta novela como en La voluntad y la fortuna, es toda la teoría del poder que se inserta desde Maquiavelo (y la tesis de Josué) hasta Tomás Moro y el edificio de Monroy llamado la Utopía. Esta puja de poderes tiene un origen antiguo, y una simbólica mucho más universal que mexicana. En el gran teatro del mundo, los poderosos utilizan máscaras y disfraces para llegar a su fin, y los nombres bíblicos simbólicos son una forma obvia de guiar al lector hacia la calidad particular de cada uno de los personajes. Con la relación pasional y caótica de Josué y Jericó, Carlos Fuentes juega también con los mitos, primero de Cástor y Pólux y luego de Caín y Abel no sólo para representar esta amistad destruida, sino también para personificar, mediante una mise en abyme, esta duplicidad de poderes originalmente imbricados, esta lucha encarnizada de lo económico contra lo político, este lazo ambiguo de hermanos enemigos.
14En dos novelas consecutivas, el poder, en su grado máximo, vuelve a ser el punto de interés de Carlos Fuentes, el poder en toda su ambigüedad y duplicidad, siempre protagonizado por dos hombres, un empresario y un político. El narrador de La voluntad y la fortuna desvela así este deseo de personificar el poder, de ejemplificarlo : « Le pedí que me analizara a uno y a otro, al presidente y al magnate, al cabo los dos polos del poder en México (y en Iberoamérica) » (Fuentes 2008 : 455). Si se define el poder, su naturaleza, su bipolaridad y su amplitud en México, los hombres del poder siguen siendo ocultos, discretos hasta el punto de que el narrador de La voluntad y la fortuna se pregunta sobre las reales intenciones de Max Monroy – « ¿Era, en fin, Max Monroy el emblema del autoritarismo más cerrado o de la democracia más expansiva? », (322) – y nosotros, lectores, descubrimos en Adán en Edén a un narrador enloquecido al final (contrata a bandas nazis armadas para acabar, en una violencia desenfrenada, con los capos del narcotráfico que obstaculizan su poder absoluto), pero que a lo largo de la novela nos consiguió engañar sobre su bondad y su maldad oculta. Ambos son personajes maquiavélicos, reflejos ficticios de cómo se han desplazado desde la política hasta la economía estas redes y estrategias ocultas del poder máximo. Ambos representan este control perfecto de la situación : para reinar en la cumbre del poder, todo está previsto, nada queda azaroso, y la mínima nota falsa conduce a una desestabilización que puede resultar fatal. En cambio, el presidente Carrera brilla por su inacción y Adán Góngora por su celo en luchar contra la pequeña criminalidad y la impunidad que deja a los grandes criminales, los narcotraficantes que peligran al estado de derecho de la nación. Esta vez claramente, Carlos Fuentes sí que se compromete en denunciar la corrupción de una policía, « dada la corrupción gigantesca de las fuerzas del orden, en las que la mitad de los policías son criminales y la mitad de los criminales, policías, convirtiendo sus “ocupaciones” en tareas intercanjeables » (Fuentes 2009 : 120), a través de Adán Góngora, un personaje complejo y cínico, sediento de poder y peligroso por estar a cargo de las fuerzas del Estado. Cuando dice que « el orden » en México es una « vasta mentira » (136), Carlos Fuentes pone en tela de juicio todo el funcionamiento de su país, y su lucha emprendida recientemente contra el narcotráfico, con una justicia a dos velocidades.
15El poder en México sigue siendo un ámbito oculto, corrupto y peligroso pero se ha desplazado de un polo a otro. La violencia es inherente al poder, ya sea político o económico. De hecho, Carlos Fuentes deja la duda pero nos induce a pensar fuertemente que el golpe de Estado fallido en La voluntad y la fortuna habrá sido un complot totalmente pensado por Max Monroy para asentar definitivamente su poder, para que el presidente vea que ya no puede gobernar sin la ayuda determinante del mundo de los negocios. La pregunta del narrador es legítima : « ¿Todo había sido una gran mascarada de Monroy frente a Carrera, una demostración de dónde se hallaba el poder verdadero? » (Fuentes 2008 : 443). Y con el final de Adán en Edén, Carlos Fuentes avisa que México es un país al borde de la explosión social, porque está minado desde su cabeza, primero por la corrupción de su gobierno y de su policía, segundo porque los narcotraficantes se apoderan de nuevos poderes, y tercero porque un poder económico a mano de tan pocos individuos (egocéntricos y vengativos : en la novela, Adán Gorozpe entra de esta forma en el propio juego de los narcos, siendo aún más criminal que ellos) peligra el Estado de derecho. México es así víctima de la locura nacida del poder, un poder machista y sanguinario.