Cette structure anthropologique qu’est le corps est cause et effet
d’une intensification de l’activité sociale.
Michel Maffesoli
1María de Todos los Ángeles nace en el seno de una pareja mestiza. El padre, segundo marqués de Casalduero y señor del Darién, pertenece a la nobleza criolla. La madre, Bernarda Cabrera es hija de un « indio ladino » y de una « blanca de Castilla » (García Márquez 1994 : 58). La pareja es obligada a casarse pues Bernarda está encinta. La niña nace sietemesina y la comadrona anuncia que morirá, pero Dominga de Adviento, una negra africana a quien el marqués le ha entregado la organización de su casa, le promete a sus santos no cortarle el cabello hasta la noche de su boda, a cambio de la vida de ésta. La niña se salva y este hecho es suficiente para que su madre espiritual piense en la santidad de la recién nacida mientras que el padre cree que la hija será prostituta. Su verdadera madre la odia desde su nacimiento y es Dominga de Adviento quien la amamanta y se ocupa de ella. María de Todos los Ángeles es bautizada en Cristo y consagrada a Olokun, con lo cual queda bajo la protección de las dos creencias. Mientras la iglesia católica no acepta este mestizaje de religiones, menos aún en la Cartagena de Indias de mediados del siglo XVIII, para los yoruba, esto no tenía ninguna importancia. Lo vemos en Dominga de Adviento, quien es el punto de encuentro entre los dos mundos, pues como dice el narrador : « se había hecho católica sin renunciar a su fe yoruba, y practicaba ambas a la vez, sin orden ni concierto… [y] lo que le faltaba en una lo encontraba en la otra » (18-19). La decisión de no abandonar los orígenes y de incorporar las nuevas es en principio una idea de supervivencia, pero esto crea una hibridación y María de Todos los Ángeles es el mejor ejemplo de ella.
2Comenzaremos por quienes conforman un cuerpo híbrido, por sus orígenes o por sus ideas, conscientes de que lo son casi todos. Encontramos los de la alta jerarquía católica, los que mantienen las mismas ideas de éstos y no conciben otro mundo diferente al suyo, un grupo de católicos no practicantes que es indiferente a lo que ocurre, el médico que es incrédulo, unos escasos indígenas, de los cuales sólo Sagunta tiene nombre, quizás porque conoce algunos « secretos » para curar a los desahuciados y además porque se aparece en los momentos más álgidos sin que nadie la llame, ella es quien avisa lo que le ha ocurrido a María de Todos los Ángeles en el mercado. También están los mestizos, las esclavas negras, siendo Dominga de Adviento la más importante de éstas y María de Todos los Ángeles que no podemos incluir dentro de ninguno de los grupos que mencionamos porque su hibridez es aparentemente más peligrosa.
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3Según la madre, físicamente ésta era igualita a su padre, por consiguiente deducimos que tenía los rasgos de una blanca criolla (60). Sin embargo, la madre decía también que lo único que tenía la niña de blanca era el color. Dominga de Adviento le había transmitido sus creencias y su africanía, pues la crió como a una hija, pero al tratarla como a una verdadera marquesa, le reforzó asimismo su origen noble. Dice el narrador que ésta : « la circundó de una corte jubilosa de esclavas negras, criadas mestizas, mandaderas indias, que la bañaban con aguas propicias, la purificaban con la verbena de Yemayá y le cuidaban como un rosal la rauda cabellera » (60). Con lo cual, el personaje se convierte en un centro de tensión de elementos contrarios. Lo demuestran una serie de hechos. La niña había aprendido a « bailar desde antes de hablar, aprendió tres lenguas africanas al mismo tiempo, a beber sangre de gallo en ayunas » (60) mientras que no presentaba ningún interés por la lectura ni por la escritura, ni por la música clásica como lo deseaba su padre. Aunque sólo fuese por los baños, los collares que le colgaban del cuello, el gusto por el «escabeche de iguana» y por el « guiso de armadillo » (66), la protagonista parecía tener mucho más de africana que de blanca. La iglesia no acepta la presencia de dos mundos y convierte al personaje en demonio. El obispo, al observar la fuerza, la determinación, el orgullo y la manera indiferente como ésta reacciona ante los dos mundos que la conforman, busca cualquier pretexto para deshacerse de ella.1
4À partir de la promesa de su madre espiritual y de la intervención de los santos yoruba, el vínculo con la vida de María de Todos los Ángeles queda sometido a las hebras de su cabello. Dice el narrador de manera irónica : « Cada hebra de su cabello era el preludio de una larga vida » (44), porque la niña muere a los doce años, pero sabemos que para 1994, doscientos años después, cuando abren las tumbas del antiguo convento de santa Clara la cabellera medía veintidós metros. Desde que aparece la noticia periodística, firmada por García Márquez al comienzo de la novela y que da origen a todo lo que ocurre después, el cabello de María de Todos los Ángeles está siempre presente.
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5El simbolismo del cabello nos lleva a muchas interpretaciones, entre ellas la relacionada con la feminidad peligrosa y hasta cierto punto maligna. Ésta podría ser la causa del temor del obispo ante la protagonista. Para Gilbert Durand « le symbolisme de la chevelure semble venir renforcer l’image de la féminité fatale et thériomorphe » (1992 : 117).2 Sin embargo, pensamos que en la novela ésta puede aludir tanto al lado demoníaco como al lado angelical. Si tenemos en cuenta el nombre de la protagonista, nos percatamos de que Todos los Ángeles incluye tanto a los celestes como a los caídos, pero además no debemos olvidar que el nombre de ésta entre las esclavas era María Mandinga.3 El color de la cabellera también nos hace reflexionar acerca de la dualidad. Para J.-E. Cirlot el significado de los cabellos dorados es muy diferente al de los cobrizos, pues el cobrizo está relacionado con el fuego del amor y por ende con Venus, diríamos un amor más carnal y por ende menos celestial (1994 : 111). Nos apoyamos en una comparación en la que el personaje aparece con: «la trenza de penitencia que tenía enroscada en el cuerpo como una cola de león» (García Márquez 1994 : 21), lo que podría por un lado ofrecer una imagen bestial y degradada de la niña, pero por el otro, si tomamos en cuenta el significado simbólico del león alado, nos damos cuenta de que éste está nuevamente unido con el fuego y asimismo con la fuerza y el valor interior del felino.
6En la novela cada símbolo que encontramos tiene los dos significados y éste depende del personaje que los posee y de quien los ve y los juzga. Si para unos la cabellera significaba que la niña cumplía con la penitencia desde su nacimiento, para el Obispo la imagen de ésta lo inquietaba.
7También podríamos vincular los cabellos con las ondas de mar. En este caso, éstos evocarían la presencia del puerto y por ende del agua y del flujo – el puerto como lugar de movimiento de penetración y salida –, sin olvidar que el soporte fisiológico del agua es la sangre menstrual. Quizás detrás de la aparente mordida del perro rabioso en el mercado del puerto, plasmada en la mancha de sangre en la falda de la protagonista, no es otra que la llegada de la primera menstruación y es por esta razón que puede convertirse en un peligro para la ciudad pues ésta señala el paso de la niñez a la adolescencia. Dice el narrador : « la criada no se alarmó […] le lavó la mancha de sangre de los pollerines, y nadie siguió pensando en nada más que en el jolgorio de sus doce años » (15). Nos parece que la tranquilidad con que la criada reacciona frente a la aparente mordedura del perro, el hecho de no alarmarse y de callar lo sucedido son muy significativos. Al desviar la atención y hablar de la esclava abisinia recién llegada al puerto, nos hace pensar que lo ocurrido a la niña fue algo más natural, es por esto que la opción de la venida de la primera menstruación nos parece algo factible. Su edad también podría ayudarnos a reforzar esta idea, además del hecho de que María de Todos los Ángeles no presentara síntomas de haber contraído la rabia.
8Entre los encargados de cuidar el cuerpo de la protagonista están aquellos que intentan aliviar o sanar los problemas físicos y espirituales de ésta, encontramos a Abrenuncio, el médico y a Cayetano Delaura, el sacerdote. Nos llama la atención la presencia de ambos, por sus oficios. El primero sana el cuerpo, mientras que el segundo, sana el alma. Los dos tienen en común el haber sido condenados por el Santo Oficio, el primero porque curaba las enfermedades físicas con « recetas mágicas » (78), el segundo porque curaba las enfermedades espirituales mediante el amor corporal. Comenzaremos por Abrenuncio, al que el narrador describe como « idéntico al rey de bastos » (27). Nos detendremos unos instantes para definir al personaje de esa baraja del tarot, ya que pensamos que el simbolismo de la carta está vinculado al de la novela. Observamos que de los cuatro reyes, éste representa el fuego y es el único que tiene la piel y el cabello oscuro. Se le considera una autoridad en lo que hace, posee un gran magnetismo entre los que lo conocen, es altamente responsable en su trabajo, sabe imponer el respeto, pero no el amor, esto puede hacerlo ver como un ser insensible, pero no lo es, ya que el fuego es su elemento. En ocasiones la representación del rey de bastos está acompañada por una salamandra que es símbolo del fuego y también de la inmortalidad. Recordemos la cola de león de la que hablamos hace un momento pues dijimos que era un símbolo de fuego, ya que se trata del león alado. Podemos observar en la obra que espiritualmente estos dos personajes están muy unidos.
9Si bien el perro o la mordida de éste pareciera ser el punto de contacto entre Abrenuncio de Sa Pereira Cao y María de Todos los Ángeles, entre otras cosas porque Cao significa perro en portugués, existe otro tan importante o más, que es el caballo. Pudimos ver en la novela el sufrimiento del médico por la muerte del suyo. Creemos que la muerte del animal es sólo un presagio de lo que va a ocurrir más adelante. Abrenuncio se queja de la poca importancia que el hombre le ha dado a este animal, que considera de gran valor y cuyo simbolismo interpretamos como complejo, dice éste que « la incomunicación con los caballos ha retrasado a la humanidad […]. Si alguna vez la rompiéramos podríamos fabricar el centauro » (41). En la cita encontramos otro punto de unión entre el médico y la protagonista, ya que el personaje menciona que con la desaparición de su caballo siente que se le ha muerto una parte de su cuerpo (28). Mediante esta imagen nos damos cuenta de que Abrenuncio es en realidad un centauro y la protagonista al nacer bajo signo de sagitario, como mencionamos al comienzo, también lo es.
10Cuando la revisa, Abrenuncio no halló ningún síntoma, ni de rabia ni de ningún otro mal en ella, observa sólo una « cicatriz ínfima » (44). De todos los personajes de la novela, Abrenuncio es el único que no está de acuerdo con que Sierva María sea llevada y encerrada en el convento con el fin de ser sometida a « los castigos de los exorcismos » (101), porque para este personaje « matarla hubiese sido más cristiano que enterrarla viva » (101). El deshacerse de María de de Todos los Ángeles revela el poder de la iglesia católica en la la sociedad del siglo XVIII en Cartagena de Indias. El mismo Abrenuncio establece una comparación muy clara y crítica entre los sacrificios de los negros y los del Santo Oficio, dice: «los negros no pasan de sacrificar gallos a sus dioses, mientras que el Santo Oficio se complace descuartizando inocentes en el potro o asándolos vivos en espectáculos públicos » (101). Sin embargo, el médico condena no solamente a la iglesia, sino al padre débil, que fue capaz de entregar a la hija para evadir su responsabilidad paterna y social, que nunca ejerció él ni la madre.
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11Por último, vamos a detenernos en otro cuerpo femenino antes de pasar a los masculinos, el de la esclava abisinia. Este personaje hace su aparición cuando ya la mestiza Bernarda Cabrera había dejado de ser la mujer que fue en el pasado. Llega al puerto para ser vendida y por su descripción observamos que no era una más, ya que el narrador menciona que la actividad más importante en ese momento estaba centrada en el negocio de ésta que costaba el peso de su cuerpo en oro, dice el narrador : « Era una cautiva abisinia con siete cuartas de estatura, embadurnada de melaza de caña en vez del aceite comercial de rigor, y de una hermosura perturbadora que parecía mentira » (14). Nos llama la atención la manera cómo ésta es presentada a la venta, untada de melaza de caña como si su piel fuese nueva o recién mudada como el de una serpiente, pues en contraposición, recordamos la piel cetrina del cuerpo de Bernarda, lo que podría indicar en ese momento la sustitución de un personaje por el otro.4
12En la novela hallamos que se le otorga una gran importancia a la apariencia interna y externa del cuerpo, de allí el lugar que juega la limpieza. En María de Todos los Ángeles son otros quienes la realizan, encontramos la que le hacen las esclavas mandadas por Dominga de Adviento que por un lado debían prepararla para la vida, pero que indirectamente la preparaban para la muerte. Luego están los baños que le dan las novicias del convento, ordenadas por la abadesa Josefa Miranda, que evidentemente la preparan para la muerte. Y por último, los limpiamientos que le hace Cayetano Delaura, que comienzan por ser curaciones a las heridas corporales, como las que hubiese hecho un médico, ungiendo delicadamente las lesiones, hasta que un día Cayetano le confiesa que la cura porque la quiere.
13En el caso de Bernarda Cabrera, la limpieza era por otras razones. Pensamos que su cuerpo es lo que más se aproxima al caos del puerto. Al no alcanzar la satisfacción de sus deseos, a causa de su gran ambición, ésta lleva la quiebra a sus negocios y a su vida privada. Su forma de ser está relacionada con los comportamientos orgiásticos, propios de los lugares donde impera el desorden, pero su acción permanece siempre del lado de la destrucción interna y externa, es decir del lado negativo del puerto. La historia de este personaje es un lento descenso, que comienza por vía oral con la venta de arenques y encurtidos al marqués, que prosigue con el consumo de miel fermentada, las tabletas de cacao y las constantes purgas. Paralelamente, su caída está reforzada, como dice el narrador por su « avidez de vientre para saciar un cuartel » (15), hasta que el personaje termina destruyéndose encerrada en su hacienda.
14Bernarda Cabrera se ocupa de su propia limpieza corporal interna y externa. Dice el narrador que : « Después del alivio efímero de las purgas de antimonio, Bernarda se aplicaba lavativas de consuelo hasta tres veces al día para sofocar el incendio de sus vísceras, o se sumergía en baños calientes con jabones de olor hasta seis veces para templar los nervios » (32). Pero el resultado de ésta es pasajero y la purificación vana.
15El tema de la caída es sinónimo de castigo. Según Durand los peores pecados son aquéllos ocasionados por la fornicación y la cólera – en la novela se habla de rabia – porque tienen que ver con el tiempo nefasto y mortal. (Durand 1992 : 125) El comportamiento de Bernarda Cabrera, constituye uno de los mejores ejemplos. El narrador al describir al personaje como :
Mestiza brava de la llamada aristocracia de mostrador; seductora, rapaz, parrandera, […] aprendió a masticar tabaco y hojas de coca […]. Probó en las tabernas el canabis de la India, la trementina de Chipre, el peyote de Real de Catorce y por lo menos una vez el opio de la Nao de China (García Márquez 1994 : 65).
refuerza la idea de la falta original que hereda la hija hembra al nacer. Por este motivo pensamos que lo femenino se convierte en el elemento motor de la historia que elige el cuerpo como objeto de castigo y el lugar donde se desarrolla la historia, una ciudad portuaria, luego de un eclipse de sol, que a su vez enfatiza el tipo de personaje sobre los cuales recae la culpa.
16Para algunas culturas, si el eclipse es de sol las consecuencias negativas eran aún peores, porque es la luna el astro femenino quien domina y esconde al astro masculino (Chevalier et Gheerbrant 1982 : 306-307). Sin embargo, volvemos a caer en la dualidad, que permite los dos puntos de vista, dependiendo de quien lo interprete, pues no sólo ocurren cosas negativas en la novela. El sol oculto permite que Martina Labore, una monja condenada a cadena perpetua, pueda escapar, que Sierva María sea encerrada, pero que a su vez sea así como conoce el amor de Cayetano Delaura, que Abrenuncio y Delaura se conviertan en amigos, por sólo mencionar algunos ejemplos.
17Finalmente, quisiéramos detenernos en los representantes del poder religioso y social como contrarios a los cuerpos femeninos aparentemente culpables. Encontramos que el obispo era un hombre enfermo tanto físicamente, ya que era asmático, como espiritualmente, ya que había perdido la fe aun antes de entrar en el sacerdocio, pues estaba convencido que lo importante no era creer en Dios, sino que fuese Dios quien continuara teniendo fe en el hombre. En general, el obispo era un personaje contradictorio, por un lado sabía cuál había sido el error de España y de la religión al creer que habían logrado cristianizar a los indios imponiéndose en la América Hispana, cuando en realidad pensaba que « los aborígenes acudían a misa porque debajo de los altares de plata seguían vivos sus santuarios » (140-141) y, paralelamente se revelaba como un defensor absoluto de la Inquisición, al ver el Enemigo en todos lados. Esta idea queda reforzada desde que comienza la persecución y ensañamiento por parte de este personaje contra Sierva María. Observamos que a partir del momento en que éste siente que en su diócesis hay algo o alguien que se le escapa de las manos y que puede perturbar su tranquilidad, reacciona. Él es quien inicia y quien continúa con los exorcismos hasta que la niña muere. De igual forma, éste es quien determina la suerte del padre Cayetano Delaura y el que lo pone a disposición del Santo Oficio. Aparte de la energía que le generan los exorcismos, el obispo era un ser pasivo e indiferente. Observamos que estas características no concuerdan con lo que debería haber sido el poder religioso porque simbólicamente la lucha debió representar al Dios/ Cielo enfrentándose a Mater/ leona/ Tierra, pero la confrontación se queda a nivel de lo grotesco. Además porque el narrador aclara que: «el obispo no era hombre de visiones celestiales, ni de milagros ni flagelaciones. Su reino era de este mundo» (104). La cita nos permite deducir que la acción de la novela que pudo moverse entre un pensamiento espiritual/ arriba y otro cotidiano/ abajo, queda inminentemente relegada al espacio inmediato de la ciudad. La posición corporal del obispo recostado o dormido en la mecedora o en la hamaca revela la imagen no sólo de un hombre cómodo sino de un personaje caído. Asimismo, si nos detenemos en la posición del cuerpo del marqués, que representaba el poder económico y social, nos damos cuenta de que su posición es similar. Éste en ningún momento siguió la línea de su padre, por el contrario como menciona el narrador : « Ygnacio, el heredero único, no daba señales de nada. Creció con signos ciertos de retraso mental » (49). Se enamora de Dulce Olivia, una reclusa, con lo que su padre termina por encerrarlo en una de sus haciendas hasta que lo obliga a casarse con doña Olalla de Mendoza. Con ella no tuvo descendencia pues la mantuvo virgen hasta que murió fulminada por un rayo. Debemos señalar que lo que determina la vida de este personaje es siempre algo externo a él, por lo que comprobamos que a pesar de su nobleza y del dinero que le había dejado el padre, éste no parece representar ningún poder y menos aún un poder dominante o superior.
18Al quedarse solo y sin nadie que le ordenara la vida, el marqués se llena de miedos, hasta que entran en ella dos mujeres: Bernarda Cabrera y Dominga de Adviento. Con la primera es obligado a casarse pues está embarazada, a la segunda le entrega el poder y la organización de su casa y a sus perros mastines la vigilancia de ésta. Una vez repartidos todos los deberes, no le quedaba la más mínima responsabilidad, pues el resto de sus necesidades estaban cubiertas por la herencia.
- 5 Cuando hablamos de cuerpos grotescos nos basamos en la definición y análisis de Bakhtine (1970 : (...)
19La imagen grotesca que nos ofrece García Márquez se centra sobre todo en la exaltación o deformación de los cuerpos o partes de ellos, enfatizando por un lado lo que no entraba dentro de los cánones de lo que el clero pretendía que fuese una ciudad latinoamericana del siglo XVIII y por ende podría conducir a la inmoralidad.5 Al mismo tiempo el autor nos permite ver dónde estaba ubicada la verdadera depravación y encontramos que ella se hallaba en el seno mismo de la Iglesia y de los más altos representantes de la Inquisición.
20Cuerpos híbridos, todos lo tienen por su origen, por la mezcla de sus creencia, porque en realidad el mundo ha sido siempre híbrido. Cuerpos culpables, todos los son y aquellos que se piensan puros lo son aún más. Pudimos observar que los cuerpos masculinos representantes de los poderes religioso y social son blandos y están caídos. De los dos, es el del obispo el más grotesco de todos, probablemente por la insatisfacción que debió producirle su incapacidad para llevar a cabo lo que realmente deseaba. Al contrario, en la novela los cuerpos femeninos son fuertes y sus caracteres también, lo vimos en Dominga de Adviento, Sagunta, María de Todos los Ángeles, Martina Labore, la esclava Abisinia, Bernarda Cabrera y la abadesa Josefa Miranda, que no mencionamos.
21Las islas de los Bienaventurados eran parte del Hades en la mitología griega. Allí las almas de los elegidos gozaban de reposo después de la muerte. Era un lugar santificado por el rayo de Zeus. Quisimos resaltar las características de los habitantes de ese espacio y Cartagena de Indias pues se asemejan, sobre todo después del eclipse de sol. En ese puerto vivía un grupo de Bienaventurados que no se parecían a los demás. Entre ellos, María de los Ángeles, Abrenuncio y Martina Labore, fueron condenados por ser diferentes. En cuanto a Cayetano Delaura, en el momento en que éste se arrepiente de lo que hace, la Iglesia no le perdona su caída y lo castiga a vivir con los leprosos y además, sin contraer la lepra.