1En la historia de la lengua española, un capítulo aparte lo representa la influencia árabe. Después de la pérdida de la influencia política y cultural árabe, muchos arabismos caen en desuso y son reemplazados por palabras provenientes en su mayor parte del latín, por vía culta, entre los siglos xiii y xvi.
2Entre los arabismos que se pierden se hallan muchos nombres de oficios: alfajeme es reemplazado por barbero (un derivado de una palabra heredada del latín), alarife por arquitecto (un cultismo), alfayate por sastre (préstamo del catalán), etc.
3Albéitar parece ser un caso especial entre los otros nombres de oficios, ya que resiste a la incorporación de latinismos del Medioevo tardío y de la época premoderna. Su «competidor», veterinario, es un latinismo tardío entrado en la lengua en el siglo xix, o sea que se podría llamar un préstamo de lujo. Este estudio intentará responder a las preguntas ¿cómo? y ¿por qué? de este cambio léxico tan tardío. La investigación será llevada a cabo en dos direcciones: en primer lugar analizaremos las entradas en los diccionarios académicos desde la primera edición hasta hoy en día. Mediante las definiciones intentaremos delimitar el periodo de convivencia y ver cómo y cuándo logra triunfar veterinario.
- 1 real academia española: Banco de datos (corde) [en línea].
- 2 real academia española: Banco de datos (crea) [en línea].
4En segundo lugar haremos un análisis del corpus basándonos en los bancos de datos corde1 y crea2. Lo interesante será ver cómo se ha producido el paulatino reemplazo de albéitar por veterinario y si en la época de convivencia aparecen matices diferentes entre estos dos lexemas.
- 3 delr = drae = Diccionario de la Real Academia Española.
5De los arabismos del español que designan oficios, muchos han desaparecido debido a condiciones históricas, puesto que ha desaparecido el oficio que designaban. Es el caso de almotacén («Persona que se encargaba oficialmente de contrastar las pesas y medidas»), almogávar («En la milicia antigua, soldado de una tropa escogida y muy diestra en la guerra, que se empleaba en hacer entradas y correrías en las tierras de los enemigos»), almojarife («Oficial o ministro real que antiguamente cuidaba de recaudar las rentas y derechos del rey, y tenía en su poder el producto de ellos como tesorero»), (v. drae3), etc.
6Hay otras palabras que designan oficios que han sobrevivido, algunas cambiando su sentido con respecto al árabe. El más usual es, sin duda, alcalde, proveniente del árabe al- qāḍī, (‘juez’ en su lengua de origen); significa en español «Presidente del ayuntamiento de un pueblo o término municipal» (v. drae).
- 4 Penny (2006: 296) lo considera un préstamo del occitano.
- 5 Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico
- 6 Dictionnaire des emprunts latins dans les langues romanes
7Otros, en cambio, han sido sustituidos por otras palabras, en su mayoría de origen latino, que se inscriben en el proceso de relatinización del léxico. Así, alfayate es sustituido por sastre, un préstamo del catalán4, que a su vez lo había heredado del lat. sartor. Su primera atestación viene de una fecha muy temprana (1302) (v. dcech5), por lo tanto se constituye bastante rápido en un competidor de alfayate. Alfajeme viene sustituido por barbero, un derivado de barba, una palabra muy antigua, heredada; barbero es atestado por primera vez en 1251. A su vez, alarife es reemplazado por arquitecto, un préstamo culto del latín, atestado por primera vez en 1520 (v. delr6). Lapesa (1986) atribuye estos cambios a la decadencia de la influencia cultural musulmana como consecuencia de la expulsión de los árabes, por un lado, y de la influencia del Renacimiento europeo, por otro lado.
Muchos términos árabes fueron desechados: alfayate, alfajeme no resistieron la competencia de sastre y barbero; el albéitar creyó ganar en consideración social llamándose veterinario, y el nombre de alarife se conservó únicamente en la memoria de los eruditos. (Lapesa 1986: 156)
8A su vez Maíllo Salgado (1998) habla de factores extralingüísticos como las ordenanzas y decretos que prohibían la lengua y la cultura árabes.
El progresivo menor uso y, a veces, pérdida de arabismos, e debió generalmente a causas extralingüísticas, contribuyendo a ello tanto las nuevas preferencias culturales como las ordenanzas que prohibían costumbres, indumentaria y lengua árabe. (Maíllo Salgado (1998: 503).
9La entrada de latinismos en español se hace masivamente entre los siglos xv-xvii. Así, en el siglo xv se incorporan un 31,26%, en el siglo xvi un 16,38% y en el xvii un 16,4% (v. Reinheimer Rîpeanu 2004: 36). La incorporación de latinismos no supone necesariamente la eliminación de voces de otros orígenes; muchas veces el latinismo cubre un vacío conceptual o una necesidad de lenguajes especializados.
10Albéitar es, sin embargo, un caso especial, aunque Lapesa y otros autores (v. Penny 2006: 296) lo clasifican al lado de alfayate, alfajeme o alarife. Sin embargo, albéitar se resiste a la eliminación de arabismos de la Baja Edad Media y de los Siglos de Oro y se mantiene como la única voz que designa este oficio hasta el siglo xix. La primera atestación de veterinario es de 1813, según el corpus corde. Hasta finales del siglo xix, albéitar se vuelve anticuado y está casi totalmente fuera de uso en el español actual.
11Antes de emprender el análisis lexicográfico, conviene indicar de manera sucinta el origen de los dos vocablos en cuestión.
12Albéitar procede del árabe baiṭar, y este del griego ἱππίατρος, un compuesto cuyo significado es el de ‘médico de caballos’ (v. dcech).
13Veterinario viene del latín veterinārius, un derivado de veterīnae, que significaba ‘bestias de carga’.
14El Tesoro de Covarrubias (v. Nuevo tesoro lexicográfico) nos proporciona una definición corta: «el que cura las bestias». Se remite a la voz latina correspondiente, veterinarius, y se subraya su origen arábigo.
15En el Diccionario de Autoridades de 1726, la voz veterinario no aparece, ya que todavía no había entrado en la lengua. Albéitar aparece definido así:
El que cura las enfermedades de las bestias conforme a arte. Es voz árabe del nombre Béitar, que según P. Alcalá significa lo mismo, y añadiéndole el artículo Al se dixo albéitar. Lat. Veterinarius, ii, Partid.5.tit.8.ley ro. Esto que se dice de los Orebces se entiende también de los otros Maestros, è de los Physicos, è de los Cirujanos, è de los Albéitares.
16En la siguiente edición del Diccionario de la Academia, la de 1817, la definición es muy similar, pero se quita la información etimológica y otros significados. Notamos que, al igual que en la edición anterior, se remite a la palabra latina correspondiente.
El que tiene por oficio curar las enfermedades de las bestias. Veterinarius.
17La edición de 1822 no supone ningún cambio con respecto a la anterior. No se recoge aún la palabra veterinario. En la siguiente edición, la de 1832, aparece la misma definición de albéitar. Por primera vez, aparece la voz veterinario, definido como «el profesor de veterinaria». Al mirar la palabra veterinaria, esta aparece definida mediante un sinónimo – «albeitería». Esto significa que en esta época, veterinario todavía era un préstamo reciente que no se había adaptado, ya que para definirlo, se remite a un sinónimo, sin duda más conocido.
18Las ediciones de 1837, 1843, 1852, 1869 no ofrecen ninguna diferencia en cuanto a las dos palabras.
19En 1884, albéitar aparece definido mediante su sinónimo veterinario, mientras que la definición de veterinario vuelve a remitir a veterinaria. Esta última palabra aparece definida como «Ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades de los animales». Observamos que en unos cincuenta años, el préstamo neológico se ha convertido en palabra usual. Si para definir albéitar se recurre a la sinonimia, esto nos hace pensar que la palabra empieza ya a sentirse como anticuada, ya no es la palabra de uso común, conocida por todos los hablantes, sino que empieza a ser desplazada por veterinario.
20No hay ninguna diferencia entre las definiciones de las dos palabras hasta 1970, donde veterinario aparece definido como «el que se halla legalmente autorizado para profesar y ejercer la veterinaria», lo que, de hecho, es una reformulación y ampliación de la definición anterior. Cabe mencionar también que en el Suplemento del mismo año se hace una enmienda, introduciéndose el femenino de la profesión, para designar a la mujer que ejerce dicha profesión. Hasta la última edición, la de 2001, no habrá ningún cambio más en la definición de las dos palabras.
21Hemos visto cómo veterinario aparece a principios del siglo xix, y en unos cincuenta años consigue convertirse en el término común, mientras que albéitar se convierte poco a poco en arcaísmo.
22En el análisis del corpus nos hemos limitado a ejemplos del siglo xix y xx, dado que no hay atestaciones de períodos anteriores.
23Veterinario aparece en 54 casos en 23 documentos. Tres de estos están publicados en la primera mitad (5 ocurrencias) y 20 en la segunda mitad del siglo (49 ocurrencias). En cuanto a su temática, aparecen 13 ocurrencias de texto literario, 13 ocurrencias de prosa científica, 4 de prosa didáctica, 21 de prosa de sociedad, 4 de prosa histórica y 1 de prosa periodística, según la clasificación del corde. Las ocurrencias de prosa de sociedad las podemos subsumir al texto científico, porque se trata de Obra completa de equitación (19 ejemplos) y Tratado práctico de la cría y multiplicación de las palomas (2 ejemplos), dos tratados técnicos sobre la cría de los animales. Por otro lado, los ejemplos de prosa didáctica se pueden categorizar bajo la etiqueta más amplia de texto literario, ya que se trata de ensayos.
24Por lo que se refiere a albéitar, hay 51 casos en 25 documentos. De estos documentos, 8 están publicados en la primera mitad (14 ocurrencias) y 17 en la segunda mitad del siglo (37 ocurrencias). Hay 25 ocurrencias pertenecientes a textos literarios, 11 ocurrencias de textos históricos, 6 casos de prosa jurídica, 7 casos de prosa científica, y un ejemplo de prosa didáctica y verso narrativo.
- 7 Es la primera atestación según corde. No consideramos, sin embargo, estas fechas como absolutas. (...)
25La primera atestación7 de veterinario aparece en un ensayo escrito por José María Blanco White en 1813. El párrafo es muy significativo y lo vamos a reproducir aquí.
Por medios semejantes a los ya dichos debiera propagarse el conocimiento de la veterinaria, estudio de la mayor importancia para un pueblo agricultor por naturaleza como lo es España. …] En los pueblos de mucha labranza y donde haya mucho ganado caballar y vacuno, no me parece que le sería difícil a un buen albéitar establecer un hospital veterinario donde recibiese por un tanto al día los animales enfermos y donde por cierto precio enseñase a los jóvenes que quisiesen dedicarse al estudio de esta ciencia. (Blanco White, José María, 1813, Ensayos)
- 8 Recuérdese que el significado originario, en griego, era precisamente ‘médico de caballos’, posib (...)
26En este pequeño párrafo aparecen veterinario, veterinaria y albéitar. Cabe notar que la primera atestación de veterinario es con valor adjetival, formando parte del sintagma hospital veterinario. Este uso adjetivo se puede además deber al hecho de que su correspondiente albéitar no tenía una forma adjetiva. Contiene este fragmento una sugerencia con respecto a la posible causa extralingüística de este reemplazo, y esta podría ser la fundación de la veterinaria como ciencia. Hasta el siglo xix, la albeitería era un oficio, un arte, no precisamente una ciencia. Por entre los oficios del albéitar se hallaban el herrar de los caballos8, según se puede ver en este ejemplo:
El arte de herrar es una de las partes más interesantes de la veterinaria y albeitería, y la que debe aprenderse con más esmero, atendiendo al objeto á que se dirige. (Hidalgo y Terrón, José, 1889, Obra completa de equitación)
27La primera escuela veterinaria se funda en España en 1792, y es a lo mejor a partir de este momento cuando empieza a difundirse, primero en medios científicos, la nueva palabra, estimada como más prestigiosa, destinada a diferenciar el curandero sin estudios del científico con estudios. La revista El albéitar discute en su número 7 del 12 de mayo de 1853 precisamente la diferencia entre albeitería y veterinaria. Subraya la sinonimia de las dos acepciones hasta finales del siglo xviii:
¿Qué era la albeitería en España ántes del año de 1792? La misma que se denomina hoy veterinaria. (1853, El albéitar)
28Después de la fundación de la primera escuela veterinaria se creyó adecuado ponerle un nuevo nombre, «el de veterinaria aun cuando sinonimo de albeitería» porque «hería mas agradablemente á los oidos, de aqui el fundamento para llamarle colegio de veterinaria y á sus discípulos veterinarios» (cf. El albéitar).
29A finales del siglo había sinonimia entre los dos vocablos, pero un fragmento del mismo texto nos indica que veterinario ya es la palabra usual, puesto que se usa en primer lugar, mientras que albéitar aparece como su explicación, quizás para un público menos instruido.
Se da este nombre á varios defectos del caballo que pueden ocultarse en el acto del reconocimiento para su compra al hombre más instruído. Estos casos hacen nulo cualquier trato, una vez clasificados por un veterinario ó albéitar, y tiene la ley su tiempo marcado para la redhibición del contrato. (Hidalgo y Terrón, José, 1889, Obra completa de equitación)
30Hay otros autores que emplean los dos vocablos dentro del mismo texto. Nos parece bastante significativo donde se subraya el hecho de que albéitar constituye la antigua denominación de la profesión, asociada con los principios de la medicina medieval (doctrinas de su tiempo) basada en los cuatro humores.
Creian los antiguos, albéitares y demás conocedores del caballo, que el color del pelo indicaba, el temperamento y cualidades de tan apreciado sér, lo mismo que en el hombre, é imbuidos de las doctrinas de su tiempo, hacian intervenir en el asunto los cuatro principales humores del cuerpo por ellos admitidos, […]. (Villa y Martín, Santiago de la, 1881, Exterior de los principales animales domésticos y particularmente del caballo)
31El mismo autor emplea, sin embargo, la voz veterinario cuando se trata de una profesión apreciada y que goza de respecto (reputación y honra), basada en estudios de especialidad (suma de conocimientos que el posee).
Se trata, y no se pierda esto nunca de vista, del hecho público en que el veterinario pone en mayor riesgo su reputacion y honra facultativa, y en el que por lo mismo debe poner en juego, no ya toda la suma de conocimientos que él posee, sino que tambien toda la intencion y sagacidad de que pueda valerse contra la multitud de recursos ilegítimos y la sagacidad á que de ordinario se apela para engañarle. (Villa y Martín, Santiago de la, 1881, Exterior de los principales animales domésticos y particularmente del caballo)
32La situación cambia radicalmente en el siglo xx, con un neto predominio cuantitativo de veterinario. Esta voz aparece documentada en 124 casos de 43 documentos. La gran mayoría, 94 casos, pertenecen al texto literario. Aparecen 9 ejemplos de texto científico, 7 de prosa histórica, 6 de prosa de sociedad, 3 de prosa periodística, 3 de prosa didáctica y un ejemplo de prosa religiosa y verso dramático, respectivamente.
33Albéitar aparece documentado tan solo en 14 documentos, reuniendo un total de 26 ocurrencias. De estas, 14 pertenecen al texto literario, 4 a la prosa didáctica, 4 al texto científico, 2 a la prosa periodística y un ejemplo de verso lírico y prosa de sociedad.
34Podemos comprobar la desaparición total de albéitar del texto científico analizando las cuatro ocurrencias que aparecen en este tipo de texto. Dos ejemplos aparecen en la Historia de la lengua española de Lapesa, y por lo tanto se trata del metalenguaje, se habla «sobre» albéitar. De hecho, lo que hace Lapesa es subrayar la sustitución de albéitar por veterinario. Los otros dos ejemplos son citas de textos anteriores: la primera es una cita de Menéndez y Pelayo, texto publicado en 1881, y la segunda es de la Flora española de Quer, publicada a finales del siglo xviii.
35En cuanto a los textos literarios, comprobamos su aparición en textos que pertenecen a Galdós, autor que usaba este vocablo en el siglo xix también. En uno de estos fragmentos aparece claramente la idea de que el albéitar es también un herrador, y consecuentemente la falta de prestigio de este oficio que no era considerado una ciencia.
Falta decir que el organizador del pueblo contra las demasías del poder constituido era un pobre albéitar, que se ganaba la vida herrando caballos y mulas. (Pérez Galdós, Benito, 1906, La vuelta al mundo en la Numancia)
36El ejemplo anterior no es el único. El escritor Ramón del Valle-Inclán hace un uso parecido del vocablo en el siguiente párrafo:
Era Don Lope Calderete, mesonero, comadrón y albéitar en Solana del Maestre. Se pasó aviso al Señor Marqués. (Valle-Inclán, Ramón María del, 1927-1931, La corte de los milagros)
37Se puede notar que el personaje posee múltiples especializaciones y por lo tanto ningún título. La asociación del oficio de albéitar con otros con menos prestigio y que no precisan ninguna cualificación especial nos hace pensar que esta denominación gozaba de poca estima social.
38Hay otros autores que hacen uso indistintamente de las dos palabras, probablemente para evitar una repetición:
– ¡De Witiza, ignorante…! Menudo Titiza estás tú hecho – respondió el veterinario.
– Usted disimule, que uno es lego.[…]
– Lo que sí ha habido -continuó el albéitar – es una inválida que han traído en una silla de ruedas, porque quería saber si el muerto era su hombre que desapareció en la guerra.
(García Pavón, Francisco, 1968, El reinado de Witiza)
39Por último, la búsqueda en el crea nos ha indicado 9 casos de albéitar en 6 documentos, 5 de esos literarios, uno de la prensa, y ninguno del siglo xxi. Su uso en el texto literario se debe a la búsqueda de la palabra arcaizante.
40En dos de estos textos, el albéitar parece tener oficios más propios del barbero, pues su arte se resume al cortar el pelo y las barbas, según se puede ver en los siguientes ejemplos:
Madruga mucho y en seguida le afeitan. Fácil, porque es de poca barba, aunque muy negra. Lo más delicado, el bigotillo, […] El albéitar procede de la Legión, como el propio Caudillo, y conoce los usos. El albéitar vive del bigote de Franco, especializado en ese bigote. (1991, Umbral, Francisco, Leyenda del César visionario)
Algunos tenían el pelo como cerdas de jabalí y, cuando el albéitar intentaba reducir aquellas espesuras, tenía que coger las tijeras con las dos manos y les dejaba desmochaduras escalonadas que dejaban al aire sus enormes orejas trasparentes y la delgadez insólita de sus cuellos de alambre. (Egido, Luciano G., 1995, El corazón inmóvil)
41Finalmente, el ejemplo de la prensa sitúa la profesión por entre profesiones tradicionales del pueblo que no necesitaban estudios, con unas pocas excepciones. Es de notar que se pone la profesión de albéitar al lado del oficio de curandero, no al de médico.
En esta fascinante galería de tipos gallegos conviven curanderos y albéitares, componedores de huesos, boticarios, sacamuelas, capadores, curas, picapleitos, sastres, canteros, zuequeros, cazadores, pescadores, buscadores de tesoros y varios labradores y artesanos de las berras de Lugo. Muchos han estado en la emigración. (ABC Cultural, 06/12/1991: La Otra Gente)
42Latinismo tardío, entrado en la lengua cuando el reemplazo de los arabismos había llegado a su fine, veterinario tiene una ascensión fulminante. Consigue en unos cincuenta años desplazar a albéitar, palabra antigua bien arraigada en la lengua. Ya en el siglo xix tenemos un número igual de entradas, mientras que en el siglo xx la superioridad numérica es aplastante. Albéitar aparece en usos rebuscados en los textos contemporáneos y no hay ninguna ocurrencia del siglo xxi. Una posible causa de este cambio léxico tardío parece ser extralingüística, relacionada con la fundación de la veterinaria como ciencia. El nuevo veterinario, licenciado, siente que la antigua denominación de su oficio era desprovista de prestigio, ya que se le asociaba con otros, como el de herrador o de barbero, y estima adecuada la nueva denominación, tirada del latín, una lengua que nunca había dejado de representar un modelo prestigioso de lengua, mientras que la arábiga lo había dejado de ser hacía siglos.