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AccueilNuméros33Eje 1. El cuento hispanoamericano

Texte intégral

1En Hispanoamérica, el cuento posee una tradición notable desde los inicios de su literatura. El cuento literario, como lo conocemos actualmente, no aparece hasta la llegada del Romanticismo (es decir, la primera mitad del siglo XIX), momento en que se intensifica el interés por lo pintoresco y lo extravagante. Existen tres escritos que son considerados como los primeros cuentos americanos modernos: El Matadero, del autor argentino Esteban Echevarría, líder de la Generación del 37, el segundo es Tradiciones peruanas del escritor peruano Ricardo Palma y el último O espelho del escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis.

2El Matadero, escrito entre 1838 y 40, pero publicado veinte años después de la muerte del autor rioplatense, es un ejemplo del romanticismo europeo muy en boga entonces pero que no se presentaba aún en América. La imagen del matadero sirve como imagen para asociar al régimen de Juan Manuel de Rosas (caudillo gobernante de la Confederación Argentina entre 1935 y 52) con los asesinatos de los mataderos. Es considerado el primer cuento argentino y trata sobre la política, la economía y diversos aspectos sociales de Buenos Aires, con una fuerte carga simbólica en la obra para representar la opresión, y la violencia del gobierno. Se caracteriza por el regionalismo imperante, tanto de la descripción de personajes porteños, como en el habla popular (regionalismos y voseo), teniendo una recargada presencia de los sentimientos por encima de la razón.

3El libro de cuentos Tradiciones peruanas (1872-1883) de Ricardo Palma es una muestra de la realidad peruana, que su autor ha compuesto con mucho cuidado y limpieza. Son un conjunto de relatos que no pretenden poseer una estructura dramática cerrada, con comienzo, peripecia y fin, sino que permanecen abiertos y que por medio de americanismos y neologismos fortalecen su voluntad de constituir las tradiciones peruanas, en su peculiaridad, como objeto de la observación. A veces quedan abiertos casi tanto como un essai de Montaigne. No es ninguna casualidad que el cuento latinoamericano, en sentido moderno, comience a formarse hacia 1880 (Pollman 1982: 209).

4El tercer libro de cuentos, publicado en 1882 tiene la particularidad de poner de manifiesto su aptitud para la investigación lingüística del espacio interior. En el cuento Papeis avulsos, Machado de Asís relata las discusiones metafísicas nocturnas entre un grupo de hombres. Uno de ellos expone la tesis según la cual existen un ‘alma exterior’ y un ‘alma interior’ y relata luego un casus que lo aclara. Se trata de un lugarteniente, quien, un día en que su tía está fuera del dominio familiar y a él se le han escapado los esclavos, se siente tan dominado por el ‘alma interior’ que a toda prisa se pone el uniforme de gala y se mira al espejo, para que el ‘alma exterior’ mantenga el dominio y él pueda volver a ser dueño de la situación. El cuento tiene aquí la función de:

reflexionar la relación del hombre con la realidad y consigo mismo. Su autor aborda una temática que poco después retomará José Enrique Rodó en su Ariel (1900): la de la exterioridad que, en aquella época amenazaba ahogar a la verdadera América Latina, y de una interioridad que tanto Rodó como Machado de Asís aspiraban para su patria (Pollman 1982: 209).

  • 1 Durante este periodo el cuento no fue el único desarrollado (o, mejor dicho, vislumbramos su naci (...)

5Los primeros cuentos hispanoamericanos aparecieron en plena época romántica, poseían un fuerte componente europeo, pero sabiendo incorporar las condiciones particulares del suelo americano. Los cuentos de este periodo, inspirados en parte en la Revolución Francesa y la Ilustración, supieron poner como elementos centrales la lucha por la libertad, las grandes hazañas militares; los altibajos en las fortunas de las guerras y la participación del plebeyo en las luchas armadas. El romanticismo será una corriente literaria1 útil a las nuevas naciones, los intelectuales y escritores mantuvieron una lucha exaltada contra los tiranos, o buscaron en la literatura las bases para fundar una cultura nacional, o sencillamente se desentendieron por completo de la barbarie que asolaba su patria.

6Otros autores importantes en la cuentística hispanoamericana este primer momentoo son:
 José Victorino Lastarria (1817-1888), abogado, profesor, diputado y ministro chileno, se le considera el padre de la literatura chilena. Su obra literaria estuvo marcada por la política liberal de su carrera política. Tal es el caso del cuento «El mendigo» (1841), cuyo personaje critica los vicios de la Colonia, exalta el ejercicio de la vocación patriótica y, a su vez, procura respetar la naturaleza;
 Manuel Payno (1820-1894), escritor, militar, periodista, político y diplomático mexicano. A pesar de ser conocido por su novela Los bandidos de Río Frío (1891), que a su modo condensa el siglo XIX, fue autor de múltiples cuentos, los primeros escritos entre 1839 y 1845 y posteriormente de forma esporádica, estos fueron recogidos en 1871 en el tomo titulado Tardes nubladas;
 Juan Vicente Camacho (1829-1872), escritor, pintor y diplomático venezolano. Escribió dos libros de cuentos La estatua de bronce (1850) y Confesiones de un auténtico ahorcado resucitado (1861), que terminaron por dar al autor la fama de ser un pionero en Latinoamérica de la literatura fantástica y de ciencia ficción;
 Manuel Ricardo Palma Soriano (1833-1919), escritor, lingüista, periodista y político peruano (considerado uno de los fundadores de la Lima moderna), trabajó múltiples géneros, pero destaca el trabajo que él denominó Tradiciones peruanas que comenzó a escribir a principios de los años 1859, cuya compilación fue publicada en 1879. Se trata de relatos breves sobre diversos temas, si bien para el autor se trataba de un nuevo género, a mitad de camino entre el relato y la crónica, en la actualidad suelen ser considerados como cuentos breves;
 Julio Calcaño y Panizza (1840-1918), escritor, crítico, militar y periodista venezolano, escribió poesía, crítica literaria y novelas, aunque es principalmente conocido por sus cuentos «Las lavanderas nocturnas» (1872), «El sello maldito» (1873), «La danza de los muertos» (1873) y «Tristán Cataletto» (1883).

7A la tendencia romántica con un toque costumbrista (diferencia principal del romantismo hispanoamericano respecto al romanticismo alemán e inglés) continúan, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX dos tendencias que corren casi paralelas: el realismo y el naturalismo.

8El Realismo es una corriente estética de las artes que se da en toda Europa en la 2ª mitad del siglo XIX y que tiende a la representación de lo real y lo concreto, evitando cualquier tratamiento idealizador o subjetivo. Si el Romanticismo buscaba inspirarse en el mundo interior (intimismo, subjetividad, sentimentalismo, evasión…), el Realismo por su parte intenta reflejar la realidad externa de forma objetiva y despersonalizada por medio de la observación y la documentación. En España los principales expositores son: Fernán Caballero, Pedro Antonio de Alarcón, José María Pereda, Armando Palacio Valdés, Benito Pérez Galdón, Leopoldo Alas «Clarín» y Juan Valera

9El Naturalismo, por su parte, inicia en Francia por el novelista Émile Zola, y pretende ser una concepción del hombre y un método para estudiar y transcribir su comportamiento. El Naturalismo es la cúspide del Realismo y se basa principalmente en los métodos de las ciencias experimentales y en el determinismo. Zola defiende que el novelista debe experimentar sobre los caracteres, las pasiones o los hechos humanos y sociales como un científico, y que el comportamiento de los personajes está condicionado por problemas físicos y psíquicos hereditarios y sociales. En España se vio representado en la figura de Blasco Ibáñez y Emilia Pardo Bazán, y, en algunas obras de Benito Pérez Galdós.

10A propósito, Pardo Bazán publicó decenas y decenas de cuentos, una cincuentena de ellos está compilada en el libro La maga primavera y otros cuentos (1851-1921), en los cuales, adelantándose a su época, aborda temas como la opresión o los malos tratos proferidos por los hombres hacia las mujeres.

11Ambas corrientes parten de un principio: la literatura debe ofrecer cuadros fieles de los acontecimientos históricos y sociales del momento, mostrando los modelos de la vida burguesa de la época y de las clases sociales más desfavorecidas.

12Aunque el realismo se estrenó en Hispanoamérica a mediados del siglo XIX con Alberto Blest Gana (1830-1920), no llegó a su apogeo hasta fines del siglo. Otros cuentistas destacados (aunque aparecieron veinte años después) son: José López Portillo y Rojas (1850-1923), Tomás Carrasquilla (1858-1940) y Manuel González Zeledón (1864-1936).

13Al mismo tiempo que florecía el realismo en Hispanoamérica, existían simultáneamente otros dos movimientos que en Europa ya lo relevaban: el naturalismo y el modernismo. En las obras realistas de Hispanoamérica predomina el tono romántico que perduró a través de todo el siglo XIX. Como dice Alegría, «es que con toda razón Joaquín Casalduero se refiere en sus conferencias al “realismo sentimental”, mientras Fernando Alegría lo llama el “realismo romántico”» (1959: 53).

14Bellini (2008: s.p.) estima que el éxito del realismo en la sociedad latinoamericana no se debe sólo a la influencia de Balzac, Maupassant, Alarcón, Pereda y Pérez Galdós, sino que la creciente industrialización provocó la aparición de inmensas urbes con elevados niveles de marginalidad donde reinaban la miseria y el sentimiento abandono. Destaca sobre todo el colombiano Tomás Carrasquilla, autor de logrados cuentos, donde la descripción del paisaje y las costumbres de su país van de la mano de una delicada sensibilidad con que capta situaciones de profunda humanidad, sin perder el habla popular de los personajes.

15Los naturalistas consideraban que el mejor método para poder representar esta realidad era a través de la novela. Es por ello que no sorprende el pequeño número de cuentos naturalistas, pues la mayoría de los autores prefería comprobar sus teorías darwinistas y deterministas en escritos largos o, incluso, en series de novelas. En el caso latinoamericano algunos de los autores conocidos casi exclusivamente como cuentistas son Javier de Viana y Baldomero Lillo, también destaca Augusto D’Halmar, el chileno Luis Orrego Luco, el uruguayo Carlos Reyles y el costarricense Manuel González Zeledón.

16Poco después de comenzado el siglo XX el naturalismo comenzó a entrar en decadencia para dar paso a otro movimiento que comenzaba a gestarse desde fines del siglo XIX y que se concentraba más bien en la estética que en la forma. El precepto fundamental del modernismo era que el arte se experimentaba por los sentidos y no por la moral ni por la comprensión de los eventos en tanto que aspectos sociales o naturales; por lo que, para estimular los sentimientos y emociones, era necesario valorizar mucho más aquellos detalles que estimularan las emociones y permitieran asociarse entre sí (sinestesia). Recuérdese aquella famosa frase de Octavio Paz (1974: 128):

El modernismo fue la respuesta al positivismo, la crítica de la sensibilidad y el corazón —también de los nervios— al empirismo y el cientismo positivista. En este sentido su función histórica fue semejante a la de la reacción romántica en el alba del siglo XIX. El modernismo fue nuestro verdadero romanticismo y, como en el caso del simbolismo francés, su versión no fue una repetición, sino una metáfora: otro romanticismo. La conexión entre el positivismo y el modernismo es de orden histórico y psicológico. Se corre el riesgo de no entender en qué consiste esa relación si se olvida que el positivismo latinoamericano, más que un método científico, fue una ideología, una creencia. Su influencia sobre el desarrollo de la ciencia en nuestros países fue muchísimo menor que su imperio sobre las mentes y las sensibilidades de los grupos intelectuales. Nuestra crítica ha sido insensible a la dialéctica contradictoria que une al positivismo y al modernismo y de ahí que se empeñe en ver al segundo únicamente como una tendencia literaria y, sobre todo, como un estilo cosmopolita y más bien superficial. No, el modernismo fue un estado de espíritu.

17Sin embargo, la preeminencia otorgada a la sensibilidad artística no significaba el retorno al dramatismo de los románticos. Es cierto que buscaban romper con la precisión “científica” para retratar la realidad de lo naturalistas (y de los realistas), y para ello decidieron refugiarse en el exotismo de mundos pasados como forma de evasión frente a la barbarie que se experimentaba en el mundo industrial (incluida la Primera Guerra Mundial), teniendo como ideales el arte oriental y el parnasianismo (la alusión al monte Parnaso), movimiento literario francés del siglo XVIII.

18La sinestesia, o la estimulación correspondida entre dos o más sentidos, fue la base de la creación modernista. Los autores buscaban crear ambientes integrales por medio de la lectura, y para conseguirlo, echaron mano de cuanta técnica literaria pudieron, incluido el uso de los neologismos y de palabras nuevas derivadas del castellano o de idiomas extranjeros, lo cual a su vez atestiguaba el carácter cosmopolita que refrendaban (Ferrada 2018). Su cosmopolitismo se vio también reforzado por el intercambio entre autores de diferentes países, se considera que es el primer movimiento literario que pone en práctica la globalización, es decir, que se reúne en diferentes ciudades y países, y que las revistas publican autores de diferentes orígenes, sea en versión original o traducida.

19El modernismo hizo una contribución primordial al cuento, si el naturalismo y el realismo habían privilegiado la novela, en esta nueva corriente se recuperó la poesía y el cuento (aunque en mucho menor medida que la poesía), pero favoreciendo y enriqueciendo la prosa en las generaciones siguientes. Si pocas novelas aparecieron en este movimiento, el cuento, por su parte, fue ejercitado por los modernistas entre los años 1880-1917.

20Manuel Gutiérrez Nájera, mexicano, se considera como el iniciador del cuento modernista: en Cuentos frágiles (1883) y Cuentos color de humo, publicados después de su muerte en 1898. Los iniciadores del Modernismo, Casal y Martí entre ellos, también escriben prosa, y algunas narraciones. El más dotado narrador modernista, sin embargo, con Gutiérrez Nájera, es Rubén Darío, colaborador de varios periódicos y revistas, también destacan el argentino Leopolgo Lugones, el venezolano Manuel Díaz Rodríguez. Una segunda generación de modernistas renovaría el movimiento, haciendo de él un espacio de análisis personal y continental, en esta segunda ola destacan: aún, Rubén Darío, Ricardo Jaimes Freyre, Amado Nervo, Julio Herrera y Reissig, José Santos Chocano y Rafael Arévalo Martínez Bellini (2018: s.p.).

21Con un poco de retraso (muy a fines del siglo XIX), pero corriendo paralelamente, surge en América Latina un movimiento literario denominado «Criollismo». Según Ulrich (1946: s.p.), el Criollismo surge en Venezuela en 1890, aunque tendrá que esperar varias décadas a que las condiciones generales permitan encontrar una aceptación general en el continente. Se trata de un movimiento que nada a contracorriente de la escuela modernista, tan en boga ese periodo en una gran parte del mundo. Se trata de una respuesta al menosprecio por el mundo campesino y la tendencia modernista de privilegiar la ciudad como centro de desarrollo de las nacientes repúblicas del continente (el cosmopolitismo había mellado el interés por el campo). Este movimiento recuperó algunos elementos del Naturalismo (la observación y la descripción casi científica) para poder objetivamente apreciar, comprender y salvaguardar el universo rural, a saber: la tierra, lo aborigen y lo cotidiano.

22Para este grupo de autores, las tendencias europeas (como el costumbrismo español) no son suficientes para poder expresar aquello que la región necesita, de ahí que se haga necesaria una nueva forma de escritura que dé prioridad a temas nativos de América. No obstante, los criollistas recuperan del modernismo el estilo refinado, al cual mezclan la descripción realista del paisaje, de las costumbres, de los personajes y de sus hablas. En ese sentido, retratan el habla popular como un ente externo, no construyen sus obras desde dentro, como hicieron los costumbristas, sino que lo observan desde fuera. Sin caer en el folclor, retratan todos estos elementos y los incorporan a la trama como si se tratase de un personaje más. Entre los escritores más notorios se encuentran: Horacio Quiroga, Martín Luis Guzmán, José Revueltas, Jorge Ferreti, Salvador Salazar Arrué, Juan Bosch, Manuel Rojas, Gabriela Mistral y Rosario Castellanos.

23Durante la primera mitad del siglo XX en un contexto híper dinámico lleno de transformaciones en todos los planos (económico, político, social, militar, religioso, cultural, científico y tecnológico), la modernidad supuso el planteamiento de alternativas al modelo imperante. Recuérdese que tan sólo en las primeras décadas del siglo, la humanidad había conseguido un crecimiento y desarrollo sin igual, incrementando la calidad de vida de las personas, pero esta posibilidad se vio rápidamente comprometida con el estallido de la Primera Guerra Mundial y la gran crisis económica provocada por la caída de Wall Street (en el año 1929), enviando a la humanidad a una época de recesión y conflictos que, darían paso a la aparición de los sistemas totalitarios (fascismo y nacionalsocialismo) y la explosión de la Segunda Guerra Mundial.

24En el plano artístico, a nivel global (aunque concentrado en Occidente), aparece un serio cuestionamiento al rol del individuo en este escenario. Se busca crear una transformación radical de la sociedad y de sus individuos, rompiendo con todo lo que hasta ese momento se encontraba disponible. Había que dejar atrás el sentimentalismo de los románticos, la visión pesimista del naturalismo y el realismo, y enfocarse no sólo en los sentimientos como hacía el modernismo. Para lograr dicha transformación, era necesario otorgar al inconsciente el rol que hasta ese momento se le había negado, era necesario que todo lo racional se escoltara por la posibilidad de emancipación del individuo, tanto en el plano económico, como político y social. Los valores que las vanguardias defendieron fueron la libertad, la pasión y el individualismo.

25En el plano literario, las vanguardias hacen alusión a un conjunto de movimientos desarrollados dentro de la literatura durante la primera mitad del siglo XX, que al igual que el vanguardismo del arte, buscaron renovar los cánones establecidos, rechazando los valores impuestos, las fundaciones estéticas previas y la tradición literaria en su conjunto. Según Lukács (1966), tres son los rasgos distintivos de las vanguardias literarias:
a) su adscripción a lo popular, especialmente en lo que concierne a las tradiciones de los sufrimientos del pueblo;
b) el realismo como actividad artística popular por su variedad inagotable (y, particularmente, en el caso europeo su condición antifascista), y
c) su vínculo permanente con la política como facilitador de la crítica a la historia (nuevamente, en el caso de Europa dicho vínculo se establecería por medio del Frente Popular).
Ahí donde emergiera la vanguardia, el imaginario cultural se vería trastocado por las necesidades del momento (piénsese en Rusia, Francia, España, Italia, Alemania, Chile o México).

26Entre los objetivos de las vanguardias literarias aparecen:
 la búsqueda de la libertad de expresión mediante sus obras, el rompimiento con la tradición y las normas supone dicha libertad;
 los manifiestos y revistas literarias a la medida son el mejor método de evitar que cualquier canon suprima parte de este espíritu reformador, las publicaciones “independientes” garantizan la presencia de las creaciones literarias;
 ya no se busca reflejar la realidad, sino que se busca evadirse de ella, los autores no reproducirán lo que perciben, sino que crearán una nueva realidad con valores hasta entonces nuevos;
 la lógica y el sentimentalismo ya no son los cánones para la creación literaria, sino que se busca la experimentación de todo tipo (desde la tipografía hasta la resignificación de las palabras).

27Es difícil poder nombrar todos los movimientos vanguardistas existentes, a veces, las variantes de cada uno de ellos hacían difícil la clasificación, entre las vanguardias más recurrentes aparecen: el surrealismo, el cubismo, el futurismo, el expresionismo, el creacionismo, el dadaísmo, el ultraísmo, el existencialismo y el realismo mágico (este es muy particular de América Latina). No podemos entrar en una caracterización personalizada para cada uno de estos movimientos, por falta de espacio y por encontrarse fuera de nuestro foco de interés. Lo que si podemos mencionar es que las vanguardias latinoamericanas, como se mencionó anteriormente, son el resultado de la búsqueda de autonomía, libertad y democratización en la región, en este sentido, las condiciones y necesidades concretas de la región moldearon la literatura de la época, haciendo que pudiera encontrar elementos en común entre los países e imaginar un espacio continental común.

28De la Fuente (2005: 6) considera que estas vanguardias latinoamericanas pueden ser divididas en dos momentos, uno que va de 1915 a 1929 y otro que va de 1930 a 1940 (que coinciden con eventos globales como la Primera y la Segunda Guerra mundial).

29El primer momento, con Brasil a la cabeza, supone una resistencia a la dominación oligárquico-liberal en lo político y a sus formas de expresión cultural, así como un rechazo a la influencia extranjera estadounidense, inglesa y francesa. En este caso, la literatura busca construir un nuevo lenguaje asociado a un hombre nuevo en un país nuevo. Destacando autores como Jorge Luis Borges, Wanka Ayulo, Mario de Andrade, Juan Bautista Alberdi y Francisco Chuagún.

30En el segundo momento se constituye la narrativa regional como expresión de una ‘contracolonización’ que busca un equilibrio entre tendencias nacionalistas e internacionalistas. El existencialismo entra en la escena regional gracias al uruguayo Juan Carlos Onetti quien combinó la angustia de los seres solitarios con argumentos más originales y con personajes más individualizados.

31Mención aparte en este segundo momento merece el realismo mágico, uno de los emblemas literarios de América Latina. El realismo mágico, nos dice Menton (1986: 325) «consiste en la presentación objetiva, estática y precisa de la realidad cotidiana con algún elemento inesperado o improbable cuyo conjunto deja al lector desconcertado, aturdido, maravillado». Precisa que no se trata de la descripción de lo imposible, sino del ambiente único (sobrenatural, mágico, macabro, surreal) de América Latina donde la cultura tiene fuertes raíces indígenas o africanas. Uno de sus representantes es Alejo Carpentier, seguido de Miguel Ángel Asturias, Elena Garro, Gabriel García Márquez y Juan Rulfo. Uslar (1986: s.p.) nos dice al respecto:

Si uno lee, con ojos europeos, una novela de Asturias o de Carpentier, puede creer que se trata de una visión artificial o de una anomalía desconcertante y nada familiar. No se trataba de un añadido de personajes y sucesos fantásticos, de los que hay muchos y buenos ejemplos desde los inicios de la literatura, sino de la revelación de una situación diferente, no habitual, que chocaba con los patrones aceptados del realismo. Para los mismos hispanoamericanos era como un redescubrimiento de su situación cultural. Esta línea va desde «Las leyendas de Guatemala» hasta «Cien años de soledad». Lo que García Márquez describe y que parece pura invención, no es otra cosa que el retrato de una situación peculiar, vista con ojos de la gente que la viven y la crean, casi sin alteraciones. El mundo criollo está lleno de magia en el sentido de lo inhabitual y lo extraño. La recuperación plena de esa realidad fue el hecho fundamental que le ha dado a la literatura latinoamericana su originalidad y el reconocimiento mundial.

32Otros autores y precursores son: José Pereira de Graca de Aranha, Macedonio Fernández, Julio Torri, José Fuenmayor, Julio Garmendia, Pablo Palacio, Xul Solar, Felisberto Hernández, Euclides de Cunha.

33A partir de los años sesenta y hasta los setenta la región latinoamericana experimentó una fuerte sacudida en el terreno sociopolítico, aparece la Revolución Cubana, se instauran las dictaduras en varios países del cono sur (Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina, por ejemplo) y la protesta social no deja de estar presente en la región. Al igual que las vanguardias habían tratado de crear un hombre y una sociedad nuevas en según las necesidades de la época, los autores del llamado «Boom latinoamericano» buscaron romper con los cánones impuestos y experimentar con el lenguaje a fin de dotar al hombre de aquello que la política le robaba. Se trata de una narrativa eminentemente social y política, que aborda temas espinosos para la épica.

34Ahora bien, a pesar de esta renovación, el ‘boom’ no se considera propiamente como una corriente literaria o cultura, sino como un fenómeno editorial (que impulsaba básicamente la novela latinoamericana, aunque también el cuento) que garantizó la difusión de la literatura latinoamericana en el mundo, convirtiendo a varios autores en fenómenos globales permitiendo eventualmente ganar incluso el premio Nobel a algunos de ellos (Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa). Este trabajo de difusión fue posible gracias a la labor intensiva de editoriales como la catalana Seix Barral y de la madrileña Alianza, y al trabajo inagotable de agentes literarios como Carmen Balcells, quien abrió las puertas del mercado francés a los autores latinos (Pope 1996: 230). A su vez, en América Latina, las casas editoriales (en su mayoría casas oficiales o pequeñas empresas privadas) comenzaron a dinamizar su actividad y a darle cabida a nuevos autores y a exportarlos. Tal fue el caso del Fondo de Cultura Económica, Joaquín Mortiz, Era y Siglo XXI en México, en Buenos Aires las editoriales Losada, Emecé, Sudamericana, Compañía General Fabril Editora y algunas más pequeñas del tipo de Jorge Álvarez, La Flor, Galerna, entre otras; Alfa y Arca en Montevideo; Monte Ávila en Caracas; en Chile, Nascimento y Zigzag; la Casa de las Américas de Cuba (que además realizaba concursos anuales y poseía su propia revista literaria) (Rama 2005: 173). Gracias al trabajo editorial, ciudades como La Habana, Ciudad de México, Buenos Aires, Montevideo, Asunción o Santiago se convirtieron en centros importantes de innovación cultural (Menton 1986: 570).

35Entre las características más notorias del ‘boom’ se destacar tres:
 los escenarios locales (aunque podría hablarse más bien de regionales) sirven de base para que las historias contadas nos lleven a la búsqueda de una identidad regional propia que pasa por los paisajes, tradiciones, usos y costumbres, etc. En esto se parece al criollismo, aunque con la diferencia de que lo local sirve para explicar condiciones o conflictos sociopolíticos enmarcados en un contexto más amplio;
 las influencias vanguardistas que permitirían la aparición del carácter mágico de la narrativa latinoamericana (gracias a técnicas surrealistas, dadaístas, expresionistas, etc.). Por ejemplo, la obra cumbre de este fenómeno literario, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (1967), en donde convergen ficción, realidad y fantasía;
 a experimentación (otra característica que le asemeja a las vanguardias) permite el uso de narraciones atípicos, de historias construidas de forma no lineal, desordenadas, el uso abundantes juegos de palabras, de figuras literarias como las metáforas y de monólogos interiores…

36Esta última característica es muy propia de la escritura de Julio Cortázar, destaca Rayuela (1963), pero también experimentó, innovó y teorizó en el género de los cuentos de forma excepcional en obras como Bestiario, Historias de cronopios y de famas, Todos los fuegos el fuego y Deshoras.

37Otros autores también reputados por el trabajo cuentístico realizado son Carlos Fuentes, quien antes de dedicarse a la novela escribió una recopilación de cuentos Los días enmascarados (1954). Destacan dos mexicanos más: Juan Rulfo, autor de dos de los libros más importantes en la historia de la literatura latinoamericana, uno de ellos de cuentos, El llano en llamas, y una novela breve Pedro Páramo; la segunda es Elena Garro, autora de Los recuerdos del porvenir (1963), y muy prolífica en el cuento, destacando El día que fuimos perros y La culpa es de los tlaxcaltecas.

38Dos chilenos también obtuvieron un gran reconocimiento, María Luisa Bombal, autora de La última niebla y La amortajada, así como José Donoso, autor de El obsceno pájaro de la noche y El lugar sin límites. La brasileña Clarice Lispector, autora de La hora de la estrella, con una producción de cuentos muy importante, por ejemplo, sus obras Felicidad clandestina, Algunos cuentos, Lazos de familia, entre muchos más. También sobresale el paraguayo Augusto Roa Bastos, autor de Yo el Supremo y de Hijo de hombre los libros de cuentos El trueno entre las hojas, El baldío, Madera quemada y Moriencia.

39Aunque el ‘boom’ tuvo un efecto positivo para la difusión de la literatura latinoamericana, al permitir que los grandes autores (hombres, mayoritariamente) fueran conocidos en todo el mundo, supuso también una gran amenaza para todos y, principalmente, todas las escritoras fuera de los circuitos comerciales. Al margen de haber puesto como referencia en el escenario literario mundial a la literatura latinoamericana, este fenómeno supone, ante todo, la creación de un nuevo mercado, donde las empresas editoriales buscan acaparar grandes nombres sujetos de comercialización a nivel global. Se trata, por tanto, también de la búsqueda del incremento de ventas y ganancias -algo que supondría su caída en el largo plazo por agotamiento del producto- (Andrada 2002: s.p.). Así este movimiento literario, al buscar la optimización económica, opacó, e incluso podemos decir que impidió, el ascenso y el reconocimiento de mujeres escritoras que publicaban y gozaban de prestigio literario.

40No obstante, la escritura femenina existe, y ha existido a lo largo de la historia. Si se considera la escritura como una “práctica social”, entonces es indudable que las mujeres siempre han tenido un rol fundamental en la literatura. Lo que si ha existido es una voluntad de desterrar a las mujeres del campo de la escritura literaria (sea por disposiciones y leyes como en el periodo de la Reforma, la Contrarreforma, el machismo o los intereses políticos y económicos de una élite masculina). Este destierro puede presentarse de distintas maneras, desde la omisión, el silencio, pasando por la invisibilidad y el descrédito en el espacio público, llegando hasta la encarcelación e incluso el asesinato.

41Para fortuna de las mujeres, las últimas décadas han supuesto la llegada de los estudios de género (que cuestionan la dominación y el poder masculino) y de desarrollos tecnológicos que han permitido a su vez dos procesos, el primero la liberalización de (o el fácil acceso a) los medios técnicos que permiten la edición y la publicación, y el segundo, la ‘liberalización de la escucha’, es decir, una mejor atención a la escritura femenina en el campo social. La escritura tiene una fuerte relación con la subjetividad y el tiempo del pensamiento. No es que las mujeres tengan una mejor recepción en la actualidad, sino que los cambios en la forma de comunicar, el espacio de la reflexión, de la duda y de la aceptación han permitido que las mujeres lleguen a ocupar un sitio similar al de los hombres (no sin muchas trabas) (Plebani 2023).

42Justamente esta batalla es la que suele encontrarse en la mayoría del cuento ‘femenino’, si pudiera denominarse con este calificativo al cuento escrito por mujeres en las últimas décadas. Las autoras contemporáneas parten del precepto de que las obras literarias tienen una potencia extraordinaria, capaz de emancipar al individuo, pero también capaces de sumir a los individuos en estereotipos y roles de género que se perpetúan de generación en generación. Estas autoras renfocan la mira sobre protagonistas femeninas que pueden, buscan o rompen con cánones sociales establecidos que las someten y se forjan una personalidad propia y empoderada. Por igual, otros temas que hasta ese momento no eran de interés público, serán abordados; tal es el caso del aborto, la consciencia del cuerpo y el derecho al placer femenino, la violencia y degradación de la mujer, estos temas, aunque hubieran podido ser tratados por hombres, son tratados por un enfoque más adecuado y realista, sin el sesgo de la sexualización del cuerpo femenino al cual estaban sometidas por la mirada masculina.

43Insistimos sobre el hecho de que con la liberalización de la técnica y de la palabra-escucha, es tarea imposible hacer un recuento de las cuentistas de éste último periodo que comienza en la década de los años setenta y continúa hasta la actualidad. Tampoco nos interesa realizarlo a profundidad, pero si mencionaremos a continuación algunas obras clave para comprender la corriente.

44En el ámbito español destacan cuentistas como Rosa Chacel, Carmen Laforet, Cristina Fernández Cubas, Gema Fernández Esteban, Mercedes Cebrián, Isabel González, Silvia Nanclares, Sara Mesa, Aloma Rodríguez, Laura Ferrero y Rosa de Viña (Para más detalle, ver la compilación de Mujeres cuentistas de Inma Luna y la obra Cuentos sobre mujeres de Marta González).

45En el ámbito latinoamericano, un proyecto sumamente interesante ha sido creado por la Universidad Nacional Autónoma de México, se trata del proyecto Vindictas2, una apuesta de lucha contra el olvido mediático y la invisibilidad de la obra de creadoras latinoamericanas; a fin de restituir el derecho a la palabra de las escritoras silenciadas o ignoradas en el ámbito de la literatura, las artes escénicas y visuales, la danza, la música y la ciencia. Entre las cuentistas latinoamericanas, el proyecto destaca a cuentistas, escritoras y académicas jóvenes que reúne a 20 autoras de la geografía del español en Latinoamérica y España, las autoras recopiladas son: Armonía Somers (Uruguay), Bertalicia Peralta (Panamá), Gilda Holst (Ecuador), Hilma Contreras (República Dominicana), Ivonne Recinos (Guatemala), Magda Zavala (Costa Rica), María Luisa de Luján Campos (Argentina), María Elisa Helio (España), María Luisa Puga (Distrito Federal), María Virginia Estenssoro (Bolivia), Marta Brunet (Chile), Marvel Moreno (Colombia), Mercedes Durand (El Salvador), Mercedes Gordillo (Nicaragua), Mimí Díaz Lozano (Honduras), Marta Yáñez (Cuba), Pilar Dughi (Perú), Rosario Ferré (Puerto Rico), Silda Cordoliani (Venezuela) y Susy Delgado (Paraguay).

46Para cerrar rápidamente este apartado que ha buscado hacer un recuento brevísimo de la evolución del cuento en la región hispanoamericana: los cuentos han atravesado una serie de transformaciones a lo largo de su existencia, pasando desde su versión oral a la escrita con el desarrollo de la escritura y posteriormente de la imprenta. Inicialmente las historias narradas oralmente en los pueblos primitivos y no tan primitivos impregnaron la narración de un carácter fantástico, extraordinario y ficticio, otorgando su aura mística. Sin embargo, aún mediante esta ficción, el cuento siempre fue una herramienta formativa entre las comunidades, era una forma económica de familiarizar a los nuevos individuos con el entorno, a conocer los elementos existentes en él, y a saber cómo utilizarlos y/o modificarlos. En ese sentido, el cuento auxiliaba a adquirir patrones y comportamientos sociales como la formación de una identidad compartida con el resto de la comunidad, el apego, el autocontrol, la cooperación, la amistad, la cultura, y los conocimientos sociales, políticos y religiosos existentes en el seno de la comunidad, aspectos fundamentales de la vida en sociedad que si debieran aprenderse individualmente sería más complicado y menos vivo.

47En la actualidad el cuento ha dejado de tener exclusivamente ese rol formador, existen, por el contrario, muchos tipos diferentes de cuento que muestran las historias o el folklore de un lugar en particular, ya sea una región o un país (Goyanes 1949: 101). El cuento actual es capaz de mimetizar la realidad (como hemos visto con algunos movimientos literarios), sin embargo, su función va más allá de la pura descripción, el cuento per se no busca imitar la realidad, sino que dicha imitación es útil a otro principio de mayor amplitud y que cambia según las corrientes teóricas, según el deseo del autor o las condiciones imperantes en las que se encuentra (pudiendo ser una herramienta de denuncia, de movilización, de entretenimiento, de descubrimiento, etc.). El cuento puede también experimentar en nuevos ámbitos de la realidad, familiares a lo latinoamericano, describiendo de manera única aquellas características de una región (tal es el caso del carácter mágico, maravilloso o irreal que describe el realismo mágico). Y, por último, el cuento puede también reflexionar, en inmediata relación con el objeto, sobre la realidad de una región tan compleja como lo es la hispanoamericana (con todas las interacciones existentes en su interior, y especialmente con todas sus contradicciones). Como dice Pollman (1982: 208):

el cuento es un medio experimental que permite a los autores latinoamericanos realizar para su continente el tan difícil camino del autodescubrimiento y hallazgo. Por ello se puede encontrar el cuento en América Latina en una forma particularmente pura y neta: aquí está en su elemento, y puede decirse que se halla en un doloroso acuerdo ideal con las condiciones de la producción literaria, con una situación análoga a la de Sísifo, que excluye toda llegada definitiva.

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Bibliographie

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Notes

1 Durante este periodo el cuento no fue el único desarrollado (o, mejor dicho, vislumbramos su nacimiento), otros géneros literarios también fructificaron, dos fueron los que recibieron un gran impulso: la novela (en todas sus variantes, históricas, sentimentales, costumbristas, realistas, etc.) y la poesía (especialmente la poesía popular, elemento fundamental de la construcción identitaria). Pero, otros géneros también tuvieron un desarrollo en el romanticismo, tal fue el caso de la prosa (narrativa), la crónica de viaje, el cuadro de costumbre, la biografía, ensayos y memorias.

2 Para más información consultar el sitio de internet <https://vindictas.unam.mx/sitio/vindictas> y la obra de Venegas Socorro y Juan Casamayor (ed.), 2021.

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Pour citer cet article

Référence papier

Refugio Chávez Ramírez, « Eje 1. El cuento hispanoamericano »reCHERches, 33 | 2024, 15-28.

Référence électronique

Refugio Chávez Ramírez, « Eje 1. El cuento hispanoamericano »reCHERches [En ligne], 33 | 2024, mis en ligne le 13 novembre 2024, consulté le 18 janvier 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/cher/17250 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/12o4g

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Auteur

Refugio Chávez Ramírez

Attaché temporaire d’enseignement et de recherché, specialiste en études hispaniques, CRIT, Université de Franche-Comté.

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