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Dossier – Paraguay : une cartographie entre oubli et mémoire

Literatura paraguaya: un grito en voz baja

Bernardo NERI FARINA
p. 109-124

Résumés

Au Paraguay, il y a une littérature propre qui cherche toujours sa voix, et qui surtout, ne trouve pas encore la réponse d’une société qui s’empare d’elle. Il y a une sorte de déterminisme, qui a retardé pendant longtemps l’apparition de manifestations littéraires mûres, dans un milieu qui méprisait la fiction parce qu’il exigeait que l’on écrive sur des « réalités », bien que souvent la réalité paraguayenne aille au-delà de la fiction la plus délirante. Ce travail offre un panorama de la littérature paraguayenne et de sa relation avec l’histoire qui l’a influencée. Et de ce qui est produit aujourd’hui au-delà des obstacles à surmonter parmi lesquels on distingue : un système éducatif qui ne développe pas la lecture et le manque de politiques publiques de promotion de la culture et de la production littéraire.

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Texte intégral

1El Paraguay es un país de incertidumbres. Una certeza incuba cien dudas. Una afirmación genera siempre el sentimiento de que algo quedó por decir y no se dijo. Aquí, describir una realidad conlleva la percepción de que cuando se termina tal descripción la realidad se había transformado y habría que comenzar a describir una nueva realidad: la antigua estaba ya desenfocada. El punto de vista y la perspectiva se habían mudado.

2Se dirá que esta sensación permanente de no poder tener una visión completa y definitiva del todo alrededor se da en cualquier país, en cualquier situación que se busca describir, en cualquier materia que se desea conocer y analizar. Pero en el Paraguay existe un fenómeno peculiar: siendo un territorio con geografía humana de naturaleza conservadora, donde todo pareciera inmutable, existe siempre una agitación subyacente que no termina de salir de su condición soterrada. Y esa dinámica interior que no aflora del todo hace que la superficie palpite con pequeñas revoluciones que están comenzando y comenzando sin poder concluir en la consumación de un nuevo estado de cosas. La historia, aquí, es un círculo que gira y gira. Moverse no representa, precisamente, marchar.

3Queremos cambiar y no cambiamos. Queremos crecer y tenemos miedo a elevarnos. Queremos avanzar y no damos el paso inicial. Amamos a los innovadores que conocemos, pero no los imitamos. Enterramos a nuestros prohombres y con ellos su memoria. Veneramos a algunos pocos y al poco tiempo olvidamos el porqué de esa veneración. Exigimos a los otros, pero no nos exigimos nosotros. Obligamos mucho y damos poco. Esperamos lo que ocurra y no salimos a buscar que ocurra lo que queremos que ocurra. Y giramos en torno de paradigmas recurrentes que vamos reverdeciendo, en un intento de rescatar color de su incontenible y descolorida obsolescencia.

4Ésta no es, ni mucho menos, una visión apocalíptica del Paraguay. En absoluto. Es una especie de aguafuerte social (gracias, Roberto Arlt) que tampoco puede ser utilizada para generalizar conductas. Pero refleja una constante histórica desde la era de la Conquista. No nos hemos podido despojar del todo, a lo largo del tiempo, de atavismos que muchas veces nos han impedido mirar el futuro sin temores y con el espíritu libre de prejuicios y de fanatismos inconducentes.

5Nos ha costado mucho (y lo conseguimos pocas veces) dar continuidad a procesos armónicos que hicieran que el pasado fluyera sin espasmos hacia un futuro de evolución. Del pasado hemos rescatado más las “glorias” marciales que las epopeyas cívicas. Nuestras calles tienen sonoros nombres militares y escasos nombres civiles y mucho menos nombres culturales. La memoria cultural es más una desmemoria.

6Éste es un contexto pintado con brocha gorda en cuyo regazo están instaladas la cultura, en términos generales, y la literatura, en particular, en el Paraguay.

7El carácter de un país define bastante el carácter de su literatura. Para hablar de literatura es preciso hablar también de la lectura. ¿Cuán importante es la literatura en la vida del Paraguay? ¿Hay una relación entre literatura y sociedad? ¿Existe un Estado que entiende a la literatura como un factor importante en la vida de la comunidad? ¿Hay políticas públicas que permitan difundir el libro y la lectura? ¿Hay políticas públicas capaces de sostener la creación literaria como una producción orgánica?

8Literatura sin lectura es apenas un libro olvidado en un estante. Un ente inane. ¿Cómo es hacer literatura en un país sin mayor vocación de lectura? ¿Cómo es hacer literatura en un medio en el que el escritor es casi un marginal, alguien que tiene una actividad alejada del concepto utilitario que se le da al término “actividad”?

— ¿A qué te dedicas?
— Soy escritor.
— Está bien, pero ¿en qué trabajas?

9Esto circula como un chiste en el ámbito de los escritores. Pero es una realidad de piedra.

10Sin fomento de la lectura, sin mecanismos públicos que promuevan el libro como un bien integral, con un sistema educativo que casi prescinde del libro en cuanto instrumento sustancial para la comunicación y amplificación del conocimiento, es inviable pensar en una literatura profesional en el Paraguay.

11Y no se habla de una “profesionalización” como para que el escritor viva a cuerpo de rey de la escritura, sino de la profesionalización como reconocimiento de la importancia que le diera la sociedad a la creación literaria.

12En el Paraguay la lectura no es una aspiración colectiva. No lo fue nunca. Y se puede explicar esto en el marco de una historia en que primó la fuerza de la masa embrutecida – por la acción de los malos políticos –, sobre lo que debió haber sido la racionalidad ciudadana.

13Se construye ciudadanía sobre el sólido cimiento de la cultura; la cultura se erige sobre la lectura y lectura es libro. Y podemos finalizar con esta sentencia firme que no es redundancia: libro es literatura. Entonces, ¿se podría hablar de ciudadanía consolidada sin cultura, sin lectura, sin libro, sin literatura?

  • 1 Giardinelli, Mempo, Volver a leer: propuestas para ser una nación de lectores, Asunción, Servilib (...)

14En su libro Volver a leer: propuestas para ser una nación de lectores, Mempo Giardinelli sostiene que “[…] no hay desarrollo educacional, social ni política sustentable si no se apoya, también, en una sólida política de Estado de lectura1 […]”. He aquí un tema que se comienza a debatir en el Paraguay, con el problema de que falta un interlocutor fundamental: el propio Estado, administrado por políticos absolutamente desligados de las perentorias necesidades ciudadanas.

15En el Paraguay, los políticos siguen pensando que el Estado es propiedad exclusiva de sus administradores y que un servicio no es una prestación contra el aporte impositivo del ciudadano, sino una concesión graciosa de los propios políticos administradores. Si un ministro inaugurara una biblioteca (algo no frecuente, ni mucho menos), pondrá en la puerta una placa con su nombre como si la biblioteca fuera una donación particular suya. No hay noción de Estado como cosa pública. En el Paraguay, el Estado ha sido privatizado por los grupos políticos que lo manejan. Manejar el Estado para provecho propio es la única aspiración política. Tampoco hay noción de Gobierno, porque quienes tienen el poder no gobiernan, sino conducen la nave estatal por los caminos del latrocinio.

16En ese marco es prácticamente imposible pensar en políticas públicas de calidad. No ya tan solo en lo cultural. No existen políticas públicas ni en salud ni en educación ni en seguridad…

17Ante la falta de involucramiento del Estado – es decir de los gobiernos que lo administran – en políticas culturales y en la cultura misma, la propia sociedad ha olvidado la relevancia de la cultura y, en términos específicos, de la literatura. No existe una relación muy estrecha entre la literatura del Paraguay y la sociedad del Paraguay; entre escritores paraguayos y público paraguayo. Los programas estudiantiles apenas rozan la literatura, y un alumno que va a la Universidad apenas conoce el nombre de Augusto Roa Bastos o, por ahí, Gabriel Casaccia. Muy pocos saben que existe hoy una llamativa producción literaria y que han emergido últimamente escritores de considerable estatura creativa, mujeres y varones.

18Los esfuerzos para acercar a autores y público se han originado en sectores privados. En los gremios editoriales que promueven ferias del libro (con ausencia de autoridades estatales), en los gremios de escritores, en algunas pocas universidades que priorizan la cultura, en ciertos colectivos de personas interesadas en ampliar sus conocimientos literarios.

19Un proyecto de Ley del Libro duerme desde hace algunos años en gavetas legislativas. No es un tema prioritario ni tampoco brinda réditos políticos a los políticos que fungen de legisladores.

20Cuando se concedió el Premio Nacional de Literatura en el 2017, el presidente de la República – entonces Horacio Cartes – se negó, por puro capricho, a entregar él el Premio, según estipula la ley respectiva. Y ante la presión de sectores culturales, finalmente hizo llamar a la premiada, Susy Delgado, por su jefe de Gabinete, quien le pidió a la poeta que pasara a retirar su cheque y le comunicó que no habría acto alguno de entrega.

21Aquella fue una patética demostración de desprecio a la cultura de parte del Poder Ejecutivo. El Premio Nacional de Literatura es otorgado cada dos años por el Congreso, pero quien lo entrega es el presidente de la República.

22En el 2019 la actitud del nuevo Jefe de Estado, Mario Abdo Benítez, cambió radicalmente respecto a la entrega del Premio Nacional de Literatura. La ganadora de dicho premio, Maribel Barreto, lo recibió en una ceremonia solemne en el Palacio de Gobierno, con todas las autoridades nacionales y los referentes de la comunidad cultural presentes. Maribel leyó un discurso muy crítico refiriéndose al abandono de la cultura por parte del Estado.

23La desidia gubernamental respecto a la cultura, y a la literatura puntualmente, se transmite también a la conducta de ciertos sectores de la sociedad, para los que ser poeta o narrador o ensayista no otorga prestigio. Por el contrario: se mira con cierto desdén al creador literario (aunque después lo necesiten para escribir algún discurso o elaborar una autobiografía de alguien que quiere contar su vida y no sabe cómo hacerlo).

24Felizmente esta situación no está generalizada, porque existen bolsones sociales que respetan y aprecian a los escritores, y persisten entidades que organizan concursos literarios que impulsan la creación literaria.

Y enfrente…

25Crucemos la calle y veamos el panorama desde la otra vereda. ¿Están los escritores paraguayos totalmente conscientes de su situación en un ámbito no del todo fértil para la realización de su labor creativa?

26Venciendo los obstáculos para escribir, ¿qué le ofrecen los escritores a la sociedad para atraer su atención y promover en ella aquello que el Estado ausente no promueve, es decir, la apetencia por leer?

27¿Hacemos los escritores todo lo que debiéramos hacer para inspirar en el público la percepción de que existe una literatura paraguaya con la suficiente identidad como para que ese público se vea reflejado en ella; una literatura capaz de hacerle pensar que vale la pena internarse en esa creación para encontrarse a sí mismo como público inserto en una comunidad nacional?

28¿Estamos haciendo una literatura que mire a la sociedad como objeto y sujeto, o nos circunscribimos a activar en pequeños círculos endogámicos, en una actitud que nos separa aún más de esa sociedad que tampoco nos tiene mayormente en cuenta?

29“Escribimos para ser leídos”, sostiene Giardinelli. Hay, sin embargo, quienes señalan que el público les importa poco y que escriben más bien para sí mismos, “para espantar mis propios fantasmas”, en una afirmación hoy día ya bastante trillada y cursi y que suena más a pose de “distinto”.

30Se nos abalanzan las incertidumbres. Pero es necesario pensar en todas ellas si nos proponemos analizar, aunque de manera incompleta, el panorama de la “literatura paraguaya”, una denominación que incluso es discutida por algunos que la consideran demasiado cercana al chauvinismo más que a la identidad de una actividad con referencias propias.

31Y otras preguntas cruciales más: ¿le interesa al público paraguayo lo que escribimos los escritores paraguayos?, ¿le interesan los temas que enfocamos y cómo los tratamos? Pero para responder a esto habría que preguntarse antes si el público paraguayo conoce lo que se escribe en su país.

32Como no hay promoción sistemática de la lectura, que debería comenzar en las escuelas, continuar en los colegios y consolidarse en la Universidad, no es fácil dar a conocer la aparición de una obra, un libro y despertar el interés por su lectura.

33Las editoriales editan y publican, pero tampoco hacen mucho por la promoción, salvo algunas que trabajan con colegios, pero circunscribiéndose a la literatura infantil y a la que llaman juvenil. No existe una industria editorial que cierre el círculo de la edición con un mercadeo eficaz.

34Los medios de comunicación aportan poco respecto a la promoción de la lectura. Los suplementos culturales casi no existen y las páginas de arte están cada vez más reducidas. Es patética la explicación de las administraciones de los medios, especialmente de los periódicos: “las páginas culturales no venden”. Y, para más, en esas páginas la literatura es la cenicienta. La música y el cine se llevan las palmas. Leer la reseña sobre un libro es como encontrar cubitos de hielo en el Sahara.

35Ante ese panorama, vivimos en una sociedad que tiene una actitud primitiva ante la lectura y la escritura. Vivimos en una sociedad que sufre lo que el ya citado Mempo Giardinelli llama “iliteracía”, un raro neologismo derivado de la palabra inglesa iliteracy, que quiere decir algo así como “analfabeto literario” o “ignorante en literatura”.

Resistencia a la cultura

36En este contexto no podemos obviar la resistencia que hubo siempre en el Paraguay a lo cultural, al hecho de tener razonamiento, independencia para opinar, criterio individual, pensamiento crítico.

37Eso se explica hurgando en nuestra historia, sin cuyo conocimiento no se puede entender nuestra realidad literaria actual ni se pueden proyectar planes para hacer que la literatura se constituya en una presencia cotidiana en la vida paraguaya y que la lectura sea un derecho inalienable de toda la ciudadanía.

38Luego de la ruptura con España en 1811, vino la larga dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), quien no permitió que nadie opinara tan siquiera sobre asuntos nimios. El supremo dictador persiguió todo atisbo de raciocinio y discernimiento.

39Le siguió luego Carlos Antonio López, con un gobierno desarrollista y preocupado en la elevación intelectual de la juventud de su tiempo (envió a jóvenes a Europa y trajo a intelectuales europeos), pero – he aquí el detalle – no consintió oposición alguna a su gobierno. La Guerra contra la Triple Alianza conformada por Argentina, Brasil y Uruguay (1864-1870) devastó a la nación en un aniquilamiento del cual nos costó una enormidad aliviarnos mental y espiritualmente.

40A finales del siglo xix el Paraguay comenzó a levantarse de su postración y ocurrió un milagro: en medio de la indigencia total surgió la generación intelectual más brillante de nuestra historia, la llamada Generación del 900, un conjunto de hombres y algunas mujeres que aparecieron como un colectivo descollante, asombroso. ¿Cómo pudieron haber surgido esas mentes tan brillantes en medio de aquel páramo donde aún se oía el llanto del urutaú lamentándose por el Paraguay (de la preguerra) que ya no existía?

41¿Cómo emergieron Blas Garay, Fulgencio R. Moreno, Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Eloy Fariña Núñez, Eusebio Ayala, Eligio Ayala, Juan E. O’Leary, Serafina Dávalos, Manuel Gondra, quien estudió e interpretó como pocos el sentido de la poesía de Rubén Darío (hecho que sorprendió al propio nicaragüense)?

42La respuesta a esta pregunta la podemos hallar en una acción estatal de caracteres épicos para la cultura paraguaya: el 4 de enero de 1877, poco después de que los invasores de la Alianza abandonaran por fin el Paraguay tras la culminación de la guerra en 1870, el gobierno de Juan Bautista Gill creó el Colegio Nacional de la Capital.

43Ese fue el faro que iluminó aquel Paraguay hundido en la desgracia. De ese faro fueron desprendiéndose esas luces individuales, la Generación del 900, que en conjunto fulguraron para el despertar de la nación. Aquel Colegio Nacional fue el símbolo de la excelencia educativa, pues los políticos de entonces entendieron que no había posibilidades de reconstruir el país sin una base educativa y cultural que sustentara tal crecimiento. Como muestra de la importancia que el Gobierno dio a la educación, estaba el hecho de que el segundo salario más alto de la República, después del que correspondía al Presidente, era el del director del Colegio Nacional.

44Nunca más tuvimos algo similar a aquello en cuanto a política pública educativa. Y nunca más hubo una generación de escritores de tal cantidad y calidad en su conjunto como la del 900. Aquellos novecentistas, lastimosamente, debieron dejar de lado sus inquietudes literarias para dedicarse a la historia en dos sentidos: el primero, con el afán de reivindicar la resistencia paraguaya en la Guerra Grande acabada poco tiempo atrás (los Aliados habían dejado sembrada la idea de que los paraguayos eran culpables de la hecatombe por haber seguido al Mariscal Francisco Solano López); el segundo, preparar los fundamentos jurídicos e históricos que demostraran los derechos del Paraguay sobre el territorio del Chaco Boreal, una disputa ancestral que también nos llevaría a otra guerra internacional, la del Chaco, contra Bolivia, desde 1932 hasta 1935.

45Todos aquellos Novecentistas pudieron haber sido destacados narradores y poetas y debieron habernos legado una literatura de estatura universal. Estaban preparados para ello, pero lastimosamente no fue así.

46Algo muy importante que se debe rescatar de los Novecentistas es que fueron intelectuales identificados con la suerte de su pueblo y fueron personalidades reconocidas por la sociedad de su tiempo, más allá de desavenencias políticas o ideológicas que pudieron haber tenido u originado a su alrededor.

47Pero ellos, también, vieron su labor creativa restringida por un pensamiento que comenzó a consolidarse en la mente de muchos paraguayos de aquellos tiempos: “no escriban novelas, escriban historia, cosas reales”. Este pensamiento, que desconoce el valor de la ficción como medio para reflejar la realidad de la manera más fiel y completa, se instaló y se quedó en buena parte de mis compatriotas. Y pervive hasta hoy como una forma de aquella “Iliteracía” que lleva a pensar que escribir poesía, novelas o cuentos es nada más que una forma de huir de la realidad. Que es una cosa propia de los tekorei, de los vagos en el idioma guaraní, de seres que no saben hacer “nada productivo”. Esa resistencia social ante la creatividad literaria determinó, en buena forma, un retraso en el desarrollo de vocaciones literarias hasta bien entrado el siglo pasado.

48Lo patético es que muchas veces la realidad paraguaya supera ampliamente a la ficción más delirante.

49Lastimosamente, también, la inestabilidad política debido a la apetencia desenfrenada de los políticos hacia finales del siglo xix y comienzos del xx arrinconó los planes educativos basados en la cultura y la lectura, y se fue postergando la aparición de literatura en el Paraguay. Cuando ya en la región y en todo nuestro continente había expresiones literarias importantes, en nuestro país carecíamos totalmente de un movimiento que desplegara la narrativa o la poesía culta (salvo el caso de algunos poetas como Alejandro Guanes, Eloy Fariña Núñez o el propio Manuel Ortiz Guerrero).

50De acuerdo con uno de los más notables estudiosos de la literatura paraguaya, Hugo Rodríguez Alcalá, la narrativa, por ejemplo, se inició en el Paraguay con tres extranjeros: el español Rafael Barrett (1876-1910) y los argentinos Martín de Goycoechea Menéndez (1877-1906) y José Rodríguez Alcalá (1883-1958). Todos ellos produjeron en la primera década del siglo xx.

51Luego hubo un larguísimo tiempo hasta que en 1938 apareciera El guajhú, el primer libro de cuentos de Gabriel Casaccia. Y solo en los primeros años 50 aparecería la narrativa con estatura universal con las novelas La babosa, de Casaccia, y Follaje en los ojos, de José María Rivarola Matto (ambas en 1952), y el cuentiario El trueno entre las hojas, de Augusto Roa Bastos (1953).

52Estos datos nos sitúan en el baldío que hubo en la literatura paraguaya en la primera mitad del siglo xx. Una producción escandalosamente pobre.

53Para más, Casaccia, Roa Bastos y Rivarola Matto irrumpieron en la sociedad paraguaya con temas que golpearon fuerte a esa misma sociedad, con un enfoque directo sobre su decadencia y sobre los problemas humanos y políticos que la misma ciudadanía veía pero no admitía. Y mucho menos toleraba que se hablara de ellos.

54Eso hizo que esa misma sociedad reaccionara contra estos tres textos, y en cierta medida se acrecentara la consuetudinaria resistencia a lo cultural. Es que esa sociedad paraguaya estaba más acostumbrada a lo bucólico, lo pastoril, lo ingenuo que se expresaba en los atisbos leves de literatura de entonces, salvo el teatro de Julio Correa (1890-1953), que denunciaba la preeminencia de las clases acomodadas frente al común del pueblo, y la poesía social que producía Emiliano R. Fernández (1894-1949) en medio de sus temas amorosos y épicos.

55El Paraguay, que había entrado en una época de dictaduras militares rayanas en lo totalitario en 1936, año del inicio de la era nacionalista que culminaría con la caída del régimen de Alfredo Stroessner en febrero de 1989 (pese a que el poder militar solo se extinguiría en 1996), tuvo gobiernos que se sintieron muy incómodos ante la aparición de una literatura que cuestionara el sistema. Y esos gobiernos le harían saber a esa literatura, su incomodidad. Y reaccionarían ante esa literatura, en algunos casos con extrema violencia.

56Aquí cabe consignar que las reacciones virulentas contra los textos de contenido social o de denuncia política ya se habían dado, en el siglo xx, en la época de gobiernos liberales, como por ejemplo la expulsión de Rafael Barrett en 1908, y el exilio de algunos periodistas y poetas en 1931 tras la masacre contra estudiantes que protestaron frente al Palacio de Gobierno el 23 de octubre de ese año, con el saldo de ocho jóvenes muertos y decenas de heridos.

57¿Literatura? No. No había cultores de las letras, salvo muy contados y aislados y que no rompían mayormente los cánones. Tampoco había lectores dispuestos a salir de su zona de confort conservadora para prestar atención a aquellos dramas que justamente querían ignorar y olvidar. Dramas íntimos y sociales eran admisibles en la gran literatura universal, pero no serían bien vistos en una literatura paraguaya.

58La resistencia funcionaba y desde los sectores creativos tampoco se forzaba mucho esa resistencia. En 1927 se fundó la Academia Paraguaya de la Lengua Española, que funcionó con muchísimas dificultades debido a los avatares políticos y a la frecuente persecución que sufrían sus miembros debido a la implicancia política de cada uno. Tal es así que en 1951, la Academia se reunió en Buenos Aires, donde estaban exiliados prácticamente todos sus componentes, para una especie de refundación de la entidad que aunaba a la intelectualidad paraguaya.

59La resistencia a la cultura se hizo aún más fuerte durante el régimen de Alfredo Stroessner (1954-1989), pese a que durante ese periodo la literatura paraguaya pegó el salto cuantitativo y cualitativo más importante de su corta historia. Pero no lo hizo gracias a la dictadura, precisamente, sino en contra de ella.

60Una posición generalmente cómoda para justificar muchas veces la mediocridad del ambiente lleva a culpar al stronismo de todos los males del país. Si bien su régimen fue cruel y corrupto en extremo, Stroessner no “inventó” la corrupción y la represión en el Paraguay. A lo sumo, las perfeccionó y las hizo más notorias por la inusitada duración de su presidencia, la más larga en la historia del país.

61En el campo cultural, lo más terrible del stronismo fue la utilización del sistema educativo como propaganda de su ejecutoria, lo que derivó en efectos que hasta hoy persisten en cierta manera: el culto a la personalidad, el vaciamiento del sentido crítico en la ciudadanía, la eliminación del mérito para el acceso a cargos públicos como la docencia; la grosera manipulación de los docentes como meros elementos de propaganda; la entronización de los mediocres embanderados solo en la lealtad al “único líder”, la destrucción del aspiracional de la excelencia y la decencia, atributos que llegaron a constituirse en lastres para destacarse (nadie podía hacer sombra al líder); el nulo apoyo a la cultura, el desprecio a toda manifestación artística que no respondiera a los criterios stronistas.

62Pero en medio de eso, creció la literatura, incluso la literatura contestataria, como novelas y poemas de Moncho Azuaga, Renée Ferrer, Guido Rodríguez Alcalá o Juan Manuel Marcos, por ejemplo.

63Lastimosamente, tras la caída de Stroessner, en 1989, la situación en cuanto al fomento de la cultura no varió demasiado, pese a que hubo mejoras que destacar, como la libertad para que volvieran todos los escritores exiliados: Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, Elvio Romero, entre otros. Se creó el Premio Nacional de Literatura, cuya primera edición, en 1991, fue ganada por Elvio Romero, justamente. A Roa Bastos se le concedería el de 1995.

64El sistema educativo continuó pauperizándose, pese a las reformas intentadas en los años 90, cuyos resultados no fueron satisfactorios. Al contrario, al déficit de docentes (en cantidad y calidad), se sumó la eliminación de materias humanísticas como Educación cívica y moral; además, Literatura e Historia fueron minimizadas de manera drástica (conste que el programa anterior de Historia era muy sesgado y estaba orientado al interés político del régimen), con lo que se perdió la visión global que ambas materias dan respecto a la evolución de la sociedad.

65La enseñanza de literatura, y más aún literatura paraguaya, quedaba dependiendo de la “buena voluntad” de los docentes, muchos de ellos ni siquiera habituados a la lectura. Comenzaron a aparecer “profesores” de literatura que no leían, y por lo tanto no tenían la más mínima capacidad para estimular la lectura en sus alumnos. Ni siquiera tenían autoridad moral para ello.

66Y esta situación coincidió con un crecimiento de producción literaria (sobre todo en lo cuantitativo) inusitado e inédito en nuestro país.

67Tenemos una Secretaría Nacional de Cultura, con rango de Ministerio, pero cuyos fondos son absolutamente insuficientes como para que tuviera una tarea notoria, más allá de algunos pequeños logros.

68Por ejemplo, cada año el sector literario vive la angustia de no tener la certeza de si habrá recursos suficientes para que el Paraguay estuviera presente en la Feria del Libro de Buenos Aires, la mayor en su género en esta región del continente americano.

69La presencia internacional de escritores paraguayos depende en gran medida de que tales escritores tengan con qué pagarse su traslado o su alojamiento. Nunca hubo una política pública que llevara a traducir obras paraguayas. Las pocas traducciones se deben a iniciativas privadas o de organismos internacionales dispuestos a colaborar con la literatura paraguaya.

70Una asignatura pendiente de la literatura paraguaya es trascender las fronteras del Paraguay, aunque alguno diría que primero debe ser conocida intrafrontera del Paraguay.

Un mundo desconocido

71No se puede hablar de literatura si no se habla del desarrollo de la educación y especialmente de la lectura.

72El Paraguay es un país que no sabe de sus narradores, que no sabe de sus grandes poetas, exceptuando a algunos que ganaron popularidad gracias a que sus poemas fueron musicalizados. La literatura paraguaya es, en términos generales y en la mayoría de la población, un mundo desconocido.

73Esto es producto, especialmente, de un sistema educativo que prácticamente desdeña la creación literaria, o la subsume entre tantas materias que en medio de su abundancia y rimbombancia de nombre, ni siquiera se profundizan para que los alumnos puedan llegar a comprenderlas y a aprehenderlas. El egresado del sistema secundario es, en una dolorosa mayoría, un ser sin conocimientos, sin ideas, sin referentes, sin fuentes. Y conste que hoy la tecnología, internet y las redes facilitan el acceso a informaciones variadas.

74Mis alumnos de Derecho del segundo curso no conocían a los Novecentistas (casi todos prominentes juristas), hasta que les hablé de ellos y les regalé libros de ellos y sobre ellos. Mis alumnos universitarios de periodismo no tenían idea de quién fue Rafael Barrett, el padre del periodismo con sentido social en el Paraguay y el hombre de quien Roa Bastos dijo: “nos enseñó a escribir a los paraguayos”. Hace algunas semanas les pregunté si en el colegio habían oído hablar de Julio Correa (prócer del teatro social en guaraní) y me miraron con cara de angustia, como diciéndome: “profe, no nos meta en problemas, no tenemos idea de quién es”.

75Con Roa Bastos sucede en el Paraguay lo que con Borges en la Argentina: es más mentado que leído (pasa con casi todos los clásicos).

76Varias veces hice la prueba de preguntarles a personas de buena condición social, incluyendo a docentes secundarios y universitarios, si conocían a diez escritores paraguayos, hombres y mujeres. Ni el 5% de los interrogados supo darme una lista completa.

77Hace algunos años (2014) vivimos una experiencia bastante incómoda en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional, en la carrera de Letras. Nos convocaron a los hasta entonces cuatro ganadores del Premio Lidia Guanes, el concurso bienal de novela inédita más importante en aquel tiempo en el Paraguay, con un jurado compuesto por paraguayos y españoles. Fuimos Guido Rodríguez Alcalá, Susana Gertopán, Alcibiades González Delvalle y yo. Y pudimos comprobar que los alumnos no tenían la más mínima idea de quiénes éramos. Y, por supuesto, no habían leído jamás nada de nosotros. No tuvieron tan siquiera la deferencia de averiguar previamente quiénes éramos esos cuatro que les íbamos a visitar. Se limitaron a leer insulsas “biografías” extraídas de internet o de alguna solapa de libro y luego nos sometieron a un interrogatorio del tipo “sobre qué le gusta escribir, en qué se inspira, cuál de sus obras le gusta más, a qué autores lee…”. Fue muy frustrante, pero aleccionador en el sentido de que debíamos hacer algo para superar aquella pobreza. Si los estudiantes de Letras no leían, ¿quiénes lo harían? El problema no era solo que no leían: no tenían interés en leer, que es lo más grave. Mucha gente va a la Universidad solo para buscar un título que les facilite el ingreso a la función pública, donde se exige título pero no conocimiento.

La temática en la literatura paraguaya de hoy

78Tomando en cuenta los tres géneros (o subgéneros, como quieran) referenciales: novela, cuento y poesía, la producción paraguaya en el siglo xxi ha tenido un notable incremento si tomáramos en cuenta la última década del siglo pasado en la que la creación literaria había subido en coincidencia con la caída de la dictadura stronista.

79La poesía sigue siendo un género que si bien tiene un “mercado” limitado posee cultores notables. De los diez Premio Nacional de Literatura en este siglo, a partir del 2001 hasta el 2017, seis fueron poetas: Carlos Martínez Gamba (2003), Jacobo Rauskin (2007), Ramiro Domínguez (2009), Renée Ferrer (2011), Maybell Lebrón (2015) y Susy Delgado (2017). Maro Halley Mora (2001), Rubén Bareiro Saguier (2005), Alcibiades González Delvalle (2013) y Maribel Barreto (2019) ganaron con obras de narrativa. Conste que Bareiro Saguier es considerado también uno de los mejores poetas paraguayos de todos los tiempos.

80Carlos Martínez Gamba había ganado el Premio con el más monumental poema épico en guaraní escrito hasta hoy: Ñorairô ñemombe’u gérra guasúrô guare, la historia de la Guerra contra la Triple Alianza en versos, en unas crónicas rimadas. El libro tiene 870 páginas. Lastimosamente ha sido muy poco difundido y no figura prácticamente en los programas estudiantiles.

81La Guerra contra la Triple Alianza es un tema que despierta fascinación aun entre escritores jóvenes. Es el caso de un narrador muy joven, Marco Augusto Ferreira (1994), con su novela El paso de los cuatrocientos. Otro tanto ocurre con otro joven, Manuel Vegega, quien llegó en segundo lugar en el Premio de Novela Inédita Augusto Roa Bastos 2017 con Los fantasmas del alma. En el 2018 se publicó La profecía de cristal, de María Eugenia Garay, parte de una trilogía histórica titulada Adagio contra el olvido.

82La temática histórica está siempre latente en la creación literaria paraguaya. En este aspecto, la novelística tiene ya verdaderos clásicos, como El peluquero francés, de Guido Rodríguez Alcalá. Sin contar, desde luego, con Yo el Supremo, de Roa Bastos, o Diagonal de sangre, de Juan Bautista Rivarola Matto.

83La era stronista ha generado en la novelística una buena cantidad de obras: Celda 12, de Moncho Azuaga; El invierno de Gunter, de Juan Manuel Marcos; Esta hierba que nunca muere, de Gilberto Ramírez Santacruz; La querida, de Renée Ferrer; Un viento negro, de Alcibiades González Delvalle; Codicia, de Maribel Barreto (ganadora del Premio Augusto Roa Bastos 2017); El siglo perdido, de Bernardo Neri Farina; Ajedrez perpetuo, de Lourdes Talavera; Cenizas y sombras, de Gladys Dávalos G.; entre otras, que se suman a El fiscal o Madama Sui, de Roa Bastos. Pero el stronismo como veta para la novelística no cesa. Llamativamente el concurso de novela inédita Augusto Roa Bastos 2019 premió a tres novelas que tienen como tema el stronismo en alguna de sus facetas históricas. El primer premio lo ganó el veterano periodista y escritor Efraín Martínez Cuevas con su novela Mburicá Potrero, título que alude al nombre antiguo (mezcla de guaraní y español) del poblado de Buena Vista; el relato abarca un largo periodo histórico que va desde la era de José Gaspar Rodríguez de Francia hasta el stronismo. El segundo premio correspondió a otro veterano, Catalo Bogado, con La piel del kuriju, que narra la dramática huida de un prisionero político de un campo de concentración. La Mención Especial la logró el poeta y narrador Moncho Azuaga, con Los nietos, una obra que mezcla la tragedia y el humor para referirse a la dictadura stronista a partir de los recuerdos de uno de sus más connotados ministros que reflexiona sobre su pasado desde la decadencia mental y física de la ancianidad.

84El Paraguay ha sufrido a lo largo de su historia la tragedia de las guerras internas, fratricidas, como las de 1922 y 1947. La novelística también se ha ocupado de ellas. Sobre la primera, Maribel Barreto escribió recientemente Hijo de la Revolución, y la misma autora se introdujo en la intrahistoria de la segunda, al exhibir en Ciudad rebelde los horrores que produce en las relaciones humanas una lucha armada entre hermanos.

  • 2 Susana Gertopán, C’était septembre, traduit de l’espagnol (Paraguay) par Milagros Ezquerro et Car (...)

85La otra guerra internacional, la del Chaco, contra Bolivia, entre 1932 y 1935, no ha suscitado muchas novelas (es muy recordado un pasaje sustancial de Hijo de hombre, de Roa Bastos, Misión, uno de los mejores retratos íntimos de esa contienda). Sobre este tema, Javier Viveros publicó en el 2019 Réquiem del Chaco, que fue presentada en Asunción, Buenos Aires y Rosario. En la novela, las mujeres han tenido un gran protagonismo últimamente. Susana Gertopán sigue produciendo sin descanso y publicó en enero del 2019 su más reciente obra, Todo pasó en setiembre2, en la que retorna a su constante búsqueda íntima de sus orígenes: el exilio judío. Renée Ferrer, Chiquita Barreto, Maribel Barreto, Lourdes Talavera, Milia Gayoso Manzur, Lita Pérez Cáceres, la joven emergente y estudiosa Mel Ballasch reabriendo el mundo de la ciencia ficción de la que había sido pionero Osvaldo González Real, continúan teniendo un lugar preponderante en las letras paraguayas. El fenómeno Mónica Bustos, quien ganó el Premio Augusto Roa Bastos en el 2010, con apenas 26 años de edad, con su impactante Chico Bizarro y las moscas, publicó su última novela, Humberstone, en el 2016 y desde entonces su público sigue aguardando una nueva obra.

86La novela en idioma guaraní ha sumado últimamente a dos valores importantes: Arnaldo Casco, con Tatukua, y Hugo Centurión, con Pore’y rape, quienes siguen la fundacional obra de Tadeo Zarratea, Kalaíto Pombero, para hacer que hoy tengamos tres novelas originales publicadas en nuestro idioma ancestral, idioma éste más difundido a través de la poesía.

87Un escritor joven que merece atención es Damián Cabrera (1984), que ha publicado, entre otras obras, dos novelas llamativas, XiruXe, que tienen la particularidad de mezclar los tres idiomas que se hablan en la frontera con Brasil: español, guaraní y portugués, en un lenguaje sumamente activo y dinámico en su expresividad.

88Un veterano de las letras, Victorio V. Suárez, lanzó en el 2019 una nueva novela que no ha dejado sin conmover a quienes ya la han leído: Encantador de muñecas, en la línea de La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, y Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez.

89El cuento es el género que tiene mayor difusión entre los escritores de nuestro país. Hay una buena cantidad de concursos anuales que generan también buenos trabajos finales. A los clásicos ya conocidos hay que ir sumando a las nuevas generaciones. Entre los de alrededor de 40 años, destacan Javier Viveros, José Pérez Reyes y Juan Ramírez Biedermann. De los tres, Viveros es el más prolífico y activo y últimamente ha ganado varios premios con su obra cuentística. Otros más veteranos, como Augusto Casola y Esteban Bedoya, siguen produciendo con la madurez que les da el largo trajín en el oficio literario.

90Entre el 2016 y el 2018, el Fondo Editorial de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), en alianza con las editoriales Servilibro y Arandurã, posibilitó la publicación del primer libro de cuatro autores jóvenes (ganadores de varios concursos de narrativa corta pero que no hallaban forma de que les publicaran un volumen propio), en un aporte singular que enriquece el acervo bibliográfico de la cuentística paraguaya joven. Ricardo Loup, Ricardo Benítez Rolandi, Ana Miranda y Liz Haedo tuvieron la oportunidad de ver su obra editada. Del mismo modo, la periodista Marycruz Najle, quien luego de una vasta trayectoria en el periodismo tuvo la posibilidad, mediante la SEP, de ver sus cuentos publicados en libro.

91Hay mucha producción joven en el cuento, que irá evolucionando con el paso del tiempo. Un caso particular es el de Mía Luján Duarte Quintana, especialista en cuentos góticos. Con apenas 15 años de edad lleva publicados dos buenos libros de relatos: La sonrisa y la sombra de los cuentos (que lo escribió con 13 años de edad) y Relatos espectrales. Además de su sorprendente madurez narrativa, Mía exhibe un admirable manejo del idioma y de la estructura del cuento.

92En poesía, a la siempre vigente y activa Susy Delgado, una franja etaria menos podemos sumar la destreza y profundidad poética de Mónica Laneri y Shirley Villalba. El 25 de julio pasado, René Ferrer presentó su monumental Canto y palabra – 50 años de poesía, un recuento de la larga trayectoria de su voz poética.

93Hay muchas voces nuevas en la poesía. Han aparecido varios colectivos muy dinámicos que reúnen a noveles poetas cuya obra se irá decantando con el tiempo y con las lecturas más asiduas. Una crítica que se suele hacer a gente muy joven que aspira a escribir es que lo hacen antes de tener una base sólida de lecturas. “Escribir en versos no es precisamente hacer poesía”, afirmó un veterano poeta al que le gusta interactuar con los jóvenes. El crecimiento de las nuevas generaciones deberá tener también un componente de autocrítica.

94Una ventaja que tienen las nuevas generaciones es la posibilidad de utilizar varias plataformas virtuales para dar a conocer sus obras y traspasar la barrera de la “ineditud”. El libro físico propio es siempre una aspiración insoslayable. Pero hoy hay varios medios para darse a conocer. Eso se comprueba a escala internacional. Varias poetas jóvenes han saltado de las redes a las editoriales, en un proceso absolutamente revolucionario.

Conclusión

95En este Paraguay de incertidumbres, cabe dudar de la certeza de todo lo escrito en este artículo. Quedan varias dudas. Aflora el sentimiento de que algo quedó por decir y no se dijo. Puede que el punto de vista y la perspectiva de todo lo dicho ya se hayan movido a la hora en que esto esté impreso

96Pero en este país lampedúsico, gatopardístico, donde todo cambia para permanecer inmutable, hablar de su literatura representa siempre tratar de mantener el equilibrio sobre un piso dinámico.

97Pero se podría aventurar una certeza: en el Paraguay hay literatura. La incertidumbre se origina en una sociedad que tal vez todavía no esté consciente de ello. Quizá el grito anunciador de esa literatura no sea aún muy audible, tenga un tono muy bajo. El grito de esta literatura propia y joven está; es cuestión de que crezca y que el Paraguay lo oiga y se apropie de él.

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Bibliographie

Barreto, Maribel, El mundo de la novela en el Paraguay siglo xxi 2000-2014, Asunción, Servilibro, Colección Academia Paraguaya de la Lengua Española, 2014.

Delgado, Susy, Nombres capitales de la literatura paraguaya, Asunción, Servilibro, 2012.

Delgado, Susy; Farina, Bernardo Neri y Viveros, Javier. Paraguái ñe’e: antología de narrativa paraguaya, Editora Nacional, Colección Homenaje, Ministerio de Cultura de la República Dominicana y Sociedad de Escritores del Paraguay, 2017.

Méndez-Faith, Teresa, Diccionario de la literatura paraguaya, 3ª edición, El Lector, Asunción, Paraguay, 2008.

Rivarola, Domingo M., Paraguay, reforma educativa y crisis de la docencia [file:///C:/Users/usuario/Downloads/paraguay_reforma_educativa_crisis_docencia_rivarola%20(1).pdf].

Suárez, Victorio V., Proceso de la literatura paraguaya 2015, 4ª edición, FONDEC, Asunción, Paraguay, 2015.

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Notes

1 Giardinelli, Mempo, Volver a leer: propuestas para ser una nación de lectores, Asunción, Servilibro, 2017, p. 24.

2 Susana Gertopán, C’était septembre, traduit de l’espagnol (Paraguay) par Milagros Ezquerro et Carla Fernandes, Paris, éditions L’Harmattan, 2020, 218 p.

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Pour citer cet article

Référence papier

Bernardo NERI FARINA, « Literatura paraguaya: un grito en voz baja »Caravelle, 114 | 2020, 109-124.

Référence électronique

Bernardo NERI FARINA, « Literatura paraguaya: un grito en voz baja »Caravelle [En ligne], 114 | 2020, mis en ligne le 01 septembre 2020, consulté le 15 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/8186 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/caravelle.8186

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Bernardo NERI FARINA

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