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Mélanges

Fotografía, memoria y desaparición forzada de personas en Chile (1973-1990)

Juan Pablo Silva-Escobar
p. 111-126

Résumés

L’objectif de cet article est d’analyser la relation entre la photographie, la mémoire et la violence d’État. Pour ce faire, nous analyserons deux photographies dans lesquelles nous voyons les parents des détenus disparus de la dictature de Pinochet réclamer justice, l’apparition et la réparation de leurs proches dans l’espace public. Ces images contribuent non seulement à la lisibilité de l’histoire subie, mais nous permettent également de comprendre la manière dont la dictature de Pinochet a été configurée en tant que nécropolitique, c’est-à-dire une forme de gouvernement qui décide qui peut vivre et qui doit mourir.

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Texte intégral

Introducción1

  • 1 Este trabajo es uno de los resultados del proyecto FONDECYT Regular N° 1230124, financiado por la A (...)
  • 2 Barthes, Ronald, La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 121.
  • 3 Richard, Nelly, “Imagen-recuerdos y borraduras”, in Nelly Richard (ed.), Políticas y estéticas de l (...)
  • 4 Dubois, Pierre, El acto fotográfico. De la representación a la recepción, Barcelona, Paidós, 1986, (...)
  • 5 Ibid. p. 67.
  • 6 Barthes, op. cit.

1Roland Barthes definió el noema de la fotografía como “Esto ha sido”2. Con ello le atribuyó a la práctica fotográfica un vínculo con la muerte, con la evaporación del tiempo y de los cuerpos, y nos introduce en la complejidad del recuerdo de lo ya sido; de ahí que la fotografía se configure como una práctica relevante en la reflexión sobre la memoria, la política y la estética3. La fotografía y su cualidad indicial como huella de lo real sostiene con el pasado una relación que, por un lado, posee un nexo demostrativo que nos hace saber que el pasado tuvo lugar y, por el otro lado, nos dice que aquello que vemos fue real. De esto se deduce no solo la importancia que adquiere el índice en tanto huella física o emanación de un referente, sino también deja entrever que esa huella indicial se constituye como algo único. Por consiguiente, el principio de singularidad pareciera ser clave a la hora de entender las implicancias denotativas (el referente fotográfico como resultado de una relación entre el objeto fotografiado y su inscripción como imagen), y el sentido connotativo (los códigos culturales e ideológicos inscritos en las imágenes fotográficas). De ahí que la imagen fotográfica como huella material del referente “no puede ser, en el fondo, más que singular, tan singular como el referente mismo”4. Sin embargo, esta singularidad acarrea la idea de que el índice fotográfico se constituye también como testimonio y designación. En tanto testimonio, la imagen fotográfica “atestigua ontológicamente la existencia de lo que da a ver”5. En cuanto a la designación, el índice como emanación del referente tiene un poder de señalización que tiene como centro retórico aquello que Barthes llamó expansión metonímica de la imagen fotográfica6.

  • 7 Richard, op. cit., 2006, p. 165.
  • 8 Taylor, Diana, El archivo y el repertorio. La memoria cultural y performática en las Américas, Sant (...)
  • 9 Didi-Huberman, Georges, Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Buenos Aires, Manantial, 2014, p. 17

2Sin embargo, la temporalidad fotográfica es mucho más compleja que su capacidad primaria para designar y atestiguar, para objetivar y singularizar el pasado como documento fotográfico, pues “la complejidad de estas relaciones se debe a la ambigüedad de la tensión que instaura la foto entre la fugacidad del instante y su posteridad grabada, entre lo instantáneo y su huella”7. Así, por ejemplo, la complejidad de las fotografías que los familiares de los detenidos-desaparecidos llevan en sus cuerpos o pancartas tienen diversas ramificaciones políticas, culturales e incluso estéticas. Esas fotografías, tal como observó Diana Taylor, “pueden ser archivísticas, pero son performadas (escenificadas) en la arena pública. El uso político de la foto del desaparecido ha sido, globalmente, una estrategia para visibilizar formas de violencia”8. De este modo, las imágenes contribuyen en la legibilidad de la historia padecida y, ello implica, que las imágenes no solo “reclaman una descripción, una construcción discursiva, una restitución de sentido, […] las imágenes son capaces de conferir a las palabras mismas su legibilidad inadvertida”9.

  • 10 Mbembe, Archille, Necropolítica, Tenerife, Editorial Melusina, 2011, p. 19.

3El propósito d’este trabajo es el de analizar la relación entre fotografía, memoria y violencia de Estado. Para ello analizaré dos fotografías que nos dan a ver a familiares de los detenidos-desaparecidos manifestándose en el espacio público, exigiendo justicia, aparición y reparación de aquellos que fueron brutalmente arrancados de la vida por la maquinaria dictatorial. He seleccionado estas dos fotografías porque ellas ilustran el modo en que los familiares de los detenidos-desaparecidos han luchado no solo en contra de la impunidad y la violencia de Estado, sino también en contra del olvido y la desmemoria. Se ha seleccionado el rango temporal 1973-1990, porque no solo se trata del período en que operó la dictadura cívico militar, sino también porque fue durante ese período cuando se llevaron a cabo la detención y desaparición forzada de personas opositoras a la dictadura. Sostengo que esas fotografías nos dan a ver una legibilidad de la historia padecida por el exterminio pinochetista, y nos ayudan a entender el modo en que la dictadura operó como paradigma de gobierno que se constituyó como necropolítica, es decir, como una forma de regular, gestionar y encauzar una suerte de “soberanía [que] reside ampliamente en el poder y la capacidad de decidir quién puede vivir y quién debe morir”10.

Desaparición forzada y exterminio permanente

  • 11 Carmen Hertz, “Desaparición forzada de personas: método de terror y exterminio permanente”, in Nell (...)
  • 12 La carta de fundación del Plan Cóndor está fechada el 28 de noviembre de 1975 en Santiago de Chile, (...)

4Uno de los procedimientos coercitivos utilizados en Chile durante la dictadura de Pinochet fue la desaparición forzada de personas. Esta práctica de exterminio se implementó de manera sistemática y masiva y tenía una doble finalidad operativa: matar y ocultar para destruir al enemigo11. Esta técnica de exterminio consistió, a grandes rasgos, en la privación de libertad de personas, las cuales eran detenidas en sus hogares o en la vía pública, detenciones que no contaban con orden judicial y quienes eran apresados fueron recluidos en centros de detención clandestinos, operados por la policía secreta de la dictadura y en donde se llevaron a cabo violaciones, torturas y asesinatos, para finalmente hacer desaparecer los cuerpos con el propósito de favorecer deliberadamente la impunidad de los responsables. Esta práctica de exterminio fue generalizada en el Cono Sur de América Latina y se llevó a cabo a través de lo que se conoce como el Plan Cóndor, el cual funcionó desde mediados de los años setenta hasta principios de los años ochenta, y tenía como finalidad perseguir y exterminar a militantes políticos, sociales, sindicales y estudiantiles de nacionalidad argentina, uruguaya, chilena, paraguaya, boliviana y brasilera12.

  • 13 Informe Retting, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Tomo 2, Santiago, Corp (...)
  • 14 Hertz, op. cit., p. 48.
  • 15 Ibid.

5Volviendo al caso chileno, según los informes de la Comisión de Verdad y Reconciliación, “la gran mayoría de las víctimas son militantes de izquierda que desaparecieron luego de su detención”13. De acuerdo con la abogada de derechos humanos, Carmen Hertz, es posible distinguir al menos dos etapas en las que se llevó a cabo la práctica de hacer desaparecer personas; “una que prevaleció en los meses inmediatamente posteriores al golpe militar [...], en que las detenciones fueron practicadas a lo largo del país, por diversas unidades de uniformados, involucrando al conjunto de las fuerzas armadas [...] [y que] consistieron en ejecuciones sumarias de las víctimas”14. La otra, a partir de 1974, cuando la dictadura creó, a través de un decreto de ley, la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), que tuvo una serie de facultades y disposiciones secretas y se institucionalizó como un poder represor avalado por un Estado totalitario15.

  • 16 García, Antonia, “Por un análisis político de la desaparición forzada”, in Nelly Richard (ed.) Polí (...)
  • 17 Ibid., p. 88.

6De acuerdo con la socióloga Antonia García, la expresión desaparición forzada cohabita y se encuentra entretejida con una serie de nociones que contribuyen a definir esta práctica represiva. Así, la desaparición ha sido inscrita como “una forma específica de terrorismo de Estado”, o bien como “un método específico de represión”16. Según García, más allá de los términos con los cuales busquemos signar la detención y desaparición forzada de personas, esta práctica de horror y destrucción de la condición humana puede ser leída como una técnica de poder de coerción que tiene directa “relación con una forma específica de ejercer el poder, no puntualmente, sino a largo plazo”17.

  • 18 Hertz, op. cit., p. 50.
  • 19 García, op. cit.
  • 20 Ibid., p. 89.

7Para el caso chileno, el modus operandi de la desaparición tuvo varios ajustes a lo largo del tiempo. “Durante el período correspondiente al año 1974, la DINA detenía con frecuencia en los domicilios de las víctimas, siendo el hecho presenciado por numerosos testigos. Con el transcurso del tiempo los métodos se refinaron, evitando durante el secuestro la presencia de testigos”18. Los detenidos eran llevados a centros clandestinos de detención. Estas cárceles secretas contaban con instalaciones permanentes para torturar a los prisioneros y era en esos centros en donde se conformaba todo un entramado administrativo y de gestión necropolítica, que elaboraba estrategias y métodos para torturar y hacer desaparecer a los detenidos. A partir de múltiples investigaciones se ha podido determinar que la detención-desaparición no estaba focalizada en la alta dirigencia política de izquierda, puesto que los aparatos represores de la dictadura eran conscientes de que para aniquilar a las organizaciones sociales, los sindicatos o las federaciones de estudiantes, era necesario contar con información que pudiera arrojar luz sobre aquellos personeros relevantes y esa información podían eventualmente conseguirla de personas que no tuvieran cargos dirigenciales y, al mismo tiempo, realizar detenciones arbitrarias les permitió producir miedo, generar la sensación de que en cualquier momento el individuo podía sufrir las nefastas prácticas de la DINA19. De este modo, la desaparición forzada se configuró no solo como una práctica siniestra de represión y aniquilamiento, sino también como una técnica de poder coercitivo que quiso actuar sobre las entrañas del cuerpo social, de ahí que “muchos que no tenían militancia política desaparecieron [...]; porque contribuían a crear la ficción de que cualquiera podía desaparecer. […] El miedo fue uno de los principales mecanismos de control de los militares sobre la sociedad chilena”20.

  • 21 Ibid., p. 89.
  • 22 Ibid., p. 89.

8Se ha señalado en reiteradas ocasiones que la desaparición forzada es un crimen sin escena, un crimen que no deja huellas de su violencia. Esto no quiere decir que la desaparición no sea visible, es visible para todos aquellos que conocen al desaparecido y esa visibilidad se produce bajo la paradoja de la invisibilidad del sujeto detenido-desaparecido. Ahora bien, lo que se invisibiliza son las pruebas del delito, puesto que la ausencia del cuerpo supone la borradura de la violencia y del crimen cometido. Como sugiere García, el poder de la desaparición como dispositivo de coerción y sujeción de la población, posee un mecanismo que no sólo pone un manto de duda respecto de la violencia y de la desaparición, sino también conlleva un mecanismo de (in)discreción: “mientras algunos cuerpos se esconden, otros se muestran con gran publicidad”21. Estos mecanismos de discreción/indiscreción tienen como finalidad “difundir miedo [...], demostrar que no hay recurso posible en contra de un poder que sustrae a las miradas de la mayoría sus actos de violencia más sangrientos. Por eso, la desaparición no solo elimina, no solo sustrae cuerpos, la desaparición busca penetrar imaginarios”22.

  • 23 García, op. cit., p. 90.

9Entender la desaparición forzada de personas como una técnica de poder de coerción que devino exterminio permanente, implica tener a la vista que esta práctica represiva incluye no sólo violencia física, sino también se constituye como violencia simbólica que atraviesa a la sociedad en su conjunto produciendo un imaginario del miedo. El poder de coerción y terror de esta tecnología de poder utilizada por la maquinaria pinochetista, adquiere su fuerza, es decir, su capacidad para producir violencia física y simbólica, ya no sólo a partir de sus objetivos primarios: castigar, torturar, matar, encubrir, sino que también al hacer desaparecer “quiere disuadir, quiere generar obediencia”23, quiere generar cuerpos dóciles, quiere generar una sociedad del miedo. De ahí que el cuerpo en singular del detenido-desaparecido se transformó, significativamente, en el posible destino imaginable para todos aquellos potenciales opositores.

  • 24 Foucault, Michel, Historia de la sexualidad 1 La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo Veintiuno E (...)
  • 25 Ibid., p. 132.
  • 26 Ibid., p. 139.
  • 27 Junta Militar de Gobierno, Política Cultural del Gobierno de Chile, Santiago, Departamento Cultural (...)

10En consecuencia, la desaparición forzada de personas ejercida durante la dictadura de Pinochet se configuró como una necropolítica que ejerció el terror a través de una maquinaria que tenía el poder de muerte de manera impune. Esta necropolítica buscó su legitimación bajo el discurso de la política como una forma de guerra. Este discurso dejó entrever, siguiendo a Michel Foucault, “como un derecho disimétrico. El soberano no ejerce su derecho sobre la vida sino poniendo en acción su derecho de matar”24. Esto se traduce, de acuerdo con Foucault, en dos caminos, uno que lleva a establecer un poder sobre la vida, una biopolítica que se “halla ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos y la gestión calculadora de la vida”25. El otro camino nos lleva por la senda del derecho a dar muerte, una necropolítica, que se manifiesta como un brillo asesino donde “el poder habla a través de la sangre”26. En suma, la desaparición forzada de personas fue un método de terror y exterminio que tuvo como horizonte “extirpar de raíz y para siempre los focos de infección que se desarrollaron y puedan desarrollarse sobre el cuerpo moral de nuestra patria”27. Esta necropolítica dejó en evidencia la pulsión de muerte que se inscribió en la maquinaria dictatorial y que sirvió como mecanismo de control político, social, cultural y económico.

Foto (carné o de álbum) y desaparición

  • 28 Richard, Nelly, op. cit., 2006, p 165-166.
  • 29 Ibid., p. 166.

11Las fotografías sobre los familiares de los detenidos-desaparecidos y las fotografías de los detenidos-desaparecidos que sus parientes y amigos llevan en sus solapas y pancartas nos dan a ver, metonímicamente, el horror de la desaparición forzada de personas. Si la fotografía suele ser pensada y analizada por su vínculo con lo espectral y lo fantasmagórico, es porque la imagen fotográfica, como observó Nelly Richard, “comparte con fantasmas y espectros el ambiguo y perverso registro de lo presente-ausente, de lo real-irreal, de lo visible-intangible, de lo desaparecido-aparecido, de la pérdida y del resto”28. De ahí que las fotografías sobre los familiares de los detenidos desaparecidos contengan un cierto anacronismo temporal, pues esas imágenes se constituyen como el testimonio de un pasado que comparece en el presente y, en ese aparecer en el espacio público, deja al descubierto los efectos de una pérdida irrecuperable y de un duelo imposible de procesar, evidenciando la fractura social, política y personal que implicó la dictadura cívico-militar de Pinochet. “Por algo los retratos que los familiares de los detenidos-desaparecidos llevan adheridos al pecho, se han convertido en el símbolo más denso de esa cruzada de la memoria que realizan las víctimas para recordar y hacer recordar el pasado”29.

  • 30 Richard, Nelly, Residuos y metáforas (ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición), (...)
  • 31 Rojas, Sergio, “Cuerpo, lenguaje y desaparición”, in Nelly Richard (ed.), Políticas y estéticas de (...)
  • 32 Ibid., p. 180.
  • 33 Ibid., p. 178 (cursivas en el original).
  • 34 Didi-Huberman, Georges, Remontajes del tiempo padecido. El ojo de la historia 2, Buenos Aires, Edit (...)

12Así, la posibilidad de construir una legibilidad de la memoria de los detenidos-desaparecidos a través de la imagen fotográfica supone pensar la tragedia de la desaparición forzada no solo como un dispositivo visual que permite “rastrear, socavar y desenterrar las huellas del pasado […] desafiando la siniestra astucia de un poder criminal que borró las pruebas -los restos- de su criminalidad”30, sino que también implica establecer una relación entre estética, política y memoria desde un punto de vista que articule tanto la memoria de lo dramáticamente padecido y, al mismo tiempo, sea capaz de establecer, como sugiere Sergio Rojas, “un presente desde el cual ese pasado se articule políticamente una y otra vez”31. De lo contrario, nos dice Rojas, el pasado se hace “olvidable, es decir, se va transformando en algo que es solo recordable”32. En consecuencia, la exigencia por construir una narrativa que articule una memoria como una necesidad de un presente que haga legible “el peso del pasado, el peso de lo que nos pasó33; conlleva tener en cuenta que “el punto crítico de toda legibilidad probablemente no pueda alcanzarse sin el dolor que despierta este tipo de reminiscencia”34.

  • 35 Richard, op. cit., 2006.
  • 36 Ibid., p. 166.
  • 37 Ibid., p. 166.
  • 38 Sontag, Susan, Sobre la fotografía, Buenos Aires, Alfaguara, 2006.

13En su análisis sobre los retratos fotográficos que los familiares de los/as detenidos/as-desaparecidos/as exhiben en las pancartas del ¿dónde están? o llevan adheridos a sus pechos, Nelly Richard hace una distinción entre las fotografías que provienen de los álbumes familiares y las fotografías que provienen de la foto carné35. Para Richard, la foto carné da cuenta “de un sujeto normado por la ley, que lo individualiza aislando su identidad, separándola de su contexto de relaciones cotidianas para colocar esa identidad a disposición del control social bajo el registro de lo impersonal”36. En cambio, las fotografías de los álbumes familiares operarían de manera inversa, puesto que estas imágenes evidenciarían la relación de “un sujeto vinculado a la trama biográfica de una composición familiar que ritualiza sus lazos personales en la ceremonia fotográfica del estar-juntos”37. Esta distinción da cuenta del modo en que la imagen fotográfica se conjuga como un sistema de información, clasificación y almacenamiento que se pone al servicio de un archivo (público y privado), que eventualmente puede proporcionar un conjunto de información visual (el studium barthesiano) sobre lo representado, según un orden cronológico (la foto de álbum) o un orden tipológico (la foto carné)38.

  • 39 Richard, op. cit., 2006.
  • 40 Deleuze, Gilles, “Post- scriptum sobre las sociedades de control”, in Gilles Deleuze Conversaciones(...)
  • 41 Ibid., 281.
  • 42 Richard, op. cit., 2006, p. 167.

14Siguiendo a Gilles Deleuze, Richard sostiene que las fotos de carné de identidad se constituyen como la cara visible de las sociedades disciplinarias, pues estas tienen39, de acuerdo con Deleuze, “dos polos: la marca que identifica al individuo y el número o la matrícula que indica su posición en la masa40. Se trata, entonces, de un “poder [que] es al mismo tiempo masificador e individualizante”41. Para Richard, este efecto paradojal de situar al individuo y al mismo tiempo borrar su subjetividad bajo la masa de lo cuantificable, se inscribiría en cualquier foto carné. Sin embargo, para el caso de las fotos de carné de los detenidos-desaparecidos habría un elemento sobreañadido, en la medida que en esas imágenes el carácter cuantificable que es posible atribuirle a la foto del carné de identidad no solo funciona como mecanismo de control de la población, sino que también opera como un dispositivo represivo, que estuvo al servicio de la maquinaria dictatorial y que utilizó los sistemas de identificación “para practicar la aparición y también la expropiación, de la identidad corporal y judicial”42.

  • 43 Ibid.

15Esta doble faz de las fotos carné muestran que, por un lado, se constituyen como huella indicial o emanación del referente de lo ya sido y, por lo tanto, de aquello que tuvo una presencia existencial en algún momento. De ahí que las fotos carné que los familiares exhiben en el espacio público, puedan ser interpretadas como la encarnación de la prueba de una existencia no solo familiar sino también judicial de los detenidos-desaparecidos; por otro lado, los rostros de los detenidos-desaparecidos que aparecen retratados en las fotos carné y que son exhibidos en el espacio público, pueden ser leídos como sometimientos fotográficos y corporales que llevan inscrito ese dispositivo de control social, que permite identificarlos primero como sujetos jurídicos y después como sujetos susceptibles de ser vigilados y castigados, para finalmente eliminar el cuerpo de la víctima y así borrar cualquier huella que permita su identificación, con la finalidad de que la violencia no deje rastros ni de su ejecución material ni autoral43. De este modo, la violencia ejercida sobre los cuerpos individuales y colectivos que se inscriben en la desaparición forzada de personas tiene su correlato en las fotos carné en tanto dispositivo visual, que deja entrever, metonímicamente, los procedimientos coercitivo y tanatológico desplegados por la represión dictatorial. Al respecto, Richard observa:

  • 44 Richard, op. cit., 2006, p. 167.

De las señas de identificación (la foto carné) a la desidentificación de las señas (la tortura y la desaparición): las fotos carné de los desaparecidos dicen cómo poder e identidad se conjugan socialmente mediante dos efectos aparentemente inversos y sin embargo cómplices que son, primero, de señalamiento y, luego, de ocultamiento, del cuerpo del delito44.

  • 45 Ibid., p. 167.
  • 46 Ibid., p. 168.

16En cambio, en las fotos de los álbumes familiares que son expuestas en el espacio público opera –de acuerdo con Richard–, como una fractura de quienes fueron extirpados del transcurso de sus vidas por la brutalidad y el horror de una sustracción que interrumpió “el flujo de su cotidianidad biográfica y descompaginaron la secuencia temporal de su vida”45. Por otro lado, esas fotos que muestran a los/as detenidos/as-desparecidos/as en la intimidad del espacio privado y bajo la pose de la comodidad cotidiana, nos dan a ver una cierta “normalidad de vida que, después, se verá súbitamente intervenida por la violencia militar sin que nada todavía, en la pose indefensa, hiciera presagiar el corte homicida”46. La potencia dramática de esas fotos sacadas de los álbumes familiares se debe a esta doble inscripción en la cual podemos ver esa normalidad arrancada de la cotidianidad para ser expuesta como prueba del dolor de los que ya no están, de los que fueron brutalmente desaparecidos, para comparecer como una imagen en el espacio público, como una imagen cargada:

  • 47 Ibid., p. 168.

[…] ahora de vibraciones auráticas porque designan lo ‘único’ e ‘irrepetible’ del momento de vida en que esos sujetos se creían definitivamente a salvo. La tensión latente entre lo despreocupado del rostro en el tiempo pasado de la toma fotográfica que no sabe de la inminencia del drama y el tiempo presente desde el cual miramos trágicamente la foto de alguien luego convertido en víctima de la historia, compone el desesperado punctum que emociona y conmociona47.

  • 48 Richard, Nelly, La insubordinación de los signos (cambio político, transformaciones culturales y po (...)

17Si me ha parecido necesario extenderme en las reflexiones que realizó Richard respecto de la relación entre fotografía y desaparición, es porque estas ofrecen una lectura que permite situar la traza fotográfica en una dimensión que podemos catalogar como de meta-fotografía, la cual se traduce en la idea de que la imagen fotográfica se articula como una mirada sobre lo refractario y, al mismo tiempo, como un dispositivo visual que hace de los retratos de los desaparecidos “la imagen de una delación fotográfica”48. Sin embargo, esta lectura meta-fotográfica de las fotos (carné o de álbum) requiere ser complementada, a mi modo de ver, desde una interpretación que permita dar cuenta de la singularidad de lo fotografiado.

Fotografía y memoria

  • 49 Barthes categorizó el studium como ese campo ligado a la cultura, el deseo, el interés diverso, el (...)
  • 50 Didi-Huberman, op. cit.

18La primera foto a la que quisiera prestarle atención nos muestra una manifestación de mujeres de familiares de detenidos-desaparecidos en la Plaza de Armas de Santiago (figura 1). En esta foto, realizada en 1983, el studium es simple, no presenta mayor complejidad, pues nos da a ver a un grupo de mujeres con pancartas en las que se aprecia la pregunta “¿dónde están?”, es un día frío, pues las vemos con abrigos y bufandas. Detrás de ellas se perfila la catedral de Santiago, van marchando por la plaza en bloque y el cielo está nublado. Sin embargo, detrás de la simplicidad del studium, hay un segundo sentido, un punctum que se manifiesta por la vía de la sedimentación del conocimiento previo del drama que involucra la desaparición forzada de personas49. De este modo, en esta fotografía me conmueve el rostro de dignidad inquebrantable y el desasosiego inscrito en los cuerpos de estas mujeres que salen a exigir la aparición de sus seres queridos. No se trata aquí de una imagen que idealice, es decir, que despoje de humanidad en la que está inscrito el drama de la desaparición forzada de personas, por el contrario, se trata de una dignidad que politiza el drama de la memoria de los detenidos-desaparecidos. Esta politización se produce, a mi modo de ver, por una doble lectura que es posible hacer de esta foto; por un lado, esta fotografía evidencia la toma de posición que hacen del espacio público los familiares de los detenido-desaparecidos, una toma de posición que reclama con su presencia la necesidad de justicia y aparición de sus seres queridos. Por otro lado, la presencia de estas mujeres viene a manifestar no solo la ausencia de los que han sido desaparecidos, sino también con su presencia en el espacio público se evidencia la imposibilidad de una normalidad cotidiana, puesto que lo que estas mujeres nos estarían señalando es la imperiosa necesidad de desnormalizar tanto la cotidianidad indolente como la urgencia política. En consecuencia, este aparecer político está estrechamente relacionado con la aparición de la palabra, la imagen y la acción en el espacio público, haciendo de esta foto un repertorio simbólico que permite hacer legible, una breve lección de humanidad50.

Figura 1 – Fotografía de Marco Ugarte, 1983

Figura 1 – Fotografía de Marco Ugarte, 1983

Archivo Digital de la Fundación Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

  • 51 Richard, op. cit. 2001, p. 42.

19La segunda fotografía que quisiera analizar nos muestra a un pequeño grupo de mujeres -no más de diez- marchando por la Alameda frente al palacio de La Moneda (figura 2). Caminan a paso decidido portando pancartas con los retratos de sus seres queridos. La marcha tiene lugar en el centro cívico de Santiago, más precisamente, la fotografía captura a las manifestantes pasando frente al palacio de La Moneda. Al ser tan pocas las personas manifestándose, la marcha no logra perturbar la cotidianeidad, pues vemos el funcionamiento de autobuses y automóviles transitando con normalidad por una de las principales vías de Santiago. A pesar de esta normalidad que es posible de advertir en esta fotografía, podemos apreciar que el uso político que hacen del espacio público deja al descubierto “una doble narración cruzada de los detenidos-desaparecidos y de sus familiares que luchan contra la desaparición del cuerpo, debiendo producir incesantemente la aparición social del recuerdo de su desaparición”51. Lo que me interesa de esta fotografía no es tanto aquello que está representado en la imagen sino lo que no está retratado en la foto. Lo que me conmueve en esta foto es ese aspecto no capturado por el lente fotográfico y que, sin embargo, está contenido de manera implícita en esta fotografía, a saber, la soledad de las manifestantes. Una soledad que da cuenta no solo de la ausencia de aquellos que han sido cruelmente arrancados de la vida de esas mujeres, sino que también nos da a ver la terrible soledad social en que se encuentran los familiares de los detenidos-desaparecidos.

  • 52 Sontag, Susan, Ante el dolor de los demás, Buenos Aires, Alfaguara, 2005, p. 15.
  • 53 Ibid., p. 15.
  • 54 Richard, Nelly, Latencias y sobresaltos de la memoria inconclusa (Chile: 1990-2015), Buenos Aires, (...)
  • 55 Ibid., p. 26.
  • 56 Sontag, op. cit., 2005, p 137.

20Si como señaló Susan Sontag, “las fotografías son un medio privilegiado que dota de ‘realidad’ (o de ‘mayor realidad’) a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar”52, entonces, en esta fotografía, se nos revela la idea de que “debería suponerse un ‘nosotros’ cuando el tema es la mirada al dolor de los demás”53, esa ausencia, esa renuncia de un nosotros ante la tragedia y el dolor de la desaparición forzada deja al descubierto que, “la memoria del ‘¿dónde están? ya no encuentra donde alojarse en un paisaje sin narraciones intensivas, sin dramatizaciones de la voz”54, en un Chile en donde “las líneas de fuerza del consenso y del mercado estandarizaron las subjetividades y tecnologizaron las hablas, para que le costara cada vez más a lo irreductiblemente singular del acontecimiento histórico dislocar la uniformidad pasiva de la serie”55. De este modo, la soledad en que hemos dejado a los familiares de las víctimas se constituye como una más de las técnicas del olvido que campean en nuestra adormecida y mercantilizada actualidad. Por consiguiente, el desentendimiento social y la indolencia respecto del horror padecido, nos habla de una legibilidad inadvertida “a través de la cual se mira el sufrimiento a distancia”56. Es decir, se mira sin la implicación política y social de aquellos/as que no nos encontramos directamente afectados.

Figura 2 – Fotografía de Patricia Alfaro, febrero de 1988

Figura 2 – Fotografía de Patricia Alfaro, febrero de 1988

Archivo Fotográfico Fortín Mapocho.

  • 57 Richard, op. cit. 2017, p. 17.
  • 58 Ibid., p. 17-18.

21Estas dos fotografías comparten el mostrarnos la violencia de Estado ejercida por la dictadura de manera implícita, pues, en ellas vemos las consecuencias no de manera directa sino a través de los familiares por medio de los cuales se entretejen “las figuras de la ausencia, la pérdida, la supresión y el desaparecimiento. Figuras rodeadas todas ellas por las sombras de un duelo en suspenso, inacabado, tensional, que deja sujeto y objeto en estado de pesadumbre y de incertidumbre”57. En estas fotografías, la ausencia y la memoria que evocan y emprenden los familiares de las víctimas se articula políticamente a partir de una doble inscripción para la legibilidad de una historia y un tiempo padecido. Por una parte, vemos las imágenes de los familiares exigiendo justicia, reparación y aparición de los cuerpos desaparecidos y, por la otra, están los retratos de los desaparecidos que los familiares exhiben en sus pechos o en pancartas del “¿dónde están?”. Estas dos inscripciones hacen legible una historicidad atravesada por un tiempo y un espacio en donde el horror de la desaparición forzada y la lección de humanidad que los familiares de los detenidos-desaparecidos emprenden y reclaman, deja al descubierto la necesidad por consignar y consagrar memorias que expresen y testifiquen que el horror continúa sobrevolando el dolor “sin tregua […] de lo inhallable del cuerpo y de la verdad”58.

  • 59 Barthes, Roland, La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 121.

22En consecuencia, en estas dos fotografías se inscribe una dialéctica que dice relación, por un lado, con la idea de que el horror y el terror padecido por los detenidos-desaparecidos y que son evocados por imágenes –foto carné, álbum familiar y familiares exigiendo justicia–, vienen a significar, metonímicamente, la superficie sacrificial de la brutalidad de la violencia ejercida por la maquinaria dictatorial y, por el otro lado, expresa la lucha que emprenden los familiares en contra del olvido, la desmemoria y el duelo en suspenso con el cual deben lidiar los familiares de las víctimas. De ahí, que estas dos fotografías contribuyen en la legibilidad de la historia padecida y contraponen la aparición en el espacio público de los familiares de las víctimas con la ausencia de los que han sido brutalmente hechos desaparecer. Es decir, en estas dos fotografías en tanto emanación del referente que contiene la huella indicial de lo ya sido59, se evidencia una relación con el presente y el pasado de manera pendular. Así el presente se constituye como exigencia de actualidad que tienen los familiares por hacer aparecer social y simbólicamente a los desaparecidos para no borrarlos nuevamente; y como pasado, estas fotografías (de carné o de álbum) enuncian una vida anterior a la desaparición y, con ello, se demuestra que la tragedia de la desaparición forzada ha tenido lugar, estableciendo así la existencia jurídica y social de las víctimas y de la violencia perpetrada por la maquinaria dictatorial.

Conclusiones

  • 60 Richard, op. cit., 2017, p. 24.
  • 61 Benjamin, Walter, La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, Santiago, LOM Ediciones, (...)

23Estas dos fotografías giran en torno a dos polos: uno constante y otro variable. El primero, se configura como una constante en la medida en que nos sumerge en una temporalidad a destiempo que se encuentra cronológicamente suspendida en esas fotografías en que vemos a las víctimas en una vida anterior al momento en que fueron precisamente arrancadas de sus vidas, y puede ser definida como una suerte de anacronía del duelo desfasado y postergado al cual deben resistir los familiares de los desaparecidos. Por otro lado, la relación social con el drama de la desaparición forzada de personas se constituye como una variable que va cambiando de acuerdo con el contexto histórico. Así, durante la dictadura se trató de una lucha en contra del negacionismo de los crímenes cometidos por la maquinaria dictatorial, en cambio, en la postdictadura, la demanda por mantener el recuerdo y la lucha de los desaparecidos se constituyó como una necesidad de que estas imágenes hagan ver, hagan saber, hagan entender y hagan escuchar la desesperanza y el desasosiego de los familiares de las víctimas y su impostergable “demanda de actualidad en un contexto donde tanto el recuerdo como la actualidad han sido banalizados por las técnicas de deshistorización de un presente mediático que ha roto toda ligadura individual y colectiva entre política y sensibilidad60. En consecuencia, las dos fotografías que he analizado nos hablan de una doble enunciación que designa, por un lado, la ausencia de los que han sido brutalmente desaparecidos y, por el otro lado, nos plantea la imperiosa necesidad de romper con ese movimiento de olvido e impunidad. De ahí que la violencia física y simbólica desatada por la maquinaria pinochetista, sigue constituyéndose como una evocación amenazante en la medida en que los restos de los que fueron brutalmente asesinados siguen estando suspendidos entre la desaparición del cuerpo y la ineludible necesidad que tienen los familiares de las víctimas de llevar al espacio público la aparición social y simbólica de la memoria de su desaparición, para que esa “imagen irrecuperable del pasado que amenaza desaparecer con cada presente”61, no se desvanezca bajo la desmemoria de un presente deshistorizado.

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Notes

1 Este trabajo es uno de los resultados del proyecto FONDECYT Regular N° 1230124, financiado por la Agencia de Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) de Chile.

2 Barthes, Ronald, La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 121.

3 Richard, Nelly, “Imagen-recuerdos y borraduras”, in Nelly Richard (ed.), Políticas y estéticas de la memoria, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2006.

4 Dubois, Pierre, El acto fotográfico. De la representación a la recepción, Barcelona, Paidós, 1986, p. 65.

5 Ibid. p. 67.

6 Barthes, op. cit.

7 Richard, op. cit., 2006, p. 165.

8 Taylor, Diana, El archivo y el repertorio. La memoria cultural y performática en las Américas, Santiago, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2017, p. 18.

9 Didi-Huberman, Georges, Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Buenos Aires, Manantial, 2014, p. 17.

10 Mbembe, Archille, Necropolítica, Tenerife, Editorial Melusina, 2011, p. 19.

11 Carmen Hertz, “Desaparición forzada de personas: método de terror y exterminio permanente”, in Nelly Richard (editora) Políticas y estéticas de la memoria, Santiago de Chile, Editorial Cuarto Propio, 2006, p. 47-51.

12 La carta de fundación del Plan Cóndor está fechada el 28 de noviembre de 1975 en Santiago de Chile, durante la clausura de la Primera Reunión de Inteligencia Nacional, y lleva las firmas de los representantes de Inteligencia de la Argentina (Jorge Casas, capitán de navío, SIDE), Bolivia (Carlos Mena, mayor del Ejército), Chile (Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de la DINA), Uruguay (José Fons, coronel del Ejército) y Paraguay (Benito Guanes Serrano, coronel del Ejército). Esta primera reunión tuvo por objetivo concebir “una coordinación eficaz para el intercambio oportuno de informaciones y experiencias y lograr cierto grado de conocimiento personal entre los jefes responsables de seguridad” (Martorell, 1999, p. 23). A partir de esa reunión se estructuró una organización de tipo stay-behind, es decir, una organización que tiene una estructura de corte paramilitar, con un carácter secreto en la que participaron varios Estados con el propósito de combatir a través de medios violentos e ilegales, a todos aquellos elementos que pueden ser vistos o considerados subversivos y enemigos de los Estados miembros que componen la organización (Ferreira, 2014). En consecuencia, el Plan Cóndor operó como una organización extremadamente siniestra, que funcionó como instrumento represor de los regímenes dictatoriales del Cono Sur, y se estableció como una multinacional del terrorismo de Estado, que operó en los diversos países que conformaron esta organización criminal, violando de manera sistemática los derechos humanos.

13 Informe Retting, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Tomo 2, Santiago, Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, 1991, p. 474.

14 Hertz, op. cit., p. 48.

15 Ibid.

16 García, Antonia, “Por un análisis político de la desaparición forzada”, in Nelly Richard (ed.) Políticas y estéticas de la memoria, Santiago de Chile, Editorial Cuarto Propio, 2006, p. 87-92, p. 87.

17 Ibid., p. 88.

18 Hertz, op. cit., p. 50.

19 García, op. cit.

20 Ibid., p. 89.

21 Ibid., p. 89.

22 Ibid., p. 89.

23 García, op. cit., p. 90.

24 Foucault, Michel, Historia de la sexualidad 1 La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2013, p. 128.

25 Ibid., p. 132.

26 Ibid., p. 139.

27 Junta Militar de Gobierno, Política Cultural del Gobierno de Chile, Santiago, Departamento Cultural de la Secretaría General de Gobierno,1975, p. 37.

28 Richard, Nelly, op. cit., 2006, p 165-166.

29 Ibid., p. 166.

30 Richard, Nelly, Residuos y metáforas (ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición), Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2001, p. 41.

31 Rojas, Sergio, “Cuerpo, lenguaje y desaparición”, in Nelly Richard (ed.), Políticas y estéticas de la memoria, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2006, p. 180.

32 Ibid., p. 180.

33 Ibid., p. 178 (cursivas en el original).

34 Didi-Huberman, Georges, Remontajes del tiempo padecido. El ojo de la historia 2, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2015, p. 51.

35 Richard, op. cit., 2006.

36 Ibid., p. 166.

37 Ibid., p. 166.

38 Sontag, Susan, Sobre la fotografía, Buenos Aires, Alfaguara, 2006.

39 Richard, op. cit., 2006.

40 Deleuze, Gilles, “Post- scriptum sobre las sociedades de control”, in Gilles Deleuze Conversaciones, Valencia, Pretextos, 2014, p. 281.

41 Ibid., 281.

42 Richard, op. cit., 2006, p. 167.

43 Ibid.

44 Richard, op. cit., 2006, p. 167.

45 Ibid., p. 167.

46 Ibid., p. 168.

47 Ibid., p. 168.

48 Richard, Nelly, La insubordinación de los signos (cambio político, transformaciones culturales y poéticas de la crisis). Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2000, p. 22.

49 Barthes categorizó el studium como ese campo ligado a la cultura, el deseo, el interés diverso, el gusto versátil del me gusta/no me gusta que sea posible de encontrar en una fotografía. “Reconocer el studium supone dar fatalmente con las intenciones del fotógrafo, entrar en armonía con ellas, aprobarlas, desaprobarlas, pero siempre comprenderlas, discutirlas en mí mismo, pues la cultura (de la que depende el studium) es un contrato firmado entre creadores y consumidores. El studium es una especie de educación (saber y cortesía) que me permite encontrar al Operator, vivir las miras que fundamentan y animan sus prácticas, pero vivirlas en cierto modo al revés, según mi querer de Spectator” (2003, p. 60). En cambio, el punctum lo define como ese sentido sobreañadido que tiene la cualidad de afectar, golpear o pinchar, en tanto rasgo arbitrario que posee una potencia efectiva del esto ha sido. El punctum, dice Barthes (2003, p. 79), “es un ‘detalle’, es decir, un objeto parcial”.

50 Didi-Huberman, op. cit.

51 Richard, op. cit. 2001, p. 42.

52 Sontag, Susan, Ante el dolor de los demás, Buenos Aires, Alfaguara, 2005, p. 15.

53 Ibid., p. 15.

54 Richard, Nelly, Latencias y sobresaltos de la memoria inconclusa (Chile: 1990-2015), Buenos Aires, EDUVIM, 2017, p. 25.

55 Ibid., p. 26.

56 Sontag, op. cit., 2005, p 137.

57 Richard, op. cit. 2017, p. 17.

58 Ibid., p. 17-18.

59 Barthes, Roland, La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 121.

60 Richard, op. cit., 2017, p. 24.

61 Benjamin, Walter, La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, Santiago, LOM Ediciones, 2002, p. 50.

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Table des illustrations

Titre Figura 1 – Fotografía de Marco Ugarte, 1983
Crédits Archivo Digital de la Fundación Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
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Titre Figura 2 – Fotografía de Patricia Alfaro, febrero de 1988
Crédits Archivo Fotográfico Fortín Mapocho.
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Pour citer cet article

Référence papier

Juan Pablo Silva-Escobar, « Fotografía, memoria y desaparición forzada de personas en Chile (1973-1990) »Caravelle, 122 | -1, 111-126.

Référence électronique

Juan Pablo Silva-Escobar, « Fotografía, memoria y desaparición forzada de personas en Chile (1973-1990) »Caravelle [En ligne], 122 | 2024, mis en ligne le 05 août 2024, consulté le 18 mars 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/15240 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/127gt

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Auteur

Juan Pablo Silva-Escobar

CIAH, Universidad Mayor, Chile /
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