Nuevas voces en la poesía hondureña
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1Nous remercions José Antonio Funes pour l’aide précieuse qu’il a apportée à la constitution de ce dossier.
2Caravelle avait espéré offrir à ses lecteurs, en « portique » à cette brève présentation des Voces nuevas de la poesía hondureña, un inédit du très grand poète Oscar Acosta, que ses charges d’ambassadeur extraordinaire, de directeur de revues, de président du PEN club, etc., n’ont jamais détourné du travail poétique. Seule une cruelle maladie, actuellement, interrompt sa création.
3A titre d’hommage, cependant, nous reproduisons ici trois brefs poèmes afin de rappeler l’œuvre de celui qui a chanté son pays, l’amour et la poésie : Oscar ACOSTA (1933)
Oscar ACOSTA
Los pinos de Honduras
En Honduras los pinos forman un imperio definitivo
del que no puede huir la naturaleza y el hombre.
En zonas terrestres anteriormente devastadas
se agruparon los árboles con sus bellotas de oro
que al caer de lo alto y recibir la caricia solar,
la lluvia o la niebla que inunda los parajes,
viajan hacia los ríos integrando un universo dorado.
Los pinos crecen llegando hasta secretas cámaras
que el aire oculta y que ignoramos los humanos,
solos los pájaros pequeños o los intrusos arácnidos
logran ingresar furtivamente a sus aéreos paraísos.
En la verde extensión vegetal que dilatan sus cuerpos
se hospedan prófugos animales y luceros caídos.
Es tan inmensa la bondad del pinar hondureño
que ni al fuego invasor puede hacer que pronuncie,
con razón o sin ella, una palabra de odio.
Sorprende a veces que entre los cataclismos naturales
o entre aquellos que el hombre provoca,
exista aún, sobre el herido rostro del mundo,
una región paradisíaca formada por estas columnas
que nos llaman a la ternura y al sueño
y a evadirnos del exterminio y de la pólvora.
(Poesía menor, 1957)
El extranjero
Cuántas palabras he pronunciado
en otras playas,
en comarcas lejanas
a tu dorado cuerpo.
He dicho amor,
he dicho paraíso,
he confesado mi vehemencia
porque tú estabas siempre
presente en mi boca.
He dicho, lo confieso ahora,
que amaba a otras mujeres
vestidas de grueso algodón,
de uñas pulidas
y peculiar acento.
Extranjero he sido
por no estar a tu lado.
Estos poemas
Aquí te dejo estos poemas
humeantes todavía, recién salidos
de mi silencio.
Míralos cuando no esté a tu lado
o cuando no me encuentres
en ninguna parte.
Tú eres la reina,
yo seré siempre el peón.
Tú eres la alegría,
rocío refrescante,
jardín pequeño.
Aquí te dejo estos poemas
como dejaban antes a los niños
en las puertas de una casa rica.
(Escritura amorosa, 1962)
José GONZÁLEZ
I
Los falsos poetas
se reunieron en Madrid
el pasado junio.
Allí estaban
el falso Neruda, el falso Vallejo,
el falso Cisneros, el falso Cardenal
y el falso Nicanor.
Algunos llegaron en falsos aviones,
otros en trenes de carga o falsos automóviles.
Todos pagaron falsos pasajes
que liquidaron con estupendas y radiantes falsas sonrisas.
Comieron falsos alimentos,
bebieron falsas bebidas
y se hospedaron en falsos hoteles
de falsas o dudosas estrellas
y para variar, dieron falsos nombres.
Declamaron falsos poemas
e intercambiaron falsos libros
en los que garrapatearon falsos autógrafos.
Al final declararon
que su principal preocupación estética
era combatir, a como diera lugar,
la falsa poesía.
II
A Pessoa
le gustaba levantarse al canto de los gallos,
desayunar con tostadas y café,
conversar con sus amigos,
para después, por las tardes,
visitar las falsas librerías de Lisboa.
III
El poeta Nicanor
se levantaba todas las noches
a espantar los bichos y los ratones
que amenazaban con destruir
su falsa biblioteca.
(Del poemario inédito Los Falsos)
José Antonio FUNES
País por cárcel
Y un día como tantos otros,
soleado, seco y aburrido,
en el país donde todo es posible menos el milagro de vencer el miedo,
se volvió una moda la construcción de cárceles.
Y así fueron surgiendo casas-cárceles, escuelas-cárceles, oficinas-cárceles,
cárceles para los patios, los jardines, los parques, las playas y las montañas,
Una cárcel inmensa para el mar y otra igual para el cielo.
Una cárcel de máxima seguridad para los niños y los pájaros.
Cárceles sucias y oscuras para los pobres,
pero también cárceles con luz y aire perfumado para los ricos.
Cárceles para reír y para llorar, para leer y para escribir…
¡Increíble, cárceles para pensar y para amar, cárceles para soñar y para imaginar!
Y cárceles para contemplar la luna y para caminar siguiendo la huella de los ángeles.
Cárceles para cantar.
Cárceles para los abrazos y para los besos.
El país de los amantes más prisioneros,
de viejos carceleros jubilados y felices,
de jóvenes que sueñan con ser carceleros
y así hasta la desesperanza.
El país que se especializa en construir cárceles
para enseñar al mundo que aquí todo es posible, menos el milagro de vencer el miedo.
Marco Antonio MADRID
Movimiento para una sonata
Minuetto affettuoso.
Dormida en mis labios
entre la soledad
del páramo
bajo la dulce lluvia
ha vuelto tu cuerpo
a cantar.
Y escuchamos ahí,
en la nocturna
invocación, el fuego
inusitado de los besos
como un río
que transcurre entre
los dos.
Mujer, amorosa barca
de las eternas aguas,
encina radiante al sol
donde reposó
sin asombro
el vellocino.
Mujer, ave de tierno
vuelo, hoy la noche
es el paisaje de tu cuerpo.
Tu cuerpo,
hecho a la medida
de mis labios,
a la medida del amor.
La rosa de Paracelso
A Jorge Luis Borges
Apocalipsis 2:17
Recordó la flor que antes de ser ceniza fue color,
espiga en aroma,
espiral al viento. Recordó la brizna de luz
en la hoja que cae del tiempo, la sombra
en el vuelo errante del ave y el canto feliz
del astro, pensó la flor en la piedra y en la espina,
recordó el dolor y recordó el camino.
¡Suplicó volver!, mas el ojo del escéptico no advirtió
el prodigio,
el maestro pronunció la palabra oculta…
¡Intacta resucitó la rosa y otra era la flor
que a la vez era la misma, así como la piedra
era la piedra y al mismo tiempo era el camino!
Salvador MADRID
De palabras está hecha la gloria,
el amor de vestigios.
Mirador o abismo,
pero tentado el hombre sube a ambos. Qué barro lavarse
en su altura, en el punto ciego
de la voraz transparencia que induce al impulso.
No todo es signo,
pero todo podría escudriñarse
como la silueta del monte contra la estrella,
como el rocío sobre un pecho vaciado.
La gloria ocupa palabras, el amor, una herida.
Secreta hay una espada, manchada de sangre su herrumbre.
Si fue honda la herida y aun así su dueño
pidió en la agonía mirar unos ojos, la gloria tendrá su leyenda,
el amor su indescifrable caída.
***
Ahí una puerta abierta incendia la noche entera
y el silencio frota sus cartílagos
en el agua reposada de unos ojos cerrados.
De un lugar hablo. De una tierra.
Hay un ruido hosco escarbando lo intocable.
No hablo de esa tierra como si fuera Ítaca.
Hay una colina
y un mar que nada más se imagina entre el polvo,
mientras el viento palpa mi vacío y sigue su rumbo.
Es el olvido –murmura mi olvido–
el habitante primero que los antropólogos no inventariaron
y que fue alimentado con vegetales, con juegos,
con burdos modales hasta acostumbrarlo como a un hombre
cuya alucinación me hace abrir la puerta cada noche.
Rolando KATTÁN
A los Bonsáis no les preocupan los otoños
sus hojas caerán medidas
y los animales no orinarán su tronco
No guardan cuidado de las temporadas de lluvia
las tormentas y los rayos son leyendas del cine
Hablan de las moscas como feroces carpinteros
y citan la sequía con la lejanía del infierno
Saben que nunca nadie les acercará el aliento
Por eso todo Bonsái
se cree el único árbol sobre la tierra
Carta de amor dirigida al otro lado del mundo
Ni una tan sola botella que lancé al mar
fue capaz de darle la vuelta al mundo
En vano escribí cartas
condenadas al naufragio
A nadie importan en estos días las palabras
ni siquiera al mar
Giovanni RODRÍGUEZ
Yo soy el que soy
Acojo tempestades en mi boca de sed y arena oscura, gritos para el silencio de mi esqueleto enmudecido.
Camino sobre filosas piedras cuando es preciso andar sobre las aguas.
Soy eso que se busca o se persigue con el dorso de una mano.
Soy el mal, el fraterno mal: el afán innombrable, el eros sangriento que la razón evade.
Desde uno de mis ojos mira el odio y en el otro exhibe el fuego su locura.
Vengan la furia, el celo, la dulce amargura de unos labios malditos; hay que amar fieramente en estas noches de tedio.
Que no cesen la sangre y su ira latente, aún si el tiempo es obra de unos dioses dormidos; en mis manos violentas se deshacen los cuerpos y vuelven a crecer con nuevos corazones.
Soy el mal, el fraterno mal; ¿quién en la hora adversa me persigue?, ¿quién se arrastra y me nombra con lengua lisonjera?
Escupo las palabras, salta mortalmente el odio de mi boca.
Soy el mal, el fraterno mal, la mitad aborrecible, tu mitad prohibida.
Gustavo CAMPOS
Puente
hundirme hundirme deshacer mis rasgos
Tomás Segovia
Al ver un águila ves una porción de genio.
W. Blake
cuando la tempestad no abre los sellos
y los brazos del sitio se mantienen cerrados
errar es el único sitio el río su único camino
que engaña a alguien ajeno ya ajeno
sumido en la oscuridad en las horas
un árbol de calamidad condena los ojos
alimenta las visiones y deshace los recuerdos
cuando se ha dicho amor
sólo para expulsarlo de las bocas
y dejarlo en soplo en palabras en lágrimas
a merced del tiempo de nada
esperando que caiga el árbol de una hoja
y roer la coherencia desde las garras del águila
muriendo a pesar de las voces
que surgen como el humo en la razón
y el relámpago es un puente que transitar de noche
la indiferencia es como un rostro y el mañana las piedras de tropiezo
la raza de diálogo de monstruos
fijará sus ojos alegremente solos
como Artaud antes que él
la demencia roe con sus dientes de acrimonia la esperanza
al hombre mismo a la palabra
hay que escucharlo de la misma manera
como hay que ver un rayo
y en la espera se deshacen los propios rasgos como se borra una huella.
Pour citer cet article
Référence papier
José González, José Antonio Funes, Marco Antonio Madrid, Salvador Madrid, Rolando Kattán, Giovanni Rodríguez et Gustavo Campos, « Nuevas voces en la poesía hondureña », Caravelle, 97 | 2011, 251-264.
Référence électronique
José González, José Antonio Funes, Marco Antonio Madrid, Salvador Madrid, Rolando Kattán, Giovanni Rodríguez et Gustavo Campos, « Nuevas voces en la poesía hondureña », Caravelle [En ligne], 97 | 2011, mis en ligne le 01 décembre 2011, consulté le 17 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/1488 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/caravelle.1488
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