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Notes de l’auteur

Randall Roque (Cartago, Costa Rica). Recibió el Premio Internazionale di Poesia Castello di Duino, 2007, reconocido por la UNESCO, la Presidencia de la República de Italia y otorgado por el Príncipe Carlo Alessandro Della Torre e Tasso en el Castillo de Duino. En el 2017, participó y fue condecorado en el Festival Internacional Primavera Poética (Perú) y para el 2019, en el V Encuentro Internacional de Escritores en el Bío Bío, Chile (Entre Culturas).

Su trabajo poético puede hallarse en antologías en Italia, Macedonia, Argentina, El Salvador y Costa Rica.

Obras publicadas: 

1. Cuando las luciérnagas hablan (1998) 

2. Itinerario de los amantes (2003) 

3. Amores Domésticos (Fotopoemas, 2009) 

4. Estrellas de madera (CD: poemas italiano-español, 2007) 

5. Las Lunas del Ramadán y otras alegorías (Libro heterogéneo, 2011) 

6. Los alegres somos más (selección poética 2003-2012) 

7. Alguien llama a tu puerta (Cuento, 2014) 

8. Isla Pop (Poesía ilustrada por Carlos Tapia, 2015) 

9. Contracultura (Perú, 2017) 

10. Desplazados y Adictos (2020) 

11. El diablo vuelve a casa (USA-NY, 2020) 

12. Bestiario (Perú, 2020) 

13. Hago la herida para salvarte (USA-NY, 2020, Traducción a Inglés por Mauricio Espinoza) 

Texte intégral

AULLIDO

Desde siempre: hombre y lobo,

antes que la rueda y la primera chispa

                                            del fuego.

 

Cuando formó el canto roto de la piedra,

la daga en el cuero y la espiga como lanza.

 

Dios no existía como existe ahora.

Dios era el humo que desaparece,

la lluvia, el pantano que ahogaba

                                 a las bestias.

 

Dios no era lenguaje ni verbo.

Dios no era nada. El hombre era lobo.

 

El aullido -porque ambos aullaban- 

hacía crujir tierra y luna por igual.

 

Hombre y lobo aullaron juntos.

Templaron la luna como al hierro 

hasta hacerla redonda y hueca.

 

Después, la palabra distanció

al lobo del hombre: perro y hombre.

 

La pintura rupestre fue hecha por lobos 

u hombres que aún se sentían lobos.

 

Mordían las plantas, salivaban la tierra.

Hay rastros de uñas largas en las rocas.

En las cuevas, los primeros artefactos.

La domada crin de la hoguera.

 

El aullido de los perros nos espanta o atrae,

según sea nuestra cercanía con el lobo.

EL DALAI LAMA DIJO O PODRÍA DECIR:

No volvás a la herida de esa mujer.

A su amor propio sin espacio para el tuyo.

A su caricia de lava sobre la carne del cordero.

A su cántaro roto bajo el pozo del agua.

 

El amor, es una ilusión perdida,

un truco de magia.

 

El río que regresa no es el mismo;

tampoco el río que pasa sobre la piedra,

ni la piedra gastada ni la arena blanca

que sostiene la piedra.

 

Tampoco un río se queda en el mismo sitio.

 

El río es un poco 

de arena, piedra;

agua 

dueña del tiempo.

 

Ninguno de nosotros es el mismo de ayer,

del minuto anterior, siquiera.

El mismo que despierta al costado de la bala.

 

La vida se va un tanto cada segundo 

y solo lo notamos con los años.

 

A veces somos piedra,

canteras golpeadas 

por el mazo o la roca,

demolidos con maquinaria pesada.

 

A veces, la arena tosca,

nenúfares blancos.

Nunca el agua.

EL DÍA DESPUÉS

El día después de la depresión

viene la vergüenza, la resaca,

el sabor a piedra bajo la lengua.

 

El sordo lupanar de familiares 

que preguntan si has muerto,

si habrás de morir, antes o después,

si será pronto o hasta cuándo.

 

Dicen, después de la dura depresión,

aunque no es cierto: llega la alegría,

y alguna buena noticia,

como un hongo bajo sombras frutales 

-florece,

o un dedo en el calcetín roto,

o una bala 

-sí; un hermoso cilindro de bronce 

pulido con franela.

 

Eso es después de la depresión,

cuando barren con escobones 

y barba de viejo de alquitrán,

tu cuerpo hinchado 

como 

un 

pez

koi.

 

Y, la niebla,

parece hundirse en el cebo 

de la carne madura.

 

Ese día después, es igual al día D,

en el que comenzó a ejecutarse 

la Operación Overlord con el desembarco 

de tropas en las playas de Normandía.

Se mira la esperanza

en esos cadáveres tuyos 

que ves sobre la playa.

CLAVO

Con la sensatez del clavo suelto,

torcido por negarse a encajar 

en los maderos asignados.

 

Inútil,

o creído inútil 

por el ebanista o albañil 

que lame sus metales y prueba 

su templanza con la lengua.

 

Lo vemos, retorcido: 

un grito de truenos estridentes 

en los túneles llenos de hierba,

donde los trenes 

están siempre por salir 

y no terminan 

nunca 

de pasar sobre sus rieles.

 

Tirado a nada, culpable 

del estallido de llantas,

odiado en asfaltos

y construcciones.

 

Amado por el 

herrumbre 

de sus malos días.

 

El brote del fuego 

al contacto de metales: 

no cede a golpe de martillo,

no se rompe ni doblega 

a la utilidad de las cosas 

como la crin embadurnada 

                        -en el arado.

Un clavo 

echado a la tierra polvorienta,

escupido de tajo por el romano 

después de reconocer el mal hierro 

que no atraviesa los maderos.

 

Solo un clavo que conserva 

su certeza de metal fundido,

la grandeza del hierro sin uso.

 

Qué importante es resistirse

-cuanto tiempo sea necesario- 

a la torpe utilidad del mundo.

PÚGIL EN REPOSO1

  • 1 Escultura en bronce atribuida al escultor Apolonio por razones estilísticas dado que no existe una (...)

Mírenlo bien.

No es diferente a los herreros 

o a los oficinistas, a ustedes abogados;

nada lejano al obrero de las fábricas 

o a los artesanos del tuétano de fuego.

 

Sentado bajo tierra 

en los cómodos jardines 

del Palacio del Quirinal.

 

Su rostro 

es el de los mineros anarquistas 

con los dientes y la nariz rota,

pómulos hinchados,

la oreja deforme del boxeador,

las cicatrices cubiertas de bronce 

como ungüento hecho en morteros.

 

Desnudo en la profundidad de sus ruinas 

para no ser fundido en piras cristianas 

con sus dioses paganos en el Olimpo.

 

Condenado 

a sus espasmos musculares,

a la mueca deforme de la vida.

 

Miren a este griego de cuencas

como cucharas volteadas en onix,

con sus manos envueltas en caestus 

y digan con sincero estupor 

que no están ahí 

sentados 

entre su tormento.

 

Pudo ser un boxeador callejero del Bronx 

o de las comunas colombianas. Es el rostro 

  • 2 Asentamiento de Costa Rica, por lo general, de dificil acceso por su peligrosidad.

de La Cali2 nocturna, Pavas o la León XIII.

 

Sentado sobre una roca espera 

el golpe siguiente. El aullido 

de su nombre en Coliseos Romanos 

y no es diferente a nosotros;

en fuga,

por megáfonos de hospitales.

 

También fundimos las monedas 

del precio por nuestras vidas 

e incrustamos el oro y el bronce 

como recompensa en el hombro,

el antebrazo, el cesto y el muslo.

 

Cansados de ser y no ser.

Juzgados por hacer o no hacer.

Por creer o abstenerse. Por todos 

los excesos servidos en la mesa.

 

Esperamos el demoledor golpe

y cuando al fin llega,

antropólogos o forenses

nos desentierran 

de los cómodos jardines.

 

Nos muestran encadenados 

al mástil de horribles museos.

Cuando los godos o las industrias 

corten los acueductos. Nos lancen 

las migajas del presupuesto del gobierno.

 

Déjennos bajo tierra.

Como un pugilista en reposo.

NOHUALHUE

a Omar Lara 

Sobre la mesa hay un recibo del agua,

de una fecha, por demás, ilegible,

con tu nombre, o las siglas de tu nombre 

contra el calado de las vigas de Nohualhue.

 

Tu hijo lloró al leerlo,

porque el recibo del agua vuelve 

como una carta que firmaste.

 

También encontró ese libro verde 

como una casa de ventana muy amplia 

que da al patio verde y al jardín verde,

al traslúcido cielorraso deshojado 

que se desprende de la tarde.

 

Sabemos que un poeta es un albañil,

alguien que recoge escombros de otros

en el cajón de su bicicleta y elige,

qué sirve o no,

para los soportes de su casa.

 

Así que el hogar de un albañil o un recolector 

es un poco la casa tuya y mía 

 

-casi nuestra.

 

Tiene el jarrón que botaste,

las marchitas granzas del amor,

el ludido sillón y sus resortes,

un poema o dos, con el polvo 

de las mejillas para tu hijo.

 

Nohualhue 

es la terca necesidad de amar.

 

Con tus siglas: Omar Lara,

como dos pilares de granito.

 

Otros albañiles andan con su ladrillo 

al hombro y muestran su casa.

 

Otros recolectores salimos a la urba 

abrimos bolsas de basura, cargamos 

libros, caracolas, pedazos de amores.

 

Nuestra casa es puro papel apilado.

 

Algunos entran y se van como si nada.

Otros se quedan un rato e igual se van.

 

Y, por fin, una persona se queda,

entre tanto papel que no sirve de mucho,

no más para entibiar la casa, Omar,

no más para eso en Nohualhue.

CLAVO DE 5/8"

Poné un clavo sobre la línea férrea

del ferrocarril al Atlántico, y,

conforme se acerque el pesado 

caparazón de humo de ese '53,

oirás -como en un acetato- 

la guitarra de John Lee Hooker 

en un blues lento y profundo.

 

Está 

el golpe de mazos y picos sobre rocas 

hasta encender inútiles pavesas 

de clavos en los rieles. Otro migrante

-muerto.

Otro, con malaria o disentería.

 

Sobre los rieles escucharás

 

-toda la música.

 

Es un blues;

un blues lento,

hermano.

 

Todos los países tienen ferrocarriles 

y puentes de hierro con remaches 

golpeados por migrantes. Venas

gruesas, abundantes como juncos,

cruzaron las montañas rocosas.

 

Ellos formaron los caminos del óxido 

antes de la industrialización.

 

No verás la luz en la casa de los capataces.

Solo es música. Cerrá los ojos y escuchá

el grito agudo de railes contra ruedas.

El hambre en barracas de afroantillanos

curtidos de polvo y duros metales. El dolor

de espalda que no los deja dormir.

 

La historia nunca recuerda 

un solo nombre de obreros.

 

Los periódicos te dirán

que hay un hombre muerto 

sobre la línea férrea.

 

Nadie mira a su lado 

un clavo rielero de 5/8".

 

Nadie 

escucha la música 

como esos muertos.

UN'ALPINISTA

¿Por qué ascender o descender 

la cara gris del Himalaya? 

 

Escalar hasta la cima 

de las 14 ochomiles.

 

Sin oxígeno extra, con cuerdas 

del mercado de Katmandú.

Ir a los Tatras, a los Alpes 

y los Dolomitas para gritar 

en la garganta del ardiente hielo,

sin dejarse domar por el frío 

y mirar -¿por qué no?- 

las vetas del pasto entre agua acerada,

las flores contenidas como aliento.

 

Un alpinista como Hermann Buhl 

clava su piolet sobre el corazón helado 

del Nanga Parbat en honor a sus muertos.

 

Uno como Albert Mummery 

asciende seis veces el Cervino,

ligero como el ala hueca de un albatros.

 

Una como Wanda Rutkiewicz 

deshace el nudo infinito del invierno 

y duerme en la cumbre del Kanchenjunga.

 

De este modo se comprende 

la claridad del fuego,

su celeste atadura de viento.

 

Un'alpinista doma a la montaña 

cada vez que ase la crin más alta.

Y la montaña es indomable

-todas las veces;

solo se inclina por respeto a las voces 

que representa ese ser vivo sobre su lomo.

 

Crece un tanto más, cada vez que 

un'alpinista la escala nuevamente.

 

Nadie sabe en realidad por qué un'alpinista

deja una huella que cubrirá la nieve 

ni de qué hablan quienes duermen 

bajo una capa de hielo, o si doman 

la montaña o ésta simplemente se inclina.

*

1Reinhold Andreas Messner, alpinista italiano, el primero del mundo en escalar las 14 cumbres de más de 8.000 metros sin oxígeno y junto al austríaco Peter Habeler fueron los primeros en ascender el monte Everest sin botellas de oxígeno.

JEAN SE ENAMORA
DE UNA COLT 38

Es una nevera en la que apenas cabe 

una docena de cervezas y un revólver.

Una que no sirve hace tres o cinco años 

donde Jean conserva solo una remolacha 

junto a una Colt 38 que es, en estos casos,

la espina dorsal de un pez de ahumado níquel 

desde donde se observan: ojiva y casquillo,

aún sin separarse de su montura.

 

Al regresar del taller mecánico, sucia y 

olorosa a grasas de pistones y metales,

Jean abre la nevera, como se abren las alas 

de un escarabajo que pretende disecarse.

Muerde la remolacha. Seca y arrugada,

como un mal limón de un árbol moribundo.

 

Lo único que la mantiene con vida 

es su vieja Colt 38 en la nevera.

 

La desarma y aceita cada semana.

 

La recorre en primer plano, despacio,

desde el cañón a la empuñadura de madera,

es John Wayne con su Colt “Diamonback” 

de 4 pulgadas calibre.38 Spl. en Brannigan.

 

Martillo tipo Target con resalte cuadrillado,

banda ventilada, alza y punto de mira ajustables 

y un resalte debajo de toda la longitud del cañón.

De seis tiros con un tambor basculante.

 

Jean la conoce como al acabado de una mujer

recién pulida con aceite de sandías y naranjas.

Una mujer que no regresa a una casa de polvo.

 

Conoce también el sonido limpio del tambor.

Su giro rápido. Sabe del único tiro que guarda 

en su recámara y gira el tambor cada noche.

 

Suena el golpe del martillo.

MARILYN EN TINA DE BAÑO

Demasiado hermosa para morir y usar 

en Marilyn la frase: "descansa en paz",

que es la tumba de lo innombrable,

donde mueren con solemnidad 

arruinados rótulos de neón 

de gasolineras y hoteles de paso.

 

Desnuda: un estallido de bronce 

en los bosques de California,

un rojo filamento de tungsteno 

ante la fuga invisible del gas.

 

Su cuerpo húmedo y helado en la tina,

perfecto, como el mármol de Toscana 

que la espuma no toca ni deforma.

 

Camina por un bourbon hasta la cocina,

sola y triste, como Norma Jeane Baker 

y un rastro tibio de agua a su paso,

destila y unge los blancos metales 

de sus nalgas hasta sus piernas.

 

Rellena como un costal de trigo con sedantes,

como un lechón o un pavo con el amor 

que solo obtienen durante el consumo.

 

Piensa en James Dougherty, en Joe DiMaggio,

en el libro que escribirá Arthur Miller 

y en la blanca polla de los hermanos Kennedy.

 

Solo Hugh Hefner se encuentra 

a Marilyn en la oscuridad de su nicho 

en el Westwood Memorial Park de Los Ángeles

junto a Burt Lancaster o Dean Martin.

 

El camino de agua hacia la tina de baño 

desaparece mucho antes de que entre la policía.

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Notes

1 Escultura en bronce atribuida al escultor Apolonio por razones estilísticas dado que no existe una firma que lo confirme. Según registros de estudios históricos podría datar del siglo I a. c. cuyo estilo es propio del periodo Helenístico, dentro de la escuela de Atenas o escuela Neoática. Fue descubierto en el siglo xix por el arqueólogo Rodolfo Lanciani. Hoy se encuentra expuesto en el Museo Nazionale Romano en el ala del Palazzo Massimo.

2 Asentamiento de Costa Rica, por lo general, de dificil acceso por su peligrosidad.

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Pour citer cet article

Référence papier

« Littératures  »Caravelle, 119 | -1, 163-178.

Référence électronique

« Littératures  »Caravelle [En ligne], 119 | 2022, mis en ligne le 01 janvier 2023, consulté le 08 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/13354 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/caravelle.13354

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Droits d’auteur

CC-BY-NC-ND-4.0

Le texte seul est utilisable sous licence CC BY-NC-ND 4.0. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.

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