Mette Louise BERG.- Diasporic Generations. Memory, Politics and Nation among Cubans in Spain
Mette Louise BERG.- Diasporic Generations. Memory, Politics and Nation among Cubans in Spain.- Oxford, Berghahn Books, 2011.
Texte intégral
1Todo o casi todo se ha escrito sobre la diáspora cubana en Estados Unidos, muy poca cosa se sabe de la diáspora en Europa. Mette Louise Berg no sólo cumple con España, ha elaborado el catálogo de los problemas y cuestionamientos que formular y una agenda prácticamente completa para futuros estudios en otros países, europeos y/o americanos (Venezuela, México, Brasil).
2El mérito científico es una cosa, otra es la generosidad intelectual del acercamiento a sus objetos, la sensibilidad y la riqueza en los matices de su investigación, la atención a la multiplicidad de los discursos que ha captado en este libro. Mette Louise Berg es antropóloga, disciplina que no fabrica estadísticas ni depende de ellas, por cierto; el trabajo de la autora se basa esencialmente en la observación participante y/o la conversación. La riqueza de la documentación que maneja se debe sin duda a su dominio de la herramienta profesional, pero al mismo tiempo el libro se lee como una larga serie de relatos de vida que dan hondura humana a un fenómeno que se creía estudiado hasta la saciedad. Más allá de los estereotipos cubanos –que la misma diáspora ha contribuido a poner en circulación–, estas historias restablecen la experiencia dolorosa del destierro, sus múltiples y a menudo contradictorias facetas.
3La antropóloga no está reñida con la historiografía, pues Mette Berg abarca la inmigración cubana entre el 1959 hasta los años 2000, estudiando el fenómeno desde la primera ola de la emigración cubana, y organizando sus observaciones alrededor de los hitos principales de la historia respectiva de Cuba y España durante este lapso. Una primera observación, hecha desde la introducción: es muy difícil utilizar la definición tradicional de la diáspora, consistente en una «comunidad» étnicamente homogénea que habría sido dispersada, y que definiría su identidad a través de la remembranza del lugar de origen. En su lugar Berg propone una visión dinámica, tomando en cuenta la perspectiva de inserción en el pais de acogida, la cual depende de sus políticas de inmigración, los múltiples motivos y causas de la emigración, y los factores clásicos de los estudios culturales como «raza, género, clase». A partir de allí, procede al estudio de tres «generaciones» diaspóricas de acuerdo con tres grandes olas de emigración forzada: la primera, que cubriría la fase entre 1959 y 1980 aproximadamente, denominada por ella la «generación del exilio» (la generación que creó, en los Estados Unidos, Miami como un sucedáneo de la patria perdida, el Little Havana ya mitificado que reconstruye Cuba de acuerdo con una memoria por cierto un tanto selectiva). La segunda generación se inicia en 1980 con el éxodo de Mariel, donde por primera vez salen «Los hijos de la Revolución», es decir la primera generación formada por el sistema socialista; esta generación se extiende hasta mediados de los años 90, ya iniciado el Período Especial después del derrumbe de la Unión Soviética y el bloque de los países de Europa del Este. La tercera generación arranca alrededor de 1994, marcada por la crisis de los balseros. Mette Berg la llama «los migrantes», entre los que la cuestión política deja de ser el motivo principal de la emigración. La dimensión ecónomica acerca esta generación a otros tantos grupos diaspóricos, latinoamericanos y caribeños para mencionar únicamente el espacio americano, y pone en entredicho la tan cacareada «excepcionalidad» cubana, que por cierto existe como trescientas otras.
4A estas tres generaciones dedica la autora los capítulos centrales 3 a 5. En la introducción y los capítulos 1 y 2 discute los conceptos de diáspora –y su oportunidad en el caso cubano–, define las posibilidades de la investigación antropológica en un espacio transnacional, es decir en varios lugares, tratando de ubicarla en el contexto profundamente politizado de Cuba (cap. 1); al mismo tiempo, analiza el marco histórico del país de acogida y su política de inmigración, desde Franco hasta la integración en la Unión Europea, lo cual permite estudiar las interacciones entre los cubanos y su nuevo entorno. Final-mente, toma en cuenta la política cubana en materia de emigración –vendrán, p. 112 en el capítulo 4 dedicado a los «hijos de la Revolución», excelentes observaciones sobre las prácticas en el consulado madrileño–. Al concepto de generación dedica el capítulo 2 entero, apoyándose en los grandes hitos de la historia de la Revolución. Dividir la comunidad en diferentes generaciones definidas por sus experiencias históricas respectivas –y no por la edad biológica de sus miembros– me parece un avance metodológico que afecta directamente la comprensión de la diáspora cubana en su conjunto. Muchas observaciones aquí interesan no solamente el conjunto de los cubanos residentes en España sino también otras «comunidades» (empleo el término por comodidad) incluidas las de Estados Unidos, la miamense tanto como la neoyorkina o la californiana, amén de otras en el país. En el capítulo 6, que precede la conclusión, se discuten las problemáticas que afecta el estudio del conjunto de las generaciones: las prácticas de la memoria y del olvido, los varios equilibrios y desequilibrios entre sensación de pertenencia y distanciamiento (el «paisaje sentimental» específico de cada generación), la cuestión de género y de identidad.
5Con todo, el modelo generacional puede parecer un tanto rígido a la luz de las excepciones que surgen inmediatamente. Resulta que a veces son muchos años de espera para la obtención del permiso de salida, los cuales hacen que la edad biológica, y las vivencias de las personas, cambien de «generación» tal como establece el criterio del momento de salida. Entre los casos conocidos, podrían citarse Heberto Padilla, condenado en 1971 y que logra exilarse no antes del 1980, al igual que José Triana, que llega a París este mismo año, después de más de 10 años de espera. Tanto por su experiencia histórica como por su obra, ambos pertenecerían más bien a la primera «generación del exilio». Lo cual me lleva a una segunda observación: me parece que la historia de los intelectuales merecería un estudio o capítulo particular, puesto que sus posturas y reflexiones a menudo difieren de la gente de a pie, por mucho que compartan las condiciones económicas y sociales tanto dentro como fuera de Cuba, y a pesar de que muchos al salir de Cuba deben abandonar su oficio en aras de la supervivencia. Entiendo el argumento de la antropóloga, cuyo concepción supone precisamente incluir los diferentes estratos sociales. Sin embargo, sus resultados sobre todo en cuanto al perfil de las distintas generaciones pueden ser cuestionados con respecto al criterio del tipo de personas entrevistadas, que no queda muy claro. ¿En qué momento intervienen los intelectuales, que forman parte del lote por supuesto, ¿jcuál es su porcentaje entre los entrevistados? Su situación diaspórica, ¿se debe realmente a los mismos motivos? Según mis propias experiencias, las prácticas de los artistas o intelectuales en tanto seres diaspóricos difieren de lo que analiza Mette Berg como representativas de cada una de las generaciones. Según ella, éstas se ignoran mutuamente o por lo menos las unas no se interesan en las otras – probablemente una de las tesis exportables a los demás países donde residen cubanos diaspóricos, pues la ruptura entre los exiliados y las dos generaciones subsecuentes se debe a la formación recibida en Cuba, aunque siempre queda por precisar exactamente dónde se sitúa la frontera. En todo caso los intelectuales no solamente de otras latitudes procuran precisamente recobrar la memoria histórica de lo que la Revolución ha ocultado u olvidado sistemáticamente: basta con citar la revista Encuentro y en particular Antonio José Ponte («hijo de la revolución», y también, entre la generación «migrante», Carlos Aguilera, Sánchez Mejía, Jose Manuel Prieto (miembros del grupo de la revista Diáspora Proyectos, de 1997 a 2002 –en Cuba, y dicho sea de paso, una fuente valiosísima para el estudio de la disidencia en el seno de la generación «migrante»), entre muchos otros. Y viceversa, conozco casos de la generación del exilio que por lo menos hace esfuerzos por comprender la evolución posterior a su propia salida es decir la vivencia de los cubanos de adentro. En cambio, los análisis de la autora sobre una cubanía desterritorializada los confirma lo que Rafael Rojas ha llamado un «nacionalismo débil», en su libro Isla sin fin. Contribución a la crítica del nacionalismo cubano (1998). A veces parece que las reflexiones de intelectuales como Rojas, Iván de la Nuez o Lourdes Gil (citados p. 120) apoyan las observaciones de la autora, de modo que no queda siempre muy claro si preceden las observaciones o si confluyen con ellas, de acuerdo con el postulado antropológico que los intelectuales comparten las posiciones y vivencias del exiliado o migrante común. Queden estos comentarios como alegato a favor de los estudios interseccionales de la diáspora –una dimensión de hecho siempre presente aquí, pues viene dictada por la práctica antropológica aquí, atenta al individiduo que precede la definición de grupos. Autoriza este procedimiento la situación diaspórica, que proyecta al individuo en un espacio abierto donde las pautas de la sociedad de origen están en suspenso, y remplazadas por numerosos parámetros que el individuo debe aprender en condiciones que no controla, en ausencia del marco social que lo orientaría en la toma de decisiones posibles.
6La investigación basada en entrevistas tiene sus límites. Mette Berg lo señala, con el tiempo la memoria se va transformando, de modo que las entrevistas sólo recogen la última de las fases que ha transcorrido su transformación. La solución está en tomar en cuenta estos cambios, ampliando la investigación a otros escenarios y completándola con documentación histórica, tal como procede nuestra autora. Mi objeción afecta primero la concepción de la primera generación, pues el análisis no aporta mucha novedad con relación a la miamense. Es que la identificación de esta generación con posiciones conservadoras, elitistas en términos sociales, raciales y genéricos –en el caso de la España franquista la sospecha va más lejos– olvida generalmente a los anarquistas, socialdemócratas e izquierdistas liberales pertenecientes a este grupo. La gama de posiciones es mucho más amplia de lo que se admite habitualmente, aunque en España debe haber sido más estrecha, lo cual sería efectivamente una especificidad local. Si es que la hay en las generaciones siguientes, sólo podría resultar de otra interacción con las circunstancias locales. Y segunda objeción, con respecto a la generación «migrante»: no creo procedente separar como Berg lo hace el motivo económico del político, aunque el individuo diaspórico o no tenga conciencia de su imbricación o haya decidido «olvidarse» de la dimensión política de su decisión. El caso ya citado del grupo Diáspora constituiría por lo menos una excepción de mucho peso en esta generación, pero Antonio José Ponte, en Villa Marista en plata (Barcelona, Colibrí, 2010) observa la particular radicalidad de los más jóvenes entre los escritores cubanos en la polémica de 2007 que circuló por internet.
7El estudio intenta contribuir a la superación del «pensamiento de trinchera» entre diáspora e isla, y puede afirmarse que cumple con su objetivo. En su lugar señala otra zanja, intergeneracional. Junto a la autora nos podemos preguntar qué quedará de la memoria diaspórica en las generaciones nacidas en el país de acogida. Pero fijarse en un solo escenario supone olvidarse de que, como ella subraya, la madre patria no es ninguna entidad estable. Lorenzo García Vega, otro poeta diaspórico (que vive en Miami), imaginó alguna vez un futuro para Cuba como un gigantesco Disneyland para turistas estadounidenses.
8En fin, un libro apasionante que es al mismo tiempo una excelente base para futuras investigaciones en otros países, y quizás, gracias a la amplitud de visión y el profundo conocimiento de la teoría, para el estudio de otras «comunidades», caribeñas y latinoamericanas, tanto en Europa como en las Américas.
Pour citer cet article
Référence papier
Christoph Singler, « Mette Louise BERG.- Diasporic Generations. Memory, Politics and Nation among Cubans in Spain », Caravelle, 98 | 2012, 285-288.
Référence électronique
Christoph Singler, « Mette Louise BERG.- Diasporic Generations. Memory, Politics and Nation among Cubans in Spain », Caravelle [En ligne], 98 | 2012, mis en ligne le 01 juin 2012, consulté le 16 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/1309 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/caravelle.1309
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