Rubén Darío y Dreyfus: confusión y desencuentro
Résumés
Darío, fasciné par la vie française, et avant même de s’installer à Paris, en 1899, comme correspondant de La Nación de Buenos aires, ne peut manquer de faire allusion au fait qui bouleverse la société française de l’époque : l’Affaire Dreyfus. Ses chroniques reflètent ses sources d’information – souvent parmi les ‘antidreyfusards’ français – et témoignent de quelque légèreté, tout autant que de sa difficulté à saisir les lourds enjeux de cette crise morale, sociale et politique.
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- 1 Revista Nueva, Madrid, 15 de septiembre de 1899, vol. II, n° 22, p. 149-151. Este texto poco conoci (...)
- 2 Para esta voracidad de lectura que tiene Darío, cf. Günther Schmigalle: «Darío era un lector omnívo (...)
1En 1899 Darío escribe el texto «El Cristo de los ultrajes» que se publica en la Revista Nueva1, pero no se recogió en ningún volumen de sus crónicas. Este texto le da ocasión para reunir en una misma evocación emotiva un asunto candente de la vida política y social francesa y un cuadro efectista del joven pintor belga Henri de Groux. Reside todavía en Madrid, donde llegó en enero del mismo año de 1899. Con Francia, y en particular con París, ciudad-luz, ensueño y espejismo, ha tenido sólo un breve contacto en 1893. De ese rápido tránsito de unos dos meses, le han quedado unas pocas amistades, encuentros efímeros, a imagen del desgraciado «diálogo» con un Verlaine envejecido, apocado y amargo; con un mayor conocimiento y uso del idioma, ha podido, sin penetrarlas, vislumbrar algo de las corrientes y aspiraciones de una sociedad en pleno auge pero también en plena mutación, dividida en convulsiones violentas, y se ha internado en la selva de periódicos que le van proporcionando un caudal de informaciones, aunque fuesen parciales y «partidarias»2.
- 3 Recordemos brevemente los momentos principales de aquel evento:
- 4 España contemporánea, cf. N. Rivas Bravo, art. cit., p. 198.
2A pesar, pues, de cierto desengaño y desazón debidos a esta primera estancia en París, Darío sigue enterándose con curiosidad de los acontecimientos mayores de la vida cultural y social del país vecino. Así, cuando se desatan las pasiones encontradas con motivo de «la Causa Dreyfus»3 –l’Affaire por antonomasia–, en el momento del recurso de revisión cuyo impulso fue el J'accuse de Zola, Darío puede seguir el «asunto Dreyfus, de lo que hay ahora de más sonoro en el periodismo universal», notando sin embargo que, en España «se publican unas pocas líneas telegráficas»4.
- 5 Cf. dos estudios recientes: M. Denis, M. Lagrée y J.-Y Veillard eds., L’Affaire Dreyfus et l’Opinio (...)
3El eco de esta causa judicial y política, efectivamente, es considerable, tanto en la prensa internacional como en la francesa5. Este alud de información que acompaña el proceso en Rennes incita pues Darío para evocar por su cuenta este estremecimiento mayor de la sociedad francesa. Su crónica, ya que la escribe desde España, es forzosamente un «testimonio» de segunda mano, elaborado a partir de textos extranjeros, que él modela en función de su sensibilidad y simpatías de lector; le es fácil elegir entre los múltiples artículos redactados por los corresponsales de los numerosos diarios parisinos que siguen en Rennes, del 7 de agosto al 9 de septiembre de 1899, las sesiones del Consejo de Guerra: entre ellos, Le Journal des Débats politiques et littéraires, moderado, Le Petit Journal, ferozmente antidreyfus, y Le Journal, en el que escribe uno de los adversarios más encarnizados del acusado Dreyfus, aquel que no vacila en estigmatizar hasta «la nariz étnica» del capitán judío: Maurice Barrès.
- 6 Al parecer Darío quedó impresionado por este pintor y cultivó su amistad, hasta incluir, en una cró (...)
4Cuando se abre el proceso y aparece por primera vez en público el capitán degradado, recién llegado del presidio de la bien llamada Isla del Diablo, el hecho es que no deja de impresionar su aspecto físico deteriorado que traduce las pruebas y dolores sufridos. La sugestión de tales padecimientos inspira pues la imagen de una víctima, y es para Darío ocasión de recordar el cuadro de Henri de Groux: « Le Christ aux outrages », pintado en 1889, que visiblement le había impresionado y del cual volverá a tratar en la crónica «Henri de Groux»6, recogida en Opiniones:
El Cristo de los Ultrajes
Hay un maravilloso cuadro de Henry de Groux en que el Rey de la Dulzura parece en el más amargo de los suplicios de su pasión: la ola de la miseria humana, de la infamia humana, le escupe su espuma; la bestialidad humana le muestra los puños, le amenaza con sus gestos brutales, le inflige sus más insultantes muecas; y la divina fortaleza deja que hierva la obra del odio alrededor de ese pobre harapo de carne viva que representa la verdad. Ese infeliz Dreyfus hace rememorar ciertamente al Cristo de los ultrajes, no por el martirio continuo que ha sufrido y sufre su fatigada armazón de hombre, sino porque en él, después de Pilatos, se ha vuelto a sacrificar la idea de justicia, se ha repetido a los ojos de la tierra el asesinato de la inocencia. El resultado del proceso de Rennes da deseos de decir, con permiso de los teólogos: «Señores sionistas, podéis volver a Jerusalén. Podéis, después de esta obra de los cristianos, ir a levantar vuestra ciudad, piedra sobre piedra». ¡Ah, el sanhedrín de obcecados ancianos, los innominables Caifases, y el ridículo petardista que aún explota su cinismo, desde Londres! Y las masas populacheras, ciegamente estúpidas, berreando marsellesas, guiadas por los « père la Victoire » de la literatura, o por los sicofantes de la prensa. Y esto en el país del cual los intelectuales decimos: «Todo hombre tiene dos patrias: la suya y la Francia»; en el país de Víctor Hugo; en el país de L. I. F.; en el país en el que se asienta la Ciudad Luz, la capital de la civilización... ¡ Vive la France, messieurs !
Se habría podido creer que los mandarines del militarismo tendrían solamente a París de su parte, al París en que se entroniza a Mercier, y Rochefort vocifera. El verdadero viril pueblo romano no era, por cierto, el de los prevaricadores del foro, de los jueces quos fames magis quam fama commovit, ni de los mercachifles de conciencia del Campo de Marte, como el verdadero pueblo francés no lo componen los seides del tartufismo, los hípicos gardenias, los estudiantes corrompidos y los abonados al teatro Deibler. Sin embargo, parece que toda Francia se hubiese regocijado con la nueva sentencia, sugestionada al punto de anteponer una moral militar especial al concepto ético-católico –en el sentido de universalidad.
Esa moral militar se basa claramente en una nueva comprensión de la vida nacional; no se trata ya de los bastante ensangrentados derechos del hombre, de Libertad, Igualdad, Fraternidad y todos sus sonoros complementos; se trata de la sustitución del ideal por lo práctico. En épocas de menos panamaes, no se habría vacilado en ese antes generoso pueblo, en sacrificar algo de su fuerza material al interés de la verdad; hoy la noble nación cree que lo primero que hay que guardar es el brillo y autoridad de sus hombres de cuartel, y ante la preponderancia de esos cuerpos de presa, sacrifica lo legítimo y lo justo. La Patria, he ahí el ídolo. La Patria, es decir: que el alemán sepa que hay muchos cañones misteriosos, muchos soldados, un intachable Estado Mayor, y revistas vistosas el 14 de Julio. Ahí están también los aduladores de la multitud, viejos como ese pobre Coppée que acaba de clamar su conversión a los cuatro vientos del catolicismo, y deja el rosario con el que tan justa y corrosivamente le ha pintado Valloton para coger la pluma de Los Humildes, y con su conocido franc parler azuzar a la canalla francesa contra el desventurado capitán judío; jóvenes como el esteta cultivador del Yo, vivisector espiritual de la víctima, exdiputado de la Psicología y seguramente en vísperas de presentar su Moi a sus electores...
En verdad, sería de abominar ese espíritu de Francia que tanto ha conquistado y encantado al mundo, si no se supiese que hay un grupo intelectual que ha sostenido los prestigios de la justicia, que el alma noble de Francia antigua no está entre esos farsantes y entre esos verdugos, y que la Equidad ha tenido, entre otras inteligencias, a su servicio, con un Zola, la fuerza; con un France, la sonrisa.
Estábamos acostumbrados a proferir a cada instante la clásica salutación: ¡Ave, Gallia regina!, a mirar en Bayardo un símbolo, a poner junto al hidalgo español al caballero francés, a toda una tradición de nobleza y de grandeza moral que daba a Francia entre las naciones un puesto de honor y de respeto. Conformémonos con lo que hoy nos queda a los galófilos, fuera del tesoro incontaminable de sus letras y de sus artes: el champaña y las cocottes. La Justicia, la Verdad y el mundo culto, es decir, los extranjeros, hemos perdido la partida, con el único objeto de que el ácido Mercier se muestre satisfecho y Coppée, el Hombre-del-Pabellón, acompañe de un padrenuestro sus injurias a la Caridad, virtud imperial en la tierra y en el cielo.
En cuanto al desgraciado israelita, si Bazaine, culpable o no, cargó con los pecados de toda la Francia, según la palabra de Bloy, Dreyfus representa en estos instantes su amargo papel de «Cristo de los ultrajes», de chivo emisario, de víctima sacrificada a las bajas preocupaciones de una época en que su nombre recordará más tarde uno de los mayores crímenes colectivos de la historia, y el momento en que el brillo del espíritu francés ha palidecido ante el mundo.
5La apropiación de la figura de Cristo no es propia de Darío: Jean Jaurès ya, el 22 de enero de 1898, pocos días después del J’accuse de Zola, había utilizado imágenes que remiten al suplicio de Cristo para evocar, en su diario La Petite République, al infeliz procesado:
- 8 Aun así se nota de paso que Darío viene poco enterado del asunto: para él, Esterhazy, sospechado –y (...)
6La vehemencia de Jaurès, sin embargo, viene en el contexto de una refutación jurídica y lógica de la condena, con pruebas y considerandos. Si el punto de partida de ambos textos es el paralelismo entre dos víctimas inocentes y propiciatorias, no encontramos en el texto dariano ningún llamado a la razón, con análisis de los hechos, sino un derroche emotivo. El estilo aquí usa, para provocar y conmover, dos procedimientos seguidos: primero, y así se prepara al lector para la segunda fase, más violenta, se acumulan desde el primer párrafo epítetos expresivos que inducen a piedad y horror compasivo: «amargo, brutales, insultantes, infeliz», «suplicio, bestialidad, odio, martirio, asesinato», incluso repeticiones machaconas: «miseria humana, infamia humana», «amenaza, muestra puños, sacrificar»... Pero pronto desaparece el sujeto de la crónica, la cual se consagra a consideraciones más generales y abstractas. Vienen entonces los improperios, acumulados también, de destinatarios tanto más generales y totalizadores por ser indefinidos en plural: «las masas populacheras, los sicofantes de la prensa, los mandarines del militarismo, los prevaricadores del foro, innominables Caifases, Sanhedrín de obcecados ancianos», etc., etc. Sólo después de esta racha infamante viene alguna alusión a un personaje preciso: el periodista nacionalista Rochefort, el general Mercier, ministro de la Guerra8.
- 9 Cf por ejemplo cómo, en la crónica «Reflexiones de año nuevo parisiense, 1° de enero de 1901», de P (...)
7Estas imprecaciones desembocan en un procedimiento retórico que en más ocasiones Darío suele usar para hundir al sujeto en la abyección de la decadencia, y es la oposición entre un ayer luminoso y un hoy ominoso9:
País de L. I. F. (...) país en que se asienta la Ciudad-Luz, la capital de la civilización (...) toda una tradición de nobleza y de grandeza moral que daba a Francia entre las naciones un puesto de honor y de respeto.../ Hoy la noble nación cree que lo primero que hay que guardar es el brillo y autoridad de sus hombres de cuartel, y ante la preponderancia de esos cuerpos de presa, sacrifica lo legítimo y lo justo.
8De paso reconoce, pero es un breve párrafo, algunas líneas en las tres páginas del conjunto, que «hay un grupo intelectual que ha sostenido los prestigios de la justicia», con los nombres de Zola y Anatole France. Pero vuelve a recalcar el desprestigio actual de Francia, más sensible por el contraste, su hundimiento en la más indigna parranda, con «champaña y cocottes», y, con un último saludo al que fue pretexto de semejante filípica, termina la crónica por una sentencia sin apelación: «El brillo del espíritu francés ha palidecido ante el mundo».
9Entre el énfasis de la expresión, la emoción parece sincera y espontánea; sin embargo, en los pocos renglones consagrados a la presentación del capitán Dreyfus, encontramos un eco de expresiones e imágenes que Darío bien pudo recoger y adoptar de la prensa francesa. Así comparemos:
- « On jetait en pleine lumière une misérable guenille humaine... Une boule de chair vivante (...) de la chair vivante et broyée » con: «La obra del odio alrededor de ese pobre harapo de carne viva»...
- « Ceux qui croient Dreyfus un martyr... » / «el martirio continuo que ha sufrido»...
- 10 La bastardilla es nuestra.
- Incluso la comparación fundamental con la «pasión» del Cristo de los Ultrajes viene sugerida ya en: « Dreyfus a gravi (...) la nouvelle station de son calvaire »10.
- 11 Las crónicas consagradas al proceso de Rennes fueron reunidas y publicadas poco después en el volum (...)
- 12 Barrès había publicado las tres novelas que componen la trilogía Le Culte du Moi entre 1888 y 1891. (...)
10El informe de audiencia fechado en «8 de agosto de 1899», publicado en el periódico parisiense Le Journal, que introduce con el símil esta referencia a Cristo, es obra de Maurice Barrès, escritor familiar de España11. El hecho es que Darío demuestra que conoce lo bastante a Barrès como para aludir a su obra y estar al tanto de su carrera política. Aunque no lo nombra en su revista general de la infamia francesa, es fácil reconocer que Maurice Barrès es aquel «joven» (nacido en agosto de 1862, tiene cuatro años más que Darío), «esteta cultivador del Yo (...) ex diputado de la Psicología y seguramente en vísperas de presentar su Moi a sus electores...»12.
11¿ Será coincidencia de expresión e imágenes, o referencia apenas ocultada ?
*
12A pesar de que el tribunal de Rennes, bajo la enorme presión de los cuerpos constituidos, concluyó condenando nuevamente a Dreyfus, las pruebas de su inocencia empezaban a ser tan claras que el Presidente Loubet firmaba el indulto del capitán diez días después del fallo (19 de septiembre de 1899), mientras se preparaba el recurso y otra demanda de revisión.
- 13 Todavía en nuestro siglo XXI, los historiadores siguen desentrañando los elementos de esta compleji (...)
- 14 Recordamos la amistad de Darío para con personajes tan sospechosos como Hugues Rebell (cf. Peregrin (...)
13Cuando muere Zola, el 30 de septiembre de 1902, el «Caso» no ha terminado. Hace ya dos años que Darío vive en París, pero no le interesa su desarrollo. Esta actitud más bien indiferente no debe sorprender, pues de hecho el caso es difícil de penetrar, dada la complejidad de la situación social y política de Francia y el juego de rebote de los intereses, ideales y pasiones13. El corresponsal de La Nación de Buenos Aires no es comentarista ni analista politólogo, y sólo trasmite a sus lectores impresiones inmediatas y ecos que capta en los círculos que frecuenta14: el carácter somero de la información importa menos que el trabajo de expresión y la suerte de la forma, la agudeza ingeniosa o el color lírico, satírico, hasta épico-profético... Y los textos citados, los personajes más o menos famosos cuyas palabras se reproducen, reflejan, aunque de modo indirecto, las tendencias y, hasta cierto punto, la ideología de una parte de la sociedad francesa.
- 15 Primera crónica del volumen Opiniones, había sido publicada en La Nación el 11 de noviembre de 1902 (...)
14Este trasfondo implícito pero bien presente nos permite apreciar la anécdota con chiste desabrido que Darío produce motu propio a la mitad de su texto «El ejemplo de Zola», que relata los funerales del escritor después de su muerte repentina15. El texto de Darío es el siguiente:
...No es aún, ciertamente, convincentemente sabido que el capitán haya sido un traidor. Él ha asistido al entierro del héroe. Me informan – y hay que averiguar esto bien – que ha dado para el monumento que se levantará a Zola trescientos francos...«¡Trescientos francos!» Si esto es verdad, ese rico israelita, me atrevería a jurarlo, ha sido culpable del crimen que le llevó a la Isla del Diablo.
- 16 Cf. F. Coloma González, Opiniones, Prólogo, ed. cit., p. 30.
- 17 Cf. Pierre Quillard, Le Monument Henry, liste des souscripteurs classés méthodiquement et selon l’o (...)
15Notemos que estos 300 francos de 1902 equivalen a 1000 (mil) de los euros de 2010. A modo de comparación: Darío recibía poco más o menos 600 francos de La Nación, como estipendio mensual16. Otrosí, si nos referimos a las costumbres de la época en cuanto a suscripciones para monumentos: cuando se suicidó Henry, el falsario responsable de la acusación, autor de la «falsedad patriótica» (según términos de Charles Maurras para justificarla), el bando de los antidreyfus inició una vasta suscripción destinada para « le Monument Henry ». Se conoce la lista de los suscriptores y el monto de su aporte17. Entre ellos se nota el nombre de algunos de sus más fervorosos partidarios, burgueses acomodados o aristócratas; así, entre los que se muestran más generosos: Maurice Barrès suscribe 50 (cincuenta) francos, o François Coppée veinte francos. Asimismo, cuando se proyecta, en 1907, un monumento nacional a Jules Ferry, ministro republicano promotor de la escuela para todos, el ayuntamiento de Haspres, ciudad de Picardía de mediano tamaño, pero activa y rica de varias fábricas de ladrillos y de tejidos, molinos, y cinco cervecerías, ofrece... 25 francos.
- 18 « Je le vis, avec une indicible douleur, couché sur son lit, la figure reposée et calme comme s’il (...)
16Otro elemento de comparación: cuando el capitán Dreyfus, por fin declarado inocente, es reintegrado al ejército en 1906, se calcula su jubilación en 2 350 francos anuales. La exclamación traduce el asombro de Darío al considerar la importancia de la suma ofrecida por el «rico israelita»; pero también se recordará –y es un elemento de información que tal vez pudo también oír Rubén Darío– que sólo tres amigos acompañaron a la viuda de Zola en la vigilia fúnebre de la noche anterior: Octave Mirbeau, el músico Alfred Bruneau y ... Alfred Dreyfus: prueba de intimidad y estima compartida. Si bien no podía saber Darío cómo la profundidad y delicadeza de la amistad de Dreyfus para con Zola se manifiesta en sus Carnets18, el historiador actual sí puede.
17El chiste y el aguijón malicioso, sutilmente, surgen entonces de los sobrentendidos y del recurso a una leyenda bien difundida: la de la riqueza del «israelita» (término ya en sí empleado con matiz despectivo), que explota y arruina a los humildes, despoja a los débiles y saca provecho de su miseria. El argumento financiero viene fundado en la fortuna de los banqueros como Rothschild, y el supuesto apetito de lucro se ve más temible y horroroso al cobrar dimensión internacional.
- 19 La bastardilla es nuestra.
18Para Darío, pues, como para otros muchos, Dreyfus es rico, y encarna la caricatura del judío codicioso. Como en realidad su familia no es de banqueros, ni de ricos jefes de industria, sino de comerciantes, o sea de una burguesía de clase media, sigamos la dirección indicada por Darío, que es el fundamento de la acusación a Dreyfus: el dinero que puede tener procede del pago de su traición. Así se justifica la sentencia: «Ha sido culpable del crimen que le llevó a la Isla del Diablo». O sea, su generosidad es prueba de culpabilidad. No le importan a Darío la revisión del proceso, ni «Las Pruebas», aducidas por Jaurès y Zola; al contrario, parece esperar confirmación de la condena: «No es aún, ciertamente, convincentemente sabido que el capitán haya sido un traidor»19, o sea, un «vendepatria». Pero ya Barrès emitiera la evidencia: « Les Juifs sont de la patrie où ils trouvent leur plus grand intérêt ».
19La única precaución que se toma Darío al aventurarse por terreno tan escabroso es advertir al lector: «Hay que averiguar esto bien».
20Discreta advertencia para los escoliastas futuros.
Notes
1 Revista Nueva, Madrid, 15 de septiembre de 1899, vol. II, n° 22, p. 149-151. Este texto poco conocido fue publicado por Noel Rivas Bravo en Lengua, n° 34, Octubre 2009, p. 201-204, precedido por un discutible comentario: «Rubén Darío y el “Affaire Dreyfus”», p. 196-200. El mismo había señalado ya dicho texto en una nota a su edición de España contemporánea, Academia Nicaragüense de la Lengua, 1998, p. 99, n. 63.
Debo copia del texto a la gentil atención del Dr. Eduardo Zepeda-Henríquez.
2 Para esta voracidad de lectura que tiene Darío, cf. Günther Schmigalle: «Darío era un lector omnívoro, dotado de una memoria prodigiosa, y uno de sus secretos profesionales fue este de impresionar al público lector de La Nación con alusiones y referencias a textos franceses que nunca llegarían al Río de la Plata...», «La Caravana pasa de Rubén Darío: problemas de investigación», Lengua, n° 34, p. 185.
3 Recordemos brevemente los momentos principales de aquel evento:
- en 1894, un Consejo de Guerra condena al capitán Dreyfus, bajo inculpación de traición (habría vendido a Alemania secretos militares, según una nota fehaciente «encontrada» por el coronel Henry). La sentencia pronuncia la degradación y la condena a presidio en la Isla del Diablo (Guayana).
- 1896: empiezan sin embargo las diligencias para revisión del fallo.
- 1898, enero: publicación del « J’accuse » de Zola y de los artículos « Les Preuves » de Jaurès.
agosto: Henry confiesa que la nota producida es falsa, obra suya. Se suicida.
- 1899: proceso de revisión de Rennes: nueva condena, pero indulto inmediato del Presidente de la República.
- 1906: se proclama la inocencia de Dreyfus, reintegrado y condecorado con la « Légion d’Honneur ».
4 España contemporánea, cf. N. Rivas Bravo, art. cit., p. 198.
5 Cf. dos estudios recientes: M. Denis, M. Lagrée y J.-Y Veillard eds., L’Affaire Dreyfus et l’Opinion publique en France et à l’étranger, Rennes, PUR, 1995 y James F. Brennan, The Reflection of the Dreyfus Affair in the European Press, 1897-1899, Berne, Peter Lang publishing, 1998, citados por Thomas Loué, « L’Affaire Dreyfus », en Luc Boltanski et al., Affaires, Scandales et grandes Causes, Paris, Stock, 2007, p. 227. Th. Loué señala que la noticia aparece y se comenta hasta en Japón y América Latina.
6 Al parecer Darío quedó impresionado por este pintor y cultivó su amistad, hasta incluir, en una crónica del volumen posterior Opiniones (1906), una semblanza del pintor «artista de horror y de misterio», indicando de paso cómo aquel excesivo humor saturnino desembocó en el encierro en «una casa de orates» (Opiniones, «Henri de Groux», ed. y notas de Fidel Coloma González, Managua, Nueva Nicaragua, 1990, p. 281 sq.)
7 Los artículos de La Petite République fueron reunidos y publicados en volumen ya en septiembre de 1898, con el título: Les Preuves.
8 Aun así se nota de paso que Darío viene poco enterado del asunto: para él, Esterhazy, sospechado –y puesto en acusación por ser el verdadero culpable de la traición–, que huyó apresuradamente de la justicia el 1° de septiembre de 1898, refugiándose en Londres, es sólo «un ridículo petardista que explota su cinismo»...
9 Cf por ejemplo cómo, en la crónica «Reflexiones de año nuevo parisiense, 1° de enero de 1901», de Peregrinaciones, Darío reproduce complacidamente la diatriba del mismo de Groux: «... que la Francia está podrida, que al final del siglo ha hecho ya tabla rasa de todo. Finis latinorum. Abyecta muerte!», y concluye esta misma crónica con acentos apocalípticos: «...esta locomotora (...) va con una presión de todos los diablos a estrellarse en no sé qué paredón de la Historia y a caer en no sé qué abismo de la eternidad».
Dichas vaticinaciones catastrofistas recuerdan evidentemente los aires de «decadencia» y «degeneración» que corrían por entonces: cf. Eugen Weber, Fin de siècle, Paris, Arthème Fayard, 1986, chap. premier: « La décadence ? ».
10 La bastardilla es nuestra.
11 Las crónicas consagradas al proceso de Rennes fueron reunidas y publicadas poco después en el volumen Scènes et doctrines du nationalisme, Paris, Félix Guven, 1902. Du sang, de la volupté et de la mort, impresiones de un viaje por España se había publicado en 1894, luego vendría Greco ou le secret de Tolède, en 1911.
12 Barrès había publicado las tres novelas que componen la trilogía Le Culte du Moi entre 1888 y 1891. Por otra parte, después de ser diputado « boulangiste » por Nancy de 1889 a 1893, fue elegido por París como representante del partido nacionalista « Entente républicaine démocratique » desde 1906 hasta su muerte en 1923.
13 Todavía en nuestro siglo XXI, los historiadores siguen desentrañando los elementos de esta complejidad. Cf. por ejemplo Thomas Loué, art. cit., op. cit., p. 213-227.
14 Recordamos la amistad de Darío para con personajes tan sospechosos como Hugues Rebell (cf. Peregrinaciones, «La Casa de Italia») y su dudoso panorama y apreciación de «La Prensa francesa» en Opiniones». Semejante sospecha levanta también Günther Schmigalle: «Dos ejemplos parecen indicar que Darío tuvo acceso (...) a grupos de la extrema derecha francesa...» (art. cit. de Lengua, n° 34, p. 191).
15 Primera crónica del volumen Opiniones, había sido publicada en La Nación el 11 de noviembre de 1902. El párrafo que nos interesa fue interpretado de modo muy diferente por Noel Rivas en Lengua, art. cit., p. 200.
16 Cf. F. Coloma González, Opiniones, Prólogo, ed. cit., p. 30.
17 Cf. Pierre Quillard, Le Monument Henry, liste des souscripteurs classés méthodiquement et selon l’ordre alphabétique, Paris, P.V. Stock, 1899.
18 « Je le vis, avec une indicible douleur, couché sur son lit, la figure reposée et calme comme s’il dormait. Mon émotion fut extrême en revoyant ce cher et noble ami, terrassé ainsi par un accident imbécile, en pleine vigueur, en plein travail. On connaissait de lui sa puissance de travail, son génie de romancier, on ne connaissait pas assez sa bonté de cœur, sa générosité. J’allai chaque matin me recueillir auprès de la dépouille mortelle de Zola. Comme j’aimais ce bon, ce consciencieux ! Il faisait le bien comme un devoir de sa noble conscience. (...) Je conduisis à sa dernière demeure ce grand et noble ami, dont la perte était irréparable », Carnets, 1899-1907, Paris, Calmann-Lévy, 1998, p. 116-117.
19 La bastardilla es nuestra.
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Référence papier
Claire Pailler, « Rubén Darío y Dreyfus: confusión y desencuentro », Caravelle, 98 | 2012, 203-212.
Référence électronique
Claire Pailler, « Rubén Darío y Dreyfus: confusión y desencuentro », Caravelle [En ligne], 98 | 2012, mis en ligne le 01 juin 2012, consulté le 17 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/caravelle/1255 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/caravelle.1255
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