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Dossier

El pueblo en masa : el impulso republicano y radical a la movilización política del Sexenio Democrático (1868-1874)

Le peuple massifié : l'élan républicain et radical de la mobilisation politique dans le “ Sexennat Démocratique » (1868-1874)
People in masse: The republican and monarchical-radical mobilization of the “ Democratic Sexenio » (1868-1874)
Sergio Sánchez Collantes et Eduardo Higueras Castañeda

Résumés

Au cours du “ Sexennat Démocratique » certaines caractéristiques préfigurant la politique de masse sont observées en Espagne. Les nouvelles libertés et le suffrage universel masculin, entre autres facteurs, ont ouvert la voie à une mobilisation politique sans précédent sous forme de manifestations, de rassemblements et d’autres formes d’action collective typiques de la politique moderne. Diverses forces politiques ont démontré une capacité remarquable de mobilisation. Parmi elles, les républicains se distinguaient, mais ils n'étaient pas les seuls, comme le prouve l'analyse des mobilisations radicales. Pour cette raison, il est nécessaire d’aborder une analyse de manière conjointe et transversale qui systématise les principales formes de mobilisation et le degré de participation que ces familles politiques ont réussi à obtenir.

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Texte intégral

“ Repetimos por tanto que la intervención de las masas en la política es a nuestros ojos un mal bajo todos los aspectos ».

El Tiempo. Diario conservador, Madrid, 10 de septiembre de 1845

Introducción1

  • 1 Los autores participan en el proyecto HAR2016-75954-P, dentro del cual se ha realizado este trabajo
  • 2 Emilio Gutiérrez Gamero, Mis primeros ochenta años (Memorias), t. I, Madrid, Aguilar, 1962, p. 131.
  • 3 Antonio Espina y Capo, Notas del viaje de mi vida. 1861 a 1870, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, p. 68.
  • 4 Fernando Garrido, Historia del reinado del último Borbón de España, t. III, Barcelona, s.e., 1869, (...)
  • 5 Francisco Javier Ramón Solans, «“El catolicismo tiene masas”. Nación, política y movilización en Es (...)

1El progresista radical Gutiérrez Gamero afirmó en sus memorias que, hacia 1860, “ ya empezaban a ser las espontáneas manifestaciones populares cosa corriente y moliente »2. En tales fechas situó Antonio Espina la primera “ manifestación pública » que recordaba, con motivo del triunfo de Prim en la guerra de África3. El adjetivo “ político », sin embargo, tuvo que esperar al cambio de régimen de 1868 para acompañar al sustantivo “ manifestación ». Era necesario que rigiese un marco constitucional que reconociese la libertad de reunión, y eso ocurrió a raíz de La Gloriosa. Por añadidura, esa forma de participación fue la que imprimió un carácter propio a La Septembrina, como advirtió Fernando Garrido : “ no habría sido una revolución si el pueblo no hubiese tomado parte en ella »4. El publicista federal no se refería tanto a la implicación de las clases populares en el episodio insurreccional como a su irrupción en las calles para manifestar sus exigencias de cambio. Del creciente papel de las masas en la política eran tan conscientes los republicanos como los católicos, que también recurrieron a nuevas formas de encuadramiento y movilización en el marco de una verdadera guerra cultural por incrementar su influencia en la esfera pública5.

  • 6 Gloria Espigado Tocino, «Mujeres “radicales”: utópicas, republicanas e internacionalistas en España (...)
  • 7 Enrique Rodríguez Solís, Memorias de un revolucionario, Madrid, Editorial Plutarco, 1931, p. 99.

2Comenzó entonces un periodo de insólita movilización que no tenía precedentes en España. A ella no fueron ajenas las mujeres, como recuerda Gloria Espigado, que define el Sexenio como “ un período propicio para hacer evidentes las simpatías partidistas de las mujeres »6. Así lo constatan también un sinfín de testimonios tan tempranos como los del escritor republicano Rodríguez Solís, quien, nada más conocerse el resultado de la batalla de Alcolea, se encontró con una Puerta del Sol “ por la que era imposible transitar » debido a la presencia “ de cientos, de miles de hombres y valerosas mujeres » ; igual que al dirigirse a los barrios, donde “ el gentío era inmenso, el bullicio colosal, el entusiasmo imponderable »7.

  • 8 Carta de «Joaquín a su padre» fechada en Madrid el 29-IX-1868, Archivo Histórico de Asturias, Fondo (...)
  • 9 La Discusión, 25-XI-1868.

3Los informes diplomáticos, las crónicas de la prensa y los recuerdos de quienes lo vivieron transmiten escenas similares. Y lo mismo la correspondencia privada, de la que podrían citarse decenas de extractos reveladores : “ infinidad de grupos circulan por las calles tocando [h]imnos patrióticos y llevando entre mujeres y pueblo los pocos soldados de marina que hay en esta » ; “ una multitud inmensa que grita desaforadamente » ; “ hasta las muchachas públicas han formado corros », etcétera8. De las manifestaciones que impulsaron después unos y otros, son elocuentes su número y la concurrencia, aunque tendrán que ser los estudios locales los que aquilaten cifras. Por supuesto, los que simpatizaban con la causa de quienes se movilizaban veían en esas marchas “ el eco verdadero de la opinión pública »9.

  • 10 Asa Briggs y Peter Burke, De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicació (...)

4¿Estamos ante el surgimiento de la política de masas en España ? Ni que decir tiene que el concepto es de naturaleza problemática, tal y como reconocen Briggs y Burke, quienes recuerdan que hay autores que incluso vieron su comienzo en el siglo XVII10. Sea como fuere, parece lógico buscar antecedentes a lo que sucederá más claramente en los inicios del novecientos. Es, por supuesto, complicado hablar de política de masas en el contexto de un país todavía escasamente integrado en el que persistían tasas de analfabetismo de en torno al setenta por ciento. Pero no cabe duda de que la apertura del marco político dio lugar a fenómenos que, en el terreno de la participación política, prefiguran algunas de las características de la sociedad de masas. El objetivo de este artículo, en este sentido, no es tanto el análisis de las causas como la verificación de los efectos y la identificación de los agentes que, desde diferentes formulaciones de la cultura democrática, favorecieron la irrupción de las masas en la esfera pública. Se busca, por lo tanto, aportar elementos para la reflexión.

  • 11 La Época, 6-VIII-1875. Sobre la prensa, véase Antonio Checa Godoy, El ejercicio de la libertad: la (...)
  • 12 Gregorio de la Fuente Monge, Los revolucionarios de 1868. Elites y poder en la España liberal, Madr (...)
  • 13 La Correspondencia de España, 30-IX-1868 («el pueblo en masa»). La Época, 30-IX-1868 («una masa con (...)
  • 14 Pasquín con texto manuscrito dirigido a Posada Herrera, sin firma ni fecha [c. 29 o 30-IX-1868], Ar (...)
  • 15 Manuel Morales Muñoz, «Cultura política y sociabilidad en la democracia republicana», en Rafael Ser (...)

5Lo cierto es que, al poco de terminar el Sexenio Democrático, hasta un diario conservador como La Época reconocía los cambios que habían experimentado los partidos, un fenómeno que atribuía “ al advenimiento a la vida política de las masas populares, a la extensión del sufragio y a la difusión de la prensa periódica »11. De la Fuente Monge observó que en los primeros compases de La Gloriosa “ llegó a hablarse de “masas” en Madrid y en Barcelona »12, pero la verdad es que ese término y otros equivalentes salpican las crónicas de muchos actos que se celebraron en numerosas ciudades de España desde el mismo comienzo de la Revolución13. Por no hablar de las fuentes diplomáticas o de la documentación epistolar privada : un testigo consignaba la existencia, literalmente, de “ masas compactas [que] recorren las calles con banderas »14. Podría decirse que cuanto mayor era la afluencia, más eficaz resultaba esa utilización de la calle como espacio de propaganda y de afirmación política que ha descrito Morales Muñoz15.

  • 16 Albert García-Balañà, «Á la recherche du ’Sexenio Democrático’ (1868-1874) dans l’Espagne contempor (...)
  • 17 Dos contribuciones complementarias acerca de los debates sobre el Sexenio en Rafael Serrano García, (...)
  • 18 Un recorrido conceptual sobre el concepto de democracia en John Dunn, Setting the People free. The (...)
  • 19 John Markoff, Olas de democracia. Movimientos sociales y cambio político, Comares, Granada, 2018. V (...)

6A pesar de que en las últimas décadas se ha consolidado la denominación “ Sexenio Democrático » para definir el periodo histórico que se inicia en 186816, la naturaleza democrática del sistema político que echó a andar con la Constitución de 1869 ha sido, con frecuencia, cuestionada17. En el fondo de dicho debate palpita la difícil conceptualización de la idea de democracia18, una problemática que no ayuda a evaluar los procesos históricos que se desarrollaron en el Sexenio. Las anteriores reflexiones, sin embargo, pueden ayudar a situar este debate en unas coordenadas diferentes. Es, por ello, interesante retomar los argumentos de John Markoff para pensar esta irrupción de las masas en la esfera pública como un síntoma de que se estaba avanzando en un profundo proceso de democratización19. En otras palabras : puede discutirse si el cambio revolucionario dio lugar o no a unas instituciones netamente democráticas, pero es incuestionable que esas instituciones favorecieron un amplio proceso de socialización política en sentido democrático.

  • 20 Al respecto, son pertinentes las propuestas de Doug McAdam, John McCarthy y Mayer N. Zald, «Oportun (...)
  • 21 Entre las aportaciones que componen la siguiente obra colectiva, véase la reflexión sobre el caso f (...)
  • 22 Rosa A. Gutiérrez y Rafael Zurita, «Canvi politic i mobilització electoral en la revolució del 1868 (...)

7La apertura del marco político, en efecto, abrió a los movimientos sociales un margen de actuación inédito en la España liberal20. Las elecciones fueron uno de los principales indicadores de esa apertura. Sin embargo, aunque el ejercicio del voto sea un factor importante a la hora de verificar hasta qué punto se produjo un aprendizaje masivo de la política21, no es el único —quizá tampoco el más fiable— al que se puede recurrir. Por eso conviene atender a otros indicadores que permiten observar cómo las diversas fuerzas políticas que pugnaron por el poder respondieron al protagonismo adquirido por las masas en la arena pública. Ninguna de ellas fue ajena al impacto del cambio revolucionario. El republicanismo, por supuesto, encontró su medio natural para la propaganda y la movilización de las clases populares22. Pero entre las distintas familias de la cultura liberal, las reacciones fueron diversas. El ejemplo del radicalismo resulta, en este sentido, clarificador.

Los progresistas en la calle : signos de ruptura democrática con la cultura liberal

  • 23 Baste citar, sobre la tradición liberal, las siguientes aproximaciones: Alan S. Kahan, Liberalism i (...)
  • 24 María Sierra Alonso, María Antonia Peña Guerrero y Rafael Zurita Aldeguer, Elegidos y elegibles: la (...)

8En marzo de 1869, Fernández Vallín, diputado de la Unión Liberal, tomó la palabra para dirigirse al Gobierno. Quería saber si los ministros tenían noticia “ de una manifestación escandalosa e indigna de un pueblo que quiere ser libre, que ha[bía] tenido lugar en Granada contra un Diputado […] por haber votado » a favor de la forma monárquica de gobierno. Según las noticias del orador, su compañero de bancada Ricardo Martínez había recibido “ lo que se llama una cencerrada » por parte de “ un número considerable de personas » a las puertas de su domicilio. Su perspectiva sobre el suceso era congruente con la típica desconfianza de la cultura liberal respecto a la movilización popular y a la capacidad política de las masas23. Respondía, además, a los parámetros sobre la representación política de dicha tradición política24. En consecuencia, entendía que el gobierno debía adoptar “ medidas preventivas » para atajar ese tipo de presiones sobre la independencia de los representantes políticos.

  • 25 Se asume la propuesta de Rafael Serrano García sobre «El progresismo laico y filodemocrático del Se (...)
  • 26 Diario de Sesiones de las Cortes [DSC], núm. 38, 31-III-1869, p. 766.

9La respuesta corrió a cargo de Manuel Ruiz Zorrilla, representante del ala democrática del partido progresista25. El Gobierno, sostenía el entonces ministro de Fomento, “ ni ha tomado, ni toma, ni tomará nunca medidas preventivas por lo que se refiera al ejercicio de los derechos individuales ». Su afirmación se apartaba de las coordenadas de la tradición liberal y se insertaba de lleno en el lenguaje de la democracia. Por eso, se permitió ofrecer un consejo al hemiciclo : “ es necesario acostumbrarse al ejercicio de la libertad, y cuando nos halaga que haya 2000 hombres que nos aplaudan, es preciso que suframos [...] que haya 500 o 1000 o 4000 que nos censuren ». Esos eran, según Zorrilla, “ los inconvenientes y las ventajas de la libertad, que cuando pasa el tiempo se abre la justicia y cada uno queda como debe quedar »26.

  • 27 Sobre las culturas republicanas en el Sexenio, Román Miguel González, La Pasión Revolucionaria, Mad (...)

10Lejos de resultar anecdótico, este episodio resume una de las principales líneas explicativas que recorren todo el Sexenio : el impacto de la democratización del sistema sobre las diferentes fuerzas políticas que concurrieron, desde distintos posicionamientos y con objetivos divergentes, a derribar el trono de Isabel II. Sin duda, uno de los cambios más significativos fue el aumento de la participación política de una ciudadanía que había estado privada de un verdadero marco de derechos y libertades políticas. Por supuesto, el movimiento republicano, en sus diversas declinaciones27, fue protagonista en este intenso proceso de politización. Sobre todo, entre las clases populares que habían comprobado cómo el gobierno salido de la Revolución aplazaba sus principales reivindicaciones, de las que los federales se consideraban depositarios.

  • 28 La evolución del progresismo en el Sexenio no ha recibido la misma atención que en su etapa anterio (...)
  • 29 La Correspondencia de España, 28-3-1870.
  • 30 Esa concepción caracterizó a los progresistas en las Cortes de 1854 a 1856, como indica Isabel Burd (...)

11Pero la apertura del marco político no habría sido posible sin la concurrencia de otras sensibilidades democráticas que no tenían la república como objetivo, sino una monarquía compatible con los derechos individuales. Ese fue, esencialmente, el espacio que ocupó el progresismo democrático o radical28. Uno de los dirigentes del Partido Progresista, Pascual Madoz, sintetizó esa aspiración al defender la necesidad de acometer “ todas las reformas republicanas, sin entrar en la república », o lo que es lo mismo, de materializar la democracia “ dentro de la monarquía »29. De este modo, frente a la monarquía concebida como un dique de contención ante la revolución30, defendieron el trono como una herramienta al servicio de la democratización.

12La tradición liberal concebía la representación política como la expresión de los distintos intereses sociales en la esfera pública. Pero diferenciaba entre intereses legítimos e intereses ilegítimos, de manera que sólo los primeros, que se correspondían con aquellos que caracterizaban a las clases propietarias, eran susceptibles de tener representación. Los intereses de las clases populares, en las que identificaban un claro potencial revolucionario, debían ser excluidos de los mecanismos de decisión política. Ese propósito fue defendido por los sectores conservadores durante todo el periodo. Por el contrario, la vertiente radical del progresismo rompió en algunos aspectos con sus raíces liberales y trató de emular las prácticas de movilización que el republicanismo federal estaba ensayando con éxito para imponerse en el terreno legal mediante la organización, la propaganda y la movilización en la calle.

  • 31 José Luis Ollero Vallés, Sagasta: de conspirador a gobernante, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 271-2 (...)
  • 32 La América, 28-XI-1868.

13Ese espacio no era desconocido para los defensores de la monarquía parlamentaria. Los progresistas habían salido en masa a la calle en diversos momentos durante la crisis del reinado isabelino. Lo habían hecho dentro, claro está, de los angostos límites impuestos a la libertad de reunión, por ejemplo, aprovechando cortejos fúnebres como el del dirigente progresista Calvo Asensio31. Formas tradicionales de movilización propias de la cultura liberal, como el banquete o la serenata, adquirieron una nueva dimensión en esos mismos años. Pero esos esquemas terminaron de romperse después del triunfo revolucionario. La manifestación monárquico-democrática celebrada en Madrid para apoyar el manifiesto del gobierno del 12 de noviembre es, en este sentido, elocuente : de acuerdo con las fuentes hemerográficas, la convocatoria llegó a reunir a 30 000 manifestantes frente a la presidencia del gobierno32.

  • 33 John Compton a Lord Stanley, nº 293, 8-XII-1868, Public Record Office, Foreign Office [PRO/FO], 72- (...)
  • 34 La Correspondencia de España, 24-XI-1868.
  • 35 La Época, 17-XI-1868. También en Almadén (Ciudad Real) se organizaron manifestaciones monárquicas e (...)
  • 36 El Imparcial, 30-XI-1868.

14Para el embajador británico, la manifestación no fue menos “ entusiasta » ni concurrida que la celebrada días más tarde por los republicanos33. Las movilizaciones favorables a la monarquía democrática, por otra parte, fueron más allá de la capital del país. En Barcelona, la prensa cifró en “ veinticinco mil personas de los tres grandes partidos » —es decir, progresistas, demócratas y unionistas—, la concurrencia “ a la gran reunión para adherirse al manifiesto liberal »34. También en la España interior, supuestamente menos movilizada, pueden constatarse réplicas significativas de las manifestaciones de Madrid y Barcelona. En una pequeña ciudad manchega como Albacete, por ejemplo, “ mil quinientas personas recorrieron la población »35. En Valladolid, según La Igualdad, fueron 3000 los asistentes36.

Manifestación monárquico-democrática en Barcelona

Fuente : Le Monde Illustré, 12-XII-1868

  • 37 Eduardo Higueras Castañeda, «Avances democráticos y resistencias liberales: la articulación del Par (...)

15No es el objetivo de este artículo explicar con detenimiento los pasos que llevaron a la constitución del Partido Radical. Basta, en este sentido, aclarar que fue, sobre todo, en 1869 cuando el adjetivo “ radical » se hizo frecuente para definir a los progresistas que defendían la consignación de los derechos individuales en los debates de la Constitución de 186937. Esa postura facilitaba la confluencia con los demócratas que se habían desgajado del Partido Republicano Federal a fines de 1868. Al mismo tiempo, este sector progresista trataba de forzar la ruptura con los liberales conservadores de la Unión Liberal, con quienes compartía el gobierno. Esa inercia democrática fue mucho más sensible entre las bases del progresismo que entre los dirigentes, preocupados por mantener el equilibro de poder con los unionistas.

  • 38 La Iberia, 2-9-1869. Sobre el papel de las Tertulias Progresistas, Eduardo Higueras Castañeda, «Las (...)
  • 39 Madoz a Balaguer, Madrid, 10-9-1869, Biblioteca Museo Víctor Balaguer.

16Sólo a finales de 1869 algunos de ellos comprendieron la necesidad de asumir las reivindicaciones de la militancia para mantener el liderazgo del partido. Madoz expresó esa preocupación a fines de 1869. En septiembre, la Tertulia Progresista de Madrid, principal centro de solidaridad partidaria de la agrupación, convocó una “ gran manifestación » para “ que los progresistas hicieran patentes sus ideas »38. Se trataba, en realidad, de forzar la ruptura con los unionistas para radicalizar el programa de gobierno. Los principales dirigentes del partido consiguieron disuadir a los organizadores : “ Sagasta se ha espantado cuando se le ha dicho que iban a reunirse cuatro progresistas, y ahora tendrá que ver que se le reúnen 4000, o tal vez para siempre 400 000 que se van despechados al campo republicano »39, interpretaba Madoz.

17En el contexto de apertura democrática estrenado por la Revolución, la organización, el proselitismo, la propaganda y la movilización aparecían como una necesidad para contrarrestar la creciente competencia del republicanismo. Los periódicos progresistas lo tenían claro. En cambio, Prim, máximo dirigente del progresismo, asumió con vacilaciones esa realidad. En octubre de 1869 aceptó la conveniencia de fusionar en un solo grupo a los diputados progresistas y demócrata-monárquicos bajo el apelativo “ radical ». Pero sólo en marzo del año siguiente, cuando la alianza con los unionistas quedó definitivamente rota, comprendió que no tenía otra manera de mantener su liderazgo. Su arenga a los diputados progresistas y demócratas para cerrar filas en el Congreso —” ¡Radicales, a defenderse ! »— debe interpretarse en este sentido. Fue, sin embargo, Ruiz Zorrilla quien capitalizó ese movimiento de convergencia y se convirtió en la principal referencia del radicalismo.

  • 40 Discurso pronunciado por don Manuel Ruiz Zorrilla en Zaragoza, Madrid, Est. Tip. de Estrada, 1870.
  • 41 Eduardo Higueras Castañeda, Con los Borbones…, op. cit., p. 161-166.

18Zorrilla era consciente de que el nuevo escenario político exigía dejar atrás los esquemas elitistas de la política censitaria y apostar por nuevas formas de movilización. Defendía que oponer “ una predicación a otra predicación, una propaganda a otra propaganda, uno a otro periódico, una a otra manifestación »40, era la única manera de rivalizar con aquellas alternativas que pugnaban con ellos a la hora de llevar votos a las urnas. La vía conservadora, por el contrario, pasaba por enfriar el proceso democratizador y limar los desarrollos más radicales del nuevo marco legal. Igualmente novedoso, dentro de los esquemas liberales de los que arrancaba la tradición progresista, fue el proyecto de emprender una gira de propaganda por las provincias donde mayor arraigo tenía el republicanismo41.

19La monarquía democrática podía convertirse en un importante elemento de movilización y así lo corroboran las manifestaciones que se sucedieron en 1870 para defender la candidatura al trono del general Espartero. Es significativo que en esas fechas coincidieran el momento álgido de la campaña esparterista y la organización del radicalismo como partido político, que en realidad equivalía a una reorganización del antiguo partido progresista —ahora rebautizado como Partido Progresista-Democrático— para concurrir a las elecciones junto a los demócratas monárquicos. Cabe afirmar que la causa esparterista espoleó la movilización radical.

  • 42 Juan Antonio Inarejos Muñoz, «El aura del general Espartero. Construcción, deconstrucción y apropia (...)
  • 43 Se ha decidido eludir la relación pormenorizada de estas manifestaciones. Lo hace innecesario el re (...)

20En la primavera de 1870 el movimiento esparterista se generalizó. La manifestación del 5 de junio, con cerca de 40 000 asistentes, fue sin duda la mayor demostración monárquica en las calles de Madrid. En capitales de provincia en las que nunca se habían celebrado manifestaciones políticas, como Cuenca o Burgos, los progresistas salieron también a la calle para ensalzar la figura de Espartero, todavía depositario, pese a su alejamiento de la política, de un importante capital simbólico42. Pero más interesante aún es comprobar cómo esa movilización permeó incluso en pequeñas poblaciones del interior43. Debe, en este sentido, cuestionarse la caracterización del progresismo-democrático como un mero partido de notables, escasamente ideologizado, sin una verdadera preocupación por la expansión de sus bases militantes. El embajador británico, A. H. Layard, dio cuenta del avance de los progresistas respecto a las formas de hacer política que representaba la Unión Liberal :

  • 44 Layard a Granville, Madrid, 5-I-1871, PRO/FO, 72-1274.

“ the Union Liberal Party is far behind the Party formed by General Prim, the radicals as they are called, in respect to the great questions which since the revolution have, under his leadership, made so much progress in Spain, such as religious liberty, freedom of the Press, free trade, the abolition of slavery and local colonial government »44.

  • 45 Sickles a Fish, nº 383, Madrid, 8-VI-1872, en United Sattes Department of State, Executive document (...)

21Por otra parte, Layard consideraba que más allá de Madrid, los radicales carecían de capacidad organizativa. Todo lo contrario, sostenía su homólogo estadounidense, el general Sickles : “ The suffrages of the people of this country are divided mainly between the carlists, the radicals, and the republicans […]. The towns are nearly all radical or republican »45. Lo cierto es que, en Madrid, los radicales realizaron importantes demostraciones de fuerza que tuvieron también ecos significativos en muchas provincias. Las principales se desarrollaron tras la caída del gobierno progresista-demócrata en octubre de 1871. Fue justo el momento en el que el sector conservador del partido, liderado por Sagasta, se desgajó de la mayoría progresista-democrática, identificada con Ruiz Zorrilla. La protesta radical, en ese contexto, se dejó sentir con fuerza en el espacio público.

  • 46 El Pensamiento Español, 5-X-1871.
  • 47 El Imparcial, 5-X-1871 y La Discusión, 5-X-1871.

22La movilización radical comenzó “ desde el mismo punto en que fue conocida la dimisión del ministerio » de Ruiz Zorrilla : “ pocos momentos después de su derrota parlamentaria comenzaron las manifestaciones en favor del Gabinete, y en contra principalmente de su presunto sucesor », Sagasta. A su salida de las Cortes ya le esperaba “ un gentío que le aclamó y aun quiso acompañarle, dándole vivas, al regio alcázar », donde debía comunicar al rey su dimisión. Desde ese momento se sucedieron “ las manifestaciones en favor del ministerio vencido en las Cortes »46. Esa noche varios centenares de personas homenajearon al dirigente radical con una serenata. Al día siguiente, fueron dos mil estudiantes quienes se manifestaron desde la Universidad hasta la calle de San Marcos, donde residía Ruiz Zorrilla, para declararle su apoyo47.

  • 48 La Lucha, 6-X-1871, La Nación, 5-X-1871.
  • 49 El Imparcial, 5-X-1871. El embajador británico ofreció una descripción bastante similar de la manif (...)
  • 50 La Igualdad, 5-X-1871, La Regeneración, 5-X-1871.

23La mayor concentración pública de los radicales tuvo lugar el día 4 en Madrid. La reunión comenzó en el monumento del Dos de Mayo, un espacio sumamente significativo para el imaginario liberal. Concretar las cifras de asistentes, por supuesto, es complicado. La Nación habló de unos 12 000 concurrentes. Otros se conformaron con reconocer que era “ imposible calcular la numerosísima concurrencia »48. Según El Imparcial, “ senadores, diputados, generales, ex-ministros, capitalistas, comerciantes, industriales, obreros, en fin, individuos de todas esta clases en mayor o en menor número podían verse entre los grupos que se formaron en el Prado »49. A ellos habría que sumar grupos de estudiantes y algunas mujeres, como remarcaron con intención peyorativa periódicos republicanos y conservadores50. Sobre una carreta, presidía el cortejo un cuadro del general Prim con el rótulo que se había convertido en lema del partido : “ ¡Radicales, a defenderse ! ».

Manifestación radical del 4 de octubre de 1871

Fuente : La Ilustración Española y Americana, 15-X-1871

  • 51 El Pensamiento Español, 5-X-1871.
  • 52 La Nación publicó un suplemento especial con su número del 12-X-1871 recogiendo todas las adhesione (...)
  • 53 Así lo declaró Sagasta en el Congreso de los Diputados, DSC, nº 113, 6-X-1871, p. 2892.

24Es significativo que un periódico carlista, al hilo de la manifestación radical, equiparara a republicanos y radicales por su capacidad de movilización. Lo hacía, por supuesto, de manera crítica ante una práctica política que, desde su perspectiva, era en sí misma condenable : “ es de advertir, que como cimbrios, progresistas y republicanos tienen tal práctica y destreza en eso de manifestaciones públicas, ya han dispuesto que las tertulias, centros, juntas, casinos y otros chismes de manifestar en provincias sigan el impulso de los de Madrid »51. En efecto, La Tertulia Progresista circuló comunicaciones a los centros radicales de todo el país para secundar con adhesiones y reuniones públicas la manifestación madrileña52. Se trataba de demostrar que la opinión pública estaba con el ministerio caído. Precisamente por ello, los medios conservadores interpretaban que la actitud radical significaba un ataque a la autonomía de los diputados y una coacción contra las prerrogativas regias del monarca53.

  • 54 Citado en La Nación, 6-10-1871.

25Desde la perspectiva radical se trataba del ejercicio legítimo de un derecho individual. Por su propia naturaleza, no podía estar subordinado a la Corona ni a ninguna otra institución. No se trataba de una coacción, sino de una demostración : “ por el número de ciudadanos que se hallaban reunidos haciendo uso de un derecho constitucional, bien podríamos decir que es la manifestación más importante de cuantas se han verificado en España, y por la calidad de los manifestantes puede afirmarse que ha sido la más consciente », aseguraba La Constitución54, seguramente de manera exagerada, aunque incluso La Discusión, de orientación federal, calificaba el acto como “ trascendental e imponente ». En este sentido, llama la atención cómo los medios radicales trataron de equilibrar la importancia del número con el valor que representaba la posición social de muchos de los concurrentes.

  • 55 El Imparcial, 27-11-1871.
  • 56 La Correspondencia de España, 26-11-1871.

26Una descripción similar sobre el origen social de los radicales ofrecía El Imparcial al describir el mitin que celebraron en el circo Price el 26 de noviembre : “ una corriente de personas pertenecientes a todas las clases sociales, pero en especial a la industria, al comercio, a la política y a las letras » ocuparon el local. El Partido Radical podía considerarse un “ partido popular » con raíces en diferentes segmentos sociales, pero no dejaba de mostrar satisfacción al exhibir su calado entre “ la clase media regularmente acomodada »55. Los seguidores de Ruiz Zorrilla abarrotaron un local que podía albergar al menos a 6000 personas. De acuerdo con la prensa “ una inmensa multitud que invadía la entrada » se quedó sin entrar al recinto por falta de espacio56.

  • 57 La Tertulia, 3-2-1872; El Imparcial, 3-2-1872.
  • 58 Juan Pérez de Guzmán, «Bajo D. Amadeo de Saboya. Cómo se formó el último ministerio radical», La Es (...)

27Un nuevo mitin en el mismo escenario, celebrado en febrero de 1872, ratificó la capacidad de convocatoria de los radicales en la capital57. No faltaron medios, como La Época, que observaron ecos republicanos en las prácticas y el discurso radical. Se trataba, por supuesto, de deslegitimar la opción progresista-democrática como fuerza de gobierno en una monarquía constitucional. Pero no iban desencaminados. La exasperación de los radicales por su exclusión del gobierno, pese a ser el grupo más numeroso y organizado entre las fuerzas dinásticas, era patente. A lo largo de 1872 es perceptible cómo la desilusión monárquica del radicalismo fue paralela a su aproximación al republicanismo. Esa deriva provocó la retirada temporal de la política de Ruiz Zorrilla, a mediados de 1872. “ Más de veinte mil partidarios », según el cálculo, probablemente exagerado, del periodista Juan Pérez de Guzmán, le despidieron en la estación del Norte58.

  • 59 Antonio Pirala, Historia Contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la última guerra c (...)
  • 60 Juan Pérez de Guzmán, op. cit., p. 115.

28La situación cambió cuando se agotaron las opciones de formar gobierno de las fracciones conservadoras de la cámara. Amadeo I llamó a los radicales al poder en junio de 1872. Las movilizaciones progresistas, en ese momento, se orientaron a forzar el retorno de su líder a Madrid. El día 14, una multitudinaria “ manifestación popular » se reunió en el Prado y, siguiendo el mismo itinerario que la de octubre de 1871, se dirigió al palacio de Oriente ostentando los lemas radicales : “ ¡Viva el ministerio de las economías ! ¡Viva el ministerio de la moralidad ! ¡Que venga Zorrilla ! ». Su regreso, de acuerdo con el testimonio de Antonio Pirala, autor poco sospechoso de simpatías radicales, “ fue una verdadera ovación, aclamándole cual nuevo Cincinato »59. Pérez de Guzmán comparó su recibimiento nada menos que con “ la entrada de los generales Serrano y Prim con el ejército de Alcolea »60.

Manifestación radical, junio de 1872

Fuente : El Periódico para Todos, año I, nº 7 (1872)

La manifestación radical de junio de 1872 en el Prado

Fuente : La Ilustración Española y Americana, 24-VI-1872

  • 61 Véase al respecto José Antonio Piqueras Arenas, La revolución democrática (1868-1874: cuestión soci (...)
  • 62 Miguel Villalba Hervás, De Alcolea a Sagunto, Madrid, Lib. de Victoriano Suárez, 1899, p. 236.

29El propósito radical de abolir la esclavitud en Puerto Rico acentuó la pendiente del radicalismo hacia la democracia republicana. La resistencia de las élites esclavistas, canalizada por los Círculos Ultramarinos y respaldada por las diferentes fracciones conservadoras, se manifestó en una intensa campaña de agitación en la prensa, en la calle y en los cuarteles61. Para contrarrestarla, el Partido Radical movilizó todos sus medios. Una manifestación antiesclavista organizada por la Tertulia Progresista, celebrada en Madrid el 12 de enero de 1873, reunió a miles de radicales y federales para apoyar la política ultramarina del gobierno62. Republicanos y progresistas coincidieron al movilizar sus bases en ese espacio de protesta antiesclavista, una causa, por otra parte, estrechamente vinculada a la caída de la monarquía de Amadeo I y la proclamación de la I República. La movilización radical, en definitiva, muestra cómo la democratización impactó en el seno de la cultura liberal. Para una de sus corrientes, la progresista, ese fenómeno se tradujo en un proceso de republicanización.


Las movilizaciones republicanas : la eclosión de una fuerza latente

  • 63 Sobre esa agrupación, su pensamiento y sus bases sociales, véase Carmen Pérez Roldán, El Partido Re (...)

30Por su parte, los republicanos pudieron al fin hacer demostraciones de fuerza impensables con la legalidad anterior. Sería muy fácil recopilar ejemplos de aglomeraciones para ilustrar la capacidad de movilización del variopinto republicanismo que latía entre los simpatizantes del Partido Democrático Republicano Federal63. Ese poder de convocatoria se advierte de manera especial, ya desde los primeros meses del Sexenio, en determinados tipos de movilizaciones. Entre ellas, cabría destacar las manifestaciones republicanas del otoño de 1868, las protestas contra las quintas que jalonan todo el periodo, las concentraciones celebradas al calor de las firmas de los pactos federales entre mayo y julio de 1869, las muchas reuniones políticas que se organizaron (en forma de mítines, asambleas, recibimientos o despedidas), y ya en 1873, como es lógico, las muestras públicas de adhesión expresadas por los partidarios de la República, singularmente las que desencadenó la proclamación del nuevo régimen.

  • 64 Sergio Sánchez Collantes, «La construcción simbólica del republicanismo español en el Sexenio Democ (...)

31En la mayor parte de esas movilizaciones, además, se produjo una exhibición simbólica que permitió que los principales emblemas del republicanismo se afianzasen en el imaginario popular. Fueron, de este modo, interiorizados tanto por sus simpatizantes como por sus adversarios. Los símbolos, integrados en distintos rituales y escenografías, ayudaron a cohesionar y reforzar esa identidad política colectiva, sirvieron de revulsivo emocional y, al mismo tiempo, funcionaron como herramienta de legitimación64.

  • 65 Un ejemplo, de Valladolid, en La Discusión, 2-XII-1868.

32¿Hasta qué punto cabe hablar de una movilización de masas en el republicanismo del Sexenio o, al menos, de un antecedente de este fenómeno ? Por lo pronto, habría que considerar el volumen de partidarios que se consiguió movilizar. Lo más útil para ello es acudir a las manifestaciones, particularmente las del otoño de 1868 por su amplitud geográfica. Sus impulsores las definieron con frecuencia como “ procesiones cívicas », denominación que también se aplicó a las marchas de los demócratas monárquicos65.

Serenata a Emilio Castelar en febrero de 1873

Fuente : La Ilustración Española y Americana, 24-II-1873

  • 66 De acuerdo a la información recabada por Rafael Villena, “en casi todas las localidades importantes (...)
  • 67 La Discusión, 24 y 26-XI-1868, 1, 2, 4, 6, 8 y 10-XII-1868; El Amigo del pueblo, Madrid, 22-XI-1868 (...)

33Las asambleas del madrileño Circo Price, a raíz de las cuales nació el Partido Republicano Federal, tuvieron sus equivalentes en provincias, donde los integrantes del Partido Democrático también se pronunciaron mayoritariamente a favor de la República como forma de gobierno para España. Las cifras que dio la prensa traslucen reuniones masivas desde hasta primeros de diciembre. Pueden documentarse decenas de manifestaciones : 60 000 personas en Barcelona (40 000 según otras fuentes) ; hasta 20 000 en Valencia, en Zaragoza, en Sevilla, en Granada y en Figueras ; 16 000 en Málaga, 15 000 en Alcoy y en Jerez ; 12 000 en Cartagena, en Gerona y en Orense ; entre 8000 y 10 000 en Tortosa, 8000 en Córdoba y en Santander ; 7000 en Huesca y en Barbastro, de 6000 a 8000 en Cádiz, de 5000 a 7000 en Oviedo ; 6000 en Alcira, en Antequera, en Castellón, en Murcia y en Puerto Real ; 5000 en Alicante, en Lérida, en Tarragona y en Segorbe ; entre 4000 y 5000 en Valdepeñas, 4000 en Reus y en Teruel ; 3000 en Almagro66, en Béjar y en Loja ; 2600 en Villanueva y Geltrú, 2500 en Marchena, 2500 en Llerena, 2000 en Sanlúcar de Barrameda y en Vejer ; 1500 en Ayamonte, en Logroño y en Vinaroz ; 1000 en Huelva y en Ribadeo, etc.67. No hay que perder de vista que las propias crónicas en la prensa, al dar cifras aproximadas de participación, funcionaban también como reclamo o publicidad.

Manifestación federal en Barcelona en otoño de 1868

Fuente : Le Monde Illustré, 12-XII-1868

34Se trataba de las primeras manifestaciones pura y abiertamente republicanas que hubo en España de forma permitida. Durante un corto periodo de tiempo, se sucedieron las convocatorias de un modo insólito. Se dieron, principalmente, dos estímulos para su celebración : de un lado, la escisión del viejo Partido Demócrata y la constitución del nuevo Partido Republicano Federal, que necesitaba hacer visibles en la calle sus demandas y su propia existencia ; de otro lado, el rumbo que iba tomando la Revolución de 1868, que en opinión de muchos detractores de la Monarquía tenía que desembocar necesariamente en la República. Cuando el Gobierno Provisional mostró explícitamente su inclinación monárquica en el ya citado “ manifiesto de conciliación » del 12 de noviembre, se interpretó como una traición al compromiso de dejar que las Cortes Constituyentes definieran la forma política del Estado.

  • 68 «La manifestación monárquica», La Discusión, 17-XI-1868.
  • 69 El Centinela de Aragón, 29-XI-1868.
  • 70 La Época, 7-XII-1868.
  • 71 La Época, 1-XII-1868. En La Discusión, 1-XII-1868, culpaban al gobernador por la «imprudentísima pr (...)
  • 72 Conrado Roure, Recuerdos de mi larga vida, t. III, Barcelona, Imp. de Domingo Garrofé, 1927, p. 156 (...)

35Todos estos factores hacían necesaria esa demostración de fuerza en las calles. Además, se pretendía replicar a la celebración de otras marchas monárquicas a las que consideraron que debía responderse en los términos propuestos por un editorial de La Discusión : “ A una manifestación monárquica, una manifestación republicana »68. La prensa federal de provincias se expresó en idénticos términos : “ anunciamos que a una manifestación monárquica se contestaría con cien manifestaciones republicanas »69. La disputa por hacerse oír en el espacio público se acompañó a veces de conflictos como el que denunció el gobernador de Tarragona en diciembre, cuando una manifestación monárquica fue atropellada “ por masas del pueblo, al parecer dirigidas a la voz de la República », que incluso rompieron una bandera70. Muy sonado fue, también, el choque de Valladolid, donde los republicanos “ disolvieron violentamente una manifestación monárquica » : al llegar a la Plaza Mayor, primero “ se oyeron grandes silbidos de los grupos contrarios », y después terminó hecha pedazos la enseña que portaban, con el lema “ soberanía nacional y monarquía democrática »71. Por lo demás, hubo lugares en los que, al coincidir manifestaciones republicanas y monárquicas, la pasión de quienes asistieron “ hizo temer por unas horas por la tranquilidad de la vida ciudadana », al desencadenarse el esperable “ griterío ensordecedor de vivas y mueras, que tomaban un cariz alarmante »72.

  • 73 La Correspondencia de España, 16-XI-1868; La Época, 17-XI-1868.
  • 74 La Discusión, Madrid, 17-XI-1868.

36Algunos títulos de la prensa no republicana se hicieron eco de determinadas marchas sin omitir su carácter pacífico y la afluencia de “ gran número de personas »73. No es baladí recordar que los propios contemporáneos también juzgaban el éxito de los actos en función del número de asistentes, que se consideraba el mejor indicador del poder de convocatoria de quienes los organizaban. Incluso ante reuniones indiscutiblemente masivas, se podía buscar la forma de restar mérito al acto con argumentos más o menos convincentes. Los propios republicanos lo hicieron con sus adversarios : “ si de los 30 000 monárquicos (que no eran tantos), rebajamos los funcionarios públicos, que eran muchos, los curiosos, que no eran pocos, y los músicos, que eran bastantes, la manifestación queda reducida a proporciones muy exiguas »74. A nadie se le escapa que, en cuestión de cifras, quienes simpatizaban con una causa tendían a elevarlas y hacían lo contrario quienes se oponían. Esto se refleja bien en un discurso que pronunció Sagasta cuando era ministro de la Gobernación :

« Tuvo lugar en Madrid, señores, una manifestación republicana, a la cual asistieron, contados en muchos puntos por diversas personas prácticas en esas cosas, de siete a ocho mil republicanos.

¿Saben las Cortes Constituyentes lo que, por medio del telégrafo [...], dijeron los republicanos a las provincias ? ¡Que habían asistido noventa mil ! [...]

  • 75 DSC, 17-II-1869.

Sí, señores [...] ¡Y eran entre todos siete mil republicanos, contando hombres, ancianos, mujeres y niños ! »75.

Los esfuerzos por hinchar o menguar de forma desmedida las cifras fueron objeto de los irónicos comentarios de títulos como Gil Blas :

“ [...] —Pues bien, diremos que la manifestación llegaba desde el Prado hasta Palacio.

—Yo creo que había unas 30.000 personas.

—¡Cá ! 10.000.

—A lo más, 5.000.

—Si había 2.000 era un milagro.

—100 conté yo.

—43 me dijo un matemático acostumbrado a los números.

—Y como fueron desapareciendo poco a poco...

—Al llegar al Prado apenas había republicano y medio.

—En resumidas cuentas, ¿ha habido manifestación republicana ?

  • 76 Gil Blas, 3-XII-1868.

—Yo creo que no. Al menos me ha dicho una señora monárquica que vive en la calle Mayor, que por allí no pasó un alma republicana en todo el día. [...] »76.

  • 77 Apud La Correspondencia de España, 27-XI-1868.
  • 78 El Pensamiento Español, 3-XII-1868.
  • 79 Los Diputados pintados por sus hechos, t. III, Madrid, R. Labajos y Compañía Editores, 1870, p. 210
  • 80 Leopoldo Alas, Juan Ruiz (periódico humorístico), Madrid, Espasa-Calpe, 1985, p. 373.
  • 81 Elías Reclus, op. cit., p. 121.
  • 82 Como se hizo en La Esperanza, 1-XII-1868 (citan La Época).
  • 83 La Reforma, citado en La Abeja Montañesa, 1-XII-1868.

37Hubo periódicos, como Las Novedades, que denunciaron exageraciones por parte de los organizadores77, mientras que otros aseguraron que hubo convocantes que les pidieron rectificaciones por haber diezmado las cifras en sus informaciones78. Los cronistas que trataron de mostrarse imparciales reconocían que “ es muy fácil equivocarse al calcular sobre esta clase de reuniones, en que se mezclan los curiosos con los que concurren a tomar parte »79. El propio Leopoldo Alas, entonces un jovencísimo republicano, lo admitió al valorar la manifestación de Oviedo, en la que también vio monárquicos : “ no todo era trigo »80. Bien es verdad que en ocasiones se pueden encontrar horquillas desconcertantes, como la de una manifestación republicana en Alora, con una asistencia que Reclus estimó en “ cinco veces superior a la que daban los periódicos reaccionarios y cinco veces inferior a lo que pretendían algunos diarios radicales », de modo que “ las evaluaciones variaron de cinco a ciento veinticinco mil »81. Una fórmula para hacer cálculos estimados consistió en contar el número de filas y multiplicar por cuantos las integrasen aproximadamente82. También hubo periódicos que, en lugar de estimar cifras, informaban de la superficie cubierta por los manifestantes, como se hizo para una marcha republicana en Madrid : “ Creemos difícil calcular el número de concurrentes, pero para tener una idea aproximada basta decir que la procesión llegaba desde el arco de Palacio hasta la Plaza Mayor, y eso que marchaban compactos »83.

  • 84 Diego Caro Cancela, «La ciudad republicana: Jerez de la Frontera a finales de 1868», en Diego Caro (...)

38Ahora bien, incluso manejando cantidades a la baja, aquilatando los datos de unos y otros, no cabe discutir el carácter multitudinario de buena parte de las manifestaciones republicanas, que, además, cuando se trata de localidades pequeñas, deben ponerse en relación con su número de habitantes. En las que tenía peso la población obrera, su presencia solía notarse en las marchas, como sucedió con los 15 000 de Jerez, con una destacada presencia de trabajadores84. Resulta, en este sentido, interesante subrayar cómo los federales tendieron a enfatizar el número de obreros que participaban en sus movilizaciones, frente a los radicales, que preferían remarcar el predominio de las clases medias entre sus bases. Ambas fuerzas se consideraban interclasistas, pero los primeros se identificaban como los representantes genuinos de las clases populares.

  • 85 Alfons Romero i Dalmau, El republicanisme federal empordanès (1868-1869), Figueres, Editora Emporda (...)
  • 86 José Ramón Villanueva Herrero, El republicanismo turolense durante el siglo XIX (1840-1898), Zarago (...)
  • 87 El Centinela de Aragón, 22-XII-1868.
  • 88 Elías Reclus, op. cit., p. 93-94.
  • 89 La Discusión, 10-XII-1868.

39Hay que tener en cuenta, asimismo, que en muchas poblaciones de tamaño medio o reducido la concurrencia se incrementaba sustancialmente por la asistencia de simpatizantes que acudían desde otras localidades de la provincia. Así la manifestación republicana que se organizó el 29 de noviembre en Figueras, con la llegada de gente de otros pueblos de la comarca, logró reunir hasta 20 000 personas85. En el caso de Teruel se estimó que, de los 5000 manifestantes, 2000 habían llegado desde otros sitios de la provincia86. En estos casos, no fue raro que cada población llevase su propio estandarte, como sucedió en el pueblo zaragozano de Ricla87. Finalmente, no hay que subestimar el impacto que podían tener en las cifras determinados factores más circunstanciales, como por ejemplo la visita de dirigentes ilustres. Ocurrió así en Valencia, donde la llegada de Orense y Garrido fue presenciada por Elías Reclus, quien afirmó que los discursos “ habían inflamado a la multitud » y duplicó la asistencia que dio la prensa : “ A los veinte mil individuos reunidos en el recinto del convento, se juntaron veinte mil más que no habían podido entrar »88. En las poblaciones más modestas, el efecto no tenía por qué resultar menor si se valora en términos comparativos : hasta 6000 personas se dijo que recibieron a Pierrad y a Blanc en Barbastro89.

  • 90 Fernando Garrido, op. cit., t. III, p. 1220.
  • 91 Manuel Morales Muñoz, op. cit., p. 216.
  • 92 Santiago Jaén Milla, Ni iglesias ni tabernas. Republicanismo y escuelas de ciudadanía en Jaén (1849 (...)

40Garrido definió las manifestaciones del otoño de 1868 como “ numerosas, entusiastas y ordenadas »90 Lo hacía, claro está, como partidario de lo que representaban esas marchas. Otro contemporáneo, Joaquín Guichot, acertó a describirlas como un “ espectáculo nunca visto », y en general esa imagen fue la que se transmitió en la documentación diplomática, tal y como ha recordado Morales Muñoz91. En cualquier caso, son los estudios locales los que habrán de determinar en qué medida ese bullicio republicano se prolongó en el tiempo. En la provincia de Jaén, por ejemplo, han llegado a documentarse, sólo en el Sexenio, hasta 37 manifestaciones republicanas en diez localidades92.

  • 93 «Maneras de manifestarse», La Flaca, 7-II-1871.
  • 94 El Cascabel, Madrid, 6-XII-1868.
  • 95 Julio Nombela, Impresiones y recuerdos, Madrid, Tebas, 1976, p. 790.

41Otro aspecto interesante, más allá de las cifras, son los sentimientos que experimentaban quienes tomaban parte en este tipo de actos, algo de lo que se hacen eco numerosas referencias. En el semanario La Flaca concibieron una definición clarificadora al afirmar que “ la manifestación es hija del entusiasmo de muchos distribuido por un igual entre todos », y que es un acto que “ supone vida, fuerza, confianza » ; aunque también hacían observaciones significativas sobre los medios a los que recurrían sus adversarios para desacreditarlas, empezando por el lenguaje : “ cuando el manifestante es el pueblo, [...] entonces la manifestación se llama asonada, tumulto, bullanga »93. Para los líderes y dirigentes, una reunión masiva era lo que garantizaba el triunfo de sus ideas, casi una dura batalla ganada. Algo de eso debió de bullir en la cabeza del marqués de Albaida cuando en un discurso afirmó : “ puedo deciros que me moriría hoy contento y satisfecho, después de ver esta manifestación »94. En ese sentido, los discursos que se pronunciaban en los actos públicos desempeñaban un papel medular. Un pasaje de Julio Nombela resulta elocuente al respecto, cuando, tratando precisamente de un republicano del Sexenio, habló de la búsqueda “ de la emoción y del aplauso que codician los que hablan a las masas »95.

42El testimonio de Elías Reclus plasma la inevitable vertiente emocional que acompañaba a todos estos actos, ya fuesen mítines, asambleas o manifestaciones ; una vertiente que sin duda se realzaba en contextos de crecida concurrencia :

  • 96 Elías Reclus, op. cit., p. 53.

43“ No hay nada que fatigue tanto como la alegría ni que enerve como el entusiasmo sostenido. Las demostraciones de gozo, los transportes de afección, el número incontable de interlocutores, los gritos, la música, los tambores, los efluvios magnéticos que escapan de los millares de ojos y de manos, todas esas emociones, en fin, nos habían agotado »96.

  • 97 José Antonio Piqueras, op. cit., p. 83.
  • 98 La República Española, 16, 20 y 23-VII-1869.
  • 99 La Igualdad, 11 y 18-IX-1869. Sobre la reunión de Alcázar, véase Rafael Villena Espinosa, El Sexeni (...)

44Las manifestaciones del otoño de 1868 sirven para ilustrar la fuerza movilizadora del republicanismo en este periodo, pero ya se ha adelantado que hubo otras modalidades y momentos reseñables. Aquí no les dedicaremos más que unas líneas, pero interesa apuntar algunos datos, sobre todo relativos a las cifras de participación estimadas. Por ejemplo, en las aglomeraciones formadas al calor de la firma de los pactos federales. Hace años que José Antonio Piqueras consideró que el Pacto de Tortosa “ supone el nacimiento de los partidos de masas en España », al tiempo que pedía una “ reflexión específica » sobre el particular97. El Pacto galaico-asturiano, que le inspiró unos pasajes de La Tribuna a Pardo Bazán, reunió también multitudes históricas. En La Coruña, la delegación gijonesa fue recibida por “ infinidad de lanchas llenas de hombres y mujeres » y “ empavesadas con banderas alusivas », formándose luego una comitiva de más de 8000 personas que recorrieron la ciudad al son de La Marsellesa y el Himno de Riego. Pero el día de la firma la afluencia fue mayor : según telegrafió Pérez Costales, “ en el local cabían veinte mil personas, y se quedó la mitad fuera »98. “ Más de 8000 almas », según La Igualdad, se reunieron en Alcázar de San Juan para ratificar el pacto que daba forma al Cantón Manchego. La reunión convenció a un periodista belga de que el “ estado de la opinión pública en España » era mucho más avanzado de lo que un observador extranjero podría haber esperado99.

Manifestantes le piden a Figueras que libere a los presos republicanos (12-II-1873)

Fuente : La Ilustración Española y Americana, 24-II-1873

  • 100 La Discusión, 18-XI-1868.
  • 101 Isabel Peñarrubia, «El Sexenni Democràtic (1868-1874)», en David Ginard (dir.), Quaderns d’història (...)

45Por otro lado, deben tenerse presentes las manifestaciones republicanas animadas que planteaban otras reivindicaciones específicas sin relación, en principio, con la forma del estado. Destacaron, en primer lugar, las protestas contra las quintas, siempre numerosas por lo impopular de la “ contribución de sangre ». Pero hubo otras, como las que pidieron rebajar la edad para ser elector, que había quedado fijada en los 25 años. Esta demanda, por ejemplo, hizo que se reunieran en Cádiz “ de cuatro a cinco mil republicanos » que recorrieron la población y luego aumentaron “ hasta seis u ocho mil personas »100. De gran relevancia simbólica fue, también, el reconocimiento que el ayuntamiento republicano de Palma de Mallorca hizo de los agermanados como héroes de la libertad, para el que se colocó una lápida conmemorativa en un acto que los federales quisieron realzar organizando una manifestación que llegó a reunir a 20 000 personas101.

  • 102 Rafael Serrano García, El Sexenio Revolucionario en Valladolid. Cuestiones sociales (1868-1874), Va (...)
  • 103 Gloria Espigado Tocino, op. cit., p. 33-34.

46Finalmente, hay que precisar que en la mayoría de los actos mencionados hubo mujeres presentes. Las fuentes suelen especificarlo como novedad importante respecto al periodo anterior. Pero hubo una modalidad de protesta en la que su protagonismo fue abrumador : las manifestaciones contra las quintas. En este sentido, Rafael Serrano ha destacado el “ inteligente esfuerzo, de parte de los federales, por explotar políticamente la gran emotividad que entre el elemento femenino causaba el asunto de las quintas », subrayando “ el impacto que entre el público podía producir la imagen insólita de varios cientos de mujeres [...] clamando contra la quinta »102. En muchos casos acudían con sus hijos e hijas. Gloria Espigado ha descrito cómo al llegar el Sexenio algunas mujeres adoptan “ actitudes movilizadoras » y que, en general, “ las mujeres se manifestaron de forma activa dentro de una gama variada de opciones reivindicativas, reflejo de viejas y nuevas formas de intervención femenina ». Entre las últimas, destacan las marchas contra las quintas, a favor de la abolición de la esclavitud o en defensa de la libertad religiosa, aparte de su participación en huelgas e incluso en el levantamiento cantonal103. Ni que decir tiene que la creciente irrupción de las mujeres en espacios y actos de los que tradicionalmente se habían visto excluidas acentuó el carácter masivo de todas estas movilizaciones, y representaba una forma de participación en política aun cuando rigiese el sufragio universal masculino.

  • 104 Gregorio de la Fuente Monge y Rafael Serrano García, La Revolución Gloriosa de 1868 en Palencia, Pa (...)
  • 105 Nicolás Estévanez, Fragmentos de mis memorias, Madrid, Hijos de R. Álvarez, 1903, p. 314.

47Cabría indicar, por último, otras formas de movilización de la opinión y de acciones colectivas que no se abordarán aquí, como las recogidas de firmas, las peticiones y otras similares. Bajo estas modalidades se dio también una pugna y hubo demostraciones de fuerza incluso en localidades pequeñas. El conflicto religioso, por ejemplo, generó una respuesta notable en la opinión católica y manifiestos rubricados por cientos o miles de personas, a veces con un temprano protagonismo de las mujeres, como ocurrió en Palencia, donde 1500 vecinas se opusieron a la extinción de congregaciones religiosas ya en octubre de 1868104. Incluso para sus levantamientos armados —que en cualquier caso remitían más a formas de movilización antiguas que modernas— los federales reclutaron cifras en absoluto desdeñables (hasta 45 000 participaron en los de 1869 según Estévanez)105.

Conclusiones : ¿hacia la política de masas ?

48Tradicionalmente, los estudios que han tratado el Sexenio Democrático inciden en la gran capacidad movilizadora del republicanismo, aspecto sobre el que no cabe dudar, pero sin olvidar que el radicalismo también trató de emular ese ejemplo con un éxito considerable. Un observador sagaz como Reclus supo entender cómo la inauguración de la democracia impactó sobre todas las fuerzas políticas que, tras la Revolución de Septiembre, pugnaban por el poder. Para los republicanos, continuadores directos del Partido Demócrata, el cambio podía ser relativamente cómodo. Al fin y al cabo, con más o menos resistencias, comenzaba a jugarse conforme a sus reglas. Para las diferentes versiones de la cultura liberal que concurrieron al triunfo revolucionario, el problema era diferente. El radicalismo, en este sentido, puede entenderse como el esfuerzo del progresismo para adaptarse al marco político que tanto había contribuido a definir. Republicanos y radicales, en definitiva, apelaron a la movilización, al número, para legitimar y materializar sus aspiraciones políticas.

  • 106 Insiste en el «legado fecundo, anticipatorio en diversos planos» del Sexenio, entendido «como el in (...)

49La movilización que se produce en el Sexenio —tanto la dirigida por los republicanos como la impulsada por los radicales—, anticipa la política de masas desde varios puntos de vista106. Por lo pronto, los cambios se dan en un contexto de sufragio universal masculino por vez primera en la historia de España, lo que dibuja un sujeto colectivo que atrae el interés de las fuerzas políticas hacia sectores de la población anteriormente marginados de la participación. En la consiguiente lucha por ganar a la opinión pública, se multiplican los títulos de la prensa política al amparo de una legislación que lo permitía. Republicanos y radicales consiguen reunir un volumen de asistencia notable que, en general, representaba cifras históricas para la localidad en cuestión y que van incorporando a las mujeres de forma cada vez más evidente. Por otro lado, se tornan habituales formas de acción política modernas.

50Lo verdaderamente relevante, en este sentido, no es registrar un recuento preciso de cifras. Las que ofrecieron los periódicos, siempre dudosas, apuntan desde luego la irrupción de las masas en la arena pública, así como la generalización de estas formas de movilización. Son numerosos los testimonios que respaldan esa conclusión. Pero es igualmente necesario destacar, de un lado, la novedad que suponía la mera proliferación de las reuniones públicas y, de otro, la inercia democratizadora que proyectaban. Que un dirigente radical como Ruiz Zorrilla defendiera la necesidad de oponer “ una a otra manifestación », y un periódico federal, casi simultáneamente, apostara por contestar “ a [cada] manifestación monárquica [con] una manifestación republicana », es un índice de que ambas sensibilidades políticas se entendían en la necesidad de competir democráticamente por el voto mediante la movilización de una ciudadanía en expansión. Ese escenario reforzaba el protagonismo de las masas en la arena pública. Con el restablecimiento de la monarquía en diciembre de 1874, esa realidad se vio radicalmente revertida. En adelante, la movilización democrática tuvo que volver a adaptarse al escueto margen que el doctrinarismo permitía.

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Notes

1 Los autores participan en el proyecto HAR2016-75954-P, dentro del cual se ha realizado este trabajo.

2 Emilio Gutiérrez Gamero, Mis primeros ochenta años (Memorias), t. I, Madrid, Aguilar, 1962, p. 131.

3 Antonio Espina y Capo, Notas del viaje de mi vida. 1861 a 1870, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, p. 68.

4 Fernando Garrido, Historia del reinado del último Borbón de España, t. III, Barcelona, s.e., 1869, p. 1289.

5 Francisco Javier Ramón Solans, «“El catolicismo tiene masas”. Nación, política y movilización en España, 1868-1931», Historia Contemporánea, nº 51, 2015, p. 427-454. La modernización de la cultura contrarrevolucionaria en el Sexenio Democrático también la subraya Alexandre Dupont, «Una politización paradójica: carlismo, democracia e implicación popular durante el Sexenio Democrático», Investigaciones Históricas, nº 37, 2017, p. 40-68.

6 Gloria Espigado Tocino, «Mujeres “radicales”: utópicas, republicanas e internacionalistas en España (1848-1874)», Ayer, nº 60, 2005, p. 35.

7 Enrique Rodríguez Solís, Memorias de un revolucionario, Madrid, Editorial Plutarco, 1931, p. 99.

8 Carta de «Joaquín a su padre» fechada en Madrid el 29-IX-1868, Archivo Histórico de Asturias, Fondo Posada Herrera, 11.408/37.

9 La Discusión, 25-XI-1868.

10 Asa Briggs y Peter Burke, De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación, Madrid, Taurus, 2002, p. 106-107.

11 La Época, 6-VIII-1875. Sobre la prensa, véase Antonio Checa Godoy, El ejercicio de la libertad: la prensa española en el Sexenio Revolucionario (1868-1874), Biblioteca Nueva, Madrid, 2006.

12 Gregorio de la Fuente Monge, Los revolucionarios de 1868. Elites y poder en la España liberal, Madrid, Marcial Pons, 2000, p. 88.

13 La Correspondencia de España, 30-IX-1868 («el pueblo en masa»). La Época, 30-IX-1868 («una masa considerable del pueblo»). La Correspondencia de España, 6-X-1868 («inmenso gentío»). Crónica de Badajoz, 3-XII-1868 («grandes masas de gentes»). El Amigo del Pueblo, 5-XII-1868 («numerosas masas» e «inmensa muchedumbre»). La Discusión, 26-XI-1868 («una apiñada muchedumbre»), 10-XII-1868 («toda la población en masa» y «el pueblo en masa»).

14 Pasquín con texto manuscrito dirigido a Posada Herrera, sin firma ni fecha [c. 29 o 30-IX-1868], Archivo Histórico de Asturias, Fondo Posada Herrera, 11 408/37

15 Manuel Morales Muñoz, «Cultura política y sociabilidad en la democracia republicana», en Rafael Serrano García (dir.), España, 1868-1874. Nuevos enfoques sobre el Sexenio Democrático, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2002, p. 212.

16 Albert García-Balañà, «Á la recherche du ’Sexenio Democrático’ (1868-1874) dans l’Espagne contemporaine. Chrononymies, politiques de l’histoire et historiographies», Revue d’histoire du XIXe siècle, nº 52, 2016, p. 81-101.

17 Dos contribuciones complementarias acerca de los debates sobre el Sexenio en Rafael Serrano García, «La historiografía en torno al Sexenio 1868-1874: entre el fulgor del centenario y el despliegue sobre lo local», Ayer, nº 44, 2001, p. 11-32; e «Historiografía reciente en torno a la Revolución Gloriosa y el Sexenio Democrático (1868-1874)», en Diego Caro Cancela (ed.), La revolución de 1868 en Andalucía, Cádiz, Peripecias Libros, 2018, p. 15-44.

18 Un recorrido conceptual sobre el concepto de democracia en John Dunn, Setting the People free. The story of Democracy, Princeton, Princeton University Press, 2019; y Pierre Rosanvallon, «La problemática historia de la palabra “democracia” en la época contemporánea», Estudios Políticos, nº 28, 2008, p. 9-28. Véase también Gonzalo Capellán de Miguel y Rocío García Ruiz, «Una poderosa pequeñez. El concepto "Democracia" en España, 1750-1870», Alcores, nº 9, 2010, p. 43-70.

19 John Markoff, Olas de democracia. Movimientos sociales y cambio político, Comares, Granada, 2018. Véase, asimismo, Charles Tilly, Democracia, Madrid, Akal, 2007.

20 Al respecto, son pertinentes las propuestas de Doug McAdam, John McCarthy y Mayer N. Zald, «Oportunidades, estructuras de movilización y procesos enmarcadores: hacia una perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales», en Dough McAdam, John D. McCarthy y Mayer N. Zald (eds.), Movimientos sociales: perspectivas comparadas, Madrid, Istmo, 1999, p. 21-46.

21 Entre las aportaciones que componen la siguiente obra colectiva, véase la reflexión sobre el caso francés que ofrece Alain Corbin, «Recherche historique et imaginaire politique. À propos des campagnes françaises au XIXe Siècle», en La politisation des campagnes au XIXe Siècle. France, Italie, Espagne, Portugal, Paris, École Française de Rome, 2000, p. 48.

22 Rosa A. Gutiérrez y Rafael Zurita, «Canvi politic i mobilització electoral en la revolució del 1868», Recerques, nº 39, 1999, p. 45.

23 Baste citar, sobre la tradición liberal, las siguientes aproximaciones: Alan S. Kahan, Liberalism in Nineteenth-Century Europe. The political culture of limited suffrage, New York, Palgrave MacMillan, 2003; Nicolas Roussellier, «La culture politique libérale», en Serge Berstein (dir.), Les cultures politiques en France, Éditions du Seuil, Paris, 2003, p. 73-118; María Cruz Romeo y María Sierra (coord.), La España liberal, 1833-1874, Marcial Pons-PUZ, Madrid, 2014.

24 María Sierra Alonso, María Antonia Peña Guerrero y Rafael Zurita Aldeguer, Elegidos y elegibles: la representación parlamentaria en la cultura del liberalismo, Madrid, Marcial Pons, 2010.

25 Se asume la propuesta de Rafael Serrano García sobre «El progresismo laico y filodemocrático del Sexenio (1868-1874)», en Manuel Suárez Cortina (coord.), La redención del pueblo: la cultura progresista en la España liberal, Santander, Universidad de Cantabria, 2006, p. 347-370.

26 Diario de Sesiones de las Cortes [DSC], núm. 38, 31-III-1869, p. 766.

27 Sobre las culturas republicanas en el Sexenio, Román Miguel González, La Pasión Revolucionaria, Madrid, CEPC, 2007.

28 La evolución del progresismo en el Sexenio no ha recibido la misma atención que en su etapa anterior. Apenas existen visiones de conjunto sobre esta tradición política. Sin ánimo de exhaustividad, puede apuntarse la aproximación de Isabel Burdiel, «La tradición progresista: historia de un desencuentro», en Sagasta y el liberalismo español, Madrid, Fundación BBVA, 2000, p. 103-122. Respecto a la evolución radical del progresismo, Eduardo Higueras Castañeda, Con los Borbones, jamás. Biografía de Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895), Madrid, Marcial Pons, 2016, p. 147 y ss.

29 La Correspondencia de España, 28-3-1870.

30 Esa concepción caracterizó a los progresistas en las Cortes de 1854 a 1856, como indica Isabel Burdiel («Con la monarquía a cuestas: la ardua travesía del progresismo isabelino», en Carlos Forcadell Álvarez (ed.), Razones de historiador: magisterio y presencia de Juan José Carreras, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2009, p. 279-301).

31 José Luis Ollero Vallés, Sagasta: de conspirador a gobernante, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 271-272.

32 La América, 28-XI-1868.

33 John Compton a Lord Stanley, nº 293, 8-XII-1868, Public Record Office, Foreign Office [PRO/FO], 72-1182.

34 La Correspondencia de España, 24-XI-1868.

35 La Época, 17-XI-1868. También en Almadén (Ciudad Real) se organizaron manifestaciones monárquicas en apoyo a la coalición de progresistas, demócratas y unionistas, como explica Rafael Villena Espinosa, El Sexenio Democrático en la España Rural. Ciudad Real (1868-1874), Ciudad Real, IEM, 2005, p. 304. Ver también Rafael Villena Espinosa, «La revolución tranquila: el despliegue de la Gloriosa en la España interior», Ayer, nº 112, 2018, p. 47-72.

36 El Imparcial, 30-XI-1868.

37 Eduardo Higueras Castañeda, «Avances democráticos y resistencias liberales: la articulación del Partido Radical en provincias (1869-1871)», en Damián Alberto González Madrid, Manuel Ortiz Heras y Juan Sisinio Pérez Garzón (coords.), La Historia, lost in translation?, Cuenca, UCLM, 2017, p. 1051-1064.

38 La Iberia, 2-9-1869. Sobre el papel de las Tertulias Progresistas, Eduardo Higueras Castañeda, «Las Tertulias Progresistas: un modelo de sociabilidad política en el Sexenio Democrático (1868-1874)», Investigaciones Históricas, época moderna y contemporánea, nº 37, 2017, p. 8-39.

39 Madoz a Balaguer, Madrid, 10-9-1869, Biblioteca Museo Víctor Balaguer.

40 Discurso pronunciado por don Manuel Ruiz Zorrilla en Zaragoza, Madrid, Est. Tip. de Estrada, 1870.

41 Eduardo Higueras Castañeda, Con los Borbones…, op. cit., p. 161-166.

42 Juan Antonio Inarejos Muñoz, «El aura del general Espartero. Construcción, deconstrucción y apropiación de los perfiles carismáticos de un prohombre», Historia y Política, nº 30, 2013, p. 205-223.

43 Se ha decidido eludir la relación pormenorizada de estas manifestaciones. Lo hace innecesario el reciente y exhaustivo análisis sobre las movilizaciones esparteristas de Adrian Shubert, Espartero, el Pacificador, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2018, p. 455 y ss.

44 Layard a Granville, Madrid, 5-I-1871, PRO/FO, 72-1274.

45 Sickles a Fish, nº 383, Madrid, 8-VI-1872, en United Sattes Department of State, Executive documents printed by order of the House of Representatives, 1872-’73, Washington DC, US Government Printing Office, 1872-1873, p. 554.

46 El Pensamiento Español, 5-X-1871.

47 El Imparcial, 5-X-1871 y La Discusión, 5-X-1871.

48 La Lucha, 6-X-1871, La Nación, 5-X-1871.

49 El Imparcial, 5-X-1871. El embajador británico ofreció una descripción bastante similar de la manifestación que, a sus ojos, «assumed a serious although orderly character, and were augmented by the pressure of several people belonging to the educated classes, Senators, Deputies, Generals, etc., etc.», Layard a Granville, nº 59, Madrid, 5-X-1871, PRO/FO, 72-1276.

50 La Igualdad, 5-X-1871, La Regeneración, 5-X-1871.

51 El Pensamiento Español, 5-X-1871.

52 La Nación publicó un suplemento especial con su número del 12-X-1871 recogiendo todas las adhesiones recibidas a Ruiz Zorrilla y al Partido Radical en la Tertulia. En él se indica que hubo manifestaciones al menos en Barcelona, Valencia, en Haro, Cuenca y Toledo, donde lograron reunir a unos 2000 simpatizantes. Sobre la manifestación de Cuenca, El Eco de Cuenca, 11-X-1871. Días más tarde publicaron una comunicación de los radicales cordobeses informando que allí también se había «hecho una manifestación en masa adhiriéndose al Manifiesto radical del día 15», La Nación, 29-X-1871.

53 Así lo declaró Sagasta en el Congreso de los Diputados, DSC, nº 113, 6-X-1871, p. 2892.

54 Citado en La Nación, 6-10-1871.

55 El Imparcial, 27-11-1871.

56 La Correspondencia de España, 26-11-1871.

57 La Tertulia, 3-2-1872; El Imparcial, 3-2-1872.

58 Juan Pérez de Guzmán, «Bajo D. Amadeo de Saboya. Cómo se formó el último ministerio radical», La España Moderna, nº 176, agosto de 1903, p. 88-115, p. 107.

59 Antonio Pirala, Historia Contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la última guerra civil, t. IV, Madrid, Imp. de Manuel Tello, 1878, p. 147.

60 Juan Pérez de Guzmán, op. cit., p. 115.

61 Véase al respecto José Antonio Piqueras Arenas, La revolución democrática (1868-1874: cuestión social, colonialismo y grupos de presión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992.

62 Miguel Villalba Hervás, De Alcolea a Sagunto, Madrid, Lib. de Victoriano Suárez, 1899, p. 236.

63 Sobre esa agrupación, su pensamiento y sus bases sociales, véase Carmen Pérez Roldán, El Partido Republicano Federal, 1868-1874, Madrid, Endymion, 2001.

64 Sergio Sánchez Collantes, «La construcción simbólica del republicanismo español en el Sexenio Democrático», Investigaciones Históricas, época moderna y contemporánea, nº 37, 2017, p. 132-174

65 Un ejemplo, de Valladolid, en La Discusión, 2-XII-1868.

66 De acuerdo a la información recabada por Rafael Villena, “en casi todas las localidades importantes de la provincia [de Ciudad Real] y en otras de menor peso electoral” se reprodujeron manifestaciones explícitamente republicanas que remarcan “el vigoroso activismo político popular que se desató en los primeros meses de la Revolución” en el área manchega, Rafael Villena Espinosa, El Sexenio Democrático… op. cit. p. 304.

67 La Discusión, 24 y 26-XI-1868, 1, 2, 4, 6, 8 y 10-XII-1868; El Amigo del pueblo, Madrid, 22-XI-1868; Diario de Mahón, 26-XI-1868; El Centinela de Aragón, 25-XI-1868, 1 y 15-XII-1868; La Igualdad, 28-XI, 1, 7 y 9-XII-1868; El Imparcial, 3-XII-1868; La Correspondencia de España, 6-XII-1868.

68 «La manifestación monárquica», La Discusión, 17-XI-1868.

69 El Centinela de Aragón, 29-XI-1868.

70 La Época, 7-XII-1868.

71 La Época, 1-XII-1868. En La Discusión, 1-XII-1868, culpaban al gobernador por la «imprudentísima provocación» de permitir colocar la bandera en el balcón del gobierno civil y del consistorio.

72 Conrado Roure, Recuerdos de mi larga vida, t. III, Barcelona, Imp. de Domingo Garrofé, 1927, p. 156-157 (se refiere a Barcelona).

73 La Correspondencia de España, 16-XI-1868; La Época, 17-XI-1868.

74 La Discusión, Madrid, 17-XI-1868.

75 DSC, 17-II-1869.

76 Gil Blas, 3-XII-1868.

77 Apud La Correspondencia de España, 27-XI-1868.

78 El Pensamiento Español, 3-XII-1868.

79 Los Diputados pintados por sus hechos, t. III, Madrid, R. Labajos y Compañía Editores, 1870, p. 210.

80 Leopoldo Alas, Juan Ruiz (periódico humorístico), Madrid, Espasa-Calpe, 1985, p. 373.

81 Elías Reclus, op. cit., p. 121.

82 Como se hizo en La Esperanza, 1-XII-1868 (citan La Época).

83 La Reforma, citado en La Abeja Montañesa, 1-XII-1868.

84 Diego Caro Cancela, «La ciudad republicana: Jerez de la Frontera a finales de 1868», en Diego Caro Cancela (ed.), op. cit, p. 85.

85 Alfons Romero i Dalmau, El republicanisme federal empordanès (1868-1869), Figueres, Editora Empordanesa, 1980, p. 43-44.

86 José Ramón Villanueva Herrero, El republicanismo turolense durante el siglo XIX (1840-1898), Zaragoza, Mira Editores, 1993, p. 131.

87 El Centinela de Aragón, 22-XII-1868.

88 Elías Reclus, op. cit., p. 93-94.

89 La Discusión, 10-XII-1868.

90 Fernando Garrido, op. cit., t. III, p. 1220.

91 Manuel Morales Muñoz, op. cit., p. 216.

92 Santiago Jaén Milla, Ni iglesias ni tabernas. Republicanismo y escuelas de ciudadanía en Jaén (1849-1923), Madrid, Biblioteca Nueva, 2016, p. 210.

93 «Maneras de manifestarse», La Flaca, 7-II-1871.

94 El Cascabel, Madrid, 6-XII-1868.

95 Julio Nombela, Impresiones y recuerdos, Madrid, Tebas, 1976, p. 790.

96 Elías Reclus, op. cit., p. 53.

97 José Antonio Piqueras, op. cit., p. 83.

98 La República Española, 16, 20 y 23-VII-1869.

99 La Igualdad, 11 y 18-IX-1869. Sobre la reunión de Alcázar, véase Rafael Villena Espinosa, El Sexenio Democrático… op. cit. p. 307-308.

100 La Discusión, 18-XI-1868.

101 Isabel Peñarrubia, «El Sexenni Democràtic (1868-1874)», en David Ginard (dir.), Quaderns d’història contemporània de Les Balears, Palma, Edicions Documenta Balear, 2005, p. 12.

102 Rafael Serrano García, El Sexenio Revolucionario en Valladolid. Cuestiones sociales (1868-1874), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1986, p. 165.

103 Gloria Espigado Tocino, op. cit., p. 33-34.

104 Gregorio de la Fuente Monge y Rafael Serrano García, La Revolución Gloriosa de 1868 en Palencia, Palencia, Institución Tello Téllez de Meneses, 2018, p. 129-130.

105 Nicolás Estévanez, Fragmentos de mis memorias, Madrid, Hijos de R. Álvarez, 1903, p. 314.

106 Insiste en el «legado fecundo, anticipatorio en diversos planos» del Sexenio, entendido «como el inicio de una compleja trayectoria que condujo finalmente a la conquista social de la democracia» en España, Rafael Villena Espinosa, «Presentación. Revisitar la Gloriosa», Ayer, nº 112, 2018, p. 17.

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Légende Manifestación monárquico-democrática en Barcelona
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Légende Manifestación radical del 4 de octubre de 1871
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Légende Manifestación radical, junio de 1872
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Légende La manifestación radical de junio de 1872 en el Prado
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Référence électronique

Sergio Sánchez Collantes et Eduardo Higueras Castañeda, « El pueblo en masa : el impulso republicano y radical a la movilización política del Sexenio Democrático (1868-1874) »Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne [En ligne], 55 | 2020, mis en ligne le 01 septembre 2020, consulté le 11 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/bhce/1837 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/bhce.1837

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Auteurs

Sergio Sánchez Collantes

Universidad de Burgos

Eduardo Higueras Castañeda

Universidad de Castilla-La Mancha

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