Revolución, Democracia y Constitución
Texte intégral
- 1 En nuestro caso, preferimos utilizar la primera expresión porque, en palabras de un gran historiado (...)
1 Aún cuando por desgracia pasó prácticamente inadvertido, en el 2018 se cumplió el 150.º aniversario de la Revolución de 1868 que supuso la apertura de una etapa accidentada –el Sexenio democrático o revolucionario1- pero de notable riqueza e interés por lo que respecta a la experimentación de formas de gobierno inéditas hasta entonces en la España liberal y en cuanto a la participación de los ciudadanos en la vida política canalizada a través de procesos electorales en los que por vez primera se aplicó el sufragio universal —masculino— mas también por medio de modalidades de la acción colectiva desconocidas o que apenas se habían podido practicar en el ámbito ibérico y en las cuales tomaron parte los hombres, pero también las mujeres. Por esa razón, valoramos en su momento como muy oportuno el preparar un dossier que contribuyera a que esta conmemoración no pasara del todo desapercibida, al menos en el ámbito profesional de quienes practicamos la historia contemporánea de España.
- 2 Diego CARO CANCELA (ed.), La revolución de 1868 en Andalucía, Cádiz, PeripeciasLibros, 2018.
- 3 Enre ellos estarían: «150 aniversario de la Revolución Gloriosa» (Gregorio de la Fuente Monge y Jor (...)
2 Se trata de una contribución que se suma a otras iniciativas –muy escasas, ciertamente- que ya se han hecho realidad, como la publicación de varios dossiers específicos (en Investigaciones Históricas, seguido por otro que coordinamos en la revista Ayer, o, en fin, de uno referido concretamente a la prensa en El argonauta español) o, también, de un libro acerca de dicho evento en el ámbito andaluz cuyo responsable fue Diego Caro Cancela2. Se han organizado asimismo algunas jornadas o seminarios que han reexaminado desde distintas perspectivas aquel ambicioso intento de cambio en el devenir histórico de la España del siglo XIX, empezando por el Taller que se llevó a cabo en el Congreso La Historia, lost in translation? celebrado en la Universidad de Castilla-La Mancha en septiembre de 2016 (Albacete), dentro de las actividades del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, y siguiendo por otros eventos científicos habidos en 2018 y 20193. No ha podido realizarse, sin embargo, un gran congreso internacional o una exposición conmemorativa mediante los que subrayar el interés y la importancia, para la historia española, tanto de aquella revolución como del periodo de libertades y experimentación política que inauguró.
- 4 Tampoco en el hispanismo.
3 Por eso, la satisfacción que nos produce haber podido dar cima a este número del Bulletin consagrado al Sexenio no puede ocultar una cierta frustración entre quienes lo hemos coordinado debido al escaso eco que está teniendo ese aniversario, a la vez que un sentimiento de perplejidad ante las direcciones u opciones que dominan actualmente en la historiografía contemporaneísta española, pero también en las instancias que dirigen la política cultural y, más concretamente, las que definen la agenda de las conmemoraciones subrayando lo que merece ser recordado y lo que no. Y todo indica que la Gloriosa no suscita en la actualidad un gran interés o el suficiente como para poner en marcha acciones que la sitúen de nuevo en la agenda del contemporaneísmo4 o que la ofrezcan, con todas sus contradicciones pero también riqueza, a la mirada del gran público que acude en gran número a las exposiciones y museos. La única iniciativa que conocemos en lo que se refiere a esto último fue la dedicatoria de una exposición minúscula en el Museo Nacional del Romanticismo a este acontecimiento, en la segunda mitad de 2018 bajo el equívoco título de «La Gloriosa, la revolución que no fue» que ya de por sí parece encerrar una minusvaloración de la misma y una perpetuación aprioríostica del paradigma del fracaso que requiere algún matiz.
4 No es que nosotros pretendamos negar que el proyecto regenerador de España que se inició con el pronunciamiento de la armada en la Bahía de Cádiz y que tantas esperanzas suscitó, no terminara en una frustración inapelable abriendo el camino incluso, algunos de los prohombres que habían liderado la revolución, a la restauración de la denostada dinastía borbónica cuya expulsión del trono español había sido seguramente, en los años previos a la Gloriosa el principal aglutinante de los descontentos. Tampoco que la coalición revolucionaria que logró imponerse a los últimos gobiernos isabelinos no llevara latentes desde sus inicios debilidades y fisuras que pronto se pondrían de manifiesto tras el manifiesto del Gobierno Provisional de 25 de octubre dando lugar a intentos reiterados de reabrir el proceso revolucionario del que el más serio fue el levantamiento federal de septiembre-octubre de 1869. Ni que los dos regímenes que sucesivamente se ensayaron para plasmar los anhelos de reforma que había traído la Septembrina se saldaran con un rotundo fracaso, en ambos casos por las profundas e irreconciliables desacuerdos internos entre las fuerzas que respectivamente los sustentaron: la coalición monárquico-democrática que nominalmente acataba la monarquía de Amadeo I y pretendía asentar este modelo político -cuyo diseño constitucional es cierto que contenía importantes imperfecciones- demostró no profesar al monarca la mínima lealtad necesaria para que el proyecto cuajara; el partido republicano democrático federal, por su parte, la fuerza política llamada a liderar el nuevo régimen que inopinadamente las Cortes proclamaron tras la renuncia del rey en febrero de 1873 carecía de cohesión estando dividido en corrientes internas que los dirigentes del partido –que carecían de experiencia en materia de gobierno- fueron incapaces de salvar desembocando tal situación en una verdadera guerra de facciones que minó por su base la naciente república ocasionando no solo su caída, sino un persistente descrédito de esta forma de gobierno. Descrédito que alcanzó también, ya en la Restauración a una de las principales doctrinas que habían inspirado a la Gloriosa, la filosofía krausista, presentándola como utópica frente al positivismo que empezaba a ganar adeptos (una acepción del positivismo, más bien, que servía de legitimación a la política canovista) y, en definitiva, a la Revolución de Septiembre misma que con el cambio de siglo fue enfocada como una mera envoltura retórica, vacía de realizaciones prácticas, arrastrando en su crítica acerba a los políticos –y literatos pues las invectivas iban asociadas a un radical cambio de gustos en el terreno literario- que la habían promovido o ensalzado por medio de sus discursos o de su pluma.
- 5 Tomamos el término de Rafael CRUZ MARTÍNEZ, Una revolución elegante. España, 1931, Madrid, Alianza (...)
- 6 Sería el caso de algunos álbumes de litografías atribuidas al dibujante Eusebi Planas, fechadas hac (...)
5 Todo esto es innegable y sin embargo también lo es la sensación de libertad –de liberación de un clima irrespirable- que experimentaron los contemporáneos al llegar noticias de lo que había sucedido en Cádiz y, más aún, del resultado de la batalla del Puente de Alcolea que se vio respaldada por todo un conjunto de rápidas medidas que, promovidas primero por las juntas revolucionarias y, luego, por el Gobierno Provisional instauraron un clima de libertad como quizás solo se volvió a vivir en España durante la Revolución elegante iniciada en España en 19315 o, más tarde, en los años de la Transición democrática. La prensa, incluyendo la ilustrada (y otra dimensión menos conocida: las publicaciones eróticas que nos ha descubierto Jean-Luis Guereña6), tuvo un florecimiento extraordinario, las asociaciones, cuya fundación y desenvolvimiento habían sufrido numerosas cortapisas pudieron crearse libremente, incluyendo las obreras y algunas organizaciones femeninas, y propagandistas protestantes pudieron, gracias a la tolerancia del Gobierno, que ya se había pronunciado, en octubre de 1868, a favor de establecer en el país la libertad religiosa, vender sus biblias y abrir las primeras capillas ante el escándalo de los obispos o las asociaciones de católicos puesto que la libertad asociativa también benefició a los sectores de la sociedad contrarios a la revolución.
6 Ese clima de libertad que, aunque con algunos altibajos debidos sobre todo a la actuación de los gobernadores civiles –y contradicciones significativas como las que se pusieron de manifiesto en el debate sobre la ilegalización de la Internacional- perduró hasta la entrada en las Cortes del general Pavía, a comienzos de enero de 1874, fue una de las características diferenciadoras de esta etapa. E inspiró algunas de las directrices que singularizaron a este periodo de otros de la primera contemporaneidad española tales como la libertad de enseñanza, con un sentido muy distinto al que los católicos franceses o belgas le estaban dando por entonces, puesto que respondía a unos propósitos secularizadores que serían revertidos con la política educativa de la Restauración; la libertad religiosa, que tenía como base la de conciencia cuya plasmación oficial en la Constitución de 1869, trajo consigo una ruptura mayor con una tradición marcada por la intolerancia y el exclusivismo y que los liberales no se habían atrevido hasta entonces a descuajar (ello no obsta para que el modo como se formuló resulte muy criticable o, también lo timorato y contradictorio con que a menudo se aplicó la ley, en ámbitos como los cementerios); la libertad de comercio, tanto dentro del propio mercado nacional, con la supresión del impuesto de consumos, como en el del ámbito exterior mediante el abandono del proteccionismo a ultranza que se había convertido en una constante de la política comercial española, pues había venido rigiendo desde la época del Trienio Liberal.
- 7 Véase José ÁLVAREZ JUNCO, «La cultura del republicanismo histórico español», en Fernando MARTÍNEZ L (...)
7 Esa creencia en los beneficios de la libertad estaba ligada a otro de los elementos distintivos de esta revolución como fue la proclamación de los derechos individuales -que se detallaban en el Titulo I de la Constitución- como fundamento de la vida en sociedad y como requisito previo a la organización de la convivencia política por lo que eran considerados como ilegislables. Con independencia del modo como los partidos que habían hecho la revolución entendieron ese carácter intocable y supremo de los derechos del individuo, la Gloriosa se singulariza también respecto de otras revoluciones y constituciones del Ochocientos precisamente por ese énfasis iusnaturalista. Que se liga o explica también otra singularidad de la vida política del Sexenio: la reivindicación casi obsesiva por parte de los republicanos, de la federación consistente en una nueva organización territorial basada en la autonomía de las regiones o estados y en su ligazón mutua a través de vínculos federativos contraídos libremente de donde derivaría una unidad mucho más firme por cuanto basada en la libertad. Lo cual remite al reconocimiento pleno de los derechos individuales puesto que el individuo, el ciudadano era presentado como el primer peldaño en la sucesión de pactos sobre los que se asentaba el estado federativo, la mitificada república federal (el énfasis en el individuo y sus derechos era una de constantes del pensamiento de Pi y Margall). Todo ello representaba un sesgo o, mejor, desviación fundamental respecto de la tradición liberal-progresista que había antepuesto la Nación, los derechos de la comunidad nacional, a los del ciudadano individual a los que ahora se intentó hacer prevalecer pero sin gran éxito ya que en la cultura política de los españoles lo organicista y comunitario (enlazado con la defición de un nuevo sujeto colectivo, la Nación española) mantendría durante mucho tiempo la primacía sobre lo estrictamente individual7.
8 Justamente el reconocimiento del derecho del individuo, en tanto que miembro de la comunidad política, a emitir sin cortapisas censitarias su sufragio en las convocatorias electorales, aunque referido por ahora solo a los varones mayores de 25 años (lo que excluía a las mujeres y a los jóvenes) explica, junto al reconocimiento pleno de otros derechos ciudadanos, que el sistema político hecho posible por la Revolución de 1868 tuviera un carácter democrático, como quedó plasmado en la Constitución de 1869. Llama la atención, en este sentido, que esta dimensión del Sexenio, a nuestro juicio trascendental, apenas haya sido evocada en el momento presente al ser la experiencia o ensayo primeros de la vida política democrática en España, y que ni las Cortes ni organismos como el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales que de ellas depende hayan organizado algún acto conmemorativo o jornada de estudios en torno al texto constitucional de junio de 1869.
9 A pesar de todos los defectos, insuficiencias, contradicciones que dicho ensayo comportó, tanto por lo que respecta a la legislación electoral como a la puesta en práctica de los derechos ciudadanos recogidos en aquel texto. Y a pesar también de que las convocatorias electorales, especialmente las tres que se llevaron a cabo durante el periodo de vigencia de la monarquía democrática no se caracterizaron precisamente por su limpieza y transparencia, sirviendo más bien como rodaje o banco de pruebas de toda una serie de cacicatos y prácticas fraudulentas que luego hallarían su continuación o perfeccionamiento, incluso, durante la Restauración (aunque el caciquismo venía de muy atrás, si bien nunca había podido ensayarse en un marco electoral nominalmente democrático).
10 Tampoco el régimen monárquico al que acabamos de aludir y que la coalición revolucionaria en el poder desde el triunfo de la Gloriosa se esforzó por implantar en España presentándola, para legitimar la continuidad de la institución, como una monarquía radicalmente contrapuesta a la que se acababa de decir adiós (en tanto que emanaría de la voluntad popular), ha sido recordado haciéndole objeto de algún tipo de conmemoración. A pesar de que sería el antecedente más cercano de la monarquía parlamentaria actual (mucho más, desde luego que la de la Restauración, no obstante los escarceos de Alfonso XIII con el Partido Reformista en la segunda década del siglo XX) no obstante diferencias sustantivas en cuanto a los poderes del rey. La misma concepción de sus deberes por parte del titular de aquella efímera monarquía, Amadeo I, se acercaría más (aunque con algunas diferencias importantes), también, al modo como se ha definido la figura del monarca en la actual Constitución. El hijo de Víctor Manuel II constituye, en fin, en cuanto al ejercicio de sus atribuciones, un caso excepcional, insólito, dentro de la sucesión de monarcas de este país desde Fernando VII a Alfonso XIII. Y su esposa, Maria Victoria dal Pozzo della Cisterna, sería otro ejemplo poco común dentro de las reinas españolas (sería el reverso, el espejo invertido de lo que había sido Isabel II).
11 El Sexenio representó también un paso o salto significativo en el proceso de cristalización del movimiento obrero español por lo que se refiere al desarrollo de la conciencia de clase, a su integración en corrientes u organizaciones proletarias internacionales (o a su conexión con eventos, como la Commune de París, que marcaron el devenir del movimiento obrero) o al esbozo de las dos principales direcciones que iban a seguir hasta la Guerra Civil de 1936 los todavía minoritarios obreros españoles organizados, la colectivista (anarquista) y la marxista (socialista). A pesar de su carácter minoritario, como hemos subrayado, la Federación española de la AIT logró un peso nada despreciable en el debate político de esta etapa, marcando la agenda de los gobiernos en alguna de sus fases o sirviendo de coartada o pretexto para el reagrupamiento de los sectores conservadores en torno a la opción ofrecida por el alfonsismo. Es cierto, con todo, que el obrerismo español del Sexenio, pese a las críticas que sus dirigentes hicieron de los republicanos federales, incluyéndolos dentro de la política burguesa, se solapó en diversos núcleos de población o de federaciones locales con la corriente más radical del republicanismo representada por los denominados intransigentes y que en la caótica experiencia de los cantones esa proximidad se puso de manifiesto en una serie de ocasiones. En realidad, tal cercanía iba a ser un rasgo duradero del movimiento obrero español hasta los comienzos del siglo XX tal y como cabe percibir todavía en las bases y estructura organizativa del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux.
12 En otros campos se comprueba también el cambio o giro que representó el Sexenio. Uno de ellos, ciertamente es el de la política monetaria, con la modernización que supuso la creación de la peseta, siendo esta una de las primeras medidas que adoptó el Gobierno Provisional. Es más, fue una de las pocas decisiones que perduraron de entre las impulsadas por el entonces ministro de hacienda, Laureano Figuerola (aunque la política arancelaria se mantuvo, con algunos retoques a la baja, en los primeros decenios de la Restauración, hasta el viraje proteccionista que imprimió Cánovas del Castillo en 1891). Tal ocurrió con medidas como la creación del llamado impuesto personal (o de capitación), creado para llenar el vacío en la recaudación que trajo consigo la abolición de los consumos.
13 Tampoco Figuerola ni los ministros que le sucedieron fueron afortunados en cuanto a encarrilar el problema de la deuda pública, que se incrementó poniendo en riesgo la solvencia de la hacienda estatal y debilitando o anulando su capacidad de acometer reformas. Y ello, no solo directa, sino indirectamente por cuanto, en un Estado como el liberal en el que eran en realidad los entes locales —ayuntamientos, diputaciones— los encargados de subvenir a muchas de las necesidades de los ciudadanos, la situación de práctica insolvencia en la que, cuando menos hasta 1870, estuvieron sumidos estos últimos (hasta la recuperación, a regañadientes, de los arbitrios sobre el consumo como tributo local) hicieron que toda una serie de capítulos que eran sufragados con cargo a los presupuestos municipales o provinciales —educación, en los escalones de primaria y secundaria, beneficencia, asistencia psiquiátrica, sanidad…— atravesaran por una situación calamitosa debiendo además afrontar la administración periférica otras necesidades extraordinarias tales como el incremento de la mendicidad, sobre todo en las regiones del interior o las ayudas a los labradores pobres a consecuencia de las malas cosechas. Y, en fin, se vieron compelidos a aprontar las cuantiosas sumas requeridas para liberar a los mozos que en el sorteo habían salido soldados o para armar y uniformar a los voluntarios de la libertad, en su mayoría provenientes de los estratos populares.
14 En buena medida ello era debido a la guerra que, casi desde el comienzo de esta etapa, se estaba librando en Cuba y que volvía imposible la abolición de las odiadas quintas, agravando más bien las dificultades financieras del Estado. Las cosas se pusieron todavía peor desde 1872-1873 con el abandono de la vía parlamentaria por los tradicionalistas al optar de nuevo por el enfrentamiento bélico, y con la insurrección cantonal que fue una guerra entre republicanos o, mejor, entre las distintas facciones del federalismo (incluyendo a la abanderada por Emilio Castelar pues conviene recordar que aunque luego renegaría de estos postulados, el proyecto de constitución federal que debía haber sido discutido por las Cortes había sido redactado por el político citado). A este respecto, la ley de abolición de las quintas que fue aprobada poco tiempo después de que se proclamara la República —pero que había sido preparada e impulsada en realidad bajo el gobierno radical de Manuel Ruiz Zorrilla— a pesar de ser la respuesta a la demanda social de mayor calado registrada en la España liberal (por lo que no puede negarse su trascendencia) llegó en el momento quizás más inoportuno desde un punto de vista militar y, aparte de debilitar la disciplina de los soldados que aún estaban en filas, no brindó una alternativa viable al ejército permanente ya que los batallones de francos que se organizaron fueron como poco inoperantes y la llamada a filas a los reservistas resultó escasamente efectiva por la resistencia de los interesados y la comisión de numerosos fraudes. La opción, además, por un ejército de voluntarios iba a contracorriente del pensamiento militar de la época tras la derrota francesa en Sedan, en septiembre de 1870.
15 Este último acontecimiento debería de justificar también que la historiografía concediera una mayor atención al Sexenio, pues realmente el cambio político ocurrido en España en septiembre de 1868, la búsqueda de un candidato aceptable —y que asumiera la oferta— para el trono hispano o las tensiones que afloraron en las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos (como consecuencia de la Guerra de Cuba y de sucesos desafortunados como el Virginius) o con otros estados como la Santa Sede, debido a la política anticlerical y secularizadora acometida por los gobiernos del Sexenio, colocaron a España en el punto de mira de la política internacional (especialmente la europea) y de los intereses encontrados de potencias como Francia, Prusia [la Federación alemana del Norte, bajo dominio prusiano] o Italia, con el Reino Unido en el trasfondo. No deja de ser significativo y digno de reflexión a este respecto que tanto el remate de la unificación alemana en 1871 como el de la italiana se encuentre tan conectado con los asuntos españoles, con la plasmación efectiva de la monarquía democrática en España. La cual, además, desde la perspectiva de partidos como el progresista con su intento de lograr convencer a los candidatos portugueses al trono buscaba dar cima a la unificación política de la Península ibérica recuperando o reintegrando a Portugal al ser considerado este país como parte de España (otra variante de ese mismo propósito, no monárquica desde luego, y utilizando la vía del pacto la hallamos en el pensamiento internacional del federalismo).
16 El periodo en cuestión, finalmente, ofrece otras dimensiones muy sugestivas que abonan también, desde nuestro punto de vista, su interés, tales como el problema irresuelto de la esclavitud —de su abolición, más bien— ofreciendo seguramente la respuesta decepcionante que se le dio, la muestra más palpable de las contradicciones de una revolución tan extremadamente comprometida con los derechos humanos como fue la Gloriosa; los primeros intentos serios de abordar el marcado desnivel educativo en que se hallaban las mujeres gracias sobre todo a la labor de Fernando de Castro y a la Asociación para la enseñanza de la mujer llevados a cabo, además, en un periodo en el que se comprueba una palpable politización femenina que encontró medios propias para expresarse al margen de la vía electoral, reservada en exclusiva a los varones; los esfuerzos por lograr la unión ibérica sustentados en una ideología, el iberismo, que compartían los diferentes partidos que habían tomado parte en la revolución, aunque el modo de enfocarla o el procedimiento para lograrla fuera muy diferente; los cambios ocurridos en el terreno cultural, con la aclimatación tardía de la novela que daría testimonio del fuerte sustrato burgués, de clase media, de esta revolución, como subrayó el propio Benito Pérez Galdós cuya primera novela, La Fontana de oro, se publicó precisamente en esta etapa.
17 No pretendemos seguir con este repaso a las distintas facetas y contenidos del Sexenio que justificarían si no un retorno al primer plano que le concedieron los historiadores en los años 1960-1970, sí, al menos, un lugar más destacado en las líneas de trabajo que sigue la actual historiografía. Lo que no quiere decir, sin embargo que en los años últimos no se hayan publicado algunos estudios importantes o que haya cesado el fluir de artículos, de comunicaciones a congresos que han tomado pie en lo ocurrido en el Sexenio para profundizar en algún tema o personaje (el género biográfico, muy floreciente en estos últimos tiempos, está ofreciendo en algunos casos nuevos datos o perspectivas poco exploradas en torno al Sexenio, como ocurre, por ejemplo, con la biografía de Baldomero Espartero, de Adrian Shubert o la de Emilia Pardo Bazán, por Isabel Burdiel.
- 8 Rafael SERRANO GARCÍA, «Historiografía reciente en torno a la revolución gloriosa y el Sexenio demo (...)
- 9 Raúl MÍNGUEZ BLASCO, Evas, Marías y Magdalenas. Género y modernidad católica en la España liberal ( (...)
18Por ello llevaremos a cabo una revisión rápida de algunas de las direcciones que ha seguido la investigación en estos últimos decenios destacando aquellas aportaciones que nos han parecido relevantes tomando como base (aunque no solo), para cumplir ese cometido, lo que expusimos en un texto publicado en 20188. Allí apuntábamos, entre otras cosas, cómo, a pesar del lugar secundario que ocupa desde hace tiempo el estudio del Sexenio en la historiografía debido al ocaso o enmudecimiento de debates como el suscitado por la supuesta frustración de la revolución burguesa en España, esta etapa –y cabría extender esta afirmación al siglo XIX- no ha dejado de beneficiarse de la aplicación al estudio del pasado de conceptos como los de género, identidad, cultura política, acción colectiva, nacionalización, entre otras, como cabe advertir en algunos estudios relevantes centrados por ejemplo en el papel de las mujeres en terrenos como el de la creación literaria –sus aportaciones a la ficción doméstica-, el de la sociabilidad o, incluso, en su intervención en el juego político desde posiciones enfrentadas. En este campo se está profundizando quizás más en las mujeres católicas (desde una perspectiva temporal más amplia ya que se arrancaría del Bienio Progresista) recurriendo a conceptos como el de modernidad católica o feminización de la religión9, aunque no son de desdeñar en absoluto las calas que varias autoras han efectuado en las mujeres republicanas.
- 10 Demetrio CASTRO ALFÍN (coord.), Líderes para el pueblo republicano. Liderazgo político en el republ (...)
19 Lenguajes políticos, culturas políticas, liderazgos… configuran otra veta en la que se han hecho importantes aportaciones, comenzando por las de Florencia Peyrou y, más centrado en el Sexenio, de Román Miguel, concretadas en dos grandes tesis que fueron publicadas por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Además de otros trabajos más transversales y que no se refieren solo al republicanismo —como es el caso de las dos obras anteriores— como los contenidos en el T. II de la Historia de las culturas políticas en España y América Latina. El asunto de los liderazgos, en referencia al universo republicano ha sido abordado en una obra reciente coordinada por Demetrio Castro10.
20 El republicanismo, pues, es, quizás, la corriente política activa en el Sexenio que continúa suscitando un mayor interés bajo la forma, no solo de las obras referidas, sino de otras, como diversas biografías o tesis doctorales sobre algunos periodistas o dirigentes de primer nivel o de rango intermedio tales como José María Orense, Valentí Almirall, Roberto Robert, Roque Barcia, Pablo Correa y Zafrilla o del librero demócrata malagueño cercano al krausismo Francisco de Moya. Es de notar, dentro de las tendencias por las que se mueve últimamente la investigación, el palpable interés por la corriente republicana unitaria a través de diversos estudios sobre la figura de Eugenio García Ruiz.
- 11 Sobre el político radical, ver también la reciente monografía de Eduardo HIGUERAS CASTAÑEDA, Con lo (...)
21 Pero también el carlismo, la variante española del legitimismo continúa atrayendo el interés de los investigadores que están ofreciendo enfoques renovadores, caso de los realizados, entre otros por Lluis Ferrán Toledano, Enriqueta Sesmero o Alexandre Dupont. El progresismo también se ha beneficiado merced, en este caso, a varios artículos de María Cruz Romeo que han dibujado muy bien los contenidos de esta cultura política y a una serie de biografías entre las que destacan las dedicadas a los dos líderes rivales, Sagasta y Ruiz Zorrilla11 que, lógicamente, abarcan también su trayectoria durante la Restauración. Prim, la figura política clave en este periodo, cuya desaparición hirió de muerte a la nueva monarquía democrática y a los proyectos renovadores auspiciados por la Gloriosa ha sido sin duda, el personaje más biografiado, debiendo mencionarse, por lo que respecta a las aportaciones recientes el estudio que le dedicó Pere Anguera.
- 12 Gregorio ALONSO GARCÍA, La nación en capilla. Ciudadanía católica y cuestión religiosa en España (1 (...)
22 El enfoque de la cuestión religiosa, por su lado, también se está renovando y aquí, además de conceptos que hemos mencionado más arriba –como el de la feminización de la religión- cabe mencionar el de guerra cultural, utilizado por algunos jóvenes especialistas para poner de manifiesto la inserción del conflicto político-religioso del Sexenio, en un contexto más amplio, europeo, o el de ciudadanía católica, que se contrapondría a otra laica, secular en relación con el debate suscitado en torno a la definición de la identidad nacional12. La aplicación de las medidas secularizadoras y su calado entre la población también han sido objeto de análisis en algunos estudios locales (así, los referidos a ciudades como Cádiz o Alicante).
- 13 Julien LANES MARSALL, L’ambassadeur de la République des lettres. Vie et oeuvre de Robert Robert i (...)
23 También la aplicación de los derechos individuales recogidos en la Constitución, a pesar de que ha sido seriamente cuestionada por algunos estudiosos (como Carmen Serván) desde una perspectiva jurídica, ha permitido profundizar sobre la libertad de prensa, de asociación o, también sobre los efectos de la supresión de la censura en los teatros. Ha sido especialmente el primer aspecto, la libertad de prensa, el más investigado, no solo por lo que atañe a la prensa política o de información, sino también a la satírica, que conoció un gran desarrollo erigiéndose en uno de los instrumentos más incisivos por lo que respecta a poner de relieve –con el apoyo fundamental de las ilustraciones- las contradicciones de una revolución que había aunado a partidos, líderes y intereses tan encontrados. Justamente uno de los estudios biográficos antes citados, el consagrado al periodista republicano Roberto Robert, permite conocer mucho más de cerca esta faceta13.
24 Las publicaciones ilustradas, además, parece que fueron una vía esencial para popularizar alegorías, símbolos expresivos de determinados conceptos políticos como el de federalismo o república federal, más difíciles de aprehender a través de artículos sesudos o de folletos o libros escritos por los impulsores de esta novedosa corriente política en España. Algo parecido cabría decir sobre el teatro, tan floreciente entonces y que era sin duda uno de los principales entretenimientos de la población por lo que podía utilizarse, como así ocurrió, como un vehículo capital para la socialización política. Afortunadamente existen ya algunos estudios muy eruditos acerca de esta diversión popular. La sociabilidad, tan rica también en este periodo gracias a la libertad de asociación y a la confluencia de estímulos muy diversos surgidos en una coyuntura tan dinámica y portadora de transformaciones como fue el Sexenio, es un terreno en el que se echa de menos una mayor atención que profundice, por ejemplo, en las direcciones trazadas por Manuel Morales Muñoz.
- 14 Gonzalo CAPELLÁN DE MIGUEL, La España armónica. El proyecto del krausismo español para una sociedad (...)
25 El krausismo fue la corriente intelectual más influyente en la Revolución de 1868 y por ello, pero, quizás más aún, por la filiación directa que con ella mantiene la Institución Libre de Enseñanza, ha concitado y sigue concitando un interés mayor. Entre los hallazgos más importantes que ha aportado la investigación se encuentra el haber establecido el carácter no original del Ideal de la humanidad puesto que se trató en realidad de la traducción de un texto de Krause, el filósofo alemán que da nombre a esta doctrina y sobre el que también se ha publicado una biografía muy esclarecedora. Frente a la adscripción inequívoca del krausismo español a posiciones progresistas en política o en el plano cultural, se han averiguado los vínculos existentes, por lo que respecta al quehacer inicial de Sanz del Río, entre la importación de esta filosofía y el proyecto político del moderantismo. Y se han despejado dudas, también en torno a la adscripción religiosa del krausismo que no cabría interpretar sin más,como la expresión, en este terreno, del catolicismo liberal. Por lo demás, gracias a Gonzalo Capellán, contamos ya con la exposición más sistemática y actualizada de lo que fue esta filosofía14 que no deja de suscitar nuevos estudios, ya sea, en el plano propiamente filosófico, como en otros planos, como el educativo. Sigue faltando, no obstante, una biografía de su introductor en España, así como de su principal discípulo, Francisco Giner de los Ríos (aunque está anunciada la que prepara José García Velasco).
- 15 Rafael VILLENA ESPINOSA, «La revolución tranquila: el despliegue de la Gloriosa en la España interi (...)
- 16 Se trata de tres volúmenes de los que citamos aquí el primero de ellos: Eloy ARIAS CASTAÑÓN, La rev (...)
- 17 Uno de los últimos estudios es el de Gregorio de la FUENTE MONGE y Rafael SERRANO GARCÍA, La Revolu (...)
26 Pero quizás la dimensión mejor conocida actualmente de la Gloriosa y del Sexenio sea su desarrollo en los niveles locales puesto que, después de las grandes interpretaciones formuladas todavía en el tardo franquismo, el esfuerzo de los jóvenes investigadores se orientó en gran medida a explorar, en base a fuentes locales, su concreción en diferentes poblaciones –capitales de provincia, enclaves rurales- pero también en ámbitos comarcales o regionales. Ha habido, pues –y sigue habiéndolo- un denso fluir de artículos, libros, memorias de licenciatura, tesis doctorales, a menudo publicadas, que nos han permitido conocer mucho mejor el quehacer de los revolucionarios en numerosos puntos del territorio español no solo del peninsular, también del balear y canario e, incluso, del ultramarino concentrando principalmente la isla de Cuba la atención de los estudiosos debido a su importancia en el disminuido imperio español y a la guerra que allí se inició. Esta orientación en los estudios sobre el Sexenio (que hemos revisitado en un reciente artículo de la revista Ayer15) ha llegado a su cima, que quizás es asimismo un punto de no retorno, merced a la exhaustiva investigación acometida por Diego Arias Castañón sobre la ciudad de Sevilla ya que resulta difícil que otros estudios locales puedan mejorar la competencia demostrada por su autor a la hora de situar en una localidad el análisis de un periodo tan complejo como fue el Sexenio 1868-187416. Eso no quiere decir, sin embargo, que sigan faltando estudios sobre ámbitos urbanos fundamentales para conocer mejor la intensa politización vivida por los españoles en esta etapa tales como Madrid, Barcelona, Zaragoza…17
- 18 Gregorio de la FUENTE MONGE, Revolución liberal y elites revolucionarias en España (1868-1869), Mad (...)
- 19 José Antonio PIQUERAS ARENAS, La revolución democrática (1868-1874). Cuestión social, colonialismo (...)
27 Echará quizás de menos el lector de esta presentación el que no glosemos la historiografía sobre uno de los capítulos que han sido de obligado tratamiento al estudiar esta etapa, como es el de las causas de la revolución. No lo hacemos, sin embargo porque pensamos que no ha habido una gran renovación –o tal vez es que se nos escapa a nosotros- en cuanto a los factores económicos –banca, ferrocarriles- a los que en otro tiempo se atribuyó un papel tan decisivo en cuanto a poner en marcha la conspiración y, luego, la revolución de 1868. Y por lo que respecta a la existencia de una supuesta discontinuidad en el seno de la sociedad española por la que hasta entonces, la burguesía habría quedado excluida del poder político, careciendo, pues, de los instrumentos para llevar a cabo su propia revolución, la monumental tesis que publicó en los años 1990 Gregorio L. de la Fuente18 constituyó una demostración de que tal discontinuidad no habría existido en realidad, por cuanto las elites revolucionarias no fueron sustancialmente diferentes de las moderadas en cuanto a su formación, profesión o niveles de riqueza. La exigencia histórica, por tanto, de realizar una revolución burguesa –y, también, su frustración- quedaba, pues, seriamente cuestionada y ello repercutía también en la búsqueda, por parte de los investigadores de las causas sociales –o político-sociales- de la Gloriosa. No deja de ser revelador que otra gran tesis doctoral publicada en aquel decenio, la de José Antonio Piqueras19, deudora de los presupuestos marxistas que inspiraron todo el debate sobre la causalidad de la revolución (aún cuando dentro de la historiografía marxista había enfoques muy diversos) no tuviera la misma repercusión que la anterior.
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29 A partir de las reflexiones previas hemos querido articular un volumen que pudiera recoger una visión renovada y ciertamente poliédrica del Sexenio, lo más rica y plural posible. En total, son once textos firmados por catorce de los máximos expertos sobre el período que se articulan de la siguiente manera.
30Juan Sisinio Pérez Garzón (Universidad de Castilla-La Mancha) inicia su texto en los albores mismos de la nación española, con la referencia a las Cortes de Cádiz para poder subrayar desde ahí el giro que representa el Sexenio, en la medida que la soberanía solo era verdaderamente nacional si se desplegaba democráticamente y se ampliaban los derechos para construir una organización social más justa. Así pues, la revolución sin cataclismos violentos, la «gloriosa», dio paso a un período al que cabe considerar -y así lo asumimos los coordinadores de este volumen- como el «primer peldaño en el proceso de transformación del Estado liberal en un Estado democrático de derecho». No de manera aislada, sino en el contexto de un amplio proceso de modernización que, como advierte el autor, tampoco significaba la desaparición completa de todos y cada uno de los vestigios de un mundo más antiguo. El texto recorre la eclosión juntera, las novedades constitucionales y el reto del federalismo (a cuyo amparo emergía la cuestión obrera), mas también los desafíos obstruccionistas contra una monarquía que deseaba construirse democráticamente y, en última instancia, contra la modernización social de España, como evidencian los círculos de presión que defendían sin ambages la esclavitud, asunto este al que se vuelve precisamente en la propuesta final del volumen.
31Un ideario reformista de este calado no aparecía de la nada, sino que conectaba con la trayectoria democrática fraguada durante la era isabelina y que es abordada por Manuel Morales Muñoz (Universidad de Málaga), para quien el «republicanismo se presentó como la antítesis, y también como la alternativa, de los tradicionales sistemas de representación política», que abrazó todo un proyecto de cambio social demandado por la pequeña burguesía y las clases populares. Las iniciativas de un grupo de demócratas -las «caras de la oposición» a la reina Isabel como las llama el autor- se extienden por distintos ámbitos de sociabilidad (de los casinos a las escuelas nocturnas) según se rastrea en este texto, que se ocupa también de la sustantiva disyuntiva vivida en este núcleo activo entre legalidad e insurrección. La segunda vía se impuso en 1859, 1861 y 1866, gracias al empuje de Sixto Cámara, Fernando Garrido o Ceferino Tresserra entre otros, que consiguieron contagiar el fenómeno a diversos territorios, aunque su fracaso derivó en represión. Se cierra el trabajo con el «epílogo de la Gloriosa», es decir, abordando la participación en la trama revolucionaria, el acceso al poder de muchos de los protagonistas de las páginas precedentes y, finalmente, la posterior fractura del partido.
32Dicha oposición a la monarquía isabelina estuvo plagada de nombres de varones, pero el Sexenio impulsó también la aparición de organizaciones que reclamaban para la mujer un lugar propio, más allá del desempeño de labores filantrópicas. Gloria Espigado Tocino (Universidad de Cádiz), a partir de fuentes hemerográficas, se ocupa de esas redes y asociaciones como sustento organizativo para la conciencia femenina. En ese recorrido resulta capital la aportación femenina a la causa abolicionista que cobró nuevos bríos en el Sexenio como lucha ética, contestada desde los círculos esclavistas que, igualmente, también contaron con defensoras entre sus filas: «mujeres a favor y en contra de una causa que las abocaba a superar con osadas estrategias las restricciones interpuestas a la condición apolítica de su sexo». Afirmación de la autora que podría extenderse a otros campos como la lucha por la secularización, donde se constata la resistencia de mujeres a las medidas de los gobiernos posrevolucionarios, enjaretada con un discurso nacional de la fe o, incluso, abiertamente carlista. En el reverso de ese credo, el texto también se ocupa de la militancia femenina en el republicanismo y en el internacionalismo. Clubes de militancia femenina los hubo en diversas ciudades del centro y sur peninsular, mientras que, por su parte, la militancia obrerista se disemina también por el arco mediterráneo y Zaragoza.
33Durante los años no republicanos del Sexenio se evidencia la confluencia de las diversas elites revolucionarias en torno a una serie de principios nacionales comúnmente aceptados, como demuestran en su texto José Álvarez Junco y Gregorio de la Fuente Monge (Universidad Complutense), dos de los máximos conocedores de la cuestión nacional: «los discursos que acompañaron el destronamiento de Isabel II fueron, tanto en el campo como en las ciudades, esencialmente patrióticos». Para medir el nervio del impulso nacionalizador del período, los autores prestan atención a elementos tan significativos como la iconografía visual con la que debía representarse España (la matrona luego reproducida en las monedas y en la cabecera de la Gaceta de Madrid) o el proyecto de construcción de un panteón nacional que, finalmente, fue desmantelado unos años después. También se han fijado en el uso de la bandera, en el matiz nacional inherente a muchos nuevos nombres de calles o en el tratamiento diferente que se dio al patrimonio real durante aquellos años. Sin embargo, este proyecto nacionalizador, claramente demostrado por los autores en su investigación, quedó varado en medio de las divergencias internas, la inestabilidad del propio Sexenio y la fuerte tensión entre un modo liberal de concebir la nación y otro católico que se excluyeron mutuamente.
34No fue ajena a este impulso nacionalizador la monarquía democrática, de la que se ocupa Isabel Pascual Sastre (Universidad Rey Juan Carlos). A partir del análisis comparado de las constituciones de 1845 y 1869 («teoría comparada con el pasado») desbroza rupturas y continuidades entre dos textos que regulaban, por primera vez, una mera jefatura del Estado, un poder moderador que el rey ejerció con notables dificultades impuestas desde el corazón mismo del poder. No en vano, «ninguno de los grupos de la coalición victoriosa estaba plenamente convencido de las virtualidades, ni apoyaba plenamente el proyecto de una monarquía democrática». El texto resulta clarificador, en primer lugar, para conocer los contornos del sistema que aportaba la sustancial novedad de un rey que no ejercía directamente el poder ejecutivo, sino que se convertía en árbitro del juego político. También para seguir el curso de una experiencia muy débil en la que a Amadeo le resultó imposible garantizar la continuidad gubernamental suficiente, poco favorecida por un sistema de partidos que no acabó de aceptar la neutralidad del monarca ni apoyó la opción de una suerte de turno bipartidista. «El fracaso como conclusión» es el elocuente último epígrafe del texto que nos conduce a un punto en el que nadie quiso garantizar la continuidad de esta monarquía nacional y democrática.
35Frente a la monarquía, el republicanismo fue armando su solidez a lo largo del período, aunque, como ya se ha apuntado, sus raíces se encuentran en el reinado isabelino. En este sentido, la propuesta de Eduardo Higueras Castañeda y Sergio Sánchez Collantes (universidades de Burgos y Castilla-La Mancha) sobre la movilización radical y republicana busca identificar «los agentes que, desde diferentes formulaciones de la cultura democrática, favorecieron la irrupción de las masas en la esfera pública». Los progresistas radicales rompieron con la tradición liberal y apostaron por la movilización popular para defender la democratización del sistema a través de diferentes vías por las que competían con los republicanos. Estos, por su parte, pudieron ocupar un espacio que la censura les había vedado en los años anteriores y que supieron hacer propio, acompañados de sus emblemas, desde los primeros compases del Sexenio. Debe subrayarse que en esa eclosión callejera también participaron mujeres, singularmente en las protestas contra quintas que lograban una elevada empatía emocional. Así pues, parece claro que durante el período las prácticas de ambos grupos anticiparon algunos de los rasgos fundamentales de la política de masas, cuya novedad descansaba tanto en la proliferación de los actos públicos como en la inercia democratizadora que proyectaron. A partir de 1874 la experiencia sufrió una significativa reversión.
36Se acaba de aludir a la presencia de los emblemas que acompañaban las manifestaciones republicanas y es, justamente, en torno a ese mundo de lo simbólico sobre lo que pivota el trabajo de Marie-Angèle Orobon (Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3) centrado, en esta ocasión, en la prensa satírica, la literatura de cordel y el teatro. El texto parte del relato de dos entierros simbólicos, uno de la corona real, otro de un gorro frigio, como metáforas discursivas de las diferentes reacciones que provocó la proclamación de la Constitución de 1869, como pórtico de entrada a una etapa en la que la ilustración brilló con luz propia y que mostró el triunfo definitivo del gorro frigio como icono de la revolución, singularmente en su faz republicana. Mas también se popularizó, entre los sectores neo-católicos, el uso del petróleo como referente de la rebelión obrera y de ahí el título del texto de Orobon, cuya conclusión, después de haber recorrido las páginas de Gil Blas, La Flaca o La Campana de Gracia, es clara: «la generación de dibujantes que colaboró en la prensa satírica del Sexenio forjó un lenguaje gráfico que, influido por el ambiente europeo, creó una retórica y una estética originales enraizadas en una identidad cultural propia». Estamos, pues, ante un proceso de construcción simbólica y resemantización iconográfica labrado en el contexto propicio de la ruptura revolucionaria del Sexenio.
37«El progreso se hace visible a través de la libertad de cultos, el matrimonio civil o la secularización de los cementerios como parte de un recorrido universal de avance hacia la modernidad». Son las palabras de Alicia Mira Abad (Universidad de Alicante) para referirse a la narrativa revolucionaria que construyeron los republicanos durante el Sexenio en relación con el papel singular que en la misma ocupaba la secularización. A través de los textos que publicaron algunos de sus líderes, la autora explica los argumentos del cuestionamiento, no de la religión, sino de la posición de la Iglesia católica como fuente de poder. Pasados los primeros momentos de la revolución, se rastrean en el discurso republicano las líneas de continuidad con el derecho natural y la historia. Así, es preciso fijarse inicialmente en el referente de la Revolución francesa, presente en las obras de Castelar o Revilla. Más adelante, la secularización se convierte en un elemento legitimador de la revolución, inherente, hasta el punto de hacerse ambos indesligables, como puede percibirse en Güell y Mercader, con su guía para el matrimonio civil, o en los argumentos más simples de Garrido en «La revolución religiosa». Roque Barcia, Pi i Margall o Suñer y Capdevilla son otros de los referentes que aparecen en este trabajo, cuya conclusión apunta a la necesidad que tuvo el republicanismo de construir una nueva legitimidad integradora en «la porción justa» de ruptura y continuidad.
38Frente al ímpetu revolucionario de los republicanos, expresado en la movilización callejera o en la solvencia del discurso textual, el carlismo optó durante el Sexenio por una doble vía, la legal hasta 1872 y la violenta a partir de entonces. Alexandre Dupont (Université Strasbourg) se sumerge en esta doble vertiente, resultado quizás de un incompleto proceso de modernización política que se inició con la revolución, ya que hasta entonces, afirma el autor, « le carlisme était une culture politique au sens propre du terme, une communauté de valeurs, de symboles, de sentiments et d’expériences qui en rassemblait les membres. À compter de 1868, avec la création de la Communion catholique-monarchiste, il est possible d’évoquer un parti politique ». Mas la opción por la guerra no fue el resultado simplemente de las decisiones de algunos generales o fruto de las disensiones con los parlamentarios neocatólicos, sino que debe interpretarse también en clave de cultura política entre las clases populares, como estrategia nada arcaica, a pesar de las muchas incógnitas que persisten sobre las razones para el apoyo a la causa. Dupont, además, subraya las dimensiones transnacionales del carlismo, su capacidad a la hora de tejer redes de solidaridad con el movimiento, singularmente potentes en las comunidades transpirenaicas que propiciaron la creación de espacios seguros para el refugio de huidos y que también demostraron que el fenómeno contrarrevolucionario no era una rareza española.
39El volumen se cierra con dos trabajos que trascienden, precisamente, ese ámbito nacional para fijar algunas nociones sugerentes sobre el impacto exterior de la Gloriosa. El primero, firmado por Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez (Universidad de Valladolid), tiene un nervio central en la búsqueda del reconocimiento internacional que los diferentes regímenes del Sexenio no alcanzaron, por «considerarse a España un socio fiable, garante de la estabilidad continental, de tal forma que los problemas internos influyeron decisivamente en la ausencia de una política exterior planificada y activa». Desde la etapa del Gobierno provisional, se quiso transmitir internacionalmente el mensaje de tranquilidad que pronto se transformó en recelos a propósito de las candidaturas al trono vacante y, como es sabido, de ahí al estallido del conflicto franco-prusiano. La monarquía de Amadeo dio, finalmente, un respiro al régimen democrático, al ser percibido como un valladar hispano al ahondamiento revolucionario, pero los problemas internacionales se multiplicaron significativamente con la República, empezando por la falta de reconocimiento exterior -salvo Estados Unidos, Suiza, Costa Rica y Guatemala- y los temores que suscitó en Francia o Bretaña. Se cierra el capítulo con un interesante esbozo del pensamiento internacional de los republicanos y las obligadas referencias a Garrido, Pi i Margall y Castelar. Al final, «el neutralismo -a veces poco operativo- fue el único saldo positivo que pudo ofrecer el régimen».
40Las políticas coloniales tuvieron un significativo impacto en el ámbito internacional y condicionaron también en buena medida el propio curso interno del Sexenio. De ellas se ocupa Inés Roldán de Montaud (CSIC) en el último texto del volumen que aborda las nuevas políticas del período, mediatizadas por la guerra en Cuba y por los intereses contrapuestos -a veces, abiertamente irreconciliables- detrás de los cuales se situaba la defensa o no del abolicionismo como horizonte principal. La autora incorpora con claridad las diferentes posturas respecto a Cuba, Puerto Rico y Filipinas (evidente, por ejemplo, en el modo de plantear la ciudadanía española para los habitantes de este último territorio), así como los ritmos singulares que en cada caso se adoptaron, desde las reticencias unionistas, a la claridad del proyecto de Prim o el impulso dado por los demócratas. Con la República, llegó a replantearse la configuración territorial misma de la nación en el esbozo de una nueva Constitución, pero su aplicación fue, como es sabido, imposible. En suma, «la cuestión colonial estuvo a menudo en primera fila, se situó en el trasfondo de algunas de las crisis políticas del periodo y tuvo un papel relevante en la caída de la monarquía de Amadeo y más tarde de la República».
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42 No queremos acabar esta presentación sin mostrar nuestra gratitud al profesor Paul Aubert por habernos brindado la oportunidad de seguir proyectando nuestra mirada en torno al Sexenio, sin duda uno de los períodos más apasionantes de la contemporaneidad española. Igualmente agradecemos a las autoras y autores que se comprometieran desde el primer momento con la propuesta y que nos hayan brindado su saber.
Notes
1 En nuestro caso, preferimos utilizar la primera expresión porque, en palabras de un gran historiador, «revoluciones hay varias en la España del siglo XIX, mientras que la Constitución de 1869, vigente durante la mayor parte del Sexenio, fue la primera constitución democrática que tuvo España». José María JOVER ZAMORA, España en la política internacional. Siglos XVIII-XX, Madrid, Marcial Pons, 1999, p. 145.
2 Diego CARO CANCELA (ed.), La revolución de 1868 en Andalucía, Cádiz, PeripeciasLibros, 2018.
3 Enre ellos estarían: «150 aniversario de la Revolución Gloriosa» (Gregorio de la Fuente Monge y Jorge Crespo González, dirs.) Madrid, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, 8 de mayo de 2018; «La Gloriosa de 1868. La influencia del liberalismo en el ferrocarril español entre 1868 y 1936» (Miguel Muñoz y Pedro-Pablo Ortúñez, dirs.), Asociación ibérica de historia ferroviaria, Valladolid, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, 28 de septiembre de 2018; «Libertad y cultura. 150 años de la Revolución de 1868» (Javier Moreno Luzón, coord..), Madrid, Institución Libre de Enseñanza, septiembre-octubre de 2018 y, finalmente, «En el 150.º aniversario de la libertad religiosa, 1869-2019» (Sergio Sánchez Collantes y Rafael Serrano García, dirs.), Burgos, 9 de mayo de 2019, Facultad de Humanidades y Comunicación.
4 Tampoco en el hispanismo.
5 Tomamos el término de Rafael CRUZ MARTÍNEZ, Una revolución elegante. España, 1931, Madrid, Alianza editorial, 2014.
6 Sería el caso de algunos álbumes de litografías atribuidas al dibujante Eusebi Planas, fechadas hacia 1870: Jean-Louis GUEREÑA, Detrás de la cortina. El sexo en España (1790-1959), Madrid Cátedra, 2018, p. 501 y ss.
7 Véase José ÁLVAREZ JUNCO, «La cultura del republicanismo histórico español», en Fernando MARTÍNEZ LÓPEZ y Maribel RUIZ GARCÍA (eds.), El republicanismo de ayer a hoy. Culturas políticas y retos de futuro, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, p. 19-34.
8 Rafael SERRANO GARCÍA, «Historiografía reciente en torno a la revolución gloriosa y el Sexenio democrático (1868-1874)» en Diego CARO CANCELA (ed.), La revolución de 1868 en Andalucía, op. cit., p. 15-44.
9 Raúl MÍNGUEZ BLASCO, Evas, Marías y Magdalenas. Género y modernidad católica en la España liberal (1833-1874), Madrid, Asociación de Historia Contemporánea/Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2016.
10 Demetrio CASTRO ALFÍN (coord.), Líderes para el pueblo republicano. Liderazgo político en el republicanismo español del siglo XIX, Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2015
11 Sobre el político radical, ver también la reciente monografía de Eduardo HIGUERAS CASTAÑEDA, Con los Borbones, jamás: biografía de Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895), Madrid, Marcial Pons Historia, 2016. 4
12 Gregorio ALONSO GARCÍA, La nación en capilla. Ciudadanía católica y cuestión religiosa en España (1793-1874), Granada, Comares, 2014.
13 Julien LANES MARSALL, L’ambassadeur de la République des lettres. Vie et oeuvre de Robert Robert i Casacuberta (1827-1873), Paris, Éditions Hispaniques, 2017.
14 Gonzalo CAPELLÁN DE MIGUEL, La España armónica. El proyecto del krausismo español para una sociedad en conflicto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006.
15 Rafael VILLENA ESPINOSA, «La revolución tranquila: el despliegue de la Gloriosa en la España interior» en Ayer, 112 (2018-4), pp. 47-72.
16 Se trata de tres volúmenes de los que citamos aquí el primero de ellos: Eloy ARIAS CASTAÑÓN, La revolución de 1868 en Sevilla, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla/Instituto de la Cultura y las Artes, 2010.
17 Uno de los últimos estudios es el de Gregorio de la FUENTE MONGE y Rafael SERRANO GARCÍA, La Revolución gloriosa de 1868 en Palencia, Palencia, Institución Tello Téllez de Meneses, 2018.
18 Gregorio de la FUENTE MONGE, Revolución liberal y elites revolucionarias en España (1868-1869), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1993, 2 ts.
19 José Antonio PIQUERAS ARENAS, La revolución democrática (1868-1874). Cuestión social, colonialismo y grupos de presión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992.
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Référence électronique
Rafael Villena Espinosa et Rafael Serrano García, « Revolución, Democracia y Constitución », Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne [En ligne], 55 | 2020, mis en ligne le 01 septembre 2020, consulté le 18 février 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/bhce/1416 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/bhce.1416
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