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Portraits, entre réel et imaginaire

Anatomía existencial de dos héroes de la novela policiaca española actual: Petra Delicado y Rubén Bevilacqua

José Belmonte Serrano et Paulina B. Michalska
p. 101-120

Résumés

Depuis le début des années 90, le roman policier espagnol, marqué par les pionniers du genre comme García Pavón et Vázquez Montalbán, remporte un grand succès auprès du public et de la critique, grâce à l’apparition d’écrivains comme Ignacio del Valle, Eugenio Fuentes, Manuel Villar et Jerónimo Tristante, dont les œuvres allient prose de qualité et divertissement, à la publication de romans très ambitieux dans lesquels l’action alterne avec certains discours féministes et culturalistes, ainsi qu’à la présence d’une analyse profonde de la société de leur époque. Alicia Giménez Bartlett et Lorenzo Silva sont deux des écrivains les plus importants de ce vaste mouvement. Ils ont créé deux couples de détectives qui sont devenus un point de référence dans la littérature espagnole de la fin du XXe et du XXIe siècle. Giménez Bartlett donne vie à l’inspectrice Petra Delicado, qui est accompagnée de son fidèle Fermín Garzón, et Lorenzo Silva fait de même avec le garde civil Rubén Bevilacqua, dont l’assistante est Virginia Chamorro. La relation professionnelle et, en partie, sentimentale qui existe entre les deux couples constitue un attrait supplémentaire pour le lecteur.

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Texte intégral

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  • 1 Giménez Bartlett, Alicia, Sin muertos. A partir de esta referencia, sólo indicaremos el número de l (...)

Claro que la idea que yo tenía de la práctica policial se fundamentaba principalmente en la ficción.
Alicia Giménez Bartlett1

  • 2 Silva, Lorenzo, El mal de Corcira. A partir de esta referencia, sólo indicaremos el número de la pá (...)

Nadie lee a Tucídides, nadie quiere que la antigua sabiduría le estropee los planes.
Lorenzo Silva2

1. Introducción

2La novela policiaca española del último cuarto de siglo (desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado) ha dado personajes y obras de gran consideración y valor que han contribuido a hacer más popular, si cabe, este género que, al menos entre nosotros, arranca con cierto brío y personalidad a partir, sobre todo, de la transición española, a raíz de la muerte del dictador y la consiguiente creación de una nueva sociedad más compleja y variada que empezó a disfrutar de mayor libertad.

3En parte, se ha sacrificado el viejo estilo que siempre ha caracterizado a este género, que poseía, con raras excepciones, un lenguaje no excesivamente elaborado, un ritmo trepidante, sin prestarle mucha atención a la estructura, más allá de lo que requiere esta modalidad, renunciando a las reflexiones y a los largos parlamentos, incidiendo en la bondad del diálogo y dejando siempre para el final, como es preceptivo, para las dos o tres últimas páginas, la sorpresa de la resolución del caso, que ha de ser clara, verosímil y, sobre todo, coherente con las páginas precedentes y con las pistas que ha ido sembrando el autor por el camino.

4Entre esa ya larga nómina de autores actuales, al margen de los dos novelistas a los que dedicaremos nuestro tiempo en el presente estudio, destacan, a nuestro entender, Ignacio del Valle, que pone en pie a Arturo Andrade en títulos como Los demonios de Berlín (2009) y Soles negros (2016), sus dos últimas producciones, Jerónimo Tristante que es el inventor de Víctor Ros, en obras como El misterio de la Casa Aranda (2007) y, en último término, Víctor Ros y los secretos de Ultramar (2021), Eugenio Fuentes, responsable del veterano detective Ricardo Cupido en su serie de novelas como El interior del bosque (1999), La sangre de los ángeles y otros títulos, hasta llegar a su última entrega, aparecida en 2022, Perros mirando al cielo. En este selecto grupo de autores de novela negra no podían faltar los nombres de Domingo Villar y Arturo Pérez-Reverte. Villar, escritor gallego, en cuya tierra ambienta sus escritos, posee una trilogía dedicada al inspector Caldas, es decir, Ojos de agua (2006), La playa de los ahogados (2009) y, sobre todo, su novela más sugerente y ambiciosa hasta ahora, dentro del ciclo Caldas: El último barco, de 2019.

5Por su parte, Pérez-Reverte ya había realizado ciertos intentos con un relato híbrido, entre lo histórico y la investigación policial, La tabla de Flandes, de 1990, en donde una inscripción hallada en un cuadro que se está restaurando nos lleva al pasado, y a la historia de un asesinato. Más recientemente, en su serie dedicada a un espía que responde al apellido de Falcó y que se mueve durante la Guerra Civil española, se reactiva ese viejo gusto por el empleo de la mayor parte de los recursos de la novela negra. La serie, que suponemos inacabada, está compuesta, por el momento, de los siguientes volúmenes: Falcó (2016), Eva (2017) y Sabotaje (2018). En todos los casos antes indicados de los autores citados (Del Valle, Fuentes, Tristante, Villar y Pérez-Reverte), el talento no está reñido con la diversión. Se da un paso hacia adelante y el nuevo autor de novelas policiacas no tiene inconveniente alguno en incorporar a su escritura, a una acción que, de suyo, ha de ser trepidante, ciertos guiños intelectuales, inequívocos comentarios y reflexiones sobre la vida, sobre el mundo, sobre la condición humana, sobre filosofía, cine, música y literatura, materias que salpican estas páginas para cobrar una mayor intensidad, más robustez y encanto.

6Alicia Giménez Bartlett, autora nacida en Almansa (Albacete), población perteneciente a la Comunidad de Castilla-La Mancha, en 1951, se dio a conocer en el mundo de la literatura con su novela titulada Exit, aparecida en 1984 en la editorial Seix Barral. Aunque, a continuación, hubo seis títulos más en su trayectoria como narradora, no fue hasta 1996 cuando su nombre empezó a ser mucho más conocido y, sobre todo, más popular, tras el lanzamiento de la primera entrega, Ritos de muerte, de su ya larga y bien considerada serie sobre Petra Delicado. Desde entonces, de manera muy regular, el lector ha ido recibiendo noticias de este personaje al que se le ha dedicado, hasta hoy mismo, un total de doce títulos. Entre entrega y entrega, Giménez Bartlett también se ha ocupado de otro tipo de narración, fuera del género policiaco, entre el que destaca el soberbio relato con el que consiguió, en 2011, el Premio Nadal, Donde nadie te encuentre.

7Lorenzo Silva, por su parte, nacido en Madrid en 1966, más de una década después que Giménez Bartlett, comienza su andadura en 1995 con el relato Noviembre sin violetas, aparecido en una editorial modesta como Ediciones Libertarias. No mucho después, en 1997, con La flaqueza del bolchevique, novela con la que presentó sus credenciales como inspirado escritor, dotado de una singular destreza para este género, obtuvo el Premio Nadal y comenzó así su ya largo idilio con la editorial Destino, perteneciente al grupo Planeta. En Destino, precisamente, aparece la primera novela en la que Bevilacqua es el principal protagonista. El hecho tuvo lugar en 1998. Y desde esa fecha hasta la actualidad, los títulos que han ido saliendo a la luz de manera escalonada, han sido un total de doce, destacando el hecho considerable de haber obtenido, con uno de ellos, La marca del meridiano (2012), el Premio Planeta de novela, que lo convirtió en un escritor aún más leído y popular si cabe. La serie está, pues, compuesta por un total de doce títulos. Los mismos, curiosamente, que en el caso de Giménez Bartlett.

8A lo largo de estas páginas nos proponemos ofrecer una imagen de la evolución de ambos protagonistas, Delicado y Bevilacqua, incidiendo en las características esenciales que mejor los definen, así como el cambio de actitud que se aprecia en ellos a medida que han ido pasando los años y los títulos. Le prestaremos una especial atención a la obra primera en la que dan sus primeros pasos, cuando, probablemente, la idea de su creación y, sobre todo, de su continuidad, no estaba consolidada del todo. El éxito inmediato que tuvieron entre los lectores debió animar, sin duda alguna, a ambos autores a continuar con esta labor que, si bien resulta muy satisfactoria, por esa comunión y esa complicidad con los lectores, también supone todo un riesgo por el hecho de que la crítica pueda encasillar al autor dentro de un determinado género, en detrimento del resto de sus obras, que pasan a ocupar una zona más oscura dentro de su producción.

2. Femenino singular: Petra Delicado

9Ritos de muerte, como ya dejamos apuntado, apareció en 1996, justo el año en el que Vázquez Montalbán, el referente español de la novela policiaca en ese momento, sacaba a la luz un nuevo título, El premio, de su ya larga e histórica serie dedicada a este singular personaje, Pepe Carvalho. No sería el último libro del escritor barcelonés, pero ya se apreciaba una evidente decadencia dentro del género negro, como si pretendiera despachar a su personaje, después de un largo recorrido, que arranca en 1972 con Yo maté a Kennedy. Bartlett le toma el testigo con gran dignidad y enorme ambición.

10Cuando asistimos al primer encuentro con Petra en Ritos de muerte, ésta acaba de llevar a cabo su segunda separación y estrena vida de mujer independiente con nueva casa, lo que no deja de ser un elemento simbólico de ruptura con todo su pasado, como si quisiera reinventarse, partir de cero y centrarse más en su trabajo, por el que siente verdadero entusiasmo. Ya en las primeras páginas, salen a relucir dos elementos que se podrán apreciar a lo largo de toda la serie: el inconveniente de ser mujer en un departamento de policía, en donde domina el ambiente masculino y en el que los mandos y la mayor responsabilidad corren a cargo de los hombres, algo que le supone una enorme frustración; y, por otra parte el hecho, no menos lamentable, de ser no una mujer cualquiera, sino una intelectual con carrera universitaria. Una persona que, ya de entrada, ha pasado por una brillante formación como abogada, al margen, claro, de sus estudios policiales en la Academia. A pesar de todo ello, como ella misma se lamenta con no poca ironía, “nunca se me habían encargado casos de relumbrón. Estaba considerada ‘una intelectual’; además era mujer y sólo me faltaba la etnia negra o gitana para completar el cuadro de marginalidad” [11].

11Su primer caso como principal investigadora surge por casualidad, y no porque alguien haya confiado en sus aptitudes de perro sabueso para dar caza a unos criminales. El accidente que sufre mientras esquía el inspector González provoca que el comisario traspase su caso a Petra, que tiene así la oportunidad de demostrar sus habilidades. Justo ahí, en ese instante, el comisario, que no presta más atención de la necesaria a Petra Delicado, considerando que se trata de algo pasajero, circunstancial, el que ella se ocupe de un caso relevante, le presenta a su ayudante, el subinspector Garzón, del que sólo le proporciona dos datos: acaba de llegar a su nuevo destino procedente de Salamanca, y se trata de “un hombre muy agradable” [15]. La actitud y el semblante de Garzón, cuya simpatía tendrá que ganársela a pulso hasta conocer a fondo al personaje, obligará a Giménez Bartlett a darle más desarrollo al personaje en las entregas siguientes. No es un simple ayudante de Petra. Representa esa parte más salvaje y siniestra de la inspectora, que aprecia en él cierto primitivismo, un modo de actuar que nos recuerda a un pasado no tan lejano, durante el franquismo y su temido y sanguinario sistema policial, con salidas de tono, violencia verbal y física con los detenidos. Aunque también posee un buen corazón que hay que saber buscar y sacarlo de su interior. Garzón, conforme transcurre la serie, terminará por convertirse en el mejor amigo y confidente de Delicado.

12Por tratarse del primer volumen de la serie –es obvio que Giménez Bartlett tenía en mente futuras entregas con este personaje como principal protagonista–, la autora se ve obligada a ofrecer al lector los datos más básicos de su criatura, con detalles que, de algún modo, más que desviar la atención de la acción principal, sirven para adornar estas páginas otorgándoles un sentido más humano y cercano al lector. Para querer a un personaje e identificarse con él, es necesario conocerlo a fondo, penetrando, incluso, en su intimidad. Así, no tardará mucho tiempo en declarar el inconveniente de llamarse Petra, por ser nombre poco distinguido, que podía ser determinante en su vida. Confiesa que le hubiera gustado más llamarse Celia, pero todo se lo debía a una abuela llamada así y ya no era tiempo de poder sustituirlo. Llamarse Petra –si nos atenemos a la etimología del nombre– y apellidarse Delicado, no deja de ser un curioso oxímoron. Un prometedor comienzo.

13Ya hacia la mitad de Ritos de muerte, Petra le explica a Garzón, con el que, poco a poco, va estrechando lazos, cobrando confianza, y lo va viendo como una especie de “senador romano de una provincia del sur” [133], ciertos aspectos de su vida interior, confesándole: “cuando tengo algo firme, consolidado, hay un impulso en mí no controlado que me hace variar, saltar a campos desconocidos, peligrosos. Eso me llevó un día a dejar mi carrera de abogada y hacerme policía, a divorciarme, a casarme de nuevo…” [133-134]. Garzón, ya en confianza, le reprocha el que ella confíe demasiado en la psicología, puesto que es una materia de “clases pudientes”. Por su parte, Petra, mientras saborean una copa en su casa y escuchan música clásica, no tiene inconveniente alguno en mostrarle cuáles son sus verdaderas señas de identidad: “litografías de Chagall, libros de leyes y novelas, alguna pequeña reproducción de primitivos flamencos, discos de Beethoven, de Chopin, jazz, recuerdos de otros tiempos, objetos de artesanía sin valor…” [205].

14Sobre su pasado –llegados a ese punto de la novela ya estamos al tanto de sus estudios de leyes, de su inteligencia–, del que no suelta prenda Petra Delicado, como si se tratara de un secreto que atesora en su interior, ocultándolo a la vista de los demás, es Hugo, su nueva pareja, quien informa cuenta a Garzón, para que, de alguna manera, sepa ante qué tipo de persona tiene que bregar en su trabajo diario, a partir del retrato siguiente:

No voy a ser yo quien le niegue sus méritos. Mi sorpresa es que una persona tan sofisticada como ella haya podido reciclarse con tanta facilidad, si es que lo ha hecho. Porque Petra era sofisticada, ¿sabe usted? En ningún caso me propongo deslucir sus aureolas populistas, pero lo cierto es que Petra siempre insistía en vestirse para cenar, no podía irse a la cama sin oír a Beethoven, frecuentaba las mejores tiendas, no hablaba con gente que consideraba vulgar o poco interesante intelectualmente, no entraba en la cocina para no ensuciarse las manos, practicaba danza, hablaba dos semitonos más bajo que el resto de contertulios, formaba parte de algún club… [212]

15En Ritos de muerte, en su bautizo como investigadora principal de un caso de asesinato, Petra tiene ocasión de contemplar su primer cuerpo muerto de forma violenta, su “primer cadáver en general” [234], que ella procura observar con frialdad, procurando no traslucir más sensaciones que las puramente profesionales, aunque le repele la imagen y desea alejarse de inmediato de allí. A lo largo de estas páginas, en su estreno como autora de novelas policiacas, Giménez Bartlett procura dosificar la información sobre nuestro personaje. No es cuestión de elaborar una ficha policial, sino de ir mostrando el universo que hay alrededor de Petra y que configura su personalidad. Se nos habla de sus músicos predilectos (Beethoven, Chopin), escritores (Shakespeare, Calderón, Dostoievski, Dickens, Balzac, Wilde), personajes literarios y mitológicos (Poirot, Segismundo, Tántalo) y directores de cine favoritos (Buñuel). A la verdad de los casos reales siempre le encuentra un referente en la propia literatura; así, de ese modo, la historia que le cuentan de un personaje le lleva a considerarlo “un raro híbrido entre Eugène Sue y Sigmund Freud” [219].

16La pareja Petra/Garzón funciona en esta novela como el mecanismo de un reloj. Sabemos lo que les distancia, aquello que comparten, el respeto mutuo existente (rara vez se llaman de “tú”), dejando claro la profesionalidad de ambos, y abre en esta primera entrega, con tantas referencias culturales y muy especialmente literarias, la posibilidad de que estemos ante dos inseparables personajes que tienen como principal referente las páginas de la inmortal novela de Cervantes, con un don Quijote con faldas y un Sancho entregado por completo a su amo, aunque con matices muy modernos y feministas. Bartlett nos proporciona algunas pistas a lo largo de estas páginas en citas como la que reproducimos a continuación:

– ¿Se imagina, Petra, que ahora nos encontráramos con el violador? Yo me arrojaría sobre él, le haría una llave de judo y le obligaría a morder el polvo. “¡Atrás, cabrón…! –le diría–: ¡…no te atrevas a tocar de nuevo a esta dama!” Entonces usted saltaría a su vez sobre mí y respondería, ofendida: “¡Garzón!, ¿aún no se ha enterado de que es humillante intentar salvar a una mujer?” [228]

  • 3 Chung-Ying, Yang, “Petra Delicado y la (de)construcción del género y de la identidad”, p. 597.

17Este último párrafo podría dar lugar a un profundo debate sobre el tipo de feminismo que Petra defiende y practica a lo largo de la serie. En un trabajo aparecido en 2010, Chung-Ying recalca que la ambigüedad de Petra para tantas cosas, también se aprecia en su concepto feminista. Y añade: “Desde la primera novela, Ritos de muerte, pasando por las siguientes obras de la serie, se nota que tanto sus colegas masculinos, como los personajes implicados en los casos han etiquetado de feminista a la inspectora. No obstante, en varios instantes la protagonista reitera y declara que ella no es feminista”3. Y pone como ejemplo palmario, precisamente, el relato con el que se inaugura la serie, Ritos de muerte. Efectivamente, son varias las ocasiones a lo largo de esas páginas en las que Petra, de manera clara y abierta, se queja del trato de sus superiores por el simple hecho de ser mujer; una rara avis, por lo tanto, en un oficio en el que domina la presencia de los hombres, por lo que considera que ella forma parte de “un colectivo sin relevancia dentro del cuerpo, al que minimizar o vejar resulta sencillo y sin consecuencias” [127]. El hecho de que Garzón, que ya está a punto de jubilarse, sea su compañero de operaciones, su inseparable sombra en todos los casos que investiga, tampoco le beneficia demasiado. Uno de los personajes de esta novela inaugural de la serie se queja amargamente del hecho de que la policía sólo disponga de “una mujer y un viejo, ¿es eso todo lo que puede ofrecer la policía al ciudadano?” [111].

18En Mensajeros de la oscuridad, de 1999, Petra Delicado se queja del absurdo sentido de la propiedad que desarrollan los hombres frente a las mujeres, y da cuenta de la existencia de ciertos retos masculinos para las mujeres: “curas, homosexuales, impotentes o políticos en el poder, cualquier cosa que enardezca la dificultad y mezcle en la seducción una pizca de claudicación ideológica por parte del macho” [119]. Finalmente, para no alargar demasiado este aspecto de no poco interés, en su novela de 2004, Un barco cargado de arroz, en un extenso monólogo, Giménez Bartlett pone en boca de Petra Delicado una profunda reflexión sobre la condición varonil que domina en los últimos tiempos: “El que no liga para quitarse las frustraciones necesita hacer públicas sus conquistas o quiere que le hagas de madre, o hacer él de padre… no, el hombre buen compañero sentimental ha quedado como un recuerdo de épocas pasadas” [88].

19Giménez Bartlett procura que Petra Delicado evolucione en cada una de sus entregas, que no permanezca como un personaje de cómic, siempre anclado en los mismos sentimientos, sin envejecer, sin sentir en sus propias carnes y en su mente el paso del tiempo. Petra va adquiriendo, poco a poco, experiencia, conociendo cada vez mejor los mecanismos por los que se rige la investigación criminal. Aprende a leer los pensamientos en el rostro de los sospechosos. En la novela que continúa a Ritos de muerte, Días de perros, aparecida en 1997, Petra aparece como una cuarentona capaz de bromear sobre todo lo relativo a sus matrimonios, bebe coñac y güisqui y se le nota más resuelta a la hora de elegir sus parejas. Sus relaciones con Garzón, al que de vez en cuando le llama por su propio nombre, Fermín, van mejorando día a día. Le dice, en su propia cara, que lo considera un hombre atractivo, bondadoso, divertido y honrado, capaz de “ligarse a Miss Universo si se lo propusiera, quizás incluso sin proponérselo” [106].

20En Muertos de papel, aparecido en el año 2000, Petra va cambiando de ideas y declara no ser feminista, aduciendo sus razones: “Si lo fuera no trabajaría como policía ni viviría aún en este país, ni me hubiera casado dos veces, ni siquiera saldría a la calle, fíjese lo que le digo” [123]. En este mismo relato ya asoman ciertas alusiones al inevitable envejecimiento, aunque sigue siendo una dama bien parecida de algo más de cuarenta años. Y se imagina un futuro con un horizonte “cargado de dudas que en cualquier momento podía poblarse de imprevistos negativos” [30]. Se vuelve más insensible, egoísta, tozuda y peleona. Piensa –y así se lo hace saber a su inseparable Fermín Garzón–, que el amor es “una selva, un caos, un follón, un sálvese quien pueda” [192]. De ahí que no quiera hacer planes para el futuro, al tiempo que constata, de manera amarga, que el ser humano es una simple espora, un eslabón de la cadena vital.

21Petra desarrolla, además, algo propio de los que ya están de vuelta, algo cansados de sí mismos y del oficio que ejercen: una rara compasión por los delincuentes. Ante este nuevo e imprevisto componente, desconocido hasta entonces, Garzón, con su habitual humor negro, le recomienda hacerse asistente social o meterse a monja. El propio Garzón, ya en las páginas finales de la aludida novela, en una conversación que mantiene con el inspector Moliner, le asegura que Delicado ha terminado por convertirse en “una defensora acérrima del delincuente, algo así como una madre Teresa de cara al criminal” [256].

22Varios años después de la publicación de Muertos de papel, en 2013, en la última novela de la serie en la que hay “caso”, titulada Nadie quiere saber, Petra sigue esa misma estela de héroe cansado, significándose como una Teresa de Calcuta policial que antepone su condición de mujer al propio oficio de policía. Dura y dulce al mismo tiempo, deja a un lado lo pasional y se alinea con lo científico. De igual modo, salen a relucir en estas páginas las dos versiones que la caracterizan: la íntima y la profesional. Comienza ya la huida hacia sus cuarteles de invierno: la vida familiar, la lectura y la música. Y hace todos los méritos posibles para que los compañeros la consideren como una acérrima defensora de los delincuentes, algo que le reprochan en la propia comisaría, conminándole a que, de seguir por ese camino, funde una ONG “a favor de los chorizos del mundo” [93].

23Sin muertos (2020), la novela que, por el momento, resulta la última entrega de la serie, es un relato muy singular. Como se plasma en la contraportada del volumen, “Petra Delicado decide hacer un alto en el camino y poner distancia con su día a día para recordar su pasado a fin de tomar las riendas del presente”. En esta ocasión no hay “caso” que investigar. Ni víctimas, ni asesinos. Manda aquí el recuerdo; una especie de “recuento”, de repaso a una ya larga vida dedicada a la investigación criminal. Y no se le ocurre mejor cosa que regresar al pasado. Al origen. A esos momentos decisivos en los que, un tanto sorprendentemente, Petra toma la decisión de ingresar en la Academia de policía. Se trata, pues, de un libro a mitad de camino entre las novelas “convencionales” de Giménez Bartlett y las propiamente policiacas. Petra relata su vida, un tanto contradictoria, con un padre profundamente anticlerical, pero que no tiene inconveniente alguno en enviarla a un colegio de monjas para que se eduque. Y una madre generosa, nada tacaña, afable y feminista: “Pensaba, quizá por el hecho de haber parido sólo féminas, que las mujeres debían prepararse, estudiar, trabajar fuera de casa y labrarse su lugar en el mundo” [19]. Su manera de ser y de entender la vida se forja durante su infancia y juventud, en donde, en primer lugar, se aprecia su perentoria necesidad de aprender, su relación con los chicos (“todo depende del sujeto, no del sexo” [74], escribe), su capacidad para ser una soñadora, el ambiente de oposición al franquismo durante su etapa de alumna universitaria, sus primeros amores serios, al tiempo que declara que “nunca he vivido el amor como un trance absolutamente feliz” [101], su afición al cine –asocia determinadas etapas de su vida con ciertas películas– y a la lectura, que le sirve como entretenimiento y, asimismo, como consuelo. Sin embargo, en las páginas finales de Sin muertos, asistimos a una escena verdaderamente singular: la quema de unos libros; acción que nos viene a recordar, de un lado, el ineludible capítulo VI de la Primera parte del Quijote, con el severo escrutinio en casa de Alonso Quijano, y, por otra parte, el homenaje, más o menos implícito, a uno de los grandes personajes de la novela policiaca española de los años anteriores: Pepe Carvalho, que tiene esa misma rara costumbre:

Me puse en pie para preguntarme con toda pompa qué me apetecía hacer en aquel justo momento. “Quemar un libro”, me respondí. ¡Oh, aberración! Me dirigí sin dudarlo a los paquetes de mudanza y destripé el envoltorio de uno al azar con ayuda de un cuchillo. Metí la mano y apareció El criterio, de Balmes. Salí al jardín y lo eché al suelo. Entonces, valiéndome de mi encendedor, le prendí fuego. ¡Con qué placer observé cómo se retorcían las páginas inmortales del brillante filósofo catalán! El pobre no se lo merecía, pero así es la vida. Yo en realidad hubiera preferido mandar a la hoguera La perfecta casada de fray Luis de León, pero lo hecho, hecho está. [312-313]

24Ambas obras, a nuestro entender, no están reflejadas ahí por simple casualidad. La segunda de ellas, la de fray Luis, no resiste una lectura moderna puesto que relega a la mujer a un papel contemplativo y secundario frente al varón, al que le debe obediencia. Por su parte, la elección del libro de Balmes, autor que sólo vivió 38 años, entre 1810 y 1848, supone una reacción contra sí misma por parte de Petra Delicado. En la obra del escritor catalán se propugnan, entre otras ideas, el buen uso de la atención, la acertada elección de carrera y el cabal aprovechamiento de las aptitudes nativas, algo a lo que aspira Petra, pero que no logra nunca conseguir del todo, aunque se lo proponga cada día.

  • 4 Belmonte Serrano, José, “Cervantes, Shakespeare, Chéjov y otros autores del montón: culturalismo e (...)

25Belmonte Serrano ha dedicado un trabajo al análisis de los aspectos culturales e intertextuales en las novelas policiacas de Giménez Bartlett. En esas páginas se asegura que “la literatura y los libros están por todas partes y cualquier excusa es buena para que salgan a relucir”4. Shakespeare, Cervantes y Freud son tres de los autores a los que, una y otra vez, recurre la novelista manchega. Belmonte concluye del siguiente modo:

  • 5 Ibid., p. 33.

Es probable que la autora, Alicia Giménez Bartlett, trate de dar rienda suelta a sus conocimientos de literatura. Su planteamiento es sumamente inteligente: cada una de esas lecturas a las que alude están en el lugar apropiado, en el instante preciso, para que el contexto ayude a comprender el mensaje que pretende transmitirnos. No descartamos el afán instructivo y didáctico de la autora, apelando al docere et delectare clásico: enseñar deleitando, sin abrumar en exceso al lector, con las dosis justas para que no se pierda del todo el hilo argumental.5

26Por último, Sin muertos dedica todo un capítulo –no demasiado extenso, es cierto– al subinspector Garzón, titulado, precisamente, de esa forma. En este repaso a los hechos más destacados de su vida, no podía faltar, de ningún modo, el ayudante fiel de Petra, su compañero de fatigas, al que le llama, un poco hiperbólicamente, “el gran amor de mi vida” [335]. Al final, como confiesa Petra, a pesar de su distinto modo de actuar y de una educación muy diferente, se han terminado por convertir en “una máquina bien ingresada a la que no es preciso programar. Cuando yo me excedo, él afloja. Cuando dudo, Garzón se muestra firme” [338]. Se nos cuenta que Garzón tiene un hijo gay que vive en Nueva York en donde trabaja de cirujano, “con pareja estable” y “una vida ordenada y feliz” [339]. Una cuestión que, poco a poco, ha tenido que ir admitiendo y asimilando el subinspector, anclado en las ideas clásicas del matrimonio y los modelos de vida. Al final de esta rara novela, que se diferencia del resto de entregas en la ausencia de un “caso” concreto sobre el que poder investigar, tras una semana sin muertos, se deja una puerta abierta a futuras entregas, no dando por cerrado el ciclo.

27Como se puede comprobar, digamos a modo de resumen de este apartado, el carácter y el pensamiento de Petra ya queda configurado en la primera entrega de la serie. Una mujer irreductible, ambiciosa, con mucha personalidad, dueña de su destino y que cree en sus posibilidades a pesar de ejercer un trabajo en el que las mujeres sufren por su condición de tales. Ya aparece, tan tempranamente, como pertinaz lectora, melómana, culta, aunque de corazón sencillo. Su creadora, Alicia Giménez Bartlett, cree en las posibilidades del personaje y en el impacto que le produce al lector. De ahí que, título a título, preste mucha atención a su evolución, aportando datos y rasgos fundamentales que contribuyan a hacer más verosímil a su personaje. No es una protagonista de cartón piedra, sino un ente que participa de las contradicciones más comunes de los seres humanos. Giménez Bartlett pasea, sin ánimo de burlarse de ella ni de desprenderle de sus atributos, a Petra Delicado por el Callejón del Gato, como hizo Valle-Inclán con los héroes clásicos en sus esperpentos. Como Galdós, que es un inequívoco referente en su forma de hacer literatura, aunque apenas se le cite en estas páginas, Bartlett quiere a sus personajes, camina de la mano de ellos, nunca los abandona, tiene piedad de los mismos, y procura equilibrar el sufrimiento con los momentos de gozo y alegría.

3. Bevilacqua: un hombre atrapado por su propio apellido

28Lorenzo Silva, nacido en Madrid en 1966, comienza su andadura en el mundo de la novela policiaca en 1998, con El lejano país de los estanques. Es decir, dos años después que Alicia Giménez Bartlett. Se cruzan, pues, en el tiempo ambas series. Y los dos protagonistas, Petra Delicado y Rubén Bevilacqua, vienen a ser igual de populares, hasta convertirse en material cinematográfico, a través de la televisión y el cine.

  • 6 Oropesa, Salvador A., “Todo por la patria: Lorenzo Silva y su contextualización en la novela polici (...)

29Para Salvador A. Oropesa6, Bevilacqua es un nieto del Plinio de Francisco García Pavón. El guardia municipal de Tomelloso sería, por lo tanto, un “antecedente necesario”, aunque no veamos demasiado clara la idea ni la comparación entre ambos. En El país de los estanques, Bevilacqua, que se presentará ante el lector y el resto de personajes como Vila, por las razones que luego explicaremos, aparece como un hombre con estudios de Psicología, de una estatura de entorno a ciento setenta centímetros y tiene como principal afición pintar soldaditos. Desde las primeras páginas, ya se nos explica el origen de su extraño apellido: ha nacido en Montevideo en 1962, por lo que su procedencia es latinoamericana, aunque su padre es de origen italiano. Bevilacqua es un apellido enrevesado, difícil de pronunciar. Vila es, por lo tanto, la socorrida abreviatura del mismo. Una y otra vez, en esta novela inaugural, así como en las entregas siguientes, el apellido termina por convertirse en un tema de conversación entre propios y extraños. En El país de los estanques, uno de los personajes de la obra, Zaplana, comandante de la Guardia Civil, le arroja a la cara que cómo demonios podría llamarse Bevilacqua, “si no es indiscreción” [40]. Vila vuelve sobre sus pasos y suelta de nuevo el discurso del origen uruguayo de su padre, y añade que “nos abandonó cuando yo tenía año y medio” [40]. En esta primera entrega no hay muchos datos de Vila. Sí sabemos que posee una especie de sexto sentido, “con el que siempre me huelo la desgracia” [43], y explica las razones por las que pertenece a la Benemérita:

Estoy aquí porque una tarde me di cuenta de que tenía veinticinco años y de que o bien tomaba alguna medida o bien me iba a pudrir en un agujero mientras me comía página a página la Psicopatología de la vida cotidiana […] El caso es que compré los temarios y salí a correr todos los días hasta que hice la marca mínima de los cien y la del kilómetro y las flexiones y los saltos de altura y longitud. Me presenté al examen de ingreso y hasta aquí [71-72].

30El colmo del paroxismo lo hallamos en una de las últimas novelas de la serie, La marca del meridiano, de 2012. En este relato el apellido de Vila se convierte en otro obstáculo a la hora de establecer una comunicación fluida con los demás, que no dejan de sorprenderse. El hecho se produce cuando nuestro héroe, que por entonces ostenta el grado de brigada de la Guardia Civil, se presenta ante uno de sus superiores: “¿Ble… bli.. va… cua?” [35], responde el comandante, perplejo por lo que ha escuchado. Y, a continuación, Silva plasma en su libro la correspondiente explicación a propósito de tan raro apellido retorna a los orígenes del mismo, incidiendo en los primeros pasos de su personaje:

Siempre me digo que no debo utilizar el apellido que mis ancestros del Véneto llevaron hace un siglo y pico a la ciudad de San José, en Uruguay, desde donde se expandió a Montevideo para que allí le fuera adjudicado a mi padre, quien con los años se convertiría en un estudiante de arquitectura que vino a completar su formación a Madrid y con el que mi madre, en la irreflexión de su juventud sesentera, dio en concebirme para dar paso a un fugaz matrimonio que me llevó a nacer junto al Río de la Plata, de donde me trajo a España, ya sola, siete años después [35-36]

31Su acompañante es una mujer, Chamorro: una especie de “arcángel de la modernidad”, una “top model” [56]. Tiene muy poca experiencia –apenas un año–, fue la número dos de su promoción, y su padre es coronel de Infantería de Marina. Pero al margen de esos datos iniciales, a lo largo de la novela iremos descubriendo su gusto por el estudio y la contemplación de las estrellas, y su fracaso, del que no puede desprenderse fácilmente, en el examen para oficial del cuerpo.

32En la siguiente entrega, El alquimista impaciente, del año 2000, encontramos a una Chamorro irónica, que tiene que soportar la desconfianza de los hombres, que no disimulan sus miradas; escucha música de Chet Baker, va creciendo en experiencia dentro del oficio y sabemos que es de origen gaditano, donde está destinado su padre y vive su familia. Ya por entonces, Vila lleva una década en el cuerpo. Se autocalifica como “policía rural”, lo que nos recordaría la condición de Plinio, el guardia municipal de García Pavón, y también posee una rara intuición en cada uno de los casos que aborda; unos “pálpitos” que le conducen hacia la solución de todo lo que se le presenta. La confusión sobre su nombre sigue intacta, apareciendo una y otra vez como un recurso humorístico con el que disfruta el lector. En esta ocasión alguien le denomina Belicuva, por lo que él sale de inmediato al paso para que se le llame, simplemente, Vila, sin más preámbulos.

33La relación entre Chamorro y Vila es inevitable, después de estar juntos durante tantas horas al cabo del día. Se aprecia, en primer término, que forman un buen y eficaz equipo, y, al mismo tiempo, resultan complementarios. Los diálogos que se entablan entre ellos, son bastante tiernos en ocasiones. La muchacha tímida y dubitativa de la primera entrega, empieza a desenvolverse con singular aplomo “impropio de su experiencia” [69]. Vila va reparando en ella. Sospecha que bajo su capa de mujer dura, repleta de coraje, entregada a su trabajo, existe una “sensibilidad frágil” [69], que casi nunca saca a relucir. Y añade: “Y cuando lo hacía, como aquella noche, yo necesitaba de toda mi escasa fuerza interior para reaccionar con la sobriedad que la situación requería” [69]. La relación más personal entre Vila y Chamorro va en aumento de libro en libro, hasta convertirse en un incentivo, casi morboso, para el lector. En La estrategia del agua, de 2010, sexta entrega de la serie, con una Chamorro que acaba de cumplir los treinta y cuatro años, y un Vila que frisa los cuarenta y cinco, en plena crisis, algo abúlico y cansado, incorregible aprendiz de Bakunin, famoso por su aparición en los periódicos como guardia eficaz, por lo que es capaz de enfrentarse, incluso, a sus superiores, asistimos a unos instantes en los que entre ambos hay algo más que compañerismo y amistad. Era de esperar y, en ocasiones, la complicidad puede llegar a terrenos ignotos, cercanos al corazón, como se desprende del siguiente y significativo texto:

Pero yo no iba a pretenderla porque mi corazón, para bien y para mal, se había quedado en otra parte, y porque a la propia Virginia [Chamorro] le había tomado demasiado afecto para ofrecerle la estropeada mercancía que sobre esas premisas podía compartir con ella. No niego que alguna vez lo había hecho en sueños. Pero tenía claro que tratar de llevarlos a la realidad era consumar un pésimo negocio. Una triste muesca en mi revólver de pistolero sin esperanza, a cambio de una compañera que me cubría las espaldas cuando tenía que entrar en el saloon repleto de forajidos [180-181].

34La alusión al paso del tiempo y a sus repercusiones que tiene no sólo en su cuerpo, como es natural, sino, asimismo, en su manera de pensar, es una constante a partir de entonces. En Los cuerpos extraños Vila ya está al borde del medio siglo de vida. Su madre aún vive y su único hijo del fallido matrimonio estudia Derecho. Se hace inexorablemente mayor y alude constantemente a este hecho palpable. Son ya quince años los que lleva junto a Chamorro. Se considera un “ser humano” antes que guardia y acaba de iniciar una relación con una jueza que le gusta. Por su parte, Chamorro está a punto de cumplir los cuarenta. Acaba de romper con su novio periodista y empieza a hacerse a la idea de que ya no va a poder ser madre. Vila y Chamorro, de vez en cuando, fuera del trabajo, pasean juntos. La subordinada, mientras caminan apaciblemente, llega a confesarle a su superior que “es una pena que seas mi jefe y que no tengas unos añitos menos” [133]. Vila, por su parte, trata constantemente de convencerse a sí mismo de que Chamorro es, tan sólo, una compañera de fatigas a la que respeta y aprecia, “pero todo en términos de estricta camaradería” [140]. Sin embargo, unas pocas líneas más adelante, el propio Vila se pregunta si es que ambos no están evolucionando hacia otra cosa a la que no quiere ponerle nombre. Y añade: “Con mi historial, no podía reprimir un escalofrío. Siempre que había dejado que una mujer sentara de algún modo plaza en mi vida, la historia había acabado mal, para ella, para mí o para ambos” [141].

35Como en la serie de Alicia Giménez Bartlett, aquí también, en la de Lorenzo Silva, hay constantes alusiones a libros, música y cine, fundamentalmente. Salen a la palestra los nombres de Epicuro, Stendhal, Rilke, Iron Maiden, Spinoza, Lawrence de Arabia, Gloria Gaynor, El principito, etc. Hay ya quienes llaman a Vila “el ingenioso hidalgo”. No será esta la única alusión al Quijote a lo largo de toda la serie. Antes bien, es un asunto que se repite con frecuencia. Así, en la entrega de 2012, La marca del meridiano, justo en las páginas finales, Bevilacqua, cuando está frente a una de las playas de Barcelona, evoca esa misma playa “donde don Quijote perdió su último combate”: “Es de suponer que Cervantes tuviera en mente un trozo de este arenal más hacia el norte, junto a la Barcelona de la época” [392].

36El mal de Corcira, de 2020, es, por el momento, la última entrega de Lorenzo Silva. Una novela mucho más compleja que las anteriores, con diversos escenarios en los que se desarrolla la acción y con matices nuevos que enriquecen su literatura. Vila se decide, al fin, a contar cierta parte de su vida que se había negado sistemáticamente a recordar: su paso por el Norte en los tiempos más crudos del terrorismo de ETA. Es la primera vez que contempla un asesinato. Vila ya posee el grado de subteniente y Chamorro, que tiene cuarenta y tres años, el de brigada. Lorenzo Silva insiste mucho en un aspecto que ya había asomado en entregas anteriores: el paso del tiempo y la conciencia que tiene de él su protagonista principal: “Me va quedando menos tiempo, y cada día y cada afán y hasta cada marrón son cada vez más valiosos. No puedo dejar de morderlos mientras me queden dientes” [174]. Su manera de ser, su estoicismo, hacen que alguno de sus superiores, como Pereira, que ya ha ascendido a general, lo definan como un “tío raro” que tiene ideas propias, que no se calla, y que es un observador agudo: “Tú eres más complicado. Tienes más cabeza. Y más recovecos, también. Los recovecos son buenos, a veces, pero otras veces te juegan malas pasadas” [95].

37¿Por qué camino han tomado las relaciones entre Virginia Chamorro y Rubén Bevilacqua, cuando cada vez les queda menos tiempo? “Siempre estás en mi mente” [302], le confiesa abiertamente Vila a Chamorro, jugando así con el título de una canción de Elvis y la versión, que acaba de escuchar, de los Pet Shop Boys. La letra de la conocida canción, de una manera sutil, casi lírica, le lleva a una profunda reflexión en torno a lo que pudo ser y no fue:

En comparación, la versión de los Pet Shop Boys tenía gracia, y había que reconocerles la valentía, pero no llegaba ni de lejos a provocar el estremecimiento que aquella voz ya perdida en los pliegues del tiempo provocaba al recordar las pequeñas cosas: esas que debimos hacer o decir y no hicimos ni dijimos nunca. Eran tantas para mí, a aquellas alturas del viaje, que me eximí de hacer la lista y dejé que la canción me empujara suavemente al sueño [308].

4. Conclusiones

38Alicia Giménez Bartlett y Lorenzo Silva son dos de los autores españoles actuales que más éxito han obtenido con sus respectivas novelas de carácter policiaco. Un género que, en el último cuarto de siglo, se ha significado especialmente en nuestro país, con la presencia, no sólo de los anteriormente citados, sino, asimismo, de nombres como Ignacio del Valle, Eugenio Fuentes o Jerónimo Tristante. Las novelas de Bartlett y de Silva presentan, en ambos casos, a una pareja (hombre y mujer en el uno y en el otro) que se complementa, que luchan con el mismo afán, en ocasiones, desde perspectivas diferentes. La diferencia de edad entre ellos, más que un inconveniente, no deja de ser un acicate para que el lector disfrute con dos puntos de vista diferentes, con dos generaciones que están condenadas a entenderse, a transmitirse sus mutuos conocimientos. Ni Petra Delicado, con toda su aplastante personalidad, ni Rubén Bevilacqua, con su larga experiencia y su estoicismo implícito, son capaces de ocultar en la sombra a sus respectivos ayudantes, Garzón y Chamorro, quienes no terminan de ser arrastrados y minimizados por el temperamento y el carisma de sus jefes inmediatos. Ambos también disfrutan, a lo largo de estas miles de páginas, de sus momentos de gloria.

  • 7 López Martínez, Encina Isabel, “La pareja protagonista en la nueva novela policiaca de Alicia Gimén (...)
  • 8 Ibid.

39Por otra parte, tanto Bartlett como Silva se desvían un tanto de la novela policiaca tradicional, incorporando a sus respetivos libros unas dotes de reflexión, filosofía y culturalismo, con la alusión permanente y constante a obras literarias y filosóficas, a películas, a piezas musicales (clásicas y también modernas), etc. Para López Martínez, los protagonistas de uno y otro autor son ejemplo “de la inédita construcción del detective característica de la nueva novela policiaca”7. Y concluye: “La complementación, el reflejo de las personalidades en contacto permanente con otros personajes, el desarrollo evolutivo de la pareja, como ente, y el progresivo proceso de influencia mutua, determinará, en gran medida, esta innovadora manera de entender y leer la novela policiaca”8. Así es como se escribe para un lector exigente y cómplice del autor: el lector del siglo XXI.

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Bibliographie

Belmonte Serrano, José. “Cervantes, Shakespeare, Chéjov y otros autores del montón: culturalismo e intertextualidad en las novelas policiacas de Alicia Giménez Bartlett”, Clásicos y contemporáneos en el género negro. Santiago de Compostela: Andavira, 2018. p. 27-34.

Chung-Ying, Yang. “Petra Delicado y la (de)construcción del género y de la identidad”. Hispania (2010): 594-604.

Giménez Bartlett, Alicia. Ritos de muerte. Barcelona: Destino, 2013 (1ª edición: 1996).

Giménez Bartlett, Alicia. Días de perros. Barcelona: Destino, 2013 (1ª edición: 1997).

Giménez Bartlett, Alicia. Mensajeros de la oscuridad. Barcelona: Destino, 2011 (1ª edición: 1999).

Giménez Bartlett, Alicia. Muertos de papel. Madrid: Círculo de Lectores, 2001 (1ª edición: 2000).

Giménez Bartlett, Alicia. Nadie quiere saber. Barcelona: Destino, 2013.

Giménez Bartlett, Alicia. Sin muertos. Barcelona: Destino, 2020.

Giménez Bartlett, Alicia. Un barco cargado de arroz. Barcelona: Planeta, 2009 (1ª edición: 2004).

López Martínez, Encina Isabel. “La pareja protagonista en la nueva novela policiaca de Alicia Giménez Bartlett y Lorenzo Silva”. Cuadernos de Investigación Filológica 47 (2020): 115-139.

Oropesa, Salvador A. “Todo por la patria: Lorenzo Silva y su contextualización en la novela policiaca española”. Espéculo. Revista de Estudios Literarios 22 (2002). Consultado el 12 de marzo de 2022
<http://webs.ucm.es/info/especulo/numero22/silva.html>.

Silva, Lorenzo. El lejano país de los estanques. Barcelona: Destino, 1998.

Silva, Lorenzo. El alquimista impaciente. Barcelona: Destino, 2002 (1ª edición: 2000).

Silva, Lorenzo. La marca del meridiano. Barcelona: Planeta, 2015 (1ª edición: 2012).

Silva, Lorenzo. La estrategia del agua. Barcelona: Destino, 2014 (1ª edición: 2010).

Silva, Lorenzo. Los cuerpos extraños. Barcelona: Destino, 2015 (1ª edición: 2014).

Silva, Lorenzo. El mal de Corcira. Barcelona: Destino, 2020.

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Notes

1 Giménez Bartlett, Alicia, Sin muertos. A partir de esta referencia, sólo indicaremos el número de la página entre corchetes para las citas sacadas de las novelas de esta autora.

2 Silva, Lorenzo, El mal de Corcira. A partir de esta referencia, sólo indicaremos el número de la página entre corchetes para las citas sacadas de las novelas de este autor.

3 Chung-Ying, Yang, “Petra Delicado y la (de)construcción del género y de la identidad”, p. 597.

4 Belmonte Serrano, José, “Cervantes, Shakespeare, Chéjov y otros autores del montón: culturalismo e intertextualidad en las novelas policiacas de Alicia Giménez Bartlett”, p. 30.

5 Ibid., p. 33.

6 Oropesa, Salvador A., “Todo por la patria: Lorenzo Silva y su contextualización en la novela policiaca española”.

7 López Martínez, Encina Isabel, “La pareja protagonista en la nueva novela policiaca de Alicia Giménez Bartlett y Lorenzo Silva”, p. 138.

8 Ibid.

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Pour citer cet article

Référence papier

José Belmonte Serrano et Paulina B. Michalska, « Anatomía existencial de dos héroes de la novela policiaca española actual: Petra Delicado y Rubén Bevilacqua »Babel, 45 | -1, 101-120.

Référence électronique

José Belmonte Serrano et Paulina B. Michalska, « Anatomía existencial de dos héroes de la novela policiaca española actual: Petra Delicado y Rubén Bevilacqua »Babel [En ligne], 45 | 2022, mis en ligne le 05 septembre 2022, consulté le 04 novembre 2024. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/babel/13100 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/babel.13100

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Auteurs

José Belmonte Serrano

Universidad de Murcia

Paulina B. Michalska

Universidad de Murcia

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