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Editorial [Hombre y litoral]

Jean-Paul Jacob
Traduction de Manuela Marino Beltran
Cet article est une traduction de :
Éditorial [Homme et littoral] [fr]
Autre(s) traduction(s) de cet article :
Editorial [Man and coastal zone] [en]

Texte intégral

1Lugar de encuentro entre un universo terrestre del cual, durante milenios, se desconocieron sus límites, y un universo acuático aún más desmesurado, el litoral constituye una zona particular de contacto entre dos mundos a priori antinómicos, entre dos fuentes de aprovisionamiento de capital importancia, entre dos modos de transporte verdaderamente distintos.

2Hasta donde ha podido observar la arqueología, desde muy temprano el Hombre se instaló a lo largo y ancho de todas las costas, pese a que algunos vestigios de esas ocupaciones se encuentran hoy en día sumergidos por causa de las fluctuaciones del nivel del mar. De las poblaciones que se establecieron al borde del mar, algunas le dieron la espalda y poco o nada aprovecharon los recursos marinos, mientras que otras obtuvieron allí la mayor parte de los medios para su subsistencia. Los acervos de conchas, los vestigios de puertos de todas las épocas, las villae marítimas, sus viveros y sus «playas privadas», constituyen hoy en día testimonios de gran importancia, así como también lo es la ausencia total de restos marinos en los residuos de alimentos y medios de transporte en aquellas sociedades que, a pesar de su cercanía con el litoral, se hallaban totalmente volcadas hacia la tierra.

3Las riberas fueron percibidas como acogedoras o atractivas, o bien hostiles e inquietantes, dependiendo de su naturaleza: todo dependía de si se trataba de rocas, playas, acantilados, dunas, lagunas, etc., puesto que para vivir al borde del mar había que saber adaptarse a un medio en constante movimiento por causa de las mareas, manifestaciones permanentes y algunas veces brutales causantes de inundaciones, erosiones… El proceso de enarenamiento no sólo generó los cordones litorales –los estanques de la costa de Languedoc y atlántica, por ejemplo-, sino que también dio lugar a fenómenos tales como las lagunas y las espectaculares retiradas de la línea de costa. De estas atestiguan los numerosos puertos medievales hoy día en tierra, a imagen del de Quintovic (departamento de La Mancha) cuyo emplazamiento fue identificado casi con certeza en los últimos años por arqueólogos del Inrap, tras años de incertidumbre acerca de su localización. Para desasosiego de los expertos, también suele suceder que la fuerza de las mareas produzca el desmantelamiento de sitios importantes, los cuales terminan siendo engullidos progresivamente por el mar.

4Las poblaciones que tuvieron que utilizar o bien soportar este medio hicieron todo lo posible por regular y controlar los desbordes. Desde la Protohistoria, los habitantes realizaron distintas obras para estabilizar el litoral y construir instalaciones perennes, esto es, que sirvieran por lo menos durante algunas generaciones. Así, los puertos fueron objeto de un mantenimiento regular (protección y dragado) desde la Antigüedad más tardía. Quisiera presentar aquí un solo ejemplo: en el antiguo puerto de Marsella (excavado en parte en la plaza Jules Verne), se ha podido constatar que desde el antiguo muelle griego hasta los de la época romana, pasando por los llenados de tierra del período helenístico, el Hombre ganó terreno sobre el mar gracias a los terraplenes, lo cual posibilitó la extensión de la ciudad portuaria gracias a la construcción sobre una parte del Lacydon. En el fondo de la vasta cala que constituye el puerto antiguo los enarenados eran importantes, razón por la cual se han descubierto allí numerosas embarcaciones romanas de dragado (barcos de servicio). Es bien sabido que el nivel del mar ha venido subiendo, lenta pero ineluctablemente, desde el final de la última glaciación. La importancia de esta crecida puede medirse en el hecho que hoy en día solo es posible penetrar en la gruta Cosquer sumergiéndose 37 m bajo el nivel del mar (para usar otro ejemplo marsellés). No obstante, gracias a las incesantes y grandes obras de los hombres, tanto en las riberas como tierra adentro, en numerosas costas el mar retrocedió.

5Si desde la Prehistoria el Hombre desplegó tanta energía para poder establecerse en espacios ambivalentes entre mar y tierra, fue seguramente por conveniencia. Sin embargo, es a través de sus investigaciones que los arqueólogos deben encontrar las claves de ese «deseo de mar» –para retomar la frase del historiador Alain Corbin–, más allá del simple deseo e ingenio humanos por dominar un medio ambiente muchas veces hostil.

Detalle de la estratigrafía de los niveles de turba del sitio de Marsillargues, en Languedoc.

Detalle de la estratigrafía de los niveles de turba del sitio de Marsillargues, en Languedoc.

Recientemente estudiado por Émilie Léa, Inrap. Es en esta capa de color marrón oscuro a negro donde se encontraron rastros de ocupación humana, entre los siglos IX y XI, momento en el que el entorno pasó de un ambiente lagunar-marino a un ambiente terrestre.

Fotografía: C. Jorda, Inrap.

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Titre Detalle de la estratigrafía de los niveles de turba del sitio de Marsillargues, en Languedoc.
Légende Recientemente estudiado por Émilie Léa, Inrap. Es en esta capa de color marrón oscuro a negro donde se encontraron rastros de ocupación humana, entre los siglos IX y XI, momento en el que el entorno pasó de un ambiente lagunar-marino a un ambiente terrestre.
Crédits Fotografía: C. Jorda, Inrap.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/archeopages/docannexe/image/19349/img-1.jpg
Fichier image/jpeg, 2,1M
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Pour citer cet article

Référence électronique

Jean-Paul Jacob, « Editorial [Hombre y litoral] »Archéopages [En ligne], 30 | 2010, mis en ligne le 23 août 2024, consulté le 26 mars 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/archeopages/19349 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/137uz

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Auteur

Jean-Paul Jacob

Presidente del Inrap

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