Editorial
Texte intégral
1En la década de 1960, se abrió en Francia un nuevo campo de adquisición e interpretación de los datos históricos con el surgimiento de la arqueología de rescate. Ésta se constituyó de manera empírica como respuesta a las numerosas destrucciones de yacimientos causadas por las obras de planificación urbana, a través del uso de las prerrogativas de la ley del año 1941 y de las negociaciones con los planificadores. Gracias al compromiso de los arqueólogos, permitió proteger los sitios y las informaciones recabadas, pese a no basarse en un sistema jurídico adaptado. En ese sentido, la arqueología preventiva —que se basa en la ley del 17 de enero de 2001— constituye un modo de intervención que, al igual que las operaciones programadas, responde a objetivos científicos pero que se activa cuando existe un riesgo de destrucción de vestigios durante obras de construcción.
2Paradójicamente, el desarrollo de la planificación del territorio —a través de trazados ferroviarios, gasíferos, de autopistas, etc.— ha sido precisamente el que ha llevado a los arqueólogos a abordar los límites espaciales de los sitios desde una perspectiva nueva e, incluso, a desarrollar una arqueología intersitios. Estas exploraciones lineales se transforman así en transectos en sentido estricto: franjas donde las ocupaciones humanas sucesivas se pueden analizar y ser puestas en perspectiva, convirtiéndose con el tiempo en marcos de referencia que permiten volver a analizar los datos recabados en espacios limitados —tales como las excavaciones programadas— y redefinir las redes territoriales antiguas. Prácticamente todo el territorio francés se ha convertido en un potencial sitio arqueológico, lo que permite desbrozar nuevos campos de estudio y observar la historia a escala nacional con nuevos ojos. A pesar de algunos frenos ideológicos o de presiones económicas, abundan los elogios al modelo francés de arqueología preventiva y su enfoque —que consiste en conciliar desarrollo económico y estudio del patrimonio— se desarrolla en todos los continentes.
3A primera vista, da la impresión en terreno que los métodos de excavación han evolucionado poco durante estas últimas décadas. No obstante, a lo menos tres factores han modificado sensiblemente el campo de operaciones desde mediados del siglo XX. El primero es el enfoque antropológico que actualmente rige toda nuestra conducta en terreno. Más allá de simplemente recolectar objetos, leer el plano de un edificio o llevar a cabo el análisis estratigráfico de un lugar, el arqueólogo de hoy identifica y describe el conjunto de «gestos» humanos que condujeron a la fundación, funcionamiento y posterior abandono de un sitio. Cada unidad estratigráfica —sea de origen humano o natural (paleosuelo, rastro de inundación, entre otros), sea «positiva» (aporte de sedimentos o materiales, etapas de construcción, etc.) o «negativa» (excavación de un pozo, nivelado de un muro, etc.)— se estudia y relaciona con otras unidades, con el fin de secuenciar los distintos acontecimientos de la historia del sitio y de su entorno.
4El segundo factor que modificó las prácticas operativas y abrió nuevos campos de investigación en el terreno de excavación es el análisis intrasitio de los datos paleoambientales. Efectivamente, tradicionalmente la dimensión medioambiental del sitio se analizaba de forma independiente y una vez concluida la fase de terreno; el medio, percibido ante todo como natural, era un objeto de estudio periférico. Desde hace unos treinta años, las excavaciones de viviendas o de necrópolis han permitido recolectar ecofactos (semillas, carbones vegetales, pólenes, osamentas, sedimentos, etc.), que proporcionan informaciones acerca del medioambiente, de su evolución, y del impacto de las actividades humanas sobre las comarcas y los espacios llamados «naturales». Estos datos —cotejados conjuntamente por climatólogos, glaciólogos, historiadores y arqueólogos— permiten evaluar las características climáticas.
5El tercer factor innovador se relaciona con el uso cada vez más frecuente de la fotometría, el escáner en tres dimensiones y la captura digital, con el objeto de registrar, analizar e, incluso, restituir virtualmente un sitio. El uso de estas herramientas —fruto de hazañas tecnológicas en permanente renovación— se ha vuelto indispensable debido a que, especialmente en el caso de la arqueología preventiva, el sitio es destruido durante su exploración y es restituido —ya sea científica o virtualmente— durante el proceso de estudio. De hecho, la arqueología no se libra de un fenómeno que atañe a casi todas las disciplinas científicas: el de la proliferación de los datos, su registro, modo de gestión y análisis, explotación, y posterior puesta a disposición de la comunidad de investigadores. En tan sólo unas pocas décadas, el desarrollo de nuestra disciplina y la experiencia acumulada por sus actores públicos (de la evolución de las prescripciones a su participación en el movimiento de la ciencia abierta) han sabido a ofrecer a la arqueología nacional francesa una riqueza patrimonial y científica fuera de serie, tal y como lo demuestra de forma concreta el presente suplemento de la revista Archéopages.
Pour citer cet article
Référence papier
Dominique Garcia, « Editorial », Archéopages, Hors-série 6 | -1, 3.
Référence électronique
Dominique Garcia, « Editorial », Archéopages [En ligne], Hors-série 6 | 2022, mis en ligne le 07 juillet 2023, consulté le 20 mars 2025. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/archeopages/11112 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/archeopages.11112
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